viernes, 14 de octubre de 2005

Sitges desde el Abismo (V)

A mí lado hay un individuo de lo más singular. Fuma compulsivamente, teclea con asombrosa rapidez el teclado, es bastante caricaturesco y cada vez que concluye un párrafo, hace rudos ademanes con los brazos, hacia arriba, intentando dominar esta extraño acto reflejo, pero sin poder. Se trata de un escandaloso tic, como si se alegrara. Sé que puede sonar perverso, pero es divertido. Es parte de la fauna de Sitges. A su lado estoy yo, para qué hablar de faunas. Es una simple anécdota.
En cuanto al festival, esto no hay quien lo levante. O justo cuando me voy empieza el festín de calidad cinematográfica o no lo entiendo. Por supuesto ‘Corpse Bride’, de Tim Burton no ha decepcionado. Es una obra de sólida composición estética, que sigue ese vademécum visual idiosincrático de un Burton que se ha limitado a colocar su nombre como director, porque esta película está dirigida por un equipo colectivo. Y eso es algo que se nota. La fábula romántica opera con magia y con habilidad, en una historia con atisbos expresionistas y la impronta de la influencia de ese Edward Gorey siempre candente en la filmografía de Burton. Los números musicales con canciones de Danny Elfman también recrean el fantástico mundo de lobreguez y sortilegio de un autor con un gran problema de autoreferencia enlodado en su conjunto por la ausencia del excentricismo de exteriores, parcos y tristes, en el que se echan de menos esos castillos góticos o espacios nigrománticos surgidos de la imaginación de Burton.
Es imposible ver ‘Bride Corpse’ sin evocar a ‘Pesadilla antes de Navidad’, no porque se trate del mismo director, sino porque todo parece un premeditado duplicado en la hermosa historia, con fondo almibarado y donde los personajes siguen siendo los mismos, ‘outsiders’excluidos de la sociedad, en este caso por ser cadáveres. Pese a este escollo, ‘Corpse Bride’, ha respondido a las esperanzas puestas en la nueva obra de animación de un Burton que empieza a autohomenajearse resultando algo monótono, sin embargo, logrando una obra de maravillosa morbidez en un cuento que, visto lo visto, es de lo mejor que se ha visto en esta apática 38ª edición de Sitges.
‘Voice’, de Equan Choe, es una olvidable cinta con trasfondo nostálgico, oscuridad visual y claustrófobico entorno confinado en un instituto donde los muertos hablan con los vivos, los recuerdos se pierden con el susurro que se va apagando con el olvido del espíritu asesino. Así se podría definir de forma poética esta película tan pretenciosa y decepcionante como ‘Lemming’, de Dominik Moll, una espiral de despropósitos que comienza cuando este animal procedente de Escandinavia aparece en la vida de un matrimonio casi beatífico para comenzar con un incomprensible maleficio germinado en la aparición del jefe del protagonista y la perturbada mujer de éste. Eso sí, con Laurent Lucas, Charlotte Gainsbourg, Charlotte Rampling y André Dussollier, espectacular elenco del cine galo, ofreciendo lo mejor de si mismos.
Lo que no tiene nombre, ni calificativos negativos, un auténtico ultraje a la inteligencia del espectador es ‘La monja’, de Luis de la Madrid, último improperio producido por el dúo Brian Yuzna y Julio Fernández. Una tomadura de pelo en toda regla. Un guión de necedad insultante de pertinaces oquedades y paridas varias, saturado de gilipolleces, con progreso narrativo inexistente que hacen de este vejatorio filme el mayor despropósito de este festival. Es imposible imaginar a alguien escribiendo un guión de semejante incoherencia, presentándolo y, no sólo eso, sino producido y distribuido. Vergonzoso (como ejemplo, advertiros que en una película de terror todo el mundo lleva en su bolso un arpón). La teoría del ‘todovalismo’ elevada a la máxima potencia. En serio, pocas veces me he sentido tan despreciado por un director. Para colmo, los intérpretes, en parte considerados prestigiosos (caso de Natalia Dicenta, por poner un caso), están espantosos. Empezando por la guapa de turno que nos somete a su actoral tortura siendo la protagonista total, Anita Briem, una actriz de imborrable gesto hierático que acaba desconcertando. Qué delirio. Qué desastroso.
En cualquier caso, parece que todos los males se subsanarán esta noche con el pase de ‘Tiburón’.
Yo, por mi parte, dejo mañana este pueblo vestido de cine fantástico con la sensación de que me voy a perder lo mejor, pero con la esperanza de que no sea así, pues ya sería mala suerte. En cualquier caso, el domingo (mañana estaré de viaje de vuelta) cerraré este periplo de Sitges con mi crónica final con impresiones y anécdotas curiosos que hayan acaecido por estos lares.

