domingo, 7 de noviembre de 2004

Qué ha sido de la Trini?

Pensando en los rostros que más me han transmitido algo en el cine moderno, escudriñando actrices que estén sumidas en la apatía y de las que me gustaría ver más películas y no puedo porque no existe esa posibilidad, ya que están en la más pura indolencia profesional, me ha venido a la cabeza la dulce Trini Alavarado.
¿Qué fue de ella? ¿Por qué no puedo verla? ¿Por qué ningún director la ha vuelto a llamar para hacer cine? No entiendo estos misterios de la vida.
Su papel de Lucy Lynskey en esa joya de Peter Jackson que es 'The Frighteners' acabó por hacerme creer que estábamos ante una magnífica actriz, que tendría una filmografía llena de éxitos y premios. Pero no fue así. Desapareció del mapa. Después de trabajar con Jackson, y pese a ser la mejor del cast latino de 'La familia Pérez', su meteórica presencia se apagó tímidamente y se dejó caer en la apatía de las 'Tv movies'.
¿Por qué Trini? ¿Por qué no triunfaste? Lo tenías todo para comerte el mundo. Talento, belleza, dominio actoral, carisma, una voz imposible de olvidar, magnificencia... Algo tan difícil de encontrar en una actriz...
De actriz infantil en películas como 'The Magic Pony Ride', 'Times Square' y curtiéndose en series de televisión míticas como 'Kate & Alley' o 'Spenser: detective privado', con Robert Urich, su gran oportunidad llegó en la imborrable secuencia en que canta 'For the Beauty of the Earth' junto a Kirsten Dunst y Claire Danes en su película talismán: 'Mujercitas', de Gilliam Armstrong en ese papel que tantas y tantas mujeres han admirado, el de Meg March.
Lo último que Trini hizo con algo de relevancia se cristalizó en ‘Paulie’, de John Roberts. Y después, pasando por algún telefilme, la estrella de Trini dejó de iluminar. Hace 4 años que no se sabe nada de ella.
¿Por qué Trini? ¿Por qué?
Desde 'Un mundo desde el abismo' reivindico a esta excelente actriz.

SMP (VI): 'King Price', de Burger King

Me sorprende mucho la televisión. Cada día más. En una era en que suponemos que las diferencias sociales están solventadas, todos somos felices idiotizados por la manipulación, una era en la que los ideales son introducidos con el apoyo subversivo de los medios de comuniación, cada vez más maniqueos y sucios, asisto alucinado al nuevo ‘spot’ de Burguer King.
Bien, en él tenemos un cuadrilátero con dos boxeadores, todo perfectamente reconstruido. Sólo falta José Luis Garci para que todo sea perfecto. Los dos hombres están descompensados. Uno es blanco, escuchumizado y agita los brazos de forma torpe. El otro, es un negrata grandote que se deja ganar tirándose sin ni siquiera haber recibido ningún golpe. El combate está amañado, por supuesto.
Ya en los vestuarios, vemos cómo al negro grandote le dan un sobre que contiene unos ridículos 1’85 euros que caen en forma de monedas. Sonríe y de repente vemos en imagen la nueva hamburguesa del KING PRICE (Triple Big King). El boxeador de color (por ser políticamente correcto) saborea su hamburguesa con el vendaje pugilístico aún en las manos.
Nos quieren vender que bien, vale, que efectivamente el boxeador se deja ganar por la hamburguesa. Pero dos cosas ¿por 1’85 un peso pesado se dejaría tangar por una miserable hamburguesa dejándose humillar por un peso welter? ¿Por qué tiene que ser el negro el que se deja ganar? ¿Qué pasa, que en USA los sebosos gordos ginoides son todos blancos y es un anuncio para captar negros adeptos al colesterol infernal de sus hamburguesas? ¿Los creativos publicitarios empiezan a estar neurasténicos?
Y lo más importante... ¿Por qué he escrito esta soberana chorrada?

Moore strikes back

Ha vuelto. Era lógico pensar que el explosivo y visceral Michael Moore tendría que decir algo respecto a la reelección del Anticristo George W. Bush. El orondo realizador ha desplegado su controvertible lengua viperina, el mito de nuestra era social-visual que se ha erigido como un profeta irrebatible de la América de hipócritas y necios ha recogido en su web una carta abierta de esas que tanto le gustan.
En ella señala, por ejemplo, que el apoyo para el presidente republicano provino en 88 % de votantes blancos. Moore impulsa su pensamiento liberalista diciendo que "en 50 años, ya no habrá una mayoría blanca. Cincuenta años no es tanto tiempo". El genio mediático apasionado, subversivo y valiente, sin miedo a meter a meter el dedo en la llaga de las conciencias que esgrimen argumentos seculares para desatender los verdaderos problemas de la sociedad sugiere, siempre desde la ironía y el cinismo, que la reelección aporta una gran ventaja, ya que la nación adora a las hijas mellizas de Bush y no quieren que desaparezcan.
No falta la sorna a la hora de analizar el hecho de que paralelamente a las elecciones, en 11 estados se rechazaron por mayoría las bodas entre homosexuales. "Gracias a Dios. Piensen en todos los regalos de boda que ahora no tenemos que comprar". Moore destaca además que el triunfo de Bush fue supuestamente el más ajustado de un presidente en funciones desde el de Woodrow Wilson en 1916. En los próximos cuatro años con Bush, Moore considera posibles dos escenarios diferentes. Por un lado, el presidente podría esforzarse por pasar a la historia con una ‘sentencia favorable’ y por eso no insistiría ‘de forma demasiado agresiva con su agenda derechista’. Por el otro, su arrogancia podría llevarlo a cometer errores tan graves que su propio partido tendría que destituirlo, sostiene. Lo cierto es que desde el pasado día 2, el mundo ha pasado a estar en un nivel de peligrosidad escandalosa.
Lo grande de USA es que, a pesar de la reelección, el cineasta sigue pueda seguir planteando preguntas sin respuesta, axiomas demoledores sobre la falsedad y la hipocresía con que se tratan frívolamente el terrorismo y el crimen en USA.

