lunes, 18 de abril de 2005

3 breves 3

Movieweb confirma lo que ya apareció aquí hace algún tiempo; Platinum Dunes ha llegado a un acuerdo con Focus Features para llevar a cabo el remake de la película ‘Carretera al infierno (The Hitcher)’, un clásico de los 80 dirigido por Robert Harmon y que tiene como principales soportes en esta innecesaria actualización a Michael Bay, Andrew Form y Brad Fuller.
El cómic ‘The Darkchylde’ puede ser llevado a la gran pantalla. Lo ha confirmado el propio creador de la serie tebeística, Randy Queen, que confirma que tiene un guión excelente lleno de terror y buenos sustos. Estará en la producción Dark Horse, sigue probando suerte en la adaptación de cómics con la exitosa ‘Hellboy’. ‘The Darkchylde’ cuenta la historia de Ariel Lynn Chylde, una joven de oscuro pasado que, debido a una maldición, convierte las bestias de sus pesadillas en realidad.
Por último, el violento ex-futbolista y actor ocasional Vinnie Jones podría dar vida a Juggernaut, uno de los villanos que aparecerá en la tercera parte de ‘X-Men’.

Ha llegado el católico momento

Hoy comienza el famoso cónclave del que saldrá el sucesor de Juan Pablo II (te quiso todo el mundo). Los cardenales más jóvenzuelos (los menores de 80 años) podrán elegir con su voto a la nueva cabeza de la Iglesia Católica en un proceso planificado al milímetro.
Imagen extraída de La Fragua.

