martes, 19 de agosto de 2008

50 estados

No es la primera vez que oímos esa falsa máxima que asevera que todos los americanos son unos ignorantes que no saben geografía mundial. En realidad, se trata de un concepto bastante simplificativo de la realidad. No es plan de ponerse a hacer una comparativa a nivel global de conocimientos de geografía mundial, pero... ¿hasta que punto conocemos nosotros algo del entorno geodésico yanqui?
He aquí un juego para poner a prueba estos conocimientos.

viernes, 15 de agosto de 2008

Review 'Superagente 86. De película (Get Smart)'

Reciclaje y simulacro a golpe de ‘gag’
Peter Segal dirige un remedo de su referente televisivo actualizando con linealidad y simpleza unos preceptos de la comedia de acción que no terminan de convencer en su reformulación de comedia absurda.
‘Superagente 86. De Película’, revisión de la exitosa serie de culto de los años 60 creada por Mel Brooks y Buck Henry y protagonizada por el mítico Don Adams en el papel del torpe agente de la agencia C.O.N.T.R.O.L. y la bella Barbara Feldon como la agente especial 99, viene a unirse a la moda de Hollywood por rescatar viejos clásicos de la televisión y renovarlos con estrategias únicamente comerciales. En su actualización, la serie incorpora para el papel de Smart a uno de los cómicos más reconocidos y dotados para el género como es Steve Carell (protagonista de la magistral serie ‘The Office’) acompañado de Anne Hathaway como 99, así como por Dwayne Johnson, Alan Arkin y Terence Stamp. Puede ser una opción aceptable que el único capaz de recrear el rol fuese Carell, pieza fundamental a la hora de ensamblar el proyecto, pero pese a su corrección e implicación, la cinta adolece de los elementos necesarios para alcanzar los mejores momentos de aquella mítica parodia catódica del agente al servicio de su majestad 007.
La historia, adaptada a la gran pantalla por un director de género como es Peter Segal no cambia mucho del referente televisivo e intenta sintetizar lo más representativo; el analista de la agencia secreta C.O.N.T.R.O.L. Maxwell Smart es ascendido a agente de campo a causa de un ataque de la organización criminal conocida como K.A.O.S cuando estaban a punto de descubrir un acto criminal en Rusia. Smart, como Agente 86, contará con la ayuda de la bella 99, única agente cuya identidad se mantiene a salvo gracias a una operación de cambio de rostro. La linealidad y la simpleza son el seguro sobre el que se asienta una comedia de acción que no tiene más pretensiones que las de agradar con la simpatía de unos ‘sketches’ más o menos acertados, que funciona en ocasiones gracias a algunas de sus ‘set pieces’, pero que no termina de convencer en su reformulación como comedia absurda que se ciñe en exceso a su argumento lógico.
‘Superagente 86. De película’ se articula en el concomitancia que le refiere a su análogo televisivo, al simulacro de mecanismo a golpe de ‘gag’, pero sin la agudeza necesaria para conquistar la risa continua del espectador en su autolimitación en busca del tópico o el equívoco absurdo. Entre otras cosas, porque se ha perdido la esencia de un enfrentamiento encuadrado en la Guerra Fría y porque la hiperbolización de los conceptos originales se desnaturalizan y afectan directamente a la noción del ‘kistch’ y la cordial bagatela sin prejuicios.
La cinta de Segal se apoya únicamente en el meritorio prestigio de un Steve Carell que no llega, sin embargo, al entusiasmo y torpeza irritante del original Smart, quedándose en una exhibición del catálogo de miradas de cordero degollado que posee este cómico de talento desbordante y que aquí se ajusta a la displicencia del conjunto. De vez en cuando, esta versión cinematográfica se dedica a recuperar bajo el guiño cómplice algunos elementos como los artefactos de última generación concretados en esa navaja suiza llena de ‘gadgets’ incontrolables, así como el descarado empleo de los mitos del pasado en su tramo final (como el eterno Sunbeam Tiger rojo del 65 o el mítico zapatófono).
Es más importante ir desarrollando la romántica historia de amor fraguada en las misiones de 86 y 99 que vincular acción y comedia de una forma dictaminada por las leyes del género. Con todo ello, ‘Superagente 86. De película’ tiene algunos personajes y momentos inspirados; como el simpático baile con una achaparrada señorita, chistes a costa de un dúo formado por Masi Oka y Nate Torrence, la parodia del presidente Bush en la irónica caracterización de un James Caan recreando la imbecilidad de su equivalente real, el impagable Cameo de Bill Murray como Agente 13 o la preeminencia de varios villanos secundarios (el mostrenco The Great Khali o Ken Davitian), que destacan por encima del principal adversario de Smart, Siegfried, en la piel de un apático Terence Stamp.
Cóctel de humor, de acción tomada demasiado en serio y sensiblería idílica a cargo del personaje Hathaway, ‘Superagente 86. De película’, no deja de ser un entretenimiento veraniego que no busca en ningún momento la trascendencia, contrariamente a que se inscriba en un guión sin sorpresas, cuya esencia parece extraída de la desgana por recuperar un clásico, por la necesidad de revivir viejos éxitos en un argumento insustancial que recuerda, en su fondo, a otras películas de mucha más hilaridad y contundencia como puedan ser la trilogía de ‘Agárralo como puedas’, de cuya última entrega se encargó el propio Segal.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008

