sábado, 23 de abril de 2005

Concursos en la 'blogoesfera'

Después del fastidio que ha ocasionado la forma de conducir la segunda fase del concurso de Bitárocas.com, donde el Abismo quedó finalista, se ha puesto en marcha con casi un mes de retraso el período para las segundas votaciones tras dejar una bochornosa imagen.
¿Y de qué manera? Pues mal, como ha venido siendo habitual en la gestión de un concurso que se les ha ido de las manos a las primeras de cambio. La desatención ha sido absoluta, el sistema de funcionamiento grotesco y el cuidado por quedar bien ante los participantes nulo.
En cualquier caso os he dejado el botón donde podéis votarme si queréis. Aunque la displicencia ante este concurso, en mi caso, se ha hecho más que evidente con el paso de los días. El método de votación como comprobaréis es bastante ridículo, ya que además de votar este u otras weblogs (porque hay que hacerlo mediante una página distinta –no vale con darle al botón como antes-), hay que señalar cinco bitácoras entre todas las categorías existentes.
El resultado será que ante el desconocimiento de las páginas de las restantes categorías, si se vota (que lo dudo), se realizará, en su mayor parte, de una forma aleatoria, con lo que la votación quedará envenenada por el azar y obteniendo como consecuencia que los resultados no sean verídicos ni tengan interés alguno.
Yo, por si acaso, desde mi escéptica actitud ante los siempre prosaicos premios “al mejor”, me he inscrito en otro concurso de weblogs que parece tomado más en serio que el de Bitácoras.com. Me refiero al que ha organizado 20minutos.es, un certamen de weblogs aparentemente serio y bien llevado en el que ‘Un mundo desde el Abismo’ participa en seis categorías (cuatro elegidas -Mejor blog de actualidad, Mejor blog sobre cultura y de tendencias, Mejor blog personal y Mejor blog inclasificable- y otras dos por votación popular -Mejor Blog 2005 y Mejor Blog-).
Sea como sea, y siguiendo la máxima de Pierre de Cubertain, "Lo importante es participar".

Richard Kelly vuelve tras las cámaras

Todos nos hemos preguntado más de una vez qué sería lo próximo de Richard Kelly como director tras dirigir y escribir ‘Donnie Darko’, una de las cintas de culto más significativas de los últimos años. Un enigma que se ha disipado con el anuncio de ‘Southland Tales’, el retorno tras las cámaras de este precoz nigromante visual que dejó sorprendidos a propios y extraños con una película que ya forma parte de las reliquias del novísimo cine moderno.
Para ‘Southland Tales’ el portentoso Kelly contará con más capital y medios. La película tendrá como protagonista a Dwayne “The Rock” Johnson, Seann William Scott y Sarah Michelle Gellar en los tres roles protagonistas. La historia gira en torno a Boxer Santaros, una estrella del cine de acción con problemas de pérdida de memoria. Gellar, y aquí viene lo bueno, interpretará a una estrella del mundo del porno que tiene su propio ‘reality show’. El tercero en discordia, el inolvidable Stifler recreará a un oficial de policía de Hermosa Beach que cree que tener la clave de una conspiración.
Se anuncia como una extraña mezcla entre comedia y complejo ‘thriller’. El propio Richard Kelly ironiza al avanzar su nueva y esperada película como “una mezcla de espíritus entre Andy Warhol y Philip K Dick". También que la historia acontecerá en un futuro inmediato: 4 de julio de 2008 en la ciudad de Los Angeles.

viernes, 22 de abril de 2005

Del ostracismo al freakismo creativo

Que uno se aburre, que el tedio monopoliza la avivada existencia del hastío, que no se sabe muy bien qué hacer para llenar el vacío del tiempo libre.
Eficacia probada.

