viernes, 17 de julio de 2009

Review '¿Hacemos una porno? (Zack and Miri make a porno)'

La decrepitud fílmica de un viejo talento
El último filme de Kevin Smith deja claro que su evolución ha ido depreciándose, pretendiendo unir las dos perspectivas de su cine; el fresco urbano malhablado y la edulcorada comedia sensiblera.
En la mitad de los 90, desde su ópera prima (y a la postre mejor película de su filmografía -y a título personal una de mis películas favoritas-) ‘Clerks’, Kevin Smith pasó con una pastosidad asombrosa de definir una nueva generación de comedia americana con gusto por la insurrección, la originalidad, el atrevimiento o la mordacidad directamente a la nada, al vacío de talento e ideas, dejando en el camino ese fondo argumental sobre subrepticios juegos de preguntas y respuestas e hipótesis indubitables acerca del amor, la amistad y la sexualidad. Smith fue decayendo paulatinamente en un insípido caldo de autoreferencias onanistas que, sin olvidar la hoy apreciables ‘Mallrats’ o ‘Persiguiendo a Amy’, aseguraron su calimotosa evolución para tocar fondo en ‘La chica de Jersey’, infumable melodrama romántico y familiar que destapó al verdadero Kevin Smith.
El rebelde contestatario se había convertido en un ascético sentimentaloide que ha utilizado, en gran medida, sus armas de provocación escondiendo un mensaje didáctico o moraleja más o menos ilustrativa. Por supuesto, después del batacazo tanto comercial como crítico de la cinta protagonizada por Ben Affleck y Liv Tyler, Smith optó por volver a la guerrilla del cine más sedicioso, a sus antihéroes de la contracultura, con la secuela de ‘Clerks’. Sin embargo, el cine de Smith se había quedado anticuado, ya que su tentativa era sólo una excusa indefectible por la necesidad de recobrar forzadamente la esencia de aquélla pequeña película que descubrió a irrepetibles personajes como Dante, Randall, Jay y Bob “El silencioso”.
Su nuevo trabajo no es diferente. La historia nos presenta a una pareja de amigos, interpretados por Seth Rogen y Elizabeth Banks, que comparten gastos de piso, amistad y complicidad, sin evitar que las deudas y la crisis empiecen a hacer mella en su día a día. Viendo que no pueden hacer frente a tanto problema económico, hasta el extremo de no poder pagar la luz o el agua, maquinan una idea descabellada para la salida de sus problemas. Se les ocurre un modo de obtener dinero fácil: rodar una película porno para colgarla en Internet. ‘¿Hacemos una porno?’ pretende, sin suerte, reunir ambas perspectivas del cine de Smith. Por un lado, el fresco urbano donde no falta la alusión a los genitales, ‘gags’ sobre todo tipo de locuras ‘freaks’ y palabras malsonantes embutidas en diálogos que han perdido su brillantez, pero que albergan cierta nostalgia gamberra y, por otro, la más edulcorada comedia romántica de libro, pródiga en desaborida cursilería endulzada por una infame y patética congoja sensiblería.
Si echamos un vistazo atrás, la filmografía de Smith ha estado poblada por pequeños ‘losers’ que oscilan entre la inmadurez y la admisión de su edad, inmersos en un mundo cerrado que se hace abismal con la presencia de un problema “de adultos”. Obviamente, aquí sigue la misma línea. Lo que pasa es que hoy en día parece haber perdido su voluntad narrativa, aquélla que transgredía con su provocación y se salía de las normas del género al que estaba sujeto. Por eso, ahora Kevin Smith, aunque siga inmerso en cruzadas de confrontación entra la inmadurez y la aceptación del compromiso, se acerca descaradamente a la nueva comedia americana abanderada por Judd Apatow, primero con la sustitución de su actor fetiche Ben Affleck por el ubicuo Seth Rogen, con la intención comercial de asumir dócilmente las reglas de un juego actual del que él mismo fuera hace tiempo uno de sus genuinos innovadores que perdieron la oportunidad de ir escalando en un género que se le quedó grande o no supo crecer dentro de él, como sus propios personajes.
Se evidencia en ‘¿Hacemos una porno?’ una redundancia de lo peor del cine de Smith, en su aparente interés de sinopsis que crea expectativas con un formulismo de desprejuicio y diálogos que se reblandecen rápidamente con la vena emotiva y delicada de su desarrollo romántico de amores imprevistos y deliberaciones idealistas sobre la persona amada. Dicho de otro modo y claramente; Smith no tiene los huevos suficientes para capear con la actitud más socarrona del mal gusto y llevarlo hasta el extremo como hace con su historia de amor. Por mucho que se diga 200 veces la palabra “fuck”, que quiera aparentar un desprejuicio en su sarcasmo, a Kevin Smith le pesa demasiado su gusto por el olor a golosina, su apego a un guión que va de cabeza a la moraleja adoctrinadora con una previsibilidad insultante.
Lo que en sus principios era simplicidad y desparpajo se ha convertido en un forzado signo por resultar gracioso, de provocación sin sustancia, doblegando la estructura y la temática a una comodidad que evita cualquier riesgo. El cine de Smith se ha convertido una flatulencia sonora que aspira a invitar a unas risas, pero que se tira sin ganas, afogonada en su propio convencionalismo. El reciclaje del universo de su director ha terminado por fagocitarle y transformar su cine en continuo bucle donde tiene tantísimo peso la figura de John Hughes, las alusiones a su idolatrada saga ‘Star Wars’ (aquí en una previsible chanza con el título de ‘La guarra de las galaxias’) o sus ingeniosos pero efímeros monólogos sobre los cómics (en concreto Superman y su imposibilidad de mantener una relación sexual plena con Lois Lane).
Esa perpetua dependencia de una pareja predestinados a estar junto pero que no quieren o no pueden decírselo por miedo a cambiar las cosas sigue siendo la losa que aplasta lo mejor de esta cinta, que no es otra cosa que secundarios extraídos directamente de una película contemporánea de John Waters y que ejecutan su libertad dentro de un cine malhablado y sedicioso, fundamentalmente porque aquí hay autolimitaciones impuestas por el lado más comedido y conservador del director de ‘Mallarats’. Y es una pena, porque los personajes de Jason Mewes (que se sale en esa exposición de la ‘paja recíproca’ sin tocarse), Jeff Anderson, Craig Robinson, Ricky Mabe y dos estrellas del porno; una de hoy, Katie Morgan, otro icono de ayer, Traci Lords, podrían haber aportado mucho más el hecho presencial de sus papeles.
Cuando todo es aburrido y el producto se consolida en un filme sumamente fláccido, poco imaginativo y rotundamente convencional. Incluso se desperdicia la idea de ése subtexto autobiográfico sobre lo difícil que supone sacar una película de bajo presupuesto que lleva los protagonistas a utilizar el lugar de trabajo como improvisado ‘set’ y no tener final para la película por falta de presupuesto. Tal y como sucedió con ‘Clerks’.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMA REVIEW: 'Brüno', de Larry Charles:

