viernes, 19 de septiembre de 2014

Al Boardman: transformación geométrica

La abstracción de las formas que se transforman con aparente sutilidad en otras de gran multiplicidad, sugiriendo patrones de cromatismos y morfologías animadas. Es la geometría permutante de Al Boardman, que logra con sus creaciones transmitir esa sensación de intenciones sugeridas a través de los gráficos en movimiento como arma de marketing en proyectos de vídeos y gifs animados para imagen corporativa de campañas y promociones solidarias o grandes empresas como Charlie Rose Show, PricewaterhouseCoopers, Deloitte, Imperial College London o Accenture.
Sumergíos en sus imágenes en movimiento como propuesta de una transformación innovadora del mensaje en el diseño a través de su imprescindible Tumblr.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Diez años sin Russ Meyer

Serie B de ‘grandes dimensiones’
Russ Meyer nos dejó hace diez años. Se caracterizó por las comedias sediciosas basadas en la libertad y la independencia, abusando del icono de la ‘Pin Up’ de pechos enormes.
Hoy mismo se cumple una década del fallecimiento de Russ Meyer. Y para ello, qué mejor manera de celebrarlo que recordando su figura y carrera, la de uno de los cineastas de la serie B más importantes de la historia del subgénero eregido en un icono de la provocación y el descaro. Meyer fue el exponente más característico de un cine independiente norteamericano que mantuvo su éxito al margen de las grandes productoras. El llamado cine de serie B, en su vertiente más disoluta y atrevida, tuvo su figura más prominente en este hombre nacido en San Leandro (Oakland, California). Apasionado desde muy pequeño a la fotografía y al cine, sus primeros trabajos se encuadran en el terreno de la publicidad. Meyer, atendiendo a un anuncio de ‘Signal Corps’ del ejército americano, se vio metido como corresponsal de guerra en la II Guerra Mundial. Con el rango de sargento, obtenido con sólo 19 años, el inquieto Russ Meyer recibió cursos de cámara cinematográfica por medio de la Kodak y la MGM.
Algunas de las escenas rodadas por Meyer en la Gran Guerra figuran en la película ‘Patton’, de Franklin Schaffner. Curtido en la Era Dorada de la televisión norteamericana, donde trabajó como operador, montador y técnico de sonido en prestigiosas series como ‘El fugitivo’, ‘Perry Mason’ o ‘Rawhide’, abandonaría su trayectoria catódica por una obsesión transmitida por el fotógrafo Don Ornitz, que le metió en la cabeza lo que sería el núcleo central de la obra del cineasta: las chicas ‘Pin up’ exuberantes, con enormes senos y carnalidad libidinosa.
Así es como Meyer comienza a ejercer como fotógrafo de las revistas ‘Beauty and the camera’, ‘Photography glamour’ y la naciente ‘Playboy’, uno de sus trabajos más reconocidos y por el que saltó a la fama por sus excelentes fotos de indudable calidad. Durante este periplo, el peculiar realizador consuma pictoriales a estrellas del momento como Anita Ekberg, Gina Lollobrigida, Jayne Mansfield, Mamye Van Doren y otras chicas de opulencia mamaría tan en boga en los 50 y que Meyer trasladaría a sus películas ampliándolas hasta su último término, haciendo de esta extraña y morbosa afición el que sería el signo de su informal cine de culto.
El director tardaría poco en caer en las redes del cine, debutando en 1959 con la convencional ‘The French Peep Show’, una pequeña filmación semidocumental sobre un espectáculo sarcástico en torno al sexo (una especie de ‘Freak Show’ propia de aquellos años). El valor de Meyer en este terreno se extrae de la inventiva y el riesgo de un planteamiento formal nunca visto hasta el momento. De algún modo, los inicios del director son decisivos para un género que, en gran parte, le pertenece: el ‘Nudie’, ese género que Michel Caen calificó en la revista francesa Midi-Minuit como “una combinación barroca de las revistas Mad y Playboy”.
Su siguiente filme ‘The inmoral Mr. Tears’, se convertiría en un hito del cine independiente debido a que, fundamentándose en el ‘Nudie’ libertino lleno de erotismo y humor negro, fue considerada la primera película erótica que salió del ‘gueto’ especializado para conocer la exhibición en los grandes circuitos. El cine de Meyer siguió siempre una misma constante que llevó siempre rigurosamente a lo largo de su profusa obra. Resuelto y cáustico, Meyer supo abrir las puertas de la permisividad, de la hipocresía que siempre ha rodeado al sexo en Estados Unidos, dinamizando el erotismo hasta conseguir el puro ‘slapstick’, al terreno más ‘camp’ y mugriento del ápice sexual.
Se testifica que fue el propio director quien, con sus películas sediciosas e inteligentes, destruyó el infausto ‘Código Hays’ que tanto daño hizo al cine y al mundo del cómic en los 50. Todo un logro en favor la libertad y la creatividad de un género tan denigrado por la crítica y el público. A pesar de que todos esperaron que Meyer se consolidara como el preceptor del ‘nudie’ e indagara en la serosidad a la que conllevaron una proliferación exagerada de este tipo de cine (para entendernos, el ‘nudie’ era como aquí la ‘españolada’ de destape, pero con las evidentes singladuras), el insurrecto cineasta estaba inmerso en otros caminos formales y temáticos, evolucionando un tipo de filmes con la fuerte impronta personal que acabaría apartándole del cine erótico tradicional.
