lunes, 10 de octubre de 2011

'La fábrica de Hits', nueva 'webserie'

“Por asociación de ideas. Cuanto más libres y locas sean, más cerca estarás del hit”. Es la definición que pone como ejemplo de lo que se avecina con ‘La fábrica de hits’, nueva ‘webserie’ creada por José Luis Baringo, Gonzalo Munilla y Juan Miguel Hdez. Nevado. La idea es tan sencilla como ardua; Poti y Gon son rastreadores de ‘hitmakers’ y potenciales innovadores que desean convertir una idea que viabilice el hecho de pegar un pelotazo, de llegar con un concepto lúcido a las grandes masas, configurar con una parida ‘freak’ o clarividente al status de ‘mainstream’. El reto es que toda esa simbología de hits que surja a lo largo de su desarrollo como serie pueda traspasar la ficción y hacerse realidad en cualquier momento.
En el episodio piloto ya dejaron claras sus aspiraciones: se busca un puñado de brillantes ‘geeks’ y ‘freakies’ de diversas disciplinas con los que aspiran a encontrar ese camino hacia el prestigio partiendo de lecciones teóricas del absurdo como búsqueda funcional del éxito. Hay que fomentar esa abstracción de pensamiento a contracorriente en la búsqueda de ese ‘hit’ que devendrá en un humor e ingenio apoyados en el desafío espiritual de obtener nuevos desafíos creativos y prácticos sobre los que orbita esta serie que se une al amplio catálogo de webseries y que dilata la producción audiovisual y la creación de contenido visual original en este nuevo modelo de audiovisual que se está destapando como el futuro de las series y que responde mucho más a la intencionalidad de rentabilizar a bajo coste con potenciales grandes ideas.
Rolando San Martín, Emilio Tomé y Remedios Gómez protagonizan esta nueva iniciativa que tendrá un nuevo capítulo cada lunes. Mikel Alvariño, Rafa Gil, Leiva, Kike Narcea y Bernardo Vázquez fueron las inefables “guest stars” en una serie a la que es muy pronto para valorar su desarrollo de la idea, se diferencia del resto tal vez por el contexto y la intención más que por la forma de otras series con reconocimiento mediático. Esperemos que vayan progresando y alcanzando sus objetivos. De momento, dejan constancia esta sana intención de innovar con ese fantástico videoclip de los 45 segundos “Me lo trago” para lo nuevo de Alamedadosoulna, un ejemplo de destreza, síntesis, velocidad y ‘freakismo’ incomensurable.
.- Página web oficial de 'LA FÁBRICA DE HITS'.

jueves, 6 de octubre de 2011

Review 'No habrá paz para los malvados', de Enrique Urbizu

¡Rock and Roll!
Enrique Urbizu compone una extraordinaria coalición de ‘western’ crepuscular y sucio y desalmado ‘noir’ con una admirable visión fílmica construida de forma personal y calculada con metodología milimétrica.
El cine de Enrique Urbizu viene caracterizado por haber definido con su talento una carrera de honestidad intachable tras las cámaras, de una madurez forjada en una filmografía en la que empezó luchando contra los elementos (después de ‘Todo por la pasta’ tuvo que filmar algún encargo de comedia poco autoral) para redirigir su estilo a un cine mucho más personal y dinámico, constantemente en busca de la disconformidad y la pureza del género que acometía. Buen ejemplo de ello son ‘Cachito’ y, sobre todo, ‘La caja 507’ y ‘La vida mancha’, magníficas cintas que certificaron la valía de un autor privilegiado, de un cineasta comprometido con un metodismo genérico que pocas veces se han visto en el cine español.
‘No habrá paz para los malvados’ no es ajena a esta cosmología de autonomía y control creativo que Urbizu, merecidamente, ha logrado. El comienzo de la película es una muestra de esa capacidad y lucidez para enfocar con imágenes una narrativa artesanal que bucea en la complejidad del género. Presenta así, con total aridez expositiva, a Santos Trinidad, un policía en estado de embriaguez que engulle cubatas generosos de ron con un chorro de Coca-Cola que acaba una mala noche en el momento y el lugar equivocados, en el puticlub Leidy’s. Por azar del destino, coincide con el encargado del local, un colombiano vinculado posiblemente a su pasado con el que mantiene una tensa conversación. La velada se salda con un triple asesinato por parte del agente. Es el detonante que sirve de excusa para ir abriendo la caja de Pandora, ya que Trinidad destapa involuntariamente una trama de colaboración entre narcotraficantes colombianos y un comando islamista seguidores del salafismo yihadista que esconde los latidos de la herida aún abierta del 11-M y el terrorismo global que se vivió en aquella aciaga fecha.
Lo que emerge del texto es una parte sumergida que va aflorando según avanzan las pesquisas de ese personaje antológico y desapaciblemente entrañable que es Trinidad, un perdedor despojado de heroísmo y moral, que simboliza los peores valores humanos que pueden caracterizar a un agente de la ley. Un policía alcohólico y desarraigado, que maniobra al margen de sus compañeros en beneficio propio y personifica una arteria antisocial e ignominiosa de la ley por la que late la grandeza de ‘No habrá paz para los malvados’. Santos Trinidad, perro de presa con placa, astuto y escurridizo, es el centro de gravedad sobre el que orbita todo el atractivo de la historia, jugándose con ello la antipatía del espectador que, en efecto antitético, acerca su querencia a este cerdo desalmado que vive de las transgresiones morales, pero que asume su condición de superviviente en un mundo de falsedades e hipocresía. A esa excelencia contribuye en su totalidad un Jose Coronado en estado de gracia, componiendo un papel complejo y arriesgado, dotando de credibilidad y proximidad el rastreo de este neurótico policía.
Mientras tanto, Urbizu y su coguionista, Michel Gaztambide, juegan a resguardar la personalidad de sus personajes principales, de los cuales poco se sabe, ni de su pasado ni de su vida privada, sutilizando además los giros, un tanto avocados en función de su final, sin hacer alardes de piruetas argumentales, dejándose llevar por la lógica de la investigación en su trama de búsqueda, donde las piezas van encajando solas, siguiendo una intención de confusión voluntaria. Interesa centrarse en el momento presente, en la rutina policiaca de un hombre amargado y oscuro cuyas motivaciones personales no van más allá de su ímpetu y fiereza para salvaguardar sus espaldas. Y ese interés va asumiendo su protagonista con el cuidado y destreza con el que se esgrimen dos facetas; la de unos diálogos veraces, sin enfatizar más allá de la verdad que rezuman las palabras que se exponen y la violencia tratada como un comportamiento, como un concepto narrativo cuyo alcance debe ser proporcionado para que obtenga su efecto dentro de la historia y aumente su carácter exegético dentro del relato para esa detonación conclusiva de contundente salvajismo. Con ello, ‘No habrá paz para los malvados’ alcanza una atmósfera insana, llena de mugre y amenaza.
Sin embargo, para ser sinceros, hay cierta arbitrariedad en el conjunto del libreto donde se echa de menos algo de carga dramática, en la que sobresale demasiada indeterminación en ciertos pasajes, en el exceso de personajes pincelados con gran facilidad. Es una película de intenciones que rehúsa de explicaciones para que el espectador vaya descifrando algunas subtramas prescritas sobre el pasado de Santos y su relación con las fuerzas especiales y su experiencia traumática en Colombia. Pero no importa, porque Urbizu se encarga de calcular milimétricamente de que todo esto quede como menoscabos menguados hasta la impercepción por una impronta artesanal a la hora de dotar de ritmo e interés a su filme. Todo bascula con excepcional engranaje y eficacia. El cineasta vasco sabe acomodar su visión fílmica y personal sobre un marco genérico reconocible como el thriller’ de componente policiaco, consciente de las posibilidades de expresión del género con algo de ascesis, de evasiva actitud y austeridad buscada, para ir dilatando la tensión con la que va descubriéndose el caso en una vertiente de investigación paralela. Nadie va a descubrir ahora la excepcional ejecución visual de este director que filma con brutalidad visceral, con un ensalzado realismo para retratar situaciones y contextos.
Urbizu contribuye con la oscuridad necesaria, llevándola al límite, en la que la disyuntiva ética se barniza con la sombría lírica de una geografía atemperada y poco vistosa, exhumando los fantasmas de la soledad y la miseria que anidan en los bajos fondos de un Madrid decadente, que alberga solitarios y miserables policías que conviven y saben encontrar lo que buscan en lugares llenos inmigración, corrupción y procacidad. De ahí, el contrapunto que supone esa segunda vía de investigación llevada a cabo por la juez Chacón (Helena Miquel), madre y esposa que pide disculpas por llegar tarde a casa y desconoce el turbio universo que investiga y Leiva (Juanjo Artero), repeinado agente de pulcritud en su vestimenta y en sus formas. Es la forma de entender un cosmos policial que se muestra inoperante, sumido en ridículas burocracias que hacen que Trinidad escarbe, como perro viejo, las corruptelas de los islamistas y la conexión con los carteles de la droga en busca de venganza mientras los demás avanzan lentamente.
‘No habrá paz para los malvados’ revela esa redención del mártir con un predecible destino fatal, que expía sus pecados con una matanza sangrienta y transforma al miserable hijo de puta en héroe accidental, dejando entrever que, en cualquier rincón, por inesperado que sea, se esconde una bomba a punto de estallar, lo simboliza la figurativa presencia del miedo en la amenaza que seguirá vigente en nuestras pequeñas vidas vulnerables sin hombres como Santos Trinidad. Supone una extraordinaria coalición de ‘western’ crepuscular y sucio y desalmado ‘noir’ que escupe con rabia en las doctrinas y tendencias idiotizantes del cine español moderno para entregar una película marginal, desprovista de mensajes moralizantes y asumiendo el riesgo de una victoria segura. La de la dignidad de un director que cree férreamente en cada plano que rueda. Un modelo a seguir. Esperemos que pronto Urbizu vuelva con más… ¡Rock and Roll!
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2011

