viernes, 25 de diciembre de 2009

Review 'Avatar (Avatar)'

Bailando con Na´vis
La larga espera del filme de Cameron tras más de una década después de ‘Titanic’ deja un filme espectáculo repleto de ambición, efectos especiales y estética acumulativa. Sin embargo, el resultado es una película vacía que esconde una falta de sutileza abrumante.
Se le ha dado una especial trascendencia al hecho de que James Cameron haya permanecido más de una década para concretar ‘Avatar’ tras su rutilante éxito con ‘Titanic’. El discurso del cineasta sobre esta demora ha sido el de una necesidad de adecuar su filme a las exigencias tecnológicas desarrolladas en los últimos años. Cameron necesitaba unos avances muy concretos para poder hipnotizar al mundo con unos efectos especiales sorprendentes. Su caprichosa actitud huele al exigente espíritu de Stanley Kubrick y su denso destierro voluntario hasta que las técnicas de filmación pudieran llevar a cabo la novela de Brian Aldiss ‘Inteligencia Artificial’.
Su afán por convertirse en el adalid de la innovación tecnológica de la industria cinematográfica y el juramento de brindar al mundo el filme acontecimiento de la década ponían el listón muy alto. El director de ‘Mentiras arriesgadas’ prometió una nueva experiencia y un nuevo modo de ver el cine. En su soflama iluminada hacía ver la llegada de una película que iba a dar un giro radical al curso del Séptimo Arte. Se ha vendido como una profecía del cine que está por venir. Una experiencia adelantada a su tiempo. Pues lamentablemente, y como se preveía, ‘Avatar’ no es nada de eso.
Esta nueva aventura de Cameron responde, eso sí, a lo que todos esperaban. Es decir, un tipo de cine elefantiasico muy al gusto de su creador. Una película que, de entrada, implica una ambición tan colosal que es imposible que no sea un éxito. En su resultado final, pesa más lo desproporcionado, lo artificial y lo tecnológico que todo lo demás, que queda indefinido en el equilibrio de aquello que ambiciona y el resultado final de esta historia. Cameron juega a ser Dios creando un universo propio, de fábula épica, ubicado en el mundo de Pandora, planeta habitado por una suerte de Ewoks de tres metros, sin pelo y con aspecto ‘apitufado’. El cineasta ha creado una fauna y flora específica, un territorio y un lenguaje delimitado para dar credibilidad a la aventura de Jake Sully (Sam Worthington), un ex marine norteamericano que se introduce en la tribu de los Na´vi, dentro del cuerpo un caminante de sueños, de un avatar infiltrado que empieza informando sobre la cultura y las costumbres del pueblo y acaba por convertirse en el cabecilla de una revolución contra aquéllos para los que trabaja.
Paulatinamente, además de enamorarse de la bella Neytiri (Zoe Saldana), irá descubriendo a una tribu en comunión con la tierra y la naturaleza que van a ser aniquilados por un ejército manipulado a su vez por una pujante compañía corporativa que pretende adueñarse de un mineral que es la solución real a la crisis energética de una Tierra totalmente despoblada y devastada. Con ello, Cameron deja ver su intención de eco alarmista sobre la evolución del hombre y su empeño en destruir el medio ambiente y la vida humana, así como del progreso como amenaza debido a la avanzada tecnología de las máquinas, como ya sucedía en ‘Terminator 2’. ‘Avatar’ es, ante todo, una cinta de Ciencia-Ficción ecológica, ecologista (sin que falten cantos tribales) y muy antimilitarista.
De entrada, por mucho que se niegue, los paralelismos que se pueden hacer entre ‘Avatar’ y ‘Un hombre llamado Caballo’, de Elliot Silverstein, el ‘Pocahontas’, de Disney y, sobre todo, con ‘Bailando con lobos’, de Kevin Costner, pesan demasiado sobre la parte más volátil y quebradiza del filme de Cameron: el guión. Es más un puzzle de referencias que un trabajo con personalidad propia. A Cameron le falta disciplina guionística ante su irreprochable pericia narrativa. Con ello, ‘Avatar’ se destapa en seguida como una historia infantil, absolutamente previsible, que implica cierta ridiculez en su desarrollo, tópica y trivial hasta el paroxismo, sin albergar sorpresas y dejándose la emoción y cualquier dote para la dramaturgia y la pasión por el camino. Podría pensarse que es un efecto de ingenuidad argumental, de honestidad con una historia reincidida en multitud de ocasiones, bienintencionada en los elementos con los que se construye la colorista historia de amor esquemática y conexión con la naturaleza. Un hálito que atufa a moralina por todos sus flancos, con buen rollo de vitola de ‘new age’.
Sin embargo, conociendo la trayectoria de James Cameron, esto se contradice con su continuo afán por doblegar el cine a su antojo. La jugada de crear un espectáculo más grande que la vida misma (el ‘bigger than life’ que lleva como estigma) se queda en un simple conato, puesto que bajo la estela del alarde de ‘Avatar’, de sus ansias de grandiosidad, se esconde una falta de sutileza abrumante, donde los personajes están desprovistos de profundidad, esgrimidos en un croquis de adiposa capacidad dramática.
‘Avatar’ dilucida torpemente sobre la populista historia de colonización e imperialismo, que vive del tópico y el cliché, con evidentes limitaciones que no van más allá de su sinopsis, volcando el grueso de la historia en simples alegorías, en espiritualidad y amor a la naturaleza de cómodo manual. Por supuesto, filtrado con maniqueísmo y corrección política. Se asienta así sobre los cimientos de un mensaje antibelicista con toques de enfrenamiento entre la evolución armamentística ‘hi-tech’ y la humanidad de lo arcaico y tradicional. Es la particular dicotomía de contraponer la guerra con conceptos antagónicos como la paz e incluso la ciencia. Los Na´vi desafían sin tecnología y usando la naturaleza para combatir la destrucción de los artefactos de aniquilación militar. La epopeya de Cameron parece también querer hacer relectura crítica de algunos errores de la actualidad; en esa guerra sin sentido a cualquier precio que encubre a quien maneja el cotarro, las grandes corporaciones que amenazan al mundo en que vivimos, los ejércitos manipulados hasta el extremo de ejercer el exterminio por cumplir órdenes y un subtexto alegórico al 11-S en un momento muy reconocible de la película.
James Cameron cree que lo tiene todo hecho cuando cambia los papeles tradicionales del género de catástrofes alienígenas. Aquí los malos no son los extraterrestres, son los propios humanos, el ejército y las grandes multinacionales, que son las que pueden llevar a cabo un genocidio si por delante hay intereses económicos (en este caso, un yacimiento de un mineral llamado Unobtainium), en un alarde de denunciar de qué forma las conjeturas neoliberales imponen un erróneo modelo de la democracia capitalista.
El problema es que todo esto se pasa por alto cuando es reconocible que el espectador se pone delante de ‘Avatar’ sabiendo a qué se enfrenta. Cameron y los efectos especiales son los dos ingredientes que prevalecen por encima de cualquier acierto o defecto que lleve esta cinta congénitamente. No hay que analizar más allá de lo que hay. Como cine espectáculo, ‘Avatar’ satisface las expectativas, puesto que lo que importa no es la historia, ni los personajes, si no que la impresión tridimensional se asuma como una exhibición disfrutable por todos aquellos que se dejen los prejuicios en casa. Es un ‘blockbuster’ con todas las de ley que pertenece a un tiempo concreto. Y lo es porque apabulla, porque es una profusa muestra de ostentosidad de medios, de gaudeamus visual al servicio única y exclusivamente de la pirueta deslumbrante. Cameron da rienda suelta a su megalomanía galopante, esgrimiendo un deslumbramiento continuo que no tiene fin y que, a buen seguro, se percibirá, de un modo adulterado, como un lujo para los sentidos. ‘Avatar’ es el testimonio paradigmático de la autoconfianza de su creador, que se aferra al poder narrativo puesto a su servicio de los efectos de última generación.
‘Avatar’ es una montaña rusa de aventuras, donde la plasticidad de las escenas se rige por la estilización continua de lo narrado. Una proeza visual que a lo largo de sus casi tres horas no decae en ritmo y en derroche sensorial. El misticismo planetario sacude a la épica hipertrofiada de los Na'vi u Omitacayas, con espectaculares luchas varias, con su épica final, con romance de novela rosa, con militares que parecen personajes de videojuegos… Todo embutido en un circo digital de estética acumulativa. Hay que reconocer que ‘Avatar’ es un deslumbrante espectáculo visual de primer orden, que magnifica el concepto de odisea cinematográfica al servicio de la taquilla. Que encandila y abruma a partes iguales.
Pero por desgracia para Cameron, la revolución del cine no ha sido tal. Como era de esperar, este armatoste descomunal con olor a dinero y marketing es, simplemente, eso, una jugada perfecta que no descubre nada nuevo. Tal vez mejora el cine que está por venir, que robustece la naturalidad del ‘perfomance motion capture’. Eso sí, hasta el momento, tampoco es que sea algo que levante mucha expectativa, por mucho que a las ‘vacas sagradas’ de Hollywood se les haya despertado la vena tecnófila.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMA REVIEW: 'Donde viven los monstruos', de Spike Jonze.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Diversos Santa Claus

