jueves, 23 de diciembre de 2004

Nuevas aventuras desde el Abismo: Registrar un guión

Registrar un guión es un proceso que, por lo menos aquí en Salamanca, es una aventura totalmente surreal, una experiencia por la que Dalí hubiera registrado sus grabados con más habitualidad que otra cosa. Formalizar algo en el departamento de Propiedad Intelctual puede ser, a veces, una pesadilla. Eso sí, bastante entretenida a la vez que desagradable.
Esta mañana he quedado con mi coguionista para registrar un par de tratamientos (uno sobre perdedores que apuestan todo lo que tienen y vuelven a perder, el añorado 'The legend', sobre vampiros y las primeras notas de estructura sobre nuestra obra de teatro) y un mediometraje llamado 'Melisa', la historia de una súcubo, es decir, de una mujer de hoy en día. Antes de nada, mi coguionista Chema Guevara es una especie de ‘Increíble Hulk’ metarfoseado en un escritor de pluma clásica y talento inarbodable. Bien, con semejante mamotreto de cultura y fuerza repartida en sus más de cien kilos de músculo, nos hemos dirigimos a ese antro de indeterminados trabajadores con un sueldo de por vida que es La Junta de Castilla y León, donde la calma y la placidez residen en un ambiente sosegado, lleno de quietud y descanso. No es que se trabaje bien, es que directamente no se da ni golpe. Subimos al nuevo departamento que ha pasado de llamarse Propiedad Intelectual a Acción Cultural, supongo que para darle un poco más de dinamismo a tanta vaguería. Y allí nos recibe ‘Ella’, y no precisamente Laraña, sino algo mucho peor. Una de las dos ‘superfreaks’ que te registran el original es un espectáculo digno de ver.
Muchas veces vejeta allí una anciana muy amable que no se entera de nada. Como claro ejemplo recuerdo cuando al recocer a Carlos "Manowar", el montador de mis anteriores cortos ‘Abyecto’ y ‘El código...' que me acompañó a registrar algún guión de corto o algún relato (no recuerdo bien), le preguntó por tercera vez en un año que qué tal sus padres, cuando éstos hace ya muchos años que no están entre nosotros, algo que Carlos le dejó muy claro la primera vez. Pero la tipa sigue insistiendo. Viendo que la ineptitud de la señora era reincidente, Carlos me miraba indignado. Con esta tipeja suelen ser 45 minutos en realizar una taera que una persona normal tardaría 10. Encima le va a echando un ojo al escrito dándote su opinión: “No está mal”, “¿Es de miedo?” y congratulándote por tus cualidades literarias, “Escribes muy bien ¿lo sabías”. Es desesperante. ¡¡Señora, déjeme en paz y haga su trabajo rápido que tengo prisa!!, te dan ganas de espetarle. La última vez que fui Álvaro "Vodka", aburrido de su letanía, mangó delante de sus narices dos fluorescentes, unos clips, un matasellos institucional y unas tijeras aerodinámicas y la tía ni se enteró preguntando “¿habéis visto unas tijeras?”, mientras Álvaro se descojonaba yo no sabía muy bien de qué. Cuando me enseñó su botín, comprendí.
Para los dos largos que hemos registrado nos ha correspondido en suerte no esta venerable e inepta señora, no. Cuando voy con Chema siempre nos toca toca ELLA, la más repelente y agobiante de los engendros de este mundo. Una especie de Jabba, the Hutt con verrugas y muy desagradbale. A su rugosa y desagradable faz le acompaña además un visible mostacho de pelos negros debajo de su nariz. Es, con todo esto, similar a la Mamá Fratelli de ‘Los Goonies’. Os juro que es clavada a Anne Ramsey, igual de desagradable, pero en joven. Chema la mira con cara de querer matarla porque no acierta con nada. Se equivoca, escupe al hablar, pregunta las cosas dos veces, escribe lento y nos da un recital de la incompetencia humana. Yo ya le he dicho a mi coguionista muchas veces la verdad: “¡Es funcionaria! ¿Acaso esperas eficacia?”. Intento decirle a Chema con la mirada que no pasa nada, tratando de aplacar sus ganas de coger la grapadora que está encima de la mesa y clavársela en la cabeza. Una papeleta ciertamente triste, y eso que a mí no me gusta criticar.
En cualquier caso, nuestras obras ya forman parte de los archivos de la propiedad intelectual del Ministerio de Cultura. Es legalmente nuestra. Nadie nos la puede quitar, ni plagiar o copiar parcial o íntegramente. Algo es algo. Como esta nimia y absurda historia.

Extraño viaje a la nostalgia de la Ciencia-Ficción

Hoy estaba nostálgico, como siempre, y he cogido en el videoclub una película que vi en su día y que no recordaba tan interesante y entretenida. O al menos, tan deudora de aspectos y referencias que han sublimado una época que todos echamos de menos. Me refiero a ‘Héroes fuera de órbita’ (Galaxy Quest)'. Y es que se percibe en este filme algo similar a algo parecido a estar ante una película de culto, una de las escasas muestras en un ámbito tan distinguido y trascendente como lo ha sido hasta el momento el arte de la Ciencia-Ficción. Fenómeno, ya que ‘Héroes fuera de órbita’ representa una de las pocas e insatisfactorias comedias dignas que se recuerden al abordar este género. La cinta dirigida por Dean Parisot es, por ende, una deleitada parodia inteligente, nostálgica y fagocitadora de los iconos de los que bebe a la hora de homenajear este ámbito televisivo basado en un humor constantemente hilarante, exagerado, al fin y al cabo, enérgico. No sólo por la indudable ofrenda a ‘Star Trek’ sino por las constantes referencias (tanto argumentales como formales) a series míticas de la época dorada como ‘Los invasores’, ‘Perdidos en el espacio’, ‘El túnel del tiempo’ e incluso la reconocible apariencia de los malvados enemigos de la rememorada ‘V’.
‘Héroes fuera de órbita’ mantiene constantemente momentos de lucidez humorística gracias, sobre todo, a un guión de estructura implacable, que sustenta a lo largo de su desarrollo la máxima del acatamiento a las normas básicas del género catódico. La historia narra las aventuras de unos veteranos actores de una derogada serie, ‘Galaxy Quest’, que se dedican a vivir del pasado en galas y convenciones sobre la serie, organizadas por grandes almacenes como reclamo publicitario. En uno de esos lamentables actos, los Thermians, aliens reales, imploran la ayuda de estos acabados actores para que les ayuden a acabar con Sarris, el líder de las fuerzas que pretenden conquistar el planeta Thermian. Toda la trama está repleta de situaciones llenas de humor ‘naif’, de elementos en los que la parodia se hace entrañablemente sarcástica y evocadora de una tradición imposible de imaginar en la actualidad televisiva.
Partiendo de una estética logradamente ‘kistch’, en la que se impone la reconstrucción de iconos del género catódico, muy por encima a su pronosticable cutrez, ‘Héroes fuera de órbita’ atribuye sus propias reglas de reedificación histórica, teniendo como ventaja unos visibles efectos especiales (nada ostentosos) y un primordial hacer del siempre fantástico Stan Winston. El filme de Parisot (muy cerca del espíritu del magistral Joe Dante y su filmografía) busca, en su intención más subjetiva, exhumar todo el folklore que existe alrededor de los ‘freakies’ divinizadores de la Ciencia-Ficción más casposa y elemental, de la relación que surge, y se mantiene a lo largo de toda una vida, por parte del espectador y su mitología particular (extensible a la todopoderosa ‘Star Wars’).
A todo ello hay que añadir las peculiares interpretaciones autoparódicas y desmitificadoras de sus tres protagonistas. Tanto Tim Allen, Alan Rickman, el por entonces desconocido pero curtido Sam Rockwell y, sobre todo, Sigourney Weaver se burlan de todo aquello por lo que han sido, de una forma u otra, encasillados en ciertos roles reiterativos en sus respectivas filmografías. ‘Galaxy Quest’ es, por tanto, una perspicaz visión del ‘culto’ a los mitos con un aire agradecidamente infantil. Lo que nos deja una hermosa pieza reminiscente de la tradición del cine comercial juvenil de los 80. Ahí es nada.

