miércoles, 15 de mayo de 2013

Han cerrado el EKU-Steine, uno de los bares más especiales de mi vida

A lo largo de nuestra vida, existen locales de ocio y de hostelería que marcan nuestro ir y venir, nuestros ratos libres, salpicados de instantes especiales, de recuerdos colectivos, de unión y complacencia. Lugares a los que regresar sabiendo que en ellos estás como en tu casa. Me refiero, cómo no, a los bares que marcan una vida. A principios de los 90 comenzamos a acudir al bar Steine, que poco después pasó a llamarse EKU y compartir binomio para los habituales clientes. Pues bien, a principios de esta misma semana, este mítico bar ha cerrado dejando en el camino una extraña sensación de tristeza. En Salamanca, cada vez quedan menos lugares reconocibles que han sobrevivido al paso del tiempo y a la crisis, cediendo a manos de multinacionales o abandonando locales vacíos que han colgado el fúnebre cartel de “cerrado”.
El EKU o Steine (como yo siempre he preferido llamarlo) pasa a engrosar esta triste lista, con lo que desaparece uno de los iconos de calidad de Garrido. Un bar memorable que aglutina recuerdos y amistades forjadas entre sus cuatro paredes. En todos estos años, Edu y Miguel compartieron con sus clientes mucho más que charlas y cervezas, que deliciosos menús y pinchos con los comensales que acudieron allí buscando la tranquilidad de un bar ejemplar, mucho más que partidos de fútbol, que celebraciones varias o que alegrías comunes. Edu y Miguel pasaron a ser dos amigos más. Y eso es muy difícil encontrar a día de hoy.
Nosotros empezamos a ir a Steine con la impresión de que allí teníamos un punto al que volver, que ofrecía buenos precios, buen ambiente, buena comida y, sobre todo, la alternativa de cervezas de importación que en el barrio era difícil de conseguir hasta ese momento. Su decoración de taberna irlandesa y su entorno de bienestar le hicieron ideal para repetir con gran querencia. Es lo que tenía este bar, ésa particular sensación de sentido de pertenencia, de complicidad grupal.
Si bien es cierto que últimamente acudía muy poco, como tampoco voy al cine o me puedo permitir otros muchos lujos por exigencias de la pobreza a la que sucumben los pasatiempos y que apaga la diversión, hubo una época más boyante en la que podía ir hasta cinco o seis veces por semana. Una época de felicidad y bienestar que jamás podré olvidar. Y el Steine, el EKU, forma parte de ella, porque ha sido como un hogar para mí y sus clientes como una familia con la que conversar, con la que beber o compartir penas y participar de ese contexto de cordialidad abierta. Con la marcha de Edu y el cierre del bar, desaparece de Garrido toda una institución a la que echaremos de menos con nostalgia. Y con ello, todo lo anteriormente expuesto.
Una lástima que todo sea así, pero la vida sigue y hay que aceptarla tal y como venga. Al menos nos sigue quedando el mítico Bar Gema, cuyo espacio adquirió Miguel recientemente para emprender una aventura en solitario y que comparte todas sus virtudes y clientela con el EKU. Eso que no se pierda bajo ningún concepto. Pero ya nunca será lo mismo, porque no podremos hacer la doble ronda de saludar a aquellos dos amigos que abrieron uno de los bares más importantes de mi vida. Echaré mucho de menos las jarrotas de litro y medio con el logotipo de Grölch en las que me servían la cerveza, las partidas de dardos, los pinchos, los platos combinados, pero sobre todo echaré de menos el contexto, el bar en sí y todo lo que allí he vivido. Son días tristes. Y hablo incrementando la sensación a una época, a un lapso de tiempo, que parece no tener fin.
Como conclusión, si lees esto alguna vez, amigo Edu, muchísima suerte de corazón con todo a partir de este instante y, sobre todo, muchísimas gracias por haber hecho junto a Miguel que el EKU prevalezca siempre en nuestra memoria con un cariño fuera de lo común.

lunes, 13 de mayo de 2013

Steven Soderbergh y el estado del arte

“…El arte es contar historias y tenemos que narrarlas para transmitir una cierta cantidad de ideas e información y tratar de dar sentido a todo este caos. A veces, cuando se logra que una historia sea convincente por parte de un buen artista, casi se puede lograr ese factor que es imposible, capaz de entrar en la conciencia del ser humano, literalmente, haciendo que se vea el mundo como ellos lo ven. Entonces, si se tiene una muy buena obra de arte y un muy buen artista, se altera de alguna manera, logrando una experiencia transformadora. Y en el momento en se aprecia una obra de arte, deja de estar solo para conectarse con las artes...”


