miércoles, 29 de diciembre de 2004

Recuerdos

"Intenté pensar en algo ingenuo, en algo de mi niñez. En alguien que jamás sería capaz de hacernos daño. Y pensé en el muñequito de los Marshmallows..."

Las películas más esperadas de 2005

Como cada año, además de promover las listas con lo mejor y lo peor del pasado año (caerá mi lista de las 10 mejores del año dentro de poco), suele afrontarse la nueva temporada esperando algún que otro título que marque las expectativas de títulos que, por diversas razones, atraigan la atención de los medios y del público, esperanzado por ver grandes superproducciones apoyadas en impresionantes campañas de publicidad y marketing que empiezan varios meses antes de que el celuloide vea la luz. Películas que esperan su lugar en una nueva temporada que repartirá su posición con ecuanimidad (o no) en lotes de películas llegadas de Hollywood y del resto del mundo.
He aquí las 20 películas que darán mucho que hablar según la gran revista JoBlo.

martes, 28 de diciembre de 2004

¡¡God save The Pistols!!

Hace dos años, cuando todavía existían los Cines Bretón en Salamanca y eran un foro de culturetas y de cinéfilos amantes de la subcultura, el cine en versión original y las películas independientes, tuve la oportunidad de ver el mejor documental de los Sex Pistols gracias esa persona fundamental en esta vida como esa gran mujer llamada Iris ‘Watchwoman’. 'The Filth and the Fury’, de Julien Temple es una arriesgada y sugerente visión de uno de los grupos más míticos e imborrables de la música contemporánea, los polémicos Sex Pistols. Este realizador británico es un veterano detrás de las cámaras y lo del rollo musical no es nuevo para él, ya que su primera cinta, rodada hace más de una década, ‘Principiantes’, estaba ambientada en el ‘Swinging London’ de los años 70.
Con ‘La mugre y la furia’ regresó a ese movimiento convulso que era el Londres de aquellos locos años 70 para reconstruir en clave documental la vida, éxito, ascenso y caída de los legendarios Sex Pistols. El documental empieza como una comedia de los Monthy Phyton para, poco a poco, exprimir todos y cada uno de los acontecimientos que tuvieron lugar en la vida de este polémico y rebelde conjunto musical. Además de dar de lleno en una explicación visual acojonante del ‘punk’, el documental va desgranando un movimiento musical que logró encontrar sus raíces en una Inglaterra en el que el paro era el tema de discusión de los primeros años de gobierno de la Tatcher y de los jóvenes sin futuro que pedían una oportunidad. Aquellos años de radicalismo y protesta tuvieron en los Pistols el eco de sus voces, de sus reivindicaciones y que provocó, con sus incendiarias letras, un estilo de vida. Es impresionante ver imágenes inéditas de esos iconos en que se han convertido Johnn Rotten y Sid Vicious.
Si tenéis la oportunidad de verlo, no lo dudéis, ya que se trata de un acertado intento de analizar un movimiento pocas veces entendido y la vida un grupo irrepetible. El documental tiene momentos míticos del grupo, como la entrevista que le hicieron al grupo en el programa más influyente de la época (imaginaros que un grupo de borrachos logra putear de primera mano a Sardá en su patético programa), la firma del contrato con la EMI o con A&M para ser despedidos al día siguiente o su mítico concierto en el barco el día de la fiesta nacional inglesa (The Jubilee Day) cantando la mítica 'God Save the Queen'. Julien Temple engancha con su forma de narrar, mucho antes de que entrara en escena Michael Moore y su ‘Bowling for Columbine’. 'The Filth and the Fury’ es diferente, ya que está realizado de una manera concisa, muchas veces seca y dilapidaria, en sintonía con las peculiaridades de los propios Pistols y todo lo que les rodeaba. Este es un documental para aquellos a los que la música es una forma de ver la vida. Y con material nuevo. Como entrevistas a Glen Matlock, uno de los primeros componentes y su sucesor, el infausto Sid Vicious, al que Temple hizo una amplia entrevista en 1978, antes de que muriera por una sobredosis de heroína. Lo bueno, además, es que cada uno de ellos habla con voz propia por primera vez. La película es verdadera historia de este importante grupo punk.
Algunas de las canciones que suenan en la peli son, entre otras el ‘God Save The Queen’, ‘Submission’, ‘No Fun’, ‘Bodies’, ‘Holidays In The Sun’, ‘Anarchy In The UK’, Did You No Wrong’, ‘Seventeen’, ‘Don't Give Me No Lip Child’, ‘Road Runner’ todo adjunto a un vídeo-clip especial de dibujos animados hecho para el documental. Pero hay más, y lo bueno es que los meten para hacer ver lo ridículo que era el panorama musical, lo necesarios que eran los Sex Pistols para la época... Horteradas como ‘Chirpy Chirpy Cheap Cheap’, de los Middle Of The Road, el ‘Shang-A-Lang’, de Bay City Rollers, el ‘Hot Legs’, de Rod Stewart o el dinámico y flipante ‘YMCA’, de los Village People. También The Who, Alice Cooper, Roxy Music, David Bowie, Queen, New York Dolls...
Destaco dos gilipolleces que me hicieron mucha gracia. La primera, la película que hizo uno de los componentes gastándose el dinero del grupo y que empieza con un cervatillo muerto y una ridícula niña gritando “¡¡¡Who Killed Bambi!!!” y en seguida suenan los Ten Pole Tudor con una estúpida canción (luego veremos a Sting hacer el ridículo), imágenes de la época de cuando los Pistols fueron a USA (destaco a Robert Aguayo, al que llamaban Mr. Funny, terriblemente divertido con su imagen de gilipollas) y la citada entrevista de Temple a Vicious en la que el pavo, puesto de heroína hasta las cejas, se quedaba dormido cada treinta segundos y Nancy despertándole en medio de la entrevista. O su última frase ante una cámara. Temple le pregunta "¿Dónde te gustaría estar ahora?" y él contesta, casi sin poder articular palabra, "Bajo tierra". Al día siguiente murió.

