miércoles, 23 de marzo de 2005

"Vente a la Costa. Estarás con los niños y lo pasaremos bien"

Parece ser que la nueva entrega ‘La jungla de Cristal’ va por buen camino para pasar a engrosar un nuevo título a la que sería tetralogía de uno de los héroes ‘ochenteros’ por excelencia: John McClane (sí, yo también lo quiero).
Bruce Willis está muy predispuesto gracias a la burrada de dinero que le van a pagar, pero asegura que intervendrá sólo con la condición de que Ben Affleck (muy necesitado de un título taquillero debido a su incapacidad interpretativa y sus invariables fiascos) esté presente en la trama. El motivo de este despropósito es la amistad que une al alopécico astro con el joven actor desde que rodaron ‘Armageddon’. Y es que en el nuevo guión de ‘Die Hard’ presenta como novedad a un crecidito hijo de John y Holly Genaro como pieza fundamental de la acción.
No se trata de especulaciones o rumores, ya que Willis está deseando volverse a meter en la piel del extravagante policía de Nueva York.
También, y atentos todos, se rumorea (ahora sí) que el actor también está en negociaciones para llevar ‘Moonlighting’ a la gran pantalla. Como lo leéis, ‘Luz de luna’ al cine después de casi dos décadas. Cybill Shepherd, como es lógico, también se hace querer. Imaginad a unos decadentes Maddie Hayes y David Addison Jr. metidos en algún nuevo caso. Sería impagable.
Lo que ya no sé es si Allyce Beasley dando vida a Agnes Topisto y Curtis Armstrong (al que hemos visto recientemente en ‘Ray’) como Herbert Quentin Viola también estarán en el filme.

martes, 22 de marzo de 2005

Yo digo salta... salta conmigo...

La gente se aburre.
De eso no hay ninguna duda. No hay más que verme a mí.
Lo que ya no es del todo convencional es la idea de congregar a 600 millones de personas para que a un tiempo definido salten al unísono con la finalidad de ¡¡cambiar la órbita del planeta!!
Se trata del World Jump Day.
No sé si esto es física y científicamente viable. Pero si quieres participar en esta necedad colectiva, el día 20 de julio de 2006, a las 12 horas, 39 minutos y 13 segundos (exactamente, porque si no, no sirve), puedes brincar con todas tus fuerzas en medio de la calle. A ver qué pasa.
Posiblemente observes alguna extraña reacción de los viandantes que te rodean. Posiblemente, te miren como si fueras gilipollas. Posiblemente, estén en lo cierto.

Vuelve la genialidad

A partir de mañana, estas zapatillas se pondrán de moda.
Que ya iba siendo hora ¿no?

