martes, 1 de febrero de 2005

'Alone in the dark', críticas cojonudas

‘Alone in the Dark’ es la adaptación del videojuego de los 80 que ha llevado a la pantalla Uwe Boll (‘House of Dead’), con Christian Slater, Tara Reid y Stephen Dorff como protagonistas.
Estas son algunas de sus primeras críticas.
“Esta película de terror, basada en un clásico del video juego de Atari, no es sólo un filme intensamente inepto a cualquier nivel, sino que uno se pregunta cómo el distribuidor no lo ha sacado directamente a DVD o, mucho mejor, lo ha tirado a la basura”.
Stephen Holden, NEW YORK TIMES.
“Tara Reid, la perpetua chica 'divertida' de las películas para adolescentes interpreta aquí a una arqueóloga. Sólo eso debe darnos una pista de lo excesivamente malo que es este filme”.
Bob Townsend, ATLANTA JOURNAL-CONSTITUTION.
“Hay muchas películas estúpidas que se pueden disfrutar si se desconecta el cerebro y no se quiere pensar. ‘Alone in the dark’ no llega ni a eso. Es demasiado infame como para llegar a entretener”.
Michael Wilmington, CHICAGO TRIBUNE.
“Es lo peor que se ha visto en mucho tiempo. Mucho más funesto que cualquiera de las peores películas que se hayan rodado últimamente. Slater y Dorff, bien… han actuado de un modo tan pésimo en peores películas. No, perdón. No lo han hecho. Esta es la peor”.
Frank Swietek, ONE GUY'S OPINION.
Y digo yo… con críticas como estas ¿quién quiere amigos?