Jodo con la Truji

Como a todo el que haya echado un vistazo a la portada de 'El Mundo' esta mañana, se me ha levantado una sonrisa cínica, proseguida de un bufido sarcástica para provocar en mí cierto recelo.
"Tiene una superficie de 77 m2 –tres veces superior a los «minipisos »– y por órdenes de la propia ministra ha sido decorado en el «estilo zen» inspirado por ZP. Para ello se arrancaron los paneles de nogal que recubrían las paredes y se sustituyeron por otros más claros de abedul. Y, aunque la factura total asciende a bastante más, sólo en muebles de diseño se gastaron casi 37.000 euros –5.000 de ellos en alguien que los escogiera–. Con todo, ahora resulta que la mayoría de estas piezas no son del gusto de la ministra, por lo que están siendo recolocadas entre sus colaboradores".
Como el alcalde de Salamanca, Julián Lanzarote, que se compró con nuestro dinero un equipo de música de alta tecnología para su cochazo, como Álvarez Cascos que invirtió 240.000 euros de las arcas públicas en la galería de arte de su fulana, ahora le toca a la cada vez más emponzoñada ministra de Vivienda, María Antonia Trujillo. Dando ejemplo, demostrando que la fauna política no distingue de ideologías.
Si la semana pasada nos sorprendió a todos con su propuesta de crear madrigueras de 25 m² como solución a la vivienda digna, hoy nos asombra con su nuevo “despachazo”. No sé vosotros. Yo ya tengo Ministra favorita dentro de este ‘talentoso’ gobierno. Ahora queda esperar que lo anuncie o desmienta, confirme o desautorice. Como con lo de las ‘miniviviendas’.
Y mira que hay que ser hortera. "Ornamentación Zen", no te jode.

'Traffic', un gran Soderbergh

La libertad de un cine en estado puro
En su portentosa capacidad de ‘cineasta total’, Steven Soderbergh magnificó su labor con una arriesgada obra centrada en el narcotráfico.
Steven Soderbergh ha demostrado, a lo largo de una irregular pero intachable trayectoria, que es uno de los cineastas más interesantes del cine actual hollywoodiense. ‘Traffic’ es, hasta el momento, su última genialidad. Una cinta que vino a testimoniar un estado de gracia que abrumó con la fuerza de una dirección y talento inauditos en su proclive generación. En ‘Traffic’ Soderbergh recuperó su inextinguible pulso narrativo para, bordeando en todo momento la genialidad, imponer algunos de los mejores momentos del cine actual y atribuir con su visión un ritmo y estética que revelaron un verdadero sentido de independencia que traspasó cada plano de esta magnífica y acabada obra, la mejor de su fructuoso cineasta.
El director de ‘Sexo, mentiras y cintas de vídeo’ constató su labor de gran creador de imágenes confiriendo al filme una dirección antológica, mayestática, fusionando dos estilos para narrar esta historia de narcotráfico, como metáfora de los dos mundos opuestos y subsidiarios, consiguiendo para los Estados Unidos una tonalidad gélida y azulada y para México un color sepia y ocre que delimitara dos universos unidos por la droga, hermanados por el tráfico y los cárteles. ‘Traffic’ se centra en el poderoso imperio del contrabando, exponiendo un apabullante y cercano análisis desde un punto de vista diversificado en cuatro historias entrecruzadas, inscritas en una intención objetiva y descriptiva, en el que el objetivo no es tanto buscar el lado oscuro y triste de la droga y su comercio, sino la génesis, la maquinaria, el desarrollo y las consecuencias de un mercado en continuo ascenso e imparable auge. Soderbergh mantiene el pulso de las subfábulas apuntalando una denuncia insólita hacia el vértice rentable del emporio narcótico, actitud que aprovecha para llevar al espectador a un viaje a través de una realidad paralela, sin necesidad de recurrir a ningún tipo de efectismo, para promulgar la autenticidad existente en una frontera de México y Estados Unidos veteada de cocaína y del futuro imperturbable de ésta.
Soderbergh recurrió al escapismo de toda ley fílmica impuesta por el sistema de las ‘majors’ para extraer de su postura la libertad de un cine en estado puro, de simetría perfecta y pulso frenético, de constante acción narrativa. Valiente y decidida, la cámara nerviosa del cineasta antepuso su autonomía para componer una brutal sinfonía de poderosas imágenes, de genuino cine de autor. Asombroso es el reparto que dio vida a los personajes de esta gran obra encabezados por Michael Douglas, Catherine Zeta-Jones, Don Cheadle o Luis Guzmán, que hicieron de su aportación uno de los inagotables apéndices que complementaron una de las grandes cintas de 2001. Mención aparte recibe el trabajo de un Benicio del Toro inmenso, profundo y multidimensional en el papel de policía mexicano comprometido con sus raíces y la lucha contra los narcos, dos causas contrapuestas en los cárteles aztecas. De espíritu transgresor y pulcritud cinematográfica ‘Traffic’ fue, a todas luces, el reencuentro con uno de los genios del cine contemporáneo. Fue la reconciliación con el visionario que ganó la Palma de Oro con sólo 25 años.