DIARIO DE RODAJE ‘3665’ (II)

02 de SEPTIEMBRE de 2011: Recuperando el olvido
La mañana nos ofreció un día aparentemente soleado. No había estado tan atento al tiempo en las semanas precedentes como cuando veía las predicciones de Minerva Piquero durante mi adolescencia. Parece ser que iba a ser un tiempo variable, así que todo el mundo se encomendó a Saturno, sobre todo, cuando tuviéramos que rodar en exteriores. Así fue, aunque nos hubiera gustado tener algo más de luz en algunas secuencias decisivas en la resolución de las claves narrativas del corto no hizo excesivamente mal tiempo. ‘3665’ estaba a punto de comenzar y yo permanecía más atento a la suciedad creíble del vestuario de Raúl que a otra cosa. También atento porque había ocurrido un pequeño error en el plan de citaciones y algunos llegarían más tarde. No importaba, porque que estaba todo listo. Miré en ralentí, suspiré y algo incorpóreo pareció insuflarme una chispa de vida que hacía años que no sentía dentro de mí. La luz, el reflejo de la cámara en mis ojos entusiasmados llevaron a gritar esa palabra que a algunos nos da la vida eterna: “¡ACCIÓN!”. Y comenzó el juego, lleno de ímpetu y mucha más serenidad de la esperada. Todo bajo control. Nada debería salir mal. La providencia iba a ser una aliada perfecta, dejándome disfrutar de esa sensación perdida, arrinconada durante años en un cajón de mi propia conciencia, desoxidada a la vez que en la claqueta iban apareciendo escritos nuevos números y se grababan nuevos planos.
La mañana estuvo marcada por las llamadas de los medios. En principio, yo quería que el rodaje no tuviera más trascendencia de la necesaria. Necesitábamos algo de sosiego porque había mucho que rodar en poco tiempo. Aún así, Salamanca Film Commission (que gestionó los permisos para el lugar del rodaje por medio de Enrique Cantabrana) y El Corte Inglés (que, a través de Luis Barreda, hizo posible que comiéramos decentemente aportando el catering) habían enviado a todos los medios un comunicado escueto que debió correr como la pólvora, porque durante un rato mi teléfono parecía el de Justin Bieber con tanto ajetreo. Una vez solventados los protocolos mediáticos y hablando maravillas del proyecto, era hora de volver a ese sueño interrumpido. El antiguo Mercasalamanca es un sitio alucinante. Lo descubrí un día de pinchos y cañas, cuando leí su situación depauperada en un periódico local. Es entonces cuando supe que esta historia debía rodarse allí.
Furtivamente, me colé al poco tiempo en aquellas dependencias municipales con mi amigo Álvaro Ortiz. Quedé sorprendido cómo aquel lugar, otrora símbolo del ajetreo mercantil, del movimiento de transacciones diarias dentro de lonjas y puestos de todo tipo, hoy era un desierto de hormigón, donde sus enormes naves habían muerto para siempre, con un silencio sepulcral, olvidando la vida y los negocios por la mugre y el éter insano. Un lugar en el que una historia futurista es posible, debido a que da la sensación, como en el antiguo edificio de La Salle donde rodamos ‘El límite’, de que todo el mundo ha huido de una catástrofe nuclear, símbolo del abandono y la muerte de un recinto que un buen día ofreció la vida en forma de productos de primera necesidad a toda una ciudad. Este Mercasalamanca, como dice Francisco Rodríguez en ‘El norte de Castilla’ haciéndose eco del rodaje, es “una metáfora en sí mismo de las consecuencias del estallido de la burbuja inmobiliaria (hace años que debería haber sido derribado para construir una zona residencial, pero el viejo complejo permanece en ruinas expuesto al tiempo)”. No encuentro mejores palabras para definir el presente y el futuro de unas instalaciones que han pasado a formar parte de mi vida.
Tuvimos un problema con la escopeta recortada que lleva el Hombre Errante, el personaje al que da vida Raúl. Uno de los ejes del gatillo, a priori, dijo adiós. Si algún día tenéis pensado comprar algún arma o réplica en armasdecoleccion.com pensáoslo dos veces. No es buena idea, porque apenas tienen trato con el cliente y sus productos (carísimos) dejan bastante que desear. Son esos pequeños problemas que retrasan una hora el rodaje y cuando vuelves con tu arma arreglada todo el mundo parece alegrarse como si trajeras un jamón para degustarlo entre todos. El primer día transcurrió sin ningún altercado. El factor suerte y la divinidad hicieron que el plan de rodaje se cumpliera de tal manera que pudimos rodar una secuencia del día siguiente. Incluso vimos a los Rastreadores en vivo y en directo (interpretados por Chema Guevara y David Maes), los malvados soldados del futuro armados hasta los dientes que amenazan con su sola presencia. Increíble. El hecho de que sean creíbles sostenían parte de funcionalidad de la historia. Y acojonaban. Vaya que sí acojonaban. Sí, sé que esperáis alguna instantánea, pero es parte del secreto para cuando se estrene el corto.
Tantas horas fulminan la energía, por lo que el cansancio hizo mella en todos los miembros del equipo y esta vez no quedaron ganas para ese lapso de relax que siempre supone una cervecita fría. Eso sí, a mí no hay quien me quite este lujo y cuando llegué a casa preparé todo lo del día siguiente con una lata en la mano, a la vez que recibí una noticia inesperada del departamento de producción: estaba en bancarrota. Era el primer día de rodaje y no me quedaban ni tres euros en mi cuenta corriente. Lo he puesto todo en este proyecto. Y aún así, no ha sido suficiente. Afortunadamente, gente como Jairo (con el apoyo de su productora Pixel Films) y amigos eternos que creyeron en el proyecto como Asier Guerricaechevarría, Joseba Gorordo o Ángel Zamanillo “Zama”, así como mi mecenas y padre, José J. Refoyo, habían invertido sus respectivos “Bin Ladens” para que ‘3665’ siguiera su curso y no hubiera complicaciones económicas. No recordaba lo duro que era esto. Con otra cerveza entrando por el gaznate, me vi como Coppola como cuando se metió en ‘Apocalypse Now’, sumido en la ruina, sin viñedos, pero con un duro rodaje por delante ¿Por qué preocuparse? Caí rendido para dormir otras cuatro horas, las necesarias para afrontar otra jornada intensa de trabajo. La que sería la más dura que he vivido en años.