lunes, 31 de enero de 2005

Goyas 2004: Una lamentable e insufrible gala

Exigua, antiestética, aburrida, sin emoción ni gracia, deslucida, cutre, mal realizada, sin ideas, sin empaque, incoherente, paradigma del antiglamour, deteriorada por su indolencia… Así fue la gala de los Goya 2004. Ni más, ni menos. Puede parecer algo rudo, pero era también predecible. Durante los últimos años la fiesta de los premios de la Academia se ha convertido en la derivación de la decadencia de nuestro cine, de la crisis que muchos pretenden desmentir con impudor. Lo lógico era suponer que la entrega de los Goya de ayer se fructificara en lo que todos vimos a través de la pequeña pantalla: unos premios sin encanto, políticamente correctos (se les ha acabado las ofensivas políticas) e insustanciales, de una simpleza insultante. Más allá de la luctuosa y alarmante situación del séptimo arte nacional, la gala se convirtió en todo menos en una fiesta en honor a los mejores profesionales en cada una de las distintas especialidades del sector cinematográfico nacionales. También puede que sea cierta la previsibilidad de las estatuillas para la película de Alejandro Amenábar ‘Mar Adentro’ (algo que se sabía desde el día en que se estrenó la cinta allá por septiembre), que se llevó todas sus nominaciones menos una, en total 14 premios. Pero eso no es excusa suficiente para justificar un espectáculo tan pobre como el que tuvimos la suerte de soportar ayer noche.
Lo primero, la execrable e inicial intención de que todo fuera ágil y con ritmo, para lo que se contribuyó al ridículo más degradante con unos micrófonos (debajo de los cuales yo imaginé en todo momento a operarios bajándolos y subiéndolos) que descendían a los 29 segundos de que el emocionado agraciado empezara a dar las gracias. Y pasó lo que tenía que pasar. El primer premiado de la noche Tamar Novas, ganador del premio al mejor actor revelación tan sólo había comenzado a mostrar su emoción cuando el aparato descendió sin que éste pudiera seguir, protestando y pidiendo (lógicamente) poder agradecer su premio. Fue y volvió de un extremo al otro lado del escenario, causando una imagen divertida, pero en el fondo triste. A lo mejor, dentro del guión, estaba la posibilidad de jugar con una funcional hilaridad microfónica, pero lo cierto es que fue deplorable, sin ninguna gracia. Tras dos Goyas, el micro se quedó en su sitio. Grandes ideas, sí señor. Impresionante la capacidad de novedad de nuestro cine, reproduciendo las mismas argucias que en los Oscars. Lo que no llegan a entender es que en Estados Unidos, durante la entrega la publicidad dura unos 5 minutos y se reparten más premios, hay más vídeos, más espectáculos en directo, más ‘sketchs’, clips de las películas nominadas, recordatorios al cine clásico, homenajes… y realizado en el mismo tiempo. La idea era que los premiados no se extendieran en sus discursos de agradecimientos, pero en sus cálculos no entraba la viabilidad de que el paupérrimo guión y los chistes sin gracia de los presentadores se quedaran reducidos a sus meras presencias, ni que los intervalos publicitarios se alargaran más allá de los 15 minutos también degradó más si cabe el bochornoso evento.
Emprendió la velada de una forma calamitosa, concediéndose el primer galardón cuando aún había gente sentándose en la platea. Un arranque que iría a peor, por supuesto. Entre las miradas de los invitados y las risas forzadísimas ante los alardes cómicos de un Antonio Resines mimetizado por completo por su personaje de ‘Los Serrano’ (faltaron Bonilla y Molero a su lado), una insulsa y casi imperceptible Maribel Verdú y una desplazada y perdida Montserrat Caballé (emitiendo esa risa que recuerda nostálgicamente a Patán -Muttley- de ‘Los Autos Locos’), disipando cualquier atisbo de interés que pudiera haber. La realización de Juan Luis Iborra fue lamentable. No hubo recuadros que mostraran las caras de los nominados en las categorías más importantes, ni videos de ningún tipo, descoordinación entre cámaras, personajes que entraban a destiempo, repetición de rostros en la hermosa canción de Amaral durante el homenaje a los desparecidos… Un estrepitoso fracaso. Digno de la imagen que da nuestro cine a esa mitad de los espectadores españoles que no acuden a ver un filme español sólo por el hecho de serlo.
Los premiados dieron una imagen del todo lastimera, mendigando a los ministros y al presidente Zapatero que, como gran ‘bienqueda’, se acercó para salir en la foto. Que si el ‘top manta’ por aquí, que si los de efectos especiales necesitan ayudas allá, que si la piratería hace mucho daño, que gracias a los que han comprado el DVD y no lo han comprado en otros sitios… En fin. Todos sabemos el gran drama que supone el ‘top manta’ y la piratería, pero en el discurso de Mercedes Sampietro ya quedó bien claro. No hacía falta de dar esa imagen de usuras y miserias.
Los vídeos de ‘Juego de niños’, con pequeños infantes desarrollando sus propias teorías sobre lo que es el mundo del cine no estuvo mal, pero original… original… no es, la verdad. Hubiera sido más divertido hacerles las mismas preguntas a los ministros o al público español que sólo acude al cine americano. Conocer qué es lo que quieren o por qué eligen una ‘peli’ yanqui a la hora de ir al cine. O, por lo menos, más instructivos. Qué sé yo. Porque si lo que se quiere es llenar las salas donde proyectan cine hecho aquí ilustrando su imagen con la gala de ayer… Por otra parte, si, como destaca ‘El Mundo’, lo más divertido es la imitación que el actor Paco León -de 'Homo Zapping'- hizo de la presentadora de televisión Raquel Revuelta o la aparición de los ‘Guiñoles’ de los ministros Solves y Carmen Calvo, vamos mal.
Dos ejemplos de bochorno visual; Florentino Fernández sale con un caballo llamado Malagueño. A lomos del equino está Bibí Andersen (Bibiana Fernández) y ambos dan un premio o… ¡y esto es lo incomprensible!... Victoria Abril promocionando sus polémicas canciones de ‘bossa nova’ en francés, cantando antes de dar a conocer el Goya al mejor guión original. Me imagino la estampa.
.- Victoria Abril: Para dar sortilegio al asunto, ya que soy una reconocida estrella del cine español sin la que la gala no sería lo mismo, puedo salir y cantar una canción.
.- Iborra: Ah, pues sí. Gran idea.
Simplemente patético.
Tal vez lo único que salvo el ridículo más espantoso fue la elegancia y el porte de ese gran hombre que es Antonio Gala que otorgó el Goya al mejor guión adaptado a José Rivera por ‘Diario de una motocicleta’ y esperó, como es lógico, a que éste bajara. Nadie lo hizo. Y en este violento lapso de tiempo hasta que alguien salió a advertirle de la ausencia del premiado, el poeta salió al paso con dos frases de cosecha propia que supusieron la nota más divertida a la aburrida fiesta. Un sobresaliente para Gala, otro suspenso para la Academia e Iborra. También resultó curioso que Celso Bugallo en vez de dedicarle su Goya como secundario a Alejandro Amenábar lo hiciera ofreciéndoselo a Fernando León de Aranoa al que le dio las gracias por su papel en ‘Los lunes al sol’. Irónico y sorprendente.
La locuaz frase de José Luis López Vázquez “mira, un Goya” dio paso a un largo monólogo de agradecimiento ajustado a un pequeño guión que el gran genio había escrito para la ocasión. Un hecho que si bien restó frescura al emotivo instante de gloria del intérprete, se le perdona por todo lo que ha hecho por nuestro cine. Un apena, porque se le percibe muy mayor y achacoso.
En conclusión: que confrontando la entrega de ayer noche con cualquiera de otras anteriores ediciones mucho más criticadas. Hoy, por tanto, Antonio, perdón, Antonia San Juan puede dormir mucho más a gusto.
LO PEOR
.- Saber quién iba a ganar cada Goya (no sólo por ‘Mar adentro’, sino en absolutamente TODAS las categorías, incluidas las de cortometrajes, documentales…)
.- La indecente tendencia a la heterogeneidad más ‘freak’ y desconcertante de las parejas que daban premios (Alaska –luciendo un ridículo vestido de burbuja de Freakxenet- y Raphael, Resines y la Caballé, Fernando Tejero y ‘Mo’ Cruz, Santi Millán y Pastora Vega, Concha Velasco y Luis Tosar
.- La realización de Iborra.
.- El 98% de la noche. Insufrible.
LO (poco) MEJOR
.- La voz de Amaral.
.- La improvisación de Antonio Gala.
.- Los aplausos y la platea en pie ante el gran José Luis López Vázquez.
.- Javier Bardem dedicando el premio a "Luis Tosar por habérselo entregado".
.- Que terminara en las tres largas y agónicas horas anunciadas y no se alargara más.

