viernes, 19 de enero de 2007

Cambio climático

En el magnífico documental ‘An Inconvenient Truth’, el ex-vicepresidente norteamericano Al Gore muestra con cierta fortuna un contundente y preocupante retrato de la situación del planeta, que, cada día más, está a merced de los devastadores efectos del cambio climático. Un planeta amenazado por el calentamiento global que provoca las exorbitantes emisiones de CO2 añadidos a otros gases con efecto invernadero por parte de la acción del hombre.
Estudios más recientes indican que en los últimos años se está produciendo una alarmante subida de la temperatura media en la Tierra. Yo, en mi caso, lo noto. Antes los inviernos eran fríos y poco menos que aviesos para una ciudad como Salamanca. Ahora no. Sólo se puede disfrutar del crudo invierno unos pocos días. El problema es preocupante. El riesgo está en que la subida de la temperatura, de la inconstancia atmosférica, más allá de que pueda venir dada por la diversidad de factores que afectan al clima que afectan a la variabilidad natural, proceda, como es el caso, del peligroso aumento del efecto invernadero provocado por la actividad humana.
Y es que la cosa no es motivo de disertaciones baladíes. Como ejemplo de este peligro que se cierne sobre nuestras cabezas sólo hay que echarle un vistazo a estas imágenes para saber cómo está variando el clima, de qué manera donde antes había frío e imágenes invernales en la actualidad los gélidos paisajes se están transformando en demenciales imágenes casi primaverales.
Como diría aquel sabio cortometrajista “quizás deberíamos reflexionar”.

miércoles, 17 de enero de 2007

Review 'Marie Antoinette'