jueves, 13 de octubre de 2005

Sitges desde el Abismo (IV)

No os hagáis ningún tipo de ilusión. Sitges este año está muy flojo. Se murmura sobre ello, se gruñe en silencio, en las mesas donde comemos, en los círculos profesionales, entre la prensa, en el wáter cuando se hace aguas menores. Hasta la efigie con forma de escualo de Spielberg bosteza a ratos (una pena que no sea real y se meriende a algún responsable de la sección de prensa). Está flojo. No está cumpliendo las expectativas, pero aún así uno no pierde la poca ilusión que queda. Es una pena que tenga que regresar el sábado, porque no sé porqué intuyo que lo mejor está por llegar.
El resumen del día. En altas dosis de infausto regusto, de escasez de magia, de falta de esplendor. En una palabra: mal.
La tarde nos dejó ‘Somne’, de Isidro Ortiz, una película con la que no quiero encarnizarme por la sencilla razón de que el guión pertenece a uno de mis mejores amigos. Sólo puedo decir que es un filme tramposo, desarrollado en función de una sorpresa final que privada de todo dinamismo y que se pierde en la desidia debido a las interpretaciones más pavorosamente ignominiosas de la historia del cine español. Goya Toledo parece actuar en un constante anuncio de detergentes, torpe en sus alocuciones, incapaz y nula, dejando claro que ha realizado una de las peores actuaciones vista en los últimos años.
Para no ser menos, Óscar Janeada perpetra su inútil talento con una retahíla de dejes de baja estofa absurda, de macarra poco convincente, casi risible. Una irrisoria labor a la que no es ajeno Nancho Novo. Más allá de todo lo negativo que se puede decir de ‘Somne’ (ofensiva por momentos), la verdad es que lo peor es que la película parece un concurso en el que gana el que peor actúa. Y todo salen victoriosos ex aequo. Una pena porque, en el fondo, el propósito de este ineficaz ‘thriller’ era aportar algo diferente; un ‘thriller’ a la española cuyo resultado es erróneo, poco menos que improcedente.
Por otra parte, la presencia de Quentin Tarantino despertó la curiosidad y la exaltación del fenómeno ‘fan-freak’ entre todos los presentes (incluyéndome a mí, que me acerqué a observar de cerca al creador más aclamado del cine contemporáneo). Asistió por tercera vez al festival. Todo el mundo le quiere, le jadeó, el aduló, le vitoreó y éste, además de aspavientos con su jeta de enloquecido freak disfrutando del momento compartió su momento de gloria con el director Eli Roth (director de 'Cabin Fever') y el especialista de ‘make up’ Greg Nicotero, a los que se unió la sugerente Barbara Nedeljakova para dar paso a ‘Hostel’, un desparrame ‘gore’ alentado por un público entregado a la figura de Tarantino, pero sin pararse a pensar que lo que estaba viendo era auténtica inmundicia cinematográfica...
(Hay dos periodistas muy mal educados detrás de mí, que me están levantado dolor de cabeza y tengo que tomarme un respiro y echar una mirada asesina. Aquí es lo normal debido los berridos que hay en este espacio al que, ridículamente, se da en llamar Sala de Prensa).
...Sigo...
Decía que no, que la película de Roth se sustenta en dos partes delimitadas en instintos primarios del género: ración de tetas y algo de sexo y mucha violencia. Puede parecer divertido, pero exceptuando un par de ‘gags’ en la frenética historia de tres adolescentes en su periplo de aspiraciones sexuales en Eslovaquia que viven una pesadilla de lo más sangrientos. Pretendidamente gamberra, con aspiraciones de incorrección política y un halo de inmoralidad que sin embargo esconden un exangüe guión aburrido y reiterativo con un consejo para los yanquis: viajar por Europa para follar y beber, en la actualidad, es un peligro.
Por último (y por destacar lo “importante”) ‘Flightplan’, de Robert Schwentke, es una película comercial al uso que narra la desventura de Kyle Pratt, una aguerrida ingeniera que se enfrenta a su peor pesadilla cuando su hija de seis años, Julia, desaparece sin dejar rastro durante un vuelo entre Berlín y Nueva York. Desde ese momento, ni siquiera los personajes se creen lo que va desfilando por un guión vacío que aspira a mantener en tensión al espectador. Consiguiéndolo hasta el la hora y ocho minutos cuando, agotados todos los recursos del género y del avión de lujo, se desvelan las cartas y todo se va desinflando, decayendo letárgicamente. Sólo destaca una Jodie Foster que vuelve a poner de manifiesto que es una de las mejores actrices de la historia del cine moderno con un papel en apariencia desvanecido de trascendencia al que la actriz logra dotar de unos matices que lo transforman en el recital de la película.
Mañana, ‘La novia cadáver’, de Tim Burton y ‘Tiburón’, de Spielberg. Al menos sé a ciencia cierta que veré una obra maestra.

