jueves, 12 de septiembre de 2013

El estreno de '3665' ya tiene día D y hora H

Ha llegado el momento de estrenar ‘3665’, la primera visualización pública en uno de los mejores escaparates que ofrece el mundo del cortometraje en nuestro país; la presentación tendrá lugar dentro de la octava edición del proyecto Cortópolis, con el I Festival de Cortometrajes Internacional de Madrid, en los cines Kinépolis de Madrid (C/ Edgar Neville, s/n. Ciudad de la Imagen) ¿La fecha? El 26 de septiembre de 2013, a las 20:30. El corto será proyectado junto a otros trabajos nacionales e internacionales que también ven por primera vez la luz. Por lo tanto, es una noche especial dentro del festival porque será la primera vez que todas las proyecciones sean estrenos oficiales.
La entrada será gratuita, así que no tenéis excusa. El único requisito imprescindible es el modo de conseguir la entrada para el evento. Habitualmente, Cortópolis pone a disposición del espectador una invitación única por dirección de correo electrónico y se adquieren sólo por Internet, a través de un evento creado en la página Eventbrite, que el festival pondrá a disposición del público un par de días antes de la velada, sobre las 12:00 del mediodía. Una por persona. Pero no os preocupéis porque desde el mismo ordenador se pueden obtener varias entradas. Eso sí, con los diferentes correos electrónicos y nombres de los asistentes que deseen acudir a una noche de cortos inolvidable. Tan sólo tendréis que registrar en la página vuestro nombre y el e-mail y recibiréis la entrada en su correo electrónico. Cuando se vaya acercando el momento, desde aquí, volveré a incidir en este sencillo proceso. Y el mismo día, tanto a través de esta página y de las redes sociales del corto como del Facebook de Cortópolis se publicará el enlace para conseguir las entradas. El aforo es de 700 personas. Y aunque pueda parecer fácil hacerse con una, tendréis que estar rápidos porque en las ediciones precedentes las entradas se agotaron en el mismo día de su lanzamiento. En Salamanca, aún no hay fecha de estreno oficial, pero estamos trabajando porque sea lo más pronto posible una vez se produzca este estreno. De momento, vamos a centrarnos en lo más inminente, que es Cortópolis.
‘3665’ llega así al final de un infierno inacabado, de un proceloso cauce de situaciones y complicaciones sin fin que tienen como colofón este estreno: la conclusión y un comienzo de otra nueva pesadilla. Sólo espero que os animéis a venir a esta oportunidad única y que disfrutéis al menos la mitad de lo que yo estoy sufriendo con este trabajo. Si eso es así, será una estupenda señal. Os mantendré informados sobre este esperado evento.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Alan Ladd y Veronica Lake, unidos por el destino