jueves, 16 de julio de 2009

El odio y la espera

Ayer por la mañana aproveché mi asumida vida de entropía y desorganización, para involucrarme en el mundo real una vez más. Primero, yendo a las oficinas del INEM, que en Castilla y León ahora se llama ECyL, como si fuera más sofisticado y moderno. Después, a renovar el D.N.I., la matrícula y número asignado para diferenciar a un individuo de la masa gris con la que uno se cruza a diario por la calle o espera las largas colas en ambas oficinas. Es curioso observar los rostros de la gente en estas mañanas de verano anodinas, de personas como yo, sin empleo, que asumen sus desengaños y decepciones esperando que le sellen un papel trimestralmente sin esperanza para una escapatoria real a sus problemas. El olor a sudor, el aroma a perfume, incluso a vino, crea una extraña miscelánea cuando se articula a la sensación de desánimo por parte de la concurrencia.
Es como una distopía que hermana a un grupo de desafortunados esperando su turno para recibir la aprobación y consentimiento de un mes más de mínima paga estatal, amenazada siempre por el temor de no llegar a tiempo, por pasarse de los límites establecidos, de que sea el último mes. Hay gente que pide con antelación el citado sello porque asegura que tiene que irse de vacaciones y no puede asistir el día señalado. Una mueca de ironía se deja ver en varias personas de la cola, puesto que es algo ilógico cuando se presume que el arduo panorama laboral está intrincándose a medida que pasa el tiempo como para tomarse unos días de asueto fuera de la ciudad. Otros, resignados, entregan el papel en silencio, reflexionando en diversos temas relacionados o no con el asunto.
Somos rostros apagados, desapacibles, que se van encendiendo hacia la furia cuanto más espera n, cuanto más calor hace. Las largas colas involuntarias reúnen bajo su estructura grandes dosis de odio. Tampoco es muy diferente en la cola para renovar el D.N.I. o pasaporte.
La inutilidad institucional ha creado un nuevo concepto internauta en una web paupérrima. Lo dan en llamar “Conexión al Sistema de Cita Previa”, donde cualquier usuario puede elegir la hora a la que asistir para ahorrarse la eterna espera. Sin embargo, algo falla, porque las colas siguen siendo eternas e inacabables. El sopor se acumula sin aire acondicionado. Las mujeres se abanican acaloradas por el clima, pero poco a poco, lo hacen porque el ambiente se enrarece, se llena de una aversión insostenible por la dilación, por el alargamiento insultante de esos “pocos minutos” que reza el cartel de las supuestas novedades informáticas que la Policía ha puesto al servicio del ciudadano, pero que no surgen efecto. El concepto “en el acto” no tiene cabida en esta mejora. Hasta que una señora de pelo mal teñido estalla y arremete contra un agente del orden barrigón y con bigote al que uno imagina resentido con la antojadiza jerarquía que le ha arrojado a una rutina de nombres y papeles, de explicaciones y reproches. Seguro que le gustaría estar poniendo multas, patrullando la ciudad, cortando alguna calle como parte de organización de alguna fiesta de barrio o simplemente delante de un ordenador, sin hacer nada.
El veterano policía se encara con la mujer y le recrimina su actitud beligerante. Ella insiste en el mal funcionamiento del sistema. El hombre es tajante: “Siguiente”, grita enojado. “Miguel Ángel Re… Ref”. Antes de que pueda acabar, porque el pobre hombre se ha liado con un apellido que no es ni García, ni Martínez, ni Gómez… -no puedo pedir más, es policía-, me apresuro a decir: “Soy yo…”. Lo hago con energía y sarcasmo, divirtiéndome con la situación, disfrutando con la hostilidad colectiva que se respira. Y paso ante la mirada de animadversión de ambos, con un simpático giño que no parece hacerles mucha gracia; ni al policía, que lleva una 9 mm. en la cartuchera, ni a la señora, a la que descubro una cara bastante patética con gesto de resquemor. Una vez tramitado el documento, de abonar los 10 euros por la renovación, de esperar durante una hora en cada uno de los sitios y de zanjar tanta burocracia, abandono la comisaría habiendo experimentado otra de esas sensaciones de realidad asfixiante. Unos metros más allá, vuelvo a la burbuja de entelequia que supone entrar en un bar, beber una cerveza y comer un pincho moruno. Es decir, desconectar del mundo.

