martes, 7 de diciembre de 2004

Review THE INCREDIBLES

Un prodigio digital y narrativo
Brad Bird consigue para la Pixar su mejor filme hasta el momento basando su potencial en una perfección técnica absoluta y en el épico homenaje al cómic de los 50.
Con cinco largometrajes (las dos ‘Toy Story’, ‘Bichos’, ‘Monstruos S. A.’ y ‘Buscando a Nemo’) John Lasseter ha podido erigir una productora capaz de volar sin una Disney que ha vivido estos años como sanguijuela de Pixar, quedando como una incógnita el futuro de la casa del tío Walt. ‘Los Increíbles’ y la próxima ‘Cars’, son las dos últimas producciones compartidas por ambas compañías. Todo es debido a la supremacía que Pixar ejerce en el mundo de una animación que aboga por la tridimensionalidad de lo digital que ha impugnado, como marcan lo tiempos, a la animación clásica del 2-D. Pero no sólo los avances técnicos de un género revolucionado con la progresiva tecnología digital es el centro del éxito de una productora de éxito como la Pixar. Al igual que la que fue ambición del genial marionetista Jim Henson (el creador de ‘Los teleñecos’), John Lasseter ha creado a su alrededor un estilo de cine y de animación familiar que, sin perder una soterrado mensaje de sutil moralina, sin aditivos ni falsas coartadas, es capaz de contentar y conmover, al mismo tiempo, a adultos y pequeños. Y es ahí donde reside el potencial comercial de esta fábrica de sueños.
Para su nueva y esperada película, Pixar se ha dejado contagiar por la fiebre de superhéroes que arrasa Hollywood. Pero como no podía ser de otro modo, no ha fusilado ningún cómic, sino que ha tratado de llevar el género a su terreno, donde buena parte de su eficacia reside en su propio carácter desmitificador, especialidad en la cual no se concibe el espectáculo sin dotarlo de un admirable estilo y exquisitez técnica. Sin perder ni una brizna de su esperado humor e imaginación, ‘Los increíbles’ vuelve a ser una demostración de preponderancia, continuación progresiva de la evolución de la animación por ordenador. ‘Los Increíbles’ cuenta las aventuras de Bob Parr (Mr. Increíble) y Helen Parr (Elastic Girl), otrora superhéroes que tuvieron que dejar de ejercer de salvadores del mundo para adoptar identidades civiles y llevar una vida normal, rutinaria y familiar, con tres maravillosos hijos (Violet, Dash y Jack-Jack). Cuando Parr recibe un misterioso comunicado al que acude llevado por su vocación heroica, introduce sin querer a sus familia en una nueva aventura dentro de una isla perdida para cumplir con la misión que tanto echaban de menos: salvar al mundo de un perverso villano.
Brad Bird, responsable del clásico maldito de la animación ‘El Gigante de Hierro’ (y de varios episodios de ‘Los Simpsons’) ha tenido libertad total para llevar a cabo esta prodigiosa cinta de animación. Desde su fantástico prólogo de clarividente presentación de los personajes, donde los héroes son retirados por el Gobierno de su actividad debido a las crecientes demandas de daños materiales y psíquicos que causan sus acciones heroicas, Bird no intenta reproducir o clonar actores de carne y hueso, sino que cuida con detallismo cada aspecto de la animación caricaturizada en los cuerpos y personalidades, dotándolas de credibilidad y de una vena clásica, convirtiéndolos así con sus acciones y diálogos en personajes que trascienden su prosapia arquetípica gracias a sutiles matices que los hacen profundamente humanos. Como si una ‘krytonita’ particular de Parr fuera dada por la propia sociedad en forma de vida aburrida, que le ha castigado por hacer el bien (que cada uno saque su subversiva conclusión social), se presentan personajes obligados a vivir dentro de los estrechos límites del ‘american way of life’, unos márgenes en los que, más allá de su condición de superhéroes caídos en desgracia, tienen que enfrentarse a problemas perfectamente reconocibles por todo tipo de públicos. Una lúcida y mordaz llamada contra la mediocridad de la vida en los suburbios rutinarios, no exenta de cinismo, donde subyace la lectura humanista de la película.
Como en casi todos los cómics y exploración reconocida en películas como ‘Spiderman’, recientemente en ‘Hellboy’ y en la saga de ‘X-Men’, ‘Los increíbles’ también invoca a una reflexión sobre la anormalidad, la heterogeneidad a la conlleva ser un héroe y el rechazo que casi siempre la sociedad tiene ante esto. En todos los casos, esa diferencia debe ocultarse, ya que indefectiblemente no son bien vistos por una sociedad que desprecia a los héroes, obligándolos a una vida de cotidianidad mediocre. En el mejor cómic de todos los tiempos, ‘Watchmen’, de Alan Moore, se situaba ‘Under the hood’, pequeña historia donde Hollis Mason es un antiguo superhéroe que en su retiro monta un taller de reparación de vehículos. Algo reconocible en ‘Los increibles’, que supone la primera película de Pixar que arriesga con sutilidad e ingenio en un cine mucho más adulto, en un cine donde los protagonistas adquieren una perfección absoluta, no sólo a nivel técnico (extraordinaria, teniendo en cuenta sus atributos no demasiado naturalistas de la realidad) sino a nivel narrativo.
