viernes, 4 de febrero de 2005

Recomendación: ‘San Zimske Noci’, de Goran Paskaljevic

Espero que, si tenéis la oportunidad, no dejéis pasar ‘San Zimske Noci (Sueño de una noche de invierno)’, de uno de esos grandes cineastas europeos del momento, Goran Paskaljevic, descubrió una nueva genialidad en forma de oda a la necesidad de afecto, a la descomposición mental y humana que ha vivido la zona serbia desde la guerra y su lenta adaptación a la Europa actual. Paskaljevic formula la historia de Lazar, un veterano de la guerra balcánica que regresa a casa tras diez largos años de ausencia, libre y con la idea de liberarse de su pasado y comenzar una nueva vida en un país que también parece desear avanzar hacia un futuro mejor. Al llegar a su casa descubre que está ocupado por Jasna, una mujer que se encarga de criar y su hija Jovana, una niña autista de 12 años, ambas refugiadas bosnias.
Así, Paskaljevic motiva al espectador a meterse en una historia que bucea en el insondable caos de la soledad, del desconcierto y de la insuficiencia emocional de unos personajes heridos, desorientados y carentes de motivaciones, como la joven autista que, ajena, a todo, intenta ser feliz como bien puede. Un ácido y trágico cuento que descubre su fuerza en el compromiso con lo que está contando, componiendo una melancólica pieza naturalista en donde la contundencia de su mensaje y de sus imágenes está fuera de discusión. ‘San Zimske Noci’ alcanza a quien observa un filme con aureola de respeto y credibilidad en su extraña historia de amor, recuperación y pérdida.

La efímera diversión como cúlmen de la felicidad humana

El otro día, cuando caminaba por la Plaza Mayor de Salamanca, que este año cumple 250 años desde su creación, me dio por detenerme y observar a la gente, esa masa informe e imprecisa que compone en su conjunto la sociedad actual, por lo menos, una mínima proporción de lo que representa el ser humano actual, el hombre moderno que han dado en llamar los filósofos. Caminando como autómatas, estudiantes legañosos por su autoengaño, pelafustanes funcionarios, ancianos prorrogando sus últimos años, parejas infelices, otras simulando serlo y yo, un malogrado artificio de la cultura, entre ellos, especulando sobre todos nosotros.
El hombre moderno está actualmente muy cerca de la imagen que Huxley describió en ‘Un mundo feliz’: estamos bien alimentados, bien vestidos, sexualmente satisfechos y no obstante sin una personalidad de proximidad con nadie, sin contacto alguno con los demás, salvo el más superficial, guiado por los lemas que Huxley formula tan sucintamente, tales como: "Cuando el individuo siente, la comunidad tambalea". Pensé: “¿Dónde está la felicidad?”. Sé que suena absurdo que uno se pregunte estas presuntuosas dudas existenciales sin venir a cuento, sin sentido alguno. Pero mi cabeza empezó a esgrimir posibles respuestas del tipo “la felicidad está en la diversión efímera” o “la felicidad, en su sentido determinante, no existe”. Algo lógico, por otra parte.
Es definitiva: La felicidad del hombre moderno consiste en divertirse. Divertirse significa la satisfacción de consumir y asimilar cualquier tipo de sensación transitoria que colme una serie de pretensiones momentáneas, bien sea disfrutar de un espectáculo, sucumbir a una buena comida, beber en gran cantidad para relegar (consciente o inconscientemente) la realidad que nos rodea o simplemente para perder la indecisión, fumar en cualquier de sus modalidades, hablar con gente de trivialidades cotidianas, ver la tele, libros, cómics, películas… Eso es la felicidad moderna. Pero mi pregunta me llevó más allá: ¿Cómo es posible que hayamos llegado a un punto en el que todo lo que produce bienestar se consume? Todo se ingiere. El mundo se ha convertido en un enorme objeto de nuestra voracidad; una gran pizza de pepperoni y anchoas (yo elijo porque escribo), un gran montadito de panceta, una gran botella de cerveza, una buena paella, un chuletón, una gran película, un buen cómic, una interesante obra de teatro, una apasionante exposición de arte… es decir, una gigantesca teta de la que todos succionamos, como aquella que aparecía en ‘Todo lo que usted quiso saber sobre sexo…’, del gran Woody Allen. Da igual cómo nos sintamos, nuestra individualidad egoísta nos hará ver el mundo de maneras tan heterogéneas como equivalentes. Ya puedes ser un optimista esperanzado, un integrado conformista o un apocalíptico desilusionado. Nuestro carácter está equipado para intercambiar y recibir, para traficar y consumir. Todo. Tanto los objetos materiales, como los espirituales, se convierten en objeto de intercambio y de consumo ¿A dónde hemos llegado?
Tras esto llegué a la conclusión de que pensar es malo para la salud psíquica. Por eso me adentré en un restaurante del centro y me dispuse a saborear un enorme chuletón con una gran cerveza para paliar cualquier inquietud que me hiciera salir de la norma, quería equipararme a toda esa gente que transitaba por la plaza; a dejar de pensar, en definitiva, en estos aspectos tan fútiles como los expuestos en esta reflexión que, como bien habéis podido comprobar, no lleva a ningún sitio y me convierte tan sólo en un ‘freak’ con demasiado tiempo libre como para no apreciar las pequeñas cosas que aportan realmente la felicidad. Aunque hay que reconocer que con mis dedos grasientos la cosa cambia. Luego llegué a casa y me estaba esperando esta weblog para verter estos intrascendentes pensamientos.

