miércoles, 1 de junio de 2005

Review 'Gerry'

Soporífero desierto sin fin
Van Sant propone un letárgico producto sobre la búsqueda de identidad a modo de terrible pasquín experimental que yerra en sus designios debido a su anodina lentitud.
‘Gerry’, la última obra estrenada en España del imprudente Gus Van Sant, es en realidad precedente a ‘Elephant’, filme con el que el cineasta ganara hace dos años la Palma de Oro en el Festival de Cannes. La trama es la siguiente: dos amigos que van de excursión con un coche deciden dejar la autopista y lanzarse campo a través en busca de algo que sólo ellos conocen. Con el desierto por delante, estos dos 'Gerrys´ (que significa algo así como gilipollas) se lanzan a un viaje sin retorno que les llevará a perderse en el desierto para que uno de los dos mate al otro al final de la película.
Evidentemente es un atroz ‘spoiler’, pero como la película de Van Sant es de lo más previsible, e incluso soporífera, no se desentraña nada. Al igual que en ‘Elephant’, el director de la maravillosa ‘My Idaho privado’ expone sus planteamientos desde el siempre dificultoso experimentalismo, en varios niveles, ya que la cinta no tiene ninguna construcción dramática para relacionar un esquema lógico, obviando de este modo las causas y los efectos. Por supuesto, el aburrido viaje que se sostiene en la ‘no-acción’ es una metáfora de la búsqueda de la identidad, de la pérdida de valores y el indicativo del desconcierto de la juventud en un entorno desconocido donde, por supuesto, habrá una comunión lógica entre lo violento y lo hermoso. Con las sutiles notas de Arvo Pärt de fondo, Cassey Affleck y Matt Damon (que figuran como guionistas de la película porque lo que hacen es improvisar los pocos diálogos que se escuchan a lo largo del metraje) protagonizan una historia donde las coordenadas de espacio y tiempo se agolpan en un punto de fuga que Van Sant ni siquiera se molesta en explicar. Sólo importa soslayar lo tópico o preestablecido para enfatizar en lo experimental del asunto, sin percatarse de lo plomizo que resulta todo.
La arquitectura de ‘Gerry’ es una tomadura de pelo minimalista de Van Sant que ostenta en su somnífero ejercicio empírico una sucesión de largos travellings, de bellas panorámicas paisajísticas, de la utilización excesiva de la ‘stedy cam’. Directriz que se deriva en una duración de los planos que van más allá de lo aceptable. Un filme que muy bien podrían haber rodado Andy Warhol o Michael Snow y que pivota en su desfachatez mantenida en una carencia de explicación racional capaz de dar sentido a las situaciones que se ven en pantalla y que tan bien funcionaron en ‘Elephant’, dado que en aquélla había un estallido de violencia final descarnada y lacónica. Algo que que pierde su sentido en ‘Gerry’, fundamentalmente por la desmotivación que provoca la insuperable desazón que imbuye al relato, la misma que sienten los tediosos protagonistas, perdidos en un desierto que les enfrentará a sí mismos y donde sólo el más fuerte será capaz de sobrevivir. Una opción que tal vez el realizador se haya planteado, la de exhibir mediante imágenes la desorientación y pesadumbre de dos personas perdidas en una estéril estepa sin fin.
Hay quien dice que esto es un homenaje al ‘western’ debido a los paisajes, a su recurrente espíritu vocacional. Deliberación hilarante, sin duda alguna. ‘Gerry’ no es más que la manifestación de que Van Sant ha pasado de poner la mano para contar el dinero del ‘remake’ de ‘Psicosis’ a agredir con sus pretenciosas y fatuas debilidades experimentales sin ningún pudor.
Miguel Á. Refoyo © 2005
PD: Por si fuera poco, he oído que ‘Last Days’ (presentada en Cannes recientemente) sigue esta misma táctica de planificación aleatoria y ensayo fílmico, por lo que Van Sant tiene un espectador menos para presenciar los últimos días de Kurt Cobain.

