miércoles, 24 de junio de 2009

Rescatando a 'Charlie Bartlett'

El heredero de Ferris Bueller
Ayer rescaté, antes de que caiga en el olvido y se convierta en película que se deja en el tintero negligentemente, la estupenda ‘Charlie Bartlett’, dirigida por el habitualmente montador Jon Poll y escrita por Gustin Nash. Sin ambiciones ni maniobras pretenciosas, el filme acerca, con gran acierto y sutil humor que incluyen momentos musicales al piano, las vicisitudes que engloban los problemas de una generación de adolescentes que necesitan ser escuchados y que, al contrario de carecer de ambiciones y objetivos, están perdidos en la duda, en la incomunicación y el déficit de atención a sus problemas.
Charlie Bartlett es un brillante adolescente que pertenece a una familia de clase alta que es expulsado del exquisito centro escolar donde estudia. De ahí pasa a un Instituto Público suburbial en el que tiene que adaptarse. Para Bartlett lo importante es ser apreciado por todos, destacar entre el bulto estudiantil y lo hace aliándose con el matón del centro en el instante en que comienza a vender los fármacos estimulantes que le receta su psiquiatra privado. Pronto, Bartlett se destapará como un chaval con más recursos que sus compañeros, una referencia para ellos, un líder de pensamiento y de revolución contra una causa perdida. Sin embargo, la iniciativa del joven encuentra un giro en su capacidad para escuchar a sus acólitos de secundaria, sabiendo ver sus problemas más allá de las aulas y el día a día escolar y aconsejar sobre la existencia y la vida adolescente.
Por supuesto, Battler se podría erigir como una nueva versión de aquel inmortal Ferris Bueller de John Hughes, su modelo actual en la forma y libertad a la hora de decir las cosas y instituirse como modelo contra todo aquello que está establecido y coarta el albedrío y las ganas de divertirse. En un discurso más suavizado que ‘Igby Goes Down’, reivindicable obra de Burr Steers, con la que ‘Charlie Bartlett’ comparte lazos comunes, el filme de Poll confiere a sus imágenes y a través de la música una nostalgia que remite a los mejores filmes catalogados en el subgénero “de instituto”, que desglosa un doble e perspicaz enfoque; el de la perspectiva del espectador juvenil que lleva a cuestionarse una etapa tan importante como es la adolescencia y al público adulto, que se dejará llevar y echar de menos las sensaciones de una época perdida que invaden este pequeño y admirable producto con esencia de película de culto.
A través de un mensaje necesariamente didáctico, el de pagar las consecuencias, las debilidades o los errores que se cometen, ‘Charlie Bartlett’ expone una suerte de comedia y drama donde los adultos no escuchan ni prestar atención a los adolescentes, necesitados de pertenecer a un grupo, de ser aceptados y tener amigos. En definitiva, a poseer un espacio propio que se descompensa con una metafórica represalia, el hecho estar custodiados, encerrarlos en la desconfianza, como bien muestran esas cámaras de vigilancia de la discordia que provocan el levantamiento y la fuerza de una idea común por la independencia y la rebeldía.
Hay muchos elementos que hacen de esta película escolar un referente sustancial, que recuerda por su arquitectura de guión, por su intención subversiva, a los viejos clásicos de adolescentes, pero si algo destaca del entramado de eficacia que rodea la cinta son las aportaciones de ese joven valor llamado Anton Yelchin (ahora más conocido tras su paso por ‘Terminator Salvation’), el siempre extraordinario Robert Downey Jr. como director del centro, la encantadora Hope Davis dando vida a la disfuncional madre de Bartlett y un surtido de jóvenes valores que van desde Tyler Milton, Mark Rendall a esa fascinante y sugerente Kat Dennins (musa abismal y mito erótico desde ya), también protagonista de la no menos interesante ‘Nick and Norah's Infinite Playlist’, de Peter Sollett, película que me zumbé ayer sin ningún reparo entregado a una doble sesión de buen cine adolescente. Aunque de ésta última ya habrá tiempo para hablar.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009

martes, 23 de junio de 2009

The 20 Most Anticipated Movies of 2010

Acabamos de flanquear la mitad del año, de comenzar este caluroso verano 2009 y ya se están haciendo listas de películas que darán que hablar a lo largo del próximo año 2010, un año en el que casi la totalidad de superproducciones hollywoodienses tendrán como concepto y naturaleza el ‘remake’, la adaptación tanto literaria como de cómic y la secuela… Vamos, lo que viene siendo más que frecuente en este tipo de filmes con gran ambición taquillera y que se viene llamando ‘blockbuster’.
Fuente: COED Magazine.

