jueves, 16 de diciembre de 2004

Raquel, Raquel... Quién te ha visto y quién te ve..

Nuestro gran amigo Antonio Trashorras "Trashi" en su weblog 'Un toque de azufre', la definía con una certera frase: "Raquel Sánchez-Silva, la tipa con la mirada y la sonrisa más perversas e inteligentes del momento". Y es cierto, esta chica tiene una de los rostros más canallas, atractivos y magnéticos de la televisión. Su sonrisa pícara y cómplice, esa voz medio tomada pero altamente femenina y unos ojos negros de intensidad inacabable son el reclamo para echarle un ojo cada día por las tardes en Canal +.
Raquel es como una catódica de flequillo mal recortado, una ninfa fascinante, una mujer a la que todos nos gustaría conocer muy profundamente.
Eso sí, el amigo Trashi se quedó a gusto dejando clara su combativa posición ante ese programa, para mí inocuo e intrascendente, como es ‘La hora Wiki’ de la siguiente manera: “es el típico revoltijo escatofágico para jóvenes sin referencias ni criterio, puro estiercol periodístico hecho de entradillas sin gracia ni contenido, reportajes apresurados a cargo de redactores incultos y/o desconocedores de las materias tratadas, y tonillo informal-enrrollado que no hace sino insultar a cualquier posible espectador no oligofrénico”.
El caso es que resulta curioso apreciar el abismal cambio de imagen que ha sufrido nuestra heroína desde los tiempos en que presentaba el telediario en TVE y la morbosa hembra de sueños húmedos en la que se ha convertido. La metamorfosis ha sido de lo más vivificante. Raquel Sánchez-Silva es, posiblemente, la chica más insinuante y tentadora de la tele actual.

Hablando de los Beastie

Comentaba el otro día con Daniel "Stratocaster" (a él preferiría que le llamase ‘'Gibson Les Paul', pero no es plan) hablando de música, sobre cuáles creía que habían sido algunos de los revolucionarios de la música y me contaba que uno de esos grupos que marcarán una época trascendental, según este muchachote del norte, eran los Beastie Boys. Y pensándolo bien, tal vez sea verdad, ya que la genialidad de estos ‘freakies’ neoyorquinos revolucionó el mundo de la música cuando se les ocurrió quedarse con el ‘nigga rap’ para samplearle enloquecidas guitarras eléctricas y mezclarlos con diversos ritmos de toda clase y condición sonora.
Y es que, como decía Ramón, los Beastie Boys habían recogido en su estilo más de tres décadas de pop, rock, soul, disco, jazz y rap, confluyendo en la acelerada propuesta de estos blancos de Nueva York considerados los mejores y mayores ladrones que hayan existido en mucho tiempo. Incluso en la evolución tecnológica, desde la primera guitarra eléctrica, el primer sintetizador y el primer DJ que inventara el ‘scratch’ puede entrar en el saco este grupo. Siguiendo las pautas marcadas de Lautréamont, los Beastie Boys son a la música lo que Tarantino al cine (esto último es mío, aunque no es muy brillante).
Ad Rock, Mike D y MCA, desde su primer LP, ‘License to ill’, pasando por sus grandes y míticos ‘Ill Communications’, ‘Hello Nasty’ o la recopilación ‘The sound of Science’, llegando a su último trabajo ‘To the 5 boroughs’ son el reflejo de una carrera dinamitadora, establecida en la furia rítmica y la alteración con que rapean y zahieren (o vilipendian, como queráis) con sus letras, utilizando como arma imprescindible el Hip Hop, el funky, el jazz y el punk más macarra e irreverente.
Creo que mi canción predilecta está en su primer disco, y es el ‘Fight for your right (to party)’, que considero un himno de intenciones que luego han ido puliendo a temazos como ‘Sabotage’, ‘Angli e Olio’ o el ‘Ch-Check it Out’ de su último disco.
Tras seguir hablando un ratito de grupos como ‘House of Pain’, ‘Rage’ y acabando por ‘Portishead’, seguimos pidiendo litros de cerveza y disfrutando alegremente de la vida con estas insustanciales temas de (des)interés general mientras mirábamos a una espectacular chica que, sentada en la barra e intencionalmente, dejaba ver su sugerente tanga de color rosa con rallitas balncas. Algún día habrá que tratar en este weblog un post acerca de la función ornamental y las supuestas ventajas de esta minúscula prenda que le ha quitado el puesto a las bragas, una prenda inetrior que hay que reivindicar, por auténticas e inigualables.
Esto… ya, sí, también me pregunto si necesito terapia.

