sábado, 12 de febrero de 2005

Arthur Miller: murió uno de los irrepetibles hombres del S. XX

Como su viajante Willy Loman, Arthur Miller ha muerto. Y como en su novela más aclamada, todo un símbolo del fin del sueño americano.
Recuerdo la primera vez que leí ‘Las brujas de Salem’, con sus pesquisas subversivas e interrogatorios inquisitoriales. No logro recordar cuántos años tenía. Pero yo por entonces estaba más interesado en el cine y en los cómics. Sin embargo, descubrí a un autor capaz de demostrar hasta qué punto podía llegar la perfección intencional, la inobediencia y transgresión llevada a los extremos de un alegato contra la ofuscación común y la hipocresía pluralista (en este caso, la anticomunista, pero también la religiosa). Un despiadado ataque al Comité de Actividades Antiamericanas del Senado que implantó unos poderes represivos llevados a la práctica por el senador Joseph McCarthy. Era una insurrecta y agitadora crítica a la intransigencia del odio hacia un elemento como era la URSS de entonces, pero que puede prolongarse a cualquier otro, incluso en la actualidad. Desde entonces, pocos autores han dejado tan claro su posicionamiento ideológico a la hora de criticar todo aquello que nos rodea, siempre comprometido con la sociedad, desde el conflicto del ser humano y el espíritu analista.
Al igual que Ibsen, en sus propósitos naturalistas, Miller nunca fue como Norman Mailer o J.D. Salinger, tampoco como Truman Capote y la generación perdida de Faulkner, Hemingway, Steinbeck y John Dos Passos. Pero a ellos se le entronca una característica común; la de reflexionar y enjuiciar uno de los mecanismos sociales que no se ha podido superar con el paso de los años: la intolerancia.
Antibelicista y especulativo con el ser humano, su literatura estaba cargada de una efectiva tendencia a mostrar las contradicciones sociales a través de la familia, del hombre cotidiano, sin alejarse en ningún momento de una perspectiva realista de la vida y de la sociedad.
‘Focus’, ‘Todos eran mis hijos’, ‘Después de la caída’, ‘Panorama desde el puente’ , ‘El precio’ y, sobre todo, ‘Muerte de un viajante’, fueron parte de un legado de una época de vencimiento de los malos tiempos, vistos desde el aislamiento y la desamparo, del ascetismo y los infortunios sobre los que también escribieron Tennessee Williams y Carson McCullers. Una literatura tan reflexiva y profunda como descorazonada, entristecida y lánguida. Como la que representa Willy Loman, su icono literario más reconocible. Atacó enérgicamente todo aquello que llevara hacia el sectarismo y exacerbación de falsas morales e ideologías, defendió siempre la libertad de expresión con notable repercusión pública por su intenso activismo político y social.
Y sí, amigos, fue uno de los hombres más envidiado del mundo cuando, en 1956, se casó con Marilyn Monroe y se divorcio en 1961, un año antes de la muerte de la actriz.
Se ha ido, por tanto, una de las figuras más importantes del S.XX.