viernes, 10 de julio de 2009

Review 'Pagafantas (Pagafantas)'

Divertido juego de espejos
El debut de Cobeaga es una comedia que asume los estereotipos del género pero que sabe desvincularse de la autoindulgencia del mismo para servir una de las mejores comedia de 2009.
Borja Cobeaga es uno de esos talentos innatos dentro de los nuevos directores de cine español. En su caso, su carrera ha ido ligada a la comedia, un género tan español como injustamente desatendido en términos de calidad y respeto. Su trabajo como guionista de programas televisivos como ‘Vaya semanita’, ‘Territorio Champiñón’ o ‘Splunge’ y su labor como director en el orbe cortometrajístico con destacados proyectos como ‘La primera vez’ y ‘Éramos pocos’ hacían prever que el primer largometraje firmado por Cobeeaga iba a ser una comedia. Y así ha sido. ‘Pagafantas’ se ajusta desde su inicio a las convenciones del género, sin embargo, se percibe una separación en su perspectiva de la juventud o de su enfoque de los veinteañeros tardíos, tomando como referencia el estereotipo social que se aleja de esa chabacana fauna juvenil que vive por y para la fiesta, el sexo, la noche y las copas.
La historia se centra en Txema, un tipo algo pusilánime, con complejos, recién separado de su novia y que ha tenido que volver al hogar familiar para dormir en el sofá cama del salón. Su vida cambia cuando encuentra a Claudia, el ideal de chica inaccesible de la que cae perdidamente enamorado. Pero ésta sólo le ve como su mejor amigo, sin posibilidad real por un amor que es no correspondido más allá de la amistad que no se materializa en algo más. Es la crónica de un fracaso que representa, con gran acierto y bastante mala hostia, a muchas generaciones que vienen cometiendo los mismos errores en el convulso mundo de las relaciones sociales y seductivas.
‘Pagafantas’ vendría a ser un juego de espejos en el que el espectador puede sentirse reflejado porque, a buen seguro, ha vivido una experiencia similar a la de este patético personaje. En ése sentido, Cobeaga juega con el sarcasmo, la crueldad y la ternura a la hora de hilvanar diálogos y ‘gags’, de empatizar el desarrollo cómico con un humor que llega a ser cruel con su protagonista, utilizado como un juguete del destino, como una pieza en la que cebarse para levantar la risa del personal. Así Txema es sometido a todo tipo de humillaciones donde queda en ridículo y expone su mediocridad hasta llegar al absurdo, atrapado en una dramática historia de amistad interesada que inclina la balanza unilateralmente hacia el provecho de una sola persona, en este caso esa ninfa con acento porteño y sonrisa hechicera.
Pero no es el único juego de espejos. Cobeaga y su coguionista, Diego San José, cotejan la vida de Txema y su relación con Claudia en un cruce generacional adaptado a ese tío Jaime que da consejos existenciales pero que se niega a despojarse del pasado y que recela de los nuevos tiempos, evitando modernizar su arcaica tienda de fotos y representando al genuino “pagafantas” reciclado en adulto que nunca se ha atrevido a confesar el amor por Gloria, la madre de Txema. ‘Pagafantas’ se convierte en el testimonio de lo doloroso y vejatorio que puede llegar a ser lo inalcanzable, aquello que más hace sufrir, pero también sobre los incentivos que proponen algo vivacidad a la siempre triste cotidianidad y rutina.
Una cinta llena de verdad que parte de la materia que granjea la comedia juvenil absorbida por dos frentes; primero por el apego a un contexto cercano, reconocible por el gran público, el de ése chico que ha vuelto a su casa materna por frustración y desengaño, a ése amigo coherente que vive con los pies en el suelo o ese trabajo aburrido que cercena cualquier esperanza de cambio. Por otro, ésa increíble mujer inalcanzable y utópica, un jefe identificado con la tristeza de un ‘loser’ total y, sobre todo, en muchas de las secuencias excéntricas y ‘gags’ visuales que se alejan de la probabilidad, conjeturando con una ficción puesta en contra del protagonista y que se aferra tanto al surrelismo (la señora Begoña y sus encuentros en los siniestros pasillos o la boda en el barco) como a la realidad adulterada.
Para Cobeaga no hay límites para lograr la complicidad con el público mediante un humor simple y directo. Muy difícil de conseguir. ‘Pagafantas’ posee un esquema narrativo sin grandes hallazgos, que se mueve con soltura entre la previsibilidad y el entusiasmo de sus instantes más cómicos en los que destaca un absoluto dominio de los diálogos y una medida elocuente con la que se va diversificando la acción. Pero si por algo es destacable la notabilidad de esta estupenda ‘opera prima’ es por la aceleración del ‘tempo’ cómico del que hace gala la película, que funciona de una forma vertiginosa, casi sin tiempo para asumir la fulminante capacidad del realizador para la comedia.
Cobeaga es capaz de transformar todo el bagaje proveniente de la cultura televisiva y solidificar los beneficios de ésta (aunque también haya espacio para mínimos menoscabos provenientes de la misma) dentro de producto cinematográfico intachable. El director vasco es en todo momento consciente de las limitaciones de su guión y su filme, de su carencia de riesgo que aquí no hubiera tenido mucho sentido, pues responde más a la humildad sin pretensiones que a un transformador ejercicio de comedia al uso. Pero no por ello pierde el temor a experimentar, por ejemplo, con la enloquecida secuencia de acción y persecución por las calles de Bilbao, como a mostrar un apego por los localismos musicales (de Enrique Bumbury a José Luis Rodríguez “El Puma”) o a la afición muy ligada a su director por los ‘karaokes’ que no podían faltar en su presentación como largometrajista. En ‘Pagafantas’ todo está medido al detalle en todos y cada uno de los apartados que se ajustan a los objetivos finales del filme, sin renunciar a los planteamientos del género, ni reformulándolos, pero sí sabiendo esquivar con gran acierto toda la autoindulgencia que constriñe las comedias románticas contemporáneas, ejemplificada en un siempre omnipresente y equívoco ‘happy end’ que, en este caso, brilla por su ausencia.
Por otra parte, en el universo de la comedia es imprescindible la función de los intérpretes. Y aquí hay hallazgos de adjetivos ponderativos. Sobre todo, en la naturalidad de ése cómico en estado puro que es Gorka Otxoa, que confiere a su personaje un equilibrio ajustado entre lo entrañable y lo patético, engrandecido por la escasa tensión sexual que desprende con su ‘partenaire’, la hermosa Sabrina Garciarena, una fuerza de la naturaleza que materializa el concepto de una mujer de ensueño. Pero también en la inocencia cómplice que transfiere Julián López o la experiencia y talento de dos clásicos como son Kiti Manver y el recuperado Oscar Ladoire, así como ésa mirada mesiánica de una siempre eficaz María Asquerino o las breves pero enérgicas apariciones de la más que prometedora Bárbara Santa-Cruz y los cómicos Mauro Muñiz y Ernesto Sevilla.
En definitiva, ‘Pagafantas’ no es una obra maestra. Ni busca serlo. Es sólo (qué fácil es escribirlo) una película rabiosamente entretenida y deleitable. O lo que es lo mismo, una película muy destacable dentro del panorama cinematográfico patrio (para aquéllos que lo critican indiscriminadamente) que explota perfectamente sus virtudes con una coherencia fuera de lo común y la convierten no sólo en una gran oportunidad de pasar unas risas en una tarde calurosa, sino también en la comedia de este verano y, posiblemente, en la comedia del año 2009. Ni más ni menos.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMA REVIEW:'¿Hacemos una porno?', de Kevin Smith.