sábado, 6 de noviembre de 2004

Review RESIDENT EVIL 2

Absurdo pero magnífico divertimento
A pesar de lo reiterativo de su guión, esta secuela encuentra en su poca pretensión y acelerado ritmo un interés inaudito en este tipo de producciones.
Acostumbrados a la proliferación de películas de acción con zombies, nulas adaptaciones de videojuegos (donde se ubicaría la primera parte de esta película), cómics, mezclas imposibles de géneros mundanos, ‘mainstream’ y disociaciones argumentales varias, el espectador que acuda a ver ‘Resident Evil: Apocalipsis’ con prejuicios se llevará una agradable sorpresa. No por la propuesta, ya que esta secuela es la enésima aportación al cine de zombies, muy en la línea de la magistral ‘Amanecer de los muertos’, de Zack Snyder, si no como globalización de un género tan agotado como, a veces (y es aquí donde entra el filme del debutante Alexander Witt), deleitablemente solaz.
Han pasado dos años para nosotros, pero para Alice han sido tan sólo unos minutos. El caos que inició en la mansión a las afueras de Racoon City ha llegado a la ciudad y el peligroso ‘Virus T’ se ha expandido rápidamente por el lugar, convirtiendo en zombies a quienes infecta. Un pequeño grupo de personas que no han sido infectadas, entre ellas Jill Valentine, una integrante recién degradada del equipo S.T.A.RS. (Equipo de rescates y tácticas especiales) comandado por Carlos Oliveira, se ven obligados a luchar por sus vidas contra verdaderos enjambres de muertos vivientes. Ahora Racoon City es el escenario perfecto para probar sus armas biológicas, las cuales están lideradas por el coloso mutante conocido como Némesis y también, por la propia Alice, que aquí toma una fuerza descomunal en lo físico y en la trama. La única esperanza de escapar con vida se llama Angie Ashford, la hija de uno de los principales científicos de la Corporación Umbrella.
Esta secuela de ‘Resident Evil’ no es más terrorífica, ni especialmente sangrienta que su predecesora. De hecho puede parecer reiterativa y anodina, sólo roto este tedio por su celeridad, su agilidad argumental, translúcida y carente de obstáculos para la acción son la garantía de autenticidad para con el público aficionado a las buenas películas de acción. Como guionista Paul W.S. Anderson asume la coherencia del trabajo de adaptar un videojuego a la gran pantalla, tratando de no conferir importancia a cualquier atisbo de practicidad dramática, ni el guiño a la seriedad, para dedicarse a estructurar la acción en función de niveles, como si de un juego de ficción se tratara: el puente, la ciudad, la iglesia, el colegio y finalmente la cumbre escénica en un rascacielos con lucha final entre antagonistas incluida. Los personajes no están en absoulto dibujados, no tienen entidad ninguna y están estereotipados hasta el rubor. Pero poco importa. En base a eso, la acción se desarrolla con un trepidante ritmo que nunca se apaga, que confiere a la historia una intrascendencia que se traduce en la mejor baza de un filme de acción modélico, pero en su conjunto formal algo insípido y básico.
Por eso, puede sonar absurdo decir que ‘Resident Evil: Apocalipsis’ es una magnífica adaptación del célebre videojuego, por ésa insuficiencia de gravedad argumental que comparten ambos formatos, donde se encuentra el gran componente de lo mejor del juego y la película. Por tanto, la encarnizada lucha de Alice contra el mundo zombie y la supervivencia en el caos como una premisa de la acción es lo que hace grande a este lúdico divertimento de ciencia ficción adulterado con el terror zombie. Considerándola de este modo como un estricto y legítimo espectáculo, un deleitable producto como simple ejercicio de acción, esta secuela es un placer estético y rítmico distanciado por completo de cualquier sumisión a cualquier regla de guión establecida.
Lo curioso de todo es que las virtudes de esta secuela se han transmutado en los defectos de su primera parte, y viceversa. Es decir, en ‘Resident Evil’ Anderson se tomó demasiado en serio la película, al intentar transgredir los límites del género con lo que contaba. No obstante, en esta secuela esa pretenciosidad es anulada por una adrenalítica cadencia visual, donde cada golpe de efecto está justificado y todo gira en torno a la distracción asfixiante, centrada en la honestidad y falta de complejos de una historia simple pero eficaz, con la sempiterna sensación de ‘deja vù’, pero sin perder el norte en ningún momento. Sin embargo, la eficacia de la primera entrega, justificada en la más que correcta dirección de un Anderson que convocó lo mejor (y peor) de su espantosa carrera filmográfica ofreciendo un axiomático itinerario de terror y acción asentado en los tenebrosos y metálicos escenarios de Umbrella, se pierde con la salida al exterior, donde a Alexander Witt se le escapa de las manos el encargo, con sus descuidadas escenas de lucha, dejando ver sus carencias de planificación en un apagado sentido de la coreografía escénica y un abuso de falsarias técnicas basadas en el sonido aterrador con la confusa imagen borrosa que evidencia la torpe creación tras la cámara del director de fotografía de segunda unidad de ‘Piratas del Caribe’ o ‘XXX’.
Sí, es cierto que ‘Resident Evil: Apocalipsis’ está plagada de esquematismos en muchos niveles que expone bajo sus linealidad nada trascendente. Sí, habrá muchos que no estén de acuerdo con ni una sola línea de esta crítica. Pero lo que no se puede negar es la disposición eflúvica de ‘serie B’, donde se vuelca lo expeditivo y descerebrado del tono narrativo, derivado de la asonancia de la historia sobre cualquier otra disposición fílmica. Además, y a diferencia de la primera cinta, esta película cuenta con más elementos de acción que de terror, reproduciendo algunas plataformas de los videojuegos como las secuencias tomadas de ‘Resident Evil 3’ o del ‘Code Verónica’, además de la breve participación de otros personajes de los juegos como Nikolai y Carlos Olivera. Eso sí, la mediocre aparición del personaje de Nemesis será la excusa justificada con la que puristas atacaran esta producción. A esta pequeña joya de la corona del cine de ‘zombies postmodernos’ no le falta de nada: ni muertos vivientes a la ‘vieja usanza’, ni explosivas heroínas a las que no le tiembla el pulso cuando disparan, ni una manipulación corporativa y ambigüedad gubernamental, ni peleas de patadas en cementerios o iglesias.
Hay todavía quien reconocerá el maratón físico que brindan una espléndida Milla Jovovich y la más que sugerente Sienna Guillory (impresionante su belleza), ambas imponentes, dejando claro que el elemento femenino, a veces tiene más importancia que los héroes o antihéroes a los que nos ha habituado el cine de género. Por todo ello, ‘Resident Evil: Apocalipsis’ supera con mucho a su predecesora, prevaleciendo su valía muy por encima de un subgénero de películas basadas en un juego de video. No es imprescindible, pero sí concede momentos de buen cine de acción. Y aunque esté mal rodado o tenga (muchos) defectos, es una secuela que dignifica la saga y que propone lo mejor de un juego con una sinopsis que descubre aquí su mejor grafía. Ahora queda la avalancha de este tipo de películas: ‘Alone in the Dark’, ‘Bloodrayne’, ‘Crazy Taxi’, ‘Doom’, ‘Mafia’, ‘Max Payne’, ‘Driver’, ‘Far Cry’, ‘Tekken’...
Miguel Á. Refoyo © 2004