domingo, 17 de abril de 2005

'The Shape of Things', la mediocridad de lo superficial

La manipulación de la vida que imita al arte
Neil LaBute recuperó su mejor cine crítico con una cruel visión sobre la manipulación y la superficialidad que encierra el amor y el arte en la sociedad moderna.
Como escribió Oscar Wilde en ‘El retrato de Dorian Gray’ “Detrás de todas las cosas exquisitas que existieron hubo algo trágico”. Es aquí donde podríamos situar el núcleo existencial de una cinta que pasó injustamente desapercibida por nuestras pantallas hace menos de un año como es ‘Por amor al arte’, la última película del insurrecto Neil LaBute, un hiriente autor que, junto a cineastas como Alexander Payne, Wes Anderson y Todd Solondz, se empeña en hacer ver lo oscuro y cínico de la sociedad actual, donde las apariencias de felicidad esconden el lado más funesto y agónico de la verdad que nos rodea. LaBute ha proporcionado lo mejor de su corta carrera con dos títulos como ‘En compañía de hombres’, donde dos ‘yuppies’ se planteaban, a modo de juego, hacer sufrir a una atractiva mujer sorda y ‘Amigos y vecinos’, dura visión sobre la infidelidad y la amistad como fuga a los problemas de pareja. Alejado de experimentos ‘normalizadores’ en las irregulares ‘Persiguiendo a Betty’ y ‘Posesión’, el realizador americano vuelve a enfocar su perversa mirada hacia una particular antítesis de la felicidad y el desengaño.
‘Por amor al arte’ no se entendería sin esta nueva tendencia de la sociedad moderna por la perfección, inculcada de valores que se proyectan desde los medios de comunicación hacia la obsesión por la imagen, por el exterior, donde el físico es lo fundamental. Una sociedad donde el culto al hedonismo y al narcisismo son valores en alza y donde las carencias afectivas y de personalidad se subsanan con la manipulación. El hombre moderno se ha convertido en un metafórico caramelo de envoltura sugerente e irresistible que esconde una golosina hedionda con sabor a mierda. En este espinoso terreno, ‘Por amor al arte’, se consuma como una hiriente comedia negra y una sátira sobre la carencia de personalidad, la sumisión amorosa, la amoralidad del proceder artístico y el egoísta y desalmado manejo emocional en favor de la satisfacción personal, donde se subjetivizan sentimientos y arte. Y no es el manifiesto misógino que se podía esperar de LaBute, sino que, dentro del campo estético e íntimo, es una proclama sobre la bulimia emocional, la anorexia moral y la vigorexia social que envuelve a una sociedad que mendiga belleza y perfección como justificación de la felicidad que proponen los patrones modernos. En definitiva, que estamos encerrados en la aterradora superficialidad de la sociedad del marketing, de los axiomas de la tele, del mensaje único e institucional que esclaviza a una feligresía mediática mediocre, convirtiéndola en feliz aglomeración de ignorantes.
En este ejercicio de misantropía digna de Kohler o Milstein, LaBute envuelve de ironía amarga la historia de amor Adam y Evelyn, dos jóvenes que se conocen en una galería de arte e inician una relación de pareja que no ven con muy buenos ojos Jenny y Phillip, los amigos de Adam. Todos se verán envueltos en una evolución emocional y física de consecuencias inesperadas. Bajo ese halo de comedia de enredo, LaBute aprovecha para indagar en el enfrentamiento de los conflictivos deseos humanos afines a las ansias de libertad y de correspondencia, a la pretensión de amor que deviene de la siempre peligrosa noción de toda seducción que, en su fondo, es egoísta y muchas veces cruel. Un juego de lleno de maldad, proveedor del dolor más impío que se pueda llegar a pensar. Con esta premisa, LaBute imbuye de desesperanza y pesimismo una historia que tiene como centro de atención el sofisma que es, en realidad, el amor. La manipulación que comporta el cambiar los hábitos, los gustos e incluso la personalidad para satisfacer a la pareja, arrebatando así lo más importante de la esencia humana: la libertad.
En ‘Por amor al arte’, se utiliza el arte, la obsesión de los creadores por la perfección y la belleza, por la forma de entender las diversas disposiciones artísticas, para trazar una atroz hipótesis sobre las frágiles estructuras de la mentira, del horror del vacío solapado por el automatismo de una relación aparentemente perfecta que se destapa como una disertación sobre la humillación, como lectura emocional basada en las apariencias, dando a entender que la obtención de los deseos que se hacen realidad convierten a las personas en arrogantes y estúpidas, sumergiéndolas en una burbuja de falsedad que algunos dan en llamar felicidad. LaBute dictamina así el amor como refugio de las inseguridades personales, que terminan por exterminar la autonomía individual para someter al individuo a la manipulación. La eficacia de esta sugerente película no reside tanto en el contenido como en la forma, ya que tras la cáscara de comedia romántica se esconde una terrible y angustiosa declaración de hasta dónde llega la mediocridad actual residente en la superficialidad de las cosas, del hombre moderno, de la pareja y el inexistente bienestar que encuentra su verdad en la realidad cruel y hiriente que coloca al hombre en un rol de marioneta utilizado por muchos y diversos factores. El arte es la apreciación subjetiva de algo, a priori, objetivo, que más allá de su representación estética tiene un significado. Como la acertada visión de LaBute sobre las relaciones humanas. Por eso, esa forma de las cosas del título original, la grafía de su arte, se torna utilitarista al tomar como cimentación de su ‘obra’ al propio hombre en manos de una mujer que utiliza sus pretensiones intelectuales e inspiración en la metáfora que supone la cotidianeidad de tres vidas aburridas y sin pasión (el modelo que la sociedad tiene como ‘normales’), cuya esencia final destapa la verdad interior de todos y cada uno de ellos ante la perversa prepotencia de una persona que habla de amor, pero que lo utiliza como praxis experimental en la que todo vale por demostrar que en la investigación pasional cuasicientífica también existe arte.
Toda la película no tendría su devastadora relevancia sin sus extraordinarios cuatro y únicos intérpretes, encabezados por la carnal Rachel Weisz, que encauza el mejor rol de su reducida filmografía a momentos de soberbia actoral, a la que no son ajenos un extraordinario Paul Rudd, la dulce Gretchen Mol y el cínico Paul Webber. Pero no todo podía ser perfecto, ya que en la adaptación de la propia obra de teatro del director, la carencia escénica y unificación geográfica que sólo entrecruza a las dos parejas proporciona a su versión cinematográfica un excesivo aire de claustrofobia, sólo rota por las canciones de Elvis Costello a modo de transición entre escenas (un punto característico en el cine de LaBute) y que conlleva muchas veces a la apatía y la monotonía de ciertos diálogos que se hacen largos. Un aspecto que si se une a la excesiva y habitual frialdad de La Bute como director, resta vigor al ritmo y a lo mejor de unos diálogos sencillamente sobresalientes.
Y ésa desacertada propuesta teórica y distante del mundo real, encerrada en un entorno teatral, es el principal lastre que no deja a ‘Por amor al arte’ transformarse en una obra maestra del cinismo humano y la confusión de la utilizada sociedad que, sin embargo, alcanza su apoteosis de bestialidad en un desenlace lleno de mala hostia venenosa, de violencia verbal enfocada a la estupidez y al enamoramiento humano, al manejo recíproco (o unifocal) al que se entregan las parejas de novios, a la superioridad en las relaciones de amistad que esconden bajo su apariencia de estabilidad y felicidad el auténtico sentido del cinismo e hipocresía.

