lunes, 10 de enero de 2005

Grandiosa maquinaria de promoción

Ana Rosa Quintana, diva por excelencia de esa extraña mezcla de televisión limítrofe en la basura y el interés general, ha entrado con fuerza en las mañanas de Telecinco, estrenando su nuevo programa tras su maternidad al borde de la menopausia. Un primer programa enfrentándose a la Campos siempre tiene que tener un golpe de efecto. Y lo ha encontrado. Vaya que si lo ha encontrado, nada más y nada menos en tener como invitada a Ramona Maneiro, "Moncha", saliendo a la palestra para despejar todas las incógnitas al admitir finalmente que fue ella quien le dio el vaso con una solución de agua y cianuro a Ramón Sampedro "para que dejen de especular". Como si alguien hubiera dudado alguna vez de quién fue.
Lo curioso de todo no han sido las conmovedoras palabras de Moncha, ni su sinceridad al explicar todo el proceso de la muerte de Ramón, incluso de su certeza del sufrimiento de éste cuando bebió el cianuro y toda la historia a la que bien nos referían los numerosos documentales utilizados como recreación para ‘Mar adentro’. Lo curioso de todo ha sido entre las noticias de hoy se ha podido comprobar lo bien que le va a Amenábar en Palm Springs presentando 'The Sea Inside' (hay que llamarla así para cuando le den el Globo de Oro, los 12 Goyas y el Oscar) junto a Nicole Kidman (a la que ha entregado un premio con ese saber estar y ese depurado inglés que tiene el cineasta español) y el aspirante a todos los premios del año por su portentosa interpretación Javier Bardem. Y es que hay que ver cómo una campaña tan grandiosa y jamás vista en nuestro cine ha dado unos frutos que nadie hubiera imaginado (ni siquiera José Luis Cuerda que se ha quedado sin su merecida ración).
Un mes antes de estrenarse la película el pasado septiembre, cada día, casi todos los telediarios nacionales recapitularon el trágico y polémico suceso de Sampedro para, seguidamente, crear aún más expectativas y otorgarle una impagable promoción gratuita a la película de Amenábar. Bien, tras el exitazo posterior de la cinta, lapso no mejor aprovechado para sacar a colación en cualquier momento de la semana el caso de Sampedro, se alargó narrando, por ejemplo, cómo en su día Sampedro repartió 11 llaves entre sus amigos y a cada uno le encomendó una tarea para evitar que nadie fuera condenado por ayudarle, como en la película de Amenábar. Varios fueron los documentos visuales del pasado, los debates acerca de la eutanasia y demás menesteres surgidos de polémicas y defensas con el filme siempre presente.
Hoy, con la proximidad de los Globos de Oro (el próximo domingo) y en plena promoción para lograr la candidatura al Oscar, me sorprende esta pequeña coincidencia (no sé si buscada o no). Habrá que ver cuándo la cinta de Amenábar se haga con el Globito a la mejor película extranjera, arrase en los Goya y, si todo sale como lo tienen calculado, gane el Oscar el próximo febrero qué medios utilizarán para que se siga hablando, cinco o seis meses después, de su película. Hay que reconocer que la maquinaria que rodea a Alejandro es impresionante. Imaginaos por un momento que el cine español manufacturara y vendiera películas en la forma en la que lo está haciendo esta buena gente. Imaginad si los americanos, tan dados a los ‘remakes’, siguen las mismas pautas con la vida y muerte de Diane Pretty.
Al final, la cinta de Amenábar está consiguiendo logros que ni siquiera imaginaron Alejandrito y Mati Gil cuando se les ocurrió la gran idea de llevar la vida de Sampedro a la gran pantalla.
PD: Quien crea que estas líneas son un ataque o crítica cínica al pequeño Amenábar y su filme que eche un vistazo a esto.

