lunes, 7 de marzo de 2005

Películas legendarias: 'El Exorcista' (I)

A lo largo de esta semana en el Abismo se irá desglosando un interesante dossier analítico sobre una de las películas más importantes de mi vida (si no la que más) 'El Exorcista', a lo largo de algunos post sobre el origen, el rodaje, anécdotas y las reflexiones que han suscitado en la historia del cine moderno este clásico irrepetible del cine de terror.
Poned de fondo el 'Tubullar Bells' de Mike Oldfield porque aquí tenéis esta primera parte.
El miedo de Dios
Llegados a una época en el que el único aliciente del género de terror ha sido la autoparodia para desmitificar las bases del género y resucitar una tradición más cerca del ‘splatter’ que de cualquier otro ámbito o vertiente psicológica, la opción más preferible es engrandecer el clásico más aterrador que haya dado el cine en su ya longeva existencia. Aquélla que ha permanecido en nuestra memoria como el prototipo del ‘miedo’ en estado puro, cercano, cotidiano, sabiendo que lo que se cuenta no es mera fantasía, está conviviendo con nosotros desde nuestros ancestros. Sí nos preguntaran cuál es la película de terror que más conmoción y miedo nos ha causado durante la Historia del Cine, probablemente responderíamos que ‘El exorcista’, no por un sentencioso sofisma pragmático que tenemos aprendido para resultar congruentes. Seguramente aquellos que la citen, lo hagan porque en realidad la película sobrecogió realmente su sentido de la angustia. Aunque los ‘gore hounds’ le otorgarían el privilegio a ‘La matanza de Texas’, ‘Hellraiser’, ‘Halloween’ o ‘Viernes 13’ (si bien es cierto que no corresponden al mismo tipo de terror) y algún vetusto y viejo conocedor del género designaría ‘Nosferatu’, de Murnau como la más destacada, ‘El exorcista’ (1973) sigue indefectiblemente ligada a los miedos más profundos del ser humano, a las pesadillas existenciales del hombre...
La película de William Friedkin es, por derecho propio, una obra que se distingue de sus procedencias terroríficas en el modo en que innovó, en la forma visual y temática con la que el filme recreó aspectos cinematográficos que hasta el momento sólo correspondían al cine clásico. ‘El exorcista’ permanece eterna en nuestro recuerdo reminiscente, entre otras cosas, porque está basada en un hecho real y porque así la vendieron en su día. Su realismo y crudeza, inscritos claramente en el género del docudrama, son el evidente signo que nos lleva a la conclusión que el filme no es frecuente en este digno arte. Por eso, aún en nuestros días, sigue estremeciendo y horrorizando a todo aquel que la descubre o revisita con la intención de pasar un mal rato. Dada la diversidad de lecturas que posee esta pieza clásica, esta obra maestra sigue manteniendo un interés analítico con sublecturas realmente apasionantes.
Simpatía por el Diablo
La época en que se gestó e hizo realidad el sueño de ‘El exorcista’ es de lo más recurrente. A la era del liberalismo y de la reivindicación de la libre independencia y libertades de todo tipo (el ‘hippismo’ en estado puro), se unió una descontrolada vocación y fascinación adjunta por la figura de Satanás y los iconos religiosos. Todo ello convirtió a Estados Unidos en un país ecuménico abierto cualquier rito, secta y credo que utilizaban muchas veces la figura del Diablo como efigie a la que adorar. La rebeldía del momento acabó por imponer una libertad que permitía todo tipo de aberraciones en todos los ámbitos (ya sea sexual, político y social). Unido al éxito de la polémica y reivindicativa ‘Easy Ryder’, de Dennis Hooper y la brutal agresión por parte de los temidos ‘Ángeles del Infierno’ a una comunidad afroamericana, hay que asociar la multitud de grupos musicales que entonaban estruendosas odas a la figura del Maligno, encabezados por sus ‘Satánicas Majestades’, los Rolling Stones de Mike Jagger. En el momento en que llegó el filme de Friedkin supuso una nueva perspectiva al servicio del espectador de la iconografía de un tema tan ambiguo como es el fascinador universo del Mal representado en su forma más espeluznante, es decir, en Satanás (o en este caso en Belcebú, protagonista total de ‘El exorcista’). Con tanta provocación y pantomima alrededor de Baphomet y toda su tradición malévola, se llegó a un momento en que su figura pasó a ser más un producto de ‘merchandising’ y provocación publicitaria de grupos musicales que lo que realmente significa. Satán pasó a ser una leyenda poco religiosa y demasiado folclórica. Por eso esta obra magna del género supuso una auténtica y clarividente resurrección del género y del Mito que siguió el camino abierto cinco años antes por la espléndida cinta de Polanski ‘La Semilla del diablo’, una cinta a la que se acusó directamente de provocar la masacre de Cielo Drive cometido por la sanguinaria familia de Charles Manson.
El génesis
Llevado por la vertiente de moda dentro de la escritura literaria, el ‘Nuevo Periodismo’ de Thomas Wolfe que marcara un antes y un después en la retórica literaria, el escritor William Peter Blatty tuvo una lúcida idea al escribir una novela en la que siempre creyó fervientemente. Una historia sobre una posesión demoníaca en la que pudiera inquirir los miedos y las creencias de la sociedad del momento. Después de acudir a las editoriales más prestigiosas de los Estados Unidos, que la rechazaron por considerarla demasiado arriesgada y cruda, la empresa literaria Harper & Row decidió ponerla en marcha con una gran campaña publicitaria. Su autor no era hasta el momento muy conocido, ya que su carrera hasta el momento se forjó a base de guiones para comedias como ‘El nuevo caso del Inspector Clouseau’, ‘Gunn’ o ‘Darling Lili’. Peter Blatty dio un giro radical con la publicación de ‘El Exorcista’, la novela. Desde el mismo día en que se publicó, el libro se convirtió en un apabullante best-seller, manteniéndose en la primera posición del ranking de ventas durante más de 20 semanas consecutivas y vendiendo más de 6 millones de copias en su etapa literaria (después de la película es uno de los libros más vendidos de la historia).
La Warner topó con el libro y decidió comprar los derechos por un módico precio de 175.000 dólares y unas cuantas exigencias del escritor, suponiendo que iba a ser una de las películas de terror al uso y sin demasiados efectos especiales. Blatty sabía lo qué tenía entre manos y la Warner accedió a que cobrara 640.000 dólares más, que irían a parar a ‘Hoya Productions’, la productora creada sólo para el proyecto de ‘El Exorcista’. Por si esto fuera poco, además de exigir la producción ejecutiva para que nada se saliera de su idea y de su propia adaptación para la pantalla, Blatty pidió un 10% de beneficios en taquilla, algo que la Warner consideró en su momento muy factible obstinados en que sería un producto no muy caro y, por supuesto, nada taquillera. Nadie entonces sabía lo que pasaría después.
Basado en hechos reales
Cuando Peter Blatty vendió los derechos de su exitoso debut literario, lo que nadie sabía es que la espeluznante historia que se narraba en sus páginas era real como la vida misma. El escritor y guionista manifestó en una ocasión que accedió al tremendo relato gracias a antiguos profesores y al Archivo General de la Compañía de Jesús que tiene su sede en Nueva York. Allí estudió con profundidad un caso que tuvo lugar en Mount Rainer (Maryland) en 1949. Un adolescente aparentemente normal y en perfectas condiciones físicas y psicológicas, comienzó a actuar de forma extraña justo después de perder a una tía suya amante de la güija. Aseguraba escuchar voces dentro de su cabeza, insultaba blasfemamente a sus atónitos padres, las cosas volaban por los aires y ni los médicos ni los psiquiatras parecían conocer el diagnóstico. El fulano también habla lenguas desconocidas (como latín o griego) hasta que llega un momento en que sus piernas y brazos comienzan a descarnarse sin dolor evidente para el chico.