lunes, 27 de diciembre de 2004

Review 2046

Romántica ficción temporal
Wong Kar-Wai aborda una compleja historia sobre el amor no correspondido, sobre la memoria y el recuerdo, donde su dolor se produce en un futuro que retrocede al pasado.
En el cine moderno, pocos directores como Wong Kar-Wai han sabido imprimir a sus películas un signo estético, poético y narrativo tan personal y reconocible como este genio de nuestro tiempo. Pese a sus reconocidas influencias europeas (encabezadas por Antonioni), el cine de Kar-Wai dota a sus películas de unas características que se reconocen en su exclusividad plástica y en un ritmo pausado que se conjugan a la perfección con una personal apacibilidad encontrada en el Hong Kong de los años 60 y su estética, en los entornos cerrados y en la música latina, inundando con ellos un nostálgico estilo esteticista cuya preponderancia se enfoca hacia una temática de corte similar: el amor imposible, la soledad, la nostalgia y la necesidad vital de amar. Como un territorio inexplorado, un lugar común de recuerdos pasados y añorados, un presente extraño y doloroso y un futuro agónico y afligido que tiene por destino volver al pasado, retrotrayendo los duros recuerdos de un amor imposible de olvidar. Así podría definirse un filme a priori tan complejo como ‘2046’.
El personaje Chow Mo Wan (interpretado por Tony Leung) es el mismo de la hermosa y solemne historia de amor imposible ‘In the mood for love’, recuerda, además del gran amor de su vida (interpretado en pequeños ‘flashbcks’ por Maggie Chueng), un amor pretérito del que sigue enamorado, a una balarina que es uno de los personajes finales de ‘Days of being wild’, cinta que finalizada con el señor Chow, jugando a las cartas cayendo en las redes de la sensual chica y a otra que le recuerda a la primera. En ‘2046’ confluyen demasiadas referencias anteriores que pueden llegar a dificultar el entendimiento del cruce de tiempos y romances que se desarrollan en ella, pero que acaban sucumbiendo a la belleza de la deconstrucción sentimental de un hombre al que, a lo largo de las dos últimas cintas de Kar Wai, hemos ido conociendo y delimitando ante él las desdichas emocionales y existenciales que vive en un periodo cercado por el tiempo (un lapso de seis años entre 1963 y 1969) en esferas geográficamente habituales, en contornos elípticos y direcciones discontinuas en la historia de un hombre solitario y abandonado, carente de motivaciones sentimentales.
El tren del futuro que avanza hacia 2046 no es más que un sortilegio imaginativo de todo lo que sucede en el pasado (en un retroceso temporal), como acepción de la vida que avanza que permite el regreso al pasado para lamentar amores perdidos y nunca consumados. Un espacio temporal imaginativo en el que Chow Mo Wan encuentra en su memoria el vehículo y el trayecto ideal para poder volver a revivir sus amores más distantes, pero a la vez tan cercanos en su memoria. Un espacio donde la realidad se transfiere a la mujeres a las que amó, no ama y desea pero no le corresponden. ‘2046’ es una quimera de un futuro en el que éste recupera lo doloroso de todas ellas en una novela con androides que representan a estas mujeres y un triste viaje hacia su recuerdo utópico.
Al fin y al cabo, Kar Wai vuelve a hablar de una amplia su visión sobre un tema tan clásico como es el amor no correspondido. Las diferentes relaciones de Chow Mo Wan con mujeres son historias en las que una de las dos partes de la relación tiene un interés pasional que el otro no comparte. Así, el protagonista se enamora de una mujer que no le quiere (Faye Gong), se deja querer por una mujer que está enamorada de él pero a la que no quiere (extraordinaria Zhang Ziyi) y evoca el recuerdo de una persona (Gong Li) que a su vez le recuerda a otra con la que vivió una historia apasionada y de la que tuvo que separarse (Maggie Cheung).
En este inagotable laberinto de ficciones, realidades, sueños y espejos sentimentales que se reinventan a sí mismos, el director hongkonés vuelve a mostrar su soberbia capacidad de composición concentrada en su música, la importancia de las miradas y el deseo interior conseguido mediante una hermosa sencillez y calma, ataviada en una ambigua alegoría al infortunio sentimental que alcanza con su belleza un indescriptible éxtasis emocional.
‘2046’ está empapada de pesimismo. El que destilan las paredes de la habitación 2047, lugar donde Chow no deja de revisitar su contigua, la 2046, aquel lugar donde se alojó su amor frustrado y el año en el que transita el tren de su novela futurista, el año al que todos sus pasajeros se encaminan con el anhelo de recuperar su memoria perdida, pues se decía que allí nada cambiaría. Pero nadie sabía si eso era cierto, pues ningún pasajero había sido capaz de volver de allí excepto uno, el propio Chow, que eligió volver. Él quería cambiar, sin saber que es incapaz de amar como las mujeres a las que ha ido dejando en el pasado. Wong Kar-wai, al igual que hizo Alain Resnais en ‘El año pasado en Marienbad’, reconduce la historia hasta su visión subjetiva, en un entorno personal, donde el entendimiento por parte del espectador importa menos que la completa efusión de sensaciones y ritmo visual que ofrece la película en su enredado y nunca comprendido itinerario romántico.
‘2046’ es una película que si bien resulta algo compleja, es debido a que su tema central se centra más en la memoria y el recuerdo que en el momento que se vive en tiempo presente. La multiplicidad de sentimientos, de juego con los tiempos y de pretendida confusión por parte del cineasta hacen de esta película una pieza excepcional, colmada de una especial belleza de indomable y lírica elocuencia, en búsqueda constante de una perfecta puesta en escena, donde los planos ralentizados, la hermosa fotografía y la adecuada utilización dramática de la música juegan un papel fundamental para su discurso reflexivo y substancialmente onírico.
Lírica obra de talla excepcional, prodigio de composición musical de la imagen, su gran capacidad de hipnotismo convierten a esta joya en un filme de sensaciones que se permite utilizar una miscelánea retrofuturista (del cine clásico oriental, pasando por el ‘kistch’ hasta llegar a una perfecta mezcla entre la arquitectura de ‘Metrópolis’ y de los cómics de François Schuiten y Benoit Peeters), combinando una serie de destellos argumentales, estrofas visuales y repeticiones redundantes de situaciones que no hacen sino convocar las sensaciones de melancolía, pasión, soledad, infelicidad y tristeza por la que pasan sus personajes en cada momento. ‘2046’ es, en definitiva, un placer contemplativo, la culminación de un minucioso trabajo que va en progreso, de un estilo y variantes estética y narrativa innovadoras e incomparables.
Miguel Á. Refoyo © 2004

