lunes, 28 de julio de 2008

La gesta de Sastre y el esplendor del deporte español

En un deporte cada día más cuestionado por la oscura sombra del ‘doping’, del EPO, de médicos deportivos que ejercen de proveedores de ciclistas salpicados de sospechas, hay que destacar la labor de un deportista que, con su brillante actuación en el Tour de Francia, ha devuelto la ilusión por el ciclismo (como ya lo hizo el pasado año Contador) a un país que ha ido prestando atención a otros deportes antes que al otrora célebre Tour. Carlos Sastre se ha convertido en el séptimo corredor español en coronarse como ganador de la ronda francesa, después de haber ofrecido esa inolvidable etapa pirenaica de antológico recuerdo de Alpe d'Huez y defendiendo el maillot amarillo en una última contrarreloj donde partía con menos opciones que sus grandes rivales, el maleducado e insolente Cadel Evans y la joven promesa, el austríaco Bernhard Kohl.
Las adversidades se superan con la entereza en los momentos más difíciles. Sastre ha demostrado que el estocismo del gregario también depara grandes proezas y que el tesón de los vencedores siempre tiene una grata recompensa. Federico Martín Bahamontes (1959), Luis Ocaña (1973), Pedro Delgado (1988), Miguel Indurain (De 1991 a 1995), Óscar Pereiro (2006) y Alberto Contador (2007) ya tienen sucesor inmediato. A sus 33 años, Sastre, con humildad y paciencia, ha conseguido la consecución de una épica gesta deportiva.
Hoy, es noticia de primera plana junto a la excelente actuación de Rafa Nadal en Toronto, del récord mundial de los 10 km. marcha establecido por Paquillo Fernández y del prometedor preolímpico del ‘Dream Team’ de baloncesto. El deporte español está de moda. Y eso, acostumbrados durante años a permanecer en un segundo plano, ilusiona a una nueva generación de atletas y deportistas que tienen unas Olimpiadas a la vuelta de la esquina y un futuro de éxitos por delante.

domingo, 27 de julio de 2008

Athletic Club: Petronor rompe la historia

La historia se resiente cuando las tradiciones de toda una vida se ven amenazadas por la variación de sus modelos, por intereses que suelen contaminar los anales y crónicas de una raigambre. El Athletic Club de Bilbao lucirá, después de más 110 años con la elástica rojiblanca impoluta, publicidad comercial en su camiseta oficial.
Durante los próximos tres años el logotipo de la refinería Petronor, firma ubicada en la localidad vizcaína de Muskiz, será otro elemento más en la imagen futbolítistica del club para esta próxima temporada 2008-2009. El próximo día 29, durante la presentación oficial del Atheltic en San Mamés ante su afición, podrá verse este polémico cambio.
Los tiempos cambian. Y siempre a peor.

viernes, 25 de julio de 2008

Review 'Kung Fu Panda (Kung Fu Panda)'