Soneto XIV de Hongos de Yuggoth. Un poema del maestro

Vientos estelares
Es cierta hora de la penumbra crepuscular, casi siempre en otoño, cuando el viento estelar se derrama por las calles altas de la colina, que están desiertas, pero muestran luces tempranas en cómodes habitaciones. Las hojas muertas se precipitan con giros fantásticos, raros y el humo de las chimeneas se arremolina con gracia extraña, siguiendo geometrías del espacio exterior. Mientras, Fomalhaut vigila a través de las nieblas del sur.
Esta es la hora en que los poetas lunáticos saben qué hongos brotan en Yuggoth y qué perfumes y matices de flores llenan los continentes de Nithon, tales que no se propagan en los pobres jardines terrestres. Pero por cada sueño que estos vientos nos traen, barren otra docena de los nuestros.

miércoles, 15 de diciembre de 2004

Momento 'FyC' mítico

Cansado: Por cierto, esta mañana, Me he comprado el periódico.
Faemino: Joder, estás sorprendente, macho. No hay quien te conozca, tío. Tú no eres de medias tintas. A meterme el periódico... ¡con un par!
C: No, he tenido un día intelectual, hoy. No, pero he comprado un periódico de esos de números, de esos de cuentas y tal ¿no? Que entiende cualquiera, que dice dos mas tres cinco, y no hay mas huevos ¿no?
F: Bah, eso no tiene... bah.
C: Sí, estaba leyendo, venga lee cuentas y números, cuánto cotiza la libra, nosecuanto y tal, y de pronto leo así, en pequeñito, en un de esto, así, un titular pequeñito, y ponía: "SE HA MUERTO EL FARY".
F: ¿QUIÉN, EL FARY? Ese insigne y polifacético cantante de tonadilla españoooooooo?!
C: ¡¡No hombre, no!! ¡¡El científico!!
F: Ah… Que le den por el culo!! Me habías... joder… Me habías asustado, macho! Buah...
C: 32 años tenía.
F: Bueno, pues ya ha vivido bastante ¿no?
C: Iba a pasar un paso de cebra, sin mirar... y lo atropella un coche. ¡¡Será gilipollas!!
F: Y seguro que ha sido un Renault 4 ¡¡amarillo y abollao!! ¡Tú no tienes ni dignidad ni vergüenza!
C: "No..." - dice - "...es que yo soy licenciao por la Universidad de Berkeley..."… ¡¡Tú eres gilipollas!!
F: A ver ¿Para qué te han servio tantos estudios, gilipollas? Míranos a nosotros, sin estudios pero ¡¡VIVOS!! coño. Primero hay que mirar y después cruzar, joder!!
C: No, y luego además decía: "Yo cuando me muera no quiero que me entierren, no, no, no, quiero que me incineren y que esparzan mis cenizas por la naturaleza, para hacerme uno con el cosmos..."
F: ¡Maaaaricón!

