viernes, 14 de octubre de 2011

DIARIO DE RODAJE ‘3665’ (IV)

04 de SEPTIEMBRE de 2011: Vivir rodando
Una de las personas más importantes de este cortometraje ha sido Myrian Trujillano. Ella ha sido el elemento fundamental para que muchas de las cosas sin las que el rodaje no se hubiera producido hayan estado en su sitio. Era la primera vez que volcaba sus esfuerzos en un proyecto de este tipo, pero no la primera en ejercer las funciones de producción. Lleva muchos años currando para que otros mastodónticos designios, sin ser cinematográficos, hayan emergido de la nada. ‘3665’ pertenece mucho a Myri, porque ha puesto todo su afán de trabajo y esfuerzo en que no faltara nada. Es inigualable y admirable a partes iguales.
Comenzamos el rodaje en el mismo momento en que el sol hizo su aparición. Ese instante en que los borrachos llegan a casa con una bolsa de churros en la mano y la desesperanza de la arcada en la boca, cuando los servicios de limpieza refrescan las calles de una noche de juerga interminable y hedionda y los más madrugadores aprovechan la soledad de la calles para pasear. Emprendimos la jornada entre escaleras, persecuciones y más disparos. Un señor mayor que iba a una nave adyacente asomo por una ventana y estuvo a punto de estropear un plano. Nos preguntó que si habíamos comprado el recinto. Una pregunta bastante estúpida. Cuando le dijimos qué estábamos haciendo, nos espetó con un acento muy charro “¡Aaah! Que sois los del cine, los del artisteo”. Nunca dejará de sorprenderme mucha de la gente que vive en esta ciudad.
Todo parecía indicar que no íbamos a pasar el trance del día anterior. Qué equivocados estábamos. Cuando uno trabaja al límite, ajustando la luz natural y rodando escenas de violencia y luchas, de disparos y sangre, el tiempo se reduce a la mitad. Estoy convencido de que rodando una conversación de una pareja en una calle a mitad de la noche o a un fulano soltando un soliloquio existencial en exterior y con lluvia no tiene tanta complicación técnica que vaya más allá de la de una buena iluminación y la modulación de unas buenas interpretaciones. Aquí no. Con escenas de este tipo se une todo; tienes que estar atento a la luz, a la interpretación, pero también a ver si la gestualidad física es la adecuada, el elemento de movimientos responde a la perfección, los efectos de sangre saltan a su debido tiempo, coordinar el forcejeo para que quede creíble, hacer la vida del foquista un infierno en el que ejerce casi de coreógrafo para no perder comba. Un caos que relativiza en ocasiones los grandes problemas y amplifica los pormenores. Creíamos que estaba todo controlado, sí. Pero fue un poco más de lo mismo. Terminamos con el tiempo justo. La luz se iba por el horizonte y aún no habíamos terminado la jornada y quedaban planos fundamentales para el montaje final.
David Maes, que personifica al Rastreador número 2, jamás se había puesto delante de una cámara. Podía haber supuesto otro conflicto. Pero todo lo contrario. No importó. Alguien como él era algo que había buscado desde el principio. El personaje debía beneficiarse de esta condición de inexperiencia e inocencia, pensado como un personaje de movimientos aparentemente mecánicos, pero de inquietud y sentimientos muy humanos. Su tesón y paciencia se verán recompensados con una legendaria composición. Hizo todo lo que le dijimos, con sorprendente imperturbabilidad y profesionalidad casi doliente. Una gran persona humana, como los chavales que se unieron a última hora al equipo, llamados con urgencia por un servidor, metiéndoles en el marrón de un cortometraje del que no sabían apenas ni el título.
Álex Vega ejerció de eléctrico, pero echó una mano en otros campos, activo y diligente en acatar decisiones y anticipándose muchas veces a la orden, haciendo de su esfuerzo un reconocido trabajo al límite. Increíble lo de este chico. También Raúl Flory, sin cuya ayuda Myri no podría haber abarcado su trabajo como lo ha hecho. Ellos simbolizan el futuro de esta profesión, no importa en qué rama. Me gustaría pensar que ‘3665’ será un escalón más en sus respectivas carreras y espero que hayan aprendido algo de todo esto. Yo, al menos, sigo sorprendiéndome de lo que puede dar la gente por este tipo de trabajos no remunerados y del empeño que se pone cada minuto que transcurre. El día que acabó con alguna que otra discusión sobre la luz y el eje, ése tema tan recurrente dentro de cualquier rodaje. De repente, cuando todo parece claro las brumas de la indecisión parecen caer cuando menos te lo esperas y se produce ese instante de confusión, de duda, de imprevisible acongojo por una variación extraña, por un encuadre que no se vincula en montaje con el anterior. Ése momento fatídico en el que unos piensan una cosa y los demás la antagónica. Dos flancos que defienden su postura realzando el conflicto con el tiempo. Una sombra de un brazo apuntando con arma se contrapone con una mejora estética del mismo plano desde otra perspectiva, pero imposible para que nos lo creamos. Que sí, que no… Y no hay más cojones que rodar dos versiones. Sucede en todos los rodajes. Y es algo contra lo que siempre habrá que luchar. Pero si unen posturas y se llega a buen fin, todo sea por ese componente didáctico que conlleva este tipo de sanos enfrentamientos que, a la larga, hace ver una cooperación colectiva más unida. Al menos, así lo veo yo.
Con la incertidumbre de la noche cayendo sobre Salamanca y la necesidad de que la luz diurna aún durara un poco más finalizamos con el tiempo justo con un largo y suave ‘travelling’ que nos deja a todos la satisfacción del trabajo bien hecho. Cuando nos vamos a felicitar por ello ¡un momento! “hay una mochila en uno de los habitáculos contiguos y sale en plano”. Nos miramos como si Jack Bauer nos estuviera apuntando a la cabeza con un bazoka. Sin embargo, ahí está Jas, el mago de los efectos especiales que se apresura a decir: “eso lo quito yo con la punta del rabo”. Bueno, seguro que no dijo esto exactamente porque es un chico muy educado y agradable, pero yo lo escuché así. O al menos, así necesitaba oírlo. Es lo que tiene tener a elementos humanos tan fundamentales en un rodaje. Solventada la jornada, el relax llegó en casa en forma de pizzas, algo de cerveza y amistosos diálogos sobre el cine, la vida y la jornada del día siguiente, que sería último y definitivo de un corto que estaba a punto de llegar a su fin. Un día más y el sueño del trabajo bien hecho conformaría mi deseo: saber que tenía una nueva vida fílmica cuando uno escucha la frase: “claqueta final”.
Me quedé un rato meditando, echando la vista atrás y analizando el recorrido que me había situado en ese momento, en ése instante de euforia y fruición que es lo más parecido a la felicidad que se puede encontrar dentro de este medio. Como vivir en Obvilion. Cuando todo el mundo dormía, fue cuando mejor entró otra de esas laxativas cervezas, revisando planes y reflexionando hasta altas horas de la madrugada. Es una de las pocas formas de liberar parte de la tensión acumulada. Parecía que no quería dormir. Pero lo cierto es que me regodeaba disfrutando el instante, absorbiendo cada minuto de estos días en los que quería saborear esta vida absurda y deliciosa que supone vivir rodando.

