domingo, 10 de abril de 2005

Ridley Scott: Venderse al mejor postor

A Ridley Scott no le parece suficiente con aseverar que rodará una secuela de ‘Gladiator’, para apuntalar su condición de sicario fílmico afirmando que también podría filmar una nueva película dentro de la Saga ‘Alien’.
Y el tío convencido de sus palabras: “Si el material que me ofrecen es bueno, por supuesto que lo haré”.
La pregunta es: ¿Si es tan bueno cómo? ¿Como ‘G.I. Jane’, como ‘Hannibal’ o ‘Black Hawk Derribado’?
Que se deje de tanta ínfula megalómana y ruede películas más asequibles como ‘Matchstick Men’, su mejor trabajo desde ‘Thelma & Louise’.
Eso sí, a ver qué tal ‘Kingdom of Heaven’ después de la expectación que ha levantado con su espectacular trailer.

sábado, 9 de abril de 2005

'Etre et avoir', la esencia del aprendizaje

La bella esencia de aprender
El documentalista Nicolas Philibert otorga al género un emotivo y espléndido filme sobre la vida en una escuela única situada en un entorno rural.
Lo extraño y meritorio en el cine de Nicolas Philibert es una insólita autenticidad en su diáfana mirada para crear documentales con auténtica maestría. Su concienzudo metodismo a la hora de abordar el género recuerda en sus raíces a maestros como Agnés Vardá, Jose Luis Guerín o Basilio Martín Patino, versados artistas de un tipo de cine que desgraciadamente es difícil disfrutar tan a menudo como se debería. Pero hay una diferencia que separa el cosmos visual y temático de Philibert de estos virtuosos de la representación del realismo en imagen y es la tendencia a admirar con una portentosa sutilidad y sencillez las pequeñas cosas de la vida que hacen reflexionar al espectador sobre nuestra propia naturaleza, basada siempre en la hermosura de la aparente y aburrida cotidianidad, haciendo de ésta un universo de trascendencia vital.
Desde su primer trabajo, ‘La ciudad Louvre’, inclusión en el universo del silencio, la vida secreta y eterna del mítico museo francés, su excepcional ‘El país de los sordos’, visión del mundo a través de los ojos de millones de personas que desde su nacimiento viven en silencio y sobre todo ‘La ínfima cosa’, entusiasta viaje a la clínica psiquiátrica ‘La Borde’, donde se presenciaba la preparación por parte de personal sanitario y pacientes de una obra teatral anual, la obra documentalista de Philibert es definitoria de la idea fundamental del género: exponer temas que aviven el interés del espectador por la realidad que le rodea y le ayude a generar una propia opinión sobre el mundo en el que vive. El realizador francés explora así, recibiendo por los expertos el calificativo de ‘maestro de lo invisible’, los valores humanos que nos rodean, el análisis de lo más intrascendente de la comunidad y la sociedad que potencia el verdadero sentido de la vida.
En ‘Ser o tener’, los valores más esenciales para el ser humano encuentran su verdadero protagonismo cuando menos nos damos cuenta de adoptarlos, cuando se conciben y aprecian. Es decir, durante la niñez. Inscritos en la educación que todos recibimos. Como apreciación, cabe resaltar que esta magna obra genérica surgió mientras el director investigaba el mundo rural para realizar un documental ajeno a la hermosa temática que rodea el filme. El documento que propone Philibert se centra en la pequeña localidad francesa de Saint-Etienne sur Usson (Puy-de-Dôme), en un pequeño centro escolar de las llamadas ‘clases únicas’, donde el preescolar y la escuela primaria comparten el mismo recinto.
En un entorno rural de pobreza y aislamiento de las grandes urbes, el documental se acerca a un curso completo en la clase de Georges López, un maestro con unas innegables dotes pedagógicas a punto de jubilarse y de sus alumnos, pequeños con edades que van desde los cuatro a los diez años. Sin efectismos, directamente encauzado a lo que Philibert quiere mostrar, ‘Ser y tener’ aborda los pormenores que afectan a las personas que son estudiadas por la cámara, de su humildad y humanidad, en los pilares que confluyen en la educación infantil: el maestro, los alumnos y los padres. Todo ello en un clima rural, frío y pobre, que no impide mostrar a pesar de las limitaciones de los campesinos la implicación en el proceso educativo de sus hijos (descubierto en la familia que intenta resolver un problema matemático sin llegar a resolverlo).
