miércoles, 19 de marzo de 2014

Belomlinskij y Tomás Hijo, pasado y presente de los grabados ‘tolkienianos’

En 1976, M. Belomlinskij publicó unas ilustraciones xilográficas en la Antigua Unión Soviética relacionadas con el Univero de J.R.R. Tolkien. En ellas se puede percibir la personal y compleja visión del mundo metafórico de luz y de oscuridad que plasmó con el minimalismo cronológico y descriptivo de una Tierra Media un autor que hoy conocido por todo el mundo.
Ese universo de detalles y composición característica con estilo propio es también uno de los reclamos del gran artista y escritor Tomás Hijo, por quien en este blog y su autor profesan un amor y una admiración eterna por su excepcional trabajo. El polifacético ilustrador salmantino comenzó a concebir un grabado a mano siguiendo la técnica del ‘scratchboard’ inspirado en la ‘Batalla de los cinco ejércitos’ y, llevado por el éxito que está teniendo en las redes sociales, ha ido tejiendo una serie de dibujos que traspiran los mundos narrativos y reflexivos ‘tolkienianos’ con una magia intrínseca de una valía absolutamente poderosa. Tomás Hijo consigue identificar todo ese cosmos fantástico para acercarlo con la genialidad de un artista en estado de gracia.
- Página FB de Tomás Hijo, donde podéis deleitaros con la técnica de este genio y su tienda oficial.

lunes, 17 de marzo de 2014

St. Patrick's Day, día de celebración mundial

Hoy, como cada 17 de marzo, se celebra en todo el mundo el día de Lá ’le Pádraig or Lá Fhéile Pádraig. Lo que se está popularizando como el ‘St. Patrick’s Day’ o hispanizando el concepto, la festividad de San Patricio. Es la ceremonia donde se rememora la figura del Patrón de Irlanda, del Santo que logró explicar la Santísima Trinidad por medio de un trébol, definiendo la católica hipóstasis como una misma unidad pero con tres elementos distintos. También que fue el encargado de reunir a todas las serpientes del país y expulsarlas. O eso dicen, porque, como todo lo religioso se fundamenta en las leyendas y creencias hipotéticas. Pero más allá de eso, el núcleo de esta conmemoración viene dado por la algazara y la francachela dipsómana que se riega con considerables cantidades de cerveza ‘stout’ y todo tipo de gaudeamus irlandeses esta celebración anual que cada año congrega a más adeptos.
Hoy es un día donde se impone esa vistosidad tinturada de color verde, que exhibe su preeminencia junto a emblemas reconocibles como los Leprechauns, figura mágica de la mitológica de la tradición irlandesa o los Shamrocks, los tréboles identificativos de la nación irlandesa. Las típicas tabernas son el centro de reunión para la población a través de ese espíritu irlandés que se ha extendido más allá de las fronteras celtas. Por mucho que se aúlle el ancestral “Erin va Bragh” que corrompe la disquisición patriótica “Éirinn va Brach”, que viene a significar algo así como “Irlanda para siempre”, el sentimiento del St. Patrick’s Day parece haber calado hondo en los contornos foráneos.
Para tener presente algo de conocimiento acerca de esta festividad ecuménica, hay que saber algunas cosas que suelen desconocerse; como que, originalmente, el color oficial de este día era el azul, cambiando al identificativo verde esmeralda sólo después de vincularse la tradición con el movimiento de independencia irlandés en el Siglo XVIII. Por otra y mal que pese en el sentimiento irlandés, San Patricio no nació en Irlanda, si no que su nacionalidad se sitúa, depende las fuentes históricas, en Escocia o en el País de Gales. Desde 1762 también se celebra en Estados Unidos, siendo muy célebre el desfile que tiene lugar en la Quinta Avenida y se procede siempre a pie, estando prohibidas las carrozas, los coches y demás símbolos mecanizados y contemporáneos. También es tradicional que en Chicago se tiña cada año el río de verde en el que se utilizan 40 toneladas de colorante. Aunque es un día en el que la cerveza ‘stout’ es la gran protagonista de la fiesta y el primordial reclamo que ha hecho proliferar la celebración de forma mundial, en Irlanda, durante gran parte del Siglo XX, los pubs estaban cerrados por respeto a la sacra religiosidad de la jornada. Desde 1970, se abrió la veda y la exultación pasó a ser el principal motivo de la conmemoración. Otro dato que se suele desconocer según la tradición irlandesa es que el día de San Patricio debería llamarse el Día de Maewyn Succat, el verdadero nombre de este religioso que pasó a bautizarse como Patricio una vez ordenado sacerdote.
Este 17 de marzo es, por tanto, el día oficial en el que preconizar el sentimiento irlandés por todo el mundo. La zambra, los desfiles, la cerveza, el whisky irlandés y la algarabía se entremezclan con el folklore y las tradiciones ancestrales. En comunión con el Gran Céili, el Skyfest de Docklands sobre el río Liffey, el carnaval callejero en el corazón del Dublín Georgiano y la parranda de la Verde Erin, hoy es un día para dejarse llevar y cantar al unísono el ‘An Irish Lullaby’ mientras engullimos un rico “corned beef and cabbage”.
Pasadlo bien y no os olvidéis brindar como es bebido al grito de “SLÁINTE!”.