miércoles, 13 de agosto de 2008

Primer trailer del PES 2009

Konami Digital Entertainment GmbH ha lanzado el primer trailer de lo que será el PES 2009. El máximo responsable y productor de PES, Sebass, avanza algunas novedades del nuevo Pro Evolution Soccer "...hemos implementado nuevos elementos de control que son reforzados con unas animaciones mejoradas. Hemos trabajado muy duro para garantizar que la animación de los jugadores es más fluida, mientras que muchas de las mejoras visuales harán hincapié en la individualidad de los jugadores en términos de apariencia y movimiento. Los movimientos añadidos y los pequeños retoques mejorarán también la jugabilidad, y realmente no ha emocionado la manera en que mejoran el juego en PES 2009. Estas mejoras llevarán a PES 2009 más allá del terreno de juego".
Habrá que ver si esto es cierto. En octubre, lo sabremos.

lunes, 11 de agosto de 2008

Ha muerto Isaac Hayes, la voz del 'Blaxploitation'

Isaac Hayes, el hombre que puso voz a un género como el ‘Blaxploitation’, impulsor del soul y totémico catalizador de la explosión Stax Records en los 60, ha fallecido ayer a los 65 años de edad por causas naturales. Fue autor de varios himnos generacionales de la música afroamericana como ‘Soul Man’, ‘Hold On! I'm A Comin’ o ‘I Had a Dream’, marcando con su soul orquestado la senda y la inspiración de gente tan influyente como Marvin Gaye o Barry White y se convertiría en referencia imprescindible del funk y el rythym & blues.
La obra de Hayes se fundamente en la intensidad emocional y el dramatismo de su profunda voz y remodelación de géneros a golpe de ‘riff’ de guitarra y creatividad ante el órgano. Hayes fue también el pionero del denominado ‘soul sinfónico’ con su obra cumbre, el antólogico ‘Hot Buttered Soul’, monumental obra maestra de sólo cuatro canciones que sigue siendo uno de los discos más importantes de la música contemporánea. Caracterizado por devoción por el sonido Memphis de los 70 y nombre importante a la hora de hablar de las raíces del rap, sería el primer afroamericano en recibir un Oscar a la mejor banda sonora por la canción de la película de Gordon Parks ‘Shaft’ en 1971, prodigio de la mezcla de cuerda y percusión que simbolizó la banda sonora de un subgénero inolvidable en los años 70 definido en nombres como el del propio Hayes, Curtis Mayfield o James Brown.
En los 90, puso la voz del personaje de chef de la serie de dibujos norteamericana ‘South Park’ hasta la novena temporada, cuando abandonó la serie por motivos religiosos.