Dejando a un lado cualquier atisbo de protesta testimonial sobre el estado de la educación en Francia, la base de la historia está en la vida diaria de los niños y el profesor López, deteniéndose en la vida de cada uno (sobre todo en los chicos más inseguros). A lo largo de un documental convertido en historia de ‘semi-ficción’ (con personajes) gracias a la cercanía y ternura que desprenden los niños y el educador, cada momento, cada pequeña historia que se desenvuelve en esta preciosa película, tiene ese imposible factor de humanidad, de emoción gratificante que coloca al espectador ante la realidad de una situación que conmueve, la de la enseñanza pedagógica impartida por un maestro modélico.
A pesar de lo que parezca, la gran virtud de este magnífico trabajo no se encuentra en el profesor López, ni en los sacrificados padres, ni en los propios niños (atención al pequeño Jojo y a la asiática Mariè), ni siquiera a las metafóricas estaciones del año que rodean a la región de Auvernia, si no que la importancia radica en las propias situaciones suscitadas por el día a día de todos ellos; en las pequeñas excursiones a la nieve, en las disputas de dos compañeros que se pelean, en la tristeza de un chico con su padre enfermo, en el aislamiento de una niña poco sociable o las primeras nociones morales y vitales que va aprendiendo el más pequeño y más rebelde de todos ellos. Un recorrido por la importancia de enseñar, inquiriendo en la esencia del fenómeno educativo, una oda al acto de amor que es iniciar al más pequeño en el proceso de aprender y crecer. Ése compromiso es tratado en todo momento con delicadeza y sensibilidad, mostrado con un perfecto montaje que se compromete con la emoción, pero que elude por completo la sensiblería.
Es ‘Ser y tener’ una galería de pequeños fragmentos de vida, narrada de forma magistral por una mirada que se sitúa con bastante distancia para resultar cercano, paradoja ésta que le permite a Philibert explorar y contemplar al profesor y a los niños desde un prisma realista y a su vez nada complaciente. La cámara se mantiene respetuosa con en la distancia al niño, sin abusar de su fragilidad, manteniéndose alejada cuando el dramatismo se apodera de los chavales al confesar alguno de sus problemas y miedos. Es en esa actitud, sólo rota por una pequeña entrevista a López y un par de secuencias preparadas para dar ritmo, dónde figura el éxito de un resultado que es la pura emoción. Aquí no se trata de demostrar, sino de mostrar. Lejos de cualquier posición militante, el cineasta galo deja al espectador que salga con su propia reflexión de una cinta conmovedora, sugestiva y reconfortante.
Estéticamente llena de fuerza, Philibert consigue una visión de la realidad que destila sensibilidad, poesía, belleza y ternura, que propone un tipo de cine alternativo con un documental estimulante y espontáneo que acapara en su final un regusto nostálgico de tristeza en el fin del curso escolar, con el profesor López despidiéndose hasta el próximo curso de sus alumnos. Algunos para siempre, debido a su inmediata incursión al burocrático mundo de la secundaria. Un final cargado de sentimientos y de ideas que enriquece la comprensión y aflige el corazón de un profesor que nunca prepara sus propias emociones. De obligada visión para padres, hijos y cualquier espectador con ganas de aprender a ver la vida con pureza, ‘Ser y tener’ es uno de los mejores documentales vistos en los últimos años. Un verdadero ejemplo a seguir y una obra de trascendental calidad.

