jueves, 10 de febrero de 2005

Los pantalones caídos

Supongo que no soy el único que ha visto a esos muchachos de esa extraña nueva generación. Adolescentes púberes y barbilampiños que llevan una gorra negra, varios piercings, tatuajes, anillos en sus dedos y van vestidos con ropas muy anchas, mirando por encima del hombro y profesándose insurrectos, que es lo peor que puede pasarle a un núbil novicio de la vida. Una de sus principales y risibles características es la de llevar tres tallas de pantalón más grandes que la suya, dejando ver su ropa interior. Calzoncillos de colores como símbolo de ‘vete a saber tú qué’.
Eso sí, yo mismo, siguiendo una estúpida identidad de naturaleza masculina, en el tema del vislumbramiento casual de un hermoso tanga femenino, soy más pródigo y tolerante. Aunque no siempre es así.
Para unos es una forma de expresión, para otros una moda o una descompostura en la vestimenta. Para casi todo el mundo, una horterada de aupa. Pues agarraos. En el país de la Esperanza y la Libertad, en cenagal hipócritamente moral y ético en que se está convirtiendo USA, este tipo de modalidad de indumentaria alumbrando o sugiriendo la ropa interior es UN DELITO. Así que los jóvenes que enseñen demasiado sus calzoncillos y las epicúreas chavalitas que dejen intuir sus tangas podrían recibir multas de hasta 50 dólares.
Esto ¿en qué se transcribe?
Imaginemos por un momento un coche patrulla de policía, con unos polis que se embuchan unos donuts en grandes cantidades y hablan de la Superbowl o de su próxima barbacoa el domingo por la tarde.
- Eh, Johnny, mira aquel ‘yogurín’. Está buena. Qué tanga más minúsculo lleva.
- Oh, sí, Paul. Y fíjate en ese tatuaje. Qué sugerente.
- Casi deja ver la hucha.
- Umm… quién la pillara...
- Estas muchachas de hoy en día…
- Son unas golfillas.
- Qué cosas dices Paul. Pero cuánta razón tienes.
Ambos ríen a la vez.
Pero en seguida avistan algo que les hace encender las sirenas.
¿Qué? Un jodido ‘hip-hopero’ negro, un puto ‘nigga’. Un pobre muchacho afroamericano que por llevar ropa ancha, quiera o no, abonará los 50 euros (o más) y seguramente se llevará una buena somanta de hostias.
En el sur de Estados Unidos, estas penas absurdas y aparentemente burlescas, no tienen ni puta gracia, ya que siempre son aplicadas sobre la población negra. Algie T Howell, el bastardo que propuso la ley, un reaccionario obcecado y retrógrado, dijo que “no se trata de un ataque a los pantalones holgados, sino que por la dignidad de un país con valores morales”. “La ropa interior se llama ropa interior por un motivo”, dijo por otra parte John Reid, un diputado republicano que, a buen seguro, nunca ha leído 'Superman'.
Un pequeño ejemplo de lo proverbial de un país que ha vuelto a elegir a Bush por segunda vez como presidente.

miércoles, 9 de febrero de 2005

'Shi Mian Mai Fu': llegan las 'Dagas Voladoras'

Alejado de la sencillez y el lirismo en ‘Hero’, Zhang Yimou, vuelve a la fábula romántica más poética y oriental con ‘Shi Mian Mai Fu (La casa de las dagas voladoras)’, otra exhibición del cineasta chino en su nueva etapa de épico estilo a la hora de llevar a cabo particulares visiones de la inagotable fuente que es el género de artes marciales, de luchas con catana y de espectáculo coreográfico. Elementos combinados perfectamente por Yimou con la filosofía oriental y una hermosa historia de amor que da como consecuencia un portentoso testimonio de buen cine.
Ni siquiera la autocomplacencia de la que en su conjunto hace gala esta nueva atávica leyenda china logra reprimir el fuerte efluvio del cine clásico de aventuras descubriendo como propósito final, al igual que en ‘Hero’, una auténtica delicia para los sentidos. La historia se centra en los tiempos en los que la dinastía Tang está en declive. Dos capitanes locales deben capturar al nuevo líder y poderoso enemigo que tiene su sede secreta de la 'Casa de las Dagas Voladoras'. Para llegar hasta ella, uno de ellos tendrá que engañar a una joven ciega que pertenece al clan. Pero, como en todo cuento que se precie, las cosas no van a resultar tan sencillas.
En ‘La casa de las dagas voladoras’ las pasiones no comprendidas, los toques de caligrafía escénica, amor, celos y heroísmo son de una fruición visual asombrosa, envolviendo la esencia romántica del filme con vistosos colores metafóricos y cambios de estación temporal cuando el momento argumental lo requiere. A pesar de todo, y aunque abuse del boato y el embellecimiento de los planos, Yimou sigue sabiendo brindar su mejor cine en este juego de símbolos evidentes y subrepticios, componiendo como una poética sinfonía su universo lleno de estética como apoyo natural, donde hasta su idea romántica del amor queda revelada en los imposibles y excelentemente coreografiados combates de unos guerreros que, bajo la pasión que sienten por la misma mujer, luchan por ella en un trágico final.
Tuve oportunidad de verla en el festival de Donosti y es una obra de arte en todas sus dimensiones. No os la perdáis. Aunque sólo sea por ver a esa deidad de mujer que es Ziyi Zhang (o Zhang Ziyi, como queráis) que hace aquí un papel inolvidable.

