jueves, 27 de enero de 2005

60 años de la mayor atrocidad en la Historia de la Humanidad

He de reconocer que se me han vuelto a poner los pelos de punta, que no he podido tragar saliva mientras observaba (por enésima vez) las atroces imágenes del campo de concentración nazi de Auschwitz y al superviviente del Holocausto Wladslaw Bartoszewski decir emocionado que “los judíos eran tratados como bichos que había que exterminar”. Es vergonzoso para el ser humano concebir algo como lo que tuvo lugar en Auschwitz, uno de los muchos campos de exterminio creados en Wannsee a partir de 1941 por Himmler y los ejércitos de Hitler para llevar a cabo la ‘solución final’, que consistía matar a los más de diez millones de judíos que habitaban en los territorios ocupados por los ejércitos del Führer. También que reacción popular a las leyes de Nuremberg y las matanzas contra los judíos. Auschwitz, Mathausen, Treblinka, Dachau y demás campos en Alemania y Polonia atribuyeron el apogeo del intolerable régimen nazi y de monstruos asesinos como Streicher y Rosenberg, que trazaron el plan más depravado del anticristo que fue Hitler con el apoyo de Goebbels y los grandes mandatarios nazis.
Aún no comprendo cómo hace tan sólo seis décadas pudo suceder algo así. No me gusta escribir en el Abismo de política, ya lo sabéis, pero es que ahora que se cumplen 60 años del mayor genocidio de la Historia, hay que reflexionar sobre estos hechos, sobre ideologías que no se han extinguido, que perviven en grupúsculos en forma de antisemitismo oculto, como el acoso y creciente discriminación de los musulmanes en Holanda o, paradójicamente, lo que están haciendo los judíos con el pueblo palestino. Hay que tratar por ello de evitar que el mundo olvide sus causas y consecuencias. No sólo por rememorar el aterrador recuerdo de Auschwitz y que hoy estamos en paz. Ni mucho menos. Cierto es que sirve como memoria histórica y despolitizada para que las generaciones venideras sean conscientes de la historia y sus errores, pero también hay que tratar de combatir el origen del odio, las causas que hicieron posible aquella y otras aberraciones colectivas. Tampoco hoy se ha recordado que la Iglesia Católica (más preocupada por el uso del preservativo que de su propia memoria) fue cómplice de estos sucesos por el pacto que hicieron los nazis con el partido católico alemán de Von Papen, consiguiendo así llevar a cabo el exterminio judío.
Seis millones de personas murieron durante aquel sinsentido. Hoy es un día para pensar en aquello, el mayor crimen contra la Humanidad de todos los tiempos. Pero lo importante de todo es que nunca olvidemos aquella incomprensible atrocidad.

Tutorías individualizadas

Como un parado más, sin trabajo, sin oficio ni beneficio en una sociedad en la que no encuentro mi sitio, como un Santa de la vida; como el personaje creado por Fernando León de Aranoa en ‘Los lunes al sol’, recibí una carta del INEM hace menos de un mes. Con poco interés, abrí el sobre para leer lo que comunicaba la misiva. En ella se me informaba acerca de un convenio entre la Universidad de Salamanca y el Servicio Público de Empleo con objeto de unas sesiones orientativas que tienen como objetivo asesorar a los desempleados sobre las mejores salidas a las perspectivas de trabajo del individuo. Unas entrevistas denominadas ‘Tutorías individualizadas’, adaptadas al usuario para planificar una improbable inserción. Según el programa, además de esta entrevista profesional por un tutor asignado para definir el perfil profesional, se te da la elaboración de un plan personal de inserción laboral con otro supuesto método de determinación de un calendario y actividades a desarrollar.
Bien, me acerqué al sitio indicado y allí me recibió Rosa, una afable mujer con la que tuve una larga conversación en la que, tras contarle un poco a qué dedicaba mi patética vida de periodista puteado y mis trágicas experiencias como guionista profesional en Madrid, la mujer me lanzó una aparente pregunta que sonó totalmente extemporánea y perniciosa en mis oídos, de una forma lamentable, como si algo dentro de mí me dijera constantemente que yo mismo era imbécil por haber indicado mis preferencias básicas en el mundo laboral. Me dijo “así que quieres encontrar trabajo como guionista ¿no?”.
En ese momento pensé que de la puerta que se ubicaba tras ella, iba a salir un tipo con gafas, trajeado y portando un micrófono y tras él, otro individuo con una cámara acompañado de varias azafatas que iban a confirmarme que se trataba de una broma de cámara oculta o que una mascota tipo Nutria gigante iba a saltar sobre mí a darme una colleja. Pero no, la pregunta estaba hecha con buena intención. Tras volver a incidir en mi trayectoria personal y profesional y de confesar mis aspiraciones vitales y laborales, del desprecio con el que me tratan los medios en los que colaboro y, sobre todo, en el paupérrimo periódico en el que escribo semanalmente donde me ultrajan pagándome una puta mierda, seguí otros tres cuartos de hora explicando mi postura ante lo que yo aspiraba en este injusto mundo que nos ha tocado vivir y lo que sentía ante la proximidad de tomar decisiones trascendentales, la mujer confió tanto en mis valores profesionales que no supo orientarme.
Consciente de que mi situación es algo inusual, debido, en gran parte, a que no paso ni un solo día del año sin realizar algo productivo, no quiso desviarme de mi camino, de esta sinuosa travesía de expectativa de un destino que se resiste, que puede que jamás llegue. Es más, me animó a que no abandonara la escritura de guiones, que no dejara de escribir y que procurara buscar trabajos de mala muerte que no me restaran mucho tiempo en mi actividad creativa. Una desconocida que en menos de una hora confiaba en mi talento, aturdida porque alguien le había confiado una orientación laboral hacia una profesión que, según ella, era la primera vez en seis años que le revelaban. “¿Cómo voy a orientarte en tu camino laboral si ya lo tienes tan claro?”, me espetó. “Yo no puedo ayudarte, eres tú el que tiene perfectamente claro qué hacer”.
Salí con la sensación de haber asistido a una sesión con un psicólogo y haberle soltado una soflama vital, de inquietudes, planeamientos existenciales de carácter profesional, vital y personal. Y sin pagar un euro. Algo reconfortante que alguien te escuche cuando estás lleno de indecisiones ¿Por qué alguien del medio guionístico o periodístico no confía en mí y sí una desconocida cuya labor es encaminarme hacia el universo de empleo?
Pero las dudas seguían ahí, dando vueltas, desorganizadas: “¿Ha llegado la hora de enfrentarse al mundo y tirar la toalla?” “¿Merece la pena seguir persistiendo si nadie me paga por lo que hago cada día ni me da una oportunidad?” “¿Tengo que dejar de escribir guiones, críticas, reportajes y demás, olvidando este mínimo talento que poseo para dedicarme a la vida real, a un trabajo que me permita independizarme y ahogue mis aspiraciones en una vida gris?”. Aún sigo dándole vueltas al asunto y no he encontrado respuestas. Sólo sé que 2005 tiene que suponer un punto de inflexión en mi vida.
En fin, que yo también, al igual que vosotros al leerlo, he soltado tras escribir esto un “qué coñazo de texto” tras escribir este post. Además, planteando miles de preguntas como si esto se tratara de un episodio chungo y aburrido de ‘Sexo en Nueva York’, donde la protagonista Carrie Bradshow no sabe escribir una puta línea en su portátil sin hacerse una pregunta sin respuesta.
Y después de estas absurdas experiencias, sigamos con el tono habitual del weblog.