Y es que, imperan el pasado, sus problemas presentes, sus sentimientos de frustración, de pesar por una vida gris. Algo que permite al espectador entender en todo momento el modo en que se enfrentan a sus problemas y responden ante ellos. Bird ha creado una joya de la progresión, donde el ritmo endiablado de la aventura deja espacios para la reflexión y el humor, para dejar su tono y estilo exacto, confeccionando una historia de rigurosa exactitud, donde la fuerza de sus diálogos y de la trama imponen la entrega total del director y su equipo de animadores a una historia que atrapa desde el primer momento y no suelta a un público rendido a las vicisitudes de lo que quiso ser ‘Spy Kids’, de Robert Rodriguez y no pudo, pero que Bird logra con creces en una línea narrativa colosal e hiperbólica.
El ingenio se hace patente en la sutilidad con la que se expone la metaforización de los superpoderes llevados a la normalidad, representados en la ruda tosquedad de un padre con buen fondo, en una madre inteligente y flexible con los problemas de casa, en la timidez enfermiza de su hija mayor, la hiperactividad de un travieso hijo pequeño y la incógnita de un bebé de pocos meses. O en esa presentación totalmente culminante del malvado de la función que quiere convertirse en un superhéroe admirado por el público, acomplejado por el rechazo que sufrió por Mr. Increíble en su niñez, en la divertida sumisión a la que está sujeto Frozone (el inseparable amigo de aventuras) por su mujer en una secuencia maravillosa en la que el superhéroe negro no encuentra su traje tras muchos años y Edna, émulo del ‘Q’ de Ian Fleming, en un ‘gag’ sobre las capas que evocan el infortunio de Isadora Duncan y su bufanda.
Todo ello con ese citado sedimento de madurez en sus conceptos al introducir elementos de riesgo como antes no había probado Pixar; el sometimiento al que conlleva la pérdida de libertad, la posibilidad de la infidelidad que la esposa que llega a intuir que su marido la pueda estar engañando con otra, pero por encima de todo, del uso de la violencia, de la tortura, de la maldad sin concesión a la burla, de malvados esbirros sin nombre ni rostros que mueren en explosiones, sin que a nadie parezca importarle mucho, logrando asimismo un pretendido afecto y admiración con que se trata a la familia, concebida como algo indestructible, con un mensaje explícito: el ‘dumasiano’ “uno para todos y todos para uno”, sin perder su humor cómplice, familiar, pero en ningún caso ingenuo.
‘Los increíbles’ es, además, una suntuosa obra de arte y artesanía, una fiesta de cine de animación clásico, donde Bird demuestra su devoción por el clasicismo de los años 50 y la estética retrofuturista (que evoca al Metropolis de ‘Superman’), apostando en todo momento con un toque ‘pulp’ sesentero, donde no falta en ‘pop art’ estético y el ‘High Tech’ que hace recordar a Steranko y su ‘Nick Fuira’ con la utilización de alta tecnología y ‘gadgets’, lugar común para enfurecidos robots asesinos y aparatos con las más insospechadas utilidades. Componentes que se subrayan en un sincero homenaje a la serie de ‘James Bond’ (aunque también de ‘Flint’ o ‘Matt Helm’) más tradicional, de sus aventuras circunscritas a parajes que van desde el refugio volcánico del malo, los centros de operaciones, salones y salas metalizadas de torturas, los corredores con naves deslizantes o la selva exótica y tropical. Ambiente en el que no podía faltar una banda sonora compuesta por Michael Giacchino y Tim Simonec en claro homenaje a aquellas composiciones que hicieron célebres Henry Mancini y John Barry.
Pero si por algo destaca ‘Los Increíbles’, además de esa capacidad de contar su historia, es por la revolucionaria perfección de sus imágenes, por el inigualable modelado de los personajes, por un diseño de producción con una calidad de la imagen sintética totalmente ilusoria que ha desplegado la desbordante creatividad de los integrantes del equipo capitaneado por Brad Bird. En este sentido, asistimos a un completo catálogo de las técnicas de animación más recientes y complejas, creando para la ocasión nuevos programas elaborados exclusivamente para ‘Los increíbles’; como el ‘Goo’, el ‘Atmos’, el ‘Subsurface scattering’, que permiten apreciar con mayor definición y realismo los músculos faciales y corporales, la piel y sus texturas y, principalmente, los efectos de un filme de aventuras introduciendo realistas explosiones, fuego, secuencias marinas o subacuáticas. Una joya de imágenes, una de las experiencias audiovisuales más perfeccionistas que se recuerden en los fastos de la animación.
Dentro de este delirio tecnológico y digital, el evidente gusto por lo clásico, la épica del cómic y las miserias cotidianas de la vida en familia, ‘Los Increíbles’ es, posiblemente, el mejor filme animados de los últimos tiempos, debido a que, como en todo lo que hace Pixar, sabe mostrar la realidad jugando al mismo tiempo con la animación y la aventura, sin perder un ápice en su ponderación satírica, por muy fantástica que sea la trama. Esta es la primera vez que la Pixar sólo usa personajes humanos en una historia y también es la más larga realizada por ordenador, y eso no resta para expresar, abiertamente, que estamos una de las grandes obras del cine de entretenimiento del cine actual.
Miguel Á. Refoyo © 2004

