lunes, 3 de diciembre de 2007

Hombres de Deshonor

Como la Camorra en Nápoles o La Ndrangheta en Calabria, en Salamanca tenemos nuestro particular mafia que tiene que ver más con la acepción del término ‘miseria’ que aquella frase acuñada en los principios de estas organizaciones que venía a rezar “Morte alla Francia, Italia Anella!”. Y es que el acalde de esta ciudad, el polichinela que se autoerigió como adalid del Archivo Histórico y lo utilizó como escudo protector y excusa para su campaña electoral, actúa también como brazo ejecutor en la salvaguardia de los objetivos en beneficio de su propia ‘Famiglia’, bien sea para sí mismo así como para un grupo de constructores a los que perdona deudas al Ayuntamiento con cifras mareantes.
Mientras, para paliar estos deslices de sablista y como reflejo de su mala gestión al cargo de una alcaldía que siempre le ha venido grande, el cacique del Lado Oscuro abusa de los ciudadanos robándoles un poquito más (como hacen todos los políticos, pero en una actitud insolente). Así, este autócrata de medio pelo pretende subir las tasas de la recogida de basura un 35%, incrementar el 84,25% el bonobús, el 14% en la depuración del agua, plusvalías hasta el 34% y de 45 euros en el IBI… ¿A quién perjudica esto? Como siempre, en este tipo de decisiones unilaterales y despóticas, al ciudadano humilde, a las personas mayores, a los que tienen que pagar de su bolsillo los caprichos endogámicos del alcalde del bigote con ese aire a lo ‘Julian Muñoz’, personaje al que no le anda a la zaga éste.
Ayer la ciudad salmantina se congregó, por segunda vez en quince días, para protestar por el abuso arbitrario de esta situación. Ayer, 50.000 personas salieron a la calle haciendo que la Plaza Mayor de la ciudad se quedará pequeña. La indignación tiene voz popular. La tiranía calla y actúa en silencio. Es el caos de un dinero, que se cuenta hoy en decenas de millones de euros, despilfarrado en multas sin cobrar, juicios perdidos, caprichos del propio Lanzarote y gastos en publicidad partidista durante las últimas elecciones.

viernes, 30 de noviembre de 2007

Review 'Michael Clayton'