lunes, 21 de marzo de 2005

Destierros televisivos

No me ha dado tiempo comentar nada sobre una de las previsibles evidencias que se dieron la semana pasada en el universo televisivo: la retirada de antena del programa ‘La azotea de Wyoming’. Y es algo que no quería pasar por alto en el Abismo. Supongo que a nadie le ha sorprendido la cesación en antena de este espacio. Estaba tan claro que nadie dudaba de que algo así se produjera, que hasta José Miguel Monzón, “El Gran Wyoming”, Guayo, era sabedor de su condena a la defenestración catódica. Y, vamos a decirlo ya, por propios méritos.
¿La causa? Sus contenidos, la falta de calidad, la carencia de alguna pretensión que despertará un mínimo interés, incentivos humorísticos, el cinismo y causticidad al que nos tiene acostumbrados el carismático presentador. Pero no ha sido así. Ya en su primer programa todo se intuía imperfecto, lleno de óbices para la consecución de un éxito perdurable. No se tenía muy claro cómo encauzar sus contenidos; un noticiario con una tal Notizia Ortiz, una hermosa joven sin muchos dotes para hablar, una rata de trapo con la voz de Moncho Alpuente necesitada de sentido y gracia, surreales monólogos de un descolocado Pedro Reyes, la incomprensible sección de Pepín Tre, los aburridos ‘sketchs’ protagonizados por el gran Tallafé y el hijo de Pepe Sacristán dejaron ver la carencia de gancho. Los ansiados cambios llegaron en seguida, pero no contribuyeron a la mejora, incluso se recurrió a la posterior contratación de Pablo Carbonell y Yup Barrera para dar un nuevo rumbo, un aire nuevo. También entró en juego la inclusión de un desmedido y algo cargante de gracia Flipy. Sin embargo, nada ha funcionado. Analizándolo, no se puede decir que sea inmerecida su supresión.
Guayo y Rafael Galán (el director del programa) quisieron lanzar un ‘late night’ diferente, comprometido, que acudiera a la actualidad con un humor intelectual, astuto, ácido y sarcástico a la vez, con un sedimento social y una buscada fascinación por la contravención substancial de sus contenidos. Pero les ha salido un producto totalmente antitético, en las antípodas de sus pretensiones, como diría mi amigo Pedro Miguel “un verdadero truño”.
El abuso de la libertad, de poder hacer lo que les diera la real gana, les ha llevado a convertir su programa nocturno en una constante tertulia de amigos, de camaradas idealistas, partidistas y politizados a los que se les ha visto el plumero político en unas entrevistas inscritas en la total indiferencia, desprovistas de incentivos de ningún tipo, con el único objetivo de dispensar aburridas arengas subversivamente políticas o reportajes rayanos en el ridículo, en el humor bizarro sin gracia. Como paradigma, ver a Flipy en Hollywood, realizando una crónica sobre los Oscar de una estolidez ofensiva. Wyoming, que aún después de este sonado traspié sigue siendo el mejor comunicador, showman y presentador que tenemos, no ha estado a la altura de sus propias posibilidades, no se le ha visto a gusto con su programa, y lo que es peor, ni brillante ni resolutivo. Se le ha visto en todo momento fuera de lugar.
Tampoco han valido las excusas, como la esgrimida por sus responsables escudando su baja audiencia en su día de emisión, cuya rivalidad les enfrentaba a 'Los Serrano' y ‘Aquí no hay quien viva’, las dos series con más audiencia de la televisión actual. Cuando lo han cambiado ha obtenido incluso una pésima audiencia. Quizá el problema reside en que esperábamos un nuevo ‘El peor programa de la semana’, uno de los mitos catódicos de los últimos años y nos hemos topado con un peor programa de verdad, en el sentido literal de la palabra. Una lástima que no haya aprovechado esta gran oportunidad.
Para finalizar, en otro contexto radicalmente diferente, también han vedado en Antena 3 la vacua propuesta 'La vida es rosa', un pretencioso intento de sofisticar la basura que supone este tipo de ejercicio profesional tan execrable como prescindible que es la prensa rosa, amarillismo depauperado, injurioso y ofensivo a cualquier mínima inteligencia. El tono 'light', amigable, respetuoso, de “mira qué ‘guays’ somos” que han mostrado la veteranísima (por no llamarla vieja) Rosa Villacastín y la petulante Olga Marset (esta chica salió del periodismo salmantino –quién te ha visto y quién te ve, mona-) ha sido sólo un broquel para encubrir los propósitos que encierra esta innoble rama informativa atañida a la mierda de personajillos risibles, de famosos de serie Z, de vulgares asesinos de toros, de copleras de tres al cuarto, subcultura barata y cutre, de la que se nutren estos espacios del corazón que tienen en ‘Aquí hay Tomate’, ‘Salsa Rosa’ y ‘¿Dondé estás corazón?’, el ejemplo de la deyección televisiva de este moderno bodrio periodístico que tanta audiencia recopila en su inagotable montaña de inmundicia visual.
Aún alegrándome por el mal de unas y sintiéndolo mucho por el mal de otro, como está estipulado en el ‘show business’ que es la actual Caja Tonta: “The Show Must go on”.

¿Me estás diciendo que has construido una máquina del tiempo en un DeLorean?

Pues sí, amigos. La frase del titular os tiene que sonar familiar. No hace falta decir de qué.
John DeLorean, el diseñador del coche de 'Regreso al Futuro', cuyo diseño despertó el sueño automovilístico de una generación familiarizada con ese bólido de singulares puertas y del que todos queríamos que incluyera entre sus prestaciones y condensador de fluzo, ha muerto a los 80 años el pasado 19 de marzo.
Tan sólo 9.000 unidades se fabricaron de este DeLorean DMC-12. No obstante, obtuvieron carácter de culto al ser adoptado como máquina del tiempo en la trilogía 'Regreso al Futuro', firmada por Robert Zemeckis. Como curiosidad, a Johnny Carson le pillaron en un DeLorean cuando conducía bajo los efectos del alcohol. Y es inmensa la lista de famosos y anónimos que tienen esta pieza de colección en su garage.
Según la prensa, DeLorean cayó en desgracia cuando fue arrestado en Los Angeles por intentar vender cocaína por valor de 24 millones de dólares (ahí es nada) para salvar a su empresa de la quiebra. Fue declarado inocente después de demostrar que los agentes le incitaron a cometer el delito.
Desde luego, en esta vida hay una película a lo ‘Confessions of a dangerous mind’.
No digáis que no.