Ha muerto Steve Jobs, el hombre que cambió el mundo

1955-2011
Un gurú de la informática y la tecnología, un líder nato, un hombre inigualable con olfato para los negocios, un innovador avanzando a su tiempo, el visionario que, sentado en el garaje de su casa, creó un ordenador de uso personal que cambió el mundo. Aquella máquina llamada Macintosh 128K, lanzada el 24 de enero de 1984, y posteriormente el sistema operativo Mac OSX revolucionaron el mundo de la tecnología. Steve Jobs siempre fue un ‘geek’ que no perdía el tiempo en hacer uso de los avances comunicativos, si no que seguía trabajando en perfeccionar y conquistar nuevas metas, avanzar evolutivamente dentro de la dura competencia de los nuevos mercados y productos con su todopoderosa Apple, el coloso de la manzana. El adalid que creó un nuevo modelo de presentación, de reinterpretación de las conferencias convertidas en puro espectáculo dialéctico, será por siempre uno de los ejemplos más poderosos y mediáticos del marketing.
Jobs llegó a tocar el cielo con su desarrollo informático, con su ideología llevada por una privilegiada intuición. El hombre que compró Pixar por casi 5 millones de dólares y la vendió a Disney por 7.400 en 2006 ejemplarizó la consecución de los sueños, como expuso en aquélla antológica ceremonia de graduación en la Universidad de Stanford en 2005 durante su magistral discurso: “No perdáis nunca la fe. Tenéis que encontrar qué es lo que queréis... Así que seguid buscando hasta que lo encontréis. No os conforméis”. El mundo ha perdido una figura que logró cambiar la cultura y el pensamiento mundial en la forma de aplicar la tecnología a la vida cotidiana. Sin su fundador y guía espiritual, Apple deberá encontrar su propio camino y reinventarse. Habrá muchos más “One more thing” dentro del progreso del gigante informático. Sin embargo, ya no será lo mismo.

martes, 4 de octubre de 2011

DIARIO DE RODAJE ‘3665’ (I)

01 de SEPTIEMBRE de 2011: El día antes
Las semanas anteriores a este día fueron un auténtico despropósito para el lógico equilibrio racional y la cordura. La enajenación mental estuvo a punto, en varios instantes, de apoderarse de mí y dejarme en un estado catatónico de por vida. Hubo problemas gordos, conflictos de todo tipo, especulaciones negativas y un sinfín de contrariedades que finalmente sólo tenían un único objetivo: hacer posible que el sueño llamado ‘3665’ se materializara en un cortometraje. Por eso, que se solventara todo el entramado de producción apenas unas horas antes de rodar definen que este proyecto iba a tener que ser una realidad frente a cualquier trance o dilema, superando obstáculos y sin oportunidad de pensar en el desaliento. La búsqueda de todo el material de iluminación por los confines que van más allá de este mundo, el trípode con cabeza O’Connor de los huevos, el generador que no fluctuase y que tuviera estabilizador para evitar picos de luz, luego que si no tenemos eléctrico, que hace falta un auxiliar de dirección, que si se cae esto y lo otro y hay que buscar por donde sea nuevas alternativas… me llevaron a tomar una decisión: había que recomponerse para llevar con estoicidad tanta oscilación hacia la locura.
Supongo que todo formaba parte de un siniestro plan ideado por algún villano para que aprendiese una nueva lección vital. Pero todo tiene un ‘happy end’ en algún momento. Con una cerveza en la mano, apaciguante néctar de lúpulo, los problemas parecen componer otra de esas macabras sinfonías que suenan a instructivas nociones de enseñanza práctica. Sin duda alguna, lo peor, la pesadilla del conflicto, la pugna con los elementos, había pasado. La noche anterior la preparación del personaje de Raúl Prieto, protagonista del corto, consistió en una distendida charla en algunos bares de Van Dyck poniéndonos finos a pinchos y cervezas, extendiéndose la noche hasta altas horas de la madrugada, recordando viejas hazañas y hablando pormenorizadamente del corto y la interpretación. Un efecto que provocó una bola de nieve en lo que concierne a dormir, ese verbo que se esfuma cuando hay que rodar. De eso, todavía me acuerdo. La hiperactividad no deja apenas un lapso de tres o cuatro horas en brazos de Morfeo para rendir al máximo en estas condiciones. No importa. Todo fuera por volver a vivir esa pleamar de emociones perdidas. Los nueve años desde que rodamos ‘El límite’ no han pasado en balde. Mis niveles de nerviosismo y desorden mental, llegaron a extremos jamás alcanzados, aplacándose cuando se acercaba el momento de la verdad: la liturgia de un rodaje.
Parte del equipo llegó sobre las cinco de la tarde. Por entonces, todavía estaba cerrando el dossier de rodaje, solventados ya los flecos más determinantes. Era el momento de terminar la confección del patrón de seguimiento que fui trabajándome exhaustivamente, hasta meterme en labores propias de ayudante de dirección y de otros departamentos que poco tienen que ver con la dirección o la producción. Es lo bonito de este tipo de proyectos pequeños sobre los que tienes un control total. Es la retribución a la indolencia nerviosa, el único modo de quemar adrenalina antes de la tormenta. José Ángel Soto (Jas para los amigos), ha sido un factor determinante antes y durante el rodaje (y lo será después) y sin él esto no hubiera sido posible. Un gran amigo y un valedor que no ha cejado en el empeño de que yo volviera a rodar. Su ahínco ha sido decisivo y su trabajo de aplauso colectivo. Tampoco hubiera sido posible sin el gran Jairo Iglesias, que se embarcó en la aventura con su productora Pixel Films, trayendo consigo desde Galicia el equipo de Red One, ese fantástico invento que concibió la imagen del corto y filtró todos nuestros deseos fotográficos con la mano maestra de ese mago de luz que es Álvaro Martín Blanco, el director de fotografía, el cual llegó con una acuciante debilidad de salud provocada por problemas estomacales que fue superando como un titán y realizando una labor totalmente encomiable. Un tridente perfecto que supuso la médula espinal de todo el engranaje dentro del equipo. Una última vuelta de reconocimiento por las dependencias abandonadas de Mercasalamanca, ese entorno post-apocalíptico que apenas hubo que atrezar para imponer una visión del futuro desolador que nos esperaba. Todo correcto. El plan de rodaje estaba medido, la definición de todos y cada uno de los apartados del rodaje meticulosamente adaptados a las condiciones de lo que sería un rodaje extenuante y a contrarreloj. Eran muchos planos para pocas horas de luz. Pero lo íbamos a intentar, porque tendríamos cuatro días por delante para exprimir lo mejor de un equipo que incluso un día antes no estaba cerrado, pero que fraguó un colectivo volcado en un propósito común.
La noche se echó encima dejando un par de jarras en el Bar Francia, junto a las localizaciones del corto, siempre con la atención y simpatía de Chuchi, memorable amigo de conversación inacabable y entrañable persona. Esperamos a que Dani C. Borrás hiciera un esfuerzo fraternal para que estuvieran listos los dossieres a todo color gracias a su trabajo desinteresado en su papelería Picasso. Perfectos. Jairo, Jas, Myrian y yo dedicamos las últimas horas pre-rodaje a dar buena cuenta de una suculenta cena en la mítica Pulpería de Paco, mientras Álvaro, en constante lucha contra la tecnología, seguía enfadado con su iPhone, mientras procuraba conciliar el sueño antes de la guerra. A mí, en cambio, me quedaban algunas horas para dejar preparado todo y que nada fallase. O eso deseaba. Ejercer como productor en todos los flancos es lo que tiene; pones dinero, no duermes, ordenas todo, procuras que no falte nada y estas a mil temas a la vez. Pero, qué cojones… al día siguiente iba a realizar un sueño tan esperado que aunque me hubiera clavado una estaca en la mano no la hubiera sentido. Las palabras sonaban en mi cabeza como una melodía, como una canción de cuna: “Mañana comienza el rodaje de ‘3665’”.