En la filmografía de Russ Meyer, la acción suele transcurrir en lugares apartados, las chicas protagonistas (con unas tetas descomunales, abundantes y generosas) son bellezas provocadoras que luchan contra ‘rednecks’ timoratos en ambientes en los que las sectas religiosas, violadores infectos y mugrientos ‘freaks’ arrastran consigo los defectos más ignominiosos del ser humano. Sus falsas obras morales se mueven entre el arrepentimiento y el perdón, esculpidos en el predicador rural que coexiste como mito de las películas de Meyer, metáfora subversiva de las aleccionadoras reglas éticas de sus argumentos cargados de sexo y violencia, estableciendo con ello un sermón decididamente sardónico. Por sus filmes desfilaron personajes surrealistas anexos a lo grotesco, procurando poner en entredicho el supuesto puritanismo americano. La caricaturización indeleble, el humor negro opresivo y la utilización de escenas subidas de tono (pero al mismo tiempo divertidas) le granjearon numerosos enemigos, sobre todo entre los sectores más conservadores.
Dotada su filmografía de admirable tendencia hacia el preciosismo fotográfico y estético, los personajes de Meyer se mueven entre la inocencia de la Disney y la lubricidad del cine de Gerard Damiano, justificadas en fantasías sexuales con mujeres de procaz tendencia erótica (‘Lorna’, ‘Cherry', 'Harry y Raquel’...). El cúlmen narrativo y argumental de Meyer solidificó su leyenda en una complacencia que inyecta a su obra ‘erótica-festiva’ un humor visual salvaje y extravagante, diálogos surreales y situaciones argumentales inauditas con actores tomándose en primer grado su trabajo. Títulos míticos de la talla de ‘Blacksnake’, ‘Heavenly Bodies’, ‘Common Law Cabin’ (con la actriz porno Ashley St. Yves), ‘Seven minutes’, ‘Mondo Top-less’, ‘Fanny hill’ encarrilaron el mito de un hombre contracorriente.
Fue en aquella época donde rodó lo que se vino a denominar como su época ‘gótica en blanco y negro’ con cuatro muestras del mejor cine de este genial y subversivo cineasta. ‘Lorna’, ‘Mudhoney’, ‘Motorpsycho’ y ‘Faster Pussycatt: Kill! Kill!’ entroncarían lo mejor de la tradición ‘meyeriana’ que han hecho desempolvar una creciente admiración por uno de los realizadores más desconocidos e incomprendidos del cine. Pero si tuviéramos que destacar alguna cinta representativa del cine de Meyer, sería ‘Faster Pussycatt: Kill! Kill!’. La odisea basada en la imaginería de Jack Morgan analiza una de las utopías del cine de Meyer: el nacimiento de una nueva raza de mujeres salvajes, que se presentan como delincuentes de ‘carretera’, conducen cochazos deportivos y poseen unos cuerpazos de escándalo (entre ellas destaca Varla, rol interpretado por la que es la ‘chica Meyer’ más carismática hasta la fecha: Tura Satana). Con una formalidad estética perfecta, Meyer expone lo que son las bases de su filmografía en pequeños retazos de majestuosidad, dinamitando la falsedad americana, descomponiendo a pedazos la idea de manumisión temática. ‘Faster Pussycat...’ vino a ser una declaración de principios del director, que compuso una ácida visión de los demonios que asolan al hombre, con trazos violentos, sin piedad. La propia visión de este clásico del cine más desconocido podría acercarse al mito de Jekyll y Hyde. Por eso Meyer no dudó en afirmar que “si hubo alguna vez una película que ejerciera una mala influencia sobre la juventud, como un ejemplo perfecto”.
Con trabajos esporádicos como actor, entre los que destaca su inolvidable participación en la obra de culto de John Landis ‘Amazonas en la luna’, y como director para la serie A con la cuidadísima ‘Más allá del Valle de las Muñecas’, Meyer mantuvo durante su carrera la autonomía como motor de búsqueda de nuevas formas e imágenes de provocación y de independencia. Erotómano recalcitrante y amante de la ponderación, Meyer siguió siempre una lineal estría moral bajo la consigna ‘los excesos se pagan’, pero dando a entender que, a pesar del castigo, se disfruta de verdad, tal vez como analogía de su relación con el Séptimo Arte. Fue su etapa más conocida aquella en que se dedicó a su ‘Saga Vixens’ (‘Vixen’, ‘Megavixens’, ‘Supervixens’ y ‘Más allá del Valle de las Ultravixens’), lo que podríamos llamar una ‘tragedias campestres’ en las que se dedicó a diseccionar la llamada ‘América profunda’.
Fueron los delirios más divertidos que cerraron la creación cinematográfica de este genio del exceso, del primer auténtico feminista en la historia del cine, que fue vilipendiado por la crítica de la época, pero que fue honesto con sus películas y enfocó su filmografía a denunciar la hipocresía de la sociedad de su país. Meyer, hombre de referencia en la cultura 'underground' de su país, fue conocido como el Fellini del cine más sedicioso norteamericano y, hoy en día, más que un director de culto de bajas esferas culturales, se ha convertido en un genio que ha dejado tras de sí una obra sólida e fascinante.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Las cervezas de los superhéroes de cómic

