martes, 15 de septiembre de 2009

El triste adiós de Patrick Swayze

1952-2009
No pasará a la Historia del Cine como uno de los actores más reconocidos de su generación, ni como un intérprete excesivamente dotado para el drama o la comedia. Sin embargo, Patrick Swayze logró despuntar con un carisma y un atractivo heterogéneo que le convirtieron en un actor icónico, en un reclamo alejado del habitual halo de estrella hollywoodiense que se contrastaba con su fuerte atracción hacia el público más diverso. Swayze tenía ese “algo” canalla que cautivaba a las mujeres y encontraba la complicidad masculina sin ningún esfuerzo. Hombre de talento y potencial prolífico y múltiple (fue deportista universitario de éxito, actor, bailarín…), su carrera estuvo trufada de éxitos y fracasos. Parte de ese magnetismo macarra luciría con su máximo esplendor en ‘Rebeldes’, de Francis Ford Coppola, formando parte de aquel desterrado y prometedor grupo de jóvenes denominado ‘Brat Pack’ junto a Tom Cruise, Rob Lowe, C. Thomas Howell, Matt Dillon, Ralph Macchio y Emilio Estévez. Swayze, lejos de aprovechar el tirón efervescente de la etiqueta de la generación de moda, alcanzó la fama con la recordada la televisiva serie bélica e histórica que fue ‘Norte y Sur’, donde dio vida a Orry Main, un joven de familia adinerada del Sur que tiene que luchar en la Guerra de Secesión contra su mejor amigo, que defiende el bando del Norte. Antes, dejó para el recuerdo un filme que no hay que olvidar: ‘Amanecer rojo’, de John Millius.
En 1987, a Swayze le llegaría el éxito fulminante con la película ‘Dirty Dancing’, donde manifestó sus aptitudes para el baile en la historia aparentemente edulcorada del patito feo interpretado por Jennifer Grey y que incluía la diferencia de clases y un tema recurrente en aquellos años como era el aborto. Su banda sonora continúa siendo una de las más vendidas de todos los tiempos. Por entonces, el actor era una estrella. Sus títulos siguientes, ‘Con su propia ley’ y ‘De profesión, duro’, dejarían la simiente elección errónea de su posterior carrera. No obstante, sus papeles más recompensados fueron el de Sam Wheat en ‘Ghost’, su mayor éxito comercial y tal vez su interpretación más reconocida junto a Demi Moore y Whoopi Goldberg y ese inolvidable Bodhi, un surfista de patrones liberales que se dedica a robar bancos con los “Ex Presidentes” y disfrutar la vida en ‘Le llaman Bodhi’, una de las mejores cintas de acción de los 90. Desde entonces, su filmografía acapara títulos bastantes prescindibles. En parte, porque Swayze se alejó del cine. A excepción de su arriesgada ‘A Wong Foo, gracias por todo, Julie Newmar’, ningún filme puede destacarse hasta la llegada de ‘Donnie Darko’, en la que Richard Nelly exprimió su estela de actor de culto que aprovechó Greg Marcks en ‘11: 14. Destino fatal’. En Broadway llevó a escena el musical ‘Chicago’ y en 2006 trabajó en el musical ‘Guys and Dolls’ en el circuito teatral de Londres. Hasta que en enero de 2008 se le diagnosticó un cáncer de páncreas que ha terminado con su vida a los 57 años de edad.
Swayze no cejó en el empeño de seguir trabajando hasta su hora final. A pesar del sufrimiento y merma física provocada por la terrible enfermedad, rodó ‘The Beast’, una serie para A&E TV y escribió sus memorias junto a su mujer desde 1975, Lisa Niemi. Swayze, al igual que Bodhi, cogió ésa última ola que acabó con él, haciendo lo que más le gustaba.
D.E.P.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Review 'Mapa de los sonidos de Tokio (Map of the sounds of Tokyo)'