Más que un símbolo de emotividad navideña, Santa Claus, con el paso de los años, se ha convertido en un reclamo comercial identificativo de estas fiestas. Está en todos los sitios imaginables; anuncios, supermercados, fachadas, calles, colgado en los balcones, calzoncillos… Père Noël, Babbo Natale, Papa Noel… se ha convertido en un símbolo arraigado a un país que ha superpuesto su figura a los tradicionales Reyes Magos. Se lleva más este gordo de barbas blancas vestido de rojo que sus majestades de Oriente. Sin embargo, que un fulano, según cuenta la leyenda, pueda entrar en las casas de los niños que tengan chimenea es algo que levanta ciertas suspicacias entre los más pequeños. Tampoco ayuda la consolidación de individuos de dudoso calado dando vida a este icono navideño.
La catalogación que da la revista Maxim, en su edición americana, se acerca mucho a la prosapia y variedad de caracteres que ofrece la figura de Santa Claus; desde el hombre de poca voluntad que empina el codo y se ‘encogorza’ (una estampa recurrente que llevó al cine Terry Zwigoff en ‘Bad Santa’), pasando por aquél al que el traje le queda grande y el relleno no disimula su delgadez, el viejo verde que acecha a las madres de los niños hasta llegar a ese sueño erótico de hermosas mujeres de mareantes curvas vestidas como Santa…
La conclusión de esto: Santa Claus da miedo. Si no, que se lo digan a Billy Chapman en ‘Noche de paz, noche de muerte’ o podemos echar un vistazo al blog ‘Sketchy Santas’, página que recoge inaquietantes instataneas de diversos Santa Claus ofreciendo el rostro menos poético de esta inquebrantable figura navideña.
Como recordatorio en este día de Pre-Navidad, os dejo el mítico Top Ten de personajes navideños abismales.
Lo dicho hace unos días. FELIZ NAVIDAD a todos.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

