martes, 3 de mayo de 2005

'El límite', en Bilbao

Buena noticia, pues. La trayectoria festivalera de ‘El límite’ parece seguir su lenta pero segura difusión por toda España y parte del extranjero.
La próxima cita de nuestro cortometraje tendrá lugar en unas tierras en las que estaba deseando que se disfrutara este nuestro tercer proyecto, nada menos que en Bilbao.
El Festival de Cortos Caos cumple tres años y hemos sido seleccionados entre los finalistas de 230 cortos recibidos. Un festival con propósitos divertidamente partisanos que tiene como especial novedad este año la sección la muestra ‘Eastpak: soy bizarro... ¿y qué?’ que unido a sus secciones de cine, vídeo y animación consagran la oportunidad de disfrutar de toda una galería de festejo en pequeño formato.
Para los lectores y amigos de Bilbao:
‘El límite’ se proyectará en el CAOS CLUB, c/Simón Bolivar 10, Bilbao. Metro: Indautxu, salida Dr. Areilza, el próximo lunes 9 de mayo a las 20:00 horas junto a estos otros cortos.
La lista de la sección oficial de este año aquí.
Todo un honor.
¡Aupa Athletic!

El 'Peliculón' de Antena 3. Ayer noche.

‘Made in USA’
Michael Bay propone un panegírico triunfalista y heroico bajo una historia de amor a tres bandas que acaba por resultar artera y empalagosa.
Creador de pirotécnicos artefactos cinematográficos compuestos por una falsa adrenalina elaborada con acción y suntuosidad pretenciosa fundamentada en la más descarada comercialidad, Michael Bay presentó su tercera obra después de dos ‘reliquias’ de nuestro tiempo como ‘Bad Boys’, ‘La Roca’ o ‘Armageddon’ y posteriormente con ‘Bad Boys II’.
El presuntuoso y teorizante cineasta reanudó con ‘Pearl Harbor’ en su particular ‘tour de force’ con el cine espectáculo, con los fuegos artificiales encarecidos por su sobrevalorada autoestima y su encopetado sentido de un cine asentado en los monumentales pilares que suponen las desmedidas cifras que se manejaron en esta deleznable cinta. ‘Pearl Harbor’ no fue más que otra nueva vuelta de tuerca para la petulante demostración del omnipotente imperio de Hollywood y su potestad a la hora de crear hegemónicos filmes con aspiraciones comerciales. Otro imposible vuelco económico para someter al espectador a una enorme ceremonia de grandiosidad y sortilegio digitalizado.
La nueva odisea de Michael Bay se empecinó en recrear uno de los acontecimientos bélicos más importantes de los anales de la historia reciente. Concretamente el sucedido el 7 de diciembre de 1941, cuando 183 bombarderos a las órdenes del comandante Mitsuo Fuchina surcaron los aires para poner en jaque al ejército norteamericanos que se instruía entre Ford Island y Battleship Row. Más de 3.200 militares yanquis murieron en uno de los ataques más importantes de la II Guerra Mundial. Bay aprovechó el evento para incluir entre este trágico suceso la paupérrima historia de amor entre Rafe McCawley (Ben Affleck) y la enfermera Evelyn Stewart (Kate Beckinsale), relación que se ve alterada cuando él desaparece luchando en las filas del Escuadrón del Águila Británica. La chica, destrozada por su aparente pérdida, caerá rápidamente en los brazos de su mejor amigo, Danny Walker (Josh Harnett).
Pero esta roñosa trama amorosa no deja de ser una burda excusa que el guionista Randall Wallace no desperdicia para subvertir este lamentable amorío a tres bandas y hacer apología triunfalista, que es de lo que realmente va este despilfarro comercial. Así, se narra durante más de tres horas cómo y de qué forma el ejército norteamericano despertó de su letargo para demostrar al mundo que era el país más poderoso de los 5 continentes, un acto que intentan refrendar en celuloide Jerry Bruckheimer y Michael Bay al pretender engrandecer con dinero y grandilocuencia esta prescindible, insustancial y empalagosa historia de amor.