domingo, 10 de agosto de 2008

Empiezan los Mejores JJ.OO. de la Historia

Este fin de semana los JJ.OO. de Beijing han pasado a acaparar la atención de la prensa internacional y se han convertido en el acontecimiento del verano, en el tema fundamental a la hora de iniciar debates y comentarios sobre la actualidad que nos rodea. La ceremonia de inauguración sentó las bases de lo que va a ser el desarrollo de estas Olimpiadas: un país volcado con la minuciosa organización capaz de ofrecer una demostración de espectáculo visual y coreográfico jamás vista antes, de una perfección y articulación humana brindada al mundo como acontecimiento universal irrepetible. Es el primer ejemplo de un poder organizativo sin precedentes. Pekín (o mejor dicho, el Beijing que se ha puesto tan de moda), ha concebido una Olimpiada como una operación de lavado de cara a gran escala, tanto en el terreno deportivo como frente al mundo occidental, manifestando su potencial en los que serán, a buen seguro, los Juegos Olímpicos más grandes y mejor organizados de la Historia.
Extradeportivamente, está el tema sociopolítico que rodea el gigantesco acontecimiento deportivo; tras la espléndida cultura ancestral y el incitante patriotismo de China, se han subrayado las contradicciones que ocasiona la divergencia de la explosión tecnológica, casi futurista, de un país que pese a ser una de las potencias más ricas del mundo se sustenta en un sistema represor y despótico, que pretende ocultar la pobreza y miseria devenida en explotación laboral. China podría ser el ejemplo perfecto de progreso, si no fuera por la autocracia imperativa y el desprecio a los Derechos Humanos que propugna impíamente. Sin olvidar que estamos ante el país más nocivo para el medio ambiente, un tema que, para los mandamases chinos, es un incomodo invento de la prensa.
Sin embargo, por encima de todo ello, Pekín y China saldrán beneficias con estos Juegos que servirán al mundo como escaparate mundial. Se trata de no ensuciar en exceso la más importante, ecuménica y magna confluencia de deportistas y espectadores del mundo, que acopiará a lo largo de la próxima quincena grandes gestas a modo de victorias, derrotas, celebraciones y lágrimas amparadas en el espíritu del Barón Pierre de Coubertin. Es tiempo de consolidación o derrocamiento de héroes enciclopédicos. Es lo que debe sobresalir estos días. Lo que importa es destacar el trabajo, el esfuerzo y el sufrimiento de los atletas. En definitiva, apelar al espíritu olímpico donde lo que importa es participar y acudir a la reconducción del célebre “citrus, altius, fortius” como el eterno emblema de la superación deportiva y humana. Y a buen seguro que los logros de Pekín serán un ejemplo de ello.

jueves, 7 de agosto de 2008

Review 'Escondidos en Brujas (In Bruges)'

