martes, 15 de febrero de 2005

Un enlace para rockeros

Os dejo una interesante página con las fuentes de algunos grupos de rock míticos, de esos que han marcado generaciones enteras.
Simplemente, curioso enlace el de Rockrage.
Sin más.

lunes, 14 de febrero de 2005

'Wonder boys': La complejidad de lo elemental

‘Jóvenes prodigiosos’ engloba en su fondo conceptual una búsqueda que se identifica con la indagación de Curtis Hanson a la hora de encontrar un proyecto a la altura de las circunstancias y salir, de paso, del núcleo dramático y solemne en el que se vio después de esa maravilla que es ‘L.A. Confidential’. Para su vuelta al cine antes de la injustamente infravalorada ‘8 millas’, Hanson escogió el espléndido guión de Steve Kloves, centrado en la patética vida de Grady Tripp (Michael Douglas), un profesor de inglés cincuentón que no publica desde su última novela considera una obra maestra, ‘La hija del pirómano’, sintiendo todo tipo de dudas respecto a su futuro como literato y a su vida en general. Sin embargo, el encuentro con James Leer (Tobey Maguire), uno de sus mejores alumnos, va a hacer que su vida se invierta de forma radical.
Partiendo de esta base, Kloves se volvió a adentrar, como ya lo hiciera hace casi una década con ‘Los fabulosos Baker boys’ (película clave en el cine contemporáneo –una de mis grandes favoritas-) en la figura del perdedor y de su necesidad de encontrar un sentido a una vida opaca. Un hecho al que muchos ya nos hemos acostumbrado y vemos como algo cotidiano e identificable. Esta fabulosa comedia, diligente y fértil con cada uno de las significaciones que se emprenden acerca de la soledad del autor, el fracaso, la necesidad y la creatividad imposibilitada, transita incólume por senderos de una negrura que alcanza su mayor virtud en la sencillez de cada término, en la simplificación de sus momentos cómicos provistos de una intensidad infrecuente.
Hanson moderó, de un modo cálido e impetuoso, la soterrada clave de la trama para llevar al espectador hacia un esplendoroso viaje a través del complejo proceso de reencuentro del desencantado profesor consigo mismo, de los valores que el genio encuentra en su ‘alter ego’, un joven embustero que le hace abrir los ojos mostrándole que, a pesar de su fama, vive también en una mentira constante. El escepticismo y la grávida funcionalidad de su fondo (la metáfora de las más de dos mil páginas de la nueva novela del maduro profesor hace evidente el propósito) hacen de ‘Jóvenes prodigiosos’ una insólita excelencia en la comedia americana, una perfecta combinación entre talento y sencillez, entre magistralidad y elementalidad.
A la magnificencia de esta pequeña joya no es ajeno un Michael Douglas colmado de una idoneidad que parecía perdida hace años (y que, por supuesto, no ha vuelto a recuperar), realizando aquí una de sus mejores aportaciones al mundo del celuloide, oscureciendo con su admirable composición de Grady las sensacionales intervenciones de Tobey Maguire, Robert Downey Jr., Frances McDormand y Katie Holmes (incluso ella está bien) que acaban por completar una obra que, si bien no es redonda, sí sitúa su altura al nivel de aquello que busca su propio protagonista: la genialidad.
‘Jóvenes prodigisos’ habla, en último término, del anhelo de madurar, de los sueños, de los miedos que aletargan nuestra esperanza de conseguirlos, de la necesidad de cambios vitales para conseguirlos... de ése amor responsable que acojona. Bajo las letras agridulces de una de esas bandas sonoras casi perfectas; desde Bob Dylan pasando por John Lennon, Van Morrison, Neil Young hasta llegar al desgarro de Leonard Cohen, Hanson despelgó una película que desborda talento y dignidad.
Un filme que, al menos a mí, se me antoja inolvidable.

