viernes, 1 de abril de 2005

É increíble

Definitivamente,David Bisbal y Chenoa lo han dejado. Se acabó el amor, cuando parecían más felices que nunca.
Estoy destrozado anímicamente ante esta inesperada noticia. Creo que esta noche no podré dormir.
En fin.

El Paniagua, el templo salmantino de la diversión

Ayer regresé al mítico bar ‘Paniagua’ y reabierto desde el martes después de más de 100 días clausurado. Ayer fue el reencuentro con esos fulanos a los sólo conoces por empinar el codo junto a ellos y acabas creando un vínculo común, a los que contarles tus penalidades y recurrir a ellos como oyentes y colegas cuando te quedas sólo. Hablo, por supuesto, de los “amigos de la barra”. 'El Paniagua' es obligado punto de encuentro de freaks salmantinos, de intelectuales, creativos, beodos, niñas monas, hembras de escándalo, rockeros malogrados, fotógrafos, artistas, insólitos ideólogos, personas normales y, sobre todo, lugar en el que destilo mis neuronas a base de cervezas Mahou y la bebida nacional más burda y reconfortante del país, el DYC. El ‘Pani’, mi Sancta Santorum individual, la enloquecia esfera a la que recurrir si se me quiere encontrar, sabiendo con certeza dónde está mi territorio. Mi segundo hogar, mi nirvana de dipsomanía sin fin.
Este bar, un bohío para la diversión, ha permanecido tres meses condenado al cierre por parte de una corporación comercial de tintes mafiosos llamada ‘Asociación de Hosteleros Salmantinos’, un grupúsculo de frustrados politiquillos de tercera que han visto su particular yacimiento de dinero fácil: las fiestas universitarias. Sí amigos, su aspiración es usurpar el peculio procedente de los viajes de fin de curso de los estudiantes salmantinos. Para ello, extorsionan a las facultades e imponen a los chavalines a practicar sus festejos donde ellos dicten. Pues bien, la Fiesta de Medicina, gran celebración por antonomasia (no os imagináis hasta qué punto), se sublevó contra este despótico sistema y alquiló los cinco bares que han clausurado durante estos largos meses. Por supuesto, con el silenciado respaldo del Ayuntamiento (liderado por el alcalde, baldío hombre jurisperito del Archivo Histórico), que de forma hipócrita gira la cabeza cuando las grescas y altercados, escándalo público, provienen de las fiestas pactadas.
Ejemplo 1: Sacas un vaso de plástico al exterior del local en una multitudinaria fiesta donde no cabe un alma, disfrutando sin molestar a nadie y compartiendo una tarde de celebración en comuna de futuros matasanos y al dueño del bar le cierran el garito tres meses.
Ejemplo 2: Montas una fiesta de barra libre auspiciada por el consistorio charro en plan ‘botellón’ (de ‘alto standing’, claro, porque todo cuesta el doble), destruyes lo que encuentras a tu alrededor y dejas la Plaza Mayor llena de vidrios, regurgitaciones o devastación y no pasa nada, porque lo ha organizado la asociación de hosteleros.
¿Para qué os he soltado esta proclama apóloga hacia un bar tan cochambroso como el Paniagua? Fácil. Para preveniros. En caso de que algún día visitéis Salamanca y se os antoje pasáoslo en grande, beber alguna copa barata (e incluso emborracharos), disfrutar del verdadero ambiente universitario, de esa gente que vale la pena conocer, evitad y prescindid de célebres nombres de discotecas como ‘Camelot’, ‘Morgana’, ‘Cum Laude’, ‘Irish Rover’... ¡Bullshits!
Os recomiendo que si os acercáis a esta hermosa ciudad preguntéis por la Plaza de San Justo y os divirtáis vilmente en tradicionales fondas como ‘El Paniagua’, ‘La Imprenta’, ‘El Ciao’, ‘Zona Centro’, ‘El Lado Oscuro’, 'Rivendel', ‘Piper’, ‘Esperpento’ y acabéis la noche saboreando un tremendo bocadillo merecedor del mejor olimpo culinario que es ‘El Yunque’.
No os arrepentiréis. Fiesta y diversión garantizada. Hacedme caso, que si el Neng conoce cada rincón del Castelfa, yo hago lo propio con Salamanca.

