jueves, 7 de octubre de 2004

Dan ganas de no seguir

Muchas veces lo he pensado. Pero nunca lo digo debido a que suena a una actitud derrotista y de víctima. Hoy es diferente y lanzo la pregunta que tanto me martiriza: ¿De qué me vale escribir? A veces creo que de y para nada.
Considero que intentar evolucionar, mejorar y adquirir un estilo es tan difícil y sufrido que, en casi todas las ocasiones, no es justificable tanto esfuerzo. Y no lo es porque para la mayoría de la gente no es más que algo inapreciable. No se valora un trabajo bien hecho. Les da igual. He tenido que oír cosas como que al no recibir remuneración económica por mi entregado esfuerzo a la escritura 'me estoy tocando los cojones en casa'. Es más, se atreven, osadamente, a sugerirme que deje la holgazanería para trabajar de una vez. Se me levanta la sangre y, de paso, la mala hostia.
Me gustaría ver a todo el que ‘amigablemente’ me da consejos sobre mi vida 6 ó 7 horas delante de la pantalla, tecleando y haciendo un buen trabajo literario. Nadie valora lo que mi cerebro y capacidad crea. Nadie sabe reconocer que llega a ser agotador, que consume energías y que requiere un esfuerzo que no se puede medir de ningún modo. Escribir es uno de los trabajos menos reconocidos (y sumisos) que existe. Y no descubro nada. Si estás en el anonimato trabajando y dejándote la piel en cada palabra, tu vida en cada párrafo y tu esfuerzo en cada diálogo con sus puntos y comas de por medio, da lo mismo que seas bueno, malo, mediocre o trabajes prostituyendo tu talento por escribir para los demás. Rellenar es lo que interesa. Y la rapidez.
Si escribes rápido para alguien mejor que mejor. Total, no van a apreciar su calidad. O si mandas al periódico un texto en el que has invertido seis horas de tu vida y en la redacción tienen a bien cortarlo, lo cortan, sin dar explicación alguna, mutilando tus creaciones para sus intereses efímeros de que cuanto antes esté y menos problemas dé, mejor.
Me dan ganas de cagarme en el periodismo. Bueno, qué coño, que me cago en él.

miércoles, 6 de octubre de 2004

Hoy he empezado una apasionante aventura

Esta mañana he ido a Tribuna de Salamanca (su página web os dará una idea de qué calidad estamos hablando), el periódico en el que se supone que colaboro y/o trabajo como redactor y crítico de cine.
Tras coger tres miserables cheques de Caja Duero que suman entre los tres menos de 200 euros (correspondientes al pago de tres meses de trabajo) y saludar con aire risueño y siempre muy simpático a las dos personas que conozco y que han seguido trabajando allí después de los años, he ido a la Biblioteca Torrente Ballester, un mundo literario y cultural al alcance de mis manos que hacía que no pisaba varios meses. El olor a cultura ha despertado de nuevo mi interés por embarcarme en una nueva aventura literaria, una de esas gestas que recordar como algo mítico dentro de este año que empieza a terminar peor de lo que empezó (rara frase al más puro estilo galimatías circunloquial).
En fin, una vez allí, he ido directo al ordenador, esperando que el libro que me quiero comprar desde hace tiempo estuviera disponible en alguna estantería perdida, esperándome, queriendo que acariciara su portada, que abriera su mundo y me introdujera en sus páginas compartiendo espacio y tiempo con sus protagosnistas.
Mi objeto de deseo es 'Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay', ganador del Pulitzer escrito por Michael Chabon (que ha estado en el guión de 'Spiderman 2'). Y allí estaba, entre muchas nomenclaturas de 'CH'. Cuando lo he cogido he oido una voz que me ha dicho "por fin, Refo, por fin". Un cosquilleo especial me ha recorrido el cuello.
La historia se centra en Joe Kavalier, un joven artista judío entrenado en las artes del escapismo del maestro Houdini, que acaba de conseguir su mayor proeza: ha huido de la Praga ocupada por los nazis. Su objetivo es triunfar en América, ganar dinero rápidamente, y así poder liberar a su familia de las garras del imperio nazi. Joe se traslada hasta el barrio de Brooklyn, Nueva York, donde vive su primo Sammy Clay. Desde el primer momento, los dos chicos entablan amistad y se lanzan al mercado incipiente del cómic, creando un superhéroe judío que viajará hasta Europa para luchar contra Hitler. En la alucinante recreación del Nueva York de los años cuarenta que ilumina la historia caben el amor, los celos, la bohemia, las reflexiones sobre la creación y toda una serie de elementos que recuerdan el glamouroso mundo de Michael Chabon, un mundo que nunca deja de ser tierno y divertido. De Chabon he leido 'Los misterios de Pittsburg', pero no 'Un mundo modelo', que me quedé con bastantes ganas. Eso sí, he visto (como muchos de vosotros, esa gran película que es 'Jóvenes prodigiosos'). De todos modos, siempre resulta estimulante el lenguaje y la inventiva de Chabon. Me han dicho que disfrutaré tanto como con 'Submundo', de Don DeLillo, por lo que he empezado a leer con muchas ganas.
Con todo esto ¿quién no cae rendido ante las solemnes y acojonantes 600 páginas que tiene el enorme libro?

