sábado, 26 de febrero de 2005

Secuencia al azar

Juan suspende indebidamente a una alumna cuando escucha una frase que viene de la lectura del trabajo de la joven: “Muerte de un ciclista”, dice la chica durante su exposición.
Cuando no puede más, él acepta el error y decide dejar de ser profesor, desembocando esta decisión en su decisión de querer entregarse a la policía.
Un largo travelling sigue a Juan, que habla con la alumna, pero ambos separados por una reja. Esta reja está metafóricamente encerrando a Juan en su tortuoso sentimiento de culpabilidad.
Cuando termina de confesarle a su alumna su trauma, la reja se acaba.

viernes, 25 de febrero de 2005

'Wild Things', una obra maldita de McNaughton

Mucho mejor de lo que parece
El hecho de que John McNaughton fuera el responsable de títulos tan sugerentes como ‘Henry, retrato de un asesino’ o ‘La chica de gángster’ antes de rodar ‘Wild things’, hacía evidente que su propensión hacia estas extrañas y (en principio) atrayentes películas procedía de un acerbo propósito de renunciar al encasillamiento y plantear desde su perspectiva historias que, en manos de cualquier otro director, hubieran caído en el más profundo de los abandonos.
El problema (o la virtud) que rodea a una película tan infravalorada como ‘Juegos salvajes’ es la complicación simplista incluida en un ‘thriller’ que si bien es cierto que flaquea en muchos de sus momentos claves, McNaughton se encarga de resolver mediante una dirección colmada de soltura y apoyándose en un guión que, exceptuando algún que otro tópico (decididamente preconcebido) resuelve la papeleta con agudos instantes dramáticos basados en un humor inhabitual, corrosivo y destructor de los cánones del ‘thriller’ con sabor a cine negro, en esta ocasión, más agridulce que nunca. Esta malintencionada historia sobre asesinatos, arribistas, policías corruptos, pintorescos picapleitos y ninfas sexuales saca a relucir su máximo esplendor en aquellos fragmentos (primordiales para la función) en los que se burla de ése cine ‘serio’ al que parece encaminado la intrincada y confusa trama policíaca.
Además, (y esta vez sí) uno de sus encantos más notables es el potencial sexual, ése voltaje erótico que recuerda implícitamente al ‘Fuego en el cuerpo’ de Kasdan. Las curvas de Denise Richards (una apabullante hembra siliconada reconvertida a mito sexual de pajeros irredentos), el encanto de un recuperado Matt Dillon y para cerrar el ‘menàge a trois’, la pícara mirada de la otrora musa del ‘softgore’ Neve Campbell, envolvieron a esta obra de McNaughton en un halo de atracción, de cierto aire ‘chic’, reforzado con el lujo que rodea la urbanización en donde se desarrolla el filme componen, en conjunto, una visión pervertida de su idea subliminal: la destrucción del hombre por el propio hombre.
Filme lleno de referencias, de juegos maliciosos (sobre todo los créditos finales) y con el gran y portentoso Bill Murray en un rol que le viene como anillo al dedo y un eficiente Kevin Bacon como inquietante policía, son elementos que conviven en una historia de celos, satírica, brillante y muy divertida (si se toma por esta orientación, claro está). Si bien no fue una película redonda, tampoco lo es que fuera una cinta banal, sin matices y sustentada en las tetas de la Richards o el morbo de la Campbell. Nos encontramos ante una de ésas películas que ha ganado con el paso del tiempo, llegando a ser una obra de culto, que sigue ofreciendo pequeñas sorpresas con cada relectura.
Lo cierto es que entre todas las luchas de clases, de sexos, de odio y traiciones se esconde un nihilismo desesperanzador que no decepciona a aquellos acostumbrados a mirar más allá de lo que han establecido terceros, que evidentemente, repudian esta grata muestra de ‘thriller’ erótico con grandes posibilidades. Además, y qué cojones, hay que destacar a una exuberante Denise casi todo el metraje en sujetador y semidesnuda. ¡Qué más se puede pedir!

