jueves, 3 de febrero de 2005

Review 'Closer'

La frialdad y el egoísmo del engaño
El veterano Mike Nichols incide en su visión de la pareja con una cinta que se basa en una perspectiva bastante misántropa, cínica e implacable para hablar del amor.
Lo primero que suele destacarse cuando se habla de ‘Closer’, es el regreso a la dirección cinematográfica del veterano Mike Nichols tras su exitosa etapa en televisión con un retorno al género que tantos buenos títulos ha dado al cine: las tortuosas relaciones de pareja confinadas al drama emocional en títulos como ‘¿Quién tema a Virginia Wolf?', ‘El Graduado’, ‘Conocimiento Carnal’ o ‘Armas de mujer’. Para su vuelta, Nichols ha elegido el drama teatral de Patrick Marber ‘Closer’, estrenada en Londres en 1997 y que cosechó excelentes críticas y varios premios que la encumbraron como uno de los montajes escénicos más importantes de la década. Dan es un escritor de necrológicas que está frustrado por no haber podido ser novelista. De repente un día entra en su vida Alice, una joven camarera que se ha ganado la vida como ‘strepteaser’, un encuentro que supondrá el descubrimiento de la musa que siempre soñó.
Tiempo después de emprender un idilio con la chica, Dan coincidirá con Anna, una fotógrafa con la que mantiene esporádicas pero intensas relaciones. El destino hace que Anna, gracias a una cruel burla internauta, conozca a Larry, un rudo dermatólogo con el acabará casándose. Es el principio de una compleja trama donde estas dos parejas padecerán una serie de encuentros y desencuentros, de uniones y rupturas, combinando en sus encrucijadas sexo, crueldad, engaños y una pasión que les arrastra, indefectiblemente, a descomponerse por culpa del adulterio. Pero más que un drama romántico, ‘Closer’ es una descarnada tesis acerca de la pareja en la actualidad, de sus debilidades, del egoísmo que precede a la tentación exterior que resquebraja aquello que parece sólido y estable, pero que en realidad es una mentira más para la corrupción sentimental, para dejarse llevar a la conformidad que proporciona la siempre simulada felicidad.
Cruda crónica de los complejos dispositivos que ejercen las relaciones sentimentales sobre el ser humano, la última película de Mike Nichols constituye un tentador ejercicio de voyeurismo fílmico que impone al espectador a observar desde primera línea todos los juegos amorosos y un cruel asalto a la privacidad del cuarteto protagonista.
Un certero retrato generacional, donde sus ambiguos personajes, neuróticos, necesitados de afecto pero a la vez adúlteros, enfocan sus miedos a la relación de pareja de un modo corrosivo, egoísta, en cierto aspecto desde una perspectiva de enfermizos idólatras de la farsa del amor estable, que se enamoran y se repudian como amantes frustrados. Una forma de pseudoamor que pierde al que lo padece y le aleja de la persona amada, en lugar de encontrarse con ella. En su postulado sobre la pasión, el matrimonio y la posesión, Patrick Marber aporta magníficos diálogos llenos de dureza, crueles y sexualmente duros, tan directos que parece mentira que estén protagonizados por grandes estrellas convertidos en actores bajo la experta batuta de un Nichols que sabe sacar todo el éxtasis dramático de sus mejores secuencias. Una sorprendente película que supone uno de los pocos prototipos de cine adulto y veraz, que despoja a sus personajes de cualquier artificio y representa el amor, el deseo y el sexo como elementos inherentes a la intensidad y la profundidad del amor, pero que termina por convertirse en una demuestra del vacío y la desesperación a las que conllevan la infidelidad, el duro pago a la traición y a los celos como parte de un individualismo que desmonta cualquier faceta romántica del sentimiento.
Un discurso lleno de cáustica agresividad que expresa sin tapujos y con dureza la confusión y el desorden emocional que el amor provoca en unos personajes que se hieren y se aman en la misma medida y con la misma facilidad. Anna, Dan, Larry y Alice son ególatras, inadaptados que establecen una conexión sometida a sus ansias sentimentales y lujuriosas, manifestadas con una perspectiva bastante misántropa, cínica e implacable, vistas con un deseo y egoísmo propias de la propia naturaleza humana, donde la alienación urbana les afecta en sus relaciones marcadas por la seducción, la felonía, la manipulación y la crueldad, derivando todo ello en una inevitable autodestrucción sentimental. Es la lógica evolución de una serie de idilios que, en su frágil equilibrio, son susceptibles de acusar los efectos de la inestabilidad afectiva. Nichols y Marber parecen querer evidenciar en todo momento que el hombre y la mujer nunca están conformes con lo que tienen, con la felicidad efímera que no saben disfrutar, como autómatas enajenados invadidos por el profundo sentimiento de inseguridad y de angustia.
Así, en un principio Dan escribe necrológicas y Alice aparece en su vida. Ella le sirve de inspiración para que escriba esa novela que tanto ansiaba. Cuando conoce a Anna, Dan decide dejar a Alice, olvidando su fuente de inspiración, destrozando a una joven necesitada de afecto a la que descubriremos poseedora de una fuerte personalidad cuando ejerza de bailarina en un prostíbulo. Anna, por su parte, propone un título para la novela que acaba siendo un fracaso para el periodista, como la vida de éste, volviendo a ser un necrologísta frustrado ante ambas relaciones. Y en ese desarrollo de un argumento enfocado a la crueldad y el sadismo en la pareja, de gente que es incapaz de querer pero expertos en odiar y hacer daño, la utilización del tiempo por parte de Nichols es el gran hallazgo de este excelente filme, dotando de una fascinante elegancia en el uso de sus elipsis temporales, sugiriendo que el tiempo no significa nada en absoluto en las relaciones de pareja.
El único obstáculo que impide considerar ‘Closer’ como una película ciertamente redonda, colmada de lucidez, es la dificultad que se establece a la hora de encontrar una necesaria empatía entre personajes y espectadores que nunca se produce de un modo dramático. El drama pasional planteado abusa en exceso del radicalismo en ciertos factores de la conducta de los protagonistas, llevando muchas veces las situaciones al extremo, desglosando una postura maniquea en la perspectiva de sus conflictos. Y mucha culpa de ello la tiene la persistente utilización de algunos diálogos que, buscando la provocación y la realidad sexual de su contenido, resultan algo inverosímiles. Tanto, como para caer en varias ocasiones en la abstracción teórica al abordar esos continuos intercambios de pareja.
Aunque bien es cierto que es necesario, ya que el sexo encuentra la forzosa importancia para definirse como único universo de las relaciones de pareja, de sus engaños, de la incomunicación y, sobre todo, de la desconfianza. Esto último puede parecer una traba en un drama romántico como es el que se propone, pero analizando la sociedad actual, donde cualquier deseo satisfecho provoca una felicidad perecedera que ambiciona nuevas experiencias, ‘Closer’ simboliza muy bien ese tipo de relación, el amor de la sociedad moderna, basado, fundamentalmente, en algo tan provisorio y mundanal como son las relaciones sexuales. Al fin y al cabo, como bien se explicita dentro del filme, el ser humano sigue siendo un animal. Sólo así es posible aseverar ese instinto final de los personajes masculinos, que acaban utilizando la violencia para dejar en un mínimo espacio a sus femeninos atrapados en una situación que no desean, como reflejo de su debilidad, pero también en la honestidad de sus decisiones y acierto de las mismas.
Historia de negligentes emocionales, incapaces de querer a la persona que les ama pero capacitados para destrozarlas siguiendo el instinto natural de sus deseos, ‘Closer’ alcanza sus mayores logros en la intensidad mostrada por su cuarteto de lujo, donde si bien el omnipresente Jude Law acapara el rol protagonista de idólatra, caprichoso y obsesivo y Julia Roberts se adapta perfectamente a su papel con una contención agradecida, la grandeza interpretativa recae en los dos secundarios (que no son tales) del cuarteto amoroso; por ello, Clive Owen y Natalie Portman se llevan la mejor parte con sus perfectas y complejas composiciones. El primero, dando vida a un hombre rudo e instintivo, sincero al fin y al cabo. Por su parte, Portman ofrece una dádiva interpretativa que mezcla la dulzura y la inocencia con la cognición de saber la gran oportunidad dramática que tiene entre manos. Y la joven Portman no la desaprovecha.
‘Closer’ compone un retrato urbano, perfilado en los ambientes londinenses donde se ubican los caracteres en su particular gradación sentimental, lánguida y pesimista, bajo un estilo narrativo encauzado a la decadencia emocional de los protagonistas que, aunque se excede en lo abrupto y frío de algunos de sus momentos más intensos, nunca decae en el ritmo de su despliegue de talento. En la cinta de Nichols, el amor llega bruscamente, en un accidente físico y se va del mismo modo, pero en una esfera pasional, de desengaño, de choque con la realidad, sin conducirse por un final discursivo ni ofreciendo el tan temido mensaje moral que suelen tener este tipo de dramas en su desenlace. Todo lo contrario, ‘Closer’ es un extraño ‘folie á deux’ a cuatro bandas sin duda interesante, atrevido, y, sobre todo, apasionante.
Miguel Á. Refoyo © 2005

