sábado, 6 de noviembre de 2004

EL LÍMITE en Hollywood

Bueno amigos, hoy vuelven a pasar EL LÍMITE en otro festival, esta vez un poco más lejos. Concretamente en el American Latino Film Festival de Los Ángeles (California, USA).
Todos se asombran mucho al saber que mi corto estará en un festival foráneo y en la Meca del Cine, pero es bien fácil de explicar. Es un festival pequeñito, sin mucha repercusión, dedicado al corto hablado en español y con una evolutiva propuesta por dar a conocer en una ciudad como Los Ángeles el cine (en este caso de corto) de otros países. Ponen muchísimos cortos, creo que unos 60 ó 70 y de esos, los mejores (unos 15) son vistos en otro festival de mayor importancia por ejecutivos de Hollywood. Pero este gran logro, quedará para los cortos en 35 mm. O quién sabe. Ellos contactaron conmigo a raíz de ver el trailer en la web y me pidieron que les mandara una copia. Así de fácil.
Yo igual cojo mi 'jet' privado y voy a los canapés.
Bueno, pues para quien quiera acercarse, se proyectará esta noche (tarde allí) en el Ricardo Montalban Theatre, en pleno corazón de Hollywood. 1615 N. Vine St., Hollywood Ca., 90028

viernes, 5 de noviembre de 2004

El código de autocontrol y la telebasura

Nunca antes, el mundo televisivo había estado tan alterado, tan pendiente de la calidad de los programas que se emiten, en qué horarios se exponen o de qué manera puede afectar a la audiencia. Este hecho viene dado por el polémico y muy de actualidad nuevo código de autocontrol, un borrador que reclama un poco de autocensura para proteger al menor de los contenidos no infantiles que han acaparado y ensuciado la parrilla dedicada otrora a los más pequeños, concretamente de seis de la mañana a diez de la noche.
La directora general de RTVE, Carmen Caffarel, presentó hace poco un “Código para la protección de los menores en las emisiones de televisión y radio”, para la necesaria modificación y supresión de algunos espacios y la dedicación de ciertos horarios de especial protección y contenidos prohibidos durante los mismos; criterios para la calificación de programas y tratamiento de los contenidos en horarios protegidos.
Hasta aquí bien. El problema surge cuando esta plausible medida se quiere hacer extensible a la televisión pública, donde los programas que más audiencia tienen y más dinero dan son los dedicados al infecto mundo del ‘corazón’ y los ‘realities’ en diversos formatos. El Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, apuesta por dar un plazo a las televisiones públicas para que eliminen del horario infantil la ‘telebasura’ (un término que pocos conocen, pero que todos utilizan), pero éstas, por su parte, defienden la ‘no obligatoriedad’ del código, aceptando, eso sí, la modulación de ciertos programas o sus sustitución para dar a los niños espacios educativos o de entretenimiento ajustado a su edad y proponen que sea el control de los padres quien dicte el comportamiento televisivo de los críos.
Un punto difícil, ya que si en el pasado un chavalín salía del colegio y podía disfrutar de una parrilla dedicada a su formación (con programas educativos tipo ‘Barrio Sésamo’), series de dibujos animados (las añoradas creaciones de ‘Hannah & Barbera’, los ‘Looney Tunes’, etc.), concursos y teleseries varias, en la actualidad un niño que salga de sus clases y pretenda ver la televisión, podrá asistir al último adulterio de algún miserable torero, de alguna elegante prostituta que afirma haberle hecho una felación al cantante de moda o a una coplera absurda pidiendo atención con el ridículo más espantoso. Eso, o comprobar cómo gente anónima cuenta sus miserias por tener esos cinco minutos ‘warholianos’, narrando con pelos y señales sus traumas, conociendo a la persona con la que tanto ha hablado por Internet y nunca ha visto, etcétera…
Algunas medidas, bien es cierto, son algo absurdas y un tanto reaccionarias, como la de una explícita y gratuita presentación o representación de violencias y perversiones sexuales, actuaciones degradantes para la persona o que conduzcan a la propia degradación del ser humano. Norma que va mucho más allá del tremendismo. O la de los contenidos sexuales explícitos que se enfocan a eliminar aquellos propósitos sexuales gratuitos, que sólo estarán justificados por el contexto. Algo que nos recuerda a la censura franquista o a los dos rombos de principios de los 80. Y es que, no nos engañemos; la violencia y el sexo, en este momento, no son el principal enemigo contra la idiotez generada por la ‘Caja Tonta’, porque una buena teta no hace mal a nadie (quien no recuerda ese pecho desorbitado de Sabrina Salerno). Un niño actual también sabe perfectamente como funciona el mundo, qué es una droga, cómo se utiliza, cuál es función, sus clases y en qué momento está la sociedad. Ha visto una guerra ilegal, vive en la era del vicio digitalizado y pixelado y comprende mejor que muchos adultos cómo es la vida. No es una cuestión de ponerse gazmoños y puritanos, de excederse en la consecución de una educación digna, que les transmita unos valores profundos a los más pequeños, pero sí de moderar la competitividad catódica y con su autocomplacencia de contenidos. La intención del Ejecutivo es que el fruto de su tarea sea palpable en televisión en Navidad, la época del año en la que más sube el consumo de televisión por parte de los niños. Y así lo esperamos todos, pero sin excesos.
Pero no hay que dejarse engañar por los contenidos televisivos. La televisión ofrece perspectivas que otros soportes son incapaces de producir. Sólo en televisión es posible ver una película adulterada, cercenada por horas de anuncios publicitarios que acaban por distraer la atención a programas de otras cadenas. O teleseries de moda absurdas y manipuladoras de modelos de vida, concursos ‘familiares’ que mezclan sin ningún pudro pruebas de patio de colegio y torturas de animales dignos del pueblo sin civilizar. Algo extensible a los coloquios con dinero de por medio y conflicto de intereses sin cicatrizar. Incluso los documentales, ese espacio intelectualmente ‘culto’ de la televisión, están contaminados por el impacto, por el espectáculo sangriento de la ley de la selva. Por no hablar de los informativos, que se han convertido en festivales ‘gore’ para adictos del aquí y ahora. La televisión, por tanto, no sólo se compone de la desconocida ‘telebasura’, por lo que si se quiere regular un código de protección y de autocontrol no basta con echar un vistazo a lo endémico de la situación, al recurso fácil.