La novela rosa así, es otra cosa

‘Un poquito más cerca del borde, mi amor…’, ‘Por el amor del Escocés McMullet’, ‘El desfloramiento de Mary Osmond’, ‘Me casé con un maricón’, ‘Eres más alto que yo ¿eres feliz?’ o ‘El jinete ciego y descamisado’ son algunas de las traducciones que sólo tienen significado con el sentido del humor visual de Mark Longmire, que ha trasladado a las portadas de las novelas rosa creadas una particular transformación a su antojo modificando las ya ridículas y cursis ‘covers’ de este tipo de género literario en ocurrentes y particulares visualizaciones con un título humorísticamente ajustado a tan engomadas tapas.
Si queréis saber de qué va todo esto, entrad en su página web.

jueves, 24 de febrero de 2005

Review CONSTANTINE

Lamentable despropósito
Es curioso y triste, a su vez, pensar que esta horrorosa (con pretensiones de fidelidad a su origen para no levantar demasiadas suspicacias) adaptación del ‘Hellblazer’ creado por Alan Moore y llevado a la imaginativa extrema más reconfortante por autores como Jamie Delano, Garth Ennis, Paul Jenkins, Neil Gaiman o Warren Ellis me haya recordado a una concentrada trinidad de horrorosos filmes apocalípticos, visualmente impecables, pero con problemas de interés que van más allá del puro aburrimiento. ‘Constantine’ se emparenta, en esa reverberación de hastío y gilipolleces teológicas maniqueas encuadradas en el cine de terror moderno, a películas como ‘El fin de los días’, ‘Stigmata’ o ‘Poseídos’, tres cintas que, si bien recogían sugestivos aspectos fotográficos, no dejan de ser meros baturrillos tópicos del peor cine de género con un sedimento de sofisticación y pretenciosidad que las convirtieron, automáticamente, en olvidables productos, malogrados en todos sus designios.
‘Constantine’, de Francis Lawrence al igual que aquéllas, es un despropósito total, tan risible como luctuosa en su visión de uno de los personajes más carismáticos y oscuros de la Vertigo de DC Cómics. El exorcista que ha estado en el Infierno, John Constantine, nos introduce en un mundo de Magia y caos dimensional que rodea a nuestro universo, situando al espectador en un soporífero contexto donde los oscuros escenarios, pretendidamente lúgubres en la faceta emocional del rol torturado que interpreta el siempre hierático Keanu Reeves, transitan entre el estereotipo y el más reiterado ‘deja vù’ del reverso más execrable del terror actual.
Estamos ante una errónea y desangelada adaptación de una serie de ‘Hellblazer’, concretamente la que se extiende del número 41 al 46 en la edición USA, pertenecientes a la saga ‘Dangerous Habits (Hábitos Peligrosos)’, escrita por Garth Ennis, relatando cómo este atípico exorcista se ve obligado a realizar encargos ‘benévolos’ para evitar terminar en el Infierno debido a un cáncer de pulmón y salvar así su alma. Aquí no existe un trasfondo sin iestro en cuanto a imaginería judeocristiana se refiere y abusa en todo momento de una parafernalia satánica no justificada, pasando de puntillas en todo aquello que se insinúa. En una anodina y maniquea batalla entre el Bien y el Mal, entre el Cielo y el Infierno, toda la dimensionalidad del cómic, esa complejidad de los Híbridos (ángeles y demonios que conviven en la Tierra con el ser humano) y de los pactos duales entre ambos bandos, en esta película facturada por un insípido Lawrence se degrada hasta los términos de lo vulgar e irritante, basado en el golpe de efecto sonoro y visual (los jodidos sustitos de turno, harto previsibles, y los monstruos surgidos de los efectos digitales) que termina conformando un dispendioso artefacto tan nulo como forzado.
Se ha perdido cualquier toque de humor y cinismo, todo es neutro e inverosímil, apagado, desprovisto de fascinación que, en más ocasiones de las que uno se imagina, conllevan al bostezo. Ni siquiera la carnal Rachel Weisz, las grotescas e histriónicas interpretaciones (al borde del ridículo) de Tilda Swinton y Peter Stormare, ni el desaprovechado diseño de producción, espectacular y fastuoso, ni la persistente presencia tras la cámara del impersonal Lawrence(presente en cada plano), hacen que ‘Constantine’ evite caer en el más espantoso de los descalabros.
Tal vez lo único reseñable sea la presentación de Constantine y su primer exorcismo, así como esa metáfora de la araña en el vaso, atrapada como él en el humo que está destinado a quitarle la vida poco a poco, pero que, como en cualquier producción estadounidense, prescribe en un mensaje moral antitabaquista tan añejo como reprochable. Al fin y al cabo, ‘Constantine’ nace como un lúdico pasatiempo que aprovecha una mina de ideas para ofrecer una trivial película sobre lo bueno y lo malo, la redención y los pecados. Compostura absurda en estos tiempos de hipocresía que nos corroen.
Un producto del todo lamentable, pero olvidable al fin y al cabo.