Madre mía, con Tonya...

Seguro que recordáis a Tonya Harding, aquella patinadora de hielo envidiosa, vírica y pérfida que levantó uno de los mayores escándalos protagonizado en unos Juegos Olímpicos de Invierno (concretamente, los del 1994), cuando, ni corta ni perezosa, hizo que su marido, Jeff Gillooly, pagara 6.500 dólares a unos matones para que le destrozaran la rodilla a la patinadora Nancy Kerrigan, su principal rival en la competición. Sin remordimientos, en plan vendetta, al más puro estilo mafia deportiva.
Por supuesto, fue retirada de la competición de por vida. Pero ahí, no acabó la historia, ya que cuando el matrimonio se vio envuelto en esta trama, Harding, cruel, egoísta y codiciosa, denunció a su marido como único responsable de los hechos. Como venganza, Gillooly, furioso, vendió un video pornográfico de su noche de bodas para que todo el mundo lo viera. Esperpéntico.
Un culebrón en toda regla.
Aunque Tonya dijo en el juicio que no conocía los planes de su marido, se declaró culpable para eludir la prisión y fue condenada a 500 horas de servicios a la comunidad y a una multa de 160 mil dólares.
¿Qué es de Tonya en la actualidad?
Pues desde hace dos años es ¡boxeadora! Como lo cuento. Y bastante mala, por cierto. Ya que suelen noquearla a las primeras de cambio. Eso sí, ella confiesa ser como ‘el conejito de ‘Energizer’ y asegura que mejorará para ser la campeona de su peso. Un dato para el recuerdo: la llamada ‘Ice Witch’ del ring batió en marzo de 2003 a Paula Jones, otra zorrilla famosa por haber acusado al ex presidente estadounidense Bill Clinton de acoso sexual. Las dos se zurraron vehementemente (a hostia viva) en una pelea de boxeo organizada por la cadena de televisión estadounidense Fox. Y luego dicen que la caja tonta no convida a eventos televisivos interesantes.
Es curioso saber dónde acaban jumentos como esta tipeja.
Por cierto ¿es cosa mía o ahora que está más gorda y desagradable se parece a Eugenia Martínez de Irujo?