La parada de los monstruos

Ni la humillación insultante de la Reina Madre, ni las burlas a las que se han visto sometidos, ni la objeción popular, ni la repugnancia que despierta la futura soberana, ni las impugnaciones de Chippenham y Cirencester, ni la indeferencia de las Casas Reales ante el enlace, ni que Ernesto de Hannover no vaya a ser la alegría de la fiesta con sus habituales y descomunales cogorzas...
Nada importa. El amor ha triunfado.
Sólo hay que echar un vistazo a la enternecedora (o estremecedora, según cómo se mire) parejita para pensar aquello de: “Dios los cría y ellos se juntan”.

viernes, 8 de abril de 2005

'Snatch': Entre el cine-denuncia y el gamberrismo

La violencia de la imagen
El segundo trabajo del británico Guy Ritchie reptió el planteamiento estilístico de ‘Lock & Stock’ ampliando horizontes en el thriller sazonado con excelentes ‘gags’.
Hace pocos años, el cine británico nacido al arrimo de la ideología crítica de Ken Loach bifurcó su planteamiento en varios conceptos de denuncia social, jugando muchas veces con la ironía y el sarcasmo para plantear interesantes tramas en diferentes ámbitos genéricos. El thriller policiaco, desde un prisma original y renovador, fue el espacio del realizador Guy Ritchie, que con esta incursión en el género reinventó (tras su interesante ‘Lock & Stock’) una irreverente forma de trazar tramas situadas en los ambientes gangsteriles de los bajos fondos londinenses.
Ritchie, ajeno a cualquier nueva proclama estética, encontró una innovadora perspectiva del clima social y humano británico en el mundo del hampa barriobajero, componiendo su fascinante ‘Snatch’ dentro una compleja historia de robos, apuestas clandestinas, boxeo, cerdos, gángsteres y un diamante de 84 quilates, sabiéndola afrontar en todo momento con un aire desenfadado, imbuido de sorna y planteado desde una posición de rebeldía que incluyó en todas sus líneas un admirable humor disoluto y subversivo. El realizador británico aprovechó su imponderable y sedicioso guión para pulir las pequeñas carencias que dejó ver en su ‘opera prima’, dinamizando un concepto de comedia negra ensamblado a la perfección en esta frenética fábula inscrita en un universo delincuente casi surreal, que le sirvió para prodigar con eficacia un estilo propio, enérgico y diligente, enardecido y desequilibrante, buscando una nueva vuelta de tuerca al juego visual.
Planteada como un análisis ‘hobbesiano’ de la vida, delimitado en la agresividad y en la venganza que rodea a un ser humano destructivo con sus semejantes, ‘Snatch’ impuso su fuerza narrativa servida en la multiplicidad de una acción englobada en el cine negro bajo un fondo entrecruzado por medio de sus múltiples personajes para terminar componiendo un fastuoso puzzle coral de dinamismo desenvuelto y espontáneo. Al igual que en la primera obra de este personal creador de espacios caóticos, Ritchie se amparó en el movimiento endiablado del montaje con la utilización de planos acelerados, ralentís y giros imprevistos de cámara que dio como consecuencia un ritmo fulminante, contenido sólo por una funcionalidad que el director ajustó a su designio fílmico. Mucho más trascendente y aplicado que las pretenciosas obras posmodernistas del cine de hace un lustro, este filme, gamberro y sugerente, apuestó por la vivacidad de sus propósitos, sujetos a unos personajes que son presentados como pobres diablos enquistados en un mundo que les queda demasiado grande. Guy Ritchie propuso, por tanto, una lúcida invitación a su particular ‘thriller’ en el que las claves genéricas fructificaron gracias a un humor desvergonzado que terminó por engarzar una magnifica visión cómica del submundo caótico del crimen (des)organizado.
Revisitada ayer mismo, ‘Snatch’ encuentra verdaderos momentos de puro espectáculo cinematográfico asentados en su impresionante violencia visual, deslumbrante y efectiva, en sus ‘gags’ desternillantes (el ‘mcguffin’ del perro es magistral) y en un fantástico reparto coral en el que destaca, por derecho propio, un Brad Pitt insolente y magnífico. ‘Snatch’ llegó sin hacer mucho ruido para convertirse en una comedia ineludible dentro del cine-denuncia británico.
Imprescindible para aquellos cinéfilos hartos de tanto cine pretendidamente trascendente.

Adultolescente cierra sus puertas

David Catalina, el creador de ese necesario concepto cultural y de ocio que es Adultolescente, uno de los mejores weblogs de la red, nos deja un funesto mensaje: se retira de la blogoesfera.
Durante un año y un mes su página ha sido (y es) una de esas imprescindibles referencias que ha sabido concertar diversión, talento y sabiduría a partes iguales, siempre desde un tono ineludiblemente solaz utilizado para aproximarse con conocimiento a los temas que ha tratado desde una perspectiva versada y aguda. Es una pena, por tanto, que esta voraz boga por las webglos se quede sin uno de sus más destcados y originarios paladines.
Esperando que este insospechado adiós sea un circunstancial “hasta luego”, esperamos su vuelta a nuestras pantallas. Yo, desde un contexto personal, sólo puedo darle las gracias por todo lo David me ha respaldado, seguido y recomendado a la mínima ocasión en la que ha podido.
Deseamos que este cierre de Adultolescente no suponga también la clausura de su weblog hermano bastardo, la asiática One Armed Adultolescente. Aunque me temo que en este caso, también es definitiva.
Suerte y hasta pronto, amigo.

Estoy dentro...

