domingo, 10 de septiembre de 2006

Crónica rosa: el beso de la muerte de John Travolta

Los cienciólogos hollywoodienses están de capa caída.
Hace un par de semanas Paramount Pictures, filial de Viacom, anunciaba la finalización del contrato después de 14 años de uno de sus adalides más rentables de su historia, Tom Cruise, a su vez preboste de las consignas de Ron L. Hubbard y su secta dianética, por su estrambótico comportamiento y escándalos públicos llevados por una actitud desconcertante e improcedente en una ‘star’ de su calibre.
Ayer, otro de sus reconocidos jerarcas, John Travolta, era sorprendido in fraganti ofreciendo una imagen poco menos que chocante. El protagonista de ‘Pulp Fiction’, entrado en kilos desde hace años y víctima de la alopecia galopante, besaba afectuosamente en la boca a un fornido señor que aterrizó en su aeropuerto privado.
Este hallazgo en forma de instantánea supone otra de las irrefutables evidencias que abren de nuevo la polémica sobre la sexualidad de Travolta, puesta en tela de juicio desde hace décadas y que exteriorizan esa doble vida que pueda haber llevado el actor que se hizo famoso por dar vida en los años 70 a Tony Manero en ‘Fiebre del sábado noche’.
Según el artículo del Daily Mail, David Miscavige, tótem de la Iglesia de la Cienciología había bromeado sobre el “comportamiento homosexual y libertino” de Travolta en varias ocasiones, cuando la estrella fue acusada por la prensa sensacionalista de haber mantenido una aventura amorosa con Paul Barresi, conocida estrella del porno gay.

viernes, 8 de septiembre de 2006

'Yo soy la Juani', la película española de 2006

Si no teníamos suficiente con la actual situación del cine español ¡Toma!
Sí, señor, la idea es crear la película más oportunista del año, aquella destinada al ‘target’ que llene las salas, asegurando la taquilla. La película que deseaban todos chavales que tienen entre 16 y 25 años está a punto de aparecer en las pantallas españolas. Todas las 'preputas' ligeras de braga y los ‘tunings’ amantes de ‘estimularse’ en discotecas están de enhorabuena porque llega ‘Yo soy La Juani’. La nueva e inmoderada cinta de un polémico usufructuador como es el viejo zorro Bigas Luna, un tipo listo y visionario donde los haya.
‘Yo soy la Juani’ es un esperado filme donde no faltará eso que tanto les mola a los chavalitos de hoy en día; los coches customizados, encopetados con alerones, motores de máxima potencia, llantas último modelo, tubos de escape de relumbrón, amortiguadores, muelles, asientos, equipo de sonido espectaculares, carreras ilegales… El ‘tuning’, en definitiva. Y para las niñatas, nada más y nada menos que el modelo a seguir en su patrón de vida; una impúdica joven con la inconfundible historia de anoréxicas ínfulas de éxito, poseedora de una imagen hortera y chabacana, típica de la actual adolescencia de facsímil, con su ropita ajustada, piercing en el ombligo, miradas prematuramente lascivas y provocadoras, pendientes de aro grande, pantalón de chándal… Cenicientas del siglo XXI, reinas del extrarradio, de los centros comerciales, del hip hop y musas de los ‘tunings’. Chicas poligoneras, capaces de comerse el mundo… y unas cuantas pollas.
Bigas Luna define a su nueva criatura como un nuevo símbolo nacional. Sin ningún tipo de prejuicio. El director catalán cree haber filmado el retrato de una de las realidades más auténticas y apasionantes de nuestra sociedad actual: el mundo de la adolescencia absorbida por las ansias de éxito social, los coches, el sexo fácil, la vida sin preocupaciones ni obligaciones, de jóvenes perdidos que pueblan las periferias urbanas y dedican el tiempo a destrozar paredes con garabatos fogoneados con sprays, “chicos de verdad”, como asegura Luna en su página web.
Los protagonistas de esta odisea de ‘realidad’ son las tentadoras (hay que ver qué erotismo lúbrico desprenden) Verónica Echegui como la Juani, Laya Martí dando vida a la Vane y el líder de El canto del loco, Dani Martín como el Jonah (manda cojones con el nombre), ese galán con apariencia de boxeador sonado de voz agangosada a lo Poli Díaz.
‘Yo soy la Juani’ será una película que, a buen seguro, recibirá la mejor de las críticas por parte de los miles de chavalines que se sientan identificados con esta historia de amores juveniles y desengaños con olor a gasolina que exuda hircismo hormonal a ritmo de ‘dance’ y ‘hip hop’ en los bajos fondos de cualquier lugar de España. Es nuestra juventud. Es nuestra idiosincrasia juvenil actual. Es el cine que nos merecemos. Bigas Luna ha confeccionado una jugada que no puede salir mal.
Por supuesto, no os perdáis el consultorio de la Juani en la página que Clubcultura tiene abandonada antes del lanzamiento de la cinta.