“…El arte es también de la resolución de problemas y es obvio, por lo que vemos en las noticias, que tenemos bastantes problemas con la solución de más problemas. Según mi experiencia, el principal obstáculo para la resolución de los problemas es una ideología enraizada. La gran ventaja de hacer una película o una obra de arte es aquello que no entra en juego. Todas las ideas están sobre la mesa. Todas las ideas y todo lo que está abierto al debate, y es lo que hace que todo el mundo triunfe al entregarse a la exposición de que eso debe ser así. El arte, en mi opinión, es un modelo de solución de problemas muy elegante. Y es cuando llegamos al meollo de la diatriba, al estado del cine. En primer lugar… ¿existe una diferencia entre el cine y las películas? Sí. Si yo estuviera en el equipo de los Estados Unidos, diría “joder, sí”. Y la forma más sencilla en que puedo describirlo es que una película es algo que se ve y el cine es algo que se hace…”.
Steven Soderbergh

sábado, 11 de mayo de 2013

El pincho de merluza de Robinson a LeBron

Ayer me volví a tragar el partido de playoffs Chicago-Miami. Soy gran seguidor de los Bulls y cuando tengo oportunidad, trasnocho con la esperanza de que los de Tom Thibodeau lleguen a buen puerto, en este caso, dando guerra al colosal equipo de los LeBrones de Miami. Ganaron, como era lógico, éstos últimos. Para eso son los actuales campeones de la NBA y parten como favoritos en cualquier quiniela para renovar ese puesto de privilegio. Se llevaron el triunfo de este tercer partido de las semifinales de conferencia por 104-94, no sin cierta injusticia y con alguna que otra ayuda arbitral en faltas clave durante momentos decisivos. Los de Chicago anularon a LeBron y a Wade durante los tres primeros cuartos. No obstante, Miami supo definir muy bien en último periodo (con un Norris Cole muy inspirado). Y eso, les dio la victoria. Sin embargo, todo aficionado quedó deslumbrado con un momento espectacular. De esos que serán recordados durante un largo periodo. El instante mágico se produjo cuando Nate Robinson, base de 1’75 m. y auténtico valedor de estos Bulls a medio gas, le puso un monumental PINCHO DE MERLUZA al mejor jugador del mundo. Anteriormente había logrado similar hazaña contra jugadores de poste como Shaquille O’Neal, Yao Ming o Dwight Howard. Cuando los Heat recuperaron en balón en un contraataque fácil, la estrella se dispuso a entrar a canasta sin esperar que el estratosférico salto de Robinson frustrara sus intenciones. Un tapón antológico, de cierto cariz humillante para un LeBron acostumbrado a que todo le salga bien.
Es una lástima que estos Bulls que están plantando cara con una tenacidad abrumante a los grandes campeones no tengan el concurso de su estrella total, Derrick Rose o que otros factores claves como Luol Deng y, sobre todo, Kirk Hinrich, estén también en el dique seco. Gary Washburn, reportero del Boston Globe, afirmó hace pocos días que “Miami sin Lebron, aspiraría tan sólo a un quinto o sexto puesto”. Totalmente acertada la aseveración. Chicago, por contra, con sus estrellas al máximo nivel podría aspirar al anillo. Es más que probable que Miami, con permiso de San Antonio (los Thunder también juegan a otro nivel sin Westbrook), se haga con su segundo anillo. Pero eso ya… es otra historia.

