lunes, 24 de enero de 2005

'Bésame... bésame muuucho'

Coincidiendo con la muerte de la compositora mexicana Consuelo Velázquez, a todo el mundo se les ha despertado su vena romántica y ha recordado esa hermosa canción que es ‘Bésame mucho’. Unas estrofas que suenan en varias versiones a lo largo de ‘Grandes esperanzas’, para el que esto suscribe la mejor película de Alfonso Cuarón. ‘Grandes Esperanzas’, fue una nueva versión del clásico de David Lean ‘Cadenas Rotas’, ambas basadas en la gran obra del maestro del realismo inglés que es Charles Dickens. La historia de Pip, el niño huérfano que vive de puta pena con su hermana y su marido siempre ha sido una constante referencia en aquellos que pensamos que aún se puede recurrir sin ñoñerías a un título digno cuando se trata de esto tan complejo y turbulento del amor. Es una novela maestra que trata el sentimiento de la pasión de la forma más impresionante y proverbial que podamos llegar a imaginar. El pequeño desgraciado (en realidad la representación ideal de cualquier gilipollas que esté o haya estado enamorado) se embelesa con la bella niña Estela, la protegida de Madame Havisham. En el comienzo de la trama hemos sabido que Pip ayuda a un reo a escapar de la prisión, el rudo Magwitch, que, sin embargo, es atrapado en su huida. No obstante, el reo ha visto cómo por una vez en la vida una única persona que ha hecho algo bueno por él.
La vieja Havisham es uno de los personajes más asombrosos que se hayan creado jamás. Es el Mal, con mayúsculas, el rencor desproporcionado que acojonaría al mísmisimo Darth Vader. La ira y la venganza representadas en una mujer que odia profusamente a los hombres porque su prometido la dejó plantada en el altar horas antes de casarse. Para su siniestro plan, educa a la pequeña Estela en función de un solo objetivo: hacer sufrir a todo aquel que se enamore de ella. Estela putea todo lo que quiere y más a Pip, que a pesar de haberse convertido en un noble gracias a un misterioso benefactor, no puede querer nada más que a la chica. Estela, deshonrada por su marido, se refugia junto a Pip cuando el misterioso del bienhechor que le ha hecho rico resulta ser Magwitch, el presidiario que había ayudado el niño cuando este se había fugado y que es, además, el padre de Estela. Suena a mediocre culebrón. Pero os aseguro que no lo es.
Es una de las novelas que más me marcó cuando la leí en aquella infancia absurda en la que se cree una serie de conceptos vitales que luego, en la edad adulta, se disipan en un brutal escepticismo llegado en forma de hostias existenciales, de mentiras que un día parecieron evidencias esperanzadoras. Como esa representación del amor en estado puro, del condicionamiento al que te lleva estar enamorado sabiendo lo mucho que puedes sufrir con todo eso. La versión de Lean está considerada un clásico del cine. Pero no es mi predilecta. no obstante, la de Alfonso Cuarón es mucho más eficaz, emotiva, tierna y dinámica que la del director de ‘La hija de Ryan’. Pip pasa a ser en esta nueva odisea ‘dickensiana’ Finegan Bell (Ethan Hawke), que también se enamora de una hermosa (y no menos inicua) Estela, convertida en mujer orgullosa y desdeñosa que encarna Gwyneth Paltrow. Anne Bancroft es, en este caso, la Señora Dinsmoor, la vieja Havisham en las anteriores Dickens y Robert de Niro es Lustik, que hace las veces de Abel Magwitch. Cuarón imbuyó a este clásico moderno de un sentimiento inhabitual, adaptando el Londres de la obra al Nueva York más cosmopolita, de la aristocracia adquirida por Pip a la fama como pintor de Fin y la venganza de la señora Dinsmoor en un ahondamiento de su pesar mucho más sincero que el de Lean.
Cuando Fin, roto por el dolor y en la cima del mundo llega a la mansión de Dinsmoor para decirle a Estela que ya está allí, que es rico, que está en la cima del mundo y que todo lo que ha hecho lo ha hecho por ella, el personaje de Bancroft le deja subir y Fin descubre que Estela se ha casado y le ha abandonado, a pesar de quererle. Una gran putada consolidada en el plan más macabro llevado a cabo por un personaje a favor de un objetivo de maldad emocional. Siniestramente oscuro y descorazonador. En la peli de Cuarón, Fin coloca la mano de Dinsmoor en su pecho y recita las mismas frases que la vieja amargada le susurró al principio de la película, cuando era un inocente niño asustado: “¿qué es lo que hay aquí?”, le dice con la mano en su torso, “un corazón roto”. Puede parecer una mariconada de escándalo. Tal vez lo sea y me esté convirtiendo sin saberlo en un Ernesto Sábato de tercera. Pero lo cierto es que 'Grandes Esperanzas', tanto en su faceta literaria como en sus dos adaptaciones cinematográficas, representa muy bien a ese diabólico ser tan complejo que es la mujer y el mundo del corazón en su faceta más trágica y romántica.
Si tenéis oportunidad de verla, hacedlo. Es una de las obras del cine moderno que hará que creáis todavía en las historias de amor bien contadas y que sirve, en cierto modo, como homenaje a la muerte de Consuelo Velázquez, la cual, por cierto, además de escuchar cómo en varias ocasiones y en diferentes versiones se escucha su canción más conocida en este filme, tiene canciones involvidables en películas memorables. Algo que podéis comprobar en su ficha de IMBD.

