miércoles, 5 de noviembre de 2014

El verano 2015 ya tiene un nombre propio: 'Minions'

Qué tendrán lo minions que nos suscitan esa afinidad inmediata hacia estas pequeñas criaturitas amarillas con forma de gragea que, no obstante, son serviciales y trabajadores constantes en servidumbre a su amo o maestro, caracterizado por ser un villano de altos vuelos. Estos seres llenos de humor y cinismo, con lenguaje propio y voz estridente han enamorado a todo el mundo aficionado a la animación con sus dos apariciones en la saga de ‘Gru. Mi villano favorito’. Su protagonismo en la secuela fue tal, que no era difícil imaginar que tuvieran una película propia. Y así ha sido.
Universal Pictures e Illumination Entertainment han creado un proyecto erigido únicamente a la gloria de estos simpáticos secuaces que prometen romper las taquillas a partir del 10 de junio de 2015, día en que se estrenará esta nueva fábula de gancho amarillento. La película, titualda como era obvio, 'Minions', está dirigida por Kyle Balda y Pierre Coffina y gira en torno a las aventuras de tres de estos minions (Kevin, Bob, y Stuart), a través de un viaje lleno de diversión en busca de un nuevo amo villano.
Todo comenzará con el origen de la raza, a partir de organismos unicelulares amarillos que evolucionan en su inocente maldad a través de las edades históricas, perpetuamente al servicio de los más despreciables malignos que han poblado la Tierra. Sin encontrar un villano a la altura, desembarcan en el Nueva York de finales de los 60, donde encontrarán a Scarlet Overkill (con la voz de Sandra Bullock), una potencional villana a la altura de las exigencias de estos divertidos empleados del Mal.