jueves, 31 de marzo de 2005

Review SAW

El ardid como entretenimiento
James Wan debuta con la sorpresa de la temporada, una ‘thriller’ moderno que utiliza la trampa y el engaño como sustento de una presuntuosa e inexistente innovación.
Los mecanismos del ‘thrillers’ de la última década y media se han homogenizado desde que en 1991 ‘El silencio de los corderos’, de Jonathan Demme y en 1995 ‘Seven’, de David Fincher, conjugaran un renovado estilo genérico con unas determinadas estrategias posmodernas apoyadas en la truculencia, su fuliginosa gama cromática con tonos desabridos, el impacto atmosférico y angustiantes contenidos ataviados con una narrativa innovadora hallada en argumentos donde el ‘psycho-killer’. El género se reconvirtió en un ‘serial-killer’ que se puso por encima de la omnisciencia de sus predecesoras, del atavismo que se había tanteado, pero que no encontró su paradigma hasta la llegada de estos dos filmes.
A partir de entonces, muchos han sido los simulacros a modo de facsímiles (‘El coleccionista de huesos’, ‘La hora de la araña’, ‘Copycat’, ‘El coleccionista de amantes’…), los que han proliferado dentro del ‘thriller’ mantenido en esos designios, difundiendo clonaciones con rara variación o cambios insignificativos. Estamos ante una época de miscelánea fílmica y de descarado pastiche, y ante esto lo cierto es que no debería despertar tanta sorpresa, y, sobre todo, tan apresurado preeminencia que productos como ‘Saw’ procuren redefinir todo lo expuesto hasta el momento. Hay que reconocer, de antemano, que la violencia de este tipo de filmes acumula cargas sucesivas sin ninguna intermisión al sentido argumental, ni al significado de la gradación, importunando al personal y regenerando lo que se procura como innovador en letárgico, precisamente lo que le sucede a la sobrevalorada ‘Saw’.
Cierto es que este primer trabajo de James Wan se adscribe descaradamente al subgénero de película de psicópatas y que no hay que tomarse en ningún momento muy en serio lo que en ella se ve. ‘Saw’ se inicia con un golpe de efecto (el primero de una larga sucesión), con dos hombres que despiertan encadenados a las cañerías de un mugriento servicio. Arranca de un modo eficaz e inquietante, ya que ninguno de ellos se conocen ni saben por qué están allí. En medio de ambos, el cadáver de un suicida con un arma y una grabadora en sus manos. Como la cosa no da para más, Wan y Leigh Whannell, firmantes del guión, recurren al ‘flash back’ como recurso que ilustre los hechos que den sentido a esta escena. Quince minutos después, curiosamente, saben perfectamente qué pasó el día antes y cómo han llegado allí. Es el primero de los volubles ardides que se van a utilizar a lo largo del metraje. Tras varios montajes paralelos, situaciones estrambóticas, tremebundos asesinatos, la policía sigue la pista a “Jigsaw”, el llamado “asesino del puzzle”, un psicópata que en vez de matar a sus víctimas prefiere situarlas en contextos llevados al extremo que deben superar para sobrevivir si no quieren morir. Por supuesto, aquí entran en juego móviles como la ética, la moral y los principios fundamentales del ser humano, porque el asesino ambiciona profesar una extraña condición de salvador y no de verdugo.
A lo largo de ‘Saw’, el espectador acude a una confusa elucidación sobre las personalidades de los roles (que se engañan entre ellos para despistar así al público –de repente, a mitad de la película sabemos que uno ha seguido un día entero a otro fotografiándole por causas de infidelidad no consumada-), sobre los motivos aparentes que ha utilizado el malvado asesino para crear sus macabras y elaboradas torturas para acabar con la vida de sus anteriores víctimas y de las reglas de un juego que interesa en mínimos intervalos. En la película, todas las víctimas deben afrontar una aterradora alternativa de la que depende su vida. Tal vez la pretensión de Wan era la de ofrecer un nuevo punto de vista del género, dando todo el protagonismo a las víctimas y dejando que la policía quede en un segundo plano, pero no desdeñándolo, no sea que haya que recurrir a ellos para crear subtramas que favorezcan el artificio y poder así jugar con el espectador al engaño.
También cierto tipo de crítica se ha empeñado en comparar este debut con el cine de Dario Argento, tal vez por esa directriz mórbida que despierta ciertas situaciones a partir de las cuales se origina el argumento, también porque su clave reside en la exasperación de un instinto de superviviencia angustioso, contrapuesto a la locura que envuelve a sus víctimas. No obstante, esta comparación es errónea e improcedente debido a que el distanciamiento se hace evidente cuando se define a Argento como un creador a medio camino de lo clásico y lo moderno, preceptor de una dramaturgia sustentada, eso sí, en el asesinato, pero buscando una brusca transgresión de las convencionalismos narrativas del ‘thriller’, cosa que en el filme de Wan no pasa, ya que el joven realizador se encuentra muy cómodo surtiendo de todo tipo de mixturas y argamasas genéricas su filme.
En su faceta artística, el guionista Leigh Whannell, un irreconocible Cary Elwes (que se ha puesto como una foca de gordo), Monica Potter y Danny Glover ejercen su función discretamente, sin ningún alarde que les haga destacar. Por su parte, la puesta en escena y la imaginería de James Wan se define en esos ‘flahsbacks’ de ida y vuelta, en la saturación de colores, en el montaje acelerado o ralentizado (según convenga o mezclados si hace falta), en la música atronadora que pretende incomodar al espectador por lo que él considera muy desagradable, psicológico y terrorífico. Pero no es así. A pesar de una atmósfera opresiva y los constantes alardes de una dirección carente de vigorosidad y eficiencia, este producto independiente (muy barato, gran virtud del filme, ya que no tiene nada que envidiar a cualquier gran producción) se basa en el engaño y que se sustenta en giros de guión que no resisten un mínimo análisis. Y una cosa es jugar a pasárselo bien y otra muy diferente es intentar tomarle el pelo al público.
El aficionado más versado en este tipo de cine está demasiado insensibilizado al cúmulo de exacerbaciones, homenajes sinsentido o los requiebros imaginativos de unos perspicaces guionistas que han tenido la suerte de que ‘Saw’ haya colado como la gran sorpresa del año. Este enésimo nuevo hallazgo del cine de género recurre a la pesadilla como eje de una trama en la que la claustrofobia y el ‘grand guiñol’ dejan un evidente regusto de reincidencia en segmentos de otras películas, donde el acervo visual y argumental es indescifrable en su desarrollo. Vaya, que todo lo que va sucediendo en esta película es inverosímil, como ese final sorpresa que ha desvelado, por imperativo de guión, un personaje (el de Dina Meyer) que se encarga de dar la clave (es previsible si sólo tiene una frase que dice “el asesino siempre se reserva un sitio de lujo para sus atrocidades”) a mitad de la película. La apelación al recuerdo por si el espectador se ha despistado entre tanta trampa, también se da en esta película de moda. Wan y Whannell lo intentan, pero yerran en sus propósitos.
Se dan dos preguntas cuando uno sale de ver el debut de James Wan: ¿‘Saw’ funciona como mero entretenimiento? Por supuesto, se pasan 100 minutos atento a la pantalla con interés ¿Es tan buen ‘thriller’ como se dice? Rotundamente, no.
Miguel Á. Refoyo © 2005