miércoles, 22 de diciembre de 2004

Comparativa: '¡Qué bello es vivir!', de Capra y 'Plácido', de Berlanga

La Navidad desde un punto de vista aparentemente divergente
‘¡Qué bello es vivir!’ y ‘Plácido’ son las dos películas navideñas más representativas de dos mundos tan disímiles como el americano y el español.
En unas fechas como las que vivimos estos días, es inevitable tratar el cine navideño. A lo largo de la historia del Séptimo Arte se han desarrollado cierto tipo de películas ambientadas en Navidad; unas, de predisposición hacia los buenos sentimientos, otras, de tristeza o cinismo, según convenga. Todas ellas acondicionadas a un contexto visual en el que no faltan las guirnaldas, lucecitas, el árbol, Papá Noel, la Nochebuena, la ilusión y la familia. Elementos utilizados para diversos fines argumentales en cualquiera de los géneros que ofrece la cinematografía.
Impregnados por una globalización norteamericana que impone iconos y prescribe conductas y directrices en cualquier campo, en los últimos años se ha puesto de moda acudir como representación fílmica navideña a la gran película de Frank Capra ‘¡Qué bello es vivir!’, inspirada en un cuento de Philip van Doren, cinta que los norteamericanos (y más de medio mundo) revisita anualmente para asistir a un recorrido por la vida de un buen hombre, altruista sin límites, llamado George Bailey. Si bien es cierto que Capra dio al cine las más preciosas y amables proclamaciones de buenos propósitos, con trabajos de una hondura y emoción que, más allá de cualquier crítica sobre su posible repleción edulcorante, representan cine irrepetible, también lo es la necesidad de reivindicar la película española navideña más importante de todos los tiempos, esa obra maestra del cine ‘azconaiano’ como es ‘Plácido’, admirable celuloide que, con el paso de los años, está empezando a encontrar su importancia en un zócalo genérico navideño donde las producciones americanas parecen querer decir que esto de la Navidad es cosa de yanquis.
‘¡Qué bello es vivir!’ acopia en su metraje unos valores humanos y espirituales donde la amistad, el amor, la generosidad y la solidaridad empapan un cine de corte fantástico, fabulesco y moral. La situación de Estados Unidos durante la época hace pensar que el mensaje subvertido de la historia de los Bailey era una excusa para lanzar una crítica al ‘New Deal’ de Roosevelt, ya que tras el aparente simplismo con que está contada esta tierna historia, podemos apreciar la oscuridad fantástica de un Capra que transcribe sus verdaderas intenciones bajo el más puro cuento de Dickens para hablar entre líneas de una filosofía individualista, de un hombre cuya generosidad ha convertido su vida individual en un fracaso.
Por su parte, Luis García Berlanga, apoyado en un prodigioso guión de Rafael Azcona, apuesta por una historia adherida a la realidad de una etapa donde la hipocresía es el arma caritativa que diferencia los estratos sociales del momento. Berlanga purga aquí cualquier atisbo de trasfondo amable, conciliador, que había caracterizado su cine hasta el momento para dedicarse, desde esta joya de nuestro cine, a recrear (en palabras de Román Gubert) “un sainete con cianuro”. En ‘Plácido’ no hay espacio para la bondad, ni para camuflar los buenos sentimientos en una oda a la misericordia navideña. Todo es una proclamación de la falsedad de estas fechas. La represiva sociedad clasista de la época está reflejada en un entorno cotidiano y localista, que tuvo por título ‘Siente un pobre en su mesa’. Una campaña real que sirve para abrir los ojos a un microcosmos social que obliga a los ricos a tener un acto de buena fe con los más desfavorecidos. El ejercicio de caridad, a diferencia de en ‘¡Qué bello es vivir!’ está forzado, como acto exigido de cara a la galería, un vendaval de apariencia que arrastra al pobre Plácido, un pobre hombre al que utilizan con su recién adquirido motocarro que paga no sin esfuerzo letra a letra.
En ambas películas está muy arraigada una ambivalencia capciosa. Capra defendía unas ideas y aportaba sus argumentos para demostrar sus tesis políticas y Berlanga ofreció en su mejor etapa una hábil manera de camuflarse con ficticios sainetes costumbristas en los que se podía apreciar una subversiva crítica a la sociedad del momento. Ambos realizadores confluyen en el prototipo de obras inofensivas y amables, pero en el fondo suponen sendos ejercicios de funambulista para hablar de otros problemas sociales más importantes.
En esa combinación de intereses es donde se ensamblan las personalidades de George Bailey y Plácido, dos personalidades parejas que sirven de beneficio para la comunidad que les rodea, ya que ambos representan a antihéroes anónimos e historias de progresión de sacrificio en pos de los demás. A pesar de ello, la película de Capra se antoja como una ilusión alegórica, utópica, irreal, excesivamente moralizada para un ‘happy end’ que en ‘Plácido’ consiste en irse a casa con la familia a comer lo que bien se pueda. Si Capra sofistica su pueblo, su doble juego de pasado y presente alternativo en el que el conformismo natural de la comunidad, tampoco varía mucho la vida de un George Bailey que hubiera nacido en Bedford Falls o en el siniestro Pottersville, Berlanga borda un tono coral de la narración donde no falta la ironía, la mala hostia, la presencia de la muerte y su preferencia por las clases medias.
La abismal diferencia entre ambas visiones de la Navidad está en que mientras en ‘¡Qué bello es vivir!’ utiliza la festividad como entorno de comprensión y expiación de los errores, ‘Plácido’ la delimita, con su rechazo a lo fantástico y ornamental, a una realidad fiel y rigurosa confinada a la incomunicabilidad aterradora del español medio de los 60. Un aspecto que concuerda con la segunda parte de la cinta de Capra, convertida en una aparatosa pesadilla de corte expresionista y de impacto humano. Compostura que, en manos de Berlanga no puede por menos que convertirse en una comedia negra llena de cínico sarcasmo.
Dos películas que nada tienen que ver entre sí, pero que merecen un visionado en estas fechas como comprobación de todas las aristas posibles del periodo navideño.
Miguel Á. Refoyo © 2004