El signo de la actualidad y el espíritu de Guy Fawkes

“Remember, remember the 5th of November, the gun powder treason and plot. I know of no reason why the gun powder treason should ever be forgot”.
Vivimos tiempos procelosos, salpicados por la corrupción que abandera la total ausencia de valores políticos, reflejo de un modelo de vida que se ha quedado vacío de moral y ética y escupe de forma despótica al ciudadano, sumergido en una crisis creada por esos mismos buitres que han basado su poder en el engaño, la ineptitud y la mentira. La institucionalidad ha ido en detrimento de los valores básicos de la restauración democrática, que no es más que un arma de doble filo que únicamente alimenta y promueve los intereses de la vieja oligarquía, manipuladora y cínica, abanderada por una clase política a la que podríamos tildar de panda de babosos que gobiernan incapaces de transmitir cualquier plan para solventar los problemas de los ciudadanos, con decisiones más cercanas al absurdo que a la sensatez.
El descrédito de esta clase ha establecido un modelo impune que genera desconfianza e incredibilidad de la ciudadanía hacia este tipo de instituciones democráticas que los gobernantes se han encargado de ir infectando con su cáncer social de intereses propios. Estamos ante una época corroída por la inoperancia de aquellos que se lavan las manos ante sus execrables acciones para seguir manchándoselas sin ningún tipo de prejuicio con más dinero público mientras la gente empieza a pasar hambre. Y, mientras, parece que todos miramos hacia otro lado, indignados, sí, pero sin velar frente a la expansión y mal uso del poder estatal, sin reivindicar el sometimiento de las instituciones públicas al pueblo soberano, cuyas libertades deberían ser respetadas y salvaguardadas más allá de cualquier interés. La conciencia colectiva permanece idiotizada, amedrentada por todo lo que está pasando, menospreciada ante los gritos y las quejas silenciosas que parecen no ser suficientes. Las pancartas y los lamentos no tienen efecto. De hecho, ya se empieza el camino para implantar la supresión de libertad de expresión con la temida ‘Ley Mordaza’. Y aquí, en este punto, es en el que comienza la distopía a la que vamos de cabeza.
Guy Fawkes fue un tipo que en 1605 declaró su férrea intención de volar por los aires el Parlamento Británico para acabar con las persecuciones religiosas mediante la colocación estratégica de varios barriles de pólvora. Su intención era eliminar de la ecuación política al Rey Jacobo I y al resto de los miembros de la Cámara de los Lores por sus medidas de represión hacia los católicos. Le ayudaron Ambrose Rookwood, Francisco Tresham y Sir Everard Digby. No funcionó y el rebelde Fawkes fue detenido. Aún así, se negó a confesar y denunciar a sus cómplices, muriendo ahorcado públicamente. Hoy en día, el trasfondo místico ha quedado en un segundo plano, como casi siempre. La tradición vigente se celebra como el día en el que los británicos salen a la calle a disfrutar de los fuegos artificiales más espectaculares del año y en el que durante la ‘bonfire night’, es decir, la noche de las hogueras, se queman efigies del célebre conspirador y de protagonistas contemporáneos, acto en el que se esconde una visión subrepticia de austeridad y condena abrupta con respecto a la clase política.
Cada vez vivimos más sometidos a las disposiciones que se dictan desde los despachos de los gobernantes, independientemente del partido que sea. Todos representan esa corrompida defecación de fétida raigambre. La tétrica abolición de la equidad y libertad, que se dispone en pequeños fragmentos que claudican fugazmente ante las normas, se está disipando hacia una limitación represiva, soterrada y silenciosa. Es el propósito de esta calaña de sinvergüenzas. Aprovechando este 5 de noviembre, deberíamos apelar al espíritu de la celebración británica de la Noche de Guy Fawkes.
La tortura, la persecución y la sangre de las dictaduras han sido sustituidas por el desempleo, el capitalismo autoritario y la indeterminación de iniciativas derruidas por la imposición de los nuevos tiempos económicos y por la clase política. La democracia de nuestros días se limita a robarle al ciudadano, a malversarle con argucias legalizadas hacia el beneficio de los poderosos, de aquellos a los que la crisis es un problema ajeno. El pueblo ha pasado a ser un peón, un elemento utilitario. Fawkes incentivó la idea de recurrir a la disidencia. Vivimos tiempos en los que el significado original de la palabra político ha quedado muy lejos de simbolizar un servidor público. Ahora es algo diametralmente opuesto. Los privilegios de sus cargos son los que ciegan con la codicia de un estatus seguro y sin obstáculos para subsistir con todo tipo de lujos, estafas y fraudes como las conocidas ‘tarjetas black’ o el incesante apogeo de la corrupción de los grandes partidos.
La ineficacia para solucionar problemas se ha convertido en un pesado lastre encubierto con mentiras, falsedad y engaños. No existen soluciones reales a los problemas que asolan a la sociedad. Los organismos del estado se establecieron para diversificar los diversos poderes; el legislativo, el ejecutivo y el judicial (que, al fin y al cabo, es el menos influyente puesto que desgraciadamente está sometido al antojo de los anteriores). Hoy el gran poder es el económico, el que absorbe y erosiona las bases del mundo. El responsable de que los diferentes órganos sean capaces de abstraerse de su influencia. Los bienes públicos sirven para enmendar los errores privados. A eso hemos llegado. Robándole la frase a la artista Teresa Margolles: “Ya basta, hijos de puta”.
Por eso la figura de Fawkes y el fondo del espíritu revolucionario de ‘V de Vendetta’ de Alan Moore y David Lloyd o en su extrema adaptación cinematográfica, podría servir como proclama de acción y reacción, de admonición desafiante a futuras instituciones de coerción y autoridad, hacia las tiranías que intervienen en las economías privadas e internacionales, recordando, en palabras de David Hume, que todos los regímenes tiránicos se sustentan, en última instancia, sobre la aceptación mayoritaria. Es lo que sucede en estos momentos. Hay que salvaguardarse contra los gobiernos obsesionados por la falsa seguridad y que se guardan las espaldas entre partidos opuestos. Hay que ir contra estos regímenes que acaban utilizando el miedo como arma para erradicar la libertad y oprimen la autonomía individual. Hay que luchar, por ende, contra la ignorancia, la desidia intelectual, la inconsciencia social, el automatismo o la irreflexión.
Hay que eliminar la propaganda política que pretende utilizar al pueblo para oscuros intereses. Es importante alzar la voz, con feroz crítica, en oposición a los regímenes que rayan el imperialismo, si hace falta favoreciendo posturas radicales como la de Fawkes si la autoridad olvida sus principios básicos de amparar a la sociedad. Una acción como la de este antihéroe enmascarado, un individuo que luchó por un discurso honesto y lícito de rebeldía, pasaría a ser la hazaña simbólica de un ideal que cobraría vida como detonante para que la población descubra el valor de la libertad. Las demás alternativas, unificadas en otra postura política de promesas ilusorias, no son más que el génesis de un nuevo ciclo encaminado hacia un peligroso bucle. Tal vez habría que pensar en un golpe de efecto distinto encauzado hacia la búsqueda de una arriesgada propuesta que encontrara la destrucción de los símbolos políticos y estatales y cuyo propósito final fuera el de movilizar a la sociedad y recordar al colectivo, a la gran masa que somos todos, que los ciudadanos somos los auténticos y únicos preceptores de nuestro destino.

martes, 4 de noviembre de 2014

Diez años de textos abismales (VIII): John Waters, el Rey del Mal gusto (03/06/2006)