Una tarde de frío con Mike Nichols

Esta tarde, con un frío siberiano que hiela los huesos y el alma, el frío que a mí, particularmente me gusta y disfruto, he ido a ver 'Closer', la última de Mike Nichols y tengo que reconocer que me ha gustado. Tanto, como para empezar a preparar mi siguiente crítica sobre esta película de encuentros y desencuentros que mira de cerca un brutal choque con la infelicidad, el adulterio, las segundas oportunidades y un tortuoso proceso de conflictos sentimentales donde el deseo y la lujuria son el nexo de unión de dos parejas que se entrecruzan en sus vidas, desde una perspectiva muy adulta, pero que es, en realidad, una crónica de misantropía, cínica y acerba sobre el eogísmo en las relaciones de pareja.
Lo cierto es que hoy he recuperado mi amor (un tanto apagado) por ese ángel de rostro etéreo que es Natalie Portman.
Muy pronto, mi review de ‘Closer’ en el Abismo. De hecho, no sé por qué destaco esto como post, aunque creo que tiene que ver por la oportunidad de observar a nuestra Marty de 'Beautiful Girls' , más sexual, crecidita y mejor actriz que nunca.

miércoles, 26 de enero de 2005

Review 'The Aviator'

Howard Hughes: sueños y pesadillas
Scorsese contiene su megalomanía fílmica para abordar de forma solemne una historia sobre los infiernos personales de una seductora figura tan importante en el Hollywood clásico como lo fue Howard Hughes.
Magnate, productor, cineasta, pionero de la ingeniería aeronáutica, coleccionista de amantes, Howard Hughes pertenece a esa estirpe de personalidades del Hollywood Clásico que se han ganado (para bien o para mal) un puesto de honor en la Historia, mucho más allá del Séptimo Arte. Sobrino del escritor y cineasta Rupert Hughes, Howard fue de los hombres jóvenes más ricos del mundo al heredar la Hughes Tool Company, que administraba la mayor parte del petróleo de Texas. Apasionado por la aviación, llegó a plantarle cara al monopolio aéreo de la Panam al adquirir la TWA, siendo fue uno de los grandes de la RKO antes de llevarla a la quiebra. Descubrió ‘starlettes’ como Jean Harlow, Jane Creer, Jane Russell o Terry Moore, Hughes fue un vividor, un mecenas extravagante y uno de los modelos que no apareció en los títulos de crédito de ‘Ciudadano Kane’, de Orson Welles. Precisamente con esta figura, la película de Scorsese evidencia tener algún vínculo desde su prólogo, cuando en la infancia de Hughes se observa un elemento que le perseguirá a lo largo de su vida. Pero ahí se acaba cualquier comparación entre ambas películas (sería ilícito equipáralas), a pesar de narrar la odisea de dos hombres tan parecidos como Charles F. Kane y Howard Hughes, dos complejas personalidades; megalomanos, excéntricos, ambiciosos, soñadores y visionarios.
‘The aviator’ es el vehículo idóneo para que Martin Scorsese haya podido componer eso que tanto tiempo llevaba buscando: una entusiasta oda de amor al cine clásico, al viejo Hollywood de la Época Dorada, con una cuidada reconstrucción estética y argumental. Rebelde y kamikaze no sólo en el aire, sino también en el cine, en la vida y en el amor, la figura de Hughes es englobada en esta película en un próspero lapso de tiempo para el rico heredero, ubicándose tan sólo en sus dos décadas más gloriosas, ya que si bien podría haber recogido numerosos capítulos de su abrumadora biografía, Scorsese ha preferido destinar el metraje a sus logros, parte de su enajenación creciente y al taxativo viaje al tormento de un personaje problemático, de esos que tanto fascinan al director. No estamos, por tanto, ante un ‘biopic’, ni mucho menos ante una hagiografía, ni siquiera se ocupa ‘The Aviator’ en desglosar los episodios más importantes de su vida como poderoso magnate, amante o aviador, sino que Scorsese y su guionista John Logan sitúan este periodo fraccionándolo a lo largo de un viaje interno, de la lucha de un hombre contra sus infiernos. Un viaje a la cima del mundo que tiene como regreso un amargo tránsito a una habitación solitaria y mugrienta. Como su propia vida, inmersa en un concepto enfermizo, a modo de virus que coartaba su colérica propensión al aislamiento, Hughes se enfrentó a todo aquello que pudiese romper sus ambiciones y deseos, con un apego a la transgresión de los cánones de su época, de un modo obsesivo, como todo en Hughes.
En ese sentido, el filme muestra un personaje atormentado e inadaptado por su forma de ser, aislado debido a una sociedad que no le comprende, por lo que Hughes no está muy lejos de los representados en Travis Blickle, Henry Hill, Rupert Pupkin, Jake La Motta o Jack Pierce, pues todos ellos 'outsiders' que unen sus caminos en un sendero de perdición, entre la paranoia y la desalentada lucidez de una confusión gradual. Posiblemente si Howard Hughes hubiera muerto en uno de sus aparatosos accidentes de avión, habría sido recordado como un mito, como aquellos que viven intensamente y dejan un bonito cadáver. Al no ser así, Scorsese disecciona un recorrido que transcurre del mito a la caricatura, del héroe mediático a un personaje grotesco víctima de sí mismo, recluido en un apartamento, torturado por sus propios delirios de grandeza. No muy lejos de los terrenos explorados por el cineasta italoamericano, donde la vida acaba como una pesadilla que es necesaria vivir para expiar los errores e imprudencias y redimirlos con una (aunque sea pasajera) ascensión al equilibrio, a la armonía perdida.
‘The aviator’ se presenta como una lección de cine que resulta posible, en definitiva, porque a su director le interesa mucho más el declive ‘paranoico-compulsivo’ de Hughes y su lucha contra los ataques de la gran industria que por la reconstrucción del Hollywood vivido por el personaje, su vertiente de mujeriego o su esencia aventurera y suicida. Una estructura que no abandona Scorsese con esa insurrección de Hughes en el juicio final, mostrando su mayor brillantez y saliendo airoso de sus acusaciones cuando parecía que su locura y manías habían acabado por devorarle. Y lo hace centrado en una historia de dobles sentidos y perspectivas, bajo las que subyace la enérgica imaginería de uno de los grandes clásicos, tal vez el último, de la Historia del cine.
