jueves, 11 de noviembre de 2010

Dino de Laurentiis, el adiós de uno de los últimos grandes productores

1919-2010
El mundo del cine ha perdido a Dino De Laurentiis ha fallecido hoy en su casa de Los Ángeles, a la edad de 91 años. Puede que haya sido el productor italiano más ambicioso y coherente de cuantos hayan dado el salto a Hollywood. Sus comienzos fueron como actor, en el Centro Sperimentale de Roma, pero cuando en 1940 la producción se cruzó en su camino, su vida cambió para siempre. Con Real Cine, su primera compañía, produjo ‘L’amore canta’, de Ferdinando Maria Poggioli y ‘Margherita fra i tre’, de Ivo Perilli, pero lo suyo siempre fue lo ostentoso. La megalomanía fue su signo de producción, desde sus pinitos junto a Carlo Ponti con ‘El bandido calabrés’, ‘Camerini y Steno’, ‘Los tres corsarios’ o la superproducción ‘Guerra y paz’, de King Vidor, hasta su compromiso con el arte del cine de autor más ambicioso; ‘Europa 51’, de Roberto Rossellini, ‘La tratta delle bianche’, de Luigi Comencini o ‘La Strada’, de Federico Fellini. Fue el marido de la gran Silvana Mangano, a la que lanzó con dos importantes obras del neorrealismo como ‘Il bandito’, de Alberto Lattuada y ‘Arroz amargo’, de Giuseppe De Santis.
Su etapa hollywoodiense añadió a las grandes ‘majors’ el nombre Dino De Laurentiis Cinematográfica, para la que construyó los estudios Dinocittá, cerca de Roma. De ahí salieron obras cumbre como ‘Barrabás’, de Richard Fleischer, ‘La Biblia’, de John Huston, ‘Romeo y Julieta’, de Franco Zeffirelli. Cuando Dinocittá se vino abajo, se instaló definitivamente en la Meca del Cine para dejar algunos títulos inmortales como ‘Serpico’, de Sidney Lumet, ‘Los tres días del cóndor’, de Syndey Pollack, ‘El último pistolero’, de Don Siegel, ‘Huracán’, de Jan Troell, o ‘Ragtime’, de Milos Forman, ‘La zona muerta’, de David Cronenberg, ‘Dune’, de David Lynch (uno de sus más sonados y costosos fracasos), ‘Manhattan Sur’, de Michael Cimino o ‘El ejército de las tinieblas’, de Sam Raimi. Su último conato como gran productor supuso una obstinación: ver de nuevo en pantalla al personaje interpretado por Anthony Hopkins, el psicópata Dr. Lecter en ‘Hannibal’, del inefable Ridley Scott. Un productor chapado a la antigua, amante del cine y con una visión romántica del medio deja a sus espaldas algunas producciones imborrables y la sensación de que, hoy en día, no quedan viejos zorros como él.
D.E.P.