lunes, 6 de diciembre de 2004

Hoy es el gran día de THE BIRTHDAY

Entristecido por no poder compartir este día con la familia de 'The Birthday', hoy se estrena en Sitges esta fantástica película que ha dirigido mi gran amigo y cineasta visionario Eugenio Mira. Allí están todos, los hermanos Alvariño al completo, Ade, Fulton, Corito Feldman, la impresionante Erica Prior, Rafa Gil, Isra "Tigretón", amigos y conocidos comunes, todos acudiendo a la presentación de uno de esas películas que cambiará la concepción de 'cine español'.
Yo sólo espero que tenga la mejor de las suertes porque Eugenio, Mikel y todos los demás se merecen que esta película arriesgada y fantástica sea un exitazo sin precedentes. Espero, de todo corazón, que así sea. Desde aquí y en los medios en los que colaboro, me encargaré, personalmente, de promocionar y vender como se merece a este filme revolucionario.
Aquí os dejo un reportaje sobre este milagro llamado 'The Birthday'.
The birthday’: Un sueño hecho realidad
Eugenio Mira presenta su ‘opera prima’, una película a medio camino entre el ‘thriller’ y el homenaje al cine de los 80..
“Por el hilo musical suena la canción ‘It’s my party’. La decoración indica que es un hotel de los años cincuenta. Suena una campanilla y las puertas del ascensor se abren. De él sale Norman. Tiene 26 años, es delgado y viste con un esmoquin barato…”. Así comienza el que está destinado a ser uno de los estrenos más esperados del cine español de 2005. Su director, el joven alicantino Eugenio Mira, ha rodado durante dos meses y medio ‘The Birthday’, un largometraje que narra la historia de Norman, un joven perdedor enamorado de su novia Alison. En un extraño hotel al que ha sido invitado a la fiesta de cumpleaños del padre y del tío de la joven, él acepta sugestionado porque puede ser una buena oportunidad para consolidar su relación con la chica. Pero lo que no sabe Norman es que en el hotel están sucediendo extrañas y terroríficas situaciones que superarán todo tipo de expectativas de lo que, a priori, iba a ser una aburrida fiesta familiar. Tras un apagón en el que unos extraños entran en el edificio, la pesadilla comienza para el sorprendido Norman. Eugenio Mira ofrece con esta inquietante historia su particular ofrenda al cine generacional que le ha formado como cineasta: el cine de los 80. La escuela creada al amparo de míticos directores como Steven Spielberg, George Lucas, Robert Zemeckis, Richard Donner, John Hughes, Joe Dante y John Landis es la referencia que ha llevado a Eugenio Mira y a su habitual coguionista, Mikel Alvariño, a contar una historia que reúne un sorprendente ‘cocktail’ de ‘thriller’, terror, comedia negra, ‘screwball comedy’ y drama. Todo un reto.
Eugenio Mira rodó hace cuatro años aquí en Salamanca (en La Salle, ubicación de 'El límite'), su ambicioso cortometraje ‘Fade’, un proyecto arriesgado y complejo que tenía como objetivo crear una tonicidad tenebrosa para narrar una historia donde el desafío antagónico de contraponer realidad y ficción se fusionaba con lo concerniente a la muerte, el destino y el establecimiento de mundos ocultos que se mueven en el filo entre lo real y lo imaginario. Un cortometraje que traspasó fronteras convirtiéndose en una obra de culto internacional y que le dio la oportunidad a su director de embarcarse en ‘The Birthday’, un proyecto que se ha hecho realidad tras la imposibilidad económica de llevar a la gran pantalla su oscuro y tenebroso proyecto ‘The Answer’, un filme que, a buen seguro, verá la luz en los próximos años.
Al igual que en ‘Fade’, Eugenio Mira descubrirá su clave esencial en unas poderosas imágenes obra del prodigioso fotógrafo Unax Mendía y en una estética aprovechada para dotar de ambigüedad los diálogos de la historia. Sugerente y provocador, el primer largo de Mira buscará hipnotizar a un espectador que se dejará atrapar ante el grandioso espectáculo al que será sometido. Un universo oscuro que encuentra algunas sinecuras referenciales a obras de autores contemporáneos como pueden ser David Lynch y David Cronenberg, autores siempre presentes en las historias de este joven creador.
El rodaje, que finalizó con el pasado 26 de abril, ha tenido lugar en su totalidad en el antiguo Hospital del Tórax de Terrassa (Barcelona), donde el excepcional Javier Alvariño en la dirección artística, junto al diseño de producción de Daniel Izar, ha construido hasta once decorados para recrear el interior del hotel de Baltimore en el que tiene lugar la acción argumental. También ha estado presente Jorge Alvariño, que ha tenido una doble función; la foto fija y el ‘video assist’. Si por algo llama la atención del reparto de esta esperada película es por su protagonista, el actor norteamericano Corey Feldman, que para el papel de Norman luce un traje negro, camisa con chorreras y calcetines blancos. Todo un mito del cine ‘ochentero’ presente en algunas de las producciones juveniles más destacadas de aquella época, entre las que destacan 'Los Goonies', 'Gremlins' y 'Cuenta Conmigo'. Junto a él, la actriz Erica Prior (vista en ‘Second Name’, de Paco Plaza), que realiza su segundo papel protagonista. El veterano Jack Taylor, Rick Merrill, Dale Douma, Craig Stevenson o Robert Long completan el reparto. ‘The Birthday’ está producida por la empresa catalana Infinity Films, creada por Ibón Cormenzana y Angel Durández y que en su corta trayectoria ha producido títulos como ‘Jaizkibel’, dirigido por el propio Cormenzana.
Con un presupuesto cercano a los dos millones de euros, la característica fundamental de la narración del filme es el respeto de la unidad espacial y temporal que se pudo ver en ‘A la hora señalada’, de John Badham y que combina su fondo intencional con el estilo narrativo de ‘La soga’, de Hitchcock. Un fragmento de la vida de un personaje. Una serie de eventos cruciales le llevarán a una situación límite en la que tendrá que tomar las decisiones más importantes de su vida. En ‘The Birthday’ nada es casual y todos los elementos, por aparentemente insignificantes que parezcan, son necesarios para crear la experiencia que supone para el espectador seguir en tiempo real a un personaje, sin que este abandone en ningún momento la pantalla. Está en todos y cada uno de los planos de la película. De forma que el espectador no puede anticiparse a los eventos más allá del conocimiento del protagonista.
‘The Birthday’ se estrenará a principios de 2005. Estuvo presente en el pasado festival de Cannes con un pequeño adelanto que sirvió como reclamo para vender el producto en el mercado internacional. Un objetivo fundamental, ya que aún siendo una película española está rodada en inglés y con reparto foráneo. Eugenio Mira ha logrado su sueño. El de muchos jóvenes que quieren sacar al cine español de una constante apatía ofreciendo un cine diferente y valeroso que promete demostrar cómo con menos dinero del habitual se puede maravillar al espectador con una película digna del más puro cine americano. A Mira le espera, por tanto, un futuro lleno de reconocimientos, premios y éxitos. Una merecida recompensa para este precoz visionario, creador de fantasías visuales arriesgadas y que supone la confirmación de un desbordante talento lleno de brillantes ideas en una filmografía que comienza con una obra de la cual se espera que sea debidamente apreciada por todo el público español y, porqué no, del de fuera de nuestras fronteras.
Miguel Á. Refoyo © 2004