EL LÍMITE en Hollywood

Bueno amigos, hoy vuelven a pasar EL LÍMITE en otro festival, esta vez un poco más lejos. Concretamente en el American Latino Film Festival de Los Ángeles (California, USA).
Todos se asombran mucho al saber que mi corto estará en un festival foráneo y en la Meca del Cine, pero es bien fácil de explicar. Es un festival pequeñito, sin mucha repercusión, dedicado al corto hablado en español y con una evolutiva propuesta por dar a conocer en una ciudad como Los Ángeles el cine (en este caso de corto) de otros países. Ponen muchísimos cortos, creo que unos 60 ó 70 y de esos, los mejores (unos 15) son vistos en otro festival de mayor importancia por ejecutivos de Hollywood. Pero este gran logro, quedará para los cortos en 35 mm. O quién sabe. Ellos contactaron conmigo a raíz de ver el trailer en la web y me pidieron que les mandara una copia. Así de fácil.
Yo igual cojo mi 'jet' privado y voy a los canapés.
Bueno, pues para quien quiera acercarse, se proyectará esta noche (tarde allí) en el Ricardo Montalban Theatre, en pleno corazón de Hollywood. 1615 N. Vine St., Hollywood Ca., 90028

viernes, 5 de noviembre de 2004

El código de autocontrol y la telebasura

Nunca antes, el mundo televisivo había estado tan alterado, tan pendiente de la calidad de los programas que se emiten, en qué horarios se exponen o de qué manera puede afectar a la audiencia. Este hecho viene dado por el polémico y muy de actualidad nuevo código de autocontrol, un borrador que reclama un poco de autocensura para proteger al menor de los contenidos no infantiles que han acaparado y ensuciado la parrilla dedicada otrora a los más pequeños, concretamente de seis de la mañana a diez de la noche.
La directora general de RTVE, Carmen Caffarel, presentó hace poco un “Código para la protección de los menores en las emisiones de televisión y radio”, para la necesaria modificación y supresión de algunos espacios y la dedicación de ciertos horarios de especial protección y contenidos prohibidos durante los mismos; criterios para la calificación de programas y tratamiento de los contenidos en horarios protegidos.
Hasta aquí bien. El problema surge cuando esta plausible medida se quiere hacer extensible a la televisión pública, donde los programas que más audiencia tienen y más dinero dan son los dedicados al infecto mundo del ‘corazón’ y los ‘realities’ en diversos formatos. El Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, apuesta por dar un plazo a las televisiones públicas para que eliminen del horario infantil la ‘telebasura’ (un término que pocos conocen, pero que todos utilizan), pero éstas, por su parte, defienden la ‘no obligatoriedad’ del código, aceptando, eso sí, la modulación de ciertos programas o sus sustitución para dar a los niños espacios educativos o de entretenimiento ajustado a su edad y proponen que sea el control de los padres quien dicte el comportamiento televisivo de los críos.
Un punto difícil, ya que si en el pasado un chavalín salía del colegio y podía disfrutar de una parrilla dedicada a su formación (con programas educativos tipo ‘Barrio Sésamo’), series de dibujos animados (las añoradas creaciones de ‘Hannah & Barbera’, los ‘Looney Tunes’, etc.), concursos y teleseries varias, en la actualidad un niño que salga de sus clases y pretenda ver la televisión, podrá asistir al último adulterio de algún miserable torero, de alguna elegante prostituta que afirma haberle hecho una felación al cantante de moda o a una coplera absurda pidiendo atención con el ridículo más espantoso. Eso, o comprobar cómo gente anónima cuenta sus miserias por tener esos cinco minutos ‘warholianos’, narrando con pelos y señales sus traumas, conociendo a la persona con la que tanto ha hablado por Internet y nunca ha visto, etcétera…
Algunas medidas, bien es cierto, son algo absurdas y un tanto reaccionarias, como la de una explícita y gratuita presentación o representación de violencias y perversiones sexuales, actuaciones degradantes para la persona o que conduzcan a la propia degradación del ser humano. Norma que va mucho más allá del tremendismo. O la de los contenidos sexuales explícitos que se enfocan a eliminar aquellos propósitos sexuales gratuitos, que sólo estarán justificados por el contexto. Algo que nos recuerda a la censura franquista o a los dos rombos de principios de los 80. Y es que, no nos engañemos; la violencia y el sexo, en este momento, no son el principal enemigo contra la idiotez generada por la ‘Caja Tonta’, porque una buena teta no hace mal a nadie (quien no recuerda ese pecho desorbitado de Sabrina Salerno). Un niño actual también sabe perfectamente como funciona el mundo, qué es una droga, cómo se utiliza, cuál es función, sus clases y en qué momento está la sociedad. Ha visto una guerra ilegal, vive en la era del vicio digitalizado y pixelado y comprende mejor que muchos adultos cómo es la vida. No es una cuestión de ponerse gazmoños y puritanos, de excederse en la consecución de una educación digna, que les transmita unos valores profundos a los más pequeños, pero sí de moderar la competitividad catódica y con su autocomplacencia de contenidos. La intención del Ejecutivo es que el fruto de su tarea sea palpable en televisión en Navidad, la época del año en la que más sube el consumo de televisión por parte de los niños. Y así lo esperamos todos, pero sin excesos.
Pero no hay que dejarse engañar por los contenidos televisivos. La televisión ofrece perspectivas que otros soportes son incapaces de producir. Sólo en televisión es posible ver una película adulterada, cercenada por horas de anuncios publicitarios que acaban por distraer la atención a programas de otras cadenas. O teleseries de moda absurdas y manipuladoras de modelos de vida, concursos ‘familiares’ que mezclan sin ningún pudro pruebas de patio de colegio y torturas de animales dignos del pueblo sin civilizar. Algo extensible a los coloquios con dinero de por medio y conflicto de intereses sin cicatrizar. Incluso los documentales, ese espacio intelectualmente ‘culto’ de la televisión, están contaminados por el impacto, por el espectáculo sangriento de la ley de la selva. Por no hablar de los informativos, que se han convertido en festivales ‘gore’ para adictos del aquí y ahora. La televisión, por tanto, no sólo se compone de la desconocida ‘telebasura’, por lo que si se quiere regular un código de protección y de autocontrol no basta con echar un vistazo a lo endémico de la situación, al recurso fácil.