martes, 8 de febrero de 2005

Memento: Otnemem

Recuerdos perdidos
Christopher Nolan logró con su segundo filme transgredir las bases del ‘thriller’ y ofrecer una cinta marcada por una sublime e inesperada narración retroactiva.
La memoria siempre ha sido un recurso infalible en el ‘thriller’, y su distorsión o pérdida un elemento alterador de una realidad que se vuelve agresiva ante el ser humano que la padezca. Elemento genuino y revisitado para géneros fílmicos enigmáticos e indescifrables. Jugando con este fundamento, el segundo filme de Christopher Nolan, ‘Memento’, indagó, de forma excepcional, en la dificultad que entrañan las diversas formas de inteligencia que tienden a dar la inalcanzable estructura personal que engloba la memoria y su ámbito más tenebroso.
La historia de este ‘thriller’ perturbador y original descompone la vida de Leonard Selby, un hombre que, sin poder recordar lo que ha hecho en sólo un cuarto de hora, vive para vengar la salvaje muerte de su esposa recordando su propósito mediante tatuajes y fotografías instantáneas. Como un verdadero puzzle de situaciones contrapuestas, jugando arriesgadamente en el filo, la que fue una de las sorpresas de 2001 enalteció su imprescindible visión con una capacidad de sorpresa inquietante, pocas veces vista en el cine moderno. Con una planificación argumental y narrativa de compleja construcción y portentoso efecto formal, Nolan subviertió los designios del género entrelazando los indicios descriptivos de su magnífico guión hacia atrás.
Por tanto, la entidad, la habilidad y la sorpresa de este excelente filme consistieron en detallar el final en su prodigioso prólogo para, mediante ‘flash-backs’ de corta duración (ajustada al tiempo que puede retener los recuerdos el protagonista), desvelar su extraño e inquietante ‘epílogo-comienzo’ de todo lo que el desconcertado espectador ha visto. Inaudita profundización en la fragmentación y desglose del guión, la gran condición que hace inmensa la perspectiva narrativa de Nolan es una experimentación llena de puntos de giros retroactivos (y a su vez progresivos), de una acción minada con un ingenio inquieto y amenazante, dejando el carácter y el pensamiento alterados por la efímera muestra real de lo que pasa por la vida del amnésico investigador. Yendo hacia atrás y hacia delante en alteraciones temporales de una limpieza abrumante.
‘Memento’ se construye bajo unos personajes ambiguos y enigmáticos, que son utilizados por Nolan para desvelar, de forma nihilista e inhumana, una reflexión sobre los oscuros dominios de la mente, inspirados, a pesar de la amnesia, por el egoísmo, la venganza, la violencia y la condición más lóbrega del ser humano. La estética enrarecida por una atmósfera y un ‘tempo’ narrativo inhabitual son utilizados para desarrollar la memoria perdida a través de los ojos de un espectador obligado a hacerse preguntas, a recolocar las piezas de este rompecabezas interactivo. ‘Memento’ es un ejercicio de estilo convertido en una expiación final de la culpa efímera de un personaje imborrable que Guy Pierce se encarga de hacer todavía más atractivo.
El juego de Nolan fue, en definitiva, una asombrosa conjunción de virtudes como nueva perspectiva del misterio que abarcan los sueños, los recuerdos, los deseos y una realidad transformada en onírica, circunscrita a una enfermedad que desvanece el pasado en unos minutos. De ahí que el protagonista utilice su cuerpo como libreta para apuntar aquello que es imprescindible. Para conseguir recordar su particular venganza, su objetivo vital a consumar. Como si su memoria viniera a ser una Polaroid con proceso invertido que tiene como fin un principio inesperado, para desenterrar que lo que Nolan ha contado ha sido un proceso circular que no tiene fin.
‘Memento’ fue, como conclusión (o presentación), una honesta y plausible experimentación genérica que da como resultado un ‘thriller’ innovador y revolucionario, en el que se propuso una nueva vuelta de tuerca a la modernidad argumental, basada en que el público se pregunte lo mismo que el personaje principal, para buscar el efecto, porque la causa se sabe desde el comienzo. Desde el final. Una imprescindible película que marcó desde su estreno, con su presencia, una de las grandes películas de culto de la década.
Y este 'spoiler' visual, clave de todo.

4703 ¡Hsin nian kuai le!