La Telebasura y su sentido de existencia
¿Este código debe ser el inicio del ocaso de la Telebasura? Evidentemente no. Pero sí tiene que darse una desinfección de la misma, en una época de visible decadencia. La telerrealidad, el formulismo del ‘reality’, del escándalo ‘rosa’, del sensacionalismo, ha nacido de la consentida y evolutiva sensación de poder, de hegemonía insultante. A lo largo de los años, la ambigua y malentendida ‘telebasura’, ha desembocado en un pozo de lodo y deyección que ha acabado por confundir su significado, su atractivo y su potencia como evento catódico heterogéneo y ‘freak’. La televisión se ha convertido en un sistema que crea sus propios personajes y vive de ellos, donde los programas de telerrealidad buscan la polémica y los informativos son presentados como puro espectáculo. El concepto de ‘telebasura’, tiene más importancia de lo que la gente cree. El control al que se puede someter puede ser positivo. Sin embargo, pretender incinerar los espacios de la degradada ‘telebasura’ es algo más que peligroso, ya que estos son mucho más inofensivos que esa otra televisión amordazada que tan escandalizados personajes reclaman.
Tal vez sea, como dice Antonio Sempere en su En tiempo real: La televisión al borde de un ataque de nervios’, porque la mayoría de los críticos y analistas televisivos ignoran, odian y desprecian el medio. Pero esta afirmación es más que dudosa, ya que nadie puede creerse con la verdad absoluta sobre el medio. Y es que el espectador, como ente inteligente, debe filtrar los contenidos y rechazarlos o aceptarlos según sus gustos. No existe, y esto es más grave, ningún agravio sobre este pretendido liberalismo de nuestros políticos tan silenciado últimamente. Ya sabíamos que el liberalismo (el verdadero liberalismo, no la coartada liberal para manejar las líneas de fuerza empresarial y de la sociedad entera) iba a la baja, pero resulta que el proceso es mucho más grave: el Estado nos debe decir qué programas tenemos que ver y cuáles no. Ahí está el peligro, amigos; cuando consigan decirnos qué es lo podemos ver y qué no. Porque entonces debemos suponer que lo siguiente, será insinuar lo que tenemos que comer (la campaña de alerta sobre la obesidad infantil y juvenil es un buen ejemplo) o qué música escuchar (la terrible escena del ‘top manta’ que se hace ver) y qué cine ver. Lo que hay procurar es que unos cuantos autoproclamados líderes de opinión, ya sean gobernantes, expertos, analistas o versados sabios de cualquier tipo, transformen a los espectadores en imbéciles, vacuos y autómatas. No son nadie para polarizar la calidad de las emisiones.
Debe haber pluralidad. Y para ello, no hay que imponer ninguna medida, sino combatir la basura televisiva ‘real’ (muy diferente a la ‘ficticia’) con programas de calidad. Sabemos que existe la telebasura, y que por extensión hay radiobasura y prensabasura (ésta más reconocible en las revistas del corazón), pero a nadie se le ha pasado por la cabeza censurarlas ni cerrarlas. Por eso, imponer códigos preventivos puede estar bien, ya que hemos llegado a un punto en que el mundo de las 325 líneas está tan borroso por algunos de sus programas, merecen un toque de atención sobre sus contenidos. Pero, y eso sí que no es de recibo, en ningún momento hay que imponer nada, porque supondría una coacción a la libertad, tanto de expresión como de elección.
Josep M. Llauradó se planteaba hace poco el tema de la definición de calidad: “Desconfío de los que se llenan la boca con el término calidad; Cultura de calidad, turismo de calidad, programas de calidad… ¿Qué entenderán ellos por calidad? ¿Quiénes son ellos para monopolizar la calidad?”. Y es ahí donde entra la definición de la ‘telebasura’, ubicada en el contexto de una ‘cultura basura’ dilatada a lo largo de la última década. El concepto de ‘cultura basura’, ése vocablo de difícil catalogación, ha tomado con la diversificación de los contenidos de la ‘prensa rosa’ una acepción errónea, ya que todos aquellos que desbaratan cualquier opción cultural con ineptitud lacerante están, en último término, haciendo un mal uso de la verdadera importancia que debería tener una cultura colectiva de la que, incomprensiblemente, ellos forman parte. Un universo abisal, de texturas polimórficas, de ‘supuesta’ confrontación con las reglas impuestas de la estética y el arte está encaminado a la destrucción de las radiofórmulas, las ideas preconcebidas por el tipo docto, de lo protegido culturalmente. Tiene que haber espacio para el distanciamiento, para huir de las lecturas frontales impuestas, fomentar la libertad que supone elegir una dialéctica distinta a la preconcebida por la cultura establecida. Posiblemente sea cierto que haya que dejar funcionar a su aire, sin intervenciones ‘neoliberales’ directas o transversales, el libre de mercado y la libertad de competencia entre las empresas audiovisuales. Sólo desde la normalidad catódica es posible discutir de ‘telebasura’.
La Telebasura no es necesariamente mala y, en muchas ocasiones ofrecen la alternativa a la cultura, a lo docto, a lo políticamente correcto. También es cierto que muchos aquellos de los que juzgan la ‘telebasura’ no saben muy exactamente de qué hablan. Por eso, existen partes de esa cultura de masas tranformada en ‘basura’ que sigue siendo entretenida y que funciona como escape a la circunspección grave y formal a la que se vería avocada la televisión si no existieran programas absurdos poblado de ‘freaks’ inmundos o simpáticos monigotes totalmente ridículos. Lo que hay que buscar es la variedad. Sólo así se podrá plantear un medio con alternativas de ocio, cultura, ‘telebasura’, concursos, espacios infantiles, debates, documentales, cine...
La heterogeneidad que envuelve a la ‘cultura basura’ debe ser aceptada y, en parte, ésa libertad sin límites, es la que encomia un universo en el que se acalla al dictador del gusto, al autócrata instaurador de modas efímeras, de una ‘basura’ aceptada, que es la que representa algún ‘late show’ nocturno que impone sus leyes y no deja mucho a la inteligencia. Y son precisamente ellos los que imponen un desprecio hacia lo ‘trash’, evidenciado como el signo de la decadencia intelectual de Occidente. Hemos llegado a un momento en el que la idea de perfección está democratizada, y ahora es cuando debemos pedir la heterogeneidad diversificada de contenidos, no prohibirlos ni coartar la decisión del público televisivo.
Miguel Á. Refoyo © 2004