Duelo y desprecio en la Cumbre del Miedo

Atentos a esta historia.
Empieza con la tortuosa vida de Lovecraft. No sé si sabéis que la infancia y juventud del jovial Howard Phillips la pasó rodeado de sus indulgentes tías y abuelos que eran, como se dice en un lenguaje tosco y directo, unos hijos de la gran puta. Cuenta la leyenda que Lovecraft no dormía durante la noche y que escribía sin parar hasta el amanecer, que es cuando el buen escritor dormía y así, se ahorraba que aguantar a las brujas y los viejos. Es entonces cuando acontece lo que iba a ser la fuente de inspiración del gran genio. Lovecraft contaba que escribía lo que soñaba. El escritor se refería a los sueños (y pesadillas) que el creador de ‘Los Mitos de Cthulhu’ experimentaba noche a noche. En ellos vivía, según palabras del propio Lovecraft "una extraña sensación de expectación y aventura, relacionada con el paisaje, con la arquitectura y con ciertos efectos de las nubes en los cielos, donde sólo había mosntruos y bestias inmunes". Pues bien, esto que todos conocíamos, fue algo que provocó el indirecto enfrentamiento a Sigmund Freud y sus teorías del psicoanálisis.
Lovecraft siempre se negó a creer las teorías y el psicoanálisis de Freud. Por su parte, éste siempre negó que los escritos H.P. fueran producto de una influencia de sus pesadillas. Freud aseguraba que se lo inventaba, que no lo soñaba, cosa que a Lovy le tocaba mucho los cojones. Como Freud no sabía otra cosa que reducir sus disquisiciones al plano sexual, tomó a HP como un degenarado por este tipo de lóbregos y angustioso sueños, mientras que H.P. dejó constancias a lo largo de su obra el desprecio que tenía al psicoanalisis de Freud. Desde sus primeros escritos, inspirados en Poe, pasando por las narraciones derivadas de Dunsany, hasta los catorce cortos relatos de 'Los Mitos Cthulhu', hace apreciar un elemento subversivo hacia esta antipatía mutua.
También hubo una disputa teórica en las conjeturas que ambos tenían sobre el miedo, Freud lo achacó a una ruptura del inconsciente, al ‘uncanny’, ligado al efecto de lo ‘unheimlich’, es decir, aquello que no es familiar, que nos resulta extraño. El resultado psicológico puede ser experimentado en mayor o menor grado, según la experiencia individual y única de la lectura fantástica. Mientras, H.P. Lovecraft, señaló que lo fantástico precisamente, radica en la experiencia del lector, en el elemento psicológico que imparte su carácter fantástico. Lovecraft sostuvo que el horror absoluto es lo desconocido absoluto, mientras Freud nos decía que el horror definitivo es aquel que nos conduce hasta lo más familiar e íntimo. Lovecraft sabía que sus analogías con lo conocido para describir lo desconocido eran el arma natural de su cerebro, algo que no compartía Freud.
Es más, la segunda antología monumental de la obra ‘lovecraftiana’ editada por ‘Arkham House’ hacía ver que sus sueños chocaban con el conocimiento de los profesores de idiomas y de economía política de la universidad Miskatonic o de los palurdos de Catskill Mountain, que eran una metáfora de la incredulidad (en el fondo envidia de Freud a la gnosis moféica de Lovecraft). Todas las tumbas ancestrales, la legendaria y encantada Rrkham envuelta en sudarios de niebla y los monstruos creados por el genio literario fueron tan acojonantes que Freud no quiso analizarlos. No porque no quisiera, sino por el hecho de que escapaban al intelecto y al análisis del mejor psiquiatra de todos los tiempos (con permiso de Jung).
Y como diría un Creepy de tercera fila como soy yo: “Amiguitos, esta ha sido la legendaria historia de hoy. Mirad debajo de la cama antes de dormir…”.

martes, 21 de diciembre de 2004

La historia del cine en pelis de 30 segundos

Hoy hemos visto en Telecinco una noticia que, además, ha recorrido la blogesfera como un inevitable post del que hay que hacerse eco. Y como yo no tengo mucha personalidad que digamos, pues también le hago un hueco en este desordenado Abismo.
La noticia hace referencia a Jennifer Shiman, una animadora que trabaja con ‘Flash’ y que se ha hecho célebre por sus creaciones sintetizadas de películas históricas de la meca del cine. Esta dibujante estadounidense propone las mejores películas de los fastos cinematográficos en 30 segundos y con conejos como protagonistas. Condensación es su clave, epítome de largas horas de cine comprimido en medio minuto. Os aseguro que muchos de ellos son tremendamente divertidos y ágiles, mucho más que su película original. Lecciones de síntesis y de cómo simplificar una historia de tres horas como hace, por ejemplo, con 'Titanic'. Maravilloso.
También podemos disfrutar en 30 segundos de ‘Alien’, ‘El Resplandor’, ‘¡Qué bello es vivir!’ (es acojonante), ‘Tiburón’, ‘La matanza de Texas’ , ‘El Exorcista’ o 'Pulp Fiction' entre otros.
Podéis verlo en su página: Angryalien.
Por cierto, que estos conejos me recuerdan bastante al protagonista de ‘Genre’, la obra maestra de la animación barata creada por ese genio que se merece aquí un post cuanto antes, el maestro y uno de mis cineastas favoritos: el prodigioso Don Hertzfeldt.