Juego de intereses
El debut de Tony Gilroy es un ‘thriller’ temperado que evoca al cine denuncia de los 70 al proponer un viaje a las dudas éticas de un personaje inmerso en un entorno que menosprecia la ley y la justicia.
Bajo el auspicio de Steven Soderbergh, Anthony Minghella, Sidney Pollack o el propio George Clooney, Tony Gilroy ha debutado tras las cámaras después de una brillante carrera como guionista que tiene como colofón la más que interesante ‘Saga Bourne’. Para esta su primera película, Gilroy se ha decantado por un género que conoce bien, el ‘thriller’ que apunta a la frialdad visual de la saga protagonizada por Matt Damon y al adeudo ideológico que tanto le gusta a Clooney. ‘Michael Clayton’ comienza como acaba, en la narración retroactiva de un dilatado ‘flashback’ hacia las últimas 96 horas de un hombre sin escrúpulos que trabaja para un bufete de Nueva York con el cometido de arreglar las situaciones más comprometidas de la manera más limpia y rápida posible. Es lo que se conoce como ‘fixer’ o mediador, un solucionador de problemas que se ocupa, en este caso, de Arthur Edens, un letrado que desequilibra su comportamiento cuando descubre que la prestigiosa multinacional agroquímica a la que ha defendido a lo largo de seis años ha ocultado a los ciudadanos que uno de sus productos estrella era altamente cancerígeno. La aprensiva conducta del abogado expondrá los intereses de la multinacional y la de su bufete, instante en el que Clayton será llamado para hacer su trabajo. Por supuesto, Clayton se verá atrapado en una encrucijada moral entre lo que exige su trabajo y la lealtad a su empresa o la fidelidad a su amigo y los dictados de su propia conciencia. Es la diatriba moral que envuelve una trama de ambigüedades que rodean a personajes despersonalizados, que actúan como marionetas según intereses, menospreciando la ley y la justicia, abandonando la conciencia moral al amparo del dinero y el poder.
El personaje protagónico de Clooney es un antihéroe despojado de cualquier atributo heroico, inmerso en una trama conspiratoria bifurcada sobre dos ejes determinados, el relacionado con la intriga desatada por el enloquecido Edens y, por otra, la vertiente personal y reflexiva del protagonista principal, que va desgranando su personalidad con pequeños retazos, mostrando a un hombre afixiado, en un momento crítico de su vida, enfrentado a unos principios éticos que colisionan de lleno en la utopía quijotesca de un fiero abogado cansado de mentir y manipular a la gente para el bufete en el que trabaja regido únicamente por el dinero.
Es en ése punto donde el filme de Gilroy se desmarca de cualquier formulismo que evoque a los ‘thrillers’ de acción de denuncia de los 70, más allá del propósito atmosférico y argumental, como un ejercicio de empirismo moral que apela a la conciencia social, mientras planeta disyuntivas éticas y morales en el personaje principal a lo largo de la contemplativa observación de la vida del mediador, de su manipulación y juego sucio, en la su supervivencia de sus propios defectos. ‘Michael Clayton’ es un viaje personal en el que los demás personajes son peones que interpelan subjetivamente la verdadera identidad estructural de ese enigmático hombre algo antipático dentro del juego narrativo.
La cinta desgrana en el camino una fría delación sobre la deleznable impureza con la que las grandes corporaciones manejan el mundo moderno, pisando al ciudadano en su camino, sin escrúpulos de ningún tipo a la hora de evitar responsabilizarse de los graves errores que cometen. Es como un cáncer extendido y normalizado que anida en los gabinetes de abogados, en los peces gordos de la alta sociedad, en los políticos, en los Gobiernos y, sobre todo, en sus consejeros legales, que actúan a espaldas de los poderosos para salvaguardar los intereses comunes. Buitres, en definitiva, de las manos que manejan los hilos de las títeres de la sociedad capitalista. Una sociedad, la actual, mostrada de un modo tristemente realista dentro del filme, donde el bien y el mal han pasado a ser abstractos términos sin definición concreta.
Gilroy planeta un desafío inteligente, absorbente en su contenido, adoptando una insondable frialdad en su forma, en la perspectiva con la que se mira a unos roles dentro del mundo de inclemencia profesional, que tiene el lógico contraste residual de la Saga Bourne, con la que Gilroy se ha consolidado definitivamente en Hollywood, manteniendo una falsa distancia respecto a los personajes mediante su realización lánguida y metódica, que desestructura la lógica linealidad de la acción en función del interés progresivo del suspense, en una conseguida dosificación que a veces parece fluctuar con especulación, con la dilatación innecesaria del metraje, pero que reivindica en cambio su poderosa narrativa austera e impasible ante cualquier tentativa de sensacionalismo. Gilroy aporta con ello una densidad atmosférica de tajante sobriedad en una trama en la que la enjundia viene dada por el énfasis de la palabra y no por la acción, aprovechando así la intensa capacidad de un George Clooney inmenso y ubicuo, así como a sus extraordinarios intérpretes secundarios Tom Wilkinson, Sidney Pollack y Tilda Swinton. Es otra paradigmática variante de cine negro, género en el que el guionista es un versado conocedor.
‘Michael Clayton’ acaba, no obstante, con una moraleja final, con el ánimo (eso sí, pesimista) combativo ante las injusticias, con la redención enfrentada en un cara a cara a los poderosos que reivindica su papel del individuo en la sociedad, con una oportunidad de escupir a las iniquidades de un sistema controlado por este tipo de multinacionales que utilizan el terrorismo corporativo para encubrir a personalidades más relevantes dentro de la política y diversos medios de poder, algo que aquí se obvia por completo, lo que resta mayor contingencia y valentía a la propuesta.
No obstante, la intención de Gilroy queda clara en una finalidad que remite a los discursos acerca de los peligros de las corporaciones que llevaron a cabo Galbraith o Noam Chomsky, a la denuncia sobre el dominio y el control de la población, desvinculándola de la verdad. Un universo de tiburones en el que las relaciones de poder entre empresas, entre las grandes compañías que dominan el mundo, son capaces de asesinar a importantes piezas en un juego de ajedrez sometido al interés y al dinero sin tener en cuenta ningún principio moral. El filme de Gilroy, simplemente, refleja la sociedad en la que vivimos.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2007

miércoles, 28 de noviembre de 2007

¡¡Es él!!