Un aguerrido sacerdote jesuita de Maryland llamado Edward Campbell aseguró conocer un caso similar divulgado casi un siglo antes. Junto a su compañero de oficio, el padre Daniel Lawrence, el cura permaneció más de un mes sometiendo al poseso a multitud de exorcismos que el adolescente endemoniado repelía con violencia física, insultos, acciones telequinésicas y furia contra el símbolo católico. Una lucha que, según Blatty, acabó con una anunciación del diablo y los desesperantes gritos del niño pidiendo la presencia de sus padres sin saber qué hacían aquellos curas en su habitación. William P. Blatty asevera que éste y otros casos similares con detallados y extensos documentos comprobados por la Santa Iglesia duermen en los archivos del Vaticano. ‘El exorcista’ que puso al servicio del espectador la iconografía de un tema tan ambiguo como es el fascinador universo del mal representado en su forma más espeluznante, es decir, en Satanás. Un elemento caracterizado hasta entonces a modo de leyenda religiosa o folclórica.
La elección de un prometedor talento
Todo estaba listo para llevar a cabo la idea de Blatty a la gran pantalla. Pero era necesario dar con el director adecuado para la difícil labor de dirigirla. John Callie, uno de los antiguos ‘peces gordos’ de la Warner Bros y Blatty, el autor de la multiproductiva obra literaria, querían un director que reuniera todas las facultades artísticas necesarias para llevar a la pantalla un tema tan crudo como incómodo, sin verse afectado por los intereses económicos o reaccionariamente morales (como los que tanto se manifiestan hoy en la Meca del cine), por lo que tras sonar nombres como Steven Spielberg o John Frankenheimer como posibles candidatos, se optó por el joven y capacitado Friedkin.
A William Friedkin, paradójicamente, no le satisfizo el primer borrador de Blatty. Su obcecación era tal, que le reprochó al propio autor la poca fidelidad que tenía la escaleta respecto a su novela. De Friedkin es el prólogo de Irak y también es responsable de que la acción transcurriera en ámbitos contemporáneos en Georgetown. A Blatty le cayó en gracia la fuerte e inexorable personalidad del joven cineasta, así que ambos (con más de un aspecto biográfico en común –eran católicos, muy aferrados a sus madres-) se entendieron a las mil maravillas a la hora de escribir el que sería el guión definitivo que creó William P. Blatty para la película. Al contrario de lo que pensó Calley en un primer momento, Friedkin se involucró enteramente en un proyecto difícil, tanto por el argumento mefistofélico como todo por lo que iba a pasar dentro y fuera del rodaje. Unas contrariedades que estuvieron más de una vez a punto de suspender la producción. Cuando Friedkin (nacido en 1939) comenzó a rodar esta clásica película de terror, sólo era sutilmente conocido por haber realizado dos obras de cierta repercusión dentro del mundo del cine ‘Good times’ (1967) y ‘The French Connection’ (1971), por la que recibió el Oscar al mejor director con sólo 30 años, lo que le convirtió en una de las promesas más esperanzadoras del entonces nuevo cine americano. Además, Friedkin también había destacado en otra faceta afín a la dirección adaptando varias obras de teatro para el Off-Broadway con un éxito rutilante (‘The Birthday Party’ de Harold Pinter, ‘The night they raided Minsky's’ o ‘Los chicos de la banda’ son algunos ejemplos).
El autócrata visionario
Ya sólo quedaba el reparto para empezar el rodaje. Y Friedkin comenzó a tomar un protagonismo inusitado, incluso por encima de los propios productores. De primeras, Friedkin impuso un nivel altísimo de exigencia y un perfeccionismo que no abandonó ni un solo día en el ‘set’. Uno de los conflictos más conocidos en la elección del reparto fue el reclamo por parte del cineasta de la actriz Ellen Burstyn. Los productores, ilusionados con la nueva perspectiva comercial que estaba empezando a cobrar el filme, convencidos del tirón comercial que tendría, querían obligar a Friedkin a incluir a una gran estrella como Jane Fonda, Audrey Hepburn o Anne Bancroft para interpretar a Chris MacNeil, la madre de la niña poseída. El director enfurecido, les expuso un axioma sobre lo que debía ser la señora MacNeil en la obra y convenció a los productores, mosqueados por la dictatorial actitud del director. Otro enfrentamiento llegó cuando miembros de la Warner llegaron ilusionados con una noticia: “¡Marlon Brando estaba interesado en interpretar al Padre Merrin!”. Pero Friedkin se negó en rotundo. No quería que el público identificara el filme con Brando (recién premiado con el Oscar por ‘El Padrino’). Friedkin estaba empeñado en que Max Von Sydow fuera el vetusto sacerdote que realizara el exorcismo final. Y así fue. Menos problemas tuvieron para el resto del reparto. Por eso un actor desconocido como Jason Miller acabó haciéndose con el papel del sufrido padre Karras. Miller hasta ese momento no tenía mucha fama, pero era un gran actor teatral como lo demostrara en el montaje ‘The winners’. Lo mismo sucedió con los demás protagonistas del filme. La jovencísima actriz Linda Blair (al que dedico en su segunda parte un pequeño apartado) como la posesa adolescente, Lee J. Coob como el teniente de policía Kinderman, Jack MacGowran dando vida al cineasta Burke Dennings y Kitty Winn como Sharon, la asistenta de la casa, pasaron a formar parte del casting.
Otro trance posterior a todo lo que tuvieron que sufrir los integrantes de uno de los rodajes más duros que se recuerden fue el requisito expreso del cineasta para que el compositor de la partitura musical fuera Bernard Herrmann (habitual de Hitchcock o Scorsese), pero éste quiso tomarse unas vacaciones y rechazó el cuantioso cheque que le ofreció la Warner. Cuando se hizo cargo Lalo Schrifin (el mismo de la sintonía de ‘Misión Imposible’), Friedkin le despidió al momento de escuchar el ‘score’ que le pasó el compositor argentino. Fulminantemente, de un modo cruel y bastante cabrón: “parece una jodida música de Mariachis”, le dijo tirando ante el músico su cinta compuesta por la ventana, delante de sus narices. La lista de anécdotas en torno a las exigencias de Friedkin se hizo interminable. Arrogante e infrangible con sus actores y con el equipo técnico, el cineasta estaba como loco, obsesionado con cada detalle que rodeara su película. Al borde del caos, y muy pareja a la personalidad de Kubrick, Friedkin tuvo más de un altercado con los peces gordos de la Warner, en especial con Charlie Greenlaw, al que estuvo a punto de agredir en varias ocasiones por el simple hecho de las advertencias de la ‘major’ al pasarse cada día de rodaje del presupuesto fijado.
El director, en una ocasión, cuando finalizaban el rodaje, rodaba una de las secuencias finales, aquella en la que el Padre Dyer (el reverendo William O'Malley –cura en la vida real-) le da la extremaunción al Padre Karras (Miller), protagonizó una de sus más memorables praxis profesionales. El déspota cineasta rodó dicha secuencia más de 20 veces. El pobre clérigo, extasiado, aseguró que no podía hacerlo mejor, que estaba cansado. Friedkin, sereno, se acercó a él y le preguntó que si confiaba en él. El Padre O’Malley afirmó “por supuesto”. En ese instante, el cineasta le asestó dos sonoras hostias en la cara al cura y, sin inmutarse, gritó lo de “acción”. La toma vale la pena verla, porque Dyer está totalmente convincente. Podéis verlo vosotros mismos porque fue la toma que entró en el montaje final.
Una de las tantas otras fue el límite que quería darle a las secuencias para obtener una justificada sensación de realismo. Por ello, a la hora de mostrar el vaho que emergía de las bocas de los actores a medida que se acercaba la transformación de Regan en la habitación de la niña, Friedkin hizo meter a todo el equipo, actores y técnicos en una cámara frigorífica para conseguir el efecto deseado. También la sonada lesión de espalda de Burstyn (que le ha durado toda la vida) al ser lanzada hacia el suelo con un arnés en el plano en que Blair le propina un golpe con la cara ensagrentada tras desvirgarse con el crucifijo. La veterena actriz no evita aludir en cuanto tiene ocasión la autocracia de Friedkin en el plató. O el pleito que puso la pobre Mercedes McCambridge que después de trabajar dos meses para poner la voz que oímos en el montaje definitivo a Linda Blair durante las secuencias en que está poseída (es decir la cuarta parte del filme), Friedkin la suprimió de los títulos de crédito por considerar su trabajo insignificante.
Pone los pelos de punta y hace imaginar que el rodaje fue como el mismísimo Infierno.
Mañana, más.