Secretos del D.N.I

En una de las veledas impagables en ese santuario del buen comer y el buen beber que es el Steine, Mariajo, la novia de mi amigo Alvarito "Vodka", nos desvelaba una de esas anécdotas curiosas que desconocemos y que resultan de lo más enigmáticas, tal vez ciertas, pero siempre interesantes de comprobar. Una pequeña incógnita arcana sobre lo que esconde algo que todos tenemos en esta vida: el D.N.I.
Bien, en la sucesión de números identificativos del reverso del documento nacional de identidad se dice que el número que, tomando como ejemplo el mío propio, está destacado en un círculo rojo, pertenece al número de personas que hay en España con el mismo nombre. Es decir, que si tenéis un 3, hay tres personas que comparten nombres y apellidos con vosotros, si hay 5, pues lo mismo.
En mi caso puedo sentirme satisfecho, ya que en nuestro país sólo estoy yo como exclusivo Miguel Á. Refoyo. Soy genuino y el único (como Jet Li).
En cualquier caso, sigue siendo una hipótesis sin contrastar, seguramente un bulo para que gente aburrida eche mano de otro entretenimiento más para compartir en su próxima reunión familiar. Pero no deja de resultar, cuanto menos, curioso.

domingo, 5 de diciembre de 2004

Santerineross y Peter Witkin: Oscuridad tremendista

'The Sacristan' - John Santerineross
Con esto de pensar constantemente en ideas, en referencias, en concepciones visuales que absorber para llevar a cabo mis próximos proyectos, me acerco a mis inquebrantables mitos, a los recurrentes nombres que me han hecho ir concibiendo un extraño mundo interior.
Pues bien, en esta espiral de tentación artística, me he dedicado durante este fin de semana a volver a analizar a dos mitos modernos de la fotografía en su aspecto más siniestro y provocador, más nauseabundo y fascinante. Me refiero en este momento de clarividencia, amigos, a John Santerineross y a Joel Peter Witkin.
El tono, la composición y el carácter pavoroso y sublime en su conjunto son los elementos que destacan en las fotografías de John Santerineross, un fotógrafo que bebe de la fuente inspiradora del gran Joel Peter Witkin, buscando, bajo esa impronta de goticismo visual, la dicotomía de la vida, el contraste entre la luz y la oscuridad, el bien y el mal, y la rigurosa austeridad adicionada que, sin embargo, mantenía unos intereses siniestros y oscuros implícitos, los cuales se abrían subsiguientemente de las más insólitas formas. El arte de Santerineross consigue su excelencia no una estética provocadora, si no en el engranaje de sus piezas, de un arte que juega con el erotismo, los fetiches religiosos y disolutos montados sobre la base de una imaginería artificialmente real y simbólica.
En ambos artistas, destaca el contraste de claroscuros, donde se produce una exclusión de las sombras y las siluetas se escinden violentamente a la oscuridad, lo que visualmente se aprecia como una perdida de la profundidad.
'Motherchild' - Joel Peter Witkin
Para Joel Peter Witkin la humanidad se perfila en la deficiencia, en los defectos humanos, incluyendo en su obra fotografía hermafroditas, enanos, cuerpos mutilados, mujeres de belleza andrógina, cadáveres de animales, el espectáculo humano, el ‘freak show’ nacido en Connie Island influenciado por la vena orgánica de Ballard.
En ambos artistas sus obras enfrentan al público a su propio sentido de la normalidad y la decencia, en un choque psíquico de lo más oscuro del ser humano. Las constantes referencias para sus pinturas están en la historia del arte, incluyendo las obras de El Bosco, Goya, Velázquez, Miró, Botticelli o Picasso. Artistas arriesgados, difíciles en sus objetivos de lobreguez visual. Morgues, manicomios, sacristías son algunos de los recintos que unen y separan a los dos artistas, dejando inquirir algo siniestro, tremendista, en sus universos no tanto aterradores como fascinantes, cuando tratan de reflejar una visión extraña y diferente sobre la sexualidad y la belleza física. A través de su imagen metafórica, adquirimos un pacto sobre la diferencia humana y la tolerancia.