jueves, 3 de febrero de 2005

Toy Soldiers

Impresionante noticia que no alcanzo a entender, como todos los que la hemos visto o leído. Algo que supone una excepción tremendamente ilógica y triste o la noticia más cínicamente divertida de los últimos tiempos. No sé si la visteis ayer en Antena 3, pero no deja de ser burlesca. Hace dos días, los principales telediarios emitieron las imágenes de lo que parecía ser el último secuestro de un soldado marine norteamericano en Irak. “Nuestros muyaidines han conseguido capturar al soldado americano John Adam, publicaba en una página web del Esquadrón Muyaidín en la que amenazaban con degollarlo si no se liberaba a los presos iraquíes y esta información fue la que se reprodujo en varios medios de comunicación. La escena (con un fondo con bandera reivindicativa con un marbete árabe y un fusil apuntando a la cabeza del protagonista) parecía indicar que se trataba de un secuestro.
El ejército norteamericano aseguró que no daba por perdido a ninguno de sus hombres. Pasadas las horas, un grupo de élite de expertos analistas dio con la clave: el soldado era un ‘madelman’ en un fotomontaje. Pero AP, AFP y Reuters, lanzados en su voracidad de exclusivas, distribuyeron las imágenes del muñeco secuestrado que, según todos los indicios, moriría en 72 horas. Sin ir más lejos, Antena 3 fue una de las cadenas que dio la noticia. CNN+ no lo hizo ya que ha indicado que las imágenes no se emitieron por la cadena porque no se había obtenido la confirmación del secuestro por parte del Ejército de Estados Unidos". El País, ABC, El Mundo y La Vanguardia también se hicieron eco de la supuesta noticia.
Hoy, todo el mundo se justifica y mira hacia otro lado, dejando ver su poca veracidad y su poco rigor periodístico. Pero, amigos, los grandes periódicos no tienen la culpa. No. O eso aseguran. En las últimas horas hemos podido ir leyendo cómo todos los medios le han ido echando la culpa a las agencias. La pregunta es: ¿En qué se ha convertido el periodismo? ¿Para qué he perdido yo seis años estudiando una carrera en la que un fulano le atiza al ‘Ctrl + C’ y ‘Ctrl + V’ cuando cualquier enunciado llega a la redacción? ¿Qué consecuencias políticas, sociales, filosóficas y existenciales tendrá todo esto? Ahora que venga la infame Carmen Rigalt a decir gilipolleces, tachando a los bloggers de insidiosos nidos de falsos periodistas y escritores de tercera, considerados los weblogs dedicados a la información por esta señora como un refugio de enanos (trataré el tema a fondo en el aniversario del medio año del Abismo el próximo sábado) a decirnos qué es periodismo y qué no.
Este tema tan jocoso, de ridiculización de los medios, no es más que una peligrosa demostración del modo en que nos manejan los medios de información, haciéndose inconscientemente partícipes del terrorismo en su afán de vender más periódicos u obtener más audiencia. A eso se llama ‘primicia a toda costa’. Sí señor. Y luego disertan y hacen polémicos debates sobre la Telebasura, o la basura en general de los medios cuando este asunto es un paradigmático caso de manipulación.
Pero lo más importante, todos han hablado del montaje, de sus derivaciones mediáticas, pero nadie se ha preguntado qué ha sentido del muñeco, ahí, atado, sin poder decir nada. No sería extraño que fuera otro arma tecnológica del gobierno yanqui, como bien se pudiera ver en ‘Pequeños Guerreros’, de Joe Dante, dónde un Comando de Élite formado por una patrulla de muñecos militares muy arrogantes y agresivos cobraban vida y escapaban de sus cajas para acabar con los Gorgonitas, unos muñecos que ansían la libertad en la isla de Gorgon, un poco como los más pacíficos iraquíes, hasta los huevos de los invasores y la violencia.
Se trata del muñeco ‘Cody’, un pobre juguete que lleva el mismo uniforme de los soldados norteamericanos. Según el responsable de la empresa Dragon Models USA Inc, el fusil que aparece en la imagen es también idéntico al que viene como accesorio con este ‘madelman’. Otra versión podría ser que todo se trata una campaña de marketing de la empresa de juguetes para hincharse a vender estos pequeños soldados.
La empresa distribuye este muñeco, hecho a imagen y semejanza de los marines estadounidenses y varios de los objetos que acompañan al muñeco aparecen también en la fotografía, como las rodilleras o el chaleco antibalas son una fiel reproducción de estos juguetes. Sólo falta saber que también si esta misma empresa fabricarán aviones Apache con misiles aire-tierra, tanques con cañones de 560 mm, ametralladoras ILPF y misiles Pentaconta3. Con esto, unos cuantos marines de juguete y unos iraquíes a los que fusilar, todos los niños del mundo podrían tener su propia guerra ilegal y una sangrienta invasión autocrática como la de los americanos.
¿No es encantador y frívolo a la vez?
PD: No tener una conexión en condiciones me resta una inmediatez que es insultante de cojones. Ser pobre es una putada, amigos.