Vaya jeroles

¿Una página que se dedica a capturar a celebridades, políticos, periodistas y demás fauna catódica con los ojos medio cerrados, en el peor de sus gestos y ofreciendo su peor cara posible?
Blink O Rama. Demencialmente curiosa.

Frío

¿Cuántas olas de frío polar llevamos? Sí, pues seis, listillos. Ateridos se nos llena la boca al confirmar que este el invierno más frío que hemos pasado desde hace mucho tiempo. Pero, en el fondo, todos sabemos que es mentira. La razón es bien sencilla: antes llamábamos a las olas de frío simplemente invierno. Así, los telediarios, en persistente búsqueda por rellenar su espacio más que de informar, han convertido casi toda su duración en una predicción del tiempo dilatada y harto aburrida. Desde todos los puntos de España, los enviados especiales (en riguroso directo) parecen pasarlas putas con el frío, pero en realidad están así por esperar a que les den paso.
La alarma es de lo más surrealista: “prepárense porque lo peor está por venir”. Asimismo las cadenas (la nueva moda de tráfico) se han convertido en el elemento de reclamo, una nueva y exitosa forma de sacarles dinero a los conductores. Nos conciencian para no salir de casa, para evitar coger el coche y hacer viajes con este frío. Nos amedrentan con alguna oscura intención.
Recuerdo salir en Salamanca cuando era un niño con temperaturas de 8 y 9 grados bajo cero y todo el mundo lo consideraba normal. Desde el Instituto Nacional de Meteorología también se pone el grito en el cielo: “Es el invierno más frío que se recuerda” porque desde el otoño persiste un anticiclón al oeste de la Península que bloquea la entrada de aire procedente del atlántico, el aire húmedo que, generalmente, trae las lluvias en invierno y las temperaturas más apacibles.
El personal está acojonado sí, pero contento porque en sus conversaciones de ascensor hay un tema sobre el que debatir. “Hace frío ¿eh?” me dijo anteayer un vecino. De inmediato le contesté, explicándole que hace frío porque el viento llega de Groenlandia y Siberia y las seis olas de frío han dejado poca lluvia, mucha nieve y frío. Un gélido ciclo. También le esclarecí que nadie sabe qué pasa en el Holoceno por zonas geográficas. Todos sabemos que en invierno tiene que hacer frío. Otra cosa es que en determinadas regiones se hayan acomodado a un clima mucho más cómodo y bucólico. Creo que el viejo Antonio se fue pensando que yo era un ser extraño, pero supongo que la próxima vez no volverá a ilustrar su carencia de conversaciones cuando volvamos a coincidir.
Hace frío, sí ¿Y qué? Es lógico. Pero siempre habrá algunos pronosticadores climatológicos que auguren acontecimientos más o menos catastróficos. Habrá que escuchar las retahílas de aquellos que pontifican sobre el calentamiento global y por los protocolos que confeccionaron en Kyoto. Pero de lo que no hay ninguna duda es que si es invierno, pues tendrá que hacer frío.

domingo, 6 de marzo de 2005

Póster final de SIN CITY

Pues este es el definitivo póster final de 'Sin City', de la esperada película de Robert Rodríguez y Frank Miller. No ha variado mucho a la imagen de los múltiples afiches que habíamos visto hasta ahora.
Ya queda menos para saber qué han hecho estos dos macarras del arte con las ‘crook stories’ desde el punto de vista del criminal o del marginado en su traslación a la gran pantalla.

¡Mi tesoroooo!

Por fin, desde ayer, descansa sobre una mis estanterías de profuso sortilegio cultural la trilogía extendida de ‘El Señor de los Anillos’ de Peter Jackson. Tras un mes en busca de esta joya del DVD que se ha resistido a pertenecerme (está descatalogada y es de una muy difícil adquisición), al fin me hice con mi tesoro. Ahora falta prepararme para entrar de lleno en ese resuello épico y mítico de Tolkien.
Tengo que proyectarme para enclavar todos mis sentidos en un universo imaginario imprescindible, lleno de criaturas, razas y personajes, donde prima la onomástica y su toponimia evocadoras de un mundo imperecedero en nuestra memoria colectiva y acercarme, como se merece, a leyenda del Anillo Único, solemne y profética.
Necesito estar en plenas condicines mentales y psiquicas para compartir de nuevo el viaje hacia Mordor con La Comunidad, conformada por los cuatro hobbits, un elfo, un enano, un mago y dos hombres que todos conocemos. Queda menos para enfretarse a Sauron...
“¡Venga, señor Frodo! No puedo llevarlo por usted, pero puedo llevarlo a usted junto a él”.
Se me eriza el pelo sólo con pensarlo. Preveo una semana maravillosa en la Tierra Media.