Posiblemente todos las hayáis visto ya. Posiblemente, parezca una excusa perfecta para dejar un post y actualizar el weblog. Sin embargo, siempre hace ilusión observar al héroe por antonomasia y saber que en siete meses volverá, bajo las eternas notas de John Williams.

martes, 27 de noviembre de 2007

El nuevo anuncio de Freixenet, por Martin Scorsese

Viendo el nuevo anuncio de Freixenet, uno se pregunta si en realidad en esa apuesta de los directivos de la empresa de cava se ha acertado en el arriesgado envite al concederle al último ganador del Oscar y clásico entre los clásicos del cine contemporáneo, Martín Scorsese, la libertad necesaria para hacer un ‘spot’ sin concesiones a la reiteración. Los anuncios navideños se nutren de ese aire ñoño, de familiaridad, alegría, fanfarria, esperanza y buenos propósitos de cara al año que se avecina. Por eso, Freixenet siempre ha apostado por el lujo y el boato de rostros conocidos que, en el último plano, se giraban a cámara para pronunciar la eterna frase “Felices fiestas con Freixenet”.
Vale, hasta ahí todo claro. Scorsese ha renunciado a cualquier formulismo y ha creado una obra maestra en formato de cortometraje, ofrenda impecable al maestro Alfred Hitchcock, con una admiración y una meticulosidad asombrosas. En el spot (que dura lo que un corto convencional), podemos evidenciar que el director neoyorquino ama tanto el cine del gordo inglés, que ha sabido extirpar la vida y esencia, el énfasis emocional y estético de los 50, la magia cinematográfica y el imposible sortilegio del Maestro del Suspense. ‘La Clave reserva’ es una maravilla digital que se aleja tanto de los arquetipos navideños que parece cualquier otra cosa antes que un anuncio, en una pequeña y enigmática historia que narra la búsqueda de una llave que abra la caja de Carta Nevada durante una representación en el Carnegie Hall Es la nueva lección de nostalgia de Scorsese, de su devoción por el cine, por los clásicos, por Bernard Herrmann, por la intriga y el clasicismo, por ésa trasgresión de la apariencia y la realidad que une el cine del genio británico y el maestro Scorsese.
Se aleja tanto de sus antecedentes que uno se pregunta dos cosas. Primero, cómo van a guillotinar esta maravilla cuando se emita en televisión y de qué forma truncarán su condición fílmica. Han asegurado que extraerán algunos planos que darán como consecuencia los dos ‘spots’ navideños de Freixenet. Segundo; cómo se les habrá quedado el cuerpo a los grandes directivos de Freixenet al ver el resultado final, anti-navideño, pieza de orfebrería moderna que renuncia a los tópicos de estas fechas venideras y que radicaliza en exceso la idea de cambio de estrategia publicitaria para presentar su tradicional anuncio.
Puede que fuese su intención, pero Scorsese ha rebasado el límite de esa buscada inspiración en la marca para realizar una película corta para crear una delicia visual atemporal, que poco tiene que ver con los designios de la marca catalana hasta la fecha.
Esperemos por ello las reacciones del público ante uno de los comerciales más esperados del año.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Review 'Lions for Lambs'