jueves, 21 de abril de 2005

'Psycho' por partida doble

En 1960, Alfred Hitchcock dirigió una de las obras maestras del terror, ‘Psicosis’.
En 1998, Gus Van Sant cometió la infame proeza de realizar uno de los ‘remakes’ más vergonzosos de la historia del cine.
Aquí (botón derecho y bajar) podemos ver la escena de la ducha en ambas películas, simultáneamente.
Un documento curioso.

Jan Saudek: El antogonismo de los cuerpos

Jan Saudek es uno de los pocos y más reconocidos fotógrafos checoslovacos que ha traspasado fronteras y ha obtenido un reconocimiento en Europa y es admirado internacionalmente.
Su inquietante mirada se caracteriza por una estética donde el multipanel ejerce como fondo a cuerpos que simbolizan los antagonismos del ser humano en su perfil físico; la desnudez contra el atuendo, la delgadez frente a la obesidad, la asimetría y la perfección, la fealdad y la belleza, la juventud y la vejez, contrariedades expuestas desde un prisma sexual que confluyen en una original amalgama de sortilegio, realismo, impudor, afección y ternura.
Una imaginería onírica corrompida por sus texturados fondos de estudio. De lo sentimental a lo tosco, peculiaridad congénita a su vida, ya que Saudek estuvo a punto de morir en los campos de concentración del ‘experimentador’ genocida Josef Méngüele y ha crecido influenciado por una juventud de miseria, cercado de acuosos silos, putas de saldo sumidas en un patógena peligro y la impúdica y sebácea degradación comunista.
Sus fotos y más información aquí.

Por extensión, 'Panic Room'