Dos breves de poner los pelos de punta

El irreflexivo ‘remake’ de ‘La niebla’, de John Carpenter (así como el de ‘Asalto a la comisaría del distrito 13’), está llegando a términos concretos para llevarse lamentablemente a la gran pantalla. Cinema Confidential ha revelado que los intérpretes de este paripé fílmico podrían ser Tom Welling (‘Smallville’) y Maggie Grace (‘Lost’). Dirigirá Rupert Wainwright, que es el perpetrador de esa inmundicia estética titulada ‘Stigmata’ y el guión se encargará de joderlo Cooper Layne.
La pregunta es: ¿Tenemos que esperar que, a partir de ahora, empiecen a crear nuevas e innecesarias versiones de los filmes de nuestro sacro tótem Carpenter?
Por otra parte y situados en el síncope de la estupidez, Michael Bay, que este verano nos deja su última y mastodóntica cinta ‘The Island’, con Ewan McGregor y la ummm… exuberante diosa de nuestros sueños más húmedos, Scarlett Johansson, no tiene suficiente con producir con su amiguete de estropicios Jerry Bruckheimer una precuela de ‘La matanza de Texas’ (pretenden desencantarnos con la familia de Leatherface antes de los asesinatos recreados por Tobe Hooper y vueltos a rehacer de mala manera por Alexander Nispel hace un año), si no que el novio de la conejita jamona Lisa Dergan tiene una férrea intención de dirigir un ‘remake’ de la intocable ‘The Hitcher’. Sí, amigos, los dos capullos quieren invertir una millonada para descuartizar nuestro clásico de culto ‘Carretera al infierno’, la única obra maestra de Robert Harmon protagonizada por Rutger Hauer y C. Thomas Howell.
Y luego decimos que el cine español está en crisis y va mal.

El Papa mea fuera del tiesto

No puedo pasar un tema que me llamó la atención en el día de ayer. Se dice que el Papa Juan Pablo II ha escrito un libro. Esta es una de las mejores ingeniosidades del último mes. Un consumido octogenario que apenas puede hablar, que da pena o convoca a la hilaridad (según quién lo vea) que ni se puede levantar ni puede hablar de forma descifrable dice haber escrito un libro: 'Memoria e Identidad'.
La farsa que le convierte en una Ana Rosa Quintana clerical, no tendría mayor importancia si no fuera por las equívocas deliberaciones que contiene esta cristiana publicación que llevan a comparar el Holocausto Nazi con el aborto. Una degradante idea que, por supuesto, Paul Spiegel, líder judío, ha revocado razonablemente.
Consecuencia: Dios le ha castigado y le ha metido otra vez en el Hospital.
Y a ver si sale de ésta.