domingo, 21 de junio de 2009

La ¿Fiesta? del Cine

Hoy comienza esa publicitada iniciativa de acercamiento del público a las salas cinematográficas denominada ‘Fiesta del Cine’. Con esto, los cines ligados a la propuesta ofrecen, por la compra de una entrada a precio normal, un pasaporte especial con el que tendrán derecho a ver una cantidad ilimitada de películas durante tres días al módico precio de 2 euros. En tiempos de crisis, el cine se ha convertido en un lujo, en un entretenimiento de ocio que se deja notar en los bolsillos del espectador. De ahí, que el porcentaje de público que asiste a las salas haya descendido en los últimos años. Las salas de cine en España han perdido más de 20 millones de espectadores desde 2004 y se necesitaba una proyecto de estas características para la asistencia a las salas de cine. La gran duda es si este movimiento de ficha por parte de productores (FAPAE) y distribuidores (FEDICINE) se quedará en un hecho aislado o se fomentará más a menudo en correspondencia con el éxito que tenga o deje de tener. El cine es caro y las películas, independientemente de su nacionalidad, van mermando su interés.
De hecho, mirando con detenimiento la cartelera, la pregunta no se hace esperar ¿es beneficiosa para el espectador esta oferta? Obviamente, el simple hecho de que una película salga por 2 euros sí lo es, pero la oferta que existe ahora mismo como opciones de tarde cinéfilas deja bastante que desear. Puedes ir a ver algunas películas que llevan varias semanas defendiendo el trono de películas de verano; ‘Terminator Salvation’, ‘Los mundos de Coraline’, ‘Noche en el museo 2’ o ‘Ángeles y demonios’, pero… ¿algo más? ¿Nos acercamos a echar un vistazo a ‘Coco Chanel’, ‘Kika superbruja’ o ‘Cleaner’ porque son más baratas? Es más… ¿Por qué da la sensación de que, precisamente, este fin de semana (en que se han estrenado ‘¿Hacemos una porno?’, ‘Ejecutiva en apuros’, ‘Obsesionada’, ‘Corazón de tinta’…) ha ampliado su oferta con ese tipo de películas mediocres de ‘pack’, de saldo, que hay que estrenar con las grandes superproducciones? ¿Es factible pagar 2 euros por toda esta retahíla de títulos descafeinados? Mirándolo de este modo, es “fiesta de cine” queda más como un guateque de cuatro gatos que otra cosa. Por último, esta fiesta dura hasta el 23. Curiosamente, un solo día después se estrena el pelotazo taquillero ‘Transformers 2’, otra vez a su precio normal.

jueves, 18 de junio de 2009

Review 'Terminator Salvation (Terminator Salvation)'