Claustrofobia y lobreguez cotidiana
A pesar de no alcanzar las cotas de ‘Fight Club’, Fincher constató su condición de genio de la puesta en escena con esta cinta de suspense psicológico
Tras convertirse en uno de los cineastas visionarios más importantes del cine contemporáneo debido a una corta trayectoria cinematográfica en la que su personal estilo visual y narrativo han sido elementos definitorios de un universo intransferible y sorprendente, David Fincher ofreció su última película con ‘Panic Room’. Una cinta que, de entrada, puso de manifiesto la constatación de un talento fílmico y artístico en el que su destreza visual y la ejemplar artesanía han hecho de él un artista de la puesta en escena. Alejándose por completo de la purgativa y magistral ‘Fight Club’, obra maestra ilustrativa del materialismo que condena esta época de consumo e intolerancia en la que vive el hombre moderno, Fincher se unió al guionista David Koepp para narrar la historia de Meg y Sarah, madre e hija que se trasladan a vivir a una casa con una particular habitación que esconde un gran secreto. En su primera noche, unos ladrones deciden poner a prueba los nervios y el valor de la familia.
La intención de director y guionista fue alcanzar el desafío de lograr el mayor realismo posible, circunscribiendo la acción por completo a una sola localización, adecuando su ritmo a una perfecta utilización del espacio cinematográfico, como algo que no se revela neutro, sino como centro del drama. Algo que en ‘Panic Room’ se logra, en gran parte, a la angustiante y decadente atmósfera patentizada como distintivo del director de ‘Se7en’. El predomino de las tonalidades lóbregas y tétricas, negativas y apagadas, volvieron a inquirir en beneficio de un guión que, pese a más de algún problema de languidez, cumplió correctamente con el buscado suspense psicológico, de una manera simple y eficaz.
Para ello, Fincher volvió a dejar la actitud ascética del discurso moral, esta vez bastante más evidente que en sus anteriores cintas, para apostar por su excepcional punto de vista cinematográfico, un mundo de compleja planificación formal en el que ofreció una nueva lección de opulencia visual donde la visceralidad se sosegó y aceleró en función del suspense y del terror. Un perfeccionismo visual reconocido en Fincher que en ‘Panic Room’ brilla, por esta vez, en los pequeños detalles con los que dota de empuje a un guión que, si bien adolece de un complejo de trasgresión que no consigue, sí se ajusta a los requisitos de un director difícil como lo es él. La búsqueda metafórica del carácter trágico de la vida sigue siendo la inmutable constante a definir. En este caso, representada en una mujer al cuidado de su hija enfrentada a una amenaza exterior que pondrá a prueba su fortaleza y tenacidad.
Una excelente ejemplificación de la sordidez cotidiana que, llena de intenciones naturalistas para hurgar en los miedos y la fragilidad humana, envuelve la obra de David Koepp (equivalente a su gran ‘El efecto dominó’) y la del propio Fincher (‘The Game’). La acción es el objetivo, la tónica sobre la que se sustentan los pilares de la edificación modélica de Fincher, acentuando la oscuridad en un escenario sórdido, acuoso y oscurantista que representa, en realidad, la intención narrativa de profundizar en el lado más oscuro y desconocido de todos sus personajes en el que ese ‘castle keep’ tecnológico, esa habitación del pánico, implica el aislamiento emocional y la consecuente decadencia familiar, símbolo manifiesto de la era preservadora que se nos viene encima.
El cineasta retornó así a sus digresiones narrativas (perceptible en ese largo plano secuencia digitalizado), en el ‘photogrammetry’, pero esta vez definiendo su objetivo visual en función de la acción argumental y no de la espectacularidad. ‘Panic Room’ se asemeja a una partida de ajedrez, donde se muestra un tablero (la casa) y unas piezas personalizadas en unos personajes situados en dos extremos (el bien y el mal). Una partida en la que, una vez que la acción les enfrenta, cada uno de ellos juega su estrategia para ganar esta agobiante partida a vida o muerte. Pero en contraposición de aquellos que tachan a Fincher como ‘vendedor de humo’, el director muestra todas sus cartas, sin reservas, sin guardar esta vez un efecto final que confunda.
La gran virtud de ‘Panic Room’ es su grafía traslúcida. Una vez que son presentados los personajes y los ángulos de la mansión, el diagrama se revela simple y sin trabas. Tanto el ‘modus operandi’ de la madre y la resistencia de la hija, como el contraste de personalidades entre los ladrones que origina un enfrentamiento en la disposición metódica de cada uno de ellos, es expuesto con una limpieza alineada y solvente para que los roles lleguen hasta el extremo sus intenciones, reaccionando todos como se espera de ellos (incluido el final). Mucho se habló de la renuncia de Nicole Kidman comenzado por una lesión producida en ‘Moulin Rouge’ por un esguince de rodilla durante el rodaje de esta película, pero lo cierto es que Jodie Foster realizó gracias al abandono un ejercicio de interpretación física y dramática intachable, lleno de matices interpretativos, que la sitúan de nuevo en el pináculo de su carrera. Efecto al que no son ajenos la joven Kristen Stewart, Forest Whitaker y, sobre todo, un irreconocible Jared Leto, secundarios que demuestran que Fincher es también un buen director de actores.
Llena de buenos momentos de una tensión sugerentes, endurecidos por el dominio y el mecanismo utilizado por Fincher desde sus ejemplares créditos, ‘Panic Room’ justificó que, empero de la historia, nos encontramos ante un director llamado a ser uno de los indiscutibles genios del cine moderno.
Por eso esperamos ‘Zodiac’ como agua de mayo.
Por cierto, que dada mi admiración a este director, en breve, en el Abismo, habrá un desglose de sus más famosos 'spots' publicitarios que podréis bajar junto a un análisis más que suculento.