jueves, 9 de mayo de 2013

Nos ha dejado el gran Alfredo Landa

(1933-2013)
El cine español va perdiendo lentamente los emblemas que hicieron de su sello un patrimonio cultural con un vasto bagaje tantas veces venerado como denostado. Una pieza fundamental para entender la evolución e idiosincrasia del cine patrio es, sin duda alguna, el genial Alfredo Landa. El que fuera adalid de un subgénero que se denominó, con injusto tono peyorativo pero corregido por el tiempo, “landismo”, fue imagen prototípica, junto al no menos mítico Jose Luis López Vázquez, de ese españolito pequeño y miserable de la clase media baja del desarrollismo de los 60, ineludiblemente industrializado, pero con la serigrafía del cazurro inhibido, dejándose llevar por el instinto cuando una hermosa gachí extranjera se le cruzaba en el camino ¿Cuántas veces hemos visto a Landa en calzoncillos? Varias generaciones perdieron la cuenta, identificándole con ese mito simpático del cine atrevido que tuvo su apogeo destapando tapujos a finales de los 70 y principios de los 80.
Pedro Lazaga y Mariano Ozores fueron dos de los directores que supieron exprimir con dignidad esa faceta de ‘playboy’ torpe y venido a menos en películas que se beneficiaron de un discurso hipócrita y falsamente cohesionador, entre la comedia y la parodia, de las frustraciones sociales y sexuales de la España de antaño. ‘La ciudad no es para mí’, ‘Vente a Alemania, Pepe’, ‘Amor a la española’, ‘Despedida de casada’, ‘Una vez al año ser hippy no hace daño’, ‘Cateto a babor’, ‘No desearás al vecino del quinto’, ‘Manolo, la nuit’, ‘Dormir y ligar: todo es empezar’, ‘El reprimido’… y un sin fin de títulos que dan para esa extensa colección sobre este fenómeno a reivindicar. Más en estos tiempos, en los que parece que aquel reflejo satírico de nuestro país comienza a estar más actualizado que nunca con la situación que vive España.
Sin embargo, fue además de un icono representativo de esta tipología y de etiqueta, Landa siempre fue un actor solvente y digno, de una técnica asombrosa, capaz de dejar transmitir en todas aquellas cintas de comedia ligera una extravagante tensión interior que escondía algo más profundo y aciago que la ligereza con la que parecía interpretarse a él mismo. Su debut con la grandísima ‘Atraco a las tres’, de José María Forqué, orienta en sus propósitos más allá del destino al que se vio avocado, llevado por las circunstancias de una época proclive a un tipo de cine específico. Landa destacó muchas veces por interpretaciones de indudable complejidad, que le desvincularon radicalmente del ámbito desarrollista.
Una y otra vez, el menudo y entrañable actor desplegó su mérito y grandeza en cintas como ‘La niña de luto’, ‘Las verdes praderas’, ‘El Puente’, el antológico detective Areta de ‘El crack’, ‘Paco el seguro’, ‘La próxima estación’, ‘Los santos inocentes’, por la que recibió el Premio de interpretación del Festival de Cannes junto a Paco Rabal, ‘La vaquilla’, ‘Tata mía’, ‘El bosque animado’ o ‘La marrana’. Son sólo algunos de los más recordados títulos en los que el rostro actoral dejó aflorar su capacidad de crear personajes inesperados, como producto de una vocación y talento fuera de lo común. Basilio Martín Patino, Juan Antonio Bardem, Luis García Berlanga, Manuel Gutiérrez Aragón, José Luis Cuerda, Mario Camus, Antonio Mercero, José Luis Borau, José Luis Garci... pudieron dar buena cuenta de ello. El cine español pierde de nuevo a otro estandarte, a otro rostro familiar y querido, a otro icono reconocible que deja un hueco imposible de llenar.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Homenaje Ray Harryhausen