The Birthday: TODAY is an important day

Me acaba de comentar el gran Mikel Alvariño, el coguionista de 'The Birthday', de Eugenio Mira, que esta misma noche, a las 15:00 hora local de Santa Monica, CA (0:00 en España), en el Mann Criterion Theatre se proyectará este más que esperado filme ante cerca de 180 espectadores, entre los cuales estarán representantes de Fine Line, Miramax, Focus, y otras distribuidoras que pueden hacer que tiemble el mundo.
Es la gran alternativa a este cine español rácano, muerto en ideas y falto de diversión, decrépito en originalidad y acabado en dar al público algo decente.
Espero que Eugenio y Mikel tengan toda la suerte del mundo. Por lo menos ya que si yo no puedo convertir mi sueño en realidad, sean amigos míos los que logren hacer el cine que siempre hemos soñado con ver. Y no la mierda que nos están metiendo llamándola 'cine español'. Hoy sin ir más lejos he visto los paupérrimos trailers de dos incoherencias como 'Cosas que hacen que la vida valga la pena', la última chorrada del 'looser' Gómez Pereira y la no menos absurda 'Di que sí', con Paz Veguita y el barbas del vídeo de Estopa (es por no llamarle Santi Millán).
¿A esto lo llaman cine español?
Esperad a ver 'The Birthday' y aprendemos todos de una puta vez qué coño es el cine español realizado con riesgo y valentía. Y, por si fuera poco, con un presupuesto ajustado.
¡SUERTE CHICOS!

jueves, 4 de noviembre de 2004

Absurdas sumas de parecidos (III)


Carrie Ann-Moss, Eva Nasarre y Sarah Clarke
Al loro del post de '24' y jugando con la magnífica pista de mi amigo el Dr. Spooky, hemos sacado entre los dos que la fría belleza de Carrie Anne-Moss sumado al indudable atractivo que sigue teniendo la mujer de actualidad en el fango de la 'prensa rosa' Eva Nasarre (qué recuerdos ochenteros) dan un parecido, mucho más que razonable, a la actriz que intrepeta a Nina Meyers en '24', la no menos potente y morbosa Sarah Clarke.
¿Que no?

Irremediable adicción a '24'