lunes, 3 de octubre de 2011

Análisis PES 2012

Ya el año pasado, Konami había dejado claras sus intenciones de mejora en su producto estrella. El PES 2011 era un salto de calidad, un manifiesto intencional que exponía de un modo práctico hacia dónde debía encaminar sus pasos el simulador para ir avanzando en sus avances. PES 2012 sigue en esa regeneración progresiva, explorando las posibilidades técnicas de sus objetivos por recuperar la primacía del fútbol binario. Este PES es, de entrada, el mejor de su generación, el más completo y más jugable, despejando las dudas que despierta ante su eterno rival, el FIFA de EA Sports y que abre esa dicotomía de filias y fobias que despiertan entre los usuarios.
Sin embargo, por segundo año consecutivo, podemos concluir que el incremento de calidad del producto de la empresa asiática de Seabass convence por su paulatino esfuerzo por acercar la fiabilidad que Konami ha ido imponiendo en su titánica lucha por mantener su sello e idiosincrasia. La modalidad de ocio futbolístico que propone PES este año no va por los derroteros gráficos. En este apartado, quizá, no se ven casi novedades respecto al año anterior. O al menos no se perciben muchas mejoras visibles. El año pasado ya abordaron concienzudamente este terreno con sensibles adelantos técnicos, por lo que se ha matizado la iluminación y se han esmerado en el aspecto facial de los jugadores, en el que las estrellas de turno guardan gran parecido con sus análogos reales. En este apartado, siguen sin encontrar rival y así seguirá siendo.
Pero, más allá de eso, por lo que convence este nuevo PES 2012 es por seguir definiendo la corrección de esa rotación de 360º en el jugador, que en esta ocasión se beneficia de una IA mejorada de los jugadores, con la implantación de un sistema de pases libre y control de espacios que se nota tanto en el ataque como en la defensa. Lo más atractivo de este modelo de PES es que, como en la pasada edición, se obtiene la fluidez de movimientos y reacciones sutiles y realistas, donde la velocidad de transiciones y los giros hacen del juego una experiencia muy gratificante. El simulador de Konami ha apostado por el juego al toque, de control, imperando la lógica y dejando que el espectáculo se tenga que construir a base de bascular hacia las bandas, buscando huecos por el centro, pasando y tocando en busca del desmarque sin balón, defendiendo con coherencia o cambiando al extremo débil de forma inteligente. El control del juego parecer ser la meta primordial, lo que va a caracterizar el nuevo PES y la funcionalidad que hace que se acerque a la tentativa verídica del fútbol moderno.
Por eso, las novedades de este año vienen de la mano de dos particularidades internas como son el “Teammate”, función totalmente manual, que propone el desafío para el usuario más avanzado de controlar a un segundo jugador que puede desmarcarse, buscar espacios y arrastrar a jugadores rivales abriendo el juego del equipo y aumentando la sensación de libertad dentro del campo. Y, por otra parte, existe la opción ‘Off the ball control’, relacionada a su vez con movimientos sin balón, esta vez a balón parado, donde también podremos mover jugadores en un saque de falta, de banda o un córner para buscar la mejor opción de remate o de pase. Otra de las ventajas en progreso que nunca defraudan de PES es el estudio de la física del balón, con un esférico muy realista en sus contactos y disparos, que se mueve con naturalidad y se beneficia a su vez del acortamiento temporal que transcurre entre el movimiento y la jugada, elaborando oscilaciones estratégicas que mejoran en función de la capacidad de reacción de los jugadores.
El interfaz no ha variado, siendo exactamente igual que el del año pasado ¿Para qué cambiar si algo funciona? Es decir, que podremos hacer los movimientos de nuestro equipo en unas simbólicas pizarras de entrenamiento que facilitan el acceso y los cambios en las plantillas y el movimiento tanto táctico como estratégico, muy asequible y sencillo para el usuario. En cuanto a las modalidades de juego, se ha dado más cancha y ha estudiado a fondo su apuesta por la Liga Manager (sobre todo en su disciplina Online –punto clave de este juego-) y la característica Ser una Leyenda en este mismo apartado, que ha mejorado respecto a sus ediciones anteriores. Es una opción global que ha venido en llamar ‘Football Life’, que también se une a la clásica Champions o la novedosa Copa Libertadores, que aporta una nueva variante al reto de conocer de cerca la competición más célebre al otro lado del charco.
Otra mejora que agradecerán los fans de la saga: por fin, los penalties vuelven a recobrar sus sentido y lógica con una vista frontal y una accesibilidad de gol mucho menos compleja que en 2011. Así mismo incluye entrenamientos dinámicos con desafíos y muchas más alternativas que hacen de este PES el mejor de muchos años. Lo importante de la franquicia es que Konami sabe que cada año tiene que seguir corrigiendo errores y puliendo ese PES que va camino de ofrecer las garantías suficientes para gobernar el reino del fútbol de ocio de consolas y ordenadores. Los cambios que prometían este año se han cumplido y la renovación sigue en la trayectoria de convertirse, si no lo es ya, en la experiencia de un fútbol total en cuanto a simulador se refiere. Este PES 2012 convence con rotundidad.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Review 'El árbol de la vida (The tree of Life), de Terrence Malick