No es lo mismo

Que te toquen el ordenador es como te toquen un poco los cojones, como que un individuo encapuchado vestido de negro se meta en tu habitación y en tu cama y le empiece a magrear lascivamente el cuerpo a tu mujer, como que un infecto ladrón que huele a aceite y a bocadillo caduco de atún conduzca tu coche, como que un amigo gorrón se acerque a tu casa con la excusa de que llueve y se quede tres años viviendo a tu costa.
Todo esto viene a cuento porque me han arreglado el ordenador, sí. Pero a qué precio. Ahora puedo escribir, y no sé si sentirme bien con ello o no. Porque no veo las cosas como antes. No es que me haya vuelto pesimista ni me haya alienado en contra de nadie ni de nada. No tengo ningún sentimiento de ningún tipo hacia la vida. Pero no veo igual las cosas, sobre todo circunscritas a mi ordenador. Y más cuando hablo de este programa llamado Word tan necesario para los inútiles que perdemos el tiempo escribiendo y desarrollando la capacidad retórica para nada.
No lo veo igual, lo veo a menos resolución, como en un 486 chungo y barato de segunda mano. Como si me hubiera tomado seis cervezas y escribiera con ‘el puntillo’. Y no encuentro el problema porque parece que todo está como antes. Por mucho que intento encontrar el problema, no lo encuentro. Al menos, eso es lo que me dice el puto ordenador y el nunca bien ponderado XP.
El pardal gañán de prácticas que estuvo hurgando en mi pequeño cerebro mecánico estuvo ‘toqueteando’ la BIOS y demás hasta que logró acceder a mi disco duro. Dijo que todo iba bien, que estaba arreglado Y como yo estaba tan acojonado porque veía peligrar años de mi vida perdidos en un disco duro dañado, me puse tan contento. Pero ahora lo no lo estoy, aunque pueda estar escribiendo estas líneas. También me dejó sin programas en el inicio, alegando que me daría mayor velocidad, como si yo quisiera ganar un premio en la fórmula Nascar e hizo esas cosas que se supone que hace todo buen técnico informático cuando trabaja y te mira con sonrisa cínica y te dice entre sonrisillas “pues esto está jodido…”, para al microsegundo decirte “que noooo, que es broma”.
Me estoy dejando los ojos en un monitor que se ha vuelto ajeno, enemigo de mi placidez cuando escribía. Esto no es una obsesión mía, porque os aseguro que me mareo yme entran nauseas ¿habrán puesto un filtro estroboscópico para destruirme? No lo sé. Sólo sé que no es lo mismo.
Seguiré intentando que todo vuelva a su cauce. Pero, como dicen los inocentes de corazón y los débiles de espíritu: hoy estoy JODIDO.
PD: Si alguien propone alguna solución fiable, que me lo diga. O tendré que llamar al típico gordo de barbas rojizas que va en silla de ruedas y viste camisa de cuadros rojos mientras come patatas fritas y ‘Doritos’ y bebe Pepsi que tanto abunda en las películas yanquis.

