jueves, 7 de agosto de 2008

Review 'Escondidos en Brujas (In Bruges)'

Olvidados en el purgatorio
McDonagh propone un viaje a los rincones más sórdidos de Brujas a través de dos personajes avocados al destino sin retorno en un distinguido análisis sobre la violencia, la culpa y la redención.
El dramaturgo Martin McDonagh debuta con ‘Escondidos en Brujas’ siguiendo los preceptos que han hecho de él uno de los autores teatrales más prometedores y contundentes a mediados de los 90 con apenas 25 años. Desde su primera hora, ‘La reina de belleza de Leenane’, McDonagh ha impuesto un golpe de efecto sobre la escena en lo que podría denominarse como el “teatro del pánico”, con una violencia cruel que subrayaba la realidad como una sistematización grotesca impulsada entre la comedia y la tragedia, como espejo distorsionante que provoca la reflexión del espectador.
Con claras influencias del Grand Guignol, descarnado y visceral, ha abandonó momentáneamente su carrera teatral definida en las tierras de Connemara, la Isla de Aran y la Bahía de Galway para debutar en el cine con un cortometraje galardonado con un Oscar titulado ‘Six Shooter’, otra extraña tragicomedia que narraba el encuentro entre un hombre que acaba de enterarse de la muerte de su esposa y un peligroso y misterioso joven embarcados en un duro viaje salpicado de violencia y muerte.
Su opera prima reivindica la dureza de un estilo, de su comedia negra que aquí se presenta a medio camino entre el ‘thriller’ de tintes existenciales, la ‘buddie movie’ y tragicomedia. ‘Escondidos en Brujas’ es una película de personajes abandonados en un país desconocidos sin más plan que el de esperar nuevas órdenes parte de su superior. Ray y Ken son dos asesinos a sueldo refugiados en la ciudad de Brujas después de haber llevado a cabo un trabajo resuelto con trágicas consecuencias que se embarcan en un intrínseco itinerario moral de meditación y expiación. Mientras uno, el más joven se muestra reacio a perder el tiempo haciendo turismo por la “Venecia belga”, el otro, más veterano, encuentra allí la paz y el sosiego de ese espacio al que denomina como “una ciudad de cuento de hadas”.
Dos profesionales del crimen sacados de su hábitat natural a los que McDonagh le basta con describir con breves trazos y un ‘flashback’ que determinará el dilema moral, sin incisos personales que entorpezcan el cadente desarrollo de la cinta. La fibra cinematográfica se trenza con un ajustado empleo del compás y de la narrativa donde no hay lugar para la digresión o el efectismo visual, dejando espacio para la capacidad de sorpresa y conversión de los géneros que aborda sin rubor. McDonagh sabe hacerse con el espectador desde los primeros compases, desplegando una serie de tópicos en los dos criminales ociosos, en sus fobias y sus anhelos, para paulatinamente ir buscando su complicidad en la disyuntiva de cambio, en las imprevisibles transformaciones que se van explorando dentro de esta brillante fábula a modo de exquisito análisis sobre la violencia, la culpa y la redención.
En todo momento cerca del sarcasmo, solazando en ocasiones con la imaginería de lo onírico hasta llegar a la brutalidad de lo real, el primerizo largometrajista se permite hacer todo tipo de concesiones a lo grotesco, auspiciado en el férreo dominio del surrealismo que van provocando las diversas noches que acontecen en Brujas y en el excepcional romanticismo que desprende esa relación paterno-filial entre los dos asesinos. La ciudad envuelve la trama transformándose en un personaje más dentro del catálogo de secundarios insólitos que se cruzan con los protagonistas (como bella Clémence Poésy, Jérémie Renier o Eric Godon). Una ciudad de luces y sombras, más nocturna que vespertina, donde la incongruencia de la noche invoca a la casualidad, al encuentro amoroso, a la intimidación o al constante encontronazo con un enano norteamericano interpretado por Jordan Prentice que protagoniza una película en pleno rodaje.
Hay que destacar la autoridad de la atmósfera enrarecida con trasfondo dramático en todo el relato, que se manifiesta entre los espacios noctívagos y lo delirante de algunas de sus acciones o personificaciones de la locura colectiva que parece pervertir a todos los que desfilan por la trama. Brujas va mutando desde la sugerente belleza de los canales y la riqueza arquitectónica hacia la variación articulada en la metamorfosis de un escenario incierto, cuyos misteriosos rincones históricos parecen sumergir el relato en un tortuoso viaje a lo sórdido. McDonagh, en ése sentido, se aprovecha del oscurantismo y la ruindad atávica que busca que el entorno funcione como purgatorio idílico donde los personajes deberán hacer examen de conciencia antes de seguir con sus vidas.
La humanidad se va dejando a un lado, condenada al Infierno por los pecados cometidos, destruida con la llegada de Harry Waters, destructor de la heteronomía moral impuesta por unos códigos de honor de un hombre frío y calculador capaz de imponer su ley por encima de cualquier suerte de redención. Hay que rendir cuentas por la inmoralidad de los errores cometidos, sin opción al perdón o las segundas oportunidades que han descubierto Ray y Ken en una evolución que capta en todo momento la amplia serie de matices dialectales.
A ello ayudan las interpretaciones de Colin Farrell, Brendan Gleeson y Ralph Fiennes, que afianzan con sus brillantes aportaciones todos los matices del inextricable paisaje humano que determina un destino sin retorno. Pese al abuso del exceso en un tramo final de impremeditada explosión violenta que rompe con la contención acumulada a lo largo del metraje, las virtudes se sitúan en todo momento por encima de sus anemias.
Por eso, a ‘Escondidos en Brujas’ no se le puede negar su condición de inclasificable. Un filme que sabe jugar a la perfección con todas sus limitaciones, que es honesta con sus objetivos y que revela una excepcional personalidad que contribuye a la lectura superpuesta, al buen cine. McDonagh se presenta así como un cineasta a seguir. Un autor elegante, sobrio, frío y admirablemente descriptivo en el dominio del medio cinematográfico. Toda una sorpresa.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008