Nadie entiende cómo nadie lo evitó

Ayer pudimos soportar y sufrir en el programa de Cayetana una de las películas más triviales y superfluas que se hayan realizado en la historia del cine español. Me refiero a la alevosa y repulsiva ‘Nadie conoce a nadie’, de Mateo Gil. Así de contundente.
Haciendo ‘zapping’ colisioné de frente con una de las secuencias más ridículas, incomprensibles e imbéciles del cine moderno. Me refiero a esa que todos recordamos. Sí, ésa. No penséis más. La escena a la que me refiero es la ubicada en pleno Barrio de Triana, donde el protagonista (interpretado por Eduardo Noriega) es perseguido por unos encapuchados malvados que le acosan y le ofrecen una pistolita en un bar de tapas. Cuando sale con la Verbeke metida en kilos y sin operar, comienza una situación surreal y patética: empiezan a disparar con unas pistolitas de juguete que emiten un sonido agudo y e irradian un puntero rojo por cada recoveco del barrio, persiguiendo a un Noriega que reacciona aterrorizado a este peligroso juego (ya me diréis) huyendo como si le fuera la vida en ello. Una secuencia interminable y, concluyentemente, desastrosa.
Mateo Gil, compañero de Amenábar al menos en algunos de sus guiones, debutó en la dirección con un thriller pretendidamente intelectual y parco de ideas que, por contra, se vendió como una película original y atractiva. Gil jugó a embaucar sin fundamentos, a proponer un carísimo juego de pirotecnia anquilosado, falto de alcance, moviéndose en el complicado espacio del ‘thriller’ y cayendo, en no pocas ocasiones e inevitablemente, en el puro ridículo. Saltándose a la torera cualquier evidencia de acercamiento a la realidad, Gil impuso sus reglas reinventando incoherentes jueguecitos de guerra y ya puestos, sin ningún pudor –rozando el desprecio-, perder el respeto a una tradición tan arraigada a Sevilla como es la Semana Santa (fue comprensible la negativa de la ciudad hispalense a rodar esta... esta... bueno, esto, en su ciudad).
En definitiva, que lo que nos dejo Mati fue un intento fallido de thriller capcioso e intrigante que no resultó más que una película tan horadada que no se mereció ni la posibilidad de ser. Uno de los más descarados insultos a la identidad que en algún momento, intentó crear nuestro cine. Ignominiosa, poco imaginativa y simuladamente diligente, lo que se vendía como un intrincado puzzle perspicaz queda poco menos que en un rompecabezas de cuatro piezas para párvulos.

viernes, 11 de febrero de 2005

Blasfemia cinematográfica

Acabo de leer en Moviehole un rumor/noticia que más que esto último me ha sonado a blasfemia cinematográfica, a inexactitud indigna, inconcebible e intolerable.
En estos tiempos de esterilidad creativa que demuestra Hollywood de ves en cuando, acaba de tocarme lo intocable (por no decir los cojones). Ya me ha escarnecido demasiado la absurda idea de sacarse de la manga una cuarta parte subtitulada ‘The begining’ (eso sí, procuraré ver el trabajo de Schrader). Pero traspasar lo nomotético, lo lógico del asunto, es ya otro cantar.
Jim Cash, un guionista presto al mejor postor que nos ha dejado películas como ‘Anaconda’, ‘Los Picapiedra en Las Vegas’ y ‘La semilla de Chucky’, está escribiendo un primer borrador del ‘remake’ de ‘El Exorcista’ de 1973. Sí, amigos, Chris MacNeil y su hija Regan, que era poseída por Belcebú y redimida por los sacerdotes Karras y Merrin… “El poder de Cristo te obliga”, “La cerda es mía”, “¿Has visto lo que ha hecho la cochina de tu hija?”… Un evangelio fílmico en sí mismo.
La mitología proferida por los ejecutivos más ominosos y usureros ha traspasado cualquier límite, mancillando ese intangible vértice de lo canonizado por los años como ‘Obra intocable’. Y parece que, a pesar de tratarse de un chisme, ya se habla de Dakota Fanning (no me veo yo a la pequeña Fanning clavándose un crucifijo en la vagina) para dar vida a Regan y Gary Oldman como el torturado Damien Karras.
Lo paradójico de todo es que ‘El exorcista’, 1973, sigue siendo una película con un céfiro de modernidad, que sigue acojonando, exponiendo una fábula realista y agónica que ahonda en nuestra mente para producirnos la peor de las pesadillas: cómo la candidez de Regan puede transformarse en el ser más terrorífico (real o no) que vive en nuestro miedo más interno, Satanás dentro de la niña, realizando en el fondo, una atroz parábola de la pérdida de la inocencia en su vertiente más brutal e inimaginable. Pero en su interior, este filme de culto, implica más posicionamientos ante temas que disecciona de forma impecable.
Este último fragmento lo he extraído de un reportaje que escribí hace años vertiendo un gran esfuerzo debido a la idolatría y veneración que le tengo a la cinta de William Friedkin. Esta semana que viene, lo postearé en el Abismo, como regalo de mi cumpleaños.