Crónicas de un imbécil fracasado

“La próxima vez, que salgan Calderón y Gasol a jugar con nosotros y entonces igual llegamos a la final”.
José María Gutiérrez “Guti”.
(7/09/2006).

jueves, 7 de septiembre de 2006

Review 'Alatriste'

Desastroso cine épico
La película más cara de la historia del cine español es una ambiciosa muestra de cine épico malogrado debido a su guión irracional, confuso y grotesco.
‘Alatriste’ pretendía ser muchas cosas a la vez; la gran superproducción que sacara de la insuficiencia comercial al cine español, el pretencioso testimonio que corroborara que en España se puede hacer cine épico reivindicando una época medieval concreta y bélica sin incurrir en el ostracismo de la Guerra Civil, la adaptación de uno de los ‘best sellers’ más multitudinarios de las últimas décadas y la película ‘a la americana’ que reuniera lo mejor del cine patrio. Sin embargo, la desastrosa película de Agustín Díaz Yanes no consigue nada de ello. ‘Alatriste’, pese a su innegable esfuerzo por resultar todas esas cosas, es una cinta mediocre que da la razón a aquellos que postulan sobre la muerte de un cine español ahogado en la inopia. Un cine español que encuentra su pináculo errático en este profundo bagaje de esfuerzos y voluntades artísticas que es la funesta adaptación a modo de cóctel sin sentido de las novelas de Arturo Pérez-Reverte.
Las excesivas ínfulas de este oneroso armatoste pretenden generar una idiosincrasia basada en el trazo esteticista y pictórico de la España del siglo XVII y sus contraposiciones morales, donde se entremezclan el poder y el desamor, la traición y la muerte, la deuda y el destino a través de la mirada de un antihéroe que lucha sin tregua por su honor y poco por la patria que le asfixia y manipula. Un logro, la de reflejar en pantalla esa crepuscular época heroica y miserable, que apabulla por la majestuosidad con la que la parafernalia del andamiaje luce en un pomposo retrato de la época, detallista y, en ocasiones, excesivo.
El diseño de producción de Benjamín Fernández y el vestuario de Francesca Sartori se alían con la excepcional dirección de fotografía de Paco Femenia (que algo ha tenido que ver con las mejores secuencias en labores de dirección) para aportar, al menos, la credibilidad ambiental que el reto requería y exponer la España oscura de vasallos y mercenarios al servicio del Rey o de la Inquisición, en una lúcida recreación de un período decadente. Aunque evidencie, eso sí, una constante obstinación en traslucir que ‘Alatriste’ es, ante todo, una superproducción, un proyecto costoso sin precedentes en el cine español. Aunque esa ambientación denote excesivo protagonismo respecto a la historia y sus personajes, sirve como excusa perfecta para enmendar todos los errores que tiene el filme de Yanes.
El grotesco y aparente ejercicio de sobriedad del director de aquella joya llamada ‘Nadie hablará de nosotras…’ se erige sobre los macilentos pilares de un guión estrambótico sin cohesión ni sentido, en el que reina la confusión constante, plagada de anacronismos y saltos temporales fragmentarios, de diálogos desordenados y carente de cualquier continuidad dramática que imposibilitan el lógico desarrollo de las acciones y la (aquí inexistente) evolución de los personajes. Desprovista de toda progresión narrativa, ‘Alatriste’ parece estar rodada sobre un guión al que faltasen páginas, autocreyéndose el vaivén de mercenarios nobles inmersos en un mundo donde la historia, la muerte y la traición tienen tan desarreglado protagonismo. Aunque tal vez, Díaz Yanes haya apostado por una forma innovadora de narrativa, sin coherencia, con personajes sin motivación, aceptando el caprichoso azar de un guión poco menos que ultrajante. Si así fuera, todo estaría justificado dentro de la equívoca trama.
Los 26 millones de euros que ha costado ‘Alatriste’ han servido para crear un débil fenómeno mediático demasiado voluble e inconsistente detrás del cual se esconde una sucesión de anécdotas históricas servidas con total carencia de línea argumental, que puntualiza y ampara todos los defectos del cine español y ninguna de las virtudes del cine épico (sea americano, francés o de cualquier otro lugar del mundo). Algo, como mínimo, que se debería haber intentado, al menos, en sus propuestas bélicas, donde Díaz Yanes ha orquestado las pocas secuencias de lucha cuerpo a cuerpo o colectivas desde la impericia de un director poco curtido en estas cuitas. Y es que a Yanes, ‘Alatriste’ le sobrepasa en todo momento.
Un hecho patentizado en esa batalla final de Rocroi que gravita en la incapacidad, saturada de primeros planos y planos medios del enfrentamiento entre dos ejércitos. Secuencia que se dilata con una multitud que decrece en número a cada plano gracias a la mano del ordenador. Algo nunca visto en una sinfonía de sangre digital, de falseada suciedad e inverosímil muerte que acaba por dejar a la vista otro de sus muchos defectos. Desequilibrio éste que también alcanza al equipo artístico. Si Viggo Mortensen sobresale, a pesar de un acento muy forzado y anómalo, llenando la pantalla con su carisma, haciendo de Diego Alatriste un personaje descarnado, amargo y lúcido y responden a ese marchamo de brillantez los efectivos Javier Cámara, Juan Echanove y Eduard Fernández, tres intérpretes sólidos y en continuo estado de gracia., no ocurre lo mismo con gente como Eduardo Noriega, la improcedente Blanca Portillo (en un papel grotesco e irracional) y las torpes aportaciones de Ariadna Gil y la insufrible Elena Anaya.
‘Alatriste’ termina por ser una película diluida en la apatía, sin la más mínima intriga, acción o emoción. En definitiva, un “quiero y no puedo”, un cúmulo de intenciones galvanizadas en su ambiciosa magnitud que se logran en parte, y que terminan por naufragar en un mar de torpeza narrativa, sin hilo argumental capaz de enlazar los distintos fragmentos de una cinta ambulante en todas sus definiciones.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2006