¡¡Amiguísimas!!

Amigas por delante y... ¡amigas por detrás!
El hecho tuvo lugar durante la presentación de la película 'Bandidas', película escrita y producida por el cineasta francés Luc Besson y que dirigen los noruegos Espen Sandberg y Joachim Roenning.
Penélope Cruz dijo de Salma Hayek (que había recibido alguna que otra crítica por hablar en inglés a los periodistas hispanos) "Esta mujer es una de las personas más humildes que yo conozco, es muy inteligente y con un corazón de oro, y con una humildad como he visto pocas". Y ya que estaba destacando lo positiva de la minúscula actriz azteca siguió dándole coba "es una persona con un talento enorme, que tiene 'muchas cualidades' que se ven 'a la legua". Y no contenta con eso, prosiguió como si de su novia se tratara: "Es transparente y a veces a la gente es bueno demostrarle, darle cariño y buena energía, no sólo dardos", dijo la española.
Claro, tanto elogio y halago despertó el lado lésbico de Pe y no pudo resistir los encantos de la diva mexicana y le dio, como bien señaló, cariño y buena energía.

Las miserias de Hollywood

‘Este rodaje es la guerra (Sangre, sudor y lágrimas en el plató)’, de Juan Tejero (T&B Editores) es la segunda parte de un libro que vuelve a indagar en la cara más oscura del Hollywood y que sale a la venta coincidiendo con la Navidad.
Peleas, lesiones, celos y borracheras son sólo algunos de los incidentes y accidentes que han marcado de alguna de las películas más mitológicas de la historia del cine. Pero no creáis que se cuenta nada nuevo. Como que Hitchcock era un obsesivo déspota que, por ejemplo, en ‘Rebeca’, ejerció un dominio tan absoluto sobre Joan Fontaine que la pobre actriz quedó traumatizada y tuvo que acudir a varios psicólogos ras el rodaje. O su consabida atracción hacia Tippi Hedren, a la que mandaba seguir para averiguar con quién andaba y adónde iba.
En 'De aquí a la eternidad' rodada en Honolulu, Frank Sinatra y Montgomery Clift se reunían todas las noches para competir bebiendo alcohol, adentrándose en la noche hawaiana hasta que se desplomaban con unas cogorzas descomunales. Judy Garland y su adicción a los tranquilizantes y excitantes constituyó una fuente de problemas para sus productores. Durante ‘El pirata’, de Vincent Minnelli, Judy, atiborrada de anfetaminas, hacía esporádicas apariciones a lo Massiel de media hora en el rodaje y, después de quedar en ridículo como hizo María Jiménez en el Rocío, se marchaba sin haber hecho trabajo alguno. Eso sí, con un subidón de campeonato.
Y la última, con Bette Davis y Errol Flynn como protagonistas. Flynn se llevaba tan bien con Davis que durante el rodaje de ‘Elizabeth y Essex’, en una secuencia en que tenía que abofetear a ‘la loba’ según el guión, el colega Errol le soltó tal hostia que la pobre Davis perdió el conocimiento.
Como digo, nada que no supieramos.

Anécdota con Cayetana

Pogámonos en situación. Imaginad que estáis escuchando el tema de Nawjajean que se ha hecho famosilla por el programa 'Versión Española' ¿Vale? ¿Estamos?
Muy bien. Entonces que sirva como música de fondo mientras leéis esto.
La, la, lala, la, la, la, lala...
Tengo una anécdota, amigos, que versa sobre la simpar Cayetana Guillén Cuervo, esa pequeña gran actriz de nuestro cine español.
Corría el año 97 y yo estaba realmente emocionado, expectante, en los aledaños del Hotel María Cristina durante la 44ª edición del festival de cine de Donosti ¿El motivo? Además de que era la primera vez que iba acreditado, esa misma mañana habíamos visto ‘Perdita Durango’, entregándonos a la mejor película de Álex de la Iglesia. Por la tarde, el amiguete Óscar "Patxi" llega con una fantástica noticia: había conseguido una entrevista con Barry Gifford. Acojonante. Era (y soy -aunque reconozco que he perdido algo de interés-) un lector compulsivo de la obra de este peculiar individuo con una apasionante imaginería de frontera y una literatura asequible y entretenidísima. Una entrevista con Barry es algo que merece la pena. Os lo aseguro.
Bien, subimos en ascensor (realmente la habitación estaba en el primer piso, pero nunca había subido en un ascensor de hotel de cinco estrellas; el ‘snobismo’ del provinciano, supongo) y llegamos a la planta de habitaciones para entrevistas de la peli del día. Vimos entre la puerta a Javier Bardem responder las preguntas de una atractiva señorita de algún conocido medio. En el pasillo, Jorge Guerricaechevarría solicitaba la atención de Álex que, raudo, pasó ante nosotros con bastante agobiado y, según decía, “con una resaca que no era ni medio normal”. Un tipo alto nos dijo que esperáramos, echó un vistazo a una hoja y nos comunicó que no, que no teníamos hora. Patxi le dedicó un gran monólogo discutiendo que sí, que había hablado con una fulana que le había confirmado la audiencia. El responsable de prensa nos dijo que volviéramos a esperar, que iba a solicitar un traductor.
En ese momento fue cuando llegó el petardeo de las chicas de los Menkes-Albacete: Bibi Andesen, Loles León y la pizpireta pequeña de los Guillén Cuervo (ojo a ese parrús peludo). Llegó dando saltitos y emocionada buscando a alguien. Nos preguntó realmente excitada “¿está aquí Michael?”. No sabíamos muy bien a qué se refería, y menos con ese enajenamiento pasional. "¡Michael!", volvió a repetir. Al decirle que no, le explicamos que allí, en aquella habitación, estaba el gran Barry y, ante nuestra cara de entusiasmo, ella contestó “¿y quién coño es ese? ¿dónde está Michael? ¿no lo sabéis?”. Mi amigo y yo nos quedamos acojonados, ya que habíamos hablado alguna vez de ese ramalazo intelectual de actriz culta y preparada, cuyo efecto en nosotros era puramente sexual. Qué paradojas. Pero no. Dedujimos que todo le que habíamos pensado sobre ella, era un bulo. Y así fue. Su caída a los Infiernos de la imperfección. A mí Cayetana me parece una gran profesional, pero antes de este suceso me gustaba mucho más que ahora.
Entre el desconcierto y los nervios del momento entramos en la habitación. Y allí estaba el gran Gifford, dispuesto a perder 20 minutos con nosotros. Un día inolvidable y una entrevista apasionante.
¿El Michael por el que preguntaba como una colegiala que pierde los papeles ante su ídolo? Pues no era otro que Michael Douglas, que presentaba 'The Game', de David Fincher y recogía un premio Donostia por su toda su carrera.