Review 'Closer'

La frialdad y el egoísmo del engaño
El veterano Mike Nichols incide en su visión de la pareja con una cinta que se basa en una perspectiva bastante misántropa, cínica e implacable para hablar del amor.
Lo primero que suele destacarse cuando se habla de ‘Closer’, es el regreso a la dirección cinematográfica del veterano Mike Nichols tras su exitosa etapa en televisión con un retorno al género que tantos buenos títulos ha dado al cine: las tortuosas relaciones de pareja confinadas al drama emocional en títulos como ‘¿Quién tema a Virginia Wolf?', ‘El Graduado’, ‘Conocimiento Carnal’ o ‘Armas de mujer’. Para su vuelta, Nichols ha elegido el drama teatral de Patrick Marber ‘Closer’, estrenada en Londres en 1997 y que cosechó excelentes críticas y varios premios que la encumbraron como uno de los montajes escénicos más importantes de la década. Dan es un escritor de necrológicas que está frustrado por no haber podido ser novelista. De repente un día entra en su vida Alice, una joven camarera que se ha ganado la vida como ‘strepteaser’, un encuentro que supondrá el descubrimiento de la musa que siempre soñó.
Tiempo después de emprender un idilio con la chica, Dan coincidirá con Anna, una fotógrafa con la que mantiene esporádicas pero intensas relaciones. El destino hace que Anna, gracias a una cruel burla internauta, conozca a Larry, un rudo dermatólogo con el acabará casándose. Es el principio de una compleja trama donde estas dos parejas padecerán una serie de encuentros y desencuentros, de uniones y rupturas, combinando en sus encrucijadas sexo, crueldad, engaños y una pasión que les arrastra, indefectiblemente, a descomponerse por culpa del adulterio. Pero más que un drama romántico, ‘Closer’ es una descarnada tesis acerca de la pareja en la actualidad, de sus debilidades, del egoísmo que precede a la tentación exterior que resquebraja aquello que parece sólido y estable, pero que en realidad es una mentira más para la corrupción sentimental, para dejarse llevar a la conformidad que proporciona la siempre simulada felicidad.
Cruda crónica de los complejos dispositivos que ejercen las relaciones sentimentales sobre el ser humano, la última película de Mike Nichols constituye un tentador ejercicio de voyeurismo fílmico que impone al espectador a observar desde primera línea todos los juegos amorosos y un cruel asalto a la privacidad del cuarteto protagonista.
Un certero retrato generacional, donde sus ambiguos personajes, neuróticos, necesitados de afecto pero a la vez adúlteros, enfocan sus miedos a la relación de pareja de un modo corrosivo, egoísta, en cierto aspecto desde una perspectiva de enfermizos idólatras de la farsa del amor estable, que se enamoran y se repudian como amantes frustrados. Una forma de pseudoamor que pierde al que lo padece y le aleja de la persona amada, en lugar de encontrarse con ella. En su postulado sobre la pasión, el matrimonio y la posesión, Patrick Marber aporta magníficos diálogos llenos de dureza, crueles y sexualmente duros, tan directos que parece mentira que estén protagonizados por grandes estrellas convertidos en actores bajo la experta batuta de un Nichols que sabe sacar todo el éxtasis dramático de sus mejores secuencias. Una sorprendente película que supone uno de los pocos prototipos de cine adulto y veraz, que despoja a sus personajes de cualquier artificio y representa el amor, el deseo y el sexo como elementos inherentes a la intensidad y la profundidad del amor, pero que termina por convertirse en una demuestra del vacío y la desesperación a las que conllevan la infidelidad, el duro pago a la traición y a los celos como parte de un individualismo que desmonta cualquier faceta romántica del sentimiento.
Un discurso lleno de cáustica agresividad que expresa sin tapujos y con dureza la confusión y el desorden emocional que el amor provoca en unos personajes que se hieren y se aman en la misma medida y con la misma facilidad. Anna, Dan, Larry y Alice son ególatras, inadaptados que establecen una conexión sometida a sus ansias sentimentales y lujuriosas, manifestadas con una perspectiva bastante misántropa, cínica e implacable, vistas con un deseo y egoísmo propias de la propia naturaleza humana, donde la alienación urbana les afecta en sus relaciones marcadas por la seducción, la felonía, la manipulación y la crueldad, derivando todo ello en una inevitable autodestrucción sentimental. Es la lógica evolución de una serie de idilios que, en su frágil equilibrio, son susceptibles de acusar los efectos de la inestabilidad afectiva. Nichols y Marber parecen querer evidenciar en todo momento que el hombre y la mujer nunca están conformes con lo que tienen, con la felicidad efímera que no saben disfrutar, como autómatas enajenados invadidos por el profundo sentimiento de inseguridad y de angustia.
Así, en un principio Dan escribe necrológicas y Alice aparece en su vida. Ella le sirve de inspiración para que escriba esa novela que tanto ansiaba. Cuando conoce a Anna, Dan decide dejar a Alice, olvidando su fuente de inspiración, destrozando a una joven necesitada de afecto a la que descubriremos poseedora de una fuerte personalidad cuando ejerza de bailarina en un prostíbulo. Anna, por su parte, propone un título para la novela que acaba siendo un fracaso para el periodista, como la vida de éste, volviendo a ser un necrologísta frustrado ante ambas relaciones. Y en ese desarrollo de un argumento enfocado a la crueldad y el sadismo en la pareja, de gente que es incapaz de querer pero expertos en odiar y hacer daño, la utilización del tiempo por parte de Nichols es el gran hallazgo de este excelente filme, dotando de una fascinante elegancia en el uso de sus elipsis temporales, sugiriendo que el tiempo no significa nada en absoluto en las relaciones de pareja.
El único obstáculo que impide considerar ‘Closer’ como una película ciertamente redonda, colmada de lucidez, es la dificultad que se establece a la hora de encontrar una necesaria empatía entre personajes y espectadores que nunca se produce de un modo dramático. El drama pasional planteado abusa en exceso del radicalismo en ciertos factores de la conducta de los protagonistas, llevando muchas veces las situaciones al extremo, desglosando una postura maniquea en la perspectiva de sus conflictos. Y mucha culpa de ello la tiene la persistente utilización de algunos diálogos que, buscando la provocación y la realidad sexual de su contenido, resultan algo inverosímiles. Tanto, como para caer en varias ocasiones en la abstracción teórica al abordar esos continuos intercambios de pareja.
Aunque bien es cierto que es necesario, ya que el sexo encuentra la forzosa importancia para definirse como único universo de las relaciones de pareja, de sus engaños, de la incomunicación y, sobre todo, de la desconfianza. Esto último puede parecer una traba en un drama romántico como es el que se propone, pero analizando la sociedad actual, donde cualquier deseo satisfecho provoca una felicidad perecedera que ambiciona nuevas experiencias, ‘Closer’ simboliza muy bien ese tipo de relación, el amor de la sociedad moderna, basado, fundamentalmente, en algo tan provisorio y mundanal como son las relaciones sexuales. Al fin y al cabo, como bien se explicita dentro del filme, el ser humano sigue siendo un animal. Sólo así es posible aseverar ese instinto final de los personajes masculinos, que acaban utilizando la violencia para dejar en un mínimo espacio a sus femeninos atrapados en una situación que no desean, como reflejo de su debilidad, pero también en la honestidad de sus decisiones y acierto de las mismas.
Historia de negligentes emocionales, incapaces de querer a la persona que les ama pero capacitados para destrozarlas siguiendo el instinto natural de sus deseos, ‘Closer’ alcanza sus mayores logros en la intensidad mostrada por su cuarteto de lujo, donde si bien el omnipresente Jude Law acapara el rol protagonista de idólatra, caprichoso y obsesivo y Julia Roberts se adapta perfectamente a su papel con una contención agradecida, la grandeza interpretativa recae en los dos secundarios (que no son tales) del cuarteto amoroso; por ello, Clive Owen y Natalie Portman se llevan la mejor parte con sus perfectas y complejas composiciones. El primero, dando vida a un hombre rudo e instintivo, sincero al fin y al cabo. Por su parte, Portman ofrece una dádiva interpretativa que mezcla la dulzura y la inocencia con la cognición de saber la gran oportunidad dramática que tiene entre manos. Y la joven Portman no la desaprovecha.
‘Closer’ compone un retrato urbano, perfilado en los ambientes londinenses donde se ubican los caracteres en su particular gradación sentimental, lánguida y pesimista, bajo un estilo narrativo encauzado a la decadencia emocional de los protagonistas que, aunque se excede en lo abrupto y frío de algunos de sus momentos más intensos, nunca decae en el ritmo de su despliegue de talento. En la cinta de Nichols, el amor llega bruscamente, en un accidente físico y se va del mismo modo, pero en una esfera pasional, de desengaño, de choque con la realidad, sin conducirse por un final discursivo ni ofreciendo el tan temido mensaje moral que suelen tener este tipo de dramas en su desenlace. Todo lo contrario, ‘Closer’ es un extraño ‘folie á deux’ a cuatro bandas sin duda interesante, atrevido, y, sobre todo, apasionante.
Miguel Á. Refoyo © 2005