miércoles, 2 de febrero de 2005

EL LÍMITE en el II Certamen de Cortos Patanegra

Esta mañana me he levantado con una buena noticia para nuestro cortometraje, ya que 'El límite' ha sido seleccionado como uno de los 14 finalistas, siendo seleccionado entre más 500 cortos para optar a los premios de la sección de Vídeo de la Segunda Edición del Certamen de cortos Patanegra que tendrá lugar en Guijuelo dentro de tres semanas.
Aún no se sabe día y hora fija. Pero sí que será proyectado entre el 21 al 26 de este mismo febrero en el cine de la localidad de Guijuelo, a la que asisteré personalmente a presentar este trabajo que tantas satisfacciones nos está dando. Espero que en nuestra región sí se reconozca el arriesgado trabajo del proyecto y nos den algún premio o, al menos, un jamón de esos que están considerados (con gran acierto dada su calidad extrema) como los mejores jamones del mundo.
Otro festival en el que este trabajo es finalista tras Murcia Joven, Latino Film Festival de Los Ángeles, Aguilar de Campoo y en el último Festival Internacional de Cinema de Catalunya (Sitges'2004).
Y estoy muy contento, amigos del Abismo. Una felicidad extendida a todos los miembros de mi equipo técnico y artístico.
Aupa!