San Valentín ha muerto

Como ya escribí y confesé en los principios del Abismo, no creo en el amor. Soy un misántropo que renunció hace tiempo a esperar que esa persona especial aparezca. No creo en la dualidad espiritual del amor. Por lo que hoy, día de los enamorados, San Valentín, es un día me la sopla de un modo espeluznante. Me es indiferente todo el sentido de esta jornada y la mercadotecnia hipócrita (como cada celebración multitudinaria y plural) que encierra. Eso que me ahorro.
Tampoco no soy un impío escéptico, un ascético suspicaz desalentado ante estas cuitas emocionales. Ni mucho menos. Siempre he optado por esa extraña y familiar forma de ‘pseudoamor’ que se ha dado en definir como amor sentimental, el cual recoge su esencia en un amor que sólo se experimenta en la fantasía, en la creación propia o ajena de este tipo de idolatría pasional y engañosa que algunos han dado en llamar amor. Imposible que nada salga mal. Todo es perfecto y existe cabida para un final feliz. Antepongo esa gratificación amorosa sustitutiva que experimenta uno cuando lee un libro, ve una película, disfruta un cómic (porque los cómics se disfrutan, no se leen) o escuchar alguna canción genérica (me refiero a las baladas, claro está). El aquí y ahora de la relación con otra persona lo dejo para el puro placer de una concordancia sicalíptica. Nada más. Puede que sea un síntoma arquetípico de mis deseos insatisfechos de unión, avenencia e intimidad, pero es lo que creo desde hace tiempo. Ya tendré tiempo de cambiar de perspectiva cuando irrumpa en mi vida ELLA.
Elijo, por tanto, ser un espectador del amor. Así de fácil.
Ahora que lo pienso... ¿Qué es lo que decía Tonino Carotone en su más célebre y escatológica canción de amor? Sí, ésa. Pues lo mismo.