miércoles, 6 de septiembre de 2006

Trailer y concuso de 'La Marea'

“Cuántas veces tenemos que morir… para llegar a ser quiénes somos” es la inquietante leyenda que aparece en el trailer de ‘La Marea’, uno de los cortometrajes más apasionantes que he tenido el gusto de ver en los últimos tiempos. El visionado tuvo lugar en el mítico encuentro de La Audencia que tuvo lugar en Salamanca el pasado marzo, donde conocí en persona y entable amistad con esos dos talentos cinematográficos que son Jim-Box e Iván Sáinz Pardo. Fue un pase imprevisto, por entonces con un montaje previo, inacabado, sin música… Un pase espontáneo, como todo lo bueno en esta vida.
Ambos, junto al alemán Dirk Soldner habían creado una pieza de poderoso enigmatismo argumental, capaz de desbordar los sentidos, en una extraña fusión de suspense y sensibilidad del lado más oscuro del hombre, que explora un complejo tratamiento de las relaciones humanas, siempre adentrándose en el espacio del subconsciente y los sueños, del misterio de la vida y la pérdida de la amistad.
El corto, realizado sin ningún tipo de presupuesto (otra de sus muchas virtudes) es una pieza poco convencional y a contracorriente, que funciona como poética rapsodia de la vertiente menos conocida del ‘cine de guerrilla’ de Jim-Box (que ofrece aquí algo antagónico a lo que el espectador está acostumbrado) y la artística omnisciencia del duplo Sáinz Pardo & Soldner. ‘La Marea’ es una ineludible cita con la que será una de las sorpresas revulsivas de finales de año. Aprovechando el lanzamiento de su trailer oficial, Iván y Jim han dado a conocer las bases de un concurso de pósters para la promoción de este cortometraje.
Para el póster de ‘La Marea’, se ha pensado crear un pequeño certamen virtual que busca un altruista colaborador con ganas de diseñar un cartel original para el corto. La idea es muy fácil; el participante se basará únicamente en el trailer, pero sin utilizar material original del corto. Es decir, que se aceptan dibujos, fotos originales o libres de derechos, trabajos de photoshop…
El plazo es todo este mes de Septiembre, donde tanto Iván, Jim-Box y Dirk irán recibiendo las propuestas a esta dirección de mail. A finales de este mes, más o menos, habrá un ganador consensuado entre los tres directores del corto y el que esto suscribe.
El ganador será premiado con un ‘pack’ completo con todos los cortos de Jim-box, el ‘pack’ especial de mi corto ‘El limite’ y las ediciones especiales en DVD de ‘El Sueño del Caracol’ y ‘El laberinto de Simone’. Por supuesto, la obra elegida, será el póster oficial final de ‘La Marea’.
Las primeras propuestas ya han ido llegando a la dirección que Sáinz-Pardo ha habilitado para el concurso.
Animaos a participar. La ocasión vale la pena.
Más información… aquí.