martes, 9 de noviembre de 2010

Por la inmortalidad de la “Y griega” y otras tradiciones lingüísticas

¿No hemos vuelto locos? ¿Estamos avocados a reincidir en la anormalidad de aquellos que imponen absurdas normas que afectan, entre otras cosas, a la lógica ortográfica de siempre? Incongruencias insensatas como que la “y” pasé a ser “ye”. Cuando he tenido que deletrear mi apellido siempre en enfatizado en esta letra “Y GRIEGA”, la misma que hace de consonante y de vocal (y semivocal) en diptongos y triptongos al final de una palabra. Con esta gilipollez también matamos, de paso, a la “i latina” de toda la vida. Más chorradas: que palabras como “guión” y “truhán” pierdan su acentuación cuando existe un hiato nítido y, en consecuencia, debe considera bisílabas ¿Ahora tampoco habrá que acentuar “huí” o “riáis”? Así como en América no puedan seguir denominando “be alta” y “be baja” a la “b” y la “v”. El tedio o la profundización en temas banales para desviar la atención de problemas más serios hacen mella en el lenguaje tradicional, en la escritura de toda la vida. El objetivo de unificar el español en todo el mundo obliga a perder la idiosincrasia particular y el linaje ortográfico de cada país, cercenando tradiciones lingüísticas ¿con qué objetivo? ¿a qué responde no diferenciar “sólo” de “solo”? Ahora ya no sabré determinar si sólo voy al cine o voy al cine solo ¿O no tildar la conjunción “ó” cuando va entre números? ¿Por qué juntar el “ex” a las palabras que las siguen? ¿Qué pasa ahora con el “deus ex máchina”?
Ahora resulta que a las Academias de la Lengua Española les apetece desorganizar un aprendizaje tradicional y dictaminar, como el hecho de desmarcar la escritura con acento gráfico o sin él determinados monosílabos que se pronunciaban, según su país, como hiatos o como diptongos. No acaba ahí la cosa, “Iraq” debe escribirse “Irak” pero entonces… ¿ya no se debe escribir “iraquí” y ahora es “irakí”? Lo que está claro es que, como todo en esta vida, está cayendo en el caos de la involución. La RAE está perdiendo legitimidad, haciendo ver que en vez de preocuparse disponer de sus normas para enriquecer el lenguaje, emplean sus caprichos en aglutinar nuevas pautas para vender diccionarios. La pregunta es ¿quién da potestad a un grupo de abanderados de las letras para que cambien según un criterio subjetivo lo que está asumido y enraizado a la cultura lingüística y que varíe según modas culturales y sociales? En resumen, estos cambios parecen, a los ojos de los que vivimos de y por la letras, tan inútiles como innecesarios. Ahora, nos venden la moto del cambio. El “limpia, fija y da esplendor” pasa a ser “unifica, limpia y fija”. Porque les da la gana. La lengua española está muy por encima de lo que establezca la RAE y, pese a que el idioma simboliza una maquinaria viva en constante evolución, responde a su propia una prosperidad que tiene que respetar la tradición, no a decisiones arbitrarias. Imaginemos que hubiera una RAE de los números. El mundo se colapsaría. Un respeto por nuestro diccionario, por favor.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Un chino con una máscara de "The Elder" pone en jaque al sistema aéreo canadiense

El 29 de octubre, concretamente en el vuelo AC018 de Air Canadá, en un trayecto de Hong Kong a Vancouver se produjo un incidente que tiene como objeto un argumento de prestidigitación y camuflaje sin precedentes. De hecho, la secretaria de Seguridad Nacional de EE.UU., Janet Napolitano, ha advertido que podría ser un nuevo foco de riesgo y vacío en la lucha antiterrorista que tan serio se toman en los últimos tiempos ¿Qué es lo que sucedió? Pues que a un chaval de veinte años asiático no se le ha ocurrido otra cosa que poner a prueba el sistema aéreo internacional embarcando disfrazado con una elaborada máscara de apariencia de un viejo decrépito. Un funcionario de Hong Kong ha aclarado que el impostor es un ciudadano de China continental que intentaba salir de su país de cualquier forma en busca de una oportunidad en Estados Unidos, por lo que, una vez arrestado, ha pedido protección como refugiado.
Echando un vistazo a las fotos de la agencia Canadiense de Servicios Fronterizos (CBSA) se muestra el asombroso antes y después. El joven se quitó la máscara en pleno vuelo para pasar desapercibido en su desembarco. Para Peter Fitzpatrick, de Air Canada, es algo “inadmisible” y señaló que “hay varios controles de identidad antes de la salida del aeropuerto Hong Kong”. Se cree pudo haber un intercambio de billetes de embarque en el proceso que se da en las inmediaciones de la sala de tránsito antes de abordar el vuelo a Vancouver. La polémica máscara de silicona con el rostro de un viejo caucásico es muy fácil de adquirir. Un poco cara, pero al alcance de cualquier amante de este tipo de realistas recreaciones faciales. No es más que una de las opciones que se puede obtener a través de la empresa SPFX y que corresponde al personaje de Jerry Atrick “The Elder”, un viejo algo desagradable y auténticamente realista. Nadie ha caído en la cuenta de que igual el joven chino quería dar una lección de lo que es un buen disfraz de Halloween y dejar en ridículo, una vez más, a todo el entramado de seguridad aéreo. En este caso, de la Air Canada Corporate Security.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Remember, remember the 5th of November...