miércoles, 2 de febrero de 2005

EL LÍMITE en el II Certamen de Cortos Patanegra

Esta mañana me he levantado con una buena noticia para nuestro cortometraje, ya que 'El límite' ha sido seleccionado como uno de los 14 finalistas, siendo seleccionado entre más 500 cortos para optar a los premios de la sección de Vídeo de la Segunda Edición del Certamen de cortos Patanegra que tendrá lugar en Guijuelo dentro de tres semanas.
Aún no se sabe día y hora fija. Pero sí que será proyectado entre el 21 al 26 de este mismo febrero en el cine de la localidad de Guijuelo, a la que asisteré personalmente a presentar este trabajo que tantas satisfacciones nos está dando. Espero que en nuestra región sí se reconozca el arriesgado trabajo del proyecto y nos den algún premio o, al menos, un jamón de esos que están considerados (con gran acierto dada su calidad extrema) como los mejores jamones del mundo.
Otro festival en el que este trabajo es finalista tras Murcia Joven, Latino Film Festival de Los Ángeles, Aguilar de Campoo y en el último Festival Internacional de Cinema de Catalunya (Sitges'2004).
Y estoy muy contento, amigos del Abismo. Una felicidad extendida a todos los miembros de mi equipo técnico y artístico.
Aupa!

Otra pequeña película de culto: 'Destino final'