domingo, 13 de febrero de 2005

CLINT EASTWOOD: Las 10 claves de un clásico

Las 10 claves de Clint Eastwood
Su última película ‘Million Dolar Baby’, supone otra obra maestra que se une a una filmografía tan personal como apasionante y ha terminado por definirle por enésima vez como ‘el último gran clásico del cine contemporáneo’.
Actor
Clint Eastwood durante bastantes años como limpiador de piscinas hasta que logró un minúsculo papel en una producción de bajo presupuesto llamada ‘Revenge of the criature’. Desde entonces, pasando por un curso de interpretación organizado por la Universal, Eastwood no cejó en su empeño hasta obtener su oportunidad en la serie televisiva de la CBS ‘Rawhide’, inspirada en el clásico ‘Río Rojo’ y emitida de 1958 a 1966. Sus primeros papeles fueron pequeñas apariciones en películas como ‘Lady Godiva’ o ‘Escapada en Japón’, ambas de Arhur Lubin. Hasta la fecha Eastwood ha protagonizado 47 títulos, significados, en su totalidad, por una heterogeneidad prolífica, siempre en busca de nuevos retos y aspectos que aportar a su ya de por sí magnánimo estilo. ‘El jinete pálido’, ‘Bronco Billy’, ‘El aventurero de medianoche’, 'Los violentos de Kelly' o ‘Joe Kidd’ son algunos de ellos. Eastwood ha sabido unificar títulos de gran recaudación como la extraña ‘Duro de pelar’ con producciones independientes como ‘En la cuerda floja’, de Richard Tuggle, conduciendo por un sendero de coherencia cada elección, cada intención, hermanando esa constante a su labor como director, conciliando a la perfección el cine personal y el comercial. Algo tremendamente difícil, pero que ha fomentado a lo largo de su carrera.
Sus antihéroes, personajes individualistas, atormentados y solitarios, han descrito gestas que, alejándose de la insensibilidad y la unidimensionalidad habituales en esta categoría, han dispuesto espacios inhabituales en la reflexión y el sentimiento. En esta perspectiva se sitúan sus títulos más notorios, cintas con la estirpe de ‘Infierno de cobardes’, ‘Brezzy’ o ‘Ruta suicida’ y preconizada en sus últimos trabajos como actor: ‘Poder Absoluto’ o ‘Deuda de sangre’ pero, sobre todo, sobresaliendo en su madura ‘Cazador blanco, corazón negro’ y la melancólica ‘Los puentes de Madison’. Su último trabajo a las órdenes de otro director fue dando vida al guardaespaldas Frank Horrigan en ‘En la línea de fuego’, de Wolfgang Petersen en 1993.
Director
Dotado de una exacerbada inteligencia cinematográfica vinculada a una cáustica sensibilidad ha conducido su carrera como sus personajes suelen conducir sus vidas: con fría determinación y férrea voluntad, fuera de cualquier convencionalismo. Desde que 1971 asumiera el gran reto de ponerse tras la cámara siguiendo los consejos y el aprendizaje impartidos por los maestros Siegel y Leone, se dejó llevar por la gran influencia de Brian G. Hutton en ‘Escalofrío en la noche’, donde se comprobó, por primera vez, la gran capacidad de Eastwood con un thriller con trasfondo intimista, de forma ajena a lo que venía siendo el género. Desde entonces, Clint Eastwood ha dirigido 24 cintas más y se ha consolidado definitivamente (aunque siempre lo haya sido) como un cineasta de incontestable categoría, sublime narrador de historias inolvidables, eternas, clásicos modernos.
Tras la llegada de su ‘oscarizada’ obra maestra ‘Sin perdón’, la obra filmográfica de Eastwood ha seguido, bajo el calor de la crítica y el público, hacia un horizonte que le ha consolidado como uno de los últimos clásicos de los fastos del cine. Una de las más bellas historias de amor jamás contadas como ‘Los puentes de Madison’, ‘Poder absoluto’, ‘Medianoche en el jardín del bien y el mal’, ‘Ejecución inminente’ y, sobre todo, ese portentoso trabajo que es ‘Mystic River’ auguran que el talento de este veterano ‘outsider’ seguirá fiel asimismo durante muchos años. Eastwood ha pasado a ser un visionario accidental, un preceptor que marcará a las nuevas generaciones que deben ver en él a un demiurgo con cine y jazz en sus venas, con vehemente poesía artística que le ha ido fundando un pináculo de maestría del que será imposible bajarle. Un cineasta movido por una especial sensibilidad fílmica en muchos aspectos del proceder de varios de los más grandes directores del séptimo arte que le han convertido en un referente necesario del cine moderno.
Influencias
Eastwood ha manifestado muchas veces su admiración hacia los grandes clásicos del cine: John Ford, seguramente, es uno de los referidos más claros cuando se habla de influencias. Al igual que Ford, ha ido edificando una obra de historias e imágenes privativas, que a su vez resultan cercanas, aparentemente fáciles de crear. Como tal vez sólo Ford lo hubiera hecho, es capaz de pasar, en un solo cambio de plano, de la tragedia al humor, sin que se debilite el fondo dramático de la película.