To 'Big Brother' and beyond!!!

Cuando me da por pensar si la televisión puede dar más vueltas de sí a la basura humana, a la miseria que reconcome las conciencias televidentes y que aplacan cualquier atisbo de inteligencia idiotizando con sus ‘reality shows’, la historia catódica no deja de sorprenderme. Si hemos pasado del ‘Gran Hermano’ habitual y familiar, casi necesario en cualquier tertulia de café, las selvas de supervivencia, el show llevado al sexo explícito, encontrar a la mujer ideal a base de talonario, el sometimiento a dietas u operaciones de cirugía estética como reclamo para ofrecer carnaza al espectador más voraces de esta nueva (en realidad no tanto) tendencia, ahora llega la última moda, oiga.
Y es que la temática de los ‘reality’ acaba de nacer, como quien dice. Tras una década dotando a la memoria colectiva de ideas totalmente maquiavélicas, la manipulación humana escudada en el ‘proyecto de investigación sociológica’ no ha hecho más que exponer sus primeras y siniestras perspectivas. Si hace unos meses se supo que una cadena alemana buscaba concursantes para entrar en un ‘Gran Hermano’ para el resto de sus vidas (imaginad qué fantástico ver fracasar a una panda de ‘losers’ cada día), haciendo realidad la ficción de la película de Peter Weir, ‘El show de Truman’, la última y criticada propuesta tiene como protagonistas a los hijos adoptados. La cadena norteamericana Fox no deja de recibir quejas mientras prepara el estreno de un programa en el cual una mujer, adoptada cuando era niña, ganará 100.000 dólares, si identifica a su padre biológico entre varios candidatos.
Han grabado seis episodios del programa “¿Quién es tu padre?”, que comenzará a transmitirse el próximo tres de enero. Esperemos que sea un sosías de Darth Vader, pero alcohólico, violento y con tendencias homicidas e incestuosas. Por ponernos en el morbo más desatado que no quede.
¿Qué será lo próximo? ¿La identificación del asesino de un familiar con el premio de verlo en la Silla Eléctrica retransmitido todo por TV.?
Yo, flipo.