Él era bajito y no fue jamás una estrella de su tiempo. Con ella sucedía lo mismo. Ambos fueron eclipsados dentro de la estirpe genérica por Bogart y Bacall. Sin embargo, llegaron antes. Son Alan Ladd y Veronica Lake (de cuya muerte se han cumplido cuarenta años el pasado mes), dos figuras que grabaron su nombre efímeramente en el género del cine negro, en ese sucio universo del crimen poblado de gángsteres donde los delincuentes transgredían el orden legal, con la explotación del detective o investigador subordinado a las tensiones de un entorno corrupto y a la hermosa ‘femme fatale’, atractiva y seductora, que jugaba peligrosamente en el límite de la turbiedad.
Ladd había interpretado todo tipo de antihéroes a lo largo de su poco reconocida filmografía; hasta esa época, había aparecido en una veintena de títulos, algunos de ellos sin acreditar, incluida su participación en ‘Ciudadano Kane’, de Orson Welles, sin mucho reconocimiento de labor actoral. Ladd procuró dejar una impronta de ‘tipo duro’ con rostro angelical capaz de ser un hijo de puta manipulable, una víctima del género negro. Ella venía respaldada con el éxito de ‘Los viajes de Sullivan’, de Preston Sturges. Su voz ronca y envolvente, su esencia de fémina agresiva, elegante y sofisticada, muy sugerente y sensual, la habían revelado como una actriz de estilo inconfundible. Su peinado, el mítico ‘peek-a-boo-bang’, con su inconfundible cabello rubio platino ondulado tapándole un ojo, sería imitado y definido como el peinado del siglo. Ambos dieron vida a algunos de los roles más emblemáticos del cine negro de los años 40, simbolizando ese estado de ánimo que se vislumbra en una época de crisis sociopolítica y moral, con las mentiras como protagonistas de los clásicos que protagonizaron, aportando con sus rostros una apertura a los límites de cualquier categoría, en una tipología fílmica que pasaba del expresionismo al barroquismo casi minimalista, donde la dosis de violencia y fascinación erótica determinaron la genealogía del ‘noir’. Y ellos son parte de esta historia.
‘El Cuervo’, de Frank Tuttle marca el inicio de su matrimonio cinematográfico. Basada en una novela de Graham Greene, narra la historia de ese asesino sin escrúpulos llamado Raven, contratado para que cometa un asesinato sin saber que está siendo víctima de una peligrosa trampa de la que debe sobrevivir a toda costa. Una fotografía de claroscuros, atmósfera umbrosa y clima indefinido contrastaban a la perfección con la tribulación de un portentoso Ladd en divergencia con el penetrante rostro de Lake. Desde entonces, sus relaciones dentro de la pantalla estuvieron definidas por la apariencia utilizada como intriga. ‘La llave de cristal’, de Stuart Heisler, es una obra maestra que sigue los preceptos literarios de Dashiell Hammett en su perfecta conjunción de cine de gángsteres, ‘thiller político’ y cine negro con la historia de un líder mafioso que decide apoyar a un candidato reformista en las elecciones, viéndose envuelto en un asesinato de estado que no ha cometido. Es la simbología de aquello que prevalece detrás de una realidad figurada, donde la violencia ya se ha instalado como moneda de cambio para llegar al poder. Es en éste filme de rotunda clarividencia en el que Ladd y lake funcionan como pareja, él como Ned Beaumont, guardaespaldas que investiga el homicidio del hijo del senador Henry. Lake como la inolvidable Janet Henry, encargada de ayudar en las pesquisas de Beaumont.
‘La dalia azul’, de George Marshall y adaptación al cine de Raymond Chandler, reiteraría de algún modo ese personaje especulativo que tan bien interpretaba Ladd, el de un veterano de guerra que en su regreso a casa, comprueba que su esposa tiene un amante que es el propietario de un ‘nightclub’ llamado como la propia película. Cuando ella es asesinada, él se convierte en el principal sospechoso. De nuevo, el regreso del hombre a los descontrolados tiempos de corrupción y falsedades a descubrir, de nuevo con la ayuda del personaje de Veronica Lake para resolver el caso que le exculpe de todo. Su asociación fílmica terminaría con ‘Saigon’, fábula oriental a modo de ‘pulp magazine’ dirigida por Leslie Fenton y ubicada en el Shanghai de postguerra, donde tres pilotos se ven involucrados en un suculento negocio de dinero negro a través de un magnate que va acompañado por una hermosa secretaria a la que da vida, como no podía ser de otro modo, por Lake. Enfrentamientos, traiciones y una extraña historia de amor se entremezclan en este filme que, además de un fracaso de crítica y público, supuso el final del idilio cinematográfico de Ladd y Lake.
Desde ese momento, ambos caerían en una análoga decadencia salpicada por algún que otro éxito. En el caso de Ladd, proseguiría con una carrera titubeante en la que trabajó con cineastas de renombre como Mitchell Leisen, Raoul Walsh o Delmer Daves. Y fue con ‘Raíces profundas’, en 1957, donde alcanzaría su mejor y más valorada interpretación. Sería su nuevo momento de gloria. Pero duraría poco. Desde ahí, a los descensos del fracaso que terminarían con un trágico final cuando se suicidó con una sobredosis de barbitúricos y alcohol. Con Lake sucedería algo similar. A pesar de casarse con André de Toth, protagonizó un estrepitoso fracaso de la Fox como ‘Stronghold’ que acabó su fama. Deambuló como actriz en alguna serie de televisión, fue investigada por evasión de impuestos y comenzó a darle a la bebida de forma descontrolada. Trabajó como camarera y regreso al celuloide en alguna infecta y olvidable muestra de serie Z. En los últimos años de su vida, fue encerrada con un cuadro de paranoia esquizoide y, tras publicar su autobiografía, murió a los 50 años, sin amigos y enemistada con su familia, por una insuficiencia renal provocada por su alcoholismo.