A pesar de que tanto ambos artistas compartan las mismas tonalidades, intenciones y modos semejantes de componer sus fotografías, hay ciertas diferencias. En primer lugar difieren en temática, mientras la imperfección es el eje de la estética ‘freak’ de Witkin, en Santerineross descubrimos un acercamiento más fetichista a lo religioso y lo perverso. Así como el fundamento, Santerineross no abandona la fotografía, a diferencia de Witkins que acerca con sus arreglos a posteriori en sus fotografías a un tipo de pintura visual. A lo que hay que añadir el entorno, para Witkins el modelo impera sobre el marco espacial, en tanto Santerineross sume a sus personajes en la oscuridad y cambia el ambiente por la disposición de elementos.

sábado, 4 de diciembre de 2004

La frialdad tecnológica de Autechre

A raíz de la exposición de Chris Cunningham, descubrí entre sus vídeos, uno llamado ‘Second Bad Vilbel’, del dúo británico Autechre y algo me dijo que ese estilo furioso, en absoluto orgánico pero sí muy robótica era algo potencialmente asombroso para ‘La sombra en el espejo’. Lo épico, en esta ocasión se sustenta en su binaria, que va creciendo hasta saturar todos los sentidos. Un tipo de música que, en un principio, no me gustaba, pero a la que he acabado rendido.
Su frialdad mecánica, desprovista de toda intervención humana, su suntuoso designio ‘glitch’, despega su música de la electrónica tradicional, adoptando una esencia electrónica, atmosférica, experimental y, por su puesto, realmente ‘techno’. Autechre es algo diferente, innovador, provocativo y atrayente. Sean Booth y Rob Brown, sus dos componentes, comenzaron influenciados por grupos como LFO y 808 State y han ido adquiriendo una importancia perentoria dentro de ese tipo de música. 'Incunabula', 'Amber', 'Tri Repetae','Chiastic Slide', 'LP 5', 'Confield' y 'Draft 7.30' son discos llenos de fuerza, manteniendo un nivel muy difícil de conseguir en el panorama musical moderno, explorando cada arista y textura del sonido, en un bucle de perfecta armonía en la cual dinamitar todo lo electrónico y equilibrar la furia hasta una orientación más rítmica y concreta, del enérgico rugido electrónico al mejor y más acabado ‘low fi’.
Autechre me han llamado poderosamente la atención, con ese fondo abstracto e introspectivo, despegado de cualquier redundancia y chirrido disonante al que yo pensaba que se circunscribía el ‘techno’, encontrándome un magistral grupo hacedores de sonidos irrepetibles y creando atmósferas con ciertas resonancias oscuras, paradójicamente artificiales y futuristas a la vez.

La importancia del NO

Pensando y pensando, haciendo que mis malrechas neuronas dejen fluir su dinamismo atascado tras una noche de alcoholismo moderado, he estado haciendo un repaso vital, NO sé a cuento de qué, de algunas cuestiones que me han afectado a lo largo de la vida. Y he llegado a la conclusión de que uno de los aprendizajes vitales más importantes ha sido el del NO.
O si NO, pensad en unos cuantos ejemplos de carácter general, que a buen seguro serán comunes a todo el que lea estas líneas: "NO matarás", "NO mentirás"; "¿Quedamos para salir?: NO", "NO bebas", "¿Bailamos?: NO", "¿Me das tu teléfono: NO", "NO, mejor como amigos", "Esta noche NO, que me duele la cabeza" y un largo y extenso etcétera. Así son las cosas. Pero NO todo en el NO es malo, hay cierto grado de sugerencia en la negación.
Fijaos si NO en cómo se curvan los labios, constituyendo un círculo casi perfecto, al decir ‘NO’; observad en la sonoridad del vocablo, en el eco de la "o", mayor o menor según el énfasis del hablante. Es más, fijémonos en la armonía del dedo índice levantado a la altura de los ojos, moviéndose rítmicamente de izquierda a derecha, como negativa, o en el balanceo elegante de la cabeza de un lado a otro al negar.
¿Acaso NO es este post una chorrada? Puede que sí, o tal vez NO.