Mientras José Luis Garci y sus encopetados acólitos, contertulios no siempre eruditos y a veces engreídos, acaban de cumplir una década en antena con su casi siempre interesante ‘Qué grande es el cine’, hoy se ha acabado el año chino del Mono. Y acaba de llegar uno de los días más esperados, porque comienza el año del Gallo, el número 4703 del calendario chino. Estoy por salir y celebrarlo. Seguro que esta noche si vas a cenar a un restaurante chino y te invitan a descomunales cantidades de ese asqueroso ‘sake’ que lleva una lagartija dentro y que pega de la hostia. Me encanta la cultura china. Me fascina esa idea de dejar que la reflexión y la búsqueda del Tao (que es la verdadera esencia del hombre) sea la vértebra que organiza la vida social y deja también que se imponga a cualquier patrón moral para que el poder central seas tú mismo e inculcar así tu propia esencia con éxito en la vida.
Suena bien.
Soy un fanático, amigos. Tanto, como Garci del boxeo, como Aznar del paddle, como Fran Rivera de los machos con cuero. Bueno, en definitiva, que me atrae irremediablemente la cultura oriental. Como arroz cada día para ver si así me estriño y consigo esos ojos rasgados tan exóticos. Envidio a los chinos porque casi nunca se quedan calvos. Vale, Pat Morita -el profesor Miyagi- sí. Total, que quiero llegar al fondo de la cuestión vital por medio de las oscuras doctrinas, o mejor aún, de las oscuras enseñanzas. Es decir, lo que los bajitos sin pestañas llaman el Xuan Xue. Llegados a este punto es cuando reflexiono acerca del tiempo invertido en esta absurda afición. Si no ha sido infructuoso leer y analizar a Confucio, desvelarme por conocer el Tai Chi Chuan o ser firme conocedor y defensor de las doctrinas llevadas a cabo por los Fangshi.
A veces pienso que lo único que soy es gilipollas. O al menos, que me he vuelto así, de tanto leer y ver películas asiáticas.
Pero vamos, que leyendo que otros proponen una masturbación global en Asia para dar buen rollo al mundo… creo pensar que sigo cuerdo.
Os dejo una tabla por si queréis saber a qué signo pertenecéis en el calendario chino.

El invierno durará 6 semanas más... PHIL lo ha augurado

Hace una semana se me olvidó, lamentablemente, acudir a una noticia ineludible para todo buen ‘freak’ que se precie. Este 2005 aún no sabía qué había pasado en Punxsutawney, Pensylvannia, ni que había pasado con Phil, la marmota de las marmotas, el pronosticador de pronosticadores, cuando el presidente William Cooper le ha convocado para saber cuánto durará el invierno de este año.
Pues mal asunto, porque el pasado 2 de febrero, Phil también vio su sombra como el pasado año, por lo que el invierno durará 6 semanas más.
La tradición de la marmota como meteoróloga está arraigada en la festividad cristiana de la Candelaria y la creencia popular de que si un animal que hiberna ve su propia sombra, el invierno durará otras seis semanas. En Estados Unidos los granjeros observan a la marmota Phil para decidir cuándo plantar sus cultivos, aunque según la revista National Geographic, la marmota sólo ha pronosticado el final del invierno correctamente el 28% de las veces en 60 años.
Pero Phil, de Punxsutawney, a pesar de ser el más famoso internacionalemente (conocido gracias a esa magistral comedia de Harold Ramis con un ciclópeo Bill Murray), no es la única marmota a la que se atribuyen habilidades meteorológicas. Phil tiene un rival en Lilburn (Georgia), donde su contrincante es General Beauregard Lee que, como un inesperado ‘pichabrava’, salió de su madriguera acompañado de una sexy marmotilla que impidió que Beau Lee viera o no su sombra.

lunes, 7 de febrero de 2005

La película del Millón de Dólares

Hoy he visto una de esas películas tan profundamente emocionales, tan perfecta, tan trágica y tan redonda que es imposible no conmoverse al pensar en ella. Pura emoción. CINE con mayúsculas.
Hacía mucho tiempo que no lloraba tanto en una sala como lo he hecho hoy. Hacía mucho tiempo que un filme no suscitaba en mí tantas preguntas y todas en el insondable terreno de la existencia humana, de una forma tan directa y cruel. Hacía mucho tiempo que unas imágenes como las de los personajes de Eastwood, Swank y Freeman no provocaban tanta piedad y, a su vez, una extraña inquietud, a medio camino entre la esperanza y el temor.
A buen seguro, estarán también mucho tiempo sin salir de mi cabeza, pensando en cada frase, en la sabiduría de cada plano, en su perfección.
Se me acumulan las críticas, pero la de ‘Million Dollar Baby’ tiene prioridad absoluta. Así que pronto la leeréis.
Sólo os pido una cosa si aún no la habéis visto y no es tarde: no echéis ese pequeño vistazo preliminar a la sinopsis, procurad no enteraos del argumento y, por supuesto, no leáis críticas. Id al cine como he ido yo, sin saber más que quién era el director y sus protagonistas.
De momento, tenéis una cita con una de las mejores películas del año.

¿Un mito fotográfico o un montaje?