martes, 31 de mayo de 2005

Siniestro Mundo Publicitario (IX): Cecilia y sus compresas

Recuperando una de las secciones más abandonadas del Abismo, el SMP (el último análisis fue el de Melendi) vuelvo a la carga con una nueva entrega de este apartado de estúpido análisis televisivo.
No entiendo muy bien el último anuncio de la conocida marca de compresas EVAX. Consideremos la situación: de una charca, como las ranas, emerge nada más y nada menos, que Cecilia Roth, refiriéndonos con su 'españolizada' voz en off a lo de todas las actrices y modelos que proporcionan su imagen para estos ‘spots’, que con estas compresas una chica alcanza, casi como quien dice, la plena felicidad en forma de despreocupación.
No voy a entrar a valorizar el fondo y la forma del anuncio comercial. La cuestión que me inquieta es: ¿Por qué no se puntualiza que el anuncio hace referencia a la línea de EVAX que sigue los pasos de INDASEC, ese ‘salvaslips’ para pérdidas leves que protagonizaba Concha Velasco?
¿Por qué no se detalla? Si la menopausia es una forma natural del hipogonadismo. Y la Roth ya es muy mayorcita como para proclamarse una madurita. Digo yo.
¿Acaso no debería tener el ‘spot’ un perfil estético menos juvenil y sin tanto boato adolescente para vender un producto elaborado para subsanar la incontinencia y la pérdida de estrógeno y progesterona?
A menos de que me equivoque y el anuncio no concierna a este tema. Algo que sería aún más denigrante para la actriz argentina.
Que alguien me lo explique.

Ofrendas cartelísticas

Nuestro gran amigo Woed estaba en lo cierto.
El cartel de la secuela de ‘La matanza de Texas’, de Tobe Hooper, sigue con divertida simetría el original perteneciente al de ‘The Breakfast Club’.
Una curiosa dedicatoria la de Hooper a John Hughes que, al menos yo, desconocía.

Review 'Tapas'

La humildad de unas vidas cruzadas
Jose Cobracho y Juan Cruz aportan con su obra debut una diáfana mirada a unos personajes urdidos bajo una tierna y honesta mirada.
No hace falta ser ni ser escéptico ni pesimista para determinar lo mal que anda el cine español últimamente, identificable en la falta (o carencia, mejor dicho) de buenos títulos en un aciago año en el que la cinematografía nacional ha perdido una inconcebible parte de su audiencia. Nuestro cine está en una profunda crisis. Bien merecida, por otra parte. Es una triste realidad, dada la falta de aptitudes de las películas españolas que se estrenan. Por eso, con la llegada de un filme como ‘Tapas’, que sin ser una obra de esplendorosa sí está a la altura de las circunstancias, es de recibo elogiar la magnífica labor de Jose Corbacho y Juan Cruz al plantearle al espectador una película tan natural y sencilla como comprometida con sus humildes propósitos. Los premios y el reconocimiento acopiados en el reciente festival de cine español de Málaga no son más que la equidad unánime a un filme que, sin grandes alardes de ningún tipo, reúne la calidad suficiente como para merecer ser el mejor filme español en lo que va de este apático 2005, lo cual también trasluce el adverso estado del cine patrio.
Muy al contrario de lo que se pueda pensar debido a la procedencia televisiva de sus directores, ambos procedentes del Terrat, un lenitivo de ocio catódico con sus programas ‘Buenafuente’ y ‘Homo Zapping’, ‘Tapas’ se aleja del humor en forma de ‘gag’ para adentrarse desde su prólogo en el naturalismo urbano, en la realidad de un barrio cualquiera (en este caso L'Hospitalet, distrito común de sus creadores) durante un verano sin definir. A lo largo de su armonioso metraje se entrelazan la vida de siete personas que viven como pueden sus contrariedades, ambiciones, recelos y temores. El dueño del bar de la esquina que se ve abandonado por su mujer, los jóvenes desorientados con ganas de vivir, una torturada alma solitaria necesitada de afecto y una pareja de jubilados que se enfrenta a la muerte reciben por parte de Corbacho y Cruz una necesaria dosis de autenticidad y humanidad que dispensa un agradecido efugio del tópico con el que han sido construidos. La gran virtud de esta ‘opera prima’ reside así en la facilidad de empatía que se establece entre caracteres y público, por encima de cualquier grandilocuencia, de la sencillez de la propuesta sin más pretensión que la de narrar con una equilibrada armonía una historia que sabe fusionar los códigos del drama y la comedia, amparados ambos géneros en un entorno de melancolía, extensivo a su logrado espíritu de fábula agridulce y suburbana.
‘Tapas’ es una íntima aproximación a la sensibilidad de unos personajes creados con sabiduría, con la manifestación realista apuntada en sus diálogos y situaciones, brindando emociones devenidas en el humor, la ternura o el melodrama de animales heridos que sufren y padecen la soledad, la esperanza, el amor o la muerte. Para ello, Cruz y Corbacho modulan bajo la reposada lentitud de los pequeños instantes de estas vidas cruzadas, un ritmo sosegado, paliativo, sin desavenencias formales de ningún tipo, dejando cualquier presunción al margen y consiguiendo en último término que todo fluya en un cauce de cierta esplendidez cinematográfica. Una sencillez expositiva que cuenta con la confabulación de unos intérpretes en estado de gracia; desde la portentosa efectividad de Ángel de Andrés, pasando por la lección de temple de esa magnífica e ignorada actriz como Elvira Mínguez (posiblemente la mejor intérprete española desde hace más de una década), la insuperable calidad de la pareja de veteranos formada por María Galiana y Alberto de Mendoza, llegando a la frescura de Darío Paso, Rubén Ochandiano y Alberto Jo Lee.
Todos los elementos parecen concordar para el éxito de esta pequeña comedia que, si bien tiene algún que otro error (incluir excesivos y reconocibles ‘cameos’ televisivos que distraen la atención del espectador o los habituales y justificables en un debut), desde la simplicidad y la honestidad de su escasa ambición, alcanza la finalidad de llegar al público mediante la valiosa recreación de las preocupaciones e ilusiones de unos personajes con vida que comparten un espacio y ansiedades de distinta tipografía.
Miguel Á. Refoyo © 2005