viernes, 3 de diciembre de 2004

Influencias de lo Oscuro

A lo largo de todos estos años me he sentido atraido, cada vez más, por las obras esotéricas que analizan lo ‘real’, el verdadero vértice oscuro de nuestra propia naturaleza. Autores como Aleister Crowley, por su dinamismo a la hora de componer la angustia en sus páginas, con sus leyendas reales y acontecimientos escalofriantes nos da las pautas para distinguir o no lo que tenemos ante nosotros. Sus exposiciones en la ‘Qabalah mágica’ y, sobre todo, ‘Los Secretos del Universo’ o ‘El libro de la ley’ trataron, bajo esa primera intención que esconde algo de hedonismo y anarquía con su máxima de que uno debe hacer lo que quiera, la intencionalidad de unos libros que han marcado muchos de los matices de mi forma de pensar.
Aleister Crowley fue, después de Austin Osman Spare, una de las personas que más influenció a la Magia del Caos. Tenía una especie de sistema ‘thelemita’, derivado de la más radical tradición caoísta con la consigna “No hay ser, todo es hacer”. Pero en el fondo era un tío más coherente y sincero, mucho más allá de todas las cosas de las que se le ha acusado.
Hay iconoclastas que, con su forma de la vida, nos han abierto la vida a nuevos cnocmientos, a perspectivas sin las cuales todo sería muy aburrido, como la mala hostia de Gurdieff, que manipuló a sus lectores durante toda su vida con historias que ponían los pelos de punta. O la figura de Anton LaVey (del que llevo siempre una chapita en la cazadora), el ya célebre Papa Negro y su iconografía e historia llena de sucesos lóbregos y truculentos, con un sentido literario gnóstico extravagante, tendiendo siempre hacia el satanismo más radical con aquella religión inventada por él y que se adscribía a todo el constructo esotérico de la época.

Voy a rodar un 'video-clip'

El ‘funk metal’ llegó a mi vida de muchas maneras, con los Faith No More, Living Colour, Urban Dance Squad, Primus o Fishbone. Pero todo el mundo, o casi todos los que yo conozco señalan al albúm de Red Hot Chili Peepers 'Blood Sugar Sex Magic' como clave en este movimiento del ‘funk-metal’. El grupo compuesto por Flea, Anthony Kiedis, John Frusciante y Chad Smith supusieron para el mundo del rock un grupo revelación con su fórmula única y personal que acabaron enterrando su vena más agresiva, experimental e impactante, para decantarse por medios tiempos melódicos listos para las ‘radioformulas’.
Pues bien, hay un excelente grupo de funk metal llamado los ‘FistFuck Supershow’ que está ahí, siguiendo sus pasos, forjando su camino, mejorando, haciéndose un nombre dentro del panorama musical. Son cojonudos. Y son de aquí, de Salamanca, de la tierra y han optimizado su estilo hasta alcanzar una cota de calidad muy por encima de lo que estamos acostumbrados a escuchar. Las estructuras de sus potentes canciones, la forma de componer, donde el rock se surte de la base, haciendo especialmente importante el ritmo que la distorsión. Una banda ecléctica y una de las mejores que he escuchado en directo en los últimos años. Antonio, Manu, Álex y Koke son los cuatro componentes de un grupo nacido para la gloria.
Simplemente fascinantes.
La noticia que me va a emparentar a estos chavalotes llenos de ilusión y un futuro prometedor es la licencia y libertad que me han dado para crear una delicia audiovisual para alguno de sus temas, a elegir (exceptuando la obra de precisión montada por Álex Zúñiga en ‘Music of Fistfuck’, proporcionándome uno de mis sueños más terrenales (no, no es poder mantener relaciones sexuales con Leonor Watling): poder dirigir un ‘videoclip’. Mi cabeza ya ha empezado a dar vueltas a lo Regan MacNeil en una posible historia situada, como no podía ser de otra manera, en La Salle, lugar y santuario donde se rodó ‘El límite’.
Otro proyecto que llevaré a cabo con mucho gusto.
Por cierto, y hablando del hombre de confianza del grupo, el meteórico Álex Zúñiga ha creado (en tiempo récord) para el jueves 9, día del estreno del corto, un ‘making of’ que se sale de cualquier expectativa, una obra de orfebrería que no he podido parar de ver. Y ya hemos hablado de DVD. Qué demencialmente agradable es tener amigos artistas que hagan las cosas con pulcritud e imaginación.
Por primera vez en años estoy lleno de ilusionantes proyectos: ‘La sombra en el espejo’, el corto experimental ‘cyberpunk’ de corta duración, ‘El reencuentro’, la odisea de un corto en 35 mm., una obra de teatro de terror, el guión de largo que sigo escribiendo y ahora, un ‘videoclip’.
Todo esto sin cobrar un duro. Por supuesto.
PD: Por cierto, y hablando de amigos musicales, acabo de escuchar el disco 'Having a bath', de Apnea, el grupo de Sil, una de las voces más hermosas que he podido escuchar en mi vida. Hablaré del disco y de ella, por supuesto.