Entretenimiento taoísta de máximo grado
Posiblemente ‘Kung-Fu Panda’ sea la película más accesible y gratificante de Dreamworks Animation, ya que ha logrado sacar todo el partido posible a una simpática historia de corte muy familiar.
El departamento de animación de Dreamworks ha visto, una y otra vez, cómo cada trabajo de antagonista Pixar ha hecho sombra a las tentativas digitalizadas de una factoría que ha buscado, más allá de equiparar sus virtudes a la competencia, la autoafirmación de un estilo más o menos enérgico que esté a la altura de las circunstancias y expectativas. Si bien películas como ‘El espantatiburones’, ‘Madagascar’ o el la trilogía ‘Shrek’, la más celebérrima de la empresa creada por Spielberg, Katzenberg y Geffen, palidecen ante las obras de minuciosa perfección artesanal de la factoría encabezada por John Lasseter y acólitos, han ido desprendiéndose paulatinamente de prejuicios para seguir una línea evolutiva paralela a su gran rival, consiguiendo extirpar lo que se venía entendiendo como cierto desarraigo en cuanto a personalidad para formular otro tipo de cine de animación más afín a los intereses comerciales según el target, infantilizando sus películas en busca de un público más concreto y menos global que la Pixar.
‘Kung Fu Panda’ viene a corroborar que Dreamworks está en el sendero del éxito con distintivo propio, sin prejuicios y encontrando al fin una feliz equivalencia entre objetivos y resultados. Si bien no alcanza los niveles de refinamiento narrativo y visual de su soberbio adversario en el terreno de la animación, la cinta de Mark Osborne y John Stevenson se puede considerar la más ambiciosa propuesta de su sello, haciendo gala de un acabado técnico muy destacado, que sabe aprovechar un guión de una sencillez e inventiva realmente admirables, enraizado a los modelos clásicos y con una puesta en escena a la que le sobra inventiva.
La historia sigue las andanzas de Po, un oso panda perezoso y fantasioso que trabaja sirviendo tallarines en el negocio familiar mientras sueña con llegar a ser el Gran Guerrero Dragon y luchar junto a los Cinco Furiosos (Mono, Tigresa, Víbora, Grulla y Mantis), los mejores y más experimentados luchadores a las órdenes del maestro Shifu. Elegido por la vieja tortuga Oogway, el destino apuntará al simpático plantígrado para que actúe como un auténtico maestro y así poder defender a los habitantes de su poblado del terrible depredador Tai Lung, que regresa para sembrar el pánico y descubrir el misterio espiritual tiene que ver con el Manuscrito del Dragón. Las raíces de la historia quedan bastante claras desde el principio; hay cierta reticencia a innovar, pues se convoca una idea una y mil veces vista; desde el referente de ‘Karate Kid’ a la serie televisiva ‘Kung Fu’, pasando por la saga ‘Star Wars’ y mirando de reojo a la génesis de los nuevos modelos de cine de artes marciales orientales. Incluso se podría evocar la trilogía ‘Matrix’ y sus tintes dogmáticos.
El concepto no es nuevo: un tipo gris con vida anodina se convierte en el elegido que vendrá a salvar la tierra y que en esta película, no sin cierta intención, hasta cae (literalmente) del cielo. Es la eterna lucha de aquel que impugna a su destino para hacer de su sueño una realidad. La máxima a seguir es, por tanto, de corte simplista, de una llaneza que nunca abandona el desarrollo de un filme pleno en componentes de cine infantil sin declinar su excelente entidad efectiva.
Pese a ser una película de corte formulista, está creada con modestia, con admirable prurito constructivo en la caracterización del oso Po como personaje, despertando desde su prólogo onírico una identificación para con el público, utilizándole con todo tipo de ‘gags’ de corte ‘slapstick’, así como múltiples mofas acerca de su torpeza, su gordura y la inocencia de este entrañable panda (que se beneficia de la voz original –Jack Black- como de su doblaje español –Florentino Fernández-). Un efecto de caracterización que logra abarcar a esos personajes satélites que en apenas dos brochazos, quedando éstos definidos para complementar las aventuras de Po.
‘Kung Fu Panda’ se nutre de una magistral planificación en las coreografías, desplegando un nivel de detallismo que coloca este último trabajo de Dreamworks a un nivel muy superior que sus predecesoras. La acción se sigue fácilmente, sin acusar pretensiones de grandeza en su contenido. Se podría decir que es todo lo contrario, pues jamás se abandona el tono cómico y despreocupado ni siquiera en las secuencias más trascendentes. Tal vez disminuya esa vistosidad cuando se trata de dosificar el trasfondo oriental, decolorado por el protagonismo de la acción y de los personajes en la pantalla, confinándolo a un segundo término sin que por ello se haya descuidado el terreno de los paisajes y geografía del país del Sol Naciente. Bastan unas notas musicales de dos grandes nombres de la partitura como son Hans Zimmer y John Powell para que la orquestación entre imagen y paisaje quede definido en la subordinación a su expedita narración, a la dinámica visual de un universo propio.
La tecnología evolutiva de Dreamworks se ha sabido adecuar a las épocas marcadas por su gran competidora, pero pugnando en la consecución de una historia que, a pesar de algunas situaciones se antojan demasiado infantiles (no olvidemos que se trata de un producto dirigido a los más pequeños), sabe sorprender, mantener cierta heterogeneidad respecto al género y concretar una identidad identificable. La película es previsible desde su inicio, pero nadie va a negarle su condición de entretenimiento de máximo grado que también domina la metáfora y el mensaje discursivo, en esta ocasión con una moraleja esencialmente taoísta que incluye términos como compromiso, confianza plena en uno mismo, intuición, sensibilidad, espontaneidad… Idea definida en una frase legendaria de ‘carpe diem’ donde por muy diferente que se sea, en un mundo en que nadie espere nada de uno, todo es posible; “El pasado es historia, el futuro es misterio, hoy es un regalo. Por eso se llama presente”.
La película de Osborne y Stevenson es una delicia animada que rebosa jocosidad y simpatía, activo ritmo narrativo y solemne sentido del espectáculo que contiene lo que se le puede pedir a una película familiar de animación digitaliza; risas, acción y valores sobre el espíritu de superación, pero sobre todo calidad de primer nivel.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008

