domingo, 21 de junio de 2009

La ¿Fiesta? del Cine

Hoy comienza esa publicitada iniciativa de acercamiento del público a las salas cinematográficas denominada ‘Fiesta del Cine’. Con esto, los cines ligados a la propuesta ofrecen, por la compra de una entrada a precio normal, un pasaporte especial con el que tendrán derecho a ver una cantidad ilimitada de películas durante tres días al módico precio de 2 euros. En tiempos de crisis, el cine se ha convertido en un lujo, en un entretenimiento de ocio que se deja notar en los bolsillos del espectador. De ahí, que el porcentaje de público que asiste a las salas haya descendido en los últimos años. Las salas de cine en España han perdido más de 20 millones de espectadores desde 2004 y se necesitaba una proyecto de estas características para la asistencia a las salas de cine. La gran duda es si este movimiento de ficha por parte de productores (FAPAE) y distribuidores (FEDICINE) se quedará en un hecho aislado o se fomentará más a menudo en correspondencia con el éxito que tenga o deje de tener. El cine es caro y las películas, independientemente de su nacionalidad, van mermando su interés.
De hecho, mirando con detenimiento la cartelera, la pregunta no se hace esperar ¿es beneficiosa para el espectador esta oferta? Obviamente, el simple hecho de que una película salga por 2 euros sí lo es, pero la oferta que existe ahora mismo como opciones de tarde cinéfilas deja bastante que desear. Puedes ir a ver algunas películas que llevan varias semanas defendiendo el trono de películas de verano; ‘Terminator Salvation’, ‘Los mundos de Coraline’, ‘Noche en el museo 2’ o ‘Ángeles y demonios’, pero… ¿algo más? ¿Nos acercamos a echar un vistazo a ‘Coco Chanel’, ‘Kika superbruja’ o ‘Cleaner’ porque son más baratas? Es más… ¿Por qué da la sensación de que, precisamente, este fin de semana (en que se han estrenado ‘¿Hacemos una porno?’, ‘Ejecutiva en apuros’, ‘Obsesionada’, ‘Corazón de tinta’…) ha ampliado su oferta con ese tipo de películas mediocres de ‘pack’, de saldo, que hay que estrenar con las grandes superproducciones? ¿Es factible pagar 2 euros por toda esta retahíla de títulos descafeinados? Mirándolo de este modo, es “fiesta de cine” queda más como un guateque de cuatro gatos que otra cosa. Por último, esta fiesta dura hasta el 23. Curiosamente, un solo día después se estrena el pelotazo taquillero ‘Transformers 2’, otra vez a su precio normal.

jueves, 18 de junio de 2009

Review 'Terminator Salvation (Terminator Salvation)'