El extraño talento provocativo del genio ‘trash’
La carrera de Waters, marcada por la polémica ‘Pink Flamingos’, está marcada por la trasgresión y la polémica, por la libertad y la evolución creativa.
La vida y obra de John Waters no es ni mucho menos corriente, ni normal, ni cotidiana, ni decente. Si no todo lo contrario. Waters se ha convertido en una indispensable celebridad gracias a una libérrima y disoluta percepción del arte, obscena y desmedida, ‘ultra-kistch’ y escatológica, insurgente y a su vez redentora. Es el indiscutible rey del ‘trash’, de la basura que ha salpicado con sarcasmo y excreción a las reprimidas morales puritanas con su cine corrosivo e incómodo, surgido directamente del subsuelo de todo aquello convulsivamente sedicioso. Cierto es que el ‘trash’, entendido como corriente estética y ontológica de la vida convoca todo aquello que batalla contra la belleza, los cánones estéticos y la apostura, aquello que apela con carencia de valores a los bajos instintos subversivos del artista. Waters se configura desde su precoz actividad de creador como un rebelde artístico, un dinamitador del yugo dictatorial del gusto, sustituyendo la belleza de lo ornamental y el mensaje políticamente correcto de lo consentido por una sempiterna búsqueda de la epifanía clarividente y verdadera que se encuentra en el fondo más hediondo y lúgubre de las personas.
La divergencia y la ‘basura paradigmática’ (en constante evolución hacia un formalismo artístico depurado) ha sido la constante de este ‘freak’ que abraza con su incómodo cine a la teología fílmica de visionarios mitos imperecederos de la ‘serie Z’ más mugrientos como Hershell G. Lewis, Ed Wood o Russ Meyer. Waters, también conocido como "The king of puke", debutaría en el cine con ‘Hag in a Black Leather Jacket’, una pequeña obra que describía la boda entre una joven blanca y un apuesto negro que representaría el cine con las señas llenas de roña del mago de Baltimore, ciudad que le vio nacer en 1946 y que le ha servido como fuente de inspiración a lo largo de su filmografía.
Desde ese nada convencional comienzo en el Séptimo Arte, Waters ha indagado en cada rasgo de la citada cultura ‘trash’, saltándose todas las reglas formales, de forma drástica, trazando la vanguardia con una mirada distorsionada de la irrealidad que nos rodea, de nuestro propio fondo humano, dando como resultado una veracidad limítrofe en la náusea, de nuestra fehaciente condición de individuos. La frase que un buen día hizo popular el insurgente realizador "hay que tener buen gusto para saber apreciar el mal gusto" es paradigmática de la cosmología ‘watersiana’. Maldecido y venerado a partes iguales, este grano en el culo del cine independiente americano empezó a ganarse su mala fama con el trabajo ‘Mondo trasho’, un catálogo de barbaridades alejadas ya de su evolutiva domesticación de un humor salvaje y absurdo, metafórico e iniciador de una tradición poco explorada por el cine y por el arte, reservada a los díscolos artistas que expresan su talento por medio del escándalo.
La obra más conocida de Waters es y será su obra maestra ‘Pink Flamingos’, una basura inolvidable rodada en 16 mm. ataviada por un reconocible look feísta, ‘underground’ y antiestético que, a medio camino entre el pop y el ‘cutre-kistch’, encontró la forma de escandalizar a propios y extraños con la historia de Divine, un ambiguo obeso travestido considerado la ‘persona más guarra del mundo’, en una historia en la que vive junto a su atípica familia en constante lucha con los Marble, otra asquerosa prole con la que se enfrentan, ya que habitan en una caravana donde inseminan a toda jovencita que recogen en ‘auto-stop’. La carga argumental se hizo insostenible para la época, básicamente por su retahíla de coprofagia (el mítico plano final con Divine tragándose un excremento canino, sin truco ni trampa), felaciones, incesto, asesinato, castración, violación, transexualismo, exhibicionismo y canibalismo que expuso, con toda la frialdad del mundo, la realidad oculta de la sociedad cínica y falsa de los 70. Intención ésta última que Waters ha ido acoplando a sus posteriores trabajos.
La emblemática Divine seguiría trabajando con Waters hasta convertirse, sin concesión a la porfía, en un icono del cine transgresor más sucio que se recuerde. Es entonces cuando se aprecia el designio del cine dirigido por Waters: el impacto, la realidad mugrienta y repugnante, según sus palabras “aquello que jode y molesta”. A la galería de ‘freaks’ aportados por Waters, con los que vivía en una comuna artística, hay que sumar a inolvidables ‘duches’ de la talla de Edith Massey, David Lochary, Mink Stole o Jean Hill. Contribuyente a enterrar la absurda pesadilla hippie, Waters inculcó con su arte una defensa a la verdad, una crítica (a veces apologética) a la violencia, reventando la idea ‘sixties’ de florecitas y paz, drogas y amor. Waters coincidió con el nacimiento del ‘punk’ y a él hay que anexionar sus primeros trabajos ‘Female Trouble’ y ‘Desperate Living’, demenciales declaraciones de intenciones de un cada vez más polémico director, amigo de varios miembros de la ‘familia’ del ‘psycho-mesías’ Charlie Manson.
Un nuevo tipo de cine que alteró a los críticos más clasicistas (no hay que explicar cómo se tomaron –y se siguen tomando- el arte de Waters) frente al desaforado acogimiento de la rebelde juventud de finales de los 70, libre y desenfrenada, amante de los excesos y recelosos del ámbito ‘beatnik’. Si bien puede parecer que la obra de este terrorista genérico corrió por los mismos cauces, no fue así, para decepción de sus entusiastas fans. Los 80 empezaron para John Waters mucho más sosegados, explorando la verdadera narrativa cinematográfica y evidenciando una progresión hacia ámbitos más depurados, con la misma carga crítica, pero desinfectando su imagen con cintas mucho más accesibles para el gran público. Prueba de ello son sus siguientes películas ‘Polyester’, ‘Hairspray’ y ‘Cry-Baby’, muy comedidas con las emociones fuertes, ofreciendo otro tipo de infracciones a la hora de poner en tela de juicio a la sociedad americana moderna, sin desprenderse de sus raíces revolucionarias, pero perfeccionando un gusto por un arte que le ha terminado de consolidar como un mito repuesto para la nueva comedia negra americana, influyendo sobre mortíferos críticos sociales como Todd Solondz o Neil Labute, entre otros muchos.
Acostumbrado a emplear la sátira como rito cinematográfico, sus últimas producciones (‘Serial mum’, ‘Pecker’, ‘Cecil B. Demented' o 'Los sexoadictos'), ya inscritas en una moderación aparente y engañosa, divide a aquellos que echan de menos la insurrección salvaje de sus primeros años y los que apoyan, por lógica, el cambio hacia un cine ácido, pero estéticamente más enaltecido, como opción de escape al encasillamiento. A pesar de que Waters haya abandonado las perversiones de su carrera freak, es innegable su propensión por incluir en sus trabajos elementos que no dejan de sorprender al público no habituado a los desvaríos de la posmodernidad temprana de este genio del ‘trash’. Un gran mago de la basura y la defecación hecha celuloide que ha hecho de su militancia en el sótano de la diatriba social una bandera para las posteriores generaciones.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Ellen DeGeneres y los sustos