“Remember, remember the 5th of November, the gun powder treason and plot. I know of no reason why the gun powder treason should ever be forgot”.
Hoy es 5 de noviembre, celebración británica de la Noche de Guy Fawkes, un tipo que en 1605 declaró su férrea intención de volar el Parlamento para acabar con las persecuciones religiosas mediante la colocación estratégica de varios barriles de pólvora para eliminar de la ecuación política al Rey Jacobo I y al resto de los miembros de la Cámara de los Lores por sus medidas de represión hacia los católicos. Le ayudaron Ambrose Rookwood, Francisco Tresham y Sir Everard Digby. Sin embargo, Fawkes se negó a confesar y denunciar a sus cómplices, muriendo ahorcado públicamente. Bajo una tradición que ha quedado como el día en el que los británicos salen a la calle a disfrutar de los fuegos artificiales más espectaculares del año y en el que durante la ‘bonfire night’, es decir, la noche de las hogueras, se queman efigies del célebre conspirador y de protagonistas contemporáneos, acto en el que se esconde una visión subrepticia de austeridad y condena abrupta con respecto a la clase política. En la actualidad, cada vez vivimos más sometidos a las disposiciones que se dictan desde los despachos de los gobernantes, independientemente del partido que sea. Todos son iguales. La tétrica abolición de la equidad y libertad, que se dispone en pequeños fragmentos que claudican fugazmente ante las normas, se está disipando hacia una limitación represiva, soterrada y silenciosa.
La tortura, la persecución y la sangre de las dictaduras han sido sustituidas por el desempleo, el capitalismo autoritario y la indeterminación de iniciativas derruidas por la imposición de los nuevos tiempos económicos y por la clase política. La democracia de nuestros días se limita a pedirle al ciudadano, a malversarle con argucias legalizadas hacia el beneficio de los poderosos, de aquellos a los que la crisis ni le va ni le viene. El pueblo ha pasado a ser un peón, un elemento utilitario. Guy Fawkes incentivó la idea de recurrir a la disidencia. Vivimos tiempos en los que el significado original de la palabra político ha quedado muy lejos de simbolizar un servidor público. Ahora los privilegios de sus cargos son los que ciegan con la codicia de un estatus seguro y sin obstáculos para subsistir con todo tipo de lujos. La eficacia para solucionar problemas se ha convertido en un pesado lastre encubierto con mentiras, falsedad y engaños. No existen soluciones reales a los problemas que asolan a la sociedad. Los organismos del estado se establecieron para diversificar los diversos poderes; el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Hoy el gran poder es el económico, el que absorbe y erosiona las bases del mundo. El responsable de que los diferentes órganos sean capaces de abstraerse de su influencia. Los bienes públicos sirven para enmendar los errores privados. A eso hemos llegado.
Por eso la figura de Fawkes y el fondo del espíritu revolucionario de ‘V de Vendetta’ de Alan Moore y David Lloyd o en su extrema adaptación cinematográfica podría servir como proclama de acción y reacción, de admonición desafiante a futuras instituciones de coerción y autoridad, hacia las tiranías que intervienen en las economías privadas e internacionales, recordando, en palabras de David Hume, que todos los regímenes tiránicos se sustentan, en última instancia, sobre la aceptación mayoritaria. Es lo que sucede en estos momentos. Hay que salvaguardarse contra los gobiernos obsesionados por la falsa seguridad, contra los regímenes que acaban utilizando el miedo como arma para erradicar la libertad y oprimen la autonomía individual. Hay que luchar, por ende, contra la ignorancia, la desidia intelectual, la inconsciencia social, el automatismo o la irreflexión. Hay que eliminar la propaganda política que pretende utilizar al pueblo para oscuros intereses. Hay que alzar la voz, con feroz crítica, a los regímenes que rayan el imperialismo, si hace falta favoreciendo posturas radicales como la de Fawkes si la autoridad olvida sus principios básicos de salvaguardar a la sociedad. Una acción como la de este antihéroe enmascarado, un individuo que luchó por un discurso honesto y lícito de rebeldía, pasaría a ser la hazaña simbólica de un ideal que cobraría vida como detonante para que la población descubra el valor de la libertad.
La conciencia colectiva permanece idiotizada, amedrentada por una crisis que parece no tener solución. No tenemos un agitador de masas que invite con su temeridad a salir de la inopia. Tal vez habría que pensar en un golpe de efecto, siguiendo las directrices de responsabilidad individual liberalistas manifestadas por Spencer, Tocqueville, Jefferson o Hayek, en la búsqueda de una arriesgada propuesta utópica que encontrara la destrucción de los símbolos políticos y estatales y cuyo propósito final fuera el de movilizar a la sociedad y recordar al colectivo, a la gran masa que somos todos, que los ciudadanos son los auténticos y únicos preceptores de su destino.
Dentro de nuestro contexto, tal vez la única solución sería algo ASÍ.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Cada diez años, Doris Day