miércoles, 12 de octubre de 2005

Sitges desde el Abismo (III)

Al grano, amigos. Y si hay faltas de ortografía es porque he escrito como el Señor Lobo de ‘Pulp Fiction’. Es decir, a toda hostia.
De ‘Sympathy for Lady Venganze’, el último y esperado trabajo de Park Chan-Wook y que cierra la trilogía sobre la venganza, se pueden decir muchas cosas; la primera, que está a la altura de sus antecesoras ‘Sympathy for Mr. Venganze’ y ‘Oldboy’ en su exposición de un desagravio planeado con animosidad y probidad, la venganza de una mujer que expía sus pecados en la cárcel para salir con un solo objeto en mente: vengarse del hombre que la separó de su hija y hacerle pagar por todos aquellos años que ha pasado encerrada por un crimen silenciado por un interés mucho más importante que su propia libertad. Chan-Wook no renuncia a su aguardado lirismo, ni a ese perfecto manejo musical armonizado con sus duras imágenes (aquí mucho más emocionales que explícitamente violentas), pero sin deponer su impetuoso discurso sobre las justificables motivos que devienen inhumanos debido a un resentimiento irrefrenable, al castigo imputado en cualquier venganza que se precie. Sobria, de hermosa belleza estética y con un desarrollo que va estableciendo una espiral sinfónica convenida como una triste tragedia maternofilial, ‘Sympathy for Lady Venganze’ es el testimonio demostrativo de que Chan-Wook es un experto en la indagación que provocan el perversión retorcida de los conflictos morales sobre la conciencia del pecado y la reivindicación de la humanidad perdida.
Al contrario que en ‘OldBoy’ o en ‘Sympathy for Mr. Venganze’, no se trata de otra consumación de la venganza, frugal, meditada e identificativa en su crudeza y pragmatismo, ésa parte de expiación de la culpa se materializa aquí por medio del castigo menos perverso pero más impactante, fundamentado en su sustitución del egoísmo individual provocado por la satisfacción resentida por un repartimiento colectivo que, a priori, es el eje sobre moral sobre el que se sustenta esta fantástica cinta que yerra en la prolongación innecesaria de la película, ataviando la expiación redentora con un erróneo efluvio onírico y fabulesco, narrando el cierre como un cuento sentencioso y estético.
Asistimos a la estratosférica y calamitosa feria de inopias infantiles de corte fantástico y baladí de Ta de proporciones de Takashi Miike, ‘The Great Yokai War’, que fue muy bien recibida por los múltiples ‘fan-freaks’ seguidores del cineasta oriental, y tomada a guasa por los restantes asistentes a este lisérgico viaje de Tadashi, un niño retraído que, a través de una soporífera aventura, contará con la ayuda de toda una retahíla de espantajos procedentes del folclore nipón representados aquí en un ridículo festival de máscaras de carnaval, homenajes alegóricos, al cine occidental de los 80, al cómic, a la era ‘Digimon’, a Pikachu, a los Transformers, al manga... Todo, con un excéntrico sentido del humor cochambroso que parece sacado de una noche de alcohol, alcaloides y cocaína en ingentes cantidades que de un guión convencional. Una película que se mueve entre la fascinación por lo exótico de esta nimiedad infantiloide y lo insufrible del experimento. En definitiva, y para que nos entendamos: una gilipollez como la copa de un pino que ni siquiera evita del desastre la actriz Chiaki Kuriyama (la Go Go Yubari de ‘Kill Bill vol. 1’), en un rol torpe y sin fundamento. Una oda al poder las judías, queridos niños.
Por lo demás, dos piezas que me han entumecido hasta ese sueñecito que te traspone en brazos de Morfeo; la taiwanesa 'El sabor de la sandía (The Wayward Cloud)', de Tsai Ming-liang, película infame donde el agua, el sexo, la vida y demás es sustituida por el sabor dulzón de la sandía (tampoco puedo contar más porque me salí en su mal coreografiado número musical) y adptación de la novela ‘La tempestad’, obra subvencionada hace tiempo a De Prada por la Universidad de Salamanca –el escritor iba y volvía a Vanecia con dinero universitario- que no logra encauzar en algo interesante Tim Disney con esta historia de ladrones de arte que negocian en la sombra del mundo de las falsificaciones de arte. Un fláccido telefilme de sobremesa que cuenta, además, con la espeluznante interpretación de Natalia Verbeke (que actúa peor en inglés que la propia Elena Anaya en ‘Frágiles’).
Por cierto, Tarantino está aquí.
Mañana os cuento.