Madrid 2020: Sorprende la sorpresa

Este pasado sábado se citaba la nueva sede olímpica en Buenos Aires, donde Madrid aspiraba con la convicción que su tercera candidatura consecutiva era la definitiva para conseguir esas Olimpiadas de 2020 tan deseadas por unos cuantos comisionados que han vuelto a emerger ofreciendo al mundo la cruda realidad de este país. Más allá de la rotación continental a la que suele acudir el Comité Olímpico Internacional (COI) a la hora de designar las sedes elegidas, Madrid se quedó fuera de la disputa por la concesión de esos JJ.OO. a las primeras de cambio, siendo Estambul y Tokio las que pugnaron por los votos finales. Fue ésta última la que acabó llevándose tan preciado objetivo. Tokio empezó asumiendo en su discurso el golpe que supuso el terrible tsunami de Fukusima acontecido en 2011 como inicio de una brillante argumentación con el respaldo de un país creciente en estabilidad y potencial comercial.
Por su parte, Madrid envío a un grupo de ineptos abanderados por Ana Botella, simulacro y paradigma político que ilustró el carácter incompetente del rostro más desagradable de la candidatura; su inhabilidad con el inglés, sus gestos cargados y artificiosos, su pose absurda al contestar a una periodista de Associated Press que le consultó sobre qué hacía un país con una tasa del 27 % de paro y una profunda crisis social y económica presentándose a un proyecto olímpico de tal envergadura con otra respuesta estudiada sobre las infraestructuras urbanísticas, han hecho que la imagen de España tuvieran un merecido rincón de pensar en la carrera por estas olimpiadas de 2020.
Mientras los japoneses se refirieron en todo momento, ante la prensa y en su compromiso reflexivo, a una presentación tranquilizadora como gran potencia capaz de asumir el reto de unos juegos de alta calidad, Madrid escondió la situación de España, la crisis financiera, el desempleo o la incesante corrupción política apelando a la deslucida emoción del discurso de Antonio Samaranch en recuerdo de su padre o la insulsa alegación de Alejandro Blanco, destacando la labor del príncipe Felipe en apoyo de la candidatura, escapando a justificar la austeridad de su proyecto y no sabiendo refutar todo el entramado del dopaje de la Operación Puerto, entre otros muchos errores. Ganó Tokio, sí. Y con este rotundo fracaso, debe frenarse la enloquecida idea de otra nueva presentación como sede olímpica por parte de Madrid; una década de gastos con un agujero que se plasma en más de 6.500 millones de euros, un dinero en el que un porcentaje podría haberse destinado a la financiación de los planes de formación de deportistas que, con los desfalcos y recortes monetarios a los que nos han acostumbrado desde el poder, ven incumplidas las promesas y alejarse sus sueños. En comunión con el sentimiento nacional de impotencia y rabia ante esos impresentables que viven en el lujo de una farsa hipócrita sin fin.
Unos Juegos Olímpicos no hubieran sido una solución a estos problemas de financiación deportiva, Madrid 2020 hubiera sido otra de esas tantas excusas de aquéllos que prefieren soñar con unas Olimpiadas que en salvar de la muerte la Educación y Sanidad Pública. Tokio se muestra como una ciudad orientada a ejemplarizar una estructura financiera poderosa dentro del ámbito mundial. Madrid está en pleno declive con la devastación de servicios e infraestructuras públicas ¿Qué esperábamos? Mejor, respirar tranquilos y tomar un “relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor”.

lunes, 2 de septiembre de 2013

'A Colt Is My Passport (Koruto Wa Ore No Pasupooto)', de Takashi Nomura o el film 'noir' tamizado con el spaghetti

Takashi Nomura no es muy conocido por estos entornos, pero una maravilla como ‘Koruto Wa Ore No Pasupooto’, más conocida con su título anglosajón, ‘A Colt Is My Passport’, no debería quedar sin espacio en la galería de películas de culto pertenecientes a ese género tan denostado como es el cine de acción. Un filme de referencia trazado con las coordenadas de un clásico donde el mito heroico está diseccionado dentro de un fresco con los elementos que se acercan a conmemoradas obras del estilo del ‘Bob le Flambeur’; un submundo del hampa donde hasta los traidores poseen un código de honor, cinismo, traiciones y hasta una ‘femme fatal’. El resultado es una confabulación de ese realismo lanzado al espectador como representación de un mundo criminal con cierta sofisticación.
Parece que en esa trama donde un asesino a sueldo (el legendario Jo Shishido) que es contratado para acabar por un reconocido personaje del hampa local está destinado a esquivar la muerte por las ansias de venganza de los hombres de confianza de este objetivo, podría parece un cliché en estos tiempos de sequía creativa. Sin embrago, en 1964, este universo de yakuzas y acción sostenían una percepción de un mundo amenazante novedosa y revolucionaria, la más representativa de la emblemática compañía Nikkatsu.
Nomura cree férreamente en una narrativa propia y se permite jugar con elementos ajenos al mecanismo argumental, potenciando la estela de maestría que apuntan algunas intenciones ciertamente extravagantes (como esa mariposa artificial que reverenciara Jim Jarmusch en ‘Ghost Dog’), pero sin perder de vista esa subtrama de alegato a favor de la lealtad y la amistad donde dar rienda suelta a una puesta en escena de salvaje efectividad que escapa a la catalogación de cualquier fábula moral desde los pasos de una senda contracorriente, atreviéndose a traspasar cualquier frontera. Como si sus tiroteos explosivos, persecuciones y el espíritu que corroe cada fotograma de esta película evidenciaran una impronta ‘hard boiled’ de coreografía en la que la acción armoniosa, de furioso lenguaje, estuviera destinada a culminar en su desértica escena final que dibuja toda la majestuosidad existencial de una obra maestra sin concesiones.
Por si fuera poco, la banda sonora puede apreciarse como una lección de magnificencia dentro de la musicalización cinematográfica e inspiración intuitiva de las artimañas sonoras de Quentin Tarantino a lo largo de su carrera, adulterando de un modo prodigioso los momentos más intentos del filme con música de diversa índole; desde tradicional japonesa, en un ‘in crescendo’ sinfónico hasta llegar a las melancólicas notas de jazz, sin olvidar la tradición del ‘spaghetti western’ para, como Melville en ‘El silencio de un hombre’, recrearse en un número musical, esta vez en la figura y la voz de Chitose Kobayashi, con una balada de tintes ‘enka’ inolvidable.

