domingo, 18 de agosto de 2013

Arranca la liga... de siempre

El pasado día 12 de agosto, el diario más popular y populista del país, Marca, titulaba en su portada “Nos vamos a divertir”. La pregunta es ¿estamos de coña? o la más importante ¿quiénes se van a divertir? Evidentemente sólo hay una única y pesimista respuesta: los aficionados al Real Madrid y al F.C. Barcelona. Para el resto, los restos, que se dice, la liga de fútbol española está fracturada por la soberanía absolutista de estos dos equipos que han hecho que el que fuera un título con dos favoritos y varios aspirantes se haya convertido en una farsa sustentada en lo económico que elimina cualquier factor de oportunidad para los equipos que no sean este duplo tiránico. Es el reflejo del mundo y la sociedad en la que vivimos; los pobres, cada día son más pobres y tienen menos oportunidades y los ricos, paulatinamente, más poderosos y con más ventajas. Ésa es la triste realidad.
Umberto Eco afirmó hace mucho más tiempo en su ensayo ‘La cháchara deportiva’ que el deporte rey, ése por el que millones de aficionados discuten y dilucidan como si fueran filósofos enardecidos con la razón absoluta individualizada a los colores de su equipo, se nutre básicamente de hipertrofia discursiva. En este texto se profundiza en el fútbol como tema consumado en sí mismo, como perorata vacía caracterizada porque, salvo raras excepciones en las que el espectáculo se conjuga con la fascinación del deporte y la gesta, no hay nada de qué hablar, más que lo que proviene desde un punto de vista limitado e intransigente. Todo lo que acontece en ese anfiteatro rectangular se reitera una y otra vez, invariable al cambio de los tiempos.
Desde hace años, los monopolios de atención y económicos han convertido lo que antaño fuera una pugna competitiva entre muchos equipos por un mismo objetivo en una restricción de lucro y gloria para dos únicos clubes, por lo que tanto la disposición histórica del significado de rivalidad como la esencia misma de todos sus designios quedan desechados en función de la totalitaria afinidad de un pueblo dividido, básicamente, en dos bandos. Cada uno debe responder a las expectativas, al comercio, a la estadística, a la exención populachera que les inmuniza sobre cualquier otro grupo. Los demás continúan contemplando la imposibilidad de hacer frente a los gigantes que han destruido cualquier tipo de optimismo de victoria global en una disputa de servilismo a las victorias de estos conjuntos de raigambre enfrentada y compartida. Por si fuera poco, cada temporada el duopolio sigue repartiéndose la gran totalidad de los derechos televisivos en un reparto ridículo (el gráfico pertenece a nuestra liga en comparativa con la Budesliga alemana), beneficiándose de un modelo injusto que ha generado una arbitraria disparidad que es irreversible.
Hoy en día, el fútbol tiene dos flancos que absorben la consideración y el sesgo de los medios, que formulan un despótico planteamiento en torno a la liga de fútbol ante la resignada mirada de aquellos que un día soñaron con que su equipo ganara algún que otro título. La evolución del feudalismo y el señorío de los que han ido engrandeciendo su gleba popular hasta convertirse en intocables egregios con aroma a dinero han terminado por transformar el torneo en una ridícula emulación de competencia adulterada y desigual. Es un sinapismo de intereses aglomerado dentro de un mercado de beneficios con la curiosidad de una audiencia sometida al siempre importuno automatismo. El fútbol ha dejado de ser lo que fue. De hecho, en otras esferas más allá de las deportivas, el deporte rey representa un submundo de tratos de favor, escándalos, corrupción, deudas con el Fisco, sentencias judiciales inicuas y controversias ilícitas generadas, en mucho casos, por esas desproporciones de un mercado poco menos que inmorales donde los clubes del montón, es decir, todos aquellos que no son el Real Madrid y Barça, han tenido que vender o malvender a sus estrellas por adquirir un margen de sostenibilidad, aumentando con ello esa repugnante hegemonía dual. Lo que nos queda, en conclusión y lejos de la admiración ciega de los hinchas de ambos clubes, responde perfectamente al axioma formulado por el mencionado Eco cuando se refería al fútbol como algo “circunstancial, banal y constantemente porfiado”.
Amigos, la liga ha comenzado. Disfrútenla. Quienes puedan, claro está. Y muy a su manera, como todo lo que nos viene dado en la actualidad: con imposición.