Un nuevo reseteo del sistema
McG hace alarde de una masturbatoria esencia del abultado ‘exploit’ visual para componer una tercera parte que se aleja argumentalmente de sus predecesoras, pero con un nulo condimento dramático y enflaquecido por su grandilocuencia.
Hace ahora veinticinco años que James Cameron apostó por un filme de serie B que revolucionaría la ciencia ficción del momento. La idea era bien sencilla; un ‘cyborg’ sin piedad es enviado desde el futuro para acabar con la vida de Sarah Connor, madre del futuro líder de los rebeldes para impedir que éste nazca. En su camino se cruzará un soldado transportado a su vez desde el mismo tiempo para evitar que el impasible robot logre su objetivo. El sentido del espectáculo y el ritmo trepidante con el que Cameron supo dotar una historia más allá de sus limitaciones presupuestarias convirtieron ‘Terminator’ en un clásico instantáneo y el nacimiento de una estrella comercial como Arnold Schwarzenegger.
El filme tendría, como consecuencia de su éxito, su propio autohomenaje en una descomunal superproducción seis años después en una secuela que, repitiendo su fórmula argumental, desglosó una de las obras más insurgentes e innovadoras del cine moderno. Cameron creaba un imposible ‘tour’ de force en una pesadilla tecnológica en un presente dominado por el futuro en el que no sólo es una de las cumbres del género, sino que dejó en la memoria del aficionado algunos conceptos como el de esa inteligencia artificial del futuro llamada Skynet que toma el control de toda la red global e intenta aniquilar la raza humana en resistencia bajo las órdenes de John Connor. Pasando de puntillas una tercera e innecesaria parte dirigida con pulso por Jonathan Mostow y que supuso el testimonio de la efímera caducidad del concepto de secuela creada como ‘blockbuster’ de rápido consumo, llega este acontecimiento dirigido por el ostentoso McG. Un producto tan superfluo como su tercera entrega.
‘Terminator Salvation’ no tiene ningún reparo en mostrarse desde sus primeros fotogramas como un escandaloso producto de sofisticación y fuegos artificiales a lo bestia, otro ‘blockbuster’ hipertrofiado por su propia estela de grandeza, por la masturbatoria esencia del abultado ‘exploit’ visual, de sus modales fílmicos que pretenden (y a veces consiguen) conmemorar cierta parte del espectáculo pirotécnico de su génesis, en su fascinación por la acción adrenalítica, sin freno y sin perder la cadencia. McG relativiza la grandeza de sus predecesoras y agita los elementos con alarde de suntuosidad excesiva, en un revisionismo que profesa tanto su responsabilidad de entretenimiento con respecto al espectador como con una sonrojante carencia de ambición por todos los costados del filme.
Se presenta como un filme bélico, alejado de los defectos acumulativos de ‘Terminator 3: La Rebelión de las máquinas’ en lo que respecta a esas estructuras guionísticas equivalentes a sus dos primeras partes. Aquí se deja a un lado la triste autoparodia que hacía de su personaje Schwarzenegger (rol “casi” olvidado) y la misma retahíla de ‘cyborgs’ intentando matar y defender, respectivamente, a John Connor. Para la ocasión se procura, al menos sobre el papel, recuperar la novedad, el sentido del ritmo y saber adaptarse a una evolución de una saga que deja demasiados recuerdos como para intentar imitarlas. Si por algo se caracteriza la nueva entrega de ‘Terminator’ es por su disonancia respecto a la saga, respetando las ofrendas, dando un paso adelante y ejecutar así un cambio de rumbo hacia otra dimensión de la historia. Pero por mucho que se esté narrando el presente de John Connor y del mundo después del Juicio Final, la sensación que deja es la de una reiterativa función que ya hemos muchas veces en el cine reciente; desde ciudades desérticas absorbidas por los enormes ‘terminators’, persecuciones imposibles en moto o helicópteros que sucumben a fuerzas tecnificadas hasta ésa atmósfera retrofuturista con tonos ocres, de luminiscencia oscura y sucia gracias al trabajo de Shane Hurlbut.
El argumento tampoco varia en exceso y todo lo que se cuenta es reconocible por el seguidor. John Connor continúa siendo el líder de la resistencia rebelde de los humanos contra Skynet y su genocidio y planes de ocupación de un mundo infestado de máquinas cibernéticas. Además, la supervivencia afecta a Kyle Reese, el mismo personaje al que dio vida en 1984 Michael Biehn y que es el padre de Connor y a un nuevo ‘cyborg’ enviado desde el pasado para infiltrarse entre los humanos y servir al líder rebelde en bandeja. A partir de ahí, las ofrendas y los guiños a los seguidores incondicionales son constantes. No sólo en reminiscencias reconocibles como ese radiocassete (hablamos del año 2018) donde se escucha la voz de Sarah Connor con la instrucción a su hijo llamado a ser el salvador de la Tierra, sino también en la mítica frase “Volveré” en boca de Christian Bale, la nostálgica canción de fondo ‘You could be mine’, de Guns N’ Roses o un clímax final con “cameo” especial en un entorno ya visitado anteriormente.
A lo largo de las más de dos horas de metraje McG insiste una y otra vez en exhibir su grandilocuencia a través de ataques bélicos, de persecuciones a toda caña y en una triste revelación visual de la guerra entre los humanos y robots que todo ‘fan’ de la serie esperaba ver y que en ‘Terminator Salvation’ es mucho menos acojonante de cómo la describió en apenas dos planos Cameron en su segunda entrega. Tampoco sabe aprovechar el nulo condimento dramático de la cinta, en un seguimiento de personajes empequeñecidos por la situación y por su pasado o futuro, que van de aquí a allá vacíos de sensaciones emocionales. Se insiste en dar vueltas en torno al dilema del ser robotizado con corazón humano, un nuevo ‘cyborg’ con el rostro de Sam Worthington que busca su verdadera naturaleza sumido en una trágica crisis de identidad. Algo que enflaquece su discurso cuando uno recuerda aquel T-800 junto al pequeño John Connor humanizando a su protector y estableciendo un vínculo filopaternal emotivo.
Del mismo modo, se desperdician también algunas cuestiones en referencia a la viabilidad de las nuevas tecnologías, de la propia ‘cyborg-cultura’, del juego de tiempos que se han sucedido para dejar un presente alterado en el que el protagonista busca a su padre mucho más joven que él o esa esencia distópica que ha recorrido cada fotograma de la saga que ya advertía sobre la dependencia tecnológica y la deshumanización. Se vende como una fábula post-apocalíptica sobre la resistencia y la redención que suscita, torpemente, una introversión sobre las segundas oportunidades. El inefable dúo Brancato y Ferris se ha dado cuenta de que la única forma de formular un éxito rentable es olvidarse de la construcción de sus personajes, del drama sustituido por un cúmulo de secuencias llenas de artillería digitalizada y efectismos a cada cual más imposible.
‘Terminator Salvation’ es, a fin de cuentas, una divertida película veraniega de acción, sin más. Una obra de estruendo visual con la que el estilo de McG se fusiona por momentos al puro videojuego de consola de última generación, plagada de incontinencia y énfasis por lo rimbombante que busca más el ejercicio de puro ruido que se apoya en su excelente diseño de producción para brindar un filme olvidable que se predispone dentro de la saga como una entrega de transición como adelanto visual de lo que está por venir. “El futuro no está escrito”, decía Sarah Connor. Lamentablemente, para la serie de ‘Terminator’ parece que sí lo está.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMA REVIEW: 'Los mundos de Coraline', de Henry Selick.