viernes, 23 de agosto de 2013

Review 'Guerra Mundial Z (World War Z)', de Marc Foster

Los zombies del ‘mainstream’
Dejando a un lado las pautas críticas que incluía el libro de Max Brooks, la cinta de Marc Foster es una aventura de acción familiar que busca la autosatisfacción y la rapidez de asimilación por parte de la audiencia.
En la cultura popular, el zombie ha pasado, gracias fundamentalmente a la literatura y al cine fantástico, como esa recurrente metáfora social de diversas vertientes, designada, en sentido figurado, a preservar la imagen de unos autómatas privados de voluntad que se mueven mecánicamente con un sólo objetivo e instinto irracional. Un zombie sirve para analizar casi cualquier artefacto cultural. El miedo no viene marcado por la zombificación, si no que invoca al análisis reflexivo y al sustrato metafórico de unos conceptos del subgénero que reposan en el terror a ser controlado y actuar de forma indeliberada, al conformismo llevado al extremo, al sometimiento. Poco a poco, la sociedad se ha ido poblando de zombies involuntarios sujetos a una disciplina que odia, a unos cánones impuestos donde la individuación se ha manifestando a sí misma dentro de un contexto de tenebrosidad maldita. Sin darnos cuenta, nos hemos convertido en hordas de estos no-muertos en vida. La masa social permanece desposeída planes o ambiciones, convertidos en piezas y elementos del engranaje de un colectivo impersonal valedor de cierta infrahumanidad. En un marco de crisis global económica, donde negocios, empresas o bancos subsisten como muertos vivientes que no parecen asumir su condición, las películas de cine fantástico permiten hablar de un escenario actual, representado con un relumbrón post-apocalíptico tan acorde a estos tiempos. Parece como si en la actualidad ese infectado no estuviera muy lejos de los trabajadores manipulados por las circunstancias, del asalariado que no cobra o víctima alineada que vive una ‘bare life’ desposeída de sentido.
Max Brooks en su ‘best seller’ ‘Guerra Mundial Z’, propuso una catastrófica visión crítica por medio de un relato confeccionado por multitud de entrevistas ficticias realizadas a los propios supervivientes, cuyos testimonios orales iban reconstruyendo la aparición de una pandemia mundial originada en China que ocasiona distintas fases como el “plan naranja”, la crisis, los años oscuros o las consecuencia planetarias de esa plaga andante. Las líneas principales de su crítica geopolítica residían en una cínica visión sobre los intereses yanquis en Oriente Próximo, el inacabable antagonismo entre Israel y Palestina, la dictatorial situación que se vive en Corea del Norte o la ineficacia de las Naciones Unidas en cualquier altercado mundial. En ella, defendía la integridad de supervivencia en un mundo gobernado por imbéciles sin capacidad de reacción en cuanto a materia de política estratégica, desflorando esta triste realidad con un detallismo técnico y tecnológico que acababa por proponer una defensa de adaptación del hombre al ecosistema surgido por la infectación vírica que está a punto de acabar con la humanidad a través de narraciones que remodelaban con inteligencia el mito zombie, actualizándolo y transformando su esencia. Pues bien, toda esta multiperspectiva es lo primero que desaparece en la adaptación cinematográfica pergeñada desde su faceta de productor por Brad Pitt, que vehicula la intención comercial de esta libre adaptación (si se puede llamar así) del libro de Brooks para entregar al gran público un ‘thriller’ de acción familiar en el que la estrella de Hollywood da vida a un investigador de la ONU retirado que, ante la inminente alerta que está provocando un virus que infecta a la humanidad y los convierte en zombies, regresa a su peligroso trabajo para salvar al planeta de esta terrorífica pandemia.