Olvidados en el purgatorio
McDonagh propone un viaje a los rincones más sórdidos de Brujas a través de dos personajes avocados al destino sin retorno en un distinguido análisis sobre la violencia, la culpa y la redención.
El dramaturgo Martin McDonagh debuta con ‘Escondidos en Brujas’ siguiendo los preceptos que han hecho de él uno de los autores teatrales más prometedores y contundentes a mediados de los 90 con apenas 25 años. Desde su primera hora, ‘La reina de belleza de Leenane’, McDonagh ha impuesto un golpe de efecto sobre la escena en lo que podría denominarse como el “teatro del pánico”, con una violencia cruel que subrayaba la realidad como una sistematización grotesca impulsada entre la comedia y la tragedia, como espejo distorsionante que provoca la reflexión del espectador.
Con claras influencias del Grand Guignol, descarnado y visceral, ha abandonó momentáneamente su carrera teatral definida en las tierras de Connemara, la Isla de Aran y la Bahía de Galway para debutar en el cine con un cortometraje galardonado con un Oscar titulado ‘Six Shooter’, otra extraña tragicomedia que narraba el encuentro entre un hombre que acaba de enterarse de la muerte de su esposa y un peligroso y misterioso joven embarcados en un duro viaje salpicado de violencia y muerte.
Su opera prima reivindica la dureza de un estilo, de su comedia negra que aquí se presenta a medio camino entre el ‘thriller’ de tintes existenciales, la ‘buddie movie’ y tragicomedia. ‘Escondidos en Brujas’ es una película de personajes abandonados en un país desconocidos sin más plan que el de esperar nuevas órdenes parte de su superior. Ray y Ken son dos asesinos a sueldo refugiados en la ciudad de Brujas después de haber llevado a cabo un trabajo resuelto con trágicas consecuencias que se embarcan en un intrínseco itinerario moral de meditación y expiación. Mientras uno, el más joven se muestra reacio a perder el tiempo haciendo turismo por la “Venecia belga”, el otro, más veterano, encuentra allí la paz y el sosiego de ese espacio al que denomina como “una ciudad de cuento de hadas”.
Dos profesionales del crimen sacados de su hábitat natural a los que McDonagh le basta con describir con breves trazos y un ‘flashback’ que determinará el dilema moral, sin incisos personales que entorpezcan el cadente desarrollo de la cinta. La fibra cinematográfica se trenza con un ajustado empleo del compás y de la narrativa donde no hay lugar para la digresión o el efectismo visual, dejando espacio para la capacidad de sorpresa y conversión de los géneros que aborda sin rubor. McDonagh sabe hacerse con el espectador desde los primeros compases, desplegando una serie de tópicos en los dos criminales ociosos, en sus fobias y sus anhelos, para paulatinamente ir buscando su complicidad en la disyuntiva de cambio, en las imprevisibles transformaciones que se van explorando dentro de esta brillante fábula a modo de exquisito análisis sobre la violencia, la culpa y la redención.
En todo momento cerca del sarcasmo, solazando en ocasiones con la imaginería de lo onírico hasta llegar a la brutalidad de lo real, el primerizo largometrajista se permite hacer todo tipo de concesiones a lo grotesco, auspiciado en el férreo dominio del surrealismo que van provocando las diversas noches que acontecen en Brujas y en el excepcional romanticismo que desprende esa relación paterno-filial entre los dos asesinos. La ciudad envuelve la trama transformándose en un personaje más dentro del catálogo de secundarios insólitos que se cruzan con los protagonistas (como bella Clémence Poésy, Jérémie Renier o Eric Godon). Una ciudad de luces y sombras, más nocturna que vespertina, donde la incongruencia de la noche invoca a la casualidad, al encuentro amoroso, a la intimidación o al constante encontronazo con un enano norteamericano interpretado por Jordan Prentice que protagoniza una película en pleno rodaje.
Hay que destacar la autoridad de la atmósfera enrarecida con trasfondo dramático en todo el relato, que se manifiesta entre los espacios noctívagos y lo delirante de algunas de sus acciones o personificaciones de la locura colectiva que parece pervertir a todos los que desfilan por la trama. Brujas va mutando desde la sugerente belleza de los canales y la riqueza arquitectónica hacia la variación articulada en la metamorfosis de un escenario incierto, cuyos misteriosos rincones históricos parecen sumergir el relato en un tortuoso viaje a lo sórdido. McDonagh, en ése sentido, se aprovecha del oscurantismo y la ruindad atávica que busca que el entorno funcione como purgatorio idílico donde los personajes deberán hacer examen de conciencia antes de seguir con sus vidas.
La humanidad se va dejando a un lado, condenada al Infierno por los pecados cometidos, destruida con la llegada de Harry Waters, destructor de la heteronomía moral impuesta por unos códigos de honor de un hombre frío y calculador capaz de imponer su ley por encima de cualquier suerte de redención. Hay que rendir cuentas por la inmoralidad de los errores cometidos, sin opción al perdón o las segundas oportunidades que han descubierto Ray y Ken en una evolución que capta en todo momento la amplia serie de matices dialectales.
A ello ayudan las interpretaciones de Colin Farrell, Brendan Gleeson y Ralph Fiennes, que afianzan con sus brillantes aportaciones todos los matices del inextricable paisaje humano que determina un destino sin retorno. Pese al abuso del exceso en un tramo final de impremeditada explosión violenta que rompe con la contención acumulada a lo largo del metraje, las virtudes se sitúan en todo momento por encima de sus anemias.
Por eso, a ‘Escondidos en Brujas’ no se le puede negar su condición de inclasificable. Un filme que sabe jugar a la perfección con todas sus limitaciones, que es honesta con sus objetivos y que revela una excepcional personalidad que contribuye a la lectura superpuesta, al buen cine. McDonagh se presenta así como un cineasta a seguir. Un autor elegante, sobrio, frío y admirablemente descriptivo en el dominio del medio cinematográfico. Toda una sorpresa.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008

Se acabó el culebrón Cristiano Ronaldo

Tanto tira y afloja, tanto llorar, que me voy, que te quedas… para nada. El Real Madrid se queda sin su fichaje estrella, sin su ‘galáctico’ para la galería. Cristiano Ronaldo tendrá que esperar para ver cumplida su ilusión por vestir de blanco y ampliada sensiblemente su cuenta corriente, que era la principal pretensión del jugador portugués. No nos engañemos.
Después de un verano en el que incluso dentro de la Eurocopa de Austria y Suiza ya se especulaba con el posible fichaje, Ronaldo ha anunciado que se quedará en el club inglés, con el que tiene contrato hasta el verano de 2012. Eso sí, dejando claro que era real su interés por el club merengue y por los euros que le ofrecía Calderón. Como gallito para lucir, sí es cierto que tiene madera de madridista. Por lo menos, no se ha escondido en supuestos rumores y ha dado la cara. Ahora, que la dé ante la afición de los diablos rojos, que saben que ha querido venderse al mejor postor. Sir Alex Ferguson ha ganado esta vez la partida.