Se acabó el culebrón Cristiano Ronaldo

Tanto tira y afloja, tanto llorar, que me voy, que te quedas… para nada. El Real Madrid se queda sin su fichaje estrella, sin su ‘galáctico’ para la galería. Cristiano Ronaldo tendrá que esperar para ver cumplida su ilusión por vestir de blanco y ampliada sensiblemente su cuenta corriente, que era la principal pretensión del jugador portugués. No nos engañemos.
Después de un verano en el que incluso dentro de la Eurocopa de Austria y Suiza ya se especulaba con el posible fichaje, Ronaldo ha anunciado que se quedará en el club inglés, con el que tiene contrato hasta el verano de 2012. Eso sí, dejando claro que era real su interés por el club merengue y por los euros que le ofrecía Calderón. Como gallito para lucir, sí es cierto que tiene madera de madridista. Por lo menos, no se ha escondido en supuestos rumores y ha dado la cara. Ahora, que la dé ante la afición de los diablos rojos, que saben que ha querido venderse al mejor postor. Sir Alex Ferguson ha ganado esta vez la partida.

lunes, 4 de agosto de 2008

25 aniversario del fallecimiento del gran Luis Buñuel

El pasado martes 29 de julio, el mundo del cine evocaba la figura de Luis Buñuel en el 25 aniversario de su fallecimiento. Un genio contemporáneo convertido en uno de los símbolos internacionales dentro del mundo de la cultura y, posiblemente, el cineasta más importante que ha dado nuestro país a lo largo de su ya dilatada existencia. Nacido en Calanda (Teruel) la figura de Buñuel se ha hecho extensa e imprescindible para conocer y entender gran parte del concepto cinematográfico, del cine en su dimensión más vasta. Congénere de personalidades tan primordiales como Gómez de la Serna, García Lorca, Dalí o Alberti, uno de los españoles más universales de la Historia es el ejemplo más fehaciente del artista hecho a sí mismo, del creador inagotable, de la personalidad inigualable, de la genialidad, de la profundidad transgresora, del arte...
Adscrito al movimiento surreal en sus comienzos, el cineasta aragonés siempre procuró revelar con su cine que en la vida existe un sentido moral del que el hombre no puede eximirse. El hombre, en definitiva, no era libre en la ideología de Buñuel. Desde la magistral ‘Un perro andaluz’ y el documental ‘Las Hurdes (Tierra sin pan)’ siempre hubo en su obra hubo una constante línea de transgresión, de rebeldía y de solemnidad. El talento y el excéntrico carácter de Buñuel le hicieron construir a su alrededor una mitología, un universo difícil de catalogar, pero esencial a la hora de analizar su obra y vida. Hacedor de incólumes obras maestras de perfección imposible, simbolizó siempre un modelo de artista con un cosmos personal especial, en el que carácter y obra se entrecruzaron como un torrente caótico, al borde de la locura, golpeando constantemente con imágenes innovadoras, con sensaciones y estímulos capaces de taladrar la conciencia del espectador, combinando meditaciones contraventoras y metafísicas con el chiste más vulgar.
Todas ésas paradojas, llenas de una hondura insondable, se enfrentaron organizadamente para dar como resultado una límpida mirada sobre el arte y sobre la vida. Ése desorden, que se extrae de varios momentos inolvidables de sus películas, es el que refleja la verdadera concepción del cine buñueliano, es lo que hace grande su figura y su obra, ya que todo lo que vemos en pantalla procede no del desacuerdo de Buñuel consigo mismo, sino de la pureza de su compromiso con la realidad frente al distorsionante peso de los convencionalismos en los que, muchas veces, está inmerso en el arte.
Valentía y compromiso consigo mismo
El cine de Buñuel fue el compromiso con su actitud hacia su obra, hacia la autocoherencia y fidelidad que mostró a unas ideas que nunca abandonó. Las imágenes de Buñuel no encuentran sus virtudes en destruir los convencionalismos mediante la provocación. Nunca se trató de mostrar insectos saliendo de estigmas, ni de cortar ojos... sino que utilizar esos elementos de con una intención crítica y subversiva, para planificar su cine elegantemente a la hora de narrar con claridad a través de estructuras complejas, pero sin perder la originalidad, la valentía y sobre todo el sentido del humor. La imaginería del cineasta siempre siguió las bases de sus modélicas ‘Un perro andaluz’ y ‘La edad de oro’, encerrando parte de su reconocible iconografía onírica; deseo erótico, inconformismo religioso y una fuerte denuncia a los obstáculos subscritos a la burguesía que Buñuel supo subvertir como ataque a los valores establecidos.
