jueves, 4 de noviembre de 2004

Nefasta disfunción electoral yanqui

¡I can’t believe it!
“Puffff…” ha sido mi expresión al saber que esa efigie de la imbecilidad que representa un asesino de masas potencial como es George W. Bush ha vuelto a ganar las elecciones norteamericanas de ayer. Los yanquis, mayoritariamente ‘rednecks’, por lo visto, y las superfluas mentalidades fanáticas e indignas le han concedido 'four more years' al imbécil de Bush.
Con la certeza que concede el patrocinio multitudinario de una reelección y sin nada que perder, puesto que gobernará los ocho años a los que un presidente yanqui puede aspirar, el líder republicano se enfrenta a su segunda legislatura para convencernos de lo que todos sabemos: que es un peligro para la humanidad, que es un Nuevo Anticristo y que es, como nos ha hecho ver, un soplapollas de cuidado. Quizá el mayor reto al que se enfrenta Bush es el de estabilizar la situación de Irak. Sabe que ha jodido el país entero, a pesar de la caída del régimen de Sadam y su captura, ya que la violencia es incesante y ha hecho (y hará) imposible la transición hacia la democracia. Ha ganado las elecciones un líder que ha provocado atentados en su país y en el extranjero (con la coalición de ‘colegas’ con ansias de salir en la foto con este bastardo). Algo que nadie quería, pero que, desde fuera, todos intuíamos.
Y es que, desde la ilegal Guerra de Irak las motivaciones que han movido a los republicanos encabezados por el diabólico Bush dan de por sí un miedo atroz.
1.- La económica, es decir el petróleo.
2.- La política, es decir, la hegemonía planetaria.
3.- La ideológica, es decir, materializar la globalización en el paulatinamente despreciable modelo yanqui.
Ya dijo John O’Sullivan, refiriéndose al senador de Indiana Albert Beveridge, cuando dijo en 1900: “Dios designó al pueblo estadounidense como nación elegida para dar inicio a la regeneración del mundo”. Y eso es de lo que se está encargando de llevarlo a cabo con una autocracia execrable. Bush es un fundamentalista, un peligro humano, un mono con una pistola en la mano. Y no lo digo yo, que lo reveló la revista Newsweek: Todos los días Bush se levanta antes para leer la Biblia y rezar sus oraciones. Antes de tomar decisiones, el grupo reza para que Dios les haga cumplir esa misión con determinación. Qué se va a esperar de semejante engendro.
Si algo ha quedado claro tras la campaña militar estadounidense en Afganistán, en la que el gobierno de Bush arrasó lo que quedaba de un país que salía de dos guerras previas, es que el poder político de Estados Unidos está dispuesto a emplear su imperialismo bélico sin argumentación alguna, con una bestialidad inhumana y sin ningún escrúpulo moral. Si algo se ha hecho evidente después de esa incursión es que Washington desea llevar al mundo al caos de los conflictos bélicos sin más propósitos aparentes que reactivar su economía, hacerse con el control de regiones estratégicas y abrir nuevos mercados para su industria armamentista. Si una conclusión inequívoca puede extraerse de las recientes revelaciones de Los Ángeles Times sobre los planes ‘de contingencia’ de la Casa Blanca para atacar con armas atómicas a China, Rusia, Irak, Corea del Norte, Irán, Libia y Siria, es que el máximo peligro para la paz mundial es el gobierno encabezado por George Walker Bush.
Ni siquiera Osama Bin Laden, con su reaparición del sábado por la televisión árabe Al Yazira, ha logrado acojonar a los electores.
Yo (y supongo que cualquier persona medianamente inteligente) me pregunto: ¿Cómo pudo llegar a la primera magistratura del país más poderoso del mundo una persona como George W. Bush, con un expediente académico mediocre, una inteligencia nula, sin la más mínima inquietud intelectual, con una juventud tormentosa debido a sus problemas con el alcohol y la cocaína, arruinado en sus negocios petroleros y con una derrota a sus espaldas en su único intento de optar a un cargo electivo (uno de los escaños tejanos en el Congreso federal) en 1978 antes de disputar, y ganar contra todo pronóstico, el Gobierno de Tejas en 1994 a la entonces gobernadora, Ann Richards, una de las estrellas más rutilantes del Partido Demócrata?
Los ataques terroristas contra las Torres Gemelas y el Pentágono del 11 de septiembre de 2001, fueron la excusa perfecta para abandonar el principal objetivo del partido republicano (un programa de reformas domésticas sin demasiadas incursiones en la política internacional) para sacar la bestia inmunda que lleva dentro, para dejar ver el auténtico factor que se le ha dado bien: sembrar el miedo entre su población, convertirse en un vengativo ‘sheriff’ ex alcohólico y militante en la mentira y la estupidez.
Hoy también nos hemos enterado que James Hatfield, autor del libro ‘El Nerón del siglo XXI. George W. Bush presidente’ (Edic. Apóstrofe), que ha salido hoy en España, murió en muy extrañas circunstancias (dejadme suponer que a manos de esbirros de Bush) por ser la primera persona en descubrir los aspectos más oscuros del republicano, algo que tiempo después ha sido inevitablemente desvelada por, entre otros, el cineasta Michael Moore (cachis, Mike, que no lo has logrado) o la escritora Kitty Kelley. Los devaneos de George con el alcohol y la cocaína, sus fraudes económicos, su integrismo religioso y sus relaciones con la familia Bin Laden son algunos de los delicados aspectos con que Hatfield se topó demasiado pronto.
John Kerry era una única alternativa que, a lo largo de la noche de ayer, ante la incertidumbre en Iowa y Nuevo Mexico, ha caído víctima de una esperanza que se ha transformado en pesadilla para aquellos hombres y mujeres que creían en el cambio. Ahora no sabemos si Bush y su mafia han amañado estas elecciones o no. Tampoco importa.
¿Qué será lo próximo? ¿A qué horrores universales nos enfrentará este subnormal?
La respuesta, en los próximos cuatro años.
PD: Viendo a Piqué en La Primera me dan ganas de vomitar.
PD2: Qué poco me gusta escribir de política, oyes.