lunes, 4 de octubre de 2004

Marion Crane ha muerto: 44 años después

Por 'Mujercitas'.
Por 'El Danubio rojo'.
Por 'La dinastia de los Forsyte'.
Por 'El gran Houdini'.
Por 'La coraza negra'.
Por 'Los Vikingos'.
Por 'Words and music'.
Por 'Fearless Fagan'.
Por 'Mi hermana Elena'.
Por 'Vacaciones sin novia'.
Por 'Colorado Jim'.
Por 'Un beso para Birdie'.
Por 'Sed de mal'.
Por 'Psicosis'.
Por 'Esclavos del pecado'.
Por 'El detective'.
Por 'Harper, investigador privado'.
Por 'La Niebla'.
Y, sobre todo, por la colosal hija que nos has dejado...
Gracias Janet Leigh.

domingo, 3 de octubre de 2004

Problemas

Aquí Refo, desde un Lifebook B110 de Fujitsu, extraño entorno que me ha sacado de la cotidianidad y que me sume en una preocupación extrema.
No hay nada tan inquietante y frustrante como se te estropee el ordenador.
De repente, tengo un nudo en la garganta porque mi CPU (creo que su disco duro, en concreto) ha tenido un pequeño accidente mecánico y no responde. Está en coma, imbuido por una quietud que me provoca espasmos de terror, que me deja en un estado de acojone total, indefenso a mi destino que ahora está en un disco que no sé si volverá a leer mi vida.
Sí, amigos. Toda mi vida, mi creación y mi obra está en este momento en manos de la providencia oscura de un disco duro en coma. Y no, no hago copias de seguridad. No aprendo lecciones vitales. Soy así de ridículo.
Mañana sabré el alcance de la lesión computerizada de mi ordenador. Espero no tener que asistir a una de esas empresas que te cobran un ojo de la cara por recuperar los datos de un disco dañado. Espero no perder 10 años de mi vida en forma de bytes, así que rezaré.
Tengo miedo.