Disertación sobre el compromiso antibelicista
Redford, paladín de la crítica ‘anti-Bush’, expone con acierto un llamamiento social a la Norteamérica indiferente a la Guerra de Irak, buscando el didactismo crítico que muestre la falsedad de una sociedad anclada en el bienestar.
Resta un año y unos meses para las elecciones presidenciales estadounidenses y Hollywood empieza a posicionarse en contra de los republicanos con una retahíla crítica de filmes que escrutan con detallismo las oquedades políticas y éticas de la guerra de Irak y Afganistán, poniendo en evidencia la actitud gubernamental yanqui en relación con su intervención bélicas en estos países. A lo que hay que sumar la confrontación internacional con el gobierno de Geroge W. Bush, extendida ya a un gran sector de la población norteamericana. ‘Redacted’, de Brian De Palma, ‘Grace is Gone’, de James C. Strouse, ‘Regreso al infierno’, de Irwin Winkler, ‘En el valle de Elah’, de Paul Haggis e ‘Imperial Life in the Emerald City’, de Paul Greengrass se unirán a esta ‘Lions for Lambs’, último filme de Robert Redford que se sitúa en este actual cine de militancia comprometida, de ideología liberal, que trata de poner en evidencia los cenagosos lucros geopolíticos y económicos que protege el actual régimen político de la Casa Blanca.
Si fueron los documentalistas, Michael Moore y Deborah Scranton, los que comenzaron a instar al voto apoyado en la izquierda americana como última esperanza para defender la democracia frente a la iniquidad de esta administración, parece que la gran industria del cine está dispuesta a criticar las circunstancias políticas con incómodos mensajes ‘anti-Bush’, amparando el enjuiciamiento de una Guerra que está en activo, algo que no sucedía desde Corea, cuando la cinematografía hollywoodiense instaba a la propaganda y el favor popular del conflicto que dividió el país asiático. Un hecho antagónico a la nueva hornada de estas citadas películas bélicas. ‘Lions for Lambs’ es el ejercicio discursivo de un hombre concienciado con el tema como lo es el veterano Robert Redford, director del Festival de Sundance y paladín acusador contra las altas esferas de la política norteamericana. Tanto es así, que su próximo proyecto como director, incidirá en esta pertinaz ofensiva política: ‘Against All Enemies’, una exposición sobre la gestión de la administración Bush de la amenaza terrorista de Al Qaeda desde los atentados del 11-S.
Bajo una ejecución estructural y esquemática, con una puesta en escena convencional, Redford adapta el guión de Matthew Michael Carnahan apuntalando su invectiva incursión en la política exterior estadounidense desde cuatro frentes desde los que se observa el conflicto de Afganistán; el político, el periodístico, el académico y, por último, el militar. Dentro de estos términos, como si de una obra de teatro se tratara, Redford reduce los espacios y los excelentes diálogos a las relaciones que se establecen entre los distintos personajes y sus perspectivas ante el hecho, desde el poderoso senador republicano, sofista y manipulador (representante perfecto de cualquier político del mundo), que trata de vender la esperanza de la victoria bélica con una nueva estrategia militar a través de una acreditada periodista televisiva dubitativa entre su pretérito progresista y el compromiso conservador de su cadena, al profesor veterano que no duda en recurrir al proselitismo con un estudiante tan sobresaliente como apático y cínico con el compromiso ideológico… hasta llegar a dos estudiantes, uno afroamericano y otro mexicano, que ven en el alistamiento una manera segura de comenzar una carrera universitaria sin condicionamientos económicos, luchando por su país y por su futuro.
En el trayecto, donde los vínculos entre los personajes y sus respectivos discursos van intercalándose, se produce un lógico enfrentamiento entre la teoría y la praxis, entre las dualidades de opiniones que se establecen en el juego; entre la manipulación mandataria y la conciencia popular, entre la actitud de cambio, entre las dudas ideológicas y la apatía social establecida en una juventud que, al contrario que en la Guerra de Vietnam, ha optado por la cómoda indiferencia desanimada ante los acontecimientos, sin levantar ningún tipo de voz de crítica. Y es que ésa analogía entre ambas guerras se hace constante en el filme de Redford, igualando los dos conflictos en su patriotismo inmundo y el afán de beneficiarse políticamente con la muerte de soldados que, como se especifica en el filme, son aquellos a los que las altas esferas gubernamentales ignoran por su condición social, pero que son los primeros en verse inmersos en un conflicto (en este caso Afganistán) del que no conocen las verdaderas razones militares, pero que no responden a la idea de una lucha por la libertad.
Por eso, ‘Lions for Lambs’ destaca en su honestidad casi teologal a la hora de exponer su manifiesto antibelicista, que alza la voz contra un Bush que ha fundamentado su política en el miedo y la incertidumbre, sin olvidar el lugar de los medios de comunicación en la guerra contra el terrorismo en una guerra que mezcla presente y pasado sin diferencias, en la que se están cometiendo los mismos errores y atrocidades dentro de un campo de batalla sin sentido.
Una lección de compromiso, donde destaca, muy particularmente el trío formado por Redford, Meryl Streep y Tom Cruise(éste en especial), los cuales aportan algunas de sus mejores interpretaciones en sus respectivas e inabordables filmografías, comprometidos hasta el final con el mensaje del filme, con tal grado de implicación que sorprende el realismo de sus excepcionales creaciones. ‘Lions for Lambs’ deja ver cierta contrición inmutable dentro de su crítica y que, pese a que es indulgente con su discurso, buscando el didactismo que no enturbie su claro intención de crítica, refleja con acierto la falsedad de una sociedad anclada en el bienestar, acostumbrada a que las noticias de relevancia moral pasen imperceptiblemente en un letrero de una exclusiva sensacionalista, así como la prioridad en el argumento del servilismo de algunos periodistas, del cinismo arrogante de los políticos o de aquellas personas que fueron combativas y críticas, pero que, sin embargo, han acabado en la comodidad de aquellos que no se involucran.
Redford sabe en todo momento que su última película puede llegar a ser demasiado idealista en su exposición de ideas progresistas, algo caducas para los tiempos que corren, no obstante tampoco olvida la crítica concienciadora de un personaje (la periodista Janine Roth), otrora soñador y contestatario, que vislumbra que aquellos lugares en donde se sublevaron con manifestaciones contra las injusticias, ahora permanecen vacíos, sin voces de reprensión, concluyendo el filme con otro, el joven estudiante Todd Hayes, que se encuentra ante dudas similares pese a su inexperiencia, dejando un paradigmático final abierto que obliga al espectador a hacerse preguntas. Y es ahí donde reside la mejor consecución del sugestivo filme de Redford.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2007