domingo, 20 de marzo de 2005

Acojona, tronco, acojona

Dentro de la vorágine de bagatelas catódicas que se ven en la actual y virulenta televisión existen pequeñas joyas que merece la pena avivar, fomentando nomotéticos mitos que nacen para el regocijo colectivo. Espacios en los que la carcajada más grotesca puede brotar en el momento más inesperado. Desde hace varias semanas, en el canal 53, ese que acostumbra a emitir pornografía mientras cientos de números de teléfono y mensajes tipo chat inundan la pantalla, se produce a largo de las pausas de frenesí sexual, un acontecimiento glorioso: El carismático y divertido Rafa Basa, una de las más veneradas y veteranas bestias del rock radiofónico, anuncia el nuevo disco de los Judas Priest. Y de qué forma, amigos.
Gracias a ese weblog de recursos inacabables que es Viruete, pude llegar hasta el vídeo en cuestión y de disfrutar una y otra vez del ‘spot’ más acojonante que hemos tenido la oportunidad de ver en años. Nunca una promoción fue tan efusiva y rutilante.
No hay palabras para describirlo. Sólo hay que verlo para entender su grandeza.

Terror de clausura

El viernes, acompañado por mis más terroríficos recuerdos infantiles intrincados en mi memoria, tuve la oportunidad de reencontrarme con ‘La Residencia’, del menestral demiurgo, mayoral del cine de género fantástico en España, Chicho Ibañez Serrador. Volví a descubrir un filme impecable, armonioso, de una insultante sutilidad que maneja los hilos del terror con innovación y destreza con vocación de clásico, de cine inalcanzable. Tanto, que hoy resultan inaccesibles para los nuevos realizadores. Ahora somos meros discípulos que alumbramos rudimentarias menudencias al lado de ‘La Residencia’ y ‘¿Quién puede matar a un niño?’, los dos únicos filmes de nuestro propio tótem del escalofrío. Si los americanos tuvieron el placer de favorecer el talento de un gordo inglés pervertidamente oscuro apodado ‘el mago del suspense’ y una referencial serie, tenebrosa y escalofriante, sobre los instintos y miedos básicos con el nombre de ‘Twlight Zone’, en este país de decadencia icónica deberíamos venerar y exaltar la figura del gran Chicho.
En esta sociedad ibérica tan olvidadiza e ingrata en la que vivimos, habituada a encomiar la mugre y lo zafio, castrada de genialidades y necesitada de nuevos designios tanto artísticos como fílmicos, no valoramos en su justa medida estos dos testimonios históricos en nuestro cine, formalizados en dos prototipos de desgarradora fuerza y maestría plena, de un discernimiento de la narrativa enaltecida a un nivel superior. ‘La Residencia’, es una pesadilla gótica que, lejos de parecer una obra primeriza, un arriesgado debut de un genio en ciernes, se revela como una preceptora obra de contención, de una sutileza encontrada en la búsqueda por evitar la truculencia, asentada en su deliberada lejanía conceptual en cuanto a su indefinido origen geográfico que transporta al espectador a estado de tensión constante, acopiando el drama y el terror en un muestrario de depravaciones que van amplificar el estado de ésa angustia, atmosferizando lo insostenible. Todo está ahí; la mórbida perspectiva del lesbianismo, la crueldad sexual del sadomasoquimo, la necreofilia, la turbia e incestuosa tortura, la espeluznante represión moral y espiritual que sale al exterior en forma de iniquidad. Todo ello reflejado con una intencionalidad soterrada asombrosa.
Regresé a ese sueños de infancia, sentí cómo me recluían forzosamente en el Palacio de Comillas con la opresora Señora Fourneau (Lilli Palmer, siempre presente en el subconsciente colectivo), compartiendo espacio y tiempo con Irene, Theresa, Isabel, Pedro Baldie, Brecherd y el pervertido Luis. Volví a observar con afección lasciva a esas pobres chicas ducharse con el camisón puesto, con sus transparencias húmedas que tanto me perturbaron cuando era un crío de 6 años. Recuperé con un nuevo enfoque el asesinato en el invernadero, ese prodigioso ralentí en el corte antes de sesgar un cuello, subrayando el horrible instante o el castigo físico y las miradas cautivas de un cabrón salido. Sin golpes efectistas, sin sustos, haciendo que el clímax se alcance con un contexto enfermizo que va obstruyendo y asfixiando su insoportable atmósfera, sabiendo fusionar su fúnebre éter en contraste con la ingenuidad y candor que expelen sus jóvenes protagonistas.