miércoles, 3 de noviembre de 2004

Buenas noticias desde Murcia.

Me comenta JoseDa, un amigo de Murcia que la acogida en el festival de cortos 'Murcia Joven 2004' ha sido también muy grata para 'EL LÍMITE'.
Os dejo sus palabras.
Ví 'EL LÍMITE' (cómo no). Increíble! Ciertamente sí que parece un corto de terror humano. Es una POESÍA negra que nos presenta como lo más peligroso para el ser humano es el propio ser humano. Una entrada en la locura de alguien que lo tiene todo. Es algo que se ve en muy poco ultimamente: ARTE. Y hablo sin ningún peloteo. Es un corto que no me ha dejado indiferente y que, tal vez, me ha resultado tan complejo que no creo haber llegado a comprenderlo.
Creo que lo que menos me ha gustado del corto es la entonación del tío del bigote. Pero también es cierto que tu corto supone un reto para los actores. En el ado opuesto, está un EXCELENTE actor principal.
Otra prueba de tu arte es que la gente no se quedó indiferente con tu corto. Parece que gustó aunque debí de preguntarle a la gente. Por lo general, se aplaudió tu corto, hecho que sólo ocurrió también con 'Portal Mortal'.
Ahora sólo falta esperar a la designación de los premios. Estaría bien que nos dieran alguno. Pero si no, ese nuevo éxito de público para mí es lo más importante.
Y lo digo sin acritud, sin falsa modestia. Lo digo de verdad de la buena.