martes, 11 de octubre de 2011

DIARIO DE RODAJE ‘3665’ (III)

03 de SEPTIEMBRE de 2011: La urgencia crea monstruos
Los sábados por la mañana uno está acostumbrado a dormir, a tener resaca, a ir de compras, de barbacoa, de turismo, de cañas… pero la satisfacción festiva se amplifica cuando uno tiene que rodar. Porque, no nos engañemos; todos los rodajes son duros y extenuantes, a veces pesadillescos, pero a la vez son como una fiesta en forma de desafío. El sábado estuvo marcado por una secuencia complicada para la cual hubo que componer una estrategia de trabajo y planificación pormenorizada. Por mucho que ésta fuera totalmente metódica, llevó un tiempo excesivo. El momento en que el Errante encuentra la clave del cortometraje en forma de caja de música se hizo eterno. Primero, con un plano master, después con una infinidad de planos en la que puede ser la secuencia mejor cubierta de la historia del cortometraje español. No montarlo bien sería imposible. Todo quedó estupendamente. Muy bien, sí. Sin embargo, se produjo un retraso de casi dos horas sobre el plan. Entre nervios, patatas fritas y refrescos variados, la mañana fue viniéndose con un cielo gris que no auguraba nada nuevo.
A primera hora vino a Mercasalamanca Néstor Gómez, un jovencísimo actor zamorano que sufrió la fría climatología y una larga sesión de maquillaje para un par de planos. A veces, la profesión actoral es así de ingrata. Interpreta a un hombre famélico, una especie de zombie enflaquecido que ha logrado sobrevivir a la Hecatombe que describe la historia y malvive en el edificio de ‘3665’ acuciado por el hambre y la desesperación. Ángel Zamanillo, el gran “Zama”, posiblemente el mejor artista de ‘make up’ y efectos de maquillaje que existe en esta ciudad y uno de los más capacitados para hacer lo quiera en este departamento fuera de aquí, bordó el aspecto desnutrido y escuálido del personaje. El problema es que el pobre Néstor tuvo que esperar como cinco horas para entrar en acción; muerto de frío, con ropa roída y sin apenas poder decir nada.
Cuando entramos con la secuencia de Famélico, íbamos con mucha demora. Algo que nos empezó a poner nerviosos, por mucha risa que me trajera yo con uno de los ayudantes de dirección, el mítico cortometrajista salmantino Javier Díez, ante la acuciante prisa del otro ayudante, el antológico Alfonso Antolín, un tío profesional hasta la médula, metódico y disciplinado, ambos chavales cordiales y afectivos. No hubo tiempo para comer apenas. Intentamos reunir fuerzas y volver a toda hostia a grabar otro segmento de suma importancia dentro del guión. Fue una tarde de rastreadores y sangre, de disparos y mucha tensión. Chema Guevara, amigo de antaño y coguionista de dos de mis largometrajes escritos, tuvo la gran responsabilidad en uno de esos planos que tienen que salir imperiosamente en una sola toma. Álvaro se empezaba a poner nervioso porque se iba la luz. Era lógico, veíamos cómo quedaba poco menos de una hora para rodar como unos ocho planos. El nudo en la garganta de la soga imaginaria que destruye un plan de trabajo se ceñía sobre nosotros, así que no podíamos dejar que esto sucediera. Había que dar lo mejor de nosotros mismos.
Después de que “Zama” volviera a lograr la proeza con sus efectos de maquillaje y Chema colaborara para que se llevara a buen puerto, todo fueron prisas y celeridad, como si alguien nos manejara en ‘Fast Forward’ desde un mando a distancia. La luz se iba y, al contrario que los vampiros, la necesitábamos para terminar la jornada. El desasosiego se podía cortar con un cuchillo y la complicidad de las miradas se había sustituido por un “puf…ya verás tú…”. Rodar acción exige mucho sacrificio. Te exprime hasta la depauperación emocional porque requiere una dureza especial y una autoexigencia que no se conoce hasta que se plantean este tipo de complejas bravatas. Y se engrandecen mucho más si son llevadas a cabo con pocos medios. A la carrera y dejando nuestra alma en cada plano. Y con alguno de ellos que se quedó en el camino por motivos de tiempo, cerramos una jornada llena de nervios y urgencias.
Una tarde de frenesí en la que no pude hacer caso a ni a mis padres, que vinieron a verme, ni a Nacho, Rafa o Feli, mis amigos de siempre, que estuvieron por allí, ni a Juan Miguel Ávila, el ínclito fotógrafo Darco TT, que también se acercó a echar un vistazo con su cámara. El hecho de que la Film Commission hubiera pasado por alto avisar a la policía local o que estos no hubieran gestionado bien la información provocó que unos agentes de incógnito, nos pidieran el permiso debido a que los vecinos de la zona habían visto mucha actividad en un lugar abandonado. “Los vecinos” ese concepto abstracto que, en la sombra, dan tanto miedo y se aburren sobremanera, teniendo que buscarse vías de escape a sus anodinas vidas a través de una ventana y sentirse parte del colectivo social llamando a la policía por el mero afán al que lleva la curiosidad. Casualmente, en ése mismo instante, no lo teníamos. Pero fue lo de menos. La complejidad del plan consumado, el trabajo bien hecho, había compensado cualquier contratiempo. Myrian llegó con el permiso mientras el amable agente que no sabía escribir ni “film” ni “commission” en un papel preguntaba sobre aspectos del rodaje. Una vez acreditados como un equipo con libertad de movimiento en aquéllas instalaciones, ya éramos dueños del sitio, de sus circunstancias y del tiempo.
‘3665’ estaba domado y nada ni nadie podría parar el vendaval de ilusión que desprendía el equipo por hacer que este proyecto saliera hacia delante de forma extraordinaria. O eso creíamos…

lunes, 10 de octubre de 2011

'La fábrica de Hits', nueva 'webserie'