martes, 11 de octubre de 2005

Sitges desde el Abismo (II)

Podría escribir unas breves líneas de ‘Seven Swords’, la solemne y épica nueva cinta de Tsui Hark, de su aparatosidad, de su lirismo visual, de sus escenas de acción impecables. Pero no puedo. Todo se resume en una palabra: sueño. Me quedé dormido en el pase de la noche y en los pequeños e intermitentes lapsos iba extraviándome en la trama, hasta que decidí irme a dormir. Antes, pudimos asistir en primicia a los dos últimos cortos de Bill Plympton, que recibió el premio Máquina del Tiempo de manos del director de todo esto Ángel Sala (al que caricaturizó en un minuto), dando paso a estos trabajos que exceden los hábitos propensos a su privativo humor socarrón, donde la violencia extrema se asume como un síncope de diversión sin fin.
Hoy llueve. Mucho. Demasiado. Y con el agua en los huesos hemos asistido a ‘Frágiles’, la última de Jaume Balagueró, considerado uno de los grandes estrenos de este festival. Desconcierta comprobar cómo el realizador catalán ha manofacturado un facsímil de sus anteriores trabajos, sobre todo si se compara con ‘Darkness’, su obra más inactiva y falta de fascinación, ajada en su trasfondo argumental y perfecta en su composición formal. En su última película, Balagueró ofrece más de lo mismo; una fotografía de inquietante de absoluta pompa visual, que potencia la atmósfera insalubre en su narración sobre una enfermera (con la tópica traba de un pasado oscuro y negligente) que acude a realizar una sustitución a un hospital infantil de Mercy Falls a punto de ser desalojado. Tras una noche en el siniestro centro médico, al en enfermera percibe, como los niños, una extraña presencia a la que alguno de ellos llaman “la chica mecánica”. Una obra irreprochable en este terreno, captando la inquietud, con la ideal y maléfica tonalidad de luz optimizada para el género. Balagueró es un director de estética, enflaquecido en las demás áreas, pero preponderante de un ámbito visual que domina a la perfección.
‘Frágiles’ no aporta ninguna novedad al género, ni asusta con su efectismo, ni tributa alguna estimulación narrativa en su desarrollo digno de destacar. Todo es fugaz, estático y previsible. Lo más acertado sería señalar este nuevo filme como una reiteración olvidable, de una praxis involutiva que desmerece a Balagueró en su metórica carrera, deslustrando su desarrollo como cineasta en su extraña e inusual progreso fílmico. Ya no nos creemos sus historias, porque nos las sabemos. Por supuesto, sigue dejando claro que su estilo genérico mefítico puede resultar vigoroso, pero lamentablemente es algo que ya conocemos. Balagueró está contando con ‘Frágiles’ la misma historia de fantasmas que todos conocemos, con un estilo que todos conocemos y un final contagiado con sus propios defectos.