martes, 2 de noviembre de 2004

Review COLLATERAL, de Michael Mann

A la hora y en el lugar equivocado
Michael Mann equilibra su efectismo visual a una película de múltiples virtudes que supone uno de los mejores ‘thrillers’ de este reputado cineasta. Tal vez el más ‘artesanal’.
Cuando Michael Mann estrena una película, lo lógico es acercarse con cierta predisposición a presenciar un espectáculo de acción donde el excelente manejo del discurso narrativo y visual es el mejor reclamo para un ‘autor’ no reconocido dentro de la maquinaria hollywoodiense. Lo curioso de esta compostura es que en ‘Collateral’ además de recoger ése peculiar estilo de rodar, caracterizado por la efusión de los aspectos visuales y estéticos, de encuadres estudiados, Mann equilibra sus virtudes en función de un guión de Stuart Beattie que, si bien no resulta nada original (en cualquier caso muy funcional y bien llevado), sí podría haber servido al cineasta para saturar la pantalla con sus frecuentes manierismos visuales. Mann sin embargo, compone esta interesante muestra de cine de género, como una extraña variación del cine de ‘serie B’ confeccionada con el presupuesto de una superproducción.
Ya en su espléndido prólogo, la narrativa del ‘thriller’ no se corresponde con lo que el espectador está acostumbrado al género y, muchos menos, a Michael Mann. Un taxista de Los Ángeles, Max, se muestra meticuloso con su entorno; limpio, soñador (una postal de una Isla Maldiva le sirve de vía de escape), abstraído de la suciedad moral que le rodea. Max posee ‘su propio mundo’. En esa rutina atmosférica entra en juego alguna agradable sorpresa, como Annie, una cliente con la que, tímidamente, establece una empatía que deja ver la personalidad de Max e interpone un subtexto argumental que, más allá del flirteo, tendrá un desarrollo fundamental en el filme. A Annie la recoge con la luz del sol, antes de que la noche caiga. El placentero turno del conductor arranca cuando Vincent, un elegante hombre de pelo plateado entra en el taxi, ya de noche, y le da una dirección: “1039 St. Union Street”. Desde ese momento, se comprueba cómo Vincent no es igual de receptivo con el misterioso hombre, percibido en su diálogo seco, en el que se aprecia el mutismo de Max como signo de desconfianza. Cuando llegan al punto señalado, Vincent le propone un suculento negocio al taxista: llevarle a cinco lugares concretos por una considerable suma de dinero. Cuando Max acepta, aceptará subir el primer escalón hacia una amoralidad que está a punto de cambiar su vida y transformar su ordenada vida en un auténtico infierno.
Desde el instante en que sabemos que Vincent es un ‘limpiador’, un asesino a sueldo, los acontecimientos se aceleran, el ritmo sube de tono, y es donde empieza la verdadera historia de la película. Como el frío sociópata afirma, todo es una cuestión de adaptación ‘darwinista’, de principio de sincronía, del ‘I Ching’, de la causalidad, de una coincidencia de sucesos en tiempo y espacio que significan algo más que pura casualidad. A partir de ese momento, el espectador se convierte en el tercer pasajero del taxi, donde el único criterio de validez de la concordancia es la opinión de quien observa y donde el auténtico protagonista de la película va a ser el desarrollo del estado psíquico de los protagonistas. La dialéctica de este encuentro y su súbita colisión en forma de primer cadáver de la noche, funciona como maravilloso comienzo de una relación que roza el formulismo, pero que deja que el peso recaiga en los aspectos psicológicos de un ‘thriller’ inaudito, instalando sus virtudes en la templada exposición de unas personalidades contrapuestas, en el encuentro y acercamiento entre el bien y el mal, y en cómo éste último es siempre el que influye sobre el primero.
A lo largo de la intensa relación en la que se fundamenta ‘Collateral’, Vincent no evolucionará en ningún momento, ni siquiera cuando se atisba retazos de humanidad en su personalidad (el amago de equidad con un trompetista interpretado por Barry Shabaka Henley, amante de la música de Miles Davis). Por el contrario, Max pasa de ser un apocado ‘perdedor’, carcomido por la rutina y anhelante de sus empequeñecidos sueños, a ser un individuo resolutivo, capaz de manejar situaciones de alto riesgo y enfrentarse a Vincent, saliendo indemne de cualquier desafío. Max y Vincent acabarán dependiendo el uno del otro para poder sobrevivir, desarrollando una especie de ‘síndrome de Estocolmo’ mutuo. Cabe destacar esa suntuosa secuencia en la que al vehículo se le cruza un coyote en cámara lenta. A continuación, sus caracteres llegan al clímax de choque, cuando Vincent le recuerda la frase ‘beattlemaníaca’ “la vida transcurre mientras haces planes de vida”, como saturación del choque de opuestos que marca el principio del fin, cuando la película empieza a flojear (y eso que se trata del tramo final).
