lunes, 11 de octubre de 2004

La realidad del fútbol en un juego

Ya iba siendo hora. Tanto juego de fútbol, mucho realismo. Mucha rivalidad entre Konami (Iss Pro Evolution) y EA Sports (FIFA) –que, por cierto, están a punto de lanzar las ediciones de 2005 para sus juegos multitudinarios-.
Pero faltaba algo. Y no es precisamente que los jugadores se vayan a un lupanar tras el partido o que se enfaden con el entrenador porque se cambien. Mucho mejor. El juego argentino ‘Fútbol Deluxe’, que se ha puesto a la venta en Argentina incorpora unas serie de pautas que harán este juego el más fiel al fútbol de verdad.
¿Cuáles son estas pautas?
Según Santiago Siri, su creador “sufre los mismos problemas que la sociedad: violencia, corrupción, manejos turbios”, pero además, se podrá intimidar a los jugadores, insultar al árbitro e incluso Siri prometió para un próximo desarrollo la posibilidad de que los dirigentes ‘amañen’ los partidos. Además, los jugadores están autorizados a tomar sustancias prohibidas para que su rendimiento mejore. 'Fútbol Deluxe', que por ahora sólo está a la venta en Argentina al precio de unos 10 dólares, llegará el próximo año a España, Gran Bretaña y Estados Unidos.
A esto lo llamo yo REALIDAD en el fútbol.

domingo, 10 de octubre de 2004

El regreso de Go-Go Yubari...

Mirando webs para el post anterior, me he hecho eco de una noticia aparecida en Twitchfilm. En ésta se dice que el personaje de Go-Go Yubari (el rol que más me pone sexualmente y que considero el mejor de esa obra maestra que componen las dos partes de 'Kill Bill') tendrá continuidad con una película centrada en una hermana gemela de Go-Go que dirigirá el incombustible (y uno de los mejores directores asiáticos del momento) Takeshi Miike.
Tarantino le ha autorizado a hacerlo. Así que ya me estoy frotando. Las manos, se entiende.
Por cierto, que mirando páginas para el post anterior y demás, según Chiaki Kuriyama, la Takako Chigusa de 'Battle Royale', esa gran película de Kinji Fukasaku.
También os dejo las página oficial japonesa de esta arrebatadora oriental de extraña belleza e increíbles ojos.
Ya estoy deseando de que salga en DVD una buena edición de la película (con las dos partes).

Sobre la weblog de Quentin Tarantino

Mi gran amigo Álex Alonso, el insigne "Dr. Spooky", fue el que me puso sobre la pista hace un par de meses de la supuesta weblog de Quentin Tarantino. Desde entonces, he estado varios días (y noches) analizando el contenido de la misma y, según nos quieren seguir vendiendo, se supone que es real. Aunque haya muchos que todavía no lo crean.
Existen muchos elementos que pueden hacer pensar al más ingenuo que se trata del director de ‘Kill Bill’: de esta apasionante página se extraen jugosos posts sobre su egomanía, su animadversión hacia Roger Avary, detalles de sus películas que sabemos que sólo puede saber el que escribe o anécdotas sobre su nueva película ‘Unglorius bastards’, ‘Hell Ride’, con Michael Madsen y Larry Bishop e incluso se desvela y confiesa la posibilidad de recuperar el proyecto de ‘The Vega Brothers’. Si añadimos además las glosas de un expectorante incansable de palabras y panegíricos sobre cine y el medio, sus gustos por el ‘pulp’ y la serie B y todas aquellas inquietudes por las que se ha convertido en un líder de masas y en el padre putativo de una generación que le fanatiza y le venera, tal vez conjeturemos con la posilidad de que puede tratarse de él. También ha comentado esa posibilidad de una futura tercera parte de las aventuras de Beatrix Kiddo, es decir, de su musa Uma Thurman como ‘La Novia’ reconvertida en ‘La Madre’.
Una de las cosas que llama la atención es su fulminante tecnofobia, ejemplificada en uno de sus posts más polémicos (reitero, si es que es él quien escribe) donde responde con bastante sorna cuando le preguntan por la trilogía de ‘El Señor de los Anillos’. No es amigo ni de las monumentales secuencias de pelea, ni de su aire tecnológico, acusando a Peter Jackson de haber creado un ambiente pixelado en sus películas, hasta llegar a decir que “hasta su Nintendo tiene mejores gráficos”. Creando amigos, Quentin.
Por otra parte, resulta interesante de qué manera nos podemos sumergir en la mente de este trascendente creador. Como digo, no sé si es real o no. Todo apunta a que sí. Lo apasionante de todo es que si es falso, el creador y posteador de esta fabulosa weblog debería dedicarse a emular a Tarantino.
En uno de sus últimos posts, anuncia que está trabajando con el ‘stuff’ de su página oficial donde afianzara este weblog para desvelar la autenticidad del mismo en www.quentintarantino.com (cuyo dominio, como podéis comprobar, no funciona). En cualquier caso, él mismo ya se está dando de cuenta de que muchos seguidores no se lo creen mucho, por lo que el genio cineasta se muestra bastante molesto y ofendido ante las dudas generadas. Como dice él mismo “no se reconoce el esfuerzo que está invitiendo en la blog”.
La pregunta es ¿nos lo creemos o no?
En cualquier caso, aquí os dejo una jugosa entrevista de JoBlo al gran Quentin Tarantino y una página ‘no oficial’ bastante deleitable para los seguidores de QT.