Otra pequeña película de culto: 'Destino final'

Divertimento visualmente impactante
EJames Wong sorteó los errores prototípicos del cine de terror para ofrecer un cuidado enfrentamiento entre el ser humano y su destino.
No deja de ser sorprendente que una película de terror, sin grandes estrellas en su cartel y con un presupuesto que resulta irrisorio para la estructura presupuestaria del actual Hollywood se convirtiera en uno de los éxitos más rentables del año. ‘Destino final’ puede parecer, a simple vista, la enésima retrospección al ‘body count gore’ de un género tan desprestigiado como adorado. Cerca de los planteamientos que en su momento hicieran famosos a Cunningham, Hooper o Carpenter, el entonces debutante James Wong recreó un solvente guión directamente en contra del ostracismo genérico, ya que la virtud que se extrae de esta pequeña producción ‘fantaterrorífica’ no procede de su trascendencia argumental, sino de la disponibilidad de una trama por y para hacer pasar al público una hora y media divirtiéndose, sin respiro, en una historia llena de acción y suspense. Puede que ‘Destino final’ carezca de algunas virtudes de la saga ‘Scream’, pero es un filme que camina por cauces notoriamente destacables, aunque lo haga siguiendo la concepción del terror de la saga creada por Williamson/Craven y el espíritu de ‘The Frighteners’, de un pre-trilógico Peter Jackson.
Lo primero que hay que subrayar de este ‘thriller’ es su dinamismo, que recae en la muy eficaz dirección de un James Wong acostumbrado a la serie televisiva (pecando a veces de un excesivo uso del formato ‘Expediente X’ o ‘Millelium’), resolviendo con empuje la configuración de las impactantes imágenes que se nos muestran como una ráfaga incesable de diligencia y garantía de ocio. Ágil, diligente y hacendosa, la historia del joven Alex Browning y su clarividencia a la hora de ver la Muerte acechando a su alrededor y su inevitable enfrentamiento contra un personaje perfectamente omitido en pantalla (interesante novedad de atribuir a la muerte enigmatismo, sin encarnaciones con capuchas provistas de guadaña ) es un derroche de desenvoltura, de una intencionalidad irónica y humorística (sobre todo en su cuestionamiento acerca del destino), de un cine agradable y sugestivo.
Pero si la película de Wong no llega a ser aburrida en ningún momento del metraje y condiciona la crítica negativa, lo cierto es que Wong no ha podido evitar caer en muchos de los desaciertos prototípicos que caracterizan toda la horda de películas de terror juveniles que hemos visto en los últimos años. Lo cierto es que, a pesar de estar muy cerca del arquetipo marcado por Robert Rodriguez en ‘The Faculty’ (cinta a la que se asemeja en cantidad de referencias tanto formales como a personajes se refiere –chico inocente, chica rara, guaperas presumido, profesora acojonada...-), ‘Destino final’ sabe sortear todas las bases reiterativas de la charcutería cinematográfica, haciendo que lo que hemos visto una y otra vez parezca nuevo, concediendo alguna licencia al puro efectismo interno materializada en mangueras asesinas, trenes verdugos, anzuelos oxidados y señales rebanacuellos en detrimento de una coherencia.
En este aspecto es donde la película encuentra su defecto más destacable, ya que, aunque se agradece la idea de convertir a todo objeto y circunstancia en útil y mantener escenarios potenciales para eliminar a los miembros de la trama, Wong no está otorgando nada nuevo a un nivel narrativo y silogista, sino que el realizador innova en el terreno de planificación visual, de puesta en escena, de una prontitud mayor de la habitual. ‘Destino final’ no deja de ser una pequeña película de terror 'de culto', un meritorio gran divertimento lleno de impactante iconografía terrorífica sin más pretensiones que la de divertir.