Un nuevo reseteo del sistema
McG hace alarde de una masturbatoria esencia del abultado ‘exploit’ visual para componer una tercera parte que se aleja argumentalmente de sus predecesoras, pero con un nulo condimento dramático y enflaquecido por su grandilocuencia.
Hace ahora veinticinco años que James Cameron apostó por un filme de serie B que revolucionaría la ciencia ficción del momento. La idea era bien sencilla; un ‘cyborg’ sin piedad es enviado desde el futuro para acabar con la vida de Sarah Connor, madre del futuro líder de los rebeldes para impedir que éste nazca. En su camino se cruzará un soldado transportado a su vez desde el mismo tiempo para evitar que el impasible robot logre su objetivo. El sentido del espectáculo y el ritmo trepidante con el que Cameron supo dotar una historia más allá de sus limitaciones presupuestarias convirtieron ‘Terminator’ en un clásico instantáneo y el nacimiento de una estrella comercial como Arnold Schwarzenegger.
El filme tendría, como consecuencia de su éxito, su propio autohomenaje en una descomunal superproducción seis años después en una secuela que, repitiendo su fórmula argumental, desglosó una de las obras más insurgentes e innovadoras del cine moderno. Cameron creaba un imposible ‘tour’ de force en una pesadilla tecnológica en un presente dominado por el futuro en el que no sólo es una de las cumbres del género, sino que dejó en la memoria del aficionado algunos conceptos como el de esa inteligencia artificial del futuro llamada Skynet que toma el control de toda la red global e intenta aniquilar la raza humana en resistencia bajo las órdenes de John Connor. Pasando de puntillas una tercera e innecesaria parte dirigida con pulso por Jonathan Mostow y que supuso el testimonio de la efímera caducidad del concepto de secuela creada como ‘blockbuster’ de rápido consumo, llega este acontecimiento dirigido por el ostentoso McG. Un producto tan superfluo como su tercera entrega.
‘Terminator Salvation’ no tiene ningún reparo en mostrarse desde sus primeros fotogramas como un escandaloso producto de sofisticación y fuegos artificiales a lo bestia, otro ‘blockbuster’ hipertrofiado por su propia estela de grandeza, por la masturbatoria esencia del abultado ‘exploit’ visual, de sus modales fílmicos que pretenden (y a veces consiguen) conmemorar cierta parte del espectáculo pirotécnico de su génesis, en su fascinación por la acción adrenalítica, sin freno y sin perder la cadencia. McG relativiza la grandeza de sus predecesoras y agita los elementos con alarde de suntuosidad excesiva, en un revisionismo que profesa tanto su responsabilidad de entretenimiento con respecto al espectador como con una sonrojante carencia de ambición por todos los costados del filme.
Se presenta como un filme bélico, alejado de los defectos acumulativos de ‘Terminator 3: La Rebelión de las máquinas’ en lo que respecta a esas estructuras guionísticas equivalentes a sus dos primeras partes. Aquí se deja a un lado la triste autoparodia que hacía de su personaje Schwarzenegger (rol “casi” olvidado) y la misma retahíla de ‘cyborgs’ intentando matar y defender, respectivamente, a John Connor. Para la ocasión se procura, al menos sobre el papel, recuperar la novedad, el sentido del ritmo y saber adaptarse a una evolución de una saga que deja demasiados recuerdos como para intentar imitarlas. Si por algo se caracteriza la nueva entrega de ‘Terminator’ es por su disonancia respecto a la saga, respetando las ofrendas, dando un paso adelante y ejecutar así un cambio de rumbo hacia otra dimensión de la historia. Pero por mucho que se esté narrando el presente de John Connor y del mundo después del Juicio Final, la sensación que deja es la de una reiterativa función que ya hemos muchas veces en el cine reciente; desde ciudades desérticas absorbidas por los enormes ‘terminators’, persecuciones imposibles en moto o helicópteros que sucumben a fuerzas tecnificadas hasta ésa atmósfera retrofuturista con tonos ocres, de luminiscencia oscura y sucia gracias al trabajo de Shane Hurlbut.
El argumento tampoco varia en exceso y todo lo que se cuenta es reconocible por el seguidor. John Connor continúa siendo el líder de la resistencia rebelde de los humanos contra Skynet y su genocidio y planes de ocupación de un mundo infestado de máquinas cibernéticas. Además, la supervivencia afecta a Kyle Reese, el mismo personaje al que dio vida en 1984 Michael Biehn y que es el padre de Connor y a un nuevo ‘cyborg’ enviado desde el pasado para infiltrarse entre los humanos y servir al líder rebelde en bandeja. A partir de ahí, las ofrendas y los guiños a los seguidores incondicionales son constantes. No sólo en reminiscencias reconocibles como ese radiocassete (hablamos del año 2018) donde se escucha la voz de Sarah Connor con la instrucción a su hijo llamado a ser el salvador de la Tierra, sino también en la mítica frase “Volveré” en boca de Christian Bale, la nostálgica canción de fondo ‘You could be mine’, de Guns N’ Roses o un clímax final con “cameo” especial en un entorno ya visitado anteriormente.
A lo largo de las más de dos horas de metraje McG insiste una y otra vez en exhibir su grandilocuencia a través de ataques bélicos, de persecuciones a toda caña y en una triste revelación visual de la guerra entre los humanos y robots que todo ‘fan’ de la serie esperaba ver y que en ‘Terminator Salvation’ es mucho menos acojonante de cómo la describió en apenas dos planos Cameron en su segunda entrega. Tampoco sabe aprovechar el nulo condimento dramático de la cinta, en un seguimiento de personajes empequeñecidos por la situación y por su pasado o futuro, que van de aquí a allá vacíos de sensaciones emocionales. Se insiste en dar vueltas en torno al dilema del ser robotizado con corazón humano, un nuevo ‘cyborg’ con el rostro de Sam Worthington que busca su verdadera naturaleza sumido en una trágica crisis de identidad. Algo que enflaquece su discurso cuando uno recuerda aquel T-800 junto al pequeño John Connor humanizando a su protector y estableciendo un vínculo filopaternal emotivo.
Del mismo modo, se desperdician también algunas cuestiones en referencia a la viabilidad de las nuevas tecnologías, de la propia ‘cyborg-cultura’, del juego de tiempos que se han sucedido para dejar un presente alterado en el que el protagonista busca a su padre mucho más joven que él o esa esencia distópica que ha recorrido cada fotograma de la saga que ya advertía sobre la dependencia tecnológica y la deshumanización. Se vende como una fábula post-apocalíptica sobre la resistencia y la redención que suscita, torpemente, una introversión sobre las segundas oportunidades. El inefable dúo Brancato y Ferris se ha dado cuenta de que la única forma de formular un éxito rentable es olvidarse de la construcción de sus personajes, del drama sustituido por un cúmulo de secuencias llenas de artillería digitalizada y efectismos a cada cual más imposible.
‘Terminator Salvation’ es, a fin de cuentas, una divertida película veraniega de acción, sin más. Una obra de estruendo visual con la que el estilo de McG se fusiona por momentos al puro videojuego de consola de última generación, plagada de incontinencia y énfasis por lo rimbombante que busca más el ejercicio de puro ruido que se apoya en su excelente diseño de producción para brindar un filme olvidable que se predispone dentro de la saga como una entrega de transición como adelanto visual de lo que está por venir. “El futuro no está escrito”, decía Sarah Connor. Lamentablemente, para la serie de ‘Terminator’ parece que sí lo está.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009
PRÓXIMA REVIEW: 'Los mundos de Coraline', de Henry Selick.