sábado, 5 de marzo de 2005

Ha muerto Bubba, la langosta gigante

Ha sido una pésima semana en el ámbito personal, os lo aseguro. Pero terminar estos aciagos siete días con la noticia que acabo de conocer supera el paroxismo de lo fatídico.
Estoy consternado, amigos. Bubba, la langosta más grande del mundo, murió el pasado miércoles de madrugada. Lo hizo tranquila, en su lujosa pecera de un zoológico de Pittsburgh, Pensilvania. La historia de Bubba no deja de ser una zarandeada y traumática aventura. Consumó un dilatado y extenuante viaje desde la costa de Massachusetts para acabar en Pittsburgh y sobrevivió más de una semana en una lonja. La muerte ha sobrevenido a Bubba debido a un inoportuno traslado al Zoo de la ciudad donde iba a ser un reclamo más en el acuario. Pero no pudo soportar el stress del trayecto y falleció sin poder disfrutar de su nueva y acomodada vida.
Bubba, el gigantesco crustáceo, pesaba unos impresionantes 10 kilos de langosta comestible y tenía unos 50 años. Ya sé que lo estabais pensando, a todos nos viene a la cabeza Tenacitas (Pinchy, en su versión original), la langosta que Homer Simpson cuida y mima como una mascota hasta convertirse en víctima de un funesto baño en agua caliente que descubre al padre de familia de ‘Los Simpsons’ uno de los placeres más apoteósicos del mundo terrenal: Comer marisco.
La gran pregunta es ¿Cuando Bubba murió, alguien se lo ha zampado o le han ofrendado un entierro como se merecía?
Imaginaos comer 10 kilos de langosta. Mi sibaritismo me hace vislumbrarlo y no alcanzo a describir la sensación que debe suponer comer un manjar como este. Mirad qué pinzas, qué color, qué apetitoso parece...
D.E.P. Bubba

viernes, 4 de marzo de 2005

Recuerdos futbolísticos

Ayer, en el aluvión de fiesta y alcohol de los mitológicos jueves universitarios salmantinos, 'birreando' con un amigo, nos propusimos, como en el anuncio de cerveza Estrella Damm, intentar recordar una alineación del equipo de nuestra alma de memoria, lanzando nombres de carrarilla, desempolvando recuerdos futbolísticos sin venir a cuento. Mi amigo intentó recitar el equipo que ganó la Copa de Europa con el Barça en el 92 ante la Sampdoria. Pero erró, no supo dar el estoque a su desafío.
Cuando me dispuse a enumerar la formación del Athletic que logró el doblete en el 83 los nombres de los jugadores me salieron como por arte de magia: Zubizarreta, Urquiaga, Liceranzu, Núñez, Goicoechea, Gallego, Sola, Urtubi, Dani, Sarabia y Argote. Es más, engrandecido por mi memoria deportiva, recordé que también jugaban en aquel equipo regularmente De la Fuente, Endika o Noriega. Qué equipazo.
Y allí, como un abuelo nostálgico portando una cerveza en la mano, me di cuenta de lo estúpido y necesario que resultan estos pequeños momentos de recuerdo absurdo.