El título es el mismo, sí. A partir de ahí, el engranaje de ‘blockbuster’ veraniego fagocita cualquier alusión a las páginas de la novela. Marc Foster, director inclasificable y prolífico, construye una montaña rusa bastante descafeinada que se sostiene en la destreza de una puesta en escena irreprochable, que funciona como un videojuego de plataformas en las que tampoco existe el guiño al cine ‘gore’ o a la esencia excesiva de lo esperado. Ahí, ‘Guerra Mundial Z’ es inflexible. Pese a su presupuesto hipertrofiado, este itinerario de viaje global en busca de una solución al terrible virus es una muestra de continencia moderada que no trasciende a los márgenes del género, exhibiendo, mediante las sugerentes imágenes icónicas que se han llevado parte del presupuesto y que simbolizan esa ambición visual, un ‘tour de force’ de acción persecutoria, sin una línea muy definida a la hora de abordar un recital de tópicos que se imponen como una excusa para dignificar esta pandemia a lo ‘mainstream’, sin manchar de sangre al respetable, estableciendo los tópicos que emergen ordenadamente según avanza su metraje (incluso no falta el típico predicador, en este caso radiofónico, que anuncia alarmado una plaga relacionada con el Infierno).
‘Guerra Mundial Z’ quiere funcionar a otro nivel desarrollado en las demarcaciones del cine de acción, anulando de paso cualquier intención crítica, pese a que emerjan ciertas puyas sangrantes contra la condición extrema planteada ante el virus por naciones como Corea del Norte e Israel. “El movimiento es vida”, dice en un momento del comienzo Gerry Lane, personaje interpretado por Pitt. Y es lo que parece perseguir en todo momento la cinta de Foster: mucho ruido y situaciones rocambolescas (esa situación en un avión contagiada por el virus es categórica) que hagan funcionar un espectáculo que termina quedándose a medio camino entre la autosatisfacción del producto familiar neutro y la inquietud por mostrar los estilemas del cine zombie, con ritmo, sin perder sus objetivos comerciales. Sin embargo, la acción dinámica parece adueñarse de cualquier otra intención con personajes corriendo de acá para allá, con el énfasis de sugerir las consecuencias desagradables de la masa más que mostrarla.
Aquí la amenaza de esos no muertos se exhibe con cuando tiritan en reposo y corren como jaguares en movimiento, pero sin presenciar el contagio o la crudeza de sus ataques. No vaya a ser que se escandalice la audiencia. Lo que han conseguido de este modo es evitar cualquier tentativa de reinventar el modelo zombie. Y lo que han hecho es ajustarlo a un eficaz producto que tiene un ‘target’ tan alejado de los estilemas de un género popularizado en la última década con gran variedad poliforme. Si bien es cierto que consigue conformar una cierta atmósfera opresiva en su último tramo, dentro de un centro de investigación del virus de la OMS en Cardiff, cuando todo está sosegado y filmado de forma minimalista y que contrasta con el resto del filme, de ‘Guerra Mundial Z’ uno prefiere quedarse con ese enjambre de infectados saltando un colosal muro para invadir Jerusalén que con ese discurso final moral y edulcorado que parece reacio a reflexionar sobre los pilares que movieron al hombre a crear estos muertos vivientes que siguen creciendo dentro de los patrones culturales y manifestaciones audiovisuales y literarias.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2013