sábado, 2 de octubre de 2004

Hazañas sicalípticas de ayer y hoy

Gang Bang: El récord sexual
PARA MAYORES DE 18 AÑOS: Este post tiene, como salta a la vista lo buena que está Jasmine, alto voltaje sexual (gráfico y lingüistico). Los frágiles de espíritu, muy católicos, retrasados intelectuales, integrantes del OPUS DEI y demás gremios con alergia al sexo, que NO SIGAN LEYENDO. Queda advertido.
No quisiera que pasara más tiempo sin narrar una historia que ha pasado con letras de oro a las arcas de mi tan amado cine X, género vilipendiado, visto a una mano y que ha dado obras de culto, maravillas físicas imposibles de volver a ver y estrellas a la altura de cualquier astro o estrella del firmamento hollywoodiense ¡Qué grandes momentos privados me ha dado el cine más sicalíptico! Me reivindico como un gran seguidor, consumista y amante del porno. Y además, aprovecho que esta semana se ha celebrado el XII Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona (FICEB) para tratar, por primera vez 'Un mundo desde el abismo', el tema.
Fue hace varios de años, cuando John T. Bone, uno de los directores/actores más ‘dotados’ del cine porno logró la gesta definitiva en el vídeo sexual más irreverente y atrevido de la historia. El libro Guiness recogió la hazaña, miles de portadas acapararon el acontecimiento e incluso (el por entonces de moda) Pepe Navarro nos trajo a la protagonista de nuestra narración cotidiana y amena a través de la pequeña pantalla (en el más que añorado 'Esta noche cruzamos el Mississippi') a todos los rincones de España. Era (y sigue siendo) una diosa, sorprendente y descomunal portento que dejó a todos con la baba en las comisuras de los labios y alguna parte del cuerpo más dura que un domo de hormigón.
Muchos sabrán a que me refiero, la hermosa y escultural Jasmine St. Claire, que preparó su sugerente cuerpazo moreno para acoger dentro de él al mayor ‘Gang Bang’ (modalidad sexual consistente en aplacar las ansias del mayor número de hombres posibles en el menor tiempo posible) de la historia del porno. Algo imposible de olvidar. Tumbada en un colchón azul en el interior de una nave a las afueras de Los Ángeles, Jasmine fue batiendo récords, montándoselo con hombre tras hombre, con dos a la vez, con tres y hasta cuatro y cinco, hasta llegar a la friolera de 300.
Tres centenares de machos yanquis llenos de pelos y sin afietar, con barrigas prominentes, fibrosos atletas, 'rednecks' zoofílicos, padres averonzados y hasta chavalines de 16 años haciéndose hombres para perder su virginidad. Todos sedientos de carne de ‘starlette’ hicieron cola (amenizados, eso sí, con señoritas que ‘preparaban’ a estos competidores antes de embestir a Jasmine) para contribuir a una de las marcas que por entonces parecían insuperables en el libro de los Récords. Además, como 'showman' de lujo, Ron Jeremy, el rey del antierotismo, el peludo de bigote más famoso de la historia del porno, narrando el épico récord y haciendo entrevistas reporteriles al más puro estilo CQC.
Todo viene a cuento porque el otro día tuve el ‘placer’ de revisar tan codiciado DVD titulado ‘La mayor orgía del mundo’ y quedé sorprendido de la evolución de un número imposible, de la constancia aguerrida de Jasmine, que casi no abarcaba dándolo todo con manos y demás cavidades, mostrando una resistencia inhumana que pocas veces se podrá tener la oportunidad de ver. Luego llegaron más ‘felatrices’ que lograron superar la marca ostentada por Jasmine. Pero ninguna era tan bella. Ninguna tenía su carisma.
Hasta el momento, sigue siendo una demostración de afán y superación femenina que constatan la grandeza de una mujer que ha pasado a la historia: Jasmine St. Claire, todo un espectáculo.
Y ya que estoy con el tema sexuarrrl y guarreridas varias, aunque en otra dimensión totalemente diferente, mucho más ética y moral, quiero destcar ese programa llamado ‘Dos rombos’ que dirige y presenta la siempre comunicativa (qué gran mujer) Lorena Berdún programa dedicado al sexo, de carácter divulgativo pero con el entretenimiento propio de un espacio nocturno de televisión. La Berdún, que es una de las mejores presentadoras que hay en la televisión actual, presenta un programa ameno, sencillo y muy divertido que trata temas como el siempre mitificado tamaño del miembro viril (yo siempre le he tenido mucho respeto a mi descomunal 'muñeco calvo' como para medirlo) y de los mitos, confusiones que hay en torno a este asunto tan normalizado como es el sexo (el ‘seso’ que dicen los mayores) y juguetes que hay en el mercado para el disfrute femenino y masculino.
También van famosillos como Imanol Arias, Victoria Abril y Maribel Verdú (pronto sacarán a Jorge Sanz, como si lo viera) para que cuenten experiencias y hablen de sexo con la Berdún ¿Os imagináis a José María Aznar o a Zapatero contando cuándo se peló su primera ‘gallarda’, cuándo se desvirgó o qué postura le gusta cuando se lo hace con su esposa –en el primer caso un atentado contra la imaginación-?
Lorena Berdún, además, aseguró durante la presentación de su nuevo programa hace unas semanas que en España en hábitos sexuales se está avanzando y que la edad de iniciación en el sexo se ha adelantado. “Los chicos (se incian en el sexo) a los 16 años y las chicas a los 17 ó 18 años”. Yo creo que la frase de mi conservador abuelo "estos chavales de ahora aprenden antes a follar que a hablar" viene a cuento de todo esto.
Os dejo, ya puestos (y bien puestos), en enlace a MIKIWAY Channel, una curiosa, muy documentada y mítica página sobre el temilla este cachondón y pornográfico. Un tema que siempre formará parte de mi vida debido a mi oscuro pasado en la indutria del ocio a una mano escribiendo en una página de estas características.
Ay, el sexo... que estoy hoy de un cochino...