Una de las cosas más crueles y que suscita además una risa cómplice y perversa es la del susto, esa acción a traición que provoca un sobresalto dado lo repentino e inesperado de una situación provocada. El susto como arma cómica se ha convertido en uno de los reclamos del show de Ellen DeGeneres, uno de los programas matinales más exitosos de los Estados Unidos. Con motivo del especial de Halloween, la presentadora y ‘show woman’ aprovechó la coyuntura para echar un vistazo a un compendio con los mejores sustos a los invitados y sus escandalosas reacciones a esos insospechados golpes de efecto que logran desencajar el rostro estupefacto de quien sufre esta broma pesada.
Es ya un emblema del espacio de entrenamiento, cuyo retorcimiento reside en sacar a colación las fobias de los invitados para el regocijo de una audiencia que aplaudió y se echó unas risas a costa de estas reacciones de las celebrities que han ido desfilando por ‘The Ellen DeGeneres Show’.
Ataviada con un original disfraz de la boda de George Clooney y Amal Alamuddin, la presentadora introdujo así este malintencionado y provocativo vídeo resumen de sustos. Y la verdad es que son muy divertidos.

viernes, 31 de octubre de 2014

Feliz ‘Nos Galan-gaeaf’

Bueno amigos, tenemos por delante un fin de semana dedicado a Halloween. Pronto se verá materializada la noche de la brujas, la de disfrazarse, la de ver películas de terror y contar escabrosos y espeluznantes cuentos a la luz de una hoguera. Es la hora, en definitiva, de aprovechar cualquier excusa para salir de fiesta.
Muchos pensaréis que la noche del 31 de octubre proviene de la globalización yanqui y la expansión de sus costumbres al resto del mundo. Pues no es así. Se trata, en realidad, de una festividad principalmente adherida a la cultura de los celtas. Suponía un momento sacro en que consagrado a recoger bayas del muérdago depositado en los troncos y en las ramas de las encinas y robles por parte de los ‘druitas’. Esta noche era conocida como ‘Nos Galan-gaeaf’, la de las calendas de invierno, ya que el año celta se dividía en dos estaciones, la de invierno y la de verano.
En la víspera del primero de noviembre se encendían hogueras y a esta fiesta acudían todos los miembros del poblado para celebrar una asamblea en la que intervenían tanto los hombres como las mujeres. Se sacrificaban animales con el fin de aprovisionarse para el invierno y era una de las pocas ocasiones en que los ‘druitas’ tenían autorización para comer carne de cerdo y beber vino en abundancia. Una directriz que se prolonga hasta nuestros días, puesto que, siguiendo la tradición, todo el mundo alcanza el éxtasis dipsómano. Era cuando todos encendían velas y el sentimiento de proximidad con los difuntos era tal que cualquier ser vivo podía descender junto a ellos al mundo de los muertos. La creencia generalizada era que en la noche del 31 de octubre los muertos entraban en comunicación con los vivos en una especie de confusión cósmica (y no son palabras de Carlos Jesús), lo que ha generado multitud de leyendas al respecto.
Un eco desvaído de aquellas veladas se encuentra actualmente en la famosa noche de Halloween que hemos importado de USA. Aunque parezca lo contrario, no es una fiesta genuina de allí, queridos amigos. La palabra Halloween es la forma moderna inglesa del antiguo ‘All-hallow even’. Los primeros colonos ingleses e irlandeses que llegaron, trajeron sus tradiciones a su nueva patria, entre ellas la festividad del día de las brujas, que se celebra en la noche del domingo. Los hogares se adornan con siniestras calabazas vacías, moldeadas con formas de monstruos y una vela encendida en su interior. Las personas se disfrazan y los niños van de casa en casa pidiendo golosinas.
Hoy hay que dar sustos chungos, gastar bromas pesadas y, en casos extremos, dejarse llevar por la enajenación mental que todos tenemos en nuestro fondo más oscuro. Hay que salir con un mono de operario azul oscuro, una máscara decolorada del Capitán Kirk de ‘Star Trek’ y un enorme cuchillo para, entre resuellos, acojonar las almas cándidas de un tranquilo barrio ajeno a las pesadillas...
¡¡¡TENED CUIDADO pues!!!!