Uno de los mayores placeres que existen en esta vida es beber una cerveza. Ésa mezcla sacrosanta de agua, cebada y lúpulo combinada con maltodextrinas además de ser un apaciguante néctar para ocupar los momentos de ocio y de evasión, es una fuente energética que evita algunos tipos de cáncer, protege de múltiples enfermedades y actúa como brebaje multivitamínico que contrarresta los radicales libres responsables del envejecimiento ¡Y qué coño! Que anima el espíritu y es el mejor aliado para un lapso de charla entre amigos y aliado perfecto en cualquier instante de calma y sosiego.
Imaginad, no obstante, que además de ese sano pasatiempo del pequeño placer dipsomaniaco, lo hiciéramos bebiendo de la botella de nuestro superhéroe favorito. La cosa pasaría ya a unos niveles de satisfacción muy acorde con los tiempos de customización, en ese obsesivo bucle de personalizar cada rutina de nuestra vida con nuestras filias e iconos. Una cerveza canadian lager ‘Logan’s’ elaborada desde el espíritu de ‘Wolverine’ para compensar una larga jornada de trabajo o podemos empezar la noche con una ‘red ale’ ‘Hellbeer’ con buen cuerpo rojizo en el que la malta recuerde a las aventuras concebidas por Mike Mignola. Si nos apetece una ‘strong ale’ podemos recurrir a la ‘Marv’ de Sin City o una buena ‘Lobo’.
Es lo que ha creado el diseñador brasileño Billy The butcher con una exclusiva colección de cervezas que conforman un catálogo recurrente al imaginario del cómic como reclamo. "Esta colección de conceptos y diseños siguen la línea de héroes y antihéroes que tienen en común unos emblemas característicos que las distinguen cierta manera de las demás. Estos personajes son en realidad los que disfrutan de una pinta o dos en el bar local antes de salvar el mundo o de meterse en líos. Es lo interesante del concepto y también lo divertido. Los superhéroes no toman leche, beben cerveza. Y de ahí nació la idea”, ha manifestado.
Es una lástima que sólo se trate de una recreación, puesto que sabemos que si estas botellas salieran a la venta, arrasarían en el mercado cervecero. Al menos, con hordas de fans de los cómics harían cola para hacerse con algunas de estas birras.

martes, 16 de septiembre de 2014

Los vehículos de Wes Anderson

No es la primera vez que determinados aspectos del cine de Wes Anderson son objeto de detenidos estudios visuales sobre la experiencia estética de su forma de narrar historias o de la exuberante precisión de sus composiciones. Como un enemigo del horror vacui, Anderson ejerce de barroco creador de tapices saturados de concienzuda escrupulosidad que deviene, sin embargo en la cristalización de sus fantasías de un modo profundo e incluso inconsciente y que devuelve al espectador uno de los estilos personales más interesantes de Hollywood.
Esa transgresión de la canalización simbólica del arte de rodar encuentra multitud de ejemplos, como ya hemos visto en el este blog. Y entre ellos, destaca la querencia del punto de vista en primera persona a la hora de filmar el desplazamiento en vehículos. Jaume R. Lloret ha confeccionado un montaje en el que podemos apreciar, siempre sin perder esa constante simetría tendente a la retórica del vacío, los distintos medios de locomoción utilizados por Anderson en su filmografía.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Mundobasket España 2014 (y II): USA recupera el cetro en un mundial para el olvido