Todos pudimos ver en septiembre de 2000 cómo Mohamed al-Dura, se agarraba al cuerpo de su padre en medio de una lluvia de balas que lograron acabar con su vida. Esta desgarradora imagen nos dejó una muerte para la memoria colectiva bélica. En Egipto le han dedicado calles, sellos y todavía no se ha olvidado su sacrificio. Todo un icono de la Segunda Entifada. Pero tampoco se ha olvidado la gran duda que generó este crimen, ya que aún no se sabe si el disparo que acabó con la vida del niño salió de un arma israelí o palestina.
El caso es que Charles Enderlin, de France 2 capturó el momento cuando trabajaba como corresponsal en Jerusalén y pasó a la historia por su trabajo. Lo sorprendente ha sido la aparición esta semana de Daniel Leconte, un antiguo corresponsal la misma cadena, poniendo en duda la autenticidad de las imágenes. Y no es algo nuevo, porque desde su aparición varios investigadores han intentado probar la autenticidad del documento. Enderlin siempre afirmó que los israelíes fueron los culpables de su asesinato.Sin embargo todo parece apuntar a que se había alterado la realidad. Por ejemplo, Richard Landes, de la Universidad de Boston University, ha estudiado otras filmaciones de ese día, incluyendo varias en las que se observa al chavalín. Su conclusión es que existe una manipulación en las imágenes.
De nuevo, el periodismo se ha visto salpicado por otro caso de manipulación, de cambios orientativos en términos de mensaje, sin ‘gatekeeper’ ni filtros que valgan. Lecciones que no te enseñan en la Facultad pero que descubres años después en una profesión movida por la mentira y los intereses (sean del tipo que sean). El Cuarto Poder, como dijo Gustave Flaubert, se ha convertido en el síntoma de corrupción, la demostración de que la estupidez humana es la existencia y manejo de los lugares comunes. Y de que la manipulación, por muy honrada y desinteresada que sea, convierte al informador en dueño de lo que ocurre. Todo un peligro en nuestros días.
Siempre creí que debí haber hecho Bellas Artes o Filosofía. Y tiempo después estoy convencido de que me equivoqué al estudiar Periodismo. O tal vez no.

domingo, 6 de febrero de 2005

La otra 'Superbowl'

Hace poco ha comenzado uno de esos eventos que en USA es sacrosanto, ineludible y adictivo para millones de personas que, entre cervezas, perritos calientes y banderitas nacionales, se aglutinan frente a la tele para ver la Superbowl. Aquí en España no tenemos ni idea de por qué esa adicción tan descomunal. Es más, ni siquiera sabemos un ápice de Football Americano. No sabemos las reglas, ni en qué se basa el juego, ni cuántos jugadores componen un equipo… Para los no iniciados y cayendo el tópico vendría a ser algo así como el ‘R. Madrid – Barça’ pero a un nivel tan superior que es imposible concebirlo, entender hasta dónde llega esta pasional fiebre por la NFL. Lo cierto es que parece que este año es en abierto, a no ser de que lo que esté viendo sea el previo y me quede con las ganas de ver el partido hasta las tantas de la madrugada.
En el Alltel Stadium de Jacksonville, en el soleado estado de Florida, Patriots e Eagles disputarán el trofeo Vince Lombardi. Los New Englad Patriots de Belichick sustentados en su ‘quaterback’, Tom Brady y los Philadelphia Eagles con el impresionante Donovan McNabb al frente pujaran por alzarse con un título que sigue una nación entera. Tipos gigantescos, armarios empotrados, voluminosos fulanos que acojonan con su espectacular fuerza física. Machotes yanquis en constante contacto por golpes, carreras y estratégicas jugadas para avanzar unas cuantas yardas. Todo en función de un solo objetivo: ganar la Superbowl.
¿Es divertido esto? La respuesta es evidente: NO.
La pregunta es… ¿por qué seguir con entusiasmo una ‘Superbowl’ de la NFL? Desde el año pasado la contestación tiene un claro exponente: por la Lingiere Bowl. Un espectáculo de ‘pay per view’ que se emite durante el descanso de la Super Bowl. Un prodigioso evento creado por las calenturientas mentes ávidas de belleza, dinero y audiencia. Como nos hemos quedado sin la teta de Janet y sin incentivos carnales (aunque hayamos tenido la espléndida presencia de Alicia Keys) debido al moralismo fulminante de los bienquistos norteamericanos, hay otro sector de yanquis que sabe erigir este tipo de espectáculos tan estimulantes para la vista.
¿Qué es la LFL? Os preguntaréis. Pues nada más y nada menos que docenas de hermosas y lozanas señoritas, modelos espectaculares con curvas mareantes, de esculturales cuerpos semejantes a esos tan sexualmente deseables que vemos en el ‘Playboy’. Agraciadas féminas que forman una liga de cuatro equipos, que participan en alta lencería fina y que muestran sus mejores jugadas semidesnudas, con toda la pasión que despierta el juego. Los Angeles Temptation, Chicago Bliss, Dallas Desire y Nueva York Euphorie son las cuatro escuadras de esta original y morbosa competición que deja a las Cheerleaders como simples objetos de contemplación. Aquí, las chicas más sexys están en el campo de batalla y sudan (para regocijo del que observa) por la consecución de otro premio más importante que la ‘Superbowl’: el desenfreno hormonal masculino.
Bellezas que competirán no por la exhibición deportiva exactamente, si no por otra exhibición que, si bien tiene un alto componente machista, aporta uno de los mejores momentos visuales del año. Como bien lo venden en la televisión por cable: “Una competición de belleza, de ligueros, lencería fina con las más hermosas deportistas del planeta en el Lingerie Bowl 2005. Un espectáculo en el que las mujeres juegan y los hombres ganan”.
Qué estúpida y libidinosa delectación deportiva, oiga. Todo un deporte de "contacto".
La página oficial de este esperada retransmisión anual Aquí.