jueves, 30 de octubre de 2014

1995: Phoskitos y su terrible verdad

¡Qué recuerdos! ¿Os acordáis de aquella canción “Phoskitos… regalos y pastelitos”?
Ay… cómo ha pasado el tiempo. No podemos evitar que la memoria se retrotraiga a nuestra infancia en la que aquel pastelito de chocolate y nata enrollado proporcionaba un doble y estúpido placer; por un lado, el de un sabor de bollería industrial compuesta por una densa cantidad de grasas hidrogenadas y azúcares refinados tan adictivos como deliciosos. No vamos a negarlo. Por otro, los cromos sorpresa que anidaban en su interior requiriendo el deseo de los niños. Cromos que, al fin y al cabo, estaban protagonizados por superhéroes, personajes de moda en la parrilla catódica del momento o incluso sobre una ridícula catalogación de epítetos cotidianos radiografiados con humor en pequeños rótulos explicativos (el chulo, el hincha, el obrero, el patoso...) Éstos últimos son los que protagonizaban en el año 1995 la incógnita dentro de la bolsa del pastelito.
Sin embargo, este post, más allá de esa delicia de complacencia pueril o su aglomeración energética que continúa en venta como uno de los grandes reclamos de éxito del Grupo Nutrexpa, va a analizar de forma breve aquel anuncio televisivo del citado año. Ese “amigo enrollado que está siempre a tu lado” parece que no atribuía nada nuevo a las expectativas del mensaje sobre el pastelito: un dulce de chocolate en espiral como excelente merienda que ya venía precedido de cierta fama y prestigio. El final del anuncio pretendía ser el señuelo de venta que captara la atención del más pequeño, ya que, a través del Phoskito, se podían conseguir unos alucinantes ‘salti-flash’ luminiscentes (ojo, "directamente de los Estados Unidos") que brillaban en la oscuridad. Algo muy de moda por entonces que obtenía el propósito de la campaña publicitaria que haría recuperar la inversión publicitaria. Todos los niños iban a querer estos ‘salti-flash’ tope molones. Y eso fue una realidad.
No obstante, entre medias había algo inquietante, que no procedía del ‘marketing’ aparentemente directo y que escapaba al ‘target’ estratégico. Una asimetría publicitaria que, de repente, era el tema de conversación en los colegios e institutos ¿Era cierto que el pastelito de animación introducía el dedo en su propio ano y comía de él con un simbólico alarde de coprofagia saludable? En ese instante, el Phoskito ya no parecía una alternativa tan delectable para las meriendas ¿Qué clase de mensaje estaban lanzando los de Nutrexpa? Viendo el spot por segunda vez parece que está clara esta teoría, el dibujo animado de un pastelito se mete el dedo en el culo y se come su contenido. Aquel confite que lanzaban como “enrollado y sabroso amigo de verdad” promulgaba un testimonio involuntario sobre el verdadero concepto que expone en términos alimenticios la bollería industrial y sus consecuencias sobre la infancia. Estaban diciendo, sin querer, que este tipo de alimentación, en el fondo y sin moderación, es una mierda como un templo que puede estropear la salud y el crecimiento de los más pequeños.