miércoles, 20 de abril de 2005

Zé do Caixão, las uñas más largas de la serie Z

Otro mito oculto en el olvido
Desconocido en buena parte del público y creado por el cineasta José Mojica Marins, Zé do Caixão es uno de los iconos del cine de terror brasileño y del género.
No resulta nada extraño que en nuestro país pocos conozcan una figura tan inquietante como es Zé do Caixão. Al igual que el Santo Enmascarado de Plata, Zé es uno de esas figuras imprescindibles en la cinematografía sudamericana, uno de esos iconos irrepetibles que han marcado con su presencia una parte de la historia del celuloide, en este caso de Brasil. El público conoce y teme a casi todos los arquetipos del cine de terror comercial, elevados al altar por los entusiastas del género. Drácula y Frankenstein, el Hombre Lobo, Pinhead, Jason, Freddie, o más recientemente Ghostface en la saga ‘Scream’ son algunos de ellos.
Lo curioso de este fenómeno carioca es su trasgresión de fronteras, al tratarse de un personaje fundamentalmente localista, restringido a la creencia de una zona que no representa ni mucho menos todo el país. En este ámbito, Brasil supone el marco perfecto para un mito terrorífico como Zé do Caixão, ya que toda inflexión nigromántica que envuelve la religión brasileña está influenciada por la magia negra afrocubana, el catolicismo y la creencia ciega en lóbregas fábulas que imponen su dogma por encima de la realidad. Esta figura aterradora tradicional proviene, como casi toda efigie, de las leyendas lugareñas. Zé era en realidad Josefel Zanatas (por su origen griego ‘muerte’) un patrón oscuro y siniestro que se dedicaba a vender féretros. Se caracteriza por vestir sempiternamente de negro, ocultar su lóbrego rostro bajo una enorme capa y un sombrero de copa y cabalgar en una oscura galera tirada por caballos. Otra de sus sangrientas características es la de poseer una enormes y desgarradoras uñas con las que suele atacar a sus víctimas.
La tradición habla de un hombre poco agraciado, pero bueno y bondadoso, que fue sanguinariamente asesinado junto a su bella y joven esposa Sara a manos de unos mercenarios. Josefel vuelve a la vida, bajo una apariencia demoníaca y umbría, para imponer la justicia y castigar a todas las almas infames (extendiéndose después al crimen sin motivo aparente) que se crucen en su camino, buscando, de paso, una mujer ideal que sustituya a Sara, la perfección femenina hecha carne. ‘A sina do aventureiro’, realizada en 1958 se puede considerar la primera aparición en la gran pantalla de este clásico brasileño. Una película en la que, si bien Zé no tenía una reseñable labor, si impondría las bases de un cine rural, limitado a la creencia nacional, a las pobres gentes analfabetas que creían a pies juntillas una superstición que evoca al popular ‘hombre del saco’.
El debut oficial del enigmático agente de decesos se produce con ‘À Meia Noite Levarei a sua Alma’, la cual fue un auténtico fenómeno de taquilla en varios puntos de la geografía brasilera, ocasionando un inesperado éxito que conllevó a abundantes y sangrientas secuelas, canciones de moda con sus cruentas hazañas como estribillo, su propio ‘quadrinho’ o cómic y hasta un programa de televisión considerado un ‘boom’ catódico. Transmutado en ídolo de masas, Zé do Caixão pasó a la historia con letras de oro bajo el curioso designio del cine marginal y de bajo presupuesto.
El gran creador de todo el tinglado mítico-religioso fue el director y guionista José Mojica Marins, padre de la funesta figura de negro. Marins asegura que su creación proviene de un mal sueño de verano en el que era secuestrado por una bruna figura que le sujetaba la cabeza delante de su propia tumba para que viera qué día moría. Como toda buena idea de terror, el guión pasó de mano en mano sin que ningún productor viera productividad en un bosquejo lleno de sangrientas escenas con un personaje enlutado como protagonista. Creyendo ciegamente en el proyecto, el cineasta carioca se endeudó hasta las cejas y produjo ‘À Meia Noite...’ de forma individual. Incomprensiblemente, tampoco encontró a ningún actor que quisiera dar vida a Zé, así que se envolvió en su capuz negro y rodó, al estilo más cercano de Edward D. Wood Jr., el debut de la impía quimera brasileña.