El regalo navideño de Jack Bauer

Cualquiera que haya visto o seguido las aventuras de Jack Bauer (Kiefer Sutherland) en la televisiva y reverencial ‘24’ sabrá cómo se las gasta este agente de la UAT -Unidad AntiTerrorista-. Bauer tiene una larga lista de decesos cometidos a sus espaldas. Sin embargo, es un héroe intachable. Y un buen patriota que lucha contra la caterva de poderosas organizaciones internacionales que van en contra de su país. También es un buen padre de familia. Y aunque tuvo su flirteo con la heroína y abusa de vez en cuando del hostigamiento y la violencia extrema para conseguir información, Bauer también quiere un regalo de Navidad. Y lo conseguirá. Aunque para ello haya que torturar e interrogar al mismísimo Santa Claus.

martes, 22 de diciembre de 2009

Gordo de Navidad: 78.294

“Me estás tapando los cincuentamiles”, le ha dicho en un momento puntual el presidente de la mesa al niño de la tercera tabla que ha cantado uno de los quintos premios. Pero nada como aquél supervisor de mesa de bombos que echó una bronca monumental a aquel pobre niño que se equivocó en un número y que no he podido encontrar en YouTube, pero que es impagable.
Cada año la letanía de los niños de San Ildefonso alegra un poco el día dando con su sonata cantarina una especie de pátina navideña a un Sorteo que alberga las esperanzas de mucha gente para olvidar penas, darse caprichos o amasar fortunas. No vamos a negar que es una ilusión a modo de espejismo. Como el cuento de la lechera, todos dilucidan sobre qué harían si les tocara el premio gordo. La probabilidad es mínima. Casi nula. Hay que asumirlo con realismo y estoicismo. Los números que van desde el número 00000 al 84999 escogen una casualidad real del 5,68%. Una cifra imposible, una quimera. La gente sigue haciéndose ilusiones porque cada año vemos en la televisión a unos poquísimos afortunados son fugaces protagonistas del día 22 de diciembre al aparecer enardecidos alrededor de un periodista contagiado de euforia vociferando y gritando paridas, entre cava en la cabeza y risas y cánticos, medio ebrios, de los ganadores, conscientes de que sus vidas han cambiado.
Este año, los madrileños han ganado la partida a los demás españoles. Los dos primeros premios han caído en la capital española. El Gordo, lejos de aludir a la obesidad, deja millones de euros en el 78294, el afortunado billete que, en estos momentos, quema de forma agradable en manos de los afortunados. A partir de ahora, escucharemos en televisión esas porfiadas frases que año tras año repican como los villancicos navideños; “celebrarlo”, “muy felices oiga”, “me hacía mucha falta”, “regalos para la familia”, “comprarme un piso”, “para la boda” o las mejores, la expresión jornalera de cemento y ladrillo y ex profesión de Nacho Vidal “tapar agujeros” y la que no podía faltar y que pocas veces se deja montada en el corte “mandar a tomar por culo a mi jefe”.
En cualquier caso, felicidades a aquellos a los que vivan en Bravo Murillo, en Madrid y en Getafe.
¿Algún premiado entre los lectores que quiera, de forma altruista y alegre, donar algo del premio para la producción de un exitoso y futuro proyecto cortometrajístico?