Review 'Ray'

Autocomplaciente y nada comprometida con la parte oscura de esa leyenda americana que es Ray Charles, ‘Ray’, el débito fílmico de Taylor Hackford puede considerarse como un anodino ‘biopic’ que, en términos generales, no logra un aceptable interés ni trascendencia por lo ortodoxo de todos sus mecanismos intrínsecos (ya sean visuales o argumentales).
Con una inesperada anemia de fascinación, innecesariamente dilatada y lo que es peor, con pretensiones hagiográficas y épicas, ‘Ray’ a pesar de ser un filme correcto y bien manufacturado, es una sucesión de anticlimáticos fragmentos de la vida de esta leyenda americana que pasa por alto las fealdades de la oscuridad, su conocida faceta de artista atormentado y siniestro, para refulgir la parte amable y redentora de esta eminencia musical, uno de los mejores músicos de la historia.
Como una servicial visión a los éxitos del genial intérprete musical, estamos ante la antítesis de ‘Bird’, la descorazonadora obra maestra de Clint Eastwood basada en Charlie Parker, debido al insistente y absurdo hipnotismo por parte de Hackford y su guionista por la aburrida historia de superación personal tan eficaz para el Hollywood más simplón y moralista. Y es que ‘Ray’ abusa de todos los tópicos habidos y por haber; varios traumas infantiles (narrados como no podía ser de otro modo en torpes ‘flash backs’), la dura trayectoria de una vida marcada por las drogas y las infidelidades, el libertinaje con sentido moral y aleccionador, una madre protectora que sigue los patrones del personaje de Sally Field en ‘Forrest Gump’, la corrupción personal a la aboca la fama y el dinero… Errores que, por supuesto, gracias a su esfuerzo como heroico ser humano, el protagonista supera para convertirse en poco menos que San Ray Charles.
Si a esto le sumamos una evidente falta de pasión por la historia y su total insuficiencia dramática, la cinta de Hackford podría considerarse un fracaso descomunal, desaprovechando la oportunidad de haber creado una antológica visión del mito, aunque haya que reconocerle al director de ‘Prueba de vida’ su perfecto encadenamiento de las legendarias canciones de Charles con su menos interesante (al menos fílmicamente) itinerario personal y profesional.
Y sí, Jaime Foxx está a la altura de las circunstancias, convirtiéndose en el único pilar sobre el que se sostienen las más de dos horas y media de película. La dedicación del joven talento afroamericano es tal, que su majestuosa y elegante interpretación dejan la sensación de no haber desperdiciado el tiempo, de asistir a una sobresaliente composición de inconfundible gesticulación, progresivos movimientos drogodependientes y la esencia personal de Ray Charles en sus actuaciones. Tanto, que cuando él decae en su atinado esfuerzo, la película padece una soporífera astenia visual. Clifton Powell como el leal Jeff Brown y, sobre todo, Sharon Warren como madre del artista alcanzan un nivel de interpretación que dejan ver, una vez más, lo que pudo ser y no fue.
Una verdadera lástima.