Bajo los planos llenos de glamour fotografiados por John Schwartzman se encuentra uno de los manifiestos más triunfalistas y arrogantes de un género tan difícil como lo es el cine bélico. El autoelogio nacionalista, la loa heroica a los veteranos que sobrevivieron a Pearl Harbor y la apología yanqui en su objetivo final convierten a esta superproducción en un emblema acerca del valor y la integridad norteamericana. Así, no es casual que el ataque japonés nunca se vea desde arriba, sino desde la visión de sufrimiento de los militares de la bahía y menos lo es ese acto milagroso que pone en pie al inválido presidente Roosvelt para demostrar que se puede obrar lo inverosímil. O que el héroe de la historia sea una especie de providencia invencible salvaguardado por el amor y el idealismo. Tampoco es casual la vacuidad de la historia del más que correcto Cuba Gooding Jr. si al final se puede expresar que fue el primer afroamericano condecorado o que la sangre de los protagonistas para una trasfusión se vierta en botellas de Coca-Cola, el más imperialista de todos los símbolos estadounidenses.
El discurso ideológico del filme de Bay fluye por un indolente conformismo idealista colmado de aparatosa subversividad visual reiterada en las esperadas barras y estrellas hasta llegar a los continuos contrapicados de ensalzamiento hacia el ídolo representado en un poco carismático Affleck. Alegorías sublimadas que alcanzan el propósito perseguido por los productores de este costoso juguete: la creación de un símbolo fílmico por y para el homenaje nacionalista.
Pearl Harbor’ despliega, eso sí, una puesta en escena y un diseño visual impresionante, enormemente estudiado y delimitado en busca del impacto sensorial (amaneceres, momentos románticos y bélicos). Todo ello le sirve a Bay para, con su descarada petulancia artística, arrastrar el peso de una función que se asienta en la osadía técnica, en los abrumantes efectos digitales que rodean un melodrama de tintes clásicos que ambiciona exhibir el verdadero espíritu del cine bélico. Algo que se consigue durante breves instantes en la apoteósica y larguísima secuencia del ataque nipón inundada de espectáculo crudo y enfervorecido, diligente y suntuoso.
A pesar de una mínima autocrítica personificada en el personaje de Dan Aykroyd, el circo bélico de Michael Bay no se acerca (ni de coña, vamos) a la flagrancia de los Fuller, Milestone, Sandrich o G. Hutton y menos a la intencionalidad gigantesca de maestros que dejaron su huella en el género como Ford, Hawks, Kubrick, Coppola, Malick o Spielberg. Bay aleja el género a un terreno de directrices bien diferentes encaminadas a la taquilla y al ombliguismo de un director tan envanecido como trivial. La música de Hans Zimmer, autoplagiándose bajo las mínimas variaciones de ‘La delgada línea roja’ y el ‘off’ de Evelyn recordando que bajo el Pacífico aún reposan los restos de los 1.400 americanos que se hundieron con el buque Arizona cierran un filme tan pretencioso como atronador resultando, en último término, un entretenimiento que resulta ser un aburrimiento demasiado artificioso para el dineral que invirtieron en la que en su día fue la cinta más cara de los fastos del cine contemporáneo.

lunes, 2 de mayo de 2005

Edward Runci y más 'pin-ups'

Edward Runci fue un genovés nacido en 1921 que vio cómo su vida se transformó de mostrar sus dibujos realizados en el pueblo costero de Catania, en Sicilia, a ser un dibujante de éxito con sus ‘pin ups’, exponiendo su primera colección tras la guerra en 1945.
Se le comparó a Gil Elvgren y no tardó en triunfar en Hollywood como retratista e ilustrador de las más importantes revistas.
La especialidad de Runci siempre fueron las sexualmente féminas rubias de los años 50, muchas veces a modo de réplica de Marilyn Monroe, pero predominando su trazo a la hora de de esbozar complejos vestidos de seda y otros textiles.
Aquí tenéis su biografía y una galería.