Esperando 'Sin City'

Tanta crítica positiva llegada del otro lado del charco y sobre todo las excelentes vibraciones e imágenes (no os perdáis esto) que nos están llegando, hacen que el día 22 de julio (fecha en la que se estrena en España) se vea excesivamente lejos para disfrutar de 'Sin City'.
El otro día un amigo, irreflexivo en sus palabras, me decía que se iba a bajar de internet la ansiada adaptación del cómic que han llevado a la pantalla Robert Rodríguez y el tío Frankie. Ha sido la gilipollez más grande que he oído en toda la semana.

Errores

Ayer fue una jornada aciaga en mi entorno tecnológico. Durante el día y en una inolvidable y apocalíptica jornada se me acabaron las pilas del reloj digital Casio, mi cadena de música parece que ya ha dicho ¡basta! y no acepta CD's (ni siquiera los originales), mi vídeo VHS del salón parece haber entrado en un constante 'stand by', la bombilla del frigorífico se ha fundido, un calambrazo saltó a mi mano derecha cuando manipulaba un flexo, provocando un susto no menos divertido, el blogger no funcionó en todo el día (al menos para el Abismo) y, por si fuera poco, Nedstatbasic no me ha contado las visitas en más de ocho horas...
Todo en un día.
¿Qué está pasando aquí?
Suena como cuando Murray Futterman (el gran Dick Miller) le advierte a Billy Peltzer sobre los 'gremlins' que existen en la tecnología.