La Telebasura y su sentido de existencia
¿Este código debe ser el inicio del ocaso de la Telebasura? Evidentemente no. Pero sí tiene que darse una desinfección de la misma, en una época de visible decadencia. La telerrealidad, el formulismo del ‘reality’, del escándalo ‘rosa’, del sensacionalismo, ha nacido de la consentida y evolutiva sensación de poder, de hegemonía insultante. A lo largo de los años, la ambigua y malentendida ‘telebasura’, ha desembocado en un pozo de lodo y deyección que ha acabado por confundir su significado, su atractivo y su potencia como evento catódico heterogéneo y ‘freak’. La televisión se ha convertido en un sistema que crea sus propios personajes y vive de ellos, donde los programas de telerrealidad buscan la polémica y los informativos son presentados como puro espectáculo. El concepto de ‘telebasura’, tiene más importancia de lo que la gente cree. El control al que se puede someter puede ser positivo. Sin embargo, pretender incinerar los espacios de la degradada ‘telebasura’ es algo más que peligroso, ya que estos son mucho más inofensivos que esa otra televisión amordazada que tan escandalizados personajes reclaman.
Tal vez sea, como dice Antonio Sempere en su En tiempo real: La televisión al borde de un ataque de nervios’, porque la mayoría de los críticos y analistas televisivos ignoran, odian y desprecian el medio. Pero esta afirmación es más que dudosa, ya que nadie puede creerse con la verdad absoluta sobre el medio. Y es que el espectador, como ente inteligente, debe filtrar los contenidos y rechazarlos o aceptarlos según sus gustos. No existe, y esto es más grave, ningún agravio sobre este pretendido liberalismo de nuestros políticos tan silenciado últimamente. Ya sabíamos que el liberalismo (el verdadero liberalismo, no la coartada liberal para manejar las líneas de fuerza empresarial y de la sociedad entera) iba a la baja, pero resulta que el proceso es mucho más grave: el Estado nos debe decir qué programas tenemos que ver y cuáles no. Ahí está el peligro, amigos; cuando consigan decirnos qué es lo podemos ver y qué no. Porque entonces debemos suponer que lo siguiente, será insinuar lo que tenemos que comer (la campaña de alerta sobre la obesidad infantil y juvenil es un buen ejemplo) o qué música escuchar (la terrible escena del ‘top manta’ que se hace ver) y qué cine ver. Lo que hay procurar es que unos cuantos autoproclamados líderes de opinión, ya sean gobernantes, expertos, analistas o versados sabios de cualquier tipo, transformen a los espectadores en imbéciles, vacuos y autómatas. No son nadie para polarizar la calidad de las emisiones.
Debe haber pluralidad. Y para ello, no hay que imponer ninguna medida, sino combatir la basura televisiva ‘real’ (muy diferente a la ‘ficticia’) con programas de calidad. Sabemos que existe la telebasura, y que por extensión hay radiobasura y prensabasura (ésta más reconocible en las revistas del corazón), pero a nadie se le ha pasado por la cabeza censurarlas ni cerrarlas. Por eso, imponer códigos preventivos puede estar bien, ya que hemos llegado a un punto en que el mundo de las 325 líneas está tan borroso por algunos de sus programas, merecen un toque de atención sobre sus contenidos. Pero, y eso sí que no es de recibo, en ningún momento hay que imponer nada, porque supondría una coacción a la libertad, tanto de expresión como de elección.
Josep M. Llauradó se planteaba hace poco el tema de la definición de calidad: “Desconfío de los que se llenan la boca con el término calidad; Cultura de calidad, turismo de calidad, programas de calidad… ¿Qué entenderán ellos por calidad? ¿Quiénes son ellos para monopolizar la calidad?”. Y es ahí donde entra la definición de la ‘telebasura’, ubicada en el contexto de una ‘cultura basura’ dilatada a lo largo de la última década. El concepto de ‘cultura basura’, ése vocablo de difícil catalogación, ha tomado con la diversificación de los contenidos de la ‘prensa rosa’ una acepción errónea, ya que todos aquellos que desbaratan cualquier opción cultural con ineptitud lacerante están, en último término, haciendo un mal uso de la verdadera importancia que debería tener una cultura colectiva de la que, incomprensiblemente, ellos forman parte. Un universo abisal, de texturas polimórficas, de ‘supuesta’ confrontación con las reglas impuestas de la estética y el arte está encaminado a la destrucción de las radiofórmulas, las ideas preconcebidas por el tipo docto, de lo protegido culturalmente. Tiene que haber espacio para el distanciamiento, para huir de las lecturas frontales impuestas, fomentar la libertad que supone elegir una dialéctica distinta a la preconcebida por la cultura establecida. Posiblemente sea cierto que haya que dejar funcionar a su aire, sin intervenciones ‘neoliberales’ directas o transversales, el libre de mercado y la libertad de competencia entre las empresas audiovisuales. Sólo desde la normalidad catódica es posible discutir de ‘telebasura’.
La Telebasura no es necesariamente mala y, en muchas ocasiones ofrecen la alternativa a la cultura, a lo docto, a lo políticamente correcto. También es cierto que muchos aquellos de los que juzgan la ‘telebasura’ no saben muy exactamente de qué hablan. Por eso, existen partes de esa cultura de masas tranformada en ‘basura’ que sigue siendo entretenida y que funciona como escape a la circunspección grave y formal a la que se vería avocada la televisión si no existieran programas absurdos poblado de ‘freaks’ inmundos o simpáticos monigotes totalmente ridículos. Lo que hay que buscar es la variedad. Sólo así se podrá plantear un medio con alternativas de ocio, cultura, ‘telebasura’, concursos, espacios infantiles, debates, documentales, cine...
La heterogeneidad que envuelve a la ‘cultura basura’ debe ser aceptada y, en parte, ésa libertad sin límites, es la que encomia un universo en el que se acalla al dictador del gusto, al autócrata instaurador de modas efímeras, de una ‘basura’ aceptada, que es la que representa algún ‘late show’ nocturno que impone sus leyes y no deja mucho a la inteligencia. Y son precisamente ellos los que imponen un desprecio hacia lo ‘trash’, evidenciado como el signo de la decadencia intelectual de Occidente. Hemos llegado a un momento en el que la idea de perfección está democratizada, y ahora es cuando debemos pedir la heterogeneidad diversificada de contenidos, no prohibirlos ni coartar la decisión del público televisivo.
Miguel Á. Refoyo © 2004