Scorsese contiene para ello su megalomanía fílmica, pero no su propensión a cierta mitomanía que llega a someter a la historia hasta un cierto punto de convencionalismo, justificando, a pesar de ello, su pericia narrativa, llena de épica en esta maravillosa crónica simultánea de una victoria ocasional y de un fracaso personal. Por eso, tras observar la caída en los infiernos de la locura, Hughes encara al Comité Judicial que lo acusa de quedarse dinero del ejército con una conquista momentánea, consiguiendo pilotar el ‘Hércules’ en su primer y único vuelo, para dejarlo sumido nuevamente en los lóbregos pozos de su perturbación, delante de un espejo, repitiendo una frase (“el camino hacia el futuro”), como fatal letanía que le llevaría a acabar sus días recluido y totalmente desequilibrado. Desde un punto de vista biográfico, tal vez se haya dado demasiada importancia a la parte romántica de la vida de Hughes, ya que no fueron los triunfos en cualquiera de los campos en los que probó suerte donde reside su leyenda, sino en su final, en la paradójica locura de un hombre que pudo reinar.
Sin embargo, aunque se contenga y la película sea menos turbulenta y amarga de lo que cabía esperarse, no deja de estar presente ese punto característico de corrupción y decadencia fatalista que tan bien despliega Scorsese. No obstante, se echa de menos su relación con Al Capone, su desastrosa gestión al frente de la RKO y su colaboracionismo anticomunista (aunque se manifieste en la breve secuencia protagonizada por Willem Dafoe).
Virtuosa reconstrucción de un hombre y su época, ‘The Aviator’ va trazando ese poema de ampulosidad operística de esplendor aventurero a través de la mirada de un personaje caótico y revolucionario, próvido amante con agitada vida sentimental. Pero, ante todo, deteniéndose en sus litigios personales contra un periodo de absolutismo político, social y en el mundo del cine. Tres apartados que sirven a Scorsese para exponer su dominio de la narrativa en secuencias que tienen como protagonistas a un L.B. Mayer que menosprecia a un ambicioso Hughes, cuando éste pide dos cámaras más para incorporarlas a las 24 que ya tiene para ‘Ángeles del Infierno’, el enfrentamiento en los despachos de la MPAA contra Breen, que dirigió el sistema de censura de Hollywood y, en su final, el brillante planteamiento del juicio en el Owen Brewster pretende hundir al magnate en beneficio de Juan Trippe, dueño de la todopoderosa PanAm. Todo ello evidencia una personalidad inabarcable, movida de forma desbordante por la pasión de la ambición y el talento.
Scorsese tampoco obvia su ardua y excesiva vida sentimental que ilustra multitud de romances; a veces manifiestos (como con Jean Harlow, Ava Gardner o Faith Domergue) o insinuados (el caso de Jean Russell o Bette Davis). Pero el cineasta y su guionista han preferido concentrar este aspecto en la relación más importante de la vida de Hughes; la que estuvo a punto de acabar en boda con Katharine Hepburn, ilustrado en uno de los momentos más románticos del cine de Scorsese, mientras Hughes observa pilotar a Hepburn y, consciente de su escrupulosidad, mira la botella de leche de la que acaba de beber la genial actriz para, sin miedo, sorber con la seguridad de haber encontrado un alma gemela, una inconformista como él que comprende sus paranoicas manías, aunque, como reconoce el personaje de Hepburn poco después, “Howard Hughes es demasiado Howard Hughes”.
Martin Scorsese ejerce en ‘The Aviator’ de exegeta fílmico, de metódico estudioso del cine de la Época Dorada, donde no falta cierta dosis de manierismo y virtuosa reconstrucción de la época, explícita y deliberadamente enfática y grandilocuente, a veces excesiva, pero siempre delimitada a una línea narrativa de perfecta sutileza, de puro cine clásico. Este laborioso trabajo visual es ejemplar debido al conjunto de exquisiteces que componen la cinta. Así, Robert Richardson propone un juego cromático intencional, ya que en la primera hora no existen los verdes y todo es aséptico e higienizado (con gamas de azulados diáfanos), para avanzar con un progresivo aumento del colorido ocre y terrosos y acabar la película en un escabroso verde intenso, afectado ya por toda la sociedad y el mundo que rodea a Hughes. Sólo hay color en el cielo (metáfora de la libertad del magnate) o en el ramo de flores que invoca sus mejores recuerdos.
‘The Aviator’ es un filme de intensidad creciente, argumentalmente eficaz y de un ritmo lúcido e intachable (hay que recordar los 166 minutos de duración), una consecución procedente, como en toda obra de Scorsese, de la edición de la gran maestra montadora Thelma Schoonmaker. Si a esto, añadimos el trabajo que Ferretti, LoSchiavo y Powell en el diseño de producción, los decorados y el vestuario, respectivamente, en conjunto, el filme sólo admite adjetivos superlativos.
Para Leonardo DiCaprio el reto de interpretar a Hughes le podría, a priori, haber quedado muy grande, debido, en gran parte, a la invitación al histrionismo que conlleva dar vida a un personaje en constante declive que cae en las redes de la locura. Pero el resultado es un espléndido trabajo de contención encomiable. Tanto en la interpretación de los arrogantes éxitos de Hughes, como en su degeneración psíquica, su sordera y los problemas de identidad del ambicioso millonario. DiCaprio deja emerger el lento intimismo de un hombre enfermo, atrapado por sus fobias, sus malsanas obsesiones y ese miedo que le conduce de forma inevitable a locura y la soledad. Del resto del reparto sobresale la exactitud y el riesgo con la que la gran y luminosa Cate Blanchett aborda un papel tan difícil como es el de dar vida en una interpretación conmovedora, con los amaneramientos y sofisticación de la gran impulsiva e indócil Katharine Hepburn. John C Reilly, el sobresaliente Alan Alda y un cada vez mejor Alec Baldwin componen minuciosamente los apoyos del gran DiCaprio. No se puede decir lo mismo de la pobre Kate Beckinsale, que sale un tanto desafortunada en su recreación de Ava Gardner. Mejor suerte corren Gwen Stefani, Jude Law y Kelli Garner al realizar prácticamente un cameo.
Scorsese, al que se ha intentado equiparar en minuciosidad y arrojo al mismísimo Howard Hughes, observa a lo largo del filme a su personaje con la perspicacia, la compasión y, hasta cierto punto, la admiración necesaria para concebir una película que, más allá de su grado de ‘encargo’, es una cinta donde cada rasgo, cada plano y la disposición narrativa con la que lo aborda se identifica con la obra de uno de los clásicos modernos más imprescindibles de la historia del cine. Estamos, por tanto, ante la primera gran película de este 2005 que acaba de empezar.
Miguel Á. Refoyo © 2004