viernes, 16 de agosto de 2013

Trailer '3665': La espera ha llegado a su fin

Una vez leí que una gran cineasta poco prolífico declaraba que el tiempo que transcurría entre cada filme suyo era proporcional a la dedicación y al amor que volcaba en él. Cuando rodamos ‘El Límite’ allá por 2002, se invirtieron otros dos largos años hasta que aquel trabajo vio la luz en 2004. A pesar de que fueron tiempos reconfortantes, de ilusión y optimismo, aquella obra, hoy considerada con la etiqueta “de culto” por algunos círculos minoritarios, resultó ser un hervidero inacabable de conflictos y retrasos, un cúmulo de conflictos que se saldó con ese proceso tortuoso que es una post-producción inacabable. En cualquier caso, cuando se lograr estrenar y llega al público, el sufrimiento parece diluirse lentamente.
El lapso de tiempo que parece apuntalar el dicho que abre estas líneas es mentira. Nadie quiere permanecer casi una década alejado de aquello que insufla su vida y te hace levantarte cada mañana para seguir adelante ante la adversidad. Tras muchos años de de proyectos yermos, donde el esfuerzo titánico no sirvió sino para alimentar la desconfianza, cuando surgió la oportunidad de llevar a cabo ‘3665’, nueve años después, supuse que el intervalo entre rodaje y finalización del proceso subsiguiente sería un trámite normalizado y ágil que se ajustara a un periodo estimado en el medio como convencional. No ha sido así. Diversos factores han hecho que un trabajo rodado en septiembre de 2011 haya pasado por una absurda gincana de adversidades que han ido solventándose de forma parsimoniosa y agónica.
Lo bueno es que, como decía Rousseau, aunque la paciencia es amarga, la conclusión suele ser placentera. Y eso se cristaliza en el estreno del trailer (en realidad un ‘teaser’) del cortometraje que un grupo de gente desinteresada ha ido sacando adelante con esfuerzo y trabajo. Es el adelanto de un trabajo que tendrá su eclosión ante una platea el próximo mes de septiembre. “Una historia del futuro que habla sobre el pasado” protagonizada por Raúl Prieto.
Espero que despierte curiosidad. La música está exclusivamente compuesta para este aperitivo visual por un genio de la partitura como es Ginés Carrión. Con este trailer, ‘3665’ da su primer paso. Disfrutadlo.
Iréis teniendo más información en la página oficial de '3665'.

jueves, 8 de agosto de 2013

Nostalgia en vena: Juegos electrónicos de infancia

Hoy en día, parece que nos hemos acostumbrado a esos interfaces de abrumante desarrollo tecnológico, a juegos que requieren una calidad de componentes supina, que tiran de RAM para poder mover unos parámetros al máximo nivel de exigencia actual. Los juegos se han expandido dentro de un entorno lógico a la tecnología mutante que paulatinamente convierte este tipo de ocio en toda una experiencia; que si unas texturas ultra acabadas, ‘shaders’ para darle realismo, filtro anisotrópicos, FXAA, gran variedad de teselaciones… A nivel visual, los videojuegos modernos son una utopía hecha realidad para aquéllos que un día comenzaron con las primeras consolas y ordenadores de mesa del mercado. Cuando jugar en la calle con amigos y la intercomunicación que avivaba la independencia tecnológica era una realidad. De hecho, los juegos de aquel entonces se han quedado obsoletos incluso para móviles, tablets y smartphones, que han desarrollado una tecnología a nivel visual que deja en evidencia cualquier conato de antaño.
Sin embargo, los recuerdos y la nostalgia suele tener cierta dependencia de todo aquel universo binario que fue moldeando una cultura del videojuego hoy ya caduca. Allá por los 80, se popularizó una estirpe adictiva que se generalizó en partidas interminables, en tardes delante de aquella tortuosa pero a la vez tan reconfortante. Hoy lo llamamos ‘vintage’, pero obedecemos, en cierta medida, a aquella educación, a los primeros pasos atávicos que proponían una atractiva adherencia a pasar el tiempo delante de una pantalla LCD. Qué recuerdos ¿no? Me refiero a los ‘Game & Watch’ de Nintendo, que fagocitaron y glosaron una infancia memorística a golpe de botón y récord, de efímeros desafíos que robaban horas y proporcionaban a su vez una absurda felicidad individual. El principio de todo. Gunpei Yokoi incorporó hasta cinco docenas de títulos de esta modalidad tan arraigada a una generación que, en la actualidad, no puede por menos que definir aquella moda como un objeto de culto ¿Recuerdas aquella sensación…?
Pica Pic lo ha hecho posible.
Retroceder algunas décadas no siempre requiere de un DeLorean. Basta con apretar una tecla y dejarse llevar ¿Cuál era el vuestro?