miércoles, 21 de noviembre de 2007

El adiós de uno de los Grandes Genios de la Cultura

En el momento de la muerte de Fernando Fernán-Gómez, uno se detiene a capturar fugazmente todos aquellos momentos imposibles de repetir que ofreció este huraño y erudito hombres de Letras, de Cine, de Teatro… del Arte en su concepción máxima; ‘Balarrasa’, ‘Botón de ancla’, ‘Las bicicletas son para el verano’, ‘El mar y el tiempo’, ‘El ascensor de los borrachos’‘La Vida por delante’, ‘El Anacoreta’, ‘Mi hija Hildegart’, ‘Ninette y un señor de Murcia’, ‘Belle Epoque’… las memorables y magistrales obras maestras de nuestra cinematografía ‘El extraño viaje’ y ‘El viaje a ninguna parte’ y muchas otras obras teatrales, literarias y cinematográficas que se escapan en la memoria de lo imprescindible, como la figura del que ha sido y será, probablemente, el mejor actor que haya tenido España, pero también de una figura indefectible dentro del Séptimo Arte en toda su Historia. Sus portentosas interpretaciones rebasan cualquier elogio posible, por su inagotable capacidad para dar vida con absoluto realismo y versatilidad a cualquier carácter que se le pusiera por delante, con sus inconfundibles rasgos, con su omnipotente voz que hizo de su expresión una virtud absoluta, sin llegar jamás a la afectación del histrionismo y sin forzar sus impresionantes interpretaciones, exactas, estilizadas, sin lugar para la duda sobre sus aptitudes ya fuera en comedia o en drama, en teatro o en cine.
Fernán-Gómez llevaba varios años compartiendo espacio con los Grandes Dioses, con los Creadores de talento inaccesible para los terrenales aspirantes a lo que él siempre fue; un genio superlativo con una obra artística que excede toda evaluación. El viejo cascarrabias de pelo rojo, de carácter agrio y distante en público, cercano y afable en el ámbito privado, ha sido una de las personalidades más importantes dentro de la cultura española de la segunda mitad del Siglo XX, pues el sello indeleble de la sabiduría y el talento heterodoxo e inquieto del totémico autor se hace necesario a la hora de definir y adorar a las personalidades que lo merecen. Y Fernán-Gómez era uno de ellos.
Adjetivar su persona dejaría términos como vanguardista, satírico, disidente, cínico, existencial, paradójico, marginal, fustigador, clarividente, sentimental, dialoguista… Un cirujano de la dialéctica y un profundo conocedor del discurso. Supo ofrecer la vena crítica en el desarrollismo, paliar las ansias de crítica durante la dictadura, reflexionar sobre la vida humana en un entorno más positivista que escolástico y aportar al humor y al drama la circunspección y humanidad que ambos géneros necesitan para resultar eficaces.
Descanse en paz, maestro Fernán-Gómez.

