martes, 9 de julio de 2013

'El año pasado en Marienbad': el lugar y el tiempo

En el excelente artículo ‘The Haunted Palace’, Kathleen Murphy compuso una meticulosa exploración sobre la frías losas de piedra del corredor de báculos de madera y estucos rodeados de grabados que se perciben como hermoso contexto de ‘El año pasado en Marienbad’. En él, la escritora centraba su mirada por la obra maestra de Alain Resnais para abordar un apasionante recorrido a través de otros puzzles cinematográficos condenados al recuerdo, como los siniestros secretos que encierran las enmoquetadas galerías del Hotel Overlook de ‘El Resplandor’, de Stanley Kubrick, atravesando (y diseccionando) diversas correderas como vías de escape a la psique humana de la entelequia y la irrealidad, donde lo imaginario se confunde con lo tangible, en el momento en que la memoria reinventa el mundo. Se paseaba de puerta en puerta por películas como ‘La dama de Shanghai’, de Orson Welles, ‘El Oscuro Objeto del Deseo’, de Luis Buñuel, haciendo alusión a Max Ophuls y Josef Von Sternberg e incluso llegaba, con lógica inercia, al ‘Vertigo’, de Alfred Hitchcok, haciendo semejanzas entre una película de sortilegio único con los juegos y puzzles que proponen estas obras también clásicas, como laberintos ficcionales donde el hipnotismo, la amnesia o la imaginación solipsista establecen una ilusión óptica que el espectador debe desvelar sin ningún tipo de pretensiones cartesianas.
Desde el gusto por la ornamentación visual, hasta el arrebato de fractura epistemológica, Resnais utilizó este clásico como ejemplo, destructivo y renovador al mismo tiempo, de la expresión y la evolución del lenguaje cinematográfico, donde la significación prevalece antes en el deseo y la imaginación que en la lógica y la realidad. Hermética y calculada, ‘El año pasado en Marienbad’, narra cómo un hombre se obstina por persuadir a una mujer de un encuentro en el mismo hotel donde se hospedan un año antes, lugar donde mantuvieron un ‘affaire’ y se citaron justo un año después. Sin embargo ella no lo recuerda, entrando en un turbio juego de reiteración pasional y persuasiva. Se muestra al espectador como una miscelánea de emociones e imágenes, donde su seductora planificación, la utilización de los espacios y los rostros de Delphine Seyrig y Giorgio Albertazzi se perpetúan conjurados por la magia formidable del Séptimo Arte en la penetración alegórica de un mundo espectral que el crítico Dave Kehr definió como “el hemisferio perdido de la cinefilia”.
La mirada del público consume los retazos visuales que adornan esta indescifrable historia desarrollada en el barroquismo del entorno, en los interminables pasillos, en estáticos personajes vestidos de gala y en el recuerdo borroso de unos jardines geométricos en un tiempo desestructurado que esconde secretos inconfesables. La cinta de Resnais, escrita por Alain Robbe-Grillet, es un enigma psicológico perceptivo que no ofrece conclusiones a las incógnitas lanzadas al espectador. Bajo esa música de órgano fúnebre y siniestra se esconden preguntas acerca del tiempo y los lugares, el pasado y el presente, la locura y el sentimiento, incluso de la muerte y el recuerdo. La obra del director francés es un legado que apela a la mirada del que se introduce en su rompecabezas y a su facultad de contemplar, de escuchar, de sentir.