Eastwood filma lo sencillo como si fuera nuevo y su aspecto renovador lo obtiene con la impavidez de los grandes clásicos. Anthony Mann, Howard Hughes, Wellman y John Huston también son identificables como atribuciones al cine de este genio nostálgico, que sabe dosificar la emoción contenida en su sobria planificación, la violencia sin tapujos éticos y una hosquedad camuflada en una disfrazada ternura que han transformado su cine en una isla de pureza y corrección incomparables en el cine contemporáneo.
Maestros
De todos es sabido que Clint Eastwood dedicó su mayor obra maestra hasta el momento, ‘Sin perdón’, a dos de los cineastas menos reconocidos en su época, pero que hoy en día son considerados dos cineastas de relevancia intachable: Sergio Leone y Don Siegel. Una proclamación de influencias que Eastwood ha seguido en un modo conceptual a la hora de filmar y captar la esencia del cine clásico. Un método casi extinguido.
De Leone, Eastwood ha adquirido la consecución de lo creíble, de lo legendario y lo poético, logrando transmitir mediante la imaginación y la poesía una transgresión de la pantalla al espectador que asiste a través de la catarsis fílmica a la realidad, derivada de un creador capaz de dilucidar con una perspectiva artística lo más oscuro del ser humano.
Del cine de Siegel, Eastwood ha impregnado su obra con un ‘modus operandi’ dignificador de los grandes clásicos, con un estilo directo, sin circunloquios ni falsos mensajes. De forma directa y sencilla, ambos se han caracterizado por la economía de tiempo y dinero apoyándose en un estilo diligente y pausado, subrayando lo trascendente de la violencia, del amor y de la vida y la muerte, sin falsos mensajes subversivos.
Con Siegel Eastwood fue cómplice creativo en ‘La jungla humana’, ‘Dos mulas y una mujer’, ‘El seductor’, ‘Harry, el sucio’ y ‘Fuga de Alcatraz’, mientras que con Siegel, la impronta conjunta dejaría esa ‘Trilogía del hombre sin Nombre’, el génesis del ‘spaghetti western’.
Malpaso
Malpaso es el eterno nombre que irá asociado al actor y cineasta. Malpaso es la productora que dio sus primeros pasos a finales de los 60 creada Eastwood que, con sabia decisión y voluntad de aprendizaje en el mundo de la dirección, contrató para protagonizar sus primeros filmes como productor a directores reconvertidos en sus propios mentores. Ted Post, su antiguo director en ‘Rawhide’, fue el primero en dirigir una película producida por Eastwood: ‘Cometieron dos errores’, vehículo inspirado en el cine de Leone que sigue teniendo como gran valor ser una película de culto, un insólito híbrido entre el ‘western’ norteamericano y el europeo, tan oportunista como sugestivo.
Malpaso sentó unas bases productivas y fílmicas que nunca ha traicionado: películas baratas y humildes, casi artesanales, como un constante antagonismo al exceso de dinero de las grandes superproducciones. Para el sobrio Clint, Hollywood es un mundo obsceno. Aunque Eastwood es accionista de la Warner Bros. (que distribuye y confecciona los filmes que el actor y director quiere), su productora Malpaso sigue funcionando en un pequeño bungalow de los Burbank Studios de Hollywood.
Million Dolar Baby
Es otra de esas obras maestras tan difíciles de encontrar en el cine actual. Su reflexión sobre la vida y la muerte, en un mundo de desarraigados unidos por imperfecciones, defectos, donde la deuda con los sueños supera las frustraciones vitales en un entorno de fortaleza mental, a la que auxilia un recuperado sentido de la amistad, del sacrificio, de la superación y del triunfo humano en lo que para el mundo real es fracaso, es una delicia visual y emocional.
La historia de una chica que quiere boxear y necesita un preparador, encarnado por un reacio y duro Clint Eastwood, es una aparente historia de perdedores vista como un ejercicio epistolar, donde su tenebroso realismo se alimenta del inescrutable dolor y sosegante serenidad que subliman unas imágenes cuyo ritmo parece contenerse en cada fotograma, haciéndolo progresar silenciosamente. ‘Million dolar baby’ es una de las películas más personales, heterodoxas y arriesgadas que han surgido durante la última década en Hollywood. Muchos la califican de obra maestra. Y no están muy lejos de acertar en sus muchos y merecidos ponderativos.
Música
Clint Eastwood es un reconocido amante del jazz, con una pasión por el piano que le ha llevado a componer varias bandas sonoras al lado de su inseparable Lennie Niehaus, haciendo de las partituras de Eastwood verdaderas joyas musicales. Hace poco, el cineasta realizó un documental sobre leyendas vivas del género como Pinetop Perkins, Jay McShann, Dave Brubeck y Marcia Ball, donde indagaba en las influencias de estos artistas y qué les llevó a dedicarse a la música ‘blues’ para piano.