Dinamitador de formalismos, transformador y fiel a una tradición cinematográfica carente de efectos ópticos o experimentos inútiles, Buñuel recreó en sus filmes una realidad poética capaz de desgarrar la percepción del público para invitarle, como dijo en innumerables ocasiones, “a ver con otros ojos”. La carga libertaria de su surrealismo estuvo constantemente al servicio de la sedición, de la alteración disociativa de sonido e imagen. El cine de Buñuel, incluso hoy en día, permanece feroz, mordaz y responde a la noción acuñada por Andrè Bretón por la cual imagen y sueño cobran sentido cuando ambas se dan juntas. Con películas como ‘La vía láctea’,Los ambiciosos’, ‘Belle de jour’, ‘Viridiana’ o la soberbia ‘El ángel exterminador’, Buñuel sembró la confusión, en ocasiones la repulsión, saltándose las reglas del relato más cartesiano.
Dejando de lado la psicología de la verosimilitud de la narración clásica, colisionó frontalmente con las estrictas coordenadas del espacio y del tiempo, despistando y proponiendo nuevos caminos narrativos, obligando al público a acometer una reiterada rearticulación e interpretación de las imágenes. Cuando adaptó a Galdós, Mirbeau, Kessel o Loys la manipulación era tal, que su influencia afectaba seriamente a la estructura y a los personajes de las novelas, como transposiciones de época y país. Su sobriedad y sutileza en el empleo de la cámara le hicieron adquirir una consciente y precisa planificación visual, a la altura de los grandes narradores del cine clásico americano. La asociación siempre presente de imagen e idea dieron como conclusión una ruptura de la concepción narrativa en sustitución por unas bases simétricas y estructuras dualistas, como en ‘Los olvidados’, ‘Simón del desierto’ o ‘Tristana’, donde esa confrontación temática del bien y el mal en sus historias conllevan a un recuerdo tangible al Goya de los ‘Caprichos’.
Los ‘freaks’ humanos de Buñuel
En el cine de Buñuel la extraña humanidad que inunda su filmografía, la fauna de monstruos (‘Nazarín’ o ‘Viridiana’) posee una vivacidad animal que no tienen aquellos a los que se rigen por las leyes de conducta impuestas socialmente. Sucios y marginados, los personajes del cineasta escaparon a cualquier dicotomía de ‘inocencia-perversión’ y conformaron la intención del director aragonés, mediante la inocencia que desprenden sus ‘freaks’ por demostrar los instintos reprimidos por las pautas sociales. Su idiosincrasia supo retratar muchos ámbitos de la realidad sin caer en el cine de tesis. Por eso, siempre dotado con un humor extraño e inquietante, Buñuel se centró en temas como el racismo (‘La joven’), la religión (‘Simón del desierto’), la burguesía (‘El discreto encanto de la burguesía’) o su inferencia sobre la dependencia femenina (‘Diario de una camarera’) desde un punto de vista socarrón y cáustico.
En la totalidad de su filmografía se puede comprobar un procedimiento surrealista consistente en presentar objetos que no cumplen su cometido original, objetos simbólicos de múltiple funcionamiento, como un ‘collage’ visual y sonoro como parodia social, dependiendo del azar objetivo. Más que una retórica de la metáfora, Buñuel siempre inculcó a su cine la imagen poética de la imagen surreal con evidentes niveles de significación oculta. Los elementos personales muchas veces aparecen alterados y metamorfoseados, son abundantes en su cine, ya sea en cuanto al erotismo, al paso del tiempo o a pensamientos políticos y sociales del autor. El elemento fundamental del cine de Luis Buñuel es el misterio que encierran cada uno de sus planos, la necesidad del espectador por querer saber más... dudas resueltas de forma sutil con esa pretendida intención del director por suscitar en el espectador la dubitación sobre la perennidad del orden impuesto.
Si Buñuel comenzó e inauguró, desde los inicios del cine, una dinámica revolucionaria e inusual forma de ver el arte, acabó por imponer una vía innovadora que destruyó con los planteamientos anteriores. Nadie hasta el momento ha sabido abordar el erotismo, el onanismo o el fetichismo como él. Ganador de la única Palma de Oro del cine español con ‘Viridiana’ y ganador de un Oscar en 1972 con ‘El discreto encanto de la burguesía’ Buñuel ha pasado a ser un mito, una leyenda con una vida deslumbrante y una obra incomparable. Desconcertante, irreductible y carismático, Luis Buñuel es, un cuarto de siglo después de su muerte, parte fundamental no sólo del cine, sino del arte en su concepto más amplio.