Divertimento visualmente impactante
EJames Wong sorteó los errores prototípicos del cine de terror para ofrecer un cuidado enfrentamiento entre el ser humano y su destino.
No deja de ser sorprendente que una película de terror, sin grandes estrellas en su cartel y con un presupuesto que resulta irrisorio para la estructura presupuestaria del actual Hollywood se convirtiera en uno de los éxitos más rentables del año. ‘Destino final’ puede parecer, a simple vista, la enésima retrospección al ‘body count gore’ de un género tan desprestigiado como adorado. Cerca de los planteamientos que en su momento hicieran famosos a Cunningham, Hooper o Carpenter, el entonces debutante James Wong recreó un solvente guión directamente en contra del ostracismo genérico, ya que la virtud que se extrae de esta pequeña producción ‘fantaterrorífica’ no procede de su trascendencia argumental, sino de la disponibilidad de una trama por y para hacer pasar al público una hora y media divirtiéndose, sin respiro, en una historia llena de acción y suspense. Puede que ‘Destino final’ carezca de algunas virtudes de la saga ‘Scream’, pero es un filme que camina por cauces notoriamente destacables, aunque lo haga siguiendo la concepción del terror de la saga creada por Williamson/Craven y el espíritu de ‘The Frighteners’, de un pre-trilógico Peter Jackson.
Lo primero que hay que subrayar de este ‘thriller’ es su dinamismo, que recae en la muy eficaz dirección de un James Wong acostumbrado a la serie televisiva (pecando a veces de un excesivo uso del formato ‘Expediente X’ o ‘Millelium’), resolviendo con empuje la configuración de las impactantes imágenes que se nos muestran como una ráfaga incesable de diligencia y garantía de ocio. Ágil, diligente y hacendosa, la historia del joven Alex Browning y su clarividencia a la hora de ver la Muerte acechando a su alrededor y su inevitable enfrentamiento contra un personaje perfectamente omitido en pantalla (interesante novedad de atribuir a la muerte enigmatismo, sin encarnaciones con capuchas provistas de guadaña ) es un derroche de desenvoltura, de una intencionalidad irónica y humorística (sobre todo en su cuestionamiento acerca del destino), de un cine agradable y sugestivo.
Pero si la película de Wong no llega a ser aburrida en ningún momento del metraje y condiciona la crítica negativa, lo cierto es que Wong no ha podido evitar caer en muchos de los desaciertos prototípicos que caracterizan toda la horda de películas de terror juveniles que hemos visto en los últimos años. Lo cierto es que, a pesar de estar muy cerca del arquetipo marcado por Robert Rodriguez en ‘The Faculty’ (cinta a la que se asemeja en cantidad de referencias tanto formales como a personajes se refiere –chico inocente, chica rara, guaperas presumido, profesora acojonada...-), ‘Destino final’ sabe sortear todas las bases reiterativas de la charcutería cinematográfica, haciendo que lo que hemos visto una y otra vez parezca nuevo, concediendo alguna licencia al puro efectismo interno materializada en mangueras asesinas, trenes verdugos, anzuelos oxidados y señales rebanacuellos en detrimento de una coherencia.
En este aspecto es donde la película encuentra su defecto más destacable, ya que, aunque se agradece la idea de convertir a todo objeto y circunstancia en útil y mantener escenarios potenciales para eliminar a los miembros de la trama, Wong no está otorgando nada nuevo a un nivel narrativo y silogista, sino que el realizador innova en el terreno de planificación visual, de puesta en escena, de una prontitud mayor de la habitual. ‘Destino final’ no deja de ser una pequeña película de terror 'de culto', un meritorio gran divertimento lleno de impactante iconografía terrorífica sin más pretensiones que la de divertir.

martes, 1 de febrero de 2005

NBA Live 2005: I love this game

No soy de esos que se enganchan a juegos adictivos ni en su pc, ni mucho menos en la Playstation 2. En éste último caso, porque carezco de ella más que nada. En los últimos años sólo me he dejado seducir por algunos juegos que, confieso, me han contagiado un entusiasmo adictivo fuera de lo común. Que yo recuerde: las dos partes de ‘Max Payne’ y esa historia fundamental que hay que vivir llamada ‘Mafia’. Alguno que otro también ha llamado mi atención como una prostituta de ébano a un septuagenario en la Casa de Campo, pero poco en una mínima medida. No suelo perder mi tiempo pegado a una pantalla sólo por el mero hecho del desenfreno por el ocio y la diversión pixelada.
Eso sí, una vez al año, arrastrando mi irrefrenable pasión por el baloncesto de élite, por el espectáculo de la NBA, caigo rendido ante el juego anual de EA Sports dedicado a la canasta yanqui. El NBA LIVE 2005 está en mis manos desde ayer y no he podido dejar de instalarlo y darme al vicio sano. Los deportes americanos, sea cual sea (NFLMadden-, NHL, NBA, Major League Baseball…) ofrecen una calidad fuera de lo común, tanto en sus juegos como en una realidad que ofrece verdaderas joyas de los deportes. Desde aquel mítico ‘Bird vs. Jordan: One on One’ soy un adicto al basket de monitor, al juego dinámico y espectacular que ofrece la compañía de ocio americana.
Este año, en la nueva versión, la cosa no ha cambiado mucho, pero sí ofrece una serie de mejoras paulatinas que hacen que el juego sea cada ves más atractivo. Por ejemplo; en la nueva edición de ‘NBA Live 2005’ tenemos algo que los ‘puretas’del juego añorábamos hace tiempo: el All Star Weekend. Y no me refiero al consabido partido de las estrellas, que lleva incluido hace años. No. Me refiero al Slam Dunk, el concurso de mates –con posibilidades asombrosas- y el nostálgico y siempre competitivo Concurso de triples. También han incluido un Freestyle que supone un reto competitivo y de aprendizaje, sobre todo en el concurso de mates, que alcanza unos resultados acojonantes. Y no sólo eso, si no que tenemos el partido entre los Rookies (novatos) y los Sophomore (jugadores de segundo año) que anualmente podemos disfrutar en Canal + que, como un acto de fe altruista, emite en abierto. Tampoco podía faltar un modo Dinasty que está bastante mejorado (incluye hasta un PDA para el cuarto de siglo que se va a tener en propiedad el club) y esa necesaria opción que atrae tanto a los ególatras como yo que permite crearte como jugador y formar parte en primera persona de los partidos, una iniciativa que transforma cada partido en toda una experiencia personal. Este año vuelvo a ser Michael Refo, un negrata de Brooklyn de casi dos metros, con rastas, profanado de tatuajes y de gran capacidad de tiro que juega junto a Gasol en los Grizzlies de Memphis. Puede parecer una frivolidad, pero sentirte parte del juego hace que todo esto tenga mucho más sentido y afección por el equipo.
En cuanto al acabado gráfico, como no podía ser de otra forma en los juegos creados por la empresa americana, vuelve a estar a la altura. Aunque, a priori, no existen diferencias entre los demás años, los chicos de EA siempre hacen que todo sea aún más perfecto. Este año, sin duda alguna, se aproxima de un modo más realista al juego en cancha real, convirtiendo la velocidad y los ataques en algo más creíble, con mejores defensas y una sincronizada organización para tener que trabajar el ámbito estratégico. Con el ‘Off-Ball Switch’ se puede controlar a los jugadores sin balón, haciendo que soliciten pases o ejecuten bloqueos. Los dribblings son más creíbles, hay una constante sensación de veracidad en el juego y todo, en conjunto, tiene un enfoque más objetivo en función a su ajuste a la realidad. Además se han mejorado también el sistema de control de los palmeos, los rebotes, los tapones, los Alley-Oops y los mates. Asimismo, se ha perfeccionado la técnica de reproducción de rostros y, sobre todo, de los movimientos de los jugadores en general, con lo que el juego adquiere un realismo que es de ponerse en pie, aplaudir y descorchar una botella de champán antes de jugar a este prodigio para los amantes de la NBA.
Como apunte que echábamos de menos: Kareem Abdul-Jabbar ya figura como All-Star de los 80, con lo que se puede disfrutar de su mitológico ‘sky-hook’.
Total, que podría estar viendo La 2 y escuchar beligerantes arengas verbales para estar al día en lo político, pero que, subjetivamente, me aburre; o seguir con un extenso análisis digno de revista dedicada a estos menesteres. Pero como no quiero aturdirme ni me pagan por escribir sobre juegos, directamente voy a darme una aparatosa e indigna sesión de NBA hasta que los ojos me hagan chiribitas y escuche de fondo órganos musicales con sintonías de ataque, público jaleando en cada jugada y que mis zapatillas de felpa suenen con ese chirrido perpetuo en el parqué como ultramodernas botas Nike.
Como diría el gran Andrés Montes (al que se le echa de menos en la versión española del juego –siempre prefiero los comentarios de la versión americana-): ¡¡I LOVE THIS GAME!!