En este Mundobsaket disputado en España se había especulado (y dado casi por hecho) con dos coyunturas que, a priori, iban a marcar este campeonato; la primera era que España, tras unos amistosos y una primera fase con pleno en victorias se había dispuesto como el equipo a batir, como el gran favorito. Jugaban en casa y habían alcanzado triunfos cómodos con abultados marcadores pese a percibir algunas carencias en ciertas parcelas del juego. No importaba, porque la euforia colectiva y del seleccionador Juan Antonio Orenga eran máximas. Segundo, la selección denominada como Team USA de Coach K. (o lo que es lo mismo Mike Krzyzewski), llegaba sin estrellas de primer orden, algo que hizo advertir al colectivo de la NBA como un equipo ‘B’ muy diferente al de los Juegos Olímpicos de Londres de hace dos años. Kevin Durant había abandonado a sus compañeros por motivos comerciales, más bien digamos que de estado físico, que es lo oficial o que Paul George dejase una de las lesiones más escalofriantes de los últimos años.
La plantilla, con estos términos, parecía menos potente que su precedente. Pues bien, España se fue a las primeras de cambio ante Francia en un partido bochornoso que tardará mucho tiempo en olvidarse y los USA han demostrado un grado de implicación colectiva y de esfuerzo muy por encima de lo que se había vislumbrado. Y con un equipo delineado únicamente para un hipotético encuentro final contra España, no lo olvidemos. No tenían a K.D., Westbrook, Kobe Bryant, LeBron James, Dwyane Wade, Blake Griffin o Carmelo Anthony. Tampoco se les ha echado de menos. Tanto es así, que el equipo yanqui ha desplegado un ejemplar progreso de mejora con una elevación de su rendimiento productivo tanto en el juego exterior como en el interior, dejando claro que si había un equipo con la etiqueta de favoritos eran ellos. Y así lo han manifestado. Y con una rotundidad inmutable.
Tras el batacazo monumental de ese catatónico equipo nacional que ha decepcionado a propios y extraños, el Mundobasket había tomado como alternativa de pugna antiamericana a una Serbia que se ganó el puesto de rival a batir consolidando su juego a través de un sistema de juego directo asentado en la rapidez y en jugadores clave como Teodosic, Nenad Krstic, Bjelica, Raduljica o Bogdanovic. Los balcánicos eran la opción de atacar el cetro de los americanos. De hecho, Djordjevic había insistido unas horas antes de la final que “los milagros eran posibles”. El resultado ha justificado que la realidad acaba imponiéndose siempre a la ilusión de una forma bastante cruel. Estados Unidos 129 - Serbia 92. Así de lapidario. USA, acostumbrada a imponer un ritmo de juego más asfixiante a partir del tercer cuarto, ejerció su hegemonía cuando el técnico norteamericano pidió un tiempo muerto a los cinco minutos, cuando los serbios habían empezado sorprendiendo con un 7-15. Parecía que habría una final para enmarcar.
Ese tiempo muerto supuso el final de la utopía. En pocos minutos, la final ya tenía dueño. 15-0 de parcial y festival anotador de Irving, que empezó a enchufarlas desde todo el parquet. Harden no quería ser menos y se apuntó a la fiesta de los triples. Klay Thompson también. Las circulaciones de Serbia eran aplacadas con la efectividad de los americanos dirigidos por Faried y Cousins como dueños y señores de la zona. Y ahí se acabó todo. USA pasó por encima de Serbia como una apisonadora. Sólo Kalinic hizo por despegar lo infranqueable. Y así… terminó el partido. Se acabó el Mundobasket y los Estados Unidos devolvieron a este deporte a la potestad y supremacía de hace tres décadas, cuando cualquier equipo americano era prácticamente inexpugnable. Así se mostró el equipo de Krzyzewski, sin dar opciones, sabedor de su superioridad y ganando otro oro que recupera la soberanía de las barras y estrellas al deporte de la canasta. Ayer nadie echó de menos a Durant. Su estrella era un Kyrie Irving que se alzó con el MVP del campeonato y que dejó para la galería esos 26 puntos y 6/6 en triples en la final. En cualquier caso, cuando un equipo de la NBA gana un anillo, ellos mismos lo denominan ‘World Championship’ y ahora han recuperado la primacía de este otro campeonato del mundo que hasta hace bien poco consideraban secundarios.
Lo mejor de estas dos semanas ha sido que los aficionados al baloncesto hemos disfrutado baloncesto de alta competición, a pesar de la inicial incompetencia de Mediaset y su desprecio por la retransmisión de muchos de sus partidos. En cuanto a jugadores, el estadounidense Kenneth Faried ha encontrado su escaparte para emerger como una superestrella de la mejor liga del mundo. Por el contrario, este Mundobasket nos ha dejado la descafeinada sensación de apatía y de insuficiencia en cuanto a grandeza muy por debajo de lo esperado. No sólo por esa triste despedida de la Generación ÑBA, sino porque los grandes equipos no han estado tampoco a la altura a excepción de Serbia o Francia. Brasil apuntaba a medalla, pero ni Varejao, ni Nene Hilario ni Splitter pudieron acrecentar las buenas sensaciones que apuntalaron con su apabullante victoria ante una Argentina en decadencia. Grecia completó una sensacional primera fase, pero no encontró continuidad y terminó cayendo contra Serbia después de llegar invicta a la segunda ronda. La falta de gente como Diamantidis, Sofo o Spanoulis fue concluyente en ése aspecto. Los croatas también pasaron desapercibidos y Angola abandonó su carisma y esperanza de buen baloncesto para caer en primera ronda y hacer mejor equipo africano a Senegal. Y una última duda… ¿Qué ha pasado con Derrick Rose? Dentro del conjunto yanqui todos han tenido una actuación más o menos destacada, pero el base estrella de los Bulls ha abierto una tremenda incógnita sobre su futuro y posible rendimiento de cara a la próxima temporada.