'El límite', en Guijuelo 2005

Ayer no pude asistir a la cita diaria del Abismo por motivos ajenos a mi persona. Aún no tengo muy perfeccionado el don de la ubicuidad, pero dadme un poco de tiempo. Sigo trabajando en ello. Lo cierto es que ayer me acerqué, entre el temporal de nieve, ventisca y frío, a presentar ‘El límite’ en el apacible pueblo de Guijuelo, tierra de buen comer, donde se manufactura el mejor jamón ibérico de bellota del mundo entero. Un placer incomparable y sensorial a todos los niveles y en una dimensión culinaria al alcance de unos cuantos privilegiados.
Ganarse al público de un atestado y enloquecido aforo charro cuando eres el único representante salmantino y tu corto representa a la región hace, desde el principio, que la gente se muestre enfervorecida con tu trabajo. Vimos ocho cortos, de entre los cuales destacó exclusivamente ‘6ª Convocatoria’, de Mikel Alzola, una extraña mezcla a medio camino entre el fantástico (muy logrado en intención y acabado en su condición de vídeo) y la comedia ‘teenager’. Realmente entretenido.
El único inconveniente fue el involuntario desacierto que tuvo el proyeccionista al dejarme, en un principio, sin mi rodillo de créditos finales. Tras mi enérgica protesta, se procedió a la recuperación de todos los nombres de mi venerado equipo técnico entre los aplausos y la comprensión de un público volcado con el corto. Todo un exitazo. Después, una charlita con los espectadores tras la proyección, el inesperado requerimiento de una más que sugestiva y hermosa chavala que me invitó, en nombre de su escuela audiovisual, a dar una charla sobre el proceso de creación del corto la semana que viene (sólo por volver a verla acudiré) y vuelta para casa a altas horas de la noche.
Ahora sólo queda, esperar hasta el sábado para saber si el Jurado de ‘Sabios’, asimilado al de los insignes y entendidos del medio audiovisual, consideran ‘El límite’ como uno de los ganadores de esta II edición del Festival Pata Negra de Guijuelo. Un proyecto que, en sólo dos años, llevado de la mano de unos ceremoniosos hermanos Nieto, se ha convertido en un punto de referencia para los cortometrajistas nacionales. Lógico, si tenemos en cuenta que en cine, el primer premio asciende a 7.500 €. Ahí es nada.

miércoles, 23 de febrero de 2005

Deep Spain (II)

"¡Hola!, ¿qué tal, amigo?" con un acento texano y anormal le dijo hace dos jornadas George W. Bush a Zapatero en la cumbre de la OTAN celebrada en Bruselas. Hace un par de semanas vimos a Moratinos, con rictus de “qué gilipollas me siento” (con el de siempre) al intentar distinguirse ante esa aberración femenina que es Condoleezza Rice, ZP nos ilustró del alucinante funcionamiento del mundo del circo político cuando, rápido y avizor, se colocó a la vera de Blair y Chirac para que este encuentro se produjera.
Bush le saludó en el castellano que le enseñó su antaño podenco faldero Josemari, pero seguidamente el presidente estadounidense abarcó con sus brazos a Berlusconi, como lo hacía Don Vitto Corleone. Bush necesita a Europa, precisa de nuevos y serviles aliados. Por eso ahora Yanquilandia busca a los franceses, a los italianos y a los alemanes, a los que odiaba hace poco menos de un año, pero que son irremediables para su imperialismo. A ZP le faltó rayar en la pose sumisa de Piqué, bajando la cabeza varias veces ante el mejor amigo de Michael Moore.
¿Podemos hablar de simpatías hipócritas? Noooo… ¿De intereses compartidos? Noooo… Estamos hablando de política, amigos. Nada más y nada menos.
Progresismo paleto de una España labriega al margen de la escena internacional.
Id preparando las pancartas para gritar todos juntos: “Americanos... os recibimos con alegría… olé tu madre…”. Ya veréis.

martes, 22 de febrero de 2005

"Mi nombre es Dolemite, hijo de puta".