miércoles, 7 de agosto de 2013

T-Shirts en el cine

FoundItem Clothing es una web que diseña camisetas a la venta en la red. Como tantas otras, cierto, pero también posee un canal de Youtube, donde dan rienda suelta a su pasión por recopilar algunos objetos representativos dentro de las películas a lo largo de la historia del cine, reuniendo para ello un amplio catálogo de cualquier distintivo en el que pongan su empeño.
Haciendo honor a su condición de proveedores de camisetas con diseños de todas las épocas y estilos, lanzan este vídeo con ‘Camisetas en el cine’. Siempre de un modo subjetivo y personal. Antes, ya compusieron montajes con estupendas compilaciones de ‘Videojuegos en el cine’, ‘Pizzas en el cine’ o ‘Gafas en el cine’.

jueves, 25 de julio de 2013

'Los incorregibles albóndigas (Meatballs)', de Ivan Reitman: nostálgica comedia de verano

Vista hoy en día, ‘Los incorregibles albóndigas (Meatballs)’, de Ivan Reitman, puede haber envejecido muy mal para los tiempos que corren. Su humor algo blanco, sus intenciones benévolas, su esencia bondadosa y de moraleja indulgente responden a un momento muy concreto, 1979, estimulación primigenia de las comedias adolescentes de campamentos y de sexualidad a flor de piel, con gracia transgresora pero sutilizada, que concretaba esa temática de hormona revolucionada con un fondo accesible a todos los públicos. Una de las obras germinales de comedias más revoltosas y políticamente incorrectas de los 80 junto a ‘Desmadre a la americana’, ‘Meatballs’ fue una ruptura como vía a la novedad de comedia sediciosa y desvergonzada. En su época fue un éxito, debido a su superficialidad refrescante, de índole veraniega y sin ambiciones, abanderado por elementos que, hoy en día deben ser vistos con el reconocimiento de absolutos clásicos; desde ese enésimo personaje antológico de Tripper interpretado por el icono del género Bill Murray, auténtica alma de la función, pasando por su director Ivan Reitman, nombre imprescindible para entender el éxito comercial como lo entendemos actualmente y sus guionistas Daniel Goldberg, Len Blum y el nunca bien ponderado Harold Ramis.
Obviamente no estamos ante una obra maestra, pero sí ante una de esas entrañables películas que despiertan la nostalgia de otros tiempos y recuerdan experiencias comunes universalizadas en un contexto generacional como son los campamentos de verano. Las aventuras de Tripper, la dulce Roxanna, Mickey, el objeto de todo tipo de putadas Morty, el ‘nerd’ Spaz, Fink, Crickett, A.L., Candance, Wendy, Hardware o Wheels siguen perpetuando esa estela conmemorativa de un tipo de cine algo deslustrado que mantiene su aprecio gracias a una serie de ‘set pieces’ que desfilan con un ritmo vertiginoso, que se rompen en la paternal relación de Tripper con Rudy, ese chico retraído y solitario destinado a ser el gran héroe del NorthStar en las olimpiadas contra el antagónico campamento de pijos y adinerados Mohawk e imponen una agradable cadencia que resulta de lo más reconfortante. Ahora, en verano, acuciados por la inercia de la inactividad es buen momento para recuperar este pequeño clásico provisto de la fascinante banda sonora de Elmer Bernstein.