The Birthday: TODAY is an important day

Me acaba de comentar el gran Mikel Alvariño, el coguionista de 'The Birthday', de Eugenio Mira, que esta misma noche, a las 15:00 hora local de Santa Monica, CA (0:00 en España), en el Mann Criterion Theatre se proyectará este más que esperado filme ante cerca de 180 espectadores, entre los cuales estarán representantes de Fine Line, Miramax, Focus, y otras distribuidoras que pueden hacer que tiemble el mundo.
Es la gran alternativa a este cine español rácano, muerto en ideas y falto de diversión, decrépito en originalidad y acabado en dar al público algo decente.
Espero que Eugenio y Mikel tengan toda la suerte del mundo. Por lo menos ya que si yo no puedo convertir mi sueño en realidad, sean amigos míos los que logren hacer el cine que siempre hemos soñado con ver. Y no la mierda que nos están metiendo llamándola 'cine español'. Hoy sin ir más lejos he visto los paupérrimos trailers de dos incoherencias como 'Cosas que hacen que la vida valga la pena', la última chorrada del 'looser' Gómez Pereira y la no menos absurda 'Di que sí', con Paz Veguita y el barbas del vídeo de Estopa (es por no llamarle Santi Millán).
¿A esto lo llaman cine español?
Esperad a ver 'The Birthday' y aprendemos todos de una puta vez qué coño es el cine español realizado con riesgo y valentía. Y, por si fuera poco, con un presupuesto ajustado.
¡SUERTE CHICOS!

jueves, 4 de noviembre de 2004

Absurdas sumas de parecidos (III)


Carrie Ann-Moss, Eva Nasarre y Sarah Clarke
Al loro del post de '24' y jugando con la magnífica pista de mi amigo el Dr. Spooky, hemos sacado entre los dos que la fría belleza de Carrie Anne-Moss sumado al indudable atractivo que sigue teniendo la mujer de actualidad en el fango de la 'prensa rosa' Eva Nasarre (qué recuerdos ochenteros) dan un parecido, mucho más que razonable, a la actriz que intrepeta a Nina Meyers en '24', la no menos potente y morbosa Sarah Clarke.
¿Que no?

Irremediable adicción a '24'