Poster 'Malditos bastardos (Inglourious Basterds)'

Empieza a haber ganas de un poco de 'tarantinada' bélica. En principio, hasta el día 21 de agosto nada. Eso, en Estados Unidos. En España, a esperar, como siempre.

martes, 16 de junio de 2009

Holanda City Zapping, 'trainacting' artístico

La emprendedora productora E-Magic Films ha lanzado una peculiar campaña para la Oficina de Turismo de Holanda con el fin de impulsar en España lo que se ha dado en llamar Holanda City Zapping, el nombre del viral que promociona la combinación de trenes que recorre las ciudades neerlandesas de Ámsterdam, Utrech, La Haya, Deft, Eindhoven, Deltf y Rótterdam. Una apuesta turística que invita a recorrer en tren parte de los Países Bajos y da conocer su cultura mediante un inteligente e imaginativo ‘spot’ realizado por Miguel Larraya que se inscribe en un género en boga: el ‘trainacting’. Estas piezas consisten en la ejecución de pequeños montajes organizados entre dos estaciones de metro, aprovechando con rapidez el poco tiempo de ejecución de las composiciones artísticas, montando y desmontando toda la representación en un breve periodo de tiempo. En este caso, el vagón se convierte de manera espectacular en la célebre obra ‘El dormitorio de Arles’, de Vincent Van Gogh, genuino icono del país.
Una coreografía inmediata, un grupo de elementos dispuestos para crear un ingenioso juego de perspectivas y un tempo medido y diligente convierten la pieza en una pequeña obra de arte visual y homenaje al país del “loco del pelo rojo”. El vídeo ha exprimido a la perfección las virtudes de la cámara EOS 5D Mark II, que ofrece extraordinarias prestaciones en una cámara de fotograma completo al disponer de grabación de vídeo Full HD. La productora de Amable Pérez y Rubén Sánchez Nieto expone así su habitual pulso para las creaciones de talento tanto publicitarias como fílmicas. Una campaña que ha utilizado también la ubicua red social de Facebook para promocionar su producto e invita al visitante a participar en el sorteo de un viaje a Holanda para 10 personas con sólo confirmar asistencia al evento en el perfil de la Oficina de Turismo de Holanda. Hoy es el último día para formar parte del sorteo, así que date prisa.
Aquí el ‘making of’ del vídeo.