Se acrecenta la fiebre 'Star Wars'

Quedan menos de dos meses para que se cierre la segunda trilogía de ‘Star Wars’. Menos de dos meses para que vislumbremos la ansiada transformación de Anakin en Darth Vader y su caída en el Lado Oscuro.
La enfervorecida curiosidad de todo el público mundial por saber cómo acaba esta fantasía de ciencia ficción llegará a su fin con ‘Episodio III: La venganza de los Sith’.
Este itinerario deja, como es habitual en el Imperio de George Lucas, pequeñas exquisiteces para los coleccionistas ávidos de novedades en el lustroso mundo comercial que origina la saga galáctica.
Primero fue Darth Tater. Ahora, los coleccionistas de los dispensadores PEZ (genuina excentricidad nostálgica) tienen su edición limitada consagrada a la odisea espacial.

HELLRAISER: Hellbound's Heart (y II)

El corazón de Hellbound. La mitología 'barkeriana'.
En el principio de los tiempos había un Orden Perfecto. El Leviatán no era una deidad monstruosa, sino todo lo contrario, una majestuosa fuerza que, a modo de laberinto, atestiguaba la perfección humana y el bien absoluto, la libertad y la esencia del ser. Una creación perfecta de modelo y lógica, como era él. Pero llegó un momento en que nuestro mundo, caótico y colmado de guerras y tentaciones, fecundó con semillas de maldad un odio imparable, creciendo exponencialmente y precipitando las fronteras de nuestras propias dimensiones. Al principio, el Leviatán pudo detener el ataque, pero no todo iba a ser tan fácil. Extendiéndose a su propia esencia, creciendo adulterado, el propio Leviatán puso a prueba a sus enemigos creando al hombre, un ser débil lleno de miedos y sueños, carente de fuerza y exánime ante las tentaciones del mal. En el sueño del Hombre habría una voz suave. Ésta se oyó y susurró los secretos de la Ciencia, los enigmas de Lógica y la llama de Prometeo.
El hombre recibió con los brazos abiertos todo este torrente de conocimiento y lo usó para dominar el pensamiento moderno, para convertirse en dueño y señor de aquello que le rodeaba. El mundo dejó de ser una amenaza para el hombre. Ni los más recónditos lugares de los pensamientos oscuros atemorizaban al ser humano, ni siquiera aquellas mentes retorcidas capaces de hacer el peor de los males en este mundo. En el cosmos se impuso la llamada edad de la Razón, donde las puertas ya no permanecerían cerradas para el miedo, descubriendo las mentiras del ‘Otro Lado’, cosa que aprovecharon para saber aún más, para trazar nuevos conceptos jamás explorados. Pero las puertas se cerraron y algunos enigmas nunca se resolvieron...