jueves, 24 de julio de 2008

Primeros posters de 'Max Payne'

Dentro de la ya célebre Comic-Con San Diego se han presentado los dos primeros posters de la adaptación del magnífico videojuego de Rockstar ‘Max Payne’ por parte de John Moore a la gran pantalla.
El argumento: Max Payne es un policía con problemas de amnesia que se ve inmerso en un homicidio del que a priori parece inocente. Un hombre entre la espada y la pared capaz de resolver el problema del tráfico de una droga mortal y descubrir, con estupefacción, una verdad para la que no está preparado.
Mark Wahlberg da vida al conflictivo personaje y está acompañado por Chris O'Donnell, Beau Bridges, Ludacris y Mila Kunis en el reparto.
Aquí tenéis los dos posters (pinchad en las imágenes para verlos en grande).
     

martes, 22 de julio de 2008

Malos aires para el nuevo PRO 2009

“Como respuesta a múltiples solicitudes de información recibidas y a distintas informaciones contradictorias aparecidas en diversos medios profesionales del sector y generales, acerca de la posibilidad de que las próximas versiones de determinados productos de videojuego de fútbol incluyan o no la Liga española, queremos ratificar que la única entidad con licencia oficial confirmada de la Liga de Fútbol Profesional para la temporada 2008/09 es Electronic Arts, para su producto FIFA09 y para todas sus plataformas”.
LFP (Liga de Fútbol Profesional).

lunes, 21 de julio de 2008

He perdido otro móvil

La pérdida de un teléfono móvil puede significar dos cosas; la primera, el inconveniente de tener que llamar para que bloqueen el número, tener que recuperar algún celular anticuado que sirva como sustituto hasta la compra o petición de uno nuevo, pero también la preocupación por saber si los números han sido mal utilizados, pudiendo producir alguna molestia a cualquiera de los números de la agenda. Perder politonos, vídeos, grabaciones, fotos y demás chorradas es secundario. Pero también jode. La segunda, es la extraña sensación de calma y sosiego que ocasiona la pérdida. Extraviar un aparato de estos supone regresar a la apacibilidad perdida hace años, cuando la despreocupación total de la situación que uno tiene en el mundo era algo inalienable.
Con el móvil, la dependencia por estar en todo momento localizable ha crecido, no sólo en la forma en que ha irrumpido en la vida occidental, sino en la puntual definición de dónde se está en cada momento. Con estos aparatos se ha ganado en rapidez comunicativa, pero se ha perdido independencia en libertad. Tener un móvil se ha transformado en un constante estado de alerta o vigilia. La adicción es un hecho cuyas bases vienen del campo de la neurofisiológica, relacionada con las perturbaciones de los neurotransmisores en las sinapsis nerviosa como réplica a la radiación electromagnética y con las modificaciones del circuito de recompensa cerebral. La sociedad es víctima de la telefonía móvil. No podemos vivir sin ella. Somos esclavos de la tecnología y sus caprichos.
Lamentablemente, por imposición laboral, social y personal, haber perdido el móvil el pasado viernes sólo me va a dejar unos días de relax recordando lo que era vivir sin él, sin los sms’s, sin vibraciones ni tonos estúpidos. Lamentablemente, el virus inoculado me dejará echando de menos el Nokia 6230i perdido en una noche de juerga y darle la bienvenida a otro bicho tecnológico de estos un poco más modernos.