Filmes como ‘Bird’ y ‘El aventurero de medianoche’ muestra el gran respeto y admiración por una música que confiere a sus películas un ambiente que también recuerda a los mejores clásicos. Desde 1980 con ‘Bronco Billy’ ha compuesto algunas de las partituras de las películas que ha dirigido, incluyendo su último y gran ‘score’ en ‘Million Dolar Baby’. Destacan, además de la disposición jazzística de ‘Bird’, ‘Los puentes de Madison’ o ‘Medianoche en el jardín del bien y del mal’.
Política
La personalidad y el carisma de este insólito galán no pasaron desapercibidas para la población americana, ventaja que le llevaría a convertirse en 1986 en alcalde de la ciudad de Carmel (California). Un hecho que nunca recuerda con notable evocación. Más de una vez ha afirmado que su mayor aportación a la comunidad fue la regulación para la venta de helados. Eastwood, siempre ha declarado que sus puntos de vista en la política y en la vida tienden a la libertad, pero durante años la etiqueta de ‘fascista’ colgó en su endurecida imagen. ‘Harry el sucio’ levantó la ira de ciertos sectores progresistas yanquis, que vieron en Harry Callahan a un tipo identificable con Clint (algo ridículo); un tipo solitario, misógino y misántropo. Don Siegel decía de su filme: “Si hago una película sobre un asesino, no quiere decir que lo justifique, al igual que si hago una película sobre un agente de policía con métodos resolutivos”. Sus siguientes títulos con el duro policía, ‘Harry, el fuerte’, ‘Harry, el ejecutor’ e ‘Impacto Súbito’ corrieron la misma surte.
Con ‘El sargento de hierro’, también se repitió la polémica vertida en un malhablado militar Tom 'Gunny' Highway que insultaba constantemente a sus reclutas durante la instrucción. Un filme antiblecista que algunos quisieron ver como un alegato a la violencia. A pesar de que pudiera ser encasillado, Eastwood quiso desquitarse con ‘Sin perdón’ y, tras los reconocimientos, volvió a contribuir con otra joya para los fastos con ‘Un mundo perfecto’, obra de madurez con propósitos éticos que entroncó admirablemente con la esencia del clasicismo cinematográfico.
Premios y Oscars
1993, fue su gran año en este apartado. ‘Sin perdón’, obtuvo nueve nominaciones a los Oscar, de los que se llevó cuatro: mejor película, mejor director, mejor actor secundario y mejor montaje. Ese mismo año, también obtuvo el premio del ‘Director’s Guild’, el Globo de Oro al mejor director, el premio de la National Society of Film Critics a la mejor película, mejor director, mejor actor secundario y mejor guión y el Premio de la Crítica de Nueva York al mejor actor secundario. Eastwood es también un habitual en el Festival de Cannes, donde fue presidente del jurado en 1994 y presente en el Sección Oficial a concurso por ‘Cazador blanco, corazón negro’ en 1990, por ‘El jinete pálido' en 1985 y por ‘Bird’ en 1988 (que se llevó los premios al mejor actor y al mejor sonido).
Ya reconocido como uno de los grandes, recibió el prestigioso premio Irving G. Thalberg Memorial de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas y el premio a toda una carrera del American Film Institute en 1995 y1996, respectivamente.Este año también ha sido una excelente cosecha de galardones; con varios premios de la crítica a la mejor película, mejor director y para su reparto, los Globos de Oro al mejor director y a la mejor actriz dramática y siete nominaciones que pueden hacer de ‘Million Dolar Baby’ la gran triunfadora en la noche del 28 de febrero.
Western
"Me pareció que cuanto menos dijera el Hombre Sin Nombre, más potente se volvería en la imaginación del público. No se sabría quién era, de dónde venía o qué haría". Es la definición de Eastwood sobre el personaje que le daría la fama internacional gracias a esos filmes de serie B que Sergio Leone se sacó de la manga para que revolucionar el cine de género más característico de Estados Unidos: el ‘western’. La europeización genérica se entronizaría con ‘El Bueno, el Feo y el Malo’, ‘Por un puñados de dólares’ y ‘La muerte tenía un precio’, modélicas y paradigmáticas cintas de un Oeste alternativo, que supieron moldear el ‘dramatis personae’ con líneas argumentales sostenidas en tres pilares de la condición humana: la codicia escéptica, la venganza sediciosa y el crimen megalómano.
Una vuelta de tuerca que marcaría la aparición de Eastwood en títulos como la desmitificación de ‘Solo ante el peligro’, ‘Infierno de cobardes’, la antirracista ‘El jinete pálido’, la obra de culto ‘El fuera de la ley’ o la ya mencionada ‘Sin Perdón’, su obra maestra, la definición de un ‘antiwestern’ que utilizó el género con una mirada revisionista, diáfana y sombría a la vez, poética y antidualista sobre los mitos y héroes del antiguo oeste americano. En esa esfera clásica y lírica, ‘Sin perdón’ es una magna obra sobre complejas cuestiones morales y sociales como la redención, el valor de la vida, de la amistad y la muerte o el progreso sensible y emocional del individuo.
Miguel Á. Refoyo © 2005