viernes, 5 de julio de 2013

Review 'Monstruos University (Monsters University)', de Dan Scanlon

Los alumnos aventajados
Sin renunciar ningún instante a las virtudes y conceptos de la filmografía de Pixar, esta precuela se presenta como una comedia algo menos ligera de lo que aparenta, para incidir en los grandes temas que han llevado al sello de Lassetter a lo más alto.
Después de los estrenos de ‘Cars 2’ y, en menor medida, ‘Brave’, muchos fueron los que se lanzaron a anunciar ese imperceptible declive dentro de la factoría Pixar, la misma que fue capaz de fecundar algunas de las últimas obras maestras cinematográficas y elevar a la excelencia el cine de animación por ordenador hasta cotas insospechadas. Puede que la secuela de ‘Cars’ respondiera a un efecto comercial y abriera una constante revisitación de éxitos más o menos recientes.
Si bien es cierto que desde su cohesión con Disney parece que el intuido riesgo de la factoría de John Lasseter se ha desvanecido en función de la sobreexplotación de secuelas, la pregunta sería si en todo este hipernegocio Disney ha fagocitado la capacidad de sorpresa que proponía Pixar con cada propuesta. ‘Monstruos Univeristy’ enfila ambos caminos. Por una parte, sufraga la estela demostrativa de Pixar, ofreciendo al público la posibilidad de continuar sintiendo esa peculiar mirada a un mundo mágico de estética perfecta que se reinventa constantemente. Pero por otro, no deja de existir cierto formulismo que entorpece su grandeza empañada por factores exógenos y mercantilistas que hace años parecían ajenos a la compañía, sacrificando con ello aspectos que le confirieron esa divinidad en la que la tecnología inspiró al arte y la transformó en fascinación colectiva, para llegar a su pináculo con una obra maestra de la talla de ‘Toy Story 3’.
No obstante, con ‘Monstruos University’ se devuelve, en gran medida, a la senda de entendimiento de ese mundo fantástico que pasa por el aprendizaje y donde las lecciones morales se establecen como fábulas, cuanto menos, indefectibles Y lo es porque en ella se mantiene un dispositivo que Pixar no ha perdido de vista en ningún momento: elaborar entretenimientos familiares que satisfagan un mínimo de exigencia y diversión desprovista de una preestablecida intensidad de alcance sensorial. En ese sentido, la película de Dan Scanlon podría definirse como una cinta fácilmente subestimable, puesto que su decencia impera en la ligereza de espíritu, cuyo único objetivo visible es el de la comedia vibrante e hilarante, precisamente siguiendo una línea narrativa algo convencional, pero en absoluto autocomplaciente. La tipología cultural y sello de Pixar, la misma que parece haber malacostumbrado al espectador de todas las edades, se mantiene intacta aquí, aunque sea menos lustrosa que en anteriores éxitos.
El salto temporal a modo de precuela que define la relación de amistad vital entre Mike Wazowski y James P. “Sulley” Sullivan basa sus conceptos en un guión estructural que fusiona tradición y modernidad, lo conocido y lo nuevo, y que, pese a recurrir durante su metraje a reconocibles convencionalismos genéricos, mantiene un alto nivel de sortilegio, sin rebajar ese estratosférico nivel de visualidad infográfica infinita e hiperrealista. No hay que dejarse engañar, ‘Monstruos University’ garantiza el vademecum de logística característica de Pixar, síntoma de su férreo compromiso con sus virtudes, para lo bueno y para lo malo, sin traicionar en ningún instante los elementos marcados por la factoría de John Lasseter.
Tanto es así, que la entidad pedagógica tan arraigada a las aventuras de Pixar se enfrenta de cara al fracaso, a la aceptación de los límites vitales que desmantelan los sueños cuando colisionan con la realidad. El tener sueños no significa que van necesariamente se hagan realidad, parece querer justificar el filme. En ese terreno, algo que llama la atención en este universo monstruoso de anhelos e ilusiones primigenias es la pormenorizada exposición acerca de la decepción y el fracaso. A veces, el esfuerzo instintivo, el trabajo duro y la determinación, las horas invertidas en transformar en viable una meta por conseguir un sueño no es suficiente. Tampoco lo es exhibir un talento natural para convertirlo en una realidad sin ningún tipo de esfuerzo. Wazowski, disciplinado y estudioso, no da el suficiente miedo para ejercer de asustador y Sullivan, a pesar de ser el heredero de una estirpe de glorias dentro del trabajo, carece de conducta e interés por los fundamentos educativos.
A partir de esos conceptos familiares dentro del sello animado, Dan Scanlon impone una exploración acerca de la trascendencia de los ciclos vitales, a la que se presta especial atención, presentando un mundo inimaginable como posible y cercano, con guiños y referencias a las comedias de ambiente universitario que proliferaron en el cine norteamericano de los años 80. Incluso la partitura de Randy Newman evoca sintonías anexas a trabajos clásicos de Elmer Bernstein en ‘Desmadre a la americana’ o ‘Los incorregibles albóndigas’. Un contexto ideal para la diversión y el descontrol, para el ‘gag’ frecuentado en las fraternidades de ‘nerds’ con afán de superación en las que todo es posible. La Oozma Kappa define a la perfección este lugar común con un grupo de torpes inadaptados y poco dotados para los sustos que demuestran que el trabajo en equipo va más allá de las limitaciones y del aspecto exterior. Los monstruos secundarios, llenos de pelo y formas imposibles, aportan la variación más importante respecto a su predecesora, con personajes dibujados con personalidades muy estudiadas que roban protagonismo cuando emergen dentro de ese complejo propósito de humanización de bichos heterogéneos llenos de vida y alma. En especial, Furry Art y el rechoncho Squibbles “Squishy” Scott. La conformación emocional y el aprendizaje, la rivalidad, el sentimiento de culpa, el compañerismo, la necesidad de integración en un grupo perviven como mecanismos del drama interno. Con ello, se ofrece una oportunidad de redención donde la ilusión y los miedos o el fracaso y el éxito se solventan con el gran tema que siempre ha inspirado la grandeza de Pixar: la amistad.
‘Monstruos University’ es una comedia algo menos ligera de lo que aparenta, permitiéndose el lujo de tantear en uno de sus ‘set pieces’ el cine de terror y que perpetúa el detallismo llevado a lo imposible para confabular diseño y contextura en un mundo de colorido llamativo donde todo asume su función en torno al esparcimiento y el optimismo con el fin de hablar de cosas más importantes. El cuidado de la textura cromática y de la luz sigue estableciendo el perfeccionamiento a un nivel de exigencia máximo. Ante eso, Pixar no baja la guardia. La calidad que impera dentro del emporio absorbido por Disney, que es no perder espíritu de vista la fantasía para generar aventuras de muy distinta índole, está en cada fotograma de la cinta de Scanlon. Y por mucho que la reiteración evolutiva dentro de la narración no sea todo lo trascendente que se pudiera esperar, ‘Monstruos University’ garantiza la salud de Pixar como un trabajo que dignifica su nombre apelando a sus raíces. Y este era trabajo necesario después del descalabro que supuso ‘Cars 2’.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2013