sábado, 19 de marzo de 2005

ADAPTATION: Las contradicciones de un autor

Cómo ser Charlie Kaufman
El dúo Spike Jonze & Charlie Kaufman propusieron con ‘Adaptation’ una genial y transgresiva cinta sobre la dificultad de adaptar una novela imposible de llevar al cine.
El miedo al folio en blanco por parte de un escritor, de un guionista o de un artista, en definitiva, de un creador, es uno de los mayores infortunios que cualquier pluma pueda sufrir alguna vez. El vacio mental al que se somete la creatividad, el fracaso de la responsabilidad que desafía a las limitaciones de un autor junto al miedo inculcado al fracaso y el temor a soñar son los ejes de uno de esos extraños e inusuales trabajos totalmente libres, desconcertantes e inimaginables en un mundo tan exiguo de ideas como lo es Hollywood. En un campo creativo cultivado de remakes, superproducciones y formulismos baratos a favor de la taquilla nació ‘Adaptation’, un revolucionario producto de ese transgresor y preceptor de causas perdidas llamado Spike Jonze. Una incatalogable cinta de ilimitada inspiración donde el metalenguaje cinematográfico alcanza una insólita cima de innovación y eficiencia.
La historia comienza en el plató de la extravagante ‘Cómo ser John Malkovich’, anterior trabajo de Jonze, donde conocemos al guionista Charlie Kaufman, un hombre inseguro, tímido e incapaz de expresar todo su complejo mundo interior que está a punto de sufrir un bloqueo creativo. Este bloqueo se presenta justo en el momento en que su productora le presenta un nuevo libro para ser adaptado al cine, ‘El Ladrón de Orquídeas’, basado en la relación verídica de la escritora Susan Orlean con John Laroche, un entusiasta conocedor de orquídeas que busca la especie conocida como la ‘Orquídea Fantasma’. ‘Adaptation’ desarrolla la vida de un guionista que termina escribiendo su propia experiencia ante la imposibilidad de poder adaptar un libro, que es en realidad la cinta que deberíamos estar viendo.
Con una extraordinaria estructura en la que se aluden aspectos pocas veces tratados en un argumento, guionista y director proponen una historia en principio profusa debido a sus ejes temáticos, los cuales franquean las múltiples tramas que traza el enloquecido juego de realidad/ficción, pero simplificado en la idea de que la adaptación no sólo expone su sentido en la traslación de una novela a un guión de cine, sino que va más allá al tratar la teoría de Darwin sobre la evolución de las especies mediante su adaptación a las condiciones del medio ambiente, del proceso de ajuste a la vida que cada uno le toca vivir. ‘Adaptation’ revela, bajo su insólito y maravilloso núcleo, la necesidad de desenvolverse del ser humano con su propio medio, de ajustar sus deseos a lo que realmente se necesita, de trasformar (como bien dice uno de los gemelos Kaufman) lo que se quiere en lo que se es.
Charlie Kaufman juega a convertirse en su propio Doctor Jeckyll y Mr. Hyde (desdoblándose en un hermano gemelo llamado Donald) para transformar en ficción sus propios ideales creativos, aquello que se pretende como autor en lo factible que da dinero, una realidad que envuelve la falta de ideas originales en la disposición a la que conlleva la comercialidad en el cine. Una devastadora crítica inmersa también en el propio esqueleto del guión, con un insólito y grotesco final donde la historia de los gemelos Kaufman, la de Susan Orlean y la de John Laroche se fusionan en un demencial surrealismo en el que hace aparición la droga y el sexo, una persecución, una buena dosis de acción, un cocodrilo asesino y la muerte con lección moralizadora que conforman el prototipo de guión que Charlie Kaufman detesta en la descripción del prólogo y que ha escrito su hermano Donald.
En el fondo, ‘Adaptation’ no es más que una burla ácida e irónica a los finales a los que nos tiene acostumbrados la gran industria norteamericana, que siguen los roídos elementos de prehistóricos maestros del análisis del guión como Syd Field o el aludido en el filme Robert McKee. El guionista aboga con ello por una brutal y honesta autenticidad sobre algunos de los inconvenientes que conllevan la escritura y su esencia: la soledad, el sometimiento al que se doblega el autor al trasladar una obra inclasificable a la gran pantalla, la libertad del creador reducida a los designios del ‘mainstream’ para su comercialidad. Un enfrentamiento entre la inteligente desvergüenza creativa y el objetivo máximo de la industria, descubierto en los dos estrambóticos hermanos Kaufman, contrapuestos y unidos, separados y completados en ese desenlace donde todo toma sentido, donde las tres historias, las dos películas, se funden en una sorprendente y extraña resolución llena de sentido cinematográfico, de pura lucidez artística que resume que la vida no es arte y que los personajes del guión que están describiendo son sólo componentes narrativos.
Si bien es cierto que tanto Jonze como Kaufman recorren peligrosamente la línea que delimita la genialidad con la autocomplacencia exacerbada en su mordaz disertación sobre las circunstancias que determinan su angustia en medio del convulsionado entorno social (reflejado irónicamente en la afición onanística de Charlie, evasión perfecta del perdedor), el resultado es una enloquecida dicotomía de verdad e ilusión con flashbacks imposibles. Una obra de dimensiones trascendentales dentro de la innovación guionística del cine actual. Los personajes descritos por Kaufman y tan bien moldeados por Jonze están meticulosamente descritos en el ajuste a sus propias obsesiones dentro de un puzzle psicológico llevado al extremo, excediendo todo tipo de combinaciones narrativas.
La aportación de todos y cada uno de los intérpretes, desde el efectivo Nicholas Cage pasando por la siempre brillante Meryl Streep y sobre todo el descomunal talento de un ‘oscarizado’ Chris Cooper, reflejaron que el joven cineasta no sólo mueve a la perfección su ambición por narrar algo diferente y ambiguo, sino que demostró su talento por la dirección de actores. A pesar de que el reconfortante segundo trabajo de Jonze reformuló su género en delirantes momentos de comedia, ‘Adaptation’ no lo es.
La (hasta el momento) última genialidad del tándem Kaufman & Jonze fue una espléndida, hilarante, original, confusa, perspicaz e incisiva visión del universo del guionista creada como guiño a un espectador que, desde hace muchos años, fue tratado como público especulativo e inteligente.