Estamos, de nuevo, una película derivativa, que no llega en ningún momento a entusiasmar, perdiendo casi todo su interés cuando el director nos descubre en seguida sus cartas, sin cumplir siquiera el propósito de mantener expectante observando cómo Calista Flosckhart hace lo posible por sacar adelante a su personaje y patentizando que Elena Anaya es tan mala actriz en una lengua extranjera como lo es en la suya propia.
Ha resultado curioso, además, que ‘Shutter’, de Parkpoom Wongpoom y Banjong Pisanthanakun, trate el mismo tema que la película de Balagueró con su reflexivo discurso de fantasmal objetivo en el cual los espectros perpetúan su presencia por lazos afectivos de oscura naturalidad en su propuesta; la historia de una pareja que tras atropellar a una joven y darse a la fuga (nada que ver con Farruquito), descubre que se trataba de un fantasma del pasado del chico, que aparece para expiar sus errores en forma de venganza.
Las otras dos películas las comento por encima y en tres líneas, ya que he venido a rehuir del estrés y llevo mucho aquí en la sala de mini-prensa –donde parece que van enmendando errores y han ampliado alguna preeminencia a la prensa que no es la que a ellos le interesa, fundamentalmente, porque se han dado cuenta de que el Auditori no se llena y muchos son los que se quedan fuera-).
‘Citizen Dog’, de Wisit Sasanatieng, una grotesca comedia a medio camino entre ‘Ameliè’ (filme del que extrae su estructura interna y narración en ‘off’ impersonal) y una fastuosa producción musical 'made in Bollywood' que, con algún ‘gag’ gracioso, se pierde en su insustancialidad con simpatía, sin trascender utilzando un colorido excesivo y chillón con números musicales, amores surreales y deficiencias varias. Una chorrada, vamos.
Y ‘The Jacket’, de John Maybury, ‘thriller’ de itinerario temporal y viajes en el tiempo tan artificiales e insólitos como que un hombre acusado de un asesinato que no ha cometido aparezca encerrado en un psiquiátrico con pérdida de memoria y la vaya recuperando a partir de unos viajes en el tiempo a través de su descolocada memoria. A priori tiene gracia, pero la resolución de su estrafalario mecanismo discursivo termina poniendo en ridículo cualquier atisbo de atracción. Eso sí, Keira Knightley está de muy buen ver con su cambio de ‘look’, Adrien Brody se mete en el personaje poniendo cara de no enterarse de nada, preponderando unos secundarios tan eficientes como los son Kris Kristofferson y Jennifer Jason Leigh. Producción de George Clooney y Steven Soderbergh tenía que ser.
En otros terrenos, entrevista estrella con afamado director (de próxima aparición en el Abismo), majestuosas comidas, benignidad conyugal y la progresiva acomodación a lo que aquí se ofrece.

lunes, 10 de octubre de 2005

Sitges desde el Abismo (I)