jueves, 4 de julio de 2013

'La Ira Dormida', el libro que todos deberíamos leer este verano

“Hablar de un amigo como mitad del alma es hablar de modo excelente”, decía San Agustín. Y es lo que toca. Iván Sáinz-Pardo no es solamente uno de los genios cinematográficos con más talento que he tenido el privilegio de conocer, un hombre que lucha más que los demás para sacar adelante sus sueños con un ímpetu inacabable, que sonríe a la mala suerte desafiante y se reinventa una y otra vez con más fuerza que la anterior. Iván es un gran amigo. De los mejores que alguien puede tener. De esos en los que puedes confiar con los ojos cerrados, de lealtad y honestidad infinitas. Una gran persona llena de sorpresas, con una cognición abrumante sobre la vida y admirable conversador y confidente, que sabe respetar y compartir con un vínculo sincero y transparente. Algún día tendré que escribir acerca del mejor cortometraje que se ha rodado desde hace décadas en este país. ‘El laberinto de Simone’ debería ser estudiado como modélico trabajo en todas las escuelas del cine del mundo, así como su restante obra fílmica. Tengo una deuda con él a este respecto. Y se saldará. Las promesas entre amigos deben ser cumplidas.
En lo que Iván pugna con esmero ante el caprichoso e injusto destino por poner patas arriba el mundo del largometraje, su nuevo trabajo es ‘La ira dormida’, un libro escrito desde las entrañas a lo largo de los últimos diez años a través algunos de los mejores relatos y textos publicados en ‘El escondite de Iván’, blog referencial que ha ido recogiendo las inquietudes, narraciones y reflexiones de este escritor y contador de historias. En él podréis desgranar mediante sus páginas, la personalidad que constata un cúmulo de actitudes que subrayan esa capacidad de observación y evocación que siempre ha sabido manifestar minuciosamente mediante la expresión de sus textos, que recurren a emociones intrínsecas, a imágenes simbólicas, a denuncias comunes contra la injusticia, a la ficción insinuante… Un libro cuyas páginas despliega una imaginación que testimonia el carácter de un autor todoterreno y perceptivo. Si queréis descubrir al gran escritor que anida en este cineasta, no dudéis en invertir muy poco en tanto talento.
- Podéis adquirir ‘La ira dormida’ aquí.

lunes, 1 de julio de 2013

'A quemarropa (Point Blank)': la reivindicación de Marvin

Viendo ‘A Quemarropa (Point Blank)’, de John Boorman, uno vuelve a darse cuenta por enésima vez de que Lee Marvin nunca ha estado lo suficientemente reconocido ni valorado como lo que es: único y gran actor clásico. Por encima de las etiquetas que le catalogaron como un eficaz secundario de tiesura y dureza física, en papeles de villano, mafioso o asesino, Marvin supo diversificar como nadie esa rigidez fisonómica, inmovilidad corporal cuyo hipnotismo se vio contribuido con los años con su sempiterno pelo canoso. Walker, el gángster que escapa de Alcatraz para vengarse fría y premeditadamente de un grupo de antiguos compañeros que le traicionaron quedándose con una gran suma de dinero de un golpe pretérito, puede que sea su mejor papel dentro de su impecable repertorio cinematográfico.
Alexander Jacobs, David y Rafe Newhouse adaptaron la novela ‘The Hunter’, de Donald Westlake, para que Boorman compilara toda la tradición del cine negro clásico europeo, influenciado por la sofisticación de algunos miembros de la Nouvelle Vague francesa como Jean-Luc Godard o Alain Resnais, distorsionando la historia de una vendetta en una suerte de complejidad narrativa a modo de ‘flashbacks’ y ruptura temporal, de asfixiante atmósfera y luminosa visualización en los estilizados colores de una trama de venganza y desarraigo que, en cierto modo, recuerda a la perspectiva de Don Siegel en ‘The Killers’, la adaptación, esta vez, de una obra de Hemingway, también con Marvin dando una lección interpretativa.
En ‘A Quemarropa’, Lee Marvin se enfrenta a un personaje complejo, endurecido por la traición y la pérdida de su mujer y antiguos cómplices. Un ser introvertido y marcado emocionalmente que ni siquiera con su progresivo resarcimiento criminal para con todos los que le abandonaron recobra una humanidad irrecuperable. Con un poderoso hieratismo, Marvin apenas se despoja del rictus implacable de su personaje, dejando que la interpretación recaiga totalmente sobre la rudeza de su fisonomía, pétrea y embrutecida por unos rasgos puestos al servicio de la inclemencia, pero colmada de integridad moral en la despiadada ética del protagonista. Así, el actor concede una actuación memorable, de violencia impulsiva y vehemente, drástica y parca en recursos expresivos.