miércoles, 29 de octubre de 2014

El desencanto del Nuevo Milenio

Quedan apenas un par de meses para acabe 2014 y nos metamos de lleno en 2015. Los años se suceden a una velocidad vertiginosa y el tiempo parece acelerado. Haciendo cálculos y números, no nos damos cuenta de que llevamos escrita una porción, aunque sea muy pequeña, del Tercer Milenio. Llevamos casi tres quinquenios viviendo dentro el Siglo XXI. Lo estamos viviendo a base de palos, de crisis acrecentada por un sistema democrático bipartidista que ido destruyendo la esperanza de la sociedad que recaído en la recesión de una caída estructural. Caídas y desplomes del consumo, bajadas de producción, descenso de la importación y exportación, masiva emigración y falta de puestos de trabajo, así como un sonrojante desprecio de las fuerzas políticas hacia el ciudadano. Este es el futuro que tenemos. No el que imaginábamos ¿Acaso hace dos o tres décadas no soñábamos con un mundo mejor? ¿Recordáis cuando en vuestra infancia fantaseábais con algo muy diferente a lo que estamos viviendo? No voy a incidir en la trágica situación sociopolítica. Me refiero a otro tipo de desengaño.
Me explico. Todas aquellas cávalas y profecías que plantearon una vez los grandes escritores de Ciencia Ficción; Philip K. Dick, Van Vogt, Ray Bradbury, Robert A. Heinlein, Philip J. Farmer o Arthur C. Clarke fueron representadas en un futuro que hoy es presente y dentro de muy poco, quizá ya lo sea, será pasado. De momento habrá que esperar, al menos, a medio plazo, para ver las utopías tecnológicas y espaciales de los grandes visionarios hechos realidad. Hasta entonces vamos a hacernos a la idea que nos sigue tocando algo no tan fascinante como aquellos mundos llenos de avances para vivir la monotonía de nuestra vida cotidiana, cada vez más contemplativa e inerte. Lo que sí ha cambiado ha sido el hecho de que todas las lecturas que se han extraído de un siglo y milenio han ido girado en torno a inferencias apócrifas e historias apocalípticas en las que la ciencia-ficción, sirviendo como punto de partida para soñar con que el Tercer Milenio, nos traería narraciones extraordinarias concebidas por los grandes soñadores avanzados a su tiempo hayan perdido el sentido, en cierta medida, que tuvieron durante décadas.
Porque la decepción de no encontrarnos naves espaciales encima de nuestras cabezas, de no poder atisbar cosmos con dos lunas y no poder comprobar, entre otras cosas, qué es exactamente la criogenización o el ‘tele transporte’ impone la dura realidad que se aleja en exceso aquel futuro imaginado que nunca llegará, que parece haberse concebido como una leyenda irrealizable, un invento del hombre que ha surtido a la literatura y al cine con inolvidables novelas y películas de un género siempre infravalorado por aquellos que han sido incapaces de mirar más allá de las esplendorosas épocas artísticas pretéritas y vetustas, en realidad presentes, pero en la capacidad imperturbable del que cree que el futuro está muy lejos.
Ya hace una década y media, aquel ya pasado “efecto 2000” evidenció que la ilusión de aquellos que creyeron ver hace tiempo un nuevo mundo tecnológico y próspero se encontraron con la desilusión de lo frecuente, en que la única novedad añadida a nuestro día a día fue el avance de los teléfonos móviles, 'las tablets' o consolas de última generación. Ni siquiera la llegada de la estereoscopía al cine comercial en 3D (hoy también obsoletas) sirvió por convencer de la integración del ser humano en las nuevas tecnologías, nunca tan fantásticas como las que nos prometieron la literatura y el cine. Tal vez porque lo realmente válido de todo esto haya sido la imaginería y talento de unos extraordinarios genios que tuvieron el privilegio de soñar más allá que el resto de los mortales, que pudieron ver mundos extraterrestres y utopías colmadas de fantasía, épocas en las que androides creados por hombres a imagen y semejanza de Dios pudieran sentir y tener más fe en la vida que el propio creador...
Llegados a este punto, uno se pregunta si todas estas proyecciones de un tiempo futuro no han sido más que otra promesa incumplida, de otro sueño deshecho por el inevitable paso del tiempo, como si en la oscura soledad de la esperanza aquello por lo que se vislumbra sólo fuera un invento malvado para aplacar las ansias de conocimiento humano. Apuntaba un amigo, Saberius, que ahora la propia ciencia-ficción ha pasado a ser Historia, pero no de una forma positiva, sino todo lo contrario. Ahora el hombre sabe que lo representado sólo es eso, una quimera que no llegaremos a vivir, como un brutal desengaño para aquellos chiflados con pájaros en la cabeza aventajados a sus generaciones coetáneas que sentieron, soñaron o viajaron por universos paralelos y ulteriores que nadie podía imaginar. Todo ése afán especulativo que ha hecho grande al ser humano, ése impulso creador con suficiencia y afán de ensartar la cotidianidad que nos rodea para componer viajes excitantes y ficticios, no es más que una actitud por transformar y adelantar el espacio en el que vivimos. Pero sin llevarnos a engaño, toda esta cavilación sobre el género, sobre el presente y el futuro encuentra su piedra angular en el cine, en la representación de los sueños, en lo imposible, en la escenificación de todo el futuro imaginado, en el ansia del hombre por llevar a cabo algo que ahora comprendemos inalcanzable.
El cine ha ayudado a componer las imágenes que soñaron los grandes genios de la ciencia-ficción, abasteciéndose de títulos que han conseguido acercar al espectador más visionario a los deseos de ver un futuro incierto, pero visualmente emocionante. El cine ha contemplado la posibilidad de darle a la retina colectiva una serie de filmes que ayudaron a ver al hombre el mañana que tantas veces soñó y que, hoy por hoy, se ha tornado en espectacular, como si el futuro fuera producto del Séptimo Arte. Así cuando Fritz Lang creó la fastuosa ‘Metrópolis’, George Lucas vislumbró la saga ‘Star Wars’ o Christian Nyby perfiló sus fantasías en ‘El enigma... de otro mundo’ ese futuro se hizo un poco más cercano y cotidiano, como si lo que viéramos en pantalla fuera la promesa de lo inviable pero a la vez real e imprevisible. Que Ridley Scott compusiera la obra maestra ‘Blade Runner’ atendiendo a una estética más adyacente a la realidad que nos rodea, impone la idea de ese símbolo factible, que hace posible tener una utópica certidumbre en el género más apasionante que ha inventado el ser humano. Como si Kubrick hubiera intuido qué significaría este nuevo milenio que dio como consecuencia el cambio de siglo. Como si con ‘2001: Una Odisea del Espacio’ nos dijera lo que puede pasar en estos primeros decenios del Siglo XXI: la involución del hombre. El conocimiento desalmado y ascético de confirmar que todo en lo que el hombre creía, que el futuro, no es más que un nuevo nacimiento en la ignorancia por descubrir lo inenarrable y lo desconocido.
Títulos claves que van desde ‘Le Voyage dans la Lune’, de Georges Méliès, pasando por ‘La guerra de los mundos’, ‘El planeta de los Simios’, ‘Viaje alucinante’, ‘Ultimátum a la tierra’, ‘Forbidden Planet’, ‘La invasión de los ladrones de cuerpos’, ‘Atmósfera Cero’, ‘Viaje al centro de la tierra’, ‘Alien’, ‘1997: Rescate en Nueva York’, ‘E.T’, ‘Star Trek’, especialmente la segunda entrega de ‘Regreso al futuro’, los ‘Terminator’ hasta llegar a la trilogía de ‘Matrix’ o ‘Avatar’… Todo estos títulos han hecho posible que el sueño se hiciera realidad, al menos durante una proyección cinematográfica. Probablemente, la única forma que vamos a tener nosotros de ver cómo es el futuro ilusorio que desde siempre nos han hecho fantasear. Instaurados en este Milenio, no queda más que inventar un futuro para el año 3000, dentro ya del Siglo XXII, con toda esa idiosincrasia tecnológica más avanzada, con los adelantos espaciales que permitan viajar al hombre a otros planetas y remodelar hasta el paroxismo técnico la nueva evolución del hombre. De ahí que surja esta proclama melancólica y realista. En este momento, sabemos (y comprendemos) que todo por lo que nos hicieron soñar dentro de la literatura y el cine fantástico nos queda demasiado lejos como para vivirlo. Entonces nos damos cuenta de que el cine sigue siendo la única vía para visualizar nuestros sueños futuros. La célebre frase de Roy Batty en ‘Blade Runner’ es clarividente, lo que el mismo hombre reflejado en un androide siempre soñó tener, el don de la inmortalidad para ver la evolución, para descubrir lo que ahora es utopía, para ver cosas que nosotros jamás imaginaríamos.
Esa es la verdad del Siglo XXI, de la pirotecnia y fantasía que se ha montado alrededor de unos años que fueron simbólicos y que han dejado de serlo. Aún así, debemos sentirnos satisfechos por estar aquí y ahora, en lo que no hace mucho fue el mañana. Sabemos que tenemos que empezar de cero, como bien predijo Kubrick. El año 2000 hace tiempo que pasó. Aprendamos a soñar ahora con 3001 y con un futuro que no conoceremos...