Gasol y Grizzlies hasta la temporada que viene

Estaba claro que era más que difícil que Memphis tuviera alguna posibilidad contra Phoenix, el mejor equipo de la NBA esta temporada.
Pau Gasol y los suyos han caído eliminados a las primeras de cambio en los playoffs, rendidos ante el parcial de 4-0 de unos Suns sustentados en unos fantásticos Steve Nash, Joe Johnson y Shawn Marion (a los que hay que añadir a los imprescindibles Stoudemire y Richardson).
115-123 ha sido el último marcador de los Memphis esta temporada. A pesar de los 28 puntos del español, los Grizzlies nada han podido hacer ante el vendaval de juego del conjunto dirigido por Mike D'Antoni.
La NBA se ha quedado sin su embajador español. A partir de ahora, habrá que disfrutar del juego de los demás equipos y corear aquello de “I love this game”.

25 años sin el Gran Genio

El pasado viernes se cumplían veinticinco años de la muerte del iconográfico Sir Alfred Hitchcock uno de los cineastas más admirados de la Historia del Cine, que aún en nuestros días sigue estando más vivo que nunca a través de una filmografía repleta de obras maestras que perduran imborrables en la memoria colectiva. Nacido en Londres en 1899, el joven Hitchcock debutó como ingeniero en la Compañía telegráfica Hanley y más tarde entra en la sucursal londinense de la firma de Hollywood Famous Players Lasky, donde trabajó como diseñador de subtítulos para las películas mudas.
Tras una breve estancia en la UFA, que le ayudaría a descubrir la obra de Paul Leni y Fritz Lang, llegaron sus primeros tanteos como cineasta con ‘Number 13’, película que no llegó a terminar, ‘Always tell your life’ que ni siquiera firmó como director y ‘The pleasure garden’, su primera película. Su particular y genuino estilo empezó a dar evidentes signos de desbordante talento con ‘El enemigo de las rubias’ y sobre todo con ‘La muchacha de Londres’. Hitchcock se formó aceptando las más dispares obras para instruirse y es ‘Blackmail’ la obra más carismática del primer cine sonoro británico. David O. Selznick sería el hombre que le llevara a Estados Unidos, donde comienza a trabajar en una serie propia serie para televisión. Desde entonces la máquina creadora nunca paró, deleitando y suspendiendo la tensión de muchos de sus filmes irrepetibles.
Lo cierto es que Hitchcock desarrolla su verdadera personalidad cinéfila a través de investigaciones formales de distinta índole, cuyos éxitos utilizaría para transmitir una perspectiva del cine única, no por sus temas o sus mensajes, sino por una estructura narrativa fascinante y una realización basada en la capacidad de relatar por medio de las imágenes. En último término, el cine de Hitchcock se ha convertido en un egregio arte porque busca (al fin y al cabo) el puro entretenimiento, para después pasar a jugar con negativas que desembocan en una traducción cimentada en la libertad de acción ‘in crescendo’ utilizando el mítico suspense como excusa o pretexto.
En cuanto a esa intriga, el Gran Maestro siempre fue coherente consigo mismo y con el espectador, dotando a sus personajes con la identificación, confiriéndoles una dimensión dotada de privilegiados análisis y, sobre todo, tomando la condición del suspense para contravenir cualquier tópico acerca del género. Para Hitchcock el cine se tenía que centrar en sus instantes dramáticos (es célebre aquella frase “el drama es la vida despojada de sus momentos aburridos”) en el que hasta el romanticismo desaparece en su final (como en ‘Vértigo’) en pos de una postura ante el cine como provocador erudito.
El hecho de que el cineasta británico no le diera importancia a la evolución de su carrera coincide precisamente con su perspectiva acerca de la maldad oculta en un halo de abstracción e incluso de abyección, como si quisiera exhumar el aplomo malintencionado con el que se pueden invertir los valores. Tampoco deviene una catarsis personal a través de sus filmes (su misoginia, obsesión y frustración) sino que nos dejó contemplar una evolución pesimista de su visión del cine (‘Crimen perfecto’, ‘Topaz’, ‘La trama’…). Siempre quiso dirigir comedias, pero no hubo suerte, a pesar de poseer ese humor británico mordaz y camuflado, válido para esa poco reconocida ‘Pero... ¿quién mató a Harry?’.
El Hitchcock más conocido era un genio, un clásico de nuestro siglo, especulando con un cine en el que la estilística y la temática se estiban formando una sola. Su práctica de montaje rayano en la perfección nos hace ver al perfeccionista que buscó siempre la cúspide visual. Se le puede considerar como un creador avanzado a su tiempo, un visionario de percepción cinematográfica propia e inconfundible, donde la figura del cineasta ante su obra no desaparece, pero tampoco se toma como un elemento demiúrgico. Su discernimiento creativo progenitor de obsesiones particulares se caracterizó por dotar a sus protagonistas femeninas de un carácter frío (signo de frigidez, no de independencia) que no hacían vislumbrar un fulgor puritano, sino todo lo contrario, de ahí esos exhaustivos diagnósticos (en este Abismo dedicaré algún reportaje a ellas) sobre todas sus rubias más memorables: Grace Kelly, Tippi Hedren, Janet Leight, Kim Novak
El cine de Hitchcock es anexo al sentido ‘freudiano’ del discurso (visible en el epílogo de ‘Psicosis’) en el que abundan referencias a Kafka o Chesterton, que bifurca el análisis de los dobles juegos establecidos sobre la puesta en escena y su trascendencia (‘Encadenados’, ‘Atormentada’, ‘La ventana indiscreta’, ‘Vértigo’ o ‘Marnie, la ladrona’). Como conclusión (y dejando de analizar sus ‘McGuffins’, la teatralidad de alguna de sus obras maestras, el espectáculo, el erotismo, la muerte, el sexo, el espionaje, sus intencionados ‘cameos’, la planificación… con la excusa de desglosarlo como bien se merece) cabe significar la vasta sombra de Hitchcock como una de las personalidades más ciclópeas que ha tenido el cine jamás.
El director ‘maestro de maestros’ ha legado una irrepetible leyenda en la que todos los espectadores tienen cabida. Sólo hay que ver (o revisar) una película suya para entrar en su fascinante universo. Hace un cuarto de siglo que el gran Hitchcock nos dejó, pero legando una obra que nadie superará. Desde aquí este pequeño alusión a su muerte como pequeño homenaje.