'Alone in the dark', críticas cojonudas

‘Alone in the Dark’ es la adaptación del videojuego de los 80 que ha llevado a la pantalla Uwe Boll (‘House of Dead’), con Christian Slater, Tara Reid y Stephen Dorff como protagonistas.
Estas son algunas de sus primeras críticas.
“Esta película de terror, basada en un clásico del video juego de Atari, no es sólo un filme intensamente inepto a cualquier nivel, sino que uno se pregunta cómo el distribuidor no lo ha sacado directamente a DVD o, mucho mejor, lo ha tirado a la basura”.
Stephen Holden, NEW YORK TIMES.
“Tara Reid, la perpetua chica 'divertida' de las películas para adolescentes interpreta aquí a una arqueóloga. Sólo eso debe darnos una pista de lo excesivamente malo que es este filme”.
Bob Townsend, ATLANTA JOURNAL-CONSTITUTION.
“Hay muchas películas estúpidas que se pueden disfrutar si se desconecta el cerebro y no se quiere pensar. ‘Alone in the dark’ no llega ni a eso. Es demasiado infame como para llegar a entretener”.
Michael Wilmington, CHICAGO TRIBUNE.
“Es lo peor que se ha visto en mucho tiempo. Mucho más funesto que cualquiera de las peores películas que se hayan rodado últimamente. Slater y Dorff, bien… han actuado de un modo tan pésimo en peores películas. No, perdón. No lo han hecho. Esta es la peor”.
Frank Swietek, ONE GUY'S OPINION.
Y digo yo… con críticas como estas ¿quién quiere amigos?