Un capricho excesivamente caro
Tras la magnífica ‘Lost in translation’, Sofia Coppola compone un autocomplaciente antojo sobre las correrías de un personaje tan extravagante como fue María Antonieta en un trabajo tan insípido como olvidable.
Después de su interesante debut adaptando a Jeffrey Eugenides en ‘Las vírgenes suicidas’ y dando una de las películas más entrañables y primorosas de los últimos años con ‘Lost in Translation’, cinta que la catapultó al éxito dejando todas las miradas puestas en su siguiente proyecto, Sofia Coppola ha regresado con ‘María Antonieta’ a sus mundos de soledad, de identificación juvenil con las inquietudes de cualquier adolescente sin importar la época, con la intención de reiterar su (a veces descompensada) armonía sobre lo explícito y lo implícito, tratando de no perder ni un ápice de esa almidonada delicadeza estética que la hijísima de Francis Ford ha venido laqueando en su corta filmografía.
Para su tercer filme, Coppola tenía claro que la ambición de su proyecto tenía que superar las expectativas propias y ajenas, por eso se ha lanzado sin concesiones a adaptar la vida de María Antonieta Josefa Juana de Habsburgo-Lorena, de María Antonieta, personaje histórico incongruente y caprichoso, con el que la propia directora parece identificarse a juzgar por el resultado de este aparatoso proyecto. Casada por las realezas de Austria y Francia con el futuro rey Luis XVI, la ingenua María Antonieta se vio inmersa con 14 años en la lujosa corte francesa, plagada de conspiraciones, decadencia y escándalos, un entorno de hipocresía y banalidad al que la joven se acostumbró en seguida sin intuir el funesto final que le depararía el destino.
Coppola, de una forma consciente e intencional, hace caso omiso a cualquier efemérides de la época, dejando a un lado el historicismo que rodeó al personaje para centrar su visión sobre el símbolo de extravagancia que personificó la delfina y posterior reina de Francia. Para la realizadora y guionista la peculiaridad de este viaje por los aposentos de palacio viene dada por centrarse en el aspecto humano, en la tumultuosa frivolidad de la corte francesa que rodea a María Antonieta y que, a su vez, la aísla, convirtiéndola en un icono de incomprensión, en una inadaptada de su tiempo, a la que sólo parece satisfacer el champán, los pasteles, los zapatos, el lujo y despilfarrar el dinero público en frivolidades de lo más absurdo.
‘María Antonieta’ presenta así un personaje insensible a la realidad política y social, una mujer que vive en una burbuja de superficialidad y que no comprende en ningún momento su posición más allá del lujoso boato de su alrededor. Y es lo que Coppola, sabedora de la insipidez de esta premisa, superpone a su verdadero objetivo, que no es otro que el de hacer ver que el caprichoso personaje no está muy lejos de la juventud actual, como anticipo de lo que sería el siglo XXI, donde trascienden de forma imperante los chismes, la puerilidad de palacio, la crónica rosa, la moda y demás insubstancialidades por encima de la política, la cultura o el arte. Una arriesgada propuesta que marca una, a priori, interesante, pero no consumada, mirada moderna sobre un contexto histórico que tampoco consigue equilibra.
¿Cuál es el problema entonces? Pues que ‘María Antonieta’ además de ser un capricho muy costoso, no cuenta absolutamente nada. Durante hora y media, lo único que parece interesar es si María Antonieta folla o no folla con Luis Augusto y así gratificar a los dos reinos a los que pertenece. Es un filme, por tanto, que podría equipararse a un precioso envoltorio de caramelo muy llamativo en cuyo interior no se esconde más que un decepcionante regusto a ausencia. Este opulento artefacto generado por el antojo de una cineasta acostumbrada a conferir cierta importancia a los miedos adolescentes y el despertar al mundo adulto, logra que su extravagancia no deje de parecer en ningún momento un gran anuncio de ‘salva-slips’, de ilógica y continua celebración, donde, eso sí, la mixtura de rock actual, los matices históricos, las grafías palaciegas y el trasfondo más o menos proporcionado compensen en cierta medida tanto estimulo visual y escenográfico.
Porque si algo destaca este ineficaz y aburridísimo filme es la portentosa puesta en escena, los lujosos vestidos y la delicada estética que Coppola conoce y maneja tan elegantemente. La cineasta pretende, con esa evocación escenográfica de minucioso detalle y parsimonia ambiental, evidenciar de qué modo la gente de la corte de Versalles desconocía el mundo exterior y cómo la soledad decadente de la monarquía francesa irrumpió en forma de masa cabreada que ansiaba guillotinar a los reyes como sublevación a su indisciplina, pero sin ritmo y desarrollo lógico que proponga cierto rédito de interés.
El ímpetu escénico de Coppola por la sobrecarga formal, transformada en esnobista y contagiada de esa actitud de superficialidad, se autocomplace tanto con la fascinación liberal de la época que olvida por completo que hay una historia que narrar, dejando tan sólo intuir la manipulación a la que María Antonieta de estaba sometida por su familia austriaca, pero falseando la historia, sin mostrar los nombramientos ni destituciones de ministros por caprichos de la Reina o sus enfrentamientos con los éstos por sus malversaciones y aires de grandeza, otorgándole, por si fuera poco, un adulterado heroísmo que hace que el personaje, en su primer acto de madurez, siga fiel a su marido para quedarse en Versalles, cuando en realidad la verdadera María Antonieta intentó convencer al Luis XVI para dejar la corte y huir de forma pusilánime. ‘María Antonieta’, en ese aspecto, obvia cualquier compromiso con la historia.
A Coppola sólo le interesa, casi como identificación propia, el carácter antojadizo del rol, la frivolidad, la alegría, las joyas, las infidelidades de alcoba (ridícula subtrama de adulterio con el Conde Von Fersen), la gilipollez y el lujo, que encuentra en la interpretación de Kirsten Dunst una isla de dignidad a tanto melindre barato. ‘María Antonieta’ es, en definitiva, un cóctel de modernidad presuntuosa con afán de trasgresión, tan vacua como estrambótica, que la directora de la maravillosa ‘Lost in Translation’ se podía haber ahorrado.

Refoworld (I)

En el desabrigo de una habitación desnuda de muebles (por ahora) y con algo de eco debido a esta carestía mobiliaria se instala el nuevo centro de operaciones de Refoworld, como una atalaya de M.A.D. particular, una Fortaleza Cloudrunner, un espacio propio donde poder proteger el destino de Eternia y los secretos de este nuevo e ilusionante Castillo Grayskull.
Este es mi despachito, la oficina en la que encontrar el silencio y la concordia necesaria para llevar a cabo mis propósitos creadores y profesionales. Con el tiempo se llenará de libros, cómics, revistas, carpetas, pósters, guiones, aderezos cinematográficos y de otras índoles, documentos y demás objetos necesarios para sobrellevar cualquier operación multimedia con el nuevo equipo proveído de todo lujo de novedades para el trabajo y, porqué no, para el ocio.