martes, 20 de noviembre de 2007

Versiones cartelísticas

El proceso de decisión de carteles de cine, de la imagen promocional y comercial de un filme se segmenta en varias opciones de las cuales sólo una será la que represente a la película en las salas. La importancia de las estrategias de marketing se ha cristalizado en mensajes secuenciados, en ‘teasers’, en precarteles y despliegues gráficos de todo tipo. El efecto visual, la idea que transmite, la evocación intencional, la elaboración gráfica o los designios simbólicos proponen muchas veces alternativas muy difíciles de seleccionar para designar la composición final, determinando el ‘elegido’ entre las diversas versiones que después aparecerá en prensa, autobuses, lonas, ‘pressbooks’, postales…
Otros, sin embargo, quedan en un segundo plano, muchas veces de forma arbitraria, destinados a las páginas web, a los afiches, al catálogo de arte en forma de interesantes galerías gráficas. Gracias al ímpetu internauta del diseñador Cristóbal Garrido (que ha sido la persona que ha llamado mi atención por este ‘site’), podemos darnos una vuelta por la compañía americana ICONISUS, donde Stephan Lapp y Emrah Yucel, ejemplo de este tipo de empresa dedicada al diseño cartelístico del entretenimiento visual (películas como ‘Kill Bill’, ‘Yo Robot’, ‘Chicago’, ‘Cold Mountain’ y series de la talla de ‘Los Soprano’, ‘Dead Wood’, ‘Carnivale’, ‘Entourage’, ‘The Wire’...), así como a la imagen corporativa, diseño de webs y murales de carácter cultural, lleva dos décadas diseñando algunos de los posters y trabajos publicitarios más notables de los últimos años.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Review 'Superbad (Supersalidos)'