Dos noticias antes de morirme de cansancio

De lo primero que me he enterado nada más encender esta máquina del Demonio que es Internet es que Johnny Carson, el legendario comediante y presentador de la televisión estadounidense, ha fallecido a los 79 años de edad. Nos hemos quedado, por tanto, sin 'Carnac el magnífico' y tantos otros personajes. Aquella sintonía del ‘Tonight Show’ que daba lugar al posterior grito de Ed McMahon que formulara con su voz inconfundible aquella frase inolvidable: “Heeeeere’s Johnny!” y que se extendió a lo largo de varias décadas en la cadena NBC. Un tipo que sabía qué era una televisión digna, sí señor. Un maestro del que podrían aprender algunos gañanes autodenominados líderes de audiencias aquí, en este circo mediático que es España.
Una pena. Pero como bien establecí hace pocos días, no quiero que este espacio multitemático se convierta en un velatorio de celebridades.
Por otra parte, he leído la siguiente noticia en varios medios de la red: “Los hombres jóvenes e inteligentes tienen menos tendencia a suicidarse”. Elucidaría algo sarcástico sobre este impresionante y sorprendente develamiento científico (hay que ver qué prodigiosos hallazgos, oiga), pero estoy tan cansado que mis dedos ya no pueden teclear ni una sola palabra más. Hasta mañana, amigos del Abismo.

I'm back...

Ya estoy aquí de nuevo, listo para recuperar la frenética actividad del Abismo.
Ahora mismo estoy exhausto, rendido de cansancio. Ha sido un fin de semana totalmente gratificante en muchos aspectos. El viaje a Madrid ha sido uno de los más fructuosos de los últimos años. Por la numerosísima gente maravillosa a la que he conocido -contactos profesionales incluidos-, por esperados reencuentros múltiples, porque al fin he visto ‘The Birthday’ (por cierto, con página web recién estrenada –hablaré largo y tendido de la película del gran Eugenio Mira) y porque nuestro siguiente cortometraje ‘The Encounter’, en 35 mm., ya empieza a dar sus primeras patadas, con una sensación de asistir entusiasmado a una ecografía donde un pequeño microser empieza a tener vida. Hablando de la película de Eugenio, sí, seré uno de los pocos defensores a ultranza de esta extraña y casi suicida producción. Pero daré razones coherentes para declarar mi amor por esta cinta que me ha parecido una de las películas más jodidamente fascinantes que he visto en mucho tiempo.
Mañana me extenderé en todos estos temas y seguiré recuperando la dimensión cinematográfica, de actualidad, cultural y, por supuesto, la esfera personal a la que os estoy malacostumbrando.
Como digo, ahora estoy extenuado, sin energías para seguir tecleando ni una sola línea más.
Me alegro de haber vuelto.
¡Show must go on!