Poster 'Malditos bastardos (Inglourious Basterds)'

Empieza a haber ganas de un poco de 'tarantinada' bélica. En principio, hasta el día 21 de agosto nada. Eso, en Estados Unidos. En España, a esperar, como siempre.

martes, 16 de junio de 2009

Holanda City Zapping, 'trainacting' artístico

La emprendedora productora E-Magic Films ha lanzado una peculiar campaña para la Oficina de Turismo de Holanda con el fin de impulsar en España lo que se ha dado en llamar Holanda City Zapping, el nombre del viral que promociona la combinación de trenes que recorre las ciudades neerlandesas de Ámsterdam, Utrech, La Haya, Deft, Eindhoven, Deltf y Rótterdam. Una apuesta turística que invita a recorrer en tren parte de los Países Bajos y da conocer su cultura mediante un inteligente e imaginativo ‘spot’ realizado por Miguel Larraya que se inscribe en un género en boga: el ‘trainacting’. Estas piezas consisten en la ejecución de pequeños montajes organizados entre dos estaciones de metro, aprovechando con rapidez el poco tiempo de ejecución de las composiciones artísticas, montando y desmontando toda la representación en un breve periodo de tiempo. En este caso, el vagón se convierte de manera espectacular en la célebre obra ‘El dormitorio de Arles’, de Vincent Van Gogh, genuino icono del país.
Una coreografía inmediata, un grupo de elementos dispuestos para crear un ingenioso juego de perspectivas y un tempo medido y diligente convierten la pieza en una pequeña obra de arte visual y homenaje al país del “loco del pelo rojo”. El vídeo ha exprimido a la perfección las virtudes de la cámara EOS 5D Mark II, que ofrece extraordinarias prestaciones en una cámara de fotograma completo al disponer de grabación de vídeo Full HD. La productora de Amable Pérez y Rubén Sánchez Nieto expone así su habitual pulso para las creaciones de talento tanto publicitarias como fílmicas. Una campaña que ha utilizado también la ubicua red social de Facebook para promocionar su producto e invita al visitante a participar en el sorteo de un viaje a Holanda para 10 personas con sólo confirmar asistencia al evento en el perfil de la Oficina de Turismo de Holanda. Hoy es el último día para formar parte del sorteo, así que date prisa.
Aquí el ‘making of’ del vídeo.