Qué aburrido es no salir un viernes

Esta noche creo que es el primer viernes de un fin de semana que no salgo a disfrutar de unas buenas cervezas. Es algo que puede parecer normal. Pero no. Me he venido abajo. No sé muy bien por qué. Igual tengo algún síndrome alcohólico, vete a saber. O simplemente porque no me hago a la idea de que estoy aquí, aburrido, bajo el tedio de una velada en la que las estudiantas universitarias han llenado con su belleza y ganas de juergas a todos los bares salmantinos, con algarabía en el bullicio de recintos llenos de alcohol y fiesta.
Y yo aquí, solo, ahogando mis patéticas penas escribiendo críticas de cine, lanzando pensamientos intrascendentes, reflexionando vagamente sobre temas en los que nadie piensa y crispado porque mientras unos se lo pasan bien perdiendo neuronas, yo las estoy ahorrando, por primera vez desde hace mucho tiempo, para verter aquí ideas de un pobre neurasténico.
Creo que veré episodios me quedan por ver de '24', una serie de la que es imperante hablar en esta weblog y a esperar que mañana mis noches vuelvan a su cauce y se me vea pulular (y nunca mejor dicho) por los bares más infectos del submundo charro y poder contar aquí mis borracheras míticas y surreales.
Hasta mañana por tanto.

viernes, 1 de octubre de 2004

Un payaso haciendo el gilipollas

Roberto Benigni, el payaso más soplapollas que ha tenido el cine europeo que nos llenó de azúcar y diversión optimista los campos de concetración nazis con su melíflua 'La vida es bella', y que se dio una más escandalosa... cómo decirlo... ¿hostia? con su inédita y costosísima 'Pinoccio' (que aquí en España ni siquiera -gracias a Dios- hemos llegado a ver) promete volver a la carga.
Por si no hubiera tenido poco con su 'oscarizada' película sobre lo optimista de Austwitz y lo 'guay' que se lo podía llegar a pasar uno en estos sumideros de torturas, el director, bufón y actor italiano ha anunciado 'El tigre y la nieve', que se desarrollará en Irak en marzo de 2003, cuando empezó la campaña militar de la coalición liderada por Estados Unidos. Por si no hubiera tenido poco, Benigni augura otra comedia, donde interpretará a un poeta que llega a Irak sin planearlo y lo sorprenden los eventos. Y claro, también tendremos a Nicoletta Braschi.
¿Habrá visto 'Turtles can fly', de Bahman Ghobadi? Pues debería para ver cómo se hace una película impactante sobre la guerra con niños y sabiendo de qué se habla.

No creo en el amor... ¿o sí? No. Sí. No...