viernes, 18 de marzo de 2005

Weng Weng, la grandeza liliputiense

En el ‘mondo freak’ se han destacado, a lo largo de su extraña y sinuosa historia, muchas de las figuras de culto o grotescos personajes de los que que hoy algunos pocos conocemos o hemos oído hablar alguna vez y que pasarán, obligatoriamente, por el Abismo (ya es hora de que recupere mis fetiches fílmicos más bizarros). Podría enumerarlos, pero haciendo honor al protagonista de este post, voy a ser sucinto y breve.
Hoy rescato de mi retentiva ‘freakie’ a un titán de menos de un metro de estatura que, a finales de los 70, intentó convertirse en un héroe de acción proscrito a su país de origen, Filipinas. Por supuesto que no tuvo éxito, pero sí traspasó fronteras por lo exótico de la operación cinematográfica. Me refiero al grandiosamente liliputiense Weng Weng, un menudo hombre (el actor más pequeño de la historia junto a Verne Troyer) todo esfuerzo e ímpetu, que sabiendo de sus limitaciones como estrella interpretativa, encumbró su propio mito por encima de cualquier concesión al tópico, ofrendando un pequeño clásico de la serie Z basado en un insólito ‘made him self’.
‘For Your Height Only’, es una película de Eddie Nicart erigida para la gloria de nuestro minúsculo héroe, que interpretó al Agente 00, un superespía bajito, vestido elegantemente de blanco (look que luego relumbraría Sonny Crockett en ‘Miami Vice’) carismático y resultón poseedor de todo lo que un héroe aspira a tener: sagacidad, intrepidez, desvergonzado atrevimiento y un ‘sex appeal’ que hacía que cualquier fémina cayera rendida a sus reducidas piernecillas. La historia bebía de una fuente como eran las películas de James Bond. Un intento de asesinato sobre el miniagente nos revela, de entrada, que Weng Weng trabaja para la INTERPOL. Se advierte en seguida que todos consideran al agente de reducida estatura como un temerario aventurero.
La misión: aprisionar a Mr. X, un irascible terrorista enmascarado tras una capucha que lanza un despiadado ultimátum amenzando con empezar a aniquilar a la población filipina si no recibe una cuantiosa suma de dinero (cuantiosa en Filipinas, ya que en aquel momento, al cambio, la suma ya era ridícula). A lomos de una espectacular Honda Accord ajustada a su tamaño (en realidad una moto Febber de esas que todos hemos anhelado en nuestra niñez), Weng Weng subsistirá ante el peligro sobreviviendo a una ardua experiencia que tiene como resultado una encarnizada lucha con Mr. X. Antes de ello, siendo coherentes con el género, no se podía omitir el ineludible catálogo de armas secretas, recalcando un inolvidable ‘sombrero-sierra’ dirigido con un mando a distancia, un reactor a propulsión en la espalda (mítico) o una ultratecnológica ‘sombrilla paracaídas’, que le permitía arrojarse desde un rascacielos sin que le pasase nada.
Cabe que destacar dos delirantes secuencias; la primera, derivada de un cómico altercado que da como consecuencia una pelea de kárate en una escuela de instruidos y violentos karatekas que perecen ante el curtido enano, que se hincha a dar hostias a diestro y siniestro. Otra, en su final, cuando los malvados le capturan no le torturan ni amenazan, sino que recluyen en una ridícula jaula de loros.
Un clásico impagable.