La videoconsola origina gordos con armas

Cuidado que hemos oído veces la frase materna: “te vas a destrozar la vista con tanta videoconsola”.
Pues lo que creíamos que era una incuestionable perogrullada, no es más que otro de esos minúsculos sofismas maternos para salvaguardar al menor del potente vicio audiovisual.
Hoy, nos hemos enterado en la prensa que la doctora en Optometría y directora del Centro de Optometría Internacional (COI), Marisol García Rubio ha informado que los videojuegos ayudan a ejercitar la visión y permiten desarrollar una agilidad y destreza visual "superior" a los que no los utilizan. Cierto es que la tensión ocular, la fatiga ocular (como a mí en este momento), el dolor de cabeza son otros de los efectos. Hace poco también pudimos leer que videojuegos pueden hacer a los niños gordos, y, en el caso de los juegos violentos populares entre adolescentes, pueden convertirlos en agresivos y criminales, según expertos suecos.
Conclusión: Estamos originando pequeños y obesos francotiradores con visión de águila dispuestos a cualquier cosa con tal de satisfacer sus libertinajes y descarríos.
Acojona ¿eh?

'A simple plan': La grandeza de un retrato ‘socio-rural’

Admirable historia de perdedores rurales
Tras convertirse en un precoz cineasta gracias a su paternidad de la saga ‘Evil Dead’, una de las trilogías fundamentales dentro del cine ‘gore’, y pasar a ser un paradigmático ejemplo de preceptor de un ‘superproducción mainstream’ sin perder la dignidad, Sam Raimi ha evolucionado hasta llegar a convertirse en un cineasta consagrado y respetado por crítica y público. Antes de que la trilogía de ‘Spiderman’, Raimi recuperó el buen pulso con una película que es, ahora mismo, una de las referencias de culto más importantes de la anterior década. La magnífica ‘Un plan sencillo’, magnífica adaptación de la novela de Scott B. Smith, cuenta, de forma inestimable y a modo de thriller, la patética historia de dos hermanos (uno de ellos retrasado), una mujer y un amigo de los protagonistas que ven su vida alterada cuando encuentran una bolsa con cuatro millones de dólares en un avión siniestrado en medio de un espacio perdido y deshabitado.
Con este punto de partida Raimi, recreó con solvencia y profundidad dramática una dimensión cruel y oscura del ser humano, dotando al filme de una excelente serenidad que se contrapone con la angustia y el fondo de sus mediocres protagonistas. ‘Un plan sencillo’ es una película sobre perdedores rurales a los que la vida golpea brutalmente, escupiéndole el sueño y la esperanza de cualquier tipo miserable, ofreciéndoles la posibilidad de demostrar lo pueril de su existencia, la codicia como patente de su infelicidad. Raimi, mediante punzantes y agresivas imágenes y situaciones inquietantemente apaciguadoras, ofrece un magnífico retrato ‘socio-rural’ que desarrolla, en último término, una despiadada reflexión sobre las relaciones humanas, girando en torno a personajes antagónicos a los que la avaricia les lleva inevitablemente al instinto más primario de nuestra naturaleza: la violencia.
La frustración, el egoísmo y la fragilidad se alían en un sentimiento único formando una cotidianidad perversa, fría, en la conviven las emociones confundidos de amor y odio (el contraste entre los dos hermanos es fascinante, impresionante, tal vez lo mejor de esta pequeña joya). La cámara de Raimi recorre con acertada coherencia la América más profunda, en la que la serenidad de un paisaje sosegado, precioso y acrisolado, choca frontalmente con la profundidad compleja y resquebrajada de sus personajes, mezquinos y arrogantes. Todos ellos inmersos en una situación que se les escapa de las manos y hace que aflore lo peor de su sucia y anodina conciencia, tal vez así debido al tedio y desesperanza que corroe su cotidianidad. Con pinceladas de genialidad, el director de ‘Darkman’ aportó momentos irrepetibles, de perfecta armonía, de matices que engloban lo mejor de su cine (y también lo más gamberro, como la secuencia en que Hank Mitchell (Bill Pastón) dispara su escopeta contra la mujer de Lou (Brent Briscou).
Aunque por momentos la frialdad del entorno se extienda a secuencias puntuales de la trama (sobre todo en la relación entre Paxton y Bridget Fonda), en conjunto, ‘Un plan sencillo’ se consolidó como una de las obras más sobresalientes de finales de los 90. Rechazando cualquier tipo de estereotipo, la terrible historia se movió por cauces tenebrosos sostenidos con sobriedad, con una apabullante resolución y con una labor interpretativa más que notable en la que destacaba la sublimidad que aportó Billy Bob Thornton a su papel de deficiente mental. Por ello cabe destacar esta película como una composición rica en lecturas, que indaga en el lado más débil del ser humano y que concluye, de forma fatalista, con imágenes de espacios hermosos, en las que el único ser capaz de estropear su armonía es el hombre, metamorfoseado en los cuervos que comen ojos (como secuencia rememorativa del ‘gore’ de Raimi) y que depredan todo aquello que se les pone por medio. El hallazgo de Raimi como un espléndido artesano del cine de calidad es un hecho fehaciente que se apuntaló con la perspectiva más que interesante ofrecida en las dos primeras partes del superhéroe creado por Stan Lee.