Desde hace mucho, mucho tiempo, desde aquella televisión que tanto echamos de menos, una serie catódica no me había enganchado tanto. La adrenalítica ‘24’ más que una serie de ficción, es una droga visual que tiene efectos de adicción inmediatos. Nunca antes me había revuelto de nervios de una forma tan agónica en el sofá, nunca antes había gritado de emoción, ni me había sorprendido de una manera que sólo ha logrado esta serie basada en la pureza de la acción de género, de sus imposibles giros argumentales y de su frialdad tan cercana y a su vez tan inalcanzable.
La serie creada por Joel Surnow y Robert Cochran es, con mucho, lo mejor que ha ofrecido la televisión de calidad en mucho tiempo. Realmente acojonante. Su secreto: es la primera producción de la historia de la televisión narrada en tiempo real, en la que cada hora y cada minuto marcan el destino de sus protagonistas; una apuesta sumamente original y arriesgada que eleva la tensión y la intriga a alto nivel.
‘24’ es mucho más que una serie innovadora del momento, ya que se acerca a los inaccesibles preceptos del cine de acción, dotada con una maravillosa puesta en escena totalmente cinematográfica, y los auna en la pequeña pantalla desplegando un arsenal de acción hemostática, de agilidad instantánea y de identificación perfecta. Dejando claro cómo y cuándo hay que hacer televisión, en Estados Unidos es la serie que más rápido ha batido récords de audiencia, consolidándose como la propuesta televisiva más original de los últimos años. ‘24’ es colosal, un producto muy bien estructurado, filmado con estilo cien por cien cinematográfico, que ofrece 24 horas de metraje trepidante.
Prueba de ello son los premios que ha recibido hasta ahora, entre ellos un Emmy al mejor guión, un Globo de Oro a la mejor serie dramática y un Globo de Oro al mejor actor para su protagonista, Kiefer Sutherland. ‘24’ cuenta con otros tres Premios Emmy en reconocimiento de la fotografía y de la música. Una de las características que hacen a ‘24’ reconocible, además de esta mencionada celeridad narrativa y argumental, es la estética fría, rupturista y tecnológica que se divide en varias ocasiones en la conocida ‘split screen’, fragmentando las subtramas en una misma pantalla, otorgando al ángulo de cámara una vital importancia en la perspectiva visual y emocional de la narración.
La serie empuja al espectador a una tensión llevadaa al extremo. Para desarrollar la trama en un escrupuloso tiempo real, es decir una hora del tiempo de pantalla iguala una hora en la historia, es una prueba de reciedumbre total. Las costumbres cinemáticas tradicionales no tienen cabida en esta serie, ya que todos y cada uno de los personajes van y vienen en concordancia con el tiempo.
La historia gira en torno a Jack Bauer, el jefe de la Unidad Anti-Terrorista norteamericana (UAT). A lo largo de las tres temporadas -por ahora-, Jack y sus compañeros tratarán de proteger la vida del senador (convertido en Presidente) David Palmer y salvaguardar a la nación de estratégicos ataques terroristas en tres agónicos días completos a través de aventuras que parecen no tener fin. A Shuterland le acompañan Leslie Hope, Elisha Cuthbert, Sarah Clarke, Dennis Haysbert, Carlos Bernard, Xander Berkeley, Penny Johnson, Reiko Aylesworth, Sarah Wynter y James Badge Dale, entre muchos otros.
La serie empezó con aquella inolvidable frase en boca de Bauer: “Tenemos razones para creer que de hoy habrá un atentado contra la vida del senador Palmer”. Era el fértil comienzo de una serie que es, con todo el merecimiento, un clásico moderno, un ejemplo a seguir, una obra maestra televisiva de nuestro tiempo.
Temporada 1: La serie, cimentada sobre los mejores pilares del ‘thriller’ de acción, supuso una innovadora montaña rusa desarrollada a tiempo real. A lo largo de 24 horas, durante el primer día de campaña presidencial en Los Ángeles, donde Jack Bauer y su equipo de élite de agentes de la UAT descubren una conspiración de asesinar a candidato David Palmer. Un día para identificar al asesino y salvar la vida de Palmer, Jack también debe arreglar su maltrecho matrimonio y la desaparición repentina de su problemática hija adolescente.
Temporada 2: 18 meses después de que Bauer y los suyos salvaran la vida del Senador Palmer y de que la tragedia se cebara en la vida del mejor agente de la UAT (su mujer moría a manos de una ex amante también agente de la agencia), todo parece en calma. Pero no tarda en romperse cuando los agentes de la UAT, en constante contacto con el ahora Presidente de los Estados Unidos, David Palmer, se enfrentan a una catástrofe terrorista que pone en jaque a todo el país: una bomba nuclear está a punto de estallar algún lugar de Los Ángeles, en cualquier momento. Sólo Jack es el único capaz de detener la deflagración.
Temporada 3: Tres años después de los acontecimientos, Jack está metido en turbios asuntos con un cartel de la droga mexicana. Un virus bacteriológico es el elemento que desbordará a la UAT. Si no sueltan al capo mexicano Ramón Salazar extenderán el virus por todo el país. Mientras David Palmer se prepara para la reelección junto a su nuevo asesor, su hermano, Bauer y la UAT se enfrentan al que ha sido designado por los productores como “el día más largo en la vida de Jack Bauer”.