domingo, 26 de diciembre de 2004

'800 Balas (800 Balas)', de Álex de la Iglesia

La furibunda y nostálgica subversión del ‘marmitako-western’
Llena de furia y de ritmo, ‘800 balas’ es una tragicomedia sobra la gente anónima que se dedicaba al mundo del cine que desmitifica los conceptos genéricos del ‘western’.
El universo de Álex de la Iglesia, siempre delirante e ineludible, diligente e inconformista se ha perfilado, a lo largo de sus seis películas, bajo unos conceptos artísticos enfáticos, definidos por una calculada estética procedente de las múltiples y novedosas influencias que construyen un mundo propio, una forma de ver cine más personal que transgresora. En su nueva y esperada cinta, el cineasta promueve nuevamente todos estos paradigmas para ofrecer la que es su obra más personal y arriesgada. Posiblemente, su mejor película hasta la fecha. ‘800 Balas’ toma como génesis el ‘spaghetti western’ para narrar la vida de unos especialistas de aquél subgénero que malviven en el desierto de Tabernas, Almería, con un espectáculo del Oeste para turistas. Es la excusa perfecta para que De la Iglesia vuelva a poner de manifiesto su imponderable intencionalidad llena de furia y de ritmo, en la que el resultado final es un producto a medio camino entre el cine de género y cine de autor. En este espacio, el realizador desmitifica los conceptos genéricos del ‘western’ y los subvierte a su antojo para recrear una particular visión del débil fondo que permanece oculto en el ser humano, como la traición, la amistad, el desafío y la muerte de personajes que son fruto de la nostalgia, del triste recuerdo del cine del Oeste que se hizo en nuestro país en los años 60 y 70. Un entorno aplicado nunca como homenaje aquel cine que hizo famoso Sergio Leone, sino para entronizar al antihéroe, al perdedor que determina el protagonista favorito del cineasta.
Como viene siendo habitual en su filmografía, el potencial de la película reside de nuevo en un sólido guión (compartido con su inseparable Jorge Guerricaechevarría) en el que los personajes se anteponen a la acción, formando una nueva y entrañable galería de ‘freaks’ que pasan a engrosar la mítica colección de perdedores de un director que aborda los dramas humanos como comedias del absurdo, con un humor negro descarriado, aprovechado en esta ocasión para nacionalizar y escarnecer el heroísmo y la preeminencia del ‘western’ clásico por un propósito de ruptura, de libertad absoluta. La nueva y apoteósica comedia de Álex de la Iglesia es una falta de respeto a la circunspección, a las formas establecidas, una brutal metáfora sobre la diversión como actitud ante cualquier problema y de supervivencia ante el fracaso ante la máxima de que ‘cualquier norma está para transgredirla’. En esta actitud de rebeldía, De la Iglesia juega a transformar un drama humano lleno de oscuridad y desdicha en una divertidísima comedia dónde lo épico y legendario se anticipa a la terrible realidad que viven unos seres entrañables y llenos de vida.
‘800 Balas’ es, por tanto, el furibundo recorrido a través de las vidas de pequeños tipos, condicionalmente miserables, que se subsisten en una cotidianidad anacrónica, anclados en un pasado que les descubre ridículos, pero que extrapola su condición de mezquinos para divertirse y romper los esquemas, para vivir de la única forma en que fueron felices. El capitán de esta espléndida aventura es Julián Torralba, un antiguo especialista que sustituyó a Clint Eastwood en 'La muerte tenía un precio' o a George C. Scott en 'Patton' y que vive de recuerdos que le sirven para vivir ajeno a la realidad, relegando con ello su trauma por la muerte de su hijo en un rodaje. Para dar vida a este ‘outsider’, Sancho Gracia concierta una de las mejores interpretaciones de su vida, erigiéndose con su portentosa actuación en el gran estandarte de esta maravillosa aventura. En este apartado, el oficio de un grupo de intérpretes como Ángel de Andrés López, Carmen Maura, Terele Pávez, Manuel Tafalle, Yoima Valdés, Eduardo Gómez o el debut del niño Luis Castro componen un catálogo de maestría actoral, llena de viveza.
Sobre este inexorable soporte, ‘800 Balas’ es una insondable síntesis de solemnidad y picaresca, de ritualidad e ignominia, de fatalismo y escepticismo, de exaltación y desengaño, pero sobre todo, de farsa y tragedia. Conceptos antagónicos que otorgan la necesaria maestría de una destacada ofrenda a la gente anónima que se dedica al difícil mundo del celuloide. Un sincero y honesto homenaje a los buenos, feos y malos que un día vivieron la gloria de Almería. Con un inicio un tanto esquemático e irregular, ‘800 Balas’ va elevando su espectáculo a lo largo de un metraje que incrementa su ritmo hasta construirse en una sólida obra llena de un ingenio que Álex de la Iglesia dilata con una desbordante honestidad hasta alcanzar un final lleno de espectacularidad, donde el director puede desplegar sus habituales arsenales de estruendosa potencial visual, allí donde la narrativa fílmica se vuelve prodigiosa. Tal vez se pueda echarle en cara a De la Iglesia su extenso e insubsistente final duelístico, pero es necesario para concluir una historia sobre enfrentamientos, debilidades, envidias. En dos palabras, miseria humana.
Bajo la portentosa partitura del imprescindible Roque Baños y la necesaria mirada de Flavio M. Laviano en un esplendoroso ‘scope’, ‘800 Balas’ es, indudablemente, una película de autor, que divierte porque no busca conceptuar ni esgrimir nuevas formas de estereotipar un género que, por primera vez, se dispone para describir un oscuro viaje la España más profunda. Álex de la Iglesia ofrece así, con esta obra, otra divertida, pero a la vez triste, historia impregnada de un sentimiento que combina, a partes iguales, acrimonia y comedia, acción y drama.
Por cierto, que en '800 balas', hay una frase que considero vital, necesaria, imprescindible en cualquier álbum de frases antológicas.
Me refiero al momento en que Carlitos acaba de sacar a su abuelo de la cárcel y el niño le dice que cómo van a hacer una fiesta sin los indios (que han quedado encerrados por posesión de hachís). Julián dice: "En la vida hay momentos jodidos, pero jodidos de verdad. Muchos más de los que tú te puedes imaginar. Eso no hay Dios que te lo quite. Hay que aprovechar los intervalos entre putada y putada. No divertirse cuando uno puede es el peor pecado que existe en este mundo".