miércoles, 21 de agosto de 2013

Elmore Leonard y su eterno 'keep it simple'

1925-2013
- Pregúntale a este tipo por qué me acusa – dijo Harry mirando como el Zip se acomodaba en el sillón reclinable y comenzaba a mover el reposapiés, subiéndolo y bajándolo. - Me gusta este sillón, es cojonudo para ver la tele.
(Diálogo de ‘Pronto’ -1993-).
Se ha ido el gran maestro de la literatura ‘pulp’ contemporánea. Hace muchos años, aquí ya apareció aquel catecismo literario aparecido en The New York Times con una serie de reglas sobre la escritura. Elmore Leonard redefinió los ambientes detectivescos y criminales, envueltos en un halo de misterio, pero acercándolos a esa condición de sencillez directa, con una voz narrativa fresca y atrevida. Bajo las tapas blandas y hojas de papel barato de sus novelas, parecía avisar al lector que dentro de esa trama policial de lenguaje corriente, despojada de largos monólogos internos y exposiciones paisajísticas, había algo mucho trascendente y complejo, sin rodeos, mostrándose impaciente a la hora de dialogar la acción y ponerse en primera persona desde la perspectiva de sus creaciones llenas de vida y contradicciones.
Comenzó escribiendo como redactor publicitario (lo que hoy llaman ‘copy writer’) hasta que logró publicar algunos relatos de ‘westerns’ en la revista Argosy. A partir de ese momento, pasó a formar parte de una generación de escritores de culto suscritos al género de novela policiaca como Mickey Spillane o Ross MacDonald. Muchos fueron los que definieron su escritura como “antiestilo”, un autor capaz de construir acción narrativa únicamente sobre diálogos. Lo cierto es que configuró una fuerza palpitante y ágil que desafió cualquier pauta con su constante diligencia adaptada a la jerga de sus personajes, muchas veces políticamente incorrectas, trufadas de palabras malsonantes y llena de sinuosidades que tenían como objetivo el entretenimiento implacable y sin freno. Enemigo de los adverbios, su adictiva literatura está poblada de personajes carismáticos y villanos recurrentes, pragmáticos, que profesionalizan el crimen con una ética intachable; bien sean corredores de apuestas, traficantes de armas o de drogas, timadores, prestamistas o simples ladrones. En el fondo, son una raza que alcanza cierta virtud y honestidad en un mundo amoral que se desvanece con la corrupción y la suciedad de sus personalidades más lustrosas. ‘Swag’, ‘The Switch’, ‘Joe LaBrava’, ‘Bandidos’, ‘Almas paganas’, ‘Ciudad salvaje’, ‘Hombre desconocido 89’, ‘Cóctel explosivo’, ‘Freaky Deaky’, ‘Riding the Rap’, ‘Cuba libre’, ‘Chantaje mortal’, ‘Mr. Paradise’, ‘Rum Punch’ o la icónica y magistral ‘Pronto’, entre muchísimas otras, retrataron con un escalpelo descriptivo estampas de ese país a veces desconocido que es Estados Unidos, dentro de ciudades que se convierten en un personaje más, perceptivas de esos bajos fondos urbanos ambientados con realismo sucio, donde sus protagonistas son empujados a un mundo escabroso por circunstancias imprevistas.
La ironía fue siempre esa esencia transgresora que caracterizó a este maestro del suspense y la acción, mostrando personajes desde diversos ángulos, deteniéndose en detalles aparentemente triviales, esgrimiendo bajo su acción, llena de personalidad y verborrea, una intrahistoria dentro de la novela negra, género predilecto en el que se saltaba constantemente las reglas academicistas. Leonard era un rebelde, un maestro habilidoso que solía embadurnar sus páginas de estructuras laberínticas, perpetuando una cierta sofisticación accesible, tan atractiva como satisfactoria. Puro nervio. De ahí que su vinculación con el cine se transformara en un matrimonio constante de adaptaciones y guiones para la gran pantalla. Ya en sus comienzos, con aquellas novelas del Oeste, Martin Ritt elevaría la efigie del gran Paul Newman con ‘Un hombre’, además de ‘El infierno del whisky’, de Richard Quine, ‘Los Cautivos’, de Budd Boetticher o las dos versiones de ‘El tren de las 3:10’. Quentin Tarantino profesaría su amor por el autor en la que puede ser su mejor película hasta el momento, ‘Jackie Brown’, donde el sentido literario de Leonard comulgó con la verborreica narrativa del cineasta en una ofrenda reinventada hacia el ‘blaxploitation’ de los 70, que conjugó con el tono crepuscular y pesimismo tan afín al universo del escritor. ‘Get Shorty’, de Barry Sonnenfeld, ‘Un romance muy peligroso’, de Steven Soderbergh, en los 90 o la más actual y catódica ‘Justified’ describen esa correlación entre autor e industria.
Pocos se atreven a afirmar que Leonard ha sido un hacedor obras maestras absolutas y sempiternas. Sin embargo, no es así. La trascendencia de su obra, su inmortalidad, queda atestiguada en las creaciones de mundos erigidos alrededor del lector, de su complicidad y adhesión a un estilo inconfundible. Fue un espléndido manipulador del lenguaje cuyas historias describen el comportamiento humano de un modo paradigmático y que colocan a Leonard en la misma división de nombres clásicos del género como Raymond Chandler, Dashiell Hammett, Jim Thompson o Chester Himes. Hemos perdido a uno de los mejores y más importantes escritores de la Historia. Así de contundente.