El mundo se volvió virulento por las Guerras, un hecho que favoreció el Orden de Leviatán, haciéndose cada vez más fuerte. La gran deidad visitó al Hombre una vez más en sus sueños. Encadenado por las leyes del Universo, limitó a éste a permanecer en su Laberinto, lleno de ilusiones y de visiones, haciendo de éstos su única realidad, lo que estaba a su alcance, como un ardid de todo lo que le rodea. Este Orden, a priori beneficioso para el ser humano, le inspiró para caminar, analizando y estudiando, el anverso de lo que otrora consideraron dioses. Es decir, las lunas y los planetas, las estrellas e inmensidad del espacio. Desde ese mismo instante, el hombre abrió los ojos y manifestó admiración, dejando para siempre de estar seguro del testamento de la Humanidad, de su propio conocimiento. Cada guerra necesita un ejército y esta guerra del Caos no era diferente. Era la culminación de la carne del Hombre y, desde ese mismo instante, los oscuros espíritus del mundo de Leviatán, obteniendo sus objetivos, empezaron a aparecer en la conciencia humana. Espíritus sin edad ni corazón. Y lo que era peor, inmortales. Condenados a ejercer su influencia en la mente humana, condenados a vagar por los pasillos del Laberinto. Estos diabólicos seres, estos entes serían llamados por el gran Leviatán los Cenobitas de su religión, con una misión muy clara: ayudarían a equilibrar y aplacar, de forma brutal e insana, el deseo y el dolor de la propia condición humana.
Sin embargo, los Cenobitas, no serían lo que en un principio podría pensarse de ellos. Recogiendo lo peor de todos los espíritus del Mundo de Leviatán, se unificaron en varios entes con un solo líder, un espíritu que guió a los Cenobitas por el camino de la justicia y el castigo, apoderándose de cada alma a la que tenían acceso. El adalid de todos ellos vino a ser llamado Pinhead, pero también, junto a su horda de componentes Cenobitas, se le asignaron varios nombres como Pontífice Oscuro del Dolor, Príncipe de la Dolencia y el Papa Negro del Infierno. Algunos lo llaman el Hijo del Favoured, Vasa Inquatitis o Xipe Totec, que vino a asemejarse al dios azteca conocido como “Nuestro Dios, el Desollado”. Aquellos que desconocen su existencia y se atreven a osar con la complacencia de la yuxtaposición de dolor y placer pasaran a formar parte del séquito de sus torturas, de la depravación más dolorosa que jamás imaginó el hombre, encerrado en una odisea de experimentación y libertinaje. La purgación de la carne es la misión de Pinhead, sujeto al Testamento de Leviatán, a las normas del Infierno.
“El placer es el Dolor y largo es su camino”, es el emblema del hombre con ‘alfileres en la cabeza’. Santo o impío, esta figura del Infierno sólo ejerce de preceptor a la hora de aplicar las normas que rigen Los Avernos, de dar la bienvenida a todo aquel que ose a abrir las puertas desde el mundo material, desde nuestro lado, en el que sólo el ser humano tiene la llave para acceder a los tártaros. Ésa llave es la tentación, la excitación y la búsqueda del placer en sus infinitas formas. El Leviatán utiliza como elementos de proselitismo las debilidades humanas como el deseo, la obsesión o la avidez. Aquellos que traspasen las puertas de lo prohibido en estos conceptos, aquellos que soliciten experimentar placeres del Más Allá nunca conocidos por el hombre, serán expiados de la forma más escabrosa posible por los Cenobitas. Esa forma accesible a los que no temen traspasarla, de explorar los placeres que van más allá de las maravillas oscuras y los milagros negros, trajo consigo un Guardián, una forma diabólica de imponer sus condiciones, de castigar a quien transfiriera los límites. Pero no necesariamente los Cenobitas, sino criaturas con el propósito de salvaguardar y proteger los enigmas infernales. Los enigmas, perfectamente ocultos, no entraron en el inicio de los tiempos como objetos físicos, sino que llegaron a nosotros como ideas, inspiraciones, sueños y visiones.
Una de estas visiones llegó en forma de escabrosa idea a un francés fabricante de juguetes que buscó durante toda su vida la forma de abrir las puertas de lo desconocido. Su nombre era Philip LeMarchand y fue el elegido infernal para dar a conocer el misterio de los misterios.
LeMarchand construyó una pequeña caja en forma de cubo en la que introdujo todas las respuestas innombrables, con unas instrucciones específicas para usarlo. Fue él quien trajo a nuestro mundo la ‘Caja de LaMarchand’ y sus contenidos conocidos como las ‘Configuraciones del Lamento’. La Caja fue reproducida de forma falsa varias veces extendiéndose a lo largo y ancho del mundo, confundiéndose y perdiéndose en los confines del Universo, extendiendo la Leyenda del Leviatán hasta convertirlo en una profecía del mal. La caja cayó en manos de un veterano de la Gran Guerra llamado Elliot Spencer, con una cicatriz interna que le marcó para siempre. Desprovisto de inquietudes en un mundo material que aborrecía, Elliot pensó en vivir su apática vida postbélica (repleta de graves problemas psicológicos y trastornos varios) descubriendo nuevos placeres, sintiendo su existencia forzado a experimentar otras alternativas de erudición antigua. Cuando llegó a sus manos la mítica caja de LeMecharnd, no tuvo problemas en descubrir el enigma que le abriría las puertas del Infierno, los secretos para introducirse en un mundo paralelo al nuestro, para fundir su alma con el espíritu de Xipe Totec, volviéndose ambos uno sólo. Pasó a llamarse Pinhead y se consolidó como el líder de la filosofía del Leviatán, pero con rasgos humanos y con ciertas gradaciones de incorruptibilidad a la hora de someter a juicio el alma que descubriera los secretos que un día hizo suyos. Una vez inmerso en el otro lado, una vez que traspasó las puertas, su carne se desgarró separándose su anterior personalidad y dejando la pureza de la ecuanimidad, la filosofía Cenobita, al emblema de la caja, a la consecuencia del Leviatán, del Amo.
Las almas que caen en la tentación y entran en el cosmos del Leviatán no siempre encuentran la expiación de dolor y placer. A veces, los propios humanos sufren hasta el infinito y sirven como juguetes de los Cenobitas, sometiendo a éstos a un padecimiento jamás imaginado, condenados a vagar por los pasillos del laberinto toda la Eternidad. Otros, por el contrario, logran hacer realidad sus propios infiernos personales mezclando tormento y dolor como catarsis a sus propios fantasmas. Entre todos estos espectros de dolor, el Levitan escoge a alguno de ellos para convertirlo en Cenobita. Pero muchos otros son absorbidos para licuar su sangre y sirva de componente del gran Diamante, del propio Leviatán.
Cuando un cuerpo humano se desgarra de este mundo, deja atrás una semilla. Un pequeño signo de su existencia, de la vida que ha perdido, pudiendo ser desde una gota de sangre o saliva, incluso de esperma... Una semilla que, si se nutre apropiadamente, es lo suficientemente lícita para devolver el alma del condenado. De la propia materia vital, el alma recobra su vida, alcanzando así un terrorífico nacimiento a partir de la esencia. Pero si esto sucede, si un alma escapa a los atrios del infierno, las leyes maléficos de los propios Cenobitas indican la posibilidad de acceder a nuestro mundo para dar caza y destruir a los prófugos de la maldad.