sábado, 15 de marzo de 2014

‘New York Up & Down’, el espíritu de los 80 de la Capital del Mundo

‘New York Up and Down’ es una serie fotográfica captada por el objetivo de Frank Horvat, un fotógrafo que comenzó a plasmar los rincones de la capital del mundo a través de una colección de trabajos realizados pra diversos campos; desde el fotoperiodismo, la moda y la publicidad. Una visión cercana que descube una época cambiante, con instantáneas tomadas desde 1982 a 1986 que exponen una carga de pequeños detalles imperceptibles, que dotan de vida y sensaciones cromáticas a la ciudad y a sus habitantes, desde la grandiosidad de los rascacielos o el frío acumulado de unas temperaturas gélidas de las calles del ‘dowtown’, que terminan por encontrar el calor en las estaciones de metro, respirando  la rutina de la gente pensativa o absorbiendo la soledad de las intersecciones bajo la niebla que emerge del subsuelo.
Una gran metrópoli que ha crecido a lo largo de los años, pero que desde entonces parece seguir manteniendo esa vida de polos opuestos, abandonada a su suerte, agresiva y desesperada, pero a la vez reconocible y candente. La muestra de Horvat dilucida a la perfección con esa riqueza de matices de gran valor anecdótico implicada en una perspectiva emocional en lo que muy bien podría ser una muestra ejemplar de fotografía de la naturaleza urbana. Times Square, 42nd Street o el Lower East Side adquieren un carácter ambiguo y muy vivo, que representan todas esas peculiaridades de una de las metrópolis más distintivas del mundo en continuo crecimiento y mutación.
HORVATLAND - THE '80s - PROJECTS - NEW YORK UP AND DOWN.

viernes, 14 de marzo de 2014

Schwarzenegger y su tanque apisonador

Si ayer este espacio abismal se centraba en John Milius, una de las figuras más legendarias del Hollywood contemporáneo ¿Por qué no rescatar del ostracismo al gran Arnold Schwarzenegger? Al fin y al cabo, fue Milius el que descubrió al mundo al hipermusculado actor en ‘Conan, el bárbaro’, cinta basada en el personaje de Robert E. Howard, que les unió además con una identificación ideológica y de caracteres casi simbiótica con aquello que narraban y vivieron durante aquel rodaje. El bueno de Arnie ya no es el que era. Lejos quedan aquéllos tiempos en que, a base de músculo y gran acierto comercial, se convirtió en un icono del ‘actioner’ de los 80, con una rotunda fisicidad que glorificaron y determinaría un subgénero que terminó por elevarle a los altares que toda estrella soñaba por entonces. En el camino, ha dejado una carrera política bastante irregular que casi hunde California con su impopular política económica ‘neocon’ que hizo que “Governator” se lo pensara bien y decidiera regresar al contexto del que nunca debió salir ¿Muy tarde? Puede ser. Está mucho más cascado que cuando era el máximo reclamo del cine de acción, pero, reconozcámoslo, no ha perdido su fuerza y su carisma.
Si Milius era un amante y coleccionista de armas de fuego que aprovechaba la mínima ocasión para disparar al aire, Arnold tampoco le ha ido a la zaga en esa afición enloquecida por lo extremo. Y es que el actor austriaco ha conseguido hacer realidad uno de sus sueños: ¡Ha adquirido un jodido tanque militar M47 Patton! (lo dice él mismo en el vídeo) ¿Qué para qué quiere un trasto de este calibre? Pues para pasar sus ratos libres triturando todo lo que se le ponga por delante; que si un coche, un piano, un banco de pesas, todos y cada uno de los infinitos pasteles y tartas de su sexagésimo sexto cumpleaños (recordemos que en su dieta culturista siempre fomentó el 'backcarb loading'), un rollo industrial de plástico de burbujas o el BluRay de ‘Million Dollar Baby’, porque es la única película que ha hecho llorar a este gigantón con pinta de abuelo entrañable. Vamos, lo normal cuando consigues un mamotreto destructor de estas características.
Lo cierto es que, más allá de lo anecdótico, todo forma parte del proyecto Omaze, una iniciativa solidaria como ayuda al After-School All-Stars, dedicada a proveer a los niños más desfavorecidos con programas extraescolares a nivel de escuela pública, en los que se ofrece apoyo académico en catorce estados de USA ¿En qué consiste este caritativo y extravagante viral? Pues nada más sencillo que un sorteo abierto a participantes americanos e internacionales con el que, adquiriendo una papeleta virtual, se puede optar a subirse al tanque con el mítico intérprete que dio vida al ciborg T-800 para pasar un día apisonando todo lo que siempre soñaste, haciendo ejercicio con él e incluso fumándose codo a codo un costoso habano que tanto gustan a el ex ganador de cinco títulos de Mr. Universo. Imaginadlo por un momento, puede ser una experiencia irrepetible. Y en el premio se incluye el vuelo desde cualquier parte del mundo y alojamiento para dos personas.
Queda patente que tras ese rostro enjuto y pese a sus tendencias republicanas, el amigo Schwarzenegger esconde un hombre de buen corazón que destinará cada dólar recaudado en esta rocambolesca puja a una buena causa. Es una buena oportunidad para devolver al actor de ‘Depredador’ a sus fueros heroicos, sobre todo si su última propuesta ‘Sabotage’, de David Ayer, se consolida como la película que puede devolverle a la primera fila de Hollywood.
Hoy se acaba el plazo para ayudar a Arnie es su causa solidaria. Suponed por un instante que os subís en un tanque con este mito del cine a destrozar cosas ¿Os animáis?