miércoles, 26 de junio de 2013

Juego de las diferencias

Nancys Rubias – ‘Me encanta (I love it)’. Director: Alejandro Amenábar (2013).
Rob Zombie – ‘Never Gonna Stop (The Red Red Kroovy)’. Director: Rob Zombie (2001).
Nancys Rubias – ‘Me encanta (I love it)’. Director: Alejandro Amenábar (2013).
‘Lo imposible’. Director: Juan Antonio Bayona (2012).
¿Cuál es la respuesta? ¡BINGO!¡Exacto!

martes, 25 de junio de 2013

El fantástico mundo de Richard Matheson

1926-2013
“-Yo soy el anormal ahora. La normalidad es un concepto mayoritario. Norma de muchos, no de un solo hombre- Y comprendió también, la expresión de aquellos rostros: angustia, miedo horror. Tenían miedo, sí. Era para ellos un monstruo terrible y desconocido, una malignidad más espantosa aún que la plaga”.
‘Soy Leyenda’, de Richard Matheson (1954).
Richard Matheson ha sido un referente, un autor consagrado al culto de un género donde el terror, lo sobrenatural y la ciencia ficción han transportado al lector a entornos del espacio exterior pero, sobre, todo a un espacio interior inspirador,con trasfondo trágico y directo. Un inventor de realidades metafóricas que ha ido marcando el devenir de nuestra evolución como sociedad, donde raigambre y dilemas éticos arrastran a sus personajes a una dimensión inimaginable con grandes dotes para formular conceptos filosóficos de compleja respuesta.
Temas como la soledad o la necesidad de comunicación provocaban la incertidumbre sobre la propia racionalidad en tiempos donde el individuo se enfrenta a un mundo que desglosa tenebrosos simbolismos acerca de la condición humana dentro de un contexto homogéneo. Matheson, en su búsqueda de motivaciones y terrenos ficticios, profundizó en implicaciones que van más allá de lo psicológico, definiendo una de sus particularidades en la percepción extrasensorial que transmiten sus textos. La ambigüedad siempre propone un juego de divergencias entre lo subjetivo y lo relativo.
Una de sus obras más reconocidas, ‘Soy leyenda’ podría ser equiparable a cualquier gran novela marcada como ineludible dentro de la Historia de la literatura, a la altura de los distinguidos clásicos intocables. Alejado del romanticismo vampírico de algunos grandes nombres de la literatura de terror como Polidori, Hofmman, Poe, Le Fanu o Bram Stoker, Matheson publicaba en 1954, donde Robert Neville, en apariencia el único superviviente de un Apocalipsis provocado por una pandemia bacteriológica cuyos síntomas son similares a los del vampirismo, le obliga a pervivir dentro de una sociedad que ha mutado hacia la anormalidad. Las interioridades del protagonista, su necesidad por mantener la cordura ante la amenaza exterior, su lucha contra el aislamiento en un tormentoso periplo de supervivencia extrema, debería ser un libro de cabecera obligado en todo proceso didáctico.
No sólo esta obra fundamental trasciende dentro de su bibliografía; cuentos como ‘Nacido de hombre y mujer’, ‘A través de los canales’, ‘El tercero desde el sol’, ‘La cosa’, ‘Pesadilla a 20.000 pies y otros relatos insólitos y terroríficos’ u obras como ‘Las playas del espacio’, ‘El hombre menguante’, ‘La casa infernal’, ‘En algún lugar del tiempo’, ‘Más allá de los sueños’ o ‘El último escalón’, entre muchas otras, configuraron el estilo de un escritor privilegiado a la hora de describir un terror que, paradójicamente, provenía desde la ignorancia, del miedo a lo desconocido o lo fragmentario. Matehson expuso a través de sus historias verdades universales que derivaban hacia otros planos de existencia distorsionados por su genialidad.
En su carrera como guionista destacó, por encima de otros trabajos, sus libretos para la serie de terror de Rod Serling ‘La dimensión desconocida (The Twilight Zone)’, así como su colaboración en guiones para Roger Corman en ‘La Casa de Usher’, ‘El Péndulo de la Muerte’ y ‘El Cuervo’. Su filmografía transcurría con cintas de género como ‘El amo del mundo’, de William Witney, adaptando a Julio Verne o ‘La Novia del Diablo’, de Terence Fisher, suscribiendo su filia por la vertiente más clásica del género. Sin embargo, sería el debut de Steven Spielberg como largometrajista, con ‘El diablo sobre ruedas’, donde destaparía de nuevo su faceta de creador impredecible, con un agobiante viaje a la psique de un personaje atosigado por un camionero sin rostro. Otros trabajos como ‘En algún lugar del tiempo’ o el guión de ‘Tiburón 3’ desdibujaron la faceta como guionista que tuvo sus repercusiones en el abordaje de la comedia, con ‘Un tiro por la culata’, de Bob Clark. El sentido del humor soterrado es otro de los elementos básicos para estudiar la obra de Matheson. De ahí, que no sorprenda que ‘Padre de Familia’ basara en uno de sus cuentos ‘The Speldid Source’ en un episodio de la serie televisiva.
En este último medio, además de la adaptación de ‘Las Crónicas Marcianas’, de su congénere Ray Bradbury, fueron profusas adaptaciones de sus relatos y obras sin llegar a lograr esa correspondencia identificativa con sus textos, desde ‘Night Gallery’, ‘Cuentos asombrosos’ o la más reciente ‘Masters of Horror’, que no consiguieron ese estremecimiento sin contemplaciones obtenidas por la clásica ‘Twilight zone’, donde junto a Charles Beaumont, bordó su persistente y sugestivo propósito de introducir a una persona corriente en un submundo de caos intrínseco acosado por lo desconocido. Menos suerte, si cabe, tuvo con las adaptaciones cinematográficas de su obra, abanderadas por esas versiones de su relato más célebre; ‘El último hombre... vivo’, de Boris Sagal o la más reciente ‘Soy leyenda’, de Francis Lawrence. La primera, abogando por un relato moralizante que no se corresponde con el original y el segundo desperdiciando un interesante punto de partida que rehusó la mejor parte de la novela para centrarse en el vacuo espectáculo de bichos digitalizados. ‘Más Allá de los Sueños’, ‘El último escalón’ o ‘Acero puro’ han sido otros conatos sin éxito de Hollywood por absorber el talento de Matheson. Tal vez sea ‘La caja’, donde Richard Kelly lograra acercarse a los condicionamientos conspiratorios y opacidad moral de ese inconsciente colectivo del sueño americano transformado en pesadilla.
De cualquier modo, la obra de Matheson sigue creciendo en interés con el paso del tiempo, aportando esa diferenciación donde el estilo muy “visual” se moldea a través de sus estructuras adictivas, de sus diálogos cercanos, atendiendo a los comportamientos y unas descripciones con destreza de mover al lector al desequilibrio interior mediante sus líneas. Se va, por tanto, un mito, uno de los mejores autores literario que ejerció a través de sus textos como un cirujano que luchó contra el inconformismo ante las soberanías silenciosas que se esconden en cualquier faceta de nuestra realidad.