Esta noche en La Primera... 'South Park, Bigger, Longer & Uncut'

¡¡¡Patada en los cojones a la hipocresía!!!
Matt Stone y Trey Parker reinciden de forma magistral en la idea de libertad crítica que ha hecho de su obra maestra catódica un fenómeno de masas.
La serie norteamericana ‘South Park’ nació en 1997 como comprometido e inverosímil envite a la innovación más radical en el siempre condescendiente género de la animación. Sus creadores, Matt Stone y Trey Parker, concibieron entonces la gran serie catódica de culto para un público adulto y juvenil abierto a la inteligencia y a la especulación. Para ello, nada mejor que adoptar la célebre Cut Out animation de Terry Gilliam y darle forma europea Koniec personificada por cinco entrañables críos con los el público pudiera disfrutar. Los monstruitos Stan, Cartman, Kyle y Kenny son los pequeños maldicientes analistas sociales precoces que, involuntariamente, escarban, de forma brutal e insensible, en las más despreciables hipocresías contemporáneas pasando con letras de oro al pináculo de la televisión más sarcástica vista hasta la fecha. ‘South Park: más largo, más grande, sin cortes’, inevitable adaptación de la polémica serie a la gran pantalla, es la mejor aportación que estos dos genios de nuestro tiempo podían aportar al celuloide, la obra necesaria para alimentar el cada vez más suculento universo del culto y la serie B.
La creación de Stone y Parker es, simplemente, una dilatación de lo más inherente de una serie magistral y corrosiva, es decir; violencia, tacos, contenidos groseros, sexo bizarro, situaciones imposibles y, sobre todo, una profunda autoparodia de la sociedad estadounidense (en realidad de la civilización moderna universal) y de los valores tramoyistas camuflados en la moralidad y en la disciplina, en último término, en la corrección política. Muy cerca del espíritu ‘gore’ y vehemente de Bill Plympton, ‘South Park’ es la más clarividente autorreflexión diatriba de nuestro cine contemporáneo, en la que los furibundos excesos de salvajismo, racismo, escatología e insolencia sirven como asepsia de la hipocresía y el credo arteramente conservador. Saltándose todas las normas de la compostura moral, los creadores de ‘South Park’ dinamitan la animación para formular una honesta declaración de principios que se transforma en axioma de la libertad de expresión y verdad ecuménica, haciendo de su objetivo, paradójicamente, un categórico aleccionamiento sobre nuestro entorno social.
Utilizando el lenguaje que ‘supuestamente’ molesta tanto al espectador doctamente erudito, nos encontramos ante la mayor patada en los cojones de aquellos ignorantes que promueven el odio, la estupidez y la intolerancia escudándose en las normas yendo en contra de la libertad y la heterogeneidad, términos aplicables a esta obra maestra sardónica y cínica. Por medio de la habitual tónica de la serie televisiva, siguiendo su estilo soez y admirablemente directo, ‘South Park: más largo...’ impone mediante sus estridentes ‘gags’ y sus ofensivas canciones un escrutinio de los estamentos oficiales, de la familia, la amistad, la política, del mundo del espectáculo (cebándose con personajes como Sadam Husseim, Bill Gates, los hermanos Baldwin o Winona Ryder), imposibles de superar en el cine actual. Walt Disney moriría de una hernia inguinal (o dolor de huevos, mejor dicho) si viera la salvajada más desternillante y espectacular de los últimos tiempos.
Si bien el doblaje español no está a la altura de las circunstancias, ‘South Park’, el largometraje, expone, sincera y abiertamente, un nuevo concepto de animación a reivindicar, basada en el ingenio y en la fuerza de unos chistes capaces de guillotinar las conciencias más catequistas y autocráticas. Como bien enuncian en el filme: "Viva la Resistènce". Ya tenemos nuestro propio enema para evitar la falsaria circunspección.

domingo, 9 de enero de 2005

Una base de posts para el Abismo

Bueno, amigos del Abismo. He estado algún tiempo creando, de forma provisional (hasta que tenga más conocimientos de diseño de webs y demás) una útil seccion que intenta recoger absolutamente todo lo que pasa por esta weblog.
Lo he hecho debido a que la estructura de Blogspot(es decir, del Blogger) hace que muchos textos queden recogidos en archivos mensuales que casi nadie suele visitar. En 'El fondo del Abismo' podréis encontrar todos los articulos y reportajes ordenados por categorias y acceder a ellos de una manera facil y comoda.
He colocado un banner en la columna de la derecha, en la parte inferior.

Un título deportivo para Salamanca

Después de cinco minutos extra de una prórroga, el equipo de baloncesto de Salamanca Perfumerías Avenida se ha hecho con la Copa de la Reina tras vencer en una disputadísima final al Mann Filter por 74-68 con una excepcional Nuria Martínez como protagonista, que ha acabado llevándose el MVP del campeonato. Ha habido un momento en que el partido parecía perdido, cuando el árbitro ha organizado una absurda sangría contra el conjunto salmantino, pitando dos técnicas y una descalificante para la acojonante Tamika Whitmore y otra técnica para el técnico José Ignacio Hernández. Pero el equipo charrito se ha repuesto y al final ha logrado la gesta que tanto había buscado años atrás.
Qué gran partido.
¡Enhorabuena chicas!