jueves, 13 de marzo de 2014

‘Milius’, de Joey Figueroa y Zak Knutson: el doble rostro del extravagante mito

Un tirano, un loco de las armas, un zumbado que se creó para sí mismo un personaje excéntrico y estrambótico en un mundo de glamour donde no encajó nunca. Así fue durante más dos décadas John Milius. También fue un genio del guión, un director kamikaze que creyó hasta las últimas consecuencias en sus proyectos. Un mito con esa etiqueta de “maldito” que tanta injusticia le hace a uno de los talentos más sobresalientes que ha tenido Hollywood desde los 70. Fue una pieza clave, como impulsor en la sombra, del golpe de efecto que cambió para siempre la forma de concebir y crear el cine, cuando la industria pasó a objetivizar su evolución a manos de los artesanos que confeccionaron unos patrones capaces de transformar todas las nociones de comercialidad y distribución de la época.
Como se cuenta en la leyenda que le determina en el documental ‘Milius’, de Joey Figueroa y Zak Knutson, “el primero en meter la cabeza en Hollywood y con imposiciones impropias de un recién llegado”. En una época de locura colectiva en la que nombres como Steven Spielberg, George Lucas, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Paul Schrader, Dennis Hopper, Robert Zemeckis, Randal Kleiser, Robert Towne, Hal Ashbey, Michael Cimino o Peter Bogdanovich irrumpieron en el cine norteamericano transformando para siempre los arcaicos modelos cinematográficos, introduciendo una metamorfosis desde la mercadotecnia y la megalomanía.
‘Miluis’ va construyendo el mito humano de un hombre de espíritu salvaje que pasó de querer combatir con el ejército yanqui blandiendo un arma de fuego a enamorar a los grandes estudios con guiones que incluían personajes que hablaban y discernían en sus páginas como nunca antes lo habían hecho, desde una frontalidad a veces abrupta y tan directa que sus diálogos pasaron a ejemplarizar toda una época. Milius era un combatiente beligerante que llevó sus excesos a sus libretos, encontrándose con el sueño americano de un mundo de oropel que nunca comulgó con esa actitud tan conflictiva. Sin embargo, su talento era descomedido. Desde una perspectiva de ofrenda, algunas de las figuras más mitológicas del cine se confabulan para narrar sus historias, sus leyendas urbanas, sus escandalosas contribuciones a la leyenda de un hombre que concibió obras cumbre del cine como los guiones de ‘Harry, el sucio’, ‘El juez de la horca’, ‘Las aventuras de Jeremiah Johnson’, ‘Apocalypse Now’, metió la zarpa en ‘1941’ o parió la televisiva y más actual ‘Roma’ o se puso al frente como director de películas del calibre de ‘Dillinger’, ‘El viento y el león’, ‘El gran miércoles’, ‘Amanecer rojo’, ‘Conan, el bárbaro’ o ‘Adiós al rey’.
En este documental, Figueroa y Knutson erigen una visión contradictoria del autor; por una esgrimen una ofrenda casi hagiográfica. Sin embargo, efectúan un giro en el que Milius pasa a ser un esperpéntico personaje concebido desde una personalidad tan auténtica que fagocita incluso a la persona y al creador que, después de recibir un varapalo de la crítica con su cinta ‘Amanecer rojo’, le arrinconó en el ostracismo y el olvido. Esa tendencia a escribir lo que le venía en gana con “guiones muy para hombres”, como dice Sam Neill, condicionó la posición de una conducta que sobrepasó los límites que subrayaron esa ideología limítrofe en lo fascista, casi en la sublimación de la inocencia reaccionaria de un pirado hecho a sí mismo.