Especial Hugh Hefner y PLAYBOY

Hugh Hefner y el Imperio Playboy
A lo largo de más de medio siglo las ‘playmates’ han pasado de despertar pasiones onanistas a convertirse en estrellas del cine y la televisión.
En el punto de mira
Está de actualidad gracias al juego ‘Playboy: the mansion’, que recrea la vida del magnate del erotismo Hugh Hefner para que el jugador se meta en su piel y controle la publicación desde el primer número, así como la posibilidad de erigir la famosa mansión Playboy y la contratación de un grupo de fotógrafos y periodistas para las fotos que sirvan de póster central de su prestigiosa revista, así como la selección de la futuras conejitas que antes pasarán por las pruebas que uno, como usuario, elija. Playboy ha pasado a ser sinónimo de lujo, mujeres hermosas e inalcanzables, fiesta se sexo descarriado en multitudinarias orgías, famosos poniéndose hasta arriba de cualquier placer conocido y una forma de vida que muchos sólo pueden imaginar en sueños.
Hugh Hefner se transformó en un icono indiscutido del entretenimiento para adultos que vende 5 millones de ejemplares en 18 países. El juego consiste en crear (como lo hizo en su momento Hefner) el contenido de la revista Playboy para que siga las tendencias y tenga éxito en el mercado mientras aumenta la fama del usuario. Para ello, deberá contratar el personal apropiado y construir una mansión de ensueño lleno de conejitas por las que babear en cualquier momento y disfrutar de las fiestas orgiásticas con los invitados más célebres del momento e interactuar con los invitados para encontrar el mejor contenido para la revista, incluidas entrevistas y sesiones de fotos. El componente de simulador social del juego es igual al archiconocido de célebres juegos como ‘Sims’ o ‘Singles’, que permite la interactividad basado en los parámetros de personalidad. El juego ha sido supervisado en todo momento por Hefner y es creación de Ubisoft, junto a Playboy Enterprises y INgrooves.
Un mito editorial
Cuando en 1953 el editor Hefner lanzó desde Chicago la revista Playboy, sabía cual era su objetivo, pero jamás imaginó lo que iba a trascender una idea que revolucionaría el mundo de las publicaciones lúdicas. Su idea era clarividente: crear una revista mensual masculina que alternase entrevistas y columnas firmadas por prestigiosas figuras de la literatura y el periodismo de USA, pero incluyendo en sus páginas una buena parte de producciones fotográficas de los mejores desnudos que se hubiesen hecho hasta la época. Lo que Hefner no sabía era que en base a esos desnudos terminaría fundando un imperio en el que el sexo y la sensualidad que emanaban sus páginas centrales le permitiría ser el hombre más envidiado del mundo a sus 78 años. Con sus artículos y reportajes, Playboy se mimetizó en una publicación de calidad tras un prestigio intelectual que ofrece desde su inicio la cobertura a los temas económicos, políticos y sociales más relevantes de la actualidad. Su esencia se ha transformado en histórica y se ha transmitido de generación en generación como reclamo intelectual donde no faltan las bromas hacia quienes compran la revista jurando haberla adquirido "para leer la última entrevista a Tom Cruise, el estudio de la obra de Gabriel García Márquez o un análisis sobre los últimos movimientos de Wall Street".
La calidad de las producciones fotográficas, la cuidadosa y excelente selección de modelos y la belleza física casi fantasiosa de las mujeres que desfilan por sus páginas pueden desbaratar cualquier justificación intelectual. Aunque, en definitiva, ¿por que no pueden ir juntas las notas mas complejas y las tetas mas grandes y suculentas del año?
Hugh, la leyenda
Todos los hombres del mundo le envidian. Aquellos que conocen su trayectoria saben que es un tipo que a lo largo de su vida se ha levantado de su cama compartida con tres féminas de escándalo (de esas que sólo vemos en las revistas o de forma onírica mientras se ejecuta el vicio manual) para trabajar con el pijama y su aristocrática bata todo el día. Su leyenda cuenta que ha compartido fluidos con más de mil mujeres y haber creado algún harem por el que cualquier hombre mataría. Hef es todo un símbolo. Dentro de sus habitaciones ha sucedido de todo: desde crímenes pasionales hasta sórdidos cuentos de sexo, drogas y rock & roll.
Nació en Chicago el 9 de abril de 1926. Desde muy pequeño sus pasiones estuvieron muy claras: los negocios y el dibujo. A los 10 años se cuenta que la vendía un pequeño diario por una ínfima cantidad. En su instituto fue un hombre carismático y con iniciativa. Durante su juventud Hef (como le conocen los más allegados) deambuló por el ejército, se casó con una compañera llamada Millie Williams, pasó por la Universidad de Illinois y acabó recalando en la publicaicón de renombre Esquire, donde ejerció como promotor creativo. Pero Hefner quería su propia publicación. En mente tenía un nombre; Stag que cambió por Playboy. En el año 53 consiguió que Marilyn Monroe accediera a ser la primera playmate de la historia. No colocó fecha en la portada de la primera edición ya que no estaba seguro de poder realizar un segundo número. Su éxito, rotundo: más de 50.000 copias. Preciosas chicas desnudas en los cuidados pictoriales no era algo que el lector estuviera acostumbrado a ver en una revista con aspiraciones comerciales, así que la revolución en el mercado fue considerado como un auténtico ‘boom’ de ventas.
Su finalidad editorial se definía por unas líneas críticas apoyadas en la procacidad, el humor y la diatriba al sistema de vida yanqui, a la institución familiar, con una ventaja que siempre ha determinado a la revista: las grandes firmas que han vertido sus iracundos comentarios en las páginas de Playboy. Su creatividad fue más allá de la revista y decidió crear un club para hombres donde voluptuosas mujeres vestidas de conejitas se encargaban de servir alcohol y proporcionar, en algunos casos, oscuros placeres heterosexuales. Prostíbulos legales de alto ‘standing’. Salvo por una diferencia, las solícitas playmates no eran putas, amigos. Las conejitas elegían a sus penetradores, como en fiestas sexuales de liberales jovencitas entregadas a los placeres carnales. En los años 70, la revista vendía mensualmente más de 7 millones de copias, existían 23 clubes de Playboy en Estados Unidos. Hefner se tranformó en un Dios para unos y en un disoluto pervertido para otras (de estas mujeres que no se afeitan el bigote y protestan por la integridad de las mujeres).
En los 80, una de esta mujeres de condición más conservadora llegó a la vida de Hugh en forma de apetecible cojenita que fue ‘playmate’ en 1989, Kimberly Conrad, mujer que cercenó con sus estrictas normas parte del mito juerguista de la mansión Playboy y que le dio dos pequeños retoños llamados Marston y Cooper. Pero esta tediosa y familiar vida no era plato de buen gusto para un calavera tan mítico como Hef, así que se divorció y a la Mansión volvieron las fiestas, el sexo descontrolado (cuentan que era imposible ir a mear sin venir con una dosis de sexo en cualquiera de sus condiciones que contar a los colegas de copas), estrellas del cine y la música en lúbricas situaciones y jarana y tumultuosa algarabía diaria. Y Hugh tan contento, ya que con la viagra puede seguir activamente disfrutando de sus acompañantes, asegurando que folla cada día como si fuera un incansable zagal con hermosas jóvenes que buscan ser actrices, aparecer en el póster central de su revista o ser parte efímera de la historia del Imperio Playboy.
Un hombre que tiene en su poder la tumba adyacente a la de Mariyn Monroe, para que cuando muera pueda cumplir su sueño de descansar junto a la mujer que siempre amó y que inició con su desnudo uno de los reinos libidinosos y económicamente más prósperos de la historia de Estados Unidos.
La socia ideal
En los comienzos Hefner creo un mito erótico por excelencia, el icono por el cual suspirarían todos los hombres el mundo, la imagen de la chica de nuestros sueños húmedos: las míticas conejitas de Playboy. La modelo que daba vida era la fantasía típica norteamericana de "la vecina de al lado" (the girl next door), luego se convertiría en "la chica del mes" (the playmate of the month) o la sugestiva compañera de juegos (sobre todo en el baño de varias generaciones de adolescentes, con el seguro de la puerta echado y una mano sujetando la revista y la otra, bueno, verás…).
Enseguida y para siempre el póster central, protagonizado por las mujeres mas desarrolladas anatómicamente, terminó adornando las paredes de los cuartos masculinos de EE.UU y después de medio mundo (muy popularizado entre los camioneros y mecánicos de coches). Pero a principios de los años 50 no era fácil encontrar secretarias o estudiantes que quisieran posar desnudas. Mostrar sus lascivos encantos ocultos era algo difícil de conseguir en una sociedad tan puritana como la americana. Hasta ese momento las revistas eróticas o calendarios circulaban clandestinamente y sus modelos eran mujeres de dudosa y curtida trayectoria o bailarinas exóticas (eufemismo con el que se designaban a las mitológicas ‘strip-teasers’ como Betty Page, Lily St. Cyr, Blaze Starr o Tempest Storm). Por tal motivo, para sus primeras producciones de desnudos, Hugh Hefner tuvo que recurrir a su afanosa y bella secretaria Janet Pilgrin, que terminó convirtiéndose en una verdadera "secretaria para todo", llegando a ser playmate del mes en tres oportunidades.
Varios años más tarde, en 1965, Berth Milton, fundador del imperio Private (la versión hard europea de Playboy con la explicitud genital como bandera), también necesito los servicios de su dotada y hermosa secretaria Sylvia como modelo del primer número de la publicación. Parece ser que todo empresario de este rubro debe tener secretarias dispuestas a todo servicio si quiere salir adelante.
Los inicios de las conejas: Marilyn, Mansfield y compañía
A partir de 1955, Hefner empezó a descubrir esculturales mujeres que al tiempo de darse a conocer en el mundo del espectáculo, se convirtieron en auténticos mitos eróticos de su época. Como la exuberante platinada Jayne Mansfield (‘playmate’ en febrero 1955) que luego pasaría a ser una de las 'femme fatales' con una célebre y escandalosa carrera cinematográfica en Hollywood, acabando con la cabeza desmembrada del cuerpo en un siniestro accidente en el que el ‘Papa Negro’ de la ciudad de oropel, el satánico Antón LaVey, tuvo mucho que ver. Considerada una copia burda de Marilyn que, como ya se ha mencionado fue la primera e inolvidable playmate de la revista en 1953, Mansfield tiene una de las vidas más truculentas y desenfrenadas que se recuerden.