(1920-2013)
“There’s a strange quality in stop-motion photography, like in ‘King Kong,’ that adds to the fantasy. If you make things too real, sometimes you bring it down to the mundane”.
(Ray Harryhausen. 2006).
Durante sus años de instituto, allá por los años 30, Ray Harryhausen, el más reconocido animador de ‘stop-motion’ de todos los tiempos, asistía junto al célebre escritor Ray Bradbury, a una reunión semanal llamada ‘Science Fiction League’, que tenía lugar en la cafetería Clifton, en Los Angeles, donde algunos estudiantes departían sobre sus filias comunes instauradas en la ciencia ficción, los viajes a Marte, extraterrestres y lejanas galaxias. Desde siempre, Harryhausen tuvo la certeza de que su vida profesional estaría encauzada a hacia este género. Pero si había algo que al mago de los efectos especiales obsesionó fueron los dinosaurios y la época prehistórica, obsesionado con los murales de murales de Charles R Knight. Su inspiración llegó de dos títulos, ‘El mundo perdido’, de Harry O. Hoyt y ‘King Kong’, de Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper y desde entonces se convirtió, con ayuda de sus padres, en un autodidacta capaz de crear endoesqueletos de metal, que recubría con látex y algodón. Precisamente el creador del gorila gigante, Willis H. O’Brien, sería su mentor dentro de la profesión y con el que trabajó en ‘El gran gorila’.
La animación ‘stop-motion’ entendida como una alquimia fue forjando la leyenda de un preceptor de procesos e innovaciones que permitieran una mejor integración de la acción en vivo y sus monstruos y figuras animadas. Harryhausen trabajó durante su carrera por mejorar el laborioso proceso con modelos en miniatura tridimensionales captados frame a frame, con pequeños ajustes a mano para producir esa ilusión de movimiento. Trabajó con diferentes efectos fotográficos en los que combinó un proceso propio llamado ‘Dynamation’, donde se fotografiaba la miniatura en una retroproyección a través de un panel enmascarado. Lo que sería un ‘matte shot’ dentro del ‘stop motion’, logrando con ello que la criatura pareciera moverse de forma natural sobre la acción en vivo. Fue esta técnica la que definió su signatura en la imaginación colectiva de una nostálgica animación que concibe toda esa galería de animales y seres fantásticos de películas como ‘Surgió del fondo del mar’, ‘La isla misteriosa’, ‘Jason y los argonautas’, ‘Hace un millón de años’, ‘El viaje fantástico de Simbad’, ‘Simbad y el ojo del tigre’, ‘Furia de titanes’… entre tantas otras obras con ese mágico distintivo de movimientos artesanales. Harryshausen fue un talento obsesivo, capaz de diseñar más cuatrocientos bocetos para rodar que se incluía en sus escenas dentro del guión. Meticuloso y perfeccionista, en la memoria quedarán los terroríficos esqueletos armados con espadas y escudos, el pulpo gigante que destruye el emblemático Golden Gate, el monstruoso Kraken, el redosaurio que asola New York o los Cíclopes devoradores de hombres.
Hoy en día, su técnica puede haber quedado obsoleta frente a los revolucionarios efectos especiales actuales. Sin embargo, sin su labor e influencia jamás se habría llegado a este nivel que exhiben los efectos de última generación. A pesar de que Harryhausen experimentó con la tecnología 3D en los años 50, desistió en seguida porque para él, las novedades de las técnicas que no fueran artesanales suponían “otra forma de entretenimiento”. Su ideal estaba en explorar las posibilidades que ofrecía el guión, diseñando nuevas formas de sorprender a la audiencia. Reconocía que los efectos especiales que fueron imperando en Hollywood le sorprendían, pero aquéllos adelantos técnicos visuales que no pudieran adaptarse a su mitología no concernían a su estilo. El mismo que le ha convertido en un mito inmortal del celuloide.