Cine transformado en arte
En su quinto filme, Terrence Malick filma su obra más personal y radical con una fábula sobre el dolor, la búsqueda del significado vida y el perdón e indaga a través de la infancia y los valores familiares en cuestiones fundamentales que van desde la creación del cosmos hasta la muerte.
¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?
¿Cuando alababan todas las estrellas del alba y se regocijaban todos los hijos de Dios?
(Job 38:4, 7)
El cine de Malick es diferente. Tanto, como su enigmática figura dentro del ‘establishment’ de Hollywood. O al menos, así lo ha venido demostrando a largo de su carrera. Cinco filmes en casi cuatro décadas como cineasta. Iconoclasta, ajeno al marasmo promocional y publicitario, esquivo y casi fantasmal con la prensa, Malick aparca su fama de misántropo para seguir urdiendo su leyenda en su particular camino por conseguir la alquimia cinematográfica. ‘El árbol de la vida’ es su último milagro, el desafío de ese constante progreso personal y artístico que se define por un universo sensorial particular que deviene en la exploración de la profundidad del lenguaje, con un cine estimulante de estructura fragmentaria.
El cine de Malick no es convencional. Su narrativa puede llegar a parecer desconcertante, justificado en elipsis e imagen confluidas con voces en Off que formulan cuestiones alejadas de lo enraizado al prototipo. Su cine es radical, alejado del relato tradicional, en los contornos de una concepción poética del relato complejo, que desentierra el arte hacia un cine de sensaciones que rehúye a la lógica, al orden, a las normas, para florecer en imágenes que provoquen en el espectador diversas interpretaciones. Su densidad abrumante no es apta para todos los públicos, provocando con ello una filtración a la accesibilidad de su filosofía discursiva, en este caso a través de una odisea temporal y transgresora que armoniza la memoria de una familia instaurada a finales de los años cincuenta, puntuada en los recuerdos infantiles de un hombre sumido en el vacío existencial y una solemne deliberación visual sobre los orígenes de la Tierra. Con estos mimbres, Malick teje su cinta más ambiciosa, más arriesgada y autobiográfica. La película con una muerte, la de uno de los hermanos de la familia O’Brien, abre con una pregunta: ¿cuál es el sentido de la pérdida de alguien contextualizado dentro de la eternidad?
Desde ese momento, se produce en el filme una fuerza retrospectiva, como un caudal caleidoscópico de imágenes sobre el origen del mundo con una concepción panteísta acerca de la pequeñez del ser humano ante toda la genealogía de la vida; la muerte y la destrucción contrapuestos a la subsistencia y la regeneración mediante los ciclos temporales, la extinción, la evolución de las especies examinados con imágenes de planetas, atmósferas galácticas, nebulosas, asteroides amenazantes, la constante lucha del Sol como eje de la vida, el agua como elemento de vida y muerte… y el germen natalicio del absoluto. En su percepción y metraje, esta bella exposición, que puede resultar innecesariamente extendida, es la lógica consecuencia de la voluntad del cineasta por elucidar la recapitulación sobre nuestra propia existencia, donde el ser humano es concebido por como parte de un Todo que a su vez sólo subsistiría como culminación de sí mismo dentro de la propia naturaleza.
Ese profundo vínculo de la naturaleza y ser humano, de su hábitat, de la evolución y creación de mitos, del existencialismo teológico, parece decirnos Malick, es como una condición ‘sine qua non’, por eso su designio para trazar el drama familiar explora el génesis, la prehistoria, ignorando lo fugaz y lo visible para sumergirse en la idea de su objetivo por transmitir el carácter atávico de la esencia humana. Con un aferramiento hipnótico por dibujar una agitación visual llevada al extremo sirve para capitular los rasgos vitales de una persona y analizarlo en conjunto con todo lo demás, la pauta para exponer la particular historia sobre el sesgo que supone el abandono de la niñez en la felicidad de un niño (Hunter McCracken) enfrentado a los condicionamientos de la vida familiar y su experiencia vital dentro de este contexto. Malick imprime con contundencia la configuración de un espíritu que le permite establecerse en un ámbito trascendental, situado más allá de los límites de los sentidos, donde inquiere en la pregunta sobre una energía vital, creadora de vida, sin afirmar ni negar la existencia divina.
‘El árbol de la vida’ es una cinta sobre el dolor y la búsqueda de la vida, pero también lo es sobre el perdón, visualizando su origen en ese dinosaurio que condona la vida de otro más débil en un momento de piedad. Observamos fragmentos de la vida de un hombre en la actualidad que, aparentemente tiene todo, pero que se cuestiona su propia existencia alejado de lo espiritual y olvidando los sentimientos que despertó su infancia, a su familia, acudiendo al dolor de aquél hermano (Laramie Eppler) al que un día envidió para recobrar su humanidad y entender su amor por él. La historia se centra así en el viaje iniciático que rehúsa de formulismos, que ahonda en las percepciones infantiles como nadie antes lo había hecho. A Malick le interesa concebir recuerdos, fragmentos de una intrahistoria, retazos inconexos de sensaciones, incluso de miedos (como esa buhardilla con una luminosa inquietante ventana) fugaces y alegóricos. Es la mirada de añoranza hacia esa familia que vive apaciblemente en una zona suburbial, a la actividad infantil de tres hermanos capitaneados por el mayor, con su perspectiva vital hacia el mundo que le rodea.
Por un lado, está la figura paterna (Brad Pitt), un hombre recto y arisco que impone la disciplina y exige la capacidad de autodefenderse, que provoca en el crío un sentimiento de culpabilidad por no poder alcanzar los requerimientos de su padre. Malick diserta en el camino sobre la estricta educación y sus consecuencias avocadas a la confusión y al sentimiento de ira y venganza más allá del amor, localizado en el otro foco incandescente y figura antagónica del padre. Se trata de esa madre etérea y pálida (Jessica Chastain), de rostro angelical, siempre custodiando el bienestar de sus tres hijos, que levanta la admiración por su intención de inculcarles que la única manera de alcanzar la felicidad es amar. Padre naturaleza y Madre divinidad dibujan dos vías; la de un drama familiar y la de un drama divino. Por eso, cuando el padre desaparece un tiempo obligado por el trabajo, los hermanos se claudican al libre albedrío, encontrando una edípica felicidad. Cuando afloran los sentimientos de celos y envidia hacia su hermano mediano, que llega a recordar a Caín y Abel y la madurez comienza a regir la conciencia de un niño que entiende la conexión con el mundo que le rodea, concebida por Malick con un volcán de sentimientos, de miradas, de gestos, de planos memorables que regalan exquisitas imágenes a la vista.
El mundo actual no parece agradar mucho a Malick. Para él, como para ese hermano mayor (Sean Penn), ya en la actualidad, sumido en la rutina de un trabajo que le consume, como un arquitecto moderno en Houston, un ‘creador’ de rascacielos que baga asolado por la tristeza en las oficinas de enormes edificios, la verdad de la existencia persiste en el pasado, fuente de respuestas donde encontrar el porqué de las expectativas y de los ideales se van consumiendo en la fárrago de una existencia en la que se cuestiona el sentido de la vida. Ése hombre comprende, desde el pasado, la frustración de un padre que se siente fracasado y que no quiere que su hijo siga su camino, el amor por su hermano y el exterminio de los celos por la protección debida o la comprensión de la tierna devoción de una madre entregada. Es la forma que tiene Malick de razonar la ineludible necesidad del ser humano por encontrar su lugar y su sentido dentro del vasto universo a través de un hombre que se cuestiona preguntas sobre la vida y la fe que atraviesa el umbral de una puerta en el desierto (que bien podría ser la propia muerte) para encontrar la redención a sus errores y terminar siendo perdonado en su intención de encontrar respuestas sobre su pasado y la clave en su autoanálisis, como esa vida que ha pasado fugazmente un instante antes de acabarse.
‘El árbol de la vida’ es la película más espiritual e íntima de Malick, dolorosamente romántica que sublima su iconografía minimalista en complicidad con el fotógrafo Emmanuel Lubezki, con imágenes simbólicas, llenas de sentimiento y visualidad a la hora de declinar la materialidad obsesiva y especular sobre la confrontación dicotómica y abstracta entre la divinidad y la naturaleza. Una obra poética capaz de hacer sentir instantes, fragmentos de vida con todo lujo de detalle, sumida en la esencialidad percibida como arte indescifrable y fascinante que magnifica la destreza como director de Malick al captar el intimismo con el que se cuestiona sobre la vida y la muerte alejado del dramatismo, moviendo geométricamente la cámara en su astuto empeño de captar estremecimientos y percepciones, abriendo nuevas vías visuales sin caer en exceso en cierta grandilocuencia y algo de deslumbramiento ensayístico, necesarios para evocar el sugerente lirismo para metaforizar la raíz del cine en el poder de la imagen con la fuerza rapsódica con acompañamiento coral y orquestal de la música de Brahms, Gorecki, Smetana, Berlioz, Couperin, Mahler y Bach y completarla con las partituras de Alexandre Desplat. Es la manera que tiene de tantear nuevas formas de ver la verdad y la belleza, en la vida o en el cine, que responde a un profundo distintivo artístico, que corrobora la idea perdida de que el cine también puede ser arte categórico.
Para Malick, la cognición del amor y del perdón viene implícito en la vida y logra de este modo que lo tradicional resulte infrecuente y la amenaza planetaria sugiera sosiego en un final de ensimismamiento ‘new age’ que desprende ínfulas sensoriales. Es cierto que, en cierto modo, sucumbe parcialmente a un artificioso término místico, abriendo la puerta al escarceo con el entendimiento divino y la abstracción llevada a entender la muerte y asumir la esperanza de un reencuentro, pero es parte fundamental para entender la comprensión de la culpa del pasado y la expiación de aquellos sentimientos arraigados a los recuerdos de una infancia. ‘El árbol de la vida’ ofrece una epifanía que responde a las palabras de Shrii Shrii Anandamurti: “cuanto más concibe y percibe el artista su parentesco con Dios, mayor elevación alcanzará su arte”, que es el atributo que define la ambición epopéyica que posee una película que tributa al espectador con dosis de cine con mayúsculas. ‘El árbol de la vida’ es una experiencia total.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2011