viernes, 21 de enero de 2005

El vicio de la grandeza fílmica

El misterio de los talentos insurrectos
Donatien Alphonso François, el célebre Marqués de Sade ha representado, a lo largo de dos siglos, la personificación del espíritu revolucionario en estado puro, de la grandeza infernal que puede encerrar la mente humana, la filosofía más incorrupta y directa desde Descartes. ‘Quills’, obra depurada y transgresora, delimita y propone un delicioso y amargo viaje a un posible epílogo, posiblemente ficticio, de los últimos días de este controvertido y brutal genio literario del pensamiento humano, a sus últimas lecciones magistrales bajo su reclusión en el asilo Chareston.
De sus postreras doctrinas llenas de ira y maldad sobre los frágiles y pueriles límites que imponen la moral falsamente hipócrita de los conservadores espurios. El filme de Philip Kaufman está destinado pues, a mitigar las falsarias conciencias que inspiran la hipocresía camuflada, muchas veces, en la ética aparente. El cosmos sadiano (que no sádico) impregna la cinta de Kaufman reconstruido a través de la frialdad de unas imágenes coléricas, que solazan mediante las constantes y progresivas situaciones perversas la mente oscura e intencional del genio filosófico, de la rebeldía llevaba al paroxismo de Sade.
Su análisis propone el excelente guión de Doug Wright para desarrollar una pieza cargada de nihilismo, de mala hostia, de violencia oculta, recreando con majestuosidad la figura del intratable Sade, de la época más gloriosa de Francia, crítica manifiesta a la burguesía, a la nobleza, a la medicina y sus métodos pero, sobre todo, levantando las llagas de la religión católica, logrando además que todo ello se extrapole a muchos de los conceptos falsarios que rigen la moral actual. A su vez, 'Quills' exhibe a un escritor humano, capaz de enamorarse y de contener sus instintos destructivos con la fuerza del destino humano. Geoffrey Rush, inmenso y colosal, hace de Sade una extensión de su carácter interpretativo, en estado de gracia, una metamorfosis compleja y titánica del sabio, del monstruo y del hombre que fue este arquetipo del odio benéfico, transformando al prodigio literario en una figura hipnótica. No es ajena a la excepcional calidad actoral del filme la fuerza de una ‘carnal’ Kate Winslet incandescente o las contenidas sobreactuaciones de unos inmejorables Michael Caine y Joaquin Phoenix.
Si ‘Quills’ propone un viaje a los infiernos del mundo sadiano y su contenido filosofal, Kaufman y Wright reinventan la catarsis humana con un fondo consecuentemente distorsionado por una ambigüedad que va más allá de sus intenciones, escondiendo los defectos del relato bajo un guión fascinante que escapa a cualquier tipo de sumisión y énfasis para impregnar, con ironía, dobles sentidos y goticismo, una narración de imponderables dimensiones artísticas. Kaufman aplaca el exceso fácil anteponiendo la sugerencia a la evidencia, haciendo de la perversión sexual y el sadismo una apología conceptual de la personalidad del Marqués de Sade, como ya lo hiciera con polémicos creadores como Henry Miller, Joyce, Kundera o Anaïs Nin.
‘Quills’ es, por tanto, una oda fabulesca que pondera la libertad, la rebeldía y el arte, dilatando su discurso final hasta una actualidad necesitada de personalidades comprometidas con el libertinaje y la sodomía intelectual pervertida por la hipocresía, poniendo de manifiesto estos términos con una elegancia y una puesta en escena encomiables.
Puro vicio de grandeza fílmica.

¡¡Hasta el lunes, amigos del Abismo!!