miércoles, 30 de marzo de 2005

HELLRAISER: Hellbound's Heart (I)

Casi dos décadas desgarrando almas
A punto de cumplirse las de dos décadas de su nacimiento este clásico del cine de terror sigue siendo una de las películas más influyentes del cine contemporáneo y sí, lo reconozco, es una de mis películas predilectas, a las que recurro constantemente, que más me han aportado como varias esferas de mi vida(personal, física e intelectualmente, como 'freak', como pobre diablo...).
Con el paso de los años, una obra como ‘Hellraiser’ se ha extendido a una cultura que vislumbra iconos pesadillescos y mitos capaces de estremecer conciencias desprovistas de emociones escalofriantes. Ahora mismo, nadie duda en determinar que esta cinta es una pequeña obra maestra del género. El luminiscente héroe ‘onírico-infernal’ de los clavos en la cabeza (el eterno Pinhead) nacido en una inolvidable década tan proclive para el terror como fueron los 80, ha engrandecido su efigie a lo largo de dos décadas para pasar a ser uno de los iconos fundamentales del cine apocalíptico y sangriento. En 1987, la New World Pictures trajo al mundo la ‘opera prima’ del que es uno de los genios más importantes de la literatura contemporánea, Clive Barker.
En aquélla se narraba la historia de Frank Cotton (Sean Chapman), un hombre que, aburrido de su vida cotidiana, viajaba a Oriente para conocer sus exquisiteces y perversidades. Allí, en lugar de nadie, un asiático le vendía una caja que, según la leyenda, le abriría las puertas del Infierno, ofreciéndole la posibilidad de disfrutar del placer y del dolor en una dimensión desconocida por el hombre. La curiosidad de Frank hace que resuelva el enigma de la caja con la consiguiente manifestación de los Cenobitas, seres infernales encargados de llevar la fruición del sufrimiento a quien los invoque. La casa desde la que Frank fuera llevado al Infierno, es habitada por su hermano Larry (Andrew Robinson), su hija Kirsty (Ashley Laurence) y su segunda esposa, Julia (Clare Higgins). Frank revivirá recobrando su humanidad gracias a la siniestra ayuda de ésta última, que fue su amante durante una época pasada. Renacido de entre los muertos, Frank no imagina que la inocente presencia de Kirsty iba a ser funesta para sus intenciones de regresar al mundo de los vivos, ya que la joven entregará a su tío a los Cenobitas para salvar su alma del enigma que reside en el misterioso receptáculo...
Este era el comienzo de la saga ‘Hellraiser’, un fascinante viaje a través de la transformación del cuerpo humano y el alma en su fase más salvaje, más dolorosa: placer y dolor en un solo concepto jamás experimentado por ningún hombre. Clive Barker estaba ya consolidado como uno de los herederos directos y a la vez congénere de Stephen King (quién llegó a decir “He visto el futuro del terror, y su nombre es Clive Barker”) cuando escribió esta inolvidable historia de horror, destinada a ser un clásico de dos ámbitos tan difíciles de vincular como son la literatura y el cine. El neófito realizador, al cual se le achacó en su momento su nula experiencia en el campo del celuloide, otorgó a la iconografía del fantaterrorífico (muy cerca del ‘gore’ –aunque nunca incluida en este subgénero-) una profundidad temática y estética revolucionaria, recreando una novedosa visión del terror basado en la insania fría, distante y en muchos momentos aberrante, en la que cada elemento que rodea la historia tiene algo de lúgubre y desagradable. Cada uno de los personajes se muestra de forma tenebrosa y sólo existe una cierta equidistancia del público con respecto a la cándida Kirsty (la hermosa actriz de culto, la musa de muchos sueños generacionales Ashley Laurence). Es cierto que el neófito director y novelista dirigió esta opera prima sin tener un conocimiento exacto del lenguaje cinematográfico, pero esto, si bien a veces evidencie una falta control de la acción visual sobre el argumento, sirve para ofrecer una perspectiva cristalina del espíritu global de ‘Hellraiser’ y su significado.