Otra conejita cuyos desnudos le abrieron mágicamente la puerta de Hollywood fue la actriz Stella Stevens (enero 1960). En aquellos años de recato (siempre hipócrita en EE.UU.) todo esto estaba muy mal visto y la revista era quemada en manifestaciones pro-católicas en protesta por el creciente libertinaje y la ‘supuesta’ apología pornografía que profesaba la publicación. Cuando apareció en el desplegable central, un predicador de Tennessee aseguró que la modelo había sido obligada a posar. La Stevens lo desmintió categóricamente, haciendo que las ventas y su fama subieran vertiginosamente y terminó filmando la célebre comedia de ‘El profesor chiflado’ con Jerry Lewis, en 1963 y con el director Sam Peckinpah, en 1970. La playmate de junio 1963, Connie Mason, también pasó de mostrarnos el parrús para la revista a convertirse en musa inspiradora del naciente cine ‘gore’ en su vertiente más ‘splatter’ al ser la incombustible diva del clásico del género dirigida por Hersell G. Lewis ‘Blood Feast’.
La playmate negra Ola Ray (junio 1980), como muchas otras modelos de Playboy, consciente de sus escasas dotes interpretativas, supo que lo suyo era mostrarse en traje de Eva con alguna pretensión de protagonizar alguna escena de ducha o dejarse violar en una escena de película de clase B. No obstante la Ray consiguió una efímera popularidad al interpretar la aterrorizada novia de Michael Jackson en el exitoso videoclip ‘Thriller’ que dirigió John Landis. Curioso dato para la memoria nostálgica sin lugar a dudas. Un caso especial es el de la rubia Shannon Tweed (noviembre 1981) que pasó de las páginas de la publicación de Hef a coprotagonizar la serie ‘Falcon Crest’ y ser pasto de las comidillas sensacionalistas de la época al contraer matrimonio con el insolente Gene Simsons del grupo 'Kiss', rodando además unas 30 películas que la catequizaron como una absoluta reina del thriller erótico y la ex Playboy mas prolifera y veterana que se dedica al cine actualmente. Toda una musa de la revista que se permitía el lujo de algún que otro pictorial en la revista de ‘los hombres que aman a las mujeres’.
Los oscuros capítulos en la Masión Playboy.
En 1984 se enamoró de otra espectacular modelo rubia llamada Dorothy Stratten, que por entonces estaba casada con el director de culto Peter Bogdanovich. Pero poco le duró la felicidad al bueno de Hef porque esta modelo aparecería muerta en extrañas circunstacias en la mansión del tío Hugh. Uno de los sucesos más escabrosos que rodean al hombre fundador del Imperio Playboy. El FBI no pudo aclarar quién mató a la joven. Por un lado, se dijo que fue el director de ‘Luna de papel’ quién, en un ataque de celos, fue el responsable de tan trágico suceso. Por otro, Hefner parecía tener todas las papeletas para ser acusado del crimen. Nadie sabe quién la mató.
En 1992, la policía de Los Angeles montó una espectacular redada antidroga. La orden del tribunal indicaba que en el interior de la mejora Playboy se consumían todo tipo de sustancias ilícitas. Es de lógica que en un ambiente de lujo con este ajetreo de bombicitos, grandes magnates, productores de cine y estrellas de todos los ámbitos estén puestos hasta arriba de todo tipo de sustancias lisérgicas, pero la verdad es que poco se encontró dentro de la mansión.
Lo que demuestra, en ambos, que Hefner tiene un potencial bastante evidente para untar a las autoridades.
Jill Ann Spaulding, ex chica Playboy, publicó un libro en el que narró con pelos (descritos en sus diversas facetas) y señales todo lo que sucedió en el dormitorio de la mansión del magnate Hugh Hefner cuando ella ejerció de ‘compañera cobaya’ al lado del magnate. Spaulding (no sabemos si tendrá que algo que ver con uno de nuestros críticos favoritos de la blogoésfera), era una jugadora profesional de póker que durante un tiempo ejerció de chica Playboy. Según sus palabras, la enorme mansión es una casa de trueques sexuales, en la que se comercia con sexo por fama y popularidad. En el libro titulado ‘Jill Ann: Upstairs’, afirman que Hefner tiene 12 "conejitas esclavas" que, entre otras tareas, tienen la de practicar sexo obligatorio con el fundador de Playboy cada miércoles y viernes en las llamadas "Noches de Sexo de Hugh". Durante estas noches, las chicas tienen que bañarse desnudas con sus esculturales cuerpos frotándose libidinosos unos con otros, haciendo que las gotas de su sudor sexual se mezclen con el agua de una piscina donde el sexo puede olerse, donde cada partícula… esto, si bien, que me estoy saliendo del tema… ¿Por dónde iba? Ah, sí, que las Playmates se tienen que meter en la piscina y participar en una orgía en la que suele haber grandes productores de Hollywood, reconocidos actores, famosos jugadores de altas competiciones (NBA, NFL… -algo así como lo que hace Ronaldo pero a lo grande y con clase). Y no sólo eso, si no que la Spaulding detalla lo que para muchos ya ese un fantasía inalcanzable: "Hay dos grandes pantallas de televisión en su dormitorio con cine porno. Las chicas que están haciendo el amor tienen que gritar mucho y las que no simular relaciones lésbicas con las demás". Ahí es nada.
Estrellas como Sammy Davis Jr., Peter Sellers, Ray Charles, Tony Curtis, Rocky Marciano, Ryan O’Neal, Roman Polanski, Jack Nicholson, Mick Jagger, Clint Eastwood, Groucho Marx, James Caan, John Belushi, Nicholas Cage, Bruce Willis, Leonardo Di Caprio y Jim Carrey entre muchos otros han pasado por las camas llenas de conejitas de la Mansión de Hugh.
La X más oculta de Playboy
Desde 1953 más de 600 chicas han pasado por los epígrafes de ‘playmate’ de Playboy pero sólo dos se atrevieron a dar el paso que muchos quisiéramos ver: dedicarse al cine pornográfico, a exhibir visualmente todos esos movimientos que hemos imaginado mientras veíamos con los ojos como platos y el mástil izado sus desnudos en la revista. La decididamente potente Susan Kiger, tres años antes de ser conejita (enero 1977) protagonizo ‘Deadley Love’ (1974) con bastante pericia en sus acometidas sicalípticas y una simpática muestra de placer solitario con una serpiente (mucho antes de que lo popularizara Cicciolina).
Aunque más intenso fue el trabajo de Teri Weigel (playmate 1986). Primero, modosita ella, se animó tímidamente con las producciones ‘soft-core’ en video tanto para Playboy como para Penthouse y el Playboy Channel (una dinámica que sí ha proliferado entre las playmates más actuales), pero cansada de posar decidió pasar a la ‘acción’. El cine porno se rindió a ante sus encantos y con un nombre similar al de Tori Welles se hizo famosa por sus alaridos orgásmicos y porque sus enormes ubres crecían desmesuradamente año tras año (es la guarra de la foto). Otras chicas siguieron un camino inverso y sinuoso por el lado oscuro y más sicalíptico del género prohibido fueron la archiconocida Pandora Peak, que trascendió también por sus estratosféricos pectorales trabajando primero como striper y modelo de revistas eróticas; y luego por ser una de las musas del catedrático del erotismo ‘freak’ Russ Meyer (entrañable cineasta que dirigiera la saga de ‘Vixens’ o ‘Faster Pussykat Kiss, kiss’). Pandora también se dejó ver como en ‘Strip-Tease’, el bluf con indicios de ‘cult movie’ dirigida por Andrew Bergman y protagonizada por Demi Moore.
El edicto de la revista de Hugh
Los pechos poderosos y rebosantes de silicona (el sueño de todo amante de lo ostentoso) y las melenas rubias, pieles tersas, curvas de vicio y kilométricas piernas que acaban en una entrepierna perfectamente depilada donde el vello púbico dibuja formas mareantes de estética estudiada son los aspectos más característicos de la prototípica estrella de Playboy. Además, si bien es cierto que la playmate del mes debía ser moderna, simpática, inteligente y sin falsos prejuicios morales a la hora de exhibir su cuerpo en las páginas centrales, falta agregar el sustento ideológico y filosófico de Hefner. Y tal vez en ese terreno es en donde la modelo de Playboy - a pesar de su contundencia física - pierde terreno en relación a las mujeres de otras publicaciones. Con el paso del tiempo y los cambios en la sociedad, la mujer de Playboy se convirtió en un mito sexual que, por inalcanzable (siempre estaba rodeada por el lujo y tenía pechos sin sexo), termino aburriendo por su sometida insulsez. Llegó un momento en el que el pajillero quería ver más. El vicio y la obscenidad, de nuevo, habían ganado la partida al decencia y escrupulosidad de Playboy. Por eso la revista ‘Hustler’ de Larry Flint, por ejemplo, lo entendió así desde un principio y para competir y llevarse el gato al agua, aparte de mostrar mujeres sensualmente desnudas mostraban sin pudor la amplitud de su sexo (sí, me refiero a esas fotos en que se ve hasta el punto G). Hefner se dirigió a sus lectores con un editorial en el que se resaltaba que "cualquier hombre puede ser un "hustler" (bromistas o medio locos) pero solo unos pocos tienen el privilegio de ser "playboys" y tener un "penthouse". Y con esa política de comedimiento sigue su método artístico que siguen consolidándole como la mejor y más seria publicación para adultos.
Un inventario de bellezas inextinguibles
El desfile incesante de mujeres que han pasado por la revista de Hugh Hefner, ya sea en una producción fotográfica como en entrevistas o reportajes, tanto de ignotas modelos como mujeres convertidas en ‘megastars’ de Hollywood, demuestra que no sólo una obsesión mamaria fue el motor de Playboy y su creador, sino que la belleza en su expresión más amplia también forma parte de la idea utopista del creador de la revista erótica más prestigiosa del momento. En sus 43 años de existencia, entre cientos de cuerpos que han sido observados por sus incondicionales lectores, la publicación dio lugar a mujeres como Marilyn Monroe, Jayne Mansfield, Betty Page, Stella Stevens, Sharon Tate, Bo Derek, LaToya (vamos a rimar) Jackson, Drew Barrymore, Anna Nicole Smith, Pamela Anderson, Pandora Peaks, Brigitte Bardot, Ursula Andress, Kim Bassinger, Madonna, Cindy Crawford, Sharon Stone, Tahnee Welch (hija de Raquel Welch), Sherilyn Fenn, Victoria Principal (en su día, una estrella gracias a la serie ‘Dallas’), Marisa Berenson, Sandahl Bergman (hija del director Ingmar Bergman), Anita Ekberg (la nutrida protagonista de ‘La Dolce Vita’), Joan Collins, Linda Evans, Farrah Fawcett, Sylvia Kristel, Brigitte Nielsen, Daryl Hannah y Halle Berry entre otras.
Toda una galería para el recuerdo.
PD: Particularmente, la que me más me ha puesto de toda la vida es Barbi Benton.