Pues sí, 'Un mundo desde el abismo' cierra sus puertas durante este fin de semana debido a que me voy a disfrutar de unos días madrileños y del Festival de Cine Fantástico y Ciencia Ficción de Calle 13.
El domingo por la noche adelantaré algo de todo lo que allí suceda y vea. Entre ayer y hoy he dejado algo de material para que no os aburráis ni me echéis de menos. De todos modos, para eso tenéis El fondo del abismo, ese viaje al pasado de esta joven e ilusionante bitácora.
La weblog recuperará su frenética normalidad el próximo lunes. Intentaré disfrutar todo lo que sea posible.
Hasta entonces, sed felices y muy malos.
Un saludo.
REFO

Stan Lee recupera sus derechos

El gran maestro Stan Lee, co-creador de personajes como 'Spider-Man', 'Los Cuatro Fantásticos', 'Hulk' o los 'X-Men', está muy quemado porque desde que sus adaptaciones se han adaptado en aluvión a la gran pantalla, el genio del cómic moderno no está viendo un dólar de toda la maquinaria que mueven las grandes productoras.
Así, se ha hecho pública una sentencia en la que Lee podría recibir un 10% de los beneficios de las producciones para cine y televisión con personajes de la compañía desde noviembre de 1998, así como de los juguetes fabricados y vendidos por la compañía. El dictamen destaca que un jurado determinará si Lee debe recibir una parte de las muy lucrativas asociaciones con Sony Pictures y Universal Studios para la producción de productos derivados de los films de 'Spider-Man' y de 'Hulk'.
La dimensión económica de esta decisión podría ser colosal, teniendo en cuenta el enorme éxito económico de muchas de las películas basadas en personajes de Marvel y de todos los productos relacionados.
Ya iba siendo hora. Al César lo que es del César.
Fuente: El Mundo.

jueves, 20 de enero de 2005

Fincher tiene nuevo proyecto

David Fincher parece que volverá a ponerse destrás de las cámaras tras ‘Panic Room’, de la que han pasado ya tres años. Mucho se ha hablado del nuevo proyecto del director de ‘Fight club’. Sin ir más lejos en el Abismo se comentó la posibilidad de que el cineasta pudiera llevar a cabo 'Benjamin Button', basado en un relato del genial Scott Fitzgerald. Pero no será así.
Empire ya ha adelantado su nuevo proyecto. Se trata de ‘El asesino del Zodiaco’, un thriller basado en hechos reales sobre un ‘psycho killer’ que mantuvo en jaque durante doce años a la policía de San Francisco y al que se le atribuyeron 37 asesinatos. La producción correrá a cargo de la Warner Bros y Paramount, de nuevo en coproducción.
Jamie Vanderbilt, guionista de la injustamente vilipendiada ‘Basic’ está trabajando sobre dos libros centrados en este peligroso asesino escritos por Robert Graysmith, un experto en el tema y un multiventas con e. Todos temen que Fincher caiga en el facilismo que puede producir rodar una película tan paralela a ‘Seven’. la trama se alejará de la ficticia adpatación que llevó a cabo Don Siegel al tomar un personaje similar como 'Harry, el sucio'.
Es una buena noticia, en cualquier caso, que el gran visionario del cine moderno vuelva a rodar una película.

Jenna Bush ¿sierva de Satán?

Me ha llamado la atención ese gesto que ha hecho Jenna, la hija más golfilla de esa dinastía extraña y oscura que siempre han sido los Bush durante la nueva ‘coronación’ de su padre como presidente, la segunda toma de posesión de George W. que consolida a su familia como una de las estirpes políticas más exitosas en la historia de EE.UU. El polémico signo gestual ha sido tomado por muchos como el saludo de todos los satanistas de la Iglesia que un día fundó Antón S. LaVey.
Otras fuentes desdicen esta apasionante y totalmente creíble teoría afirmando que Jenna está haciendo el "Longhorn", uno de los gestos rituales de la Universidad de Texas.
Pero lo cierto es que esta familia es muy satánica.