Auténtica esencia ‘teenager’
El verdadero éxito de la comedia de Mottola es la capacidad de mezclar humor, nostalgia y clichés sin perder identidad propia como comedia con propósitos reflexivos.
En los 80, la comedia denominada ‘teenager’ estuvo dominada por John Hughes y sus productos más o menos dulcificados a medio camino entre el melodrama y la temática generacional con ‘La chica de rosa’, ‘16 velas’, ‘Todo en un dia’ o ‘El club de los 5’. Aunque en la memoria colectiva y cinematográfica, los referentes vocacionales del gamberrismo adolescente sean títulos como ‘Animal House (Desmadre a la americana)’, ‘Porky´s’ o ‘Los albóndigas’, que han servido de nutricional adobo para comedias de éxito actuales que van desde ‘American Pie’ y sucedáneos como ‘Colega ¿Dónde está mi coche?’, ‘Road Trip’, ‘Dos colgaos muy fumaos’, etc…, ‘Supersalidos’ podría haber seguido las coordenadas de éxito de éstas, estableciendo su eficacia en una base de comedia absurda y sicalíptica sobre la obsesión sexual de un grupo de inadaptados sociales adolescentes que están a punto de graduarse en el instituto.
De entrada, la película dirigida por Greg Mottola no es el típico cuento de situaciones ridículas, ‘gags’ y chistes groseros, sexuales y escatológicos (que no faltan en muchos momentos, siguiendo su estirpe genealógica). Esta es una película revisionista de un género anclado en unos clichés de los que el filme logra desprenderse en gran parte de su metraje, basculando en unos planteamientos que giran en torno a la necesidad, a la reciprocidad y a la complementación de la verdadera amistad de dos jóvenes grotescamente dependientes el uno del otro que afrontan como pueden su destino en un inminente devenir que les separará por distintas universidades. Deciden así vivir al máximo una última noche en la que buscarán perder la virginidad, encogorzarse como nunca antes y satisfacer la búsqueda de elementos primarios. Sin embargo, acaban descubriendo que es más importante la amistad y el encuentro con su verdadera condición e identidad que sus objetivos comunes.
‘Supersalidos’ concita así un carrusel de situaciones imprevistas, dinamizando y curtiendo una trama compulsivamente divertida, que evita la superficialidad de su humor, rescatando los lugares comunes del subgénero para reconvertir el estereotipo en un ejemplo de honestidad y nostalgia con la que se tratan los temas que van salpicando de puntuales risas y continuas sonrisas las esperpénticas situaciones a las que se enfrentan los personajes en su particular ‘via crucis’ nocturno, que recuerda, no sin cierta intención, a ciertos aires ‘scorsesianos’.
Se nota por tanto la mano como productor de Judd Apatow, escritor, director y productor de filmes como ‘Virgen a los 40’, ‘Lío embarazoso’, ‘Pasado de vueltas’ o series como ‘Freaks and Geeks’ o ‘Undeclared’, en un sentido de aceptación naturalista del humor crudo y a la vez sentimental de sus propuestas, puesto que pese a la sensación de fracaso que exudan sus protagonistas (que vendrían a concretarse como ‘freaks’ o ‘nerds’), tienen una relación abierta y cotidiana con esas chicas a las que adoran y con su entorno estudiantil. El guión de Seth Rogen y Evan Goldberg, escrito desde sus adolescentes puntos de vista y evolucionado con el paso de los años, consigue plantear esta aventura noctívaga de dos adolescentes en los albores de su madurez con un favorable halo melancólico, favoreciéndose del realismo y la gracia con la que se exhiben su planteamiento y posterior interiorización de las frustraciones del adolescente, en la definición de sus axiomáticos personajes llenos de profundidad y sentimientos, en su encontronazo con la realidad que supone madurar de repente, asumiendo que la vida está a punto de cambiar y que nada, a partir de ése instante, vuelve a ser lo mismo. Un elemento inherente también a la enloquecida subtrama de dos policías imbéciles e irresponsables que parecen sacados de cualquier película de ‘gags’ sin mucho sentido, pero que esconden otros motivos mucho más humanos para su veleidoso comportamiento como agentes de la ley.
‘Supersalidos’ es un cuento adolescente, un producto de entretenimiento de primer nivel, que se ha transformado en la comedia del año y en un clásico de culto a reivindicar desde ya mismo. Una historia de mostrencas tentativas juveniles por acercarse a los objetos de deseo en una sola noche de pánico frenético en la que un puñado de situaciones de acertado humor (como ese trauma infantil de reminiscencias ‘fálico-artísticas’) y las aportaciones interpretativas de su joven elenco formado por Michael Cera, Jonah Hill y Christopher Mintz-Plasse hacen de este sobresaliente filme una excepción dentro de los remedos caricaturescos del verdadero espíritu ‘teenager’ en su exploración sobre temas definidamente adolescentes. Además, aporta a uno de los mejores e imperecederos personajes secundarios de los últimos tiempos, ese Fogell, alias McLovin, que logra representar mejor que nunca al ‘nerd’ por excelencia, en una entrañable composición de un Mintz-Plasse inolvidable.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2007