martes, 16 de enero de 2007

Nuevas aventuras de Vinalia Trippers

“En 1996, ya a las puertas del nuevo milenio, una cápsula disidente de escritores partimos hacia el espacio exterior en una nave llamada Vinalia Trippers. Durante casi una década sobrevolamos los más oscuros rincones de nuestra galaxia, reclutando aquí y allá, en arriesgados descensos, a muchos hermanos periddos. La tripulación fue creciendo y la nave avanzando, convirtiéndose en un referente de la prensa alternativa del fin de siglo. Ahora, tras diez años de singladura, nuestra nave regresa al planeta tierra cargada de nuevos tripulantes e increíbles aventuras que narrar. Más de 80 autores, escritores, videocreadores, ilustradores, cantautores, diseñadores y poetas, celebran hoy con nosotros este décimo aniversario de Vinalia Trippers, ofreciendo al lector, en forma de relato breve, la posibilidad de conocer los discursos alternativos más sugerentes del país.
Damas y caballeros, aseguren sus equipajes y prepárense para las emociones fuertes.
La tripulación regresa a casa”.
Es el texto que encabeza ‘Tripulantes (Nuevas Aventuras de Vinalia Trppers)’, un libro-disco editado por Vicente Muñoz Álvarez y David González que se puso a la venta ayer mismo, día 15 de enero, y en cuyas páginas se incluyen trabajos de gente que, en cierta medida, ha marcado la forma de pensar y parir algo de arte con calidad y creatividad de alguna que otra generación de notable y destacada influencia; peña como Miguel Ángel Martín (que firma además la portada), Hernán Migoya, Nacho Abad, Antonio Orihuela, José Ángel Barrueco o el ínclito Rubén Lardín, una de las mejores plumas de este país, son algunos de los 80 navegantes que componen esta tripulación.
Lardín aporta con un pequeño escrito (titulado ‘El magnate del pop’) su destacada participación. Desde este Abismo y desde muchos otros, amigo Lardín, regresa de una maldita vez a la blogoesfera con tu mitológica blog ‘El misterio de los intervalos de silencio’. Desde su desaparición, este entorno binario adolece de un adalid que nos muestre el camino del buen hacer.

Los Globitos

Qué enrollada es la prensa extranjera en Hollywood. Qué enrollados los Globos de Oro de Oro de este año.
Cuando la autocomplaciente ‘Babel’ gana el premio a la mejor película de 2006, la mejor serie de comedia o musical en televisión es ‘Betty, la fea’ (en su versión yanqui) y Clint Eastwood es laureado como director de la mejor película de habla no inglesa con ‘Letters form Iwo Jima’, el plantel de premios que se puede dar en los Oscar puede ser de lo más grotesco.
Todo ello, por supuesto, haciendo presagiar el enésimo desaire por parte de la Academia a Scorsese, que ha ganado el Globo a mejor director del año y que, en consecuencia, volverá a estar nominado a la preciada estatuilla, partir como uno de los favoritos e irse a casa con la misma cara de perdedor que todos los años.
La lista, por si a alguien le interesa, aquí.

miércoles, 10 de enero de 2007

Review 'Babel'