Capaz de presentarse en un despacho de un pez gordo de una gran ‘major’ y conseguir financiación para un largometraje a punta de pistola, el documental muestra, con gran habilidad, esa fortaleza indestructible de un cineasta en estado puro para describir de forma oral cómo su vida sufrió un giro radical con la gran broma del destino, su debilidad imprevista, el cruel punto de giro que hizo que Milius padeciera un grave ictus que le retiró del panorama fílmico cuando había cosechado un éxito televisivo como ‘Roma’ y estaba a punto de regresar a la gran pantalla con una personal y violenta adaptación de ‘Gengis Kan’. Este trance dejó al tipo de verborrea intimidadora, al contador de historias infinitas, sin la capacidad de hablar y de escribir. Aquel joven que rebatió a los antibelicistas de la guerra de Vietnam que, obsesionado con los conflictos armados, sustituyó la lema y el símbolo de la paz reconvirtiéndolo en un avión de guerra en el que se leía ‘Apocalypse Now’, quedó en un estado de aprendizaje casi infantil en el que lucha por recobrar su fuerza y capacidad para volver a ser el que era es su mayor reto en estos instantes. Toda una paradoja vital.
Milius queda reflejado como un icono cinematográfico que nunca quiso ser respetado, sino que quiso que la gente le tuviera miedo. Un anarquista “Zen” que tan bien supieron reflejar los hermanos Coen basándose en su personalidad al moldear al clásico Walter Shoback que encarnó John Goodman en ‘El Gran Lebowski’. Es la narración de cómo un cineasta se erige como una figura anti-sistema, adorador del ‘surf’, de los puros caros, de las motos, de las prostitutas de lujo y de la dictadura dentro del rodaje que, creyéndose indestructible, fue estafado por un socio que le desplumó hasta tal punto que entró una situación de bancarrota que impidió que pudiera pagar la Universidad de su hijo.
Una sensacional narración documental de discordancias, la exploración de un hombre único mostrado en una autodramatización desequilibrada pero apasionante. De aquel titán capaz de escribir en diez folios la historia personal que cuenta Quint (Robert Shaw) en el ‘Tiburón’ de Spielberg a ese otro que, en su ocaso, solicita ser guionista a David Milch para unirse al equipo de guionistas de la serie ‘Deadwood’ y es rechazado. John Milius es parte fundamental del cine contemporáneo tal y como lo conocemos hoy en dia. Y esa faceta es la que traspasa el discurso de este interesante documental sobre un hombre condenado por sus ínfulas de grandeza.

martes, 11 de marzo de 2014

Las 9 atmósferas de las palomitas, a ‘stop motion’

Más para mal que para bien las palomitas de maíz están cada día más arraigadas al concepto de cine como espectáculo ‘mainstream’. Sin embargo, no es necesario acudir a una sala para disfrutar de este archiconocido ‘snack’ que, según algún estudio de esos que proliferan por las redes, son muy beneficiosas para la salud. Fundamentalmente, porque las palomitas de maíz tienen más antioxidantes, fibras y polifenoles que las frutas y las verduras, por ejemplo. Obviamente el tema de embadurnar en aceite y sal el maíz antes de explotar y dar forma a este aperitivo no es la vía para disfrutar de un modo saludable. Tampoco lo es acercarse al supermercado más cercano y comprar esas bolsas que se meten en el microondas y proporcionan una ración incontestable de grasas saturadas y vegetales hidrogenadas. Lo que los especialistas llaman grasas “trans”.
Hablamos de los granos de maíz especiales para hacer ese “pop” del que surgirá esta apetecible y adictiva pitanza. Esa presión producida por el sobrecalentamiento de la humedad interna a 9 atmósferas hace florecer el grano de maíz hasta convertirlo en una forma indefinida, haciendo que el vapor al que conlleva la presión solidifique la mixtura del almidón y proteínas para obtener como resultado ese sencillo manjar tan globalizado. Históricamente, en la época precolombina y en la cultura azteca ya se popularizó esta forma de maíz hasta que Charles Cretors inventara la primera máquina de palomitas en 1885.
¿A que apetecen?