La resonancia de un declive paulatino
Isabel Coixet, muy fascinada por la cultura y por la ciudad de Tokio, firma su película menos genuina, donde fluyen los estereotipos visuales de lirismo sensual y concentra muy poca credibilidad en el drama de sus personajes protagonistas.
Muy lejos ha quedado la Isabel Coixet de sus comienzos, de aquélla autora que fue concibiendo el cine como colisión con la intimidad de unos sentimientos a flor de piel, escondidos en un embalaje de cine independiente al más puro estilo americano (debut cinematográfico aparte). Desde ‘Cosas que nunca te dije’, posiblemente su mejor filme hasta el momento, la cineasta catalana apostó por un esteticismo y el estilo ajeno a los límites nacionales para acercarse con soltura a la inspiración ‘underground’ foránea en hábiles análisis acerca de la soledad, el amor y el destino. Con ímpetu introspectivo y personal, su cine siempre ha codiciado traspasar fronteras, en una actitud fílmica intercultural, con ambición ecuménica, lanzándose a sus característicos flujos emocionales que entremezcla, con mayor o menor suerte, la deliberación filosófica con sus cuestionamientos finales sobre los laberintos del corazón.
Por desgracia, en un declive paulatino, los filmes de Coixet ha ido abogando cada vez más por directrices que tienen que ver más con la expresión visual y estética de una directora que por el crecimiento como guionista. Y esto ha dado como consecuencia que su cine se haya vuelto algo pretencioso y sublimado en su forma, pero vacío en su contenido. El yacimiento emocional de aquéllas ‘Cosas que nunca te dije’, ‘A los que aman’ y ‘Mi vida sin mí’ se ha ido diluyendo y forzando una carrera excesivamente artificial, manierista, que no dejan de ser meros ejercicios de estilos.
‘Mapa de los sonidos de Tokio’ se engloba en este último tramo de trabajos fallidos. La historia ya impone un esfuerzo por parte del espectador a creer esa inercia hacia lo inverosímil surgida de la imaginación de Coixet; Ryu es una joven japonesa hermética y silenciosa que lleva una doble vida, trabaja en una lonja de pescado y a la vez se dedica a asesinar ejecutivos de alto ‘standing’. El conflicto se produce cuando recibe un el encargo de eliminar a un vendedor de vinos catalán al cual su suegro culpa del suicidio de su hija. Ryu, en vez de llevar a cabo su cometido, mantiene una apasionada aventura sexual en una habitación de hotel que simula un vagón del metro de París. Por supuesto (no podía ser de otro modo), los personajes están avocados a la tristeza, son seres solitarios incapaces de expresar sus sentimientos, torturados en su interior. David, que tiene una tienda de vinos llamada ‘Vinidiana’ (ojo al homenaje ‘buñueliano’), se carcome por dentro por no haber entendido a su esposa asiática y que ésta haya acabado con su vida. Por su parte, Ryu siente remordimientos por cada hombre al que asesina como sicaria y acude todos los domingos a adecentar sus tumbas. Entre ellos se establece una conexión sentimental que explota en el desahogo sexual.
Entre medias, un narrador, ingeniero de sonido, se dedica a extraer cualquier eco que desprenda la ciudad nipona, enfatizando con sus frases en “Off” lo que ya hemos visto en pantalla y que da como consecuencia un continuo aire de impostada trascendencia. Un ejemplo se revela en la sinopsis oficial, donde éste narrador es descrito como “el mudo testigo de esta historia de amor que se adentra en las sombras del alma humana allá donde sólo el silencio es elocuente”. Es una muestra del sutil barrunto semántico que exuda la nueva película de Coixet. Por si fuera poco, lo más novedoso es el desventurado cóctel de géneros a modo de ‘wok’ en el que todo vale, que roza (y cae muchas veces) en la más absurda extravagancia y que desprende una historia de pasión y necesidades que se mueve entre el suspense introspectivo y el drama. Es la forma que tiene la realizadora catalana de dejar a un lado el realismo de sus dramas anteriores y adentrarse en lo que, para ella, simboliza lo que podríamos llamar como ‘thriller’ romántico y erótico.
El principal problema es que Coixet se presenta incapaz de profundizar en el dolor de sus personajes, en su interior deteriorado por la culpa, en sus personalidades movidas por un continuo trance. Aquí es mucho más importante la fascinación por la cultura y por la ciudad de Tokio, por sus luces y sombras, que quedan muy bien sobre el papel para aportarles a los personajes un tono de frialdad enigmática. Una mirada de turista recién llegada a la que le encanta el ‘sushi’, el ‘ramen’ y ‘sashimi’, que aspira a mezclar, sin suerte, la aventura nipona de Sofia Coppola en ‘Lost In Translation’, con del espíritu colorista y flemático de Wong Kar Wai, los propósitos fílmicos de Hou Hsiao-Hsien o la actitud reflexiva sobre la necesidad y el sexo lenitivo de Bertoluci. Además, Coixet ha declarado más de una vez sentirse inspirada por la literatura de Haruki Murakami y Banana Yoshimoto. Su cine se ha caracterizado por ser muy literario, pero aquí esas ínfulas narrativas se desechan por la propensión de Coixet a unirse a una moda, a una descripción geográfica y visual muy ‘cool’, donde ni siquiera falta un corte de Antony and the Johnsons para terminar de ser todo lo guay que suspira ser.
Cuando uno se enfrenta a ‘Mapa de los sonidos de Tokio’ tiene la sensación de haber visto anteriormente de arriba abajo el filme, siendo ésta su película menos genuina, demasiado morosa de estilos ajenos y exóticos, plagada de estereotipos visuales de lirismo sensual que no dejan de ser un ejemplo de extravagancia caprichosa con aire transfronterizo. En todo momento, el relato está fraccionado y resulta impreciso, devenido en búsqueda de un dramatismo inconexo. La artificialidad y falta de veracidad con la que se dibujan y desarrollan sus personajes, así como la organización del deslucido tinglado argumental, terminan por hacer del conjunto un desastroso cómputo fílmico que se lanza directamente a los tópicos de la comida y el sexo, del enfrentamiento entre culturas y cierto romanticismo ramplón. Ni siquiera Sergi López y Rinko Kikuchi (que es la que más se esfuerza en que todo parezca real), pueden hacer mucho por aportar a su escasa química cierta credibilidad.
Tampoco y por muy cuidado que esté el sonido diegético de la ciudad (ganador de un premio en Cannes), con sus susurros, preparación de comida, tráfico, viento, sonidos de la ciudad o los jadeos de los encuentros amorosos, no logra componer la atmósfera necesaria para que éste se convierta en un personaje más de la película. Vale que Coixet no haya perdido un ápice de su valorada puesta en escena, elegante y visceral, aquí rayana en el ‘video-clip’. Ni que siga manteniendo una especial dote para el sutil simbolismo, con pulcros movimientos de cámara y alguna que otra excelencia en su personal mirada cinematográfica. Pero lo cierto es que ‘Mapa de los sonidos de Tokio’ es la confirmación de que su cine ha perdido frescura y autenticidad original y la sublimación de todos sus defectos acumulados en sus últimas producciones.
Nos queda, por tanto, una historia fatalista y previsible, de desenlace trágico, que quiere ir sobre la autodestrucción romántica, la muerte, la soledad, la incomunicación o el amor. Lo peor de todo es que termina siendo un catálogo de fingimientos prosopopéyicos y artificios perfilados con suntuoso atavío fotográfico, con mucha vocación de intensidad y de romanticismo en una historia de amor imposible con paisajes emocionales muy vistosos, sí, pero también totalmente estériles.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMA REVIEW: 'Hazme reír', de Judd Apatow