jueves, 2 de diciembre de 2004

Review HAUTE TENSION, de Alexandre Haute

Je t’aime jusqu'à la mort
El trabajo de Alexandre Aja se ha convertido en un fenómeno del nuevo cine del terror europeo. Es una lástima que su inabordable final de al traste con sus excelentes logros.
El cine ‘gore’ no está en crisis. Al contrario de lo que se pueda pensar, a pesar de su reiteración argumental, sigue siendo, de un modo implícito y preponderante, un referente a la hora de abordar el género de terror. Un cine definido por la imperiosa y morbosa necesidad de mostrar sangre, vísceras y mutilaciones. Tendencia que ha salpicado las pantallas de todo el mundo a lo largo de más tres décadas para deleite de los llamados ‘gorehounds’.
En este corrosivo esquema demasiado irreverente y nada convencional, si se tiene en la desmedida cantidad de hemoglobina que suele particularizar este llamativo género de culto, es donde se incluye el nuevo fenómeno de terror del cine francés ‘Alta tensión’. Si bien el trabajo debut de Alexandre Aja transita entre la delgada línea que ensambla el género de terror psicológico con los momentos de ‘splatter’ mejor logrados por una cinta europea en los últimos años, ‘Alta tensión’ construye sobre sí una sólida muestra de gran cine que tiene como objetivo único sumergir al espectador en una auténtica pesadilla de supervivencia, en una experiencia aberrante y angustiosa que no deja cabida a ningún tipo de guiño ni fina ironía.
Estamos ante una furioso y violento modelo de cine arriesgado, de un auténtico ejemplo de cine de ‘autor’ llevado a un terreno tan desabrido como lo es el terror que, en muchos momentos, se hace sugerentemente incómodo debido a la depurada forma de rodar de Aja, a su puesta en escena, a la utilización de sonidos y música, de suspiros y miradas furtivas que desasosiegan desde su prólogo, un sueño de una de las protagonistas que, como avance, va poniendo al espectador sobre una pista que nunca hay que perder.
La historia de ‘Alta tensión’ no es que sea del todo original. Casi, todo lo contrario. María y Alex son dos jóvenes estudiantes que viajan (con la canción de ‘Sarà perché ti amo’, de Ricchi e Poveri de fondo) a una casa aislada donde vive la familia de esta última con intención de encontrar la soledad necesaria para estudiar los exámenes finales. Rodeados de campos de maíz, la tranquilidad se vuelve frágil cuando cae la noche. Un asesino al que hemos visto de soslayo de forma bastante falsaria a tenor de los acontecimientos que están a punto de suceder, irrumpe en el lugar asesinando salvajemente a cada uno de los miembros de la familia exceptuando a Alex. La supervivencia es la necesidad primordial y Marie, que ha visto todo en una narración subjetiva que lleva al espectador a seguirla donde vaya, se lanza a salvar a su amiga, enfrentándose al asesino, superando sus miedos y comenzando un viaje sin retorno hacia la locura.
Lo realmente fascinante de ‘Alta tensión’ es la capacidad de Aja para la dirección de suspense, logrando con su metodismo clásico y modernista a la vez un extraordinario dominio de los recursos del suspense, capaz de crear secuencias prototípicas del género de manera que resulten tan efectivas y angustiosas llevándolas al máximo nivel de tensión con una conjunción de engranaje maquinal en sus secuencias violentas y utlización de la intriga, acentuada por su pretensión la realista con la que está tratada la mayor parte de una trama que refleja nuestro miedo a todo aquello que provoca miedo; el temor a lo desconocido, el miedo a la oscuridad, la claustrofobia, la importancia de la muerte, incluso el desconocimiento de la propia condición sexual (ingrediente que no falta en la película con una provocativa masturbación femenina).
Todo ello manifestado en un ‘huis clos’ asfixiante, dotado de un cierto halo del cine de los 80 que utilizaron con extrema habilidad fórmulas, efectismos y grandiclouencia sanguinaria mediante una interesante artesanía fílmica (títulos como ‘Maniac’, ‘La matanza de Texas’, ‘La última casa a la izquierda’, ‘Nervios rotos’ o ‘Pánico en el bosque’). Lo curioso de todo esto es qué manera Aja y su coguionista Grégory Levasseur han adaptado a la perfección la concepción del ‘splatter de redneck’ rural, del goticismo americano, trasladando los paisajes de la reaccionaria América profunda por los de la campiña francesa, más apacible y extraña, pero igual de peligrosa. Como en toda buena película de género, el terror es físico, la violencia es extrema y real, sin concesiones al sarcasmo. El macabro juego de Aja, camuflado en un ‘thriller’ de terror nada convencional, busca impresionar al espectador, hacerle partícipe de la oscura perturbación imbuida en el filme, estableciendo una inesperada recopilación de instantes terroríficos como esa secuencia a la luz del día presentando al asesino, que utiliza una cabeza decapitada para una felación necrófila.
Sin abandonar en ningún momento la pauta verista de la propuesta, algo subyuga a la baje en ‘Alta tensión', una película que, hasta que la cámara deja de acompañar a Maríe, ha sido un fantástico patrón sin filtros ni efectismos absurdos, con un amenazador sentido de la tensión, la persecución que lo sucede pero no un desenlace que es una de las peores decepciones vistas en el cine moderno. Y es que, por desgracia, cuando todo parece terminar en otro ‘happy end’ lésbico y morboso, sabiendo que el aseisno muere varias veces antes de dejar este mundo, la película ya está contagiada por ese cáncer del cine fantástico contemporáneo reutilizado hasta el paroxismo. Es, como no podía ser de otro modo, el final sorpresa. Un desenlace inverosímil, embustero y, debido a que los mecanismos de la trama no necesitaban de su aparición, totalmente innecesario. Un hecho que hace que la sensación que deja esta gran película en un frustrado y ejemplar cine de género, paradigmático, en el momento en que Aja y Levasseur se les ocurre, no se sabe muy bien por qué, cerrar su brillante desarrollo con un final de justificación inconcebible.
No obstante, a pesar de un final endeble y prescindible, ‘Alta tensión’ es mucho más que una simple película de serie B ‘gore’ a la francesa, ya que si por algo es del todo loable el producto de Alexandre Aja es por no perder de vista su deliberada recuperación de la radicalidad de las obras que les han servido de referencia. Destaca, además de su espléndida factura técnica, el cuidado trabajo de François Eudes en la banda sonora, los efectos especiales de maquillaje de Giannetto de Rossi y la sorprendente labor en el terreno interpretativo de la sugerente Cécile de France (fantástica en su doble papel de ángel y demonio) y Maïenn Le Besco, dos actrices que hacen alarde de un verdadero trabajo de composición de personajes en un género en el que esta faceta es bastante escasa.
Sin pretensiones estéticas o narrativas más allá que la de provocar inquietud en el espectador, ‘Alta tensión’ es una película tan contundente como renovadora que, alejándose y variando sus propósitos, es tan recomendable como olvidable, si no hubiera sido por la pérdida de la sencillez en su último tramo.
Miguel Á. Refoyo © 2004