lunes, 4 de agosto de 2008

25 aniversario del fallecimiento del gran Luis Buñuel

El pasado martes 29 de julio, el mundo del cine evocaba la figura de Luis Buñuel en el 25 aniversario de su fallecimiento. Un genio contemporáneo convertido en uno de los símbolos internacionales dentro del mundo de la cultura y, posiblemente, el cineasta más importante que ha dado nuestro país a lo largo de su ya dilatada existencia. Nacido en Calanda (Teruel) la figura de Buñuel se ha hecho extensa e imprescindible para conocer y entender gran parte del concepto cinematográfico, del cine en su dimensión más vasta. Congénere de personalidades tan primordiales como Gómez de la Serna, García Lorca, Dalí o Alberti, uno de los españoles más universales de la Historia es el ejemplo más fehaciente del artista hecho a sí mismo, del creador inagotable, de la personalidad inigualable, de la genialidad, de la profundidad transgresora, del arte...
Adscrito al movimiento surreal en sus comienzos, el cineasta aragonés siempre procuró revelar con su cine que en la vida existe un sentido moral del que el hombre no puede eximirse. El hombre, en definitiva, no era libre en la ideología de Buñuel. Desde la magistral ‘Un perro andaluz’ y el documental ‘Las Hurdes (Tierra sin pan)’ siempre hubo en su obra hubo una constante línea de transgresión, de rebeldía y de solemnidad. El talento y el excéntrico carácter de Buñuel le hicieron construir a su alrededor una mitología, un universo difícil de catalogar, pero esencial a la hora de analizar su obra y vida. Hacedor de incólumes obras maestras de perfección imposible, simbolizó siempre un modelo de artista con un cosmos personal especial, en el que carácter y obra se entrecruzaron como un torrente caótico, al borde de la locura, golpeando constantemente con imágenes innovadoras, con sensaciones y estímulos capaces de taladrar la conciencia del espectador, combinando meditaciones contraventoras y metafísicas con el chiste más vulgar.
Todas ésas paradojas, llenas de una hondura insondable, se enfrentaron organizadamente para dar como resultado una límpida mirada sobre el arte y sobre la vida. Ése desorden, que se extrae de varios momentos inolvidables de sus películas, es el que refleja la verdadera concepción del cine buñueliano, es lo que hace grande su figura y su obra, ya que todo lo que vemos en pantalla procede no del desacuerdo de Buñuel consigo mismo, sino de la pureza de su compromiso con la realidad frente al distorsionante peso de los convencionalismos en los que, muchas veces, está inmerso en el arte.
Valentía y compromiso consigo mismo
El cine de Buñuel fue el compromiso con su actitud hacia su obra, hacia la autocoherencia y fidelidad que mostró a unas ideas que nunca abandonó. Las imágenes de Buñuel no encuentran sus virtudes en destruir los convencionalismos mediante la provocación. Nunca se trató de mostrar insectos saliendo de estigmas, ni de cortar ojos... sino que utilizar esos elementos de con una intención crítica y subversiva, para planificar su cine elegantemente a la hora de narrar con claridad a través de estructuras complejas, pero sin perder la originalidad, la valentía y sobre todo el sentido del humor. La imaginería del cineasta siempre siguió las bases de sus modélicas ‘Un perro andaluz’ y ‘La edad de oro’, encerrando parte de su reconocible iconografía onírica; deseo erótico, inconformismo religioso y una fuerte denuncia a los obstáculos subscritos a la burguesía que Buñuel supo subvertir como ataque a los valores establecidos.
Dinamitador de formalismos, transformador y fiel a una tradición cinematográfica carente de efectos ópticos o experimentos inútiles, Buñuel recreó en sus filmes una realidad poética capaz de desgarrar la percepción del público para invitarle, como dijo en innumerables ocasiones, “a ver con otros ojos”. La carga libertaria de su surrealismo estuvo constantemente al servicio de la sedición, de la alteración disociativa de sonido e imagen. El cine de Buñuel, incluso hoy en día, permanece feroz, mordaz y responde a la noción acuñada por Andrè Bretón por la cual imagen y sueño cobran sentido cuando ambas se dan juntas. Con películas como ‘La vía láctea’,Los ambiciosos’, ‘Belle de jour’, ‘Viridiana’ o la soberbia ‘El ángel exterminador’, Buñuel sembró la confusión, en ocasiones la repulsión, saltándose las reglas del relato más cartesiano.