BSO 'Ghost in the shell'

Kenji Kawai: el cyberpunk y la ontología futurista de la gran obra maestra de Mamoru Oshii.
'Ghost in the shell II: Innocence', he estado escuchando la banda sonora de su primera parte, de ese obra maestra del anime y me he puesto raudo y veloz a preparar un nuevo análisis de una partitura, incumbiéndome en una composición sonora que ha marcado una época dentro de las bandas sonoras del género en toda su historia. ‘Ghost in the Shell’, de Mamoru Oshii se ha convertido, con el paso de los años, en un clásico intocable, en una obra maestra a la altura del ‘Akira’, de Otomo.
En un futuro cercano Redes Corporativas han llegado más allá de las estrellas, la luz y electrones fluyen a través del Universo. A pesar de ello, el avance en la computerización todavía no ha hecho a un lado a los grupos étnicos y a las naciones...
Con este párrafo impreso y un magistral fundido en verde la bella protagonista de esta joya del anime contemporáneo, Motoko, una joven que se descubrirá como un sofisticado cyborg, observa desde una azotea esperando recibir ordenes para comenzar una misión que se está produciendo desde el operativo policial en Newport City por parte de la Sección 6. Mientras un diplomático de Gavel le esta ofreciendo asilo político a uno de los programadores mas buscados por las autoridades internacionales, algo interrumpe súbitamente el encuentro por la entrada a la sala de agentes de la policía, pero estos no pueden hacer nada contra el funcionario de la embajada debido a su inmunidad diplomática. En ese momento las ventanas del rascacielos vuelan en añicos por unos disparos que provienen de afuera del edificio. Ante el asombro de todos, el diplomático de Gavel es asesinado acribillado a tiros. Cuando uno de los agentes de la Sección 6 se dirige a la ventana lo único que logra ver es cómo el contorno de Motoko se disipa entre los edificios gracias a un camuflaje termo-óptico.
Tras esto comienzan unos créditos que son la fuente de inspiración de la codificación de ‘Matrix’, de los hermanos Wackowski y donde da comienzo el recital de talento de Kenji Kawai con su magnifico ‘leit motive’ que sonará durante los innovadores títulos. La canción que abre ‘Ghost in the shell’ es una de esas piezas destinadas a ser recordadas a lo largo de la historia, no sólo ya de las adaptaciones del noveno arte nipón a la gran pantalla, sino como una entidad propia circunscrita a un distintivo musical sempiterno con matices sobrados para convertirse en un clásico del ‘score’ cinematográficos. Kenji Kawai desarró un estilo particular y en una línea muy similar con cada partitura que ha compuesto, como en los OVA's ‘Patlabor’, ‘Ranma’ o la excelente composición musical para ‘Vampire Princess Miyu’, en creaciones de tonalidad siempre lánguida y postmoderna.
La banda sonora de este clásico de la animación nipona tiene, además de ese ‘leit motive’ de cadencia ‘in crescendo’ hacia una especie de magistral miscelánea entre la tradición de los coros, la cultura musical tradicional, el componente espiritual y los evidentes sonidos mecánicos que contraponen lo anterior con el buscado efecto futurista constituyen un arranque impactante e inolvidable. A lo largo de la banda sonora incidental podemos disfrutar de los pausados bombos que, de repente, se anexionan en una fusión magnífica con el sonido de sintetizador siempre presente en esta sorprendente partitura.
Kawai consiguió que la calma transmitida en muchos de los cortes del ‘soundtrack’ fueran componiendo una extraña inquietud basada en la frialdad y el acercamiento al mundo futurista de ‘Ghost in the Shell’. Una tenebrosidad y lobreguez que devienen del gusto del compositor por unos ecos metálicos que se mueven a medio camino entre la nostalgia o el atavismo y el ímpetu por crear atmósferas del futuro. Destaca, por encima de cualquier corte efectista, el que corresponde al corte 'M07 Nightstalker' que recupera uno de los mejores momentos musicales de la soberbia historia cuando Motoko Kusanagi y con 'M09 Ghostdive' comienzan la búsqueda del Gran Maestro, imponiéndose la partitura sobre el diálogo. Impresionante la manera en que Kenji Kawai crea ambientes sin pretender alejarse de la cultura japonesa.
‘Ghost in the Shell’ juega con esa vertiente ‘cyberpunk’ que se desarrolla en el 2029. La inquietante historia en la que el bloque asiático domina gran parte del mundo, las redes computacionales se extienden por toda la faz de la Tierra y se han convertido en una parte indispensable de la vida diaria, provocando un cambio radical en la sociedad y en los individuos, es aprovechado por Kawai para obtener un objetivo fundamental para la historia que Oshii llevó a los límites de la perfección: la obtención de una orquestación que invoca a los clásicos para anexionarlos a la postmodernidad, a las ráfagas mecánicas netamente cyberpunks. La tecnología cibernética incrustada en cuerpos humanos para que éstos sean sustituidos enteramente por componentes sintéticos para lograr una mayor eficiencia, tanto en el espacio físico, como en la Red hacen que ‘Ghost in the Shell’ planteen interpelaciones y axiomas mucho más trascendentes de lo que uno se espera.
Una pregunta: ¿qué pasaría si los avances de la ciencia hicieran posible programar el alma humana como si fuera una computadora? La historia fue escrita por Shirow Masamune en forma de Manga, y luego adaptada al Anime en forma de una película. Yoshimasa Mizuo y Ken Iyadomi, dos de los productores, también participaron en la producción de 'Akira'. ‘Ghost In The Shell’ es una de las mejores películas de ciencia ficción que se han visto a lo largo de la historia del cine y su banda sonora es una delicia que está a la altura de las circunstancias en forma de disco imprescindible para cualquier amante del arte nipón y de las buenas partituras para filmes. Kenji Kawai, digámoslo para concluir, creó una obra maestra para uno de los filmes más inmortales de los fastos del celuloide.