domingo, 1 de mayo de 2005

I WANT TO BELIEVE

Sean visitantes de otros planetas o refulgentes luminares, cosmonaves, periquitos o canarios, dirigibles, luminiscencias etéreas, extravagantes celajes producto de algún estimulante lisérgico o estrellas fugaces, los ovnis, las naves galácticas y siderales, aunque no exista ninguna certidumbre científica válida que suscriba esta presunción, han sido cuestión de estudio y de creencia congénita al ser humano.
A pesar de que la mayor parte de los científicos aceptan la viabilidad de la existencia de vida inteligente en otros planetas del universo, hasta el momento es todo especulación. O eso, o el Ovni, como tal, serían un ente proteiforme que se adapta a las necesidades emocionales de quien lo percibe.
Sea como fuere, está claro que el fenómeno ufológico es tan fascinante que a veces necesitamos creer.
Os dejo un link con una galería de fotos de Ovnis de Black Vault.
¿Realidad, ficción, fotomontajes? ¿Llegaremos algún día a conocer la verdad?
Próximamente en su espacio astral más cercano.

Palabra de Smith

"‘Star Wars: Episodio III. La Venganza de los Sith’ es, simplemente, alucinante. Es la precuela que aquellos que odian ‘La Amenaza Fantasma’ estaban esperando y si no opinan de esta forma, es que están mintiendo. Todo lo oscura como lo fuera ‘El Imperio Contraataca', esta película es mil veces más tenebrosa”.
Kevin Smith dixit (y pixie).
Quien quiera leer más sobre la finalización de la saga de George Lucas, aquí os dejo el enlace. No obstante hay que advertir que trae consigo muchos 'spoilers'.
Con esta efímera pesquisa internauta me voy a derrumbar sobre el tálamo tras haber sufrido a lo largo de toda esta aciaga y fatídica jornada una escandalosa fiebre producto de una gripe que me ha cogido fuertemente.
Buenas noches, amigos. Hasta mañana (espero).

sábado, 30 de abril de 2005

Pin Up World

George Petty fue uno de los dibujantes de ‘pin ups’ más importantes del panorama internacional allá por los años 30 con sus dibujos para la revista ‘Esquire’.
Disfrutad de su vida y obra én este link y en este otro.