La aterradora serie supone un trayecto por el lado más oscuro hacia la esencia de la razón y de locura, para experimentar nuevas dimensiones del ser y del placer, personalizados en unos entes demoníacos (los legendarios Cenobitas) llamados para sobrecoger a las incautas e imprudentes almas ante lo que puedan descubrir. La transformación como producto directo de los más ocultos miedos humanos es el verdadero significado de ‘Hellraiser’. La saga (ocho entregas hasta la fecha), que tiene su mejor ejemplo en la fundadora de toda la leyenda, explora este miedo mostrando la consternación y la tribulación en momentos inolvidables gracias, en gran parte, a los excelentes efectos especiales de pura artesanía creados por Bobb Keen.
Clive Barker definió el Infierno en la serie ‘Hellraiser’ de una forma novedosa, más espiritual que fabulesca, muy diferente (pero a la vez paralela) a la creencia cristiana. En ‘Hellraiser’, aquellos que traen el averno destinan la voluntad humana a un caos de sufrimiento en el que la representación de las llamas eternas es sustituida por las torturas a las que someten los siniestros Cenobitas, descritos por el propio Barker como “demonios para algunos y ángeles para otros”. El extenso universo generado por el literato está dominado por Leviatán, un dios ávido de torturas y deseos, materializado en un octaedro punzante. Y la única forma posible de abrir las puertas del Infierno, de acceder al Leviatán oculto, el que se esconde en nuestro morbo más escabroso, es a través de la resolución de un puzzle, un enigma inscrito en una caja llamada la ‘Configuración del Lamento’ que descubrirá los Milagros Negros y las Maravillas de la Oscuridad. Clive Barker se acercó con el mito y la doctrina de aquella película a aspectos filosóficos hasta entonces poco abordados en el cine, basados más en la ideología de Jung –complejo entendido como constructor de los sueños y los síntomas- que en la factible teoría de Freud y su vertiente sexual, todo siguiendo una particular imaginería inscrita en las mitología sumeria.
‘Hellraiser’ explora la colectividad inconsciente, en la que los sueños tienen tanta importancia como la realidad que nos rodea. Gracias al ingenio del escritor británico, el ‘fantastastique’ se aproximó al terror de una manera virtuosa, ejecutando un análisis introspectivo de esperanzas y miedos, de sueños y realidades. A pesar de tratarse de un filme relativamente pequeño (debido a su escaso presupuesto –1 millón de dólares-), en su núcleo argumental esta obra cumbre incluye una deliberación de todo aquello que circunscribe los secretos de Ciencia, los enigmas de Lógica y la llama de Prometeo.
‘Hellraiser’ sirvió también para que muchos descubrieran una de las alegorías del género más carismáticas y menos conocidas de la tradición del terror. Reiterado el símbolo del ‘psycho-killer’ mesiánico y enajenado que cometía sus barbaries en un mundo real y cotidiano (Jason Voorhes, Michael Myers o Leatherface), Barker optó por un ser infernal, dinámico, de personalidad arrolladora y de estética fastuosamente cuidada. Pinhead (‘cabeza de alfiler’ en su traducción literal) embelesó a los amantes de un género necesitado del cambio que transfirió esta cinta clásica. Muchos conocen a Pinhead, pero pocos saben que en realidad Barker le dio un pasado enigmático, ya que se trata del Capitán Elliout Spencer, un soldado que luchó en la segunda Guerra Mundial. Después de la guerra, aburrido y en constante crisis, encontró la leyenda del Infierno, la caja que abre las puertas hacia la dimensión de placer y tortura. Con el paso de los años sería uno de los Cenobitas más carismáticos del Tártaro, pasando a ser conocido como Pinhead, pero también Pontífice Oscuro del Dolor, el Papa Negro de Infierno, Vasa Inquatitis o también Xipe Totec. Pero no es el único. En el Infierno de ‘Hellraiser’ hay más Cenobitas iconográficos que mortificarán las almas que osen descubrir el enigma de la caja: son The Chatterer (que bate sus mandíbulas constantemente, castañeando los dientes como si fuera una trituradora), Butterball, la Cenobita Ángel y el satánico Channard.
El caso es que no sólo estos iconos tienen una leyenda propia en las páginas del ensayista inglés, llegando a escribir sus nombres con letras de oro en el género del terror, sino que el propio Clive Barker tendrá su lugar como uno de los maestros más incorruptibles de la historia de la literatura y el cine.
Si no conocéis ‘Hellraiser’, es el momento de que abráis la ‘Configuración del Lamento’...
Y mañana más…