Hey, Joe...

Inconsciente paradigma de la deletérea miscelánea entre rock y heroína, representación de la insubordinación y la desidia, dignatario del ‘black power’ en los 70 y otro de esos ídolos caídos que dejaron un exquisito cadáver muy joven, habiendo vivido rápido pasando a ser otro mártir de un período convulso. Jimmy Hendrix, transgresor y mitológico, se ha convertido con el paso de los años en un emblema de la música revolucionaria y uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos.
La devoción por esta ‘bestia parda’ se materializa en un nutrido catálogo de cantautores, bluesmen, jazzistas y hasta folclóricos, partidarios de la excepcionalidad de una obra musical al margen de su portentoso virtuosismo que dio al mundo de la música algunas las técnicas de grabación que Hendrix empleó en sus álbumes, más revolucionarias si cabe que las de los Beatles en ‘Sgt. Pepper's’.
Esta mañana me he levantado al son de ‘The ultimate experience’, y tras ello, la resaca parece haber disminuido. No he podido por más que seguir consumiendo más Hendrix y tararear sus míticas ‘Hey Joe’, ‘Voodoo Chile’, ‘All Along The Watchtower’, ‘Foxy Lady’, ‘The wind cries Mary’, ‘Fire', ‘Little wing', ‘Crosstown Traffic’ o ‘Manic Depression'.
El rock psicodélico, el blues ácido enfurecido en las cuerdas de su Fender Estratocaster, de contagioso ritmo lisérgico originado en la simbiosis entre blues, jazz y rock; explosivo cóctel de referencias con alma de soul.
¿Hay algo mejor que levantarse un domingo de resaca con la música de Jimmy?