Pues como he comentado esta mañana, la cosa empezó de la siguiente manera: dos acreditaciones para un medio, una entrada por medio para casi todas las sesiones. Hasta ahí, dentro de la usura encubierta en comerciales atenciones de este certamen, es lógico. Todos los que hemos venido aquí alguna vez, conocemos la actitud petulante y despectiva hacia los medios y acreditados que no son “importantes”. Lo que ya no es tan explicable es la arrogancia que se respira en un desorganizado ‘set’ de prensa que cuenta con cinco ordenadores (el primer día sin sillas), un caos en el reparto de entradas y, sobre todo, una anarquía digna de un festival de tercera. Pero es lo que hay. Nada nos sorprende. El festival funciona bien para el público, que es lo importante. Punto y final. Resignación y no quejarse, porque al menos vemos cine por la filosa. De todos modos, la superabundancia y raudal de cine hace que uno no se pueda organizar para asistir a tanto cine, un poco como lo que les pasa a los organizadores.
En otro orden de cosas, ya metidos en pleno festival hasta el momento no he podido ver más que tres cintas esta mañana. Hemos empezado pronto, con un sofocante calor que aquí perciben como frigidez ambiental. Cosas de la geografía. Casi cuando los gallos se ponen los calzoncillos, hemos asistido a ‘Devil’s Rejected’, de Rob Zombie, presentada como una especie de secuela de ‘La casa de los 1.000 cadáveres’, prolongación de las andanzas de la siniestra familia del ‘psycho-clown’ Spaulding (nada que ver con nuestro Spaulding –un derroche de simpatía habiéndole conocido personalmente, también al gran Absense, simplemente excepcional ser humano-), esta vez con algunos de los miembros supervivientes, Baby y Otis, el hermano subnormal y la madre que los parió a todos. La cinta de Zombie cierto que es excesiva, que ofrece momentos de sadismo en una suerte de reconversión maniquea de posturas encontradas en el género (los buenos son aquí los asesinos sin piedad –personificados todos en el sheriff Wydell- y los malos se descubren de la misma manera en que lo hicieran los ‘Bonnie & Clyde’, de Arthur Penn.
Lo cierto es que pese a no dejar indiferente a nadie, el discurso de maldad sangrienta de este rockero metido a cineasta se acaba en seguida. Con largas pausas y vacíos en los que todo es previsible y desvaría sin freno (a algunos les hará gracia, a mí no), la acción no parece arrancar nunca, Zombie parece más preocupado de enfocar bien el culo de su señora (la incapaz actriz Sherri Moon Zombie) y en buscar planos sofisticados de grúa que en contar una historia que se agota a pesar de su más que interesante subtexto. Uno sale con la sensación de haber asistido a un “quiero y no puedo”, pero lo que sí hay que agradecer a Zombie es el insolente ímpetu degenerado y pérfido con que se recrea en el ferocidad de sus asesinatos, de su bien llevada atmósfera de demencia criminal y de una resolución cismática en la que el género es recompuesto por su director.
Por otra parte, ‘Mirrormask’ no es más que una confitada visión del estético mundo de Dave McKean, como si sus personales ilustraciones adquirieran un inusitado movimiento en una historia de viaje iniciático y onírico de una niña hacia su madurez cuando debe enfrentarse a la enfermedad de su madre. Un icónico universo de color y luz, que no pierde esa visión conceptual que combina de manera excelsa la fotografía, el dibujo y sus célebres 'collages', un brebaje visual enaltecido con un tratamiento digital que representa a la perfección el cosmos cromático del artista multimedia. Dulcificado por la fábula lírica y pretenciosamente existencial de una historia de Neil Gaiman y un acabado artístico único hacen de ‘Mirrormask’ una interesantísima propuesta.
Por último, hemos visto ‘Trouble’, una coproducción franco-belga de Harry Cleven, que actúa en un plano psíquico como terrorífico documento sobre los hermanos gemelos, llevando hasta el extremo un trauma que reaparece en forma de pesadilla consanguínea de proporciones psicológicas algo presuntuosas, pero que logra enganchar al espectador gracias al gran trabajo reconstructivo interpretativo con el gran Benoît Magimel compartiendo pantalla consigo mismo.
De momento, esto es todo. Seguiremos al pie del cañón, si es que nos dejan y no siguen otorgando privilegios y regalías distintivas, ilógicas en un certamen que ambicionando ser (y siendo, porqué no) uno de los más importantes del mundo carece de una humildad y organización interna que, a veces, brilla por su ausencia. Y esto, lamentablemente, le resta muchos puntos. Pero bueno, que a disfrutar hemos venido. Y eso vamos a hacer. En ello estamos.