Pequeña película de culto: 'Deep in the woods'

El terrorífico lobo feroz
El debut de Lionel Delplanque oculta su pobre argumento tras una lograda estética visual que recuerda en todo momento a los grandes genios del ‘giallo’ italiano.
Premiada en festivales como los de Deauville o Sitges y acogida con la venia de crítica y público, la obra debut de uno de esos directores llamados a ser el enésimo ‘enfànt terrible’ del cine galo, el joven Lionel Delplanque, fue una de las películas más destacadas de hace ya algunos años. Un director con gran sentido del espectáculo visual enquistado como nueva esperanza del cine europeo de terror. El argumento de ‘En lo profundo del bosque’ es la ofrenda al famoso cuento anónimo ‘Caperucita Roja’, tomado aquí para inquirir en las diversas y tenebrosas sublecturas que tiene la célebre fábula infantil (sobre todo en lo que se refiere al lobo feroz) y de paso desmembrarla y fusionarla a elementos psicoanalíticos y enfermizos, al horror, la aberración y una constante inquietud que sostiene, con agilidad irregular, una trama tan pobre como previsible, pero a su vez dotada con un infrecuente atractivo sombrío y turbio.
Las imágenes, a medio camino entre la espectacularidad y el sortilegio, llenas de fuerza y visualidad, impregnan su espíritu de los grandes logros de los maestros del ‘giallo’ italiano. Delplanque hace un descarado facsímil intencional de muy cuidada especulación cinematográfica, bebiendo de los manantiales referenciales de Dario Argento, Mario Bava, Ricardo Freda y, en más de una ocasión, de Michele Soavi, con el que encuentra varios puntos paralelos. ‘En lo profundo del bosque’, carente de trasgresión en cualquiera de sus conceptos fílmicos, potencia su escaso interés en un esplendor visual asentado en la potencia del sentido narrativo que Delplanque recarga hasta el refinamiento más excesivo. Virtud y vicio de una exigua cinta ‘gore’ que, por algún extraño motivo, está destinada a ser, con consecuencia, una obra de culto de futuras generaciones. Tal vez, el guión de Annabelle Perrichon y el propio director, encubra, tras una necedad absoluta y carente de sentido, previsible y tediosa, una sólida proposición de la expresión más definitoria acerca de la obsesión y la demencia, vinculando ambos conceptos con una perturbación basada en el sexo y la muerte.
‘En lo profundo del bosque’ recuerda, en casi todo su desarrollo en interiores, a una obra de similares características que se ha perdido en la memoria de la cinematografía gala como es ‘Game Over: se acabó el juego’, de René Manzor, filme con el que el debut de Delplanque tiene infinitas conexiones formales y argumentales, sobre todo en la intencionalidad neogótica y oscurantista de sus imágenes. Pero con una gran diferencia entre ambas, ya que el nuevo realizador francés se toma tan en serio su labor de narrador visual, su condición de nuevo talento prometedor, engrandeciendo tanto su figura, que termina por convertirse en el dómine de la función, haciendo que su labor esté por encima de cualquier otro aspecto del filme. Desprovista del habitual humor cínico e irónico de los últimos productos norteamericanos, ‘En lo profundo del bosque’ plantea una inquietante subversión en la reiteración del género, en su siniestro ambiente, en las cuidadas imágenes que buscan constantemente el decoro y la belleza sensual, el ornamento de un escenario realzado por la luz y la fotografía de Denis Rouden, que llegan a recordar a algún grabado de Mondadori.
El lóbrego castillo, todos sus personajes dotados de una antipatía insoportable y una sexualidad ambigua y sediciosa (factores vitales para mantener esta mediocre cinta), el efectismo sutil de los asesinatos y algunos retazos de brillantez trasgresora son los elementos destacables de un guión disforme y empobrecido, pero con ciertos momentos de gracia inesperada (como la aparición surreal y estúpida de un policía extraño, el fabuloso prólogo gótico o algunas secuencias del ‘body count’ argumental) que otorgan al filme de Delplanque el beneficio de la duda. ‘En lo profundo del bosque’ denota, como conclusión, varios puntos de interés hallados, fundamentalmente, en su definida puesta en escena y en su bellísima tonalidad visual. No obstante, esta ópera prima malgasta ése potencial con una carencia absoluta de originalidad u ofrenda clasicista, disipada y empobrecida por un planteamiento genérico insustancial y soporífero que escuda su calidad en la atmósfera fantástica y malsana, casi surreal, que acaba por transformarse aquí en la gran cualidad que hará de esta pequeña cinta de terror una obra de culto.