martes, 7 de mayo de 2013

Review 'Iron Man 3 (Iron Man 3)', de Shane Black

El hombre de la máscara de hierro
La tercera (y tal vez última) parte de ‘Iron Man’ supone un deleitable espectáculo donde humor y acción se combinan para mostrar el factor humano por encima del superhéroe de la armadura.
A Shane Black parece que le han dejado hacer lo que ha venido en gana en esta nueva entrega de ‘Iron Man’, beneficiándose de una voluntaria flexibilidad dentro de un moderado respeto con los exigentes márgenes de Marvel ¿El resultado? Un empeño de albedrío pocas veces visto en una superproducción mastodóntica de este calibre, que más que ceñirse a los propósitos evolutivos del superhéroe, aquéllos que obedecen a esa tormentosa metamorfosis que provocan sus fantasmas, aboga por la indulgencia para plantear ciertos aspectos expositivos a la hora de reedificar la psicología de Tony Stark/Iron Man. No responde al revisionismo de tono protocolario con sus anteriores entregas, si no que, a golpe de ocurrencia, lo exprime y continúa con la ruptura que deja a un lado los estereotipados cuestionamientos sobre el personaje e incide en su exteriorización del superhéroe. Lo que provoca una estupenda rareza frente al último cine superheroico.
Tomando como punto de inicio ‘Extremis’, una sustancial rotación en la serie del hombre de acero provocada por Warren Ellis e ilustrada por Adi Granov, esta tercera entrega se centra en desproveer del traje metálico a Stark para ir desgranando las debilidades de un hombre que no puede dormir, inseguro, dedicado a sus armaduras para evitar pensar en otra cosa, con un temor cercano a la muerte que no fue tan analizado en sus precedentes. Y, para colmo, no puede escuchar las palabras “Nueva York” sin sufrir constantes ataques de ansiedad al recordar esa realidad que vislumbró más allá del agujero de gusano de los Chitauri en ‘Los Vengadores’. El multimillonario playboy que ejerce de filántropo debajo de la armadura necesita ser más Tony Stark y menos Iron Man, entroncando la liza entre la tecnología de altos vuelos y el factor humano. Por tanto, la cinta no se cierne a una película sobre el superhéroe, sino al hombre que va dentro. Una pugna que desfigura y subvierte los arquetipos superheroicos para deleite de todo al que se acerque desde el desprejuicio a una función tan excesiva como disfrutable. Aquí nada parece tener la transcendencia suficiente, lo que revierte positivamente al encontrar a un Tony Stark que es más Iron Man sin su reconocible armazón que con él, capaz de explotar su cinismo mejor que nunca, consciente de su vulnerabilidad desafiante, muy identificativos con la personalidad canalla de un actor que merece todos los elogios posibles como es Robert Downey Jr.. Esa difusión del rol, tan recurrente en la filmografía como guionista de Black, es el motor substancial de ‘Iron Man 3’, donde cada uno parece encontrar su verdadera vocación dentro del filme; el héroe vislumbra que su poder e inteligencia van más allá de una armadura, la frágil chica que acompaña al héroe puede ser vital a la hora de su salvación, así como el villano no es más que un científico que una vez fue humillado por Stark debido a su apariencia ‘nerd’ y su discurso de biotecnología imposible que regresa convertido en un titán sin conciencia ni límites de ambición. Muy al estilo que en ‘Los increíbles’, Pixar trasformaba al inocente Buddy Pine en el maléfico Syndrome.
Además, en ese estrato de villanía, Black y su coguionista Drew Pearce reformulan de forma brillante la figura de la Némesis malévola, expuesta como un Mago de Oz del Mal, cuyo cometido no es más que ser una imagen de terror a lo Bin Laden que trabaja para una gran corporación científica cuyos oscuros propósitos incluyen experimentar con humanos. La religión es una simple excusa para identificar el terrorismo. Sin embargo, “El Mandarín” (interpretado por el siempre acertado Ben Kingsley), lejos de representar la efigie mágica del malvado poseedor de diez anillos mágicos de los cómics, es aquí un pobre hombre manipulado, pequeño, divertido y borracho, que recita discursos atroces bajo un disfraz pagado con putas, drogas y una lancha fueraborda. Sus apariciones con momentos de narcolepsia, escatología y frases absurdas quedarán para los fastos y convocan gran parte de la esplendidez de la película. En realidad, no es más que la marioneta de un grupo de soldados manipulados genéticamente a las órdenes de aquel hombre al que el héroe despreció en el pasado, Aldrich Killian (Guy Pearce) que se une a la lógica coalición con el vicepresidente de los Estados Unidos para configuran una red de intereses a abolir.