martes, 28 de octubre de 2014

La poesía de Alfonso Gatto grafiteada por Alice Pasquini

“Chi non è stato vano / una sera di gloria? / Chi non è stato morto / una sera di pianto? / Chi non ha visto al porto / salpare la sua nave / verso il cielo lontano?”
Alfonso Gatto(1909-1976).
Alfonso Gatto, uno de los poetas más importantes del Siglo XX, es considerado un abaluarte  representativo entre los autores del llamado hermetismo existencial, que promulgó a través de sus versos con la belleza sonora de unas palabras llenas de sentido y profundidad. Su caraterística fue una melodía cadente y lírica en sus palabras, que supo yuxtaponer con sabiduría en sus célebres endecasílabos quedando como un legado de influencia junto a grandes poetas de la época como Ungaretti, Betocchi, Luzi o Montale.
La artista Alice Pasquini aceptó un encargo de la Fundación Alfonso Gatto para crear un mural ubicado en unas escaleras de la ciudad natal de Gatto, Salerno, que reflejara su espíritu expresivo a través de la pintura urbana para celebrar la vida y la obra del poeta. Mediante la técnica del graffiti, Pasquini constituye una serie de grabados coloristas y figurativos que inspiran aquellos versos y el lenguaje emocional por medio del arte.
También hay espacio para reflejar en sus peldaños algunos de los versos más importantes de Gatto con el significativo mensaje de su obra. Esta obra que sigue el habitual proceso de la artista, con plumones y pintura acrílica, recoge el testigo del maestro italiano con el fin de hacer sentir lo mismo que el poeta, representar la emoción humana y explorar las emociones desde un punto de vista diferente.
Para ver la galería completa del mural de Pasquini, así como el resto de su obra, en su página web oficial.

viernes, 24 de octubre de 2014

Telecinco y sus espectaculares atracos de película

Estamos acostumbrados a que las campañas promocionales de las películas de Mediaset sean un constante bombardeo publicitario llevado hasta el extremo. Nada que objetar, porque es lo que deberían hacer todos los medios cuando el objetivo es que ése producto audiovisual sea un éxito. Con ‘Ocho apellidos vascos’ o ‘El Niño’ se ha puesto de manifiesto que este tipo de agresivas estrategias funcionan. Sólo hay que echarle un vistazo a los números. La legitimidad de esta modalidad de maniobras televisivas debería ser tomada como ejemplo por las demás cadenas como continuismo en la labor clave de promoción de audiovisual para que llegue como primera opción al espectador. Sin embargo, no estamos aquí para eso. Así que vamos con el siguiente vídeo emitido dentro del parte diario (que diría mi padre) de Telecinco en el día de ayer.
¿Habéis notado algo? Exacto, la incesante espectacularidad al vender algo se les ha ido de las manos. tanto es así, que empaña hasta el noble oficio de trasmitir una noticia. Vamos al caso concreto. En Informativos Telecinco de sobremesa, presentado por David Cantero e Isabel Jiménez, avanzan una noticia “de impacto”, de esas que reúnen todos los alicientes para llamar la atención del espectador. ‘Una detención de película’, lo titulan. Ya en el avance uno se ve obligado a pensar que el susodicho impulso cinematográfico no existe por ningún sitio. Observamos a un hombre vestido de blanco paseando tranquilamente por el paseo marítimo de La Coruña, cuando un policía ¡¡en bicicleta!! le sujeta y el fulano, sin oponer resistencia alguna, accede a ser reducido, pese a que se acerquen varios agentes policiales armados y corriendo. Subrayamos el titular ‘Una detención de película’.
La situación es la siguiente; en el día de ayer se produjo un robo a mano armada en una conocida y céntrica joyería coruñesa. Se llevaron del establecimiento un botín valorado de unos 150.000 euros. Tres tipos encapuchados, a punta de pistola se hicieron con algunos objetos de lujo. Según narran los medios locales, los policías persiguieron a dos de los atracadores por algunas calles de la ciudad. Nada de esto se menciona en la noticia. Aquí se centran en el tercer delincuente, que fue en dirección a la playa del Orzán con una bolsa y un maletín que escondió en el arenal. Bien, las imágenes son tildadas de “espectaculares”, como si de una superproducción se tratase. Cuando, nada más lejos de la realidad, resulta de lo más apático. Un ladrón baja unas escaleras, sube sin la bolsa negra que portaba y no opone resistencia al alto policial. Según ellos “las cámaras de seguridad grabaron toda la persecución”. Y claro, uno se imagina un despliegue digno de cualquier circo mediático norteamericano, de ésos con helicópteros y varias unidades móviles en busca y captura de un peligroso maleante con pistola que amenaza la seguridad de los viandantes mientras escapa como puede a toda velocidad. Lo que pasó en La Coruña debía ser como esa larga y coreografiada secuencia de la gran película ‘Heat’, de Michael Mann. Mada más lejos de la realidad.
El ladrón, de nacionalidad estonia, oculta una treintena de relojes de Cartier y de otras marcas bajo la arena y no puede evitar que le detengan. Sin embargo, para Telecinco: “lo llamativo y que pocas veces se puede ver, es cómo un ladrón que se da a la fuga intenta disimular y pasar desapercibido ante la gente” ¡Claro que sí! De todos es sabido, que los amigos de lo ajeno que saquean, instantes después del acto delictivo, van gritando a los cuatro vientos que acaban de robar y alardean ante todo el que pasa frente a él. Hay que estar muy loco y jugar con el riesgo para intentar encubrir el atraco y hacer como si nada hubiera sucedido ¿A quién se le ocurre? Solamente a un temerario que se enfrenta a una espectacular detención con tres agentes de la ley ¿Se rebela? ¿Intenta escapar? Qué va. Aun así, vamos a transgredir los límites valorativos del peligro para enunciar la noticia con el adjetivo “espectacular”. Al fin y al cabo, es lo que estamos diciendo cada día para vender productos ¿Por qué no hacer lo mismo con una noticia sobre un atraco a una joyería?
Vamos a imaginar a Michael Bay haciendo zapping y observando el desarrollo de esto para descolgar el teléfono y encargar un guión que adopte este asombroso acontecimiento y rodar una superproducción con este atraco de película. Hollywood debería ver estos telediarios en los que en cada noticia hay un pelotazo taquillero dispuesto a generar una suculenta taquilla. Pura emoción. “Un hombre cruza la calle de cualquier manera y deprisa”. Lo dicho. Si alguna vez presenciáis una infracción así, sospechad que se acaba de cometer un atraco espectacular a punta de pistola.
Bueno, no sé vosotros. Pero yo es ver el vídeo y subirme la adrenalina que se me sale el corazón por la boca.
PD: Por cierto, la calidad del vídeo y de su sonido es directamente lo que uno se encuentra cuando quiere ver online un programa de esta cadena. Así que pido disculpas por ello.