lunes, 21 de diciembre de 2009

Fin de semana de fallecimientos en Hollywood: Dan O'Bannon y Brittany Murphy

1946-2009
Jennifer Jones no ha sido la despedida más sonada de este fin de año en Hollywood. Este fin de semana nos ha dejado otras dos tristes noticias cinematográficas; Dan O’Bannon falleció este pasado sábado a los 63 años. Siempre será recordado por haber escrito uno de los mejores guiones de terror y de ciencia ficción de la historia: ‘Alien’, de Ridley Scott. O’Bannon aportó una innovadora visión al género, conjugado con un terror más psicológico que efectista, basado en una estética gótica, aterradora y oscura. O’Bannon había escrito el libreto de ‘Dark Star’, dirigida por su amigo John Carpenter, su primer trabajo de importancia y todo un clásico de culto de la serie B. En ella, se daban cita la ciencia-ficción y la comedia, otorgando una parodia irónica y cáustica de ‘2001: Una odisea del espacio’, de Kubrick pero jugando, a su manera, con el vestigio de opresión e histerismo que viven unos astronautas y que, según O’Bannon, “suponía una metáfora de la rutinaria y agobiante vida americana”. O’Bannon será recordado por trabajos como ‘Lifeforce’, ‘Muertos y enterrados’, ‘Invasores de Marte’, ‘El trueno azul’, ‘Asesinos cibernéticos’ o ‘Desafío Total’, dirigiendo en alguna ocasión puntual como en ‘El regreso de los muertos vivientes’ o ‘The resurrected’… También formó parte del departamento de efectos especiales de ‘Star Wars’.
1977-2009
Por otra parte, dada su juventud, ha impactado especialmente la muerte prematura de la joven Britany Murphy, de sólo 32 años, debido a un paro cardíaco. A pesar de que en sus inicios fuera señalaba como una joven promesa de gran futuro en el cine, no fue especialmente una estrella de renombre, ni había tenido trabajos de repercusión más allá de alguna película o miniserie de cierta trascendencia. ‘Clueless’, ‘Ni una palabra’, ‘Inocencia Interrumpida’, y sobre todo ‘8 Millas’, de Curtis Hanson, dándole la réplica a Eminen, son algunos de sus trabajos con más repercusión. Comenzó en televisión con ‘Blossom’, ‘Drexell's Class’ y ‘Cosas de hermanas’. Además de los largometrajes mencionados se fue especializando en comedias románticas como ‘Recién casados’, ‘Niñera a la fuerza’, ‘Amor y otros desastres’. ‘Sin City’, adaptación al cine del cómic del mismo nombre y dirigida por Robert Rodriguez y Frank Miller o el doblaje del pingüino Gloria en la película ‘Happy Feet’ también son algunos de sus últimos trabajos. Últimamente se había hablado de su afición al quirófano con retoques faciales y corporales o un rumor sobre su excesiva delgadez que apuntaban a la anorexia. De cualquier modo, Murphy tenía unos ojos poderosos, capaces de expresar mucho talento no desplegado y que nadie fue capaz de potenciar lo suficiente como para sacar a esta actriz del ostracismo y el encasillamiento, a pesar de las blefaroplastias que sufrieran esos ojos tristes que ya no verán nunca otro éxito que la devuelva a las portadas de Hollywood.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Navidad Abismal 2009

No vamos a negarnos. Ya está aquí la Navidad. Otra vez. De hecho, lleva estando desde principios de noviembre, cada año más anticipada, con diversos tipos de excusas. En esta ocasión ha sido la crisis, que ha adelantado la estela de guirnaldas (de bajo consumo, eso sí) para fomentar el gasto del consumidor, reticente ante la situación económica del mundo y de un bolsillo bastante mermado a lo largo del año. Está visto que estas fechas desprenden una doble variante; la de aquellos que hacen aflorar las emociones negativas y agudizan un sentimiento de tristeza y aversión con connotaciones familiares y la de los que se dejan llevar por el sentido lúdico de la tradición y disfrutan sin complejos de todo tipo de desenfreno dispendioso, de constante convite, de cenas copiosas de empresa, con amigos, de reencuentros que acaban hasta las tantas abrazando negligentemente farolas con una botella o una copa de la mano.
Los tiempos parecen dejan entrever una mirada catastrofista que no deja mucho espacio para el optimismo. Existe un síndrome apocalíptico que empaña este tipo de jolgorios. Parece ser que hay que estar preocupado por la situación de crisis, por la gripe A, por el calentamiento global con el futuro del mundo al cual se le ponen supuestas fechas de caducidad, previsiones planetarias desfavorables, sin precedentes, que planean sobre las mentes más realistas y sobre los cálculos científicos menos confiados ¡Paparruchas! ¡Es Navidad!
Ante aquéllos que proclaman la Navidad como una época especial, existen otros que se empecinan en promulgar que no es más que una campaña de mercadotecnia sin sentido. En cualquier caso, como se viene señalando en este espacio abismal, el concepto de Navidad está más allá de la parafernalia consumista. Y es que la confusión atávica ante el inexorable ciclo vital, del invierno y del verano, ha creado celebraciones de solsticios para todos los gustos. Y hay que asumirlo. Y lo que es más importante, llevarlo al extremo. Lo divertido de todo es ser cínico, socarrón y saber disfrutarlo con divertimento y alegría. La Navidad es la época ideal para reírse con más fuerza de aquellos a los que no les gustan y a los que le quieren cambiar el nombre a la celebración por la absurda denominación de “fiesta de invierno”.
Tampoco es momento de reflexionar sobre su génesis católico, ni de conjeturar sobre lo que en realidad se celebra, ni de aludir a cualquier residuo de antiguas fiestas paganas de los nórdicos o aquella celebración romana en honor a Saturno. Lo importante es celebrarlo y pasarlo bien, de ingerir sin freno opulentas cenas y comidas con compañeros, amigos y familiares. De dejarse de malos rollos y el odio en Nochebuena, de seguir comiendo y bebiendo en Navidad. Cómo no, continuando con más brío en Nochevieja, engarzando la comida de Año Nuevo con cenas de antiguos compañeros y habituales cogorzas semanales....
La Navidad continuará siendo esa extraña pero entrañable fiesta arraigada a las guirnaldas, al muérdago, a las luces de colores, a los villancicos, a las olvidadas panderetas, a la botella de anís y al cuchillo para hacerla sonar, a los petardos de 15, a los belenes de todo tipo, al sorteo de lotería más seguido del año, a un pequeño pino talado violentamente para goce efímero de la vista, a Raphael cantando 'El Tamborilero', al aburrido mensaje del hombre que mandó callar a Hugo Chávez, a los regalos del gordo de rojo y los Reyes Magos, al champán, al marisco, al despilfarro generalizado, a la sonrisa cínica o sincera y a la predisposición de los buenos sentimientos convertidos a la mínima de cambio en encendida mala hostia. Eso es la Navidad.
Y no queda más que celebrarla, con gracia y salud, en la medida de lo posible. Por eso, desde estas líneas os deseo una FELIZ NAVIDAD 2009, año que despide otra década, ya metida de lleno en aquel futuro que imaginábamos cuando éramos pequeños y que no es ni tan avanzada ni tan espectacular como la pintaban. Más bien todo lo contrario. Pero de esto ya habrá tiempo de hablar antes de que acabe el año. Hasta entonces, seguid mi consejo: disfrutar y divertíos hasta que parezca pecado.
Abrazos para todos.
¡Jo, jo, jo!