El polémico beso de Elektra

A veces el ridículo mundo de Hollywood muestra su rostro más cutre y cetrino cuando para lanzar una nueva película (si es superproducción, mucho mejor) se utilizan las estrategias más chabacanas y obvias que uno pueda llegar a imaginar. En Estados Unidos, acostumbrados a vivir en una burbuja de hipocresía y falsedad, el tema homosexual es algo tan extravagante en los tiempos que corren, que su inocua utilización en una película será una de las atracciones del presente año. Pues bien, un simple beso entre dos mujeres ha destapado la caja de los truenos en el país donde puedes comenzar una guerra ilegal, pero en el que la tolerancia sexual es nula en cualquiera de sus aristas artísticas.
Bien, al tema. ‘Elektra’, la película en la que Jennifer Garner repitiendo el papel que ya interpretara en la deslucida ‘Daredevil’, acaba de provocar la primera polémica del año al lanzar un vídeo en el que la heroína es atacada por la actriz y modelo Natassia Malthe, que da vida a Typhoid Mary. No hay peleas, ni luchas cuerpo a cuerpo en el barro marcando formas, ni ‘dildos’ introduciéndose en ningún orificio. El escándalo se produce porque Typhoid besa a Elektra en la en la boca para quitarle la vida. Ya ves tú.
Eso, en USA es considerado como una licencia hacia el libertinaje más insolente y provocador. Evidentemente, la Garner le resta importancia al asunto asegurando que no es para tanto. Y no lo es, pero lo cierto es que como táctica para que se hable de la película mucho antes de su estreno está dando sus frutos.
Juzgad vosotros mismos.
Los vídeos proceden de IGN Filmforce

sábado, 8 de enero de 2005

Una tarde en 'Sleepy Hollow'

Visual, genuino y hermoso cuento
Consolidado como uno de los autores más personales y fieles a sí mismos del cine moderno (a pesar de algunos traspies por todos conocidos), el genuino Tim Burton volvió a su mundo de lóbrega fantasía con un cuento clásico en la naciente literatura norteamericana del genial y visionario Washington Irving.
‘Sleepy Hollow’ nos sumerge de lleno en la oscura y lóbrega idiosincrasia burtoniana, dotada con la fuerza de unas imágenes que sólo pueden emerger de la imaginería de este genio del Séptimo Arte. La historia del misterioso jinete sin cabeza que comienza a decapitar a los habitantes de un pequeño pueblo rural y la llegada del detective Ichabod Crane (Johnny Deep) para su resolución, va a marcar el comienzo de una pesadilla en la que los sueños, la alquimia, el terror y el amor se entremezclan en un ambiente enrarecido por un paraje insólito e inquietante. De nuevo, Burton nos presenta a un personaje sombrío, Ichabob Crane, angustiado, incomprendido y confundido en un mundo de tintes épicos y lejanos. Esta fábula fantástica (con más romanticismo que terror) en el que ambiente agónico y tétrico de un pueblo tenebroso, le sirve como referente al director de ‘Batman’ para desarrollar una historia que, pese a algunas aportaciones innecesarias del guión de Andrew K. Walker (‘Seven’), solventa cualquier mínimo defecto con un vigor visual y estético insuperable envidiable devolviéndonos al Burton más visionario y representativo tras la colorista ‘Mars Attacks’.
Remedo testimonial y magistral de los ambientes góticos de las películas del genial (y olvidado) Mario Bava y las películas de corte terrorífico de la Hammer, Burton aporta una obra estéticamente exquisita, definiendo una personalidad incomparable, asignando al filme una tenebrosidad cromática suntuosa, gótica, a la vez melancólica, que se desliza entre el género de terror y el ‘thriller’ con la comedia más tradicional, uniéndose ambos géneros en un cuento de fantasía en momentos surreal... Pero no sólo tributa una oscura narración épica, Burton vuelve a ironizar de forma malsana con la condición humana, con la naturaleza pusilánime del ser humano, con los ‘freaks’ que habitan en la extraña urbe que totaliza el pueblo réprobo. Ante ellos, el insólito Ichabod, va descubriendo la maldad y el caos, la traición y el miedo de unos habitantes que terminan por resultar entrañables.
La fotografía de Emanuel Lubezki y la orquestación nigromántica y enigmática de su inseparable Danny Elfman no hacen sino dignificar aún más un trabajo que eleva a Burton a una posición privilegiada dentro del cine actual. Una de las mejores aportaciones al cine de Burton que se revelaron aquí fue la presencia de una Christina Ricci fascinante, capaz de expresar con una mirada lo que otras actrices de su generación van a obtener con toda su carrera. La soberbia atmósfera con la que Burton reflejó este cuento terrorífico y preciosista conviertieron a ‘Sleepy Hollow’ en una ufanía visual, en un placer para el espectador entusiasmado ante esta película personal, dinámica, que no requiere de técnicas digitales para conseguir un ambiente que desde hacía tiempo nadie conseguía y que, de algún modo, reivindica la validez de un estilo de cine postergado.