Abuelito dime tú... por qué en las nubes voy

No sé qué extraña razón me ha movido a escribir esto. Pero hoy, llevado tal vez por la alegría de la vida, el esplendor de los buenos instintos y mi añoranza al campo y las ovejas, me voy a centrar en una de las series de animación japonesas más emblemáticas e inextinguibles del último lustro. Una serie que pasará de generación en generación con una particular y sana afabilidad, con un sentimiento y una bondad casta y pura que, a veces, se hace necesario en un anime lleno de violencia y sadismo.
Como contrapunto de la animación actual, ‘Heidi’ fue una serie que ha marcado a cada generación que la ha podido disfrutar, a cada niño que ha sentido las peripecias de un personaje imprescindible dentro de la iconografía nipona. La historia de la inimitable niña huérfana, triste y lánguida, a la cual envían a vivir con su abuelo, un ermitaño hosco, haragán y con mal humor llamado Alm (sí, tenía nombre) que vive en los Alpes suizos es una de las historias más conmovedoras que han pasado por la televisión española en su ya larga existencia. Aquella fábula, en realidad otro viaje iniciático de niña que aprende a sobrevivir en un mundo que le contraviene, partía en un principio con el abuelo de Heidi (un cabrón asocial, de rostro enjuto de bastante hijo de puta y mal bicho que, aparentemente, iba a hacerle la vida imposible a la candorosa pequeña), que no acepta su residencia en el lugar. A través de los episodios, el anciano, poco hablador y ceñudo va tomando por la niña un cariño muy especial, dada la inocencia y la bondad de Heidi. Hay que recordar, por supuesto, que lo que más le gustaba a Heidi era dormir sobre su colchón de heno, fabricar y comer queso, ordeñar ovejas (éstas dos últimas cosas por imposición del abuelo) y deslizarse en trineo en los duros y aburridos meses de invierno.
En las montañas, encontrará la amistad de Pedro, un chavalote bastante inculto que se dedica a cuidar cabras y a hacer el vago (también), al que le une una relación muy especial de altruismo y cariño. En la mitad de la serie, cuando la cordialidad y la amistad alcanzan un momento en el que ya no es posible aportar más que conocimiento sobre la naturaleza y el amor y la vagancia de las montañas, la niña es reclamada por una tía para que se eduque en Viena. Allí trabaja como asistente de Clara, una chavala paralítica que está más blanca que Copito de nieve, dada su reclusión en una lujosa mansión bajo las estrictas normas de uno de los personajes más morbosos y enigmáticos de la historia de la televisión, la siniestra Señorita Rottenmeyer, una bruja que, a pesar de querer lo mejor para las dos chicas, resulta coñazo para las dos nuevas amigas, ansiosas de jugar y divertirse jugando a los juegos que le enseña Heidi a Clara.