PD: Las fotos son cortesía del gran David Herranz. Muchas gracias compañero.

jueves, 9 de julio de 2009

Equipación Athletic de Bilbao 2009-2010

Se presentó ayer en San Mamés la nueva equipación que lucirá el Athletic Club de Bilbao para la campaña 2009-2010. Entre tanto fichaje multimedia de otros equipos hegemónicos que tiranizan el fútbol nacional a base de talonario y ponen en peligro la sostenibilidad de la Liga y merman cualquier rivalidad dentro de la competición, bueno es saber que pequeños eventos de equipos menores como la presentación de una camiseta, el lanzamiento de un ‘spot’ de captación de socios o simple hecho de presentarse ante la afición suscitan el interés de los aficionados a su equipo más allá de acaparamientos varios. Este año el Athletic pierde su marca propia tras el contrato con la marca deportiva Umbro, por lo que estaba claro que habría cambios en su camiseta. No sólo en el diseño de ésta, sino en la disposición del escudo (que pasa de nuevo a la izquierda) y el acabado final de la elástica de los leones.
Para esta ocasión, se recupera el diseño clásico “inglés” de las rayas rojiblancas, similares a las de hace dos temporadas (personalmente, la camiseta más mítica que ha tenido el club del ‘Botxo’ en mucho tiempo). También crece en tamaño la maldita y polémica publicidad de Petronor, cambiando en grafía y omitiendo el logo de la empresa petrolífera y el cuello cerrado de la camiseta se ajusta a la comodidad del jugador. Hay algo que me entristece bastante y es la carencia de ese logo del centenario que había acompañado al Athletic en todas las camisetas desde 1998. Obviamente, ha sido una década para el lucimiento de aquel recuerdo conmemorativo, pero sustituirlo por el logo de la Diputación Foral de Bizkaia deja un núcleo de nostalgia que enfoca los nuevos tiempos hacia un futuro lleno de incógnitas. De momento, a ver qué tal se da esta nueva temporada en la que el equipo de Joaquín Caparrós regresa a la competición europea y disputa cuatro competiciones por primera vez en muchos años. El grito sigue siendo el mismo “Aupa Athletic!”.