lunes, 15 de junio de 2009

Los Lakers y Pau Gasol campeones de la NBA '09

Esta pasada madrugada sirvió para consolidar a Pau Gasol como el mejor jugador de baloncesto español de todos los tiempos. Los Ángeles Lakers volvieron a congregar la magia del baloncesto para, después de siete años de sequía, alcanzar el que supone el decimoquinto título de la franquicia angelina. Gasol ha escrito así su nombre con letras de oro dentro de la NBA, con un estilo de juego infranqueable, en constante evolución, tenaz y ambicioso, con una visión de juego que va almacenando experiencia y ha ido progresando de una forma geométrica y exponencial.
Gasol se ha ido adaptando a las exigencias de los dos equipos en los que ha participado dentro de la NBA; primero como estrella de un equipo pequeño como los Grizzlies y ahora como poderosa piedra angular de ese coloso del basket que son los Lakers. Sin él, el equipo de Phil Jackson no hubiera conseguido esta importante gesta. Por mucho que Kobe Bryant sea la figura que marca las diferencias, el ímpetu y el juego de Gasol se han hecho imprescindibles dentro del sistema de un entrenador con diez anillos de campeón a sus espaldas (superando así el imposible registro de Red Auerbach). Gasol ha sabido demostrar también cómo y de qué manera se puede anular la capacidad ofensiva de un mamotreto de envergadura como Dwight Howard, parte importante de ese rotundo 4-1 que los Lakers le han endosado a los Magic después de ese marcador de 86-99 que quedará en la memoria colectiva por simbolizar la gloria de uno de los deportistas más importantes que ha tenido este país.
Ya nadie se acuerda de la decepción del año pasado contra los Boston Celtics. Es el momento de disfrutar de la victoria, de aplaudir al nuevo campeón, a los nuevos ídolos del baloncesto. Es el momento de disfrutar del éxito de un soñador entusiasta y luchador que ha conseguido el sueño más importante de la vida de un jugador de élite.

domingo, 14 de junio de 2009

Absurda suma de parecidos (VIII)

Hace más de dos años que esta sección, otrora más activa e imaginativa, permanece desactualizada, por lo que era hora de volver a darle un pequeño hueco en este domingo de calor y sopor. Para la ocasión tenemos esa suma entre el actor Andrés Pajares, el futbolista Dani Güiza y el cantante Antonio Orozco.

domingo, 7 de junio de 2009

Review 'El milagro de Henry Poole (Henry Poole is here)'