jueves, 23 de octubre de 2014

El cómic más caro de la Historia

Los aficionados al cómic conocen muy bien la primera aportada en la que apareció Superman. Por supuesto, es el primer número del Action Cómic, considerado el génesis del género de superhéroes y presentado al mundo por Jerry Siegel y Joe Shuster. Algo histórico, por otra parte. Lanzado en junio de 1938 (aunque publicado en abril) por la National Allied Publications, que luego pasaría a formar parte de la todopoderosa DC Comics, aquél primigenio icono del noveno arte presentó al mundo a un personaje que estaba llamado a ser una efigie iconográfica de la cultura contemporánea.
Por entonces, aquélla imagen casi futurista mostraba a un ser extraordinario levantando un coche a punto de estrellarlo contra una roca. Aquélla portada no incluía ningún título referencial al superhéroe, ni a su identidad, tan sólo se preocupó de exponer el espíritu del cómic: la aventura y la acción. Tres tipos aterrados huyen y gritan despavoridos ante la figura de un hercúleo héroe que asustaba con su enérgico dominio extraordinario. Superman venía a ser el primer y definitivo superhéroe destinado a marcar con su signo los gloriosos tiempos venideros del tebeo norteamericano.
El número inicial del Action Cómic ha ido convirtiéndose en una pequeña joya de una valía que roza lo extravagante. Sus escasas muestras se venden a precio de oro y su leyenda forma parte de los fastos del lujo inalcanzable del género. Todo arte tiene un precio. Y este cómic nada tiene que envidiar a grandes obras maestras de otras disciplinas. No es extraño que excéntricos personajes millonarios como Nicolas Cage llegara a albergar una copia en su casa (hasta que le fue sustraída como si fuera una joya de incalculable valor) y que los precios hayan aumentado según su calidad de conservación.
Cuando un desaprensivo ladrón conocedor del noveno arte le robó el ejemplar al actor, éste había pagado unos 150.000 dólares por él. Corría el año 1997. Hoy en día, se han superado todos las expectativas habidas y por haber. Aquel cómic se vendió por casi dos millones de euros, pero recientemente se ha superado el récord. El pasado mes de agosto, se pagaron 2,4 millones de euros en una copia vendida a través de Ebay. Lo adquirió Darren Adams, el propietario de West Coast Sports Cards y Pristinecomics.com. La razón de esta descomedida valoración se debe a un estado de nueve sobre diez en la certificación CGC.
En este vídeo se explica el porqué de ese suspirado estado de conservación de un cómic tan antiguo. La razón es porque el propietario primigenio, que pagó esos 10 centavos que costó en 1938, al igual que otros 200.000 aficionados y curiosos, vivió a gran altitud en las montañas de Blue Ridge de Virginia Occidental y cuando terminó de leerlo, lo guardó como oro en paño en un cofre de cedro donde ha permanecido intacto durante cuatro décadas. El ambiente fresco, oscuro y seco de la caja de cedro congeló la calidad inaugural del tebeo en el tiempo y ha logrado que sea considerado como el cómic más caro de la historia.
Si quéreis echarle un vistazo al cómic entero, podéis hacerlo aquí.