La nostalgia de la niña por el abuelito, por Pedro, por volver a hacer el vago y los Alpes hace que Heidi esté a punto de sufrir una terrible enfermedad. Lógico, si tenemos que cuenta que hasta entonces ha vivido la ociosidad inculcada del abuelo y el recreo constante con su mejor amigo cabrero. En su reencuentro con su hábitat en la montaña, le acompañará Clara y su supervisora. Allí, y después de vivir mil y una aventuras, la joven e impedida Clara (con las feromonas despertando su sexualidad y enamorada de Pedro y del ambiente campestre y sano que descubre por primera vez en su vida –tal vez fumen drogas tras las cámaras-) realiza la mayor proeza que jamás un humano vio. Un buen día, y sin proponérselo, Clara mira al horizonte, de un modo existencial y, como Lázaro, se levanta y se anda... hasta llegar a correr con Pedro, Heidi, Niebla, Copito de Nieve (el abuelo no, porque era un poco reumático) y con la sonrisa de la Señorita Rottenmeyer (que no sabemos muy bien qué le dio el abuelo, pero su carácter pasa a ser afable y extrovertido, casi de locaza felonzuela) satisfecha por los logros conseguidos por su pupila. Y como para no estarlo. Una inválida que, de repente, anda.
El anime consta de 52 episodios y fue una de las series de dibujos animados más recordados de la historia. La verdad es que, analizándola bien, ‘Heidi’ es una muestra de la intencionalidad subversiva (esta vez muy positiva) de aleccionamiento vital para las generaciones de niños que se identificaron y se identificarán durante toda la historia con este entrañable pequeña que ha sido uno de los paladines para que el Anime haya sido un éxito en nuestro país. O, tal vez, un panegírico insubordinado y turbulento que aboga por la desocupación, la diversión sin freno y la alergia a trabajar, como fondo de una sociedad en proceso de evolución. Las drogas, el nudismo, el hábitat natural y montañero y las relaciones sexuales entre niños también podrían ser un efecto maliciosamente camuflado en los buenos propósitos del anime. Aunque vamos a pensar que todo era precioso, perfecto y encomiable a favor de la amistad y la naturaleza bien entendida.
Johanna Spyri, la creadora
Todos hemos visto las aventuras de Heidi, pero pocos conocen su procedencia. ‘Heidi’, es una obra escrita e ideada por la escritora Suiza Johanna Spyri que, con su estilo y pericia, cautivó la literatura infantil. Sus obras se caracterizaron por escribir la vida de los niños en las aldeas de los Alpes, destacándose por la sensibilidad y la amenidad de sus relatos. Uno de sus más destacados libros es ‘Heidi’, por la cual miles y millones de niños aprendieron el proceso de la vida desde un vértice sensible y hermoso, para que relevara cuál había sido el destino de la niñita, el abuelo, de Pedro, de Clara, y de todos los personajes de una obra de dimensiones colosales.
La autora (con más de 80 libros a sus espaldas) murió en Zürich en 1901. Como en estas ocasiones, y desgraciadamente, el público internacional comenzó a conocerla varios años después de su fallecimiento. Lo grande de la obra de Spyri es lo accesibles que le resulta a los niños lectores de otros países, alejados de las montañas, los valles, los lagos, donde la autora siempre vivió. Con el tiempo estas historias, surgidas de los inagotables y maravillosos recuerdos de la infancia de la propia Frau Spyri, por una razón u otra fueron de dominio público y el personaje de Heidi, como el de Alicia, D´Artagnan y el de Jim Hawkins, se constituyeron en propiedad de nuevas generaciones de niños en el mundo entero.