El fin de las 'conversaciones de ascensor'

Echando la vista atrás, y viendo cómo la publicidad nos sigue vendiendo belleza, fantasía y quimeras que nunca llegaremos a tener por mucho dinero que tengamos, recuerdo un anuncio en concreto, aquel de un ‘aftershave’ (Brummel, creo que era) en el que el hombretón, trajeado y bien afeitado, por supuesto, seducía a una imponente jaquetona que caía sexualmente atraída por el macho en cuestión de unos segundos. Siempre he tenido sueños recurrentes con este ‘spot’. Con la posibilidad de que un día, bajo mi olor a procacidad y a pollo frito, una espectacular ‘playmate’ se arrodillara ante mí y me hiciera sentir otra vez un muchachote apetecible y lujurioso.
Pero la realidad siempre ha sido y será bien distinta, ajena a una ensoñación publicitaria que ha terminado por convertirse en un bulo, en una falacia caritativa prometida en productos presentados por la irrealidad educativa, por el engaño moderno de algo que no existe. Me refiero a que, cuando diariamente subo en el ascensor hacia mi arcaica y mefítica casa-museo, suelo coincidir con la vieja ochentona del segundo, mentalmente fósil y que habla eternamente de la meteorología (lo más patético que existe en la relación interpersonal), a la casera que me ofrece polvorones rancios o al individuo del quinto que me mira mal, con una tensión y un odio que apenas se soporta, por lo que he terminado haciéndome a la idea de que el fulano me pueda algún día apuñalar, en cualquier momento. Luego está la simpática vecina que te acribilla a preguntas personales, en realidad su simpatía no es más que la excusa para sonsacarte tu privacidad o su antagonista, la tipeja que te suelta, con una facilidad inconmensurable, su vida en tres minutos. Seguro que a vosotros también os pasa en vuestros ascensores. Yo quiero a una chica Playboy que deje caer un guante o que me invite a su grandiosa ‘limousine’.
Todo esto se acabó, amigos.
Ya no más coloquios estólidos. Me contaba el otro día un amigo que esta lacra comunicacional entre humanos se corregirá mediante la técnica. Como todo en esta vida. Sin dolor, de forma rápida y digitalizada. Se trata de un proyecto desarrollado en Zaragoza por un empresario emprendedor que pretende sustituir la plática fungosa de ascensor por medio de una emisión de información diferida. A través de pantallas de cristal líquido instaladas en el interior de la cabina, el usuario podrá conocer todo tipo de información vía Internet sobre los más diversos temas de actualidad. Así, en vez de aguantar a la vieja que te da la barrila sobre su vida, podemos ver el ‘Bombonazo del día’ o leer el correo electrónico. Todo ello, con un microprocesador parlante que no te preguntará qué tal la te va la vida o te dirá que te ‘conoce desde que eras así’. Este microprocesador tiene un termómetro, reloj, calculadora y euro-conversor parlante equipado con tarjeta Smart.
El empresario Jean Paul Bastiaans, director de ‘Centybel’ ha desarrollado este sistema que permite la emisión, desde un centro servidor de información, de diferentes mensajes en ascensores comunitarios. Además, el sistema (denominado PubliMPD) controla y detecta las posibles alarmas que se produzcan y se establece una comunicación directa entre el ascensor y un centro de alarmas. En estos casos, la programación de mensajes queda interrumpida para actuar como un servicio On-Line.
¿Quién me iba a decir que algún día la tecnología iba a ser beneficiosa para la salud (al menos comunitaria)?
Se acabó, por tanto, cualquier tipo de tensión vecinal...