jueves, 10 de febrero de 2005

Los pantalones caídos

Supongo que no soy el único que ha visto a esos muchachos de esa extraña nueva generación. Adolescentes púberes y barbilampiños que llevan una gorra negra, varios piercings, tatuajes, anillos en sus dedos y van vestidos con ropas muy anchas, mirando por encima del hombro y profesándose insurrectos, que es lo peor que puede pasarle a un núbil novicio de la vida. Una de sus principales y risibles características es la de llevar tres tallas de pantalón más grandes que la suya, dejando ver su ropa interior. Calzoncillos de colores como símbolo de ‘vete a saber tú qué’.
Eso sí, yo mismo, siguiendo una estúpida identidad de naturaleza masculina, en el tema del vislumbramiento casual de un hermoso tanga femenino, soy más pródigo y tolerante. Aunque no siempre es así.
Para unos es una forma de expresión, para otros una moda o una descompostura en la vestimenta. Para casi todo el mundo, una horterada de aupa. Pues agarraos. En el país de la Esperanza y la Libertad, en cenagal hipócritamente moral y ético en que se está convirtiendo USA, este tipo de modalidad de indumentaria alumbrando o sugiriendo la ropa interior es UN DELITO. Así que los jóvenes que enseñen demasiado sus calzoncillos y las epicúreas chavalitas que dejen intuir sus tangas podrían recibir multas de hasta 50 dólares.
Esto ¿en qué se transcribe?
Imaginemos por un momento un coche patrulla de policía, con unos polis que se embuchan unos donuts en grandes cantidades y hablan de la Superbowl o de su próxima barbacoa el domingo por la tarde.
- Eh, Johnny, mira aquel ‘yogurín’. Está buena. Qué tanga más minúsculo lleva.
- Oh, sí, Paul. Y fíjate en ese tatuaje. Qué sugerente.
- Casi deja ver la hucha.
- Umm… quién la pillara...
- Estas muchachas de hoy en día…
- Son unas golfillas.
- Qué cosas dices Paul. Pero cuánta razón tienes.
Ambos ríen a la vez.
Pero en seguida avistan algo que les hace encender las sirenas.
¿Qué? Un jodido ‘hip-hopero’ negro, un puto ‘nigga’. Un pobre muchacho afroamericano que por llevar ropa ancha, quiera o no, abonará los 50 euros (o más) y seguramente se llevará una buena somanta de hostias.
En el sur de Estados Unidos, estas penas absurdas y aparentemente burlescas, no tienen ni puta gracia, ya que siempre son aplicadas sobre la población negra. Algie T Howell, el bastardo que propuso la ley, un reaccionario obcecado y retrógrado, dijo que “no se trata de un ataque a los pantalones holgados, sino que por la dignidad de un país con valores morales”. “La ropa interior se llama ropa interior por un motivo”, dijo por otra parte John Reid, un diputado republicano que, a buen seguro, nunca ha leído 'Superman'.
Un pequeño ejemplo de lo proverbial de un país que ha vuelto a elegir a Bush por segunda vez como presidente.