domingo, 30 de enero de 2005

El primer gran gilipollas

La siguiente historia era de esperar. Pero... ¡no tan pronto!
Lo cierto es que sabemos que los ‘fanfreaks’ aguardan contra viento y marea cualquier cosa por destacar como preponderantes seguidores de cualquier movimiento englobado en movimiento freakie, enfervorecido, incluso fanático de alguna corriente cinematográfica, musical, tebeística y de cualquier otra índole.
Todos estamos al corriente, avizores diría yo, por el desenlace de la nueva trilogía ‘Star Wars’ de George Lucas, el lóbrego y oscuro colofón que se presume como mejor de esta saga tan seguida por millones de prosélitos del mito galáctico. Tendremos que esperar hasta el 19 de mayo de este mismo año. Cinco largos meses en los que aguardaremos la transformación del joven Anakin en Darth Vader y toda la genealogía que ello provocó. Seremos testigos del fanatismo que prodiga la saga de Lucas, con rumores, nuevos trailers, spoilers varios y una expectación casi desmedida, pero convencional, si tenemos en cuenta el fanatismo y los fans que se ha prorrogado a lo largo de muchas generaciones.
Lo que ya no es tan normal es cómo se adelantan los ‘freakies’ más reivindicativos al evento que supondrá su estreno mundial. Y es que en Seattle ya hay un enloquecido fulano seguidor galáctico que ya está haciendo cola para convertirse en el primer hombre en la tierra que hace cola para ver en primera línea de fuero la tercera parte de esta segunda trilogía. Su nombre es Jeff Tweiten, autodenominado "Superfan 1138" (por aquello de hacer un homenaje a la primera película de Lucas). Un tío algo anormal, febril obsesivo de la Saga de las Galaxias que escribe su propia weblog plasmando el día a día de una espera que se me antoja terroríficamente interminable. Sé que para él será su particular vía crucis, en la que el esfuerzo y sufrimiento (nada menos en Seattle, una de las ciudades donde más llueve de USA) se verá recompensado cuando vea esta película destinada a ser uno de los grandes taquillazos del año.
Tenéis la weblog de semejante descerebrado con ínfulas de freak mediático aquí, donde nos cuenta y contará con todo lujo de detalles (si que os interesa) la desventuras del primer anormal que pasará más de cuatro meses a la intemperie para ver ‘Star Wars: Episode III - Revenge of the Sith’.

sábado, 29 de enero de 2005

GET A LIFE, por el mítico Frunobulax

Frunobulax, uno de los amigos 'blogueros' más aguerridos y perspicaces de este absurdo mundo que se ha dado en llamar la 'blogesfera' ha parido, con su sapiencia y estilo inconfudible, uno de los mejores y más trabajados post de los últimos tiempos. Reconozco que cuando lo he visto me he sentido imbudio por un sentimiento de aprensión y sana envidia, ya que mi intención era escribir un evocativo espacio para una serie de culto que, con el tiempo, ha pasado a ser imprescindible en la memoria catódica colectiva. Como bien dice Fruno, "es la mejor telecomedia de todos los tiempos".
Me refiero, como no podía ser de otro modo, a la magistral 'Búscate la vida (Get a Life)', esa serie de proporciones antológicas, de humor irrepetible que ha extendido su magnificencia hasta pasar a ser una de las series más invocadas de todos los tiempos.
Los que me conocéis bien, sabéis lo adicto, incondicional y sectario que llego a ser con esta serie protagonizada por esa deidad del humor que es Chris Elliot. Por eso, antes de seguir enhebrando adjetivos ponderativos hacia esta serie de culto, es mejor que os quedéis con la inmejorable versión que se concede en Frunobuland.
Disfrutadla, porque me merece la pena y agradezcámosle a su autor el tremendo esfuerzo por su gran trabajo de calidad. Y eso que aún nos queda lo mejor.