jueves, 29 de septiembre de 2011

La semana que viene, el diario de rodaje de '3665'

Sí, lo sé. Entre unas cosas y otras, el Abismo está cogiendo un poco de polvo. Lo tengo un poco abandonado. Lo reconozco. No es por voluntad propia. He estado trabajando, además en reordenar mi vida y organizar trabajo atrasado y hacer planes de futuro inmediato, en un pequeño absurdo textual a modo de evocación testimonial de lo que sucedió justo hace un mes en los confines de ese contexto desértico y abandonado que es el antiguo Mercasalamanca. Se trata del diario de rodaje de ‘3665’. A lo largo de la semana que viene, en exclusiva, podréis (siempre que queráis) seguir en este espacio lo que fueron cinco días bajo el influjo ‘fílmico-futurista’ de un desafío lleno de complejos retos que, pese a los familiarizados inconvenientes que se producen en todo rodaje, no fue más allá de alguna celeridad vehemente por motivos de merma fotográfica por el natural detrimento de la luz diurna. El día a día, con sus anécdotas y sucedidos que transcurrieron del 1 al 5 de septiembre en la capital charra.
Y después de todo ello, como guinda al pastel, podréis asistir, como primicia mundial, a la revelación de algunos fotogramas ‘preetalonados’ de ese corto que dilatará su postproducción unos cuantos meses antes de ver la luz.
Estad atentos.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Dossier: POLICÍAS DEL CINE ESPAÑOL