lunes, 20 de diciembre de 2004

Review THE MACHINIST

Aterrador viaje a los infiernos de un hombre atormentado
Brad Anderson consigue el mejor filme de la ‘Filmax International’ con un drama a modo de thriller en el que destaca la soberbia interpretación de Christian Bale.
No es extraño que la novela de Fedor Dostoievski ‘El idiota’, sea uno de los referentes visuales que aparecen en pantalla como expiación de Trevor Reznik, el protagonista de la última película de Brad Anderson. Ya en ‘Session 9’, los protagonistas eran víctimas del pasado, de una culpa sin mitigar que acaba, literalmente, con ellos. La novela del escritor ruso inicia su narración con un personaje mesiánico, concebido por el autor como el paradigma del hombre bueno, el príncipe Mishkin, que a pesar de irradiar sinceridad, compasión y humildad, era derrotado finalmente por sus propios odios en su cara más oscura. Un paradigma de culpabilidad, de la recuperación del pasado para enmendar los errores; en definitiva, la enmienda de los pecados. En un marco tan alejado como limítrofe a esa sensación de caer en la desgracia siendo un ser apocado y aparentemente inofensivo con un pasado oscuro se circunscribe ‘The Machinist’, la que es, hasta el momento, la producción más lograda de la 'Filmax International', de Julio Fernández, nueva divisón encargada de producciones más 'serias' para Castelao.
La angustiosa cinta de Anderson relata la insufrible vida de Trevor Reznik (Christian Bale), un fresador de una oscura fábrica que vive sumido en la realidad más asfixiante y se consume en una enfermiza delgadez unida a un desmedido insomnio que dura un año entero. Su existencia ha pasado a ser una auténtica pesadilla. Un día, Trevor conoce a Iván, un misterioso hombre que llega a la fábrica, de envenenado ambiente por un desafortunado accidente culpa de Trevor. Su única vía de escape son la prostituta Stevie (Jennifer Jason Leigh) y la camarera Marie (Aitana Sánchez Gijón) que pronto se verán afectadas por el extraño mundo que rodea a Reznik. Si por si esto fuera poco, alguien deja una nota en el frigorífico de su casa con un siniestro juego de ‘el ahorcado’ para resolverlo. Con esta propuesta, ‘The Machinist’ se presenta como una película aparentemente lenta y angustiosa que, mediante su oscuro fondo y desarrollo, se convierte en una desoladora pesadilla. Es precisamente ése ritmo agónico la mayor de las bazas de un filme incómodo, que contagia al espectador su desequilibrio emocional en un lánguido ambiente a través de los ojos de un protagonista que observa atónito como su vida se transforma en una alucinación, en pura paranoia, en un vacío existencial que le va anulando poco a poco.
En este manido juego de disfuncionalidad mental es donde el riesgo del filme de Anderson tiene sus mejores atractivos, ya que a pesar de que las posibilidades de este tipo de narración están casi agotadas, dado el número de películas contemporáneas que han ofrecido una y otra vez esa temática de memoria quebrada e imposible diferenciación de la realidad y la ficción, el experimento de imagineria de ‘The Machinist’ ennoblece sus propósitos al dibujar un drama introspectivo que brinda un fascinante contraste. Por un lado, una historia naturalista, ajustada a la realidad de un drama visible, de un hombre que pierde la capacidad de recordar el pasado y, como consecuencia, de vivir aturdido y desorientado, sin un presente sosegado en el que las dudas y el terror se han apoderado de su día a día.
Por el otro, es una lóbrega alegoría sobre el recuerdo, su valor y lo catastrófico que puede llegar a resultar perderlo, terreno donde se inscribe el género fantástico, en esa tendencia genérica donde no se diferencia la dualidad entre real y lo imaginado. Por supuesto, es en este ámbito donde Trevor empezará a cuestionarse si lo que le rodea es auténtico o sólo forma parte de una imaginación trastornada por la falta de sueño. La dignidad con que aborda el género ‘The Machinist’ se encuentra, posiblemente, en ese análisis especulativo sobre la locura, forjada en el lugar en el que se unen la verdad y la invención, allí donde nacen las decisiones, en un espacio de la mente que sirve como escondite a los pecados, allí donde se encuentra la respuesta de esta sugerente película.
Es la última cinta de Brad Anderson un interesante thriller psicológico a modo de drama que sustenta el interés de su trama en extraños elementos alegóricos: ya sea la reiterada bifurcación, un contexto que se reitera una y otra vez con caminos (metafóricos o reales) que divergen hacia la salvación, hacia la luz de la verdad y hacia el caos y donde Trevor siempre elige la oscuridad, como también lo es la duplicidad de caracteres, no sólo en el propio Reznik o en su mundo dividido en la fantasía y lo terrenal, sino en la opción de protección y redención con los personajes femeninos, uno existente (la prostituta que está enamorada de él) y otro un tanto difuso (la camarera Marie, a medio camino entre el deseo y el recuerdo maternal). Rasgos que apuntalan la humanización de un muerto viviente que asiste intranquilo a su extenuación por unos motivos que se intuyen, pero se desconocen. Por eso, el retrato de las alucinaciones, los episodios de ‘de déjà vu’, los recuerdos defectuosos y un profético viaje en una atracción del pasaje del terror, van aportando pequeños jeroglíficos en un filme que sabe ocultar hasta el final lo sencillo de su misterio.
Aunque tal vez éste sea escollo que se le podría achacar a ‘The Machinist’: la utilización de este fácil recurso de ‘factor sorpresa’ en su última parte (que empieza a ser el cáncer del cine fantástico contemporáneo). En esta historia todo se presupone desde su inicio, llevando al espectador por incógnitas bien encubiertas para consumar las convenientes explicaciones en una conclusión de inocencia disculpable, donde abunda la trascendencia inocente e idealismo sin pretensiones. Además, es de agradecer la ausencia de cualquier sinapismo típico del género, donde solamente esa explicación (que no giro) final se hace necesaria, filtrada perfectamente tras un sólido entramado donde todo se va revelando gradualmente, sin prisas y bien construido, dejando que el espectador vaya descubriendo la trama en un asfixiante viaje a los infiernos de un hombre carcomido por la culpa y el aturdimiento vital. Por tanto, la sorpresa no sirve como coartada, ni supone un instrumento que pretenda descubrir con asombro la clave de la historia.
Es admirable así, que la intención del guionista Scott Alan Kosar haya sido la de explorar una continua sensación de asfixia, esa sensación de sentirse vigilado, perseguido y no conocer sus motivos, en hacer creíble la mortuoria pesadumbre de Trevor. Un aspecto que sublima Brad Anderson con su portentosa capacidad para la imagen, utilizándola para transportar al espectador a una atmósfera claustrofóbica, magníficamente diseñada para proyectar un deficiente estado mental. El diseño de producción destaca especialmente si tenemos en cuenta que ‘The Machinist’ sigue siendo una película realizada con dinero español, que no tiene nada que envidiar a las grandes producciones yanquis.
A ello contribuye una espléndida fotografía de Xavier Giménez, premiada en Sitges, y la música de ese genio de la partitura que es Roque Baños, un compositor que ha llevado su talento a unos extremos jamás explorados por ningún músico nacional. Esa importancia de la atmósfera va encontrando su efecto lentamente, sin asfixiar, jugando y formulando con un sentido del miedo que emerge contrapuesto con el resto en un simbólico y memorable viaje a la pesadilla de un hombre que ya no sabe distinguir lo real de lo ficticio, utilizando la imagen y su efecto plástico para imbuir al espectador de la sensación de angustia que provocan las reacciones de ese individuo en perpetuo estado de desconfianza.
Obviamente, en todo este ‘tour de force’ climático, estético y argumental, el poder de la interpretación es el elemento más destacado de ‘The Machinist’, ya que Christian Bale no sólo ha logrado una de las más asombrosas recreaciones físicas de la historia del cine al perder 28 kilos de peso para asemejarse a un desnutrido y esquelético fresador, transfigurado en escalofriante saco de huesos que se pasea por cada una de las escenas de la película, sino que la composición del personaje está fuera de todo calificativo ponderativo, brindando una escalofriante interpretación llena de matices psíquicos, lo que hace que no se entienda que la mejor actuación en muchos años no esté nominada ni a los Goya ni a los Globos de Oro (algo que ratifica la imbecilidad y partidismo de estos premios). Y Anderson tiene que ver en este logro como director, ya que Jennifer Jason Leigh y Aitana Sánchez-Gijón, pese a sus breves papeles, consiguen darle una excelente réplica a la cadavérica presencia de un admirable Bale.
‘The Machinist’ se destapa así como film de terror obsesivo, un drama en el fondo, que hace pensar que Brad Anderson está en camino de ser un maestro en ciernes dado su manejo de un suspense tan íntegro como despiadado, exento de la intencionalidad comercial de los grandes estudios, demostrando su erudición a la hora de no caer en lo fácil y saber prolongar la tensión durante mucho más tiempo sin caer en el formulismo. Una consistente historia de culpas y penitencias, adecuadamente encubierta entre su aparente aspecto de película de género fantástico, pero en realidad concedida con un plausible realismo de frialdad y causticidad turbadores.
Miguel Á. Refoyo © 2004