Doris Day sigue siendo un icono de la Época Dorada de Hollywood. Hace tanto tiempo que no hace apariciones públicas y que se retiró de la profesión que muchos se sorprenden de que siga viva. Day cuenta hoy con 88 años y vive ajena al mundanal ruido del glamour de la meca de la que fue virginal y casta novia de América con aquellas comedias románticas y musicales que simbolizaron su huella dentro de los anales del cine. Doris Day poco tenía que ver con aquélla imagen de cándida e ingenua mujer. Su vida social fue tumultuosa, con una lista interminable de amantes de ida y vuelta, pasiones no correspondidas, violencia de género y una amargura que nunca dejó una estela familiar de felicidad. Se casó cuatro veces. Cuatro matrimonios destinados al fracaso; su primer marido se suicidó, el tercero le estafó todo el peculio atesorado en los tiempos fructuosos y su único hijo, Terry, cayó en el alcoholismo y murió en 2004 por culpa de de un melanoma. Fue violada por su primer agente Al Levy, al mismo tiempo que se divorciaba y volvía a casar. Antes de los 30 ya estaba consolidada una actriz de sólida reputación y convertida en estrella de culto de la canción, alzada al pináculo de las listas de éxitos de Estados Unidos con temas como ‘Sentimental Journey’, ‘It´s Magic’, ‘Secret Love’, ‘Que Sera, Sera (Whatever Will Be, Will Be)’, ‘Everybody Loves a Lover’.
Se conocía también su faceta caprichosa, de insoportable estrella que dictaba a quién quería en su cama y no cejaba en su empeño hasta conseguirlo. Tras un puñado de títulos entre los que destaca su trilogía junto a Rock Hudson con ‘Confidencias a medianoche’ (película por la fue nominada al Oscar como actriz), ‘Pijama para dos’ y ‘No me mandes flores’ y filmes junto a Jack Lemmon (‘La indómita y el millonario’), Cary Grant (‘Suave como el visón’) o James Stewart (‘El hombre que sabía demasiado’), los problemas emocionales empezaron a hacer mella en la frágil personalidad de Day. Pasó por una época de alcoholismo y degradación hasta completar su propia serie televisiva ‘El show de Doris Day’, emitida desde 1968 a 1973, fecha en la que abandonó su vida pública y su carrera para desterrarse en Carmel, California. Desde entonces poco o nada se supo de la ex estrella. Con fobia antisocial, recelo por Hollywood y un apego enfermizo hacia la defensa de los derechos de los animales, ha terminado recogiendo animales de todo tipo en medio de la noche para albergarlos en su mansión. Doris Day ha creado una burbuja de misterio a su alrededor desde que tenía 44 años, momento en que se alejó para siempre del mundo del espectáculo. Cual J.D. Salinger no se deja fotografiar, ni concede entrevistas, ni mucho menos acepta salir en televisión y tiene aversión a las cámaras. Tampoco le apetece recibir un Oscar Honorífico y ha rechazado a la Academia. Además también ha repudiado el reconocimiento Kennedy Center.
Tan sólo se puede oír su voz una vez cada diez años. Lo cierto es que este pasado fin de semana concedió su ración de esta década, en una charla de una hora grabada por Jonathan Schwartz para la WNYC. En ella habla de su carrera como actriz, pero sobre todo como cantante, así como relata su amistad con Frank Sinatra, al que define como un hombre muy “cariñoso y dulce”. También cuenta cómo una vez, cuando volvía a casa con sus amigos con quince años después de bailar en Hamilton, Ohio, sufrió un grave accidente que estuvo a punto de costarle la amputación de una pierna. Fue entonces cuando su senda artística viró hacia la canción, que le hizo actuar junto a directores de orquesta como Les Brown y Bob Crosby. Una vida de tragedia y éxito de uno de los iconos del cine clásico de los 50 y 60. Doris Day. Existen dos libros que desgranan esta apasionante de triunfos y tragedias; el libro ‘Doris Day: Her Own Story’, de A.E. Hotchner y una más reciente, ‘Doris Day: The Untold Story of the Girl Next Door’, de David A. Kaufman. La próxima entrevista, en 2020.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Adicción fílmica