Viendo que las dos películas que más me han gustado este año han sido ‘Lost in translation’ y ‘Eternal sunshine of the splotess mind’ pienso en qué me estará pasando. Porqué esa predisposición tan proclive hacia la comedia tristona romántica, hacia el sentimiento que trata sobre el amor eterno, sobre la sensación de estar enamorado. Siempre me ha gustado, claro. Imaginar la vida y el amor en el cine es fácil porque en su vena más optimista (más si hablamos de la comedia romántica) todo es esperanzador y venturoso. En la vida real, por supuesto, no. Puede ser que yo, desde la posición del misántropo que renunció hace tiempo al amor, debido fundamentalmente a que las muy pocas mujeres a las que he amado (siempre secretamente) no me han correspondido, quiera pensar que sigo esperando a la mujer de mi vida, que está ahí, en algún sitio, esperándome. Qué estúpido ¿verdad?
No creo en toda esa la poesía lírica. Decía un señor francés llamado Ruwet que el amor puede ser interpretado como una vasta perífrasis sobre un solo enunciado: el "te quiero", pero también puede ser una pérdida de tiempo porque en realidad esta mentira sólo conlleva a un solo término, una paráfrasis de la otra: el "yo sufro".
No quiero estar enamorado, porque el enamorado está mermado de capacidades temporales y reales. Un enamorado es un alienado (el amor es un síntoma), un subversivo en estado puro, es la forma misma del nomadismo errático. A su vez, también es la forma más complaciente del asentamiento, recitador hueco del guión de la mitología social: me enamoro, me caso, soy fiel, le doy hijos a mi mujer. A un lado o a otro, a liberales o conservadores, a revolucionarios o reformistas, el enamorado es completamente inútil. O así por lo menos es aceptado de un modo consecuente el que se enamora. Un enamorado es algo así como un fantasma, como un espectro que baja la guardia cuando está con su amada o piensa en ella, pero también es un criadero de sentimientos, un titán capaz de originar gestas por amor. O no, porque anacrónicamente, el enamorado descansa en la melancolía, siempre vulnerable esperando el reencuentro, a estar solo con ella. Él está en medio de una catástrof. El mundo se derrumba y él está afligido por la rebeldía del latir de un corazón que le corresponde. He ahí al enamorado, un incremento de lo privado, de lo no generalizable, especie de militante del anticompromiso y figura antipolítica.
Lo que más sustancioso de todo ello es, sin duda alguna, el mal de amores, Según leí una vez, este término es ‘wertheriano’. Una máquina narrativa dolorosa, con final infeliz, entre un ser narcisista y otro obsesivo. El objeto amado se pierde, se enclaustra, juega a la indiferencia, aparece y desaparece en un horizonte imposible. Es impenetrable y hermoso. Es irreal. Eso es el amor, amigos. Mientras, del otro lado, la otra pieza de esa máquina asfixiante es la que sufre y llora. Esta máquina es animofágica. La belleza de la otra, mágica crueldad, parece alimentarse y crecer de la propia energía, del espíritu. Por eso no quiero enamorarme. Por eso no creo en el amor.
Viendo ‘Eternal sunshine of the splotess mind’ uno se da cuenta de que el amor o el haber estado enamorado sólo funciona si alguien te ha correspondido alguna vez. Por eso, no creo. O sí, quiero creer. O no. No sé. No. Sí. Bueno, no...
Vaya gilipollez que me ha salido. Creo que voy a pedirle a los enfermeros que me pongan la camisa esa blanca que me impide mover los brazos, me den mis pastillas y me lleven a esa habitación tan cómoda que tiene las paredes acolchadas.
Si en realidad la película que más me ha gustado han sido los dos volúmenes de ‘Kill Bill’ ¿será eso que me ha entrado instinto maternal como a Uma, o en mi caso, paternal? ¿o simplemente, es que el ‘spaghetti western’ y la violencia forman tanto parte de mi vida que se han convertido en mí mismo?
Id a saber.

Review ‘Eternal sunshine of the splotess mind’