Desde hace mucho, mucho tiempo, desde aquella televisión que tanto echamos de menos, una serie catódica no me había enganchado tanto. La adrenalítica ‘24’ más que una serie de ficción, es una droga visual que tiene efectos de adicción inmediatos. Nunca antes me había revuelto de nervios de una forma tan agónica en el sofá, nunca antes había gritado de emoción, ni me había sorprendido de una manera que sólo ha logrado esta serie basada en la pureza de la acción de género, de sus imposibles giros argumentales y de su frialdad tan cercana y a su vez tan inalcanzable.
La serie creada por Joel Surnow y Robert Cochran es, con mucho, lo mejor que ha ofrecido la televisión de calidad en mucho tiempo. Realmente acojonante. Su secreto: es la primera producción de la historia de la televisión narrada en tiempo real, en la que cada hora y cada minuto marcan el destino de sus protagonistas; una apuesta sumamente original y arriesgada que eleva la tensión y la intriga a alto nivel.
‘24’ es mucho más que una serie innovadora del momento, ya que se acerca a los inaccesibles preceptos del cine de acción, dotada con una maravillosa puesta en escena totalmente cinematográfica, y los auna en la pequeña pantalla desplegando un arsenal de acción hemostática, de agilidad instantánea y de identificación perfecta. Dejando claro cómo y cuándo hay que hacer televisión, en Estados Unidos es la serie que más rápido ha batido récords de audiencia, consolidándose como la propuesta televisiva más original de los últimos años. ‘24’ es colosal, un producto muy bien estructurado, filmado con estilo cien por cien cinematográfico, que ofrece 24 horas de metraje trepidante.
Prueba de ello son los premios que ha recibido hasta ahora, entre ellos un Emmy al mejor guión, un Globo de Oro a la mejor serie dramática y un Globo de Oro al mejor actor para su protagonista, Kiefer Sutherland. ‘24’ cuenta con otros tres Premios Emmy en reconocimiento de la fotografía y de la música. Una de las características que hacen a ‘24’ reconocible, además de esta mencionada celeridad narrativa y argumental, es la estética fría, rupturista y tecnológica que se divide en varias ocasiones en la conocida ‘split screen’, fragmentando las subtramas en una misma pantalla, otorgando al ángulo de cámara una vital importancia en la perspectiva visual y emocional de la narración.
La serie empuja al espectador a una tensión llevadaa al extremo. Para desarrollar la trama en un escrupuloso tiempo real, es decir una hora del tiempo de pantalla iguala una hora en la historia, es una prueba de reciedumbre total. Las costumbres cinemáticas tradicionales no tienen cabida en esta serie, ya que todos y cada uno de los personajes van y vienen en concordancia con el tiempo.
La historia gira en torno a Jack Bauer, el jefe de la Unidad Anti-Terrorista norteamericana (UAT). A lo largo de las tres temporadas -por ahora-, Jack y sus compañeros tratarán de proteger la vida del senador (convertido en Presidente) David Palmer y salvaguardar a la nación de estratégicos ataques terroristas en tres agónicos días completos a través de aventuras que parecen no tener fin. A Shuterland le acompañan Leslie Hope, Elisha Cuthbert, Sarah Clarke, Dennis Haysbert, Carlos Bernard, Xander Berkeley, Penny Johnson, Reiko Aylesworth, Sarah Wynter y James Badge Dale, entre muchos otros.
La serie empezó con aquella inolvidable frase en boca de Bauer: “Tenemos razones para creer que de hoy habrá un atentado contra la vida del senador Palmer”. Era el fértil comienzo de una serie que es, con todo el merecimiento, un clásico moderno, un ejemplo a seguir, una obra maestra televisiva de nuestro tiempo.
Temporada 1: La serie, cimentada sobre los mejores pilares del ‘thriller’ de acción, supuso una innovadora montaña rusa desarrollada a tiempo real. A lo largo de 24 horas, durante el primer día de campaña presidencial en Los Ángeles, donde Jack Bauer y su equipo de élite de agentes de la UAT descubren una conspiración de asesinar a candidato David Palmer. Un día para identificar al asesino y salvar la vida de Palmer, Jack también debe arreglar su maltrecho matrimonio y la desaparición repentina de su problemática hija adolescente.
Temporada 2: 18 meses después de que Bauer y los suyos salvaran la vida del Senador Palmer y de que la tragedia se cebara en la vida del mejor agente de la UAT (su mujer moría a manos de una ex amante también agente de la agencia), todo parece en calma. Pero no tarda en romperse cuando los agentes de la UAT, en constante contacto con el ahora Presidente de los Estados Unidos, David Palmer, se enfrentan a una catástrofe terrorista que pone en jaque a todo el país: una bomba nuclear está a punto de estallar algún lugar de Los Ángeles, en cualquier momento. Sólo Jack es el único capaz de detener la deflagración.
Temporada 3: Tres años después de los acontecimientos, Jack está metido en turbios asuntos con un cartel de la droga mexicana. Un virus bacteriológico es el elemento que desbordará a la UAT. Si no sueltan al capo mexicano Ramón Salazar extenderán el virus por todo el país. Mientras David Palmer se prepara para la reelección junto a su nuevo asesor, su hermano, Bauer y la UAT se enfrentan al que ha sido designado por los productores como “el día más largo en la vida de Jack Bauer”.
Curiosidades
.- Muchos pensamos que no es cierto, que hay algún truco. Pero lo cierto es que, con el cronómetro en mano, en las pausas de publicidad (enEstados Unidos, no aquí, que es Antena 3), se añaden a ése impactante reloj digital los minutos correspondientes al espacio publicitario.
.- Para el final de la primera temporada había tres finales, donde Nina Myers dispara contra la mujer de Jack, Teri. En una primera opción ni siquiera Nina disparaba, en otro Nina le da a Teri, pero ésta no moría. Se prefirió la tercera y más arriesgada opción: la mujer del protagonista moría a manos de la más malvada y temible de las agentes corruptas de la UAT. El primer final está disponible como extra en los DVD del ‘pack’ de la primera temporada.
.- En la primera temporada Dennis Haysbert estaba viajando regularmente de un lado a otro de la costa de Los Angeles. La razón: el actor afroamericano estaba rodando esa obra de culto de Todd Haynes ‘Far from heaven’, junto a Dennis Quaid y Julianne Moore.
.- Sarah Clarke, la actriz que daba vida a Nina Myers fue fichada la misma mañana en que se filmaba el episodio piloto. Dadas las prisas, no pudieron crear un vestuario específico para ella, por lo que a lo largo de toda la primera temporada vemos a Nina con la ropa de la actriz.
.- La dulce Reiko Aylesworth (mi personaje favorito y musa de mis sueños más húmedos) hizo las pruebas para dar vida a Nina Myers, pero su rostro angelical no encajaba en la maligna agente, así que se decidieron a darle el papel de Michelle Dessler.
.- Una anécdota de la musa de la serie por excelencia: Elisha Cuthbert. En la segunda temporada, durante la escena de un tiroteo, fue mordida por el puma que aparecía en aquella. Resultado: algunos puntos y vacuna del tétano.
.- Como todos sabéis, la acción de la segunda temporada transcurra un año y medio después de la primera. Mientras la tercera tiene lugar tres años después de la segunda.
.- Cuando Jack Baker entra a liberar a Ramón Salazar, la cámara que le sigue es la número 24.
.- El protocolo que utiliza el David Palmer de ‘24’ cuando toma el ‘Air Force One’ es escrupulosamente fiel a la realidad. Es la única vez que hemos visto en una ficción este seguimiento. Ni siquiera en las películas de Hollywood.
.- Todos los actores y actrices del elenco se cortan el pelo cada cinco días. Todo en función de un ‘raccord’ tan sumamente exigente y que se rompe, lógicamente, con mucha facilidad (como se puede leer -en inglés- en IMDB).
.- El joven Gabriel Macht fue el primer y casi definitivo candidato para dar vida a Chase Edmund, pero James Badge Dale se lo llevó por la grata impresión que dejó en los productores tras las pruebas. Eso sí, Macht tendrá su papel en la cuarta temporada.
.- Cada temporada, incluyendo pre- y post- producción, se tarda en preparar unos diez meses.
.- En la tercera temporada (actualmente en curso) tendrá un jugoso tema en la web sylviaimports. El malvado Stephen Saunders sabe cómo gastárselas al Presidente. La página existe y podéis comprobar lo que el equipo de ‘24’ tiene que deciros.
.- Dejando su talento en subproductos televisivos, el actor generacional Kiefer Sutherland abordó su primera experiencia televisiva y fue el principal motor de que la serie tuviera un soporte para los productores. Él mismo es co-productor de la serie.
.- Mis grandes amigos Cristóbal Garrido, Álex Alonso, José Manuel Rodríguez "Tocho" y el Tío Moo son tan fanáticos de la serie como yo. Lo último que tenemos como fetiche auditivo y que nos vuelve locos es el ‘ringtone’ de la CTU (la UAT en España). Lo podéis descargar AQUÍ.
El sangriento ‘Body Count’ de Jack Bauer:
.-Primera temporada: Jack mata a 24 personas.
.-Segunda temporada: mata 26 y mata a un perro con una escopeta.
En 48 horas Jack mata a 50 personas.
En la tercera lleva ya unos cuantos, incluido Chapell, su jefe de la UAT.
Profesiones de los personajes
.-Jack Bauer tiene la licenciatura en literatura inglesa de UCLA y un master en criminología de Berkeley de UC.
.-Kim Bauer tiene la diplomatura en la programación por la universidad de Santa Mónica.
.-El Presidente Palmer tiene la licenciatura en economía política de Georgetown y un doctorado de Derecho de la universidad de Maryland.
.-Tony Almeida tiene la licenciatura en Ingeniería Informática de San Diego y un master de técnico avanzado informático en la Stanford University.
.-Michelle Dessler tiene la licenciatura en Informática de la UC Davis.
.-Sherry Palmer tiene una licenciatura en sociología por la Universidad de Georgetown.
Rumore, rumore… (SPOILERS)
.- Atentos, amigos. Porque todo parece indicar que en la Temporada 4, Jack Bauer estará fuera de la UAT, con una vida alejada de las peripecias terroristas a las que está acostumbrado.
.- Se avanza que uno de los grandes protagonistas morirá en la cuarta temporada. Los únicos que tienen un contrato con la totalidad de ‘24’ como protagonistas son Sutherland y Haysbert, por lo que los demás actores dependen de las tramas y de los productores ¿Quién será?
El caso es que, hasta entonces, no haremos más que ver lo que queda de la tercera temporada (más frenética e impresionante que nunca) y ver una y otra vez las dos temporadas anteriores en DVD.