Dr. Diablo presenta 'Jinetes Fantasma'

Se acaba de estrenar en Internet la nueva y enloquecida creación del inclasificable Dr. Diablo, al que algún otro también conoce como Bruno Martín Ojeda, que vuelve a mostrar su vena canalla y desvergonzada en la serie ‘Jinetes Fantasma’, serie de nueve capítulos que gira en torno a un grupo de fracasados sin futuro inmersos en mundo de perversión, droga y peligros.
Dr. Diablo explora, desde la completa modestia, la provocación sistémica y la parquedad de medios, el género de acción que tanto revisita cada vez que se pone detrás de una cámara. Muestra de ello será el largometraje totalmente independiente de próximo estreno ‘Jamaica No Problem’. Diablo es un ejemplo fehaciente de la pasión por el cine que rueda macarradas sin complejos, sin recursos y lo que es mejor, sin ningún tipo de vergüenza.
Página oficial de ‘Jinetes Fantasma’.

lunes, 6 de julio de 2009

S-P-E-L-L-E-R-S

Esta niña de la foto con el dorsal número 110 y rostro de concentración extrema a medio camino entre la seguridad y el pánico se llama Kavya Shivashankar. Espera abstraída su siguiente turno en el Scripps Spelling Bee National que se celebró hace un par de meses en Washington. Fue la ganadora del primer premio Nacional de Deletreo en esta edición de 2009. Lo logró deletreando la palabra “Laodicea”. Puede parecer ridículo un concurso cuyo objetivo es reunir a un grupo de chavales de gran potencial intelectual que vayan pronunciando letra a letra el conjunto de un vocablo poco habitual en el lenguaje cotidiano de los estadounidenses. Sin embargo, no lo es. La raíz fonética y la pronunciación en la lengua de Shakespeare hacen que no todos los fonemas y lexemas vocálicos sean iguales en según qué palabras.
El atávico grado de competitividad yanqui, que rivaliza en los más desatinados y esperpénticos concursos, surgió allá por 1845 cuando el gramático y lexicógrafo estadounidense Noah Webster elaborara ‘The american spelling-book’ que dio como consecuencia un plan de estudio para los alumnos de primaria que tuvieron y estudiaron un diccionario de la lengua inglesa que ha instruido a muchas generaciones. El Scripps Spelling Bee National se instituyó como un reto nacional y estudiantil oficialmente en 1925 por el periódico de Louisville ‘The Courier-Jounal’. Desde entonces, centenares de niños ‘americanoparlantes’ prepara concienzudamente esta compleja prueba. Son llamados “spellers” y son sometidos a una presión extenuante. De ello hay algunas muestras en forma de ficción, como el documental ‘Spellbound’, de Jeffrey Blitz, un apasionante documental donde se aprecia el crítico sometimiento de estos pequeños ‘freaks’ de las letras o el filme ‘Palabras Mágicas’, de Scott McGehee y David Siegel, con Richard Gere, un profesor obsesionado por hacer que su hija pequeña triunfe en este turbio mundo de niños contra palabras.
Pero si tengo que recordar qué inspiró el destacar este post dentro del Abismo fue el episodio ‘Chris’ Brain’ de la antológica serie ‘Get a Life (Búscate la vida)’, aquél en el que Chris Peterson y Gus Borden se niegan a abandonar el barrio invadido por residuos tóxicos. Cuando despiertan después de haber estado a punto de morir, descubren que Chris es un genio de las palabras y Gus un portento para los origamis. Sencillamente memorable.

lunes, 29 de junio de 2009

Review 'Los mundos de Coraline (Coraline)'