Adiós, eterna Jennifer

1919-2009
Algunas de las escenas de amor de ‘Duelo al sol’, la cinta que David O. Selznick produjo como capricho para fomentar la carrera de Jennifer Jones, siguen subsistiendo como arquetipos de adventicia intensidad dentro de los fastos cinematográficos. A pesar de tratarse de una película de productor, el gran King Vidor logró implantar su especial sentido del romanticismo, con la aspereza de un odio convertido en pasión y llevado hasta las últimas consecuencias. Por supuesto, se trata de ese final en el que la Jones y Gregory Peck se baten a duelo para morir finalmente besándose bajo el rojizo légamo que provoca una hermosa y lacónica lluvia que cierra la película.
Nacida como Phillys Isley, Jennifer Jones le debe su fama a David O. Selznick, que se fijó en ella y la publicitó hasta lanzarla con ‘La canción de Bernadette’, de Henry King. No se equivocaría, ya que ‘Pigmalión’, le otorgaría un Oscar por su interpretación en este largometraje. Jones supo utilizar ese duro temperamento de una actriz imperfecta que desprendía un cierto halo de arrogancia y misterio, de pasión convulsa bajo una cautivadora mirada de hielo. ‘Cluny Brown’, de Ernst Lubitsch, ‘Corazón Salvaje’, de Michael Powell y Emeric Pressburger o ‘Madame Bovary’, de Vicent Minnelli la hicieron inmortal. ‘El coloso en llamas’, de John Guillermin fue su última película.
Ha sido y será uno de los rostros más enigmáticos y perturbadores que ha dado el cine. Puro morbo delante de una pantalla. Una actriz que jamás podrá olvidarse.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Review 'Spanish Movie'