viernes, 21 de junio de 2013

Finales NBA 2013: 'Back to back' para Miami, segundo anillo de LeBron

San Antonio perdió la final de la NBA 2013, no por restar méritos a la portentosa exhibición física de Miami, si no porque los hombres de Gregg Popovich tuvieron la gloria en el sexto partido, cuando vencían por cinco puntos a falta de veintiocho segundos y fallaron los dos tiros libres que hubieran supuesto su quinto título en la historia. Tendría incluso otra oportunidad más para enmendarlo. No fue así. En un deporte como el baloncesto cualquier error puede revertir en tu contra y pagarlo muy caro. Eso es precisamente lo que le pasó a los Spurs. Miami aprovechó sus incorrecciones en momentos puntuales en los dos últimos partidos y provocó que la balanza se inclinase para el equipo que menos fallos cometió, aunque el nivel de fortuna estuviera presente en cada uno de los encuentros de una final hiperbólica en cuanto a emoción se refiere.
Ha sido una final de contrastes absolutos, donde la ostentación individual se ha impuesto al factor colectivo y las modas actuales han dilapidado el romanticismo de lo clásico. La clave ha estado en los dos últimos choques, partidos que hubieran dado el campeonato si no hubiesen venido marcados por los errores en el conjunto de San Antonio. De este último séptimo partido, Danny Green, el hombre de los triples, recordará por siempre que necesitó nueve lanzamientos para convertir su primera canasta o ese fallo del veterano Tim Duncan de cara al aro que derrumbó el sueño y que le perseguirá a lo largo de su vida. Mejor no hablar de la actuación de Manu Ginobili en esta final. Desastrosa aportación, imperiosa necesidad de recapacitar sobre su continuidad en la competición. Lo hizo todo mal, mientras en los minutos fundamentales, Tony Parker, tocado por las lesiones, miraba desde el banquillo cómo de desmoronaban las ilusiones por una victoria muy complicada. En el sexto, el triple de Ray Allen pesará sobre el recuerdo, así como en la reactivación unipersonal de LeBron James cuando ha sido necesario, la aparición de la virgen a Wade en el séptimo encuentro o la milagrosa resurrección de un Shane Battier que destrozó a base de triples la canasta rival en los instantes en que San Antonio se iba acercando en el marcador.
Ese mencionado contraste tiene su atroz visión en la imagen del rostro cabizbajo de un Duncan hundido, que no sabía lo que era perder una final y consciente de que era su última oportunidad para lograr la gesta, enfrentado al de LeBron, exultante y arrogantemente señorial, como viene siendo usual en el 6 de los Heat, recitando ese discurso escrito por el gabinete de imagen que ha creado para mostrar esa falsa honestidad con el objetivo de una cercanía a un público que sigue manteniendo la dicotomía de los que le adoran y los que le odian profundamente: “No me importa lo que digan de mí, soy LeBron James, de Akron, Ohio. Y ni siquiera tendría que estar aquí”, fue su sentencia.
El equipo de Spoelstra mantiene su cetro pese a no haber sido un camino de rosas como el pasado año, con su ideología de hombres llegados por vía agencia libre, que han recalado en un club al que le ha costado más de lo necesario el hecho de haber invertido cantidades astronómicas para lograr estos anillos. Todo eso ya no importa. Habían logrado el triunfo, el ansiado ‘back to back’ que supone la consecución de obtener dos campeonatos consecutivos. Máxime, cuando las estadísticas marcaron un punto de no retorno (cuando la serie se ponía 3-2 en contra) con el favoritismo para los del Álamo. Los Spurs se han mostrado como un rival férreo, que apagó su estrella de candidato en la recta final, pero mostrando galones de veteranía, sin bajar los brazos jamás y haciendo gala de una enorme confianza en la victoria. Hay que reconocer, sin ningún género de dudas, que el espectador ha podido disfrutar de una de las mejores series finales de los últimos años, motivada, en gran medida, por el juego de fuerza de dos franquicias que llegaron al último minuto de la temporada abriendo un mundo de posibilidades y sin saber quien ganaría el anillo 2013. Sin embargo, ahí estaba LeBron, el hombre que marca la diferencia. La fina línea entre vencedores y vendidos jamás fue tan exigua.
Hay que reverenciar, por tanto, la figura de James, o mejor, de “The King”, como le gusta autodefinirse. Ahora mismo, se quiera o no, prevalece en la mejor liga de baloncesto del mundo. Y sin él, Miami no habría conseguido pasar ni a las finales. No importa que le llamen individualista, porque cierto es que ha moderado su protagonismo y aporta en todas las facetas una labor esencial. Tampoco que proteste en contra de compañeros cuando le otorgan el trofeo de mejor defensor del año a Marc Gasol argumentando que “el ganador de este trofeo debe ser más completo” (obviamente, refiriéndose a sí mismo), ni mucho menos que se haya convertido en el rey del ‘flopping’, actuando para exagerar o fingir faltas personales. Lebron está más allá de todo eso. Está convencido de ser el nuevo Michael Jordan y este es su reinado, su momento. Nadie puede hacerle sombra. Es el mejor. Veremos hasta cuándo dura.