Llegó el nuevo CQC

Tres años después de su desaparición, ayer regresó, sin hacer mucho ruido, ‘Caiga quien Caiga 2’ a la parrilla de los viernes, el día que comenzara su predecesora. Se había hablado mucho de la vuelta del carismático programa que Wyoming y su ‘truope’ se encargaran de transformar en un fenómeno de culto basado en el espíritu crítico y cínico, en una nueva forma de reporterismo callejero. La sombra del genuino formato (creado en argentina) pesó como una losa en el estreno del Nuevo CQC. Ya no existe el cochino jabalín, ahora el fetiche visual que han querido avanzar como efigie distintiva de los objetivos intencionales del espacio es una mosca cojonera, lo que pretende sugerir la ideología cabrona y sarcástica que aspira fomentar esta nueva etapa.
Pero vamos al grano, al dictamen subjetivo.
Los nuevos presentadores son los que salen peor parados del primer ‘CQC’ de la nueva temporada; Manel Fuentes, Arturo Valls y Eduardo Aldán despiertan una excesiva evocación de Guayo, Juanjo de la Iglesia y Javi Martín. Y es de recibo, ya que Manel Fuentes (un tipo al que, personalmente, detesto) es un tipo sin gracia que se cree divertido, un presentador ceñido al guión, donde sus desaboridos chistes están estudiados al milímetro, sin espacio para la improvisación. Y esto, en la dimensión de acrimonia a la que aspira ‘CQC’ no funciona ni de coña. Valls no encuentra su ubicación en la mesa, siempre fue (y será) mejor reportero de calle, donde ofrece sin duda alguna sus mejores momentos, su desvergüenza procaz e irredenta. El tercer vértice del trángulo, Eduardo Aldán, pasó inadvertido, falto de cualquier atisbo de personalidad, descafeinado y aburrido como nadie. La mesa, por tanto, está a años luz de la predecesora, de sus improvisados ‘gags’, de su limpieza cínica y, sobre todo, del carisma que desprendían aquellos hombres de negro. Aquí, el diseño y la estudiada imagen no ofrecen nada inédito. Me hizo gracia, no obstante, esa tendencia al ‘look’ de 'peinados cuidadosamente despeinados' que lucen todos. En fin.
Todos suponíamos que sorprenderían o arriesgarían en sus nuevas secciones. Por eso no entiendo ese ‘zapping’ transformado en un reiterativo ‘Resumen semanal de noticias’ como esfera ineluctable de cualquier programa. No le vi sentido, ni gracia, ni fuerza, lo que supone otro motivo más para echar de menos la crítica despiadada y la sátira mordaz de su antecesor (qué buenos recuerdos despierta aquella mítica sección 'Actualidad en un minuto'). Otro de los monumentales errores en el que todos coinciden es en la desacertada intervención del vallisoletano Javier Díaz, ese travestido que todos conocemos como Deborah Ombres y que, paradójicamente, tiene su gracia (tan transgresora y 'fashion') en ‘MTV Hot’, pero que ayer resultó execrable con su desproporcionado discurso semiterrorista contra el cine español. Si a eso le sumamos un ritmo en ocasiones excesivamente acucioso, una plétora de postproducción visual que, en principio resulta muy impactante y divertida (con puñetazos, peloteos, enfurecimientos y rayos lanzados por los ojos), pero que acabó por saturar o la evidente falta de estabilidad en su guión ofrece como conclusión que, como es lógico en cualquier primer programa, es necesario tomar nota y mejorar.
Pero no todo iba a ser malo. Desde un punto de vista personal, ‘CQC 2’ me gustó por varias razones. Como digo, relegando la memoria de sus precursores, los nuevos reporteros de calle, los ‘hombres de negro’ de micrófono en mano, Christian Gálvez, Fernando González y Juan Ramón Bonet estuvieron a la altura de las circunstancias, mostrándose seguros y resolutivos a la hora de tocar los cojones a los entrevistados mejor que nadie, haciendo olvidar por momentos (cosa que no era difícil) a Tonino y Sergio Pazos y acercándose siempre más a los estratos sardónicos de Pablo Carbonell que a la refinamiento disciplinado de Juanjo de la Iglesia. Y ahí es donde residió lo mejor de la noche. Ver la cara de mala hostia del matrimonio Aznar; primero de Ana Botella y después a su maridito Jose Mari, descolocados de nuevo ante su eterno virus mediático (el reportero argentino estuvo inmenso a la hora de encrespar al despreciable –sí, lo sé, soy muy subjetivo- ex presidente), no tuvo precio. El progresivo desazón reflejado en el rostro de Urdaci, al gran Arturo Valls en su sección íntima entrevistando a los famosos televisivos en un urinario y la cobertura de la ‘Fiesta de San Canuto’ hicieron de sus reportajes lo mejor de la noche. Eso sí, muy politizados a la hora de ser complacientes con el presidente Zapatero, algo que va mucho con su presentador principal (Fuentes siempre ha sido un servil pelota) y que supone una tremenda desorientación en los propósitos del programa.
El caso es que, a pesar de lo malo, lo positivo prevaleció en su primer paso hacia ese largo camino que les queda para alcanzar el difícil grado de acidez y provocación de los viejos tiempos. Una mordacidad y aticismo que precisamos en un momento en que la televisión está necesitada de aquel programa que algunos recordamos como el atenuante más eficaz contra las espantosas resacas de aquellas inolvidables tardes de domingo.