miércoles, 24 de julio de 2013

Vivi Mac y el “speed art" de lo efímero

¿No se os ha derramado nunca un líquido sobre una superficie y habéis jugueteado a dibujar formas que encontraran cierto sentido sobre los contornos de esa disolución antojadiza? Pues bien, la francesa Vivi Mac ha llevado esto al extremo del arte con diversos elementos sobre un área plana en la que vierte su insólitas herramientas, estableciendo una conexión mágica entre éstas y su destreza, hasta alcanzar un estrato de grafía impresionante tan sólo con recursos naturales.
Leche, cacao, salsa barbacoa, tomate Ketchup, caramelo, café, miel, sal, regaliz, hielo picado o chicles son los dispositivos que formalizan ese arte que la propia autora denomina como “efímero”, como referencia a la naturaleza temporal de sus obras basadas en la caducidad de los líquidos y los alimentos con los que las elabora. Una suerte de "speed art" que pone de manifiesto que los límites de la creatividad artística no existen.
Una muesta de las obras de esta sorprendente artista aquí o en su espacio en Facebook.

lunes, 22 de julio de 2013

Edward Furlong: La decadencia de otro "juguete roto"

“¡Dinero fácil!” fue la frase dentro de ‘Terminator 2’, que esgrimía el joven John Connor o lo que es lo mismo, Edward Furlong, cuando debutó a lo grande en Hollywood de la mano de James Cameron. Entonces tenía catorce años y todo el mundo destacó su química y desparpajo frente a la cámara. Su corte de pelo, su forma de vestir y el rostro con pinta de meterse en problemas hicieron que su primera aparición le etiquetaran como estrella con un futuro prometedor. Durante unos años así fue. Las carpetas de las adolescentes se llenaron con fotos de este rebelde gracias a una serie de filmes que evidenciaron que aquel chavalín era más que el actor juvenil de moda; ‘Cementerio viviente 2’, ‘Corazón roto’ junto a Jeff Brigdes, ‘Little odesa’, ‘Juego mortal’, ‘Antes y después’ interpretando al hijo de Meryl Streep y Liam Neeson, ‘Pecker’, la controvertida ‘America History X’, ‘Cero en conducta’, ‘Animal Factory’… le transformaron en un actor de culto.
Su carrera como actor no se ha detenido. Sin embargo, ha seguido por otros derroteros, sin el esplendor de aquellos años ‘post-Terminator’. Su regreso a la primera división de las grandes producciones se iba a producir en la tercera entrega del Cyborg de Cameron en 2003, pero se truncó debido a que los productores prescindieron de sus servicios por una razón muy puntual: Furlong llevaba demasiados años siendo un yonqui reconocido, adicto al alcohol y a todo tipo de sustancias que le han llevado a las portadas de los medios sensacionalistas por otros motivos bien diferentes a los interpretativos. La desvirtualización de la fama, el término “juguete roto” y la constante decadencia de la vida vivida sin control han condenado la imagen de un hombre transformado por las drogas en un espantajo de prematura vejez, retrato figurado de la fragilidad suicida en la que ha caído tantas veces. Tras varias sobredosis y demasiados excesos, Furlong es el muerto viviente de la imagen que encabeza esta entrada. Se enfrenta a tres casos de maltrato contra su ex novia. Celebrada la vista preliminar del caso hace unos días, espera la condena que le podría llevar a la cárcel.

domingo, 21 de julio de 2013

Franco De Gemini, "The Harmonica Man"

1928-2013
La Hohner Chromatic, la armónica favorita de Franco De Gemini, ha dejado de sonar para siempre. Más conocido como "The Harmonica Man", comenzó su carrera como músico autodidacta en pequeñas orquestas y bandas para lanzarse en el Festival de San Remo con la banda EIAR de Turín. A principios de los 50, empezó a componer inolvidables melodías para bandas sonoras de películas, debutando con ‘Pan, amor y fantasía’ bajo la batuta de Alessandro Cicognini y continuando su carrera profesional dentro de los estudios televisivos Fonit Cetra, donde junto a Berto Pisano grabó música para varios programas televisivos.
En su discografía se incluyen más de 800 colaboraciones con su portentosa armónica en las bandas sonoras de algunos de los compositores más reputados de la historia del cine italiano; Nicola Piovani, Piero Piccioni, Francesco De Masi, Riz Ortolani, Armando Trovajoli, Carlo Rustichelli, Piero Umiliani, Franco Micalizzi o Bruno Nicolai, que acudieron al genio del instrumento de viento para arreglar y mejorar algunos de sus mejores trabajos.
Hollywood le abrió sus puertas con ‘West Side Story’, con la partitura de Leonard Bernstein, que siempre proclamó el desbordante talento de De Gemini y que expondría en su inolvidable ‘duetto’ junto a la flauta de Severino Gazzelloni en la cinta de Giussepe di Santis en ‘Italianos buena gente’. Sin embargo, a De Gemini siempre se le recordará por el importante legado que dejó junto a Ennio Morricone en varias partituras de las más clásicas partituras del ‘spaghetti western’. Sus tres notas en ‘Hasta que llegó su hora’ configuran uno de los prototipos más distintivos que evidencia su trascendencia dentro del sonido que determina el carácter de una banda sonora. Con Morricone también trabajó previamente en ‘El bueno, el feo y el malo’ y ‘Por un puñado de dólares’.