Agentes de la ley ibéricos y castizos
Aprovechando el estreno de ‘No habrá paz para los malvados’, de Enrique Urbizu, hacemos un recorrido abismal por los agentes de la ley del cine español.
El cine que pertenezca a géneros poco frecuentados por la cinematografía española siempre ha suscitado acercamientos tímidos, tildados de arriesgados por la infrecuencia con la que estamos acostumbrados a romper barreras a la hora de ofrecer algo equidistante a los cauces normalizados dentro de las películas en España. El cine policiaco, pertenece, como la ciencia ficción o en menor medida el terror (que se ha instalado como un género habitual en el catálogo fílmico patrio), a esa estirpe de cintas que devienen en pequeñas muestras para mirar de cerca el compromiso con su propia naturaleza ante que anteponer sus intereses a la abnegada taquilla. Aunque una cosa no esté reñida con la otra. Pero hubo un tiempo, allá por los 50, en que esta tradición de modelar la narrativa criminal a base de ‘thrillers’ de cine negro era algo corriente en nuestro cine como modalidad expresiva que iba más allá del relato policial. Pioneros como Ignacio F. Iquino, Antonio Isasi-Isasmendi, Juan Bosh, Josep María Forn, José Antonio Nieves Conde, José Antonio de la Loma o Francisco Pérez-Dolz abrieron, posiblemente, las páginas más agradecidas a este género patrio tan desconocido como brillante. El género policial ha ido salpicando desde entonces la cinematografía española, brindando a la galería varios agentes que han definido su trabajo de diversas maneras y en distintas épocas. Dentro del policiaco español encontramos una amplia gama de agentes de la ley que componen un pequeño mosaico dentro de la diversidad genérica tan nacional como heterogénea.
Con motivo del estreno de la película de Enrique Urbizu ‘No habrá paz para los malvados’, he aquí una pequeña muestra de estos personajes de comisaría, pistola, placa y rudeza castiza.
Agente de la ley: FERNANDO OLMOS SÁNCHEZ.
Actor: José Suárez.
Película: ‘Brigada criminal’ (1950).
Director: Ignacio F. Iquino.
El caso: Las vicisitudes de un joven agente de policía que, lejos de seguir los dictámenes de sus superiores, abandona un caso aparentemente sencillo para meterse en otro mucho más ambicioso y arriesgado: el robo de un banco del que es cliente por parte de unos peligrosos atracadores.
Perfil: A pesar de que con el jefe del cuerpo haya confianza, Olmos es un policía inquieto que no duda en poner peligro su vida infiltrándose en la organización criminal para destaparla. Cuando tiene que “quitar del medio” a la novia de uno de los integrantes del grupo que es una soplona, dudará entre seguir con su caso hasta al final o hacer caso a sus condicionamientos como policía.
Ficha policial: Una de las películas germinales del género policiaco español que, a pesar de una espantosa e innecesaria voz en off, hereda la esencia del ‘noir’ estadounidense y traslada a los contornos patrios una solvente historia puntuada con la música del mítico Augusto Algueró.
Agente de la ley: ANDRÉS MARTÍN.
Actor: Adolfo Marsillach.
Película: ‘091 Policía al habla’ (1960).
Director: José María Forqué.
El caso: Un policía obsesionado con la muerte de su hija en un trágico accidente de tráfico, en el que el conductor se dio a la fuga, vive las noches de insomnios patrullando en una espiral de locura interna.
Perfil: La agonía que vive este agente contrasta con la por entonces tranquila vida nocturna madrileña de principios de los 60, acechando taciturno en su coche patrulla Z-10. Los fantasmas de un pasado y el deber se mezclan en una tensión que irá ‘in crescendo’ desde que un coche sospechoso apunta a ser el mismo que atropelló a su hija.
Ficha policial: Estupenda película de Forqué, que demostraba una y otra vez su versatilidad tras las cámaras. Destaca, además de la apuesta genérica, alejada de la comedia (sin renunciar a los toques de humor), un espectacular reparto compuesto por Marsillach, Tony Leblanc, Susana Campos, José Luis López Vázquez, Manolo Gómez Bur, María Luisa Merlo y Manuel Alexandre.
Agente de la ley: MARÍO.
Actor: Arturo Fernández.
Película: ‘El salario del crimen’ (1964).
Director: Julio Buchs.
El caso: Mario, un joven inspector de policía que sigue los pasos de su padre, un comisario muerto en acto de servicio, emprende la búsqueda de una poderosa red de traficantes de narcóticos. En el camino, conoce a una irresistible mujer perteneciente al mundo del hampa por la que empieza a perder su dedicación y deber policial.
Perfil: Como en las grandes pelícuas ‘noir’, la ‘femme fatale’ distrae el camino del protagonista y hace que sus encantos obnubilen el cumplimiento de la ley y caer en el lado corrompido. El mundo de Mario, aparentemente severo y férreo con el crimen, comienza a tambalearse con la obsesión por la enigmática Elsa.
Ficha policial: Título injustamente olvidado, se somete al riesgo de una historia en clave de ‘thriller’ que se apoya en unos cimientos estilísticos reconocibles dentro del género, en el que la historia avanza con ritmo y que tiene entre sus bondades, además de la sugerente Francoise Brion, un espectacular plano secuencia avanzado a su tiempo.
Agente de la ley: INSPECTOR MENDOZA.
Actor: John Justin.
Película: ‘Razzia (La redada)’ (1971).
Director: José Antonio de la Loma.
El caso: El Inspector Mendoza deberá hacerse cargo de un caso, gracias al hallazgo de una pareja de periodistas, que apunta a un almacén donde se retienen a chicas. Se destapa de este modo que en el siniestro lugar se esconde una red de prostitución de menores y de narcotráfico muy peligrosa.
Perfil: Hierático y contundente, sin atisbo de sentido del humor, el Inspector Mendoza no tiene ningún tipo de escrúpulo a la hora de hacer valer la ley, por mucho que la delincuencia y la corrupción se fragüe en los contextos de las altas esferas catalanas del momento.
Ficha policial: El gran padre del cine ‘kinki’ José Antonio de la Loma, expone aquí su destreza a la hora de filmar acción y persecuciones con ecos del género ‘poliziesco’ italiano donde su carisma como cineasta se queda a medio camino entre el riesgo y el mensaje ético que esconde un guión lleno de tópicos y lugares comunes. Aún así, esta cinta (que abrió una trilogía con el inspector Mendoza como protagonista) es una muestra de cine de género con pocos medios y donde destaca con el ‘score’ de Stelvio Ciprani.
Agente de la ley: GERMÁN ARETA.
Actor: Alfredo Landa.
Película: ‘El crack’ (1981).
Director: José Luis Garci.
El caso: Un ex policía que ejerce de detective privado recibe el encargo de encontrar a la hija de un poderoso empresario de Ponferrada. Lo que parece ser la fuga de una chica embarazada a la que su padre quiere obligar a abortar se complica, anegando al detective en un oscuro mundo de intereses e hipocresía burguesa.
Perfil: Areta es un tipo hosco y con malos modales. Su fisonomía amable, de tipo de bigote, bajito y algo serio esconde un hombre con carácter que expone el modelo a lo Clint Eastwood y responde a la fisonomía de un antihéroe patrio inolvidable. Basta su actitud en ese atraco mientras come un plato combinado en un bar de carretera: “devuélveme el mechero o te quemo los huevos” le dice encañonando al atracador.
Informe policial: Hubo en tiempo en que Garci, llevado de forma sempiterna por su inagotable cinefilia quiso articular un relato que mezclara mitología del ‘thriller’ yanqui con las circunstancias sociales españolas del momento. El resultado fue una memorable ofrenda a Dashiell Hammett que se produjo durante la transición democrática española respetando el modelo al que se homenajeaba, oscilando entre el equilibrio y la contingencia de asumir con seriedad un filme de estas características.
Agente de la ley: GUMERSINDO “GUMER”.
Actor: Emilio Aragón.
Película: ‘Policía’ (1987).
Director: José Luiz Saez de Heredia.
El caso: “Gumer”, un chico algo patoso y embobado, trabaja como ayudante de farmacéutico junto a una chica, hasta que su jefe resulta asesinado durante un atraco. Sin trabajo, él decide alistarse en la Academia de Policía, saliendo a la calle en un mundo de violencia y riesgo para el que, en principio, él no está preparado. Ella, se engancha a las drogas bajo la potestad de un capo de la mafia.
Perfil: Un agente de fuerza del orden público con el rostro de Emilio Aragón sigue siendo algo extravagante tanto antes como ahora. “Gumer” es un joven al que las situaciones le superan y tiene que curtirse contra sus cualidades torpes e irresolutivas. Por descontado que irá asumiendo su heroicidad y cumpliendo sus objetivos.
Informe policial: El intento de Saez de Heredia por abarcar el género desde un enfoque donde dramatismo y comedia tenían espacio hacen de esta cinta una chusca exposición del género caricaturesco, con dos rostros conocidos del momento, el entonces “Milikito” y la bióloga Ana Obregón en una extraña pareja, intentado (sin suerte) dar un giro a su carrera y arropados por secundarios como Agustín González, Juan Luis Galiardo y Jack Taylor, que es lo único que vale de este desaguisado en forma de ‘thriller’.
Agente de la ley: ÁNGEL ESTRADA.
Actor: Antonio Resines.
Película: ‘Todo por la pasta’ (1991).
Director: Enrique Urbizu.
El caso: Cuarenta y ocho millones de pesetas desaparecidas de un bingo es el botín que pone en jaque a todos los personajes; una actriz de porno en vivo y una encargada de una residencia de ancianos le roban la cuantiosa suma al novio de la primera, sin saber que el dinero pertenece al pago de dos mercenarios para cometer un crimen organizado por la policía.
Perfil: Ángel Estrada es, probablemente, el poli más rudo y más salvaje de este catálogo de figuras policiales. No hay honor ni formas cuando se trata de proteger la ley; la violencia forma parte del ‘modus operandi’ de un brutal inspector ajeno al mundo de corrupción que le rodea. El rol despertó una cara oculta de un Antonio Resines que, acostumbrado a la comedia, aquí daba miedo.
Informe policial: Urbizu sorprendía con este ‘thriller’ de acción policial cuyo rango de moralidad imponía un universo turbio y sórdido reflejado por el cineasta vasco con una frescura hasta entonces inaudita en el cine español de su generación. El poder estético de la perversidad de los bajos fondos de Bilbao, secuencias definidas con perfección y oficio y un trasfondo político que podía aludir al GAL en su discurso sobre mafias policiales dieron una cinta rabiosamente diferente.
Agente de la ley: JOSÉ LUIS TORRENTE.
Actor: Santiago Segura.
Película: ‘Torrente, el brazo tonto de la ley’ (1998).
Director: Santiago Segura.
El caso: Casi sin querer, José Luis Torrente, un policía grosero, racista, misógino y del Atleti, destapa un caso de mafias y narcotráfico que investigará junto a Rafi, un vecino algo lerdo que le sigue en sus pesquisas para llegar a la verdad.
Perfil: Torrente vendría a simbolizar el anverso de cualquier héroe del género en toda su historia. Estamos ante un personaje icónico donde la podredumbre moral, lo escatológico y las desviaciones humanas se ceban en un agente anclado en antediluvianos conceptos ideológicos que, paradójicamente, forman parte de la sociedad española. Torrente es un cerdo con encanto, un vividor, un cobarde y un jeta que abusa del poder y se aprovecha de la debilidad de los demás.
Informe polcial: Santiago Segura se erigió como elemento fundamental cimentado en la integridad estética y narrativa a la hora de lanzar un producto arriesgado que dio en la diana de la taquilla y lanzó su personaje a la fama con tres secuelas más que han definido el camino único de Segura como director. Lo más agradecido de la primera ‘Torrente’ fue esa mezcla de inteligencia y sarcasmo utilizaba el humor desagradable y lleno de cinismo que la han convertido en un clásico del cine español moderno.
Agente de la ley: VIVANCOS.
Actor: El Gran Wyoming.
Película: ‘Vivancos III (Si te gusta haremos las dos primeras)’ (2002).
Director: Albert Saguer.
El caso: El inspector Vivancos descubre una red de corrupción en el departamento tras investigar el asesinato de dos compañeros policías. Solo ante este caso, superando los obstáculos que le ponen sus superiores para evitar desenmascarar el pastel, Vivancos llegará al fondo de la cuestión haciendo valer su placa y la ley.
Perfil: Aprovechando el rebufo de ‘Torrente’, Vivancos sigue los pasos del teniente Frank Drebin (Leslie Nielsen) en ‘Agárralo como puedas’. Un agente del orden público que reúne todos los estereotipos del inspector que se beneficiaba del rostro del Gran Wyoming en una mezcla de humor absurdo y la vanidad que suele darle a sus personajes.
Informe policial: A pesar de que la crítica la puso a escurrir, ‘Vivancos III’ tiene momentos cómicos destacables. Con un trasfondo velado de la desintegración de los valores policiales, la cinta transcurría a golpe de hilarantes gags, humor escatológico y excéntricos personajes en un conato de ‘spoof movie’ policial a la española.
Agente de la ley: SANTOS TRINIDAD.
Actor: José Coronado.
Película: ‘No habrá paz para los malvados’ (2011).
Director: Enrique Urbizu.
El caso: Santos Trinidad es un policía desgastado, un antihéroe descarnado que destapa un complot terrorista que amenaza Madrid al intentar camuflar las huellas de un crimen cometido por él y por el que sus superiores le pisan los talones.
Perfil: Es un hombre que se ha pasado al lado oscuro y odia al mundo tanto como así mismo. Sin embargo, se intuye que una vez fue un buen policía. Aunque sobrevive como un perdedor de dudosos métodos, su destreza le hace meterse en un caso que le superará y le abrirá la puerta a la redención.
Ficha policial: Con la veteranía como arma, Urbizu ejerce con oficio y maestría el que puede empezar a ser considerado ‘thriller’ del año y esa película española de la temporada destinada a llevarse todos los premios habidos y por haber. De momento, en Donosti ha encandilado el sentido crepuscular y sucio de una oscura historia que remite al ‘western’ y a los bajos fondos.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2011