martes, 1 de febrero de 2005

NBA Live 2005: I love this game

No soy de esos que se enganchan a juegos adictivos ni en su pc, ni mucho menos en la Playstation 2. En éste último caso, porque carezco de ella más que nada. En los últimos años sólo me he dejado seducir por algunos juegos que, confieso, me han contagiado un entusiasmo adictivo fuera de lo común. Que yo recuerde: las dos partes de ‘Max Payne’ y esa historia fundamental que hay que vivir llamada ‘Mafia’. Alguno que otro también ha llamado mi atención como una prostituta de ébano a un septuagenario en la Casa de Campo, pero poco en una mínima medida. No suelo perder mi tiempo pegado a una pantalla sólo por el mero hecho del desenfreno por el ocio y la diversión pixelada.
Eso sí, una vez al año, arrastrando mi irrefrenable pasión por el baloncesto de élite, por el espectáculo de la NBA, caigo rendido ante el juego anual de EA Sports dedicado a la canasta yanqui. El NBA LIVE 2005 está en mis manos desde ayer y no he podido dejar de instalarlo y darme al vicio sano. Los deportes americanos, sea cual sea (NFLMadden-, NHL, NBA, Major League Baseball…) ofrecen una calidad fuera de lo común, tanto en sus juegos como en una realidad que ofrece verdaderas joyas de los deportes. Desde aquel mítico ‘Bird vs. Jordan: One on One’ soy un adicto al basket de monitor, al juego dinámico y espectacular que ofrece la compañía de ocio americana.
Este año, en la nueva versión, la cosa no ha cambiado mucho, pero sí ofrece una serie de mejoras paulatinas que hacen que el juego sea cada ves más atractivo. Por ejemplo; en la nueva edición de ‘NBA Live 2005’ tenemos algo que los ‘puretas’del juego añorábamos hace tiempo: el All Star Weekend. Y no me refiero al consabido partido de las estrellas, que lleva incluido hace años. No. Me refiero al Slam Dunk, el concurso de mates –con posibilidades asombrosas- y el nostálgico y siempre competitivo Concurso de triples. También han incluido un Freestyle que supone un reto competitivo y de aprendizaje, sobre todo en el concurso de mates, que alcanza unos resultados acojonantes. Y no sólo eso, si no que tenemos el partido entre los Rookies (novatos) y los Sophomore (jugadores de segundo año) que anualmente podemos disfrutar en Canal + que, como un acto de fe altruista, emite en abierto. Tampoco podía faltar un modo Dinasty que está bastante mejorado (incluye hasta un PDA para el cuarto de siglo que se va a tener en propiedad el club) y esa necesaria opción que atrae tanto a los ególatras como yo que permite crearte como jugador y formar parte en primera persona de los partidos, una iniciativa que transforma cada partido en toda una experiencia personal. Este año vuelvo a ser Michael Refo, un negrata de Brooklyn de casi dos metros, con rastas, profanado de tatuajes y de gran capacidad de tiro que juega junto a Gasol en los Grizzlies de Memphis. Puede parecer una frivolidad, pero sentirte parte del juego hace que todo esto tenga mucho más sentido y afección por el equipo.
En cuanto al acabado gráfico, como no podía ser de otra forma en los juegos creados por la empresa americana, vuelve a estar a la altura. Aunque, a priori, no existen diferencias entre los demás años, los chicos de EA siempre hacen que todo sea aún más perfecto. Este año, sin duda alguna, se aproxima de un modo más realista al juego en cancha real, convirtiendo la velocidad y los ataques en algo más creíble, con mejores defensas y una sincronizada organización para tener que trabajar el ámbito estratégico. Con el ‘Off-Ball Switch’ se puede controlar a los jugadores sin balón, haciendo que soliciten pases o ejecuten bloqueos. Los dribblings son más creíbles, hay una constante sensación de veracidad en el juego y todo, en conjunto, tiene un enfoque más objetivo en función a su ajuste a la realidad. Además se han mejorado también el sistema de control de los palmeos, los rebotes, los tapones, los Alley-Oops y los mates. Asimismo, se ha perfeccionado la técnica de reproducción de rostros y, sobre todo, de los movimientos de los jugadores en general, con lo que el juego adquiere un realismo que es de ponerse en pie, aplaudir y descorchar una botella de champán antes de jugar a este prodigio para los amantes de la NBA.
Como apunte que echábamos de menos: Kareem Abdul-Jabbar ya figura como All-Star de los 80, con lo que se puede disfrutar de su mitológico ‘sky-hook’.
Total, que podría estar viendo La 2 y escuchar beligerantes arengas verbales para estar al día en lo político, pero que, subjetivamente, me aburre; o seguir con un extenso análisis digno de revista dedicada a estos menesteres. Pero como no quiero aturdirme ni me pagan por escribir sobre juegos, directamente voy a darme una aparatosa e indigna sesión de NBA hasta que los ojos me hagan chiribitas y escuche de fondo órganos musicales con sintonías de ataque, público jaleando en cada jugada y que mis zapatillas de felpa suenen con ese chirrido perpetuo en el parqué como ultramodernas botas Nike.
Como diría el gran Andrés Montes (al que se le echa de menos en la versión española del juego –siempre prefiero los comentarios de la versión americana-): ¡¡I LOVE THIS GAME!!

'Alone in the dark', críticas cojonudas

‘Alone in the Dark’ es la adaptación del videojuego de los 80 que ha llevado a la pantalla Uwe Boll (‘House of Dead’), con Christian Slater, Tara Reid y Stephen Dorff como protagonistas.
Estas son algunas de sus primeras críticas.
“Esta película de terror, basada en un clásico del video juego de Atari, no es sólo un filme intensamente inepto a cualquier nivel, sino que uno se pregunta cómo el distribuidor no lo ha sacado directamente a DVD o, mucho mejor, lo ha tirado a la basura”.
Stephen Holden, NEW YORK TIMES.
“Tara Reid, la perpetua chica 'divertida' de las películas para adolescentes interpreta aquí a una arqueóloga. Sólo eso debe darnos una pista de lo excesivamente malo que es este filme”.
Bob Townsend, ATLANTA JOURNAL-CONSTITUTION.
“Hay muchas películas estúpidas que se pueden disfrutar si se desconecta el cerebro y no se quiere pensar. ‘Alone in the dark’ no llega ni a eso. Es demasiado infame como para llegar a entretener”.
Michael Wilmington, CHICAGO TRIBUNE.
“Es lo peor que se ha visto en mucho tiempo. Mucho más funesto que cualquiera de las peores películas que se hayan rodado últimamente. Slater y Dorff, bien… han actuado de un modo tan pésimo en peores películas. No, perdón. No lo han hecho. Esta es la peor”.
Frank Swietek, ONE GUY'S OPINION.
Y digo yo… con críticas como estas ¿quién quiere amigos?