jueves, 18 de julio de 2013

Review 'Antes del anochecer (Before midnight)'. de Richard Linklater

El amor, la vida… el cine
La tercera entrega de esta extraordinaria trilogía propone una compleja descripción sobre la madurez dentro de la relación de pareja con un portentoso ensayo sobre los conflictos y decisiones que supone vivir una vida en común.
Jesse (Ethan Hawke) y Celine (Julie Delpy) se conocieron en un viaje de Interrail por Europa. Allá por 1995. Ella aceptó el reto de él: bajarse en Viena para conocerse antes de su vuelo a Estados Unidos al amanecer. Sólo unas horas para conocerse, enamorarse y jurarse volver a verse en seis meses. Ese reencuentro llegaría nueve años después. En París, donde ambos ya no eran dos críos espontáneos e idealistas, sino que la madurez comedió sus deseos de retomar aquellas sensaciones venecianas. ‘Antes del amanecer’ fue un espejo de carácter generacional, dentro de un planteamiento idealista sobre el amor y las relaciones de pareja. Su secuela, ‘Antes del atardecer’ transmutó aquella promesa de juventud en una realidad bajo la brisa en París, acercando a dos personajes conocidos a un fortalecimiento entre la realidad y el recuerdo cruel. El final abierto de esta segunda entrega de esta relación, donde la conexión vital fue restablecida y se abría la puerta al cruce de un destino común con un avión perdido supuso un espléndido híbrido entre la memoria, el deseo y el sueño.
En ‘Antes del anochecer’, todo ha cambiado hacia la normalidad de la unión en pareja, del establecimiento y consolidación de ese vínculo que arrastra la convivencia y la confidencialidad. Ya desde su arranque se percibe que el carácter romántico se ha difuminado para dejar pasa a la rutina. Ahora Jesse y Celine están atrapados en su propia relación, con dos niñas en común, viviendo en París, el hijo de él que acaba de regresar a Estados Unidos… La acción se traslada a la Costa Griega, donde trascurren las vacaciones de esta pareja, que trata de equilibrar sus respectivas carreras con las responsabilidades filiales. Jesse está ya totalmente establecido como novelista, un tanto narcisista y preocupado por la distancia que le separa de su vástago y que permanece en Chicago con su ex mujer que le odia. Celine es un activista ambiental que está considerando la posibilidad de aceptar un trabajo gubernamental. Cuando él sugiere la posibilidad de trasladarse a Norteamérica, ella no recibe la sugerencia de forma muy entusiasta. Es la mecha que enciende la mecha dentro de lo que parece una relación idónea, la grieta que hace aflorar distintos reproches encubiertos que comienzan a emerger y que estructura este tercer acto que Richard Linklater vuelve a asumir con el espíritu de Èric Rohmer, dejándose llevar por la verbalización extensa y sin prisa, con conversaciones que se esgrimen con parsimonia y naturalidad, para ir llegando a los objetivos emocionales.
Los primeros compases del filme de la placidez bajo la luz mediterránea helena. El mejor ejemplo un extenso diálogo rodado en un solo plano, desde el aeropuerto hasta la casa vacacional donde se hospedan, en la que se plantean todos los dispositivos dramáticos sobre los que girará la historia con una espontaneidad y pureza transparentes. La fuerza común de la trilogía siempre ha sido ese naturalismo auténtico, no forzado, que obliga a la asimilación de sus situaciones y a largos diálogos como elemento perspicuo, emplazado en un entorno donde se respira una convicción adecuada a estos personajes.
El riesgo que implica ‘Antes del anochecer’ es el mismo que acarreaban sus antecedentes. Y es la empatía con los no habituales, con aquellos espectadores a los que el tono dialéctico, discusiones argumentativas y evocaciones subjetivas puedan llegar a saturar. Al fin y al cabo, esta trilogía está delineada hacia el ejercicio intelectual, amplificando a esos mismos personajes con los que toda una generación se identificó, replanteando situaciones que ejerciten la reflexión sobre las relaciones de pareja.Linklater se establece como crucial una secuencia que define muy bien la substancia narrativa de toda la trilogía, como determinación fructuosa de esta tesis evolutiva e insondable sobre el amor. Se trata de una charla de sobremesa veraniega con unos amigos que contextualiza no sólo la situación de la pareja ya no sólo en el presente, sino en el pasado y en el futuro.
Explícitamente, tanto el director como sus coguionistas (Hawke y Delpy) reflejan el progreso de esa relación con varios espejos que devuelven respuestas al trance matrimonial por el que pasan. El viejo y sabio escritor Patrick (el veterano cineasta Walter Lasally), el anfitrión que ha hecho posible estas vacaciones griegas y una íntima amiga, Natalia (Xenia Kalogeropoulou), representan ese futuro de anhelos heterogéneos, de vidas en común durante toda una vida en pareja, que viven el ocaso comprometidos con su pasado como amantes y compañeros, pero un presente de viudedad bien diferente. A su vez, comparten tertulia con Stefani y Ariadni (Panos Koronis y Athina Rachel Tsangari), que simbolizan el sosiego de una vida en común sin responsabilidades ni traumas, la idealización abstracta de lo que Jesse y Celine imaginaron algún día. Y, por último, Achilleas y la bella Anna (Yannis Papadopoulos y Ariane Labed), que simbolizan ese pasado vienés de los protagonistas, de aquello que fueron. Es en este entorno, donde ‘Antes del anochecer’ encuentra su sentido, al revelar una dilucidación en profundidad sobre el amor y la relación conyugal a unos extremos dialécticos que bordea los contornos del ensayo argumental sobre el tema. Jesse y Celine se enfrentan así a la madurez como dualidad y sus consecuencias, delimitando con ello la ensoñación y el deseo.