miércoles, 2 de marzo de 2005

Cómics evangélicos y divergentes

‘The Siderman’s Greatest Bible Stories’ narra con ironía y atrevimiento las aventuras de nuestro superhéroe arácnido favorito en una tira insólita, inscrito en la Biblia, como incendental adalid que 'pasaba por allí'. Puede que sea sacrilegio, pero al menos es más divertido que la ofuscación teológica de Rodolfo León con su panegírico al Papa Juan Pablo II ‘Homopater’, donde convierte al Santo Padre en un superhéroe con chepa y baba colgando incluida. Aunque visto lo visto va a ser verdad, porque Karol Wojtila parece inmune a la muerte, perseverando en su lucha hasta que se le cruce en su camino un poco de Kryptonita.
Si a lo largo de los años, muchos de los héroes del cómic han compartido aventuras uniendo sus fuerzas y saltando de sus respectivas viñetas a otras con reconocidos protagonistas de cómics, ya iba siendo hora de hacerlo con un superhéroe de poderes sobrenaturales concebido en la imaginación de algún quimérico historietista (en este caso, doce, nada más y nada menos) como es el caso de Jesucristo. En ‘The Siderman’s Greatest Bible Stories’ le tenemos al lado de su colega Spiderman, que hace frente a muchos de los pasajes bíblicos en los que el alter ego de Peter Parker tuvo (supuestamente) tanto que ver.
O si no, sólo hay que echarle un vistazo a la humorística viñeta de Steven Humprey para saber que fue Spidey en el que separó las aguas del Mar Rojo con la ayuda del Increíble Hulk ante la absorta mirada de un Moisés como simple espectador al verdadero karma sobrehumano. O que el mito creado por Stan Lee auxilió a Jesús en la cruz y que fue él quién retiró la pesada piedra de la cueva para que el Mesías volviera a la vida cuando resucitó al tercer día de morir.
Pura demencia teófoba oculta en el mejor sentido del humor que se puede encontrar en este lodo de desorden que es Internet.

Review 'Finding Neverland'