jueves, 17 de julio de 2008

Review ‘Las Crónicas de Narnia: El Príncipe Caspian (The Chronicles of Narnia: Prince Caspian)'

Entre el tradicionalismo y la modernidad
Manteniendo la corrección y fascinación de su primera parte, el filme de Andrew Adamson quiere auspiciar la comercial y la trascendencia sin llegar a conseguir un equilibrio entre ambos términos.
‘Las Crónicas de Narnia’, como adaptación cinematográfica (aunque también en términos literarios), puede considerarse como la hermana fea de una trilogía tan universal como ‘El Señor de los Anillos’, de J. R.R. Tolkien, al compartir con ésta varios puntos en común de una mitología que bebe de doctrinas fabulescas, de magia y espadas en historias que giran en torno a la heroicidad en lucha contra el Mal en una época de alegoría medieval. Las respectivas sagas literarias de C.S. Lewis y Tolkien proceden de una amistad arraigada a la afición por este tipo de literatura de fantasía épica que compartieron durante su profesorado en el Magdalen College en Oxford. Lo inevitable, tras el multitudinario éxito de la trilogía de Peter Jackson, era que la aventuras del mundo mágico de Narnia se concretasen en una adaptación con más ambición que la vista en la pequeña pantalla producida por la BBC con una serie catódica que pasó sin pena ni gloria.
Hace un par de años ‘Las Crónicas de Narnia’ vio su traslación a la gran pantalla de la mano de Andrew Adamson (principal valedor de ‘Shrek’ y secuela), respaldado por una productora necesitada de una saga boyante como era Disney. El resultado fue una película familiar que, pese a que en la comparativa inevitable con la obra de Tolkien salía algo perjudicada, no abdicó en el estricto facsímil oportunista, si no que procuró abordar a su manera, con menos medios y más afinidad infantil, la primera de las aventuras de la heptalogía que compone esta mágica obra de Lewis. Sin perder los designios ilativos con las resonancias ‘tolkianas’ ‘El León, la bruja y el armario’ fue una digna cinta, de gran interés en cuanto a ritmo, invención, ajustados efectos especiales y fidelidad literaria representando un mundo donde los cuatro hermanos Pevensie llegan a Narnia cuando la hermana pequeña descubre el mitológico universo en el fondo de un armario.
Dado el buen funcionamiento de la primera entrega, la segunda parte ‘Las Crónicas de Narnia: El Príncipe Caspian’ era de prever. Y lo hace con el regreso de Susan, Peter, Edmund y Lucy Pevensie al mundo en el que lucharon contra la malvada Reina Blanca más de 1.300 años después. En ese momento, Narnia ha sido dominado por los telmarinos, hombres que se han establecido allí desplazando a las criaturas mágicas que tienen en el Príncipe Caspian, heredero destronado por el pérfido Rey Miraz, a un valedor junto a los Reyes Antiguos (que son los Pevensie) para recuperar la paz en Narnia. Andrew Adamson repite para la Disney en su función de director. Y lo hace sin salirse mucho de los márgenes de su contribución a la primera película; narra esta historia de reconquista con buen pulso narrativo, cediendo la prioridad a ese universo de evasión y gusto por la fantasía más que profundizar en la índole moral que rodean a la obra de Lewis, algo que tenía tanta importancia en su antecesora. Hay que referirse así a ese reduccionismo del cristianismo llevado a la tradición fantástica, a la agonía de un Mesías felino que ofrendó su vida a favor de sus devotos, con su sacrificio sobre una gran piedra que se rompe para dar paso a la resurrección que libere al pueblo de la maldad.
Todo eso, en esta secuela, pierde parte de protagonismo en la historia. Pero como sustento básico es imposible no recurrir a él cuando los pasajes más anodinos de la fábula hacen languidecer el interés. ‘Las crónicas de Narnia’ consolidan de esta manera su estructura argumental en un orbe místico que remite al catolicismo, pero la intención es la de que se pueda considerar más oscura, ya que la mayoría de los personajes son obligados a seguir creyendo con firmeza en sus posibilidades, aunque estén a punto de caer en la tentación del Mal, en la arrogancia o en la violencia sinsentido. Eso sí y por supuesto, la aparición final (y previsible, por otra parte) del león Aslan, remite sigue remitiendo directamente a la necesidad de confiar en Dios para desafiar los problemas. Hay más esbozos primigenios, otros temas ya presentados en la primera película que vuelven a formar parte de