lunes, 31 de enero de 2005

Goyas 2004: Una lamentable e insufrible gala

Exigua, antiestética, aburrida, sin emoción ni gracia, deslucida, cutre, mal realizada, sin ideas, sin empaque, incoherente, paradigma del antiglamour, deteriorada por su indolencia… Así fue la gala de los Goya 2004. Ni más, ni menos. Puede parecer algo rudo, pero era también predecible. Durante los últimos años la fiesta de los premios de la Academia se ha convertido en la derivación de la decadencia de nuestro cine, de la crisis que muchos pretenden desmentir con impudor. Lo lógico era suponer que la entrega de los Goya de ayer se fructificara en lo que todos vimos a través de la pequeña pantalla: unos premios sin encanto, políticamente correctos (se les ha acabado las ofensivas políticas) e insustanciales, de una simpleza insultante. Más allá de la luctuosa y alarmante situación del séptimo arte nacional, la gala se convirtió en todo menos en una fiesta en honor a los mejores profesionales en cada una de las distintas especialidades del sector cinematográfico nacionales. También puede que sea cierta la previsibilidad de las estatuillas para la película de Alejandro Amenábar ‘Mar Adentro’ (algo que se sabía desde el día en que se estrenó la cinta allá por septiembre), que se llevó todas sus nominaciones menos una, en total 14 premios. Pero eso no es excusa suficiente para justificar un espectáculo tan pobre como el que tuvimos la suerte de soportar ayer noche.
Lo primero, la execrable e inicial intención de que todo fuera ágil y con ritmo, para lo que se contribuyó al ridículo más degradante con unos micrófonos (debajo de los cuales yo imaginé en todo momento a operarios bajándolos y subiéndolos) que descendían a los 29 segundos de que el emocionado agraciado empezara a dar las gracias. Y pasó lo que tenía que pasar. El primer premiado de la noche Tamar Novas, ganador del premio al mejor actor revelación tan sólo había comenzado a mostrar su emoción cuando el aparato descendió sin que éste pudiera seguir, protestando y pidiendo (lógicamente) poder agradecer su premio. Fue y volvió de un extremo al otro lado del escenario, causando una imagen divertida, pero en el fondo triste. A lo mejor, dentro del guión, estaba la posibilidad de jugar con una funcional hilaridad microfónica, pero lo cierto es que fue deplorable, sin ninguna gracia. Tras dos Goyas, el micro se quedó en su sitio. Grandes ideas, sí señor. Impresionante la capacidad de novedad de nuestro cine, reproduciendo las mismas argucias que en los Oscars. Lo que no llegan a entender es que en Estados Unidos, durante la entrega la publicidad dura unos 5 minutos y se reparten más premios, hay más vídeos, más espectáculos en directo, más ‘sketchs’, clips de las películas nominadas, recordatorios al cine clásico, homenajes… y realizado en el mismo tiempo. La idea era que los premiados no se extendieran en sus discursos de agradecimientos, pero en sus cálculos no entraba la viabilidad de que el paupérrimo guión y los chistes sin gracia de los presentadores se quedaran reducidos a sus meras presencias, ni que los intervalos publicitarios se alargaran más allá de los 15 minutos también degradó más si cabe el bochornoso evento.
Emprendió la velada de una forma calamitosa, concediéndose el primer galardón cuando aún había gente sentándose en la platea. Un arranque que iría a peor, por supuesto. Entre las miradas de los invitados y las risas forzadísimas ante los alardes cómicos de un Antonio Resines mimetizado por completo por su personaje de ‘Los Serrano’ (faltaron Bonilla y Molero a su lado), una insulsa y casi imperceptible Maribel Verdú y una desplazada y perdida Montserrat Caballé (emitiendo esa risa que recuerda nostálgicamente a Patán -Muttley- de ‘Los Autos Locos’), disipando cualquier atisbo de interés que pudiera haber. La realización de Juan Luis Iborra fue lamentable. No hubo recuadros que mostraran las caras de los nominados en las categorías más importantes, ni videos de ningún tipo, descoordinación entre cámaras, personajes que entraban a destiempo, repetición de rostros en la hermosa canción de Amaral durante el homenaje a los desparecidos… Un estrepitoso fracaso. Digno de la imagen que da nuestro cine a esa mitad de los espectadores españoles que no acuden a ver un filme español sólo por el hecho de serlo.
Los premiados dieron una imagen del todo lastimera, mendigando a los ministros y al presidente Zapatero que, como gran ‘bienqueda’, se acercó para salir en la foto. Que si el ‘top manta’ por aquí, que si los de efectos especiales necesitan ayudas allá, que si la piratería hace mucho daño, que gracias a los que han comprado el DVD y no lo han comprado en otros sitios… En fin. Todos sabemos el gran drama que supone el ‘top manta’ y la piratería, pero en el discurso de Mercedes Sampietro ya quedó bien claro. No hacía falta de dar esa imagen de usuras y miserias.
Los vídeos de ‘Juego de niños’, con pequeños infantes desarrollando sus propias teorías sobre lo que es el mundo del cine no estuvo mal, pero original… original… no es, la verdad. Hubiera sido más divertido hacerles las mismas preguntas a los ministros o al público español que sólo acude al cine americano. Conocer qué es lo que quieren o por qué eligen una ‘peli’ yanqui a la hora de ir al cine. O, por lo menos, más instructivos. Qué sé yo. Porque si lo que se quiere es llenar las salas donde proyectan cine hecho aquí ilustrando su imagen con la gala de ayer… Por otra parte, si, como destaca ‘El Mundo’, lo más divertido es la imitación que el actor Paco León -de 'Homo Zapping'- hizo de la presentadora de televisión Raquel Revuelta o la aparición de los ‘Guiñoles’ de los ministros Solves y Carmen Calvo, vamos mal.
Dos ejemplos de bochorno visual; Florentino Fernández sale con un caballo llamado Malagueño. A lomos del equino está Bibí Andersen (Bibiana Fernández) y ambos dan un premio o… ¡y esto es lo incomprensible!... Victoria Abril promocionando sus polémicas canciones de ‘bossa nova’ en francés, cantando antes de dar a conocer el Goya al mejor guión original. Me imagino la estampa.
.- Victoria Abril: Para dar sortilegio al asunto, ya que soy una reconocida estrella del cine español sin la que la gala no sería lo mismo, puedo salir y cantar una canción.
.- Iborra: Ah, pues sí. Gran idea.
Simplemente patético.
Tal vez lo único que salvo el ridículo más espantoso fue la elegancia y el porte de ese gran hombre que es Antonio Gala que otorgó el Goya al mejor guión adaptado a José Rivera por ‘Diario de una motocicleta’ y esperó, como es lógico, a que éste bajara. Nadie lo hizo. Y en este violento lapso de tiempo hasta que alguien salió a advertirle de la ausencia del premiado, el poeta salió al paso con dos frases de cosecha propia que supusieron la nota más divertida a la aburrida fiesta. Un sobresaliente para Gala, otro suspenso para la Academia e Iborra. También resultó curioso que Celso Bugallo en vez de dedicarle su Goya como secundario a Alejandro Amenábar lo hiciera ofreciéndoselo a Fernando León de Aranoa al que le dio las gracias por su papel en ‘Los lunes al sol’. Irónico y sorprendente.
La locuaz frase de José Luis López Vázquez “mira, un Goya” dio paso a un largo monólogo de agradecimiento ajustado a un pequeño guión que el gran genio había escrito para la ocasión. Un hecho que si bien restó frescura al emotivo instante de gloria del intérprete, se le perdona por todo lo que ha hecho por nuestro cine. Un apena, porque se le percibe muy mayor y achacoso.
En conclusión: que confrontando la entrega de ayer noche con cualquiera de otras anteriores ediciones mucho más criticadas. Hoy, por tanto, Antonio, perdón, Antonia San Juan puede dormir mucho más a gusto.
LO PEOR
.- Saber quién iba a ganar cada Goya (no sólo por ‘Mar adentro’, sino en absolutamente TODAS las categorías, incluidas las de cortometrajes, documentales…)
.- La indecente tendencia a la heterogeneidad más ‘freak’ y desconcertante de las parejas que daban premios (Alaska –luciendo un ridículo vestido de burbuja de Freakxenet- y Raphael, Resines y la Caballé, Fernando Tejero y ‘Mo’ Cruz, Santi Millán y Pastora Vega, Concha Velasco y Luis Tosar
.- La realización de Iborra.
.- El 98% de la noche. Insufrible.
LO (poco) MEJOR
.- La voz de Amaral.
.- La improvisación de Antonio Gala.
.- Los aplausos y la platea en pie ante el gran José Luis López Vázquez.
.- Javier Bardem dedicando el premio a "Luis Tosar por habérselo entregado".
.- Que terminara en las tres largas y agónicas horas anunciadas y no se alargara más.