“Por asociación de ideas. Cuanto más libres y locas sean, más cerca estarás del hit”. Es la definición que pone como ejemplo de lo que se avecina con ‘La fábrica de hits’, nueva ‘webserie’ creada por José Luis Baringo, Gonzalo Munilla y Juan Miguel Hdez. Nevado. La idea es tan sencilla como ardua; Poti y Gon son rastreadores de ‘hitmakers’ y potenciales innovadores que desean convertir una idea que viabilice el hecho de pegar un pelotazo, de llegar con un concepto lúcido a las grandes masas, configurar con una parida ‘freak’ o clarividente al status de ‘mainstream’. El reto es que toda esa simbología de hits que surja a lo largo de su desarrollo como serie pueda traspasar la ficción y hacerse realidad en cualquier momento.
En el episodio piloto ya dejaron claras sus aspiraciones: se busca un puñado de brillantes ‘geeks’ y ‘freakies’ de diversas disciplinas con los que aspiran a encontrar ese camino hacia el prestigio partiendo de lecciones teóricas del absurdo como búsqueda funcional del éxito. Hay que fomentar esa abstracción de pensamiento a contracorriente en la búsqueda de ese ‘hit’ que devendrá en un humor e ingenio apoyados en el desafío espiritual de obtener nuevos desafíos creativos y prácticos sobre los que orbita esta serie que se une al amplio catálogo de webseries y que dilata la producción audiovisual y la creación de contenido visual original en este nuevo modelo de audiovisual que se está destapando como el futuro de las series y que responde mucho más a la intencionalidad de rentabilizar a bajo coste con potenciales grandes ideas.
Rolando San Martín, Emilio Tomé y Remedios Gómez protagonizan esta nueva iniciativa que tendrá un nuevo capítulo cada lunes. Mikel Alvariño, Rafa Gil, Leiva, Kike Narcea y Bernardo Vázquez fueron las inefables “guest stars” en una serie a la que es muy pronto para valorar su desarrollo de la idea, se diferencia del resto tal vez por el contexto y la intención más que por la forma de otras series con reconocimiento mediático. Esperemos que vayan progresando y alcanzando sus objetivos. De momento, dejan constancia esta sana intención de innovar con ese fantástico videoclip de los 45 segundos “Me lo trago” para lo nuevo de Alamedadosoulna, un ejemplo de destreza, síntesis, velocidad y ‘freakismo’ incomensurable.
.- Página web oficial de 'LA FÁBRICA DE HITS'.

jueves, 6 de octubre de 2011

Review 'No habrá paz para los malvados', de Enrique Urbizu

¡Rock and Roll!
Enrique Urbizu compone una extraordinaria coalición de ‘western’ crepuscular y sucio y desalmado ‘noir’ con una admirable visión fílmica construida de forma personal y calculada con metodología milimétrica.
El cine de Enrique Urbizu viene caracterizado por haber definido con su talento una carrera de honestidad intachable tras las cámaras, de una madurez forjada en una filmografía en la que empezó luchando contra los elementos (después de ‘Todo por la pasta’ tuvo que filmar algún encargo de comedia poco autoral) para redirigir su estilo a un cine mucho más personal y dinámico, constantemente en busca de la disconformidad y la pureza del género que acometía. Buen ejemplo de ello son ‘Cachito’ y, sobre todo, ‘La caja 507’ y ‘La vida mancha’, magníficas cintas que certificaron la valía de un autor privilegiado, de un cineasta comprometido con un metodismo genérico que pocas veces se han visto en el cine español.
‘No habrá paz para los malvados’ no es ajena a esta cosmología de autonomía y control creativo que Urbizu, merecidamente, ha logrado. El comienzo de la película es una muestra de esa capacidad y lucidez para enfocar con imágenes una narrativa artesanal que bucea en la complejidad del género. Presenta así, con total aridez expositiva, a Santos Trinidad, un policía en estado de embriaguez que engulle cubatas generosos de ron con un chorro de Coca-Cola que acaba una mala noche en el momento y el lugar equivocados, en el puticlub Leidy’s. Por azar del destino, coincide con el encargado del local, un colombiano vinculado posiblemente a su pasado con el que mantiene una tensa conversación. La velada se salda con un triple asesinato por parte del agente. Es el detonante que sirve de excusa para ir abriendo la caja de Pandora, ya que Trinidad destapa involuntariamente una trama de colaboración entre narcotraficantes colombianos y un comando islamista seguidores del salafismo yihadista que esconde los latidos de la herida aún abierta del 11-M y el terrorismo global que se vivió en aquella aciaga fecha.
Lo que emerge del texto es una parte sumergida que va aflorando según avanzan las pesquisas de ese personaje antológico y desapaciblemente entrañable que es Trinidad, un perdedor despojado de heroísmo y moral, que simboliza los peores valores humanos que pueden caracterizar a un agente de la ley. Un policía alcohólico y desarraigado, que maniobra al margen de sus compañeros en beneficio propio y personifica una arteria antisocial e ignominiosa de la ley por la que late la grandeza de ‘No habrá paz para los malvados’. Santos Trinidad, perro de presa con placa, astuto y escurridizo, es el centro de gravedad sobre el que orbita todo el atractivo de la historia, jugándose con ello la antipatía del espectador que, en efecto antitético, acerca su querencia a este cerdo desalmado que vive de las transgresiones morales, pero que asume su condición de superviviente en un mundo de falsedades e hipocresía. A esa excelencia contribuye en su totalidad un Jose Coronado en estado de gracia, componiendo un papel complejo y arriesgado, dotando de credibilidad y proximidad el rastreo de este neurótico policía.
Mientras tanto, Urbizu y su coguionista, Michel Gaztambide, juegan a resguardar la personalidad de sus personajes principales, de los cuales poco se sabe, ni de su pasado ni de su vida privada, sutilizando además los giros, un tanto avocados en función de su final, sin hacer alardes de piruetas argumentales, dejándose llevar por la lógica de la investigación en su trama de búsqueda, donde las piezas van encajando solas, siguiendo una intención de confusión voluntaria. Interesa centrarse en el momento presente, en la rutina policiaca de un hombre amargado y oscuro cuyas motivaciones personales no van más allá de su ímpetu y fiereza para salvaguardar sus espaldas. Y ese interés va asumiendo su protagonista con el cuidado y destreza con el que se esgrimen dos facetas; la de unos diálogos veraces, sin enfatizar más allá de la verdad que rezuman las palabras que se exponen y la violencia tratada como un comportamiento, como un concepto narrativo cuyo alcance debe ser proporcionado para que obtenga su efecto dentro de la historia y aumente su carácter exegético dentro del relato para esa detonación conclusiva de contundente salvajismo. Con ello, ‘No habrá paz para los malvados’ alcanza una atmósfera insana, llena de mugre y amenaza.
Sin embargo, para ser sinceros, hay cierta arbitrariedad en el conjunto del libreto donde se echa de menos algo de carga dramática, en la que sobresale demasiada indeterminación en ciertos pasajes, en el exceso de personajes pincelados con gran facilidad. Es una película de intenciones que rehúsa de explicaciones para que el espectador vaya descifrando algunas subtramas prescritas sobre el pasado de Santos y su relación con las fuerzas especiales y su experiencia traumática en Colombia. Pero no importa, porque Urbizu se encarga de calcular milimétricamente de que todo esto quede como menoscabos menguados hasta la impercepción por una impronta artesanal a la hora de dotar de ritmo e interés a su filme. Todo bascula con excepcional engranaje y eficacia. El cineasta vasco sabe acomodar su visión fílmica y personal sobre un marco genérico reconocible como el thriller’ de componente policiaco, consciente de las posibilidades de expresión del género con algo de ascesis, de evasiva actitud y austeridad buscada, para ir dilatando la tensión con la que va descubriéndose el caso en una vertiente de investigación paralela. Nadie va a descubrir ahora la excepcional ejecución visual de este director que filma con brutalidad visceral, con un ensalzado realismo para retratar situaciones y contextos.
Urbizu contribuye con la oscuridad necesaria, llevándola al límite, en la que la disyuntiva ética se barniza con la sombría lírica de una geografía atemperada y poco vistosa, exhumando los fantasmas de la soledad y la miseria que anidan en los bajos fondos de un Madrid decadente, que alberga solitarios y miserables policías que conviven y saben encontrar lo que buscan en lugares llenos inmigración, corrupción y procacidad. De ahí, el contrapunto que supone esa segunda vía de investigación llevada a cabo por la juez Chacón (Helena Miquel), madre y esposa que pide disculpas por llegar tarde a casa y desconoce el turbio universo que investiga y Leiva (Juanjo Artero), repeinado agente de pulcritud en su vestimenta y en sus formas. Es la forma de entender un cosmos policial que se muestra inoperante, sumido en ridículas burocracias que hacen que Trinidad escarbe, como perro viejo, las corruptelas de los islamistas y la conexión con los carteles de la droga en busca de venganza mientras los demás avanzan lentamente.
‘No habrá paz para los malvados’ revela esa redención del mártir con un predecible destino fatal, que expía sus pecados con una matanza sangrienta y transforma al miserable hijo de puta en héroe accidental, dejando entrever que, en cualquier rincón, por inesperado que sea, se esconde una bomba a punto de estallar, lo simboliza la figurativa presencia del miedo en la amenaza que seguirá vigente en nuestras pequeñas vidas vulnerables sin hombres como Santos Trinidad. Supone una extraordinaria coalición de ‘western’ crepuscular y sucio y desalmado ‘noir’ que escupe con rabia en las doctrinas y tendencias idiotizantes del cine español moderno para entregar una película marginal, desprovista de mensajes moralizantes y asumiendo el riesgo de una victoria segura. La de la dignidad de un director que cree férreamente en cada plano que rueda. Un modelo a seguir. Esperemos que pronto Urbizu vuelva con más… ¡Rock and Roll!
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2011