jueves, 20 de junio de 2013

El repentino adiós de James Gandolfini

Cuando Bobby Baccalieri (Steve R. Schirripa) habla con Tony Soprano sobre lo inesperado de la muerte en un contexto de mafia y desconfianza le advierte con algo así como “probablemente no oirás nada cuando suceda”. Este era uno de los puntos concretos que marcaban las múltiples teorías del capítulo final de ‘Los Soprano’. Y muy probablemente esa misma concepción de la muerte silente e inesperada siempre presente dentro de la serie puede ser categórica a la hora de asumir la prematura muerte de James Gandolfini. Apenas superada la cincuentena, el intérprete ha fallecido de un ataque al corazón en Roma, cuando se había desplazado a la capital italiana para asistir como invitado al Festival de Cine de Taormina. Su identificable fisonomía de rudeza casi insultante, su oronda figura y ese eterno gesto de antihéroe pícaro le convirtieron en seguida en un rostro reconocible dentro de Hollywood, donde comenzó a escalar con secundarios inapreciables hasta ir fraguando una carrera comercial gracias a títulos como ‘Amor a quemarropa’ (inolvidable el violento cara a cara con Patricia Arquette), ‘Marea a roja’, ‘Cómo conquistar Hollywood’, ‘Coacción a un jurado’ o bajo las órdenes de Álex de la Iglesia en su aventura mexicana ‘Perdita Durango’.
Antes de actor, ejerció de camarero, guardia de seguridad y gerente de un ‘night club’. Sin embargo, su fama, el rol que confirió a Gandolfini su estrella incandescente recayó en el citado Tony Soprano, el mafioso padre de familia infiel asolado por incógnitas y traumas psicológicos que iban más allá de la aceptación inmoral de su figura entre toda la fauna de gángsteres italoamericanos que le rodeaban, ganándose el corazón de la audiencia y el aplauso unánime de la crítica a lo largo de seis temporadas que se erigieron durante una década como un clásico sin oposición. La serie creada por David Chase supuso no sólo la revolución de calidad televisiva que continúa su proceso en la actualidad gracias a ella, sino que pasó a convertirse en una obra imprescindible dentro la cultura americana. Un clásico que pervivirá por siempre jamás como una de las mejores series de la televisión norteamericana.
A partir de entonces, con tres premios Emmy y un Globo de Oro al mejor actor gracias a ‘Los Soprano’, Gandolfini pasó a otra división en la que siguió fomentando esa apariencia bruta, con método eficaz y natural cuando se trataba de incorporar nuevos retos interpretativos en los que su astucia y carácter imprimieron un sello de identidad incuestionable. ‘Asesinato en 8mm.’, ‘The Mexican’, ‘Corazones solitarios’, ‘Romance & Cigarettes’, ‘In the Loop’, ‘Asalto al tren Pelham 1 2 3’, la voz del monstruo Carol en ‘Donde viven los monstruos’, ‘Welcome to the Rileys’ o más recientemente ‘Mátalos suavemente’ y ‘La noche más oscura’ han dejado el legado de ese imponente contorno grueso de un actor que nunca perdió la radiación de humanidad y sentido del humor que transmitía, aunque fuera conocida su aversión a las entrevistas y sus ocasionales encontronazos con admiradores que dejaron ver su faceta menos amable. Su regreso a la pequeña pantalla se producía hace poco menos de un año, también en los márgenes de la HBO, que produjo ‘Criminal Justice’, adaptación del drama homónimo para la BBC británica. En ella, daba vida a un abogado penalista que defendía a un joven acusado de asesinato tras levantarse con una mujer salvajemente apuñalada tras una noche de juerga.
La imagen de Gandolfini siempre quedará como la de un tipo tosco y duro, que atisbaba en su mirada cierto grado de vulnerabilidad y tristeza, cultivado en la compleja capacidad de transformar a cualquier cabrón sin alma en un hombre cercano y cómplice con el espectador, simplemente con esa secuaz sonrisa y un gesto afable. Ése era Gandolfini. Uno de los nuestros. Un hombre al que le gustaba vivir la vida. Un gran actor al que le quedaban grandes retos y personajes por llevar a cabo. Tras conocer la noticia su muerte, hemos sentido un desapacible ‘smash up’, como la sensación de ese repentino y prorrogado fundido a negro del magistral capítulo final de ‘Los Soprano’ que dejó paso a un lapso de confusión y sensación de injusticia a medio mundo. Muy similar al impacto de la muerte del hombre que personificó a uno de los iconos más inmortales de la historia catódica.