miércoles, 9 de febrero de 2005

'Shi Mian Mai Fu': llegan las 'Dagas Voladoras'

Alejado de la sencillez y el lirismo en ‘Hero’, Zhang Yimou, vuelve a la fábula romántica más poética y oriental con ‘Shi Mian Mai Fu (La casa de las dagas voladoras)’, otra exhibición del cineasta chino en su nueva etapa de épico estilo a la hora de llevar a cabo particulares visiones de la inagotable fuente que es el género de artes marciales, de luchas con catana y de espectáculo coreográfico. Elementos combinados perfectamente por Yimou con la filosofía oriental y una hermosa historia de amor que da como consecuencia un portentoso testimonio de buen cine.
Ni siquiera la autocomplacencia de la que en su conjunto hace gala esta nueva atávica leyenda china logra reprimir el fuerte efluvio del cine clásico de aventuras descubriendo como propósito final, al igual que en ‘Hero’, una auténtica delicia para los sentidos. La historia se centra en los tiempos en los que la dinastía Tang está en declive. Dos capitanes locales deben capturar al nuevo líder y poderoso enemigo que tiene su sede secreta de la 'Casa de las Dagas Voladoras'. Para llegar hasta ella, uno de ellos tendrá que engañar a una joven ciega que pertenece al clan. Pero, como en todo cuento que se precie, las cosas no van a resultar tan sencillas.
En ‘La casa de las dagas voladoras’ las pasiones no comprendidas, los toques de caligrafía escénica, amor, celos y heroísmo son de una fruición visual asombrosa, envolviendo la esencia romántica del filme con vistosos colores metafóricos y cambios de estación temporal cuando el momento argumental lo requiere. A pesar de todo, y aunque abuse del boato y el embellecimiento de los planos, Yimou sigue sabiendo brindar su mejor cine en este juego de símbolos evidentes y subrepticios, componiendo como una poética sinfonía su universo lleno de estética como apoyo natural, donde hasta su idea romántica del amor queda revelada en los imposibles y excelentemente coreografiados combates de unos guerreros que, bajo la pasión que sienten por la misma mujer, luchan por ella en un trágico final.
Tuve oportunidad de verla en el festival de Donosti y es una obra de arte en todas sus dimensiones. No os la perdáis. Aunque sólo sea por ver a esa deidad de mujer que es Ziyi Zhang (o Zhang Ziyi, como queráis) que hace aquí un papel inolvidable.

Madre mía, con Tonya...