Y los Razzies 2004

Pues si ayer había que dedicar un post a las nominaciones de los Oscars, hoy no queda más remedio que hacerse eco de los Razzies, esos premios antagónicos, antitéticos al glamour que reconocen, con gran juicio y acierto, las peores películas del año. Aquéllas que nos han hecho bostezar, dejándonos un residuo visual de mortificación y hastío que se merecen todos los oprobios vertidos sobre ellas.
Y, como no podía ser de otra manera en esta edición, la película que mayor número de candidaturas ha obtenido ha sido ese ímprobo producto de bostezo fílmico que es el desperdicio histórico de ‘Alexander’, de Oliver Stone. Una obscenidad doble si tenemos que esta superproducción ha costado 155 millones de dólares y sus responsables (a los que se les tenía que caer la cara de vergüenza) pretendían, ilusos de ellos, que este infraproducto pudiera haber sido una de las grandes nominadas a los Oscars de este año.
La gran sorpresa, definiendo la línea cínica y sarcástica de estos anti-premios se ha producido en las nominaciones de George W. Bush y Condeeleza Rice por sus patéticas personalidades demostradas en el documental del incendiario Michael Moore ‘Fahrenheit 9/11'. Será la primera y única vez en que tantas nominaciones a peores actores hayan satisfecho tanto a público como a su propio director, ya que son un total elogio a su trabajo.
Bueno, aquí os dejo las candidaturas de este año que son bastante justas, parece ser.
PEOR PELÍCULA
‘Alejandro Magno’ (Warner Bros.)
‘Catwoman’ (Warner Bros.)
‘Los Superbabies (Superbabies: Baby geniuses 2)’ (Triumph Films)
‘Sobreviviendo a la Navidad’ (DreamWorks)
‘Dos rubias de pelo en pecho’ (Columbia/Revolution)
PEOR ACTOR
Ben Affleck por ‘Jersey girl’ & ‘Sobreviviendo a la Navidad’
George W. Bush por ‘Fahrenheit 9/11’
Vin Diesel por ‘Crónicas de Riddick’
Colin Farrell por ‘Alejandro Magno’
Ben Stiller por ‘Y entonces llegó ella (Along came Polly)’, ‘Anchorman’, ‘Dodgeball’, y ‘Envidia’‘Starsky & Hutch’
PEOR ACTRIZ
Halle Berry por ‘Catwoman’
Hilary Duff por ‘Cinderella Story’ y ‘Raise your voice’
Angelina Jolie por ‘Alejandro Magno’ y ‘Vidas ajenas’
Mary-Kate & Ashley Olsen por ‘New York Minute’
Shawn & Marlon (The Wayans Sisters) ‘Dos rubias de pelo en pecho’
PEOR PAREJA EN PANTALLA
Ben Affleck junto a Jennifer Lopez o Liv Tyler en ‘Jersey Girl’
Halle Berry junto a Benjamin Bratt o Sharon Stone en ‘Catwoman’
George W. Bush junto a Condoleeza Rice o su puta mascota Barney en ‘Fahrenheit 9/11’
Mary-Kate junto a su gemela Ashley Olsen por ‘New York Minute’
Los hermanos Wayans travestidos o no en ‘Dos rubias de pelo en pecho’
PEOR ACTRIZ SECUNDARIA
Carmen Electra en ‘Starsky & Hutch’
Jennifer Lopez en ‘Jersey Girl’
Condoleeza Rice en ‘Fahrenheit 9/11’
Britney Spears en ‘Fahrenheit 9/11’
Sharon Stone en ‘Catwoman’
PEOR ACTOR SECUNDARIO
Val Kilmer por ‘Alejandro Magno’
Ah-Nuld Schwarzenegger por ‘La vuelta al mundo en 80 días’
Donald Rumsfeld
por ‘Fahrenheit 9/11’
Jon Voight por ‘Los Superbabies (Superbabies: Baby geniuses 2)’
Lambert Wilson por ‘Catwoman’
PEOR DIRECTOR
Bob Clark por ‘Los Superbabies (Superbabies: Baby geniuses 2)’
Renny Harlin y/o Paul Schrader por ‘El Exorcista 4: El comienzo’
“Pitof” por ‘Catwoman’
Oliver Stone por ‘Alejandro Magno’
Keenan Ivory Wayans por 'Dos rubias de pelo en pecho'
PEOR REMAKE O SECUELA
‘Alien v Predator’ (20th Century-Fox)
‘Anacondas’ (Screen Gems)
‘La vuelta al mundo en 80 días’ (Disney)
‘El Exorcista 4: El comienzo’ (Warner Bros.)
‘Scooby Doo 2’ (Warner Bros.)
PEOR GUIÓN
‘Alejandro Magno’, escrito por Oliver Stone, Christopher Kyle y Laeta Kalogridis.
‘Catwoman’, escrito por Theresa Rebeck y John Brancato & Michael Ferris y John Rogers.
‘Los Superbabies (Superbabies: Baby geniuses 2)’, escrito por Steven Paul y Gregory Poppen.
‘Sobreviviendo a la Navidad’, escrito por Deborah Kaplan y Harry Elfont & Jeffrey Ventimilia y Joshua Sternin.
‘Dos rubias de pelo en pecho’, escrito por Keenan & Shawn & Marlon Wayans and Andy McElfresh, Michael Anthony Snowden and Xavier Cook.