lunes, 10 de marzo de 2014

Review 'Her (Her)', de Spike Jonze

La nueva intercomunicación y la distopía sentimental
‘Her’ fabula con la fascinación hacia la tecnología actual, capaz de construir una relación fundamentada en un utópico ideal. Se trata de una historia de amor moderna que no puede evitar caer en una afectación melancólica que lastra muchas de sus intenciones reflexivas.
En la película de Luis García Berlanga de 1973, ‘Tamaño natural’, aquel distinguido y respetable dentista interpretado con calmada lucidez por Michel Picolli encontraba una salida a la soledad y a la incomprensión en una sofisticada muñeca de importación japonesa, que le ofrecía una relación enfermiza de fantasía normalizadora para establecer hasta qué punto la frustración provocada por un irreversible desamparo, componiendo un tejido humano que operaba dentro del relato como un reflejo de las relaciones de pareja destinadas al fracaso. Una obsesiva fábula de insólita y grotesca convivencia teñida con tono dramático interno que el espectador compartió desde una perspectiva casi subjetiva al afrontar el duelo solitario, la incapacidad de asumir los fracasos y, ciertamente, el carácter infantil que cincelaba al personaje protagonista a la hora de escenificar esa realidad e ilusión construida en un ideal que terminaba, lógicamente, por concebir un choque devastador con el mundo tangible. Un sendero que rescataron, con otras intenciones genéricas, otras obras más cercanas en el tiempo y sin tanto calado de profundización, como ‘Lars y una chica de verdad’, de Craig Gillespie o ‘Air Doll’, de Hirokazu Kore-eda.
Partiendo de la base de conferir cierta cotidianidad a una excepcional extravagancia sobre un improbable ideal femenino, Spike Jonze rescata varias de esas pulsiones argumentales desglosándolas en una historia que, para aquéllos que hayan visto el primer episodio de la segunda temporada de la serie británica de Channel 4 ‘Black Mirror’ titulado ‘Ahora mismo vuelvo (Be Right Back)’, dirigido y escrito por Charlie Brooker, le será muy familiar, ya que con gran infortunio, la nueva película del director de ‘Adaptation’ tiene excesivos puntos en común con aquélla. Fundamentalmente, en su reflexión acerca del nuevo modelo de vida que se fomenta en la sociedad actual y su relación y sometimiento a las nuevas tecnologías y sus derivaciones. En ambos casos, se busca esa cuidada reflexión sobre las consecuencias del impacto que han provocado éstas en nuestras vidas, transformando las rutinas a un antojo que empieza a escaparse de nuestras manos.
Si en el impactante episodio de la serie británica, una mujer prematuramente viuda comienza a ilusionarse con la recuperación de su novio malogrado a través de un móvil por el cuál puede seguir conversando con él gracias a un programa que absorbe la personalidad y que progresa hasta unas consecuencias tecnológicas que satisfacen peligrosamente el dolor ocasionado por la pérdida, en ‘Her’, el personaje al que da vida con la habitual contundencia Joaquin Phoenix explora los términos de una relación digital con un sistema operativo que va camuflando sus miedos y frustraciones como parte de una relación de pareja al uso.
Hemos llegado a un punto de no retorno en el que los teléfonos inteligentes, las tablets y los ordenadores son parte necesaria e implantada en la vida diaria y sin la que el ser humano que los creó estaría perdido. La tecnología ha pasado a ser como una prótesis virtual de almacenamiento de nuestros recuerdos más preciados. Ahora es nuestra memoria falseada y binaria. Theodore Twombly, que así se llama este excéntrico, antisocial y melancólico protagonista de este futuro inmediatamente cierto, se dedica a crear cartas íntimas para gente que contrata a su empresa, BeautifulWrittenLetters.com, instaurada para llenar el vacío que provoca el alejamiento de personas que recurren a ellos con el fin de no desatender a sus parejas, amantes, familiares y amigos, creando así una felicidad artificial. El proceso de divorcio con el que ha sido su amor de juventud (Rooney Mara) le ha sumido en una espiral de tristeza y reclusión en una patética vida personal adicta a los nuevos modelos de comunicación, incapaz de encontrar una salida a su depresión. Es cuando adquiere un sistema operativo llamado Samantha, equipada con un reconocimiento y servidumbre que metaforiza la utopía negativa de una media naranja confeccionada para satisfacer su desengaño con el mundo ¿Resultado? Genera un estado de bienestar abstracto y, a priori, perfecto.
En ese discurso de introspección, de sentimiento de soledad, Jonze profana una visión moralmente problemática en su perspectiva del amor y la tecnología, haciendo que la inteligencia artificial pase de ser un asistente virtual personal a algo mucho más profundo, constituido gracias a una conexión emocional creada a través de una intimidad en la tecnología personal. El realizador centra su objetivo en ese triste hombre que acaba sinceramente enamorado de su ordenador mediante planos cerrados construidos con muy poca profundidad de campo, dejando que sea la figura de Theodore y la sugerente voz rota de Scarlett Johansson (posiblemente en el mejor papel de su carrera) las dinamizadoras del relato. Una relación central que va marcando la progresión tradicional de la pareja, atribuyendo esa relación íntima hasta tal punto, que se subraya esa afinidad con una escena de sexo bajo un fundido en negro que evoca la simbiosis real entre la concepción humana y la robotizada fragilidad que alcanza el sistema operativo en un extraño espectro de autoerotismo imaginado. “Es una especie de locura socialmente aceptable” le dice el personaje de Amy Adams a Thedore respecto a la relación entre humano y máquina.