No he venido para deciros cómo acabará todo esto. Al contrario, he venido a deciros cómo va a comenzar. Voy a colgar el teléfono y luego voy a enseñarles a todos lo que vosotros no queréis que vean. Les enseñaré un mundo sin vosotros. Un mundo sin reglas y sin controles, sin límites ni fronteras. Un mundo donde cualquier cosa sea posible. Lo que hagamos después, es una decisión que dejo en vuestras manos.
Desde esta mañana tengo conexión ADSL.
Por fin estoy dentro...

Aburrido desbordamiento papal

Estoy desconcertado con el despliegue que se está dando en relación a la muerte del Papa, vertiendo, a su vez, una profusa y deliberada hipérbole hacia el Santo Padre, con un desmedido exceso mediático (sobre todo Telecinco) glorificando su figura que nos ha condenado casi a un suplicio televisivo. La reincidencia en los discursos, las mismas palabras difundidas en cada información, la repetición de imágenes, la urdida taumaturgia a la que se elevado la figura del Papa impregnada en lo rayano al paroxismo del fundamentalismo cristiano.
El mero espectáculo de la concentración católica se ha dilatado desde aquellos pocos fieles que asistieron a la sacrificada exhibición de Woijtila, asomado agonizante a la ventana del Vaticano, a los millones de cristianos que esperan días enteros por permanecer menos de dos segundos y hacerle una foto al Pontífice disecado con su cámara digital. La imagen equivalente de toda la masa religiosa, subrayada hasta el hastío, el séquito de prosélitos enfervorecidos, la partidaria muchedumbre atiborrando Roma, los periodistas desplazados relatando su monótona perorata, el tiempo dedicado al mortuorio evento... Todo, desde un dosel de despliegue exorbitante, incomprensible. La liturgia católica llevada a un circo mediático de populismo contemporáneo. Es impresionante, pero a la vez grotesco.
Hemos soportado todo tipo de hagiografías postulantes del encomio, a la magnificación de la figura papal que ha llegado, lamentablemente, hasta el tedio. Espero no resultar blasfemo o anticlerical, pero no entiendo esta predisposición hacia la secularización evangelizadora escondida en la muerte del Papa. No obstante, analizándolo fríamente, todo es mucho más fácil de lo que aparenta. El prominente despliegue de los medios no es más que la búsqueda de audiencia camuflada de respeto a los católicos, que son muchos millones y que ven la televisión. Es el único argumento que se puede esgrimir ante este inmoderado (y bastante irritante) desbordamiento sobre el fallecimiento del Papa.
Hoy, el sepelio. Mañana más peregrinaciones. Y lo que nos queda hasta la ‘Fumata blanca’ que nos desvele quién ocupará el Pontificado.

jueves, 7 de abril de 2005

miércoles, 6 de abril de 2005

'Garden State': sorprendente atracción.

Existen filmes que, lejos de ser propicios para una buena o mala crítica, más allá de sus bondades artísticas o interés cinematográfico, reúnen ciertas particularidades que despiertan a la subjetividad del espectador, en este caso a mí, una especial atracción. Películas que, en definitiva, aúnan un inusitado engarce con el espectador. También depende del día de cómo se acerque uno al cine. No hay nada establecido para conectar con un filme, simplemente se produce una entrega del público que se deja llevar, exonerándose a una historia insólita, cómplice de lo que sucede en la pantalla. Historias en las que, por norma, aparentan, bajo su desabrimiento, una percepción de que no pasa nada. Aún así, la película te cautiva, a sabiendas de estar viendo un producto minoritario que ni el resto de la sala no capta, ni comulga con sus valores, situándote en un concilio genérico de la tragicomedia llena sencillez, sinceridad y cercanía tan difíciles de ver hoy en día.
Esta tarde he visto ‘Garden State’ (aquí titulada ‘Algo en común’), de Zach Braff. Ni siquiera tenía pensado ver esta película. Ha sido fortuito, un incidente visual imprevisto. He entrado porque ‘Hierro 3’, de Kim Ki-Duk se proyectaba en una sesión posterior. Así que me he dejado llevar sin reservas por la incógnita de no saber muy bien qué iba a acontecer en la pantalla. Y me he encontrado con una película cautivadora y extraña desde el primer momento; presentando personajes inconsistentes, mentirosos, 'freaks' fracasado, adictos a todo tipo de sensaciones y fñarmacos, necesitados de amor, un drama extrañamente divertido, ajeno a una estructura narrativa comprensible. Todo pasa porque sí, sin ninguna explicación, dilatando instantes intrascendentes y soslayando aquellos primordiales.
Hay películas sobre las que no me gusta escribir críticas, sencillamente porque pasan a formar parte del descolocado arcón de mis recuerdos fílmicos, obras que intuyes impropias, pero a la vez privativas, tuyas, como si hubieran escrito el argumento pensando en que te va a gustar. Sabiendo, además, que por mucho que pase el tiempo, seguirán vivas en tu memoria. Por lo general, no suelen ser grandes películas. Me atrevería a decir que todo lo contrario. Sin embargo, uno siente afinidad hacia ellas. Ni siquiera respondiendo a ningún criterio de identificación.
Hoy he sentido una extraña filiación como la que advertí cuando vi películas más o menos reconocidas como son ‘In the soap’, de Alexander Rockwell, ‘Mizu no naka no hachigatsu (Fishes in August)’, de Yoichiro Takahashi, ‘Box of Moonlight’, de Tom DiCillo, ‘Niagara, Niagara’, de Bob Gosse, ‘Gas, Food Lodging’, de Allison Anders o la reciente ‘Station Agent’, de Tom McCarthy. Obras pequeñas que, independientes o no, sin una distribución adecuada, se adhieren en la retentiva personal de cada uno.
Hoy, viendo a la dulce Sam (la cada vez más superlativa Natalie Portman) y su delirante y progresiva historia de amor con Andrew Largeman (interpretado con solidez por el director y guionista de la cinta Zach Braff), he constatado cómo una película que deambula sin rumbo fijo puede ser clarividente y lúcida, melancólica, extravagante, pero a la vez poco convencional sensible y cómica.
Realmente sorprendente.