‘Iron Man 3’ supone, ante todo, un autohomenaje del propio Black, que con sólo dos películas en su haber, tras la injustamente olvidada y magistral ‘Kiss Kiss Bang Bang’, manifiesta que es un cineasta con estilo y sello de gran personalidad. Estructurada en ‘set pieces’, en ‘Iron Man 3’ son reconocibles varias rúbricas distintivas, como la Navidad como marco de fondo, la pervivencia de una voz en off que habla directamente al espectador, los esbirros que resultan autoparódicos (uno de ellos a punto de morir a manos de Stark suelta la pistola y dice “ni siquiera me gusta trabajar aquí”) e incluso se permite un ‘revivial’ paternalista y conector con el cine de los 80, cuando el héroe conoce al pequeño Harley Keener (Ty Simpkins) en Tennessee, donde busca el motivo de esa ola de bombas calientes que vaporizan a sus víctimas que son el motor argumental que fomenta el desarrollo de la acción. Su implicación y ayuda serán primordiales para el posterior triunfo de Stark, como lo hacía Danny Madigan con Jack Slater, al que daba vida Arnold Schwarzenegger en ‘El último gran héroe’. Sin olvidar que, en un tramo del filme, cuando Stark y el coronel Rhodes coinciden en busca de Killian y Pepper, si se sustituyeran sus nombres por los de Martin Riggs y Roger Murtaugh a nadie se extrañaría que este segmento pudiera pertenecer a cualquiera de las partes de ‘Arma letal’. Los ecos a las dos primeras entregas de esta saga pionera de las ‘buddy movies’ o filmes como ‘El último boy scout’ o ‘Memoria letal’ son constantes a lo largo del metraje.
Lo más gratificante de ‘Iron Man 3’ es que sabe operar de forma ajustada con lo que el seguidor de la saga espera encontrar, vinculando sin rubor y con inteligencia humor y acción y viceversa, en un rápido y enérgico ‘tour de force’ que amalgama cine de espías, ‘cyberpunk’ y comedia romántica con derivación al melodrama en el vínculo entre Stark y Pepper Potts (deliciosamente eterna Gwyneth Paltrow). Es una lástima que el personaje de Maya Hansen esté tan desdibujado y obstaculice la labor de Rebecca Hall, que apenas aporta nada al contexto argumental. Lo que prolifera, ante cualquier defecto (que los tiene) en ‘Iron Man 3’, sigue siendo la presencia de un Robert Downey Jr. que sabe matizar cada sensación de esa vulnerabilidad post-traumática del héroe en una montaña rusa interpretativa. Un filme en el que abunda materia prima de elementos imprevisibles y picarescos, donde el humor alcanza cotas de comedia de diversas escalas, condensado con acción de máxima intensidad que apalea en su clímax a un ostentoso cúmulo de planos de ingeniería de acción y fantasía que parecen no tener límite y que contrasta, a su vez, con un desenlace melancólico y humanizador de sus personajes. Sobre todo, un Stark que renuncia al reactor ARK asumiendo que el verdadero superhéroe es el hombre y no la armadura. Finalmente, ‘Iron Man 3’ encuentra una riqueza de posibilidades lúdicas, como que toda la película emerja de un ‘flashback’ que tiene su culmen al final de los créditos finales, donde se ilustra ese guiño constante al espectador. Y es que a pesar de esas letras sobreimpresionadas que anuncian nuevas aventuras del héroe, la cinta de Black advierte que más que una venidera continuidad ilusionante estamos ante una digna conclusión de la franquicia.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2013
- Crítica ‘Iron Man’, de Jon Favreau.
- Crítica ‘Iron Man 2’, de Jon Favreau.