Es cuando, en un prodigioso paseo de Jesse y Celine por las calles de Kardamili, emerge esa sensación de libertad, de ruptura con los condicionamientos que llevan la conversación desde lo mundano a lo espiritual, retrocediendo en la memoria para evaluar el paso del tiempo, admitiendo con ello la relectura de sus anteriores encuentros. Sin embargo, esa sensación concreta la frugalidad de un pequeño instante de asueto, puesto que la verdadera situación emerge cuando descubren que no son capaces de disfrutar de una noche de sosiego y sexo, destinada a recuperar la chispa del enamoramiento que habían ido fraguando en el díptico anterior. Es inevitable que el conocimiento mutuo haga saltar el sarcasmo, la duda, el malentendido o el reproche en un momento inoportuno. Algo que, de forma contundente, sublima la realidad que ha acabado eliminando el factor idealista de la fórmula.
No es casualidad que sea el Peloponeso griego la lugar elegido para mostrar esta crisis de pareja, puesto que supone un emblema inequívoco de esa dura crisis que destroza ilusiones metamorfoseadas en diversos factores, tanto sociales, como económicos y sentimentales y que aluden, a su vez, a las alegóricas raíces de la humanidad. La ilusión de aquellos jóvenes dispuestos a dejarlo todo por una quimera se ha desvanecido. Ahora, pertenecen a otra bien distinta, donde se ha evaporado una ilusión sustituida por la desconfianza y, lo que es más importante, les ha avocado al derrotismo de estos tiempos presentes con los que la realidad escupe todas aquellas promesas que hoy son un recuerdo.
Con todo, Linklater sigue asumiendo que la naturaleza que encauza el significado de estas tres películas estructura su totalidad en dos actores, en dos rostros que iluminan cada plano a través de unas actuaciones de una fuerza ineludible, contribuyendo asimismo, con la coescritura de sus historias con una fluidez y complicidad totalmente estimulantes, donde la improvisación se ciñe a unos límites que por estructurados no restan la libertad necesaria para ahondar en el alma de los personajes. Hawke y Delpy empujan al espectador a su historia, con destacables matices de confabulación, con miradas y reacciones de escalofriante franqueza. Ellos dos representan la grandeza de toda la saga. De hecho, aquí ya no existen bellos itinerarios por ciudades de postal como Viena y París, remarcados con detalles en la conclusión final o en el comienzo de las anteriores entregas, respectivamente. La Grecia de ‘Antes del anochecer’ es una excusa, un testigo como esa montaña que ve esconderse el sol como presagio de una noche que hará aflorar las dudas y que provocará la escisión promovida por esa deliberación sobre si ambos deben trasladarse a Estados Unidos para acercarse al hijo de Jesse. Una idea que no comparten y que implica que sus posiciones en la vida, esta vez como padres y matrimonio, puede alterar con un efecto devastador en su relación.
‘Antes del anochecer’ conlleva a una conclusión bastante evidente: encontrar el amor ideal y vivir un romance perfecto y eventual es relativamente sencillo. Lo complicado y problemático es mantener una relación a lo largo de los años. Eso es lo difícil. El hecho de que Jesse, tras la discusión en el frío e impersonal hotel, recurra a su faceta de escritor para crear una historia de fantasía para intentar levantar una sonrisa en Celine, responde a ese factor de inteligencia e intimidad por la que respira de forma tan frontal toda la trilogía. Tal vez, ese mensaje trasladado desde el futuro de Celine a su yo del presente brinda la extraña sensación premonitoria en el año 1995, cuando ambos se conocieron a través de sus conversaciones, de sus inquietudes, de imaginar cómo sería vivir una vida en común.
Lo milagroso de este necesario tríptico es el diálogo, la comunicación fluida que no se centra en algún aspecto determinado, si no el mero hecho de hablar y escuchar. ‘Antes del anochecer’ pone punto final (a menos que director y actores sorprendan con otra entrega en 2022) a un estudio muy íntimo y provocador de las relaciones de pareja. El legado propiedad de Delpy, Linklater y Hawke supone un ejemplar paradigma de cine y la vida, porque, queramos o no, Jesse y Celine, forman parte de nosotros, de nuestra educación sentimental y como personas dentro de un tema tan complejo como es el amor.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2013