Homenaje: Santo Enmascarado de Plata

La leyenda del héroe azteca
El Santo Enmascarado de Plata es uno de los héroes más importantes del cine y un icono cultural y fenómeno sociológico en México.
Bien es sabido por los conocedores y amantes de los cómics y las leyendas que los superhéroes han encontrado sus raíces en la antigua mitología. Las grandes figuras legendarias, aquellos defensores de la masa popular que velan por la paz y la justicia han pasado a través del noveno arte, la literatura e incluso en la tradición oral a formar parte de la mal llamada cultura de masas, iconos sociales que se han acabado integrando en la erudición más inveterada. Es cierto que son sólo unos pocos son los que pasan con letras de oro a la profusa antología de héroes, mitos, celebridades que se aúnan en la memoria colectiva para traspasar así cualquier papel (ya sea de cómic como de literatura) para consolidarse como iconos en la vida de los que saben justipreciar el noveno arte; léanse los grandes clásicos como Batman, Superman, Iron Man, Spiderman... Seres de apariencia humana, algunos de ellos más humanos que el vecino que compra el periódico cada mañana y lleva una aburrida vida cotidiana, que ejercen una meritoria vocación de protección y defensa de la Humanidad vista eternamente desde una perspectiva idealista, adquiriendo poderes en circunstancias accidentales (cuando una explosión o la ingestión de una droga provocaron extrañas mutaciones en su estructura) o provenían de planetas lejanos.
También es indefectible que hayan sido productos basados en el mensaje subversivo (para bien o para mal) en la viñeta triunfalista instituida en un patriotismo exacerbado (generalmente de los yanquis) para deleite de las inquietas mentes sedientas de aventuras y sergas. Maravilloso, pero escasamente relevante. Por eso, más de cincuenta años después de su nacimiento, hay que reivindicar a uno de los héroes más desconocidos en estas lindes españolas, pero que ha marcado con su sencillez una leyenda en un país tan excepcionalmente atrayente (por su cultura, su gente y su entorno nigromántico) como es México. Un superhéroe que rompe los cánones, que ha sido capaz de delimitar su propio territorio ante la tiranía viñetística americana. Por supuesto, el mítico y poco valorado Santo Enmascarado de Plata, una de las efigies más fundamentales en la idiosincrasia azteca que debería ser conocido como un héroe ecuménico y significativo en cualquier parte del planeta. Nacido de la inspiración de ‘El fantasma’, personaje creado en 1955 por Lee Falk, Santo Enmascarado se ha consolidado como una figura imprescindible, símbolo de una tradición que ha llevado consigo la admiración y furor no sólo de los propios mexicanos, sino de aquellos que saben descubrir hipnóticos emblemas reveladores de otras culturas exóticas, fascinantes, mágicas.
Santo no se parece a los superhéroes a los que estamos acostumbrados a leer, a aquellos dibujos de contornos perfectos surgidos de la pluma de Stan Lee, Jack Kirby o Simon Bisley, sino que (salvando las distancias) está más cerca de los trazos violentos y decididamente bizarros de C.C. Beck e Infantino. Este héroe mexicano encuentra la grandeza que le rodea y le hace más extraordinario que otros ídolos en su nacimiento del pueblo, en la realidad social de la que surge. Santo es original, fundamentalmente, por su procedencia: un campeón de lucha libre que se enfrenta a sus regios enemigos cimentado exclusivamente en sus grandes facultades físicas, en unos poderosos y diestros puños preparados para la lucha y en esa peculiar e incomparable máscara que todo el mundo conoce, aún sin haberle visto nunca. Su mitología se acrecentó (eso sí, con escasa repercusión fuera de sus fronteras) al convertirse en el protagonista de un genial y desagraviado género cinematográfico que se sale de todos los referentes habidos y por haber. Un cine basado en los luchadores mexicanos. Algo que aquí puede sonar indiferente pero que en su tierra asigna una impronta bastante cardinal. Entre 1952 y 1983 Santo ha agrandado su figura a lo largo de medio mundo gracias a más de 150 películas centradas en esta enseña sudamericana.
Antes de que el luchador Rodolfo Guzmán Huerta encarnara al hombre que se ocultaba tras la máscara plateada y diera vida a ese ser fantástico combativo y aguerrido durante más cuarenta y cuatro años consecutivos, los cómics auspiciados por Jesús Lomelín y dibujados por José G. Cruz habían llenado de ocio y mitología una figura de gran envergadura tanto cultural como social, que alcanzó su máximo esplendor en los años 60, sin duda alguna donde residen las mejores películas de este icono mexicano.