Suri, la nueva heredera de Hubbard

Los preceptos de la Cienciología y los Sea Org tienen una nueva legataria que luchará contra los Thétanos y salvará al mundo.
Ya la hemos visto.
Ron L. Hubbard puede descansar en paz en sus ambiciones dianéticas.

martes, 5 de septiembre de 2006

He vuelto (con cumpleaños incluido)

Se acabó. Vuelvo a las andadas abismales.
He agotado el extenso cupo que necesitaba para regresar con ánimos renovados a la rutina bloguera, a ese constante día a día que ha caracterizado este vuestro blog a lo largo de dos años. Sí, amigos, hace exactamente 730 días se inauguraba esta bitácora donde se han vertido tantas irreflexiones, críticas cinematográficas, análisis descerebrados en cualquier contexto, dossieres interminables y escritos improcedentes. Es la hora de salir del abotargamiento estival y volver a dinamizar un poco este espacio interrumpido ya no sólo por la veraniega transición del largo descanso, que no ha sido tal, sino por el trabajo que supone un nuevo peldaño de mi progresión profesional y que, por suerte, pagará las facturas en mi buscada independencia y emancipación. Por supuesto, ha habido que aprovechar dentro de estas no-vacaciones para ver multitud de series televisivas y películas pendientes, así como la escritura y preparación de algún otro proyecto cortometrajístico o literario y, sobre todo, la frenética actividad que hemos llevado a cabo a lo largo de este inacabable tiempo de canícula con respecto a esa anunciada y nunca resuelta página web que es refoyo.com, profusa labor que pronto dará sus frutos a los ojos de todo el mundo.
Hay que retornar a esos míticos tiempos que han ido paulatinamente caracterizando el constante hálito de publicación de ‘Un Mundo desde el Abismo’ a lo largo de estos dos años. Parece que fue ayer cuando, sin mucha idea de cómo enfocarlo, juntaba palabras, movía ideas inextricables, fusionando temas sin orden ni sentido, haciendo, en definitiva, lo que ha venido siendo hasta ahora este blog. Recapitulando, se han vertido aquí 979 posts, que se dice pronto. 979 escritos que han desfilado en este lapso de imperturbable ímpetu prosista y anormal que vuelve a su cotidiano cauce de eclecticismo y barullo al que el lector está acostumbrado.
Me hubiera gustado sorprender con algo antológico, como lo hice el año pasado con aquella ‘Versión 3.0’ del Abismo, una legendaria renovación que, transcurrido un año, sigue siendo una revolución informática dentro de la ‘blogoesfera’. Así que, en este sentido, pocas novedades se han podido actualizar al respecto. Por eso, en plan humilde y pobre, del tipo “Cumpleaños de sándwiches de mortadela de aceituna y algo de foie gras”, sacad todos el gorro de cartulina, las serpentinas, el confeti y celebremos este segundo aniversario de un weblog que pertenece, por necesidad, a cualquier despistado o habitual que acuda aquí a disfrutar de los sinsentidos y dislates de ocio que, en alguna que otra ocasión, emerge por este pequeño ecosistema infracultural.
Queda inaugurada, por tanto, la Temporada 2006-2007 de ‘Un Mundo desde el Abismo’.