Seguro que recordáis a Tonya Harding, aquella patinadora de hielo envidiosa, vírica y pérfida que levantó uno de los mayores escándalos protagonizado en unos Juegos Olímpicos de Invierno (concretamente, los del 1994), cuando, ni corta ni perezosa, hizo que su marido, Jeff Gillooly, pagara 6.500 dólares a unos matones para que le destrozaran la rodilla a la patinadora Nancy Kerrigan, su principal rival en la competición. Sin remordimientos, en plan vendetta, al más puro estilo mafia deportiva.
Por supuesto, fue retirada de la competición de por vida. Pero ahí, no acabó la historia, ya que cuando el matrimonio se vio envuelto en esta trama, Harding, cruel, egoísta y codiciosa, denunció a su marido como único responsable de los hechos. Como venganza, Gillooly, furioso, vendió un video pornográfico de su noche de bodas para que todo el mundo lo viera. Esperpéntico.
Un culebrón en toda regla.
Aunque Tonya dijo en el juicio que no conocía los planes de su marido, se declaró culpable para eludir la prisión y fue condenada a 500 horas de servicios a la comunidad y a una multa de 160 mil dólares.
¿Qué es de Tonya en la actualidad?
Pues desde hace dos años es ¡boxeadora! Como lo cuento. Y bastante mala, por cierto. Ya que suelen noquearla a las primeras de cambio. Eso sí, ella confiesa ser como ‘el conejito de ‘Energizer’ y asegura que mejorará para ser la campeona de su peso. Un dato para el recuerdo: la llamada ‘Ice Witch’ del ring batió en marzo de 2003 a Paula Jones, otra zorrilla famosa por haber acusado al ex presidente estadounidense Bill Clinton de acoso sexual. Las dos se zurraron vehementemente (a hostia viva) en una pelea de boxeo organizada por la cadena de televisión estadounidense Fox. Y luego dicen que la caja tonta no convida a eventos televisivos interesantes.
Es curioso saber dónde acaban jumentos como esta tipeja.
Por cierto ¿es cosa mía o ahora que está más gorda y desagradable se parece a Eugenia Martínez de Irujo?

martes, 8 de febrero de 2005

Memento: Otnemem

Recuerdos perdidos
Christopher Nolan logró con su segundo filme transgredir las bases del ‘thriller’ y ofrecer una cinta marcada por una sublime e inesperada narración retroactiva.
La memoria siempre ha sido un recurso infalible en el ‘thriller’, y su distorsión o pérdida un elemento alterador de una realidad que se vuelve agresiva ante el ser humano que la padezca. Elemento genuino y revisitado para géneros fílmicos enigmáticos e indescifrables. Jugando con este fundamento, el segundo filme de Christopher Nolan, ‘Memento’, indagó, de forma excepcional, en la dificultad que entrañan las diversas formas de inteligencia que tienden a dar la inalcanzable estructura personal que engloba la memoria y su ámbito más tenebroso.
La historia de este ‘thriller’ perturbador y original descompone la vida de Leonard Selby, un hombre que, sin poder recordar lo que ha hecho en sólo un cuarto de hora, vive para vengar la salvaje muerte de su esposa recordando su propósito mediante tatuajes y fotografías instantáneas. Como un verdadero puzzle de situaciones contrapuestas, jugando arriesgadamente en el filo, la que fue una de las sorpresas de 2001 enalteció su imprescindible visión con una capacidad de sorpresa inquietante, pocas veces vista en el cine moderno. Con una planificación argumental y narrativa de compleja construcción y portentoso efecto formal, Nolan subviertió los designios del género entrelazando los indicios descriptivos de su magnífico guión hacia atrás.
Por tanto, la entidad, la habilidad y la sorpresa de este excelente filme consistieron en detallar el final en su prodigioso prólogo para, mediante ‘flash-backs’ de corta duración (ajustada al tiempo que puede retener los recuerdos el protagonista), desvelar su extraño e inquietante ‘epílogo-comienzo’ de todo lo que el desconcertado espectador ha visto. Inaudita profundización en la fragmentación y desglose del guión, la gran condición que hace inmensa la perspectiva narrativa de Nolan es una experimentación llena de puntos de giros retroactivos (y a su vez progresivos), de una acción minada con un ingenio inquieto y amenazante, dejando el carácter y el pensamiento alterados por la efímera muestra real de lo que pasa por la vida del amnésico investigador. Yendo hacia atrás y hacia delante en alteraciones temporales de una limpieza abrumante.
‘Memento’ se construye bajo unos personajes ambiguos y enigmáticos, que son utilizados por Nolan para desvelar, de forma nihilista e inhumana, una reflexión sobre los oscuros dominios de la mente, inspirados, a pesar de la amnesia, por el egoísmo, la venganza, la violencia y la condición más lóbrega del ser humano. La estética enrarecida por una atmósfera y un ‘tempo’ narrativo inhabitual son utilizados para desarrollar la memoria perdida a través de los ojos de un espectador obligado a hacerse preguntas, a recolocar las piezas de este rompecabezas interactivo. ‘Memento’ es un ejercicio de estilo convertido en una expiación final de la culpa efímera de un personaje imborrable que Guy Pierce se encarga de hacer todavía más atractivo.
El juego de Nolan fue, en definitiva, una asombrosa conjunción de virtudes como nueva perspectiva del misterio que abarcan los sueños, los recuerdos, los deseos y una realidad transformada en onírica, circunscrita a una enfermedad que desvanece el pasado en unos minutos. De ahí que el protagonista utilice su cuerpo como libreta para apuntar aquello que es imprescindible. Para conseguir recordar su particular venganza, su objetivo vital a consumar. Como si su memoria viniera a ser una Polaroid con proceso invertido que tiene como fin un principio inesperado, para desenterrar que lo que Nolan ha contado ha sido un proceso circular que no tiene fin.
‘Memento’ fue, como conclusión (o presentación), una honesta y plausible experimentación genérica que da como resultado un ‘thriller’ innovador y revolucionario, en el que se propuso una nueva vuelta de tuerca a la modernidad argumental, basada en que el público se pregunte lo mismo que el personaje principal, para buscar el efecto, porque la causa se sabe desde el comienzo. Desde el final. Una imprescindible película que marcó desde su estreno, con su presencia, una de las grandes películas de culto de la década.
Y este 'spoiler' visual, clave de todo.