lunes, 31 de enero de 2005

Goyas 2004: Una lamentable e insufrible gala

Exigua, antiestética, aburrida, sin emoción ni gracia, deslucida, cutre, mal realizada, sin ideas, sin empaque, incoherente, paradigma del antiglamour, deteriorada por su indolencia… Así fue la gala de los Goya 2004. Ni más, ni menos. Puede parecer algo rudo, pero era también predecible. Durante los últimos años la fiesta de los premios de la Academia se ha convertido en la derivación de la decadencia de nuestro cine, de la crisis que muchos pretenden desmentir con impudor. Lo lógico era suponer que la entrega de los Goya de ayer se fructificara en lo que todos vimos a través de la pequeña pantalla: unos premios sin encanto, políticamente correctos (se les ha acabado las ofensivas políticas) e insustanciales, de una simpleza insultante. Más allá de la luctuosa y alarmante situación del séptimo arte nacional, la gala se convirtió en todo menos en una fiesta en honor a los mejores profesionales en cada una de las distintas especialidades del sector cinematográfico nacionales. También puede que sea cierta la previsibilidad de las estatuillas para la película de Alejandro Amenábar ‘Mar Adentro’ (algo que se sabía desde el día en que se estrenó la cinta allá por septiembre), que se llevó todas sus nominaciones menos una, en total 14 premios. Pero eso no es excusa suficiente para justificar un espectáculo tan pobre como el que tuvimos la suerte de soportar ayer noche.
Lo primero, la execrable e inicial intención de que todo fuera ágil y con ritmo, para lo que se contribuyó al ridículo más degradante con unos micrófonos (debajo de los cuales yo imaginé en todo momento a operarios bajándolos y subiéndolos) que descendían a los 29 segundos de que el emocionado agraciado empezara a dar las gracias. Y pasó lo que tenía que pasar. El primer premiado de la noche Tamar Novas, ganador del premio al mejor actor revelación tan sólo había comenzado a mostrar su emoción cuando el aparato descendió sin que éste pudiera seguir, protestando y pidiendo (lógicamente) poder agradecer su premio. Fue y volvió de un extremo al otro lado del escenario, causando una imagen divertida, pero en el fondo triste. A lo mejor, dentro del guión, estaba la posibilidad de jugar con una funcional hilaridad microfónica, pero lo cierto es que fue deplorable, sin ninguna gracia. Tras dos Goyas, el micro se quedó en su sitio. Grandes ideas, sí señor. Impresionante la capacidad de novedad de nuestro cine, reproduciendo las mismas argucias que en los Oscars. Lo que no llegan a entender es que en Estados Unidos, durante la entrega la publicidad dura unos 5 minutos y se reparten más premios, hay más vídeos, más espectáculos en directo, más ‘sketchs’, clips de las películas nominadas, recordatorios al cine clásico, homenajes… y realizado en el mismo tiempo. La idea era que los premiados no se extendieran en sus discursos de agradecimientos, pero en sus cálculos no entraba la viabilidad de que el paupérrimo guión y los chistes sin gracia de los presentadores se quedaran reducidos a sus meras presencias, ni que los intervalos publicitarios se alargaran más allá de los 15 minutos también degradó más si cabe el bochornoso evento.
Emprendió la velada de una forma calamitosa, concediéndose el primer galardón cuando aún había gente sentándose en la platea. Un arranque que iría a peor, por supuesto. Entre las miradas de los invitados y las risas forzadísimas ante los alardes cómicos de un Antonio Resines mimetizado por completo por su personaje de ‘Los Serrano’ (faltaron Bonilla y Molero a su lado), una insulsa y casi imperceptible Maribel Verdú y una desplazada y perdida Montserrat Caballé (emitiendo esa risa que recuerda nostálgicamente a Patán -Muttley- de ‘Los Autos Locos’), disipando cualquier atisbo de interés que pudiera haber. La realización de Juan Luis Iborra fue lamentable. No hubo recuadros que mostraran las caras de los nominados en las categorías más importantes, ni videos de ningún tipo, descoordinación entre cámaras, personajes que entraban a destiempo, repetición de rostros en la hermosa canción de Amaral durante el homenaje a los desparecidos… Un estrepitoso fracaso. Digno de la imagen que da nuestro cine a esa mitad de los espectadores españoles que no acuden a ver un filme español sólo por el hecho de serlo.
Los premiados dieron una imagen del todo lastimera, mendigando a los ministros y al presidente Zapatero que, como gran ‘bienqueda’, se acercó para salir en la foto. Que si el ‘top manta’ por aquí, que si los de efectos especiales necesitan ayudas allá, que si la piratería hace mucho daño, que gracias a los que han comprado el DVD y no lo han comprado en otros sitios… En fin. Todos sabemos el gran drama que supone el ‘top manta’ y la piratería, pero en el discurso de Mercedes Sampietro ya quedó bien claro. No hacía falta de dar esa imagen de usuras y miserias.
Los vídeos de ‘Juego de niños’, con pequeños infantes desarrollando sus propias teorías sobre lo que es el mundo del cine no estuvo mal, pero original… original… no es, la verdad. Hubiera sido más divertido hacerles las mismas preguntas a los ministros o al público español que sólo acude al cine americano. Conocer qué es lo que quieren o por qué eligen una ‘peli’ yanqui a la hora de ir al cine. O, por lo menos, más instructivos. Qué sé yo. Porque si lo que se quiere es llenar las salas donde proyectan cine hecho aquí ilustrando su imagen con la gala de ayer… Por otra parte, si, como destaca ‘El Mundo’, lo más divertido es la imitación que el actor Paco León -de 'Homo Zapping'- hizo de la presentadora de televisión Raquel Revuelta o la aparición de los ‘Guiñoles’ de los ministros Solves y Carmen Calvo, vamos mal.
Dos ejemplos de bochorno visual; Florentino Fernández sale con un caballo llamado Malagueño. A lomos del equino está Bibí Andersen (Bibiana Fernández) y ambos dan un premio o… ¡y esto es lo incomprensible!... Victoria Abril promocionando sus polémicas canciones de ‘bossa nova’ en francés, cantando antes de dar a conocer el Goya al mejor guión original. Me imagino la estampa.
.- Victoria Abril: Para dar sortilegio al asunto, ya que soy una reconocida estrella del cine español sin la que la gala no sería lo mismo, puedo salir y cantar una canción.
.- Iborra: Ah, pues sí. Gran idea.
Simplemente patético.
Tal vez lo único que salvo el ridículo más espantoso fue la elegancia y el porte de ese gran hombre que es Antonio Gala que otorgó el Goya al mejor guión adaptado a José Rivera por ‘Diario de una motocicleta’ y esperó, como es lógico, a que éste bajara. Nadie lo hizo. Y en este violento lapso de tiempo hasta que alguien salió a advertirle de la ausencia del premiado, el poeta salió al paso con dos frases de cosecha propia que supusieron la nota más divertida a la aburrida fiesta. Un sobresaliente para Gala, otro suspenso para la Academia e Iborra. También resultó curioso que Celso Bugallo en vez de dedicarle su Goya como secundario a Alejandro Amenábar lo hiciera ofreciéndoselo a Fernando León de Aranoa al que le dio las gracias por su papel en ‘Los lunes al sol’. Irónico y sorprendente.
La locuaz frase de José Luis López Vázquez “mira, un Goya” dio paso a un largo monólogo de agradecimiento ajustado a un pequeño guión que el gran genio había escrito para la ocasión. Un hecho que si bien restó frescura al emotivo instante de gloria del intérprete, se le perdona por todo lo que ha hecho por nuestro cine. Un apena, porque se le percibe muy mayor y achacoso.
En conclusión: que confrontando la entrega de ayer noche con cualquiera de otras anteriores ediciones mucho más criticadas. Hoy, por tanto, Antonio, perdón, Antonia San Juan puede dormir mucho más a gusto.
LO PEOR
.- Saber quién iba a ganar cada Goya (no sólo por ‘Mar adentro’, sino en absolutamente TODAS las categorías, incluidas las de cortometrajes, documentales…)
.- La indecente tendencia a la heterogeneidad más ‘freak’ y desconcertante de las parejas que daban premios (Alaska –luciendo un ridículo vestido de burbuja de Freakxenet- y Raphael, Resines y la Caballé, Fernando Tejero y ‘Mo’ Cruz, Santi Millán y Pastora Vega, Concha Velasco y Luis Tosar
.- La realización de Iborra.
.- El 98% de la noche. Insufrible.
LO (poco) MEJOR
.- La voz de Amaral.
.- La improvisación de Antonio Gala.
.- Los aplausos y la platea en pie ante el gran José Luis López Vázquez.
.- Javier Bardem dedicando el premio a "Luis Tosar por habérselo entregado".
.- Que terminara en las tres largas y agónicas horas anunciadas y no se alargara más.

