Un 5 de mayo de hace tres décadas se disputó la final de la Copa del Rey entre el F.C. Barcelona y Athletic de Bilbao. El Barça venía de ganar a Las Palmas y el club rojiblanco se desprendió de un Real Madrid en pleno apogeo después de una emocionante tanda de penalties. A las 20:15 arrancaba una final polémica, salpicada de controvertidas declaraciones cruzadas a largo de toda la temporada, sobre todo entre Diego Armando Maradona, que entonces era el buque insignia del club blaugrana, y el técnico Javier Clemente. La tensión tenía su origen en la lesión sufrida por Maradona en aquel duro lance del juego provocado por una entrada de Andoni Goikoetxea que ya había encendido los ánimos entre las respectivas aficiones y cuerpos técnicos. El 29 de abril de aquel mismo año, el equipo ‘zurigorri’ se había proclamado por octava vez en su historia en un derdy antológico contra Real Sociedad y un doblete de “Rocky” Liceranzu, en un cruce de resultados que llegó a poner como campeones de liga al Barça y el Real Madrid en diversos momentos de los respectivos encuentros de liga.
Aquel Athletic personificaba una fuerza que no entendía de especulaciones, que comenzaba sus partidos con una intensidad fuera de lo normal, fustigando al contrario desde que el esférico echaba a rodar por el césped. Y así se plantó en la capital, dispuesto a hacer efectiva esta tendencia frontal. El once titular; Zubizarreta, Urkiaga, Liceranzu, Goikoetxea, Núñez, Patxi Salinas, De Andrés, Urtubi, Dani, Endika y Argote. Por parte del club blaugrana que dirigía César Luis Menotti; Urruti, Sánchez, Migueli, Alexanco, Julio Alberto, Víctor, Schuster, Rojo, Marcos, Maradona y Carrasco. El Bernabéu parecía San Mamés. El color rojiblanco inundaba las gradas y la afición ‘athleticzale’ hizo suyo el estadio suponiendo un 80% de la entrada total de aquella tarde, apoyando y gritando con fervor cada toque de balón de su equipo. La alegría no tardaría en llegar. Corría el minuto trece cuando, tras un córner botado por Argote era despejado por Schuster hacia la posición del jugador del Athletic, que colocaría el balón en la frontal del área donde Endika controlaría con el pecho para enviar con un zurdazo a la red.
El delirio pareció apoderarse de un ambiente que se empezó a encender dentro y fuera del campo. Con el comienzo de la segunda parte, el partido no tuvo más historia que la gran presión defensiva de De Andrés, Salinas y Urtubi, anulando a un rival que tuvo un par de oportunidades sin importancia. Se pasó a un cúmulo de patadas y juego duro por parte de los dos conjuntos después de una entrada Schuster a Urkiaga. Patadas, piscinazos, la devolución de objetos lanzados al campo por parte del jugador alemán y poco juego que quedará como una final deslucida en cuanto a lo deportivo, pero que será recordada cuando el colegiado Franco Martínez pitó el final del encuentro.
Fue entonces cuando Maradona, frustrado por la derrota, impulsó la batalla campal llena de furia y violencia que dejó un triste recuerdo del título rojiblanco. “El Pelusa” propinó un rodillazo en la boca de Miguel Ángel Sola, que tuvo que ser retirado en camilla, lo que encendió los ánimos encrespados de los jugadores que fueron a increpar y agredir al argentino, de nuevo en un enfrentamiento con Goikoetxea y Sarabia, transformándose en una tangana colectiva en la que Migueli lanzó una patada voladora a De Andrés y Schuster intentaba repartir todo tipo de puñetazos y golpes, Clos a Patxi Salinas, Dani había dado lo suyo a Sánchez, que fue retirado del campo... Incidentes que no lograron deslucir un hecho histórico por parte del Athletic. Con el capitán Dani levantando la Copa de campeones (la vigesimocuarta de su historia), el Athletic había conseguido el triplete (Supercopa incluida) y convertir así el sueño en realidad que hizo que una generación entera de aficionados volviera a cantar de nuevo el tan propiamente vizcaíno “alirón”.
Las celebraciones posteriores también forman parte de la historia del Athletic y del Botxo, cuando más de un millón de bilbaínos se reunieron para dar la bienvenida en masa a los héroes deportivos en un acontecimiento que marca la evocación y la herencia del amor incondicional por un equipo único. La Gabarra surcando las aguas del Nervión flanqueada por innumerables embarcaciones que la escoltaron hacia el puente de Deusto representa una imagen simbólica de ese orgullo hacia unos colores que conllevan la inculcación de valores éticos y deportivos de concepción excepcional. Fue el último título del Athletic hasta el momento, pero también el fin de una era futbolística que transformaría el deporte rey hacia otra dimensión que, exceptuada por casos puntuales, ha definido lo que viene siendo la rutina binomial, pues tras aquella liga el F.C. Barcelona y el Real Madrid se repartirían los once títulos siguientes.
Sobre el origen y desarrollo de la pelea pecas de imparcial; la bronca empieza porque un jugador del Atletic provoca a Maradona con una peineta, y leyendo el texto parece que son los jugadores del Barça quienes pegan a los del Atletic, cuando la pelea fue buscada por los integrantes de ambas plantillas.
ResponderEliminarSobre el comportamiento de la afición del Atletic se podrían comentar un par de cosas: desde insultar, durante el minuto de silencio, a los aficionados del FCBarcelona que habían muerto en un accidente de circulación yendo a la final, hasta las numerosas peleas antes y durante el partido entre las dos aficiones.
¿Imparcial? Tal vez. No te lo voy a negar. Pero lees los periodicos de Barcelona del día siguiente y encuentras un ejemplo absoluto de lo que es imparcialidad.
ResponderEliminarY hombre... De hacer una peineta a romperte la boca de un rodillazo a un compañero de profesión. No sé si sabes que si a Sola Maradona le hubiera golpeado de la misma manera en la cabeza, le habría matado.
En cuanto a las aficiones, vi el partido antes de ayer y el minuto de silencio, al menos en la retransmisión de TVE, no se perciben gritos ni silbidos. No sé. No estuve allí, lo vi por televisión.
Y la rivalidad... pues qué quieres que te diga, tal y como se desarrolló el encuentro (bastante mediocre en cuanto a fútbol por parte de los dos equipos) en ese entorno violento impuesto por los dos bandos, no me extraña en absoluto. Y no lo defiendo, ojo. Todo lo contrario.
Un saludo y gracias por escribir y por tu opinión tan educada, que respeto de corazón.