Todo esto ha sido decepcionante, pero sin duda alguna lo peor de este mundial ha sido la retransmisión torpe y muy controvertida de un Siro López oxidado y trasnochado por sus apariciones ridículas en los late nights deportivos de verduleras que rebautizaba nombres de jugadores como hablaba de fútbol y de madridismo sin venir a cuento, no se enteraba de los resultados, llenando sus retransmisiones de gazapos y absurdos varios sólo compensados por la profesionalidad y la cercanía de un tótem como es el imprescindible Antoni Daimiel. Se ha echado la magia del basket, se ha echado de menos a Andrés Montes, se han echado de menos tantas cosas… que este Mundobasket de España es, tristemente, un mundial para el olvido. Por estas y otras muchas razones.

'3665' se lleva dos premios en la XVII edición del Certamen Nacional de Cortometrajes “Ciudad de Astorga”

Siempre es gratificante recoger un premio por el trabajo colectivo que representa haber rodado un cortometraje en el que tanta gente ha participado de forma desinteresada. Pero es doble satisfacción cuando también reconocen tu aportación individual dentro del proyecto. Es lo que ha sucedido este pasado fin de semana, cuando ‘3665’ ha sido galardonado con los galardones al mejor realizador y mejor cortometraje de Castilla y León en la XVII edición del Certamen Nacional de Cortometrajes “Ciudad de Astorga” 2014. Todo un logro que se ha unido al hecho siempre enriquecedor de reencontrarte y conocer gente del medio y compartir un par de días con profesionales del sector y cortometrajistas en un ambiente de cordialidad en el que cabe destacar la dedicación del presidente del evento Luis Miguel Alonso Guadalupe, al que agradezco desde aquí el trato recibido.
El certamen, que se ha celebrado del 4 de septiembre hasta el 14 del mismo contó con la presencia en la Gala de Clausura con la entrega de los premios de honor con dos pesos de altura del cines español; el gran cineasta vasco Pedro Olea, director de títulos imprescindibles en la cinematografía española – ‘El bosque del lobo’, ‘Tormento’, ‘Pim, pam, pum... ¡Fuego!’, ‘Un hombre llamado flor de otoño’, ‘Akelarre’ o ‘Morirás en Chafarinas’ y el conocido actor Carmelo Gómez y ganador de dos Premios Goya (‘Días Contados’, ‘Tierra’, ‘Secretos del corazón’, ‘El portero’ o ‘El método). Además ha contado con un curso de interpretación y teatro impartido por Assumpta Serna y Scott Cleverdon y con la exhibición de un Ciclo de Cine Brasileño compuesto por una muestra de veintitrés de los mejores cortometrajes del país carioca.
La noche del sábado en el teatro diocesano se celebró una particular gala que simulaba un divertido y enloquecido vuelo en una imaginaria línea llamada ‘Astorjet’, de la mano de Alberto Díaz e Inés Diago, que ofrecieron momentos cómicos que promovieron el ambiente festivo de una platea volcada con el festival. Subí dos veces en representación de todo el equipo y los productores de ‘3665’, pero hubo más premiados; el gran primer premio del jurado recayó en ‘Absolutely personal’, de Julián Merino, que también se alzó con el premio a la mejor ópera prima. También fue doblemente premiado ‘Ficción’, de Miguel Ángel Cárcano, con el premio al mejor guión y al mejor actor para Font García. Natalia Mateo, por su parte, fue nombrada como mejor actriz por el cortometraje ‘Sin Respuesta’, de Miguel Parra, que también obtuvo el Segundo Premio del Jurado. No fue el único doblete, Javier Marco fue designado como mejor comedia y primer premio especial del público por ‘Casitas’. Finalmente, ‘La Gallina’ obtuvo el de fotografía y ‘Onemoretime’, de José González, Tonet Calabuig y Elisa Martínez, el de mejor cortometraje de animación.
‘3665’ pone así un broche de oro a su carrera de selecciones dentro de los festivales más importantes nacionales e internacionales como la Semana Internacional de Cine de Valladolid (SEMINCI), Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao (ZINEBI), Aguilar de Campo, Medina del Campo, SGAE en corto de Madrid y en Sudáfrica, Chile, Colombia, Roma, Londres o Estados Unidos entre otros tantos. Seguimos nuestro camino con la complacencia de haber sido laureados en un festival importante. No podíamos empezar mejor la semana.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Diez años de textos abismales (IV): Máscaras. Los rostros camuflados del cine (22/06/2005)