Que tiemblen los cimientos de la prensa rosa yanqui

El agente de Brad Pitt ha difundido la siguiente nota de prensa:
“We would like to announce that after seven years together we have decided to formally separate. For those who follow these sorts of things, we would like to explain that our separation is not the result of any speculation reported by the tabloid media. This decision is the result of much thoughtful consideration”.
¿Qué quiere decir esto?
Que el matrimonio mejor avenido de Hollywood formado por Pitt y Jennifer Aniston ha dejado de serlo después de siete años de felicidad aparente.
Y yo aquí, escribiendo esta necedad, en pijama y con resaca.

Primos de las ratas y los murciélagos

Acabo de leer que los murciélagos y los humanos descendemos del mismo ser vivo. Como todos los mamíferos. La revista 'Genome Research' de diciembre publica un notable rastreo matemático de los genes de los principales mamíferos para concluir en la descripción genética de ese "Adán" jurásico del cual todos descendemos. Compartimos genes entre las especies. Y los humanos hemos perdido un 25% de los genes que una vez compartimos con ese ser inicial. Las mutaciones han hecho su trabajo. Curiosamente, la rata, el ratón y el puerco espín han perdido más genes del primigenio animal que nosotros, los humanos. Por eso es comprensible que todos viviamos en un 'Myotis myotis' gigantesco, donde los institnos primiegnios y ancestrales se destapan a lo largo de la noche. Yo siempre he pensado que el ser humano es un animal nocturno por naturaleza, readaptado al día como castigo por sus pecados.
Imaginaos por tanto la nada descabellada idea de pensar en un 'hombre-murciélago' real, sin capa, pero con dientes de rata y medio ciegos (de ahí la nocturnidad) que intuyen sus movimientos. De hecho, ser humano y murciélago somos primos. Los humanos estamos más cerca de las ratas que de las aves. Todos somos congéneres del Huichilobos o del Chupacabras. Y no es coña. Científicos diseñaron un software para que, a partir de la información genética de los seres de hoy, se pudiera configurar la del "Adán" mamífero.
Dicen que lo lograron con 98% de certeza.

viernes, 7 de enero de 2005

Patético 'GH VIP'

Un ex torero iletrado, el ex novio de Estefanía de Mónaco, Brito Arceo (un ex árbitro venido a menos), una ex miss, la nieta de Plácido Domingo, el hermano de Maradona, el cantante King África, Martín Pareja Obregón, Kiko Matamoros y su antagonista televisiva Lara Rodríguez...
Cuando puse ayer la tele para ver qué desgracias nos deparaba la segunda edición de 'Gran Hermano Vip', no podía creerlo. Todos pequeños freakies desconocidos, sin glamour, ni ímpetu de casposidad ni de dar espectáculo vergonzante, del acostumbrado por la mugre social reconvertida en carnaza de feria televisiva. Y eso que Telecinco es la cadena líder de audiencia. Lo de ayer fue totalmente funesto. La mecha de este tipo de realities se está consumiendo. El intervalo de tiempo entre un GH de payasos normales y cotidianos y el nuevo GH de payasos famosillos ha sido de una semana, saturando la pantalla con una convivencia en sus inicios de carácrter sociológico que al espectador empieza a aburrir, dado su grado de inmundicia.
Ni siquiera el siempre inspirado Jesús Vázquez, acostumbrado a ser la salvación de este tipo de programas, pudo estar a la altura. Aburrido, sin interés, paupérrimo, sofocante... Son muchos los adjetivos que se le pueden achacar al enésimo intento de conquista de liderazgo una televisión que es la reina de las audiencias y que sigue ofreciendo una programación adornada con un sedimento digno de una letrina llena de mierda.
Realmente patético.