Tarantino's news

En mi ronda habitual de solaz lectura por la red, he dado tumbos de Coming Soon a Filmfocus (aunque después también lo he visto en Hijotonto) para descubrir un enlace que me ha llamado la atención. Supone la ruptura de silencio de Quentin Tarantino hablando sobre sus propósitos y la actualidad que le rodea.
Parece ser que con las desavenencias entre los 'Miramax Bros.' Weinstein que acabaron con su lucrativa alianza con Disney han dado como resultado la creación una nueva etapa en la vida de los poderosos Bob y Harvey. Y para ello, emprenden su itinerario fílmico como autónomos con lo que no vimos de ‘Kill Bill’ en sus Volúmenes 1 y 2. , un sorprendente reestreno con alguna que otra sorpresa. La veremos retitulada ‘Kill Bill: The Whole Bloody Affair’, tal y como la concibió en su génesis Tarantino. El díptico de Quentin se exhibirá ensamblado en una sola, las dos partes en una, con todo lo que se vio en la versión oriental y que nos perdimos en Occidente por culpa de la censura y la regulación de contenidos. Ya se sabe que la Disney jamás hubiera permitido una película de su factoría con el NC-17 en el código moral e hipócrita de la MPAA.
Tarantino se ha pronunciado ante las noticias que ubicaban al director en las nuevas entregas de las sagas de Jason Voorhes o James Bond. Nada de nada. Ni dirigirá una nueva ‘Viernes 13’ ni el ‘Casino Royale’ de James Bond. Tampoco ese episodio de ‘CSI’ que tanto se ha comentado. Esto quiere decir que es algo ordinario que este ciclo de rumores siga filtrando murmuraciones de toda índole entre trabajo y trabajo.
Asimismo cuenta que su ilusión futuro sigue centrada en dirigir una película de artes marciales en mandarín. Pero lo que es seguro es que su próximo filme será ‘Inglorius bastards’, su añorada película de cine bélico con un grupo de soldados durante la II Guerra Mundial como protagonistas. Para terminar, Quentin habla de sus películas favoritas de este pasado año. No duda en destacar a ‘Shaun of Dead (Zombies Party -en su ridículo título español-)’ como la gran película de 2004. Así como (ojo) ‘La pasión de Cristo’, ‘Dos colgaos muy fumaos’, ‘Los increíbles’, la asiática 'Old Boy' y esa extrañeza rusa llamada 'Nightwatch’, destacadas en su ecléctico muestrario de gusto cinéfilo.
También persiste en su idea de no seguir rodando películas por las que no sienta necesidad de filmar, palabras que originan el rumor que apunta a que tras ‘Inglourius…’ Tarantino podría volver a tomarse una de esas larguísimas vacaciones a las que el cineasta nos tiene acostumbrados.
Como colofón cerciora que a los 55 se retira. Veremos si es verdad. Prisa por dirigir películas ya ha demostrado que no tiene.