“Por ello se la llamó Babel, porque allí confundió Yahveh la lengua de todos los habitantes de la Tierra y los dispersó por toda la superficie”.
(Génesis 11:1-9.).
Un exceso de tragedia multilingüe
'Babel' cierra la "Trilogía del dolor' incidiendo en los mismos parámetros que sus predecesoras, perdiendo así toda capacidad de sorpresa
Tras ‘Amores Perros’ y ’21 gramos’, el director Alejandro González Iñárritu regresa a un terreno que conoce bien, a esa especie de género propio que reitera su discurso narrativo en la tradición discursiva sociopolítica, mediante los habituales y brillantes ejercicios de crítica social y denuncia que cierra su “Trilogía del Dolor’ con esta última cinta titulada ‘Babel’. Iñárritu se empeña en ofrecer una visión de paráfrasis visual sumida en el desaliento y la violencia, en el fondo destructivo y agónico de un mundo insondable y radical, repitiendo junto a su habitual coguionista Guillermo Arriaga, cómplice de su redundancia temática, la escalofriante metamorfosis que genera en el ser humano el dolor y la aflicción.
‘Babel’, al igual que sus dos anteriores cintas, vuelve a la búsqueda de pilares que sustenten la fragilidad de unas vidas impregnadas de pesimismo hallado en el trágico destino de un inesperado accidente que les une en una especie de fatal ‘efecto mariposa’. En este caso, unos niños que disparan un rifle sin prever las consecuencias de su acto, un matrimonio de turistas estadounidenses en crisis de vacaciones en Marruecos, la encargada mexicana de sus hijos y una hermética e introvertida adolescente sordomuda que soporta la incomprensión de los que le rodean en Tokio. Cuatro historias que entrelazan el mundo. Un mundo en el que las comunicaciones más que unir segregan a los seres humanos en un pozo de indiferencia y egoísmo.
‘Babel’ está rodada en tres continentes y en cuatro idiomas, una atalaya filológica que sirve a Iñárritu para indagar en lo personal y en lo político, para describir, con su habitual énfasis por lograr el máximo realismo, las barreras que separan a los seres humanos. Evoca así ese mundo multilingüe que provoca malentendidos y que fragmenta la Humanidad dentro de una globalización que transmite el virus de una soledad paradójica donde la sociedad no es más que un evolutivo monstruo de comunicaciones instantáneas, donde todo está comunicado, excepto las personas y sus culturas.
Iñárritu, mediante su abrumante y ataviado estilo lleno de furia y sin abandonar esa peculiar disposición estética narrativa de sus anteriores filmes, reincide en sus aciertos como realizador, en su perfeccionista pulso narrativo, en su espléndido montaje y en esa característica dinámica de planificación utilizando para la trama general una forzada cisura cronológica del tiempo. Sin embargo, incurre en sus más desacreditados vicios; la manipulación épica y emocional, la avidez de realismo trágico y la desorientación psicológica de dimensiones universales devenida en el manejo de una fatalidad caprichosa que vapulea a unos personajes sitiados (interior y exteriormente) y sumidos en la imposibilidad de digerir su propio destino que son unidos por la desesperación.
Bordeando la gratuidad de tanto dolor, pero sabiendo evitar la sensiblería emocional, Iñárritu (y, por extensión Arriaga) sigue abusando del dramatismo para cimentar y unir unas historias subrayadas por la grandeza de sus actores, que son los encargados de recrear con intensidad esa conmoción de frenesí dramático que buscan los autores. En este caso, unos fantásticos Brad Pitt, Cate Blanchett, Adriana Barraza, Rinko Kikuchi, Kôji Yakusho y los intérpretes no profesionales; Mohamed Ait Lahcen, Ali Hamadi y Mustapha Amhita, que aportan la transparente realidad que no se consolida con la pulcritud formal y belleza estética del cineasta en sus historias caracterizadas por el desequilibrio y la dilatación de algunas de ellas hasta la profusión argumental.
El resultado es una interesante reflexión sobre los prejuicios y temores presentes entre las diversas culturas, la incapacidad para aceptar las múltiples similitudes, la indiferencia, la búsqueda del contacto humano y, por supuesto, la enorme distancia que subyacen entre los países desarrollados y el tercer mundo.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2007

martes, 9 de enero de 2007

No time, no post

No tengo tiempo.
Nada. Ni un mísero minuto de relax. Obstruido, sin acceso a esta ventana de inmunidad mental y liberadora que es el Abismo. Y todo, por la coacción a la uno se somete cuando entrega su tiempo a una sola labor. La base de operaciones Refoworld está tomando forma, convirtiéndose en un cómodo y armonioso espacio de limpieza y desinfección absoluta gracias a los esfuerzos sobrehumanos de mi madre, que capitanea las labores de depuración e higiene dentro del nuevo piso.
Me encantaría ir mostrando el proceso, en imágenes, del incremento de pequeñas posesiones que vamos adquiriendo; la nueva televisión, el insigne y nuevo ordenador, las estanterías y muebles que estamos montando… Pero es imposible porque la cámara digital murió hace tiempo.
Aún así, prometo haceros un catálogo tipo IKEA de la nueva vivienda.

SS.MM.

Sus majestades los Reyes Magos se pasaron por el nuevo piso y dejaron unos agasajos festivos que reconfortaron mi ímpetu acumulativo de recuerdos nostálgicos y ciertamente ‘freaks’; una camiseta oficial del Athletic de Bilbao totalmente customizada y las figuras parlanchinas (bueno, sólo una) articuladas de Jay y Silent Bob de 12”.

viernes, 5 de enero de 2007

La película que cambió para siempre mi vida...