esta nueva epopeya, como la deconstrucción del modelo familiar tradicional o el escapismo paradójico de esos niños que huyen de un conflicto bélico real para combatir en otro dentro de un mundo fantástico, cuestionando de esta manera la guerra y sus motivaciones, pero reivindicando la libertad como derecho incoercible. En ‘El príncipe Caspian’ existen, como añadidura, disyuntivas sobre dobles disposiciones jerárquicas, con conciliaciones o batallas entre pueblos que devuelvan al mundo de Narnia hacia la paz y la convivencia común. Más disposiciones a la hora de levantar un producto más ambicioso a todos los niveles, donde Adamson y sus guionistas no se olvidan en acentuar las resonancias ecológicas, pues la aversión de telmarinos al mundo de Narnia les lleva a querer destruir el bosque mágico en secuencias que parecen extraídas de un documental sobre deforestación de la selva amazónica más que de un universo onírico y profético.
De este modo, entre el tradicionalismo y la modernidad, ‘El Príncipe Caspian’ sigue las reglas de la ancestral propuesta maniquea entre el Bien y el Mal, el Mundo real confrontado con una Tierra nacida de la Imaginación y la Fantasía, tal vez menos sensiblera con la parte dramática que su predecesora, pero sin evitar caer en los mismos vicios (y su vez defectos) que ‘El León, la bruja y el armario’. Querencias puntualizadas en un diseño de producción impecable, que se sirve de unos efectos especiales muy por encima de los ya correctos de su predecesora que bascula en todo momento entre el exceso y el recurso, donde las imágenes de CGI se sirven como atractivo que se coloca siempre por encima de la historia y no al contrario, como debería ser.
Olvidados fugazmente los ecos de permutación a la fórmula de las películas de Peter Jackson, ‘Las Crónicas de Narnia’ encuentran su voz propia en dos errores básicos; la subordinación al espectáculo, que produce una indiscutible descompensación en términos narrativos. Y la desorientación por el exceso de un producto de marca manufacturada que no tiene un ápice de riesgo. A ello juega en contra de esta segunda parte el exceso de metraje, que da vueltas en varios instantes del filme sobre sí mismo y sobre los mismos argumentos que su predecesora, restando agilidad, bloqueando en gran medida el desarrollo de la historia. Todo por no perder su respeto hacia el relato alegórico por encima del bélico o el aventurero, por redundar en esos tintes de creencia ciega en la llegada del Mesías en forma de inmenso león con la voz de Liam Neeson. Por esta razón, el filme no logra consolidar su parte funcional, donde la acústica del metal blandiendo espadas y sus batallas se debilita por la edificación emocional que sí se mantenía con coherencia en la primera parte. ‘Las crónicas de Narnia’, en conjunto, quiere auspiciar estos dos términos, el comercial y el trascendente, sin llegar a conseguirlo.
Tampoco fue desde el principio saga de buenos intérpretes, ya que los jóvenes rostros que comparten (hasta ahora) el díptico (Skandar Keynes, William Moseley, Georgie Henley y, sobre todo, Anna Popplewell) no sacan partido a ningún tipo de registro. Tampoco ese jovenzuelo con cara angelical sin expresión que es Ben Barnes, el encargado de dar vida a un Príncipe Caspian. Un actor destinado a empapelar carpetas de instituto que no posee ningún carisma. Si en la primera parte Tilda Swinton ofrecía una actuación digna da elogio. Ahora son los secundarios Peter Dinklage y Sergio Castellitto los que parecen tomarse en serio su talento. Que Swinton aparezca aquí fugazmente, hace que el personal se quede con las ganas de un nuevo recital de la ‘oscarizada’ actriz londinense. Su cameo es un mero espejismo. Un ‘set piece’ como tantos otros dentro del mundo de Narnia, que parece funcionar a golpe de impulsos.
Ocasionalmente deslumbrante, pero insubstancial y desequilibrada en su fondo, esta segunda parte no alcanza sus objetivo de llegar a abarcar la capacidad de diversión que sí logró la primera película de las aventuras narnianas. Sin embargo, Disney tiene su Saga Épica que proporciona ese tan ansiado target infantil y juvenil que agrade también al público adulto. En ese vértice, es donde los mundos de Narnia sí desempeñan una discreta función de divertimento épico de calidad, situándose como escrupulosa adaptación de una de las mejores series literarias del Siglo XX.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008