domingo, 29 de mayo de 2005

¿El regreso de Rambo?

Imaginad por un momento a John Rambo, el ex boina verde estigmatizado por la Guerra de Vietnam y que tan bien simbolizó la doctrina de la Era Reagan durante los 80, readaptado a la sociedad, en la América actual. Rambo tendría una familia. Una mujer y una hija incluso. A pesar de estar retirado de la vida militar, su condición de versado combatiente a un nivel sobrehumano le implica a una colaboración esporádica con el Ejército.
Alejado en las afueras de las grandes ciudades, un buen día Rambo se ve obligado a volver a la lucha, cuando un grupo de racistas cismáticos secuestran a la hija de un Indio Navajo a la que deberá rescatar, imponiendo su ley e impartiendo la justicia como sólo él sabe hacerlo.
Podría ser el ‘plotline’, el argumento, vaya, de la cuarta parte de ‘Rambo’, uno de los proyectos que Silvester Stallone lleva manejando hace años.

David Fincher: Spots Publicitarios (III)

Wieden & Kennedy fue la responsable de este anuncio dirigido por Fincher bajo el título ‘Karma Instant (Versión 1)’, visualización deportiva de la letra de la archiconocida canción de John Lennon para la multinacional ‘Nike’, una de las marcas que más dinero invierte en sus campañas de publicidad, cuidando particularmente sus anuncios televisivos.
De nuevo la estética oscurantista, las panorámicas claustrofóbicas de tonalidades ocres, maceradas de una inquietante acuosidad, es el contrapunto perfecto para enhebrar ese trasfondo deportivo y de superación que se percibe en un anuncio definido por su optimismo sensorial.

sábado, 28 de mayo de 2005

Otro tipo de 'tunning'

Una de las modas más actuales y turbias que han emergido en la civilización moderna, en este espacio social que nos mueve a inventar maneras de simplificar el ostracismo que nos rodea, es el ‘tunning’, esa inextricable afición que se fundamenta en la customización de una de las preciadas posesiones del ser humano: su automóvil.
Una nueva filosofía de vida que supone un peldaño entre el pret-a-porter, la estética hortera y el deseo de expresar la individualidad rayana en el ridículo, personalizando y transformando los vehículos, acción derivada por la fantasía de aquellos enardecidos que buscan una novedosa forma de expresión automovilística.
Lo que muchos no saben, es que más allá de esta incomprensible tendencia a la ornamental chocarrería, hay otro tipo de influencias sobre el movimiento del automóvil entendido incluso como arte contemporáneo, tipificando esta corriente con una excepcional personalidad, creando curiosos coches de museo. Un ‘tunning’ muy disímil al que estamos acostumbrados a ver.