lunes, 15 de junio de 2009

Los Lakers y Pau Gasol campeones de la NBA '09

Esta pasada madrugada sirvió para consolidar a Pau Gasol como el mejor jugador de baloncesto español de todos los tiempos. Los Ángeles Lakers volvieron a congregar la magia del baloncesto para, después de siete años de sequía, alcanzar el que supone el decimoquinto título de la franquicia angelina. Gasol ha escrito así su nombre con letras de oro dentro de la NBA, con un estilo de juego infranqueable, en constante evolución, tenaz y ambicioso, con una visión de juego que va almacenando experiencia y ha ido progresando de una forma geométrica y exponencial.
Gasol se ha ido adaptando a las exigencias de los dos equipos en los que ha participado dentro de la NBA; primero como estrella de un equipo pequeño como los Grizzlies y ahora como poderosa piedra angular de ese coloso del basket que son los Lakers. Sin él, el equipo de Phil Jackson no hubiera conseguido esta importante gesta. Por mucho que Kobe Bryant sea la figura que marca las diferencias, el ímpetu y el juego de Gasol se han hecho imprescindibles dentro del sistema de un entrenador con diez anillos de campeón a sus espaldas (superando así el imposible registro de Red Auerbach). Gasol ha sabido demostrar también cómo y de qué manera se puede anular la capacidad ofensiva de un mamotreto de envergadura como Dwight Howard, parte importante de ese rotundo 4-1 que los Lakers le han endosado a los Magic después de ese marcador de 86-99 que quedará en la memoria colectiva por simbolizar la gloria de uno de los deportistas más importantes que ha tenido este país.
Ya nadie se acuerda de la decepción del año pasado contra los Boston Celtics. Es el momento de disfrutar de la victoria, de aplaudir al nuevo campeón, a los nuevos ídolos del baloncesto. Es el momento de disfrutar del éxito de un soñador entusiasta y luchador que ha conseguido el sueño más importante de la vida de un jugador de élite.

domingo, 14 de junio de 2009

Absurda suma de parecidos (VIII)

Hace más de dos años que esta sección, otrora más activa e imaginativa, permanece desactualizada, por lo que era hora de volver a darle un pequeño hueco en este domingo de calor y sopor. Para la ocasión tenemos esa suma entre el actor Andrés Pajares, el futbolista Dani Güiza y el cantante Antonio Orozco.

domingo, 7 de junio de 2009

Review 'El milagro de Henry Poole (Henry Poole is here)'