Durante todos estos años lo he sabido. Lo supe siempre. Esa ha sido la película que más me marcó.
Yo tenía tan sólo siete años y estaba enganchadísimo al cine gracias a Mari Carmen, mi madre, y a su empeño en volverme un ‘freakie’, a su ímpetu porque no perdiera ninguno de los ciclos que pasaban por La 2, en hacerme comprender lo vital que es el Séptimo Arte en esta vida. Era la época de mis primeras películas de Hitchcock, Welles, Hawks, Wilder y, sobre todo, de John Ford y sus westerns que yo luego reproducía con mi Fuerte Grand de Comansi con indios y vaqueros, pero subvirtiendo las tramas. Los aborígenes eran los héroes. Siempre era así, ganaban los indios…
Esto… vale, a lo que voy. Por aquel entonces había alucinado mucho con ‘Cristal Oscuro’, de Jim Henson. De hecho, con cada película que veía semanalmente en el cine. De entre todas, en aquel año 1982, descubrí la magia, encontré mi vocación, mi sueño... Encontré la película de mi infancia en ‘E.T. El Extraterrestre’. Y llegó, como no podía ser de otra manera, de la mano de Steven Spielberg. Las primeras notas musicales me hicieron sentir que estaba ante algo grande, ante una fantasía que me marcaría profundamente. Las inquietantes notas de John Williams y unas formas entre la maleza de un profundo bosque eran sólo el principio de una aventura inolvidable.
Y de repente... ¡una nave espacial! Enorme y esférica. Encajado en la butaca, sin respirar, se intuía lo que parecía ser un fulgor de lo que parecían ser pequeños corazones latentes. Tras esto, unos coches irrumpieron tras los árboles mientras la tensión aumentaba ¿Qué estaba sucediendo? El sonido de unas llaves colgadas en un pantalón definían un personaje amenazador. La nave, precipitadamente, se pierdía en el espacio ante su exposición a los ojos del ser humano. Sin embargo, habían dejado una de esas formas en el bosque. Por primera vez, el extraterrestre es mostrado de forma indefinida, asustado y perdido. Tras aquéllo, una pequeña casa residencial... Con siete años yo estaba acojonado, emocionado, sintiendo el cine como nunca antes lo había vivido en una sala cinematográfica.
‘E.T. el extraterrestre’ supuso para mí el primer encuentro con la sensación de haber visto algo irrepetible. Todo fue multidimensional, se enaltecía, se hacía enorme, conmovedor, provocando en aquel pequeño sensaciones que nunca había experimentado en una sala grande. Allí estaba Elliot (Henry Thomas), un niño como yo, con el gran sueño de todo chaval... Tras una amistad ganada por unos caramelos, Elliot tenía un extraterrestre en su habitación, explicándole la vida, la existencia, con sus juguetes; “esto es una hucha, para meter dinero, tiene forma de cacahuete, pero no se come...”, “estos son caramelos (y allí estaban los inmortales expendedores de PEZ), los caramelos sí se comen...”, “esto es comida ¿ves? los peces se comen la comida, el tiburón se comen a los peces, pero nadie se come al tiburón...”. Entonces empieza la simbiosis. Sólo con un bostezo te hacía entender que aquel ser viscoso y feo se había convertido en el alma del niño. En realidad, en nuestra propia alma. La historia me conmovió tanto que lloré. Era la primera vez que una película me hacía llorar. Me dejé llevar, sentía que estaba dentro de la película, que aquello me estaba pasando.
De súbito, sin saber muy bien porqué, tenía una madre preciosa llamada Mary (Dee Wallace), mi padre estaba en México, con otra mujer llamada Sally y le echaba de menos. Nunca le había visto, pero le echaba de menos. Y tampoco podía explicar la razón de tener dos nuevos hermanos; mi protector y mejor amigo, Michael (Robert MacNaughton) y mi hermana pequeña, la dulce Gertie (Drew Barrymore)... Todo era nuevo para mí. Posteriormente la he visto tantas veces que acabé por aprenderme cada frase, cada diálogo. Después de muchos años, la estudié plano a plano, llorando la nostalgia, echando de menos aquella época de películas comerciales, de cine de los 80. Desde entonces, ‘E.T.’ vive en mí. Como dice Elliot en la película “...él vino a mí..., él vino a mí...”. Yo, como una generación de críos, creo que esas palabras nos pertenecen y las hacemos nuestras.