Dejando de lado la psicología de la verosimilitud de la narración clásica, colisionó frontalmente con las estrictas coordenadas del espacio y del tiempo, despistando y proponiendo nuevos caminos narrativos, obligando al público a acometer una reiterada rearticulación e interpretación de las imágenes. Cuando adaptó a Galdós, Mirbeau, Kessel o Loys la manipulación era tal, que su influencia afectaba seriamente a la estructura y a los personajes de las novelas, como transposiciones de época y país. Su sobriedad y sutileza en el empleo de la cámara le hicieron adquirir una consciente y precisa planificación visual, a la altura de los grandes narradores del cine clásico americano. La asociación siempre presente de imagen e idea dieron como conclusión una ruptura de la concepción narrativa en sustitución por unas bases simétricas y estructuras dualistas, como en ‘Los olvidados’, ‘Simón del desierto’ o ‘Tristana’, donde esa confrontación temática del bien y el mal en sus historias conllevan a un recuerdo tangible al Goya de los ‘Caprichos’.
Los ‘freaks’ humanos de Buñuel
En el cine de Buñuel la extraña humanidad que inunda su filmografía, la fauna de monstruos (‘Nazarín’ o ‘Viridiana’) posee una vivacidad animal que no tienen aquellos a los que se rigen por las leyes de conducta impuestas socialmente. Sucios y marginados, los personajes del cineasta escaparon a cualquier dicotomía de ‘inocencia-perversión’ y conformaron la intención del director aragonés, mediante la inocencia que desprenden sus ‘freaks’ por demostrar los instintos reprimidos por las pautas sociales. Su idiosincrasia supo retratar muchos ámbitos de la realidad sin caer en el cine de tesis. Por eso, siempre dotado con un humor extraño e inquietante, Buñuel se centró en temas como el racismo (‘La joven’), la religión (‘Simón del desierto’), la burguesía (‘El discreto encanto de la burguesía’) o su inferencia sobre la dependencia femenina (‘Diario de una camarera’) desde un punto de vista socarrón y cáustico.
En la totalidad de su filmografía se puede comprobar un procedimiento surrealista consistente en presentar objetos que no cumplen su cometido original, objetos simbólicos de múltiple funcionamiento, como un ‘collage’ visual y sonoro como parodia social, dependiendo del azar objetivo. Más que una retórica de la metáfora, Buñuel siempre inculcó a su cine la imagen poética de la imagen surreal con evidentes niveles de significación oculta. Los elementos personales muchas veces aparecen alterados y metamorfoseados, son abundantes en su cine, ya sea en cuanto al erotismo, al paso del tiempo o a pensamientos políticos y sociales del autor. El elemento fundamental del cine de Luis Buñuel es el misterio que encierran cada uno de sus planos, la necesidad del espectador por querer saber más... dudas resueltas de forma sutil con esa pretendida intención del director por suscitar en el espectador la dubitación sobre la perennidad del orden impuesto.
Si Buñuel comenzó e inauguró, desde los inicios del cine, una dinámica revolucionaria e inusual forma de ver el arte, acabó por imponer una vía innovadora que destruyó con los planteamientos anteriores. Nadie hasta el momento ha sabido abordar el erotismo, el onanismo o el fetichismo como él. Ganador de la única Palma de Oro del cine español con ‘Viridiana’ y ganador de un Oscar en 1972 con ‘El discreto encanto de la burguesía’ Buñuel ha pasado a ser un mito, una leyenda con una vida deslumbrante y una obra incomparable. Desconcertante, irreductible y carismático, Luis Buñuel es, un cuarto de siglo después de su muerte, parte fundamental no sólo del cine, sino del arte en su concepto más amplio.