sábado, 9 de octubre de 2004

Los orígenes del 'Ché'

‘Diarios de motocicleta’, de Walter Salles, es una película de perfecta conexión que conjuga una estimulada síntesis de las anotaciones que tomó el joven Ernesto Guevara durante su viaje por Latinoamérica, que son la materia de fondo que alimenta el excelente guión mostrado en este apasionante periplo.
El filme de Walter Salles define con exactitud, en breves pinceladas, a sus personajes principales, Guevara y su inseparable Alberto Granado, como burgueses argentinos con ganas de aventuras en una vieja Norton a la que llaman ‘La poderosa’ para meterse de lleno en el trayecto vital que será el apogeo de su conocimiento acerca del verdadero sentido de la vida.
Bajo un estilo llano y honesto, sin caídas en la prosopopeya y en los subrayados a los que se presta obviamente la figura de Gael García Bernal, el espectador tiende a asociar sus rasgos a los del icono universal en que acabó convirtiéndose el personaje que el actor mexicano edifica con sensacional naturalidad y talento.
Tal vez lo mejor de esta magnífica cinta sea la capacidad de extraer anotaciones no sólo de un relato y una atmósfera determinada, sino de algo más y de gran calado, de los problemas sociales que vivió Ernesto en su viaje siguen vigentes en la totalidad de los lugares menos privilegiados de toda Latinoamérica y que le transformaron en el idealista y revolucionario Ché.

viernes, 8 de octubre de 2004

Se nos ha ido Rodney

El descubridor de Jim Carrey o de Adam Sandler, el gran genio del humor, el gran 'crack' del 'Saturday Night Live' se ha ido para siempre.
El cómico de los ojos saltones que mejor ha sabido reírse de sí mismo la palmó antes de ayer con 82 años de edad.
Yo siempre le recordaré por una película simpática llamada 'Regreso a la escuela' con los no menos míticos Keith Gordon y Robert Downey Jr. Aunque también le vimos en 'Little Nicky' haciendo del Demonio, en 'Todo por mi chica' o en 'Asesinos natos'.
Pero la verdad es que sus mejores logros los consiguió encima de un escenario en el 'stand up - comedy', donde ha sido y será uno de los grandes.
Os dejo su página oficial.
Una reverencia estés dónde estés, Rodney.

SMP (I): Scarlett Johansson in Calvin Klein

No digáis que no es un encanto...
La verdad es que esta chica se está ganando un hueco muy grande en Hollywood por su desbordante talento.
Qué puedo decir de ella.
Verla en la televisión cada día como la imagen de Calvin Klein es un placer para la vista.
Ay... Scarlett...

Apoyando al cine español... pero nada. HIPNOS, de David Carreras.