miércoles, 9 de septiembre de 2009

¡Gracias, señor Arthur!

Esta mañana, a muy primera hora, suena el timbre del interfono. No tardo en descubrir que se trata de un trabajador de la empresa de la compañía de transporte urgente de paquetería Nacex. Sé muy bien de qué se trata, así que la expectación irrumpe en forma de alegría. No soy dado a participar en concursos de ningún tipo. Y menos si se trata de enviar un sms para obtener un improbable premio. Sin embargo, hace un par de meses, siguiendo los consejos de los amigos del mítico bar EKU, decidí apostar por ese fantástico Reloj Time Force Rafa Nadal Edición Limitada que abandera el 250 aniversario de la cerveza irlandesa Guinness. Desde St. James's Gate Brewery, a punto de celebrar dicha fecha, ha llegado uno de esos relojes del sorteo, directamente a mi casa. Un solo mensaje mediante una tarjeta con un código alfanumérico enviado al número 5870 me ha proporcionado este peluco ‘Black Limited Edition’.
El día 24 de septiembre estad atentos al Abismo porque celebraremos este aniversario dedicándole un artículo al ‘Arthur’s Day’, homenaje internacional al descubrimiento de Arthur Guinness en forma de una de las cervezas más distinguidas y deliciosas del mundo.
Sláinte Mhath!

lunes, 7 de septiembre de 2009

Marvel/Disney Hybrids

Hace tan sólo una semana, una de las noticias del día fue la millonaria adquisición de Marvel por parte del Imperio Disney. Entre los fans de los cómics, en seguida se especuló con la infantilización del ‘portfolio’ de más de 5000 personajes de la empresa dedicada al Noveno Arte poniendo el grito en el cielo con la improbable fusión, lanzando teorías sobre una posible mezcla entre los dibujos clásicos de Disney y los superhéroes de Marvel. Las reacciones se encaminaban a un híbrido de absurda simbiosis entre ambos estilos que ha dado para no pocas chanzas.
La página ‘worth1000’, que centra sus esfuerzos en reunir talentos de Photoshop que se encargan de realizar algunos de los ‘fakes’ y fotomontajes más impresionantes de la red han dejado, como siempre, el listón muy alto en su concurso sobre este Mix ‘Disney-Marvel’.
He aquí algunos de sus divertidos ejemplos.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Quinto cumpleaños abismal

Quién me lo iba a decir. Exactamente hace cinco años, un 5 de septiembre de 2004, nacía con ciertas dudas e incoherencia ‘Un Mundo desde el Abismo’. “A partir de ahora tengo el privilegio de ir aportando pequeñas reflexiones, mis críticas, reportajes, relatos, paranoias, movidas, pensamientos infectos y neuras en este espacio dedicado a desvaríos varios, cultura inmunda y disgregaciones sin mucho sentido” fueron algunas de las primeras palabras que se grabaron en el absurdo primer 'post' de este blog que ha ido creciendo poco a poco, moviéndose al son de la evolución del género informático. Han sido muchas las horas y los días de edición manual de los textos y las fotos, de momentos de soledad delante de la pantalla en los que he disfrutado escribiendo todo tipo de textos.
Todavía hoy, cinco años después, no sé muy bien qué función tiene este apartado abismal, ni qué interés dispensa tanto a los lectores esporádicos como a aquéllos que pierden el tiempo atendiendo a mis monomanías escritas que empezaron con un signo desordenado, sin voluntad de trascender, formando su ideología en una sola idea: la diversión. En un principio, este abismo de ideas descompaginadas iba a ser una cosa personal, pero en un par de días, la cosa cambió, mutando a todos los géneros posibles, encontrando en el cine su razón de ser, como en mi vida diaria, pero procurando acaparar cuantas todas áreas posibles.
En este periplo, ‘Un Mundo desde el Abismo’ ha sufrido numerosos cambios, alguno de ellos algo innovador, dinamizados siempre a la búsqueda de una adaptación estética que fuera siempre en conjunto con la comodidad de lectura, pensando siempre en la facilidad con respecto al que lee este blog. Sin embargo, por muchas transformaciones que haya sufrido, nuevas secciones, pérdidas de otras… el espíritu de fondo sigue siendo el mismo. Este año se ha inaugurado REFOyo.com, hermanado al impulso y alma abismal, siendo una extensión más de aquélla idea puesta en marcha hace cinco años.
1.518 entradas lleva contabilizadas Blogger desde entonces. No llega por poco, pero echando cuentas, sale casi a una por día. Obviamente, el flujo ha descendido en los últimos tiempos, pero sigue constante e invariable. De momento, la intención es que este ‘blog’ siga muchos años más. Aunque el futuro depara sorpresas imprevisibles y depende de muchos factores su continuidad. En cualquier caso, este blog forma parte de mi vida por siempre jamás e identifica la ilusión que un día, por la bobada del intento y la inspiración de Rafa Gil, padrino de excepción del Abismo, y de los logros espectaculares de Myrian, se materializó y fue creciendo hasta ser lo que es. Un pequeño reducto donde todo el mundo es bienvenido. Por ello, muchas gracias a todos los que habéis pasado por aquí.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Review 'Resacón en Las Vegas (The Hangover)'