viernes, 3 de mayo de 2013

Figuras históricas de hoy en día

La serie ‘Secret Life Of…’ ha surgido como un proyecto de la British TV en el que varios artistas digitales han elaborado una serie de retratos actualizados de personajes históricos a los que han reconstruido a imagen de este siglo. El resultado es una galería de personalidades reconocidas que actualizadas, dentro de un entorno de modernidad, mantienen en su actualización diversos rasgos y características inalterables a los años. Aunque, por ejemplo a William Shakespeare o a María Antonieta este proceso parece haberles alterado y liberado el “yo” interior más manifiesto y revelador que no era tan ostensible en sus respectivas épocas. Enrique VIII, Horatio “Lord” Nelson e Isabel I de Inglaterra son algunos de estos curiosos reajustes.
Ahora... ¿podríamos imaginar algo así en España? ¿Qué aspecto tendrían en esta época gente como Felipe IV, Juana la Loca, el Cid o Miguel de Cervantes?
Enlace - Vía The Telegraph.

martes, 30 de abril de 2013

LIDL: El temible universo del 'hard discount'

No sé qué clase de perversa naturaleza poseen la cadena LIDL, pero vienen a ser como los supermercados del fin del mundo, aquéllos destinados a acoger en sus pasillos a la mayor cantidad de gente rara por metro cuadrado. Gente apocalíptica que vaga por las secciones de este centro con la mirada perdida, buscando el precio más barato, que te mira mal porque cree que estás invadiendo su terreno, su páramo de disimilitud comercial. Hay de todo; gente que camina con bermudas cuando en la calle el termómetro marca dígitos por debajo de cero, señores de ochenta años que se pasean del brazo de espectaculares señoritas, amas de casa amenazantes que compran varios lotes de cuchillos de oferta, orondos caballeros que gustan de las virtudes de la cerveza alemana tirada de precio y aprovechan el viaje para comprar varias unidades de salchichas de kilo, tíos de bigote rizado aficionados al bricolaje, fulanos con enormes gafas de culo de vaso oliendo comida, inexplicables matrimonios apilando comida de forma ingente… Todos ellos unificados bajo una fisonomía inaudita, a veces grotesca, rara e inquietante.
Es como si la gente más extraña de la ciudad hubiera encontrado su lugar o formaran una sociedad secreta. Las cajeras parecen auténticas acémilas campesinas húngaras deseosas de cobrar por bolsas, ajenas a la atención del cliente, mecánicos cyborgs funcionales. LIDL corrompe la idea del término supermercado. Ya no es el típico establecimiento comercial de venta al por menor en el que se expenden todo género de artículos alimenticios, bebidas, productos de limpieza, etc. LIDL es el punto de congregación de aquellas personas que viven al día en las ofertas de productos a bajo precio, que han encontrado su lugar de ocio, su comercio predilecto, el recinto donde pasar las tardes en busca de ese artículo inspirador a precio de saldo.
Obviamente, no estoy diciendo que todo aquel que compre en un LIDL se ajuste a esta estrambótica idea de supermercado como fenómeno paranormal o universo paralelo. Sin ir más lejos, yo también me acerco esporádicamente a este espacio. Y lo hago para comprar, única y exclusivamente, agua. Reconozco que no he encontrado otra que esté a la altura de calidad, gusto neutralizado, transparencia pura y precio económico. Cuando voy, suelo adquirir del orden de 20 garrafas de 6 litros. Es la única manera de asegurarme el líquido elemento por unas cuantas semanas y poder evitar ir periódicamente al LIDL.
Lo extraño es que con un carro entero lleno de garrafas, con ésa visión de alguien directamente sacado de la película ‘The Faculty’ acarreando tal cantidad de agua, me convierte, a los ojos de cualquiera, en otro extravagante ser de esta familia de ‘freaks’, de gente extraña y de ‘cazaofertas’. Sin quererlo, ellos te observan de otro modo en el instante en que continúas cargando el carro del mismo modo en que lo harías si una catástrofe asolara la Tierra. Las miradas de reprobación se transforman en absurda complicidad. Ya eres uno más. Has pasado a formar parte de la cofradía de la cadena de supermercados de descuento y gente insólita. Es el pago que hay que hacer por beber el agua que te gusta. Es el mundo del ‘hard discount’, el paraíso de las marcas blancas. Simplemente, otro punto de vista en el microuniverso que forman espacios como Hipercor, Mercadona, Carrefour, Día, Gadys, Alcampo o Eroski.