Llevado por un impulso (no sé muy bien a qué ha respondido) he decidido darle una nueva oportunidad al cine español en el que últimamente tan poco creo. Y he ido a ver 'Hipnos', la nueva producción de terror del decadente cine español.
Ya en su comienzo se percibe un diseño de producción realmente ambicioso, deslumbrante, con efectos digitales insertados en un accidente de un camión cisterna incluido y una fotografía en la que abundan unos incandescentes claroscuros que indican por dónde van a ir los derroteros de la cinta. Comenzada la trama y desarrollada la historia, el debut tras las cámaras de David Carreras, ‘Hipnos’, abarca muchas, tal vez demasiadas, similitudes con la forma de rodar de Jaume Balagueró. Un efecto que con el transcurso de la película se convierte en una especie de remedo estilístico e intencional creado por el director de ‘Los sin nombre’. Todo muy alemán y exprexionista.
Basada en la novela homónima de Javier Azpeitia y adaptada para el cine por Juanma Ruiz Córdoba y el propio director la historia empieza con una doctora, Beatriz Vargas, que llega a una clínica privada, un psiquiátrico de renombre donde conoce el caso de la niña angustiada por su pasado. Un día después, la niña aparece muerta. Un enigmático paciente sumido que dice ser policía y un enfermo mental que dibuja suicidios introduce a Beatriz en un laberinto del que resulta imposible escapar. Realidad y ficción comienzan a confundirse en la mente cada vez más inestable de un joven doctora que comenzará a poner duda su propia memoria que la llevará a un final (oh! sorpresa) imprevisible y pesadillesco. O al menos, eso es lo que quiere Carreras hacer creer al público. Pero ante esto, uno tiene la sensación haber vivido muchas veces esta misma película.
A partir de esa aparentemente interesante trama ‘Hipnos’ está creada para la farsa, para el efecto, para jugar con el espectador. Alguien curtido en el género verá en seguida por dónde pretende llevarnos el tal Carreras, porque resulta una película muy, muy tramposa, que basa todos sus pilares en un giro final, en una treta y/o artimaña con un único fin: sorprender al espectador por medio de una historia exclusivamente desplegada por ese final artero y malévolo, fullero y embaucador. Y esta estrategia, conformada en lo que Ana Campoy llamaría ‘Guión con estructura Omega’, no funciona en absoluto por su descarada intención de artificio.
Es eficaz, eso sí. Y los elementos del ‘thriller’ y de terror están bien utilizados, por lo que hay que reconocer que, aunque llega a ser extenuante, la asepsia blanca e higiénica que rodea muchos de sus planos (aquellos que corresponden al tratamiento de Beatriz), la fotografía y la planificación, todo ello, funciona a la perfección para crear esa confusión mental y curiosidad en el espectador. La historia conllevará al publico a caer en la trampa, porque está todo correctamente hilado. Aunque trascurrida la primera hora, el interés se vaya diluyendo en la espera de su final explicativo.
Empero, hay cosas de la puesta en escena que chirrían, como una cortina roja que es para matar al director artístico –a menos que haya querido homenajear subversivamente a David Lynch- y algunos acabados formales y decorativos que no empañan el gran trabajo de atmósfera y luz creada para la ocasión por Xavi Gimenez. Si a todo esto, añadimos algunos símbolos argumentales bastante tópicos y flojos, laxos de sentido y cierta tendencia al susto fácil e impactante, nos encontramos antes una película bienintencionada pero irregular. Tanto, que hay que reprocharle a su director los descarados plagios al modernismo visual que ha robado sin pudor al cine de Aronofsky, Fincher y demás congéneres, lo que hace que el resultado carezca totalmente de personalidad.
Lo mejor: Cristina Brondo. Está espectacular. No sólo porque lo hace muy bien y es lo que más vale del filme, sino porque su rostro cercano y bello y esos ojos negros de una intensidad arrebatadora llenan la pantalla. Sus sugerentes desnudos, sus cambios de imagen constante y el gran trabajo interpretativo que realiza la convierten en una de las escasas realidades más que prometedoras (ya lo fue en películas como ‘Aunque tú no lo sepas’, ‘Una casa de locos’ y 'Lola vende cá') dentro del ámbito actoral dentro cine español. También destaca en este apartado Natalia Sanchez, Demian Bichir, Feodor Atkine y Carlos Lasarte, acertado reparto de secundarios.
Un cine español que buscando caminos que no encuentra, palpando a ciegas en una industria que sólo busca comercialidad y que cuando no lo hace, reformula en otras recetas tan trilladas que no terminan por cuajar. Lamentablemente, con productos como ‘Hipnos’ no se va a ninguna parte, como mucho a la imitación estilizada. Y eso, no es nada loable.
Miguel Á. Refoyo © 2004