La tragedia catódica anual llegó a nuestras vidas

Sé que suena frívolo amplificar un tema tan baladí a una esfera de dramatismo trágico, pero lo cierto es que este pasado lunes sucedió algo que deja un gran vacío en nuestras vidas. Por lo menos, hasta el próximo septiembre de 2005. Ya me extendí en un aplaudido dossier sobre ella, en uno de los temas fundamentales que me llevaron a empezar a escribir este weblog (de hecho en el segundo post ya aparecía mi reivindicación pasional por el tema). ‘24’, la serie de culto más superlativa de la historia moderna de la televisión desde ‘Twin Peaks’ cerró su tercera temporada dejándonos huérfanos de emoción, sin la intriga semanal que, dada su supremacía, ha pasado a ser un alcaloide visual, una droga adictiva sin la que poder pasar.
Ayer asistí con lágrimas en los ojos a un momento que pasará a los anales catódicos. Jack Bauer, el héroe inquebrantable, el miembro destacado de la UAT, finalizaba su tercer día más largo en su trabajo de una forma que me llegó al alma. Un tipo hierático, que jamás sonríe y tan profesional y entregado a su trabajo como antes nadie había demostrado en una serie deja salir la tensión acumulada de la manera más humana posible. Cuando el virus de Sanders es neutralizado y su último contacto es detenido. Tras 24 horas en las que está superando su adicción a la heroína, ha estado a punto de morir varias veces, se ha vengado de la mujer que asesinó a su esposa y ha matado a uno de sus superiores, Jack se retira a su coche y se viene abajo, llorando, destrozado por tanto desasosiego y pérdida de adrenalina. Ese momento de humanidad, de cercanía e identificación con el personaje ha sido una de las instantáneas que permanecerá a fuego en mi memoria a lo largo de mi laberíntica vida de convulso espectador televisivo.
Reconozco que algunas de las subtramas de esta temporada estuvieron a punto de hacerme creer que tanta magnificencia no era posible, pero no ha sido así. Tanto los productores de la Fox, Joel Surnow y Robert Cochran, como John Cassar, director de esta obra de precisión, deben estar satisfechos y orgullosos de haber parido la mejor serie de la década, contribuyendo a instantes de estimulante acción sin freno, de calculados giros inesperados, de acción inusual en la apática parrilla de televisión. Simplemente, ‘24’ es una lección magistral de teleserie. Una obra maestra de nuestros días.
El cierre de la tercera temporada ha sido una de las experiencias más impresionantes y agónicas que he tenido la suerte de vivir, como los últimos capítulos de las dos primeras temporadas, como toda la serie. Lo que ha pasado en esta con Tony Almeida, Michelle Dessler, Ryan Chapelle, Chase Edmunds, los demás componentes de la UAT y, sobre todo, con un ejemplar presidente Palmer retirado con las manos manchadas por la corrupción y las presiones políticas no tiene precio.
Espero con impaciencia a que llegue septiembre de 2005, a que los mandamases de Antena 3 sigan creyendo que hay muchos espectadores que necesitamos nuestra dosis privativa de una potente droga llamada ‘24’.