Agnosticismo independiente y de periferia
El filme de Mark Wellington es un autocomplaciente drama con toques cómicos que enfrenta la incredulidad pesimista a la necesidad de la Fe y la creencia sobrenatural.
A priori, una película como ‘El milagro de Henry Poole’ debería ser una sugerente fábula visual de gran empaque debido, en gran parte, a la pericia de un cineasta como Mark Pellington, curtido en el mundo del ‘videoclip’ (Pearl Jam, Alice in Chains, Nine Inch Nails, Foo Fighters, U2 o Bruce Springsteen) y realizador de dos pequeñas obras suficientemente significativas como son ‘Arlington Road’ o ‘Mothman: La última profecía’. En éste aspecto, su último trabajo no deja de ser en apariencia interesante, puesto que a pesar de recurrir a los estilemas del cine ‘indie’ y de la depreciación de medios respecto a sus anteriores filmes, ‘El milagro de Henry Poole’ se autoinscribe en la popularización de una tipología fílmica que, sin embargo, revela sus verdaderas intenciones esquematizas de condescendencia con respecto al público más benevolente.
La historia va de un personaje bucólico y triste, deprimido porque ha conocido la noticia de una extraña enfermedad terminal que le deja pocas semanas de vida. Destrozado, alquila una de las casas anexas a su hogar suburbial de infancia donde las cosas tampoco fueron muy bien. En vez de encontrar la calma y la tranquilidad del último lapso de vida, la cosa cambia cuando una entrometida vecina descubre la plasmación del rostro de Jesucristo sobre una de sus paredes exteriores y descubre que es capaz de obrar milagros a aquéllos que lo necesiten y crean fervientemente. Se trata de otra aleccionadora (y no menos previsible) entelequia católica que enfrenta la incredulidad y el racionalismo pesimista a la necesidad de la Fe y la creencia sobrenatural.
Desde una posición más cercana al agnoticismo de Huxley que al ateísmo radical, Pellington y el debutante guionista Albert Serra brindan con estos dispositivos místicos una reflexión más o menos de manual sobre la vida y la muerte, de la lasitud de la existencia, que circunvala en todo momento el formulismo cursi con una visión más o menos encubierta acerca de la religión cristiana. Poole responde a la incognoscibilidad de toda supuesta realidad trascendente o absoluta puesto en contra de la tolerancia con la convicción pasional de cuantos le rodean.
Menos mal que dentro de este drama mustio con algún toque de comedia estrambótica hay algún riesgo de interés, como la total desinformación que se tiene de todos sus personajes, un efecto que refuerza el laconismo melancólico y que se aleja con cierta facilidad del sentimentalismo lacrimógeno de fáciles resultados. Aún así, es una pena que ‘El milagro de Henry Poole’ deje con demasiada facilidad que la superficialidad de su punto de inflexión mística postergue todo el entramado dramático que la envuelve. Y eso hace que, por ejemplo, se echen de menos momentos como la carrera de Poole por las enormes acequias hasta llegar al lugar donde, en una infancia marcada por la desunión familiar, escribió su nombre dejando constancia de su presencia. Parece que es más importante potenciar el esqueleto metafísico y contemplativo de esa enfermedad y negación ante los evidentes efectos milagrosos de la imagen de Cristo en la pared para, de paso, esteriotipar la creencia cristina carente de circunspección.
La totalidad de su solución dramática gira en torno a los conceptos de indulgencia y devoción ortodoxa, puesto que todos los personajes próximos al protagonista se unifican en símbolos positivos para el acercamiento a cierto optimismo católico. De esta forma, su vecina mexicana se llama Esperanza, una cajera de supermercado con la que entabla conversaciones trascendentales sobre textos de Noah Chomsky y que recupera la vista al tocar el rostro de la pared es llamada Patience (“paciencia”) o la atractiva vecina divorciada atiende al nombre de Dawn (“amanecer”). Quedan trazos de objetivos incumplidos, de camino iniciados que se quedan en un simulacro de mezcla de géneros sin mucho acierto.
Henry Poole podía haber sido un cascarrabias agotado por la soledad y el desamparo que sólo quiere que le dejen morir en paz sin atender a casualidades y personajes esperpénticos, pero entra demasiado pronto en el juego de bondades, enmiendas morales y terapéuticas que desembocan en la consecuente búsqueda de una felicidad conclusiva que atosiga con su empacho extático y romántico y desluce cualquier variación que, por otro lado, aquí es inexistente. Un drama amable, de meliflua banda sonora que se abastece de convencionalismos mantenidos en la constante mueca de sufrimiento lacónico de un Luke Wilson bastante insubstancial al que las actrices secundarias son capaces de arrebatarle el protagonismo cuando comparten plano con el cómico de rostro nostálgico y taciturno; desde las eficaces Radha Mitchell y Adriana Barraza hasta la pequeña niña Morgan Lily.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009

PRÓXIMAS REVIEWS:
'Coraline', de Henry Selick y 'Terminator Salvation', de McG

viernes, 5 de junio de 2009

Review 'The International (The International)'