Momento NERD

La red te ofrece la posibilidad de poder acceder a momentos ridículamente inolvidables, a nacimientos de estrellas y de 'ciberfreakies' que pasarán a la historia por haber conseguido su momento privativo dentro de la historia de tecnología binaria.
Bien, aquí tenemos a un chavalón entrado en kilos escenificando un tema de Dragostea Din Te consciente de su ridículo. Desacomplejado, sin prejuicios y en búsqueda de su momento de fama. Y lo ha conseguido. Es demasiado mítico como para no aparecer en el Abismo.
Impagable.
Watch this movie
(Without subtitles)

sábado, 25 de diciembre de 2004

Buena noche de Nochebuena

Ayer tuve en mis manos el premio que el gran Javier Alvariño obtuvo a la mejor dirección artística en el festival Sitges. Es inverosímil la percepción que sientes en una situación de este calibre. Te dan ganas de, una vez con la estatuilla facsímil de Brigitte Helm o Maria, el robot de ‘Metropolis’ en tu poder, agradecer algo a alguien. No se sabe muy bien qué, pero es totalmente demencial. Luego, la ronda de fotos estúpidas e innecesarias con el premio en todo tipo de poses. El caso es que es un orgullo poder contar con amigos que ganen premios en festivales internacionales. Y más, si se lo merecen tanto como este genio de nuestro tiempo. También leí el destacado comentario al trabajo de Javier y Daniel Izar en ‘The Birthday’ escrito por el inigualable Antonio Trashorras en el Fotogramas de este mes. Cuánta razón encierran sus líneas en su crónica del festival.
Pasé la tarde con Javi, Mikel y Ángel (un tipo encantador y, según el mayor de los Alvariño, “hardcoreta y straight edge hasta la médula espinal”) entre absurdas disquisiones sobre todo tipo de temas. Un momento determinante en la reunión fue el visionado del trailer de ‘Sin City’, la gran incógnita de 2005 creada al alimón por Robert Rodríguez y Frank Miller. Tiene toda la pinta de ser una verdadera gozada visual, donde las ‘crook stories’ desde el punto de vista del criminal o del marginado serán el modelo a seguir en su traslación a la gran pantalla. Aunque reconozco que Marv (Mickey Rourke) está excesivamente caracterizado con un aspecto casi limítrofe al ‘Hellboy’ de Del Toro, la estética del claroscuro respetada y rota por colores básicos que dan personalidad a ciertos personajes (impresiona ver a Nick Stahl caracterizado como Junior/Yellow Bastard), las impactantes dosis de violencia y un aire de filme revolucionario son alicientes suficientes para que la espera hasta marzo sea tensa y expectante. Por cierto, investigando en la red he encontrado una página dedicada a este cómic que merec la pena ser vista.
La Nochebuena es un lapso terriblemente extraño. De entrada, el mensaje del Rey Juan Carlos siempre es el mismo, cuyo peor defecto es su constante referencia a los tópicos pertinaces, los mismos propósitos y la esencia fugaz de palabras mil veces oídas. Frases para definir a España como "nación labrada durante siglos por nuestros antepasados" y adornando el discurso localista y populachero con "la tierra a la que pertenecemos y el hogar común que, progresivamente, hemos ido mejorando. Una tierra que encierra un cúmulo de riquezas históricas, artísticas, culturales y lingüísticas, así como tradiciones y valores que debemos proteger y promover". Para tararear el himno nacional abrazado a la bandera bicolor. Tampoco faltaron, como es costumbre anualmente, esos giros estudiados, hablándole a diferentes cámaras. El multiángulo nació para que el Rey pareciera más dinámico. Una curiosidad: este año, para darle otro aire de sofisticación al plano estático del inmutable monarca, han colocado una foto de los reyes con el príncipe y la Leti. Emocionante, sin duda alguna.
Durante la cena familiar tuvo lugar una de las discusiones más extrañas a las que he tenido la oportunidad de asistir en familia, cuyos encuentros empiezan a ser de lo más esperpénticos y entretenidos. En la celebración del nacimiento de Jesús (permutado en algunos villancicos de corte flamenco como Manuel), comenzó una inverosímil discusión sobre la existencia de Dios, filosofando sobre teorías teológicas de lo más apasionantes. A modo de pequeños émulos de Nietzsche, a pesar de la apología de Massino Desiato, allí, una familia convertida en posmodernista sin quererlo. Posiciones paralelas a las de Heidegger, a punto de llegar a la desvalorización misma de todos los valores, recapacitando hacia la creencia, pero brotando desde un alegato de una posible divinidad. Se puede renegar de la lógica. Se puede pensar que lo divino escapa de las capacidades cognoscitivas del cerebro humano, como defienden los agnósticos. En fin, de película buñuelesca. Lo cierto es que Occidente ha terminado imponiendo a la Navidad su espíritu laico fundacional, el que nos emancipó de las teocracias, basadas en el temor supersticioso al castigo, en lo sacral como coartada, y decretó que el derecho a la felicidad era aquí y ahora. Eso es la Navidad.
Por la noche, desprovisto de cualquier prejuicio laico y sumiso a la fiesta y a la diversión en todas sus aristas, disfruté de la primera Nochebuena fuera de casa con tequila, cerveza y champán en casa de Álex Zúñiga, donde compartimos risas a costa de Danny Show, el incombustible cantante salmatino de ‘cutrefama’ nacional (se merece un post aparte) con Álvaro "Vodka", Nacho "Natas", Koke "Fistfuck", Álex "Pelos", Jazz y Vero y Jorgito "Conciertos" y su atractiva sobrina.
La verdad es que no difirió mucho de cualquier otra noche. Y no estuvo mal.
Espero que vosotros también lo pasarais bien. Feliz Navidad, chicos y chicas.
Un última pregunta: ¿Hay algo más horroroso que el anuncio de Cruzcampo con los SFDK cantando un tremebundo ‘rap’ de Navidad?