‘Cleopatra Jones’, de Jack Startett, ‘Shaft’, de Gordon Parks, ‘Cotton comes to Harlem’ y ‘Guerra de los Gordom’, de Ossie Davis, ‘Cinturón Negro’, de Robert Clouse, ‘Black Cobra’, de Stelvio Massi, ‘Foxy Brown’ y ‘Coffy’, de Jack Hill o ‘Los Demoledores’ y ‘Superfly’, de Gordon Parks Jr. son títulos que a todos nos suenan a algo en concreto. Sí, amigos, a pelo a lo afro, gabardinas de cuero y piel de cocodrilo, estética kitsh y, de fondo, música de William Hutch o Isaac Hayes, al genuino ‘Blaxploitation’, aquel movimiento subgenérico de los 70 protagonizado por enormes ‘negratas’ y llamativas señoritas de ébano. Una suerte de pelis de acción destinadas fundamentalmente al público de la comunidad afroamericana. Casi todas ellas, de bajo presupuesto, que se inscribían dentro del cine policíaco o de acción. Lo cierto es que surgió como vía de expresión reivindicativa en el cine de su etnia y la crisis económica de Hollywood. Este acojonante subgénero dejó un cine de culto indeleble para todos aquellos que lucharon con su cine y música por los derechos civiles de los afroamericanos.
Llevado por ese sobresalto nostálgico, hoy rescato del olvido a Dolemite como el gran negrazo de la ‘Blaxploitation’. El cómico, cantante y actor Rudy Ray Moore se dio a conocer con el álbum ‘Eat Out More Often’ que supuso una tragedia para los censores de los 70 (suponemos que a los de ahora lo califiarían poco menos que como un furúnculo), ya que se trataba de un vinilo guarrísimo, lleno de instigaciones, barrabasadas verbales, descarríos sexuales y un poquito de violencia contra los blancos; o lo que es lo mismo: un grito de rabia del ‘Black Power’. A Rudy Ray le salió este primer trabajo por unos (según cuenta él mismo) 249 dólares y lo cierto es que hasta hoy en día se sigue vendiendo como las rosquillas. En aquel disco incluyó un tema titulado ‘Dolemite’, que versaba sobre un impresionante negrata salido del ‘ghetto’ que, además de impartir justicia a base de patadas de kárate y hostia a puño cerrado, se autodefinía como una “máquina de follar”. Todo un titán.
Fortalecido por el éxito del disco, Rudy Ray Moore se atrevió a rodar una película de serie B, con estética de ‘caspa cinema’ que recogía las desventuras de este antihéroe en una película que si bien no aportó un aserto de calidad artística al subgénero del ‘Blaxploitation’ sí se pudo comprobar la agudeza irónica de su fondo y su exultante perspicacia, dejando para la galería a uno de los héroes afroamericanos más poderosos, lenguaraces, groseros y carnalmente enérgicos de cuantos se recuerden. Rudy Ray obsequiaría a sus leales seguidores con más títulos protagonizados por Dolemite: ‘The Disco Godfather’, ‘The Human Tornado’ y ‘Petey Wheatstraw’: the devil’s son-in-law’ son algunos ejemplos de su prolífica y particular mitología.
En los 90, el mundo del ‘Hip-Hop’ recuperó su figura homenajeando en forma de odas de rap este personaje. Dr. Dre, Eazy-E, Ice-T, Big Daddy Kane y sobre todo Snoop Doggy Dogg han sido los paladines de la figura de este ‘Big Nigga’ de la historia. Relegado por muchos estudiosos del subgénero que le discriminan y vapulean en cuanto tienen ocasión (en especial Fred Williamson –uno de los escritores de ‘blaxploitation’ más conocidos-), la efigie de ‘Dolemite’ perdura en aquellos que escuchamos sus rabiosos discos y crecimos viendo sus impertinentes películas. Y de ningún modo podremos postergar la gloriosa frase (a lo James Bond) que nos dejó como epítome de su personalidad: “Mi nombre es Dolemite, hijo de puta”.
Lo ultimo de Rudy Ray ha sido dar vida a Mr. Slippers, uno de los personajes de de la controvertida película de animación políticamente incorrecta 'Li'l Pimp', junto a Bernie Mac, Li'l Kim y William Shatner o su cameo precisamente como ‘Dolemite’ en el clip de los Cobra Verde del tema ‘Riot Industry’.
Desde este pequeño Abismo he querido desenterrar la fisonomía de Rudy ‘Dolemite’ Ray evocando tan denostado rol y postulando a favor de esta leyenda, glorificando la gesta de un negrata inolvidable y apoteósico. Pequeños dioses que son desconocidos hasta por los más entendidos en el tema y que ocupan, sin embargo, un lugar preferente en algunos de los pocos freakies que los veneramos.