La intransigencia y el fanatismo

1959-2004
A Theo van Gogh le han quitado la vida por haber creado 'Submission', un corto sobre una musulmana casada a la fuerza, maltratada por su marido y violada por su tío. Vestida con unos velos negros y otros transparentes y con la cara tapada, la actriz que interpretaba a la protagonista mostraba en varias escenas pasajes del Corán tatuados en su cuerpo. También podían verse las huellas de los golpes que habría recibido por parte de los varones de su familia. En un monólogo constante repetía los textos coránicos que justificarían los abusos padecidos. La guionista de la cinta, Ayaan Hirsi Alí, es una refugiada somalí que escapó de un matrimonio forzoso en su país y ocupa ahora un escaño de diputada por el Partido Liberal en el Parlamento holandés.
Otra muestra de fanatismo religioso llevado al extremo. Otra triste muestra de fundamentalismo, de creencia religiosa, del opio del pueblo, del sentimiento de odio fanático por un integrismo que se refiere a la creencia de tener la verdad absoluta, ya sea en lo religioso, en lo político, en lo filosófico, hasta en lo científico.
La religión, la creencia en mitos invisibles han traido al hombre doctrinas, ideologías y utopías mal entendias que han dado lugar a la intolerancia, al fundamentalismo y al fanatismo.
Van Gogh ha sido la injusta y, seguramente, penúltima víctima de la religión.

Nefasta disfunción electoral yanqui

¡I can’t believe it!
“Puffff…” ha sido mi expresión al saber que esa efigie de la imbecilidad que representa un asesino de masas potencial como es George W. Bush ha vuelto a ganar las elecciones norteamericanas de ayer. Los yanquis, mayoritariamente ‘rednecks’, por lo visto, y las superfluas mentalidades fanáticas e indignas le han concedido 'four more years' al imbécil de Bush.
Con la certeza que concede el patrocinio multitudinario de una reelección y sin nada que perder, puesto que gobernará los ocho años a los que un presidente yanqui puede aspirar, el líder republicano se enfrenta a su segunda legislatura para convencernos de lo que todos sabemos: que es un peligro para la humanidad, que es un Nuevo Anticristo y que es, como nos ha hecho ver, un soplapollas de cuidado. Quizá el mayor reto al que se enfrenta Bush es el de estabilizar la situación de Irak. Sabe que ha jodido el país entero, a pesar de la caída del régimen de Sadam y su captura, ya que la violencia es incesante y ha hecho (y hará) imposible la transición hacia la democracia. Ha ganado las elecciones un líder que ha provocado atentados en su país y en el extranjero (con la coalición de ‘colegas’ con ansias de salir en la foto con este bastardo). Algo que nadie quería, pero que, desde fuera, todos intuíamos.
Y es que, desde la ilegal Guerra de Irak las motivaciones que han movido a los republicanos encabezados por el diabólico Bush dan de por sí un miedo atroz.
1.- La económica, es decir el petróleo.
2.- La política, es decir, la hegemonía planetaria.
3.- La ideológica, es decir, materializar la globalización en el paulatinamente despreciable modelo yanqui.
Ya dijo John O’Sullivan, refiriéndose al senador de Indiana Albert Beveridge, cuando dijo en 1900: “Dios designó al pueblo estadounidense como nación elegida para dar inicio a la regeneración del mundo”. Y eso es de lo que se está encargando de llevarlo a cabo con una autocracia execrable. Bush es un fundamentalista, un peligro humano, un mono con una pistola en la mano. Y no lo digo yo, que lo reveló la revista Newsweek: Todos los días Bush se levanta antes para leer la Biblia y rezar sus oraciones. Antes de tomar decisiones, el grupo reza para que Dios les haga cumplir esa misión con determinación. Qué se va a esperar de semejante engendro.
Si algo ha quedado claro tras la campaña militar estadounidense en Afganistán, en la que el gobierno de Bush arrasó lo que quedaba de un país que salía de dos guerras previas, es que el poder político de Estados Unidos está dispuesto a emplear su imperialismo bélico sin argumentación alguna, con una bestialidad inhumana y sin ningún escrúpulo moral. Si algo se ha hecho evidente después de esa incursión es que Washington desea llevar al mundo al caos de los conflictos bélicos sin más propósitos aparentes que reactivar su economía, hacerse con el control de regiones estratégicas y abrir nuevos mercados para su industria armamentista. Si una conclusión inequívoca puede extraerse de las recientes revelaciones de Los Ángeles Times sobre los planes ‘de contingencia’ de la Casa Blanca para atacar con armas atómicas a China, Rusia, Irak, Corea del Norte, Irán, Libia y Siria, es que el máximo peligro para la paz mundial es el gobierno encabezado por George Walker Bush.
Ni siquiera Osama Bin Laden, con su reaparición del sábado por la televisión árabe Al Yazira, ha logrado acojonar a los electores.
Yo (y supongo que cualquier persona medianamente inteligente) me pregunto: ¿Cómo pudo llegar a la primera magistratura del país más poderoso del mundo una persona como George W. Bush, con un expediente académico mediocre, una inteligencia nula, sin la más mínima inquietud intelectual, con una juventud tormentosa debido a sus problemas con el alcohol y la cocaína, arruinado en sus negocios petroleros y con una derrota a sus espaldas en su único intento de optar a un cargo electivo (uno de los escaños tejanos en el Congreso federal) en 1978 antes de disputar, y ganar contra todo pronóstico, el Gobierno de Tejas en 1994 a la entonces gobernadora, Ann Richards, una de las estrellas más rutilantes del Partido Demócrata?
Los ataques terroristas contra las Torres Gemelas y el Pentágono del 11 de septiembre de 2001, fueron la excusa perfecta para abandonar el principal objetivo del partido republicano (un programa de reformas domésticas sin demasiadas incursiones en la política internacional) para sacar la bestia inmunda que lleva dentro, para dejar ver el auténtico factor que se le ha dado bien: sembrar el miedo entre su población, convertirse en un vengativo ‘sheriff’ ex alcohólico y militante en la mentira y la estupidez.
Hoy también nos hemos enterado que James Hatfield, autor del libro ‘El Nerón del siglo XXI. George W. Bush presidente’ (Edic. Apóstrofe), que ha salido hoy en España, murió en muy extrañas circunstancias (dejadme suponer que a manos de esbirros de Bush) por ser la primera persona en descubrir los aspectos más oscuros del republicano, algo que tiempo después ha sido inevitablemente desvelada por, entre otros, el cineasta Michael Moore (cachis, Mike, que no lo has logrado) o la escritora Kitty Kelley. Los devaneos de George con el alcohol y la cocaína, sus fraudes económicos, su integrismo religioso y sus relaciones con la familia Bin Laden son algunos de los delicados aspectos con que Hatfield se topó demasiado pronto.
John Kerry era una única alternativa que, a lo largo de la noche de ayer, ante la incertidumbre en Iowa y Nuevo Mexico, ha caído víctima de una esperanza que se ha transformado en pesadilla para aquellos hombres y mujeres que creían en el cambio. Ahora no sabemos si Bush y su mafia han amañado estas elecciones o no. Tampoco importa.
¿Qué será lo próximo? ¿A qué horrores universales nos enfrentará este subnormal?
La respuesta, en los próximos cuatro años.
PD: Viendo a Piqué en La Primera me dan ganas de vomitar.
PD2: Qué poco me gusta escribir de política, oyes.