domingo, 18 de agosto de 2013

Arranca la liga... de siempre

El pasado día 12 de agosto, el diario más popular y populista del país, Marca, titulaba en su portada “Nos vamos a divertir”. La pregunta es ¿estamos de coña? o la más importante ¿quiénes se van a divertir? Evidentemente sólo hay una única y pesimista respuesta: los aficionados al Real Madrid y al F.C. Barcelona. Para el resto, los restos, que se dice, la liga de fútbol española está fracturada por la soberanía absolutista de estos dos equipos que han hecho que el que fuera un título con dos favoritos y varios aspirantes se haya convertido en una farsa sustentada en lo económico que elimina cualquier factor de oportunidad para los equipos que no sean este duplo tiránico. Es el reflejo del mundo y la sociedad en la que vivimos; los pobres, cada día son más pobres y tienen menos oportunidades y los ricos, paulatinamente, más poderosos y con más ventajas. Ésa es la triste realidad.
Umberto Eco afirmó hace mucho más tiempo en su ensayo ‘La cháchara deportiva’ que el deporte rey, ése por el que millones de aficionados discuten y dilucidan como si fueran filósofos enardecidos con la razón absoluta individualizada a los colores de su equipo, se nutre básicamente de hipertrofia discursiva. En este texto se profundiza en el fútbol como tema consumado en sí mismo, como perorata vacía caracterizada porque, salvo raras excepciones en las que el espectáculo se conjuga con la fascinación del deporte y la gesta, no hay nada de qué hablar, más que lo que proviene desde un punto de vista limitado e intransigente. Todo lo que acontece en ese anfiteatro rectangular se reitera una y otra vez, invariable al cambio de los tiempos.
Desde hace años, los monopolios de atención y económicos han convertido lo que antaño fuera una pugna competitiva entre muchos equipos por un mismo objetivo en una restricción de lucro y gloria para dos únicos clubes, por lo que tanto la disposición histórica del significado de rivalidad como la esencia misma de todos sus designios quedan desechados en función de la totalitaria afinidad de un pueblo dividido, básicamente, en dos bandos. Cada uno debe responder a las expectativas, al comercio, a la estadística, a la exención populachera que les inmuniza sobre cualquier otro grupo. Los demás continúan contemplando la imposibilidad de hacer frente a los gigantes que han destruido cualquier tipo de optimismo de victoria global en una disputa de servilismo a las victorias de estos conjuntos de raigambre enfrentada y compartida. Por si fuera poco, cada temporada el duopolio sigue repartiéndose la gran totalidad de los derechos televisivos en un reparto ridículo (el gráfico pertenece a nuestra liga en comparativa con la Budesliga alemana), beneficiándose de un modelo injusto que ha generado una arbitraria disparidad que es irreversible.
Hoy en día, el fútbol tiene dos flancos que absorben la consideración y el sesgo de los medios, que formulan un despótico planteamiento en torno a la liga de fútbol ante la resignada mirada de aquellos que un día soñaron con que su equipo ganara algún que otro título. La evolución del feudalismo y el señorío de los que han ido engrandeciendo su gleba popular hasta convertirse en intocables egregios con aroma a dinero han terminado por transformar el torneo en una ridícula emulación de competencia adulterada y desigual. Es un sinapismo de intereses aglomerado dentro de un mercado de beneficios con la curiosidad de una audiencia sometida al siempre importuno automatismo. El fútbol ha dejado de ser lo que fue. De hecho, en otras esferas más allá de las deportivas, el deporte rey representa un submundo de tratos de favor, escándalos, corrupción, deudas con el Fisco, sentencias judiciales inicuas y controversias ilícitas generadas, en mucho casos, por esas desproporciones de un mercado poco menos que inmorales donde los clubes del montón, es decir, todos aquellos que no son el Real Madrid y Barça, han tenido que vender o malvender a sus estrellas por adquirir un margen de sostenibilidad, aumentando con ello esa repugnante hegemonía dual. Lo que nos queda, en conclusión y lejos de la admiración ciega de los hinchas de ambos clubes, responde perfectamente al axioma formulado por el mencionado Eco cuando se refería al fútbol como algo “circunstancial, banal y constantemente porfiado”.
Amigos, la liga ha comenzado. Disfrútenla. Quienes puedan, claro está. Y muy a su manera, como todo lo que nos viene dado en la actualidad: con imposición.