Identificación con Miles Raymond

Puede que haya sido el día gris, oscuro, lluvioso y triste que había hoy en la ciudad. Todo parecía apagado, sin vida, desprovisto de importancia. Todo ha estado inmerso en una afonía de sonidos, de palabras, de substancia. Tal vez esta absurda entropía en la que estoy cayendo sea la culpable. Esta tarde me he acercado a ver ‘Sideways’, la última de Alexander Payne y ha fomentado dentro de mí una trascendencia que hacía tiempo no me transmitía un filme. Yo diría que nunca antes. Tampoco lo recuerdo. No digo que no me haya gustado. Todo lo contrario, me parecido increíblemente fascinante, verdadera, diáfana y simple, con varios dictámenes vitales que el cine rara vez te puede originar, pero que está ahí, en novelas o guiones (en este caso adaptados) delatados como preciosas gemas, descubiertas como la gran parte de la verdad que rodea nuestras vidas.
Me he sentido extraño y absurdo al verme reflejado en la pantalla. Payne ha descrito a un tipo como yo, con la misma personalidad, con el mismo sentido de vida, con los mismos miedos, con la misma realidad. Me he autodefinido… no, mejor, me he mimetizado en Miles Raymond (con el reemplazo de su pasión por el vino por el cine), ése entrañable tipo confuso, repleto de vacilaciones, que se sabe perdedor y ahoga sus miserias en el vino cuando algo no va bien. Me he sorprendido a mí mismo actuando de la misma manera en que Miles ha llevado a cabo su momento en soledad con Maya (cuánta belleza ha adquirido Virginia Madsen con los años), del mismo modo en el que me desenvuelvo cuando una chica me gusta y hay todo tipo de posibilidades, pero que, como en la película, resultan ser ilusorias certidumbres, siguiendo ese triste protocolo de nervios y sonrisas fingidas, de miradas sinceras devueltas en otros términos. Algo parecido a lo de Charlie Kaufman con Amelia Kavan en 'Adpatation'. Me he visto a mí mismo con esa inepta y refractaria esperanza infructífera que jamás se cumple, sabiendo a qué se refiere cuando alude a la insignificancia de la que habla a Jack mirando al horizonte del mar, en una hermosa y tranquila bahía. Me he delatado como cómplice de mentiras, como un irrisorio fulano susceptible de sí mismo, intimidado ante los grandes retos. También en ese cerco de vino en la camisa equivalente a la sangre de los errores de Jack, encubiertos en la mentira y la hipocresía. La dura realidad en cualquiera de los dos casos.
Esta tarde me he visto, desde hace mucho tiempo, reflejado en la gran pantalla.
Si alguien que está ahí, fuera del Abismo, quiere saber cómo soy, sólo tiene que acercarse a ver ‘Sideways’ y me reconocerá en el personaje que compone el prodigioso Paul Giamatti, ése tipo con barba, que se está quedando calvo y que aspira a ser escritor o ambiciona ser algo. Simétricamente exacto a mí. ‘Sideways’ es otra lección existencialista y real de la vida de algunos cuantos concedida por el maestro de la carcajada desabrida, desde la ominosa comedia que ahonda en la tribulación más insondable de cualquiera de nosotros, mostrándola como lo que es la vida: una puta comedia en la que hay que reírse de los fracasos y ubicar la vida con expectativas. Alexander Payne desciende al desencanto como nadie, esta vez sin tanta mordacidad, pero con ese poso agridulce de ironía frente a la vida.
No digo que esta cinta sea de lo mejor que he visto últimamente (aunque podría), sólo que esa extraña filiación con Miles me ha hecho y hará reflexionar sobre muchas cosas. Y eso, en el cine actual, es un logro impagable.
Por otra parte, mañana se presenta ‘El límite’ en el II Festival Patanegra de Guijuelo. Una ilusoria buena noticia, pero me he quedado sin mi trozo de fomento envanecido, mis cinco minutos de ridícula gloria ante los medios salmantinos. Ya ves tú. Todo porque el temporal ha impedido venir a más cortometrajistas al certamen a exponer sus trabajos. Y lo divertido de todo es que por la tarde no tengo a nadie que me suba al pueblo charro a presentarlo. Tenía previsto hacer una especie de ridículo breviario sobre un día en el festival. Si puedo acudir a presentarlo lo reflejaré aquí. Eso sí, ojalá que el sábado me provean con un grato mensaje devenido de la noticia de un premio. Aunque, siendo sinceros, lo veo muy difícil.
De todos los modos, seguiré informando.