sábado, 16 de abril de 2005

'La flaqueza del Bolchevique', una gema entre la mugre

Los rayos de una esperanza quebrada
Manuel Martin Cuenca se presentó con una adaptación de Lorenzo Silva en la que destacaron Luis Tosar y el portentoso debut de la joven María Valverde.
Curiosa historia de vidas cotidianas, por la que fluye un sutil arte que expresa conceptos perentorios y simples estructurados sobre una idea naturalista de sólidos pilares, con un argumento identificable y cercano. Algo tan cotidiano como lo pueda ser un silogismo existencial con el que todos y cada uno de los espectadores se pudiera sentir identificado. Franqueza, delicadeza, profundidad e intrepidez son algunos de los adjetivos que podrían concederse a este pequeño filme sin pretensiones más allá que la de contar una hermosa fábula de amor y amistad diseñada en diversas escalas narrativas y sentimentales. La cinta de Manuel Martín Cuenca empieza siguiendo a Pablo, un ejecutivo de banca desilusionado, abatido vitalmente pese a tener un empleo seguro y una vida acomodada. Tras un pequeño accidente de coche en plena Cibeles con Sonsoles, una pija madrileña, la vida del joven cambia cuando comienza a hacerle llamadas anónimas. Un juego que parece divertirle hasta que, de manera casual, conoce a María, la hermana de la mujer, una chica de quince años que hará que su vida empiece a descubrir señales evidentes de necesidad y afecto, de desubicación ante su aburrida vida de ‘yupie’ egoísta que utiliza su conocimiento de las técnicas administrativas solamente para el lucro personal.
'La flaqueza del bolchevique' plantea así una inteligente visualización de la novela homónima de Lorenzo Silva narrando un hermoso poema romántico sobre el amor, la luz afectuosa que experimenta un hombre ante una adolescente que no deja ver tras de sí el prototípico modelo de ‘lolita’ al que ha acostumbrado la literatura y el cine, sino que, según el autor de la novela, es una extraña metáfora de la niña Olga, hija del zar Nicolás II y su relación con el 'Mujik' que la ha de matar durante la revolución rusa. Manejando este tipo de metáfora soviética, el cineasta y el literato hacen que la evolución emocional y argumental que rodea el papel de Pablo solidifiquen el instante de flaqueza del bolchevique en una inmensa glorificación emocional, en el verdadero sentido de la vida, aquél que alienta a la chiquilla a mirar con interés y curiosidad el estado anímico y gris de su nuevo camarada, mucho más mayor, pero análogo en la necesidad de condescendencia y amistad verdadera.
Un relato idealista y grisáceo, nunca dramático, pero sí triste, muy triste, que brinda la belleza de la imperfección de un primer trabajo que se enaltece por la trascendencia de esa pequeña (en realidad grandiosa) tragedia cotidiana fundamentada en la caída de las ambiciones materiales a favor del sentimiento. Una entusiasta historia que habla, en su fondo, del imprevisible azar, de la providencia que extingue el destello de la esperanza y lo devuelve a su original crepúsculo. En definitiva, una amarga y sombría película que desglosa una de las más bellas historias de amor del actual cine español a través de los ojos de víctimas carentes de deseos que encuentran su destino en la persona más inesperada. Historia moral de vidas vendidas, de sueños malogrados y de ilusiones frustradas que son la clave para que el debutante Martin Cuenca despliegue una solvente capacidad para desarrollar un vigoroso ritmo, ágil y cadente, impregnado de pequeños detalles colmados de sencillez, utilizados con perspicacia para moverse con igual destreza en la comedia, la intriga y el melodrama y que convergen en una cinta difícil de olvidar. En este fluido retrato del ‘ganador-perdedor’, antihéroe por excelencia, donde los adinerados ejecutivos han perdido su vida a cambio de una existencia gris y muy bien pagada, sin ilusión y renunciando a todas y cada una de sus convicciones personales, renace la vida con la riqueza expositiva de la historia de un flechazo, primero visual, después emocional, con una joven adolescente que no es otra cosa sino el propio reflejo de la juventud perdida.
Una historia con nínfula, sin concesiones a los más degenerados y malentendedores de Nabokov, alusión a un romanticismo puro desprovisto de un erotismo manifiesto, basado en el afecto y en la lucidez emocional que envuelve todo el periplo argumental no exento de cierto pesimismo. En esta saciedad de calidad y filantropía cinematográfica que dota a la película debut de Martín Cuenca con todos los mejores calificativos que se le puedan otorgar a un primer largometraje, hay una admirable obra encubierta en la sencillez y simplicidad, pero también una maravilla de complejas superficies narrativas que encuentran las piezas básicas para la identificación y la ponderación de ‘La flaqueza del Bolchevique’ en el talento de Luis Tosar y la debutante María Valverde. Tosar, formidable, volvió a demostrar que es uno de los actores más capacitados de la última hornada de intérpretes nacionales sublimando su personaje con su profuso talento, a la altura de cualquier papel de los muchos que han venido a darle la merecida fama (‘Los lunes al sol’ o ‘Te doy mis ojos’). María Valverde, por su parte, se configuró con este portentoso papel de adolescente enamoradiza como el descubrimiento actoral más esperanzador de los últimos años de nuestro cine (Goya incluido). Una actriz quinceañera que, gracias a un prodigioso control interpretativo basado en la efectividad y la naturalidad de réplica imposible, hace inolvidable su presentación en la gran pantalla creando unas expectativas más que alentadoras. Valverde es lo más satisfactorio en esta película imborrable, llena de frescura y dotada de esas pequeñas cualidades con las que las películas pasan a ser, al cabo de los años, pequeñas obras de culto.