“El cine es una enfermedad. Cuando te infecta la sangre se convierte en la hormona más importante de tu cuerpo; controla las enzimas, dirige la glándula pineal, domina parte de la psique. Sólo hay un antídoto contra el cine: el propio cine”.
(Frank Capra).

viernes, 29 de octubre de 2010

Especial Halloween (y II): 'La noche de Halloween', de John Carpenter

La noche del psicópata de Haddonfield
Ya en los años 70, cuando el ‘glam’ se apoderó de los Estados Unidos y el cine porno hacía sus primeros pinitos comerciales (hermanado de alguna forma al cine de serie B en varios de sus aspectos más fundamentales), una nueva y potente hornada de directores y productores se hicieron con un hueco en un mercado internacional que les otorgaría un aura de inteligencia y rentabilidad gracias a la explotación de terrenos que hasta entonces el cine había considerado tabúes. Esta generación de cineastas creció entre cómics, el descubrimiento de la televisión y las eternas películas de bajo presupuesto (primordialmente de ciencia-ficción y de terror), tan comunes y beneficiosas en los años de posguerra. Películas que se convertirían en el génesis de la creatividad de directores como Steven Spielberg, Joe Dante, George Lucas, Tobe Hooper, Brian De Palma, John Landis, Larry Cohen... Cintas de presupuesto y medios exiguos, pero inmensas en imaginación y en intenciones de transgredir lo impuesto, para ofrecer nuevas y arriesgadas ópticas en los diversos géneros que se acometían.
Toda aquella influencia amalgamada con nuevas técnicas e inquietudes abrieron la imaginación hasta extremos anteriormente desconocidos que, sorprendentemente, eran igual de atractivos tanto para los adultos nostálgicos que vivieron aquella etapa imperecedera, como para los adolescentes más avispados con ganas de ver películas disolutas. Muchos de ellos lograron la gloria comercial. Algunos tuvieron su momento efímero, pero imborrable... Otros, empero, se han mantenido constantes en la serie B, intentando dar el salto de vez en cuando a las grandes producciones, dependiendo de la desconfianza o confianza de los peces gordos de Hollywood. Sin embargo, sólo uno de ellos se logró mantenerse en un término medio, apostando por un cine personal, consolidándose poco a poco como un mito, fraguando una filmografía tan sincera y honesta como reivindicativa. Su nombre, cómo no: John Carpenter.
La génesis del ‘psycho-killer’
Todos conocemos a estas alturas al célebre Ed Gein, el asesino en serie que sirvió, entre muchos otros, como fuente de inspiración a Robert Bloch en ‘Psicosis’ o de exacto patrón del Buffalo Bill de ‘El silencio de los corderos’ y que acuñó el término hoy conocido como ‘psycho-killer’. Sigue siendo extraño que un asesino patógeno y espeluznante haya supuesto para la cultura norteamericana un icono de modernismo referencial a la hora de inspirar los asesinos de la literatura de suspense o del cine. El germen de ‘La noche de Halloween’ no se encuentra tanto en la evocación que encuentra el asesino Michael Myers hacia Gein, sino en la idea de hacer pasar miedo al público con el modelo que siguieron adorados cineastas de culto como Herschell G. Lewis, Tobe Hooper o Wes Craven en sus clásicos del cine ‘gore’.
Era el momento adecuado para realizar una cinta de terror, los jóvenes norteamericanos estaban en plena revolución cultural y sexual y la ‘slasher movie’ era el ingrediente que buscaban los productores y el público en una sala de cine. Fue entonces cuando el productor Irwin Yablans sugirió a Carpenter rodar una película de terror de serie B sobre un psicópata que asesinara ‘babysitters’. Carpenter, ávido de nuevas fórmulas en su afán de hacer cine y en su constante afición por el cine de terror, puso su maquinaria en marcha, esta vez en colaboración con la que se establecería como inseparable pareja artística, Debra Hill, con la que escribió un sorprendente proyecto en tan sólo diez días de trabajo conjunto.