Hace cuatro años, la reedición veinte años después me ha enfrentó de nuevo a aquel niño que soñaba con ser como Spielberg. Como tantos otros muchos, que siempre lo soñaremos de forma absurda e inconsecuente. Sentado de nuevo en una butaca de cine, después de verla tantas veces en mi VHS, me enfrenté a mi infancia, a mis mejores recuerdos. No sabía qué pasaría. Hacía mucho que no veía la película. Seguía manteniendo intacto el recuerdo, las frases, el desarrollo, cada movimiento de cámara y angulación… Y estar de nuevo viviendo todo aquello, me hizo volver a mi niñez.
Cuando Elliot tira la bola de béisbol al cobertizo empecé a rejuvenecer. Como en aquel mítico episodio de ‘En los límites de la realidad’ escrito por Richard Matheson fui haciéndome más y más pequeño hasta recuperar mis añorados siete años. Con estupefacción, comprobé que la ropa me quedaba grande, las gafas no me valían y no me importó porque no las necesitaba. El flequillo me caía por mis ojos llenos de lágrimas. Allí volvía a estar, con las piernas colgando en la butaca y con la boca abierta. Y volví a ser niño. Volví a ser feliz. Sentí cosas que de ninguna otra forma puedo volver a concebir.
La melancolía me invadió por completo. No pude evitar llorar varias veces en el transcurso de las dos horas que dura la película. Era una parte fundamental de mi vida, allí estaba la clave de mis sueños, de mi esperanza, de la magia que nunca volví a encontrar y tanto he buscado. Los dos hermanos en el garaje cogen una camisa. “Huele a papá...” dice Elliot. Michael la toma, la huele y dice “Old Spice, brisa marina...”. Elliot cruza el bosque mirando como anochece y le dice a E.T. que no van a llegar, y llega ese momento especial y personal que uno tiene en un pedestal de privilegio y memoria dentro de la historia del Séptimo Arte. En efecto, amigos; la bicicleta empieza a elevarse lentamente hacia el cielo y se abre paso sobre una llanura, surcando mágicamente la noche a través de una enorme luna llena. Elliot mira hacia abajo y suelta una carcajada, entre el miedo y la emoción, y ambos dibujan imagen vital para muchos de los que ahora ya no creen en la magia cinematográfica. Un plano nunca antes imaginado por nadie.
Aquel momento, las dos horas de hace cuatro años, fueron una catarsis de lágrimas que me llenaron otra vez de entelequia, de vida, de cine. Lloré como nunca había llorado antes. Cuando E.T. ve la televisión y reproduce ‘El hombre tranquilo’, de John Ford haciendo que Elliot actúe análogamente. O el segmento de la obra que describe a todos los niños de corazón, los que nunca envejecerán, simbolizados en la obra de James M. Barrie... ese libro que, desde muy pequeño, marcó mi concepción de la vida determinando lo que soy. Aquel fragmento...
- Mira, Wendy, cuando el primer bebé se rió por primera vez, su risa se rompió en mil pedazos y éstos se esparcieron por todo el mundo y ése fue el origen de las hadas. Y así, debería haber un hada por cada niño y por cada niña.
Era una conversación aburrida. Pero a ella, que no conocía mucho mundo, le gustaba.
- ¿Debería? ¿Es que no hay?
- No. Mira, los niños de hoy saben tantas cosas que dejan pronto de creer en las hadas y cada vez que un niño dice “no creo en las hadas”, algún hada cae muerta...
- ¿Eso se podría curar si todos creyéramos en las Hadas a partir de ahora?
Y entonces Mary le dice a Gertie siguiendo con la narración “¿...Crees en las hadas? Rápido di: sí creo” y la pequeña, excitada, dice “sí creo, sí creo...”. Y la madre le contesta “Entonces batid palmas...” y madre e hija aplauden al unísono. Mientras, E.T., tras curarle milagrosamente el dedo ensangrentado a Elliot, mira escondido a través del armario. Y ambos empiezan a quedarse dormidos... Es imposible, hoy en día, evitar añorar, de echar de menos aquellos tiempos, aquélla película. En el momento en que E.T. observa a un niño disfrazado de Yoda y se encamina hacia él “...mi casa... mi casa...”.