Disección de una noche loca
Convertida en una de las comedias más taquilleras de los últimos tiempos, la cinta de Todd Phillips es una descacharrante película que, en esencia, tiene más de cine negro que un seguimiento con los convencionalismos propios del género.
La denominada ‘Nueva Comedia America’ está de moda. O eso es lo que parece gracias a varios de sus estandartes vinculados a una renovación de la tradición de la comedia hollywoodiense. Con Judd Apatow a la cabeza, seguido por referentes dentro del género actual como Ben Stiller, Jared Hess, Adam McKay, Jon Hurwitz y Hayden Schlossberg, los hermanos Paul y Chris Weitz, Greg Mottola… entre otros, recrean los estilemas clásicos y convencionales del género tamizándolos con cierta purga formal, con la intención de proponer un enfoque sardónico sobre los inicios del mundo adulto contemporáneo, en una clara resistencia a abandonar la adolescencia y con una carente falta de madurez. La universalidad de la diversión y la empatía con todo tipo de situaciones identificables llevadas al extremo, con cierto tono de reflexión moral sobre los actos, suelen ser los elementos que hacen que estas comedias que aciertan al ensamblar los mecanismos del género al servicio de historias con incuestionables planteamientos.
Uno de sus más destacados representantes es Todd Phillips, un autor y especialista de género que ha ido forjándose una reputación con una evolución sin altibajos, que va desde ‘Road Trip (Viaje de pirados)’ hasta ‘Escuela de pringaos’, pasando por títulos más o menos simpáticos como ‘Aquellas juergas universitarias’ o la gamberra adaptación de la televisiva ‘Starsky y Hutch’. Pero la consolidación del que puede ser el autor menos pretencioso de esta generación de cineastas adscritos a la mencionada ‘Nueva Comedia Americana’ le ha llegado en forma de rotundo éxito. Su última película ‘Resacón en Las Vegas (‘The Hangover’ –‘La Resaca’ en su título original-)’ se ha convertido en el ‘sleeper’ del verano, llegando a ser la comedia más taquillera de la historia del cine en los Estados Unidos con la temida calificación “R” para adultos y superando los 260 millones de dólares. Todo un logro para una comedia de estas características.
La sinopsis de esta estupenda comedia puede llevar a los recelos: Cuatro amigos deciden celebrar la despedida de soltero de uno de ellos en Las Vegas con la intención de pasar una de esas noches de excesos donde darlo todo. Este tipo de argumento es uno de los temas más tradicionales cuando se quiere hacer de la comedia una plétora de burdas situaciones que hagan referencia a un tipo de humor que exalte la masculinidad, que busque la complicidad del espectador menos exigente cuando se trata de celebrar la identidad hombruna con ‘gags’ que apelen al desenfreno de la testosterona.
Sin embargo, el gamberrismo soterrado de ‘Resacón en Las Vegas’ no va por esos derroteros. Tras un fugaz brindis en el ático del lujoso hotel Caesars Palace, despiertan con una monumental y amnésica resaca para descubrir la habitación destrozada, con un tigre de Bengala en el baño, un bebé en un armario, una gallina correteando por la habitación, un diente de menos y lo peor de todo, que el novio ha desaparecido.
La gran virtud del filme, lo que hace que estemos ante una comedia con actitud de trascender y aportar algo de originalidad al género es la magistral elipsis que olvida la noche de desenfreno y se centra como objetivo primordial en la reconstrucción de una velada loquísima, sin ningún tipo de recuerdo, en la recapitulación sobre los movimientos nocturnos que desembocaron en la pérdida de un amigo y la inconsecuente retahíla de situaciones que se motivan su búsqueda. No importa tanto el qué ha sucedido, sino el cuando, el dónde y el cómo. Lo maravilloso del guión firmado por Stuart Beattie, David Elliot y Paul Lovett es que el dispositivo argumental se estructura de una forma lineal, encadenando nuevas piezas que van construyendo el puzzle del desmadre, sin tener que recurrir a los típicos ‘flash-backs’.
De este modo, se permite al espectador compartir ese absurdo ensayo de hipótesis sobre el paradero del cuarto integrante de este viaje de pirados a la esencia más rigurosa y característica de una ciudad de neones, juego, vicio y pecado como Las Vegas. En ese sentido, ‘Resacón en Las Vegas’ tiene más de película de cine negro (en lo que concierne a las pesquisas por conocer lo que ha sucedido en la noche de cogorza inmensa) que con los convencionalismos propios del género. Phillips sabe jugar a la perfección sus cartas y lleva al público por los cauces de un itinerario de locura extrema, encadenando un ritmo de acción formidable, amén de los giros constantes que se van dando en las pesquisas de estos tres amigos en busca de la verdad, plagando el relato de un tono absurdo que crece en contexto y propósitos, realzando la parodia con violencia (física y situacional) y surrealismo a raudales, abordando sus referencias cinematográficas sin ningún pudor, sin esquivar sus designios cómicos.
De ahí que funcionen tan bien sus episódicos tramos; ésa visita al hospital con el impagable Dr. Walsh, la posterior visita a una capilla llamada ‘Best Little Wedding’ en un coche de policía robado, el cameo antológico de un Mike Tyson enamorado de la música de Phil Collins, el chino amanerado que salta del maletero del Mercedes Benz 280 Cabriolet que resulta ser un capo mafioso asiático, alguna escena de brutalidad policial con armas Taser de descargas eléctricas… Todo sazonado con chistes sobre anillos y el Holocausto, recreaciones de ‘Rain Man’, de Barry Levinson, en los suntuosos casinos o el portentoso comentario acerca de la excesiva sensibilidad yanqui después del 11-S.
Todd Philips ha sabido aportar equilibrio a la comedia, que no se basa en los golpes de efecto del ‘gag’, sino que se preocupa por enlazar su parte gamberra, moderando la tentación de caer en la vulgaridad, con la ambición emocional que poco tiene que ver con la corrección política. ‘Resacón en Las Vegas’ enreda la madeja de los malentendidos, de la demencia provocada por la pérdida de memoria debido a ésa especie de droga escopolamina, provocando todo tipo de confusiones y acontecimientos inesperados que marcarán la pauta de esta divertida comedia en la que, por extraño que parezca, hay escasez de elementos machistas y vulgares.
El desmadre queda para la imaginación, retratada en unos créditos antológicos a modo de ‘Slideshow’ final con instantáneas donde la locura y la dipsomanía evidencian explícitamente todo aquello que Phillips ha ahorrado en la narración. Al director parece importarle más la diversión y la comedia en estado puro que los austeros entresijos de la amistad, su significado y la aceptación de la madurez que tanto tiene que ver con las comedias ‘post-adolescentes’ que últimamente sazonan el género con alguna idea brillante llevada a cabo desastrosamente, fundamentalmente en la figura de Judd Apatow.
Muy lejos de la comedia romántica y ñoña, esta descomunal lección de comedia, no esconde dobles intenciones, ni lecciones morales que hagan avanzar a un estamento adulto a sus protagonistas. Sin reflexionar acerca de ningún tipo de comportamiento social o actual, ni de intenciones que pretendan unir lo chocarrero y lo sentimental, Todd Phillips evade la presuntuosidad de algunas nuevas comedias que aspiran a ser “inteligentes”, sin tener que recurrir a ciertos planteamientos que se van apagando en su ensimismamiento por ir trascendiendo con cierta distinción. Aquí sólo hay un objetivo: una intención abrasiva e inmoderada por llegar a la diversión en estado puro.
‘Resacón en Las Vegas’ es una carrera contrarreloj de desmadres y sorpresas, que recubre su contenido con irreverencia, utilizando lo tópico y lo original con el fondo caótico del ‘Afterhours’, de Scorsese, para encontrar otro de sus muchos atributos positivos en la química e interacción de sus tres pilares interpretativos, Bradley Cooper, Zach Galifianakis y Ed Helm, así como todos y cada uno de los secundarios que tienen especial relevancia en una película que dignifica el género y la convierte no sólo en la comedia más agradecida y deslumbrante de este largo verano, sino en una de las obras cumbres de la comedia contemporánea. Un ejemplo a modo de espejo en el que el género actual debería mirarse.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMA REVIEW:'Mapa de los sonidos de Tokio', de Isabel Coixet