Lo curioso de ‘Collateral’, como pequeña película ‘autoral’ que incluye en su intencionalidad un sucinto nihilismo de ‘film noir’ para no verse rebasado por el excesivo ejercicio de estilo de su autor, es su manifiesto dominio visual templado y muy equilibrado para lo que se podría haber previsto. Además, en su nueva película, Mann recoge los elementos básicos que han caracterizado su cine: como el antagonismo de unos protagonistas (en referencia directa a ‘Heat’) endurecidos por una experiencia de tensión acumulada y por el respeto recíproco. En ese apartado, la integridad con la que ejecuta Vincent a sus objetivos, es equivalente a la forma de dirigir de este gran realizador, con adrenalítico sentido de la progresión, en un tono acompasado y preciso, pero si agobiar en ningún momento al espectador.
En este ‘thriller’ urbano y nocturno, el ritmo incesante, el tratamiento cromático y la acción depurada se combinan con secuencias pausadas que Mann ha sabido dosificar con un insuperable sentido de la minuciosidad narrativa y visual, dividiendo la cinta en pequeños episodios en los que no decae la tensión en ningún momento. Tal vez padezca cierta arritmia con la alargada y redundante trama paralela de los agentes del F.B.I. que siguen a los personajes principales, como visión de un atosigamiento que no resulta nada dinámico. O la secuencia de la madre de Max (Irma P. Hall) que no contribuye en nada a esa diligencia narrativa que se demanda en un filme que, precisamente, busca repetidamente el equilibrio, donde brilla la conjunción de todos los excesos estilísticos de Mann como director en esta película de tremenda agilidad.
Detrás del encuentro desencadenante, detrás de los tiros y los puntos de giros en la acción, del ‘thriller’ en definitiva, se sitúa el impacto de la imagen y del sonido, de las texturas, de la apaciguada partitura de James Newton Howard, en correlación con los motivos y las dudas que mueven a los personajes. Por eso, es tan importante el tratamiento de esa melancólica luz urbana, en constante degradación con brillantes ejercicios luminiscentes, que insinúan un análisis estructural de las cualidades de la imagen y del encuadre cinematográfico. Una fotografía de Dion Beebe y Paul Cameron que resulta más que sobresaliente en función de la perfección de una puesta en escena que está filmada con más artesanía que arte, de ahí el gran logro de Mann como cineasta visual. Por eso, en este destacado empleo de los escenarios y atmósferas, la ciudad de Los Ángeles se transforma en el tercer personaje del espectáculo, reflejando una metrópoli agresiva y luminosa, en donde los sonidos y las luces del tráfico son tan importantes como las cavilaciones y los encuentros de los protagonistas con sus destinos, apoyado en las sugerentes tomas aéreas para significar lo yermos que son los lugares por los que transitan estos personajes.
Tom Cruise, como no podía ser de otra manera, ofrece una interpretación de un nivel de evaluación imponderable, dando vida a un asesino frío y convencido, sabiendo trasmitir físicamente su indiferencia con una composición física y emocional digna de alabar. Un caso parecido al de Jaime Foxx, un cómico acostumbrado al histrionismo que aplaca cualquier ‘tic’ del ‘Saturday Night Live’ para ofrecer su mejor interpretación hasta el momento, en una perfecta réplica dramática a un Cruise colosal. Hasta la manera en que Jada Pinkett Smith elude las convenciones de personaje recursivo y ornamental aportan una credibilidad exultante.
‘Collateral’ es, como conclusión, una cinta de encuentros circunstanciales, de vidas que colisionan y de sanguinarios instantes compartidos. Un sorprendente ‘thriller’ urbano de suspense, consolidado por su moderación formal y por la soberbia dirección de un Michael Mann que reafirma su gran condición de ‘artesano’ y que sólo se fragmenta y desluce con ciertos momentos heredados de su pasado televisivo y de la concesión a un final típico de superproducción ‘mainstream’ puramente de acción. Pero se le perdona por este entretenido y destacado experimento.
Miguel Á. Refoyo © 2004