lunes, 14 de julio de 2008

'El año pasado en Marienbad': el lugar y el tiempo

En el excelente artículo ‘The Haunted Palace’, Kathleen Murphy hace una meticulosa exploración sobre la frías losas de piedra del corredor de báculos de madera y estucos rodeados de grabados que se perciben como hermoso contexto de ‘El año pasado en Marienbad’. En él, la escritora centra su mirada por la obra maestra de Alain Resnais para abordar un apasionante recorrido a través de otros puzzles cinematográficos condenados al recuerdo, como los siniestros secretos que encierran las enmoquetadas galerías del Hotel Overlook de ‘El Resplandor’, de Stanley Kubrick, atravesando (y diseccionando) diversas correderas como vías de escape a la psique humana de la entelequia y la irrealidad, donde lo imaginario se confunde con lo tangible, en el momento en que la memoria reinventa el mundo. Se pasea así de puerta en puerta por películas como ‘La dama de Shanghai’, de Orson Welles, ‘El Oscuro Objeto del Deseo’, de Luis Buñuel, haciendo alusión a Max Ophuls y Josef Von Sternberg e incluso llegando a ‘Vertigo’, de Alfred Hitchcok, haciendo semejanzas entre una película de sortilegio único con los juegos y puzzles que proponen estas obras también clásicas, como laberintos ficcionales donde el hipnotismo, la amnesia o la imaginación solipsista establecen una ilusión óptica que el espectador debe desvelar sin ningún tipo de pretensiones cartesianas.
Desde el gusto por la ornamentación visual, hasta el arrebato de fractura epistemológica, Resnais utilizó este clásico como ejemplo, destructivo y renovador al mismo tiempo, de la expresión y la evolución del lenguaje cinematográfico, donde la significación prevalece antes en el deseo y la imaginación que en la lógica y la realidad. Hermética y calculada, ‘El año pasado en Marienbad’, narra cómo un hombre se obstina por persuadir a una mujer de un encuentro en el mismo hotel donde se hospedan un año antes, lugar donde mantuvieron un ‘affaire’ y se citaron justo un año después. Sin embargo ella no lo recuerda, entrando en un turbio juego de reiteración pasional y persuasiva. Se muestra al espectador como una miscelánea de emociones e imágenes, donde su seductora planificación, la utilización de los espacios y los rostros de Delphine Seyrig y Giorgio Albertazzi se perpetúan conjurados por la magia formidable del Séptimo Arte en la penetración alegórica de un mundo espectral que el crítico Dave Kehr define como “el hemisferio perdido de la cinefilia”.
La mirada del público consume los retazos visuales que adornan esta indescifrable historia desarrollada en el barroquismo del entorno, en los interminables pasillos, en estáticos personajes vestidos de gala y en el recuerdo borroso de unos jardines geométricos en un tiempo desestructurado que esconde secretos inconfesables. La cinta de Resnais, escrita por Alain Robbe-Grillet, es un enigma psicológico perceptivo que no ofrece conclusiones a las incógnitas lanzadas al espectador. Bajo esa música de órgano fúnebre y siniestra se esconden preguntas acerca del tiempo y los lugares, el pasado y el presente, la locura y el sentimiento, incluso de la muerte y el recuerdo. La obra del director francés es un legado que apela a la mirada del que se introduce en su rompecabezas y a su facultad de contemplar, de escuchar, de sentir.