La parodia nacional
Grandes dosis de humor, guiños a nuestro cine de éxito más reciente, la cinta de Ruiz Caldera es una idiotez sin prejuicios muy digna, pero echa en falta más ensañamiento y con aquello que caricaturiza.
Confeccionar una buena comedia es una de las labores más difíciles y espinosas de cuantas se puedan acometer en la variedad de los géneros cinematográficos. Cuando ésta se convierte en lo que se conoce como ‘spoof movie’, es decir, una comedia de ‘gags’, una parodia satírica que se nutre de imitación y burlas, la cosa es, cuanto menos, igual de complicada. Cierto es que este tipo de cine no se ajusta a un hilo conductor convencional, si no que más bien se sostiene por la reiteración mecánica del absurdo, del ‘slapstick’ y de la imitación transformada en guiño como mera excusa para la sucesión de paridas. Por eso, todo tiene que ir funcionando con corrección, dentro de un ciclo constante que sorprenda y haga reír al espectador. O al menos, mantener la sonrisa siguiendo un ritmo virtuoso.
Ejemplo de maestría de esta ardua tipografía cinematográfica son películas que hoy son clásicos del humor. La franquicia creada por Jerry Zucker, Jim Abrahams y David Zucker con ‘Aterriza como puedas’, ‘Top secret’ o ‘Agárralo como puedas’ ejemplifican esa tradición de inalcanzable cine de ‘gags’, con cognición de la risa y una capacidad de poner en evidencia la solemnidad del lenguaje cinematográfico a la que no son ajenos los Monty Python, Mel Brooks o esa película de culto que es ‘Amazonas en la luna’.
‘Spanish Movie’ surge a rebufo de otra tradición modernizada de aquélla terna de filmes irrepetibles. Mucho más cercana a la disparidad de mediocres filmes situados en los confines del subgénero; la saga ‘Scary Movie’, ‘Epic movie’, ‘Date movie’, ‘Casi 300…’, sin embargo, la cinta dirigida por Javier Ruiz Caldera, con guión de Paco Cabezas, se impone con asombrosa facilidad a la insuficiencia de los citados títulos, básicamente porque sabe ordenar su rifa de chanzas delimitándolas a una iconografía muy patria, que todos conocemos para salir airosos a la hora de disfrazar su humor con un tono muy terruñero. Aquí, como en este tipo de películas, la trama es lo de menos; Ramira, imitación de Raimunda, el personaje de Penélope Cruz en ‘Volver’, entra a servir en una mansión victoriana a las órdenes de Laura (personaje misceláneo de los de Belén Rueda y Nicole Kidman en ‘El Orfanato’ y ‘Los otros, respectivamente’), una extraña mujer que ha quedado sola después de que su marido se fuera a la guerra. Raimunda ejercerá, con cierta negligencia y mucha gracia, como encargada de un niño fotosensible y de una niña sádica. También encontrará al hermano de Laura, Pedro San Antón, un tetrapléjico con ganas de suicidarse que remite, directamente, al Ramón San Pedro de ‘Mar Adentro’.
Y, a partir de estos cimientos, la locura. ‘Spanish Movie’ se decide a recorrer a su manera el cine español reciente, con alusiones directas o encubiertas a películas españolas de éxito. Así hay referencias a las películas mencionadas junto a otras como ‘[Rec]’, ‘El laberinto del Fauno’, ‘Alatriste’, ‘No es país para viejos’ o ‘Abre los ojos’.
El objetivo primordial es mantener la eficacia y que la juerga no decaiga. Y por esos cerros se encamina, desde su inicio, ‘Spanish Movie’, jugando a robar descaradamente, a mofarse con ingenio de aquello que tratan, concediendo algún que otro chiste fácil, un poquito de escatología moderada, alusiones cómplices a la ‘muchachada’ adicta a lo ‘chanante’, momentos de vacío tanto argumental como narrativo, algún ‘gag’ sin gracia y algunos otros aciertos donde el surrealismo y la referencia armonizan su validez. Lo más positivo que se puede decir de este filme de aspiraciones comerciales es que demuestra una iniciativa intachable al mostrar sin sonrojo su idiotez sin prejuicios, abordando su condición de incolora sucesora de una estirpe de filmes que pasan sin pena ni gloria en el cine actual, pero “a la española”. Y el resultado, contra todo pronóstico y en conjunto, es bastante equilibrado. Por dos motivos; primero, porque todo el entramado del guión está desprovisto de cualquier ambición, con los pies muy firmes en un terreno de comedia hilvanada con incoherencia y sujeta a la chorrada (que unas veces funciona y otras no). Y la segunda, porque sus protagonistas aportan con su talento la dimensión necesaria para que todo funcione.
En este aspecto, Alexandra Jiménez se destapa como lo mejor de la función, junto con ese ‘animal’ de lo cómico que es la gran Silvia Abril, muy orquestadas por gente que vive por y para la comedia como Carlos Areces y Joaquín Reyes. Sin faltar esa dosis de ‘cameos’ entrañables de mano de los aguerridos chavalotes de ‘Muchachada Nui’, el director Álex de la Iglesia, Belén Rueda, Amenábar, Paco Plaza y Jaume Balagueró… hasta llegar a esa eminencia del género, al gran tótem del ‘spoof’ Leslie Nielsen. También hay que destacar su sugestivo diseño de producción, el acabado formal y una puesta en escena que nada tiene que envidiar a cualquier producción de alto nivel que se viene propugnando en nuestro país. ‘Spanish Movie’ es una película muy cuidada en todos los aspectos.
Sin embargo, a la obra debut de Ruiz Caldera le falta algo, ya que no encuentra en ningún momento un ritmo concreto, vacilando en esa tónica de humor tan difícil de conseguir. Es lógico, por otra parte. Nada que reprochar en este aspecto. Lo que sí se echa en falta (y mucho) es más mala hostia en sus ataques y chanzas con respecto a lo que se parodia. ‘Spanish Movie’ es muy condescendiente, incondicional con aquello que caricaturiza, con una concepción demasiado “blanca” en su forma de repartir los golpes y burlas afables, cuidando de no pasarse en su humor descafeinado para que no siente mal a nadie.
En ese sentido, no es nada provocadora. Se asume como un producto oportunista en cuanto a engarzar parodias con la trama, pero no lo suficiente con el cine español reciente y su relación de amor-odio con su público. Tampoco ayudan los ‘set pices’ que, lejos de resultar convincentes o graciosos, restan frescura al asunto; bien sea un chiste sin gracia entre Buenafuente y Berto sobre pitufos y gnomos, ese ‘sketch’ de ‘Los lunes alcohol’, la aparición de “Joselito”, el devenir de Espinete y algunas salidas de tono que rompen el desarrollo y alargan el metraje innecesariamente. Llega un momento, antes de su magnífico final, en el que la película va dando bandazos en la línea de la reiteración sin sorpresas, traicionando el espíritu libérrimo que se exige al género.
Lo más fácil, obviamente, sería juzgar a ‘Spanish Movie’ con saña y crueldad. Y sería lo fácil porque es un filme que se expone a ello. Pero como espectadores y críticos sin prejuicios hay que resaltar los grandes méritos que posee esta encantadora gilipollez. No es ni tan desastrosa como, a priori y con prejuicios, se podría pensar, ni tan ingeniosa y aprovechada como la oportunidad brindaba. Máxime cuando las expectativas se habían situado en un nivel bastante alto. Basta con mencionar el antológico ‘trailer’ con Nielsen y Chiquito de la Calzada –que debería haber tenido papel dentro del filme-. ‘Spanish Movie’ en comparación a toda la retahíla de títulos venidos de fuera y citados al comienzo de esta crítica que se cuelgan con gran facilidad la etiqueta de cinta ‘spoof’ podría considerarse una obra maestra.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMA REVIEW: 'Avatar', de James Cameron.