Encuadrada en la serie Z, esta obra de culto incluía en su interior muchas de las secuencias que marcarían la tradición del cine ‘gore’ más aberrante y desprovisto de circunspección que se haya visto en la historia del género. En ella se narraban los primeros pasos delictivos de Zé do Caixão y su terrible fábula como brujo, justiciero y psicópata sanguinario, ofuscado en su propósito de hallar a la mujer perfecta, capaz de dar a luz a un hijo que pueda continuar con el legado de su padre. Películas como ‘Esta Noite Encarnarei no Teu Cadáver’, ‘Finis Hominis’ y su filme más conocido (si es que alguien lo conoce), ‘El extraño mundo de Zé do Caixão’, imponen una desgarradora visión del mito que introduce imágenes nada habituales en la época (con varios problemas con la censura) con las atrocidades que allí se mostraban: asesinatos, violaciones, necrofilia y canibalismo entre otras barrabasadas provistas de sangre e insania.
Zé do Caixão determina un cine ‘gore’ y ‘splatter’ oculto en la historia del cine, suponiendo un auténtico hallazgo genérico dentro de la orbe de la infracrítica cinematográfica. José Mojica Marins se define por su cine bizarro, impúdico, lleno de sublecturas, muchas de ellas en referencia a la droga y su fomentación por parte del gobierno de la época. Hecho que, por supuesto, hacia que las ‘tijeras’ censoras se cebaran en obras de Mojica como ocurrió en ‘El despertar de la bestia’, filme cargado de escenas lisérgicas que hicieron del cine de Zé do Caixão un auténtico catálogo de ironía surreal y glorificación de lo absurdo. El esperpéntico director, de un modo paralelo, pero fingido, a la monomanía de Bela Lugosi con ‘Drácula’, se metió tanto en su personaje que acabó paseando su personaje a lo largo de todos los festivales del mundo vestido como Zé, dejándose unas largas uñas de 20 centímetros cual Florence Griffith-Joyner en las Olimpiadas del 88.
Pocos conocen la figura de Zé, pero fue Wes Craven el que reconoció públicamente en 1984, durante la promoción de ‘Pesadilla en Elm Sreet’, la influencia de este mito sudamericano para crear las garras de Freddie Krueger. Versado en temeridades imposibles, el director y personaje se sometió durante la vida de Zé a todo tipo de frenesíes físicos como comer gusanos vivos, chupar arañas venenosas, acariciar víboras y descargar compulsivamente en su cuerpo más de 110 voltios (conocidos en México como ‘toques’). Pero Zé do Caixão fue perdiendo interés y en la década de los 80 dejó de agradar a la población brasileña, quedando en la más oscura miseria fílmica. Mojica Marins se cortó las uñas, se afeitó la barba y recaló en el cine porno, donde realizaría un ‘hito’ sicalíptico al rodar la primera película zoofílica de Brasil, lo que le llevó indefectiblemente al descrédito y retiro definitivo de la dirección.
Una década después el tótem del ‘splatter’ norteamericano Frank Hennelotter le destacó como uno de los cineastas más importantes de la historia en la prestigiosa revista ‘Cult movies’, donde se le subrayó como una de las máximas influencias en el cine de terror, que sirvió al propio Marins para reeditar sus obras en USA bajo el seudónimo de Coffin Joe para volver a rodar algún título e incluso cortometrajes, esta vez como actor que carecen de cualquier interés que tuvieran sus primeros trabajos; ‘O Gato de Botas Extraterrestre’, ‘Tortura Selvagem’, la demencial pieza corta ‘Lasaña Asesina’ y su última cinta que data del año pasado 'Un show de Verao' son algunos de estos ejemplos.
Sitges, Amsterdam, Fantasporto... son algunos de los festivales que le han dedicado retrospectivas a un hombre que, si bien ha sido descalificado por un crítica que desconoce su obra, ha sabido ganarse a todos los amantes del cine bizarro y convertirse, con el paso de los años, en un verdadero cineasta de culto.

'Zodiac', lo nuevo de Fincher se consolida

La noticia de hoy es que definitivamente está en marcha la preproducción de un esperado rodaje.
Como anuncié en el Abismo ‘Zodiac’ será la nueva película del gran David Fincher.
Jake Gyllenhaal y Robert Downey Jr. ya han firmado con el director de ‘Seven’ para el nuevo thriller que rodará a finales de año. ‘Zodiac’ se basa en los dos libros del periodista Robert Graysmith ‘Zodiac’ y ‘Zodiac Unmasked’ que tuvieron como objetivo al Asesino del Zodiaco, un psicópata que frecuentó el área de la bahía de San Francisco cometiendo asesinatos al azar y enviando cartas a la policía y al FBI, retándoles y amenazando con matar a más gente. Actuó entre 1966 y 1974 y al día de hoy todavía sigue sin cerrarse el caso.
Ahora mismo están en negociaciones para que Mark Ruffalo interprete a un inspector de homicidios al que acompañará Paul Avery, el periodista que cubre el caso y que interpretaría Gyllenhaal. Desconozco si Downey Jr. sería el asesino.
Lo más reconfortante de todo es que en 2006 tendremos la necesaria dosis de Fincher que algunos tanto echábamos de menos.