Avance

La cosa es que ha empezado. Stop.
Sólo he visto una película y la carencia de organización, la plétora de ineptitud y la arrogancia en la disposición y el trato para con la prensa (evidente no con los grandes medios) es lamentable. Stop.
Tan sólo he visto ‘Devil’s rejected’, de Rob Zombie y ahora voy al ‘Mirrormask’, de Dave McKean. Stop.
Esta tarde ampliaré estos y otros temas en la que será la primera crónica desde Sitges. Stop.
Corto y cierro.

sábado, 8 de octubre de 2005

¡Me voy de festival!

Bueno, queridos amigos y amigas del Abismo.
Ha llegado el momento de finiquitar la indolencia del funesto automatismo diario, de relegar el ostracismo y darle la bienvenida a la algazara visual, a la ociosidad sin límite. Es la hora de recibir con los brazos abiertos un festival de cine importante, con solera, con una ostentación y un señorío que en esta edición no tiene parangón. Por supuesto, me refiero a ese evento indispensable de la población del Garraf, al Festival Internacional de Cine de Sitges.
Allí estaré, expectante, sin perder detalle de cada película, de cada rueda de prensa, disfrutando de un lugar que, sin bien personalmente no despierta en mí gran fascinación, si lo hace el sortilegio del séptimo arte que allí se da cita anualmente. Si a eso le añadimos el glamour que ha brillado por su ausencia en otro gran festival como es el de san Sebastián (evento al que no he ido este año, rompiendo un periplo de ocho años asistiendo a la capital donostiarra) que dejarán la solera de estrellas como Quentin Tarantino, Jodie Foster, David Cronenberg, Viggo Mortensen, Álex de la Iglesia, Bill Plympton… los homenajes a las tres décadas del clásico ‘Tiburón’, de Spielberg o ese más que apetecible retrospectiva a un entrañable personaje de la talla de Jim Henson.
Todo está dispuesto para que mi estancia allí sea inolvidable; un certamen que augura convertirse en uno de los más rememorados, la mejor compañía posible (voy con Myrian), un hotel –acostumbrado a pensiones, estoy como unas castañuelas-, la consiguiente acreditación de prensa y lo mejor de todo, muchas ganas de divertirme y pasármelo bien. Como nunca, diría yo. Procuraré escribir lo suficiente para no dejar desértico este renovado Abismo, pero también deleitándome en el relax, cuanto pueda, sin verme forzado a relatar todo lo que allí suceda. Voy a Sitges a sosegarme, a reposar descansando sin preocupaciones de ningún tipo, gravitando en el sosiego, aprovechando mis únicas vacaciones con el narcótico más adictivo que existe en este mundo: el cine.
Por supuesto, ni que decir tengo que espero veros por allí. Me consta que muchos de los que os pasáis por aquí habitualmente por este demencial entorno abismal sois de Barcelona y sus alrededores, por lo que os insto, cordialmente, a que si advertís mi presencia (supongo que seré fácil de reconocer), no dudéis en asaltarme para estrecharme la mano y cruzar algunas palabras sobre el festival o cualquier otro tema. Soy afable, gordo y entrañable. Eso, por descontado.
Así que por mi parte (y qué ganas tenía de escribir esto): “¡Nos vemos en Sitges!”.