Pequeña película de culto: 'Deep in the woods'

El terrorífico lobo feroz
El debut de Lionel Delplanque oculta su pobre argumento tras una lograda estética visual que recuerda en todo momento a los grandes genios del ‘giallo’ italiano.
Premiada en festivales como los de Deauville o Sitges y acogida con la venia de crítica y público, la obra debut de uno de esos directores llamados a ser el enésimo ‘enfànt terrible’ del cine galo, el joven Lionel Delplanque, fue una de las películas más destacadas de hace ya algunos años. Un director con gran sentido del espectáculo visual enquistado como nueva esperanza del cine europeo de terror. El argumento de ‘En lo profundo del bosque’ es la ofrenda al famoso cuento anónimo ‘Caperucita Roja’, tomado aquí para inquirir en las diversas y tenebrosas sublecturas que tiene la célebre fábula infantil (sobre todo en lo que se refiere al lobo feroz) y de paso desmembrarla y fusionarla a elementos psicoanalíticos y enfermizos, al horror, la aberración y una constante inquietud que sostiene, con agilidad irregular, una trama tan pobre como previsible, pero a su vez dotada con un infrecuente atractivo sombrío y turbio.
Las imágenes, a medio camino entre la espectacularidad y el sortilegio, llenas de fuerza y visualidad, impregnan su espíritu de los grandes logros de los maestros del ‘giallo’ italiano. Delplanque hace un descarado facsímil intencional de muy cuidada especulación cinematográfica, bebiendo de los manantiales referenciales de Dario Argento, Mario Bava, Ricardo Freda y, en más de una ocasión, de Michele Soavi, con el que encuentra varios puntos paralelos. ‘En lo profundo del bosque’, carente de trasgresión en cualquiera de sus conceptos fílmicos, potencia su escaso interés en un esplendor visual asentado en la potencia del sentido narrativo que Delplanque recarga hasta el refinamiento más excesivo. Virtud y vicio de una exigua cinta ‘gore’ que, por algún extraño motivo, está destinada a ser, con consecuencia, una obra de culto de futuras generaciones. Tal vez, el guión de Annabelle Perrichon y el propio director, encubra, tras una necedad absoluta y carente de sentido, previsible y tediosa, una sólida proposición de la expresión más definitoria acerca de la obsesión y la demencia, vinculando ambos conceptos con una perturbación basada en el sexo y la muerte.
‘En lo profundo del bosque’ recuerda, en casi todo su desarrollo en interiores, a una obra de similares características que se ha perdido en la memoria de la cinematografía gala como es ‘Game Over: se acabó el juego’, de René Manzor, filme con el que el debut de Delplanque tiene infinitas conexiones formales y argumentales, sobre todo en la intencionalidad neogótica y oscurantista de sus imágenes. Pero con una gran diferencia entre ambas, ya que el nuevo realizador francés se toma tan en serio su labor de narrador visual, su condición de nuevo talento prometedor, engrandeciendo tanto su figura, que termina por convertirse en el dómine de la función, haciendo que su labor esté por encima de cualquier otro aspecto del filme. Desprovista del habitual humor cínico e irónico de los últimos productos norteamericanos, ‘En lo profundo del bosque’ plantea una inquietante subversión en la reiteración del género, en su siniestro ambiente, en las cuidadas imágenes que buscan constantemente el decoro y la belleza sensual, el ornamento de un escenario realzado por la luz y la fotografía de Denis Rouden, que llegan a recordar a algún grabado de Mondadori.
El lóbrego castillo, todos sus personajes dotados de una antipatía insoportable y una sexualidad ambigua y sediciosa (factores vitales para mantener esta mediocre cinta), el efectismo sutil de los asesinatos y algunos retazos de brillantez trasgresora son los elementos destacables de un guión disforme y empobrecido, pero con ciertos momentos de gracia inesperada (como la aparición surreal y estúpida de un policía extraño, el fabuloso prólogo gótico o algunas secuencias del ‘body count’ argumental) que otorgan al filme de Delplanque el beneficio de la duda. ‘En lo profundo del bosque’ denota, como conclusión, varios puntos de interés hallados, fundamentalmente, en su definida puesta en escena y en su bellísima tonalidad visual. No obstante, esta ópera prima malgasta ése potencial con una carencia absoluta de originalidad u ofrenda clasicista, disipada y empobrecida por un planteamiento genérico insustancial y soporífero que escuda su calidad en la atmósfera fantástica y malsana, casi surreal, que acaba por transformarse aquí en la gran cualidad que hará de esta pequeña cinta de terror una obra de culto.