Corrupción en tiempos de crisis
Un elegante ‘thriller’ político y ecuménico que, a pesar del buen hacer del alemán Tom Tykwer, se acaba transformando en una película sin dinamismo y sin ritmo.
En el ‘thriller’ contemporáneo se ha dado en reflorecer un subgénero que bebe directamente de las intrigas políticas y psicológicas de los años 70, de aquéllas cintas acusatorias llegadas de gente como Alan J. Pakula, John Frankenheimer, Sydney Pollack o en su rama europea Costa-Gavras. ‘The international’ opera en los límites de filmes como ‘Syriana’, ‘Michael Clayton’ o ‘La sombra del poder’. Todas ellas centradas en un contexto donde se advierte sobre los peligros de la globalización y el pernicioso papel que desempeñan las grandes compañías y corporaciones multinacionales. Están de moda los entornos de intereses de los países más poderosos sugiriendo que no conocen ningún límite en su ambición por el lucro y se engrandecen por el absolutismo económico que les hace acumular sistemáticamente beneficios a diversos peces gordos intocables y accionistas de peso.
En un ambiente de crisis internacional, cuando el sector financiero mundial pasa por su peor momento, ‘The International’ aprovecha la coyuntura para concretar la iniquidad en forma de villano incorpóreo a un gran ficticio y todopoderoso banco Internacional llamado el IBBC de Luxemburgo. Es una gran corporación sin escrúpulos dispuesta a hacer negocios millonarios a costa de los conflictos internacionales, encubriendo todo tipo de acciones ilegales como la venta de armas tecnológicas, el blanqueo de dinero o la financiación de grupos extremistas. Un entorno de intereses, nepotismo, influencias y corrupción que simbolizan un estrato superior que utiliza el déficit democrático para el propio usufructo, contagiando de aberraciones legales e injusticias el mal llamado mundo globalizado. Con este deprimente discernimiento sobre conceptos como el sistema de la justicia, un agente de la Interpol interpretado con gran facilidad (últimamente se está encasillando en el mismo personaje) por Clive Owen y una ayudante del fiscal de Nueva York a la que da vida la sensual Naomi Watts se aventuran a hacer justicia frente a uno de esos vigentes y supremos bancos internacionales.
El filme de Tom Tykwer se plantea de esta manera como un edicto ideológicamente sedicioso, que desnivela su báscula a favor de sus personajes más positivos, con ése Louis Salinger, personaje motivado por la conciencia del bien colectivo, un idealista escéptico y triste que no tiene lugar en la realidad de los tiempos actuales, pero sí en una utopía ficcional donde los antihéroes son íntegros y luchadores en contra de las injusticias. Sin embargo, si en ‘Syriana’ se sacaban a la luz las incestuosas relaciones entre el Estado, una CIA en decadencia moral sin freno, el sector jurídico y las multinacionales, aquí la Interpool es un erial de buenas personas con benevolencia y sentido de la equidad social llevada al extremo. Los demás personajes ejercen la función de simples peones en un tablero de ajedrez que van cayendo o saltándose las normas lógicas con tal de que funcione en armazón denunciatorio para que toda película funcione sin cortapisas dentro de sus escenarios internacionales. Las conspiraciones e intereses económicos que mueven el mundo no son más que otro factor para confundir la complicación de la trama con un baldío antojo, simplemente porque todo debe cuadrar y funcionar por encima de sus razonamientos.
‘The International’ es un tremendo ‘Mcguffin’ envuelto en los artificios narrativos de corte economico y político dentro de un paisaje global. La cuidada factura con la que Tykwer maneja la cámara, cuida sus encuadres y lleva a cabo exposición narrativa hace que su primera película ‘made in Hollywood’ alcance una nota sobresaliente en elegancia y composición. Su empleo del contexto, el pulso estético y la frialdad atmosférica y despersonalizada de Frank Griebe descubre la equilibrada inspiración entre el cine clásico y la cinematografía moderna. Pero poco más.
Es demasiado lineal para tomarse tan en serio a sí misma, con una profundidad adoctrinadora y frases lacónicas y solemnes que terminan por promover el aburrimiento entre tanto barrunto genérico en que se convierte. Por eso, cuando Tykwer se despega un poco de la dirección sobria y eminente, cuando la acción se vuelve explosiva en ése colosal y visceral tiroteo en el museo Guggenheim de Nueva York es cuando se deja constancia de lo que podría haber sido ‘The International’ y, a su vez, cuando más se destacan los defectos del filme. Si el guión de Eric Singer hubiera tenido en cuenta la equivalencia entre cine de género y su sujeción trascendental a la trama, el ‘thriller’ habría confluido en una obra dinámica y recreativa, más visceral en sus objetivos y no tan plana cuando se trata de esconder cartas y jugar a la orientación del éxtasis final.
Queda así un vaivén de viajes internacionales de turista fílmico, un apreciable ‘thriller’ ecuménico, ambicioso en sus desplazamientos tanto geográficos (Luxemburgo, Berlín, Lyon, Milán, Nueva York…) como en sus movimientos de guión que acaban cayendo en la impúdica grandilocuencia demagógica que reduce la ecuación a una reflexión final donde el dinero de las armas se utiliza para restablecer lo devastado por las mismas.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2009

PRÓXIMAS REVIEWS: 'Henry Poole is Here', de Mark Pellington, 'Coraline', de Henry Selick y 'Terminator Salvation', de McG

jueves, 4 de junio de 2009

Ha muerto David Carradine, el pequeño saltamontes

1936-2009
Era uno de esos intérpretes que no pasarán a la historia por sus elogiosas actuaciones, pero sí por un imposible carisma. La noticia de su muerte a los 72 años ha empañado el día. La mirada penetrante, canalla y achinada de uno de los rostros más inquebrantables que ha dado el cine. Un mito icónico, un actor ejemplar que supo sacar partido a sus limitaciones y se desmarcó dentro de la serie B del personaje televisivo, Kwai Chang Caine, por el que todos le recordarán. Pero David Carradine era algo más. Carradine quedará en la memoria colectiva como un emblema, ya no sólo de las artes marciales, sino como un ejemplo de actor todoterreno.
Scorsese, Hal Ashby, Ingmar Bergman, Walter Hill, John Carpenter son la extraña variante de los directores que supieron ver en él un poderoso semblante, la imagen de un hijo de puta rebelde y contestatario, de tipo duro. El rostro del mismísimo Bill, el cabrón sin entrañas objeto de la venganza de la Mamba Negra en universo de deudas y ofrendas de Quentin Tarantino.
Adiós Carradine, viejo zorro. Te echaremos de menos.