jueves, 7 de octubre de 2004

El límite entre el arte y el mal gusto

Con el deterioro temporal de mi ordenador (que todo sea dicho parece que funciona a las mil maravillas), casi se me olvida comentar una de las noticias más curiosas acaecidas en el mundo del arte.
Y es que en la I Bienal de Sevilla se ha armado la gorda (y no es que haya ido Sara Montiel ni nada parecido) sino por la impactante imagen de tres chavalines ahorcados en lo alto de un árbol. Lo cierto es que se trata en realidad de muñecos que representan el montaje escultórico de la última obra de Maurizio Cattelan.
Según Cattelan, su obra tiene como objetivo "contar la tensión que existe en la realidad. Una especie de reflexión sobre la violencia que podemos encontrar en cualquier lado y una señal para respetar la infancia".
Al igual que el pasado abril, en la Plaza 24 de Mayo de Milán, Cattelan expuso esta misma obra e hizo que varios hombres y mujeres de edad avanzada se sientieran tanincómodos que algunos sufrieron ataques de pánico (o igual no, esto me lo invento para darle amarillismo a la noticia) en Sevilla no ha sentado nada bien.
No es la primera vez que este rocambolesco artista irrita al mundo. Todos recuerdan como en la Bienal del Arte de Venecia en 2001 causó el estupor general con una una obra todavía más jocosa y, para mí, mucho más descojonante que los críos colgados: la del Papa Juan Pablo II derribado (como el Black Hawk) por un enorme meteorito. Una obra llamada 'La novena hora'. Lo cojonudo de todo es que a alguien le gustó, pues fue vendida por un millón de dólares.
El artista se pregunta en esa obra "cómo puede ser la sociedad tan hipócrita que se sorprende por un muñeco colgado de un palo" cuando "nos encontramos a diario imágenes fantasmagóricas" de niños que mueren o que son víctimas de guerras o de otras situaciones.
Las palabras de Cattelan ante su posición de arte que fulmica todos los cánones éticos dejan muy claro que la intención del hombrito es transgredir. Y encima piensa lo siguiente:
P: ¿Cuál es para usted el objetivo del arte?
R: La palabra “objetivo” me hace pensar en disparar. Los blancos no me interesan. Prefiero los errores.
P: ¿En qué pensaba cuando clavó las manos de aquel chico (otra escandalosa obra suya, "Charlie no surfea", de 1997) a su pupitre escolar?
R: Me preguntaba qué dolería más: un lápiz ensartado en una mano o repetir primer grado.
Para los que se lo pregunten. Sí, los bomberos bajaron los muñecos de esta sofisticada y extraña obra de arte. Pero para vuestra sorpresa, cuenta con el apoyo consistorial para exhibir parte de esta polémica escultura por lo que han dejado a un chaval colgado en un poste.

Review 'The Village (El bosque)'