Abismo

Abismo: (Quizá del lat. vulg. *abyssimus, der. de abyssus, y este del gr. βυσσος, sin fondo).
1. m. Profundidad grande, imponente y peligrosa, como la de los mares, la de un tajo, la de una sima, etc. U. t. en sent. fig. Se sumió en el abismo de la desesperación.
2. m. infierno (lugar de castigo eterno).
3. m. Cosa inmensa, insondable o incomprensible.
4. m. Diferencia grande entre cosas, personas, ideas, sentimientos, etc.
5. m. Heráld. Punto o parte central del escudo.
6. m. Nic. Maldad, perdición, ruina moral.

Windsor en llamas: la imagen del día

¿Por qué todos los medios han sido tan ‘originales’ de no dejar pasar la oportunidad de titular el impresionante incendio del Edificio Windsor como ‘El coloso en llamas’?
¿ Por qué todos los medios han sido tan ‘originales’ de no dejar pasar la oportunidad de comparar el Edificio Windsor con las Torres Gemelas de Nueva York?
Llevamos varias semanas con seísmos, hundimientos de adoquinado, meteorología muy inestable...
Como dijo el gran Fernando Arrabal puesto hasta arriba de droga antes de que la mesa venciera porque Bustillo no la sujetó: “El Apocalipsis va a llegar…”