DIARIO DE RODAJE ‘3665’ (II)

02 de SEPTIEMBRE de 2011: Recuperando el olvido
La mañana nos ofreció un día aparentemente soleado. No había estado tan atento al tiempo en las semanas precedentes como cuando veía las predicciones de Minerva Piquero durante mi adolescencia. Parece ser que iba a ser un tiempo variable, así que todo el mundo se encomendó a Saturno, sobre todo, cuando tuviéramos que rodar en exteriores. Así fue, aunque nos hubiera gustado tener algo más de luz en algunas secuencias decisivas en la resolución de las claves narrativas del corto no hizo excesivamente mal tiempo. ‘3665’ estaba a punto de comenzar y yo permanecía más atento a la suciedad creíble del vestuario de Raúl que a otra cosa. También atento porque había ocurrido un pequeño error en el plan de citaciones y algunos llegarían más tarde. No importaba, porque que estaba todo listo. Miré en ralentí, suspiré y algo incorpóreo pareció insuflarme una chispa de vida que hacía años que no sentía dentro de mí. La luz, el reflejo de la cámara en mis ojos entusiasmados llevaron a gritar esa palabra que a algunos nos da la vida eterna: “¡ACCIÓN!”. Y comenzó el juego, lleno de ímpetu y mucha más serenidad de la esperada. Todo bajo control. Nada debería salir mal. La providencia iba a ser una aliada perfecta, dejándome disfrutar de esa sensación perdida, arrinconada durante años en un cajón de mi propia conciencia, desoxidada a la vez que en la claqueta iban apareciendo escritos nuevos números y se grababan nuevos planos.
La mañana estuvo marcada por las llamadas de los medios. En principio, yo quería que el rodaje no tuviera más trascendencia de la necesaria. Necesitábamos algo de sosiego porque había mucho que rodar en poco tiempo. Aún así, Salamanca Film Commission (que gestionó los permisos para el lugar del rodaje por medio de Enrique Cantabrana) y El Corte Inglés (que, a través de Luis Barreda, hizo posible que comiéramos decentemente aportando el catering) habían enviado a todos los medios un comunicado escueto que debió correr como la pólvora, porque durante un rato mi teléfono parecía el de Justin Bieber con tanto ajetreo. Una vez solventados los protocolos mediáticos y hablando maravillas del proyecto, era hora de volver a ese sueño interrumpido. El antiguo Mercasalamanca es un sitio alucinante. Lo descubrí un día de pinchos y cañas, cuando leí su situación depauperada en un periódico local. Es entonces cuando supe que esta historia debía rodarse allí.
Furtivamente, me colé al poco tiempo en aquellas dependencias municipales con mi amigo Álvaro Ortiz. Quedé sorprendido cómo aquel lugar, otrora símbolo del ajetreo mercantil, del movimiento de transacciones diarias dentro de lonjas y puestos de todo tipo, hoy era un desierto de hormigón, donde sus enormes naves habían muerto para siempre, con un silencio sepulcral, olvidando la vida y los negocios por la mugre y el éter insano. Un lugar en el que una historia futurista es posible, debido a que da la sensación, como en el antiguo edificio de La Salle donde rodamos ‘El límite’, de que todo el mundo ha huido de una catástrofe nuclear, símbolo del abandono y la muerte de un recinto que un buen día ofreció la vida en forma de productos de primera necesidad a toda una ciudad. Este Mercasalamanca, como dice Francisco Rodríguez en ‘El norte de Castilla’ haciéndose eco del rodaje, es “una metáfora en sí mismo de las consecuencias del estallido de la burbuja inmobiliaria (hace años que debería haber sido derribado para construir una zona residencial, pero el viejo complejo permanece en ruinas expuesto al tiempo)”. No encuentro mejores palabras para definir el presente y el futuro de unas instalaciones que han pasado a formar parte de mi vida.
Tuvimos un problema con la escopeta recortada que lleva el Hombre Errante, el personaje al que da vida Raúl. Uno de los ejes del gatillo, a priori, dijo adiós. Si algún día tenéis pensado comprar algún arma o réplica en armasdecoleccion.com pensáoslo dos veces. No es buena idea, porque apenas tienen trato con el cliente y sus productos (carísimos) dejan bastante que desear. Son esos pequeños problemas que retrasan una hora el rodaje y cuando vuelves con tu arma arreglada todo el mundo parece alegrarse como si trajeras un jamón para degustarlo entre todos. El primer día transcurrió sin ningún altercado. El factor suerte y la divinidad hicieron que el plan de rodaje se cumpliera de tal manera que pudimos rodar una secuencia del día siguiente. Incluso vimos a los Rastreadores en vivo y en directo (interpretados por Chema Guevara y David Maes), los malvados soldados del futuro armados hasta los dientes que amenazan con su sola presencia. Increíble. El hecho de que sean creíbles sostenían parte de funcionalidad de la historia. Y acojonaban. Vaya que sí acojonaban. Sí, sé que esperáis alguna instantánea, pero es parte del secreto para cuando se estrene el corto.
Tantas horas fulminan la energía, por lo que el cansancio hizo mella en todos los miembros del equipo y esta vez no quedaron ganas para ese lapso de relax que siempre supone una cervecita fría. Eso sí, a mí no hay quien me quite este lujo y cuando llegué a casa preparé todo lo del día siguiente con una lata en la mano, a la vez que recibí una noticia inesperada del departamento de producción: estaba en bancarrota. Era el primer día de rodaje y no me quedaban ni tres euros en mi cuenta corriente. Lo he puesto todo en este proyecto. Y aún así, no ha sido suficiente. Afortunadamente, gente como Jairo (con el apoyo de su productora Pixel Films) y amigos eternos que creyeron en el proyecto como Asier Guerricaechevarría, Joseba Gorordo o Ángel Zamanillo “Zama”, así como mi mecenas y padre, José J. Refoyo, habían invertido sus respectivos “Bin Ladens” para que ‘3665’ siguiera su curso y no hubiera complicaciones económicas. No recordaba lo duro que era esto. Con otra cerveza entrando por el gaznate, me vi como Coppola como cuando se metió en ‘Apocalypse Now’, sumido en la ruina, sin viñedos, pero con un duro rodaje por delante ¿Por qué preocuparse? Caí rendido para dormir otras cuatro horas, las necesarias para afrontar otra jornada intensa de trabajo. La que sería la más dura que he vivido en años.