Contra la resaca, un 'Bloody Mary'

Indicaciones:
Es la única bebida de calidad probada que elimina, de forma absoluta y taxativa, una resaca de tres pares de cojones. Quien no haya aprendido a disfrutar de los buenos dolores de cabeza y el regustillo a arcada que deja una buena cogorza y quiera eliminar este mal menor, esta su bebida y solución.
Ingredientes:
Vodka (4 partes).
Zumo de tomate (5 partes).
Limón (depende lo que guste, pero es necesario).
Hielo.
Salsa inglesa (al gusto).
Pimienta blanca (al gusto).
Sal de apio (al gusto).
Salsa Tabasco (al gusto).
Preparación:
Primero se coloca hielo en una jarra de vidrio, luego el vodka, después las especias (si gustan, que es lo mejor, si no queda muy soso y tu resaca se te pasa, pero no con fantasía degustativa).
Se revuelve todo al son de la brutal resaca con una cuchara de metal o palillo mezclador que todos hemos mangado alguna vez. Una vez removido, nos queda la mezcla principal.
Al final agregaremos el zumo de tomate y el limón (una rodaja de limón, como un 'dash' o para que nos entendamos ‘un toque’).
Por último y para que esté de vicio, se puede colar (con un colador, claro).
Se sirve en el vaso y adiós resacón matutino. Para hacer el gilipollas al estilo Arguiñano cabe la posibilidad de decorar con una rama de apio.
Observaciones:
Este es un aperitivo, una solución paranormal al vicio de perder neuronas a lo bobo, de evitar levantarte por la mañana como si te hubieran aplastado la cabeza con un yunque. El 'Bloody Mary' tiene una gran ventaja, y es que, debido a la mezcla del tomate y las especias, genera apetito. Es decir, que se acabaron las caras de asco en la mesa familiar o levantarse y tumbarse todo el día esperando a que se pase el malestar postetílico.
Una cosa, siempre debe ir igual cantidad de hielo hasta donde luego se servirá el cóctel. Es mejor servirlo en un vaso largo y ancho. A mayor cantidad, mayor efecto.
Y no olvides la regla básica: "Dos veces hielo". Es decir, el hielo con el que se bate el sabroso cóctel no es el mismo que va luego en el vaso. Ése hielo es otro y lo colocamos en el vaso segundos antes de servir para que no se forme agua que cambie el sabor o cuerpo del cóctel.