sábado, 12 de febrero de 2005

Arthur Miller: murió uno de los irrepetibles hombres del S. XX

Como su viajante Willy Loman, Arthur Miller ha muerto. Y como en su novela más aclamada, todo un símbolo del fin del sueño americano.
Recuerdo la primera vez que leí ‘Las brujas de Salem’, con sus pesquisas subversivas e interrogatorios inquisitoriales. No logro recordar cuántos años tenía. Pero yo por entonces estaba más interesado en el cine y en los cómics. Sin embargo, descubrí a un autor capaz de demostrar hasta qué punto podía llegar la perfección intencional, la inobediencia y transgresión llevada a los extremos de un alegato contra la ofuscación común y la hipocresía pluralista (en este caso, la anticomunista, pero también la religiosa). Un despiadado ataque al Comité de Actividades Antiamericanas del Senado que implantó unos poderes represivos llevados a la práctica por el senador Joseph McCarthy. Era una insurrecta y agitadora crítica a la intransigencia del odio hacia un elemento como era la URSS de entonces, pero que puede prolongarse a cualquier otro, incluso en la actualidad. Desde entonces, pocos autores han dejado tan claro su posicionamiento ideológico a la hora de criticar todo aquello que nos rodea, siempre comprometido con la sociedad, desde el conflicto del ser humano y el espíritu analista.
Al igual que Ibsen, en sus propósitos naturalistas, Miller nunca fue como Norman Mailer o J.D. Salinger, tampoco como Truman Capote y la generación perdida de Faulkner, Hemingway, Steinbeck y John Dos Passos. Pero a ellos se le entronca una característica común; la de reflexionar y enjuiciar uno de los mecanismos sociales que no se ha podido superar con el paso de los años: la intolerancia.
Antibelicista y especulativo con el ser humano, su literatura estaba cargada de una efectiva tendencia a mostrar las contradicciones sociales a través de la familia, del hombre cotidiano, sin alejarse en ningún momento de una perspectiva realista de la vida y de la sociedad.
‘Focus’, ‘Todos eran mis hijos’, ‘Después de la caída’, ‘Panorama desde el puente’ , ‘El precio’ y, sobre todo, ‘Muerte de un viajante’, fueron parte de un legado de una época de vencimiento de los malos tiempos, vistos desde el aislamiento y la desamparo, del ascetismo y los infortunios sobre los que también escribieron Tennessee Williams y Carson McCullers. Una literatura tan reflexiva y profunda como descorazonada, entristecida y lánguida. Como la que representa Willy Loman, su icono literario más reconocible. Atacó enérgicamente todo aquello que llevara hacia el sectarismo y exacerbación de falsas morales e ideologías, defendió siempre la libertad de expresión con notable repercusión pública por su intenso activismo político y social.
Y sí, amigos, fue uno de los hombres más envidiado del mundo cuando, en 1956, se casó con Marilyn Monroe y se divorcio en 1961, un año antes de la muerte de la actriz.
Se ha ido, por tanto, una de las figuras más importantes del S.XX.

Nadie entiende cómo nadie lo evitó

Ayer pudimos soportar y sufrir en el programa de Cayetana una de las películas más triviales y superfluas que se hayan realizado en la historia del cine español. Me refiero a la alevosa y repulsiva ‘Nadie conoce a nadie’, de Mateo Gil. Así de contundente.
Haciendo ‘zapping’ colisioné de frente con una de las secuencias más ridículas, incomprensibles e imbéciles del cine moderno. Me refiero a esa que todos recordamos. Sí, ésa. No penséis más. La escena a la que me refiero es la ubicada en pleno Barrio de Triana, donde el protagonista (interpretado por Eduardo Noriega) es perseguido por unos encapuchados malvados que le acosan y le ofrecen una pistolita en un bar de tapas. Cuando sale con la Verbeke metida en kilos y sin operar, comienza una situación surreal y patética: empiezan a disparar con unas pistolitas de juguete que emiten un sonido agudo y e irradian un puntero rojo por cada recoveco del barrio, persiguiendo a un Noriega que reacciona aterrorizado a este peligroso juego (ya me diréis) huyendo como si le fuera la vida en ello. Una secuencia interminable y, concluyentemente, desastrosa.
Mateo Gil, compañero de Amenábar al menos en algunos de sus guiones, debutó en la dirección con un thriller pretendidamente intelectual y parco de ideas que, por contra, se vendió como una película original y atractiva. Gil jugó a embaucar sin fundamentos, a proponer un carísimo juego de pirotecnia anquilosado, falto de alcance, moviéndose en el complicado espacio del ‘thriller’ y cayendo, en no pocas ocasiones e inevitablemente, en el puro ridículo. Saltándose a la torera cualquier evidencia de acercamiento a la realidad, Gil impuso sus reglas reinventando incoherentes jueguecitos de guerra y ya puestos, sin ningún pudor –rozando el desprecio-, perder el respeto a una tradición tan arraigada a Sevilla como es la Semana Santa (fue comprensible la negativa de la ciudad hispalense a rodar esta... esta... bueno, esto, en su ciudad).
En definitiva, que lo que nos dejo Mati fue un intento fallido de thriller capcioso e intrigante que no resultó más que una película tan horadada que no se mereció ni la posibilidad de ser. Uno de los más descarados insultos a la identidad que en algún momento, intentó crear nuestro cine. Ignominiosa, poco imaginativa y simuladamente diligente, lo que se vendía como un intrincado puzzle perspicaz queda poco menos que en un rompecabezas de cuatro piezas para párvulos.