Entrevista MIKEL ALVARIÑO, guionista

Aquí os dejo una entrevista de uno de los talentos más prodigiosos que he tenido la suerte de conocer en mi vida. Uno de mis grandes y mejores amigos, un gran creador, una de las grandes personas que hay en este mundo y de uno de esos genios que pocas veces tienes la oportunidad de encontrarte en esta vida.
Una charla que tuvo lugar en agosto de este mismo año en la que uno de mis mejores y más queridos amigos nos ofrece una lección de humildad y maestría, catequizando y aleccionando desde el conocimiento de un currante de la creatividad.
ENTREVISTA
MIKEL ALVARIÑO, co-guionista de 'The Birthday'
“Estoy muy satisfecho porque hemos hecho una película honesta”
El joven guionista estrenará en la Sección Oficial del próximo Festival de Sitges ‘The Birthday’, su primer largometraje como escritor cinematográfico.
Muchos son los guionistas que intentan que sus trabajos se lleven a la gran pantalla. Muy pocos lo consiguen. Mikel Alvariño (1975), vasco de nacimiento pero salmantino de adopción, ha convertido ése sueño en realidad con ‘The Birthday’, un largometraje que ha escrito junto al director de la cinta, la joven promesa del cine patrio Eugenio Mira. Una película que, mezclando ‘thriller’, terror, comedia negra y drama, promete ser uno de los éxitos más rutilantes de la próxima temporada en lo que a cine español se refiere. Alvariño ha trabajado en series televisivas de éxito como ‘Médico de familia’ y ‘Ciudad Sur’, en algún concurso emitido a nivel nacional y ha dirigido el cortometraje ‘Ruido’. Un hombre cercano y accesible, pero a la vez un fascinante creador de universos que creció al amparo del cine de la década de los 80. Un trascendental período que ha marcado profundamente a toda una generación y que tendrá su ofrenda en una de las películas más esperadas del año dentro de la apática situación de nuestro cine.
.- Empecemos con una pregunta tópica pero ineludible ¿Cuándo empezaste a escribir guiones?
A los 18 años escribí mi primer guión de largometraje, sin tener mucha idea de cómo se hacía y dejándome llevar por el instinto. Pero yo no pretendía ser guionista. Lo escribía porque necesitaba contar una historia en forma de película. Era algo visceral que surgió de mi pasión romántica y enfermiza por el cine.
.- ¿Recuerdas cuál fue la primera vez en que sentiste que necesitabas contar una historia?
Siempre me ha gustado escribir. Escribí muchos cuentos durante mi infancia, teniendo una necesidad de contar historias pasadas por el filtro de la imaginación. Es algo que me ha acompañado desde entonces. También me gustaba mucho contar historias improvisadas con mis hermanos.
.- ¿Tenías amigo imaginario?
Inventé un monstruo para asustar a mi hermano pequeño, aunque nunca llegamos a hacernos amigos.
.- ¿Cuándo decides probar suerte como guionista?
El cine ha sido algo que me ha enamorado desde que era niño. No puede decirse que es algo que haya descubierto de repente y me haya seducido. No recuerdo en qué momento ni cuándo, pero en todo momento ha estado ahí. Mucha gente cree que saber de cine es ser como ser una enciclopedia viviente. Luego descubres porqué se hacen las películas de una forma u otra, los mecanismos que la componen y si quieres dedicarte a ello tienes que aprenderlo poco a poco. Creo que el punto clave está en el rodaje de ‘1492’, de Ridley Scott, donde trabajé de extra y me di cuenta dentro del rodaje que yo quería hacer algo dentro de este mundo. No sabía exactamente qué, pero por mi vocación de contar historias supuse que lo mejor era ser director. Como entonces aquí no había Comunicación Audiovisual, elegí Físicas porque mis padres querían que tuviese una carrera, pero se dieron cuenta de que iba a estar unos cuantos años haciendo una carrera cuando podía hacer algo en lo que iba a darlo todo para volcarme en ello. Y me fui a Madrid, sin ninguna duda ni ningún conflicto. De hecho ahora, cuando lo pienso, me da vértigo cómo han ido las cosas y cómo podían haber ido.
.- Y en Madrid ¿Qué es lo que haces? ¿Cuál es tu primer trabajo?
Estudié cine, pero en la rama de dirección. Lo que aprendí de guión lo he aprendido por mí mismo; escribiendo, trabajando, contrastando, basando todo en la autocrítica y muchas tertulias. Y con todo eso sacas conclusiones. Hice mi primer corto ‘Ruido’ y quedé lo bastante satisfecho como para saber que quería dedicarme a esto. Junto a Eugenio Mira y Javier Asenjo empezamos a mover un guión que estuvo circulando por muchas productoras hasta que una se interesó. Pero no acabó de cuajar, como suele pasar tantas veces en el mundo del cine. Como no pasaba nada con aquel proyecto, decidí que tenía que buscarme un trabajo remunerado para poder subsistir. Hice una prueba para ‘Médico de familia’ y me seleccionaron. Pero nunca me había planteado ser guionista de televisión, como un medio de vida. En ‘Médico de familia’ lo que aprendí es que no existe la autoría dentro del mundo televisivo. Es decir, que los guionistas no hacen unas cosas mejores que otras. No puedes ser mejor de lo que te piden. Ni peor. Lo que tienes que hacer es adaptarte. La parte creativa está disminuida y, al estar todo tan medido, aprendes a sintetizar al máximo lo que cuentas. Luego llegaron otros trabajos que me sirvieron para curtirme.