jueves, 31 de julio de 2008

Review 'Hancock (Hancock)', de Peter Berg

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Un superhéroe desastroso
Dentro de los márgenes del cine comercial y veraniego, el nuevo trabajo de Peter Berg tiene una estupenda sinopsis de la que es incapaz de extraer la substancia primordial para alcanzar algo más que el simple y anodino divertimento.
‘Hancock’ se presenta como un ‘blockbuster’ de verano apetecible, otro vehículo que sirve de excusa para desplegar el carisma, siempre garantía de éxito, del actor afroamericano Will Smith, uno de los talentos más prolíficos del cine comercial de los últimos años y adalid de la fortuna taquillera que se conjuga con una capacidad de interpretación e identificación con el público realmente admirable. El quinto filme como director de Peter Berg (conocido, básicamente, por su transgresor debut ‘Very Bad Things’) encaja con esas delimitaciones mercantiles que sigan potenciando la sólida filmografía de Smith, y continuar así la imparable conquista de público y de lucimiento personal.
Aquí el ex rapero se mete en la piel de John Hancock, un superhéroe que se sale de los designios épicos y sobrehumanos a los que ha acostumbrado el cómic y el cine dentro de una moda que ha ido acumulando todo tipo de adaptaciones de las páginas de los tebeos a la pantalla grande. Más allá de la simbología histórica de los personajes creados por la Marvel o la DC Comics, que se concretan en la habilidades y poderes superiores al resto del mundo y su lucha luchan al margen de la ley contra el crimen y el mal, Hancock es un borracho empedernido, un ser solitario, algo amoral y torturado que suele ocasionar importantes destrozos en sus desastrosos rescates y acciones heroicas.
Como propuesta y sinopsis, la película tiene un potencial relevante, hasta se diría que muy destacado, sobre todo en la desmitificación sin clemencia del mito, presentando su punible estilo de vida y sus catastróficas actuaciones para alcanzar los fines propuestos en beneficio del pueblo llano. Hancock, a su vez, es conocido por todos. Un héroe con poderes que carece de doble identidad. Tampoco necesita disfraces y, en general, la sociedad parece menospreciarle antes que reconocer sus acciones por culpa de sus excesos a cuenta de las cogorzas que se coge. En su comienzo, el filme discurre por el divertimento “políticamente incorrecto”, describiendo el perfil del personaje protagónico con un tono de comedia cínica intachable; es maleducado, siempre está de resaca, le toca el culo a las transeúntes y no duda en llamar “hijos de puta” a aquellos que le increpan su recusable compostura.
En ese punto, ‘Hancok’ podría haber sido una magnífica (y oscura) comedia sobre la condición contrapuesta del superhéroe, sobre la necesidad de ser aceptado y sentirse solo e incomprendido dentro de una comunidad que le arrincona pese a sus acciones de auxilio. Sin embargo, ésa posible reflexión sobre la anormalidad y el rechazo o la contradicción antiheroica, se esfuman en el momento en que Hancock salva la vida de Ray Embrey (el ubicuo Jason Bateman), un publicista que le ofrece limpiar su imagen y recobrar con ello la admiración y el respeto público. La viabilidad de haber derribado los cánones del género sólo queda como un apunte endémico, sin entrar a capturar la esencia de lo que podría haber sido un acercamiento heterogéneo al superhéroe, invirtiendo su función de ayuda por la necesidad del propio socorro antes de aquellos a los que tiene que proteger.
Lo cómodo, en esta ocasión, era tirar de lo fácil, dejar ese camino de cáustico humor para abordar una comedia netamente ‘mainstream’, que en seguida se viene abajo transformándose en un producto infantiloide y familiar. Y lo peor de todo es que tampoco ofrece las suficientes secuencias de acción espectaculares que se le exige a un producto de estas condiciones de ‘blockbuster’, pues se pasa de esa brillante definición del personaje a la gracia populista que bien podrían definirse como sucedáneo de ‘sitcom’ con gran presupuesto. De repente, el espectáculo catastrofista al que somete Hancock a su propia heroicidad, llena de comicidad, sentido del humor y agilidad, que no pierde ocasión para meterle caña a los medios de comunicación, pasa a la estandarización de los cánones, empezando por el oportunista recurso de ver en un utópico YouTube (por la calidad de las imágenes) los auxilios más insólitos y con más estropicios del odre héroe que siempre va con un gorro y con aparatosas gafas de sol hasta las líneas de guión y diálogos poco recurrentes.
‘Hancock’ se olvida de lo importante y se mete de lleno en la reinserción social del héroe, siendo el único planteamiento que seguir dentro de un entorno carcelario donde seguir priorizando su desfavorable comedia, lugar donde la historia empieza a perder esencia y todo va anunciando la debacle, reculando con asombrosa rapidez esa misantropía que ha mostrado Hancock hasta el momento por una anodina sucesión de secuencias si lustre.
Después de su entrada en prisión e introducir la cabeza de un preso en el ano de otro de ellos (sic), el filme de Berg cae en todo tipo de convencionalismos estúpidos; la palabra “capullo” que hace perder los nervios a Hancock (en clara referencia al “gallina” de Marty McFly de la saga ‘Regreso al Futuro’), la creencia del publicista en la bondad de Hancock y su paulatina adaptación -traje incluido- de formas heroicas, el reconocimiento para con las fuerzas de la ley en un robo con rehenes con la insistente frase “buen trabajo”… hasta llegar a un giro argumental e inesperado ejecutado con notable torpeza, echando por tierra lo poco que había conseguido hasta el momento, sin una lógica transición, pasando a abarcar con alegría un insustancial melodrama romántico. La película, en este extremo, ya ha destrozado por completo cualquier perspectiva de mejora.
El producto flaquea cuando más falta le hace remontar el vuelo, con todo tipo de concesiones al cómic sentimental y de culebrón, convirtiéndose en una broza referencial de todo aquello de lo que, en principio, parecía presentado con sarcasmo. ‘Hancock’ se olvida de la abrupta sátira al mundo superheroico para plantear con una pasmosa edulcoración insípida los elementos que han ido configurando lo más atractivo del filme. Los ejes del subgénero son utilizados como mera excusa para lanzar el eterno mensaje de redención de Hancock, del sacrificio por los demás y lanza una historia de amor ilógica que sustituye a la Némesis que pudiera haber aportado algo de intriga a la cinta.
La culpa de que ‘Hancock’ sea una película “del montón”, más bien mediocre, funcional e insatisfactoria, no sólo deviene en guión desaliñado y previsible, que avanza sin mucha complejidad por la facilidad de lo esencial, de lo rústico, incorporando personajes planos, cortados por un patrón conformista y dócil, sino que la negligencia viene dado por una dirección sin esencia, contaminada con recursos sin mucho sentido, sin empaque o pericia visual.
Peter Berg se dedica a mover la cámara a base de enviones mal estructurados, sin definir su personalidad, a medio camino de todo, sin mucho lustre e incurriendo en la ramplonería más irritante. Lo más destacable, después de todo, es el talento de Will Smith y la belleza inalcanzable de Charlize Theron. En este apartado, Smith, lejos de caricaturizar al personaje que interpreta, logra la empatía en otra sobresaliente muestra de capacidad y eficacia. Poco más. La coyuntura de la reformulación queda en un ridículo e insultante descaro comercial que malgasta (y de qué manera) una estupenda premisa y deja, pasada media hora, una predecible trama sin posibilidad de ejercer la sorpresa.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008