miércoles, 17 de julio de 2013

‘La ventana indiscreta’: Burr-Bardem, parecidos veraniegos

¿Es cosa mía o Raymond Burr tiene un enfatizado aire y/o parecido a Javier Bardem en ‘La ventana indiscreta’? ¿Por qué observándole en otros trabajos como ‘Ironside’ o ‘Perry Mason’, por poner dos de los personajes más representativos del actor, no se percibe este sutil parecido pero aquí es tan notable? Ese rostro petrificado, esa mirada que rezuma amenaza y maldad inalterable que transmite el poco amigable y peligroso vecino Lars Thorwald tiene puntos en común con la fisonomía de nuestro actor más internacional, equiparándose a un intérprete del que le separan varias décadas dentro del entramado hollywoodiense. No es difícil imaginar a Bardem dando vida a ese vecino comercial de una joyería que asesina a su mujer descubierto por la afición vouyerística de un fotógrafo con la pierna escayolada.
Pura abstracción en una noche de estío. Posiblemente llevada por la alucinación a la que conlleva este insoportable canícula. Simple tontería.
Ningún momento es malo para volver revisar el clásico de Alfred Hitchcock, auto-tributo a su estilo, a una forma exclusiva de hacer y sentir el cine. De tal maneta, que supone un género en sí mismo y una ofrenda al cinéfilo más adicto a la personalidad del autor británico. Un vecindario observado desde un ventanal que recuerda a una pantalla de cine, percibida desde la subjetividad de Jeffries (James Stewart), un hombre aventurero y, en cierto modo, solitario, que vive bajo la responsabilidad de aceptar su compromiso con Lisa (el eterno rostro de Grace Kelly), una mujer que parece no encajar en su mundo. A través del protocolar ‘Mcguffin’ centrado en esa relación, el espectador caerá en las redes de un claustrofóbico y cautivador laberinto de suspense cargado de espléndido análisis psicológico multiperspectiva, que va desde la mórbida mirada hasta la reconstrucción de los límites de esa intimidad, concebida desde la propia ficción. Habrá tiempo en este espacio abismal para analizar con profundidad todo el poder de fascinación al que invita este repertorio de esplendor que significa ‘La ventana indiscreta’ dentro de la obra de Hitchcock.