Ha muerto Steve Jobs, el hombre que cambió el mundo

1955-2011
Un gurú de la informática y la tecnología, un líder nato, un hombre inigualable con olfato para los negocios, un innovador avanzando a su tiempo, el visionario que, sentado en el garaje de su casa, creó un ordenador de uso personal que cambió el mundo. Aquella máquina llamada Macintosh 128K, lanzada el 24 de enero de 1984, y posteriormente el sistema operativo Mac OSX revolucionaron el mundo de la tecnología. Steve Jobs siempre fue un ‘geek’ que no perdía el tiempo en hacer uso de los avances comunicativos, si no que seguía trabajando en perfeccionar y conquistar nuevas metas, avanzar evolutivamente dentro de la dura competencia de los nuevos mercados y productos con su todopoderosa Apple, el coloso de la manzana. El adalid que creó un nuevo modelo de presentación, de reinterpretación de las conferencias convertidas en puro espectáculo dialéctico, será por siempre uno de los ejemplos más poderosos y mediáticos del marketing.
Jobs llegó a tocar el cielo con su desarrollo informático, con su ideología llevada por una privilegiada intuición. El hombre que compró Pixar por casi 5 millones de dólares y la vendió a Disney por 7.400 en 2006 ejemplarizó la consecución de los sueños, como expuso en aquélla antológica ceremonia de graduación en la Universidad de Stanford en 2005 durante su magistral discurso: “No perdáis nunca la fe. Tenéis que encontrar qué es lo que queréis... Así que seguid buscando hasta que lo encontréis. No os conforméis”. El mundo ha perdido una figura que logró cambiar la cultura y el pensamiento mundial en la forma de aplicar la tecnología a la vida cotidiana. Sin su fundador y guía espiritual, Apple deberá encontrar su propio camino y reinventarse. Habrá muchos más “One more thing” dentro del progreso del gigante informático. Sin embargo, ya no será lo mismo.

martes, 4 de octubre de 2011

DIARIO DE RODAJE ‘3665’ (I)