lunes, 4 de septiembre de 2006

EXTRA VERANO (y XI): Especial MundoBasket Japón '06

Un sueño hecho realidad
En una era deportiva de mitos efervescentes, donde se enaltece la mediocridad de un Deporte Rey de paupérrima calidad y evolutivamente aburrido, en un tiempo donde los mitos competitivos de las diversas disciplinas atléticas decrecen en importancia rápidamente, asistimos al legendario hito destinado a encabezar los recuerdos más enfatizados dentro del deporte español en toda su historia. Ayer, en el Super Arena de Saitama, en Japón, la selección de baloncesto de España escribió con letras de oro su propia leyenda, como antes lo habían hecho en otros deportes postergados en la memoria colectiva por su falta de alcance mediático.
Los ‘Golden Boys’, encabezados por ese imprescindible demiurgo sideral, la estrella humilde y cercana que es Pau Gasol, han obedecido a las más altas expectativas logrando cimentar el triunfo más apoteósico de todos los tiempos, por encima de la ya añeja medalla de plata en los JJ.OO. de Los Ángeles en 1984. Jorge Garbajosa, Rudy Fernández, Juan Carlos Navarro, Carlos Cabezas, José Manuel Calderón, Felipe Reyes, Carlos Jiménez, Sergio Rodríguez, Berni Rodríguez, Alex Mumbrú, Marc Gasol conforman el equipo dirigido a la perfección por José Vicente "Pepu" Hernández. Todos ellos son campeones del Mundo de Baloncesto, ése emocionante deporte al que el espectador sólo atiende cuando llegan las citas significativas como la de ayer, cuando debería ocupar un lugar destacado en las agendas semanales del espectador y aficionado a los deportes con esencia y espectáculo.
Lo de ayer fue una lección imborrable. Un equipo arrasando, haciendo factible algo tan difícil como que la colectividad se imponga sobre el sujeto individual, labor cimentada en el trabajo de un grupo de asombrosos profesionales apoyados en la creencia de sus posibilidades y en el espíritu ganador de un colectivo destinado a las grandes proezas. La triste lesión de Pau Gasol para la final contra Grecia tras ganar agónicamente y en el último segundo a Argentina creó dudas sobre las opciones de ganar el último y más trascendental partido de los últimos tiempos.
Hoy se ha escrito que no hizo falta Gasol (elegido MVP del campeonato) para comprobar la valía de todos sus compañeros. España demostró que está por encima de la peculiaridad de un solo jugador decisivo en los triunfos de la selección. Pero lo cierto es que el pívot de los Grizzles fue ineludible para la victoria final. Sin jugar, celebrando con orgullo y entusiasmo cada canasta en el vendaval baloncestístico de sus amigos y cómplices dentro de la pista. Unos compañeros que, inspirados por dedicarle el Mundial a su jugador referente, consiguieron la imborrable hazaña con el antológico repaso a la selección helena, a la que derrotó por 23 puntos (70-47).
Garbajosa y Navarro, irregulares en algunos momentos de partidos precedentes, pero inmensos y resolutivos ambos, apuntillaron desde la línea de triple el gran trabajo del capitán Carlos Jiménez, del recuperado Felipe Reyes y del gran descubrimiento del mundial, el joven Marc Gasol, que cimentaron en la defensa y el rebote sus armas fundamentales para que España ganase el oro. Ni Papaloukas, ni el intimidante ‘Baby Shaq’ Schortsianitis, ni Diamantidis, ni Kakiuzis pudieron hacer nada más que aceptar la tremenda superioridad de un rival en estado de gracia, llevándose como premio de consolación su merecida plata después de apisonar al descafeinado conjunto de la NBA de Estados Unidos en otro encuentro que el aficionado recordará en el futuro al hablar de la heroicidad de aquel 3 de septiembre de 2006.