viernes, 24 de diciembre de 2004

ESPECIAL Nochebuena: La Navidad en el cine

Navidad en el cine: guirnaldas... y pesadillas
Llena de tópicos y sorpresas, la Navidad extiende su iconografía en un género cinematográfico propio.
Para muchos, esto de la Navidad es sólo cuestión de fechas. Para otros, sin embargo, es una época de predisposición hacia los buenos sentimientos, la bondad, la fiesta y la algarabía o la tristeza, según convenga. Las luces, el árbol, Papá Noel, Los Reyes Magos, la Nochebuena, la ilusión y la familia son algunos de los términos presentes a la hora de celebrar la fiesta más tradicional y especial de todas las que, como ésta al fin y al cabo, se han convertido en un artefacto de fecundidad para las grandes superficies comerciales. En el cine, la Navidad no es muy diferente.
Hay filmes con trineos, regalos, arbolitos con guirnaldas, villancicos, buenas intenciones o enamorados dándose el lote bajo el muérdago. Títulos y personalidades que se equiparan con gran facilidad a estas fechas navideñas, perpetuando su presencia cada año en las pantallas del recuerdo. Pero como tanta bondad puede resultar un tanto empalagosa, también hay Navidades cinematográficas (y a buen seguro reales) que producen monstruos, calamidades, desastres familiares, sufrimiento y maldad camuflados en instintos y ademanes fantasmagóricos. Tanto es así, que cuando llega el momento de hacer un pequeño viaje alrededor del Belén cinematográfico, caemos en la cuenta de lo efectiva que resulta una historia centrada en estas fechas que se avecinan.
En estas fechas se celebra el nacimiento del Mesías, del hijo de Dios, por lo que no es de extrañar que algunas de las superproducciones sobre la vida de Jesús invadan la pantalla catódica en estos días, como ‘Rey de reyes’, ‘Ben-Hur’, ‘Jesucristo Superstar’, ‘La última tentación de Cristo’ o la espléndida ‘La vida de Brian’. Pero si una película inunda estas fechas, un filme es estandarte de los buenos sentimientos, representación del verdadero espíritu de la Navidad, ésa es ‘¡Qué bello es vivir!’, de Frank Capra. ¿Quién no ha visto una y otra vez la (en el fondo terrible) historia de George Bailey? Una preciosa y amable proclamación de buenos propósitos, con una hondura y emoción que, más allá de cualquier crítica sobre su posible repleción edulcorante (algo que se desmentía en el post comparativo de hace dos días), representa una de las mejores películas de todos los tiempos.
Así como la imagen de Harry Bailey brindando por su hermano "el hombre más rico del pueblo", en España lo es la revolución infantil alrededor de Pepe Isbert de toda la prole de ‘La gran familia’, de Fernando Palacios, un clásico incorruptible en la que Críspulo, el padrino, el abuelo y la pérdida de Chencho marcan nuestro propio clásico dentro del Christmas en el Séptimo Arte. También lo es, adaptado de la literatura, el mejor clásico de todos los tiempos a este respecto. La historia de Dickens 'Cuento de Navidad’ ha visto varias adecuaciones para la gran pantalla. Ejemplo de ello son ‘Una Navidad con Mickey’, de Disney, ‘Los teleñecos y el cuento de Navidad’ y la imborrable ‘Los fantasmas atacan al jefe’ con el inmenso Bill Murray interpretando al antipático Scrooged, sin olvidarnos del subjetivo y políticamente correcto ‘Juan Nadie’, otro manifiesto del ‘americanismo’ más optimista en contra del New Deal, personificado en la bondad de un Quijote moderno vital y entrañable (Gary Cooper).
Pero esta galería da para mucho más.
Si en todas estas historias el tono entrañable y la buena fe son el objetivo para lograr el enternecimiento del espectador, también existen otras que han utilizado la Pascua para desarrollar pesadillas en forma de thriller o dramas psicológicos que pueden, de una manera u otra, identificarse con la postal de Navidad en el cine más afín a la realidad. Historias como ¿Qué paso anoche?’, que impone la Navidad como excusa para la ruptura de una pareja aparentemente feliz, la incomprendida y ocluida ‘Feliz Navidad Mr. Lawrence’, de Nagisa Oshima y un clásico del cine contemporáneo que se revela en la fantástica ‘Los Gremlins’, de Joe Dante, donde el mensaje realista y demoledor queda reflejado en la secuencia en que Zag Galligan y Phoebe Cates expían sus temores y recuerdos antes de matar al líder Stripe.