Ocultos tras el antifaz
“Es la mirada que no mira y mira” aseguraba Octavio Paz haciendo alusión a las máscaras. La máscara como símbolo cultural, la ocultación de la identidad mediante otra representación del otro ‘yo’ de la misma persona, ha sido usada desde los tiempos más remotos. La máscara permite asumir otra fisonomía, una diferente de la propia, la máscara oculta y devela al mismo tiempo, encadenando pasado y presente, como extraños eslabones dentro de la composición de las culturas y sus mitos.
El antifaz es un eufemismo ambiguo de la dualidad humana que se enlaza con aquellos ritos que permiten ocultar incógnitas personales, atemorizar, impartir justicia, enmascarar venganzas y, metafóricamente, como fondo común, el hecho de manipular mediante la apariencia, que es la máscara más habitual vista en la actualidad: la de los insidiosos políticos que se reparten el poder a lo largo y ancho del planeta. La máscara disfraza la identidad de quien la usa, un fascinante objeto que, ensamblado con el rostro, se adhiere hipnóticamente a los deseos escapistas con cierto halo artístico, el del encantamiento que provoca una libertad impune a las utopías e ilusiones hipodérmicas. Un valor de metamorfosis temporal que a veces es ineludible debido a malformaciones faciales.
Recientemente hemos podido asistir en ‘Star Wars. Episodio III’ a la transformación de un joven ambicioso llamado Anakin Skywalker, convertido en el tenebroso Darth Vader, uno de los iconos cinematográficos más importantes de la Historia del Cine. Como el Mago de Oz, como Orson Welles tras su impostura de voz para amedrentar al mundo con ‘La Guerra de los Mundos’, el primer paso para llegar a lograr una desbordada respetabilidad y el miedo de los semejantes es utilizar un efecto de ópera proveído de críptico esoterismo a medio camino entre un Pantocrátor y el rostro de un ídolo multicultural. El gran villano creado por George Lucas, inmortalizado en señorial efigie, metálica y umbría, escondía tras su maldad imperial un padre de familia deseoso de eximirse de sus pecados. Y es que detrás de toda máscara hay una vida, un ser humano que merece la pena ser descubierto.
Es uno de los numerosos ejemplos que habitan en los fastos cinematográficos en una galería imposible de referir y que evoluciona a través del cine según la cultura, la época, el pueblo, la espiritualidad, el significado y procedencia de su utilización. Cierto es que en el caso de Vader la máscara (un casco oscuro) le escuda de sus terribles heridas, como también la utilizaron por el mismo motivo personajes como Eric en ‘El fantasma de la ópera’, Christiane Genssier en ‘Ojos sin rostro’, el lacónico ‘Darkman’ o recientemente Edward Norton dando vida al Rey Balduíno IV en ‘El Reino de los Cielos’.
Todos ellos víctimas de un vaporoso aislamiento tras una careta que esconde la monstruosidad devenida en desfiguración de sus rostros. Sin embargo, también existe ese gambox terrorífico para esconder los más bajos instintos que suelen incorporar los temibles asesinos de identidad oculta, que utilizan su anonimato para perpetrar los crímenes más sanguinolentos y macabros. ‘Psycho-killers’, en definitiva, como Michael Myers, Jason Vorhees, Leatherface o el más reciente Ghostface, iracundas bestias humanas protegidas por una máscara que les ha otorgado una condición sobrehumana, de atroces monstruos sin entrañas.
En contraposición a esta apariencia prestidigitadora para sembrar el mal con los crímenes como sangriento pasatiempo, existe la fórmula antitética de la máscara, la del superhéroe, tan popularizada en el cine actual debido a la inagotable fuente de las adaptaciones cinematográficas de cómics. Desde el Batman que triunfa ahora mismo en la cartelera (o sus predecesores) hasta Spiderman, como dos de los ejemplos definitorios y verosímiles del ‘dramatis personae’ que denotan con sus trajes o disfraces que ocultan a su vez el cambio de identidad, insoslayable y transmutada, para romper con el estado de insatisfacción interior y propugnar así una lucha contra el mal, pasando por los mitos de una cultura tan nigromántica como la mexicana, donde encontramos a los localistas Santo Enmascarado de Plata y Blue Demon, hasta llegar a ‘La sombra’, ‘La Máscara’, ‘Las tortugas ninja’, ‘Daredevil’, ‘Catwoman’ o la familia de ‘Los Increíbles’, todos han recurrido al antifaz para llevar una doble vida.
Son sólo algunos ejemplos de películas de superhéroes en las que también, por oposición, los villanos aportan con su máscara un toque de confrontación de dualidades, significados en el Joker, ‘El Duende Verde’, Jonathan ‘El Espantapájaros’ Crane o el entrañable Síndrome, perversos antagonistas que bajo su mordaz máscara esconden un perdedor con ganas de revancha social. A este grupo habría que unir al clásico de William Castle ‘Mr. Sardonicus’, interpretado por Guy Rolfe, un hierático sujeto que quedó deforme y forzado a un rictus de sonrisa permanente, sin olvidar, por supuesto, a nuestro nacional Morpho, el comparsa del malvado Dr. Orloff creado por Jess Franco para ‘Gritos en la noche’.
Pero no sólo las máscaras imperan en la insondable y maniquea pugna entre el Bien y el Mal a unos niveles de fabulación heroica y mistificada, delimitada a su vez a los superhéroes y villanos de cómic. En un contexto más tangible y terrenal se emplaza su uso a la figura del ladrón, del delincuente de ganzúa o pistola en mano y megalómano plan bajo el brazo en su perseverante tentativa de sustraer el peculio ajeno de los bancos, como Sterling Hayden dando vida a Johnny Clay en ‘Atraco perfecto’, los esbirros de De Niro en ‘Heat’, los ex presidentes de ‘Le llaman Bodhy’, esa olvidada pero fantástica película de Kathryn Bigelow e incluso los barriobajeros irlandeses de la más actual ‘Intermission’. Películas que tienen como elemento común la máscara de carnaval para cometer los robos.
La rama sicalíptica, en la vertiente más perversa y libidinosa, tampoco podía faltar en una galería de máscaras dentro del cine. Acercándonos a un concepto de contracultura sexual, podríamos decir que se ha realizado una rigurosa genealogía de elementos iconográficos y antifaces surgidos del sadomasoquismo y el esclavismo, definidos para la tortura ya sea propia o de la víctima, como elemento de placer insano. Así, todos recordamos al drugo Alex (Malcolm McDowell) de ‘La naranja mecánica’ vejando a un matrimonio bajo las notas de Beethoven o las patadas a un borracho de tripas blep-blep o plañideras bevoshkas para brutales ‘mete-saca’ y aberraciones no menos dolorosas que las aplicadas a la princesa Asa de ‘La máscara del demonio’, de Mario Bava.
No anda muy lejos ese tipo de insania enfermiza la que llevaban a cabo los inmundos racistas del Klu Klux Klan en ‘El nacimiento de una nación’, de Griffith, en su confortante afición razzia de exterminio segregacionista o el Frank Booth de ‘Terciopelo Azul’, de Lynch, el cual recurría constantemente a una mascarilla con líquido amniótico para evadirse del mundanal ruido y cavilar así sobre su malsana afición al útero materno.
Las máscaras, al fin y al cabo, no dejan de ser otro recurso que expone una variación moderna y analíticamente psicológica para plantear si la identidad humana es unitaria o múltiple en una época posmodernista donde las identidades múltiples ya no están al margen de la anormalidad. La doble cara social refleja en el cine algo indudable; que los héroes viven una ilusión, la de haber encontrado o emprendido la búsqueda de una identidad más conforme a sus deseos, una identidad que permanecía oculta o frenada por un sinfín de adeudos o límites reales y sociales y que acaban dando como fruto una extraña figura quimérica.
La máscara es el recurso que separa lo individual y lo social, simbolizado esto último por un estado, por una familia o simplemente por un antagonista. La máscara es la grafía de la dualidad ambigua que el ser humano lleva consigo.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Mundobasket España 2014: La derrota más dura y el ocaso de una generación irrepetible