Melancólica visión de la realidad de Nunca jamás
Forster proporciona una lustrosa y solvente narrativa ambientada en la Inglaterra eduardiana para esta historia del génesis de la obra ‘Peter Pan’ por parte de J.M. Barrie.
‘Peter Pan’ incumbe sin duda alguna a la cultura infantil al describir un mágico mundo en el que nadie crece y el inexorable paso del tiempo se detiene por un cosmos de juego y fantasía. Para el adulto, es una obra que lleva a reflexionar a los que van dejando de ser niños, sobre algo que ocupa y preocupa a todas las personas: el riesgo de crecer y llegar a ser quienes somos. ‘Finding Neverland’ es el sorprendente primer guión de David Magee, adaptación de la novela de Alan Knee ‘The Man Who Was Peter Pan’ para la cuarta película como director de Marc Forster tras la maravillosa y dramática ‘Monster’s Ball’.
La historia comienza observando de cerca la figura del dramaturgo escocés James M. Barrie detrás de las bambalinas, escrutando a la refinada sociedad eduardiana de la Inglaterra del siglo XIX. Barrie estrena su última obra y en seguida percibe que será un fracaso. Aún así, su leal productor Charles Forman seguirá confiando en él, pero su mujer, Mary Ansell, adivina la progresiva desatención de su absorto marido. La vida del escritor cambia radicalmente cuando pasea por los jardines de Kensington, con la aparición de la hermosa viuda Sylvia Llewelyn Davies y sus cuatro hijos, en los que Barrie encontrará, además de una fuente de inspiración para su obra, unos singulares compañeros de juegos imaginando historias de vaqueros, piratas y demás fantasías. Es el germen de su inmortal obra maestra: ‘Peter Pan’.
‘Finding Neverland’ recoge el espíritu del personaje creado de Barrie para llevarlo a su propia vida, que transcurre en parsimoniosa cadencia y arteramente aislada de cualquier problema, donde las contrariedades más terribles pueden ser silenciadas con la imaginación, atenuándolas con la candidez de aquel que no quiere sufrir, pero que no se enfrenta a la realidad para superar sus miedos. Es esta esfera de engaño, en la cual transcurre el universo que muestra la última cinta de Forster, supone el círculo cerrado de un hombre lacónico, extrañamente infantilizado, ajeno a los problemas que le rodean. El James M. Barrie creado para la ocasión es, más que nunca, el del Niño Eterno por excelencia que está sumido en un mundo ficticio, justificado en la falta de madurez afectiva respecto a su esposa.
También creativa y personalmente, existen formas claras de inmadurez en las que destacan la inseguridad, la falta de confianza en uno mismo y la autovaloración negativa e inadecuada. Por eso, la escala narrativa pone de manifiesto la idea de un Barrie que va madurando como persona a la vez que escribe, de un modo invisible, una historia para que los niños puedan vencer su miedo a hacerse mayores y afrontar así sus problemas, miedos, alegrías y descubrir, representando o inventando su propia identidad, perceptible cuando George (Nick Road) está preparado para hablar con su madre de la enfermedad de ésta.
La decisión de desdeñar la parte más siniestra y tenebrosa de la obra de James M. Barrie, responde al difícil reto de ir conjugando la progresión dramática en la elaboración de la personalidad de los niños y de él mismo. Pero lejos de un aparente endulzamiento colorista, ‘Finding Neverland’ es una fábula triste y melancólica, donde aunque la magia carezca de luminosidad y se acuda a una conseguida mezcla de fantasía con la calidad heroica del chico que no quería crecer, Forster no rehuye el drama ni los conflictos personales que rodean a todos sus personajes; ya sean las carencias afectivas o paternales, la enfermedad, el adulterio o la intolerancia de quienes van creando paulatinamente ‘Peter Pan’. Hay quien acusa al director y al guionista de cierta sumisión y esquivamiento de los oscuros aspectos en la vida figura del escritor, echando en cara la disposición a evitar los malévolos comentarios vertidos sobre alguien que pasa más tiempo con niños que con el resto de la sociedad repudiando a su vez a su esposa por una viuda que accede a entrar en su mundo.
Sin embargo, todo está presente en la película. Sir Arthur Conan Doyle (interpretado fugazmente por Ian Hart) le aconseja dejar de andar con niños, pues la aristocracia y sus lectores hablan acerca de temas impúdicos, ante lo cual Barrie, molesto, parece no darle importancia, superponiendo su inocencia y la de los infantes y su madre a las habladurías de la gente. La burbuja social y personal del escritor es, en todo momento, la clave de una película que motiva ciertas implicaciones con el extraño comportamiento del personaje. Hablando de una historia como ‘Peter Pan’ y su fabulación melodramática, el mundo en el que se concibió no podía ser de otra manera que no fuera mostrando a un Barrie enamorado de la familia, aunque de una manera asexual, ya que los vínculos creados entre la mujer y los niños son terapéuticos, sirviendo éstos como lenitivo de sus respectivas heridas emocionales. Aunque es de reconocer que se echa de menos un poco más de hincapié en el proceso de creación del libreto que tanta descripción detallista en las relaciones que inspiraron el relato.
La percepción que se tiene del Barrie de ‘Finding Neverland’ es la de un hombre idealizador de las cosas y los sentimientos que alguna vez enalteció en su pasado el amor por una mujer que prefirió acomodarse en la aristocracia a pretender entender a su especial marido. En esa idealización imaginativa, con la obsesión por los niños de Sylvia, se deduce la respuesta de la personalidad del escritor: la motivación que le lleva a actuar como un niño, que no es otra cosa que la muerte de su hermano y la suplantación éste ante su madre, perdiendo así su propia infancia e identidad. Es entonces cuando la joven madre oye hablar de Nunca Jamás, transmutada al deseo de la futura Wendy de su obra. Su fanatismo sagrado que afecta un nivel confidencial se revela cuando hablando con su productor teatral vislumbra la magia de una sonrisa infantil, necesaria para el entendimiento de la obra que cambió su vida.
Para ello es fundamental la sobriedad con la que Johnny Depp acomete uno de sus roles más logrados, al realizar una contenida y sutil interpretación de un ser torturado, mágico y hechizador. Una composición (merecidamente nominada al Oscar) que encuentra la mirada cómplice de un extraordinario elenco infantil que sabe transmitir el afecto mutuo que se establece entre el escritor y los niños. Cabe destacar la afinidad con el pequeño Freddie Highmore, que da vida a Peter, el chiquillo menos crédulo y más escéptico de la familia, intercambiando sus estatus donde un adulto quiere ser niño para evadirse de sus problemas y el niño quiere crecer para no sufrir. Kate Winslet vuelve a estar a la altura, como siempre, esta vez acompañada de una envejecida Julie Christie y una siempre eficaz Radha Mitchell.
Forster proporciona así una lustrosa y solvente narrativa ambientada en la Inglaterra eduardiana de comienzos del siglo XX, gracias a un estimable trabajo de fotografía atenuadamente colorista Roberto Schaefer y el diseño de producción de Gemma Jackson que recrea a la perfección la atmósfera agridulce británica de la época. Un entorno ideal para reflejar la crisis profesional y personal de Barrie, quien termina hallando su inspiración literaria y vital en el amor de una familia curtida por la adversidad. Hay quienes se empecinan en señalar las libertades que David Magee se ha tomado a la ahora de adaptar la historia literaria a su guión, ya que en el libro el padre de los Llewelyn Davies aún está vivo y la enfermedad de su mujer no es un factor determinante, pero visto el resultado que Marc Forster ha mercedio la pena, porque ha conseguido ilustrar, con una sensibilidad incontestable, la verdadera finalidad de Barrie, obligando en su mensaje final a entender lo que significa vivir de verdad y abodar el paso del tiempo como evento ineludible al nadie puede escapar. Lírica y sensible, ‘Finding Neverland’ ostenta un ajustado equilibrio entre realidad y fantasía, con un estilo (para bien o para mal) algo edulcorado, que pese a un plausible manejo de las emociones no pierde de vista su afán melodramático y consigue una película de admirable sensibilidad. Una auténtico placer tan conmovedor como recomendable.
Miguel Á. Refoyo © 2005