El recuerdo de una serie irrepetible

Durante años he buscado la forma de que alguien se acordara. Alguien que compartiera conmigo la sensación de un recuerdo memorable. Me refiero a una de esas series que te marcan. Recuerdo cuando iba al colegio y tenía 9 años. Cuando llegaba el viernes no quería que llegara por ver el 'Un, dos, tres...' como todo el mundo. Durante la semana disfrutaba con series como 'Misterio en Salem’s Lot’ u otras que mi memoria casi no alcanza a recordar, pero que han quedado guardadas como un tesoro en mi corazón como aquellas míticas noches con ‘Historias para no dormir’, del genial Chicho Ibañez Serrador, persona humana a la considero como una especie de padre adoptivo debido a su maestría televisiva y cinematográfica. Los viernes eran para mí sagrados por otro motivo.
Como un niño extraño y raro que empezaba a tener curiosidad por temas de lectura ajenos a las tareas que le mandaban a uno en el cole. Empezaba a tontear con autores que, posteriormente , marcarían mi desarrollo intelectual (para bien o para mal); era la época de mis primeros Theodore Sturgeon, James Francis Dwyer, Alter Besant, Edgar Allan Poe, Forrest Bice, Norman MacLeod, Duane Decker o Juan José Plans (no puedo evitar emocionarme cuando recuerdo el regalo de un familiar que supuso la primera vez que leí ‘Babel Dos’). En fin, como iba contando, la cosa era que los viernes eran especiales. Después de comer la merienda consistente en un bocadillo de mantequilla con salchichón con un buen zumo de naranja, me sentaba en la salita yo sólo me tapaba con las faldillas al calor de un brasero que denotaba una sutil menesterosa situación familiar, esperando a que mi serie favorita empezara. Salían aquellas letras que todos recordábamos por la rememorada ‘Benny Hill’ y la musiquilla a modo de 'jingle' viendo el Tower Bridge desdoblándose por el reflejo del río Tamesis... ¡Qué recuerdos! ¿Ya recordáis? ¿No? Pues bien, la serie se llamaba ‘Chocky’.
Durante años pensé que, una de dos; o yo me había vuelto totalmente gilipollas y me había inventado esta serie o la gente no tenía memoria catódica. Años y años preguntando a todo aquel que conocía y tenía gustos y fobias afines a las mías. Por mucho que me empeñara, a ninguna persona le sonaba esta seria británica ¿Cómo era posible que nadie se acordara de la serie más cojonuda de mi infancia? ‘Chocky’ fue para mí una fuente de inspiración, una necesidad televisiva que me hacía vivir más feliz, que se convirtió en uno de mis mitos infantiles, que me ofrecía la posibilidad de ver una serie de calidad para un público juvenil. Una serie sensata y austera, con claros vislumbres de un especial ‘fantastique’, extraño, insólito. Algo que, por supuesto, no era muy habitual en la pequeña pantalla. Ciencia Ficción sin efectos especiales que acumuló horas delante de la caja tonta y de hojas de dibujo intentando imitar todo aquello que iba viendo cada tarde de los viernes. Era una liturgia, simple magia alucinarotia y alucinante.
‘Chocky' resulta ser una adaptación de un serial radiofónico de los 60 que se basaba en la obra de John Wyndham, uno de los mejores creadores de literatura fantástica que haya dado el Reino Unido. Y allí estaba yo, con mis pequeñas piernas colgando en la silla, nervioso, expectante por saber qué iba a pasar. Y sin pestañear, comenzaba a ver LA SERIE. Aparecían los créditos, con aquellas letras que se han grabado al fuego en mi memoria, con aquella sintonía de breves notas tan estimulantes y tristes...
¿Qué de qué iba? Eso es más fácil de contar. La serie se centraba en la historia de Matthew Gore (un 'niño-actor' de inquietante presencia Andrew Ellams), un muchacho superinteligente que vivía en uno de esos condados caseros de Inglaterra, en las afueras de una pequeña orbe inglesa. Un día el chavalote es escogido por un extraterrestre para conectar su universo a la tierra. El alien no era físico, sino mental y se llamaba Chocky. Había venido a nuestro mundo para obtener información sobre la vida en la tierra. El drama psicológico y el suspense se acrecentaban mientras que la historia nos ponía en el punto de vista de los padres, que atestiguaban un cambio extraño en el comportamiento de Matthew, hasta hacernos meter en la relación de extraterrestre y el niño. Por supuesto, la cosa no acababa ahí. Chocky, que al principio era repudidado por el niño, le otorgó unos extraordinarios poderes; podía leer el pensamiento de los que le rodeaban, veía el futuro y, por medio de una capacidad adquirida para el dibujo, Andrew iba resolviendo la difícil personalidad del alien por medio de impresionantes dibujos. Con la ayuda de su nuevo amigo, Matthew se convertía en una especie de pequeño genio con una destreza para los juegos inconcebible en un chaval de su edad (por supuesto, el cubo de Rubick no se le resistía).