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Wahlberg podría ser Max Payne

Mark Wahlberg está en negociaciones para protagonizar ‘Max Payne’, adaptación de uno de los juegos más emblemáticos de los últimos tiempos y cuyos derechos tiene la Fox. Remedy Entertainment y 3D Reales lanzó con RockStar en 2001 la historia de un agente de la DEA que ha perdido a su mujer y a su hija en un terrible asesinato a manos de un grupo de yonquis bajo los efectos de una desconocida droga llamada V (Valkir). Convertido en una bomba de relojería, Payne emprenderá una cruzada personal en busca de los verdaderos responsables de su traumática pérdida. En el camino, la policía le buscará por su supuesta implicación en el asesinato de un compañero y descenderá a los infiernos de la mafia con sólo objetivo: vengar la muerte de su familia.
‘Max Payne’ resultó más que un juego. Su historia de ‘thriller’ es puro cine negro, de pesquisas y giros argumentales imprevistos, de éter insalubre que respira en todo el proceso, de su estética corroída y mortecina, de su esencia cinematográfica… Si el proyecto llega a buen puerto y se cuida con el detallismo con el que se ideó un juego tornado en mito del ocio de las consolas, el filme será una de las producciones más esperadas de la próxima temporada.

martes, 13 de noviembre de 2007

Una secuencia al azar (VIII). 'Christine': Amores prohibidos

La relación ‘mecánico-erótica’ de Arnie Cunningham (Keith Gordon) comienza el mismo instante en que, después de un desastroso accidente que incide en su frustrante fracaso diario, su nuevo coche, un Plymouth rojo del 58, le demuestra que no le abandonará jamás y que llegará hasta el final por su amor, fagocitando de paso y por completo la vida del chico. Es una secuencia llena de una extraña hondura sensual, en la que las formas del automóvil van reconstruyéndose podrían equipararse a cualquier baile erótico de sensual fisicidad dentro del cine. Tras ése momento de confesión romántica por parte del coche al adolescente, comienza una de las historias de amor más inauditas vistas en una pantalla. La de un joven misántropo y retraído con su primer coche, el cual acaba consumiendo su personalidad, creando en él un carácter hosco y despiadado, violento e iracundo, en una espiral de crímenes que no tienen límite.
Desdibujando lo costumbrista, John Carpenter expuso en ‘Christine’ temas recurrentes en el cine de la época, metiéndose de lleno en el cine ‘teenager’, representado en su máximo esplendor por John Hughes; coches, adolescentes timoratos, high school y rock & roll, animadoras innacesibles y el capitán del equipo de football... Pero desde el lado oscuro, desde la extraña y tenebrosa perspectiva que siempre ha tenido el inmenso Stephen King para hacer de los aspectos cotidianos una auténtica pesadilla. Bill Phillips fue el encargado de condensar el grueso de casi 600 páginas. King dedicó su novela ‘Christine’ a George A. Romero, pero no así al filme de Carpenter (del que sólo destacó la buena banda sonora de su adaptación). Machacada impíamente por la crítica, ‘Christine’ no deja de ser otra de esas películas de culto de Carpenter, otra muestra de cine maldito que definió una vez más el cariz heterogéneo del Maestro acerca de la deshumanización del ser humano, cuando éste deja de ser una unidad irracional para llamar la atención sobre sí mismo. Un mensaje no exento de misterio y verdad.
Lo más destacado de esta magnífica cinta de terror ‘soft’ fue, de nuevo, la creatividad y diligencia del mítico cineasta para entrar en situación, directamente al núcleo de la cuestión, factor éste del que siempre ha carecido el vendedor de ‘best sellers’ más prolífico y endiosado de la historia literaria. Desgraciadamente la Universal tuvo otra genial idea que estrenarla en Navidad y, como es lógico, la película también fracasó comercialmente, debido a la carencia de bondad familiar que exuda su argumento, su vena crítica y la esplendidez de una paranoia sobre un joven sociópata enamorado de su coche asesino.