miércoles, 30 de julio de 2008

Vuelos suborbitales comerciales para todos

Ayer contemplaba atónito esa locura en forma de caja ‘agilipollante’ que es la televisión. En las noticias de varias cadenas, destacaron la figura de Ana Bru, una empresaria especializada en turismo exótico y de aventuras que salía diciendo unas paridas alucinantes; que si es la primera mujer española en viajar al espacio a bordo de una de las naves que ha diseñado el ingeniero Burt Rutan (que es como Wolverine de la tercera edad) para Virgin Galactic, que si se sentía envidiada por ese antes y después en su vida, que fíjate tú qué experiencia y que era algo que le iba a cambiar la vida.
En una era de crisis colectiva, en el albur de un Occidente más cerca de la carestía temporal que de la estabilidad económica a corto plazo y la calamitosa situación de los países del Tercer Mundo que buscan hasta la muerte una salida a su pobreza, esta mujer hablaba de los vuelos suborbitales comerciales como si de algo cotidiano se tratara, como de una experiencia al alcance de todo el mundo.
Puede sonar demagógico, pero ése vuelo, que costará unos 140.000 euros por cuatro minutos de ingravidez, da muchas cosas que pensar.

martes, 29 de julio de 2008

Zé do Caixão, las uñas más largas de la serie Z

Otro mito oculto en el olvido
Desconocido en buena parte del público y creado por el cineasta José Mojica Marins, Zé do Caixão es uno de los iconos del cine de terror brasileño y del género.
No resulta nada extraño que en nuestro país pocos conozcan una figura tan inquietante como es Zé do Caixão. Al igual que el Santo Enmascarado de Plata, Zé es uno de esas figuras imprescindibles en la cinematografía sudamericana, uno de esos iconos irrepetibles que han marcado con su presencia una parte de la historia del celuloide, en este caso de Brasil. El público conoce y teme a casi todos los arquetipos del cine de terror comercial, elevados al altar por los entusiastas del género. Drácula y Frankenstein, el Hombre Lobo, Pinhead, Jason, Freddie, o más recientemente Ghostface en la saga ‘Scream’ son algunos de ellos.
Lo curioso de este fenómeno carioca es su trasgresión de fronteras, al tratarse de un personaje fundamentalmente localista, restringido a la creencia de una zona que no representa ni mucho menos todo el país. En este ámbito, Brasil supone el marco perfecto para un mito terrorífico como Zé do Caixão, ya que toda inflexión nigromántica que envuelve la religión brasileña está influenciada por la magia negra afrocubana, el catolicismo y la creencia ciega en lóbregas fábulas que imponen su dogma por encima de la realidad. Esta figura aterradora tradicional proviene, como casi toda efigie, de las leyendas lugareñas. Zé era en realidad Josefel Zanatas (por su origen griego ‘muerte’) un patrón oscuro y siniestro que se dedicaba a vender féretros. Se caracteriza por vestir sempiternamente de negro, ocultar su lóbrego rostro bajo una enorme capa y un sombrero de copa y cabalgar en una oscura galera tirada por caballos. Otra de sus sangrientas características es la de poseer una enormes y desgarradoras uñas con las que suele atacar a sus víctimas.
La tradición habla de un hombre poco agraciado, pero bueno y bondadoso, que fue sanguinariamente asesinado junto a su bella y joven esposa Sara a manos de unos mercenarios. Josefel vuelve a la vida, bajo una apariencia demoníaca y umbría, para imponer la justicia y castigar a todas las almas infames (extendiéndose después al crimen sin motivo aparente) que se crucen en su camino, buscando, de paso, una mujer ideal que sustituya a Sara, la perfección femenina hecha carne. ‘A sina do aventureiro’, realizada en 1958 se puede considerar la primera aparición en la gran pantalla de este clásico brasileño. Una película en la que, si bien Zé no tenía una reseñable labor, si impondría las bases de un cine rural, limitado a la creencia nacional, a las pobres gentes analfabetas que creían a pies juntillas una superstición que evoca al popular ‘hombre del saco’.
El debut oficial del enigmático agente de decesos se produce con ‘À Meia Noite Levarei a sua Alma’, la cual fue un auténtico fenómeno de taquilla en varios puntos de la geografía brasilera, ocasionando un inesperado éxito que conllevó a abundantes y sangrientas secuelas, canciones de moda con sus cruentas hazañas como estribillo, su propio ‘quadrinho’ o cómic y hasta un programa de televisión considerado un ‘boom’ catódico. Transmutado en ídolo de masas, Zé do Caixão pasó a la historia con letras de oro bajo el curioso designio del cine marginal y de bajo presupuesto.