O, por otra parte, servir oscuras pesadillas navideñas presentando a un psycho-killer con ganas de aguar la festividad, es el caso de ‘Noche de paz, noche de muerte’, la francesa ‘Game over’, la clásica visión del genio Siodmak en la injustamente olvidada ‘Luz en el alma’ o el clásico de John Ford ‘La taberna del irlandés’ con una atípica Navidad entre puñetazos y un insoportable calor. Y no es posible postergar una de las grandes producciones acerca de un sentido navideño propio de una ópera de terror como lo es la maravillosa ‘Pesadilla antes de Navidad’, de Henry Selick, la obra maestra, en realidad, de Tim Burton. Todo un museo navideño aterrador, que tiene su propio terreno en el basto imperio del cine.
Muchas películas existen alrededor de una figura que se ha acabado imponiendo en nuestro continente, encarnada en ese tipo gordo, bienquisto y con gafas que es Santa Claus, o Papá Noel, que para el caso es lo mismo. Un personaje que parece surgido de la campaña de ‘merchandaising’ de una empresa dedicada a ‘americanizar’ las culturas. Películas como ‘Santa Claus. El film’, de Jeannot Schwartz, ‘Milagro en la calle 34’, de Les Mayfield o Vaya Santa Claus’, de John Pasquin. El caso es que, a menos que intentemos recordar, no existe película alguna sobre la función, un tanto más fácil que la del señor Claus, de los Tres Reyes Magos, a no ser de la versión animada española o esa metafórica crítica sobre ellos que dio David O. Russell en 'Tres Reyes'. En cualquier caso las Navidades están tan aferradas a la cultura moderna y tienen tanto gancho comercial, que incluso se han aprovechado para encuadrar memorables filmes de acción filmes de la década de los 80, como ‘Arma letal’, de Richard Donner o la nunca bien ponderada ‘Jungla de Cristal’, de John McTiernan.
La Navidad es también una época familiar, sin duda alguna. Y como en toda reunión con los más allegados, sirve como pretexto perfecto para descargar las paranoias y problemas que durante todo el año han sacudido nuestras vidas. O al menos para eso son empleadas las excelentes ‘A casa por vacaciones’, de Jodie Foster, ‘Ni un pelo de tonto’, de Robert Benton o la brutalmente despiadada ‘Aflicción’, de Paul Schrader.
Pero no siempre es así, ya que incluso se puede imbuir de espíritu familiar una comedia típica de Navidad con familia ausente, como en el caso de la curiosa y encantadora ‘Solo en casa’, de Chris Columbus, con la presencia de un simpático Macaulay Culkin antes de darse a la mala vida de alcohol y drogas. Pero de entre todo este recorrido existe una película paradigma de lo que son las verdaderas Navidades, del sentido que envuelve a toda esta tradición. Fue un español, Luis García Berlanga el que dejó para la posteridad la obra menos pretendidamente entrañable y bondadosa que, muy al contrario de lo que pueda parecer, sirve como obra maestra para reverberar el mensaje navideño. ‘Plácido’ expone una de las historias más indelebles que se recuerden con la simple premisa de un pobre hombre que sufre lo indecible para pagar la letra de su carricoche y que, en el fondo, quiere lo que todos nosotros durante estas fechas, cenar en paz con su familia y poder ser feliz, aunque se sea pobre. La genial obra de Berlanga vendría a ser nuestro ‘¡Qué bello es vivir!’ particular. Nuestra película navideña por excelencia. Y si bien en la mencionada ‘La gran familia’ se desplegaba una comedia popular marcada por la búsqueda de Chencho por todo Madrid, no lo es menos la fabulosa ‘El día de la Bestia’, de Álex de la Iglesia, en la que se sustituye al rechoncho niño por la figura del Anticristo. Aún así, no deja de ser sorprendente el espíritu navideño que encierran las correrías de Cavan, el padre Berriartúa y el ‘heavy’ José Mari.
En cualquier caso, y a pesar de que los estrenos navideños disten mucho de lo que en la década pasada suponía estrenar durante Navidad, esta festividad viene marcada por un colorido especial lleno de luces y de aparente felicidad. Una época de indolente ventura y tiempo para mostrar la mejor cara que todos sabemos poner. Puede ser la hora de que cada uno de nosotros nos ganemos un trozo de Cielo actuando de forma afable y conseguir, como James Stewart, unas alas para nuestro Clarence exclusivo, el ángel de la guarda que se manifiesta en este periodo de paz, alegría y gastos opulentos que hacen felices, sobre todo, a los comercios (verdaderos entusiastas de la Navidad). Sé que me he olvidado de muchas, pero... no soy una enciclopedia.
¿No escucháis ya las campanillas? Yo tampoco.
Os dejo, además, una listilla con películas navideñas.