martes, 29 de marzo de 2005

Conservación animal

¿Qué se muere tu gato, perro, hámster, periquito, oso hormiguero o demás animales domésticos que ejerzan la función de devota mascota?
No te preocupes. Podrás tener presente a tu querido e inseparable amigo gracias al potencial inventivo de Jeanette Hall, una bella taxidermista de Spring Creeks (Nevada) que tan pronto te hace una figura disecada del difunto animal, embalsama una cabeza del ciervo que hayas cazado en el coto privado de tu jefe para que luzca en tu salón del chalet de la sierra, como conserva un pavo real de tal modo que parezca que siga entre nosotros. Pero la gran novedad es que también diseña cojines confeccionados con la piel de tu servil perrito o gatito, para que puedas acariciarlo y olerlo aunque ya no esté.
Sólo te cobra 65 dólares por una mascota doméstica y el sorprendente precio de 150 si quieres disecar tu caballo.
¿Qué os parece surreal y absolutamente delirante? Lo es, amigos, lo es.
Pero es que Jeanette lo vale.
Pensándolo bien, que lo más 'cool' sería tapizar el coche, en su exterior (por supuesto) con piel de animal. Pero claro, eso es ya imposible.

lunes, 28 de marzo de 2005

Adiós al pionero de la 'radiofórmula' española

“Gua... guaaa… guaaaa… Tú y yo lo sabíamos… Es lo más… 3, 2 o 1…”. Ya no volveremos a escuchar estas expresiones, ni esa curiosa palabra “musicine” que acuñó el hoy fallecido Joaquín Luqui cuando se refería a las bandas sonoras.
Viendo las noticias he recordado al catedrático que nos dio radio en la facultad de comunicación durante mis años universitarios. Se obstinó desde un principio (no os imagináis con qué desmedido fervor), en dejarnos bien claro que el original individuo con cara de buen amigo y pelo a lo ‘profesor chiflado’ Emmet Brown fue una figura fundamental, paradigma de la radio española. La radiofórmula nació con Luqui en nuestro país que importó una forma de contribuir a que la radio musical moderna entrara en la ‘Deep Spain’. Es el adiós de un astro de las ondas y de una de las personalidades más queridas del país. Me he preguntado ¿Hay alguien al que le cayera mal este ilustre hombre de radio? La respuesta parece clara.
Recuerdo haberlo visto hace un par de años con acompañado del Foro de la Bestia tras una cena de antología, alguien dijo: “Mira, JL, Joaquín Luqui en directo” (creo que fue el gran Suda Sánchez) y otro, mi memoria no alcanza a saber quién, gritó “¡Gato malo!”. Nada tenía que ver con su figura, ni con sus frases. Simplemente nos encontrábamos todos sobradamente ebrios. Luqui no dudó en girarse y saludarnos con el brazo en alto gritando un “Pasadlo bien, chicos”. Dos segundos después nos hicimos una triste foto cruzando un paso de cebra, intentando reproducir la del 'Abbey Road' de los Beattles. No lo conseguimos. Sé que es una historia mínima, absurda, improcedente a la grandeza del comentarista musical, pero es la única personal que tengo sobre él. Estoy convencido de que si hubiera sabido cuál era nuestra intención fotográfica, se hubiera unido al grupo.
El caso es que Luqui ha sido el más carismático, el hombre a contracorriente, la imagen heterogénea, rayana en el horterismo pero que le conferían un áurea de hombre al que se le adivinaba feliz. Más de 35 años en Los 40 Principales, aficionado a las ciencias ocultas (extravagante coincidencia que ayer muriera Jiménez del Oso), el más ‘fan’ del quinteto más grande de Liverpool (por el que se le conocía como “el quinto Beattle”), de Paul Anka, de Rolling Stone o de Bruce Springsteen, entre otros. O sus programas; ‘El Gran Musical’, ‘JL en FM’, ‘Radioshow’, ‘Fan Club’, ‘Fórmula weekend’, ‘Los mundos de Luqui'...
En fin, qué voy a contar yo en este espacio que no se haya dicho ya. Sólo quería dedicarle unas líneas a este entrañable personaje que nos ha dejado.
D.E.P el gran Luqui.