miércoles, 3 de noviembre de 2004

Buenas noticias desde Murcia.

Me comenta JoseDa, un amigo de Murcia que la acogida en el festival de cortos 'Murcia Joven 2004' ha sido también muy grata para 'EL LÍMITE'.
Os dejo sus palabras.
Ví 'EL LÍMITE' (cómo no). Increíble! Ciertamente sí que parece un corto de terror humano. Es una POESÍA negra que nos presenta como lo más peligroso para el ser humano es el propio ser humano. Una entrada en la locura de alguien que lo tiene todo. Es algo que se ve en muy poco ultimamente: ARTE. Y hablo sin ningún peloteo. Es un corto que no me ha dejado indiferente y que, tal vez, me ha resultado tan complejo que no creo haber llegado a comprenderlo.
Creo que lo que menos me ha gustado del corto es la entonación del tío del bigote. Pero también es cierto que tu corto supone un reto para los actores. En el ado opuesto, está un EXCELENTE actor principal.
Otra prueba de tu arte es que la gente no se quedó indiferente con tu corto. Parece que gustó aunque debí de preguntarle a la gente. Por lo general, se aplaudió tu corto, hecho que sólo ocurrió también con 'Portal Mortal'.
Ahora sólo falta esperar a la designación de los premios. Estaría bien que nos dieran alguno. Pero si no, ese nuevo éxito de público para mí es lo más importante.
Y lo digo sin acritud, sin falsa modestia. Lo digo de verdad de la buena.