miércoles, 19 de enero de 2005

¡New York Herald Tribune! ¡New York Herald Tribune!

Esta mañana después de comerme unas tostadas, un zumo de naranja y un café (sé que esto huelga en este post, pero es para hacerme el sofisticado), terminando de leer (no sin bastante retraso) el penúltimo número de esa prestigiosa revista de calidad que es 'Dirigido’, cuando un dato me ha saltado a la vista (supongo que como a todos los que le hayan echado un vistazo): la gran película que copa la portada de la publicación, es decir, esa delicia paladín de la ‘nouvelle vague’ que es ‘À bout de souffle’ de Jean Luc Godard, carece de análisis.
Me explico. Todo parece normal, propio de la calidad que atesoran estos ‘dossieres’ de la revista presidida por Ángel Fabregat, con estructura adecuada al texto, fotos de gran calidad, más o menos recreación en las palabras… El artículo debería estar, pero… lo curioso es que ¡no hay estudio de la peli de Godard! En su lugar han repetido la misma disertación del mismo autor sobre ‘La bella y la bestia’, de Jean Cocteau y Renè Clement incluida algunas páginas atrás. Un ‘corta-pega’ en toda regla, con puntos y comas. Igualito. Menos mal que en el número de enero que he adquirido esta misma mañana tras el susto, el reportaje está incluido en el especial dedicado a 100 obras maestras del cine europeo (de un modo subjetivo, claro está). La 'Fe de Erratas' explicaba que el estudio de la película de Godard pertenece a Jordi Bernal y las disculpas pertinentes. Por cierto, que Etore Scola ha quedado excluido y no han colocado ningún filme suyo entre los mejores. No es que no me apasione la obra maestra de Cocteau inspirada en la célebre fábula homónima de Madame de Beaumont que, como todos sabemos, versa acerca de un monstruo que sólo recuperará su primigenia configuración humana al ser amado sinceramente por una muchacha de buen corazón y que sirvió al cineasta francés para magnificar su excelente labor artística irradiando su mágico mundo de exquisito poeta y cineasta. Una película que todos los críticos consideran su filme más inteligible, tal vez el más delicado, que esconde bajo esa su falsa apariencia de cuentos de hadas, una extravagante imaginería que aúna los componentes básicos de la obra de Cocteau, cargados de resonancias freudianas y claves homoeróticas.
A lo que voy.
Leyendo la revista, he sentido unas inmensas e irrefrenables ganas de revisitar ‘Al final de la escapada’, de esas ganas mórbidas, necesarias, adictivas. Y he recurrido a mi videoteca para disfrutar, como hace mucho tiempo, de esta revolucionaria cinta. Una filia de la que siempre he sido consciente ha sido el eterno influjo hechizador que ha tenido sobre mí Jean Seberg. Desde pequeño, procedente del embrujo de esta actriz, me gustan las mujeres con el pelo muy corto y, atribuido a ello, encuentro la parte más erótica femenina en el cuello. La perfección de una fémina, subjetivamente hablando, se encuentra en esa pequeña y sensual hendidura que se forma en la cerviz femenina. Si no tienen un determinado tipo de cuello, ya puede ser una belleza modélica que no colmará mis fantasías. Más allá de esta absurda filia fetichista, ‘Á bout de souffle’ sigue perdurando como una obra de desvergüenza inextinguible e imperecedera.
Observando el nacimiento y la evolución de esa nueva ola que constituyó la Nouvelle Vague, la película de Godard ha perdurado, además de la más accesible del movimiento, la que realmente rompió formalmente con las reglas de la gramática cinematográfica, abogando por una estética libre, saltándose a la torera cualquier pauta del cine convencional. Antinaturalista, con saltos de raccord intencionados, ruptura de montaje funcional, saltos de eje, miradas a cámara para recibir órdenes visuales, improvisación sin tiempos y un grado de afectación disoluta son los elementos que Godard impuso a unos espectadores que asistieron a nuevas formas de lectura fílmica
La relación que se entabla entre Michel Poiccard, también conocido por Laszlo Kovacs, un ladrón de coches que acaba de asesinar a un policía y Patricia Franchini, una joven norteamericana que quiere ser periodista es un bello relato de tono ‘semi-documental’, filmado con la cámara al hombro, con quiebres narrativos y diálogos improvisados que rendía un sentido tributo al cine negro americano. Si bien sus referencia de tono pedante y literario que alude a Faulkner o Dylan Thomas, axiomas existencialistas (ilustradas en Parvulecso, cineasta al que da vida el maestro Jean Pierre Melville) y cierta grandilocuencia, la ‘opera prima’ del director francés es una declaración de principios del movimiento transformado en un sublime canto a la libertad tan espontáneo como necesario. Ese final con los neones avanzando su desenlace, las miradas entre los dos protagonistas, ese proceso de nihilismo en contraposición con la dulzura, el conflicto interna entre el sentimiento y la prudencia, la razón y el corazón… Perfecta. De visión obligada. Uno de los filmes que más influencia ejercieran sobre todo el cine realizado con posterioridad, es hoy un clásico imprescindible en la historia del cine.
La historia de amor entre Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg en pantalla, bajo la pegadiza partitura de Martial Solal, despierta una amoralidad crispada de pudor, de franqueza y de sensibilidad. ‘Á bout de souffle’ es, consecuentemente, una de las mayores obras maestras que se han realizado jamás