Hablando del Doctor Lecter

El otro día charlando con el afable Ángel Sala, al que tuve la oportunidad de conocer en la Muestra de Cine Fantástico y Ciencia Ficción de Calle 13 organizada por el aguerrido Adrián Guerra, me comentaba en plena Gran Vía el director del Festival de Sitges su simpatía cinematográfica por un director tan controvertido como Ridley Scott, incluido por supuesto su faceta de director comercial actual con sus títulos 'Gladiator', 'Black Hawk Derribado' y 'Hannibal', aportando sus respetables argumentos sobre un director al que le tengo que conceder mi aplauso ante una película tan despreciada como es su última cinta hasta el momento, 'Los impostores (Matchstick Men)'. Yo, desde que tengo uso de razón cinéfila dejé de creer en Ridley cuando abandonó su creación de obras maestras para realizar penosos 'blufs' como 'G.I. Jane', creo que mis preferencias se apegaron más a Tony Scott, un cineasta menos pretencioso y más honesto con su estilo el publicitario y estilizado que su hermano ni siquiera sabe fomentar, perdido en un cine sin personalidad y comercialoide. Eso sí, coincido con el señor Sala en que 'Kingdom of Heaven' tiene muy buena pinta.
Aprovechando que hace un par de semanas pasaron por Antena 3 la segunda parte de 'El silencio de los corderos', os dejo la crítica que entonces publiqué de 'Hannibal' en un añorado medio de la red como era el desaparecido y galardonado 'Elbardelauni'.

Lecter en libertad, mucho peor que encarcelado
Con una atmósfera oscura y lograda, la decepcionante ‘Hannibal’ intenta ocultar una trama fallida y comercial bajo un multidimensional Anthony Hopkins.
Levantadas las expectativas más favorables de esta esperada continuación de la obra maestra del thriller moderno ‘El silencio de los corderos’, lo mínimo que se podía esperar de ‘Hannibal’ era que el consumido talento de Ridley Scott recogiera las más destacadas partes de la irregular novela de Thomas Harris destinada a su adaptación para la gran pantalla y lograr el milagro. Pero no ha sido así. El hilo argumental se equipara pues, al espíritu de la obra literaria, es decir, a una evidente falta de progresión, astucia imaginativa y oscura psicología subvertida que nos ofrecieran hace más de una década tanto el propio Harris como Jonathan Demme. La multimillonaria ‘Hannibal’ basa su fórmula en una interesante dicotomía entre el bien y el mal escindida por la ambigüedad de las relaciones que mueven a sus personajes, animales adoradores y aprensivos de la inmensa figura que hace mínimamente sugestiva la novela y el filme: la efigie omnipresente, rozando la deidad iconográfica, de un Doctor Hannibal Lecter a campo abierto, libre, pero en el fondo encerrado en una intriga insuficiente.
Sin embargo, y a pesar de algunas notas de calidad, mínimas en esta nueva entrega del psiquiatra antropófago, Ridley Scott acentúa su falta de recursos adaptando el impreciso guión (emulsión de dos estilos tan dispares como el del clásico de la literatura americana David Mamet y el ‘productivo’ Steven Zaillian) a las prescripciones comerciales del thriller actual, abiertas en cierta medida por la antecesora de ésta, sustituyendo la eficacia y el talento de fondo de ‘El silencio...’ por los suntuosos aciertos visuales de impacto de un Scott más malabarista y estético que nunca. El director de ‘Blade Runner’ juega con su habitual y conseguida doctrina visual, elegante y enérgica, muchas veces brillante, llena de tonalidades obscuras y siniestras, cálidas y yertas al mismo tiempo, para ofrecer un ‘tempo’ narrativo ascendente que, si bien se muestra exacto y minucioso, acaba por agotar su esencia en un soporte lacio, en una trama demasiado voluble que no da más de sí. El veterano cineasta, pese a recuperar para la ocasión grandes momentos de su pasado genio visual, certifica su exigüidad creativa recurriendo a un autoplagio que envuelve la atmósfera, el elemento más puro del filme. Con una lograda fotografía de John Mathieson, ‘Hannibal’ juega con las sombras, los intencionados claroscuros, con un frágil aroma neogótico que no es suficiente para evadir la responsabilidad que tenía el filme con respecto a su precursora.
Si bien sostiene un pulso final correcto, minado a lo largo de la cinta con pequeñas dosis de violencia psicológica que lleva al espectador a un epílogo harto previsible, ‘Hannibal’ no deja de ser, al fin y al cabo, un artefacto comercial, falsa creación con vocación de transgresión (final de ‘impacto’ inolvidable) que se evapora en su propio desarrollo, en los nudos que sus prestigiosos guionistas no han sabido atar por culpa del ente mercantil impuesto, adoptando los cánones que se derivan de la taquilla. Sin embargo, lo mejor de la función recae en el verdadero protagonista de todo el artilugio, en Lecter, en un Anthony Hopkins multidimensional, ampliando el enfermo universo de su creación a través de límites interpretativos que sólo él sabe reflejar con una simple mirada, con gestos microscópicos y llevar la figura del caníbal a un extremo que se sale del total de la película. Por su parte, Julianne Moore se encarga de dar profundidad a la agente Clarice Starling y deja claro que su enorme talento está por encima de los personajes en que se convierte.
‘Hannibal’ es, en definitiva, un potente golpe de efecto, planificado escrupulosamente por un megalómano Scott poseído por la carestía de la fuerza interna, de la magia cinematográfica. El ritmo apagado, pero convulso, vivo en el fondo, falto de la esencia que Jonathan Demme demostrara en ‘El silencio de los corderos’ hace que la comercialidad haya sustituido a la inquietud, al terror, a la perturbación y al escalofrío para dejar una evidente y alargada sombra de una primera parte que perdurará a lo largo de los tiempos fílmicos.