martes, 18 de junio de 2013

Unión Deportiva Salamanca: Crónica de una muerte anunciada

Ya es oficial. La Unión Deportiva Salamanca, un histórico del fútbol nacional con noventa años a sus espaldas, ha desaparecido. Tras la no comparecencia de ningún representante del Banco Popular en la reunión que debía producirse entre el juez encargado del concurso de acreedores de la entidad deportiva y los administradores concursales ha dado como consecuencia la activación de la liquidación de la UDS y la consiguiente subasta de los bienes del club. Desde hace varios meses, el club charro venía arrastrando una incertidumbre sobre su futuro que hacía prever este fatal desenlace. Juan José Hidalgo, que durante su gestión como presidente ya exhibió su negligencia a favor de sus intereses por encima de los del equipo, llegó como gran accionista con la promesa de salvaguardar la supervivencia de la UDS y solventar el impago a los jugadores. Ni una cosa ni otra. Se ha limitado a esperar su agonía como un buitre, con una idea  refundacionista de una nueva entidad comprando los derechos deportivos del actual club, dilapidando con ello una longeva historia y las ilusiones y esperanzas de una afición traicionada y vendida a un postor que no sólo no se ha hecho cargo de los gastos de esta temporada, si no que se atreve a proferir oprobios como que “Salamanca se merece un buen equipo en el futuro y no un equipo de mierda”, refiriéndose a este equipo de toda la vida. Es su forma de lavarse las manos y dejar destruir un club doliente para poder comprar sin deudas, provocadas en parte, por su mandato hace un par de décadas. Los tiempos de crisis evidencian que muchas gestiones, independientemente referidas al deporte o no, han enriquecido a unos cuantos que se han servido de su posición de poder para absorber como sanguijuelas la entidad moral y física de aquello que han infectado con su corrupción y supercherías infames. El presidente de Globalia, Hidalgo y sus sucesores son buen ejemplo de ello. La deuda de veinte millones de euros engendrada por el club viene de lejos. Y parece que no existen responsables de esta muerte anunciada. Son los principios de un fútbol moderno que no entiende de sentimientos ni valores. Mientras equipos de primera deben cantidades que rozan lo absurdo, a equipos pequeños se les devasta por la haraganería de los de siempre.
Los unionistas, gente muy cercana a los colores y al escudo de esta ciudad, lloran con rabia la disipación de un sueño que permaneció doce temporadas en primera, que logró gestas y decepciones tan míticas que serán imposibles de borrar desde su fundación en 1923, que vivió en el 73 su primer ascenso a la élite y disfrutó en aquélla década sus mejores años. Pocos podrán olvidar otro ascenso a Primera, el que se produjo en la temporada 94/95 de la mano de Juanma Lillo (que había logrado el ascenso a segunda la anterior), cuando en la promoción los charros cayeron en casa por 0-2 ante el Albacete para, en una gesta histórica, lograran en la prórroga aquel 0-5 que devolvió a la máxima competición al equipo y sacó a la gente a miles de personas por las calles de la ciudad a celebrarlo. En las temporadas siguientes fraguaron algunas de las goleadas más recordadas contra equipos grandes como el Barcelona, Valencia o Atlético de Madrid. Sin embargo, con el fin de siglo, la UDS cayó a categorías inferiores, subiendo y bajando de Segunda a Segunda B, donde permanecía. La impotencia de los aficionados refleja perfectamente la actual situación de los tiempos que vivimos, en los que ni siquiera el escapismo del pueblo, el fútbol, permite evadirse de los muchos problemas que asolan esta ciudad y, por extensión, a este país en ruinas.
Cualquier amago de equipo refundado no será representativo del fútbol local. La unanimidad en esto es categórica entre los seguidores. Se acabaron las tardes de la brisa, la emoción en el Helmántico, los corazones no latirán por su equipo si mete gol, porque la Unión Deportiva Salamanca ha muerto y con ella el aliento de una afición que siempre ha sido ejemplar. Es una pena. Es la realidad de este mundo futbolístico cada día más nauseabundo.
Por hoy y por siempre: ¡¡HALA UNIÓN!!