La primera aparición de Santo tuvo lugar en 1952, cuando René Cardona adaptó uno de los cómics de G. Cruz y se llevó a cabo ‘El Santo Enmascarado de Plata’, una película de serie B que, a medio camino entre el experimentalismo y la viñeta más zafia, ofrecía la mejor perspectiva del luchador que nunca se plasmó en pantalla, un héroe (casi semidiós) protector de los menos favorecidos económicamente, un superhéroe atómico e invencible, lo más parecido al cómic visto en la gran pantalla que se ha creado en México (y en el fondo extensible a los fastos cinematográficos). El productor Alberto López vislumbró el potencial de aquella efigie de éxito fulminante y firmó un contrató exclusivo con un producto que se convertiría en el más rentable de la historia de México.
Desde su primer filme oficial, bajo el inconfundible sello de la productora de López llegaría ‘Santo contra el cerebro del Mal’, la inolvidable cinta de Joselito Rodríguez, que abrió un auténtico filón engrandeciéndose a continuación con numerosos filmes, entre los que destaca Santo contra los hombres infernales’, autentico génesis de una filmografía que acompañaría a Guzmán Huerta hasta su muerte en 1984. Tras siete filmes (sobresaliendo particularmente ‘Santo contra los zombies’) el luchador del antifaz dejó el cine para dedicarse a su verdadera vocación: la lucha libre. Pero ante el clamor de una enorme nación como es la chicana, volvería en 1962 con ‘Santo contra las mujeres vampiro’, bajo las órdenes del carismático Alfonso Corona Blake, una de las cintas con mejor acabado y guión sobre este personaje. El cine del Santo Enmascarado de Plata es un cine sin pretensiones, divertido, optimista, en la que la cultura mexicana se refleja a modo de radiografía social y convierte al Santo en la representación de una esperanza, de una quimera del México más pobre, del ideal de los estratos sociales más necesitados de héroes como Santo.
Por eso en películas como ‘Profanadores de tumbas’, ‘El hacha diabólica’ o ‘El tesoro de Moctezuma’ Santo siempre es derrotado temporalmente, como signo evidente de afinidad con el pueblo, pero que, en finales apoteósicos de lucha y violencia, el héroe logra vencer de forma indiscutible, con victorias a favor del bien y de los grandes valores occidentales y religiosos. Lo que es, en realidad, el anhelo del vulgo a quien iban dirigidas este tipo de filmes. Además, Santo siempre estuvo rodeado de bellas y exuberantes mujeres, algunas representadas también en inexorables adversarias, como las misteriosas Lorena Velázquez y Ofelia Montesco en ‘Santo vs. las mujeres vampiro’ o las turbadoras Maura Monti y Eva Norvind de ‘Santo contra la invasión de los marcianos’; otras, como las esculturales Elizabeth Campbell o Amedée Chabot fueron subyugadas por el donaire del hombre de la máscara plateada. Pero a todos los que hemos seguido desde nuestra infancia las aventuras de este peculiar héroe quedará en la retina el cuerpazo desnudo de Meche Carreño en los episodios de ‘El barón Brákola’.
Todo un género con su propia tradición. Lucha sin límite de tiempo y sin tregua, en constante actitud beligerante contra el mal, ante su impasible máscara de plata han desfilando los villanos más insospechados de la literatura o el cine: un estrangulador que opera en un teatro de variedades (‘Santo contra el estrangulador’), marcianos invasores (en estética muy hermanada a la de Edward D. Wood Jr.), villanos del ring, cazadores de recompensas, mafiosos terroríficos, momias vengativas (‘Santo contra las momias de Guacajanato’), Frankenstein, Drácula (‘Santo en el tesoro de Drácula’), monstruos, muertos vivientes, asesinos de otros mundos, secuestradores y el ‘asesino de la televisión’ (figura mítica en la cultura catódica mexicana), algunos de los muchos enemigos de este mítico superhéroe que vería su fuerza duplicada con otro mito del cómic mexicano como lo es ‘Blue Demon’ en filmes como ‘Santo y Blue Demon en el mundo de los muertos’ y ‘La Atlántida’.
Muchos fueron los grandes cineastas que compartieron filmografía con Santo, cineastas que con su desparpajo y gran visión de la aventura cinematográfica crearon uno de los géneros dentro del fantástico que muy pocos conocen de verdad y en toda su extensión: el cine ‘psicotrónico’ mexicano. Películas de serie B y Z centradas en los mitos alquímicos provenientes de la religión y creencia azteca que otorgaron creadores de la talla de Gilberto Martínez Solares, René Cardona, Alfredo B. Crevenna, José Díaz Morales o el mencionado Alfonso Corona Blake. Directores de culto que representan el ideal del auténtico sentimiento de lo que es el fantaterrorífico más genuino y valedero.