‘La noche de Halloween’ tenía un argumento simple y básico, sin grandes complicaciones. Una historia que, a pesar de su pureza, resultaba aterradora. La misteriosa y popular noche de Halloween en el tranquilo barrio suburbial de Haddonfield, Illinois, donde la multitudinaria celebración norteamericana se teñía de sangre con la aparición de un desequilibrado llamado Michael Myers, un neurótico precoz que se escapa del psiquiátrico, continuando la masacre que comenzara él mismo día 15 años atrás cuando, en un arrebato de locura infantil, asesinara brutalmente a su hermana. Este argumento formulario ya había tenido sus antecesoras en inolvidables clásicos ‘Blood Feast’, ‘La matanza de Texas’ o ‘La última casa a la izquierda’, como enunciación de la abrupta irrupción del mal en la rutina cotidiana, sin embargo, la película de Carpenter era la primera que conseguía una estética que fusionaba el suspense más ‘hitchcockiano’ con la vena ‘gore’ que estaba de moda por aquellos años; inolvidable es la secuencia inicial, con la vista subjetiva de Myers mirando a través de una máscara de carnaval, los tres asesinatos posteriores o la del clímax final con acoso en el armario al personaje de una jovencísima Jamie Lee Curtis.
Una excepcional obra fundacional
El filme de Carpenter simboliza una película de carácter fundacional, que atribuía sus intenciones a un halo de posmodernidad no buscado, en el que su axioma sangriento se va licuando por su perfecto sistema de coordenadas y métodos del análisis intencional y fílmico que propone Carpenter, en el que la exploración del suspense y la insinuación se superpone a lo explícito. Tal vez ahí es donde la recreación narrativa del cineasta aporte su mejor y más reconocible estilo, armonizado en el tiempo de prórroga y expectación, donde los puntos de vista cambian según se adapten a la atmósfera y a la cadencia fílmica impuesta por su creador. Carpenter lo condiciona también a la escenificación, a la música o la gran aportación fotográfica de Dean Cundey. ‘La noche de Halloween’ sabe sacar partido a la incertidumbre provocada por la prolongación de algunos instantes en los que juega con los clímax hasta lograr la inquietud y el recelo, haciendo que lo evidente pase a una esfera de abandono, proponiendo que incluso el espectador se meta en la piel del asesino de forma velada y malintencionada para crear un sentimiento de agobio casi metalingüístico.
El filme encuentra asimismo varios puntos de crítica contra la sociedad del momento, con un sedimento acusador hacia varios elementos del país en aquellos tumultuosos años, como la desaprobación y censura general a tanta libertad sexual en la juventud sedienta de experiencias iniciáticas, la inacción del momento, simbolizada en esos vecinos que ignoran a Laurie, herida y atacada por Myers, cuando ésta acude a llamar muerta a su puerta que remite al caso real de Kitty Genovese, una mujer de Nueva York apuñalada hasta la muerte cerca de su casa en Kew Gardens ante la pasividad de sus vecinos, que contemplaron el espeluznante caso sin mover un solo dedo, lo que provocaría el llamado “efecto espectador”. También hay una invectiva velada a la tecnología en el hecho de que una de las víctimas de Myers muera estrangulada con un cable de teléfono… Carpenter y Hill tenían una idea clara: mostrar a ese asesino como una creación de la sociedad que se vuelve contra ella.
‘La noche de Halloween’ se rodó a mediados de 1978 de forma fulminante, acabándose en sólo mes y medio (incluida post-producción). Durante el rodaje ningún miembro del equipo técnico cobró, excepto Donald Pleasance, que ya que tenía un reconocido caché debido a sus apariciones en películas importantes, casi siempre en papeles secundarios. Había una eufórica sensación común que devino en actitud esperanzadora. Todos intuían que su Halloween fuera un éxito en taquilla. Nada más lejos de la realidad. Cuando se estrenó, fue un rotundo fracaso. Todos los miembros del equipo, con Carpenter a la cabeza, se llevaron la mayor decepción de su vida. Las esperanzas puestas en una película generada para las generaciones de adolescentes sedientos de sangre en la pantalla no se consolidaron en absoluto.