Curiosidades
.- Muchos pensamos que no es cierto, que hay algún truco. Pero lo cierto es que, con el cronómetro en mano, en las pausas de publicidad (enEstados Unidos, no aquí, que es Antena 3), se añaden a ése impactante reloj digital los minutos correspondientes al espacio publicitario.
.- Para el final de la primera temporada había tres finales, donde Nina Myers dispara contra la mujer de Jack, Teri. En una primera opción ni siquiera Nina disparaba, en otro Nina le da a Teri, pero ésta no moría. Se prefirió la tercera y más arriesgada opción: la mujer del protagonista moría a manos de la más malvada y temible de las agentes corruptas de la UAT. El primer final está disponible como extra en los DVD del ‘pack’ de la primera temporada.
.- En la primera temporada Dennis Haysbert estaba viajando regularmente de un lado a otro de la costa de Los Angeles. La razón: el actor afroamericano estaba rodando esa obra de culto de Todd Haynes ‘Far from heaven’, junto a Dennis Quaid y Julianne Moore.
.- Sarah Clarke, la actriz que daba vida a Nina Myers fue fichada la misma mañana en que se filmaba el episodio piloto. Dadas las prisas, no pudieron crear un vestuario específico para ella, por lo que a lo largo de toda la primera temporada vemos a Nina con la ropa de la actriz.
.- La dulce Reiko Aylesworth (mi personaje favorito y musa de mis sueños más húmedos) hizo las pruebas para dar vida a Nina Myers, pero su rostro angelical no encajaba en la maligna agente, así que se decidieron a darle el papel de Michelle Dessler.
.- Una anécdota de la musa de la serie por excelencia: Elisha Cuthbert. En la segunda temporada, durante la escena de un tiroteo, fue mordida por el puma que aparecía en aquella. Resultado: algunos puntos y vacuna del tétano.
.- Como todos sabéis, la acción de la segunda temporada transcurra un año y medio después de la primera. Mientras la tercera tiene lugar tres años después de la segunda.
.- Cuando Jack Baker entra a liberar a Ramón Salazar, la cámara que le sigue es la número 24.
.- El protocolo que utiliza el David Palmer de ‘24’ cuando toma el ‘Air Force One’ es escrupulosamente fiel a la realidad. Es la única vez que hemos visto en una ficción este seguimiento. Ni siquiera en las películas de Hollywood.
.- Todos los actores y actrices del elenco se cortan el pelo cada cinco días. Todo en función de un ‘raccord’ tan sumamente exigente y que se rompe, lógicamente, con mucha facilidad (como se puede leer -en inglés- en IMDB).
.- El joven Gabriel Macht fue el primer y casi definitivo candidato para dar vida a Chase Edmund, pero James Badge Dale se lo llevó por la grata impresión que dejó en los productores tras las pruebas. Eso sí, Macht tendrá su papel en la cuarta temporada.
.- Cada temporada, incluyendo pre- y post- producción, se tarda en preparar unos diez meses.
.- En la tercera temporada (actualmente en curso) tendrá un jugoso tema en la web sylviaimports. El malvado Stephen Saunders sabe cómo gastárselas al Presidente. La página existe y podéis comprobar lo que el equipo de ‘24’ tiene que deciros.
.- Dejando su talento en subproductos televisivos, el actor generacional Kiefer Sutherland abordó su primera experiencia televisiva y fue el principal motor de que la serie tuviera un soporte para los productores. Él mismo es co-productor de la serie.
.- Mis grandes amigos Cristóbal Garrido, Álex Alonso, José Manuel Rodríguez "Tocho" y el Tío Moo son tan fanáticos de la serie como yo. Lo último que tenemos como fetiche auditivo y que nos vuelve locos es el ‘ringtone’ de la CTU (la UAT en España). Lo podéis descargar AQUÍ.
El sangriento ‘Body Count’ de Jack Bauer:
.-Primera temporada: Jack mata a 24 personas.
.-Segunda temporada: mata 26 y mata a un perro con una escopeta.
En 48 horas Jack mata a 50 personas.
En la tercera lleva ya unos cuantos, incluido Chapell, su jefe de la UAT.
Profesiones de los personajes
.-Jack Bauer tiene la licenciatura en literatura inglesa de UCLA y un master en criminología de Berkeley de UC.
.-Kim Bauer tiene la diplomatura en la programación por la universidad de Santa Mónica.
.-El Presidente Palmer tiene la licenciatura en economía política de Georgetown y un doctorado de Derecho de la universidad de Maryland.
.-Tony Almeida tiene la licenciatura en Ingeniería Informática de San Diego y un master de técnico avanzado informático en la Stanford University.
.-Michelle Dessler tiene la licenciatura en Informática de la UC Davis.
.-Sherry Palmer tiene una licenciatura en sociología por la Universidad de Georgetown.
Rumore, rumore… (SPOILERS)
.- Atentos, amigos. Porque todo parece indicar que en la Temporada 4, Jack Bauer estará fuera de la UAT, con una vida alejada de las peripecias terroristas a las que está acostumbrado.
.- Se avanza que uno de los grandes protagonistas morirá en la cuarta temporada. Los únicos que tienen un contrato con la totalidad de ‘24’ como protagonistas son Sutherland y Haysbert, por lo que los demás actores dependen de las tramas y de los productores ¿Quién será?
El caso es que, hasta entonces, no haremos más que ver lo que queda de la tercera temporada (más frenética e impresionante que nunca) y ver una y otra vez las dos temporadas anteriores en DVD.