Películas que nunca existieron

Cine maldito: las películas que nunca existieron
A lo largo de la historia del cine, algunas películas que se empezaron a rodar nunca se estrenaron. Otras, ni siquiera llegaron a comenzarse. He aquí una muestra.
En los archivos de los fastos del cine existen películas malditas, superproducciones catastróficas, cintas rodadas que nunca nadie se atrevió a terminar y proyectos que, por una u otra causa, se promocionaron, se preprodujeron y, finalmente, jamás vio su rodaje hecho realidad. Existen dos tipos de películas malditas; aquéllas que tras rodarse e invertir auténticas fortunas (casi siempre con rodajes traumáticos) fueron despreciadas por el público y por la crítica y las películas con guiones definitivos, con un casting ajustado a sus posibilidades y el equipo técnico al completo que no se llegaron a concluir o ni siquiera empezar a filmar. Es un hecho no exento de dramatismo que tiene muchos ejemplos a lo largo de la historia del Séptimo Arte. El más reciente, ‘The Man who killed Don Quixote’, de Terry Gilliam, ambiciosa producción marcada por la fatalidad de un clima torrencial y despiadado, una enfermedad que impidió montar a caballo a Jean Roquefort y la toda la adversidad reflejada en el documental ‘Lost in La Mancha’.
Detener una producción siempre es un drama, aunque a veces sea necesario debido a los costes que puedan arruinar una gran productora. ‘La puerta del cielo’, de Michael Cimino, arruinó a la United Artist por su elevado coste. Es un caso ilustrativo de la megalomanía de algunos directores que, hambrientos de épicas aventuras, se embarcan en un viaje sin retorno hacia superproducciones que difícilmente recuperaron su inversión.
Paradigmático es el caso de ‘Cleopatra’, de Mankiewicz, que hundió a la Fox durante algunos años y ‘Apocalypse Now’, de Coppola, macabro viaje a los infiernos reales de Joseph Conrad que tienen su funesta extensión tragicoeconómica en ‘Fitzcarraldo’, de Werner Herzog, rodaje donde se tuvieron que sufrir casi los mismos contratiempos y obstáculos para acabar su film que el personaje central de esta epopeya. Por ejemplo, Einsenstein fue despedido por el millonario Upton Sinclair del costoso proyecto ‘Que viva México’, perdiéndose el control sobre el material rodado y utilizado después en un documental tras las acusaciones de Stalin al cineasta de traición y desviacionismo. Un hecho que se repetiría después en ‘El prado de Bejin’, otro proyecto inacabado. ‘Titanic’ de James Cameron, estuvo a punto de deambular por productoras por su elevado coste que tuvo que unir, por primera vez en la historia, a dos grandes ‘majors’ como Paramount y a la Fox para culminarla y ‘Forrest Gump’, de Robert Zemeckis, que se quedó sin capital para la promoción, son otros dos ejemplos.
Posiblemente si alguien en la historia del cine supo la verdadera tragedia que supone interrumpir una película sin finalizarla, ése era Orson Welles, un cineasta de genialidad inalcanzable que nunca supo terminar sus gestas artísticas. Si el cine no hubiera sido industria, la obra de Welles hubiese avanzado límites insospechados. Pero la cruda realidad es que Welles jamás pudo acabar ‘El Quijote’, un ambicioso proyecto que varios años después intentó acabar Jess Franco sin mucha fortuna. ‘It’s all true’, ‘The Deep’ y ‘The other side of the wind’, con John Huston como protagonista, son cintas que Welles comenzó, dándoles forma de celuloide, pero que desgraciadamente nunca vieron la luz. También es célebre el drama epopéyico que vivieron Joseph Von Sternberg como director y Chaplin como productor en ‘La golondrina’, por la negativa del director alemán a darle favoritismos a Edna Purviance o ‘Yo, Claudio’, mitológica producción que cayó en el vació por la meticulosidad de Sternberg y los caprichos de su estrella Charles Laughton. Y es que ni los grandes maestros del cine se han visto librados de este mal que, muy de vez en cuando, dejan a medias el rodaje de una película. Alfred Hitchcock también trató de rodar dos obras que no tuvieron el esperado final feliz. Una, con Audrey Hepburn, sobre una abogada que defiende a su padre acusado de la muerte de una prostituta, donde la protagonista de ‘Desayuno con diamantes’ fue la causante del desastre por negarse a interpretar una secuencia de violación y otra, la más conocida, ‘Kaleidoscope’, un ejercicio de cambio de ‘Hitch’ al más puro estilo Antonioni en ‘Blow up’ arriesgando con secuencias muy subidas de tono que la Universal se negó a seguir produciendo debido a su alto voltaje sexual y violento.