jueves, 10 de julio de 2008

Review 'El Increíble Hulk (The Incredible Hulk)'

Enfatización de la diversión digitalizada
Louis Leterrier reformula la adaptación de la versión de Ang Lee olvidando la vena dramática y sostenida para ofrecer un espectáculo pirotécnico sin muchas pretensiones.
A muchos el ‘Hulk’ de Ang Lee les decepcionó, en parte, por la libertad introspectiva con la que se abordó al personaje creado para la compañía Marvel Comics en 1962 por Stan Lee y Jack Kirby. En una época de fiebre de adaptaciones del cómic a la gran pantalla, ‘Hulk’ emergió como una ‘rara avis’ dentro del género, ya que la acción y espectáculo que se esperaba de un poderoso rol como ese ente encabronado que se conoce en España como La Masa se vio restringido por una pátina de cine de autor y de intimismo soterrado que dejó a muchos con la sensación de una fallida perspectiva del antihéroe basado en la obra de Stevenson ‘El Extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde’.
El director de ‘Sentido y Sensibilidad’ y ‘La tormenta de Hielo’ se desmarcó de los preceptos del ‘blockbuster’ por los que se apostaba, convirtiendo el mito del cómic en una demostración personal de estilo. El resultado puede considerarse un tremendo error de cálculo, puesto que Lee no supo equilibrar la balanza entre el drama interno del personaje con el acercamiento a una estética puramente tebeística, al cómic como arte, pretendiendo adoptar el aspecto y los procedimientos narrativos del cómic al cine, abusando del ‘split screen’ a modo de viñetas o de la utilización del montaje fragmentado para ofrecer algo de epidermis ornamental para penetrar el único tema que al cineasta oriental parecía interesarle; la tragedia como concepto que se deriva del ser y de sus consecuencias. Vamos, que Ange Lee, en conjunción con sus guionistas, intentó zumbarle al espectador una soflama psicológica sobre el gigante verde, en una disertación sobre la relación paternofilial de Bruce Banner y su padre. De ahí que tal alteración en la aplicación natural de una adaptación de un tebeo como éste no fue entendida ni por parte de sus responsables ni por parte de un público que, obviamente, le dio la espalda a la película.
Con el control sobre todas las adaptaciones que lleven su sello, la Marvel Studios, con la intención de tener un mayor control creativo y de mayores ganancias, ha optado por no salirse de los márgenes de calidad y entretenimiento a los que van a acomodar a sus próximas franquicias, como lo ha demostrado con la apreciable ‘Iron Man’. De hecho, aquí Robert Downey Jr. hace un pequeño cameo como Tony Stark y se habla dentro del filme de un plan heroico que pertenece a un inminente Capitán América, personajes junto a Thor (de estos dos últimos ya se está preparando el correspondiente filme), formarán parte de la historia definitiva de cómic bajo el título ‘The Avengers’. La madre de las películas de superhéroes. O así lo están vendiendo.
‘El Increíble Hulk’ tampoco genera unas expectativas muy elevadas respecto a su predecesora, situándose como mero espectáculo que comienza introduciendo de forma breve y diligente el origen y maleficio del héroe, en unos títulos de crédito aprovechados con gran capacidad de síntesis. Con esto, la historia arranca en Brasil, donde Bruce Benner busca la curación que detenga los efectos que la sobreexposición de rayas gamma y librarse del monstruoso alter ego en que se convierte cuando su ira aflora al exterior. Tampoco faltan en escena los personajes de Betty Roos, la mujer que le robó el corazón y de la que se alejó para no hacer daño y el padre de ésta, el General Thunderbolt Ross, que logra junto a un agente de la KGB, Emil Blonsky, crear otra criatura similar a Hule exponiéndole a una dosis superior de la radiación que convierte a Banner en la bestia verde.