01 de SEPTIEMBRE de 2011: El día antes
Las semanas anteriores a este día fueron un auténtico despropósito para el lógico equilibrio racional y la cordura. La enajenación mental estuvo a punto, en varios instantes, de apoderarse de mí y dejarme en un estado catatónico de por vida. Hubo problemas gordos, conflictos de todo tipo, especulaciones negativas y un sinfín de contrariedades que finalmente sólo tenían un único objetivo: hacer posible que el sueño llamado ‘3665’ se materializara en un cortometraje. Por eso, que se solventara todo el entramado de producción apenas unas horas antes de rodar definen que este proyecto iba a tener que ser una realidad frente a cualquier trance o dilema, superando obstáculos y sin oportunidad de pensar en el desaliento. La búsqueda de todo el material de iluminación por los confines que van más allá de este mundo, el trípode con cabeza O’Connor de los huevos, el generador que no fluctuase y que tuviera estabilizador para evitar picos de luz, luego que si no tenemos eléctrico, que hace falta un auxiliar de dirección, que si se cae esto y lo otro y hay que buscar por donde sea nuevas alternativas… me llevaron a tomar una decisión: había que recomponerse para llevar con estoicidad tanta oscilación hacia la locura.
Supongo que todo formaba parte de un siniestro plan ideado por algún villano para que aprendiese una nueva lección vital. Pero todo tiene un ‘happy end’ en algún momento. Con una cerveza en la mano, apaciguante néctar de lúpulo, los problemas parecen componer otra de esas macabras sinfonías que suenan a instructivas nociones de enseñanza práctica. Sin duda alguna, lo peor, la pesadilla del conflicto, la pugna con los elementos, había pasado. La noche anterior la preparación del personaje de Raúl Prieto, protagonista del corto, consistió en una distendida charla en algunos bares de Van Dyck poniéndonos finos a pinchos y cervezas, extendiéndose la noche hasta altas horas de la madrugada, recordando viejas hazañas y hablando pormenorizadamente del corto y la interpretación. Un efecto que provocó una bola de nieve en lo que concierne a dormir, ese verbo que se esfuma cuando hay que rodar. De eso, todavía me acuerdo. La hiperactividad no deja apenas un lapso de tres o cuatro horas en brazos de Morfeo para rendir al máximo en estas condiciones. No importa. Todo fuera por volver a vivir esa pleamar de emociones perdidas. Los nueve años desde que rodamos ‘El límite’ no han pasado en balde. Mis niveles de nerviosismo y desorden mental, llegaron a extremos jamás alcanzados, aplacándose cuando se acercaba el momento de la verdad: la liturgia de un rodaje.
Parte del equipo llegó sobre las cinco de la tarde. Por entonces, todavía estaba cerrando el dossier de rodaje, solventados ya los flecos más determinantes. Era el momento de terminar la confección del patrón de seguimiento que fui trabajándome exhaustivamente, hasta meterme en labores propias de ayudante de dirección y de otros departamentos que poco tienen que ver con la dirección o la producción. Es lo bonito de este tipo de proyectos pequeños sobre los que tienes un control total. Es la retribución a la indolencia nerviosa, el único modo de quemar adrenalina antes de la tormenta. José Ángel Soto (Jas para los amigos), ha sido un factor determinante antes y durante el rodaje (y lo será después) y sin él esto no hubiera sido posible. Un gran amigo y un valedor que no ha cejado en el empeño de que yo volviera a rodar. Su ahínco ha sido decisivo y su trabajo de aplauso colectivo. Tampoco hubiera sido posible sin el gran Jairo Iglesias, que se embarcó en la aventura con su productora Pixel Films, trayendo consigo desde Galicia el equipo de Red One, ese fantástico invento que concibió la imagen del corto y filtró todos nuestros deseos fotográficos con la mano maestra de ese mago de luz que es Álvaro Martín Blanco, el director de fotografía, el cual llegó con una acuciante debilidad de salud provocada por problemas estomacales que fue superando como un titán y realizando una labor totalmente encomiable. Un tridente perfecto que supuso la médula espinal de todo el engranaje dentro del equipo. Una última vuelta de reconocimiento por las dependencias abandonadas de Mercasalamanca, ese entorno post-apocalíptico que apenas hubo que atrezar para imponer una visión del futuro desolador que nos esperaba. Todo correcto. El plan de rodaje estaba medido, la definición de todos y cada uno de los apartados del rodaje meticulosamente adaptados a las condiciones de lo que sería un rodaje extenuante y a contrarreloj. Eran muchos planos para pocas horas de luz. Pero lo íbamos a intentar, porque tendríamos cuatro días por delante para exprimir lo mejor de un equipo que incluso un día antes no estaba cerrado, pero que fraguó un colectivo volcado en un propósito común.
La noche se echó encima dejando un par de jarras en el Bar Francia, junto a las localizaciones del corto, siempre con la atención y simpatía de Chuchi, memorable amigo de conversación inacabable y entrañable persona. Esperamos a que Dani C. Borrás hiciera un esfuerzo fraternal para que estuvieran listos los dossieres a todo color gracias a su trabajo desinteresado en su papelería Picasso. Perfectos. Jairo, Jas, Myrian y yo dedicamos las últimas horas pre-rodaje a dar buena cuenta de una suculenta cena en la mítica Pulpería de Paco, mientras Álvaro, en constante lucha contra la tecnología, seguía enfadado con su iPhone, mientras procuraba conciliar el sueño antes de la guerra. A mí, en cambio, me quedaban algunas horas para dejar preparado todo y que nada fallase. O eso deseaba. Ejercer como productor en todos los flancos es lo que tiene; pones dinero, no duermes, ordenas todo, procuras que no falte nada y estas a mil temas a la vez. Pero, qué cojones… al día siguiente iba a realizar un sueño tan esperado que aunque me hubiera clavado una estaca en la mano no la hubiera sentido. Las palabras sonaban en mi cabeza como una melodía, como una canción de cuna: “Mañana comienza el rodaje de ‘3665’”.

lunes, 3 de octubre de 2011

Análisis PES 2012

Ya el año pasado, Konami había dejado claras sus intenciones de mejora en su producto estrella. El PES 2011 era un salto de calidad, un manifiesto intencional que exponía de un modo práctico hacia dónde debía encaminar sus pasos el simulador para ir avanzando en sus avances. PES 2012 sigue en esa regeneración progresiva, explorando las posibilidades técnicas de sus objetivos por recuperar la primacía del fútbol binario. Este PES es, de entrada, el mejor de su generación, el más completo y más jugable, despejando las dudas que despierta ante su eterno rival, el FIFA de EA Sports y que abre esa dicotomía de filias y fobias que despiertan entre los usuarios.
Sin embargo, por segundo año consecutivo, podemos concluir que el incremento de calidad del producto de la empresa asiática de Seabass convence por su paulatino esfuerzo por acercar la fiabilidad que Konami ha ido imponiendo en su titánica lucha por mantener su sello e idiosincrasia. La modalidad de ocio futbolístico que propone PES este año no va por los derroteros gráficos. En este apartado, quizá, no se ven casi novedades respecto al año anterior. O al menos no se perciben muchas mejoras visibles. El año pasado ya abordaron concienzudamente este terreno con sensibles adelantos técnicos, por lo que se ha matizado la iluminación y se han esmerado en el aspecto facial de los jugadores, en el que las estrellas de turno guardan gran parecido con sus análogos reales. En este apartado, siguen sin encontrar rival y así seguirá siendo.
Pero, más allá de eso, por lo que convence este nuevo PES 2012 es por seguir definiendo la corrección de esa rotación de 360º en el jugador, que en esta ocasión se beneficia de una IA mejorada de los jugadores, con la implantación de un sistema de pases libre y control de espacios que se nota tanto en el ataque como en la defensa. Lo más atractivo de este modelo de PES es que, como en la pasada edición, se obtiene la fluidez de movimientos y reacciones sutiles y realistas, donde la velocidad de transiciones y los giros hacen del juego una experiencia muy gratificante. El simulador de Konami ha apostado por el juego al toque, de control, imperando la lógica y dejando que el espectáculo se tenga que construir a base de bascular hacia las bandas, buscando huecos por el centro, pasando y tocando en busca del desmarque sin balón, defendiendo con coherencia o cambiando al extremo débil de forma inteligente. El control del juego parecer ser la meta primordial, lo que va a caracterizar el nuevo PES y la funcionalidad que hace que se acerque a la tentativa verídica del fútbol moderno.
Por eso, las novedades de este año vienen de la mano de dos particularidades internas como son el “Teammate”, función totalmente manual, que propone el desafío para el usuario más avanzado de controlar a un segundo jugador que puede desmarcarse, buscar espacios y arrastrar a jugadores rivales abriendo el juego del equipo y aumentando la sensación de libertad dentro del campo. Y, por otra parte, existe la opción ‘Off the ball control’, relacionada a su vez con movimientos sin balón, esta vez a balón parado, donde también podremos mover jugadores en un saque de falta, de banda o un córner para buscar la mejor opción de remate o de pase. Otra de las ventajas en progreso que nunca defraudan de PES es el estudio de la física del balón, con un esférico muy realista en sus contactos y disparos, que se mueve con naturalidad y se beneficia a su vez del acortamiento temporal que transcurre entre el movimiento y la jugada, elaborando oscilaciones estratégicas que mejoran en función de la capacidad de reacción de los jugadores.
El interfaz no ha variado, siendo exactamente igual que el del año pasado ¿Para qué cambiar si algo funciona? Es decir, que podremos hacer los movimientos de nuestro equipo en unas simbólicas pizarras de entrenamiento que facilitan el acceso y los cambios en las plantillas y el movimiento tanto táctico como estratégico, muy asequible y sencillo para el usuario. En cuanto a las modalidades de juego, se ha dado más cancha y ha estudiado a fondo su apuesta por la Liga Manager (sobre todo en su disciplina Online –punto clave de este juego-) y la característica Ser una Leyenda en este mismo apartado, que ha mejorado respecto a sus ediciones anteriores. Es una opción global que ha venido en llamar ‘Football Life’, que también se une a la clásica Champions o la novedosa Copa Libertadores, que aporta una nueva variante al reto de conocer de cerca la competición más célebre al otro lado del charco.
Otra mejora que agradecerán los fans de la saga: por fin, los penalties vuelven a recobrar sus sentido y lógica con una vista frontal y una accesibilidad de gol mucho menos compleja que en 2011. Así mismo incluye entrenamientos dinámicos con desafíos y muchas más alternativas que hacen de este PES el mejor de muchos años. Lo importante de la franquicia es que Konami sabe que cada año tiene que seguir corrigiendo errores y puliendo ese PES que va camino de ofrecer las garantías suficientes para gobernar el reino del fútbol de ocio de consolas y ordenadores. Los cambios que prometían este año se han cumplido y la renovación sigue en la trayectoria de convertirse, si no lo es ya, en la experiencia de un fútbol total en cuanto a simulador se refiere. Este PES 2012 convence con rotundidad.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Review 'El árbol de la vida (The tree of Life), de Terrence Malick