En un esfuerzo de entender qué le estaba sucediendo a su hijo, los padres de Matthew lo llevaban a un psiquiatra. Y es entonces cuando acontecía lo mejor de la serie ¿Qué hacía el doctor? Nada más y nada menos que sugerir a los padres que el infante fuera a un centro de niños superdotados para estudiar su caso. Allí, el niño sigue desarrollando sus poderes hasta límites insospechados (incluso salva a una niña de morir ahogada porque previamente ha visto el accidente).
El chaval (convertido casi en un fenómeno mediático) quiere irse de allí, a pesar de todo porque le reconocen valores que no tiene, sino que pertenecen a Chocky, como una medalla que le conceden por su acto heroico. Recuerdo que un buen día Chocky se iba de su vida y Matthew escapaba de casa abatido por la ausencia de su mejor amigo alienígena o lo secuestraban para hacerle pruebas en un extraño hospital, no recuerdo bien. Tampoco de si esto, dentro de la trama, duraba mucho o poco, pero lo que sí es cierto es que me encantaba ese 'climax final' sin resolver, finalizando cada episodio con el recurso de secuencia en alto, lo que provocaba unas irrefrenables ansias de saber qué pasaba en el capítulo siguiente. Infancia, extraterrestres, aventuras... Todo ello mostrado en un género televisivo de corte fantástico.
Lo más fascinante de todo es que Chocky era un holograma, amigos, una visión en el espacio compuesta por un cosmos invertido que se curvaba y daba vueltas, que se disolvía sobre la imagen y se alargaba. Creo recordar que en uno de los últimos episodios el niño termina su particular dibujo del mundo del extraterrestre, sobre una pirámide invertida (que ha formado parte de mi vida en mis ratos de ocio) había miles de personas que formaban la palabra CHOCKY, entonces aparecía en forma de ‘O’ el rostro del extraterrestre. De esto no estoy muy seguro, pero de lo que sí lo estoy es que fue sensacional vivir las dos partes de la serie. La primera en 1984, la que se me ha quedado grabada en mi particular disco duro. La segunda, en 1986, con el papel protagónico compartido con una niña que vivía cerca de un molino o algo así y era una genio de las matemáticas. A poco más llegan mis recuerdos sobre la serie, sólo que lloré en el último episodio cuando Chocky ya no estaba junto a Matthew cuando su padre le regala una medalla con el nombre del alien etéreo, sabiendo que ya le ha ayudado y que no puede hacer más por él, que necesita ayudar a otros niños para entender la vida humana. Más niños que necesitan su ayuda.
Era el final de un sueño, el epílogo de una serie que marcaría para siempre a aquel Refo de 9 años que empezaba a concebir su propia cultura y que empezaba a escribir sus primeros cuentos. 'Chocky' debería haber sido de obligada visión por todos nosotros. Tendría que haberse quedado en la memoria de todos y cada uno de nosotros. Lamentablemente, por lo que sé, no ha sido así. Supongo que ahora tampoco sería lo mismo, que habrá perdido su potencial y que vista con los ojos de un adulto podría ser un auténtico bluf de sentina catódica. Lo importante de todo, es que lo que Wyndham contó o intentaba narrar con sus escritos fue una nueva visión del mundo subconsciente, una de las descripciones más potentes del inconsciente colectivo que la ciencia ficción haya acometido en toda su historia. Y eso, llevado al alcance de un niño que cayera cautivado por tales incógnitas merece la pena. Por eso, tengo la suerte de haberlo vivido, de haber sido partícipe de aquella generación que aún se pregunta porqué 'Chocky' no fue un fenómeno de masas, porqué somos tan pocos los que añoramos la historia de Matthew y Chocky.
Llegados a este punto, la pregunta es bien sencilla... ¿quién se acuerda realmente de Chocky? Os invito a participar.