David Lean nunca pudo ver hecho realidad ‘Nostromo’, carísimo proyecto que nadie quiso producir, ‘Los 900 días’ fue el sueño más preciado de Sergio Leone (en su tiempo costaba 70 millones de dólares) que firmó para rodar dos días antes de su muerte. John Ford tampoco pudo comenzar ‘The White company’, adaptación de una novela de Arthur Conan Doyle o ‘The first deadly sin’, la película que dejó preproducida Roman Polanski con De Niro como protagonista antes de que tuviera que escapar de Estados Unidos por violar a una menor. En el caso de ‘Something’s got to give’, George Cukor se quedó contemplando una y otra vez a Marilyn saliendo desnuda del agua porque la gran estrella de Hollywood moriría sin poder consumar su actuación y despedida de la película.
Existen también proyectos que se han anunciado a bombo y platillo para, con el paso del tiempo, terminar como sólidos rumores en los que localizaciones, arriendos y demás eventos contractuales quedaron en un amago de comenzar gestas fílmicas inconclusas. Así Verhoeven se quedó sin ‘Las cruzadas’, Stanley Kubrick murió antes de anunciar el rodaje de la película de su vida ‘Napoleón’, el ‘Taj Majal’, de Fritz Lang se fue de presupuesto, el mito de Hergé ‘Tintín’ llevado a imagen por Spielberg no cuajó o la ‘opera prima’ abominada de Tarantino ‘My best friend’s birthday’ son casos de trabajos que, por razones diversas, no fueron estrenadas. Un caso extendido a nuestras lindes con el regateo de Andrés Vicente Gómez y su constante recorte de presupuesto que llevó a Álex de la Iglesia a renegar de su guión ‘Fú Manchú’.
Un somero recorrido por algunos de los casos subrayados con una desgraciada providencia que hizo de su comienzo, desarrollo o finalización, una utopía no realizada. Un cine maldito, inmaterializado e inédito a los ojos del espectador. Un cine perdido como consecuencia de los mecanismos logísticos de un arte que echa en falta muchos de estos proyectos inacabados para engrosar su extensa lista de posibles, quién sabe, grandes obras maestras.
Miguel Á. Refoyo © 2004
Lista de películas inacabadas o proyectos frustrados
.- Il Gatopardo II’, de Mauro Bolognini.
.- ‘Appointment with precedent’, de John Ford. Historia del primer official negro del West Point.
.- Don Quijote’, de Howard Hawks. Con Cary Grant y Cantiflas como el hidalgo y Sancho Panza.
.- ‘El caballo de Troya’ o ‘Memorias de una geisha’, de Steven Spielberg.
.- ‘Cortez’ (con guión de Nicholas Kazan y Williem Dafoe como Cortés) e ‘Irangate’, ambos de Oliver Stone.
.- ‘The crimson pirate’, de Sergio Leone. ‘Remake’ del filme de Siodmak con Sean Connery, Roger Moore y Peter Falk.
.- ‘Dune II y III’ y ‘Ronny Rocket’, de David Lynch. Ésta última concebida como una mezcla de ‘terror, ciencia ficción, comedia y misterio. Escrita por el director en la época de ‘Cabeza borradora’.
.- ‘Marco Polo’, de Christian-Jaque con Alain Delon como protagonista.
.- ‘Road Show’, de Martin Ritt con Jack Nicholson y Timothy Hutton.
.- ‘Salomón y la reina de Saba’ no se terminó porque Tyrone Power murió en Madrid de un infarto.
.- ‘Crisis in the hot zone’, de Ridley Scott que no puedo comenzar porque Jodie Foster le dejó tirado.
.- ‘The Big Brass Ring’, de Orson Welles, con Welles y Warren Beatty de protagonistas.
.- ‘The day the clown cried’, de Jerry Lewis, que se empezó a rodar y no acabó.
.- ‘Instinto básico 2’, con Paul Verhoeven/David Cronenberg como directores en sendos intentos en los que iba a repetir Sharon Stone.
Y seguro que más que vosotros aportaréis a este reportaje que me han pedido que escriba para un suplemento de cultura.