viernes, 15 de abril de 2005

Lo nuevo de Cunningham ya está aquí

Chris Cunningham lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a crear una nueva pieza de culto, amigos.
Todo surgió como una promo para la canción ‘Afx. 237 v.7’ del álbum de Aphex Twin ‘druqks’. 30 segundos que se han convertido en 6 minutos de otro intenso cortometraje para la galería de este genio de nuestro tiempo.
De su quinta colaboración con Richard D James ha salido otro de esos trabajos que están encumbrando al británico a lo más alto del panorama audiovisual. Otra historia oscura, luctuosa, donde lo abominable es estudiado por Cunningham como realidad deforme del mundo en el que vivimos. Se titula ‘Rubber Johnny’, la historia de un solitario personaje deforme y repulsivo encerrado en sótano junto a su perro. Un mutante confinado en su propia soledad, alienado por necesidad, cuya única compañía es él mismo y sus pensamientos. Su única evasión es un perro al que somete a su propia locura. Un ente desagradable, físicamente análogo a John Merrick, que se ve desdeñado por sus padres, unos ‘rednecks’ adictos a la televisión que le alimentan de vez en cuando.
Otra oscura reflexión de este compositor de imágenes, de un ensimismado analista del cuerpo humano, la anatomía imperfecta, del rechazo de la sociedad al cuerpo deforme.
El corto se estrenó ayer mismito en el Garage Stadio de San Siro, dentro TDK Dance Marathon 2005. Saldrá a la venta con un libro de 40 páginas sobre el proceso de creación de la inquietante historia el próximo 23 de mayo publicado por Warp Films.
Os dejo la interesante entrevista al gran Chris.

¿'Watchmen' cancelado?

El rumor se consolida según pasan los días: ‘Watchmen’, la obra maestra de Alan Moore y Dave Gibbons, que estaba en proceso de preproducción con Paul Greengrass al frente, se va a cancelar. Chris Kenny y Nic Korda, los productores británicos de la Paramount ya habían presagiado el infortunio cuando avanzaron hace un par de semanas las dificultades que estaban sufriendo para ajustar el presupuesto al rodaje que se exige en los míticos Pinewood Studios.
Era más que predecible. La razón es bien sencilla: la ineficacia de un director que, aclimatado a la temática irlandesa y del conflicto del IRA y tras su desastroso paso por la secuela del personaje de Robert Lundlum Jason Bourne, no ha estado a la altura de las circunstancias.
La ambición y complejidad de la novela gráfica, plagada de subtextos y líneas narrativas, la ardua grafía simbólica y el procedimiento con que se analiza y critica sin piedad la sociedad occidental contemporánea, e incluso el sistema político-social en el que se circunscribe, han terminado por comerse a un director que se antojaba desde su principio bastante mediocre para tal empresa.
Es sólo un rumor, pero esperemos que se confirme y se deje para otra ocasión esta odisea aún inalcanzable para ser llevada a la gran pantalla.
Los amantes de ‘Watchmen’ respiramos un poco más a gusto.
El comediante, el Dr. Manhattan, Rorscharch, Adrian Veidt, Dan Dreiberg y la bella Laurel Juspeczyk se quedarán donde deben estar, en las pàginas de un cómic que cambió en Noveno Arte cuando más lo necesitaba.