‘Her’ vendría a proponer esa sugerente fascinación con la tecnología en un reflejo bastante real de la codependencia que alcanzado en la sociedad actual, con una caracterización seductora y absorbente, como si se tratase de una suerte de distopía sentimental. Samantha es una transición creíble de esta idea romántica. Y Jonze la dota de una credibilidad que logra conferir a toda esa historia de amor de un hombre que ejerce de amante y a la vez enseña una visión del mundo que el sistema operativo utiliza para ir desarrollando una personalidad que supera con creces el estancamiento emocional o mecánico. No es como Siri, esa app del iOS 7 de Apple. No se trata de una voz distante que lee los mails o las noticias actualidad. Es mucho más. Sugiriendo una analogía establecida en aquella cinta de 1984 titulada ‘Sueños eléctricos (Electric Dreams)’, de Steve Barron, Jonze construye la narración bajo los pilares de un impreciso equilibrio entre lo común y lo utópico, convergiendo dos mundos expuestos en una sola persona que establece esa relación que nace, crece y se retroalimenta de la naturaleza de todo vínculo relacional. Incluso se sistematiza la aceptación por parte de todos los personajes que orbitan a su alrededor, como esa charla entre la extraña pareja con otra (ambos físicamente) a través de intercomunicadores hasta ir descubriendo la profundidad de un historia de perspectivas contrapuestas; la de un hombre expresivo y elocuente en su trabajo pero que es incapaz de hacer ver sus problemas a su pareja real y esa creación tecnológica cualificada para tener más relación con sus semejantes que hace emerger la ilusión vital perdida en su “dueño”. Obviamente, la consecuencia no es el servilismo del sistema operativo, sino un excepcional crecimiento sentimental que progresa intelectualmente mientras genera emociones humanas que le llevan a conversar a la vez con 8.316 personas y a enamorarse de 641 de ellos.
En un mundo donde la gente camina como zombies enganchados a los dispositivos de la nueva comunicación, en ‘Her’ Jonze predispone hacia la admonición sobre este futuro digital y apocalíptico, exponiendo a Samantha como un catalizador para explorar una serie de cuestiones fascinantes, como la especulación acerca de cómo la creación tecnológica puede transformarse en la consecuencia lógica de nuestra propia evolución, proyectando con ello los deseos, miedos y obsesiones del ser humano moderno. Sin evitar temas de la relación de pareja como los celos, la incomprensión o el afán de posesión, que se extienden tanto al contexto humano como al entorno de virtualidad.
Sin embargo, la fábula de amor traspira una incómoda frialdad que va congelando el interés por esas reflexiones concretas acerca de la soledad, la nostalgia, la naturaleza de la conciencia o la necesidad de una conexión de compromiso anulado por ambos que termina por desviarse hacia un territorio más tradicional y de ensimismamiento excesivamente melancólico. Falta la firmeza idiosincrática que ha ido definiendo los anteriores trabajos del cineasta. Aquí parece que ha vehiculado su cuento de (des)amor en una sugerente atmósfera que perpetúa aquellos escenarios que Sofia Coppola concibió en 'Lost in Translation’, cinta a la que esta ‘Her’ podría ser una respuesta personal del propio Jonze, cuya relación con la hija de Francis Ford duró más de una década. Por mucho que Jonze quiera enfatizar una experiencia sensorial y lumínica representada en esa pátina urbanita y estética retro como contrapunto nostálgico, se efectúa como una derivación demasiado ‘hipster’ e inundada de un tono sobrecargado que no escapa a la plétora intelectual que busca en todo momento el realizador. Falta así un entorno conmovedor que identifique esos sentimientos que desfilan por la pantalla, que tampoco evita caer en el sentimentalismo que conjuga en su conclusión con algunos de los estereotipos más simplistas del género, como ese final del protagonista acudiendo a una persona real que también ha sido abandonada y ambos suben a un ático a reencontrarse con ellos mismos y deliberar sobre un futuro más terrenal, superando sus respectivas rupturas.
‘Her’ es una ficción notable que funciona como drama romántico minimalista que delibera, ante todo, sobre el lenguaje y comunicación, confiriendo a las palabras la verdadera importancia de la relación, de la rutina y de la comprensión recíproca en la pareja. Ésa es la verdadera arma necesaria para que un compromiso se coagule en algo fructífero y duradero. O al menos es lo que parece describir esta historia de relaciones transhumanas procedente de la creciente alienación social a la que conllevan las nuevas tecnologías y la falsa felicidad que provocan. En el fondo, Jonze habla de la necesidad de encontrar el amor y asumir la responsabilidad de esos efectos secundarios que provoca. De esa condición humana a través de las diferencias entre lo que las personas y las máquinas son capaces de hacer y, en este caso, de sentir.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2014