El claroscuro de una obra maestra

No sé por qué razón, pero cada día más, 'Nosferatu' está en mi cabeza, como un referente inevitable, como un pensamiento que acude a mí intentando decirme algo. Ya lo fue durante la planificación de 'El límite', de su concepción visual. El film de Friedrich Wilhelm Murnau es una de las obras maestras del cine, del expresionismo alemán, y probablemente de las que marcarían la obra posterior de este genio germánico que tanto ha dejado como legado a la tradición terrorífica dentro del cine. Impregnada en una luz surreal inquietante y mortecina, la historia describe un tema realista pero lejano, fabulesco... Como narraría después en ‘Amanecer’.
'Nosferatu' tiene como sentido único expresar de forma genuina la lucha de una pareja por conquistar la plenitud amorosa, su lenta ascensión a la luz, desde la oscuridad dialéctica que determina la carrera de Murnau. Siempre se ha hablado de este filme como una obra trascendental del género fantaterrorífico, contribuyendo a ello y en gran parte, la utilización de planos con pelicula en negativo y el acelerado de la imagen. ‘Nosferatu’ influyó ya no sólo en el trabajo ulterior del cineasta, si no en el cine europeo y en la Historia del Séptimo Arte. Lo grande de todo, es que se ha convertido en una película que no ha perdido fuerza, ni un solo ápice de encanto, permaneciendo hoy día como uno de los clásicos del cine fantástico y en su concepción cinematográfica global.
Adaptado por Henrik Galeen, según la obra de Bram Stoker ‘Drácula’, en ‘Nosferatu’ la historia vampírica, en todo el sentido coneptual y ragumental, experimenta un giro radical pero (y ahí radica la maestría de esta narración ejemplar) manteniendo el espíritu de Stoker. Murnau inviste a la imagen con el poder de horrorizar, no por los artificios escénicos y ligeramente sofísticos de ‘El gabinete del Dr. Caligari’, de Robert Wiene, sino por el realismo de lo inenarrable. la cinta de Murnau es una ofrenda a la poesía del horror con una sorprendente simplicidad de medios. En el Murnau posterior de ‘Fantomas’ y ‘El último’, los efectos especiales toman más protagonismo, los movimientos de cámara tradujeron las visiones en el mundo real, todo ello extraído del espíritu de ‘Nosferatu’. Al igual que en ‘Tabú’ está marcada por la limpidez de su escritura, por las capas más oscuras de las viejas obsesiones del hombre romántico.
Derivada de esa fuente cultural se podrá apreciar más tarde a esta película como precursora de un género inalterable y genuino. Muerto al final del cine mudo, Murnau permanece como uno de los primeros autores más grandes de la historia del cine, tanto por lo que presagiaba como por una obra ejemplar. En las imágenes de 'Nosferatu', acumulando ataúdes en un coche fúnebre, la procesión mortuoria en la ciudad, la epidemia de ratas o la muerte del vampiro enamorado llevándose su mano al corazón se vierten cristalinas en la retina de todos los que han disfrutado de un clásico que, como la mayoría de las obras inmortales, posee una vigencia que lo mantiene actual a pesar de las décadas transcurridas desde su estreno comercial.

martes, 14 de diciembre de 2004

¡Dios mio, O´Connell! ¿Qué demonios has hecho?