viernes, 7 de octubre de 2005

Absurdos logros en la red

Educar a un hijo, plantar un árbol, escribir un libro, comer sin engordar, participar un trío sexual con hermosas damas de distintas etnias, vivir en un chalet con mi propia sala de cine, conocer a Steven Spielberg, tener un mapache, dirigir un largometraje, comprarme un ‘pin-ball’, ser el dueño de una tienda de antigüedades, viajar a Tokio y a México, amaestrar una pulga, hacer malabares, orinar desde un rascacielos, tener mi propia ficha en IMDB…
Son algunas de las cosas que me encantaría tener bajo mi posesión o consumar en esta inverosímil vida que me ha tocado vivir. Pequeños anhelos nada factibles, algunos de ellos por una cuestión de lógica, otros viables en un futuro, los demás, auténticas incoherencias producto de un delirio transitorio.
De todas estas estrambóticas ínfulas existenciales ya he alcanzado una de ellas. Una legendaria conquista de ridículas proporciones como es tener una ficha en la Biblia Oficial del Cine por antonomasia, tener un minúsculo huequecillo en Imdb.com, la descomunal base de datos que confiere una simulada (al menos en mi caso) identidad dentro de la profesión cinematográfica.
Desde hace muy poco, tanto ‘El límite’ (con casi todo su equipo) como yo mismo estamos incluidos en el enorme registro que únicamente proporciona un nuevo tipo de baladronada para con los demás. Sin embargo y a pesar de ello, estas cosas hacen bastante ilusión, oigan.

jueves, 6 de octubre de 2005

Retractación

Quiero retractarme de mis torpes e inconscientes declaraciones hechas en tono irónico y jocoso dentro de la presentación del VCD que se entregaba con la revista CINEMANIA por su décimo aniversario. A saber: "El cine en el cine, como decía CINECITO, aquella mierda de mascota horrible que no se de dónde salió y que gracias a Dios no ha vuelto a aparecer en ningún lado".
Pues como todo el mundo sabe esa gran mascota, CINECITO, desde su nacimiento en 1993 sólo ha hecho cosas buenas para el cine español.
Santiago Segura.

miércoles, 5 de octubre de 2005

¿Las 10 mejores películas de animación de la historia?

Existe gente en el ámbito cinematográfico (y en tantos otros) que emplea su tiempo en la maravillosa tarea de confeccionar ‘rankings’. El poder de la relativizarlo todo a la mínima expresión mediante unos extraños criterios subjetivos que definen aquello que es mejor y es peor. Los temidos e insignificantes ‘tops’, los ‘diez mejores’, ‘lo más de…’ son un consabido recurso periodístico en su rama de ocio para llenar espacios cuando no se tiene nada que decir.
Cuando el estiaje de ideas o noticias impera, uno se inventa una lista en la que se asegura que varios de los mejores críticos del mundo han votado por lo más destacado de una categoría bien pertenezca a un año, a una década o, si nos ponemos megalómanos, de la historia de cualquier disciplina.
Son encuestas que nadie evalúa y que vienen muy bien para matar el aburrimiento y el vacío. Un poco como este post que me dispongo a referir en el Abismo y que no es más, que la lista de filmes animados más importantes de la historia del cine aparecida en varias revistas internautas.
1 - 'The Lion King' (1994), de Roger Allers y Rob Minkoff.
2 - 'Toy Story 2' (1999), de John Lasseter.
3 - 'Beauty and the Beast' (1991), de Gary Trousdale y Kirk Wise.
4 - 'Iron Giant' (1999), de Brad Bird.
5 - 'The Incredibles' (2004), de Brad Bird.
6 - 'Toy Story' (1991), de John Lasseter.
7 - 'Shrek 2' (2004), de Andrew Adamson y Kelly Asbury.
8 - 'Charlotte's Web' (1973), de Charles A. Nichols.
9 - 'Monsters, Inc.' (2001), de Pete Docter, David Silverman y Lee Unkrich.
10 – 'Aladdin' (1992), de Ron Clements, John Musker y Roger Allers.
¿Un ejecutivo de la Disney aburrido e intentando evocar la época dorada la factoría del tío Walt? Probablemente.