Los monstruos innombrables
Shyamalan ofrece con ‘El bosque’ un cuento moral, una de sus mejores películas con una historia de múltiples lecturas que analiza el miedo a lo desconocido y al progreso.
El cine de M. Night Shyamalan se construye sobre unas sólidas bases que tienen su sentido en una estética visual y perceptiva transformada en sentimiento elevado a un nivel de frialdad y distanciamiento capaz de articular con sus imágenes un universo de contundencia autoral, de sugestiva puesta en escena con fundamento, con un constante componente ideológico y/o teológico que, esgrimido con géneros como el ‘fantastique’ y el cine de terror, le han descubierto como uno de los cineastas más sugerentes y visionarios del último cine de Hollywood.
Sus historias humanistas, tormentosas y a veces enfermizas, desprenden de su finalidad global un discurso reconocible que apunta al análisis de la sociedad moderna, dibujando para ello temores donde el liberalismo político, el racionalismo, la moralidad y la autocensura reflejan el pánico a lo desconocido, recurriendo en todo momento a la sugerencia visual y argumental para enjuiciar subversivamente el relativismo moderno, la falta de cánones morales, el creciente progreso y la falta de creencia en lo trascendente, más allá del ámbito terrenal. Esa máxima, unida a la ambigüedad, el enigmatismo naturalista y al prodigioso manejo de los mecanismos del suspense con que Shyamalan envuelve sus filmes, son el precedente de ‘El bosque’, un teorema más ideológico que argumental que recoge mucho de lo mejor de ‘Los primeros amigos’, ‘El sexto sentido’ o ‘El protegido’ y poco de lo peor de la laxa teología de su obra más superflua hasta el momento, ‘Señales’.
En ése sentido, el cineasta de origen hindú parece haber adoptado la directriz de la alegoría narrativa para ir más allá en su discurso argumental. Así, en sus tres últimas películas ha dejado claro que los humanos son los muertos, que el superhéroes son creaciones de los más pérfidos villanos sin entrañas y que todo Apocalipsis respalda un renacimiento interior. Metáforas inigualables, diáfanas, esquemáticas y universales para transcribir un mundo desamparado que el espectador puede interpretar mediante la poética fílmica y deliberada del director.
La acción de ‘El bosque’ se sitúa en un pequeño pueblo llamado Convington (Pennsylvania), aparentemente a finales del S.XIX, situado en medio de un paraje natural de increíble belleza. Un idílico entorno que contrasta poderosamente con la actitud de los lugareños, que viven atemorizados por ‘criaturas de las que no se habla’, entes demoníacos con los que mantienen un pacto de respeto, pero que limitan la vida de sus vecinos impidiéndoles salir de la alienada villa. Cuando un joven aldeano, Lucius Hunt, propone atravesar esos límites para conseguir medicinas que alivien su precaria situación médica, se producirá un cambió en la existencia de todos los habitantes del pueblo.
Bajo esta, a priori intrascendente propuesta que, según su director, se basa en los principios temáticos de ‘Cumbres borrascosas’, la novela de Emily Brontë y en el clásico ‘King Kong’, dirigido por Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper, por la ambientación de época y la atmósfera opresiva, y la amenaza impuesta que viven los nativos de la Isla de la Calavera, respectivamente, ‘El bosque’ va más allá de cualquier especulación baladí de aquellos que han intentado empequeñecer el portentoso trabajo de guión y dirección de Shyamalan. Sobre el argumento, también planean turbiamente los atentados del 11-S contra las Torres Gemelas de Nueva York, aunque no sea ese el camino a seguir para analizar un filme repleto de virtudes.
‘El bosque’ fundamenta su existencia en una aldea que aboga al cada vez más extinguido valor de comunidad, que vive en perfecta armonía, sólo quebrantada por un miedo a unos seres que habitan mas allá de sus fronteras y que parecen establecer el bien y el mal. Para H.P. Lovecraft el miedo funcionaba en varios niveles, pero el primordial estaba basado en el respeto hacia lo desconocido. El temor a lo oculto, a lo amenazante. Y eso es, en principio, la clave para seguir la historia, a los personajes circunscritos a un ambiente de paz y concordia. Pero si algo se asume con este dictamen, es que el miedo, del mismo modo, atenaza e inmoviliza, algo que se incrementa a lo largo de ‘El bosque’. Y es en su premeditada acrimonia, donde Shyamalan sitúa una enfermiza parábola que se puede leer de diversas formas, en una multilectura que acaba, irremediablemente, en un concienzudo examen aislacionista y antiprogreso simbolizado en un pueblo busca infructuosamente aislarse de la traición, la violencia, los intereses económicos y la dependencia de lo material de una sociedad que cada vez es más amenazante.
Algunos críticos americanos han querido ver en ‘El bosque’ una crítica a la política de manipulación basada en el miedo y en la estafa que ha ejercido el gobierno de George W. Bush o simplemente como un panfleto pro-demócrata de cara a las próximas elecciones. Justificar la mentira como vehículo para la consecución de un bien común, aún cuando exista la posibilidad de que ese bien sea una patraña, un fantasma de una mente trastornada podría apuntar a esa obsesión de un Ozymandias presidencial por unir a una comunidad infundando el miedo a costa de una amenaza que no es. Bien podría serlo. Pero no es así. Y no es así porque la intención del cineasta es conformar una historia sustentada en tres factores primordiales para entender este gran filme; uno, lo que temáticamente vienen dando sus películas, que giran alrededor de decisiones éticas radicales y trascendentales.