Pequeña película de culto: 'Deep in the woods'

El terrorífico lobo feroz
El debut de Lionel Delplanque oculta su pobre argumento tras una lograda estética visual que recuerda en todo momento a los grandes genios del ‘giallo’ italiano.
Premiada en festivales como los de Deauville o Sitges y acogida con la venia de crítica y público, la obra debut de uno de esos directores llamados a ser el enésimo ‘enfànt terrible’ del cine galo, el joven Lionel Delplanque, fue una de las películas más destacadas de hace ya algunos años. Un director con gran sentido del espectáculo visual enquistado como nueva esperanza del cine europeo de terror. El argumento de ‘En lo profundo del bosque’ es la ofrenda al famoso cuento anónimo ‘Caperucita Roja’, tomado aquí para inquirir en las diversas y tenebrosas sublecturas que tiene la célebre fábula infantil (sobre todo en lo que se refiere al lobo feroz) y de paso desmembrarla y fusionarla a elementos psicoanalíticos y enfermizos, al horror, la aberración y una constante inquietud que sostiene, con agilidad irregular, una trama tan pobre como previsible, pero a su vez dotada con un infrecuente atractivo sombrío y turbio.
Las imágenes, a medio camino entre la espectacularidad y el sortilegio, llenas de fuerza y visualidad, impregnan su espíritu de los grandes logros de los maestros del ‘giallo’ italiano. Delplanque hace un descarado facsímil intencional de muy cuidada especulación cinematográfica, bebiendo de los manantiales referenciales de Dario Argento, Mario Bava, Ricardo Freda y, en más de una ocasión, de Michele Soavi, con el que encuentra varios puntos paralelos. ‘En lo profundo del bosque’, carente de trasgresión en cualquiera de sus conceptos fílmicos, potencia su escaso interés en un esplendor visual asentado en la potencia del sentido narrativo que Delplanque recarga hasta el refinamiento más excesivo. Virtud y vicio de una exigua cinta ‘gore’ que, por algún extraño motivo, está destinada a ser, con consecuencia, una obra de culto de futuras generaciones. Tal vez, el guión de Annabelle Perrichon y el propio director, encubra, tras una necedad absoluta y carente de sentido, previsible y tediosa, una sólida proposición de la expresión más definitoria acerca de la obsesión y la demencia, vinculando ambos conceptos con una perturbación basada en el sexo y la muerte.
‘En lo profundo del bosque’ recuerda, en casi todo su desarrollo en interiores, a una obra de similares características que se ha perdido en la memoria de la cinematografía gala como es ‘Game Over: se acabó el juego’, de René Manzor, filme con el que el debut de Delplanque tiene infinitas conexiones formales y argumentales, sobre todo en la intencionalidad neogótica y oscurantista de sus imágenes. Pero con una gran diferencia entre ambas, ya que el nuevo realizador francés se toma tan en serio su labor de narrador visual, su condición de nuevo talento prometedor, engrandeciendo tanto su figura, que termina por convertirse en el dómine de la función, haciendo que su labor esté por encima de cualquier otro aspecto del filme. Desprovista del habitual humor cínico e irónico de los últimos productos norteamericanos, ‘En lo profundo del bosque’ plantea una inquietante subversión en la reiteración del género, en su siniestro ambiente, en las cuidadas imágenes que buscan constantemente el decoro y la belleza sensual, el ornamento de un escenario realzado por la luz y la fotografía de Denis Rouden, que llegan a recordar a algún grabado de Mondadori.
El lóbrego castillo, todos sus personajes dotados de una antipatía insoportable y una sexualidad ambigua y sediciosa (factores vitales para mantener esta mediocre cinta), el efectismo sutil de los asesinatos y algunos retazos de brillantez trasgresora son los elementos destacables de un guión disforme y empobrecido, pero con ciertos momentos de gracia inesperada (como la aparición surreal y estúpida de un policía extraño, el fabuloso prólogo gótico o algunas secuencias del ‘body count’ argumental) que otorgan al filme de Delplanque el beneficio de la duda. ‘En lo profundo del bosque’ denota, como conclusión, varios puntos de interés hallados, fundamentalmente, en su definida puesta en escena y en su bellísima tonalidad visual. No obstante, esta ópera prima malgasta ése potencial con una carencia absoluta de originalidad u ofrenda clasicista, disipada y empobrecida por un planteamiento genérico insustancial y soporífero que escuda su calidad en la atmósfera fantástica y malsana, casi surreal, que acaba por transformarse aquí en la gran cualidad que hará de esta pequeña cinta de terror una obra de culto.