El clasicismo contra las nuevas técnicas de animación
Henry Selick ofrece un espectáculo que mezcla fábula y terror desplegando sus detallistas fotogramas que vinculan la realidad con la fantasía y el miedo infantil potenciado con la revolucionaria estereoscopia 3D.
Cuando Henry Selick dirigió ‘Pesadilla antes de Navidad’ dejó claro que, a pesar de que el filme de animación tenía todas las particularidades del cine de su productor Tim Burton, era el realizador idóneo para amoldar el universo del director de ‘Eduardo Manostijeras’ a ese difícil concierto de terror, vulnerabilidad y emoción del lado oscuro y fabulesco llevado con un estilo visual e iconografía dignas de un gran autor y artesano. Han tenido que pasar dieciséis años para que Selick haya concebido otra maravillosa experiencia dentro del ‘stop motion’ con ‘Coraline’. En el camino, quedaron la apreciable ‘James y el melocotón gigante’ y la extraña y colorista ‘Monkeybone’, su único filme alejado de la animación.
Pero también se ha dado la revolución digital que ha irrumpido con tal fuerza dentro cine de animación tradicional que ha sido devorada por la animación en tres dimensiones. Selick ha contado para su regreso con la novela de Neil Gaiman, uno de los genios creadores más fascinantes que existe hoy en día en el mundo de la cultura. Su aproximación a la psicología infantil y sus miedos se dan cita en ‘Coraline’, haciendo que el cine y literatura se inviertan para recrear un mundo mágico donde se ensamblan el terror y el suspense dirigido a un público infantil tomado con seriedad, definiendo con ello las dos tradiciones cinematográficas.
Selick es consciente de las desventajas de una producción de ‘stop motion’ en la era del píxel, pero aún así ‘Coraline’ es la primera película de animación de esta condición concebida y rodada en estereoscopia 3D, algo que los espectadores no han visto antes. Independientemente del formato, la obra de Selick, en conexión con Gaiman, es la demostración de que el despliegue de calidad no depende tanto de la perfección informática, sino del empeño e ímpetu, de la extraordinaria historia que hay detrás. Selick ha sabido conservar toda la esencia del original y además combinar la raigambre con la innovación a la hora de abordar algunos cambios sustanciales con respecto a la obra de Gaiman.
Coraline es una niña que pasa los días encerrada en su nueva casa, una mansión de centenaria. Sus padres trabajan y no le prestan demasiada atención. Haciendo una lista de cosas que no le gustan de la casa encuentra una puerta que la llevará a través de un túnel a otra casa idéntica a la suya donde viven unos padres mucho más divertidos que los suyos en un mundo de color y alegría que atraen a la pequeña una y otra vez. Obviamente, todo es pura apariencia y Coraline entrará en un universo de peligros y pesadillas. La fantasía y el cuento infantil es un subterfugio para exponer ideas sobre la cruda realidad que nos rodea, ya que el filme, dentro de su transcripción fantástica, explora problemas inalterables en cualquier sociedad moderna, como la incomunicación de los padres con sus hijos y la necesidad de afecto de una niña con déficit de atención que únicamente quiere algo de emoción en su vida gris.
En ‘Coraline’ las falsas apariencias son importantes y la perfección es solo una ilusión detrás de una oscura pesadilla, no sólo en esa materialización del mundo mágico sino en el propio personaje de la pequeña, en las decisiones que la llevan a aceptar su mundo tal y como es, que acontece por un instinto de auto preservación y nunca en la victoria de la integridad sobre la turbiedad del mal. Selick y Gaiman saben escapar a las limitaciones del género en que se inscribe, yendo más allá de los convencionalismos y estereotipos del cine de animación e infantil, porque ‘Coraline’ se encamina por momentos al relato de terror, a la lobreguez siniestra que evocan sus imágenes y la narración pesimista, respetando el humanismo y la capacidad reflexiva que va adquiriendo el cuento.
En este sentido, es perceptible cierto espíritu de Tim Burton y sus influencias reconocibles como Edward Gorey y Lewis Carroll, en sutil combinación de la inocencia y la perversidad, inspirada en una dualidad de mundos análogos, oscuro reverso de la candidez de aquellos universos fantásticos que son puestos como pretexto para transmitir todo tipo de valores y didactismo.
A Selick no le da miedo encomendarse a la tradición para que su fábula acontezca como el clásico que está destinado a ser para componer un auténtico festival de emociones, con una personalidad propia y desbordante que se despliegan en cada fotograma y conferir un dinamismo estético al artesanal sistema de animación que somete al escrutinio del clasicismo y las nuevas técnicas de animación. ‘Coraline’ posee un sentido del ritmo fastuoso, dejando a su vez que las insinuantes imágenes que vinculan la realidad con el miedo infantil vayan en medida simetría con la lógica interna del relato. Selick combina nigromancia, ternura y crueldad con un tono de poesía visual totalmente quimérico, de belleza caleidoscópica, con un gusto por el detalle que vincula la película a la mejor prosapia pictórica en la forma en que se muestran los mundos en los que se mueve la pequeña Coraline.
El excéntrico artesano logra con ello una atmósfera opresiva e inquietante que refuerza la idea de la ‘Koumpounophobia’, término ideado por Neil Gaiman para definir el terror a los botones y contraponerlo a esos estrafalarios vecinos que son las viejas Miss Spink y Miss Forcible, el circense Mister Bobinsky o su amigo Wybie Lovat, conexiones con un mundo real filtrado por la imperfección que hace posible ese equilibrio formal y visualmente prodigioso puntualizado en su eficaz conjunto escénico. Inteligente, evocadora y dotada de mágica simbología y multiplicidad de lecturas, ‘Coraline’ es una de las más demoledoras reflexiones sobre el mundo infantil y sus fantasmas. Una obra redonda que alcanza unas cotas de esteticismo y entretenimiento que la hacen destacar como uno de los títulos más portentosos del año.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMA REVIEW: 'Pagafantas', de Borja Cobeaga