Pues aunque no os lo parezca, aquí tenemos a Maggie O’Connell.
A muchos les sonará el nombre del personaje o el rostro del 94 de la actriz porque evocarán con emoción ‘Northern Exposure’ (o como tuvieron a bien llamarla aquí ‘Doctor en Alaska’), aquella serie que aún perdura en nuestra memoria colectiva como una experiencia irrepetible. No sé a vosotros, pero mis recuerdos me hacen acudir constantemente a Cicely, un pequeño pueblo perdido cerca de Alaska para no postergar jamás la presencia de sus personajes, sus vecinos, convertidos por su trascendencia en mi vida en personas a las que quise y admiré como a mucha gente que realmente conozco. Algún día explicaré en estas páginas virtuales la importancia que tuvo Chris Stevens en mi forma de pensar y de ser.
Pero a lo que vamos, cuando he visto el rostro angelical de Janine Turner totalmente transformado en una década de decadencia (como apuntaron los ‘Mötley Crue’), no he visto a Janine, si no a algo cercano a un cruce entre Tamara y Carmen de Mairena. La visión me ha provocado, además de un ligero susto, un sentimiento de incomprensión, repulsión y estupor.
¿Qué es lo que ha pasado para que una las actrices más hermosas, dulces y preciosas que han pasado por la televisión se haya deformado de tal manera? Puedo comprender que la carrera de todos y cada uno de los intérpretes de ‘Doctor en Alaska’ se haya visto avocada hacia los alimenticios telefilmes baratos e infectos que no vemos ni siquiera en la sobremesa de Antena 3. Puede ser que ni los tótems Wynorsky u Olen Ray se hayan acordado de la personalidad femenina de O’Connell, de su mirada sosegada, de sus rasgos exóticos, de su pelo andrógino a lo ‘garçon’ o de aquel lunar en el lateral de su sien izquierdo que tanta sensualidad despertaba. Puede que tras 'Cliffhanger', de Renny Harlin, la bella Turner se diera a las drogas o a la mala vida. Todo es posible. No he lo investigado, ni quiero hacerlo. Pero verla ahora, así con esa cara de plástico y esos bezos siliconados, ha dinamitado cualquier visión de deseo que pudiera quedar como resquicio de aquella heroína que pilotaba y que ejercía de alcaldesa de nuestros amigos ‘cicelyanos’.
Una verdadera lástima, amigos.
Para paliar este trago, apunto como deber navideño añadir a mi agenda un reportajillo homenaje, siempre nostálgico y analítico, a aquel monumento catódico al que tanto echo de menos. Eso sí, cuando escriba de la serie creada por Josh Brand y John Falsey que empezaba con un arce entrando en el Jocelyn Pook bajo las notas de David Schwartz, recordaré los rostros y los caracteres que todos guardamos con tanto cariño.

lunes, 13 de diciembre de 2004

Reflexionando sobre el posible sadomasoquimo de 'Fight Club'

Ayer hablaba con Jorge ‘Smoke’ de una de nuestras películas favoritas, ‘El club de la lucha’, del gran visionario moderno que es David Fincher. Tras estar varios minutos con loas de todo tipo y lisonjeando el trabajo del director de ‘The Game’, entre ambos empezamos a sacar conclusiones de todo tipo acerca de esta obra de culto. Más allá de departir sobre el materialismo que nos condena en esta época de consumismo, nos tiraniza y ello sirviera de excusa a Chuck Palahniuk para revelar nuestra personalidad más profunda, para utilizar nuestra libertad personal y colectiva (algo manifiesto en el filme) y para negar una sociedad que nos maneja y nos putea, desglosamos también un filón que yo había pensado sutilmente, pero no había concluido en la manera en que lo hicimos ayer.
Gran parte del misterio de esta obra maestra de nuevo cuño está en una posibilidad abierta de cómo a pesar de ser una historia formalmente y narrativamente heterosexual, la historia de Jack y/o Tyler Durden incorpora a su ambivalente filosofía y a su turbulenta iconografía algunos elementos que algún tipo de subcultura gay. Veamos, el tema está en que Edward Norton y su ‘otro yo’ Brad Pitt, luchan junto a otros hombres medios desnudos en sótanos urbanos. También es cierto que el club, a modo de regla social, es “sólo para hombres”, donde sacan al exterior la violencia que les ahoga, que surge de un trabajo sumiso, aburrido, de burócratas frustrados y yuppies sin éxito o, en el reverso, pobres tipos que carecen de personalidad o que no han encontrado solución a sus problemas en los grupos de autoayuda. Todos ellos rezuman masculinidad y encuentran la libertad catártica a través de la lucha cuerpo a cuerpo. Para Jack/Durden la violencia y el placer se manifiestan estrechamente unidos incluso entre estos hombres que parecen querer reafirmar su hombría y su atavismo en un perímetro mucho más sucio e inmundo que los más convencionales gimnasios para ejecutivos.
Fue entonces cuando surgió la figura del necesario filósofo Michel Foucault, del cual se ha comentado en algún artículo que escribió sobre experiencias en clubes de sadomasoquismo de San Francisco. Para Foucault, el descubrimiento del placer a través de las relaciones de poder y dolor físico supuso una importante revelación sobre la que no pudo resistirse a escribir, a pesar de no hablar demasiado sobre su homosexualidad. Comenzó así una apasionante charla sobre gente como Gayle Rubin, Jeffrey Weeks o Leo Versan, escritores que teorizaron acerca de los desafíos teóricos planteados por Focault a raíz de sus viajes sexuales a las oscuras subculturas del cuero en garitos de mala muerte. Algo que, a buen seguro inspiró a Palahniuk para escribir su novela.
La idea del sadomasoquismo como un circo de las relaciones de poder existentes en la sociedad moderna puede resultar algo simple, pero sin duda gran parte de la fascinación, el temor y aversión que produce el sadomasoquismo tiene su origen en esa puesta en evidencia a través de una visión arcana de las relaciones humanas, donde todas ellas encuentran un toque de erotismo presidido por la dominación, el control, el intercambio de roles, el castigo y la humillación.
No concluimos que la cinta de Fincher fuera subversivamente gay (nada extraña si aludimos a la condición sexual de Palakniuk), si no que nos hicimos, con muchas neuronas de menos, algunas preguntas como: ¿Y si ‘El club de la lucha’ no es una disyuntiva a muchas preguntas que debería hacerse el ser humano, es una respuesta a las inmundicias que rodean a nuestra cultura popular, sino que es un manifiesto que aboga por el sadomasoquismo como vía de escape, como sometimiento a diversas formas de libertad que alivian el dolor de vivir?
¿Por qué unas cuantas (bastantes) cervezas de ese mitológico Steine (imprescindible en Salamanca) conllevan a estas profundas reflexiones? ¿Qué vierten en ellas? ¿Sabiduría, embriaguez, ataques de efímero lucimiento?
Quién sabe.