lunes, 14 de diciembre de 2009

John Carpenter: Before the cameras roll

Es un mito del celuloide, de una especie poco común. Por eso cuando siempre que se habla del regreso de este indócil cineasta llamado John Carpenter, se habla también de la vuelta de la integridad al cine, del testimonio de una lealtad a sí mismo y respecto a su obra que se ha perdido en el cine actual, independientemente de las bogas perecederas que surjan. Carpenter simboliza, sobre todo, la figura de uno de los más aventajados y diligentes directores que han poblado la Meca del cine durante toda su Historia.
Hace casi diez años que el veterano cineasta no había vuelto a rodar una película de cine. ‘Fantasmas de Marte’ fue aquella última cita. Tras varios rumores con unas cuantas cintas que no llegaron a ver la luz, el pasado julio se iniciaba ‘The Ward’, con las jóvenes actrices Amber Heard, Danielle Panabaker y Mika Boorem como protagonistas. Carpenter vuelve al cine de terror más puro y genuino, con un ‘thriller’ psicológico centrado en una joven que despierta en un hospital psiquiátrico sin saber cómo ha llegado allí. Tampoco recuerda nada de su pasado y procedencia. El insano lugar tiene atemorizadas a las demás chicas que aseguran ver un fantasma de una antigua paciente con un oscuro y terrorífico secreto. Lentamente, cada una de las chicas comenzará a desaparecer.
‘The Ward’ está en proceso de postproducción y se estrenará a lo largo de 2010. Básicamente, el post no avanza nada que no se haya leído previamente. De hecho, hace cosa de un mes, se filtraba el rodaje de una pequeña escena de la película. Sin embargo, lo que pone los pelos de punta e ilusiona a todo seguidor del director de ‘La Cosa’ o ‘Vampiros’ es ver EL VÍDEO que inicia su página web oficial. ‘The Ward: Before the cameras roll’ es un impagable documento que refleja algunos de los instantes previos al rodaje del filme, donde se puede ver a John Carpenter en su esperado regreso al cine, con la ilusión de un novato y la sabiduría de un maestro. Bajo las notas de ‘1997: Rescate en Nueva York’ vamos viendo una localización, unas notas con dibujos y apuntes sobre el filme, el departamento de arte trabajando, las camas del psiquiátrico y, finalmente, él. Carpenter, en esencia, de vuelta a su hábitat natural. Sin ningún tipo de duda, ésta será una de las películas más esperadas del año. Se mire por donde se mire.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Review 'Paranormal Activity (Paranormal Activity)'