jueves, 31 de julio de 2008

Review 'Hancock (Hancock)', de Peter Berg

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Un superhéroe desastroso
Dentro de los márgenes del cine comercial y veraniego, el nuevo trabajo de Peter Berg tiene una estupenda sinopsis de la que es incapaz de extraer la substancia primordial para alcanzar algo más que el simple y anodino divertimento.
‘Hancock’ se presenta como un ‘blockbuster’ de verano apetecible, otro vehículo que sirve de excusa para desplegar el carisma, siempre garantía de éxito, del actor afroamericano Will Smith, uno de los talentos más prolíficos del cine comercial de los últimos años y adalid de la fortuna taquillera que se conjuga con una capacidad de interpretación e identificación con el público realmente admirable. El quinto filme como director de Peter Berg (conocido, básicamente, por su transgresor debut ‘Very Bad Things’) encaja con esas delimitaciones mercantiles que sigan potenciando la sólida filmografía de Smith, y continuar así la imparable conquista de público y de lucimiento personal.
Aquí el ex rapero se mete en la piel de John Hancock, un superhéroe que se sale de los designios épicos y sobrehumanos a los que ha acostumbrado el cómic y el cine dentro de una moda que ha ido acumulando todo tipo de adaptaciones de las páginas de los tebeos a la pantalla grande. Más allá de la simbología histórica de los personajes creados por la Marvel o la DC Comics, que se concretan en la habilidades y poderes superiores al resto del mundo y su lucha luchan al margen de la ley contra el crimen y el mal, Hancock es un borracho empedernido, un ser solitario, algo amoral y torturado que suele ocasionar importantes destrozos en sus desastrosos rescates y acciones heroicas.
Como propuesta y sinopsis, la película tiene un potencial relevante, hasta se diría que muy destacado, sobre todo en la desmitificación sin clemencia del mito, presentando su punible estilo de vida y sus catastróficas actuaciones para alcanzar los fines propuestos en beneficio del pueblo llano. Hancock, a su vez, es conocido por todos. Un héroe con poderes que carece de doble identidad. Tampoco necesita disfraces y, en general, la sociedad parece menospreciarle antes que reconocer sus acciones por culpa de sus excesos a cuenta de las cogorzas que se coge. En su comienzo, el filme discurre por el divertimento “políticamente incorrecto”, describiendo el perfil del personaje protagónico con un tono de comedia cínica intachable; es maleducado, siempre está de resaca, le toca el culo a las transeúntes y no duda en llamar “hijos de puta” a aquellos que le increpan su recusable compostura.
En ese punto, ‘Hancok’ podría haber sido una magnífica (y oscura) comedia sobre la condición contrapuesta del superhéroe, sobre la necesidad de ser aceptado y sentirse solo e incomprendido dentro de una comunidad que le arrincona pese a sus acciones de auxilio. Sin embargo, ésa posible reflexión sobre la anormalidad y el rechazo o la contradicción antiheroica, se esfuman en el momento en que Hancock salva la vida de Ray Embrey (el ubicuo Jason Bateman), un publicista que le ofrece limpiar su imagen y recobrar con ello la admiración y el respeto público. La viabilidad de haber derribado los cánones del género sólo queda como un apunte endémico, sin entrar a capturar la esencia de lo que podría haber sido un acercamiento heterogéneo al superhéroe, invirtiendo su función de ayuda por la necesidad del propio socorro antes de aquellos a los que tiene que proteger.
Lo cómodo, en esta ocasión, era tirar de lo fácil, dejar ese camino de cáustico humor para abordar una comedia netamente ‘mainstream’, que en seguida se viene abajo transformándose en un producto infantiloide y familiar. Y lo peor de todo es que tampoco ofrece las suficientes secuencias de acción espectaculares que se le exige a un producto de estas condiciones de ‘blockbuster’, pues se pasa de esa brillante definición del personaje a la gracia populista que bien podrían definirse como sucedáneo de ‘sitcom’ con gran presupuesto. De repente, el espectáculo catastrofista al que somete Hancock a su propia heroicidad, llena de comicidad, sentido del humor y agilidad, que no pierde ocasión para meterle caña a los medios de comunicación, pasa a la estandarización de los cánones, empezando por el oportunista recurso de ver en un utópico YouTube (por la calidad de las imágenes) los auxilios más insólitos y con más estropicios del odre héroe que siempre va con un gorro y con aparatosas gafas de sol hasta las líneas de guión y diálogos poco recurrentes.