4703 ¡Hsin nian kuai le!

Mientras José Luis Garci y sus encopetados acólitos, contertulios no siempre eruditos y a veces engreídos, acaban de cumplir una década en antena con su casi siempre interesante ‘Qué grande es el cine’, hoy se ha acabado el año chino del Mono. Y acaba de llegar uno de los días más esperados, porque comienza el año del Gallo, el número 4703 del calendario chino. Estoy por salir y celebrarlo. Seguro que esta noche si vas a cenar a un restaurante chino y te invitan a descomunales cantidades de ese asqueroso ‘sake’ que lleva una lagartija dentro y que pega de la hostia. Me encanta la cultura china. Me fascina esa idea de dejar que la reflexión y la búsqueda del Tao (que es la verdadera esencia del hombre) sea la vértebra que organiza la vida social y deja también que se imponga a cualquier patrón moral para que el poder central seas tú mismo e inculcar así tu propia esencia con éxito en la vida.
Suena bien.
Soy un fanático, amigos. Tanto, como Garci del boxeo, como Aznar del paddle, como Fran Rivera de los machos con cuero. Bueno, en definitiva, que me atrae irremediablemente la cultura oriental. Como arroz cada día para ver si así me estriño y consigo esos ojos rasgados tan exóticos. Envidio a los chinos porque casi nunca se quedan calvos. Vale, Pat Morita -el profesor Miyagi- sí. Total, que quiero llegar al fondo de la cuestión vital por medio de las oscuras doctrinas, o mejor aún, de las oscuras enseñanzas. Es decir, lo que los bajitos sin pestañas llaman el Xuan Xue. Llegados a este punto es cuando reflexiono acerca del tiempo invertido en esta absurda afición. Si no ha sido infructuoso leer y analizar a Confucio, desvelarme por conocer el Tai Chi Chuan o ser firme conocedor y defensor de las doctrinas llevadas a cabo por los Fangshi.
A veces pienso que lo único que soy es gilipollas. O al menos, que me he vuelto así, de tanto leer y ver películas asiáticas.
Pero vamos, que leyendo que otros proponen una masturbación global en Asia para dar buen rollo al mundo… creo pensar que sigo cuerdo.
Os dejo una tabla por si queréis saber a qué signo pertenecéis en el calendario chino.