La hecatombe baloncestística que se produjo en la noche ayer tardará mucho tiempo en olvidarse. La cicatriz abierta por la selección francesa se escindió aún más después de que los hombres de Vincent Collet ya arrebataran a esta generación de oro española la posibilidad de disputar el título en el pasado Eurobaket de Eslovenia el año pasado. Otra vez Francia. Otra vez surgieron los fantasmas de una selección española que contaba con la madurez suficiente y los partidos precedentes para hacer pensar que estábamos ante la mejor selección de baloncesto de la historia. Sobre el papel, así era. Sobre la pista, ya en los partidos de Irán y, sobre todo, Senegal, España había evidenciado algunas grietas en su juego que ponían sobre aviso el hecho de que todo pareciera demasiado sencillo hasta llegar a la final contra los todopoderosos NBA’s del Team USA que parecía la final soñada. Ése era el propósito de este Mundobasket jugado en casa, con la sensación de superioridad como gran aliado. Y precisamente ese contexto, y contra todo pronóstico, también ha sido un hándicap para asumir la derrota de ayer por trece puntos (65 –52) dando un esperpéntico espectáculo en el que los hombre de Orenga hicieron poco menos que el ridículo en la cancha. Dábamos por hecho que estaríamos en la final. Y esa actitud es la enemiga más cruel en la derrota.
Ayer España no fue ese colectivo unido que basa su éxito en un juego laborioso y diligente, en la calidad de sus mejores hombres y que ha acostumbrado a entregar al espectador recitales técnicos y visuales, aunque menos estratégicos. De hecho, ayer, ni siquiera se atisbó esa hambre voraz por recuperarse ante la caída, faltos de ideas e ilusión a excepción de un gran Pau Gasol que nada pudo hacer ante la debacle de sus compañeros. La circulación de balón fue inexistente, obligados a lanzar triples cuando la estadística en este campo fue catastrófica (acabó con 2/22 en este segmento), incapaces de sostener los ataques de pizarra de Francia, sin oponer resistencia mediante aclarados o bloqueos y despreciando cualquier tipo de diseño de rotaciones o alguna solución táctica que remediara el infortunio. Sólo el inicio del tercer cuarto surgió una chispa que alumbró un resquicio de esperanza, haciendo que los franceses desordenaran su juego y forzando tiros o agotando la posesión del rival. Fueron los mejores minutos de los Golden Boys.
Incluso cuando España se puso por única vez por delante en el marcador, la táctica francesa supo desequilibrar los nervios motivando una trifulca cuando Pietrus lanzó un manotazo a Llull y detuvo la reacción de los nuestros. Corría el minuto 25 y España ganaba 39-40. Pero fue un espejismo. Y se notaba en el juego. Sin un dibujo exterior dinámico y fluido tampoco hay posibilidad del éxito interior. Y ésa fue una de las claves ya anticipadas en anteriores partidos. Rudy Gobert, Boris Diaw o Joffrey Lauvergne siguieron con lo suyo, empeñados en que la pintura fuera un eje fronterizo infranqueable mientras que Diaw y Thomas Heurte lideraron la anotación que le faltó a España. A esa apatía se unió una afición sin euforia que parecía acompañar el espíritu del equipo. Sólo se encendió en los minutos previos al pitido final y cuando llegó la hora de señalar al responsable pidiendo su dimisión. Algo vergonzoso esa recriminación al entrenador en vez de aplaudir y seguir animando contra viento y marea a esta selección histórica. Al fin y al cabo, jugaban en Madrid, en la cancha del primer equipo de la ciudad.
En los días previos, Collett había estudiado con obsesivo esmero un partido que tenían muy difícil de ganar, atendiendo sobre todo a aquella semifinal de Eslovenia que solventaron en una prórroga agónica. Llegaron al Mundobasket sin Parker, Noah, De Colo, Mahinmi o Seraphin en sus filas y asumían que tendrían que hacer un partido muy completo ante España. Nosotros, sin embargo, nos preparábamos recuperando a Gasol, haciendo descansar a sus hombres más castigados por los minutos y con asuntos publicitarios y personales ajenos al baloncesto. Los de Orenga se habían acostumbrado a ganar los partidos desde la defensa con despliegue exterior para culminar con los hombres de interior. Pues bien, ayer eso lo hizo Francia, que anuló a una selección previsible y sin ideas. Los galos sabían que había que ganar a España con un proyecto trazado y una estrategia estudiada al milímetro que terminó funcionando pese a no consumar un partido en absoluto brillante. Por el flanco español, se sabía que tenían que ganar para estar en la final contra USA (porque ni se había pensado en que había semifinal), pero no sabían cómo. Y ahí estuvo la gran diferencia que marcó el choque.
La solución: Orenga debería irse por donde ha venido
Orenga ha dejado claro que no sabe gestionar un equipo de estas condiciones, su nulidad a la hora de derrochar la entereza de sus mejores hombres en partidos de preparación u otros dentro del campeonato ganando de treinta puntos evidencian las carencias como técnico de un hombre que no sabe rotar un banquillo lleno de estrellas, que no encuentra una capacidad de reacción ni desarrollar el bloque. Este equipo mostró ayer que con unos mimbres estructurales envidiables se puede cimentar un resultado horrendo, con una falta de nivel defensivo incoherente en los momentos cruciales, lo que limitó su creatividad y energía atacante. Anoche, cuando Marc fracasó de manera rotunda como jugador referente y Pau (que venía tocado, no lo olvidemos) no pudo asumir todo el peso de un equipo perdido en el desánimo, Ibaka, Felipe o Abrines miraban desde el banquillo abatidos por la impotencia. Cuando Ricky no funcionó y Rudy o Navarro parecían estar fuera del partido, Orenga optó por mantenerlos en pista y sacar a José Manuel Calderón de escolta. O seguir obstinado en lo que ha venido haciendo en este campeonato, que es despreciar el revulsivo de un hombre como Sergio Rodríguez.
Francia vapuleó a España en todas las parcelas del juego, pero en especial en la de los rebotes. 50 rebotes contra 28 de los nuestros. Sin embargo, Felipe vio el partido desde el banquillo. La ineptitud de un seleccionador sin experiencia, sin palmarés, sin visión de juego y señalado a dedo por José Luis Saéz, un acomodado mostrenco que debería haber dejado los lujos de la federación hace tiempo, debe ser apartada de los objetivos reales de la selección. Ya en el Eurobasket de Eslovenia, Orenga demostró su poca índole ante el mando del equipo; recordemos: España volcó sus inseguridades con Eslovenia, reiteró sus errores ante Grecia y sucumbió de un modo similar contra Italia, jugando una prórroga desastrosa. El colofón fue hasta perder la semifinal contra Francia. Sólo hay que echar un vistazo a aquélla crónica para comprobar cómo se las juega Orenga en un partido que ganaba de catorce y acabó perdiendo en una prórroga por la obstinación de un entrenador falto de sentido común, de lectura para saber asumir la adversidad. “No hemos preparado bien el partido”, declaró Juan Carlos Navarro nada más acabar el partido. Poco más que añadir a este respecto.
Y ahora… ¿El futuro?
El desastre de Madrid es un acontecimiento que se plasmará por derecho propio en el recuerdo colectivo como una de las gestas más aciagas de la historia del baloncesto español. Un descalabro que hace prever el fin de ciclo con un futuro bien distinto al que ha deslumbrado hasta ahora. Esta misma mañana Orenga ha manifestado su deseo de que esto no suceda. Se engaña a sí mismo, como ha venido haciendo con los jugadores y con los aficionados. La renovación tendrá que ser radical porque habrá nombres imborrables en este deporte que hayan disputado su último partido con la selección española. Una generación que será imposible de sustituir, la de Lisboa, la que ganó un Mundial de forma heroica en Saitama en el Mundial de Japón 2006, consiguió una meritoria doble plata olímpica en dos finales antológicas contra Estados Unidos (Pekín 2008 y Londres 2012), además de dos oros (2009 y 2011), dos platas (2003 y 2009) y un bronce (2013) en el máximo campeonato continental. Anoche pudo continuar el camino hacia la gloria, poniendo punto y final a ese merecido culmen y reconocimiento que, muchas veces, está por encima de las injusticas deportivas como el mazazo de ayer. A cambio, observamos atónitos el ocaso de este grupo de brillantes jugadores que ya ha escrito con letras de oro su propia leyenda.
Sin embargo, este amargo recuerdo no debe empañar las hazañas memorables de un grupo de chavales que han crecido deportivamente entregando la excelsitud inalcanzable que sugiere este apasionante deporte, proponiendo con su juego de fantasía a la afición española los mejores y más recordados logros de la historia reciente del deporte español, sea en la disciplina que sea (incluido el fútbol). Nadie puede reprocharles a estos héroes su compromiso, profesionalidad, sacrificio, generosidad, confianza y respeto que han mostrado en todo momento por la selección y su responsabilidad. Ni siquiera en este campeonato. Ni siquiera ayer. Esta selección ha enorgullecido a un deporte que lleva siendo un referente primordial de nuestros éxitos a todos los niveles. Y pese a que la España de anoche no fuera la selección que nos malacostumbró a la victoria y a la celebración, merece nuestra reverencia, nuestro aplauso y un lugar predilecto en nuestro corazón.
Por eso hay que darle las gracias a esta generación impetuosa por haber ofrecido tantas horas de juego, de júbilo, de espectáculo y furia imparable. Gracias por dejarnos vivir ese vendaval de emociones y lágrimas junto a vosotros. Puede que no haya un colectivo de amigos tan talentosos e importantes en el futuro… Es casi imposible. Pero debemos recordar, hoy más que nunca, aquélla palabra tan magnánima que gritó Pepu Hernández (un hombre que jamás debió abandonar el banquillo de la selección) bien alto y claro en aquélla explosión de júbilo de Plaza de Castilla en Madrid cuando esta selección ganó el Mundobasket de Japón en 2006. Sólo una palabra: “!Baloncesto!”. Y vosotros habéis hecho el milagro realidad.
Gracias por todo, GOLDEN BOYS.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