martes, 2 de junio de 2009

La despedida de Jay Leno de 'The Tonight Show'

El pasado viernes, el presentador y humorista Jay Leno dio por zanjada su participación en el prestigioso ‘The Tonight Show’ después de 17 años al frente de uno de los programas más míticos de la televisión norteamericana de todos los tiempos. Leno agradeció a gente como Michael Jackson o Monica Lewinsky y Bill Clinton las horas de material que habían conferido a sus monólogos de los 90, pero también a los miembros de su equipo de trabajo que cada noche ha hecho posible que Leno se haya convertido en un icono catódico que pasará a la Historia por la originalidad y el humor subversivo con la que siempre ha despachado todos y cada uno de los temas y entrevistas que ha acometido. Como en una guardería, hasta 68 niños aparecieron en plató recordando hasta dónde ha llegado el ambiente familiar de la cadena y del programa en cuestión: “Este quiero que sea mi legado. Cuando estos chavales crezcan y le pregunten a sus padres ¿dónde os conocisteis? Ellos dirán que en los estudios del Tonight Show”.
Leno tampoco olvidó a su preceptor y anterior presentador del programa, el no menos antológico Johnny Carson, del cual recordó su más preciado consejo: “para mantener al público nunca hay que perder el buen humor, incluso en los malos momentos”. El promedio en todos estos años del show ha sido de 5,2 millones de espectadores y una cuota de pantalla del 21%. Han pasado casi dos décadas desde que Leno se pusiera al frente de este eterno programa de entretenimiento y entrevistas. Tanto es así que Leno recordó sus inicios con la sugerente frase para el recuerdo “Cuando empecé mi pelo era negro y el presidente era blanco”. ‘The Tonight Show’ es un clásico, una tradición que forma parte del folclore televisivo yanqui y cuyo alcance en España nunca ha trascendido, fundamentalmente porque aquí las imitaciones del formato han sido catastróficas y sin gracia. Jay Leno supo convertir el programa en un impulsivo show donde el ritmo jamás disminuyó su imperante estilo, ni donde el humor dejó de buscar el estrato más políticamente incorrecto, delimitando sus entrevistas con cierta improvisación, con la desvergüenza comedida de un genio del humor y conocedor del ‘showbussiness’. Se echarán de menos sus monólogos, sus inimitables entrevistas a lo más granado del mundo de la política, el espectáculo, la literatura y la ciencia o sus secciones de clasificados extraños, la de animales extraños y la de cosas raras que se pueden adquirir en eBay.
Sin embargo, Leno no abandona la caja tonta. Según sus palabras se va “a un lugar aislado, donde nadie me puede encontrar: el ‘primer time’ de la NBC”. A partir de la próxima temporada el público americano podrá encontrar a Jay Leno en un ‘show’ de creación propia en horario de máxima audiencia donde se enfrentará a todas las series de moda en USA. Al cargo de ‘The tonight show’ queda Conan O’Brien, otro de los presentadores que, junto a David Letterman y el propio Leno han sido artífices de una nueva forma de crear televisión. Hasta ahora había presentado ‘Late Night’, posterior al de Leno, donde podrá fructificar un estilo más hierático, sardónico y demoledor con ciertos toques intelectuales y políticos. Leno se mostró encantado con el relevo. “Tú eras la única opción, la alternativa perfecta”. Después de 3.775 programas Jay Leno se despide cerrando una de las etapas más resplandecientes de la historia de la televisión norteamericana. El cínico y elegante presentador, célebre por su enorme barbilla y su pelo encanecido, coleccionista de coches de lujo y amante del humor incisivo sin llegar a ser vulgar ni ofensivo se va… aunque con regreso incluído.
He aquí el mejor homenaje que se puede hacer a su etapa de 17 años en ‘The Tonight Show’.