Premios ATV: ridículo televisivo

Con una gripe fulminante y drástica, medio aletargado y aturdido por esta circunstancia, ayer abandoné mi habitual concupiscencia nocturna para quedarme en casa, febril y destemplado. Intermitente acudí a la licenciosa devoción por el ‘zapping’, cuando accidentalmente asistí a una ignominiosa gala, un acontecimiento de lo más patético que se haya podido ver en mucho tiempo en la caja tonta. Me refiero, por supuesto, a la lamentable VII edición de los premios de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión (ATV).
Una realización deplorable, atroz y lastimosa, con fallos constante de sonido, donde los vídeos no entraban cuando tenían que entrar, donde el guión adolecía de cualquier originalidad o gracia, lindante en lo ramplón e inelegante, en el puro sonrojo de un evento de más de tres horas, mal conducido y que, como resultado, dejó la manifestación de uno de los ridículos más descomunales y risibles vistos desde hace años. Ni siquiera los Goya presentados por la infame Antonia San Juan fueron tan calamitosos y tristes. El triste 11,4% con 1.355.000 espectadores para la gala manifiesta lo funesto de la noche.
En cuanto a los premios, 'Aquí no hay quien viva' fue la justa ganadora al obtener cuatro de los principales galardones. Lo único destacable fue el momento de homenaje al gran Miguel de la Quadra Salcedo, que recibió el homenaje de la Academia con el premio a toda una vida a pesar de no estar presente para recogerlo.
Como curiosidad, a lo largo de la ceremonia, los presentadores (muchos de los cuales salían vestidos con el uniforme de los operarios de la limpieza - barrenderos y basureros -) echaban a un alegórico basurero todo aquello que se deseaban excluir de este mundo.
El último de los galardonados, el enloquecido pero brillante José Corbacho, ganador del premio al mejor programa de entretenimiento por 'Homo zapping' protagonizó un acto de dignidad y coherencia al tirar a la basura de forma simbólica la propia y vergonzosa gala aludiendo a que, de vez en cuando, hay que hacer un poco de ‘autocrítica’. Cuánta razón llevaba.
Lo de ayer no tiene nombre.
Una gala fundamentalmente emética que suscitó, en muchos momentos, la náusea y la vergüenza ajena.

Review 'The interpreter'