martes, 1 de septiembre de 2009

Disney y la compra multimillonaria de Marvel

2.800 millones de euros han tenido la culpa. Los mundos del cómic y del entretenimiento se tambalearon ayer cuando se anunció la compra de factoría Marvel Entertaiment Group por parte de la todopoderosa Disney. Los rumores y conjeturas comenzaron a correr como la pólvora, por blogs y medios digitales, desatando todo tipo de comentarios y controversias al respecto por parte de aficionados y conocedores del universo cómic. Los ‘fans’ más apocalípticos en seguida comenzaron a hablar de ‘crossovers’ absurdos entre personajes célebres de una y otra categoría, de hipotéticas acciones que degeneraran el producto de una línea de cómics histórica y venerada para el aficionado. Sin embargo, las consecuencias de esta monstruosa transacción son imprevisibles.
No hay porque pensar en que con esta compra Disney vaya a adulterar los contenidos tebeísticos de Marvel, ni que infundan sobre ellos el temible infatilismo arcaico del imperio del tío Walt. Disney logra así consumar una estrategia que venía buscando desde hace tiempo, la de abarcar un segmento demográfico de audiencia que no ha logrado mantener en estos últimos tiempos: la de los jóvenes adolescentes de género masculino que renuncian, como es lógico, a la línea infantil y femenina seguida en productos como la insoportable Hannah Montana o los infames Jonas Brothers. Los amantes del Noveno Arte no tienen porqué preocuparse, puesto que tanto las licencias como los contratos ya existentes no se verán afectados por la venta. Si DC Comics fue absorbida por AOL-Time Warner atendiendo al filón que suponen los filmes de superhéroes, Marvel encuentra en Disney un demostrado potencial de expandir la creación de contenidos y licencias de negocio. No hace mucho tiempo, dentro de los emporios cinematográficos Touchtone fue un valor de Disney, al igual que Miramax o recientemente Pixar.
Nada tiene porqué cambiar, aunque haya que quien piense que el conflicto no llegará tanto por el nivel creativo, sino por un entorno burocrático. Tampoco es para tanto. Marvel se beneficiará del control como primera potencia en la red mundial de parques temáticos de Disney. Eso, es seguro. A cambio, se amplifican las posibilidades de los cómics de Marvel en su distribución internacional. Tampoco es que Marvel haya sabido desarrollar la calidad de algunas de sus adaptaciones del tebeo a la gran pantalla; ‘Electra’, ‘El motorista fantasma’, ‘Los 4 fantásticos’, ‘Spiderman 3’ o ‘Lobezno’ son claros ejemplos de ello. En cualquier caso esta mediática sinergia empresarial sigue siendo impredecible.