En el bosque, después de haber llamado, por fin, a su planeta... Elliot llora porque no quiere que se vaya y E.T. intenta con su dedo luminoso curarle. Y, a partir de ahí, el drama, el sufrimiento ¿Por qué Spielberg me hacía eso? ¿Por qué perdían a E.T.? Elliot llega a casa con una fiebre terrible y su madre le reprende. Elliot mira a Michael y le dice que si está allí... Michael niega y le pregunta “¿Dónde está?” Elliot dice “Tienes que encontrarlo, Mike, en el bosque, en el claro de la colina, tienes que encontrarlo...” y medio corazón se te queda en la película, porque la sientes, porque un niño de siete años no puede soportar tanto dolor y tristeza.
E.T. llega enfermo, descolorido... La última vez que la vi, todavía me ha seguido impactando la secuencia en la que Mary llega a la cocina y suelta la taza de café, cuando Elliot le dice “...mamá... nos estamos muriendo” y E.T. grita como puede “mamaaaaa...”. Luego la acción entre en conjunción y sincronía con el drama. Los hombres de la NASA como amenaza. Un niño que no tiene padre, no tiene amigos, necesita algo que se está yendo, Elliot está muriendo por dentro por primera vez en su vida... Y es cuando llega el éxtasis de la emoción, del drama humano. E.T. acaba de morir.
GERTIE
Mamá-- ¿puedo desear que vuelva?
MARY (empezando a llorar)
Sí, hija mía.
GERTIE (llorando)
Lo deseo--
MARY (aferrándose a su hija)
Yo también, cariño--
O el monólogo de Elliot, arropado con una toalla blanca, ante la cápsula de E.T. recién fallecido...
ELLIOT
Mira lo que te han hecho--Me da tanta pena.
Debes estar muerto, porque yo no sé cómo sentirme. Ya no puedo sentir nada-- Ahora irás a otra parte. Yo creeré en ti toda mi vida-- todos los días.
E.T. te quiero--
Esta última frase la llevaré conmigo, en mi corazón. Porque hasta día de hoy no la he olvidado. Ha dado sentido a muchas cosas. Luego llegaba la magistral persecución con las bicis, el nuevo vuelo y el final, el desenlace, el esperado ‘happy end’. Ver esta película es reencontrarse con un parte olvidada de nuestro pasado. Por lo menos en mi caso, es una de las experiencias fílmicas que me hacen recuperar a aquel niño soñador que todos llevamos dentro. Sé que el texto ha sido extenso, incluso algunos habrán dejado la lectura a la mitad, pero a buen seguro que aquellos que hayan tenido en la cabeza la inmortal música de John Williams habrán disfrutado algo este nostálgico recuerdo de un freakie que echa de menos ser pequeño, aunque sea una vez más. En el año en que se cumplen veinticinco años, un cuarto de siglo, no es tarde para que todo aquel que quiera, remonte el vuelo en bici con ese extraterrestre.
Yo, por mi parte, sigo amando esta película porque, hace muchos años, me ofreció mucho más de lo que suele dar un filme. Nunca le estaré a Spielberg y a Melissa Mathison lo suficientemente agradecido por darme aquello. ‘E.T. el extraterrestre’ ha dejado de ser una película para convertirse en un sentimiento.
Un abrazo para tod@s y recordad: “Sed buenos... Estaré aquí mismo”.
FELIZ DÍA DE REYES

jueves, 4 de enero de 2007

Semana de limpieza

La minuciosa limpieza y saneamiento de la nueva vivienda que hará en breve las veces de páramo de independencia, está siendo dominante, casi tiránica, por lo que el tiempo se revoca totalmente para hacer cualquier otra cosa que no sea la apagada dedicación profesional y, sobre todo, las tareas típicas de estas fechas festivas; que si buscar regalos, que si no se encuentra eso que haga feliz a todos…
Como consecuencia, la quietud involuntaria del Abismo. Y eso que todavía queda la mudanza.
En cualquier caso, mañana prometo un regalo de Reyes en forma de mítico 'post' para nostálgicos. Estad atentos a este espacio porque merecerá la pena.
P.D.: Gracias por tu inmenso esfuerzo e inabarcable energía, mamá.
P.D.2: Hubiera puesto una foto del proceso, pero se me ha estropeado la cámara.
P.D.3: Un consejo; jamás os compréis una cámara digital Kodak, es execrable inmundicia tecnológica.