La deconstructiva naturaleza del amor
Kaufman y Gondry componen una magistral y compleja fábula romántica que tiene en el juego de tiempos su mayor virtud narrativa.
Cuenta Charlie Kaufman que Michel Gondry le contó la idea de ‘Eternal sunshine of the splotess mind’ suponiendo qué pasaría si un buen día se encontrara una tarjeta en el buzón que dijera que ha sido borrado de la memoria de alguien. El guionista en seguida recurrió a un poema de Alexander Pope que comienza con los versos “¡Qué felices son los inocentes! Olvidando el mundo, y por éste olvidados. Brillo eterno de una mente inmaculada. Cada plegaria aceptada y con cada una, una renuncia”. Con esta premisa, la precisa y brillante maquinaria de Kaufman erigió una comedia oscura y triste fundamentada en el olvido como sentimiento del amor perdido y muchas veces añorado.
Joel es un hombre tímido, retraído y depresivo que un buen día decide improvisar su jornada escapándose en un tren que no le llevará a su trabajo, sino a un pueblecito ribereño. En una solitaria playa, camina y reflexiona, ahogando su melancólica existencia en sus propios pensamientos. En el camino de vuelta conoce a la extraña e hiperactiva Clementine, una joven de la que se enamora al instante. En este punto, cuando han pasado más de veinte minutos de proyección, aparecen los títulos de créditos y comienza la película. Es entonces cuando lo ideal se transforma en insoportable y las diferencias que atraían a la pareja se rompen. Al poco tiempo, Joel descubre que Clementine ha acudido a la consulta de un médico que se dedica a borrar los recuerdos de su relación. Joel decide someterse al mismo lavado de cerebro, pero a medida que ella desaparece de su geodesia emocional, vuelve a enamorarse de ella en un laberinto recuerdos que indican que, a pesar del triste final de su relación, ha sido la mujer de su vida.
El elemento de ciencia ficción o pseudoficción que supone que una empresa (Lacuna Inc.) borre por un sencillo proceso los recuerdos de una persona, pasan instantáneamente a un trasfondo de credibilidad cuando el verdadero hilo narrativo de la película emerge a la superficie de las profundidades narrativas con las que Kaufman y Gondry plantean un intenso melodrama obsesivo, personal e íntima que fragua su interés en el sugerente término de intentar solucionar en sueños lo que uno no fue capaz de arreglar en la realidad. Una historia de corazones rotos que interpela sobre la vida, el amor, la memoria y el olvido, entendiendo que el amor es lo único por lo que vale la pena haber vivido. Para encubrir este viejo tema del amor, los creadores recurren a la dimensión de la conciencia, a un puzzle de situaciones contrapuestas, jugando arriesgadamente en el filo, enalteciendo su imprescindible visión con una capacidad de sorpresa inquietante. Como viene siendo habitual en sus creaciones, ‘Eternal Sunshine…’ es Charlie Kaufman en estado puro.
Una nueva profundización en la fragmentación y desglose del guión, la gran condición que hace inmensa la perspectiva narrativa de este genio (que recuerda a lo que algunos han venido a llamar ‘maze-cinema’, seguido por otros cineastas modernos como Christopher Nolan o Gaspar Noé), una experimentación llena de puntos de giros retroactivos (y a su vez progresivos), de acción minada con un ingenio inquieto y amenazante, dejando el carácter y el pensamiento alterados por el tiempo, por la fugacidad de los sentimientos que, con los recuerdos y la añoranza, mutan, acreditando que dentro del amor existe lo ilógico. Pero más allá de jugar con la afasia temporal, con la deconstrucción narrativa, la gran virtud de esta magistral película es que, en su intención no está la originalidad sino el propósito de contar una historia que muestra la verdadera naturaleza del amor, concibiendo su destino e inevitabilidad, su sentido de la injusticia y la predestinación.
Contrariamente a lo que se pueda pensar, debido a lo intrincado de su disposición argumental casi perfecta, la coherencia es absoluta, pese a desenvolverse en distintos tiempos, realidades y dimensiones, ocurriendo la mayor parte de la cinta dentro del cerebro de Joel, de sus recuerdos, de sus deseos. Con una planificación narrativa de compleja construcción y portentoso efecto formal, Kaufman subvierte los designios del género entrelazando los indicios descriptivos de su magnífico guión hacia atrás. Por tanto, la entidad, la habilidad y la sorpresa de este excelente filme consisten en detallar el final en su prodigioso prólogo para, mediante los recuerdos de Joel, desvelar su significado. Lo el guionista está haciendo, en definitiva, es reunir una asombrosa conjunción de virtudes como perspectiva del misterio que abarcan los deseos internos, los más gratos recuerdos, los sueños y una realidad transformada en onírica, circunscrita a una solución médica que hace desvanecer los recuerdos del pasado en unas horas.