lunes, 31 de agosto de 2009

Comenzó la Liga 2009-2010: Amor y odio por el fútbol

Este fin de semana comenzó la liga. Umberto Eco afirmaba en su ensayo ‘La cháchara deportiva’ que el deporte rey, ése por el que millones de aficionados discuten y dilucidan como si se tratara de filósofos enardecidos con la razón absoluta individualizada a los colores de su equipo, se nutre básicamente de hipertrofia discursiva. En este texto se profundiza en el fútbol como tema consumado en sí mismo, con una perorata vacía caracterizada porque, salvo raras excepciones en que espectáculo se conjuga con la fascinación del deporte y la gesta, no hay nada de qué hablar, más que lo que proviene desde un punto de vista limitado e intransigente. Todo lo que acontece en ese anfiteatro rectangular se reitera una y otra vez, invariable al cambio de los tiempos.
Desde hace años, los monopolios de atención y económicos han convertido lo que antaño fuera una pugna competitiva entre muchos equipos por un mismo objetivo en una restricción de lucro y gloria para dos únicos clubes, por lo que tanto la disposición histórica del significado de rivalidad como la esencia misma de todos sus designios quedan desechados en función de la totalitaria afinidad de un pueblo dividido, básicamente, en dos bandos. Cada uno debe responder a las expectativas, al comercio, a la estadística, a la exención populachera que les inmuniza sobre cualquier otro grupo. Los demás continúan contemplando la imposibilidad de hacer frente a los gigantes que han destruido cualquier tipo de optimismo de victoria global en una disputa de servilismo a las victorias de estos conjuntos de raigambre enfrentada y compartida.
Hoy en día, el fútbol tiene dos flancos que absorben la consideración y el sesgo de los medios, que formulan un despótico planteamiento en torno a la liga de fútbol ante la resignada mirada de aquellos que un día soñaron con que su equipo ganara algún que otro título. La evolución del feudalismo y el señorío de los que han engrandeciendo su gleba popular hasta convertirse en intocables egregios con aroma a excesivo peculio han terminado por transformar el torneo en una ridícula emulación de competencia adulterada y desigual. Es un sinapismo de intereses aglomerado dentro de un mercado de beneficios con la curiosidad de una audiencia sometida al siempre importuno automatismo. El fútbol ha dejado de ser lo que fue. Y como el mismo Eco exponía, ya sólo queda un deporte “circunstancial, banal y constantemente porfiado”.
Resumiendo toda esta absurda disertación en una sola frase: Reconozco que me apasiona el fútbol. Pero a la vez, lo odio profundamente.

viernes, 28 de agosto de 2009

Review 'Enemigos Públicos (Public Enemies)'