‘Hancock’ se olvida de lo importante y se mete de lleno en la reinserción social del héroe, siendo el único planteamiento que seguir dentro de un entorno carcelario donde seguir priorizando su desfavorable comedia, lugar donde la historia empieza a perder esencia y todo va anunciando la debacle, reculando con asombrosa rapidez esa misantropía que ha mostrado Hancock hasta el momento por una anodina sucesión de secuencias si lustre.
Después de su entrada en prisión e introducir la cabeza de un preso en el ano de otro de ellos (sic), el filme de Berg cae en todo tipo de convencionalismos estúpidos; la palabra “capullo” que hace perder los nervios a Hancock (en clara referencia al “gallina” de Marty McFly de la saga ‘Regreso al Futuro’), la creencia del publicista en la bondad de Hancock y su paulatina adaptación -traje incluido- de formas heroicas, el reconocimiento para con las fuerzas de la ley en un robo con rehenes con la insistente frase “buen trabajo”… hasta llegar a un giro argumental e inesperado ejecutado con notable torpeza, echando por tierra lo poco que había conseguido hasta el momento, sin una lógica transición, pasando a abarcar con alegría un insustancial melodrama romántico. La película, en este extremo, ya ha destrozado por completo cualquier perspectiva de mejora.
El producto flaquea cuando más falta le hace remontar el vuelo, con todo tipo de concesiones al cómic sentimental y de culebrón, convirtiéndose en una broza referencial de todo aquello de lo que, en principio, parecía presentado con sarcasmo. ‘Hancock’ se olvida de la abrupta sátira al mundo superheroico para plantear con una pasmosa edulcoración insípida los elementos que han ido configurando lo más atractivo del filme. Los ejes del subgénero son utilizados como mera excusa para lanzar el eterno mensaje de redención de Hancock, del sacrificio por los demás y lanza una historia de amor ilógica que sustituye a la Némesis que pudiera haber aportado algo de intriga a la cinta.
La culpa de que ‘Hancock’ sea una película “del montón”, más bien mediocre, funcional e insatisfactoria, no sólo deviene en guión desaliñado y previsible, que avanza sin mucha complejidad por la facilidad de lo esencial, de lo rústico, incorporando personajes planos, cortados por un patrón conformista y dócil, sino que la negligencia viene dado por una dirección sin esencia, contaminada con recursos sin mucho sentido, sin empaque o pericia visual.
Peter Berg se dedica a mover la cámara a base de enviones mal estructurados, sin definir su personalidad, a medio camino de todo, sin mucho lustre e incurriendo en la ramplonería más irritante. Lo más destacable, después de todo, es el talento de Will Smith y la belleza inalcanzable de Charlize Theron. En este apartado, Smith, lejos de caricaturizar al personaje que interpreta, logra la empatía en otra sobresaliente muestra de capacidad y eficacia. Poco más. La coyuntura de la reformulación queda en un ridículo e insultante descaro comercial que malgasta (y de qué manera) una estupenda premisa y deja, pasada media hora, una predecible trama sin posibilidad de ejercer la sorpresa.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008

miércoles, 30 de julio de 2008

Vuelos suborbitales comerciales para todos

Ayer contemplaba atónito esa locura en forma de caja ‘agilipollante’ que es la televisión. En las noticias de varias cadenas, destacaron la figura de Ana Bru, una empresaria especializada en turismo exótico y de aventuras que salía diciendo unas paridas alucinantes; que si es la primera mujer española en viajar al espacio a bordo de una de las naves que ha diseñado el ingeniero Burt Rutan (que es como Wolverine de la tercera edad) para Virgin Galactic, que si se sentía envidiada por ese antes y después en su vida, que fíjate tú qué experiencia y que era algo que le iba a cambiar la vida.
En una era de crisis colectiva, en el albur de un Occidente más cerca de la carestía temporal que de la estabilidad económica a corto plazo y la calamitosa situación de los países del Tercer Mundo que buscan hasta la muerte una salida a su pobreza, esta mujer hablaba de los vuelos suborbitales comerciales como si de algo cotidiano se tratara, como de una experiencia al alcance de todo el mundo.
Puede sonar demagógico, pero ése vuelo, que costará unos 140.000 euros por cuatro minutos de ingravidez, da muchas cosas que pensar.