lunes, 1 de noviembre de 2004

¡¡La maldad y el terror Koji puede dominaaaar...!!

Hoy estoy nostálgico, amigos. Sí... otra vez...
Y me han entrado unas ganas irrefrenables de escribir acerca de algo que tuviera relación directa con mi infancia. En el mísero capítulo de hoy en este infausto mundo 'weblogero' me dispongo a meterme de lleno en una retrospectiva a 'Mazinger Z', basada en el cómic de Gô Nagai una serie que, de múltiples formas o actitudes, marcó a generaciones enteras, con la entrañabilidad de la inocencia de los primeros mangas catódicos. Lo cierto es que, si hacemos un pequeño análisis retrospectivo extendido hacia períodos pretéritos, veremos que desde hace tres décadas la fiebre por el Manga Televisivo (u OVA's en el argot de los otakus -o no, vete a saber-) ha ido en constante evolución y desarrollo. Desde 'Marco', 'Heidi', pasando por 'El bosque de Tallack', 'Ulises 31', 'Candy Candy', luego los 'Caballeros del Zodiaco', 'Son Goku' y 'Dragon Ball' y hasta hace bien poco los 'Pokémon' han hecho que hayamos aprendido a amar la animación japonesa desde que éramos pequeños.
Emitida por primera y ultima vez desde el verano de 1978 hasta su finalización medio año después. Esta serie de sobremesa (emitida los sábados después del Telediario en la primera cadena –como las grandes gestas de la programación infantil-), sólo se pasaron durante esta etapa -los primeros 13 capítulos-. Sin embargo, debido a su éxito, ulteriormente se emitieron otros 13 episodios más. El hecho de su desaparición no deja de ser inquietante y trágico. Y no deja de ser actual, porque fue debido a la hipocresía que apuntó a la serie como una serie de violencia desmedida en su contenido.
En una época en el que el Cambio estaba a punto de llegar, la dureza de la autocracia nos hizo que una de las series más carismáticas y trascendentes de la historia de la animación fuera censurada en sus últimos capítulos, que lograron emitirse pese a la oposición de los protervos censores. Algo muy triste es que esta actitud perturbadora se mantiene hasta la actualidad en la que la sofisma se ha agrandado hasta límites insospechados. Ese mismo año se emitieron series que han marcado profundamente la televisón nacional en cuanto a contenidos infantiles-juveniles se refiere poniendo el listón de ocio televisivo más alto, que jamás ha sido lo mismo, nunca ninguna serie (por muy tecnológicamente avanzada que sea) ha sido capaz de equiparar su esencia a aquellas. Eran los años de 'Orzowei', 'La abeja Maya', 'Espacio1999', 'El Perro de Flandes'...
¡¡¡¡¡Puños Fueraaaaaa!!!!!
En la serie creada por Tomoharu Katsumata, Bonjin Nagaki, Nobuo Onuki y Yugo Serikawa se contaba la historia de dos arqueólogos que encontraron los restos de una civilización antigua que era capaz de construir robots cíclopes. Durante el viaje, uno de los arqueólogos cree que construyendo robots como aquellos podrían gobernar el mundo, evidenciando una avaricia desatada. El otro, llamado Dr. Kabuto, no está de acuerdo y se convierte en enemigo de su ex-colega, el Dr. Infierno. Éste no no estaba dispuesto a que alguien se le opusiera, por lo que mandó a matar al Dr. Kabuto. Lo que Infierno no sabía es que antes de morir le enseñaría a su nieto Koji Kabuto el robot que construyó en la clandestinidad para enfrentarse a su antagonista.
Koji, sin comerlo ni beberlo, se encuentra defendiendo al mundo detrás de los mandos del robot de su abuelo, Mazinger Z, un monumental y avanzado robot que es el único que puede enfrentarse a los despiadados planes del Dr. Infierno y su ambiguo brazo derecho, el Barón Ashler, enigmático personaje mitad hombre y mitad mujer (no hay que negar que los mensajes subversivos estaban llenos de simbologías). Las clásicas peleas de robots gigantes y la destrucción de ciudades enteras en el transcurso de la larga historia se alternaban también con detalles más realistas y cotidianos sobre los personajes, sus caracteres e intenciones. El joven Koji tuvo que aprender a manejar el robot. Un encargo que hizo posible con la ayuda del asistente de su abuelo, el Dr. Yomi que también había construido otro robot llamado Afrodita, y era pilotado por su hija Sayaka Yomi. Además, los tres científicos que trabajan en el centro Fuji; el Dr. Iz, el Dr. Diz y el Dr. Biz. También el Conde Broken o Máscara de Hierro.
Afrodita y Mazinger destruyeron uno tras otro los robots del Dr. Infierno. Durante la serie se perfeccionó a Mazinger, destruyeron a Afrodita, construyeron a Diana y al Boss Robot y uno tras otro fueron derrotados los secuaces del Dr. Infierno. Hasta el penúltimo capítulo, en que finalmente Koji logró mata al Infierno. Hasta aquí bien. Recuerdo esperar con ansía ver el último episodio. Con tantas ganas, que apenas pude dormir, ni comer, ni hablar con nadie. Estaba incluso nervioso ante tal evento.
En el último capítulo, los secuaces de Infierno envían dos robots muy poderosos para destruir a Mazinger. Lo bueno de todo es que, para sorpresa de los millones de niños que esperaban una nueva victoria de nuestro robot favorito, lo lograron ¡¡Destruyeron a Mazinger!! Algo impensable ¿Por qué hacían aquello? ¿Por qué no había 'happy end'?
Pero nada era lo que parecía. Fue uno de esos episodios que jamás se me olvidará porque, a pesar de que Mazinger muere casi cuando comienza el episodio, aparecía el padre de Koji, al que nos habían enseñado a creer que estaba muerto con un nuevo e indestructible invento. Todo por lo que se había apartado del mundo, el sueño en le que había estado trabajando toda su vida: Gran Mazinger... el mayor y más majestuoso robot creado por el hombre, una máquina invencible.
Mazinger produjo una doble revolución en la infancia de los niños de todo el mundo: por un lado por su extrema violencia, que producía quejas de parte de madres preocupadas por lo que veían sus hijos en la tele y por otro, revolucionó el campo del anime de robots (es decir, el MECHA) ya que los precedentes solo se limitaban a androides con conciencia propia o robots gigantes dirigidos por control remoto.

domingo, 31 de octubre de 2004

Ha vuelto...