Chicago años 30; regodeo estético y anacrónico
Mann pierde la oportunidad de tributar un fresco histórico sobre los pilares con los que se fraguan los mitos populares para dotar a su nuevo filme de un enfoque hagiográfico que se entorpece con sus ínfulas por renovar visualmente el medio.
Como en otros estupendos trabajos como ‘Heat’, ‘El dilema’, ‘Ali’ o ‘Collateral’ , a Michael Mann le interesa exhibir su talento. Eso es algo que ha demostrado de sobra en anteriores cintas, convirtiendo esta faceta en una de las características que han hecho de Mann un profesional del medio y uno de los realizadores más respetados del cine actual. Y vuelve a las andadas con ‘Enemigos Públicos’, proponiendo otro manifiesto a medio camino entre los elementos clásicos del cine de género, el modernismo, la experimentación en la geografía narrativa y su revolucionaria y ‘kamikaze’ visión de las nuevas tecnologías aplicadas a una nueva plasticidad digital en imagen.
En esta ocasión lo hace adaptando una especie de ‘biopic’ en torno a la controvertida figura de John Herbert Dillinger y su carrera delictiva en sus últimos años como uno de los muchos iconos de la cultura popular de Estados Unidos, reconstruyendo con el acostumbrado detallismo los archivos del FBI pormenorizados en un ensayo de Bryan Burrough sobre la oleada criminal del Chicago de los años 30.
Mann toma para ello la idealización del mito, desde su fuga de la cárcel de Indiana en 1934 y sus posteriores meses de actos delictivos en una época donde las figuras más populares eran criminales del calado de “Babyface” Nelson o “Pretty Boy” Floyd hasta el final de Dillinger a la salida del cine Biograph Theater de Chicago. Mann ha preferido desciende a los condicionamientos del héroe legendario, mitificando su personaje dentro de un contexto de violencia y acción, salpicado de cierto romanticismo edulcorado con la inserción a calzador del elemento femenino de la trama, Billie Frechette (Marion Cotillard, actriz que actúa mejor con los ojos con la voz), una humilde empleada de un guardarropa de la que el famoso ladrón cae rendido.
Se trata de un retrato menos vehemente de lo que se podría esperar, en su función de acercamiento a una figura icónica, distanciado de la épica con un gusto destacable por la reconstrucción de un tiempo pasado. Sin el firme propósito de desarticular realidad y ficción, Mann encubre su filme bajo un tono místico de la figura de Dillinger con el rostro de un Johnny Depp que se esfuerza por salir de los cánones ridiculizados de su Jack Sparrow, en un reajuste de la imposible divinidad de actores como Paul Muni, James Cagney, Humprey Bogart o Edward G. Robinson. ‘Enemigos Públicos’ se inscribe así en esa genealogía puramente estadounidense del gángster enclavado en el cine negro que propugna sus hazañas y está revestido de un halo de romanticismo melancólico y oscuro.
Con estos elementos Mann podría haber tejido un rotundo fresco histórico sobre las leyendas y los pilares con los que se fraguan los mitos populares, definido en el auge y caída de un bandido que ha marcado con sus tropelías la Historia del Crimen Americano. Muy lejos de lograrlo, ‘Enemigos Públicos’ se apega en exceso al flanco de pretensión realista e incuestionable. Su enfoque hagiográfico hacia la figura de Dillinger hace que se relegue cualquier analogía entre la actualidad y los años 30, cuando la situación económica de la época representada en pantalla se hubiera podido equiparar a la actualidad, dejando de lado una profundización sutil a la situación que sucedió al crack del 29, la gran depresión, sin denotar en ningún momento ni aludir de forma alguna a la situación económica del país. Para Michael Mann y sus co-guionistas Ronan Bennett y Ann Biderman es más importante esa risible historia de amor entre Dillinger y Frechette, trufada de convencionalismos, vacua hasta el aburrimiento y condensada en secuencias que hacen sonrojar por lo acicalado y superficial de sus diálogos que subrayar la crisis moral de una sociedad agonizante, olvidando con ello la superficie existencialista de sus antihéroes al margen de la ley.
En ‘Enemigos Públicos’ tampoco destaca una dialéctica de antagonismos entre los personajes de Dillinger y su inquebrantable perseguidor Melvin Purvis (Christian Bale haciendo el mismo papel de siempre), definida desde una simplicidad formularia entre el villano con el que el espectador debería identificarse y el hombre de ley antipático y arrogante que, como en el cine de Mann, lleva su profesión más allá y por encima de su vida privada. Poco más en ése sentido. Un ejemplo de ello sería la poca definición que tiene un personaje como J. Edgar Hoover (Billy Crudup), al que se despacha con un par de secuencias sin mucha enjundia, pero que, en realidad, es el verdadero símbolo de la burocracia gris de los altos mandatos que hicieron que el pueblo viera a Dillinger como un símbolo de los deseos populares por burlar la ley e ir a contracorriente, traspasando los límites legales.
Así, se destaca, por el contrario, la admiración de la prensa y el populacho por un hombre de mal que tardaba exactamente cien segundos en robar un banco, siempre dejando el dinero de los clientes por una absurda ideología altruista. O se prefiere tiranizar con frialdad el retrato hostil de Purvis. Todo ello encuentra un equilibrio bastante ajustado en la dinámica con la que Mann dota la atmósfera del filme, donde la muerte parece acechar en cada esquina capacitando un vehículo de acción, drama e historicismo. Eso sí, no hay que negarle al director de ‘El último Mohicano’ la pericia que tiene a la hora de componer coreografías de violencia y acción, desde una perspectiva cinéfila e innovadora.
Uno de los puntos más polémicos y debatibles que se subrayan de ‘Enemigos Públicos’ es, precisamente, la cualidad de Mann que le ha granjeado su contrastada profesionalidad, imponiendo una sorprendente evolución con medios revolucionarios en cuanto a técnica se refiere. Pero seamos sinceros, ésta vez el tiro le ha salido por la culata. No sólo porque la avidez de experimentación de formatos por parte de Dante Spinotti se queda en un mero amago de riesgo, haciendo que la F23 con la que se ha rodado parte de la película desluzca sus intenciones de exposición formal, en muchas ocasiones con el pobre aspecto una Handycam HD casera, dejando momentos descompensados de grano (movimientos sin obturación, por ejemplo), que descoloca al espectador por un simple exhibicionismo estético en su persistente búsqueda de las texturas hiperrealistas. Tampoco ayuda tanta cámara en mano y movimiento con la pretensión de un ‘cinema verité’, en busca de una fiel captación la década de los 30, siendo el resultado un regodeo estético anacrónico.
Más allá de vanguardias autorales y modernismo en cuanto a texturas, Mann sigue demostrando que es capaz, cuando la técnica y sus jugadas no están de por medio, de crear una atmósfera apabullante. De ahí que el diseño de sonido esté por encima muchas veces de la imagen, como en esos espectaculares tiroteos con metralletas, que devuelven la realidad de aquellos procelosos tiempos, coreografiados formalmente con la frecuente brillantez de un director dotado con maestría para la acción, pero que proclama esta vez su vena más irregular en un filme que, más allá de su historia convencional, no logra evitar la apariencia de cliché. Por mucho que se pueda ponderar la extraordinaria reconstrucción de la época.
Podría decirse que ‘Enemigos Públicos’ es la cinta de Mann más atípica e inusual, pero no es así. Es curioso que Mann finalice el filme con la visualización en un cine de ‘El Enemigo Público Número Uno’, de W.S. Van Dyke y George Cukor protagonizada por Clark Gable y Myrna Loy, pues es el instante en que uno echa de menos aquél cine clásico de ‘gángsters’ en toda su esplendidez y ve que una cinta como ‘Enemigos públicos’ no es más que una excusa para intentar revivir un espíritu inalcanzable que Mann no logra, dejando a la vista la irregularidad del conjunto.
‘Enemigos Públicos’ ambiciona en todo momento acercarse a los límites del gran ‘thriller’ contemporáneo que bebe de los clásicos en su intención de evocar la esfera crepuscular de un mito y revoca su estilo y narrativa a la concepción más genuina del género. Una meta que se le queda en el camino a un Michael Mann mucho más presuntuoso que nunca, por mucho que no tenga ningún tipo de problema en mantener el interés del espectador.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMA REVIEW: 'Resacón en Las Vegas', de Todd Phillips.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Bukowski y el 'uppercut' de verano