El cineasta y la productora dieron por perdido un proyecto en el que habían puesto lo mejor de sí mismos. Pero, incomprensiblemente, cuando se reestrenó al año posterior, coincidiendo con la noche del 31 de octubre, festividad de Halloween, el público acudió en masa a presenciar la obra que lanzaría internacionalmente a su director. Y no sólo eso, sino que, además, la película de Carpenter se convertiría en la cinta independiente más rentable y taquillera de la historia del cine, levantando una auténtica fiebre en todo el país.
Un icono llamado Michael Myers
También pasó a los fastos cinematográficos por ser la precursora de toda una generación de perdurables ‘psycho-killers’, cuyos creadores vieron en Myers un progenitor y modelo de psicópatas como Jason Voorhes, Freddy Krueger, Pinhead, Candyman o Ghost Face... Myers pasaría a ser de dominio colectivo, plagiado hasta la extenuación. ‘La noche de Halloween’ se mostraba al espectador como una estilizada muestra de sofisticación, de acabado perfecto y con un dominio de cada aspecto formal que concedía a esta sublime obra el privilegio de ser una de las pocas películas que lograban un objetivo hoy inalcanzable: el terror como sensación de la que no se puede escapar.
La construcción de la atmósfera, el ritmo narrativo con la dosificación perfecta de las apariciones (muchas de ellas subjetivas) del asesino del barrio, su inclinación hacia una violencia apenas sangrienta, pero filmada con contundencia o esa respiración ahogada y constante son algunos de los elementos que invocan a una película que, con los años, ha ido configurándose como un clásico a la vez que ha adquirido cierta inocencia debido al automatismo violento al que el público actual está acostumbrado. De alguna forma, Carpenter estableció con ‘La noche de Halloween’ los tópicos y clichés del cine subsecuente, estructurando las particularidades del cine de terror venidero, donde el susto, la conmoción marcada por un ‘score’ inmediato y pegadizo o la emoción contextual llena de texturas y miedo atávico formularon algunas de las virtudes de este clásico del género.
En ‘Halloween’ el mencionado Donald Pleasance que encarnaba al Dr. Loomis, un personaje adyacente al profesor Van Helsing de Bram Stoker y homenaje declarado al personaje de John Gavin en ‘Psicosis’ y la estupendísima Jamie Lee Curtis como la joven estudiante Laurie Strode son el eje fundamental en la lucha por la supervivencia contra el asesino sin escrúpulos. Con un ‘tempo’ unitario (todo transcurre en la citada noche), los violentos y estudiados planos y la calmada dimensión estética se rompían con la mala hostia de las secuencias cumbres en la que todo está tan afilado. Uno de los aspectos más sobresalientes del filme fue, como casi siempre, la música compuesta por el propio Carpenter, que le confirió a la totalidad del filme un característico ‘leitmotiv’ imposible de olvidar. ‘La noche de Halloween’ ganó el Gran Premio del festival fantástico de París, así como el del prestigioso festival de Avoriaz.
Una obra de culto y un clásico a la altura de cualquier obra maestra de cualquier otro género y que es una de las películas más recordadas y entrañables de este perspicaz cineasta. Carpenter se convirtió, por méritos propios, en cineasta de culto gracias a la película que marcó una era en el género de terror y en gran medida, la carrera del propio director. ‘La noche de Halloween’ no es una película ‘splatter’, como algunos han querido ver, pero sí origen de una retahíla de títulos genéricos que han pasado con letras de oro a la historia del cine ‘gore’, pero sobre todo a la genealogía de la ‘slasher movie’, donde sigue siendo una referencia inevitable.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010