viernes, 28 de enero de 2005

'Elektra': Desabrida muestra de aburrimiento sin fin

Esta tarde, después de desgustar una de esas tremendas paellas tan inmejorables y solemnes que cocina mi madre, me ha apetecido, no sé aún porqué razón, ir a ver ‘Elektra’, sólo por comprobar el buen estado de forma de esa sensual valquiria en que se ha transformado nuestra querida ‘Alias’ Jennifer Garner. Esos labios pulposos, su esbelta figura de intensa sutileza, esos hoyuelos cuando sonríe. En fin, qué os voy a contar: Jennifer Garner.
Y en qué momento se me habrá ocurrido.
Luchando contra el sueño de una casi inexcusable siesta, ‘Elektra’, me ha producido un penetrante tedio, aburrimiento en estado puro. Tras un prólogo de unos cinco minutos que genera buenas expectativas, con brío y pundonor genérico, la cinta empieza a ser soporífera en su plano posterior, donde vemos a la heroína fregar el suelo eliminando su ADN (sic). En la butaca, removiéndome indolente, he asistido a uno de los pestiños hollywoodienses más infectos de la última temporada. La película, dirigida sin ningún tipo de percusión ni energía por el descafeinado Rob Bowman, es una insustancial monserga, horrorosa adaptación de los cómics de la Marvel, que pretende hacernos engullir un producto realmente infumable. Todos los tópicos habidos y por haber, cualquier sinapismo del mal cine de acción, del llamado ‘matrixismo’ endeble y unas inapetentes, lentas y exiguas escenas de lucha son los inconsistentes mecanismos de una película que se hunde a las primeras de cambio.
Para colmo, no podía faltar ese ‘flashback’ en ralentí evocando la tragedia infantil que ha traumatizado a la heroína, ni su expiación redentora a la hora de matar a una niña de trece años (que, al fin y al cabo, es su trabajo) para protegerla después, ni siquiera dos de las más ridículas escenas de ósculo fílmico visto en una pantalla. No es normal, por ejemplo, que hasta pasada una hora los guionistas guarden celosamente un secreto llevado al paroxismo del ridículo, información intrascendente una vez conocida, ocultando una simplista clave al espectador para despertar algo de interés, pero que acaba por dejar a la platea bostezando, mirando el reloj o, en mi caso, al borde del colapso apático, especulando sobre qué debía estar pensando el tal Bowman este cuando dirigía o imaginándome a Raven Metzner, Zak Penn y Stu Zicherman fumando toda clase de hierbas psicotrópicas mientras escribían semejante guión. También, por supuesto, qué hace un veterano y genial actor como Terence Stamp en un subproducto de este calibre. Poderoso caballero…
Inerme, insípida, aburrida y definitivamente nefasta, ‘Elektra’ no es sólo un subversivo agravio a los amantes del cómic de la Marvel (hay que ver lo deteriorados que salen todos los secundarios: Piedra, Tatuaje, Stick, María Tifoidea…), sino a cualquiera que pique como yo y se acerque a ver esta desabrida muestra del mal hacer cinematográfico.
En palabras agrestes: “Mala de cojones”.