Otra que apunta a que sólo el amor es el motor que mueve el mundo, que no conoce de mentiras ni de miedos y que es capaz de enfrentarse a ellos con bravura para descubrir la verdad. Y, por último, la universalización de su mensaje hacia algo mucho más simple: el miedo de la sociedad ante los misterios que encierra el progreso y sus consecuencias en el mundo. Shyamalan acepta con su consiguiente estilización simbólica que su último y apasionante filme se preste a múltiples y variadas interpretaciones. Por ello, su última película es oportuna y comprometida, fiel al estilo de un realizador más preocupado por hacer partícipe al espectador de los sentimientos de sus personajes que de hacer verosímiles las historias fantásticas que protagonizan. De ahí que el terror se sitúe en la carga emocional en los protagonistas, mientras que en el suspense, que tan bien maneja el director de ‘Señales’, se concentra en las situaciones.
Tal vez algo que se le achaque a ‘El bosque’ sea la falta de concreción y de explicaciones enfáticas en pantalla sobre las respuestas que se supone que tendría que dar Shyamalan una vez puntualizado ese ‘giro’ (in)esperado por todos, al que recurre como síntesis de la sugerencia y aquí nunca es utilizado como ‘efecto sorpresa’. Si bien es cierto que quedan algunas incógnitas sin aclarar dentro del pánico creado en la pequeña aldea, Shyamalan es consciente de que su público es lo suficientemente inteligente para dejarse llevar por su imaginación y extraer de la poesía y las sensaciones una historia inclasificable que injustamente promete miedo y que termina brindando una película ponderable en todos los sentidos.
‘El bosque’ es una película con tono denso, doliente, de contradicciones paradójicas, que manifiesta todo este juego de tensiones contrapuestas en su personaje principal, una ciega que sea la que pueda atravesar el bosque maldito, la que no tenga miedo a la hora de enfrentarse a las supuestas criaturas y la única que, por amor, sea capaz de traspasar los límites fronterizos. Todo llevado por el romanticismo, por el amor como único sentimiento ante un contexto frío y distante. También que el mal esté representado en un esquizoide tarado (presentado como el falso ‘tonto del pueblo’) que, inteligentemente, ha descubierto el gran secreto y lo utiliza con poder e intimidación sobre sus conciudadanos, provocando el caos, destruyendo la lógica de miedo impuesta por el Consejo. Un Consejo formado por hombres y mujeres que no han nacido en la aldea y vienen de fuera, donde los personajes de Hurt y Weaver, son incapaces de manifestar sus sentimientos y poseen una caja negra que oculta el gran secreto que todos esconden.
También lo es la contradicción de la razón de una fábula intimatoria como fruto del amor y la necesidad de aislar a los lugareños del Mal de la sociedad, fusionados en un microcosmos creado y financiado para y por una libertad que, en realidad, es una alienación eogísta. Unos miembros regidores que son capaces de dejar morir a los suyos con tal de no enfrentarse a los fantasmas sociales que les recluyeron para siempre. No se trata, por tanto, de hacer pasar miedo al espectador, sino de de reflexionar sobre cómo funciona el miedo y cómo éste afecta a nuestras vidas.
Una cinta oscura y pesimista, nada autocomplaciente, que empieza con el entierro de un niño muerto por causas que, una vez sabidas, se deducen de las horribles consecuencias provinentes del experimento al que ha sido sometida la aldea. La cinta también acaba de una forma pesimista e imprevisible, pero a la vez tan realista que uno no puede más que aceptar los acontecimientos. Es ahí donde la atmósfera tiene un protagonismo especial, donde Roger Deakins, habitual de los hermanos Coen extrae un naturalismo en la línea de John Alcott, donde abundan los cielos nublados, que provocan que el filme tenga ese éter desapacible, un aspecto frío y distante. Como importante es el recurso cromático simbolizado en la prohibición del rojo –el color de la vida y la sangre- o el amarillo -como defensa de los miedos-. Colores todos ellos que la protagonista ciega, evidentemente, no puede ver, pero sí percibir, desoyendo las órdenes cuando su corazón lo dicta.
Sobresalientes son también las interpretaciones de los protagonistas Bryce Dallas Howard (con un lanzamiento al estrellato más que sorprendente –está increíble-), la sutilidad de Joaquin Phoenix en el papel de timorato retraído, así como los siempre extraordinarios William Hurt, Sigourney Weaver y Brendan Gleeson. Sin embargo, en este apartado, no encaja la sobreactuación maniquea e inesperada de un Adrien Brody que juega tanto con los aspavientos y la mueca que termina por resultar sofocante.
Dando un paso más en su estilizada evolución fílmica y cinematográfica, Shyamalan ofrece un ejercicio de relectura estilística, siguiendo los esquemas propios del terror con ese giro sorpresivo (que aquí no es tal) que tanto proliferaban en la obra de Rod Serling y Ray Bradbury (al que se acude por la similitud de su relato ‘Bosque Mitago’ con esta película), constituyendo una experiencia cinematográfica absorbente. La dirección de Shyamalan, su puesta en escena emocional recubierta de sencillez y su minimalismo visual atienden de nuevo a sus restricciones en las que no existe la necesidad de mostrar, sino de sugerir con un particular y sutil pulso narrativo, ejemplificado en el ‘ralentí’ que se produce cuando el público tiene la oportunidad de ver por primera vez a una de las criaturas.
Apoyado en una prodigiosa partitura de James Newton Howard (la mejor en años) ‘El Bosque’ es insinuante antes que terrorífica, claustrofóbica y alegórica antes que misteriosa y, sobre todo es una obra llena de poesía y emotividad que deja la sensiblería a un lado para tratar con pasión una historia de amor y tragedia. Una poderosa y angustiosa película que, tras la fallida ‘Señales’, encauza la brillante trayectoria de uno de los nuevos genios del cine norteamericano.
Miguel Á. Refoyo © 2004