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Review 'La piel que habito', de Pedro Almodóvar

La doble piel
Sin ser una gran obra, Almodóvar sorprende con una amalgama genérica, sombría y enfermiza, pero no logra sus objetivos con la concesión al humor marca de la casa.
¿El cine de Almodóvar ha cambiado? En apariencia, no. Pero está en pleno proceso de ello. Para el cineasta manchego la variabilidad de los complementos ornamentales que componen un todo indisoluble para sorprender con elaborada puesta en escena ya no es lo más importante. O al menos, eso se desprende de esta oscura y atormentada cinta que es ‘La piel que habito’. Inspirada en la novela de Thierry Jonquet ‘Tarántula’, arrastra al espectador a los infiernos de un cirujano sin escrúpulos, obsesionado con la creación de una piel perfecta desde que su mujer sufriera graves secuelas en un accidente y que retiene contra su voluntad a una víctima de su locura. Puede que estemos ante la cinta incómoda de su director, donde procede con una narración oscura y opresiva, llena de laberintos camuflados en apariencias.
La ambición de Almodóvar a veces supera su propia narración dentro de un universo multigénero, sumergido en la sinuosidad de alusiones fílmicas, autoconsciente de que todo este filme no es más que una contorsión referencial, una vuelta de tuerca genérica, de afectada complejidad, con la que va encubriendo sus verdaderas intenciones. Es como si tratara de un revestimiento que hay que superar para ir metiéndose en el entramado que evoca a una tradición deliberadamente clasicista y literaria de autores que van desde Evelyn Waugh a J.G. Ballard infectando su sentido moral hacia el cine de Hitchcock, Buñuel, Lang, Franju o coqueteos con el ‘giallo’ de Mario Bava o Dario Argento. En clave más ‘kitsch’, Almodóvar logra salvar la acentuación de su estilo para acabar dándole una vuelta radical a su forma de abarcar la multiplicidad de conceptos.
Si ‘La piel que habito’ se deja seguir con algo de atención, sin perder suspense e interés, es porque Almodóvar renuncia por completo al esperado autohomenaje con ornamento, a ese submundo floral donde todo se conforma para el lucimiento. Tanto estigma, sin embargo, no se diluye del todo. Y la consecuencia es un férreo sometimiento a su humor descolocado, haciendo dudar si se está tomando demasiado en serio todas las extrañas apariencias con las que juega dentro del relato o son parte de su macabro juego de humor subyaciente. La línea de la singularidad del ridículo y de la vergüenza ajena es muy fina y Almodóvar siempre opera al filo de la navaja. Es cierto que no puede desasirse de ciertos códigos privativos de su filmografía y es lo que, precisamente, hace que sus intentos de rebajar el ‘in crescendo’ con algún quiebro personal caigan en un humor involuntario que hace que ‘La piel que habito’ no obtenga toda la tenebrosidad que pretende Almodóvar.
Es lo que provoca que, dentro del caparazón de sorpresas que va anunciando el filme, deje algún diálogo o personaje bufonesco que se escapa al raciocinio (ese desconcertante Roberto Álamo vestido de tigre), giros inesperados (o no tanto) y soliloquios explicativos que desvirtúan la capacidad de seducción hacia unos derroteros más ordinarios a su cine. Lo que le salvaguarda en esta arriesgada apuesta es que sabe imprimir cierta autoridad sobre el desigual ritmo, lo que hace que las motivaciones de sus personajes, sus interconexiones con el pasado a modo de (cuestionables) ‘flashbacks’ y relaciones en un presente oscuro y ambiguo vayan sembrando el interés de un espectador que, más allá de un giro final bastante previsible, se pregunte por la capacidad del cineasta para ir dilucidando todos los requiebros que ha ido abriendo a lo largo de la película.
Podría decirse que lo más acertado de ‘La piel que habito’ es su complejidad formal y estructural, que utiliza dos tiempos de narración, donde presente y pretérito surcan la historia de forma paralela sin estorbarse entre ellas (y de paso, sin necesitarse la una a la otra), reconduciendo la belleza de su estilo para ponerla en función de la narración y no viceversa. Un ‘thriller’ psicosexual cuyos eventos están anclados en la sobriedad de una dirección que atiende a una severidad meticulosa, con la que Almodóvar dibuja un filme con supuestos paralelismos a otra de sus obras, ‘Átame’, en su condición de enfermiza fábula obsesiva que deviene en catálogo de referencias al amor, a la necesidad, al aislamiento forzoso o al síndrome de Estocolmo para mezclarlo con un espejo de máscaras que esconden arduos juegos de sexo y carnosidad, donde el poder tiene tanta importancia como la propia identidad.
La violencia entra de este modo coagulando un fondo perversamente atractivo, donde ambigüedad de una moral mal entendida va tejiendo la crónica de una venganza, que es la clave para componer el sorprendente puzzle que marca una inesperada transexualidad. ‘La piel que habito’ es una pieza de terror melodramático, más reflexiva que emocional, en la que lo cariscaturesco no le hace bien a sus objetivos dramáticos, si no todo lo contrario.
No es su mejor película, ni mucho menos. Sin embargo, podría decirse que este volteo temático en su cine impone una esperanza de cambio hacia unos confines inexplorados por el propio Almodóvar. Un director que busca la evolución y parece dejar atrás ese ombliguismo giratorio y estético que parecía haber corroído su progresión como cineasta. ‘La piel que habito’ puede verse como un punto y aparte donde el reencuentro con un Antonio Banderas totalmente neutral y diabólico y una Elena Anaya a la altura de las circunstancias rompe el tejido de las superficies, estilos e imágenes del director que deja una obra irregular, pero voluntariosa sobre la falta de ética, los traumas y la transformación y la resurrección. Elementos que, pese a ser comunes en su cine, se reactivan con el contacto de otros nuevos géneros dentro de un director acostumbrado a ofrecer a su público más de lo mismo.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2011