'A Contraluz', el tres en uno de Chapero-Jackson

Uno de los problemas del mundo cortometrajístico es la distribución, siendo los festivales especializados casi la exclusiva vía de salida para las producciones españolas, así como los medios de exhibición que se reducen a Internet y pases públicos en locales con algo de entusiasmo e interés por el mundo del corto. Que uno de los directores de cortometrajes más reconocidos en el circuito nacional e internacional, Eduardo Chapero-Jackson, haya recurrido a la fórmula de juntar sus tres películas en un largometraje da una idea de cómo funciona este arduo aspecto de los cortometrajes en España. Sin embargo, también abre una posibilidad dentro de las expectativas comerciales del género. ‘A Contraluz’ es el título de este proyecto que aúna tres cortos; ‘Contracuerpo’, ‘Alumbramiento’ y ‘The End’. Tres emocionantes relatos sobre personas que se enfrentan a situaciones límite en sus vidas que suma más de un centenar de galardones en festivales de cine, con más de 40 premios internacionales.
La productora Prosopopeya, y la cadena UGC CINÉ CITÉ unen así sus esfuerzos en esta iniciativa pionera de distribución para propiciar la idea de que los cortometrajes puedan ser disfrutados por el gran público en las salas de cine. Para ello, UGC proyectará ‘A Contraluz’ a un precio de sólo 3 euros en sus tres salas de Madrid (Méndez Álvaro, Manoteras y Getafe) y en sus complejos de Valencia, Valladolid y Los Barrios, Cádiz. Asimismo, ‘Contracuerpo’ y ‘Alumbramiento’ se podrán ver en Internet en calidad HD (en septiembre se podrá ver también ‘The End’) con lo que se facilita el acceso del público a la obra de Chapero-Jackson aunque sin dejar de hacer hincapié en la posibilidad de disfrutar del buen cine en su ámbito natural. Una iniciativa que marca una nueva esperanza a la distribución comercial del mundo del cortometraje.

viernes, 26 de junio de 2009

Muere Michael Jackson, el Rey del 'pop'

Ha sido llegar a casa y leerlo. Un ‘shock’ generacional. Esta misma tarde Farrah Fawcett ya había dejado una pequeña sensación de vacío en este sentido, pero lo de ‘Jacko’ ha sido un palo terrible. Uno de esos excéntricos seres humanos (posiblemente el más anómalo y grotesco que haya poblado este mundo) que pasarán a la historia por su rareza física evolutiva casi a la par por su genialidad sobre los escenarios. Michael Jackson se ha ido para siempre a los 50 años. Un hombre con eterno síndrome de Peter Pan, el genio del baile, la estrella de la música ‘pop’ más importante de la Historia, el polémico artista amigo de los niños, el hermano pequeño, niño prodigio, de los ‘Jackson Five’, también hermano de Janet y LaToyah, el icono de una época sin el que la música no sería lo mismo.
Michael Jackson ha muerto con 50 años a causa de un paro cardiaco. Jackon se descolgaría del estrellato consanguíneo allá por los 70 y sería encumbrando su figura estilizada gracias al mecenazgo de Quincy Jones. No es difícil que a la memoria colectiva, en el momento de su fallecimiento, venga directamente un tema, un disco, probablemente el mejor y más vendido de su discografía y uno de los álbumes más famosos de los fastos de la música, aquél ‘Thriller’ que trae las imágenes del videoclip más cojonudo de los 80 firmado por John Landis que incluía temas como ‘The girl is mine’, ‘Beat it’ o ‘Billie Jean’.
Su estilo siempre mezcló, con un asombrosa esplendidez, los sonidos del soul y el funk combinados con su reinado en la música disco y ese ‘dance’ tan singular y reconocible. Seguiría ‘Bad’, en el apogeo de una etapa musical en el que la hegemonía de este mito del espectáculo florecía en un pináculo de esplendor y éxito. Jackson iba evolucionando hacia la cumbre, al igual que su fisonomía le iba convirtiendo en un ‘freak’, en un ser que rozaba lo ridículo y que pasaría de ser afroamericano a un insólito y frágil albino con problemas de rinoplastia debido a su insistencia en moldear una nariz que acabó desfigurada, como su rostro, como su imagen pública por esa tendencia a rodearse de niños y, supuestamente, a abusar de ellos.
Michael Jackson conformó a lo largo de su corta vida un mito en auge que, paulatinamente, cayó a los infiernos de la indecencia y recibió el vapuleo social, quizá un ejemplo palmario de la rapidez del éxito que se vuelve contra la estrella y le da la espalda para dejar que muera en soledad. Aunque no ha sido el caso. Los millones de ‘fans’ del artista lloran su muerte como si de un familiar se tratara. Jackson siempre tuvo el apoyo de esos fieles seguidores que verían como ‘Dangerous’ reventaría, de nuevo, las listas de éxitos con canciones que marcaron el principio de la década como aquel ‘Black or White’ que ya dejaban ver el sentido ecuménico y multirracial de sus objetivos enrarecidos pero probos a la hora de fusionar razas y estilos, por un mundo de paradojas étnicas. Un negro que llegó a ser blanco y que abogó siempre por la universalidad de sus temas, de su estilo, de sus preceptos como artista.
Capaz de tener una vida privada convertida en pantomima pública (sus sonados matrimonios con Lisa Marie Presley o su enfermera Debbie Rowe) así como de llegar a lanzar su disco recopilatorio en honor de multitudes, aquél ‘History’ de grandes éxitos con canciones inéditas difundiendo una campaña publicitaria sin precedentes con gigantesca estatua incluida hicieron de la figura de Jackson una efigie de controversia y debate que fue acompañando al cantante más allá de sus futuros logros musicales. Es lo que hizo que su ‘Invencible’ o el último disco publicado por Jackson ‘King of Pop’ hayan estado por debajo de sus escándalos personales y mediáticos, siempre acosado por la prensa y acusado hasta la saciedad de delitos de abusos sexuales a menores. Sin embargo, no hay que olvidar, en la hora de su muerte, la grandeza como artista y esa inextinguible filantropía que ha aportado parte de su inmensa fortuna a obras benéficas.
Michael Jackson no sólo ha sido noticia todas estas décadas por su memorable carrera musical, sino también por las numerosas operaciones a las que se ha sometido para cambiar su imagen, por su extravagancia existencial y su singularidad en todos los terrenos imaginables. Michael Jackson forma parte de la vida de muchas personas que han crecido con sus canciones y que hoy, con asombro, nostalgia e incredulidad han visto el ocaso final del icono musical y rememoran sus más recordados 'hits' que ha otorgado a lo largo de una vida que se antoja demasiado corta.
En los últimos años había habido rumores sobre la salud del cantante. Hoy, finalmente, se ha confirmado que Michael Jackson seguirá en la memoria colectiva en forma de alegoría trascendente en el mundo de la música, con el ‘moonwalk’ de paso, vertiendo aquel grito gutural y llevándose la mano cubierta con un guante de diamantes a sus partes. Jackson es, queramos o no, una parte de nuestra vida. Y hoy se ha terminado, haciéndonos saber la falibilidad del tiempo. Se dice que deja tres hijos huérfanos. Pero su muerte deja millones de desamparados que echarán de menos a ese chocante artista que durante mucho tiempo fue una deidad musical, el dueño y señor de la música, el puto amo de los escenarios.