sábado, 8 de marzo de 2014

Bill Murray en estado puro

El pasado mes de enero, Bill Murray, uno de los iconos más respetados por una generación que venera al que está considerado como uno de los mejores actores cómicos de la Historia del Cine accedió a participar en un chat Reddit Ask Me Anything, donde respondió a todo el mundo acerca de aspectos de su carrera y de diversos estratos de su vida y de concepciones que definen la personalidad de un genio de nuestra era. Cierto es que, a lo largo de los años, Murray ha cultivado un aire de misterio acerca de lo que rodea su vida, dejándose ver tan sólo en los campos de golf con alguna celebrity cuya amistad comparte hace décadas, en algún esporádico programa de David Letterman, otro de sus colegas o en algún evento público sorprendiendo sin avisar. Como hace una semana en Las Vegas, donde compartió escenario con Alice Cooper, Sammy Hagar, Vince Neil, Todd Rundgren, Slash, Matt Sorum, J.D. Fortune, Lisa Loeb, Billy Duffy o los Sin City Sinners para recaudar fondos para combatir la enfermedad que ha dejado en sillas de ruedas a su amigo el chef Kerry Simon. Es un tipo excéntrico. Y a él le gusta jugar con eso. Eso, si obviamos algún incidente como el que tuvo lugar en Estocolmo con Murray, en evidente estado de embriaguez, conduciendo un carrito de golf por las calles de la ciudad, unas palabras apologéticas sobre la marihuana y un conflicto diplomático en Praga en la promoción de ‘Monuments Men’, de George Clooney, su última película antes de verle en ‘El gran Hotel Budapest’, de Wes Anderson.
Esos largos intervalos alejado de la gran pantalla hacen que su regreso conlleve una expectación especial y han conferido a su alejamiento de la actividad hollywoodiense un céfiro de misterio que él no duda en propugnar. Su última aparición pública ha sido en los Oscar, gala en la que, por primera vez, se subió al escenario a entregar un premio acompañado de la actriz Amy Adams. En ella, se saltó el guión y recordó a Harold Ramis. Hace poco más de un mes se sentó con Charlie Rose y dispensó una de las mejores entrevistas que se le recuerdan (ver vídeo), hablando de su experiencia actoral, del cine, de anécdotas varias y de cómo enfriar champán con un método infalible. Entre otras muchas cosas. El amor que muchos profesamos por Bill Murray tiene una explicación lógica ante tanta brillantez acumulada.
Por cierto, no dejéis de echar un vistazo a esta incesante recopilación de historias acerca de este héroe de nuestro tiempo.