Especial Halloween (I): ¿Truco o trato?

Bueno amigos, tenemos por delante un fin de semana dedicado a Halloween. Pronto se verá materializada la noche de la brujas, la de disfrazarse, la de ver películas de terror y contar escabrosos y espeluznantes cuentos a la luz de una hoguera. Es la hora, en definitiva, de aprovechar cualquier excusa para salir de fiesta.
Muchos pensaréis que la noche del 31 de octubre proviene de la globalización yanqui y la expansión de sus costumbres al resto del mundo. Pues no es así. Se trata, en realidad, de una festividad principalmente adherida a la cultura de los celtas. Suponía un momento sacro en que consagrado a recoger bayas del muérdago depositado en los troncos y en las ramas de las encinas y robles por parte de los ‘druitas’. Esta noche era conocida como ‘Nos Galan-gaeaf’, la de las calendas de invierno, ya que el año celta se dividía en dos estaciones, la de invierno y la de verano.
En la víspera del primero de noviembre se encendían hogueras y a esta fiesta acudían todos los miembros del poblado para celebrar una asamblea en la que intervenían tanto los hombres como las mujeres. Se sacrificaban animales con el fin de aprovisionarse para el invierno y era una de las pocas ocasiones en que los ‘druitas’ tenían autorización para comer carne de cerdo y beber vino en abundancia. Una directriz que se prolonga hasta nuestros días, puesto que, siguiendo la tradición, todo el mundo alcanza el éxtasis dipsómano. Era cuando todos encendían velas y el sentimiento de proximidad con los difuntos era tal que cualquier ser vivo podía descender junto a ellos al mundo de los muertos. La creencia generalizada era que en la noche del 31 de octubre los muertos entraban en comunicación con los vivos en una especie de confusión cósmica (y no son palabras de Carlos Jesús), lo que ha generado multitud de leyendas al respecto.
Un eco desvaído de aquellas veladas se encuentra actualmente en la famosa noche de Halloween que hemos importado de USA. Aunque parezca lo contrario, no es una fiesta genuina de allí, queridos amigos. La palabra Halloween es la forma moderna inglesa del antiguo ‘All-hallow even’. Los primeros colonos ingleses e irlandeses que llegaron, trajeron sus tradiciones a su nueva patria, entre ellas la festividad del día de las brujas, que se celebra en la noche del domingo. Los hogares se adornan con siniestras calabazas vacías, moldeadas con formas de monstruos y una vela encendida en su interior. Las personas se disfrazan y los niños van de casa en casa pidiendo golosinas.
Hoy hay que dar sustos chungos, gastar bromas pesadas y, en casos extremos, dejarse llevar por la enajenación mental que todos tenemos en nuestro fondo más oscuro. Hay que salir con un mono de operario azul oscuro, una máscara decolorada del Capitán Kirk de ‘Star Trek’ y un enorme cuchillo para, entre resuellos, acojonar las almas cándidas de un tranquilo barrio ajeno a las pesadillas...
¡¡¡TENED CUIDADO pues!!!!

jueves, 28 de octubre de 2010

Los nuevos tiempos

Todo está desnaturalizado. Lo que nos rodea es un ‘fake’ constante que se mueve por la apariencia superficial. La realidad congénita de hace años forma parte del recuerdo. La tecnología y el énfasis porque todo parezca perfecto hacen que nos cuestionemos si lo que vemos cada día pertenece a la esfera de un mundo tangible o es pura recreación ficticia. La verdad, desgraciadamente, cada vez es más cuestionable.

Morphed Actresses

Un spot promocional de la CBS creado por Philip Scott Johnson sintetizaba en un conseguido 'morphing' un recorrido de 60 años por los rostros de las actrices televisivas americanas. Este es el resultado.