El gran creador de todo el tinglado mítico-religioso fue el director y guionista José Mojica Marins, padre de la funesta figura de negro. Marins asegura que su creación proviene de un mal sueño de verano en el que era secuestrado por una bruna figura que le sujetaba la cabeza delante de su propia tumba para que viera qué día moría. Como toda buena idea de terror, el guión pasó de mano en mano sin que ningún productor viera productividad en un bosquejo lleno de sangrientas escenas con un personaje enlutado como protagonista. Creyendo ciegamente en el proyecto, el cineasta carioca se endeudó hasta las cejas y produjo ‘À Meia Noite...’ de forma individual. Incomprensiblemente, tampoco encontró a ningún actor que quisiera dar vida a Zé, así que se envolvió en su capuz negro y rodó, al estilo más cercano de Edward D. Wood Jr., el debut de la impía quimera brasileña.
Encuadrada en la serie Z, esta obra de culto incluía en su interior muchas de las secuencias que marcarían la tradición del cine ‘gore’ más aberrante y desprovisto de circunspección que se haya visto en la historia del género. En ella se narraban los primeros pasos delictivos de Zé do Caixão y su terrible fábula como brujo, justiciero y psicópata sanguinario, ofuscado en su propósito de hallar a la mujer perfecta, capaz de dar a luz a un hijo que pueda continuar con el legado de su padre. Películas como ‘Esta Noite Encarnarei no Teu Cadáver’, ‘Finis Hominis’ y su filme más conocido (si es que alguien lo conoce), ‘El extraño mundo de Zé do Caixão’, imponen una desgarradora visión del mito que introduce imágenes nada habituales en la época (con varios problemas con la censura) con las atrocidades que allí se mostraban: asesinatos, violaciones, necrofilia y canibalismo entre otras barrabasadas provistas de sangre e insania.
Zé do Caixão determina un cine ‘gore’ y ‘splatter’ oculto en la historia del cine, suponiendo un auténtico hallazgo genérico dentro de la orbe de la infracrítica cinematográfica. José Mojica Marins se define por su cine bizarro, impúdico, lleno de sublecturas, muchas de ellas en referencia a la droga y su fomentación por parte del gobierno de la época. Hecho que, por supuesto, hacia que las ‘tijeras’ censoras se cebaran en obras de Mojica como ocurrió en ‘El despertar de la bestia’, filme cargado de escenas lisérgicas que hicieron del cine de Zé do Caixão un auténtico catálogo de ironía surreal y glorificación de lo absurdo. El esperpéntico director, de un modo paralelo, pero fingido, a la monomanía de Bela Lugosi con ‘Drácula’, se metió tanto en su personaje que acabó paseando su personaje a lo largo de todos los festivales del mundo vestido como Zé, dejándose unas largas uñas de 20 centímetros cual Florence Griffith-Joyner en las Olimpiadas del 88.
Pocos conocen la figura de Zé, pero fue Wes Craven el que reconoció públicamente en 1984, durante la promoción de ‘Pesadilla en Elm Sreet’, la influencia de este mito sudamericano para crear las garras de Freddie Krueger. Versado en temeridades imposibles, el director y personaje se sometió durante la vida de Zé a todo tipo de frenesíes físicos como comer gusanos vivos, chupar arañas venenosas, acariciar víboras y descargar compulsivamente en su cuerpo más de 110 voltios (conocidos en México como ‘toques’). Pero Zé do Caixão fue perdiendo interés y en la década de los 80 dejó de agradar a la población brasileña, quedando en la más oscura miseria fílmica. Mojica Marins se cortó las uñas, se afeitó la barba y recaló en el cine porno, donde realizaría un ‘hito’ sicalíptico al rodar la primera película zoofílica de Brasil, lo que le llevó indefectiblemente al descrédito y retiro definitivo de la dirección.
Una década después el tótem del ‘splatter’ norteamericano Frank Hennelotter le destacó como uno de los cineastas más importantes de la historia en la prestigiosa revista ‘Cult movies’, donde se le subrayó como una de las máximas influencias en el cine de terror, que sirvió al propio Marins para reeditar sus obras en USA bajo el seudónimo de Coffin Joe para volver a rodar algún título e incluso cortometrajes, esta vez como actor que carecen de cualquier interés que tuvieran sus primeros trabajos; ‘O Gato de Botas Extraterrestre’, ‘Tortura Selvagem’, la demencial pieza corta ‘Lasaña Asesina’ y su última cinta que data del año pasado 'Un show de Verao' son algunos de estos ejemplos.
Sitges, Amsterdam, Fantasporto... son algunos de los festivales que le han dedicado retrospectivas a un hombre que, si bien ha sido descalificado por un crítica que desconoce su obra, ha sabido ganarse a todos los amantes del cine bizarro y convertirse, con el paso de los años, en un verdadero cineasta de culto.