jueves, 25 de junio de 2009

'Max Payne 3' llegará en invierno

Uno de los juegos abismales predilectos en este blog que ha tenido ya varias entradas a lo largo de todo estos año ha sido y será ‘Max Payne’, la saga de Rockstar Games que ha ido incrementando los rumores sobre una nueva y esperada entrega de las aventuras de este oscuro detective de Nueva York deshumanizado y decadente. Para esta nueva parte que cierra una posible trilogía (muy posiblemente se siga las sergas policiacas en futuras nuevas partes), la historia se centra la vida de Payne, alejado de Nueva York y de la DEA, cuya existencia ha ido de mal en peor. Traicionado y lejos de casa, Payne está ahora atrapado en Sao Paolo, una de las ciudades con mayor índice de criminalidad del mundo y redil de crimen y peligro donde ejerce de protector personal de una familia de alto ‘standing’.
Con la cabeza afeitada, barba poblada y descuidada y vistiendo a semejanza del no menos inolvidable John McClane, abandonado físicamente y con secuelas de su todavía adicción a las drogas y al alcohol, Payne viajará de nuevo a los infiernos de la violencia y la sangre esta vez en los bajos fondos de Brasil. Sam Houser, fundador de Rockstar Games ha explicado la nueva orientación del juego y de las nuevas tramas de Payne: “Estamos comenzando un nuevo capítulo de la historia de Max con este juego. Este un Max Payne como nunca lo has visto antes, unos años más viejo, cansado del mundo y más cínico que nunca. Experimentamos la espiral decadente de su vida tras los acontecimientos de ‘Max Payne 2’ y el testimonio de su única oportunidad de salvación”.
Contado desde la perspectiva del propio Payne, como no podía ser de otro modo, esta tercera entrega reúne los elementos que el seguidor incondicional exige a la tradición del juego; el mítico ‘bullet time’, gran cantidad de armas variadas y destructivas, adicción a todo tipo de sedantes y drogas, acción sin freno, una trama de investigación y búsqueda, mucha sangre y tiroteos y sobre todo la inconfundible narración introspectiva de Payne en OFF. A ello se le une la utilización del Natural Motion y el motor propio de Rockstar RAGE con tecnología totalmente nueva de físicas y partículas que da como consecuencia un realismo apabullante en las escenas de combate con armas a corta distancia, así como un sistema de cobertura inteligente y una variada jugabilidad en cada nivel.
Es, por tanto, ‘Max Payne 3’ es una buena noticia que fomenta la impaciencia y ansiedad de todos aquellos que somos fieles seguidores de este personaje iconográfico. Nos quitaremos así la terrible decepción de ese fiasco bochornoso, auténtico bodrío infumable que supuso su adaptación cinematográfica de la mano de John Moore.