'Silver City': Estúpido candidato blanco

John Sayles estrenó hace meses ‘Silver City’, de la cual no escribí nada por entonces. Hoy he vuelto a recuperarla, viéndola en condiciones aceptables, sin el cansancio narcótico del trabajo y la presión festivalera allá por Donosti. Volviendo a la sátira política de Sayles, el cineasta independiente compone un curioso panegírico sardónico y crítico con tintes de cine negro que, a su vez, es descubierto como advertencia sobre el estado actual de la democracia americana.
Sayles, consciente de la importancia de su discurso, comienza la película sometiendo a un candidato a senador a una ridiculización homóloga de la visión de George W. Bush en sus patéticas y bufonescas (ya históricas) apariciones televisivas, para pasar a lo que el cineasta plantea en realidad: un ‘thriller’ político en el que el jefe de campaña del gobernante contrata los servicios de un periodista para investigar posibles relaciones de un cadáver anónimo que encuentran mientras el presidente rueda un anuncio para la campaña en un apacible lago y que levanta las sospechas en relación con la posible corrupción de los enemigos de la familia del aspirante.
El arranque cínico y cómico de Sayles sigue mostrando su más heterogénea alianza entre inteligencia para la observación y un agudo sentido del humor hiriente, pero también para enramar una compleja trama de conspiración y manipulación de los entornos políticos y un certero análisis de aquellos que, tras la figura visible del gobernante, constatan la clave evidente de los manejan el mundo, es decir, el equipo de gobierno, los encargados de lavar la imagen de cualquier situación que ponga en peligro la figura del mandatario.
Con ello, Sayles vuelve a demostrar que es, por encima de uno de los directores más independientes del actual panorama cinematográfico, un espléndido guionista. Característica que le confiere el mayor de sus intereses a todas sus creaciones. Pero tal vez es ahí, paradójicamente, donde la película de Sayles le lleva a no conseguir la genialidad que se podía haber esperado de esta tesis de ridiculización de los gobiernos que mueven el mundo, por su insistente apego a la dispersión y a la complejidad de la intriga que entrecruza personajes (todos los actores están fantásticos) en una historia coral excesivamente aviesa. La descripción psicológica y ética de un puñado de personajes que conforman un excelente reparto coral y el modo en que se relacionan en un entorno de corrupción y falsedad, suponen en ‘Silver City’ la piedra angular de un filme que, en su concepto, alcanza el nivel de sus últimos trabajos, buscando renunciar en todo momento a la complacencia del espectador e imputar así su compromiso con la toma de conciencia de la historia.
Mediante su estilo tan personal y distintivo basado en un realismo reposado y un profunda examen del entorno que juzga y recrea, en ‘Silver City’ no hay extremos, aunque las situaciones sean extremas, no hay manipulación gratuita de las acciones o un maniqueísmo evidente, sino una exposición honesta y cercana que adosa a la narración específicos detalles y contradicciones que impulsan a sus personajes a actuar de una u otra manera.

jueves, 14 de abril de 2005

Secuencia 84. GARAGE. Interior – Día.

Jules y Vincent están dentro del coche limpiando todos los rincones manchados con los sesos de Marvin que están esparcidos por el vehículo. Vincent limpia las ventanas y los espejos en el asiento delantero, mientras Jules está atrás, recogiendo los pequeños pedazos de cráneo de los asientos. Los dos están empapados de sangre.
JULES
Aaaaauu-- tío, jamás te perdonaré este puto rollo.
Esta mierda es repugnante.
VINCENT
Jules ¿has oído la filosofía de que cuando un hombre
admite que se ha equivocado, de inmediato se
le perdonan todos sus pecados? ¿habías oído eso?
JULES
¡Vete a tomar por culo con esa mierda!
El cabrón que dijo esa gilipollez nunca
tuvo recoger pedacitos de cráneo por tu puta culpa.
VINCENT
Tengo un límite Jules. Hay un tope en
la cantidad de abusos que puedo aguantar.
Ahora mismo estoy como un coche de carreras
y tú me estás forzando y solamente digo--
sólo digo que es peligroso forzar demasiado
un coche de carreras. Sólo eso. Podría estallar.
JULES
(riendo)
Ohhh-- ¿tú vas a estallar?
VINCENT
Voy a estallar, sí.
JULES
Pues yo me parezco a la puta bomba atómica
cuando estalló, cabronazo, cada vez que mis manos tocan
cerebro soy 'Supermosca TNT', soy los ‘Cañones de Navarone’.
De hecho ¿qué cojones hago yo aquí detrás?
El cabrón que recoge cerebro tendrías que ser tú.
Cambiemos, joder. Yo limpio los cristales y
tú te ocupas de los sesos de ese negro.
Dan ganas de volver a verla ahora mismo ¿eh?
¿Cuántas veces se habrá visto esta película y siempre que se ve parece la primera vez aunque uno se la sepa de memoria?