La 'Scream Queen' del tenis femenino

Ha vuelto a ser noticia. Maria Sharapova está empezando a ejercer de gran musa en muchos dominios dentro del mundo del tenis femenino. Su escultural belleza de elegancia rusa, su tersa piel blanquecina, su mirada felina y su potencial como excelente jugadora en el circuito tenístico la han convertido en la nueva reina, en la chica de moda. Lo tiene todo; es guapa (muchos le han otorgado el reinado de 'la jugadora más sexy' que desde hace años ha tenido Kournikova), alta (1,83), potencialmente progresiva en un juego encandilador y, sobre todo, un elemento privativo que la hace destacar entre sus rivales: sus furiosos y exagerados gritos que resuenan en los campeonatos como auténticos huracanes.
Si habéis visto los telediarios de hoy sabréis a qué me refiero. Esos alaridos surgidos de la potente garganta de Maria Sharapova en un deporte donde el silencio forma parte del juego la han convertido en la emperatriz de los gemidos, en la czarina de unos gritos que, con los ojos cerrados (por lo menos a mí), a uno le da por imaginar con el flanco más lascivo del cerebro y en vez de con una raqueta en la mano, inconscientemente se fantasea con otros menesteres que poco tienen que ver con el deporte del tenis. Ella, tumbada, semidesnuda y expedita a nuevas sensaciones, asiendo fuertemente la sábana mientras… Bueno, dejémoslo ahí.
Escuchándola, la imagen que me viene a la cabeza recuerda, en analogía pura por el sentido auditivo, es Devon, la actriz del cine porno de Vivid también poseedora de un agudísimo baladro cuando aúlla de placer en esas películas deshonestas de las que soy tan seguidor.
Sharapova no sé (supongo que sí) si es consciente del morbo sensorial y sonoro que despierta. Ni siquiera las multas que paga por lo escandaloso del asunto la detienen. Simplemente, tengo que reconocer que cuando grita con fuerza en cada golpe, a mí me pone, amigos.

martes, 25 de enero de 2005

Nominaciones Oscar 2004

O… Candidaturas. Cuando estudiaba Periodismo, uno de los muchos gañanes que tuve como profesores de redacción insistía persistentemente en no utilizar el verbo ‘nominar’ cuando, hipotéticamente, tuviéramos que escribir sobre los Oscars. Yo, por supuesto, saliéndome de la norma, jamás utilicé la palabra candidatura (como era la preferencia del catedrático), sino que perseveré en las familiares nominaciones (ya aceptadas por la Real Academia) y cuando había que utilizar sinónimos empleaba ‘proposiciones’ que, al fin y al cabo, es lo mismo.
En cualquier caso, las nominaciones de este año no han dejado ninguna sorpresa que destacar. Al igual que en los Goya del próximo domingo (donde persisto en decir que la peli e Amenábar ganará, al menos, 12 premios) parece que todo está muy claro en las principales categorías. Empezando por las 11 candidaturas (mira tú por dónde) de ‘The aviator’, de Scorsese a la que siguen ‘Finding neverland’ y ‘Million dollar baby’ con siete cada una y las sendas cinco propuestas de ‘Ray’ y ‘Sideways’.
Si, como todo parece indicar (olvidando que no ha ganado el Globo de Oro), Marty gana el Oscar como mejor director y su cinta sobre Howard Hughes se lleva los premios más importantes, será esta 77 edición de los Oscar la que marcará la reconciliación de Hollywood con Scorsese, a quien la crítica asegura se le debe una estatuilla desde ‘Taxi driver’.
Algunas sorpresas agradables: Catalina Sandino Moreno por ‘María eres llena de gracia’, Jaime Foxx como secundario por ‘Collateral’, que ‘Diario de motocicletas’ sí esté en alguna candidatura importante (mejor guión adaptado), la nominación amejor guión apartado de para Richard Linklater, Kim Krizan, Julie Delpy y Ethan Hawke por ‘Before Sunset’ y que una cinta como ‘Hotel Rwanda’ haya tenido varias nominaciones lo que hace albergar la esperanza de verla por estos lares.
Algunas sorpresas desagradables: que no esté Jim Carrey por ‘Eternal Sunshine of the Spotless Mind’. Que ‘La casa de los puñales voladores’ no esté entre las mejores cintas de habla no inglesa y sí en fotografía, por ejemplo.
Lo que todos sabíamos: que ‘Mar adentro’ estaría nominada y que va a ganar el Oscar. Aunque si la alemana de Oliver Hirschbiegel ‘Contra el muro’ gana el premio no seré yo quien lo lamente. También era previsible, aunque en este país no se quiera reconocer, que Javier Bardem no iba a estar nominado entre los cinco elegidos al Oscar. Para mí es algo de sentido común, no porque no se lo mereciera.
La sorpresa española: No es la absurda nominación de Jo Allen y Manolo García por crear la calva de Bardem en ‘Mar adentro’ (ya se lo dieron hace dos años por crear una nariz a Nicole Kidman en 'Las horas'), sino esa cojonuda noticia de que Nacho Vigalondo esté nominado por su cortometraje ‘7:35 de la mañana’. Es curiosa la trayectoria que tienen los escasos trabajos de corta duración españoles que participan en esta fiesta de boato e intrascendencia. Os explico, el corto de Vigalondo no está nominado a los Goya, a todas luces, de un modo bastante injusto, pero paradójicamente sí está en los Oscar. Ahora la Academia estará apoyando a Vigilando y su corto que ellos verán como un triunfo español. Pero lo curioso es que ‘Esposados’, de Juan Carlos Frenadillo, posiblemente el mejor corto que se haya hecho en este país, no ganó ese merecido Goya (y no recuerdo si estaba nominado o no) el año que estuvo a puntito de llevarse al tío Oscar a casa. Lo que es cierto es que este cántabro puede estar satisfecho porque si no había tenido suficiente repercusión su trabajo (es uno de los cortos más premiados del año), la selección para participar en estos Oscars le abrirá muchas puertas.

lunes, 24 de enero de 2005

'Bésame... bésame muuucho'