.- ¿Cuál es la diferencia en la escritura de guiones en estos dos medios?
En el cine tienes toda la libertad del mundo a la hora de escribir. Otra cosa es que llegues a ver realizado tu proyecto. En televisión te tienes que adaptar a las normas argumentales y narrativas que te dicten en la productora para la que trabajes.
.- ¿Qué es ‘The Birthday’?
Es mi primer guión de largometraje co-escrito con Eugenio Mira que se ha llevado al cine. Y la realización de uno de mis sueños. Es una película que se desarrolla en los 80, situada en Estados Unidos y que es honesta con el cine que marcó nuestra infancia y adolescencia. Es especial por muchas razones. Transcurre en tiempo real, en otro país, en otra época, dentro de un hotel, sigue todo el tiempo al protagonista, y mezcla muchos géneros. El objetivo de esto es que cuando la vean en USA no noten nada raro. A pesar de que el cine español tiene una política y unos cánones propios, nos planteamos hacer algo diferente porque hemos intentado que parezca en todo momento un filme americano, cuando es español. ‘The Birthday’ empieza como una comedia romántica que se va haciendo incómoda a través de una serie de eventos cruciales que llevarán al protagonista a una situación límite en la que tendrá que tomar las decisiones más importantes de su vida. Todo en menos de dos horas.
.- Como has dicho, la película es un homenaje al cine comercial de los 80 ¿Por qué quisisteis evocar esta etapa cinematográfica?
Hay una serie de películas determinantes y comunes a una generación que vivió de forma intensa el cine en aquella época. Cuando tienes conversaciones nostálgicas siempre hay referentes muy arraigados a un tipo de cine que todos disfrutamos por aquel entonces. Títulos como ‘Gremlins’, ‘Los Goonies’, la saga de ‘Indiana Jones’, la de ‘Regreso al futuro’, ‘Cazafantasmas’ y muchas otras. Entonces si tienes la oportunidad de hacer una película, procuras ser lo más honesto posible con todo esto. Nosotros hemos tenido la suerte de poder llevarlo a cabo. Y por esta razón estamos muy satisfechos.
.- ¿Cómo llegas a conocer a Eugenio Mira?
Le conocí cuando estudié cine y nos hicimos amigos en seguida. Desde entonces hemos trabajados en muchos proyectos conjuntos y ‘The Birthday’ es el cúlmen de todos estos años de trabajo.
.- ¿Qué método seguisteis para llegar al guión definitivo?
Hay muchas formas de trabajar. Todo partió de la oportunidad que tuvimos de escribir un guión que podíamos vender. Con unas pautas muy concretas que nos marcamos (rodar en decorados, en inglés, toda la acción en un solo espacio) nos pusimos a trabajar. La historia surgió en una tarde y escribimos un tratamiento que es lo que tuvimos como referente durante mucho tiempo. Cuando Eugenio rueda su cortometraje ‘Fade’, tiene la oportunidad de afrontar su primer largo, que entonces era ‘The Answer’, un proyecto que se frustró, por lo que rescatamos ‘The Birthday’ para convertirlo en un guión. Solemos trabajar hablando mucho, leyendo lo que escribimos, discutiendo y contrastando lo que vamos haciendo. En el momento de escribir lo hacemos con dos ordenadores en la misma habitación, haciendo lecturas con el estilo y coletillas típicas del doblaje, porque como se iba a rodar en inglés, teníamos la mentalidad de escribirla como si ya fuera una traducción. Frases como “Déjalo ya, ¿quieres?” o “Bueno, ya sabes…”. Nadie las dice en castellano, pero para doblar se ven obligados a usarlas. Curioso.
.- ‘The Birthday’ es una película que transcurre en tiempo real ¿Fue difícil ajustar la escritura a este difícil objetivo? ¿Tomasteis alguna referencia especial?
En un primer borrador del guión teníamos unas 400 páginas y lo fuimos reduciendo y tratando, porque al ser en tiempo real el desarrollo de la acción llegó hasta la obsesión de cubrir todas las capas de visión. En cierta medida escribimos un guión muy técnico. Trabajar con el director sobre el guión facilitó mucho todo el trabajo. La cinta es la evolución de una fiesta, así que podemos apreciar el desarrollo de cada personaje, por pequeño que sea y controlar mucho los tiempos muertos del protagonista. Pero sí que hubo que eliminar cosas por una cuestión logística. Es difícil plantear una película de este tipo en que sigues minuto a minuto al personaje principal. Películas de referencia: por ejemplo, ‘La Soga’ de Alfred Hitchcock, ‘Solo ante el peligro’, de Fred Zinnemann , 'A la hora señalada’, de John Badham. La serie de TV. ‘24’ salió después, pero va por ése camino, aunque en nuestra película nosotros seguimos todo el tiempo al protagonista.
.- ¿Cómo fue el rodaje?
Como en todos los rodajes se pasa muy bien, pero también hay momentos de tensión. En ‘The Birthday’ hemos tenido una situación privilegiada porque gran parte de los puestos importantes del equipo estaba formado por un grupo de amigos de hace tiempo y habíamos trabajado alguna vez juntos. Por eso todos, en nuestro terreno, hemos hecho la película que queríamos hacer. Desde el guión, hasta Eugenio en la dirección, Unax Mendía en la fotografía, David Acereto en la cámara y mis hermanos, Javier (junto a Daniel Izar) en la dirección artística y Jorge en la foto fija. Así que hubo un ambiente muy familiar.
.- ¿Cómo fue el trabajo con un icono generacional como es Corey Feldman?