Horroroso

Un programa sin ritmo, sin gracia, de inexistente humor basado en la estulticia de unas pretensiones perdidas en una sucesión de ‘sketchs’ de laxa consistencia.

viernes, 27 de mayo de 2005

Review 'Amanecer de los muertos (Dawn of the Dead)', de Zack Snyder

Una espléndida impronta del mejor ‘gore’.
El, hasta ahora, debutante Zack Snyder recuperó, hace menos de un año, la pureza más genérica del ‘gore’ en un ‘remake’ superando al original de George A. Romero.
Cuando en 1969 George A. Romero se sirvió de las obras literarias ‘Soy leyenda’, de Richard Matheson y de la desconocidísima obra de culto de Sidney Salkow y Ubaldo Ragona ‘The last man on Earth’ para crear la obra maestra ‘La noche de los muertos vivientes’, nadie podía imaginar que aquella cinta se convertiría en una de las películas más influyentes del cine contemporáneo. Y más teniendo en cuenta que originó un género tan difícil como postergado: el ‘gore’, el terror sangriento, el 'splatter’ basado en los efectos de casquería y en el exceso de vísceras. Su planteamiento estético y formal, supuso la destrucción de los expirantes cánones del cine de terror de la época. Una obra maestra que trocó las estructuras vigentes del terror y le dio una nueva perspectiva a este sublime subgénero, haciendo que el propio arte no volviera a ser el mismo jamás. Romero afianzó su propia leyenda cerrando una irregular pero sugestiva trilogía al ofrecer dos películas más como ‘Zombie’ y ‘El día de los muertos’ (a la espera de 'Land of Dead').
Cuando el ‘splatter’ actual se había diezmado a producciones de terror ‘teenager’, compuestas por una laxa propensión al esteticismo del nuevo ‘body count gore’ resucitado por Wes Craven y Kevin Williamson en sus sagas ‘Scream’ y ‘Sé lo que hicisteis el último verano’, por el reajuste ‘soft’ de fórmulas funcionales como en las recientes ‘Jeepers Creepers’, ‘Km. 666’, ‘La casa de los 1.000 cadáveres’, la revisitación del cine de zombies de Danny Boyle en la excelente ‘28 días después’ (con la que ‘Amanecer de los muertos’ comparte unos zombies que corren, son ágiles y atacan con gran ferocidad) y el ‘remake’ de ‘La Matanza de Texas’, se permitió descubrir un evento casi imposible de encontrar en el Séptimo Arte: que uno de estos ‘remakes’ supere con creces la versión original. La segunda parte de la trilogía de Romero ‘Zombie’ es el fundamento sobre el que se basa esta nueva versión titulada ‘Amanecer de los muertos’ que, mucho más allá de la simple clonación, ofrece una de las mejores muestras de cine ‘gore’ de los últimos años, superando a su predecesora y acopiando las mejores virtudes de la primera cinta de la saga de los zombies, fusionándola con la apuesta del mejor cine de acción y terror que se pueda esperar en una película como esta.
Zack Snyder realizó un excelente y prometedor debut que narra cómo una inexplicable plaga ha diezmado la población del planeta, convirtiendo a los muertos en zombies que buscan carne y sangre humana para sobrevivir. En Wisconsin, un grupo de supervivientes compuesto por una enfermera, un estoico policía, un vendedor de equipos electrónicos y un chico duro de la calle con su embarazada esposa busca refugio en una fortaleza típica del final del siglo XX, un centro comercial abandonado donde deberán aprender no sólo a protegerse de las hordas de zombies sino también a coexistir como el último reducto de la humanidad.
Partiendo de esta premisa, dos cosas tiene en común este ‘Amanecer de los muertos’ con la original; la invasión de zombies y la presencia de un gran centro comercial como un alcázar de refugio de los protagonistas, que sigue metaforizando el consumismo y el centro de recreo vacuo e intrascendente de la sociedad moderna. Por lo demás, esta nueva versión del clásico de Romero promueve una situación totalmente infrecuente en el cine comercial de Hollywood. Y ahí basa sus mejores virtudes, en su etiqueta de cinta comercial atípica, como ofrenda al mejor cine ‘gore’, sin excusas ni engaños, brindando una diletante película de género donde el suspense, el terror en estado puro y una abundante dosis de violencia en la que no se escamita la profusión de mutilaciones, vísceras y mucha hemoglobina realizada con un potente estilo visual y sobresaliente capacidad narrativa. La eficacia que convierte esta versión en una ‘rara avis’ dentro del cine de terror actual es su alto componente radical, disoluto y respetuoso con los dispositivos genéricos ricos en lecturas y camuflados en la sangre fácil y la acción de infrenable ritmo que arranca con uno de los más feroces y enérgicos prólogos vistos en muchos años y que concluye con uno de esos epílogos que dejan al espectador anclado en la butaca.