lunes, 28 de julio de 2008

La gesta de Sastre y el esplendor del deporte español

En un deporte cada día más cuestionado por la oscura sombra del ‘doping’, del EPO, de médicos deportivos que ejercen de proveedores de ciclistas salpicados de sospechas, hay que destacar la labor de un deportista que, con su brillante actuación en el Tour de Francia, ha devuelto la ilusión por el ciclismo (como ya lo hizo el pasado año Contador) a un país que ha ido prestando atención a otros deportes antes que al otrora célebre Tour. Carlos Sastre se ha convertido en el séptimo corredor español en coronarse como ganador de la ronda francesa, después de haber ofrecido esa inolvidable etapa pirenaica de antológico recuerdo de Alpe d'Huez y defendiendo el maillot amarillo en una última contrarreloj donde partía con menos opciones que sus grandes rivales, el maleducado e insolente Cadel Evans y la joven promesa, el austríaco Bernhard Kohl.
Las adversidades se superan con la entereza en los momentos más difíciles. Sastre ha demostrado que el estocismo del gregario también depara grandes proezas y que el tesón de los vencedores siempre tiene una grata recompensa. Federico Martín Bahamontes (1959), Luis Ocaña (1973), Pedro Delgado (1988), Miguel Indurain (De 1991 a 1995), Óscar Pereiro (2006) y Alberto Contador (2007) ya tienen sucesor inmediato. A sus 33 años, Sastre, con humildad y paciencia, ha conseguido la consecución de una épica gesta deportiva.
Hoy, es noticia de primera plana junto a la excelente actuación de Rafa Nadal en Toronto, del récord mundial de los 10 km. marcha establecido por Paquillo Fernández y del prometedor preolímpico del ‘Dream Team’ de baloncesto. El deporte español está de moda. Y eso, acostumbrados durante años a permanecer en un segundo plano, ilusiona a una nueva generación de atletas y deportistas que tienen unas Olimpiadas a la vuelta de la esquina y un futuro de éxitos por delante.

domingo, 27 de julio de 2008

Athletic Club: Petronor rompe la historia

La historia se resiente cuando las tradiciones de toda una vida se ven amenazadas por la variación de sus modelos, por intereses que suelen contaminar los anales y crónicas de una raigambre. El Athletic Club de Bilbao lucirá, después de más 110 años con la elástica rojiblanca impoluta, publicidad comercial en su camiseta oficial.
Durante los próximos tres años el logotipo de la refinería Petronor, firma ubicada en la localidad vizcaína de Muskiz, será otro elemento más en la imagen futbolítistica del club para esta próxima temporada 2008-2009. El próximo día 29, durante la presentación oficial del Atheltic en San Mamés ante su afición, podrá verse este polémico cambio.
Los tiempos cambian. Y siempre a peor.

viernes, 25 de julio de 2008

Review 'Kung Fu Panda (Kung Fu Panda)'