No quepo en mí de gozo. La alegría que me he llevado ha sido mayúscula al enterarme de que uno de los juegos que más ha marcado mi vida, el mítico y grandioso 'Pc Fútbol' ha regresado cuatro años después del cierre de 'Dinamic'. Desde 'Pc Fútbol 2001' el 'fanfreak' ha esperado la continuación del juego más deseado por todos los amantes del género. El mejor mánager de fútbol ha regresado, y lo hace con suculentas novedades que no dejarán a sus seguidores indiferentes.
Ha vuelto el mito.
A pesar de que mis allegados disfrutan horrores con el 'Pro Evolution Soccer' (del cual no voy a negar que es el mejor juego de arcade de fútbol), este juego no representa el concepto que yo tengo del mejor juego futbolítistico. El juego, como decía Stanley Kubrick, siempre se demuestra desde la estrategia. El que gana un combate es fuerte, el que vence antes decombatir es poderoso. La verdadera sabiduría es vencer sin combatir, desde el exterior. Sin necesidad de jugar. Y eso te lo ofrece sólo este juego (que tuvo un digno remedo, pero insfuciente, el Total Manager del FIFA de EA Sports).
Y ahí es donde radica su grandeza . No metes goles espectaculares, no ves la interacción de faltas, penalties, acción y juego. Pero te ofrece algo mejor: la posibilidad de desarrollar el mandato desde el banquillo, en tiempo real, aportando tu intuición, el ingenio del 'trainer', lo mejor del fútbol, dando órdenes a los jugadores para que realicen las tácticas convenientes o marquen al hombre adecuado. Eso es el juego.
Y a partir del 19 de noviembre... volveré a caer en sus redes.

¿Truco o Trato?

Bueno amigos, ya es Halloween, ya ha llegado la noche de la brujas, la de disfrazarse, la de ver películas de terror y contar escabrosos cuentos a la luz de una hoguera. Es la hora, en definitiva, de aprovechar cualquier excusa para salir de fiesta.
Muchos pensaréis que la noche del 31 de octubre proviene de la globalización yanqui y la expansión de sus costumbres al resto del mundo. Pues no es así. Muchos autores consideran que era la festividad principal de los celtas. Era el momento en que los druitas recogían las bayas del muerdago depositado en los troncos y en las ramas de las encinas y robles. Esta noche era conocida como ‘Nos Galan-gaeaf’, noche de las calendas de invierno, ya que el año celta se dividía en dos estaciones, la de invierno y la de verano.
En la víspera del primero de noviembre se encendían hogueras y a esta fiesta acudían todos los miembros del poblado y se celebraba una asamblea en la que intervenían tanto los hombres como las mujeres. Se sacrificaban animales con el fin de aprovisionarse para el invierno y era una de las pocas ocasiones en que los druitas tenían autorización para comer carne de cerdo y beber vino en abundancia (por lo que esta noche, para seguir esta simpática tradición deberéis mamaros). Todos encendían velas y el sentimiento de proximidad con los difuntos era tal que cualquier ser vivo -se decía- podía descender con ellos al mundo de los muertos. La creencia generalizada era que en la noche del 31 de octubre los muertos entraban en comunicación con los vivos en una especie de confusión cósmica (y no son palabras de Carlos Jesús), lo que ha generado multitud de leyendas al respecto.
Un eco desvaído de aquellas veladas, se encuentra actualmente en la famosa noche de Halloween que hemos importado de USA. Aunque parezca lo contrario, Halloween no es una fiesta genuina de allí, queridos amigos. La palabra Halloween es la forma moderna inglesa del antiguo ‘All-hallow even’. Los primeros colonos ingleses e irlandeses que llegaron, trajeron sus tradiciones a su nueva patria, entre ellas la festividad del día de la brujas, que se celebra esta misma noche. Los hogares se adornan con siniestras calabazas vacías con una vela encendida en su interior recortadas con formas de monstruos. Las personas se disfrazan y los niños van de casa en casa pidiendo golosinas.
Hoy hay que dar sustos, gastar bromas pesadas y casos extremos dejarse llevar por la enajenación mental que todos tenemos en nuestro fondo más oscuro. Yo saldré esta noche con un hacha en busca de almas cándidas...
¡¡¡TENED CUIDADO pues!!!!