domingo, 12 de diciembre de 2004

La doble cara de Yushchenko

Parece sacado de una novela de John Le Carré. Todos lo hemos visto en la televisión, pero no deja de resultar inquitante lo que le han hecho al candidato opositor a la presidencia de Ucrania, Viktor Yushchenko, siendo envenenado con dioxina, que le fue administrada por terceras personas durante el transcurso de una comida.
Un 'thriller' político podría comenzar perfectamente con esta trama. Es más, tiene todos los elementos para que fuera un éxito. La de un político envenenado para quitarle de encima de unas elecciones, al más puro estilo conspiración, con malvados y corruptos políticos rodeando a este opositor. Es una de las demostraciones de esa frase tan manida del "la realidad supera muchas veces con creces la ficción".

La 'originalidad' del 'Art Work' de 'Sin City'

Ayer hablando con un amigo, estuvimos echándole un vistazo al 'art work' que están creando para el lanzamiento de lo que promete ser un auténtico fenómeno de culto o, directamente, un bodrio infumable. Me refiero a la adaptación a la pantalla grande que se ha llevado a cabo 'Sin City', la joya del Noveno Arte creado por el genio Frank Miller que marcó el cómic durante los 90.
Bien, pues mientras ojeaba uno diseñado para la imagen de John Hartigan, al que da vida Bruce Willis, me di cuenta de que me reslutaba tremendamente familiar. Al principio no recordaba el nombre de la película a la que me sonaba tanto el poster. Intentando evocar el recuerdo de una película cuya única pista era el recuedo de su procedencia: Bélgica, me dispuse a realizar unas sesudas indagaciones en IMDB, localizándola no sin ciertas dificuktades. 'Ocurrió cerca de tu casa (Man Bites Dog)', de Rémy Belvaux y André Bonzel, una película belga de culto que ya no me acordaba de que la había visto.
Como podéis observar, las diferencias entre un cartel y otro no son muchas. Sólo que el de la cinta belga es de hace doce años.
Ay... Robertito Rodriguez ¿qué es lo que habrás hecho con la obra magna de Frankie?