Entretenimiento taoísta de máximo grado
Posiblemente ‘Kung-Fu Panda’ sea la película más accesible y gratificante de Dreamworks Animation, ya que ha logrado sacar todo el partido posible a una simpática historia de corte muy familiar.
El departamento de animación de Dreamworks ha visto, una y otra vez, cómo cada trabajo de antagonista Pixar ha hecho sombra a las tentativas digitalizadas de una factoría que ha buscado, más allá de equiparar sus virtudes a la competencia, la autoafirmación de un estilo más o menos enérgico que esté a la altura de las circunstancias y expectativas. Si bien películas como ‘El espantatiburones’, ‘Madagascar’ o el la trilogía ‘Shrek’, la más celebérrima de la empresa creada por Spielberg, Katzenberg y Geffen, palidecen ante las obras de minuciosa perfección artesanal de la factoría encabezada por John Lasseter y acólitos, han ido desprendiéndose paulatinamente de prejuicios para seguir una línea evolutiva paralela a su gran rival, consiguiendo extirpar lo que se venía entendiendo como cierto desarraigo en cuanto a personalidad para formular otro tipo de cine de animación más afín a los intereses comerciales según el target, infantilizando sus películas en busca de un público más concreto y menos global que la Pixar.
‘Kung Fu Panda’ viene a corroborar que Dreamworks está en el sendero del éxito con distintivo propio, sin prejuicios y encontrando al fin una feliz equivalencia entre objetivos y resultados. Si bien no alcanza los niveles de refinamiento narrativo y visual de su soberbio adversario en el terreno de la animación, la cinta de Mark Osborne y John Stevenson se puede considerar la más ambiciosa propuesta de su sello, haciendo gala de un acabado técnico muy destacado, que sabe aprovechar un guión de una sencillez e inventiva realmente admirables, enraizado a los modelos clásicos y con una puesta en escena a la que le sobra inventiva.
La historia sigue las andanzas de Po, un oso panda perezoso y fantasioso que trabaja sirviendo tallarines en el negocio familiar mientras sueña con llegar a ser el Gran Guerrero Dragon y luchar junto a los Cinco Furiosos (Mono, Tigresa, Víbora, Grulla y Mantis), los mejores y más experimentados luchadores a las órdenes del maestro Shifu. Elegido por la vieja tortuga Oogway, el destino apuntará al simpático plantígrado para que actúe como un auténtico maestro y así poder defender a los habitantes de su poblado del terrible depredador Tai Lung, que regresa para sembrar el pánico y descubrir el misterio espiritual tiene que ver con el Manuscrito del Dragón. Las raíces de la historia quedan bastante claras desde el principio; hay cierta reticencia a innovar, pues se convoca una idea una y mil veces vista; desde el referente de ‘Karate Kid’ a la serie televisiva ‘Kung Fu’, pasando por la saga ‘Star Wars’ y mirando de reojo a la génesis de los nuevos modelos de cine de artes marciales orientales. Incluso se podría evocar la trilogía ‘Matrix’ y sus tintes dogmáticos.
El concepto no es nuevo: un tipo gris con vida anodina se convierte en el elegido que vendrá a salvar la tierra y que en esta película, no sin cierta intención, hasta cae (literalmente) del cielo. Es la eterna lucha de aquel que impugna a su destino para hacer de su sueño una realidad. La máxima a seguir es, por tanto, de corte simplista, de una llaneza que nunca abandona el desarrollo de un filme pleno en componentes de cine infantil sin declinar su excelente entidad efectiva.
Pese a ser una película de corte formulista, está creada con modestia, con admirable prurito constructivo en la caracterización del oso Po como personaje, despertando desde su prólogo onírico una identificación para con el público, utilizándole con todo tipo de ‘gags’ de corte ‘slapstick’, así como múltiples mofas acerca de su torpeza, su gordura y la inocencia de este entrañable panda (que se beneficia de la voz original –Jack Black- como de su doblaje español –Florentino Fernández-). Un efecto de caracterización que logra abarcar a esos personajes satélites que en apenas dos brochazos, quedando éstos definidos para complementar las aventuras de Po.
‘Kung Fu Panda’ se nutre de una magistral planificación en las coreografías, desplegando un nivel de detallismo que coloca este último trabajo de Dreamworks a un nivel muy superior que sus predecesoras. La acción se sigue fácilmente, sin acusar pretensiones de grandeza en su contenido. Se podría decir que es todo lo contrario, pues jamás se abandona el tono cómico y despreocupado ni siquiera en las secuencias más trascendentes. Tal vez disminuya esa vistosidad cuando se trata de dosificar el trasfondo oriental, decolorado por el protagonismo de la acción y de los personajes en la pantalla, confinándolo a un segundo término sin que por ello se haya descuidado el terreno de los paisajes y geografía del país del Sol Naciente. Bastan unas notas musicales de dos grandes nombres de la partitura como son Hans Zimmer y John Powell para que la orquestación entre imagen y paisaje quede definido en la subordinación a su expedita narración, a la dinámica visual de un universo propio.
La tecnología evolutiva de Dreamworks se ha sabido adecuar a las épocas marcadas por su gran competidora, pero pugnando en la consecución de una historia que, a pesar de algunas situaciones se antojan demasiado infantiles (no olvidemos que se trata de un producto dirigido a los más pequeños), sabe sorprender, mantener cierta heterogeneidad respecto al género y concretar una identidad identificable. La película es previsible desde su inicio, pero nadie va a negarle su condición de entretenimiento de máximo grado que también domina la metáfora y el mensaje discursivo, en esta ocasión con una moraleja esencialmente taoísta que incluye términos como compromiso, confianza plena en uno mismo, intuición, sensibilidad, espontaneidad… Idea definida en una frase legendaria de ‘carpe diem’ donde por muy diferente que se sea, en un mundo en que nadie espere nada de uno, todo es posible; “El pasado es historia, el futuro es misterio, hoy es un regalo. Por eso se llama presente”.
La película de Osborne y Stevenson es una delicia animada que rebosa jocosidad y simpatía, activo ritmo narrativo y solemne sentido del espectáculo que contiene lo que se le puede pedir a una película familiar de animación digitaliza; risas, acción y valores sobre el espíritu de superación, pero sobre todo calidad de primer nivel.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008

jueves, 24 de julio de 2008

Primeros posters de 'Max Payne'

Dentro de la ya célebre Comic-Con San Diego se han presentado los dos primeros posters de la adaptación del magnífico videojuego de Rockstar ‘Max Payne’ por parte de John Moore a la gran pantalla.
El argumento: Max Payne es un policía con problemas de amnesia que se ve inmerso en un homicidio del que a priori parece inocente. Un hombre entre la espada y la pared capaz de resolver el problema del tráfico de una droga mortal y descubrir, con estupefacción, una verdad para la que no está preparado.
Mark Wahlberg da vida al conflictivo personaje y está acompañado por Chris O'Donnell, Beau Bridges, Ludacris y Mila Kunis en el reparto.
Aquí tenéis los dos posters (pinchad en las imágenes para verlos en grande).