viernes, 26 de abril de 2013

Un capítulo sobre Vic Mackey

“Estamos ante un personaje cuya descripción podría equipararse a la de un bulldog adiestrado para atacar y morder, seguro de sí mismo, arrogante y cínico con el mundo que le rodea. Su excepcional inteligencia es su mejor cualidad, por encima del dominio físico que impone al abordar situaciones en las que tanto la sutilidad como el hostigamiento psicológico son armas afiladas en la arrolladora presencia de este detective. Su porte embrutecido, su mirada iracunda, esa sonrisa maliciosa y el cráneo afeitado no se corresponden a los atributos de ningún arquetipo televisivo de agente de la ley precedente. Vic Mackey es distinto, es especial”.
Es un minúsculo fragmento del largo trabajo que me ha tenido ocupado durante las últimas semanas, en las que he estado enfrascado en un proyecto colectivo que tendrá como consecuencia la publicación de un libro titulado, provisionalmente, ‘Los héroes están muertos (Heroísmo y villanía en la televisión del nuevo milenio)’, coordinado por J.J. Vargas y que aglutina a un buen puñado de reconocidos nombres que examinan desde múltiples perspectivas analíticas diversos personajes y series catódicas de los últimos años. Inconsecuentemente, yo estoy ahí. Cuando me ofrecieron la posibilidad de retratar a un personaje, el amigo Vargas, que me conoce bien, lo tuvo claro: tenía que ser Vic Mackey. He tenido que volver a revisar una de las series más importantes y trascendentes de la historia catódica, reencontrándome con todos sus personajes. Vivir de forma apasionada ‘The Shield’, creada por Shawn Ryan, es una experiencia que no se puede olvidar en la vida. Ahora que he acabado el trabajo, me siento huérfano de esa adicción adrenalítica que te deja una serie irrepetible. Ha sido un placer diseccionar a Mackey y ahondar en su compleja personalidad. Todo un reto. Nunca ha habido ni habrá un personaje tan poliédrico y apasionante como Vic Mackey. Por eso, me siento especialmente contento con el encargo y, porqué no, con mi aportación al libro.
Ya os iré informando, aunque esto tardará. Como todo en mi vida.

jueves, 25 de abril de 2013

Marc Gasol, jugador defensivo del año en la NBA

Los medios nacionales absorbidos por esa constante mercantilización del todopoderoso fútbol relativiza en muchas ocasiones, gestas más importantes que merecen la primera plana de las páginas deportivas por lo sacrificado e importante del hecho en sí. Me refiero al merecido premio que la NBA le ha otorgado a Marc Gasol como mejor jugador defensivo del año. Una hazaña heroica que sitúa al implacable pívot de los Memphis Grizzlies entre los grandes baluartes de la mejor liga del mundo. Hace mucho tiempo que dejó de ser “el hermano de Pau” para convertirse en uno de los jugadores más importantes de la liga. Su crecimiento tanto físico como mental ha fortalecido su capacidad de reacción, en la pugna del cuerpo a cuerpo, su inteligencia a la hora de ayudar al equipo en la custodia de la zona.
Sin ser un gran ‘blocker’, Marc sabe ejercer de líder en un equipo al que capacita con su ratio de producción de juego tanto defensiva como ofensivamente. Los menos de 90 puntos en contra de media anotados por encuentro dan una idea del potencial de este equipo que abandera un Gasol que ha ganado en confianza, en capacidad para leer el juego, en visión a la hora de ejecutar los ‘pick-and-roll’ y ayudar con una solvencia fuera de lo común. Su progresión tiene un aliciente con este merecido premio. Marc comparte desde ayer un lugar privilegiado en la historia de la NBA junto a nombres como Michael Jordan, David Robinson, Hakeem Olajuwon, Dikembe Mutombo o Ben Wallace. Todo un hito.