jueves, 13 de junio de 2013

El delirante cine de Minoru Kawasaki

En 2004, surgió en Japón una película que franqueaba todos los límites de la lógica con la intuición de un cineasta que venía asumiendo el rol de director contracorriente dentro del vasto universo fílmico japonés con una carrera trufada por títulos insólitos: Su nombre: Minoru Kawasaki. ‘The Calamari Wrestler (Ika resuraa)’ narraba, como una esperpéntica confluencia entre el ‘kaiju eiga’ y el género deportivo de lucha, la inclasificable historia de de luchador profesional que, tras de desarrollar una enfermedad terminal, se transforma en un calamar, viéndose obligado a recuperar su antigua vida dentro y fuera de los rings. A pesar de lo inaudito de la trama, de su incoherencia dramática, la cinta lograba ser una crítica con toques de humor y cierta profundidad deliberada que apuntaba a la situación de Japón y sus valores tradicionales puestos en tela de juicio debido a la crisis económica y de cómo el individualismo altera de transformación social y cultural de modo peligroso. La fórmula funcionó bastante bien en su país. Tanto, que incluso se exportó de forma internacional, por lo que era inevitable que esta estrambótica argucia se repitiera con alguna que otra variación.
Imaginemos las conversaciones de los ‘brainstormings’ sobre nuevos proyectos. “Oye… ¿y un koala ejecutivo que viste trajes caros cuyo jefe es un conejo y que es sospechoso del asesinato de su novia?” “¡Podemos incluir a un amigo que tiene una tienda y puede ser una rana!”. Por supuesto, ‘Executive koala (Koara kachô)’ es una realidad. “¿Y qué tal una parodia del género policial de los 70 con un trasfondo de terrorismo y uranio seguido por un detective que lanza su propio peluquín como proyectil letal?”. Gran idea. Y más si entre su reparto está la sugerente Nakagawa Shoko. El resultado es otra película de culto llamada ‘Zura Deka (The rug cop)’. Pero aún hay más… “¿Qué tal un cangrejo que juega como portero de fútbol?”, debieron pensar. ‘Kani goalkeeper (Kani gôrukîpâ)’ es la respuesta. Kani es un cangrejo que sufre todo tipo de ‘bulling’ por sus compañeros y gente que le aborrece como un ser despreciable debido a su aspecto. Sin embargo, gracia a Shin’ichi, convertido en valedor y amigo de Kani, aprenderá a hablar y a vivir una vida de fútbol bajo palos y el esfuerzo por salir adelante con la ayuda de su amigo y una novia que aprende a aceptar su naturaleza subacuática. La heterogeneidad como barrera con el objetivo de ser normal en un mundo de dificultades. Para colmo de interés, la cinta cuenta con Aya Koizumi (echadle un ojo en las imágenes del buscador Google), una estrella del porno japonés que le otorga más poder de fascinación a una cinta totalmente enloquecida.
Minoru Kawasaki es un autor de culto que autofinancia parte de sus éxitos con una capacidad para la parodia que cuestiona todo método argumental posible mediante la satirización de las convenciones de los géneros, sin dejar pasar la oportunidad en ninguna de ellas de atizar con humor surrealista los defectos de la sociedad japonesa y salpicar sus trabajos con la presencia de bellas actrices, modelos y estrella del cine sicalíptico y parcialmente pixelado. Entre sus obras también figuran los clásicos del cine bizarro ‘Maboroshi panty vs. Henchin pokoider’, basado en trabajos de Go Nagai, ‘The World Sinks Except Japan’, donde Japón es único país del planeta que ha logrado evitar ser devastada por un desastre natural sin precedentes y que ve cómo se llena de inmigrantes foráneos con la intención de integrarse en la sociedad japonesa o ‘The Monster X Strikes Back: Attack the G8 Summit’, otra paródica réplica a las ‘kaiju eiga’ clásicas. Un cineasta que se antoja imprescindible.