La doble genialidad de Woody Allen

Allen Stewart Konigsberg, nacido en 1935, se ha convertido, con el paso de los años, en un clásico del cine contemporáneo y en el referente cómico más importante de las tres últimas décadas. Escritor, actor y director, el cineasta más típicamente neoyorquino del Séptimo Arte se ha caracterizado a lo largo de su dilatada filmografía por reiterar una y otra vez sus fobias, exorcizar sus fantasmas de hipocondríaco y vencer sus miedos a través de cintas memorables y poco convencionales.
El genio de Manhattan abrió el pasado festival de San Sebastián con ‘Melinda & Melinda’, una demostración de que su cita anual con el cine (lleva tiempo rodando una película por año) no responde a una imposición autoral, sino a un gran momento de creatividad que parece no tener fin. Tanto es así que Woody Allen aporta con este filme una historia que, a priori, parece reunir las características fundamentales de su cine en una magistral composición donde sus personajes habituales vuelven a circunscribirse en un cosmos de relaciones heterosexuales llenas de trabas e imprevistos, unificando encuentros y desencuentros y tipificando lo que responde a aquello que se espera de esta nueva y fructífera etapa como realizador y guionista.
Sin embargo, ‘Melinda & Melinda’ es diferente, arriesgada, y ofrece algo que en sus últimas películas no había dejado ver y que pocas veces ha ofrecido en su filmografía. A través de los ojos de cuatro intelectuales neoyorquinos, Allen juega con el drama y la comedia en un juego de espejos totalmente prodigioso, logrando una oculta lección de la narración cinematográfica en cuanto argumento se refiere. Allen lanza cuatro datos en la vida de una chica de la que todos han oído hablar y, partiendo desde esas visiones de filósofos de café que se aburren, crea dos historias acerca de la misma mujer, pero con dos destinos en manos del generador según sea el cristal con el que la describe. Con esta pauta bipolar, el drama del mejor Allen reflexivo y trascendental se asocia a la comedia que ha venido manejando en los últimos años. Una combinación sorprendente y alucinante.
Esta apasionante mezcla otorga al gran maestro la posibilidad de desafiar el metalenguaje genérico en dos argumentos que se desarrollan con los mismos elementos narrativos en cuanto a giros de guión, pero disolviendo la historia en función de lo optimista de la comedia romántica y lo trágico del melodrama. Con todo esto, Woody Allen demuestra que sus películas anuales pueden llegar mucho más allá del estado de brillantez al que estamos acostumbrados. Y es que la doble Melinda de Allen es una obra de trascendencia intachable que se sitúa a la cabeza de sus mejores trabajos de los últimos diez años. Una pequeña joya.
A estas alturas, se podría decir que Woody Allen es un género propio con una genealogía de personajes que abarcan una diversa carrera personal, a menudo autobiográfica, donde ha sabido combinar un desbordante sentido del humor con su visión catastrofista de la vida. Creador de satíricas descripciones de neuróticos personajes urbanos, obsesionados por el amor y la muerte. La increíble Radha Mitchell, Chlöe Sevigny, Will Ferrell, Amanda Peet y Chiwtel Ejofor están maravillosos, todos.
PD: Por cierto, en USA se estrena en ¡Marzo de 2005! Lo que tienen que esperar los yanquis para ver a Woody ¿no?

sábado, 30 de octubre de 2004

La muerte de 'El Víbora'

El número 297 de El Víbora abre con una muy triste noticia, aunque esperada. Era un secreto a voces, pero el número 299-300 de la revista será un especial, el de la despedida.
Tras 25 años de vida, El Víbora cierra definitivamente sus páginas. Hace poco, el número 289 de la publicación tituló en su portada en rojo ‘¿El fin?’, un grito al cielo que para sus incondicionales y gran parte de la plantilla. Tenía toda la apariencia de que así fuera. Y así ha sido. ‘El Víbora’ fue el escaparate y lanzadera para todo el movimiento ‘underground’ de los primeros ochenta, el que mezclaba la innovación con el sarcasmo, el descaro y la locura. Una revista de culto que dejará un hueco muy grande.
Recuerdo los grandes momentos que he pasado con esta revista, lo autores que he descubierto gracias a ella y los buenos momentos leyendo sus páginas. Nunca le agradeceré lo suficiente a Jose 'Jimbo' que me descubriera su existencia allá por los 80. Miguel Ángel Martín, Mauro Entrialgo, Paco Alcázar, Carlo Hart, Laperla & Kosinski, Álvarez Rabo en cuanto a nacionales o en su faceta internacional con Peter Bagge, Ralf König, Daniel Clowes, Robert Crumb, Evan Dorkin, Gilbert Shelton, Vuillemin, Tanino Liberatore...
Saber que ya no estará ahí en el kiosko más, es algo terrible para todos sus seguidores.
Es una noticia muy triste, amigos.