jueves, 6 de marzo de 2014

Leopoldo María Panero, la lúcida locura del poeta

(1948-2014)
“Viva la inteligencia y viva la muerte. Al revés que en la vida”.
(Leopoldo María Panero).
Sus poemas siempre surgieron de la lucidez y de los infiernos de la cabeza enferma de un genio. Cada verso sumió de lúcida esquizofrenia una obra de réprobo talento, de lucidez autodestructiva que acuñaron una obra de impecable grandeza, de paranoico idilio con las drogas, el tabaco, el alcohol, la dipsomanía y la locura para entender la vida y la muerte, para observar al mundo increpándole respuestas en forma de líneas que abrumaron por su definición translúcida del existencialismo más doloroso. Leopoldo María Panero se inició en las letras por vocación familiar de un padre ausente y de la mano del maestro Pere Gimferrer, siendo incluido siendo muy joven en aquella legendaria antología de José María Castellet titulada ‘Nueve novísimos poetas españoles’ y protagonista de una de las obras maestras más penetrantes que se recuerden en la cinematografía española: ‘El desencanto’, de Jaime Chávarri, crónica de una familia disfuncional sumida en la tortura, la soledad y la locura y reflejo de una España que revive y sube a la superficie putrefacta que vivimos. Última película que sufrió los tijeretazos de la censura franquista, establecía su eje en un poeta que con los años emergió de los psiquiátricos en los que ha vivido para convertirse en una reconocida figura, en un maestro de la insondable lírica de intenso sufrimiento y que heredó dos décadas después Ricardo Franco en ‘Después de tantos años’. Panero, era ya entonces el sólido paradigma de la transgresión llevado a la genialidad, que hizo de él uno de los mejores poetas que ha tenido este país.
Panero fue además de poeta, traductor, narrador y ensayista que llegó mucho allá de la viciosa tendencia a la catalogación tautológica del “artista maldito”. Fue mucho más que eso. Un metódico escritor con un estilo definido en una visión privilegiada de las letras, tan sugestiva y rebelde como incómoda. Su desgarradora trayectoria comenzó con ‘Por el camino de Swan’ en 1968, al que siguió ‘Así se fundó Carnaby Street’, ‘En Teoría’ ‘Narciso en el acorde último de las flautas’, ‘Dioscuros’, ‘Heroína y otros poemas’, ‘Guarida de un animal que no existe’, ‘Poemas del manicomio de Mondragón’, ‘Esquizofrénicas o la balada de la lámpara azul’o ‘Esphera’, que amparan una obra tan escalofriante como abismática, capaz de surtir de conmoción y gran evocación la reconfortante lectura de su fecundadora productividad desde el infierno emocional. Panero se reinventaba una y otra vez en el insondable océano de su locura que acababa, por insistencia anti romántica, en un discurso de deshumanización y vacío. Tan grande como la vida y la muerte.
EL LOCO
He vivido entre los arrabales, pareciendo
un mono, he vivido en la alcantarilla
transportando las heces,
he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido a nutrirme de lo que suelto.
Fui una culebra deslizándose
por la ruina del hombre, gritando
aforismos en pie sobre los muertos,
atravesando mares de carne desconocida
con mis logaritmos.
Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que mis padres me sedujeron para
ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado a moverse a las larvas
sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué oscuro es tu nombre».
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva.

miércoles, 5 de marzo de 2014

El universo de Wes Anderon, a contracorriente

El próximo día 21 de este mes en curso se estrena la esperada ‘El Gran Hotel Budapest’, la nueva película de ese cineasta iconoclasta a contracorriente que es Wes Anderson. El realizador ha logrado, a lo largo de una filmografía de títulos muy diversos entre sí, crear universo propio parido desde la más absoluta ambigüedad, incapaz de inscribirse en un género concreto, precisamente porque no se ajusta a ningún parámetro analítico, descolocando los criterios que se puedan tener hacia sus películas a priori e incluso después de haberlas visto. Este hecho hace que casi todas sus cintas sean amadas o repudiadas a partes iguales por el sector crítico y por el público.

Su cine responde a un imaginario artístico concreto, de imágenes personalísimas que reflejan una inquietud narrativa delimitada a una necesidad de exorcizar ese universo ‘outsider’ que lleva dentro y de transgredir la canalización alegórica del arte fílmico. El resultado es una obra contradictoria, nada sutil, de hallazgos emocionales que sobrevuelan la melancolía, con un humor extraño que mira al pasado retrotrayendo la rareza a un ámbito de colorido normalizado en un reconocible estilo discordante, que se mueve entre lo filosófico y lo absurdo. Un contante desafío que desformaliza los criterios y modelos estereotipados, experimentando con el cine, con el arte gráfico, con el drama y la comedia, con todo aquello que pueda hacer delimitar sus películas a un cualquier concepto estipulado.
Así es Wes Anderson.
El vídeo pertenece a Nelson Carvajal, un habitual en los enlaces abismales y cuyos trabajos de edición resultan de lo más sugerentes.