Con esto, lo que deja claro desde su inicio es que este producto no se trata de una secuela, ni de una prolongación de las desventuras de Bruce Banner, sino que la nueva derivación de Hulk, como una revisión en toda regla que ha sido creada para impugnar y disentir sobre el trabajo de Lee, recusando su adaptación hasta el transformación. El filme de Louis Leterrier se sitúa en las antípodas de su antecesora, más cerca del remedo de la serie televisiva de los finales de los 70 protagonizada por Bill Bixby y Lou Ferrigno para sostenerse a lo largo de toda la trama en una descarada enfatización por el espectáculo devenido en agradecidas persecuciones, acción desbordante y esa abrumante pelea final entre la Masa y Abominación, en una disposición por dilucidar a trazos de brocha gorda sobre el drama interior del científico, sabiendo introducir las enorme separación entre este producto con el primer acercamiento de ‘Hulk’, tanto en sus recursos estéticos como en los conceptuales.
Bruce Banner toma los rasgos de un actor como Edward Norton, que introduce al rol como un hombre sometido a un férreo autocontrol, delimitando esa condición de mártir como única abstracción personal del antihéroe, jugando incluso a darle un cierto toque de humor con respecto a los pantalones de Hulk, algo que siempre se ha preguntado el lector del cómic, que alude obligatoriamente a su inhibición sexual. A medio camino entre el mito de ‘Frankenstein’ y ‘La Bella y la Bestia’, la historia de amor y distanciamiento entre Banner y la bella Ross se resiente por la inundación de las implacables y grandilocuentes fugas de Banner.
Cierto es que este nuevo Hulk acaricia en muchos instantes la mediocridad, cayendo en ella aunque sea de forma fugaz, pero lo más destacado es que el filme del cineasta francés sabe estabilizar su acción pirotécnica con un fondo existencialista que no molesta, pero que, obviamente, resulta bastante rácano en márgenes para la profundidad dramática. ‘El Increíble Hulk’ mantiene un ritmo que es, en todo momento, el salvoconducto de una película veraniega que funciona discretamente, como un videojuego de calculada seguridad, echando en falta algo más de espesor en todas su esferas. Es insuficiente como filme, pero se suple con una loable consecución del sentido de la diversión digitalizada que se requería para la función, ciñéndose a sus propias reglas y convenciones genéricas.
Lo mejor, sin duda alguna, es un Edward Norton que no escatima en talento a la hora de abordar el perfil de Banner, en una esforzada atribución interpretativa digna de elogio, restada en todo momento por la irrupción del ente digital, que parece sustraer la esencia humana que el actor otorga a su rol. ‘El Increíble Hulk’ es, por tanto, un espectáculo ágil y hacendoso al que no se le puede reprochar su absoluta condición de ‘blockbuster’ de esta época del año.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2008

miércoles, 9 de julio de 2008

$ 736,568,865

Cuando Harrison Ford, George Lucas y Steven Spielberg dijeron aquello de renunciar a cobrar por su trabajo si 'Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal' no recaudaba un mínimo de 400 millones de dólares en su exhibición mundial, casi todos sabían que esa cifra sería alcanzable. Paramount invirtió en 'Indy IV' unos 335 millones de dólares, 185 millones en la producción y al menos 150 millones de dólares para su promoción en todo el mundo.
Las expectativas han sido y están siendo más que superadas.