Todo viene de un proyecto anterior llamado ‘The Welcoming Committee’, en el que teníamos en mente su participación. El espíritu de aquél era también hacer un sincero homenaje al cine de los 80 y recuperamos la idea para ‘The Birthday’, aunque ésta sí transcurre en aquélla década. Que Corey Feldman aceptara participar fue una sorpresa, porque el presupuesto de la película es bastante ajustado. Que él esté en ella nos alegró enormemente. Como uno de los máximos iconos de los 80, era perfecto como protagonista. Es un gran actor que muchos pensábamos que estaba retirado y que en ‘The Birthday’ demostrará que está en plena forma.
.- ¿Y quién más protagoniza ‘The Birthday’?
Pues además de Feldman, que interpreta Norman, un joven perdedor que evoluciona y se supera, podremos ver a Erica Prior, una joven promesa del cine internacional que trabajó con Paco Plaza en ‘Second Name’ y que da vida a Alison, novia de Norman y típica reina del baile de fin de curso. Los dos protagonistas son estereotipos del cine de esa época en una situación en la que nunca se les había puesto antes. También está Jack Taylor, que es un maravilloso actor veterano y de culto gracias a sus trabajos con Jess Franco y Roman Polanski.
.- Ya has visto la película acabada ¿Cuál fue tu primera impresión al verla? ¿En qué fase de la postproducción se encuentra?
La película está en postproducción de sonido. Falta grabar la música con la orquesta que ha compuesto el propio Eugenio Mira y luego hacer las mezclas. Pude ver la película acabada con sonido directo. Es difícil asimilarla con distancia, ya que todo te recuerda algo. Pero estoy contento, porque a pesar de estar muy involucrado me he dejado llevar y lo he pasado francamente bien viendo ‘The Birthday’. Es muy entretenida y espero que a la gente le guste. Eso sí, hasta que no se estrene no podemos saber cómo funcionará.
.- ¿Cuándo la podrá disfrutar el público?
Su estreno internacional será en la Sección Oficial del Festival Internacional de Cine de Cataluña, en Sitges, a finales de noviembre. Su estreno en España está previsto para principios de 2005.
.- ¿Cómo ves el actual cine español?
Lo veo bastante mal, porque que es un hecho que aunque la gente vaya al cine a ver películas españolas, sigue asistiendo en masa a ver cine americano, que se reparte la mayoría de las salas. Es muy triste, pero, en parte, esto está causado por la calidad de las películas que se hacen en este país. Desde luego que se hacen buenas películas, pero en la mayor parte de los casos no es así. Si a eso, añadimos los famosos ‘pakcs’ de las ‘majors’ en los cuales por cada película americana buena te venden doce mala, la cosa no pinta muy bien. Yo lo que creo de verdad es que en el cine español lo que hace falta es ser un poco más ambiciosos en sus propuestas y su temática.
.- ¿Y el panorama cinematográfico en Salamanca?
Además de aquellos que tienen un lugar de privilegio en el mundo del cine como son Basilio Martín Patino, Antonio Hernández o Chema de la Peña, creo que hay mucho movimiento de gente salmantina que llega a hacer cine, diversificada en muchos campos del medio como guionistas televisivos, integrantes importantes en equipos técnicos de rodaje o gente que está a punto de dar el salto al largo como Rodrigo Cortés. También existen muchos buenos cortometrajistas que están haciendo grandes trabajos y que merecen estar en esta profesión.
.- ¿Qué consejo darías a aquellos jóvenes que empiezan a escribir sus primeros guiones?
Lo primero es tener muy claro qué es lo que se quiere contar con un guión. Como sugerencias yo diría que hay que saber moverse, utilizar bien los contactos y saber venderse. Hay que tener claro que para vivir de la escritura de guiones, la televisión es la mejor forma para poder vivir con algo de estabilidad. Lo del cine es una aspiración que se puede mantener o no. Eso sí, no hay que rendirse nunca. Cuando dejas leer un guión, hay que olvidarse del orgullo y escuchar atentamente las críticas y opiniones de los demás, y luego valorarlas. No sirve de nada pensar “es que no han entendido el guión”.
.- ¿Consideras que son necesarios unos estudios previos para ser guionista?
Yo creo que no. Para mí lo fundamental es ver mucho cine. En el cine es donde están las mejores lecciones. Hay que aprenden a fijarse en cómo se construyen las historias. Eso es fundamental. No me parece necesario por tanto pasar por ninguna escuela. Lo que está claro es que en estos cursos se conoce gente y los profesores te pueden enseñar cosas a partir de sus experiencias, pero lo que hay que tener muy claro es que, por muchos cursos que se hagan, lo que vale finalmente es lo que hace uno mismo.
.- ¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Después de haber estado tan sometido a la escritura cinematográfica, creo que ha llegado el momento de dirigir mi propia historia que, si todo sale bien, dirija un cortometraje en 35 mm. titulado ‘Palabras de Amor’ o más posiblemente otro cortometraje antes en 16 mm con el título de 'Corrientes Circulares'. De todos modos, estoy esperando al estreno de ‘The Birthday’ para ver las consecuencias tiene sobre mí. Pero aún así, ya estoy hablando con Eugenio Mira para empezar a escribir un nuevo largometraje.