Agnosticismo independiente y de periferia
El filme de Mark Wellington es un autocomplaciente drama con toques cómicos que enfrenta la incredulidad pesimista a la necesidad de la Fe y la creencia sobrenatural.
A priori, una película como ‘El milagro de Henry Poole’ debería ser una sugerente fábula visual de gran empaque debido, en gran parte, a la pericia de un cineasta como Mark Pellington, curtido en el mundo del ‘videoclip’ (Pearl Jam, Alice in Chains, Nine Inch Nails, Foo Fighters, U2 o Bruce Springsteen) y realizador de dos pequeñas obras suficientemente significativas como son ‘Arlington Road’ o ‘Mothman: La última profecía’. En éste aspecto, su último trabajo no deja de ser en apariencia interesante, puesto que a pesar de recurrir a los estilemas del cine ‘indie’ y de la depreciación de medios respecto a sus anteriores filmes, ‘El milagro de Henry Poole’ se autoinscribe en la popularización de una tipología fílmica que, sin embargo, revela sus verdaderas intenciones esquematizas de condescendencia con respecto al público más benevolente.
La historia va de un personaje bucólico y triste, deprimido porque ha conocido la noticia de una extraña enfermedad terminal que le deja pocas semanas de vida. Destrozado, alquila una de las casas anexas a su hogar suburbial de infancia donde las cosas tampoco fueron muy bien. En vez de encontrar la calma y la tranquilidad del último lapso de vida, la cosa cambia cuando una entrometida vecina descubre la plasmación del rostro de Jesucristo sobre una de sus paredes exteriores y descubre que es capaz de obrar milagros a aquéllos que lo necesiten y crean fervientemente. Se trata de otra aleccionadora (y no menos previsible) entelequia católica que enfrenta la incredulidad y el racionalismo pesimista a la necesidad de la Fe y la creencia sobrenatural.
Desde una posición más cercana al agnoticismo de Huxley que al ateísmo radical, Pellington y el debutante guionista Albert Serra brindan con estos dispositivos místicos una reflexión más o menos de manual sobre la vida y la muerte, de la lasitud de la existencia, que circunvala en todo momento el formulismo cursi con una visión más o menos encubierta acerca de la religión cristiana. Poole responde a la incognoscibilidad de toda supuesta realidad trascendente o absoluta puesto en contra de la tolerancia con la convicción pasional de cuantos le rodean.
Menos mal que dentro de este drama mustio con algún toque de comedia estrambótica hay algún riesgo de interés, como la total desinformación que se tiene de todos sus personajes, un efecto que refuerza el laconismo melancólico y que se aleja con cierta facilidad del sentimentalismo lacrimógeno de fáciles resultados. Aún así, es una pena que ‘El milagro de Henry Poole’ deje con demasiada facilidad que la superficialidad de su punto de inflexión mística postergue todo el entramado dramático que la envuelve. Y eso hace que, por ejemplo, se echen de menos momentos como la carrera de Poole por las enormes acequias hasta llegar al lugar donde, en una infancia marcada por la desunión familiar, escribió su nombre dejando constancia de su presencia. Parece que es más importante potenciar el esqueleto metafísico y contemplativo de esa enfermedad y negación ante los evidentes efectos milagrosos de la imagen de Cristo en la pared para, de paso, esteriotipar la creencia cristina carente de circunspección.
La totalidad de su solución dramática gira en torno a los conceptos de indulgencia y devoción ortodoxa, puesto que todos los personajes próximos al protagonista se unifican en símbolos positivos para el acercamiento a cierto optimismo católico. De esta forma, su vecina mexicana se llama Esperanza, una cajera de supermercado con la que entabla conversaciones trascendentales sobre textos de Noah Chomsky y que recupera la vista al tocar el rostro de la pared es llamada Patience (“paciencia”) o la atractiva vecina divorciada atiende al nombre de Dawn (“amanecer”). Quedan trazos de objetivos incumplidos, de camino iniciados que se quedan en un simulacro de mezcla de géneros sin mucho acierto.
Henry Poole podía haber sido un cascarrabias agotado por la soledad y el desamparo que sólo quiere que le dejen morir en paz sin atender a casualidades y personajes esperpénticos, pero entra demasiado pronto en el juego de bondades, enmiendas morales y terapéuticas que desembocan en la consecuente búsqueda de una felicidad conclusiva que atosiga con su empacho extático y romántico y desluce cualquier variación que, por otro lado, aquí es inexistente. Un drama amable, de meliflua banda sonora que se abastece de convencionalismos mantenidos en la constante mueca de sufrimiento lacónico de un Luke Wilson bastante insubstancial al que las actrices secundarias son capaces de arrebatarle el protagonismo cuando comparten plano con el cómico de rostro nostálgico y taciturno; desde las eficaces Radha Mitchell y Adriana Barraza hasta la pequeña niña Morgan Lily.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009

PRÓXIMAS REVIEWS:
'Coraline', de Henry Selick y 'Terminator Salvation', de McG