Una lectura recomendada que cualquiera puede leer en verano, cuando el calor aprieta, las ideas se reblandecen y el ánimo decae es cualquier legado literario de Charles Bukowski, el mismo que se sumergía en los bares de mala muerte y el alcohol antes que en la vida y sus miserias y mentiras, desde una perspectiva insurrecta y deshonesta, acometida con emoción y sentimientos desencontrados. En un post de este tipo uno podría optar por extender unas palabras sobre sus iniciáticos artículos ‘Secuelas de una larguísima nota de rechazo’, de ‘20 Tanks From Kasseldown’, sobre sus versos en ‘Crucifijo en una mano muerta’ o ‘Los días pasan como caballos salvajes sobre las colinas’ e incluso analizar de forma concienzuda los nexos que unen obras como ‘Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones’, ‘Factotum’, ‘Mujeres’, ‘La senda del perdedor’, ‘El borracho’ ‘Hollywood’… o tantas otras.
Sin embargo, apetece ajustarse al apreciación general sobre el artista, entender porqué Bukowski era como era, porque supo mejor que nadie describir con su corrosiva mirada la depauperación del mundo que nos rodea, con una despreciativa y entrañable actitud de aquél que sabe mirar con comprensión los subfondos de la ruindad humana. Su prosa de sumidero nacía directamente del alma, de las entrañas de un escritor borracho, casando y harto de todo pero que, al fin y al cabo, sabe sonreír. Bukowski desglosó tras sus páginas un mundo de realidad escondido en el lenguaje malhablado, de madrugada de bares, de bajos fondos que siempre irradia una luz desde el fondo de un vaso vacío que necesita ser rellenado con más alcohol y dejar atrás de nuevo la impertinente soledad de una noche de copas y confesiones que atañen directamente a la obsesión por el sexo y otros vicios fundamentales.
La suciedad y degradación nunca tuvieron una verdad moral tan contundente. Bukowski, desde el reverso del espejo contracultural, ‘underground’ si se prefiere, que un día cruzaron Henry Miller, Jack Kerouac, Willam Burroughs o Norman Mailer, revirtió la crítica y confusión generacional en insano cinismo. Sus obras son como tremendos ‘uppercuts’ (que viene a ser lo mismo que una hostia bien dada en toda la jeta) que devuelven al lector a sus instintos básicos, a la naturaleza con la que se mueven los animales humanos y que borra cualquier atisbo de gilipollez y esperanza en los felices semblantes de los que adulteran sus problemas en la mezquina e inexistente felicidad de una vida de artificios laborales y personales sujetos a la imposición social.
Su voz con olor a alcohol y sudor, su ímpetu crítico alejado de cualquier grupo generacional convirtieron al viejo Chinaski, el viejo indecente, en un disertante de la vida. Y lo hizo desde el desencanto propio de las noches interminables de burdel, del vértigo y la resaca del día después, la misma que te hace ver la realidad con coherencia y repugnancia. Asumiendo lo que hay. Sin más.
El perdedor
Y el siguiente recuerdo es que estoy sobre una mesa,
todos se han marchado: el más valiente
bajo los focos, amenazante, tumbándome a golpes....
y después un tipo asqueroso de pie, fumado un puro:
- Chico, tu no sabes pelear - me dijo.
Y yo me levanté y le lancé de un golpe por encima
de una silla.
Fue como una escena de película y
allí quedó sobre su enorme trasero diciendo
sin cesar.
-Dios mío, Dios mío, pero ¿qué es lo que
te ocurre?- Y yo me levanté y me vestí,
las manos aún vendadas, y al llegar a casa
me arranqué las vendas de las manos y
escribí mi primer poema,
y no he dejado de pelear
desde entonces.