La fama cuesta

¿Sabiáis que Burton C. Bell de Fear Factory fue encagado de un cine, que Chris Cornell fue camarero con delantal en un restaurante de Seattle, que Greg Graffin, el vocalista de los Bad Religion, ejerció que de profesor de Paleontología en la Cornell University, que el vozarrón de Rammstein Till Linderman participó en las Olimpiadas de Atlanta representando a Alemania y que Bruce Dickinson, el añorado ex de Iron Maiden fue capitán del equipo inglés de esgrima?
Pues es cierto.

Gran acogida de 'El límite' en SEMINCI

Por primera vez se proyectó 'El límite' con público.
Y está mal que yo lo diga, pero queridos amigos, fue un todo un éxito.
Ante más de un centenar de personas, en el Salón de Actos de Caja España, pudo verse nuestro trabajo por primer vez en pantalla grande. Allí estaba el gran Ángel González Quesada para acompañarme en tan importante tesitura. Los nervios nunca han sido un tema que me haya preocupado, porque no tengo miedo escénico. Es más, tengo un morro de la hostia y una oratoria de sofista. Pero había algo cierto, y es que, por dentro, estaba algo acojonado por la reacción que suscitara en los asistentes al evento. En esos momentos pensé: "¿y si no les gusta? ¿y si dicen que no es bueno?... No sería capaz de soportar un fracaso como ese".
Antes que 'El límite' proyectaron un cortometraje titulado 'Debajo de la mesa', de Óscar Royuela, un engendro fetichista sobre un joven que recuerda la procedencia de su obsesión por los pies femeninos que tuvo origen en los masajes en los quesos de su atractiva (bastante bruta la actriz, por cierto) familiar. Un chorrada absurda y sinsentido que tiene como reclamo la voz en Off del simpar Pablo Motos.
Llego la hora de presentar nuestro corto y no tuve mayores problemas al soltar un breve 'speech' que dejó a la platea con la sensación habitual de "qué chaval más majo" o "qué gilipollas" que suelo dar a la gente desconocida. La visión del proyecto en una muy digna pantalla, con la potencia de la estética creada por Quike Santiago y el sonido (acojonante) sonando a todo volumen me dieron una sensación de que poder y de satisfacción que pocas veces había sentido. El corto funciona. Eso se percibe en que cuando se desarrolla 'El límite' la respiración se corta, la tensión llena la sala y los nervios se hacen visibles en todos los espectadores.
Dos tandas de sonoros aplausos, una al finalizar el corto y otro tras los créditos dieron fe del éxito, ya que fue el único trabajo al que el público (al que no conocía de nada) aplaudió en dos ocasiones.
Luego pudimos soportar a un fulano metrosexual que narró un inacabable cuento de desesperación vital y argumental tremendista. Muy denso. Aburrido. Imanol Uribe llegó, mostró su enorme y descomunal barriga, y le entregó el Premio de la Juventud a la ganadora de la Espiga de Oro, 'Hierro 3' ('Bin-jip'), de Kim Ki-duk, que recogió alguien de prensa del propio festival y el premio de la juventud de la sección Punto de Encuentro, que ni me enteré.
La velada acabó con el curioso cortometraje 'Mus', de Patxi Amezcúa, la historia de cuatro amigos que juegan al mus y que ven alterada la tarde cuando en la cazadora de uno de ellos aparece una navaja manchada de sangre que levanta las sospechas. Un corto cojonudo, sí señor.
Presentar 'El límite' en la SEMINCI ha sido una experiencia fantástica. Ahora sólo queda que Salamanca haga lo mismo en breve.
Una cosa más: ¿hay en España alguna ciudad tan horrorosa como Valladolid? Lo siento, me caen muy bien los pucelanos porque tengo muy buenos amigos vallisoletanos y son buena gente.