La reiteración como símbolo del miedo
A pesar de haberse transformado en el ‘taquillazo’ sorpresa del año, ‘Paranormal activity’ recurre a los convencionalismos del género y somete al público a una redundancia de situaciones que acaba desplegando una sensación de vacío infumable.
Ha sido uno de esos fenómenos de la temporada que, más allá de considerarse como un ‘sleeper’, apunta a esas escasas producciones que suplantan el despliegue de medios con una inventiva fílmica de reducido (por no decir irrisorio) presupuesto, que exhibe sus carencias de producción como un logro. Cristaliza la quimérica idea de lanzar un producto con la posibilidad de refrescar la noción de proyecto independiente que se materializa en un descomunal éxito de taquilla. El resultado: ganancias multillonarias con una inversión mínima. Es el sueño de cualquier productor. La película de Oren Peli fluctúa, según fuentes, entre los 7.000 y 10.000 euros de presupuesto y ha obtenido un innegable interés y repercusión utilizando Internet con un viral impecable para acumular cifras millonarias en las taquillas de todo el mundo. ‘Paranormal activity’ abre el debate en torno a la jerarquía que posee la red en las perspectivas comerciales de las pequeñas producciones. Eso sí, el lanzamiento y posterior distribución ha sido orquestada por una ‘major’ y el efecto “bola de nieve” ha venido dado por una publicidad sin precedentes. Con todo ello, se puede hablar más de una jugada maestra de ‘marketing’ que de un logro cinematográfico como tal, porque, de entrada, el filme de terror de moda tampoco tiene mucho que decir artísticamente.
Por supuesto, la fórmula es bien conocida por todos. Iniciado en los 70 con el ‘mondo cinema’ de Gualtiero Jacopetti, Ruggero Deodato o Paolo Cavara, el género sustentado en la crónica de cámara en mano, desde la total subjetividad de quién mira, extendiendo las posibilidades de ésta hasta la creación de una ‘hiper-realidad’ que pretende hacer ver a personas y no a personajes, nos remite directamente a ‘The Blair Witch Project’, de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, en una curiosa dualidad de astuto lanzamiento comercial y multiplicación de divisas en taquilla. Oren Peli no se aleja de las bases del movimiento que busca en cada minuto identificar al espectador con la cotidianidad, casi minimalista, de Katie y Micah, una pareja de San Diego que sospecha que en su nuevo hogar habita una presencia demoníaca. Deciden grabar lo que sucede en la habitación mientras duermen. A lo largo de tres semanas la cámara será testigo de los sobresaltos y malestar que provoca un espíritu al que la vigilancia ha sentado bastante mal.
Desde una perspectiva ‘amateurista’, con el zarandeo de la cámara y su constante (e imposible) presencia, invoca al ‘voyeurismo’ inherente en todo espectador, jugando al morbo dosificado antes que al apego por sus personajes, que resultan en todo momento bastante antipáticos e inmaduros. ‘Paranormal activity’ se nutre de así de una puesta en escena fortuita, ceñida a un solo espacio, que opera de forma supuestamente natural e inmediata, asumiendo su articulación en la actual democratización del mundo audiovisual. El filme de Peli es hijo de su tiempo, sin despegarse de una noción centrada en las características de inmediatez de Youtube, que explota la sensación de inquietud a través de la imagen nerviosa, de conversaciones que van desde las más intrascendentes hasta la gravedad de una situación que va ‘in crescendo’ con una trama que se va trufando de cierta previsibilidad. Un hecho que se hace patente cuanto más avanza la narración. Sin embargo, va dibujando cierta atmósfera en ese acercamiento a los confines de los miedos aceptables, de ese terror que se puede dar de forma asequible.
La intención es clara; hay que dotar a los diálogos y a la improvisación de una dosis de verosimilitud que se extienda a los momentos de escalofrío, de golpes de efecto donde el terror funciona siguiendo los convencionalismos a la hora de ejercer con los decretos del género. Lo más impactante, o al menos lo que más llama la atención, es lo bien que funciona ese plano fijo del dormitorio principal, donde la pareja duerme y sufre los ‘ataques’ del ente maligno, a oscuras, donde el sobresalto llega por golpes, efectos de sonido, sábanas que se levantan, alguna escena terrible hacia el final de la cinta y vuelta a lo mismo. El miedo, en ‘Paranormal activity’, acepta el concepto más ‘populista’ del término y se somete a la autosugestión de cada espectador. Nada más. Hay que agradecerle a su director multitarea (ha producido, escrito y montado la película) la inteligencia a la hora de plantear sus secuencias de pánico con una posición velada por la sugerencia, que funciona mejor que la exhibición gráfica del terror, renunciando al sadismo visual y los efectos especiales.
Lo peor de este nuevo taquillazo de género no es su ingenuidad o la poca credibilidad de lo planteado, que se define, básicamente, en la obstinación de esta pareja en seguir durmiendo en la misma habitación cuanto más peligroso se vuelve el ente diabólico. Y lo hacen a pierna suelta, a sabiendas de que la cámara está grabando, que es lo único que importa en sus vidas. Lo más negativo es la sensación de vacío que se va dando a lo largo de una película que apenas dura 90 minutos, donde Peli parece no saber muy bien qué contar cuando los fenómenos extraños no son la guinda del pastel. Los personajes se dedican a la especulación constante, muchas veces sin sentido, consumiendo sus cartas en una afasia que impregna su esencia en el alargamiento de tiempos, de situaciones que se dedican a desarrollar un vacío que se compensa cuando la pareja duerme y pasan “cosas”. De hecho, las escenas nocturnas van perdiendo eficacia por esa reiteración que bordea incluso el aburrimiento.
Hay graves carencias de profundización al estructurar el terror dentro la película, puesto que se circunscribe a un simple surtido de golpes de efecto y alguno visual, con un guión que no revoca su condición de anécdota alargada, rellenando descaradamente mucho tiempo de su metraje. En las escenas nocturnas funciona el hecho de que se pase parte de la noche en ‘fast forward’. Algo que se debería ver también en el día a día de estos dos personajes y su actitud ante el problema. Peli desatiende algunos aspectos muy interesantes de la personalidad y controvertible pasado de Katie y potencia la incapacidad para sugerir qué se esconde tras los fenómenos paranormales. El resultado es que, cuando la película empieza a ponerse interesante, se acaba de raíz, con un final precipitado que busca la conmoción del personal y el impacto hacia el público, un objetivo que mueve todo el tinglado.
‘Paranormal activity’, aunque pueda parecer un producto que se desenvuelve con cierta habilidad e inteligencia, es más maquinal de lo que hubiera querido Peli para resultar efectivo. No pasa de ser la enésima historia de fantasmas y presencias paranormales, de poltergeist con ganas de hacer la vida imposible a los inquilinos de la casa amenazando el bienestar de una pareja. Un conato de experimento con estética de documento casero que pretende narrar una terrible fábula sobre el miedo cotidiano. La nueva película hecha con cuatro duros que logra convertirse en un fenómeno de masas corre el riesgo de sus antecesoras. Y es que puede ser tomada desde dos ópticas muy diferentes; servir de estímulo a proyectos de reducido coste que tengan algo que contar y obtengan una similar trascendencia comercial o un seguimiento de la fórmula que suponga una tomadura de pelo formulista, de nulo presupuesto y afán lúdico, que aporte otra de esas obras insustanciales e irrelevantes. ‘Paranormal activity’ pertenece a este segundo grupo. Sólo que ha tenido suerte de tener a Steven Spielberg detrás.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
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