Bajo esa aparente inocuidad, Snyder dignifica su propuesta con una nueva visión del discurso del cine de ‘muertos vivientes’. Si las antecesoras se centraban en una sociedad descompuesta representada en la alienación y deshumanización de un grupo de personas que, bajo presión (las tribus amenazantes), se contagiaban de odio entre ellos convirtiéndolos en su propia amenaza, en esta más que estupenda ‘Amancer de los muertos’ la amenaza real está fuera, como un simbolismo del miedo y terror actual norteamericano. Por eso, no es extraño que las primeras imágenes que ofrece en formato televisivo sean musulmanes rezando o las guerras que asolan nuestra conciencia colectiva. Los protagonistas de esta nueva visión de ‘Zombie’ son héroes que intentan sobrevivir, manteniéndose unidos ante el peligro exterior.
Los tiempos han cambiado y por eso la probidad de esta nueva ‘cult movie’ reside en haber sabido subvertir el género a su propio estilo, dejando que la ilusoria película vital y optimista que se desarrolla no pueda tener un final más inesperado, apocalíptico y descorazonador como el que tiene. Además, la autocrítica sigue siendo la mejor herramienta de este tipo de cine, sabiendo reflejar en todo momento la estupidez yanqui, significada en el egoísta encargado de seguridad que acaba dando su vida por el grupo, en la amante de los animales que pone en peligro a sus compañeros por un estúpido perrito o en la obsesión familiar del cabeza de una nueva familia interracial. Pero si por algo destaca este aspecto cínico de la sociedad de masas es la malévola secuencia en la que, bajo las notas del ‘Down With The Sickness’ de Richard Cheese, se sustituye la felicidad por todo aquello que encuentra el grupo en el centro comercial (sexo, amor, comida, diversión, diálogo y un humorístico e inhumano juego de tiro al blanco) que ejemplifica el vacío de la actual cultura moderna. El centro comercial se convierte así en el máximo representante de la decadencia capitalista. Por ello, no deja de ser irónico que los zombies se encaminen en masa hacia este recinto por “un instinto, ya que este lugar era muy importante en sus vidas”, como dice uno de los protagonistas.
El guionista James Gunn apuesta por inventar más personajes que en la original, algo que dificulta el desarrollo de cada uno de los protagonistas. Y esto, que podría verse como un error que impide esa transformación de los roles, se transforma aquí en acierto al ceñirse exclusivamente a la acción sin pausa, a la frenética cadencia de las situaciones que se encadenan en un ambiente claustrofóbico donde la desesperación y la locura son paliadas con unos personajes que siempre toman decisiones con sentido común. Algo inusual en el cine de terror. Aquí no hay bondad, ni maldad. Hay miedo. Un elemento clave para entender ‘Amanecer de los muertos’. La infección de los zombies no es la deshumanización, sino el pánico que ahonda en nuestras conciencias en esta época de desconfianza y maldad, de guerras y de desatención por parte de Gobiernos infieles y autocráticos que reinan el mundo. Para ello, basta destacar el momento en que se aleja el helicóptero de las fuerzas armadas cuando ven a los desolados protagonistas en lo alto de la azotea del centro comercial. Dejándolos solos y al amparo de su suerte.
Por todo lo demás, ‘Amanecer de los muertos’ es una plétora de habilidades en la que predomina un intuitivo sentido visual que consigue con su perfecta planificación aprovechar al máximo el impacto de las múltiples escenas de acción a unos niveles de estética y violencia pocas veces apreciables en un género que ha resucitado con este ‘remake’ no exento de momentos de humor bastante cínicos y divertidos. Así, se pueden contemplar escenas de vísceras y destrucción de zombies con lujo de detalle y con una gama cromática en la sangre que cambia gradualmente con el avance de la película (roja y fluida para la primera fase, seca y marrón para la segunda, negra y aceitosa para su final).
La capacidad de Snyder como cineasta hace que su debut tras las cámaras sea celebrado como todo un hallazgo que retoma, homenajea y hasta supera aquellas monstruosas producciones de hace décadas. Incluso permitiéndose divertimentos referenciales como los cameos de Ken Foree, Scott H. Reiniger y Tom Savini (quienes aparecieron en la primera versión de la película rodada en 1978) o utilizar de forma astuta el nombre de la actriz original Gaylen Ross como nombre de una tienda. La acertada elección de actores (donde hay que subrayar a la estupendísima Sarah Polley), el impresionante y detallado uso de unos efectos especiales espectaculares, el equilibrio formal y la brillante puesta en escena están soberbiamente ensambladas para componer una sinfonía de sangre y vísceras convertidas en una de las películas mas interesantes del año. Y no sólo para el más exquisito ‘gore-hound’.