martes, 2 de noviembre de 2004

Review COLLATERAL, de Michael Mann

A la hora y en el lugar equivocado
Michael Mann equilibra su efectismo visual a una película de múltiples virtudes que supone uno de los mejores ‘thrillers’ de este reputado cineasta. Tal vez el más ‘artesanal’.
Cuando Michael Mann estrena una película, lo lógico es acercarse con cierta predisposición a presenciar un espectáculo de acción donde el excelente manejo del discurso narrativo y visual es el mejor reclamo para un ‘autor’ no reconocido dentro de la maquinaria hollywoodiense. Lo curioso de esta compostura es que en ‘Collateral’ además de recoger ése peculiar estilo de rodar, caracterizado por la efusión de los aspectos visuales y estéticos, de encuadres estudiados, Mann equilibra sus virtudes en función de un guión de Stuart Beattie que, si bien no resulta nada original (en cualquier caso muy funcional y bien llevado), sí podría haber servido al cineasta para saturar la pantalla con sus frecuentes manierismos visuales. Mann sin embargo, compone esta interesante muestra de cine de género, como una extraña variación del cine de ‘serie B’ confeccionada con el presupuesto de una superproducción.
Ya en su espléndido prólogo, la narrativa del ‘thriller’ no se corresponde con lo que el espectador está acostumbrado al género y, muchos menos, a Michael Mann. Un taxista de Los Ángeles, Max, se muestra meticuloso con su entorno; limpio, soñador (una postal de una Isla Maldiva le sirve de vía de escape), abstraído de la suciedad moral que le rodea. Max posee ‘su propio mundo’. En esa rutina atmosférica entra en juego alguna agradable sorpresa, como Annie, una cliente con la que, tímidamente, establece una empatía que deja ver la personalidad de Max e interpone un subtexto argumental que, más allá del flirteo, tendrá un desarrollo fundamental en el filme. A Annie la recoge con la luz del sol, antes de que la noche caiga. El placentero turno del conductor arranca cuando Vincent, un elegante hombre de pelo plateado entra en el taxi, ya de noche, y le da una dirección: “1039 St. Union Street”. Desde ese momento, se comprueba cómo Vincent no es igual de receptivo con el misterioso hombre, percibido en su diálogo seco, en el que se aprecia el mutismo de Max como signo de desconfianza. Cuando llegan al punto señalado, Vincent le propone un suculento negocio al taxista: llevarle a cinco lugares concretos por una considerable suma de dinero. Cuando Max acepta, aceptará subir el primer escalón hacia una amoralidad que está a punto de cambiar su vida y transformar su ordenada vida en un auténtico infierno.
Desde el instante en que sabemos que Vincent es un ‘limpiador’, un asesino a sueldo, los acontecimientos se aceleran, el ritmo sube de tono, y es donde empieza la verdadera historia de la película. Como el frío sociópata afirma, todo es una cuestión de adaptación ‘darwinista’, de principio de sincronía, del ‘I Ching’, de la causalidad, de una coincidencia de sucesos en tiempo y espacio que significan algo más que pura casualidad. A partir de ese momento, el espectador se convierte en el tercer pasajero del taxi, donde el único criterio de validez de la concordancia es la opinión de quien observa y donde el auténtico protagonista de la película va a ser el desarrollo del estado psíquico de los protagonistas. La dialéctica de este encuentro y su súbita colisión en forma de primer cadáver de la noche, funciona como maravilloso comienzo de una relación que roza el formulismo, pero que deja que el peso recaiga en los aspectos psicológicos de un ‘thriller’ inaudito, instalando sus virtudes en la templada exposición de unas personalidades contrapuestas, en el encuentro y acercamiento entre el bien y el mal, y en cómo éste último es siempre el que influye sobre el primero.
A lo largo de la intensa relación en la que se fundamenta ‘Collateral’, Vincent no evolucionará en ningún momento, ni siquiera cuando se atisba retazos de humanidad en su personalidad (el amago de equidad con un trompetista interpretado por Barry Shabaka Henley, amante de la música de Miles Davis). Por el contrario, Max pasa de ser un apocado ‘perdedor’, carcomido por la rutina y anhelante de sus empequeñecidos sueños, a ser un individuo resolutivo, capaz de manejar situaciones de alto riesgo y enfrentarse a Vincent, saliendo indemne de cualquier desafío. Max y Vincent acabarán dependiendo el uno del otro para poder sobrevivir, desarrollando una especie de ‘síndrome de Estocolmo’ mutuo. Cabe destacar esa suntuosa secuencia en la que al vehículo se le cruza un coyote en cámara lenta. A continuación, sus caracteres llegan al clímax de choque, cuando Vincent le recuerda la frase ‘beattlemaníaca’ “la vida transcurre mientras haces planes de vida”, como saturación del choque de opuestos que marca el principio del fin, cuando la película empieza a flojear (y eso que se trata del tramo final).
Lo curioso de ‘Collateral’, como pequeña película ‘autoral’ que incluye en su intencionalidad un sucinto nihilismo de ‘film noir’ para no verse rebasado por el excesivo ejercicio de estilo de su autor, es su manifiesto dominio visual templado y muy equilibrado para lo que se podría haber previsto. Además, en su nueva película, Mann recoge los elementos básicos que han caracterizado su cine: como el antagonismo de unos protagonistas (en referencia directa a ‘Heat’) endurecidos por una experiencia de tensión acumulada y por el respeto recíproco. En ese apartado, la integridad con la que ejecuta Vincent a sus objetivos, es equivalente a la forma de dirigir de este gran realizador, con adrenalítico sentido de la progresión, en un tono acompasado y preciso, pero si agobiar en ningún momento al espectador.
En este ‘thriller’ urbano y nocturno, el ritmo incesante, el tratamiento cromático y la acción depurada se combinan con secuencias pausadas que Mann ha sabido dosificar con un insuperable sentido de la minuciosidad narrativa y visual, dividiendo la cinta en pequeños episodios en los que no decae la tensión en ningún momento. Tal vez padezca cierta arritmia con la alargada y redundante trama paralela de los agentes del F.B.I. que siguen a los personajes principales, como visión de un atosigamiento que no resulta nada dinámico. O la secuencia de la madre de Max (Irma P. Hall) que no contribuye en nada a esa diligencia narrativa que se demanda en un filme que, precisamente, busca repetidamente el equilibrio, donde brilla la conjunción de todos los excesos estilísticos de Mann como director en esta película de tremenda agilidad.
Detrás del encuentro desencadenante, detrás de los tiros y los puntos de giros en la acción, del ‘thriller’ en definitiva, se sitúa el impacto de la imagen y del sonido, de las texturas, de la apaciguada partitura de James Newton Howard, en correlación con los motivos y las dudas que mueven a los personajes. Por eso, es tan importante el tratamiento de esa melancólica luz urbana, en constante degradación con brillantes ejercicios luminiscentes, que insinúan un análisis estructural de las cualidades de la imagen y del encuadre cinematográfico. Una fotografía de Dion Beebe y Paul Cameron que resulta más que sobresaliente en función de la perfección de una puesta en escena que está filmada con más artesanía que arte, de ahí el gran logro de Mann como cineasta visual. Por eso, en este destacado empleo de los escenarios y atmósferas, la ciudad de Los Ángeles se transforma en el tercer personaje del espectáculo, reflejando una metrópoli agresiva y luminosa, en donde los sonidos y las luces del tráfico son tan importantes como las cavilaciones y los encuentros de los protagonistas con sus destinos, apoyado en las sugerentes tomas aéreas para significar lo yermos que son los lugares por los que transitan estos personajes.
Tom Cruise, como no podía ser de otra manera, ofrece una interpretación de un nivel de evaluación imponderable, dando vida a un asesino frío y convencido, sabiendo trasmitir físicamente su indiferencia con una composición física y emocional digna de alabar. Un caso parecido al de Jaime Foxx, un cómico acostumbrado al histrionismo que aplaca cualquier ‘tic’ del ‘Saturday Night Live’ para ofrecer su mejor interpretación hasta el momento, en una perfecta réplica dramática a un Cruise colosal. Hasta la manera en que Jada Pinkett Smith elude las convenciones de personaje recursivo y ornamental aportan una credibilidad exultante.
‘Collateral’ es, como conclusión, una cinta de encuentros circunstanciales, de vidas que colisionan y de sanguinarios instantes compartidos. Un sorprendente ‘thriller’ urbano de suspense, consolidado por su moderación formal y por la soberbia dirección de un Michael Mann que reafirma su gran condición de ‘artesano’ y que sólo se fragmenta y desluce con ciertos momentos heredados de su pasado televisivo y de la concesión a un final típico de superproducción ‘mainstream’ puramente de acción. Pero se le perdona por este entretenido y destacado experimento.
Miguel Á. Refoyo © 2004

lunes, 1 de noviembre de 2004

¡¡La maldad y el terror Koji puede dominaaaar...!!