La intransigencia y el fanatismo

1959-2004
A Theo van Gogh le han quitado la vida por haber creado 'Submission', un corto sobre una musulmana casada a la fuerza, maltratada por su marido y violada por su tío. Vestida con unos velos negros y otros transparentes y con la cara tapada, la actriz que interpretaba a la protagonista mostraba en varias escenas pasajes del Corán tatuados en su cuerpo. También podían verse las huellas de los golpes que habría recibido por parte de los varones de su familia. En un monólogo constante repetía los textos coránicos que justificarían los abusos padecidos. La guionista de la cinta, Ayaan Hirsi Alí, es una refugiada somalí que escapó de un matrimonio forzoso en su país y ocupa ahora un escaño de diputada por el Partido Liberal en el Parlamento holandés.
Otra muestra de fanatismo religioso llevado al extremo. Otra triste muestra de fundamentalismo, de creencia religiosa, del opio del pueblo, del sentimiento de odio fanático por un integrismo que se refiere a la creencia de tener la verdad absoluta, ya sea en lo religioso, en lo político, en lo filosófico, hasta en lo científico.
La religión, la creencia en mitos invisibles han traido al hombre doctrinas, ideologías y utopías mal entendias que han dado lugar a la intolerancia, al fundamentalismo y al fanatismo.
Van Gogh ha sido la injusta y, seguramente, penúltima víctima de la religión.