viernes, 16 de agosto de 2013

Trailer '3665': La espera ha llegado a su fin

Una vez leí que una gran cineasta poco prolífico declaraba que el tiempo que transcurría entre cada filme suyo era proporcional a la dedicación y al amor que volcaba en él. Cuando rodamos ‘El Límite’ allá por 2002, se invirtieron otros dos largos años hasta que aquel trabajo vio la luz en 2004. A pesar de que fueron tiempos reconfortantes, de ilusión y optimismo, aquella obra, hoy considerada con la etiqueta “de culto” por algunos círculos minoritarios, resultó ser un hervidero inacabable de conflictos y retrasos, un cúmulo de conflictos que se saldó con ese proceso tortuoso que es una post-producción inacabable. En cualquier caso, cuando se lograr estrenar y llega al público, el sufrimiento parece diluirse lentamente.
El lapso de tiempo que parece apuntalar el dicho que abre estas líneas es mentira. Nadie quiere permanecer casi una década alejado de aquello que insufla su vida y te hace levantarte cada mañana para seguir adelante ante la adversidad. Tras muchos años de de proyectos yermos, donde el esfuerzo titánico no sirvió sino para alimentar la desconfianza, cuando surgió la oportunidad de llevar a cabo ‘3665’, nueve años después, supuse que el intervalo entre rodaje y finalización del proceso subsiguiente sería un trámite normalizado y ágil que se ajustara a un periodo estimado en el medio como convencional. No ha sido así. Diversos factores han hecho que un trabajo rodado en septiembre de 2011 haya pasado por una absurda gincana de adversidades que han ido solventándose de forma parsimoniosa y agónica.
Lo bueno es que, como decía Rousseau, aunque la paciencia es amarga, la conclusión suele ser placentera. Y eso se cristaliza en el estreno del trailer (en realidad un ‘teaser’) del cortometraje que un grupo de gente desinteresada ha ido sacando adelante con esfuerzo y trabajo. Es el adelanto de un trabajo que tendrá su eclosión ante una platea el próximo mes de septiembre. “Una historia del futuro que habla sobre el pasado” protagonizada por Raúl Prieto.
Espero que despierte curiosidad. La música está exclusivamente compuesta para este aperitivo visual por un genio de la partitura como es Ginés Carrión. Con este trailer, ‘3665’ da su primer paso. Disfrutadlo.
Iréis teniendo más información en la página oficial de '3665'.

jueves, 8 de agosto de 2013

Nostalgia en vena: Juegos electrónicos de infancia

Hoy en día, parece que nos hemos acostumbrado a esos interfaces de abrumante desarrollo tecnológico, a juegos que requieren una calidad de componentes supina, que tiran de RAM para poder mover unos parámetros al máximo nivel de exigencia actual. Los juegos se han expandido dentro de un entorno lógico a la tecnología mutante que paulatinamente convierte este tipo de ocio en toda una experiencia; que si unas texturas ultra acabadas, ‘shaders’ para darle realismo, filtro anisotrópicos, FXAA, gran variedad de teselaciones… A nivel visual, los videojuegos modernos son una utopía hecha realidad para aquéllos que un día comenzaron con las primeras consolas y ordenadores de mesa del mercado. Cuando jugar en la calle con amigos y la intercomunicación que avivaba la independencia tecnológica era una realidad. De hecho, los juegos de aquel entonces se han quedado obsoletos incluso para móviles, tablets y smartphones, que han desarrollado una tecnología a nivel visual que deja en evidencia cualquier conato de antaño.
Sin embargo, los recuerdos y la nostalgia suele tener cierta dependencia de todo aquel universo binario que fue moldeando una cultura del videojuego hoy ya caduca. Allá por los 80, se popularizó una estirpe adictiva que se generalizó en partidas interminables, en tardes delante de aquella tortuosa pero a la vez tan reconfortante. Hoy lo llamamos ‘vintage’, pero obedecemos, en cierta medida, a aquella educación, a los primeros pasos atávicos que proponían una atractiva adherencia a pasar el tiempo delante de una pantalla LCD. Qué recuerdos ¿no? Me refiero a los ‘Game & Watch’ de Nintendo, que fagocitaron y glosaron una infancia memorística a golpe de botón y récord, de efímeros desafíos que robaban horas y proporcionaban a su vez una absurda felicidad individual. El principio de todo. Gunpei Yokoi incorporó hasta cinco docenas de títulos de esta modalidad tan arraigada a una generación que, en la actualidad, no puede por menos que definir aquella moda como un objeto de culto ¿Recuerdas aquella sensación…?
Pica Pic lo ha hecho posible.
Retroceder algunas décadas no siempre requiere de un DeLorean. Basta con apretar una tecla y dejarse llevar ¿Cuál era el vuestro?

miércoles, 7 de agosto de 2013

T-Shirts en el cine

FoundItem Clothing es una web que diseña camisetas a la venta en la red. Como tantas otras, cierto, pero también posee un canal de Youtube, donde dan rienda suelta a su pasión por recopilar algunos objetos representativos dentro de las películas a lo largo de la historia del cine, reuniendo para ello un amplio catálogo de cualquier distintivo en el que pongan su empeño.
Haciendo honor a su condición de proveedores de camisetas con diseños de todas las épocas y estilos, lanzan este vídeo con ‘Camisetas en el cine’. Siempre de un modo subjetivo y personal. Antes, ya compusieron montajes con estupendas compilaciones de ‘Videojuegos en el cine’, ‘Pizzas en el cine’ o ‘Gafas en el cine’.