viernes, 11 de febrero de 2005

Blasfemia cinematográfica

Acabo de leer en Moviehole un rumor/noticia que más que esto último me ha sonado a blasfemia cinematográfica, a inexactitud indigna, inconcebible e intolerable.
En estos tiempos de esterilidad creativa que demuestra Hollywood de ves en cuando, acaba de tocarme lo intocable (por no decir los cojones). Ya me ha escarnecido demasiado la absurda idea de sacarse de la manga una cuarta parte subtitulada ‘The begining’ (eso sí, procuraré ver el trabajo de Schrader). Pero traspasar lo nomotético, lo lógico del asunto, es ya otro cantar.
Jim Cash, un guionista presto al mejor postor que nos ha dejado películas como ‘Anaconda’, ‘Los Picapiedra en Las Vegas’ y ‘La semilla de Chucky’, está escribiendo un primer borrador del ‘remake’ de ‘El Exorcista’ de 1973. Sí, amigos, Chris MacNeil y su hija Regan, que era poseída por Belcebú y redimida por los sacerdotes Karras y Merrin… “El poder de Cristo te obliga”, “La cerda es mía”, “¿Has visto lo que ha hecho la cochina de tu hija?”… Un evangelio fílmico en sí mismo.
La mitología proferida por los ejecutivos más ominosos y usureros ha traspasado cualquier límite, mancillando ese intangible vértice de lo canonizado por los años como ‘Obra intocable’. Y parece que, a pesar de tratarse de un chisme, ya se habla de Dakota Fanning (no me veo yo a la pequeña Fanning clavándose un crucifijo en la vagina) para dar vida a Regan y Gary Oldman como el torturado Damien Karras.
Lo paradójico de todo es que ‘El exorcista’, 1973, sigue siendo una película con un céfiro de modernidad, que sigue acojonando, exponiendo una fábula realista y agónica que ahonda en nuestra mente para producirnos la peor de las pesadillas: cómo la candidez de Regan puede transformarse en el ser más terrorífico (real o no) que vive en nuestro miedo más interno, Satanás dentro de la niña, realizando en el fondo, una atroz parábola de la pérdida de la inocencia en su vertiente más brutal e inimaginable. Pero en su interior, este filme de culto, implica más posicionamientos ante temas que disecciona de forma impecable.
Este último fragmento lo he extraído de un reportaje que escribí hace años vertiendo un gran esfuerzo debido a la idolatría y veneración que le tengo a la cinta de William Friedkin. Esta semana que viene, lo postearé en el Abismo, como regalo de mi cumpleaños.

La videoconsola origina gordos con armas

Cuidado que hemos oído veces la frase materna: “te vas a destrozar la vista con tanta videoconsola”.
Pues lo que creíamos que era una incuestionable perogrullada, no es más que otro de esos minúsculos sofismas maternos para salvaguardar al menor del potente vicio audiovisual.
Hoy, nos hemos enterado en la prensa que la doctora en Optometría y directora del Centro de Optometría Internacional (COI), Marisol García Rubio ha informado que los videojuegos ayudan a ejercitar la visión y permiten desarrollar una agilidad y destreza visual "superior" a los que no los utilizan. Cierto es que la tensión ocular, la fatiga ocular (como a mí en este momento), el dolor de cabeza son otros de los efectos. Hace poco también pudimos leer que videojuegos pueden hacer a los niños gordos, y, en el caso de los juegos violentos populares entre adolescentes, pueden convertirlos en agresivos y criminales, según expertos suecos.
Conclusión: Estamos originando pequeños y obesos francotiradores con visión de águila dispuestos a cualquier cosa con tal de satisfacer sus libertinajes y descarríos.
Acojona ¿eh?