Bond, James Bond...

Tanto intérprete ha sonado para da vida al agente con licencia para matar más célebre del Séptimo Arte (Robbie Williams, Val Kilmer, Ewan McGregor, Jude Law, Clive Owen o el reciente Gavin Carlys como máximos aspirantes según la rumorología) que cada día surge una nueva noticia respecto a la nueva película de James Bond. Y seguimos sin aclararnos qué es lo que está pasando alrededor de la inminente 'Casino Royal', lo último del espía al servicio de su Majestad.
Según el Ireland Online, la Sony estaría dispuesta a que Pierce Brosnan reanudara su más que correcto papel en la piel de 007. No es algo muy común anunciar hace un par de años que el irlandés no volvería a ser Bond para luego requerir su imagen en esta nueva aventura. Pero parece que Eon (la productora de la saga Bond) está dispuesta a negociar con Brosnan después de haberle suplido antes de tiempo. Algo parecido pasó con Roger Moore hace más de dos décadas, al que destituyeron como 007 para luego volver a contratarle.
Hay que recordar que Tarantino aseguró que no dirigía ‘Casino Royal’ porque no se contaría con Brosnan para personificar a Bond, por lo que si se abre la vía del regreso del protagonista de ‘Remington Steel’, Quentin tendría alguna posibilidad de ponerse tras las cámaras. Aunque esto se antoja más difícil, ya que se encuentra inmerso en la finalización del guión de ‘Inglorius Bastards’.
¿Se tratara de habladurías o significará el regreso de Pierce Brosnan a su talismán interpretativo? Otras cuestiones son: ¿Quién la dirigirá? ¿Será finalmente Martin Campbell o no? ¿Por qué tanta especulación? ¿Por qué esta fiebre por Bond?
Pero hay más sobre ‘Casino Royal’, porque también podría convertirse en el enésimo regreso de Demi Moore tras la secuela de ‘Los ángeles de Charlie’, donde lucía un enviable palmito a golpe de visturí. Se habla de la materialización de su fichaje para la nueva aventura de James Bond. Interpretaría a Daisy Scarlett, la perturbadora villana de la cinta.
Y esto no acaba aquí, porque si hay algo seguro, aparte de los rumores que rodean a ‘Casino Royal’, es que Sean Connery volverá a ser James Bond. Eso sí, esta vez virtualmente. Electronic Arts prepara un juego en el que el veterano actor escocés refrendará su rol más carismático prestando su magnética voz en la que será versión arcade de ‘Desde Rusia con amor’. Eso sí, se echará de menos las voces de algunos de los miembros que protagonizaron junto a Connery una de las más entretenidas cintas del agente 007; Q (Desmond Llewelyn), Donald "Red" Grant (Robert Shaw), Rosa Klebb (Lenya de Lotte), Tatiana Romanova (Daniela Bianchi), Kerim Bay (Pedro Armendariz) y la inolvidable Señorita Moneypenny (Lois Maxwell).