Tópico panegírico a la palabra y la diplomacia
Sydney Pollack desaprovecha una interesante trama de ‘thriller’ político para sustituir la acción e investigación por una historia de amor imposible, algo en lo que es un experto.
En un tiempo en que la ONU está tan desacreditada, donde los Derechos Humanos sufren violaciones cada día y la pérdida de confianza se engrandece derivada de una indiferencia ante una reciente guerra ilegal contra Irak sin que poder hacer nada por evitarla, la institución que vela por la integridad pacífica en el mundo necesitaba, aunque fuera en un entorno ficticio, lavar su imagen de cara al mundo. De ahí que Cofi Annan haya fiado las instalaciones de la organización internacional para que un veterano como Sydney Pollack rodara su última película, ‘The Interpreter’, dentro de ellas. La organización ha conseguido un suculento cheque de la productora y Pollack ha ganado en credibilidad al narrar una historia que supone su aparente regreso al ‘thriller’ político, género en el que cabe subrayar sus obras ‘Los tres días del Cóndor’, ‘Ausencia de malicia’ y ‘La tapadera’.
Nicole Kidman es Silvia Broome, una intérprete de la ONU que accidentalmente escucha una conversación en la que alguien planea matar al dictatorial y genocida jefe de Estado africano de Matobo (país y lengua inventada para no levantar aprensiones) durante la Asamblea General. Cuando se da cuenta de que se ha convertido en objetivo de los asesinos que la amenazan, intenta frustrar la conspiración con la ayuda de Tobin Keller (Penn), el agente federal encargado de protegerla. Pero la trama se desdobla en dos frentes; además de esta trama principal, que nos va a proveer de una línea de pulsión sexual no resuelta (el primero de sus muchos tópicos), la acción se fracciona ante las sospechas del agente por el oscuro pasado de Broome, que ha nacido en el mismo país africano de donde deriva la amenaza y ha sido activista contra el régimen de un presidente corrompido por el poder hasta convertirse en un autócrata.
Tópicamente definida como un ’thriller político’, la nueva película de Pollack tiene tan poco de político como de ‘thriller’. Pero no es el veterano director el infractor de tal infortunio, sino que en este caso el peso de lo más execrable de este (vayamos avanzándolo) correcto filme de intriga recae en Charles Randolph, Scott Frank y Steven Zaillian, guionistas que han cimentado el mayor despilfarro del filme en la profundidad ética de sus personajes principales, restando acción a la trama y anulando una más que viable funcionalidad del género en el que se quiere inscribir esta película. Y es que ‘The Interpreter’ se precipita desde su principio intercediendo por un relato de personajes idealistas que topan con la cruel realidad de la violencia. Broome cree en la eficiencia e inmunidad de la palabra, mientras Séller es un cínico analista que define a una persona con una sola mirada. Por si fuera poco, ella es una huérfana desabrida que desconoce el paradero de su hermano, una mujer que tuvo que huir del hombre al que oído que van a matar y él es un torturado marido recién enviudado por el accidente de su mujer con su amante. Todo este ‘dramatis personae’ hace que la cinta caiga en una rémora sin interés que desatiende los elementos del ‘thriller’ al uso. Durante gran parte de las dilatadas tramas y subtramas parece más importante enfrentar dos posturas irreconciliables que apelar a la acción. Así, la doble secuencia en la que Broome se sube a un autobús para preguntarle al opositor político del amenazado por su hermano supone, en un prodigioso y dinámico montaje paralelo, lo mejor de esta película que cae en demasiados tópicos como para realzar la excelente labor de Pollack como director.
En todo momento Pollack no se desliga de su intencionalidad como cineasta de género, rodando con oficio un (a veces forzado) sosiego clásico, renunciando a cualquier tipo de disonancia formal y procurando que no decaiga el juego corrosivo y activista que hubiera necesitado sobre el espionaje, el suspense y las conspiraciones políticas. Algo, que en los tiempos que corren se antoja difícil. En vez de ello, Pollack se inclina hacia un territorio que domina y que ha terminado por infectar su cine: las anémicas historias de amores imposibles. La conspiración ‘hitchcockiana’ de ese atentado en las Naciones Unidas queda en un segundo término para ajustarse a la intimidad de una romántica y comprensiva conversación a distancia (cada protagonista en una ventana), de miradas cómplices o de confesiones que gravitan en un silencio fraterno. Excesiva preeminencia de esta aburrida relación de esa bipolaridad de pensamiento ante determinados conflictos que se aúnan hacia el final de la cinta con el objetivo de salvaguardar la dignidad de los pueblos a través de la justicia, donde la validez de las palabras y la diplomacia en lugar de la violencia es lo que defiende en su modélico y vergonzante desenlace.
Aún así, la cinta tiene sus virtudes, como esa sobria y fría puesta en escena, cargada de una elegancia y moderación digna de un veterano como Pollack, desviada de efectismos formales que se sustenta en un ejemplar estilo de ciertos recursos clásicos por parte del cineasta. Pero sobre todo (algo que viene siendo habitual) ofrece la posibilidad de evidenciar otra portentosa interpretación de una pletórica Nicole Kidman que lo compensa todo en una actuación comedida, sutil, llena de matices, un logro que a Sean Penn se le escapa por momentos, ya que el injusto ganador del Oscar por ‘Mistyc River’ ofrece un trabajo descompensado, a pesar de su innegable capacidad para dotar a los personajes torturados de una veracidad intachable. Es una pena ver, eso sí, a la espléndida Catherine Kenner dignifica un personaje innecesario que no aporta nada a la trama.
‘The interpreter' no ofrece más que un conato de ‘thriller’ escondido en un drama melancólico, elaborado con certera seriedad y corrección formal, pero que tiene como mayor enemigo un guión que no consigue insuflar ningún incentivo, ya sea algo de desasosiego (si exceptuamos la citada secuencia del autobús), ni hondura o emoción a una historia previsible y artificiosa con unos personajes poco creíbles incluidos en un entorno real que es desaprovechado en lo que podría haber sido una oportunidad inmejorable por recuperar la zona oscura y clásica de un género bastante quebrantado.
Miguel Á. Refoyo © 2005