Cine transformado en arte
En su quinto filme, Terrence Malick filma su obra más personal y radical con una fábula sobre el dolor, la búsqueda del significado vida y el perdón e indaga a través de la infancia y los valores familiares en cuestiones fundamentales que van desde la creación del cosmos hasta la muerte.
¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?
¿Cuando alababan todas las estrellas del alba y se regocijaban todos los hijos de Dios?
(Job 38:4, 7)
El cine de Malick es diferente. Tanto, como su enigmática figura dentro del ‘establishment’ de Hollywood. O al menos, así lo ha venido demostrando a largo de su carrera. Cinco filmes en casi cuatro décadas como cineasta. Iconoclasta, ajeno al marasmo promocional y publicitario, esquivo y casi fantasmal con la prensa, Malick aparca su fama de misántropo para seguir urdiendo su leyenda en su particular camino por conseguir la alquimia cinematográfica. ‘El árbol de la vida’ es su último milagro, el desafío de ese constante progreso personal y artístico que se define por un universo sensorial particular que deviene en la exploración de la profundidad del lenguaje, con un cine estimulante de estructura fragmentaria.
El cine de Malick no es convencional. Su narrativa puede llegar a parecer desconcertante, justificado en elipsis e imagen confluidas con voces en Off que formulan cuestiones alejadas de lo enraizado al prototipo. Su cine es radical, alejado del relato tradicional, en los contornos de una concepción poética del relato complejo, que desentierra el arte hacia un cine de sensaciones que rehúye a la lógica, al orden, a las normas, para florecer en imágenes que provoquen en el espectador diversas interpretaciones. Su densidad abrumante no es apta para todos los públicos, provocando con ello una filtración a la accesibilidad de su filosofía discursiva, en este caso a través de una odisea temporal y transgresora que armoniza la memoria de una familia instaurada a finales de los años cincuenta, puntuada en los recuerdos infantiles de un hombre sumido en el vacío existencial y una solemne deliberación visual sobre los orígenes de la Tierra. Con estos mimbres, Malick teje su cinta más ambiciosa, más arriesgada y autobiográfica. La película con una muerte, la de uno de los hermanos de la familia O’Brien, abre con una pregunta: ¿cuál es el sentido de la pérdida de alguien contextualizado dentro de la eternidad?
Desde ese momento, se produce en el filme una fuerza retrospectiva, como un caudal caleidoscópico de imágenes sobre el origen del mundo con una concepción panteísta acerca de la pequeñez del ser humano ante toda la genealogía de la vida; la muerte y la destrucción contrapuestos a la subsistencia y la regeneración mediante los ciclos temporales, la extinción, la evolución de las especies examinados con imágenes de planetas, atmósferas galácticas, nebulosas, asteroides amenazantes, la constante lucha del Sol como eje de la vida, el agua como elemento de vida y muerte… y el germen natalicio del absoluto. En su percepción y metraje, esta bella exposición, que puede resultar innecesariamente extendida, es la lógica consecuencia de la voluntad del cineasta por elucidar la recapitulación sobre nuestra propia existencia, donde el ser humano es concebido por como parte de un Todo que a su vez sólo subsistiría como culminación de sí mismo dentro de la propia naturaleza.
Ese profundo vínculo de la naturaleza y ser humano, de su hábitat, de la evolución y creación de mitos, del existencialismo teológico, parece decirnos Malick, es como una condición ‘sine qua non’, por eso su designio para trazar el drama familiar explora el génesis, la prehistoria, ignorando lo fugaz y lo visible para sumergirse en la idea de su objetivo por transmitir el carácter atávico de la esencia humana. Con un aferramiento hipnótico por dibujar una agitación visual llevada al extremo sirve para capitular los rasgos vitales de una persona y analizarlo en conjunto con todo lo demás, la pauta para exponer la particular historia sobre el sesgo que supone el abandono de la niñez en la felicidad de un niño (Hunter McCracken) enfrentado a los condicionamientos de la vida familiar y su experiencia vital dentro de este contexto. Malick imprime con contundencia la configuración de un espíritu que le permite establecerse en un ámbito trascendental, situado más allá de los límites de los sentidos, donde inquiere en la pregunta sobre una energía vital, creadora de vida, sin afirmar ni negar la existencia divina.
‘El árbol de la vida’ es una cinta sobre el dolor y la búsqueda de la vida, pero también lo es sobre el perdón, visualizando su origen en ese dinosaurio que condona la vida de otro más débil en un momento de piedad. Observamos fragmentos de la vida de un hombre en la actualidad que, aparentemente tiene todo, pero que se cuestiona su propia existencia alejado de lo espiritual y olvidando los sentimientos que despertó su infancia, a su familia, acudiendo al dolor de aquél hermano (Laramie Eppler) al que un día envidió para recobrar su humanidad y entender su amor por él. La historia se centra así en el viaje iniciático que rehúsa de formulismos, que ahonda en las percepciones infantiles como nadie antes lo había hecho. A Malick le interesa concebir recuerdos, fragmentos de una intrahistoria, retazos inconexos de sensaciones, incluso de miedos (como esa buhardilla con una luminosa inquietante ventana) fugaces y alegóricos. Es la mirada de añoranza hacia esa familia que vive apaciblemente en una zona suburbial, a la actividad infantil de tres hermanos capitaneados por el mayor, con su perspectiva vital hacia el mundo que le rodea.
Por un lado, está la figura paterna (Brad Pitt), un hombre recto y arisco que impone la disciplina y exige la capacidad de autodefenderse, que provoca en el crío un sentimiento de culpabilidad por no poder alcanzar los requerimientos de su padre. Malick diserta en el camino sobre la estricta educación y sus consecuencias avocadas a la confusión y al sentimiento de ira y venganza más allá del amor, localizado en el otro foco incandescente y figura antagónica del padre. Se trata de esa madre etérea y pálida (Jessica Chastain), de rostro angelical, siempre custodiando el bienestar de sus tres hijos, que levanta la admiración por su intención de inculcarles que la única manera de alcanzar la felicidad es amar. Padre naturaleza y Madre divinidad dibujan dos vías; la de un drama familiar y la de un drama divino. Por eso, cuando el padre desaparece un tiempo obligado por el trabajo, los hermanos se claudican al libre albedrío, encontrando una edípica felicidad. Cuando afloran los sentimientos de celos y envidia hacia su hermano mediano, que llega a recordar a Caín y Abel y la madurez comienza a regir la conciencia de un niño que entiende la conexión con el mundo que le rodea, concebida por Malick con un volcán de sentimientos, de miradas, de gestos, de planos memorables que regalan exquisitas imágenes a la vista.
El mundo actual no parece agradar mucho a Malick. Para él, como para ese hermano mayor (Sean Penn), ya en la actualidad, sumido en la rutina de un trabajo que le consume, como un arquitecto moderno en Houston, un ‘creador’ de rascacielos que baga asolado por la tristeza en las oficinas de enormes edificios, la verdad de la existencia persiste en el pasado, fuente de respuestas donde encontrar el porqué de las expectativas y de los ideales se van consumiendo en la fárrago de una existencia en la que se cuestiona el sentido de la vida. Ése hombre comprende, desde el pasado, la frustración de un padre que se siente fracasado y que no quiere que su hijo siga su camino, el amor por su hermano y el exterminio de los celos por la protección debida o la comprensión de la tierna devoción de una madre entregada. Es la forma que tiene Malick de razonar la ineludible necesidad del ser humano por encontrar su lugar y su sentido dentro del vasto universo a través de un hombre que se cuestiona preguntas sobre la vida y la fe que atraviesa el umbral de una puerta en el desierto (que bien podría ser la propia muerte) para encontrar la redención a sus errores y terminar siendo perdonado en su intención de encontrar respuestas sobre su pasado y la clave en su autoanálisis, como esa vida que ha pasado fugazmente un instante antes de acabarse.
‘El árbol de la vida’ es la película más espiritual e íntima de Malick, dolorosamente romántica que sublima su iconografía minimalista en complicidad con el fotógrafo Emmanuel Lubezki, con imágenes simbólicas, llenas de sentimiento y visualidad a la hora de declinar la materialidad obsesiva y especular sobre la confrontación dicotómica y abstracta entre la divinidad y la naturaleza. Una obra poética capaz de hacer sentir instantes, fragmentos de vida con todo lujo de detalle, sumida en la esencialidad percibida como arte indescifrable y fascinante que magnifica la destreza como director de Malick al captar el intimismo con el que se cuestiona sobre la vida y la muerte alejado del dramatismo, moviendo geométricamente la cámara en su astuto empeño de captar estremecimientos y percepciones, abriendo nuevas vías visuales sin caer en exceso en cierta grandilocuencia y algo de deslumbramiento ensayístico, necesarios para evocar el sugerente lirismo para metaforizar la raíz del cine en el poder de la imagen con la fuerza rapsódica con acompañamiento coral y orquestal de la música de Brahms, Gorecki, Smetana, Berlioz, Couperin, Mahler y Bach y completarla con las partituras de Alexandre Desplat. Es la manera que tiene de tantear nuevas formas de ver la verdad y la belleza, en la vida o en el cine, que responde a un profundo distintivo artístico, que corrobora la idea perdida de que el cine también puede ser arte categórico.
Para Malick, la cognición del amor y del perdón viene implícito en la vida y logra de este modo que lo tradicional resulte infrecuente y la amenaza planetaria sugiera sosiego en un final de ensimismamiento ‘new age’ que desprende ínfulas sensoriales. Es cierto que, en cierto modo, sucumbe parcialmente a un artificioso término místico, abriendo la puerta al escarceo con el entendimiento divino y la abstracción llevada a entender la muerte y asumir la esperanza de un reencuentro, pero es parte fundamental para entender la comprensión de la culpa del pasado y la expiación de aquellos sentimientos arraigados a los recuerdos de una infancia. ‘El árbol de la vida’ ofrece una epifanía que responde a las palabras de Shrii Shrii Anandamurti: “cuanto más concibe y percibe el artista su parentesco con Dios, mayor elevación alcanzará su arte”, que es el atributo que define la ambición epopéyica que posee una película que tributa al espectador con dosis de cine con mayúsculas. ‘El árbol de la vida’ es una experiencia total.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2011