domingo, 30 de enero de 2005

El primer gran gilipollas

La siguiente historia era de esperar. Pero... ¡no tan pronto!
Lo cierto es que sabemos que los ‘fanfreaks’ aguardan contra viento y marea cualquier cosa por destacar como preponderantes seguidores de cualquier movimiento englobado en movimiento freakie, enfervorecido, incluso fanático de alguna corriente cinematográfica, musical, tebeística y de cualquier otra índole.
Todos estamos al corriente, avizores diría yo, por el desenlace de la nueva trilogía ‘Star Wars’ de George Lucas, el lóbrego y oscuro colofón que se presume como mejor de esta saga tan seguida por millones de prosélitos del mito galáctico. Tendremos que esperar hasta el 19 de mayo de este mismo año. Cinco largos meses en los que aguardaremos la transformación del joven Anakin en Darth Vader y toda la genealogía que ello provocó. Seremos testigos del fanatismo que prodiga la saga de Lucas, con rumores, nuevos trailers, spoilers varios y una expectación casi desmedida, pero convencional, si tenemos en cuenta el fanatismo y los fans que se ha prorrogado a lo largo de muchas generaciones.
Lo que ya no es tan normal es cómo se adelantan los ‘freakies’ más reivindicativos al evento que supondrá su estreno mundial. Y es que en Seattle ya hay un enloquecido fulano seguidor galáctico que ya está haciendo cola para convertirse en el primer hombre en la tierra que hace cola para ver en primera línea de fuero la tercera parte de esta segunda trilogía. Su nombre es Jeff Tweiten, autodenominado "Superfan 1138" (por aquello de hacer un homenaje a la primera película de Lucas). Un tío algo anormal, febril obsesivo de la Saga de las Galaxias que escribe su propia weblog plasmando el día a día de una espera que se me antoja terroríficamente interminable. Sé que para él será su particular vía crucis, en la que el esfuerzo y sufrimiento (nada menos en Seattle, una de las ciudades donde más llueve de USA) se verá recompensado cuando vea esta película destinada a ser uno de los grandes taquillazos del año.
Tenéis la weblog de semejante descerebrado con ínfulas de freak mediático aquí, donde nos cuenta y contará con todo lujo de detalles (si que os interesa) la desventuras del primer anormal que pasará más de cuatro meses a la intemperie para ver ‘Star Wars: Episode III - Revenge of the Sith’.

sábado, 29 de enero de 2005

GET A LIFE, por el mítico Frunobulax

Frunobulax, uno de los amigos 'blogueros' más aguerridos y perspicaces de este absurdo mundo que se ha dado en llamar la 'blogesfera' ha parido, con su sapiencia y estilo inconfudible, uno de los mejores y más trabajados post de los últimos tiempos. Reconozco que cuando lo he visto me he sentido imbudio por un sentimiento de aprensión y sana envidia, ya que mi intención era escribir un evocativo espacio para una serie de culto que, con el tiempo, ha pasado a ser imprescindible en la memoria catódica colectiva. Como bien dice Fruno, "es la mejor telecomedia de todos los tiempos".
Me refiero, como no podía ser de otro modo, a la magistral 'Búscate la vida (Get a Life)', esa serie de proporciones antológicas, de humor irrepetible que ha extendido su magnificencia hasta pasar a ser una de las series más invocadas de todos los tiempos.
Los que me conocéis bien, sabéis lo adicto, incondicional y sectario que llego a ser con esta serie protagonizada por esa deidad del humor que es Chris Elliot. Por eso, antes de seguir enhebrando adjetivos ponderativos hacia esta serie de culto, es mejor que os quedéis con la inmejorable versión que se concede en Frunobuland.
Disfrutadla, porque me merece la pena y agradezcámosle a su autor el tremendo esfuerzo por su gran trabajo de calidad. Y eso que aún nos queda lo mejor.