Coincidiendo con la muerte de la compositora mexicana Consuelo Velázquez, a todo el mundo se les ha despertado su vena romántica y ha recordado esa hermosa canción que es ‘Bésame mucho’. Unas estrofas que suenan en varias versiones a lo largo de ‘Grandes esperanzas’, para el que esto suscribe la mejor película de Alfonso Cuarón. ‘Grandes Esperanzas’, fue una nueva versión del clásico de David Lean ‘Cadenas Rotas’, ambas basadas en la gran obra del maestro del realismo inglés que es Charles Dickens. La historia de Pip, el niño huérfano que vive de puta pena con su hermana y su marido siempre ha sido una constante referencia en aquellos que pensamos que aún se puede recurrir sin ñoñerías a un título digno cuando se trata de esto tan complejo y turbulento del amor. Es una novela maestra que trata el sentimiento de la pasión de la forma más impresionante y proverbial que podamos llegar a imaginar. El pequeño desgraciado (en realidad la representación ideal de cualquier gilipollas que esté o haya estado enamorado) se embelesa con la bella niña Estela, la protegida de Madame Havisham. En el comienzo de la trama hemos sabido que Pip ayuda a un reo a escapar de la prisión, el rudo Magwitch, que, sin embargo, es atrapado en su huida. No obstante, el reo ha visto cómo por una vez en la vida una única persona que ha hecho algo bueno por él.
La vieja Havisham es uno de los personajes más asombrosos que se hayan creado jamás. Es el Mal, con mayúsculas, el rencor desproporcionado que acojonaría al mísmisimo Darth Vader. La ira y la venganza representadas en una mujer que odia profusamente a los hombres porque su prometido la dejó plantada en el altar horas antes de casarse. Para su siniestro plan, educa a la pequeña Estela en función de un solo objetivo: hacer sufrir a todo aquel que se enamore de ella. Estela putea todo lo que quiere y más a Pip, que a pesar de haberse convertido en un noble gracias a un misterioso benefactor, no puede querer nada más que a la chica. Estela, deshonrada por su marido, se refugia junto a Pip cuando el misterioso del bienhechor que le ha hecho rico resulta ser Magwitch, el presidiario que había ayudado el niño cuando este se había fugado y que es, además, el padre de Estela. Suena a mediocre culebrón. Pero os aseguro que no lo es.
Es una de las novelas que más me marcó cuando la leí en aquella infancia absurda en la que se cree una serie de conceptos vitales que luego, en la edad adulta, se disipan en un brutal escepticismo llegado en forma de hostias existenciales, de mentiras que un día parecieron evidencias esperanzadoras. Como esa representación del amor en estado puro, del condicionamiento al que te lleva estar enamorado sabiendo lo mucho que puedes sufrir con todo eso. La versión de Lean está considerada un clásico del cine. Pero no es mi predilecta. no obstante, la de Alfonso Cuarón es mucho más eficaz, emotiva, tierna y dinámica que la del director de ‘La hija de Ryan’. Pip pasa a ser en esta nueva odisea ‘dickensiana’ Finegan Bell (Ethan Hawke), que también se enamora de una hermosa (y no menos inicua) Estela, convertida en mujer orgullosa y desdeñosa que encarna Gwyneth Paltrow. Anne Bancroft es, en este caso, la Señora Dinsmoor, la vieja Havisham en las anteriores Dickens y Robert de Niro es Lustik, que hace las veces de Abel Magwitch. Cuarón imbuyó a este clásico moderno de un sentimiento inhabitual, adaptando el Londres de la obra al Nueva York más cosmopolita, de la aristocracia adquirida por Pip a la fama como pintor de Fin y la venganza de la señora Dinsmoor en un ahondamiento de su pesar mucho más sincero que el de Lean.
Cuando Fin, roto por el dolor y en la cima del mundo llega a la mansión de Dinsmoor para decirle a Estela que ya está allí, que es rico, que está en la cima del mundo y que todo lo que ha hecho lo ha hecho por ella, el personaje de Bancroft le deja subir y Fin descubre que Estela se ha casado y le ha abandonado, a pesar de quererle. Una gran putada consolidada en el plan más macabro llevado a cabo por un personaje a favor de un objetivo de maldad emocional. Siniestramente oscuro y descorazonador. En la peli de Cuarón, Fin coloca la mano de Dinsmoor en su pecho y recita las mismas frases que la vieja amargada le susurró al principio de la película, cuando era un inocente niño asustado: “¿qué es lo que hay aquí?”, le dice con la mano en su torso, “un corazón roto”. Puede parecer una mariconada de escándalo. Tal vez lo sea y me esté convirtiendo sin saberlo en un Ernesto Sábato de tercera. Pero lo cierto es que 'Grandes Esperanzas', tanto en su faceta literaria como en sus dos adaptaciones cinematográficas, representa muy bien a ese diabólico ser tan complejo que es la mujer y el mundo del corazón en su faceta más trágica y romántica.
Si tenéis oportunidad de verla, hacedlo. Es una de las obras del cine moderno que hará que creáis todavía en las historias de amor bien contadas y que sirve, en cierto modo, como homenaje a la muerte de Consuelo Velázquez, la cual, por cierto, además de escuchar cómo en varias ocasiones y en diferentes versiones se escucha su canción más conocida en este filme, tiene canciones involvidables en películas memorables. Algo que podéis comprobar en su ficha de IMBD.

Dos noticias antes de morirme de cansancio

De lo primero que me he enterado nada más encender esta máquina del Demonio que es Internet es que Johnny Carson, el legendario comediante y presentador de la televisión estadounidense, ha fallecido a los 79 años de edad. Nos hemos quedado, por tanto, sin 'Carnac el magnífico' y tantos otros personajes. Aquella sintonía del ‘Tonight Show’ que daba lugar al posterior grito de Ed McMahon que formulara con su voz inconfundible aquella frase inolvidable: “Heeeeere’s Johnny!” y que se extendió a lo largo de varias décadas en la cadena NBC. Un tipo que sabía qué era una televisión digna, sí señor. Un maestro del que podrían aprender algunos gañanes autodenominados líderes de audiencias aquí, en este circo mediático que es España.
Una pena. Pero como bien establecí hace pocos días, no quiero que este espacio multitemático se convierta en un velatorio de celebridades.
Por otra parte, he leído la siguiente noticia en varios medios de la red: “Los hombres jóvenes e inteligentes tienen menos tendencia a suicidarse”. Elucidaría algo sarcástico sobre este impresionante y sorprendente develamiento científico (hay que ver qué prodigiosos hallazgos, oiga), pero estoy tan cansado que mis dedos ya no pueden teclear ni una sola palabra más. Hasta mañana, amigos del Abismo.