Cuando uno hace memoria en el reciente cómputo global del Mundobasket, incluso este título mundial parece que ha resultado más fácil de lo esperado. Algo que está muy lejos de la realidad. El trabajo y el esfuerzo de un bloque imbatido han generado, simplemente, una seguridad en el éxito basada en la función de un equipo laborioso y diligente, en la ilusión de sus miembros, en la unión de grupo donde cualquiera puede tener un mal día sabiendo que otro subsanará con creces esa falta de acierto. España, hoy por hoy, es una de las superpotencias dentro del basket mundial.
Como bien lo ha demostrado en los 18 partidos invictos desde que comenzara su periplo de preparación en San Fernando, España tiene una colectividad excepcional, con hambre de victorias establecidas en su inabordable ímpetu, que deja adivinar las necesarias bases para que esta primera gran conquista internacional amplíe su continuidad durante los próximos años. Tal vez con el Europeo de España del próximo año o con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008 para los que obtuvo también el pasaporte directo. Soñar ya no es una utopía. Soñar con lo más grande está en las manos de estos auténticos héroes nacionales.
Verles jugar es puro placar técnico, estratégico y visual. España ha redondeado su mejor torneo, sin dejar de mejorar en el juego, con la misma reflexión y esfuerzo que ha definido a lo largo del Mundial. Estos ‘Golden Boys’ nos han devuelto con creces la atención de una afición que suele atender en exceso a fracasados ámbitos en los que la selección nacional naufraga perseverantemente. La selección de baloncesto ha devuelto la fe deportiva, la emoción sensible de unos jugadores capaces de hacer llorar al espectador con la identificación de un color rojo que simboliza la unión, el respeto y la capacidad de sufrimiento.
Observar a Gasol llorar desconsoladamente cuando se fracturó el quinto metatarsiano del pie izquierdo al tratar de realizar un giro ante el marcaje de Fabricio Oberto a minuto y medio de la conclusión de la semifinal encogió el corazón de un país y demostró que los titanes, los verdaderos ídolos de masas, son humanos. También el rictus circunspecto de “Pepu” Hernández impactaba con la causa de tal gesto. El seleccionador nacional, el hombre responsable del maravilloso juego del combinado nacional, se enteraba de la muerte de su padre horas antes de la final mundialista. Sin embargo, en otra muestra de valor humano y deportivo sin límite, logró que su amargura no hiciera mella en la ilusión del equipo. Dos momentos que marcarán, sin duda alguna, la memoria de ese Naismith Trophy tan celebrado por todos.
Lejos de la lamentable mediocridad de la selección de fútbol de un Luis Aragonés con las facultades mentales debilitadas por efecto de la edad, el baloncesto español debe y tiene que convertirse en el referente deportivo nacional. Ya está bien de tanto énfasis con aquellos que no lo merecen. La selección de baloncesto está aprovechando el mejor equipo de su historia (y, de momento, del mundo) para promover el impulso de este apasionante y emocionante deporte, inspirado en esa actitud sin fin de seguir creciendo y lograr objetivos tan importantes como el conseguido ayer.
El destino del deporte en España, en la actualidad, está marcado, entre otros, por el deporte de la canasta. Algo que no debemos olvidar prematuramente en estos tiempos donde este tipo de éxitos son tan efímeros y poco valorados en deportes llamados, injustamente, “secundarios”.