jueves, 29 de septiembre de 2011

La semana que viene, el diario de rodaje de '3665'

Sí, lo sé. Entre unas cosas y otras, el Abismo está cogiendo un poco de polvo. Lo tengo un poco abandonado. Lo reconozco. No es por voluntad propia. He estado trabajando, además en reordenar mi vida y organizar trabajo atrasado y hacer planes de futuro inmediato, en un pequeño absurdo textual a modo de evocación testimonial de lo que sucedió justo hace un mes en los confines de ese contexto desértico y abandonado que es el antiguo Mercasalamanca. Se trata del diario de rodaje de ‘3665’. A lo largo de la semana que viene, en exclusiva, podréis (siempre que queráis) seguir en este espacio lo que fueron cinco días bajo el influjo ‘fílmico-futurista’ de un desafío lleno de complejos retos que, pese a los familiarizados inconvenientes que se producen en todo rodaje, no fue más allá de alguna celeridad vehemente por motivos de merma fotográfica por el natural detrimento de la luz diurna. El día a día, con sus anécdotas y sucedidos que transcurrieron del 1 al 5 de septiembre en la capital charra.
Y después de todo ello, como guinda al pastel, podréis asistir, como primicia mundial, a la revelación de algunos fotogramas ‘preetalonados’ de ese corto que dilatará su postproducción unos cuantos meses antes de ver la luz.
Estad atentos.