Hoy estoy nostálgico, amigos. Sí... otra vez...
Y me han entrado unas ganas irrefrenables de escribir acerca de algo que tuviera relación directa con mi infancia. En el mísero capítulo de hoy en este infausto mundo 'weblogero' me dispongo a meterme de lleno en una retrospectiva a 'Mazinger Z', basada en el cómic de Gô Nagai una serie que, de múltiples formas o actitudes, marcó a generaciones enteras, con la entrañabilidad de la inocencia de los primeros mangas catódicos. Lo cierto es que, si hacemos un pequeño análisis retrospectivo extendido hacia períodos pretéritos, veremos que desde hace tres décadas la fiebre por el Manga Televisivo (u OVA's en el argot de los otakus -o no, vete a saber-) ha ido en constante evolución y desarrollo. Desde 'Marco', 'Heidi', pasando por 'El bosque de Tallack', 'Ulises 31', 'Candy Candy', luego los 'Caballeros del Zodiaco', 'Son Goku' y 'Dragon Ball' y hasta hace bien poco los 'Pokémon' han hecho que hayamos aprendido a amar la animación japonesa desde que éramos pequeños.
Emitida por primera y ultima vez desde el verano de 1978 hasta su finalización medio año después. Esta serie de sobremesa (emitida los sábados después del Telediario en la primera cadena –como las grandes gestas de la programación infantil-), sólo se pasaron durante esta etapa -los primeros 13 capítulos-. Sin embargo, debido a su éxito, ulteriormente se emitieron otros 13 episodios más. El hecho de su desaparición no deja de ser inquietante y trágico. Y no deja de ser actual, porque fue debido a la hipocresía que apuntó a la serie como una serie de violencia desmedida en su contenido.
En una época en el que el Cambio estaba a punto de llegar, la dureza de la autocracia nos hizo que una de las series más carismáticas y trascendentes de la historia de la animación fuera censurada en sus últimos capítulos, que lograron emitirse pese a la oposición de los protervos censores. Algo muy triste es que esta actitud perturbadora se mantiene hasta la actualidad en la que la sofisma se ha agrandado hasta límites insospechados. Ese mismo año se emitieron series que han marcado profundamente la televisón nacional en cuanto a contenidos infantiles-juveniles se refiere poniendo el listón de ocio televisivo más alto, que jamás ha sido lo mismo, nunca ninguna serie (por muy tecnológicamente avanzada que sea) ha sido capaz de equiparar su esencia a aquellas. Eran los años de 'Orzowei', 'La abeja Maya', 'Espacio1999', 'El Perro de Flandes'...
¡¡¡¡¡Puños Fueraaaaaa!!!!!
En la serie creada por Tomoharu Katsumata, Bonjin Nagaki, Nobuo Onuki y Yugo Serikawa se contaba la historia de dos arqueólogos que encontraron los restos de una civilización antigua que era capaz de construir robots cíclopes. Durante el viaje, uno de los arqueólogos cree que construyendo robots como aquellos podrían gobernar el mundo, evidenciando una avaricia desatada. El otro, llamado Dr. Kabuto, no está de acuerdo y se convierte en enemigo de su ex-colega, el Dr. Infierno. Éste no no estaba dispuesto a que alguien se le opusiera, por lo que mandó a matar al Dr. Kabuto. Lo que Infierno no sabía es que antes de morir le enseñaría a su nieto Koji Kabuto el robot que construyó en la clandestinidad para enfrentarse a su antagonista.
Koji, sin comerlo ni beberlo, se encuentra defendiendo al mundo detrás de los mandos del robot de su abuelo, Mazinger Z, un monumental y avanzado robot que es el único que puede enfrentarse a los despiadados planes del Dr. Infierno y su ambiguo brazo derecho, el Barón Ashler, enigmático personaje mitad hombre y mitad mujer (no hay que negar que los mensajes subversivos estaban llenos de simbologías). Las clásicas peleas de robots gigantes y la destrucción de ciudades enteras en el transcurso de la larga historia se alternaban también con detalles más realistas y cotidianos sobre los personajes, sus caracteres e intenciones. El joven Koji tuvo que aprender a manejar el robot. Un encargo que hizo posible con la ayuda del asistente de su abuelo, el Dr. Yomi que también había construido otro robot llamado Afrodita, y era pilotado por su hija Sayaka Yomi. Además, los tres científicos que trabajan en el centro Fuji; el Dr. Iz, el Dr. Diz y el Dr. Biz. También el Conde Broken o Máscara de Hierro.
Afrodita y Mazinger destruyeron uno tras otro los robots del Dr. Infierno. Durante la serie se perfeccionó a Mazinger, destruyeron a Afrodita, construyeron a Diana y al Boss Robot y uno tras otro fueron derrotados los secuaces del Dr. Infierno. Hasta el penúltimo capítulo, en que finalmente Koji logró mata al Infierno. Hasta aquí bien. Recuerdo esperar con ansía ver el último episodio. Con tantas ganas, que apenas pude dormir, ni comer, ni hablar con nadie. Estaba incluso nervioso ante tal evento.
En el último capítulo, los secuaces de Infierno envían dos robots muy poderosos para destruir a Mazinger. Lo bueno de todo es que, para sorpresa de los millones de niños que esperaban una nueva victoria de nuestro robot favorito, lo lograron ¡¡Destruyeron a Mazinger!! Algo impensable ¿Por qué hacían aquello? ¿Por qué no había 'happy end'?
Pero nada era lo que parecía. Fue uno de esos episodios que jamás se me olvidará porque, a pesar de que Mazinger muere casi cuando comienza el episodio, aparecía el padre de Koji, al que nos habían enseñado a creer que estaba muerto con un nuevo e indestructible invento. Todo por lo que se había apartado del mundo, el sueño en le que había estado trabajando toda su vida: Gran Mazinger... el mayor y más majestuoso robot creado por el hombre, una máquina invencible.
Mazinger produjo una doble revolución en la infancia de los niños de todo el mundo: por un lado por su extrema violencia, que producía quejas de parte de madres preocupadas por lo que veían sus hijos en la tele y por otro, revolucionó el campo del anime de robots (es decir, el MECHA) ya que los precedentes solo se limitaban a androides con conciencia propia o robots gigantes dirigidos por control remoto.