miércoles, 30 de agosto de 2006

EXTRA VERANO (X): Review 'La habitación del niño'

Terror cotidiano y bidimensional
De la Iglesia ofrece con su telefilme de encargo un cambio radical en su temática con un viaje de ambivalente pesadilla ubicada en la normalidad de una familia feliz.
Álex de la Iglesia (y por extensión, su imprescindible guionista y acólito Jorge Guerricaechevarría) abordan el complejo reto que necesitaba el tándem a la hora de afrontar su siguiente título tras la notable (pero bastante damnificada por la crítica) ‘Crimen Ferpecto’. ‘La Habitación del Niño’ es un cambio radical, la esperada actualización de sus cánones y distintivos dentro de una carrera marcada por la cohesión del humor negro agresivamente perverso con la mejor tradición del cine. Era necesario una variación que reemplazara la desmitificación constante hacia los conceptos genéricos que habían manejado y subvertido hasta el momento para ofrecer un filme de encargo ubicado dentro de los márgenes del género de terror desde una posición nostálgica y clásica respecto a las tendencias actuales, pero a la vez con un respeto hacia el material que se traen entre manos. El resultado es una película que fortalece la dimensión artística y diestra del dúo ‘De la Iglesia – Guerricaechevarría’ con una cinta que consigue, en muchos momentos, la auténtica relevancia estilística que poco se aprecia dentro del cine español de nuestros días.
Lo que a simple vista es la historia de un joven matrimonio con un bebé que descubre, mediante un sistema de escucha y vídeo, cómo en la habitación del pequeño hay alguien que vigila junto a la cuna, no es más que un camino periférico para ahondar en otro terror más real si cabe, el de la pérdida de la unión familiar y del nexo racional que separa el equilibrio mental ante una situación paranormal, aquél que traiciona al raciocinio abriendo la angosta posibilidad de la locura. Rehusando a ceñir la historia a los más arcanos manierismos del género, De la Iglesia reaviva con su telefilme una sugerente fantasía y alucinación clásica por los entes de lo oculto, aquellos que perviven en otra dimensión alternativa, bien sea en el pasado o, simplemente, en la perturbada insania de lo desconocido.
Los elementos estilísticos del cine de Álex de la Iglesia se armonizan en ‘La Habitación del Niño’ en un rigor procedente de su madurez como cineasta. Una madurez que, en el conjunto de su obra, había sido profetizada y cristalizada hace bastante tiempo. Así, es posible que en la dilatada imaginería del artista se capte la anteposición de lo filmado a quien lo filma (exceptuando esos intachables ‘gags’ que dejan atisbar el humor cruel y la violencia extrema que han caracterizado su cine a lo largo de su filmografía), optando por el abandono de la búsqueda del simple efectismo potenciador de sobresaltos y acentuar así la diferencia entre lo visual y lo intrínseco de la historia, atendiendo, de esta manera, a la cadencia y la progresión sensorial del relato con un ritmo de innegable vigor.
‘La Habitación del Niño’ es un oscuro viaje que va desde el sosiego de una vida familiar feliz y tranquila, sin más sobresalto que la inesperada visita de esos cuñados pesados y perfeccionistas de todo hijo de vecino, hasta esa grotesca alucinación habitada por seres malvados de otro tiempo o espacio, capaces de los peores actos que se transmutan a nuestro mundo para ejercer el Mal en estado puro. Es el descenso a los infiernos de las sombras a través de un guión que invita a descubrir al espectador ese juego del ‘yo’ más siniestro que todos llevamos dentro por medio del realismo perceptivo de sus imágenes, rutinarias e identificables.
Es un estimulante encuentro con un cine cuyo sentido de lo fantástico y el terror se desprende de la subversiva mirada que, otra vez, De la Iglesia impone sobre la supuesta ‘normalidad’ y sobre la familia, la película persigue en todo momento un signo clásico del género, en su vena más sobria, con una ficción donde no existen coartadas situacionales como explicación psicológica, ya que se recurre a la utilización de un terreno psíquico deformado en un espacio terrenal, de modo que el terror alternativo, aquel que provoca los fantasmas interiores devenidos en puertas inexistentes, grietas temporales y asesinatos inconcretos no son más que la representación de una personalidad aturdida en un mundo inestable que se presagia en constante metamorfosis. Sin rehusar a los conceptos y efectismos más tradicionales, ‘La habitación del niño’ incluye una perspectiva visual en el que la imagen tiene una importancia trascendental, en un acto de fina ironía frente a la tecnología, a la que demoniza con un guiño en contra de la creciente obsesión por la seguridad que tanto predomina en nuestro días.