¿El regreso de Bill Murray a Saturday Night Live?

Según Splitsider.com, Bill Murray podría regresar a Saturday Night Live en alguno de los primeros programas de la temporada número 40. La última vez que ejerció de anfitrión del mítico show televisivo fue en 1999. Y claro, Internet se ha puesto a cien con la noticia.
"According to several sources -- including news posts yesterday by local NBC affiliate sites that have since been taken down -- the one and only Bill Murray will be making a glorious return to SNL to help ring in its 40th year on the air, while fellow SNL alum Sarah Silverman and TV-turned-movie star Chris Pratt will host the second and third episodes, respectively".

Las genialidades de A Large Evil Corporation

Conocido por sus trabajos en la BBC, donde se granjeó una gran reputación como realizador, Edgar Wright saltó al estrellato británico con ‘Spaced’, una surrealista sitcom que ya tenía un sus filas a un grupo de amigos entre los que figuraban Simon Pegg y Nick Frost, parte inevitable de todo el conjuro cinematográfico que se ha popularizado como la “Trilogía Cornetto”. Un concepto cristalizado a raíz de tres filmes que abordan entre sí géneros muy diferentes, pero con elementos y significaciones muy comunes. ‘Zombies party’ (Shaun of Dead)’, ‘Arma fatal (Hot Fuzz)’ y ‘Bienvenidos al fin del mundo (The World’s End)’ son esos tres sabores que se relacionan a tres colores distintos, en función del helado que los roles de Frost ansíe conseguir en cada película: rojo con sabor a fresa, vinculado al color de la sangre distintiva del ‘gore’ y cine de zombies, el azul, con sabor a vainilla de connotaciones policiales y ‘buddy movies’ y por último, el verde, con sabor a menta que constituye el sinople de los extraterrestres y la ciencia ficción.
Bien, el post no va de eso… Si no de la reproducción de esos personajes de la fantástica trilogía en figuras creadas a partir de vinilo por A Large Evil Corporation, una productora dedicada en gran parte a la publicidad que se ha consagrado gracias a elaborar pequeños cortometrajes y campañas publicitarias para marcas como Now TV, Genetal Mills, Kraft, Digital UK, KIA Motors… En su web no sólo podemos encontrar una muestra de su estupendo trabajo, si no que contribuyen a su imaginería con un blog en el que, además de avanzar sus logros como empresa, van exhibiendo su talento con la creación de otras figuras reconocibles de la televisión o del cine; entre otras, los protagonistas de ‘The IT Crowd’, ‘El Resplandor’, ‘Un hombre lobo americano en Londres’ o el mísmisimo David Bowie.
Unos artistas fuera de serie estos chicos de A Large Evil Corporation.