Como dijo Armand Salacrou “Un hombre sin recuerdos es un hombre perdido”, y en ése terreno es donde Gondry y Kaufman construyen un hilo conductor que juega con el espacio y el tiempo, construyendo y deconstruyendo una historia que sólo puede ser entendida por la subjetividad del espectador. Es ‘Eternal Sunshine…’ una película de muchas lecturas que apela a continuidad espontánea a medida que la historia profundiza en su complejidad. Y es que nunca fue tan cierto que el sentido de una película está en los ojos del que mira, del que siente de una manera u otra lo que está viendo. Kaufman sumerge al público en sus laberínticos paisajes ficticios, pesimistas y psicológicos, pero ampliando el recorrido al sugerir una historia teñida de intelectualismo existencial y emocional que obliga al espectador a cuestionarse acerca de la vida, del pasado, del presente y el futuro en un viaje de recuerdos que atormentan, pero sin los cuales la felicidad, en casi todos los casos fugaz y frágil, no tendría sentido. Se trata, por tanto, de la película más humana de este genio del guión y una historia escrita en un lenguaje de emociones y no sólo de reflexiones e imágenes.
Este drama cómico o comedia dramática sobre las dificultades que acarrea el amor y la vida en pareja esgrime conscientemente conceptos que procuran llegar al interior de un desenamorado, pretendiendo así entender las insondables dudas y preguntas del corazón, aquéllas que hacen amar, tolerar, aceptar, aprender a perdonar, las que vuelven vulnerables a los enamorados que, a pesar de saber que la pasión es una etapa y que lo efímero muchas veces se convierte en rutina insoportable, tiene su valor en la segunda oportunidad, en el instante en que el alma se desnuda, volviendo a nacer, encontrando de nuevo el amor, reflejado todo ello en imágenes y secuencias pretéritas que van cobrando sentido según avanza la acción en el presente, retrocediendo en los recuerdos del pasado. Un efecto de originalidad temporal que nunca devora el peso de sus protagonistas.
Y aunque ‘Eternal sunshine…’ se construya bajo unos personajes ambiguos y enigmáticos, solitarios e incomprendidos (característicos la espectacular carrera de Kaufman), aflora su genialidad a través de la imaginería visual de Michel Gondry, que se adapta al portentoso guión de Kaufamn y lo hermana a la perspectiva de su cosmos gráfico, traduciendo visualmente, de forma dinámica y sencilla, el desdoblamiento de universos paralelos que propone el guionista, aportando lo necesario para narrar esta difícil y hermosa oda al romanticismo donde la memoria y fragilidad quedan simbolizadas por la continua contraposición de los libros, dibujos y recuerdos, alegorías de la subsistencia de la memoria, y, por otra parte, la nieve, alusión al gélido olvido, a la limpieza de recuerdos que son utilizados para revelar que mientras Joel y Clementine observan las constelaciones sobre el río helado, mientras escapan al proceso de limpieza de memoria que ellos han solicitado, los ecos del mundo real repite los mismos errores.
En todo este fascinante recorrido por la desbordante capacidad argumental de la película, aportan un embrujo fuera de lo común un Jim Carrey, en su mejor papel, que vuelve a demostrar su pulso dramático, su contención de gestos y muecas, para ofrecer una lección de interpretación, como ya lo hiciera en ‘The Majestic’ y ‘The Truman Show’. Igualmente en estado de gracia se muestra esa asombrosa actriz que es Kate Winslet que, pese a lo irritante e imprevisible de su personaje, consigue traspasar la pantalla con una dulzura y un magnetismo que desarman cualquier (e incomprensible) prejuicio que se tenga ante la protagonista de ‘Titanic’, una de las mejore actrices que ha dado el cine contemporáneo. En este apartado artístico los secundarios, espectadores inconscientes del drama de amor de los protagonistas, Elijah Wood, Kirtsen Dunst y, sobre todo, Tom Wilkinson y el camaleónico Mark Ruffalo, merecen todos los elogios de un trabajo excepcional.
Con todo ello, bajo la mirada oculta de una Nueva York fría y melancólica, la nueva película de Gondry, ambigua, sutil y sencilla en su complejidad, supone un poema visual al amor. Pero no un amor encauzado al romanticismo entristecido, sino recurriendo al amor desquiciado e impulsivo, que susurra nostalgia y pesimismo, pero que encuentra en su extraño final una ventana a la esperanza, a la creencia en el destino como vía de la indescifrable felicidad. Una película dedicada al eterno brillo de las mentes inmaculadas (las que evoca el título original), aquéllas que entenderán que no se puede esquivar el amor, aunque no se recuerde ni siquiera de quién se está enamorado o por qué se quiere estarlo.
Miguel Á. Refoyo © 2004