Gracias a esa tecnología, la del ‘baby control’, en la cual se descubre un elemento clave en el constante manejo de la imagen de vídeo para evocar fantasmas del pasado, Álex de la Iglesia consigue un enérgico pulso terrorífico a la hora de mostrar lo que se ve y lo que se muestra, en una diferenciación portentosa de la realidad y la ensoñación onírica (o no), entre lo concreto y lo intuido, entre el pasado (o futuro) y el presente. Un hecho que sirve para jugar con las dobles miradas, tiempos y disposiciones de dos realidades y ofrecer, entre líneas formales, la inquietud necesaria para enriquecer esta historia de maldiciones, creencias y fantasmas (interiores y externos). A buen seguro que, como padre inexperto, De la Iglesia aportó su particular ejercicio confesional sobre la paternidad, ahondando en obsesiones personales exclusivas que exorcizaran, en cierta manera, una asignatura pendiente que tenía el director con un género tan adulterado como es el terror y aprovechar la coyuntura para narrar, de un modo infectado y siniestro, los miedos a los que conlleva ser padre y ejercer como educador, transformado aquí en una pesadilla sin límites.
Esa traslación, ésa finalidad narrativa de una perspectiva más interiorizada en el personaje principal es la que ayuda a la desasosegante evolución hacia la locura, distintiva de la vena más ‘polanskiana’ del cineasta vasco en su habitual fusión genérica de la cotidianidad y la anormalidad, esta vez encauzada hacia una faceta sobrenatural. Además, ‘La Habitación del Niño’, encubre sus pequeñas carencias (la falta de más presupuesto -visible en la ligereza de la dirección artística-, alguna licencia de guión –precisamente los mencionados momentos de humor a cargo de los personajes de Dechent y Tallafé- o la impronta del ámbito telefílmico -ante la que claudica el filme en algunos instantes-) con la destreza con la que De la Iglesia sabe ir más allá de las premisas puramente sobrenaturales y desarrolla aspectos ocultos hermanados al relato clásico de terror, haciendo alarde de una capacidad para crear tensión abrumante, sin escatimar en la exhibición de lo misterioso o en la crueldad de lo salvaje. Terreno en el que una pelea marital denota también la inextinguible preponderancia del director a lo excesivo.
‘La Habitación del Niño’ es una sorpresa en toda regla, capaz de hechizar con esa tensión poética y melancólica de las imágenes en dos tiempos, desde dos perspectivas y combinando la sutil cadencia de los encuadres que rememoran cierta fuerza del espíritu cinematográfico del maestro Chicho Ibáñez Serrador, homenaje manifiesto al título de la serie de telefilmes que componen esta gran idea desperdiciada por Filmax ‘Películas para no dormir’. De esta ofrenda, proviene que en todo momento De la Iglesia sepa sortear el artificioso susto efectista para erigir, mediante la cámara o la magistral partitura de Roque Baños, la revelación advertida por el sigiloso movimiento de cámara que revela lo que el público espera, sin ninguna pretensión estética o sonora por subrayar lo tenebroso.
A ese fondo asfixiante de la trama contribuyen los dos intérpretes de la historia; un Javier Gutiérrez que consigue tomar el pulso a un personaje complejo y dual con gran convicción (aunque a veces el personaje le venga grande) y una esplendorosa Leonor Watling, que demuestra su versatilidad en cualquier género. Algo que no producen las constantes presencias habituales en el cine de De la Iglesia, que van apareciendo en pequeñas secuencias del filme en plan ‘cameo’; Terele Pávez, Ramón Barea, María Asquerino, Enrique Martínez o Gracia Olaya, ya que el reconocimiento de estos, empañe en cierta medida la certidumbre de la lobreguez narrativa y descoloque un poco al espectador. Una traba que no afecta al gran Sancho Gracia, cuyo fundamental rol aporta las necesarias respuestas a muchas incógnitas planteadas a lo largo de la película, que que avanza en su construcción argumental a través de pequeños detalles que conducen a la participación emocional de un espectador obligado a entrar en la trágica coyuntura de la dualidad, otro de los anagramas con los que De la Iglesia maneja su historia dentro de la bidimensionalidad.
La ambivalencia, esa indefinición que mantiene la intriga de la historia por medio de los espejos e instiga a adentrarse en la realidad oculta de la película, invoca en todo momento a la transformación del Mal, pero en un trance velado e incorpóreo, dejando entrever el desdoblamiento que abraza inesperadamente una sorpresa final contenida en un epílogo sorprendente y brutal. ‘La Habitación del Niño’ es, en último término, la contribución por parte de Álex de la Iglesia al género, con una pesadilla que invoca su libérrima voluntad de estilo, envolviendo consigo una atmósfera neutra, sin identificar el relato a la esfera oscura y malsana, y que consigue, en definitiva, transmitir la recreación de ese universo en el que se confunde realidad y alucinación (tal vez ilusoria), así como en la ubicación del aparentemente y apacible entorno en el que se desarrolla la acción que oculta, bajo su apariencia, una perversa trama de horror y asesinato. ‘La Habitación del Niño’ es el trabajo destinado a acreditar que De la Iglesia está preparado para acometer cualquier género con la misma destreza que ha demostrado hasta el momento.

EXTRA VERANO (IX): Spot seleccionado

Gracias a todos por vuestro apoyo incondicional.