jueves, 27 de enero de 2005

Feliz e impensable (no por ello no esperada) noticia televisiva

Sí, amigos... Andreu Buenafuente logró anoche por primera vez en años algo que hasta hace poco parecía imposible. Y es que superó en audiencia a Xavier Sardá. Buenafuente recibió en su programa a Miguel Bosé, al que acompañó la estrella de su último y polémico videoclip, la superestrella del cine porno Nacho Vidal (al que envidio en exceso y con rencor por haber protagonizado escenas sexuales con Tera Patrick).
El gran Andreu también entrevistó a Carmen Maura que departió brevemente de su próximo filme a estranar: 'Entre vivir y soñar', última de Alfonso Albacete y David Menkes. La nota musical corrió a cargo de Bryan Adams, con el que surgieron los mejores y más divertidos momentos del programa, ya que por poco se les olvida que el canadiense cantara su canción.
'Buenafuente' volvió a batir ayer su récord de cuota de pantalla al alcanzar un 30,8% (2.311.000), superando en 3,5 puntos la cifra lograda el martes. Hace una semana registró 2.179.000 seguidores (26,8%). Tras 'Buenafuente', la serie 'Sexo en Nueva York' (serie a la que llevo meses enganchado -de hecho estoy preparando algo de esta producción para el Abismo- y que ayer, erróneamente, se empezó a repetir desde el cápítulo 13, espero que no se repita) sumó un 22,4% de share (476.000).
A partir de medianoche, 'Crónicas marcianas' ocupó el segundo puesto por detrás de 'Buenafuente'. El programa de Sardá registró un share de 28,7 puntos con 1.731.000 telespectadores cuando hace sólo siete días obtuvo un 34,4% (1.920.000) de modo que pierde en tan sólo una semana 5,7 puntos de media.
Esta misma noche acabo de recordar las palabras de Sardá el día posterior de que Buenafuente estrenara su show aludió a que 'Crónicas Marcianas' había superado en bastantes puntos al humorista de El Terrat. Lo hizo de un modo cínico, con recochineo.
Hoy mismo, Buenafuente, dando otra lección de elegancia y saber estar, lo primero que ha dicho ha sido "Muchas gracias. Gracias, ya saben por qué" y ha efectuado su brillante monólogo de inicio. Ahí, sin hacer sangre ni darle excesiva importancia.
Sé que muchos han esperado este momento, han intentado enfrentar a los dos comunicadores posicionándose con uno u otro. Y entre ellos, yo. Lo reconozco y sé que está feo. Pero también tengo que reconocer que la audiencia me está soprendiendo. Era hora de un cambio o por lo menos, como ha sucedido, de una alternativa digna. Cada uno a lo suyo y que todos vean lo que les venga en gana.
Bueno, amigos, voy a dedicarle una hora y media al gran Andreu.
Ah, se me ha olvidado apuntar que hasta 'La azotea de Wyoming' recuperó 4 puntitos y se fue a unos decentes 17,7% de share.

60 años de la mayor atrocidad en la Historia de la Humanidad

He de reconocer que se me han vuelto a poner los pelos de punta, que no he podido tragar saliva mientras observaba (por enésima vez) las atroces imágenes del campo de concentración nazi de Auschwitz y al superviviente del Holocausto Wladslaw Bartoszewski decir emocionado que “los judíos eran tratados como bichos que había que exterminar”. Es vergonzoso para el ser humano concebir algo como lo que tuvo lugar en Auschwitz, uno de los muchos campos de exterminio creados en Wannsee a partir de 1941 por Himmler y los ejércitos de Hitler para llevar a cabo la ‘solución final’, que consistía matar a los más de diez millones de judíos que habitaban en los territorios ocupados por los ejércitos del Führer. También que reacción popular a las leyes de Nuremberg y las matanzas contra los judíos. Auschwitz, Mathausen, Treblinka, Dachau y demás campos en Alemania y Polonia atribuyeron el apogeo del intolerable régimen nazi y de monstruos asesinos como Streicher y Rosenberg, que trazaron el plan más depravado del anticristo que fue Hitler con el apoyo de Goebbels y los grandes mandatarios nazis.
Aún no comprendo cómo hace tan sólo seis décadas pudo suceder algo así. No me gusta escribir en el Abismo de política, ya lo sabéis, pero es que ahora que se cumplen 60 años del mayor genocidio de la Historia, hay que reflexionar sobre estos hechos, sobre ideologías que no se han extinguido, que perviven en grupúsculos en forma de antisemitismo oculto, como el acoso y creciente discriminación de los musulmanes en Holanda o, paradójicamente, lo que están haciendo los judíos con el pueblo palestino. Hay que tratar por ello de evitar que el mundo olvide sus causas y consecuencias. No sólo por rememorar el aterrador recuerdo de Auschwitz y que hoy estamos en paz. Ni mucho menos. Cierto es que sirve como memoria histórica y despolitizada para que las generaciones venideras sean conscientes de la historia y sus errores, pero también hay que tratar de combatir el origen del odio, las causas que hicieron posible aquella y otras aberraciones colectivas. Tampoco hoy se ha recordado que la Iglesia Católica (más preocupada por el uso del preservativo que de su propia memoria) fue cómplice de estos sucesos por el pacto que hicieron los nazis con el partido católico alemán de Von Papen, consiguiendo así llevar a cabo el exterminio judío.
Seis millones de personas murieron durante aquel sinsentido. Hoy es un día para pensar en aquello, el mayor crimen contra la Humanidad de todos los tiempos. Pero lo importante de todo es que nunca olvidemos aquella incomprensible atrocidad.