Llegó el nuevo CQC

Tres años después de su desaparición, ayer regresó, sin hacer mucho ruido, ‘Caiga quien Caiga 2’ a la parrilla de los viernes, el día que comenzara su predecesora. Se había hablado mucho de la vuelta del carismático programa que Wyoming y su ‘truope’ se encargaran de transformar en un fenómeno de culto basado en el espíritu crítico y cínico, en una nueva forma de reporterismo callejero. La sombra del genuino formato (creado en argentina) pesó como una losa en el estreno del Nuevo CQC. Ya no existe el cochino jabalín, ahora el fetiche visual que han querido avanzar como efigie distintiva de los objetivos intencionales del espacio es una mosca cojonera, lo que pretende sugerir la ideología cabrona y sarcástica que aspira fomentar esta nueva etapa.
Pero vamos al grano, al dictamen subjetivo.
Los nuevos presentadores son los que salen peor parados del primer ‘CQC’ de la nueva temporada; Manel Fuentes, Arturo Valls y Eduardo Aldán despiertan una excesiva evocación de Guayo, Juanjo de la Iglesia y Javi Martín. Y es de recibo, ya que Manel Fuentes (un tipo al que, personalmente, detesto) es un tipo sin gracia que se cree divertido, un presentador ceñido al guión, donde sus desaboridos chistes están estudiados al milímetro, sin espacio para la improvisación. Y esto, en la dimensión de acrimonia a la que aspira ‘CQC’ no funciona ni de coña. Valls no encuentra su ubicación en la mesa, siempre fue (y será) mejor reportero de calle, donde ofrece sin duda alguna sus mejores momentos, su desvergüenza procaz e irredenta. El tercer vértice del trángulo, Eduardo Aldán, pasó inadvertido, falto de cualquier atisbo de personalidad, descafeinado y aburrido como nadie. La mesa, por tanto, está a años luz de la predecesora, de sus improvisados ‘gags’, de su limpieza cínica y, sobre todo, del carisma que desprendían aquellos hombres de negro. Aquí, el diseño y la estudiada imagen no ofrecen nada inédito. Me hizo gracia, no obstante, esa tendencia al ‘look’ de 'peinados cuidadosamente despeinados' que lucen todos. En fin.
Todos suponíamos que sorprenderían o arriesgarían en sus nuevas secciones. Por eso no entiendo ese ‘zapping’ transformado en un reiterativo ‘Resumen semanal de noticias’ como esfera ineluctable de cualquier programa. No le vi sentido, ni gracia, ni fuerza, lo que supone otro motivo más para echar de menos la crítica despiadada y la sátira mordaz de su antecesor (qué buenos recuerdos despierta aquella mítica sección 'Actualidad en un minuto'). Otro de los monumentales errores en el que todos coinciden es en la desacertada intervención del vallisoletano Javier Díaz, ese travestido que todos conocemos como Deborah Ombres y que, paradójicamente, tiene su gracia (tan transgresora y 'fashion') en ‘MTV Hot’, pero que ayer resultó execrable con su desproporcionado discurso semiterrorista contra el cine español. Si a eso le sumamos un ritmo en ocasiones excesivamente acucioso, una plétora de postproducción visual que, en principio resulta muy impactante y divertida (con puñetazos, peloteos, enfurecimientos y rayos lanzados por los ojos), pero que acabó por saturar o la evidente falta de estabilidad en su guión ofrece como conclusión que, como es lógico en cualquier primer programa, es necesario tomar nota y mejorar.
Pero no todo iba a ser malo. Desde un punto de vista personal, ‘CQC 2’ me gustó por varias razones. Como digo, relegando la memoria de sus precursores, los nuevos reporteros de calle, los ‘hombres de negro’ de micrófono en mano, Christian Gálvez, Fernando González y Juan Ramón Bonet estuvieron a la altura de las circunstancias, mostrándose seguros y resolutivos a la hora de tocar los cojones a los entrevistados mejor que nadie, haciendo olvidar por momentos (cosa que no era difícil) a Tonino y Sergio Pazos y acercándose siempre más a los estratos sardónicos de Pablo Carbonell que a la refinamiento disciplinado de Juanjo de la Iglesia. Y ahí es donde residió lo mejor de la noche. Ver la cara de mala hostia del matrimonio Aznar; primero de Ana Botella y después a su maridito Jose Mari, descolocados de nuevo ante su eterno virus mediático (el reportero argentino estuvo inmenso a la hora de encrespar al despreciable –sí, lo sé, soy muy subjetivo- ex presidente), no tuvo precio. El progresivo desazón reflejado en el rostro de Urdaci, al gran Arturo Valls en su sección íntima entrevistando a los famosos televisivos en un urinario y la cobertura de la ‘Fiesta de San Canuto’ hicieron de sus reportajes lo mejor de la noche. Eso sí, muy politizados a la hora de ser complacientes con el presidente Zapatero, algo que va mucho con su presentador principal (Fuentes siempre ha sido un servil pelota) y que supone una tremenda desorientación en los propósitos del programa.
El caso es que, a pesar de lo malo, lo positivo prevaleció en su primer paso hacia ese largo camino que les queda para alcanzar el difícil grado de acidez y provocación de los viejos tiempos. Una mordacidad y aticismo que precisamos en un momento en que la televisión está necesitada de aquel programa que algunos recordamos como el atenuante más eficaz contra las espantosas resacas de aquellas inolvidables tardes de domingo.